Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En la actualidad conviven diferentes modelos para definir, explicar y tratar los trastornos o las
patologías psíquicas, que han surgido de orientaciones científicas o epistémicas diferentes y
que implican supuestos también diferentes sobre la conducta y la naturaleza humana. En
realidad, dada la compleja contextura del comportamiento humano, sería ingenuo y atrevido pensar
que alguno de estos modelos puede dar una explicación suficiente de todas las formas posibles de
trastorno psíquico y conductual y en todos los niveles y análisis posibles.
MODELO BIO-MÉDICO.
Este modelo pone el acento en los mecanismos genéticos y fisiológicos, pero también en los
factores ambientales físicamente traumáticos. En términos generales, considera el trastorno
mental como una enfermedad física más, de modo que la alteración psicológica depende de
causas biológicas subyacentes, sean genéticas, neurológicas o bioquímicas. Desarrollado por la
psiquiatría, este enfoque trata los síntomas de la enfermedad, clasifica los cuadros clínicos y los
tratamientos se realizan con fármacos, dejando en un segundo plano u olvidando posibles
intervenciones psicosociales.
MODELO COGNITIVO-CONDUCTUAL.
Si el enfoque orgánico o médico sostiene que toda conducta anormal era sintomática de alguna clase
de patología física subyacente, el enfoque congnitivo-conductual aglutina un conjunto de
modelos que ofrecen una interpretación psicológica del trastorno mental y de la conducta
desadaptada. Estos enfoques mantendrán que la patología psíquica derivaba de las
perturbaciones producidas en los procesos cognitivos, emocionales y sociales, sin excluir algún
tipo de implicación orgánica. Aunque las perturbaciones de los procesos psicológicos pueden ir
acompañadas de cambios neurológicos y bioquímicos como causa o efecto, no pueden ser abordas
solo a partir de tratamientos físicos, bioquímicos o quirúrgicos, sino que deben estar acompañados
por tratamientos que se centren en las emociones, en las conductas o hábitos sociales y personales
del paciente, en sus cogniciones, etc., ya que la mente está conformada por factores que no son
meramente reductibles a procesos físico-químicos. Así se entiende que modificaciones en la
comprensión de sí o en la autoconciencia, en las prácticas o hábitos, en el modo de enfrentar las
emociones o de “encauzarlas”, etc., pueden llevar a hacer desaparecer síntomas físicos de la
patología mental (temblores, tics, parálisis, etc.) y cambios neurológicos y bioquímicos, ya que la
causa subyacente sería en este caso la actividad mental y el efecto la desajuste bioquímico.
→ Modelo psicoanalítico.
La teoría psicoanalítica centra la atención en los factores psicológicos y en las motivaciones
biológicas, sobre todo de carácter sexual. Más concretamente, el origen de los trastornos de
la conducta, según Freud, radica en los impulsos sexuales inconscientes. De hecho, un
super-yo hiperactivo, un yo moderado o un ello insatisfecho pueden provocar el conflicto y,
consiguientemente, el deterioro de la personalidad. El caso es que en la base de los
trastornos mentales hay siempre una motivación inconsciente y una experiencia
traumática temprana. Los psicoanalistas neofreudianos han eliminado de esta teoría el
carácter sexual preponderante y casi exclusivo que Freud atribuía a los trastornos de
conducta, así como la cristalización de la personalidad y de los patrones generales de
conducta en los primeros años de vida. Por el contrario, han dado un énfasis mucho mayor
a los determinantes sociales y culturales de los trastornos de conducta. En lo que sí
están de acuerdo con Freud es en el reconocimiento de la importancia que tiene en la
conducta la motivación inconsciente y los desequilibrios o conflictos que se producen en
la estructura del psiquismo (Ello-Yo-Superyo)
→ Modelo humanista-existencial.
Este modelo parte de una visión filosófica y psicológica que tiene como puntos esenciales
los siguientes:
1) la instancia central de la personalidad, que permite comprender la conducta, sea
ésta normal o anormal, es la instancia del yo,
2) cada persona tiene un yo único, de manera que la conducta de esa persona sólo
podrá ser entendida desde la vertiente de ese yo único y diferente á todos los demás.
3) toda persona tiene una tendencia innata a la auto-actualización, es decir; a
desarrollar plenamente las potencialidades que lleva dentro.
4) la persona humana, como ser libre y capaz de tomar decisiones, elige muchas
veces a lo largo de su vida, y esas elecciones hechas en libertad influyen
constantemente y contribuyen a configurar la personalidad futura.
Desde este punto de vista, los trastornos de la personalidad son interpretados como un
fracaso en la asimilación de las propias experiencias y, por tanto, en la imposibilidad de
realizarse plenamente como sujeto humano desde su singularidad. Una fuente de
trastornos podría ser, por ejemplo, la falta de auto-conciencia y el cierre permanente de uno
mismo al mundo interior de la experiencia subjetiva. Otras veces, la causa puede estar en tas
condiciones que impiden la auto-actualización, como la excesiva conformidad a las
demandas de expectativas de los otros, o la incapacidad de manejar la ansiedad resultante de
la convicción de que es necesario aceptar la responsabilidad de las propias acciones.
→ Modelo cognitivo.
Los teóricos de la psicología cognitiva ponen el énfasis en los procesos internos
conscientes del sujeto, concretamente en los procesos de pensamiento. En este sentido,
los trastornos de conducta no son sino el resultado de un razonamiento defectuoso o
apoyado en falsas premisas. Según ellos, la experiencia ha demostrado que un
razonamiento de tal naturaleza puede provocar y mantener un trastorno grave de conducta.
La persona, por ejemplo, que piensa que el futuro de su vida no está en sus manos, sino que
sigue fatalmente la suerte que le depara el destino, puede caer en un estado depresivo que le
conduce a un síndrome de indefensión e incluso al suicidio. La terapia consistiría en
reconstruir una cognición adecuada, ya en la concepción de la realidad, ya en la lógica
de su comprensión e interpretación.
MODELO BIO-PSICO-SOCIAL.
