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Reflexiones sobre temas de género (documento en construcción)

Nikory Salazar Martínez

Es difícil pensarse hoy en día desde la dimensión de mujer así como lo es pensarse desde la
dimensión de ser hombre; lo cierto es que más allá de tener una posición reflexiva frente a dicha
condición y la manera como nos vamos involucrando en ella, existe un conjunto de atributos que
nos definen como mujeres y hombres.

En la vida cotidiana tenemos expresiones que hacen alusión a una naturaleza, es decir unos
comportamientos, que nos vienen dados por haber nacido con un sexo. Es normal el comentario
de que la mujer es una mala conductora, es normal que las mujeres asuman las tareas del hogar, y
también es más válida socialmente (justificada) la infidelidad en el hombre que en la mujer.
Aunque quizás es cierto, estos comportamientos y estas ideas que asumimos nos vienen dadas por
el hecho de haber nacido y crecido en una cultura que cree en estas cosas, pues todo ello hace
parte de lo que hemos heredado y de lo que vivimos diariamente.

No tenemos claro que todas estas situaciones tengan que darse o que sean un a priori, sin
embargo ellas configuran realidades muy cercanas a nosotros mismos, pensemos en la
independencia y la autonomía de la mujer frente a la del hombre; de cerca podemos percibir que
hay una gran distancia en lo que el destino le ha deparado al uno y al otro aun cuando nos
encontremos con ambos tomando parte de un espacio como el de la academia o en el mismo
ámbito laboral. El vacío es entonces algo histórico ya que todavía se desconfía e incluso se mira
con recelo esta aparición de la mujer en lugares que antes eran habitados exclusivamente por el
hombre. El cambio ha sido de grandes proporciones y hoy nos parece que ya lo hemos
interiorizado, no obstante no sólo se trata de que la mujer pueda entrar al mundo que antes solo
correspondía a los hombres, sino que de lo que se trata es de tomar conciencia de que cuando
hablamos de igualdad se nos escapan una serie de detalles pequeños que son el reflejo de esa
mujer como objeto que supuestamente ya habíamos dejado atrás. La mujer sigue siendo mirada y
definida desde muchas esquinas: lo que quieren los hombres, lo que muestran los medios, lo que
dicen las demás, lo que quiere ella misma, y todo lo que allí está en juego tiene que ver con su
propia libertad, y con la capacidad-posibilidad de definir sus relaciones con una feminidad al uso,
que sigue siendo para muchas un referente en la construcción de sus propias vidas.

Es necesario considerar que muchas veces dentro de la cotidianidad nuestras explicaciones frente
a alguna situación se remiten a una idea de naturaleza o a algo que es “propio de”; es el deber ser
de las cosas que aceptamos incluso frente a alguien que no conocemos. Es muy cansón que a uno
le digan como cayendo en cuenta: “ah, es que tú eres mujer” o “es que tú eres hombre”, por eso
actúas de esta manera, por eso sientes de ésta manera; supongamos que esto nos ayuda a
entendernos y a reconciliarnos con nuestro propio ser, de igual manera queda esa incomodidad de
tener que ser así porque soy mujer, entonces quisiera decir: es que soy yo, y si actúo o si siento de
esta manera no tiene que ver necesariamente con ser mujer, persona, animal o cosa. Simplemente
hay cosas frente a las cuales quisiera poner esa palabra oculta que significa yo misma, eso que casi
siempre es tan difícil de expresar y que en aras de una comprensión nos toca ver de algún modo
ajeno a nosotras, ajeno pero útil valga decirlo, aunque la inconformidad sigue estando ahí.

