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1 CONOCIMIENTO, VERDAD Y JUSTIFICACIÓN1

La epistemología, o la teoría de conocimiento, son disciplinas ocupadas en una amplia


variedad de cuestiones relacionadas con el conocimiento. Seguramente una de las preguntas más
importantes que nos podemos hacer sobre el conocimiento es: “¿Cuál es el alcance de nuestro
conocimiento?” Algunos filósofos, sobre todo los instalados en la tradición del “sentido común”
(“common sense”), dirían que sabemos bastante acerca de aquellas cosas que generalmente
creemos saber. Nos dirían, por ejemplo, que sabemos que existen otras personas, que piensan y
sienten, que nosotros estábamos vivos ayer, que allí hay coches y perros, etc. Nos dirían que
sabemos mucho sobre nuestro entorno físico más próximo, sobre otra gente y sobre el pasado.
Habría quienes incluso agregarían que conocemos varias verdades éticas y morales y habría
quienes además afirmarían conocer diversas verdades sobre Dios y sobre la actitud que
manifiesta Dios hacia la humanidad. Aun así, algunos filósofos, influidos por diversas formas de
escepticismo, sostendrían que sabemos bantante menos que todo esto y los escépticos más
extremos llegarían a afirmar que realmente no sabemos nada de nada en absoluto.
La evaluación de estos puntos de vista no es materia fácil y cuando reflexionamos sobre
ellos y los motivos avanzados a favor de ellos en seguida acabamos enfrentados a otras preguntas
acerca del conocimiento. Tal reflexión podría conducirnos a plantear una de las preguntas
epistemológicas más importantes y más viejas, “¿Qué es el conocimiento?” Hace más de dos
milenios, Platón luchó con esta cuestión en su diálogo Teeteto. Platón buscó una definición de
conocimiento, pero no llegó a ninguna respuesta clara y el diálogo finaliza sin adoptar una
postura concluyente.
El objetivo principal de este capítulo es introducir el concepto tradicional de
conocimiento proposicional como creencia verdadera y justificada epistémicamente. En la
primera sección, diferenciaremos el conocimiento lógico de otros tipos de conocimientos. En la
segunda sección, presentaremos el concepto tradicional de conocimiento. Después, haré algunos
comentarios generales sobre los componentes principales del concepto tradicional de
conocimiento, sobre la creencia, sobre la verdad, y sobre la justificación epistémica. Finalmente,
haré algún comentario sobre la justificación e introduciré y evidenciaré el concepto de
cancelación de la evidencia.

Tres sentidos de “saber o conocer”

En lenguaje ordinario, cuando decimos que alguien sabe o conoce de algo, podemos
pensar, significar o dar a entender cosas diferentes por “saber o conocer”. Hay diferentes
sentidos del término “conocimiento”, o podríamos decir que lo que hay son diferentes clases de
conocimientos. Los tres más significativos son (1) el conocimiento proposicional, (2) el
conocimiento directo y (3) el conocimiento denominado “saber cómo”. Empezaremos por el
conocimiento proposicional.

                                                                                                                         
1
 Extraído de Noah Lemos, An introduction to the theory of knowledge, Cambridge: Cambridge University Press, 2007, cap 01.
 

  1  
(1) Juan sabe que César fue asesinado.

(2) Juan sabe que el cielo es azul.

En estos ejemplos, los objetos de conocimiento, lo que se conoce o se sabe, son,


respectivamente, las proposiciones verdaderas siguientes: que César fue asesinado y que el cielo
es azul.
Es importante distinguir entre oraciones y proposiciones. Consideremos a dos personas,
Paul y Pierre. Vamos a suponer que cada uno de ellos cree que el cielo es azul. Paul, sin
embargo, habla sólo en inglés y Pierre habla sólo en francés. Al expresar su creencia, Paul diría,
“The sky is blue”, y Pierre diría, “Le ciel est bleu”. Aunque cada uno exprese su creencia por
medio de una oración diferente, los dos creen la misma proposición. Del mismo modo, dado que
cada uno sabe que el cielo es azul, cada uno conoce la misma proposición.
Podemos pensar en la creencia como una relación entre un sujeto y una proposición. Si la
proposición que el sujeto cree es verdadera, entonces la creencia de ese sujeto es verdadera y si
la proposición que uno cree es falsa, entonces la creencia del sujeto es falsa. También podríamos
afirmar que el conocimiento proposicional es una relación entre un sujeto y una proposición. O
más exactamente: el conocimiento proposicional es una relación entre un sujeto y una
proposición verdadera.
El conocimiento proposicional no es el único tipo del conocimiento. Supongamos, por
ejemplo, que alguien hizo las siguientes afirmaciones:

(3) Juan conoce al Presidente de los Estados Unidos.

(4) Juan conoce al Papa.