Supone el intento de combinar los enfoques anteriores y ofrecer un marco conceptual más
complejo para guiar la práctica clínica. Es decir, trata de analizar la complejidad de la mente
y la conducta humana desde tres ámbitos; el biológico (genética, neurología y neuroquímica,
drogas); el psicológico (procesos cognitivos, emocionales, motivacionales y de conformación de la
personalidad); y el social (relaciones y hábitos sociales y modos de integración y participación en
contextos sociales y culturales). Este modelo acepta la interacción entre diferentes niveles,
aunque todavía faltan investigaciones para saber cómo se concretan estas relaciones.
3. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
A la hora de abordar el estudio de psique humana no todas las áreas de la ciencia psicológica
obtienen el mismo grado de consenso entre los especialistas, como es lógico y como ocurre en el
resto de las ciencias humanas. Así, por ejemplo, hay zonas de máximo acuerdo, como las
relacionadas con los aspectos biológicos y físicos, los mecanismos cerebrales, el funcionamiento
del sistema nervioso, o el contenido de la percepción; zonas de acuerdo moderado, como los
referentes a la motivación y al aprendizaje; y zonas de acuerdo reducido, como las relativas a los
procesos evolutivos o sociales. En cambio, predomina el desacuerdo en las áreas de personalidad,
y especialmente en lo tocante a la conducta anormal.
Los especialistas basan sus ideas por lo general en los pacientes con trastornos de conducta,
que en realidad no suelen ser otra cosa que exageraciones de los patrones mentales y
conductuales del resto de la población, ya que el paciente mental difiere del ciudadano medio en
la cantidad (o grado) y no en la calidad (tipo) del problema psicológico, es decir, que todos somos
ligeramente anormales, pero algunos más anormales que otros. Ahora bien, si todo el mundo se
desvía de la norma de una manera u otra, la palabra anormal pierde gran parte de su sentido,
y si no es posible definir la palabra normal, difícilmente puede definirse lo anormal, que significa
un alejamiento de la normalidad.
Los modelos, como hemos visto anteriormente, utilizan etiquetas diferentes para
conceptualizar los trastornos mentales, señalando con ello interpretaciones, y, por tanto,
tratamientos diferentes. Así, por ejemplo, cuando se habla de enfermedad mental, se supone que
la anormalidad es de origen médico o biológico y que la medicina puede ser de utilidad. Cuando se
habla de trastorno mental, se está indicando que el problema es prioritariamente intrapsíquico, y
por tanto exige psicoterapia. Cuando se utiliza la expresión de trastorno conductual (o conducta
desadaptada), se sugiere que la anormalidad es aprendida y, por tanto tratable, con técnicas de
reaprendizaje. También puede hablarse de problemas de ajuste, y en este caso se hace referencia a
algún tipo de interferencia en las interacciones persona-ambiente, remitiendo en este caso a un
particular y específico modo de tratamiento.
En definitiva, pese al problema para determinar la distinción entre salud y enfermedad
mental, se requiere unos criterios, aunque sean meramente operativos, que permitan manejar
ese límite impreciso para tratar los problemas mentales que causan sufrimiento como para
investigar y ampliar nuestro conocimiento de la psicopatología.
CRITERIO ESTADÍSTICO.
Una interpretación aséptica del concepto de anormal es la derivada de lo que entendemos
como una desviación de las normas estadísticas de un grupo cultural determinado. Y en este
sentido, las anormalidades son ocurrencias inusuales (en sentido estadístico) y se definen en
términos de algún grupo cultural específico. Es cierto que hay anormalidades buenas y no tan
buenas. Si decimos que una persona está intelectualmente por encima de la media, no lo tomará
seguro como un insulto; hasta se podría decir que es anormalmente inteligente. Tener una salud de
hierro, poseer un gran talento creativo, gozar de un perfecto bienestar serían, de este modo, buenas
anormalidades.
Lo que ocurre es que, aunque el término anormal es un término neutro y técnicamente cubre tanto
las desviaciones positivas como las negativas, de hecho la mayor parte de la gente usa el término
anormal para referirse a las desviaciones inadecuadas e indeseables, y entonces el término anormal
deja de ser una expresión neutra y se convierte en un juicio de valor. Sin embargo, a efectos de
diagnóstico y tratamiento, el psicólogo necesita tener alguna medida del alejamiento de una
persona de lo que personal y social-mente se define como anormal, por más que sea una
medida para una persona determinada y dentro de una cultura específica.
CRITERIO BIOLÓGICO.
Si se asume que el comportamiento anormal se debe al imperfecto funcionamiento del
organismo por alguna alteración del cerebro, bien sea estructural o funcional, la detección de
esta disfuncialinadad o daño fisiológico permite determinar la enfermedad y el tratamiento.
Sin embargo, como hemos visto, aunque es innegable la importancia de los procesos biológicos en
las conductas y emociones humanas, también es cierto que estos procesos son influidos por factores
psicosociales y ambientales, que quedan fuera de este criterio.
CRITERIO SOCIAL.
El criterio social se suele solapar con el estadístico. En este caso, es la percepción social de la
anormalidad de la conducta o los comportamientos cargando el peso en su aspecto menos
neutro.
CRITERIO SUBJETIVO-PERSONAL.
Responde a la autopercepción sobre la propia incapacidad para desarrollar con éxito la vida
en un contexto socio-cultural determinado o el sufrimiento personal que se experimenta en ese
intento. Sin embargo este criterio tampoco es fiable porque es habitual interpretar mal las causas
del sufrimiento, el sufrimiento mismo, las causas del fracaso, etc.
Ningún criterio parece pues valido, aunque puedan ser indicativos. Este carácter indicativo es el
que los hace necesarios a todos ellos, siempre que se comprenda que son relativos y tentativos,
que no todos tienen ni el mismo grado de cientificidad ni la misma potencia explicativa y que
unos pueden ser más decisivos que otros según los casos.
5. TRASTORNO MENTALES.
LA DEPRESIÓN.
Todo mundo se siente triste a veces, pero una depresión es un estado más intenso y persistente.
Así pues, es necesario tener en cuenta que es diferente de la manía y que no debemos confundirla
con los periodos de duelo que se producen por la muerte de un ser querido o la ruptura de una
relación amorosa. Por tanto no es un estado de tristeza pasajero, una debilidad personal ni una
actitud que pueda cambiarse según nuestra voluntad.