En esta cotidianidad tal vez no tenemos en cuenta que el sexo no equivale al género o que ser
mujer no equivale a una forma precisa del ser mujer. Ser mujer se dice muchas formas. No
necesariamente se es femenina porque se haya nacido mujer, no necesariamente por ser mujer se
asume vivir la sexualidad o las relaciones de pareja con un hombre, pero ser mujer sí incide sobre
la posibilidad de una historia de vida , o sea que el sexo nos marca desde que nacemos porque del
sexo nosotros hemos transitado fácilmente hacia lo social. Imaginemos el juego entre niños
pequeños, ellos aún no son conscientes de que deben existir diferencias en el trato que se dan
unos y otros sencillamente porque unos son niños y otras niñas, pero ahí están los adultos para
hacérselo saber, y el juego “brusco” que tienen los niños (varones) entre sí no es el mismo que las
niñas pueden tener entre sí o el que puede “integrarlos” a ambos. Hechos como este empiezan a
marcar nuestra experiencia y a definir nuestras diferencias de cara al futuro.

Con Simone de Beauvoir podríamos afirmar que la mujer no se define como una esencia por unas
características que le son inherentes, sino que ha sido una construcción que obedece a factores
socioculturales. Aquello sonará extraño, ¿qué significa que la mujer sea una construcción?, ¿cómo
entender este planteamiento? Por mucho tiempo la mujer fue: la mujer amada, la mujer objeto
(más no sujeto) de deseo, todo esto se reducía al planteamiento de que “la mujer no puede soñar
ni tener expectativas, tiene que adecuarse, ceñirse a la realidad y por tanto someter su deseo;
tiene que aprender a aceptar todas estas cosas, que no es libre, que no puede decidir”. No
obstante viendo todo esto se produce desde ella misma una justificación del “sometimiento” o de
la propia condición que puede ser en el amor o en la religiosidad. La aceptación se convierte
entonces en una forma de liberación, ya que lo que no se hace por obligación sino por deseo
propio, aún cuando ese deseo esté atravesado quizás por muchas renuncias e inconformidades, no
parece que nos involucre en una dependencia absoluta de lo que quieran ofrecernos.

No obstante hoy en día existen mujeres y hombres que no necesariamente son el reflejo de lo que
la sociedad espera o ha hecho de ellos, esto es así en la medida en que hay unas condiciones
socioculturales que permiten salir de los parámetros rígidos de comportamiento, de imagen y de
proyecto de vida. Es la misma sociedad la que nos hace estar un paso más allá o más acá a la hora
de asumir sus modelos, se nos criticará entonces que todos asumimos modelos y creamos
identidades sin embargo es diferente dejar que todo me llegue, que todo se refleje en mi sin
mayores impedimentos (es cierto, no hay problema en asumirlo así), a tener una posición menos a
favorable a esta permisividad para que se instalen en mi misma/o todos estos imaginarios y
discursos que de algún modo están mostrando quien soy yo para alguien más. Sería importante
entonces reivindicar una forma de ser más auténtica aún cuando cueste ver qué es lo más
aceptado o que es lo que ya encaja en esta sociedad, cuesta porque sería más fácil ser esto y
aquello, al menos vemos que funciona, pero si no es lo que compartimos entonces más vale no
inventarnos un discurso que no es el nuestro, mejor sería mostrarse como se es, al fin y al cabo
todos llevamos algo de indefinido e incierto por dentro.
No somos hombres o mujeres porque sí, tenemos la posibilidad de decidir, pero esa posibilidad no
preexiste a nosotros es necesario reconocerla en sí mismos, es necesario sacarla a la luz. 1

Quizás sea válido decir entonces que:

La mirada que anteponemos al OTRO no debería anteponer ideas preconcebidas ni valores


institucionalizados, sino que el OTRO como persona vale por lo que es y lo que puede llegar a ser.

El pensamiento de la feminidad se inscribe dentro de eso que nosotros llamaríamos el ser mujer
hoy en día, o lo que es igual: ser mujer en un contexto específico; ya que el ser mujer no está
desprovisto de una serie de códigos, normas y sobre todo de imaginarios que funcionan a la hora
de configurar esos moldes que parecen ser las mujeres en cada época, las mujeres de cada época.