Podemos asumir que estas afirmaciones implican que John tiene trato directo con el
Presidente de los Estados Unidos y que también tiene trato directo con el Papa. Estas
afirmaciones (3) y (4) implican que John ha estado con ellos. Si realmente tomamos (3) y (4) de
esta forma, atribuiremos el conocimiento directo (acquaintance  knowledge)   a Juan. Si afirmamos
que Juan tiene conocimiento directo de alguien, esto debe implicar que lo conoce personalmente
o que alguna vez ha estado con él.
Es necesario distinguir el conocimiento directo y el conocimiento proposicional.
Obviamente, podemos tener mucho conocimiento proposicional sobre alguien sin tener
conocimiento directo de él. Yo podría tener mucho conocimiento proposicional sobre el
Presidente. Podría saber que nació en tal sitio y en tal fecha, y que fue alumno de tal instituto y
de tal universidad. Podría saber muchas proposiciones verdaderas sobre él. Pero de que tenga
mucho conocimiento proposicional del Presidente, no se sigue que tenga el conocimiento directo
suyo, ya que, ni tengo trato directo, ni he estado nunca con él.
En lenguaje ordinario, cuando decimos: “A conoce a B”, a veces usamos: “conoce” en el
sentido proposicional y a veces en el sentido de conocimiento directo. Supongamos, por ejemplo,
que un detective dice con tono serio: “Conozco a este asesino. Pronto golpeará otra vez”. En
realidad, de lo dicho no se deduce que nuestro detective haya encontrado al asesino o que tenga
trato directo con él. Con lo dicho puede darse a entender que el detective sabe que el asesino es
de esa clase de delincuente que pronto golpeará otra vez. Nuestro detective tiene un cierto tipo
del conocimiento lógico sobre el asesino. Asimismo si me impresiona el enorme conocimiento

  2  
que Juan posee sobre el emperador Julio César, puedo afirmar: “Juan conoce realmente a Julio
César”. Claramente implica que Juan tiene mucho conocimiento proposicional sobre Julio César,
no significa que haya tenido contacto directo con él.
Uno puede tener el conocimiento directo no sólo de personas sino también de otras cosas.
Uno puede tener, por ejemplo, conocimiento directo de París o del gusto de un mango. Si uno
tiene tal conocimiento de París, es porque ha estado allí y si uno tiene ese conocimiento del gusto
de un mango, entonces es que ha probado un mango. Una vez más tenemos que distinguir el
conocimiento directo del conocimiento proposicional. Uno podría tener un gran conocimiento
proposicional sobre París, sabiendo cuáles son sus bulevares principales, cuándo fue fundada la
ciudad, sabiendo de sus principales hitos y todo ello sin tener el tipo de conocimiento directo que
implica haber estado físicamente allí.
Además del conocimiento proposicional y del conocimiento directo, vamos a considerar
el conocimiento denominado “saber cómo”. A veces, cuando decimos: “A sabe cómo X”,
queremos decir o implicamos que A tiene la capacidad de X. En otros casos, sin embargo,
cuando decimos que: “A sabe cómo X” no queremos decir que A tenga la capacidad de X. Hay,
entonces, un sentido “del saber cómo X” que implica que uno tiene la capacidad de X y otro
sentido en que no. Según el primer sentido “de saber cómo”:

(5) Juan sabe tocar una sonata de piano

Implica que

(6) Juan tiene la capacidad de tocar una sonata de piano.

Pero, nuevamente, hay otro sentido de “saber cómo X” que no implica que uno tenga la
capacidad de X. Para apreciar bien este segundo sentido supongamos que Juan es un violinista
talentoso que lee música con soltura, pues es músico, pero no sabe tocar el piano en absoluto.
Imaginemos que tiene mucho conocimiento sobre cómo tocar una sonata de piano en particular.
El violinista podría saber, por ejemplo, que el índice derecho debería tocar esta nota y el pulgar
derecho debería tocar aquella nota, etc., etc. Realmente, Juan podría ser capaz de describir con
precisión cómo interpretar el fragmento musical, aun cuando no pueda tocarlo él mismo por no
saber tocar el instrumento. En este caso, podemos decir que Juan sabe cómo tocar la sonata, aun
cuando él no tenga la capacidad de interpretarla. En este sentido “de saber cómo”, (5) no implica
(6). Hay, entonces, un sentido “de saber cómo” hacer algo que es simplemente un asunto de tener
el conocimiento proposicional sobre cómo hacerlo. Juan el violinista, por ejemplo, tiene un gran
conocimiento proposicional sobre cómo tocar una sonata de piano. Pero en el otro sentido de
“saber cómo”, no sabe (cómo) tocar una sonata de piano porque carece de la capacidad para
hacerlo.
Como ilustra el caso anterior, uno puede tener mucho conocimiento proposicional sobre
cómo hacer algo sin tener la capacidad de hacerlo. Y a la inversa, uno puede tener la capacidad
de hacer algo sin tener mucho conocimiento proposicional sobre ello. Para ver esto, imaginemos
un fisiólogo que tiene un gran conocimiento proposicional sobre como andar. Ha estudiado cómo
uno tiene que transferir el peso de un pie al otro, cómo las rodillas y los pies deberían doblarse,
qué músculos están implicados, etc. Nuestro experto podría tener mucho conocimiento
proposicional sobre andar. Pero ahora consideremos a la pequeña María. María tiene diez meses
y acaba de aprender a andar. Ella sabe andar, pero fácilmente podemos llegar a la conclusión de