Durante una depresión, sobre todo, en las DEPRESIONES PROFUNDAS O AGUDAS, las personas se
perciben desesperanzadas y desanimadas y el tiempo marcha con lentitud. Los seres queridos,
la comida, el sexo, los pasatiempos, el trabajo y la recreación pierden su atractivo. Quizás
como consecuencia, los individuos deprimidos se aíslan de otros, descuidando los deberes y
responsabilidades. Algunos son pasivos y letárgicos, otros inquietos y agitados. Las
conversaciones de los deprimidos sugieren que son críticos de ellos mismos y están plagados por
la culpa, irritables e incapaces de adquirir control de sus vidas. Pausan mucho cuando hablan y
se concentran de manera excesiva en sus personas; recuerdan menos y tienen problemas para
aprender materiales nuevos (afecta a su atención y concentración). Añadido a su sufrimiento está
un riesgo mayor de mala salud, porque las funciones inmunológicas son menos efectivas
durante la depresión que de ordinario y también viene acompañada de cierto malestar físico en
forma de abatimiento y dolor.
De vez en cuando, las personas con depresiones profundas muestran síntomas psicóticos. Pueden
experimentar alucinaciones, experiencias sensoriales sin bases en la realidad, o escuchar voces que,
por ejemplo, los acusan de pensamientos malignos. También pueden tener delirios, creencias muy
irracionales; así, la depresión se puede combinar con la hipocondría y la psicosis delirante y el
afectado puede pensar y sentir que su cuerpo se está pudriendo o muerto y descomponiéndose
(Síndrome de Delirio Cotard), a la vez que puede creerse que no podrá morirse del todo nunca,
(un auténtico infierno paradójico).
El término trastorno distémico (antes, "depresión neurótica") se reserva para definir un estado de
ánimo de desgana y abatimiento crónico, menos intenso que una depresión profunda. La gente
con esta perturbación parece desinteresada por la mayoría de las actividades y obtiene poco
placer de la vida. También presenta otros síntomas depresivos en versiones más moderadas; fatiga,
pesimismo, autoestima baja, ansiedades, insomnio, culpabilidad e irritabilidad. Los distémicos
tienden a llevar vidas bastante normales; por ejemplo, son capaces de trabajar y mantener una
familia.
Algunas depresiones se desvanecen con el tiempo, incluso sin terapia, pero otras (uno de cada
cinco en un estudio) continúan y no responden ante los tratamientos comunes. Las personas que
se recuperan de las depresiones profundas propenden a hacerlo en los primeros meses de terapia.
Sin embargo, las depresiones que, tarde o temprano se acaban, pueden durar, con facilidad,
dos años o más. Las tensiones o los problemas vitales o cotidianos, sean comunes o
extraordinarios, intensifican y prolongan las depresiones.
Las depresiones pueden tener un origen endógeno o exógeno. En las DEPRESIONES ENDÓGENAS
no existe una causa externa y son producto de factores biológicos (deficiencia en el
neurotransmisor de serotonina), la herencia genética o problemas neurológicos. Las
DEPRESIONES EXÓGENAS pueden originarse por algún conflicto psicosocial, como divorciarse o
estar sin trabajo. En la sociedad actual, con su excitado ritmo de actividad y competitividad, su
culto al éxito, la cultura de la satisfacción inmediata, la incomunicación y la desconfianza hacia el
otro, se crea un campo de cultivo muy propicio para los trastornos depresivos. Entre ambas habría
que hablar también del abuso de sustancias tóxicas, ya que inciden sobre la química cerebral,
pero el abuso se puede deber a factores psicosociales o existenciales. Veremos esto con más
detalle en los factores que influyen en los trastornos afectivos.
EPISODIOS MANÍACOS.
Los episodios maníacos poseen la carga emocional opuesta a los depresivos. Aparentando una
alegría desusada (exuberante y aun eufórica) los individuos maníacos casi siempre están
sumidos en un movimiento o en una actividad y agitación constante. Se encuentran dispuestos a
interactuar con las personas y pocos proyectos les parecen demasiado ambiciosos para abordarlos
porque poseen un extraordinario optimismo y confianza en ellos mismos. En lo que se refiere a
los logros, los maníacos rara vez logran mucho a causa de que se distraen con facilidad y son
dispersos (sus mentes saltan de un tema a otro).
A pesar de que los episodios maníacos pueden ser agradables a la víctima, tienen una larga
lista de características problemáticas. De un minuto al siguiente, los maníacos pueden pasar del
éxtasis a la irritación, a la ira y a la agresión (si se les contraría). A menudo se sienten
paranoides, preocupados por la idea de que los demás están dispuestos a detenerlos. En algunos
casos, tienen razón, porque los parientes y los amigos se inquietan por sus pensamientos irreales,
grandes proyectos (con frecuencia en búsqueda de riquezas, fama o poder) o conducta impulsiva
o infantil. Los maníacos pueden efectuar rachas de compras increíbles, solicitar trabajo inadecuado
en múltiples ocasiones, sostener relaciones sexuales promiscuas, orinar, defecar o exponer sus
genitales en público, dar dinero o consejos a desconocidos y vestirse en forma excéntrica. El habla
durante un episodio maníaco es característicamente fuerte, rápida y teatral; son frecuentes las
bromas y los chistes.
TRASTORNOS BIPOLARES
Todo mundo tiene sus altas y sus bajas pero el individuo con perturbación bipolar (antes
llamada psicosis maníaco-depresiva) sufre tanto de la depresión como de los episodios
maníacos. ("Bi" quiere decir dos y "polar" se refiere a los dos estados afectivos opuestos). A
menudo el episodio inicial del desorden bipolar es maníaco y puede estar disfrazado por violencia,
crimen, exceso de alcohol o discordia familiar. Antes o después y de modo invariable son seguidos
por ataques depresivos.
Los episodios depresivos en la perturbación bipolar tienden a ser más cortos, pero más severos
y debilitantes: además suelen estar más vinculados con el suicidio que las depresiones
unipolares.