Entonces es difícil salirse del imaginario que nos lleva a pensar en las mujeres de una manera
determinada, o a ser como mujeres de una manera determinada. Hay una diferencia en ser, como
mujer, un sujeto particular; y ser, por ser mujer, un sujeto particular. En el primer caso “ser mujer”
puede actuar para decidir sobre sí misma y ser un sujeto autónomo; del otro lado “ser mujer” se
ve como una generalización y encasillamiento de todas las opciones que tiene un individuo (que
van más allá de la sexualidad y lo biológico). Podría decirse que los debates en torno a las
concepciones que tenemos sobre mujeres y hombres tienen su fundamento en la diferencia entre
los sexos y los atributos con los cuales se ha llenado ese espacio vacío de lo que aún no se ha
dicho, o los lugares que le corresponden a ambos dentro del conjunto de la sociedad.

Es una generalización el decir que de lo biológico (el sexo) se deriva a una serie de diferencias a
nivel social, en eso que representan mujeres y hombres a un mismo tiempo (la sociedad), sin
embargo es la manera que, más allá de las creencias y el ámbito de la religión, tenemos para
explicarnos los distanciamientos y cercanías que se han dado entre mujeres y hombres a lo largo
del tiempo (sin dejar de reconocer que la religión ha sido un elemento de gran importancia para ir
situando “en su lugar” a hombres y mujeres).

1
Añado aquí dos citas tomadas de textos del artista Friedrich Hundertwasser, que complementan esta ideas
(recordando que muchos de sus textos tienen el carácter y el título de manifiestos):
“La libertad sin felicidad no es libertad. Un hombre no puede ser feliz sin ser independiente (sin encontrar
una rebelión en sí mismo), sin actividad creadora. Cualquiera que ejecute lo que está programado de
antemano por un superior es infeliz, debe serlo. La felicidad individual se basa en las diferencias
individuales, en los rasgos distintivos de las personas. La similitud trae la muerte. Ser igual no conduce a
nada sino al totalitarismo, nos hace prisioneros, nos lleva al sometimiento limitante. Sólo puede liberarse
aquel que es consciente de sí mismo, quien se toma el tiempo para conocerse a sí mismo.” (…)
“No hay que tener miedo de mostrarse como realmente se es. No hay que preocuparse por verse algo
gracioso porque nunca será así mientras se muestre como se es en realidad. Porque: solo quien imita lo que
todo el mundo hace, como un mono; quien hace lo que le dicen aunque no pueda comprenderlo, aunque
esto vaya en contra de su propia naturaleza, será como un mono vestido con pantalones, gorro, zapatos y
moño. Es esa la forma como se luce cuando se llevan ropas prefabricadas, incluso cuando se seleccionan de
acuerdo al género y las tallas, unas para mujer y otras para hombre, unas que se supone que te quedan y
otras que se supone que no. Deberíamos avergonzarnos!”
Hablar sobre lo femenino (masculino) es poner la mirada sobre algo que en lo cotidiano puede ser
vivido sin mayores problemas, a fin de cuentas hoy nos preocupan otras cosas. También parece
como si una voz, parte de nuestra voz, estuviera silenciada. Nuestra condición de mujeres ha
cambiado y esto lo vivimos en carne propia, ya no seremos más como nuestras abuelas, ya no
buscaremos las mimas cosas ni existirá una presión social tan fuerte que nos lleve a ver en el
matrimonio y la procreación la realización de nuestras vidas, no, ya nuestra vida no se situará del
lado de una no vida, del lado de la entrega y del recibir lo que quieran darnos (casi en una actitud
resignada). Y así hay una multitud de cosas que quizás ya no seremos, sin embargo vale la pena
pensar en el medio donde hoy en día nos realizamos como mujeres, y si realmente es el medio en
el cual queremos vivir, ¿debe quedarse la realidad quieta para que nosotras podamos ubicarnos
en ella o realmente debemos pararnos frente a ella para no dejarnos ir tan cómodamente como lo
impone la marea del tiempo?