  3  
que carece del conocimiento proposicional sobre cómo andar que posee el experto. El
conocimiento proposicional de María sobre como andar es probablemente bastante pobre, si es
que tiene alguno.
Hemos distinguido el conocimiento proposicional tanto del conocimiento directo como
del “saber cómo” hacer algo. Tradicionalmente los filósofos se han ocupado más por el
conocimiento proposicional. Una razón de por qué es que los filósofos tradicionalmente están
preocupados por lo que es verdadero. Quieren saber qué es verdadero y quieren evaluar y
formarse un juicio sobre sus propias pretensiones y las de otros a la hora de conocer la verdad.
Cuando los filósofos preguntan, por ejemplo, sobre la extensión de nuestro conocimiento, están
preguntando por la extensión de nuestro conocimiento proposicional, por de verdades sabemos.
Cuando un filósofo dice que él sabe que hay objetos exteriores y otro filósofo lo niega, ambos
están en desacuerdo sobre si hay cierta clase o no de conocimiento proposicional. Discrepan
sobre si se conocen verdades de una cierta clase. El conocimiento directo y “el saber cómo” no
están centrados en la verdad de ese modo. De modo que consideremos el concepto de
conocimiento proposicional más de cerca.

Conocimiento proposicional y creencia verdadera justificada

Señalábamos al principio de este capítulo que la pregunta “¿Qué es el conocimiento?” es


muy antigua. Puesto que ahora centramos nuestra atención sobre el conocimiento proposicional,
podemos preguntar: “¿En qué consiste que alguien tenga conocimiento proposicional?” O bien
de modo alternativo podríamos preguntar: “¿En qué consiste para un sujeto S, saber que p (donde
p es alguna proposición)?”.
De acurdo con un punto de vista tradicional, tener conocimiento proposicional de p es
tener una creencia verdadera y epistémicamente justificada de que p. Antes de considerar este
punto de vista tradicional, empezaremos por considerar la siguiente opinión claramente
equivocada:

D1
S sabe que p = Df. S cree que p.

Según D1, creer algo es suficiente para conocerlo. Si D1 fuera verdadero, entonces
alguien que crea una proposición falsa la conocería. Si un niño, por ejemplo, creyera que 2+ 3 =
6, entonces, según D1 el niño sabría que 2 + 3 = 6. Pero el niño no sabe eso. De modo que D1 es
falso.
Ahora bien, es claro que a veces la gente dice que sabe cosas que sin embargo son falsas.
Por ejemplo, un aficionado al fútbol podría estar convencido por completo de que su equipo va a
ganar el campeonato. Después de que su equipo pierda, él podría decir: “Bueno, yo sabía que
ellos ganarían. Lamentablemente no lo hicieron”. Pero nuestro aficionado no sabía si su equipo
iba a ganar. El confiaba, deseaba, soñaba, creía o estaba convencido de que ellos ganarían. Su
pretensión de saber se ha de entender más bien como una hipérbole, como cuando uno dice: “Me
muero de hambre” o “Mataría por un cigarrillo”. Tales afirmaciones, por lo general, no deben ser
tomadas literalmente. Estrictamente hablando, lo que dice nuestro aficionado es falso.
La mera creencia, pues, no es suficiente para que haya conocimiento. El conocimiento
requiere que la creencia de alguien sea verdadera. Consideremos el siguiente punto de vista:

  4  
D2
S sabe que p = Df. (1) S cree que p y (2) p es verdad

D2 nos dice que uno sabe que p si y sólo si uno tiene una creencia verdadera de que p. D2
dice que tener una creencia verdadera con respecto a p es suficiente para alguien sepa que p. Pero
esto, también, es claramente erróneo. Uno podría tener una creencia verdadera y, sin embargo,
no tener conocimiento. Las creencias verdaderas que consisten en meras conjeturas afortunadas o
en meros presentimientos o las creencias basadas en supersticiones sin fundamento, no son casos
de conocimiento. Supongamos, por ejemplo, que Bonnie lee su horóscopo en el periódico. El
horóscopo dice que pronto recibirá una suma de dinero. Bonnie no tiene ninguna prueba para
creer que esto es verdadero, pero de todos modos ella cree en lo que su horóscopo dice. Ese
mismo día, más tarde, encuentra cincuenta dólares en el bolsillo de su viejo abrigo. La creencia
de Bonnie de que le llegaría pronto una cantidad de dinero era verdadera, pero no era
conocimiento. Era una creencia verdadera que que carecía de prueba alguna. Tomemos ahora el
caso de Malcolm, un pesimista extremo. Cada mañana cuando se levanta, tiene la creencia de
que algo muy malo le va a ocurrir durante el día. Cada mañana él tiene esta creencia, aunque no
tenga razones o pruebas de ella y aunque la creencia finalmente sea casi siempre falsa. Una tarde,
a Malcolm lo atropella un autobús y muere. Durante aquella mañana, la creencia de Malcolm de
que algo realmente malo le pasaría resultó ser verdadera. Pero es falso que Malcolm supiera que
algo realmente malo iba a pasarle. Su creencia, aunque verdadera, no era un caso de
conocimiento. Puesto que D2 asume que la mera creencia verdadera es suficiente para que haya
conocimiento, D2 implica erróneamente que Bonnie y Malcolm tienen conocimiento.
Si la mera creencia verdadera no es suficiente para que haya conocimiento, entonces ¿qué
más es necesario? Una respuesta tradicional es que S sabe que p sólo si p está epistémicamente
justificada para S o si es razonable que S crea p.
Podemos formular esta explicación tradicional de la siguiente manera:

D3
S sabe que p = Df. (1) S cree que p, (2) p es verdadera, y (3) p está epistémicamente
justificada para S.

Según D3, el conocimiento requiere de una creencia verdadera justificada


epistémicamente. Así pues, digamos que D3 representa una explicación del conocimiento como
CVJ2.
Como hemos visto, D2 implica incorrectamente que Bonnie sabe que recibirá un dinero y
Malcomb sabe que algo muy malo le va a ocurrir hoy. Pero D3 no tiene ese defecto. Para ver por
qué pensemos en Bonnie otra vez. Ella cree que recibira un dinero. Y lo cree porque lo leyó en el
horóscopo del periódico y no tiene ninguna otra prueba para creerlo. Bajo estas circunstancias, la
proposición de que recibira un dinero no es una proposición que esté justificada o sea razonable
para ella. La creencia de Bonnie no satisface la condición de justificación en D3. Así que D3 no
implica que Bonnie tenga conocimiento. Consideraciones similares afectan al caso de Malcomb.
La proposición de que algo muy malo le ocuirrá hoy no es una proposición que esté justificada o
                                                                                                                         
2
Versiones de esta explicación del conocimiento como CVJ fueron apoyadas en algún momento por Roderick M.
Chisholm y A. J. Ayer. See Roderick Chisholm, Perceiving: A Philosophical Study (Ithaca: Cornell University
Press, 1957), p. 16 and A. J. Ayer, The Problem of Knowledge (New York: St. Martin’s Press, Inc., 1955), pp. 31-
35.

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sea razonable para él. Simplemente lo acepta sobre la base de un pesimismo exagerado. Así que
D3 tampoco implica que Malcomb tenga conocimiento. A este aspecto, D3 parece suponer un
avance con respecto a D2.
D3 parece ir por el buen camino. En el siguiente capítulo, sin embargo, consideraremos
algunas objeciones a D3 y la necesidad de añadir otra serie de condiciones. De todos modos
aunque casi todos los filósofos están de acuerdo en que D3 no es adecuado tal y como está,
muchos están de acuerdo en que el conocimiento sí que requiere la creencia verdadera y
justificada epistémicamente. De momento, vamos a considerar brevemente estos componentes
del conocimiento proposicional. Haré algunos comentarios generales sobre cada uno con la
esperanza de conseguir una mejor comprensión de esta perspectiva tradicional sobre el
conocimiento.