Así como existe una versión moderada de una depresión profunda, hay una manifestación ligera
de la perturbación bipolar. La perturbación ciclotímica se caracteriza por un patrón crónico de
cambios de estado de ánimo más brusco que lo normal. En los periodos depresivos, las personas
se sienten inadecuadas y aisladas, incapaces de experimentar placer y falta de interés por las cosas
que se presentan a su alrededor. Duermen mucho, tienen problemas para concentrarse y realizan
muy poca actividad. Los lapsos maníacos se distinguen por lo opuesto: autoestima inflada,
cantidades extremas de socialización y productividad incrementada, con frecuencia acompañada por
horas de trabajo demasiado largas, poca necesidad de sueño y sentimientos de creatividad
incrementados. Existen pruebas de que los ciclotímicos tienen mucho riesgo de desarrollar
perturbación bipolar o una depresión profunda y el suicidio.
El desarrollo de la perturbación bipolar es variado, con los mismos patrones en las versiones
fuerte (bipolar) y débil (ciclotímica). El número de episodios depresivos y maníacos cambia
mucho, siendo los lapsos depresivos más frecuentes y prolongados que los maníacos. El estado
de ánimo puede alterarse muchas ocasiones al día, una vez al día, cada varios días, o en intervalos
mucho más largos (de semanas, meses o años). O pueden mezclarse los estados de ánimo
depresivos y maníacos. Otro patrón común es sufrir algunos ataques en la edad adulta temprana y
otra ocasión, cada vez con más persistencia, más adelante en la vida. Es característico que se den
periodos que duran meses o años, separados por episodios aislados o conjuntos de lapsos. Antes de
que se descubrieran medicinas efectivas, los ataques maníacos podían persistir casi tres meses, pero
iban desde horas (o menos) hasta años, con depresiones que, en promedio, duraban más. En la
actualidad, a pesar del uso difundido de medicamentos que, por lo general son eficaces, cerca de
uno de cada tres pacientes muestran un impedimento social crónico y severo. En los ciclos rápidos
de episodios maníacos y depresiones (diarios, semanales, mensuales) esta eficacia disminuye.
PREDISPOSICIONES EN EL DESARROLLO
La probabilidad de sufrir de depresiones parece incrementar cuando los individuos han
experimentado tensiones tempranas devastadoras y han aprendido estilos de pensamiento
autoderrotistas.
a) Tensiones tempranas
Después de frustraciones y fracasos repetidos, los niños llegan a creer que los esfuerzos son
inútiles. Al considerarse impotentes, cuando se enfrenten con problemas vitales moderados o
graves, la tensión y el conflicto no producirá ansiedad, sino depresión. Este desamparo aprendido
frente a la tensión agota la norepinefrina en una área del tallo cerebral, es decir, aprender a
ser impotente altera la química del cerebro e inclina hacia la depresión. Otros tipos de tensiones
tempranas, como la separación de un progenitor durante la niñez, pueden establecer
predisposiciones a perturbaciones afectivas, aunque gran parte de la evidencia es indirecta.
b) Pensamiento autoderrotista
Las vivencias de la niñez pueden llevar a la depresión por una segunda ruta principal, determinando
el modo en que las personas conciben las causas de los eventos vitales. Muchos psicólogos
adoptan este punto de vista y mantienen que cuando los individuos se sienten infelices, se preguntan
por qué y la contestación que han aprendido a dar contribuye a si se sienten o no impotentes y a
desarrollar una depresión. Las personas que han llegado a atribuir las dificultades a motivos
internos, estables y, sobre todo, globales, tienen más probabilidades de percibirse impotentes y
desolados que quienes atribuyen sus problemas a causas extremas, temporales o específicas.
Supóngase que se reprueba un examen de cálculo; si se asume que el fracaso se debe a una falta de
capacidad (un motivo global, interno y estable), la dificultad parecerá más abrumadora que si se
culpa a un mal curso precálculo (específico, externo y temporal en el sentido remediable). Las
mujeres parecen ser más propensas al primer estilo y a la depresión profunda. De este modo,
algunos psicólogos consideran que el pensamiento autoderrotista es fundamental para la
depresión. Estos psicólogos mantienen que los deprimidos a menudo transforman detalles
insignificantes en catástrofes, subestiman los logros y puntos fuertes y amplifican los fracasos
y las debilidades.
Sin embargo, otros psicólogos han observado que las diferencias en la forma de razonar entre
los individuos deprimidos y los no deprimidos no son ni grandes ni uniformes. También está en
duda la noción de que los deprimidos son “pesimistas” sobre la realidad, en el sentido de que
piensen o crean que es peor de lo que realmente es. Desde hace poco, hay motivos para suponer que
la gente deprimida es más realista que la mayoría de las personas, al menos cuando se trata de
hacer juicios con respecto a sí misma (cuánto control tenía en una circunstancia específica o
cuan bien le fue en la ejecución de cierta tarea). Sin embargo, aunque los deprimidos son
realistas con respecto a ellos mismos, parece que sobrestiman la competencia y la capacidad
de los otros, un estilo de pensamiento que podría llevar a dañar la autoestima y generar
sentimiento autodenigrantes. En la actualidad, los hallazgos de investigación señalan hacia la
curiosa idea de que las personas no deprimidas ven la vida y a sí mismas a través de cristales
color de rosa y que de los dos grupos son las que más distorsionan la realidad.
Existe otra pregunta más importante que debe analizarse aquí; ¿hay evidencias de que los
estilos de pensamiento causan las depresiones? Hasta el momento, los científicos sociales sólo
saben que los dos están asociados. Algunos creen que existen considerables probabilidades de que
el pesimismo y la negatividad persistente que acompaña la depresión sea un producto y no un
generador de la perturbación en el estado de ánimo. Las investigaciones con drogas proporcionan
uno de los argumentos más fuertes para esta hipótesis. Si a los deprimidos sólo se les atiende con
drogas, su razonamiento se hace más positivo, "por su propia cuenta", conforme se recuperan,
indicando que el pensamiento negativo sólo es un aspecto de la depresión.