Es fácil pensar que lo que va cambiar en un momento u otro va a cambiar, y la pregunta necesaria
es si por esto debemos quedarnos viviendo al margen de las pequeñas incomodidades que son
quizás más grandes para otras y otros porque a ellas/ellos les toca vivirlas de una manera más
cruel o porque quizá tienen una postura diferente frente a lo que les ocurre y lo que ocurre a su
alrededor. Pero esta sociedad nos enseña una postura conformista, así es que ¿para qué ver
dificultades en medio de lo que no podemos cambiar? Somos mujeres, es todo, y si además
tenemos la posibilidad de ingresar a alguna institución universitaria deberíamos estar agradecidas,
y si además luego podemos acceder al mercado laboral y lograr cierta autonomía ya no solo a nivel
económico sino en nuestros intereses y deseos personales, entonces no habría mucha razón para
ver problemas en el modo de ser de nuestra sociedad y pensar alrededor de lo femenino y lo
masculino. Porque hasta hace relativamente poco tiempo lo propio de una mujer no era estudiar,
trabajar, salir de casa, ser independiente, y cambiar la forma de su pensamiento para no
configurarse de acuerdo a una mirada que no es la suya propia, sino precisamente todo lo
contrario; frente a todos los cambios que vamos encontrando es “normal” sentirnos habitando un
lugar mejor, pequeños problemas vemos, es cierto, pero no grandes ataduras. El hecho de que las
diferencias no sean tan marcadas o tan visibles, el hecho de que ya no contemos con el
estereotipo de una feminidad definida y aceptada según ciertas maneras de ser, determina la
mirada que tenemos para con nosotras mismas, o quizás debería decir “para conmigo misma”,
pues debo pensar si puedo ponerme en el lugar de otras mujeres, si siento una identificación con
ellas como género o si realmente son ya otras cosas y otras realidades las que nos unen.

El movimiento de mujeres se origina como la identificación entre sí de una multitud de mujeres


sintiendo un malestar, sintiendo algo al interior de la sociedad algo que no funciona para ellas,
algo que se ha olvidado de ellas, unos lugares de exclusión y negación de su voz. Pero en el mundo
de hoy las inconformidades se disuelven, las de las mujeres, pero no solo estas. Y una persona
conforme equivale a un mundo callado. No quiero negar que una actitud inconforme muchas
veces no trasciende el papel, nos desahogamos así en una hoja en blanco cuando lo más difícil es
reconocer lo que realmente nos afecta, ahí podemos traspasar la realidad pero es posible que por
fuera la realidad sea un muro contra el cual comúnmente nos estrellemos y no seamos capaces de
ir más allá, es una dificultad que no podemos pasar por alto.

Resumiendo, como hombres y como mujeres asumimos unos roles, estos son los que determinan
las cualidades de lo femenino y lo masculino, cualidades estas que no están predeterminadas o
que no nos vienen dadas de por sí, sino que son el objeto de una construcción en la cual cada
sociedad se ve reflejada2. La forma de ser mujer, la forma de ser hombre son elecciones
particulares en las cuales participa tanto un individuo particular como la cultura dentro de la cual
se desenvuelve.

Hoy en día se habla de nuevas mujeres y nuevos hombres que reivindiquen nuevas formas de
relacionarse que puedan trascender de las barreras que hemos heredado y que limitan la acción
del uno y del otro por un deber ser que se asume sin darnos cuenta del daño que a veces nos
hacemos unos y otros.

La relación entre hombres y mujeres ha sido complicada y ha generado una multitud de tensiones
difíciles de percibir, pero quizás es solo hasta mediados del siglo XX cuando se toma conciencia de
este malestar que sufren sobre todo quienes han tenido que vivir a la sombra de la figura del otro,
otro dibujado socialmente como el destinado a tener una vida por fuera del hogar, una vida que
por medio del trabajo y la ciudadanía aporte cobre una gran relevancia. Bien sabemos que los
pilares de la diferenciación entre hombres y mujeres no han estado ligados exclusivamente al
trabajo, sin embargo este ha tenido un papel fundamental en el alejamiento en que quedaron
ambos al momento de la repartición de los destinos de la humanidad. Tan solo imaginémonos lo
que el hombre representa y hagamos el mismo ejercicio con la mujer. Las mujeres desde siempre
han trabajado sin embargo su trabajo no ha sido valorado de igual manera que el de los hombres,
el de las mujeres lleva consigo el estigma de ser una especie de altruismo. Las mujeres no trabajan
para cambiarse a sí mismas, ni siquiera trabajan para cambiar nada, su trabajo está en el hacer y
en la repetición , sabemos bien que las labores del hogar no son el espacio para cambiar el orden
mundial o definir las leyes del universo, y aun cuando hoy en día se empiece a valorar más y de
una manera diferente, no podemos esperar que la mujer se quede ahí simplemente porque es lo
suyo y porque ha ganado una especie de reconocimiento que difícilmente le aporta colaboración,