Creencia

Siempre que consideremos una proposición, hay tres actitudes que podemos adoptar. En
primer lugar, podemos creerla o aceptarla como verdadera. En segundo lugar, podemos no
creerla, es decir, creer que es falsa o creer su negación. Por último, podemos suspender la
creencia o suspender el juicio. Podemos ilustrar estas actitudes reflexionando acerca de la actitud
de un teísta, un ateo y un agnóstico con respecto a la proposición de que Dios existe. El teísta
acepta la proposición, el ateo cree que es falsa y el agnóstico suspende la creencia.
Como señalamos antes, podemos pensar en la creencia como una actitud proposicional,
como una relación entre un sujeto y una proposición. Hay, desde luego, muchas actitudes además
de la creencia. La esperanza, el miedo, la duda o el deseo son solamente algunas de las maneras a
través de las cuales podemos relacionarnos con una proposición. Consideremos la proposición de
que va a llover. Además de creer que va a llover, uno puede esperar, temer, dudar o desear que
llueva.
Debemos distinguir entre creer una proposición y otras actitudes proposicionales como
considerar una proposición o pensar en ella. Pensar en una proposición es simplemente “tenerla
en mente”. Considerar una proposición es tenerla en mente y además estudiarla o examinarla.
Uno puede pensar en una proposición o considerarla sin tener que creer en ella. Por ejemplo, en
este momento puedo pensar y considerar la proposición de que la tierra es un cubo sin que ello
implique creer en ella. Pero podemos también creer algo sin pensar en ello ni considerarlo. Por
ejemplo, esta mañana yo creía que la tierra era redonda, pero en ningún momento pensé ni
consideré tal proposición.
Creemos muchas cosas en que ni pensamos ni las consideramos. Estas creencias se
denominan creencias disposicionales. Mi creencia esta mañana de que la tierra es redonda era
una creencia disposicional. Cuando creemos en una proposición en que pensamos, entonces
nuestra creencia se considera que es una creencia presente (occurrent). Dado que ahora estoy
pensando en la proposición de que la tierra es redonda, mi creencia de que la tierra es redonda es
una creencia presente.
Debemos distinguir entre tener una creencia disposicional y una disposición a creer algo.
Hay muchas proposiciones que ahora no creemos, pero que les creeríamos si las consideráramos.
Alguien podría no haber haya considerado jamás la proposición de que ningún elefante es
un neurocirujano y podría creer tal proposición. Si embargo, también podría suceder que creyera
dicha proposición si la considerara. En este caso se tendría una disposición para creer en la
proposición, incluso sin tener una creencia disposicional con respecto a ella.

  6  
Concluyamos esta breve discusión con dos observaciones. La primera de ellas es que de
acuerdo con la explicación tradicional CVJ del conocimiento, el conocimiento de p requiere que
uno crea que p. Podríamos decir que el conocimiento requiere o una creencia presente o una
creencia disposicional. Así, podemos decir que yo ya sabía esta mañana que la tierra era redonda,
aunque mi creencia en esa proposición fuera disposicional. La segunda observación es que la
creencia abarca un rango de intensidad o fuerza que va desde la convicción completa y firme, a
la aceptación provisional y cautelosa. Así, uno podría estar firmemente convencido de que Dios
existe, o podría aceptarlo con un grado más débil de convicción. Ahora bien, si el conocimiento
exige la creencia y la creencia incorpora grados de intensidad diferentes, ¿existe algún grado de
intensidad de la creencia mínimo para el conocimiento? Según la opinión tradicional, el
conocimiento simplemente exige una creencia verdadera y justificada. En la medida que uno c
crea que p, y se cumplan las demás condiciones, entonces uno sabe que p cualquiera que sea la
intensidad de la creencia de uno.

Verdad

Hay muchas teorías sobre la naturaleza de la verdad y sobre lo que hace que una
proposición o una creencia sea verdadera o falsa. Una de las más antiguas y quizás la más
ampliamente sostenida es la teoría de la verdad como correspondencia. La teoría de la
correspondencia hace dos afirmaciones principales. La primera es que una proposición es
verdadera si y sólo si se corresponde con los hechos. La segunda es que una proposición es falsa
si y sólo si no se corresponde con los hechos. Los partidarios de la teoría de correspondencia a
menudo añaden una tercera afirmación, a saber, que la verdad de una proposición o de una
creencia es dependiente de los hechos o de la manera de ser el mundo. Dicha opinión fue
sugerida por Aristóteles, que escribió: “No es porque nosotros pensemos con verdad que estás
pálido, es que tú estás pálido; sino al contrario porque estás pálido nosotros decimos que eso es
verdad”3. La proposición que afirma que estás pálido es verdadera porque estás pálido. La
proposición que afirma que estás pálido es verdadera debido a, o en virtud del hecho de, que
estás pálido.
Según la teoría de la verdad como correspondencia, una proposición no es verdadera por
lo que creamos sobre ella. La verdad de la proposición de que alguien es pálido, por ejemplo, no
depende de lo que creamos sobre ella. La proposición es verdadera si y sólo si alguien es pálido.
Es verdadero, como Aristóteles señala, debido al hecho de que alguien es pálido.
Además, según la teoría de correspondencia, una misma proposición no puede ser al
mismo tiempo verdadera y falsa. La proposición de que tú estás pálido no puede ser verdadera y
falsa a la vez. Tampoco la proposición puede ser “verdadera para ti y falsa para mí”. La verdad
no es “relativa” de esta manera. Desde luego, tú podrías creer una proposición que yo rechazo.
En ese caso podríamos discrepar sobre la verdad de una proposición. Pero la verdad de la
proposición viene determinada por los hechos y no por que tú o yo la creamos. Una vez más,
pensemos en una antiguaa cultura que creyera que la tierra era un disco que flotaba en un mar
infinito. ¿Podríamos decir que la proposición era verdadera “para ellos”? Según la teoría de la
correspondencia la respuesta sería “no”. Ellos aceptaron la proposición. La creyeron verdadera.
Pero la proposición es falsa. No se corresponde a los hechos.