PREDISPOSICIONES GENÉTICAS
Estudios de gemelos, de adopción y familiares parecen apoyar el punto de vista de que los genes
desempeñan un papel sustancial en la perturbación bipolar y en las depresiones que comienzan
temprano (antes de los 20 o 30 años). Sin embargo, no es estrictamente determinante, aunque
puede ser uno de los factores importantes, es decir, marcar una predisposición o un aumento
de probabilidades de que, ante la presencia de otros factores, se genere un trastorno afectivo.
Casi todo el mundo tiene temores que pueden considerarse fobias menores, pero sólo una minoría
presenta fobias paralizadoras. Se asume que las fobias son desórdenes sólo cuando son
destructoras e incapacitan. Es decir, el temor es una reacción natural y necesaria para la
supervivencia, para alertarnos de los peligros y disponernos a enfrentarlos, pero se convierte en
fobia cuando el objeto temido no entraña ningún peligro real o cuando el temor es
desproporcionado al peligro o bien incongruente con el resto de la personalidad del sujeto; y
cuando ese temor perturba y paraliza la vida cotidiana del sujeto.
Se dan diversas fobias en función del estímulo que los provoca y así surgen fobias ante;
a) objetos concretos; animales, como insectos o roedores.
b) estímulos ambientales, como tormentas.
c) afecciones físicas; sangre, pichazos, heridas...
d) situaciones concretas; estar en un avión, un ascensores, un locales cerrados…
Las FOBIAS SIMPLES son las fobias menores o leves, miedos comunes algo acentuados que son
más una molestia que una incapacidad. Giran en torno a objetos como perros, serpientes, ratones,
insectos, lugares cerrados y alturas. Los objetos de estas fobias son peligrosos potencialmente y su
evitación intensifica la supervivencia, sugiriendo que estos miedos quizás están programados, en
parte, por la evolución. En la fobia leve hay, pues, una reacción excesiva ante esos objetos o
estímulos, pero no perturba la vida del sujeto ni es un temor del todo irracional.
Las FOBIAS SOCIALES son un miedo ante situaciones sociales donde la persona se expone a ser
observada, evaluada o humillada por otros, de modo que tiende a comportarse o hacer algo
embarazoso o a anticipar ese comportamiento como seguro. Es signo de inseguridad y de
culpabilidad frente a la mirada ajena y suele ir acompañada de pensamientos negativos y
derrotistas.
Las obsesiones y compulsiones varían mucho, pero, por lo general, caen dentro de una de siete
categorías.
1 Dudas obsesivas. Preocupación persistente con respecto a completar una tarea,
como poner candado a una puerta.
2 Pensamiento obsesivo. Rumiar una interminable cadena de pensamientos que, por
lo común giran en torno a un evento futuro. (Una mujer embarazada pensaba "si mi
bebé es niño, podría aspirar a una carrera que requiriera que me abandonara, pero
quizás quisiera regresar a mí y qué haría yo, porque...")
3 Impulsos obsesivos. Experimentar urgencia por realizar acciones que van desde
lavarse hasta matar. La violencia y la limpieza son temas frecuentes.
4 Miedos obsesivos. Inquietarse por perder el control y hacer algo vergonzoso (p. ej.,
hablar a cerca de un problema sexual).
5 Imágenes obsesivas. Visualizar en forma insistente imágenes de un evento que se
vio o imaginó hace poco.
6 Ceder a las compulsiones. Realizar actividades sugeridas por pensamientos
obsesivos. Revisar y tocar están muy difundidos.
7 Controlar las compulsiones. Uso de tácticas de distracción como contar o
nombrar cosas, para dominar ideas dañinas.
Por lo general, las personas obsesivo-compulsivas consideran que sus pensamientos y acciones
son mórbidos e irracionales, pero sienten gran ansiedad si algo les impide completar estas
ideas o rituales. Se cree que las obsesiones y las compulsiones reducen la ansiedad porque
bloquean de manera temporal nociones o impulsos generadores de miedo.
TRASTORNO DE PÁNICO.
Las personas que sufren del trastorno de pánico son presa de ataques de ansiedad (pánico) que
aparecen de manera repentina e imprevista. No se conoce el estímulo que desencadena el
acceso, a pesar de que la gente se sentirá nerviosa antes (y después). De modo característico, el
ataque comienza con una sensación de terror. Son notorios los temblores, las náuseas, sudoración
excesiva, irregularidades en el ritmo cardíaco, respiración difícil y otros signos autónomos de
tensión. El episodio de pánico, que puede durar desde minutos hasta horas, deja a la víctima
exhausta.
El individuo que padece la perturbación de pánico experimenta ansiedad en forma de accesos
periódicos; por ejemplo, una vez por semana, y a veces con más frecuencia. Poco a poco, las
preocupaciones con respecto a los ataques terroríficos crean un estado general de ansiedad.
Las vidas se perturban aún más porque las víctimas desarrollan temores intensos a las
circunstancias en donde se ha presentado el pánico y realizan grandes esfuerzos por evitar
esas situaciones.
Los afectados por el TEP se asustan con facilidad y tienen dificultades para concentrarse o para
dormirse. Suele haber un rechazo a hablar del acontecimiento traumatico, aunque suelen
revivirlo constantemente en pesadillas o a partir de recuerdos que surgen y se imponen.
También suelen mostrar síntomas de irritabilidad y embotamiento afectivo. Por último, la
impulsividad también es característica del TEP: por ejemplo, hacer un viaje de modo repentino,
cambiar residencia o dejar el trabajo. Por ejemplo, las víctimas de violación a menudo presentan
fobias relacionadas con las circunstancias traumáticas. Es posible que sientan temor a salir o de
permanecer en el interior; es probable que experimenten desconfianza de los desconocidos; es
posible que teman que haya alguien detrás de ellas, y quizás rechacen la actividad sexual. En
algunos casos, se mezcla la depresión con la ansiedad y es posible que las relaciones con los demás
se tornen difíciles o problemáticas.