2
Norbert Elias se refiere a esta relación entre individuo y sociedad así como a la posición que ocupa una
persona en el entramado de relaciones que se tejen en un momento determinado, él llama la atención
sobre una doble vía en las relaciones que se producen entre el individuo y su sociedad para decir que éstas
dependen de nuestro punto de vista, así es como hemos querido ver por un lado personajes que están por
encima del común y cuyos actos se muestran casi siempre como dependientes de sí mismos (son estas las
grandes personalidades), y por otro lado nos referimos a individuos que son únicamente el reflejo de su
sociedad y de su época, y que por lo tanto no tienen una posible dimensión como individuos sino que
constituyen “tipos”, suponemos entonces que hay una gran cantidad de personas que viven su vida a la
usanza de su época (pero a veces este tipo de análisis no nos permite ver las resistencias que se producen
sin estar por fuera del orden, sin ser todavía transgresiones). Por otro lado en su texto La sociedad cortesana
Elias pone de relieve ese diálogo que se produce entre la posición del soberano y su personalidad, dice que
ambas cosas se entremezclan para dar lugar a esa figura que representó en su época el rey Luis XIV.
como se dice por ahí de buenas intenciones no se vive. En nuestra cultura se celebra el día de la
madre y el día de la mujer, y hay quienes dicen que estos días son todos los días, así que
renunciamos a un cambio profundo simplemente porque tenemos días en los cuales poder
escuchar ese cuanto te quiero, en algunos casos son días para decir lo que no se ha dicho con
acciones el resto del tiempo, son días que las mujeres asumimos como días especiales aunque a
veces nos cuesta creer lo que ocurre alrededor, es como si se quisiera decir que todo está bien,
que es bueno estar así, días para agradecer y para dar, pero no podemos caer en el círculo de las
celebraciones cuyo sentido se ha extraviado porque cada vez vamos dejando a las mujeres más a
su saga. Mientras que las dinámicas del mundo moderno nos exigen movimiento, aislamiento e
independencia de ciertas cargas hay mujeres que tienen que seguir cargando con el destino de ser
madres, amas de casa, trabajadoras, con todo lo que ello implica en dedicación, en cansancio y
con unas mínimas retribuciones frente a lo que este trabajo realmente representa. Precisamente
esta es una de las contradicciones más grandes de nuestro tiempo, mujeres que son madres, amas
de casa, trabajadoras y todo esto al mismo tiempo, como si el hecho de trabajar no implicara una
paridad con respecto a la pareja y el hombre también tuviera que ser un amo de casa, como si el
ser madre no se complementara gran parte de las veces con un ser padre que no solo puede
reemplazar a la madre en sus funciones sino que es una figura completamente diferente tanto de
identificación como de crianza y de entrega.

Es difícil reconciliarse con todo esto y a veces suena a reproche cuando realmente no lo es, lo
único que deseamos es que cada día el mundo no “se compadezca más” de nosotras, sino que los
seres que nos rodean caminen a nuestro lado en la construcción de un mundo que quizás es
posible sin la palabra de la mujer, sin un nuevo sujeto llamado mujer que no es solo palabra, que
no es solo sensibilidad, que no es solo dedicación y belleza, una mujer que al igual que el hombre
no es lo que cabría esperarse de ella, no es esto o aquello, sino completamente ella (con lo que
aprendido, lo heredado y lo vivido).

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