                                                                                                                         
3
Aristotle, Metaphysics, l. IX, cap. 9, 1051b, trans. W. D. Ross, in The Basic Works of Aristotle, ed. Richard
McKeon (New York: Random House, 1941), p. 833.

  7  
Aún así consideremos la siguiente objeción. “Supongamos que Jim está en Londres
hablando con su hermano, Tom, que está en Nueva York. Jim mira por la ventana, ve la lluvia
caer y dice “Está lloviendo”. Tom mira por la ventana, ve el sol brillando y dice “No está
lloviendo”. ¿Podrían los dos tener razón? ¿Es este un caso en el que una proposición es tanto
verdadera como falsa?”. Desde luego, ambos podrían tener razón. De hecho, considerando el
caso que hemos descrito, cada uno de ellos tiene razón. Pero esto no demuestra que una misma
proposición es verdadera y falsa. Deberíamos decir que la proposición que Jim acepta es que
llueve en Londres y que la proposición que Tom acepta es que no llueve en Nueva york. Cada
uno de ellos acepta una proposición verdadera, pero no es la misma proposición.
La teoría de la verdad como correspondencia es antigua y ampliamente sostenida. Hay,
sin embargo, objeciones a esta teoría. Algunos objetan que, a no ser que tengamos alguna
explicación de en qué consiste que una proposición esté en correspondencia con los hechos, la
teoría no es muy informativa. Otros objetan la teoría es poco informativa, porque la noción de
hecho es obscura. Aun otros dirían que uno no puede explicar lo que es un hecho sin utilizar los
conceptos de verdad y falsedad y, por lo tanto, la teoría de correspondencia es circular y en
última instancia poco iluminadora.
Estas críticas son importantes. Lamentablemente, evaluar estas objeciones de manera
adecuada nos llevaría demasiado lejos. De todos modos, la intuición básica de que la verdad de
una proposición depende de los hechos se ha mantenido resistente a las críticas. Asumiré a lo
largo de este libro que alguna versión de la teoría de la verdad como correspondencia es
correcta. Vale la pena señalar, con todo, que hay otras teorías de verdad. Consideremos
brevemente dos de ellas.
Una alternativa a la teoría de la correspondencia es la teoría pragmática de la verdad. La
idea central de la teoría pragmática es que las creencias verdaderas son generalmente útiles,
mientras que las falsas no lo son. Si un doctor quiere curar a un paciente, es útil que el doctor
tenga creencias verdaderas acerca de qué curará al paciente. Si un hombre quiere ir a Boston, las
creencias verdaderas sobre qué camino tomar son más útiles que las creencias falsas. Teniendo
en cuenta esta conexión, la teoría pragmática nos dice que una proposición es verdadera si y sólo
si creerla o actuar de acuerdo con ella es, o sería, útil (en el largo plazo). En términos generales
una creencia es verdadera si y sólo si es útil o adecuada. William James, el gran pragmatista
americano, escribió, “lo verdadero es sólo lo adecuado en el camino de nuestro comportamiento;
adecuado en casi todas las formas y adecuado en el largo plazo y en el curso completo”4.
Supongamos que las creencias verdaderas proporcionan generalmente una buena base
para la acción, que son en general útiles y que las creencias falsas constituyen una mala base para
la acción. Los críticos de la teoría pragmática señalan que incluso si esto es así, de ello no se
seguiría que debamos identificar la creencia verdadera con la creencia útil. A veces una creencia
verdadera puede tener consecuencias muy malas y una creencia falsa puede tenerlas muy buenas.
Supongamos por ejemplo que la siguiente proposición es verdadera:

(7) Tom morirá a una avanzada edad de una enfermedad larga y dolorosa.

Supongamos además que si Tom cree esto, se encontraría bastante afligido. La alegría
que él encuentra ahora en la vida disminuiría. Estaría atormentado por el espectro de una muerte
dolorosa. Supongamos que no es útil para Tom creer (7). De todos modos, (7) es verdadero, por
lo que parece que deberíamos rechazar la idea de que una proposición es verdadera si y sólo
                                                                                                                         
4
William James, Essays in Pragmatism (New York: Hafner Publishing Co., 1948), p. 170.

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creerla o actuar de acuerdo con ella fuera útil. Asimismo podría haber proposiciones falsas que
son útiles. Imaginemos, por ejemplo, que cuando Tom es ya viejo y está sufriendo su enfermedad
dolorosa y fatal, él se consuela con la siguiente creencia:

(8) Los otros en el hospital sufren más que yo y yo lo estoy haciendo con coraje.