El desarrollo del TPE varía; para algunos la perturbación dura menos de un año; para muchos,
permanecen mucho más allá de ese tiempo. Las posibilidades de padecer el TEP así como la
posibilidad de superarlo depende, como todos los otros trastornos de ansiedad, de muchos
factores, desde los rasgos biológicos y fisiológicos de la persona a la experiencia vital anterior y la
inserción comunitaria y el ambiente social del individuo. Recuérdese que los factores generadores
de tensión intensos, duraderos y múltiples se encuentran asociados con dificultades de salud física y
mental. Pero el contacto previo con la ansiedad, sentirse bajo control, el pensamiento positivo, la
resolución de problemas, la flexibilidad, un temperamento alegre, dependencia mínima en la
evitación y el apoyo social son algunos de los elementos que pueden amortiguar el golpe.
5.3. TRASTORNOS ESQUIZOFRÉNICOS
SÍNTOMAS COMUNES
Los síntomas de la esquizofrenia varían mucho, sin embargo, cualquier individuo considerado
"esquizofrénico" tiene posibilidades de presentar al menos varios de los siguientes patrones
durante los episodios psicóticos. (Pero se ha detectado que es probable que las drogas o fármacos
utilizados en la terapia para la perturbación contribuyan a algunos de los síntomas observados.)
2. PENSAMIENTO DESORGANIZADO.
Es común que los esquizofrénicos tengan problemas para ligar pensamientos en forma lógica y
para solucionar dificultades; sus ideas pueden cambiar con rapidez de un tema a otro, haciendo
que el habla sea incomprensible. En palabras de un esquizofrénico; "mis pensamientos se revuelven.
Empiezo a hablar o a pensar en algo, pero nunca llegó ahí. En vez de ello, me pierdo en la dirección
equivocada y me enredo en todo tipo de ideas diferentes que pueden estar vinculadas con las cosas
que quiero decir".
3. DISTORSIONES EMOCIONALES.
Los esquizofrénicos a menudo presentan trastornos emocionales. Algunos son incapaces de sentir
placer y parecen deprimidos, otros presentan lo que se llama el afecto plano o apatía (falta de interés
por lo que sucede a su alrededor). A pesar de que todos esquizofrénicos experimentan sensaciones
diferentes, todas propenden a ser de intensidad reducida. Son comunes la ansiedad y la
ambivalencia (fuertes sentimientos contradictorios). Asimismo, son características reacciones muy
inapropiadas, es decir conductas muy extrañas y extrafalarias resultado de “habitar” en mundo
propio que ilusorio y delirante, caótico y confuso. Un esquizofrénico explicaba "verá, estaré
hablando acerca de algo muy serio con usted y otras cosas que me llegan a la cabeza al mismo tiempo
son cómicas y esto me hace reír".
4. DELIRIOS Y ALUCINACIONES.
Los delirios (creencias ilógicas, caóticas, imprecisas o absurdas en extremo) y las alucinaciones
(sensaciones o percepciones sin base en la realidad) casi siempre se detectan en la esquizofrenia.
Con frecuencia están fragmentadas y son peculiares (raras y deformadas), una prueba más de que
las ideas, percepciones y sentimientos del pensamiento están desorganizados. Un delirio muy
difundido es el de la comunicación de pensamiento, que se refiere a la creencia de que los contenidos
de la mente están siendo transmitidos a todas las personas que se encuentran en las cercanías. En
palabras de un paciente "conforme pienso, mis razonamientos abandonan mi cabeza en una especie de
cinta mental. El que está cerca sólo tiene que pasarse la cinta por su mente y conocer mis
pensamientos". Los esquizofrénicos pueden sufrir diferentes tipos de alucinaciones; auditivas
(oyen voces que les hablan), visuales (ven formas u objetos que no existen en la realidad) o
cinestéticas (sensaciones de cambio de forma o tamaño de algún órgano corporal)
5. RETRAIMIENTO DE LA REALIDAD.
Con frecuencia, los esquizofrénicos se sienten aturdidos y apáticos con respecto al mundo real y
preocupados con sus fantasías internas y vivencias privadas. He aquí una descripción de un
esquizofrénico de su experiencia: "no podemos encarar la vida como la encontramos, pero tampoco
somos capaces de escapar o adaptarnos a ella. De modo que se nos da el poder de construir una clase
de mundo con el que si podemos enfrentarnos. Los mundos creados son tan variados como las mentes
que los forman. Cada uno es de privacidad estricta y no puede ser compartido con otro. Es mucho
más veraz que la realidad... Hay precisión, una agudeza, una intensidad penetrante que se lanza a
través de la conciencia y es mucho más convincente que la hoja sin filo de la razón".
SUBTIPOS DE ESQUIZOFRENIAS
Los esquizofrénicos no sólo difieren entre sí, el mismo individuo puede comportarse de formas
radicalmente distintas en el curso de un solo día. Es probable que el observador vea señales de psicosis
en algunos casos y conducta bastante normal en otros. Durante los episodios psicóticos, algunos
esquizofrénicos muestran conjunto de síntomas bastantes consistentes, llamados subtipos; estos
incluyen esquizofrenias paranoides, catatónicas y desorganizadas. Sin embargo, casi uno de cada
cuatro pacientes no encaja en ningún subtipo y se le considera ESQUIZOFRENIA INDIFERENCIADA.
ESQUIZOFRENIA PARANOIDE
Las características esenciales de este subtipo son los delirios y alucinaciones pronunciados de
persecución o grandeza que dominan la atención de la víctima.
El delirio de persecución quizás sea pintoresco y espectacular: "me quieren atar bajo un puente y
después robar mis muebles"; "el entrenador del equipo de futbol trató de contagiarme con sífilis
poniendo gérmenes en mi emparedado." Los esquizofrénicos paranoides reaccionan ante la
persecución que perciben con ira, argumentos y, a veces, violencia.
Junto con las ideas persecutorias, los esquizofrénicos paranoides mantienen delirio de grandeza
(como en los episodios maníacos). Un esquizofrénico paranoide tal vez piense que ella o él es la
persona más rica del mundo, el rey de Inglaterra o Jesucristo.
Es común que alucinaciones visuales y auditivas refuercen estos delirios. También en apoyo de
los delirios están las ideas de referencia, imaginaciones de que sucesos naturales e impersonales
son comunicaciones individuales. Por ejemplo, una tos o una tormenta pueden interpretarse como
mensajes diciendo que hay comunistas invadiendo Nueva York.
A pesar de sus idiosincrasias extremas, muchos esquizofrénicos paranoides son lo bastante
sensibles a la realidad como para sobrevivir en comunidades.
ESQUIZOFRENIA CATATÓNICA
Por lo general, los ataques de esquizofrenia catatónica ocurren de manera repentina y repetitiva
durante el curso de varios años. La característica definitoria es conducta motora peculiar. A veces,
los pacientes catatónicos reaccionan con excitación, frenesí, hiperactividad, rachas de habladurías
y violencia ocasional. Más a menudo son presa del estupor: pasivos e incomunicativos. También
pueden oscilar entre los dos extremos.
Los catatónicos pueden presentar otro síntoma raro, flexibilidad de cera; al igual que los maniquíes,
mantienen sus miembros a manera de pose durante minutos e incluso horas.
En la actualidad la esquizofrenia catatónica es un subtipo muy raro, aunque en el pasado fue muy
común.
ESQUIZOFRENIA DESORGANIZADA
Los esquizofrénicos desorganizados muestran conducta muy deteriorada, peculiar e infantil. Por
ejemplo, un hombre adulto se solía masturbar en público, colocaba material fecal en su boca, se ataba
lazos en los dedos del pie, se metía papel higiénico en la nariz, se orinaba en los pantalones y hablaba
de manera incomprensible. Todo esto, mientras sonreía en forma tonta y vacía.
Según la concepción normal, la ridiculez caracteriza la disposición general de los esquizofrénicos
desorganizados. Ejecutan muchas risitas nerviosas, poses, gestos y gesticulaciones; a menudo se
pasan horas hablándose a si mismos en voz alta o con compañeros imaginarios. Su discurso tiende a
ser incoherente, es probable que se deba a que están muy confundidos. Al contrario de los
esquizofrénicos paranoides que son bastante lúcidos, los pacientes desorganizados pocas veces están
orientados de modo preciso hacia información básica, quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por
qué. De igual manera, sus alucinaciones y delirios son desarticulados e increíbles.
Lo mismo que en la esquizofrenia catatónica, la desorganizada es poco frecuente.
ESQUIZOFRENIA RESIDUAL
Cuando las personas han tenido al menos un episodio previo de esquizofrenia con síntomas
psicóticos notorios pero que, en la actualidad, sólo manifiestan señales moderadas (por ejemplo,
comportamiento excéntrico, aislamiento, respuestas emocionales inapropiadas, pensamiento ilógico) se
dice que poseen un tipo residual de esquizofrenia.
Una buena parte de la población de esquizofrénicos caen en esta descripción.
UN MODELO COMO EL QUE EXPLICA LOS ORÍGENES DE LAS PERTURBACIONES AFECTIVAS TIENE
PROBABILIDADES DE SER PROVECHOSO PARA COMPRENDER LAS RAÍCES DE LAS ESQUIZOFRENIAS.
LOS GENES O EL AMBIENTE PUEDEN ALTERAR LOS MECANISMOS NEURALES Y LA QUÍMICA DEL
CEREBRO Y HACER QUE LA GENTE SE INCLINE HACIA SÍNTOMAS ESQUIZOFRÉNICOS; ASIMISMO,
PUEDEN CONTRIBUIR LOS AGENTES GENERADORES DE TENSIÓN DE ÍNDOLE PSICOSOCIAL O
FÍSICOS.
PAPEL DE LA HERENCIA
Hoy día, pocos científicos dudan que la herencia desempeñe una función en el desarrollo al menos de algunos
desórdenes esquizofrénicos. Los familiares de esquizofrénicos poseen más posibilidades significativas (al menos
dieciocho veces más probable) de verse afligidos por la condición que miembros de la población escogidos al azar. En
general, cuanto más cercana sea el vínculo genético, mayor es la posibilidad de que dos individuos serán parecidos o
concordantes con respecto a la esquizofrenia. Pero, los estudios familiares no son definitivos porque mezclan las
influencias ambientales con las hereditarias. Cuanto más similares sean las personas a nivel genético, tienen más
probabilidades de estar expuestos a presiones, tensiones, dificultades, rutinas y relaciones comunes. Sin embargo, en
estudios recientes realizados sobre datos extraídos de niños entregados en adopción, la herencia fue el mejor predictor de
los síntomas esquizofrénicos. El simple hecho de haber sido educado por padres con diagnóstico de esquizofrenia no
incrementó de manera significativa la probabilidad de la perturbación.
No se sabe con precisión la forma exacta en que los genes contribuyen a los trastornos esquizofrénicos. Es posible que
estén implicados varios mecanismos genéticos diferentes. Conforme la hipótesis de diátesis a la tensión, los profesionales
de la salud mental sospechan que muchos esquizofrénicos heredan una predisposición o vulnerabilidad, una diátesis.
Se supone que la enfermedad se desarrolla en su totalidad sólo bajo condiciones adversas.
6. TERAPIAS PSICOLÓGICAS.
La terapia es una relación de trabajo entre un terapeuta y un paciente para desarrollar formas
más amables de estar en el mundo. Un terapeuta no sólo se preocupa de las conductas observables y
de las relaciones interpersonales, sino también de las expresiones afectivas, los estilos cognitivos o los
bloqueos que impiden asumir el control de la propia existencia y, desde él, la capacidad de operar en el
mundo afrontando sus transformaciones y problemáticas. Así, con diferentes técnicas y métodos, el
terapeuta ayuda a resolver problemas personales, a ensanchar los márgenes de la conducta
estrechados por la patología o el trastorno, a ser creativo en las relaciones personales o
interpersonales y a tener una visión más amplia y certera de la realidad.