Creer (8) ayuda a Tom a afrontar su propio sufrimiento con calma y coraje. Piensa que
puesto que los otros afrontan un sufrimiento mayor que el suyo con valor, al menos él puede
hacer lo mismo. Creer (8) es muy útil para Tom. Pero supongamos que (8) es falso. Supongamos
que nadie en el hospital sufre más que Tom. Otra vez, parece ser que lo que es útil creer no es
siempre verdadero, y que lo verdadero no es siempre útil.
Otra teoría de la verdad es la teoría de coherencia de la verdad. Como cabía imaginar, el
concepto de coherencia es central en esta teoría. Diremos más sobre la coherencia en el capítulo
4. Por el momento, consideremos el ejemplo siguiente para ilustrar el concepto. Supongamos que
creemos las proposiciones siguientes: (i) tengo la experiencia sensitiva de que hay algo blanco en
mi mano, (ii) tengo la experiencia de que hay algo redondo en mi mano, (iii) tengo la experiencia
de que hay algo el frío en mi mano. La proposición, (iv) hay una bola de nieve en mi mano, es
coherente con (i)-(iii). Parecería que (iv) es más coherente con (i)-(iii) que con otras
proposiciones, por ejemplo, que tengo un terrón caliente de carbón en mi mano.
Algunos filósofos toman el hecho de que una proposición sea coherente o encaje con
otras proposiciones que uno cree como indicativo de su verdad o como una buena razón para que
creer que es verdad. En otras palabras, tratan la coherencia como una fuente de justificación. Por
ejemplo, si uno cree (i)-(iii), y no intervienen otros factores, es más razonable creer (iv) que creer
que tengo un terrón caliente de carbón en la mano, debido a que (iv) es más coherente con (i)-
(iii). Los defensores de la teoría de coherencia de la verdad, sin embargo, tratan la coherencia no
solo como una fuente de justificación; toman la coherencia como una condición de verdad.
Sostienen que para que una proposición sea verdadera no hace falta nada más que su coherencia
con otras proposiciones. Blanshard, un defensor de la teoría de coherencia de verdad, escribió
“Asume la coherencia como prueba [de la verdad], y la incoherencia de tus alternativas te
conducirá a la conclusión de que es también la naturaleza de verdad”5.
Los críticos de la teoría de coherencia de la verdad plantean una serie de objeciones.
Primero, resaltan que el concepto “de coherencia” no es del todo claro. De hecho, algunos
críticos sostienen que el concepto de coherencia necesita de tanta explicación al menos como el
concepto de “correspondencia” y “hecho”. Afirman que la teoría de la coherencia no tiene
ninguna verdadera ventaja en términos de claridad sobre la teoría de la correspondencia. En
segundo lugar, señalan que no podemos decir simplemente que una proposición es verdadera si y
sólo si esto pertenece a un conjunto coherente de proposiciones. Una obra de ficción muy realista
podría ser un conjunto coherente de proposiciones falsas. Además, el hecho que (iv) sea
coherente con las otras proposiciones (i)-(iii) no garantiza que (iv) sea verdadero. Yo podría
creer (i)-(iv) y simplemente tener una alucinación de una bola de nieve o soñar que estoy
sosteniendo una bola de nieve. De hecho, Descartes planteó la posibilidad del engaño por parte
de un genio maligno, un engaño tan grande que la mayoría de nuestras experiencias sensibles del
mundo fueran ilusorias. En tal escenario, nuestras creencias sobre el mundo que nos rodea serían
casi enteramente falsas. Sin embargo, podrían ser bastante coherentes. De hecho, nuestras
creencias podrían gozar de tanta coherencia en un escenario como éste como la que tienen ahora.
                                                                                                                         
5
Brand Blanshard, The Nature of Thought, vol. 2 (New York: Macmillan, 1940), p. 269.

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Pero de nuevo, serían falsas. Finalmente los críticos argumentan que no deberíamos confundir un
criterio de justificación con una condición de verdad y no debemos asumir que porque tengamos
un criterio de justificación, tenemos ipso facto un criterio de verdad. Incluso si la coherencia
resulta ser una fuente de justificación, no se sigue de ahí que sea lo que hace que una proposición
sea verdadera.

Justificación epistémica

De acuerdo con la tradicional explicación CVJ, el conocimiento de que p, requiere que