Aunque los diferentes corrientes psicológicas y las terapias fundadas en ellas no suelen estar de
acuerdo con las variables que se deben tener en cuenta para estudiar la génesis y desarrollo de los
trastornos mentales, existen varios objetivos comunes en toda terapia;
a) Ayudar a superar la desmoralización. Muchos problemas proceden de la baja autoestima,
de la falta de habilidades sociales, de la asunción de una incompetencia personal o de la
incapacidad de tomar decisiones. Todos estos factores se pueden haber impuesto como
resultado bien de agresiones sufridas en las interacciones personales o de la interpretación de
los fracasos y de las frustraciones que necesariamente se producen en la experiencia cotidiana
desde bien temprano. Todos ellos inducen al derrotismo y la falta de fuerza moral para
enfrentar las dificultades o la misma existencia, de suyo problemática. Muchas de las técnicas
terapéuticas buscan que los pacientes recuperen confianza en sí mismos y en su capacidad para
afrontar los problemas y dificultades.
b) Afianzar la competencia personal. Un objetivo fundamental de la terapia consiste en que a
partir de pequeños protocolos de actuación y técnicas mecánicas y repetitivas los pacientes
observen que pueden controlar y dirigir su conducta asumiendo y valiéndose de las emociones
y afectos que antes los paralizaban o los desbordaban.
c) Superar las conductas de evitación. Superar la desmoralización como afianzar la
competencia son objetivos que se retroalimentan y que, paso a paso, consiguen que el sujeto
pueda enfrentarse a situaciones y objetos que antes evitaba por medio de conductas o
reacciones que acababan dominado su existencia.
d) Ser consciente de las propias ideas erróneas. En el proceso de la terapia se busca también
deshacer o desmontar las interpretaciones o creencias que o bien ocasionaron, o bien reforzaron
las conductas o los trastornos emocionales que constituyen la patología mental. Se trata de que
el paciente sea consciente de sus propias distorsiones cognitivas, de las ideas irracionales, de
los estilos de pensamiento ilógico o fantasioso, etc. que perturban su estado emocional o que
distorsionan su realidad, la realidad en la que se mueven y las posibilidades efectivas que
permite. En este último aspecto, se puede añadir un quinto objetivo; comprender y aceptar
adecuadamente la realidad (el propio ser y las condiciones nuestro mundo). Se dice así que
se debe aceptar las cosas que no podemos cambiar y luchar por intentar transformar las que
podemos manejando criterios realistas para lograr un equilibrio entre los deseos, la imaginación
y nuestra capacidad de acción.
TERAPIA PSICOANALÍTICA.
Freud consideraba que los trastornos están moldeados por conflictos que surgen, sobre todo
aunque no exclusivamente, durante los primeros años de la niñez al confrontar la realidad con
nuestro deseo y al articular o conformar nuestra compleja estructura psíquica poblada de
tendencias contrapuestas. Así el conflicto ocurre entre el sujeto y la realidad y, también, entre los
diferentes elementos que conforma en sujeto (Ello – Yo - Superyo). Generalmente el conflicto que no
se resuelve adecuadamente y se traslada al elemento inconsciente del sujeto para retornar
cuando surge un nuevo conflicto o tensión, sea intensa o leve y esté relacionada o no con el conflicto
originario. Es entonces cuando este segundo conflicto produce el trauma y desencadena el
trastorno repitiendo de forma encubierta y teatral el conflicto originario no resuelto. Las
emociones, conductas, pensamientos, etc. que entonces se generan escapan al control del sujeto y
se le imponen generando las neurosis y las psicosis, es decir, los síntomas y el sufrimiento que
aqueja y paraliza o incapacita al sujeto. Como se ha reprimido el antagonismo o el conflicto, los
recursos para su resolución no se encuentran disponibles y tanto el antagonismo como la posibilidad de
resolverlo no pueden explorarse y el sujeto desvía sus energías hacia esos problemas secundarios en
los que se desgasta y anula, generando a su vez nuevos síntomas que son modos de protegerse frente al
trauma que lejos de resolver el problema, lo agravan.
El psicoanálisis buscará volver hacer consciente el conflicto para poder enfrentarlo con los
recursos adecuados y resolverlo, de modo que se requiere un profundo conocimiento intelectual y
emocional de uno mismo.
El terapeuta psicoanalítico buscará ayudar y guiar al sujeto en esa tarea que suele ser larga y
dolorosa estableciéndose una alianza entre el analista y el paciente no exenta de diversas
problemáticas pero que se cree que también ayudan a revelar el conflicto originario y a poder
confrontarlo. Este es el caso de la transferencia; debido a la intensidad emocional de la relación
paciente-terapeuta, el sujeto traslada, de modo práctico pero inconsciente, hacia el analista la
hostilidad, el afecto o la culpa que sintió en otras épocas hacia sus padres, hacia sí mismo o hacia otras
personas relevantes en su vida, revelándose entonces parte de aquellos elementos del conflicto que
habían permanecido ocultos, pero activos en la repetición sintomática del trauma. Cuando el analista le
hace comprender al paciente esta transferencia, el sujeto va adquieriendo conciencia o comprensión del
conflicto que lo incapacita y puede comenzar desprenderse de la sintomatología que lo protegía de él y
que le causaba el trastorno.
Otras técnicas que van revelando los elementos inconscientes que ha de afrontar el paciente para
afrontar sus problemas psíquicos y alcanzar la madurez de su yo son la asociación libre (de ideas,
recuerdos, pensamientos, impresiones) y el análisis e interpretación de los sueños.
TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL.
La terapia cognitivo-conductual trata de mantener, cambiar o suprimir una conducta. Por eso no
trata “enfermedades mentales”, sino problema conductuales; si el individuo no tiene ningún
deterioro físico, no necesita curarse, sino modificar sus conductas a partir de un
reacondicionamiento de sus procesos cognitivos y emocionales y de la adquisición de habilidades
sociales y vitales. Es decir, se trata de un nuevo proceso de aprendizaje para remediar un
aprendizaje defectuoso o incorrecto. Como sabemos, esto se basa en que, para el psicólogo
conductista y cognitivo, tanto al conducta anormal como la normal se adquieren según las leyes del
aprendizaje y existe una continuidad entre ellas, es decir, la conducta anormal no es más que una
respuesta inadecuada, por exceso, defecto o impertinencia, a una situación concreta.
Como es un problema de aprendizaje, no necesitan remontarse a un pasado u origen del problema, sino
detectar adecuadamente la conducta problemática y establecer las técnicas y ejercicios
apropiados para su modificación, es decir, para aprender de nuevo a enfrentarse a las situaciones
(estímulos), evaluándolas adecuadamente y actuando frente a ellas o en ellas del modo apropiado
o correcto (respuesta)