uno esté epistémicamente justificado al creer p. Gran parte de este libro se centrará en el asunto
de la justificación epistémica. De hecho, gran parte de la reciente epistemología gira en torno a
este asunto. De momento vamos a ofrecer a continuación los aspectos generales.
Primero, el tipo de justificación que requiere el conocimiento es la justificación
epistémica. Podemos ver que hay justificaciones que no son epistémicas. Por ejemplo: el
delantero que entra al campo puede que tenga más posibilidades de marcar un hat trick si cree
que lo va a hacer. Por supuesto, hay una alta probabilidad de que no consiga marcar un hat trick.
Incluso para los mejores jugadores las posibilidades de conseguirlo son pocas. Con todo, creer
que lo va a conseguir y tener una actitud positiva, lo ayudará. Así que, podemos suponer que
tiene una justificación práctica para su creencia incluso si carece de una justificación epistémica
para ello. De nuevo, consideremos a alguien que afronta la vida con una de esas enfermedades de
las que la mayoría de la gente no se recupera. Aunque la evidencia vaya contra la posibilidad de
su recuperación, la creencia de que si que se recuperará podría mejorar sus posibilidades. En tal
caso uno podría tener una justificación moral o prudencial para creer que se recuperará incluso si
carecer de justificación epistémica para ello. A diferencia de la justificación moral o prudencial,
la justificación epistémica parece estar vinculada con la verdad aunque sea difícil decir
exactamente en qué sentido exactamente está conectada con ella. Quizás podríamos decir que la
justificación epistémica apunta a la verdad en un setido en que ni la justificación moral ni la
prudencial lo hacen. Podríamos decir tal vez que si uno está epistémicamente justificado en creer
una proposición, su creencia será probablemente verdadera. Como vemos, los filósofos difieren
sobre las conexiones entre verdad y justificación epistémica. En cualquier caso, nuestro interés
se centrará en la justificación epistémica, de modo que cuando me refiera a la justificación me
estaré refiriendo a la justificación epistémica.
Segundo, una proposición puede ser verdadera y no estar justificada. Consideremos las
proposiciones siguientes : (i) el número de estrellas es par y (ii) el número de estrellas no es par.
Una de las dos (i) o (ii) es verdadera. Pero claramente ni (i) ni (ii) están justificadas para
nosotros. Carecemos de pruebas a favor de una o otra. Así que una proposición puede ser
verdadera sin estar justificada. De nuevo, la proposición de que hay vida en Marte, puede ser
verdadera, pero por ahora, dado el estado de nuestras pruebas, no es algo en lo que esté
justificado creer. Con respecto a estas proposicioens, uno podría decir que no está justificado
creerlas. En lugar de ello, uno está justificado en suspender la creencia en ellas.
Tercero, una proposición puede estar justificada y no ser verdadera. Uno puede
justificado a la hora de creer una proposición que es falsa. Supongamos, por ejemplo, que estas
justificado en creer que es mediodía. Estás justificado porque has mirado el reloj sobre el
mediodía y el reloj te dice son las 12. Pero supongamos que, sin saberlo, el reloj ha dejado de
funcionar a mediodía y ahora son las 12:30. Con las pruebas que contabas, tu creencia estaría
justificada, pero sería falsa. De nuevo, puedo estar justificado en creer que la persona que veo

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entrar en la biblioteca es Lisa. Estoy justificado porque la persona que veo viste y se comporta
como Lisa. Pero supongamos que, sin saberlo, Lisa tiene una hermana gemela y la persona que
veo no es Lisa, sino su gemela. Mi creencia de que la persona que vi era Lisa es falsa, pero está
justificada.
Cuarto, tenemos que distinguir entre, por un lado, el hecho de que una proposición esté
justificada para una persona de, por otro su justificación. Justificar una proposición es una
actividad que uno realiza cuando su creencia ha sido cuestionada. Normalmente cuando
justificamos una proposición intentamos dar razones a su favor. En cambio, el hecho de que una
proposición esté justificada para una persona es un estado en el que uno se encuentra. El
conocimiento de p requiere que uno esté justificado en creer que p, pero no requiere que uno
justifique su propia creencia de p. Hay muchas cosas que cada uno de nosotros sabemos y que
nunca hemos intentado justificar.
Quinto, a diferencia de la verdad, la justificación es relativa, en el sentido de que una
proposición puede estar justificada para una persona pero no para otra. Esto puede pasar si una
persona tiene pruebas de las cuales otra persona carece. Supongamos, por ejemplo, que Smith es
un ladrón. Esta proposición podría estar justificada para Smith, pero para nadie más. Smith
podría tener muchas pruebas de que es un ladrón, aunque nadie más las tenga. De hecho, muchos
de los amigos de Smith, podemos suponer están justificados en su creencia de que no es un
ladrón. (Aquí tendríamos un nuevo ejemplo de una creencia justificada pero falsa.) Además, una
proposición puede estar justificada para una persona en un tiempo determinado y no en otro.
Después de que Smith es detenido, acusado y condenado, sus amigos que han seguido el juicio
de cerca, están muy justificados ahora en su creencia de que Smith es un ladrón. Ahora tienen
pruebas que antes no tenían. La justificación, entonces, puede variar de persona a persona y para
la misma persona a lo largo del tiempo, dependiendo de las pruebas que tenga.
En sexto lugar, la justificación epistémica tiene distintos grados. Puede ir desde las
proposiciones que son ciertas o están justificadas al máximo, hasta las proposiciones que apenas
están justificadas, que apenas son razonable que se las acepte. Las proposiciones de que 2=2, de
que pienso, de que existo, son ciertas para mí. Por el contrario, la proposición de que estaré vivo
en tres meses, es algo que no es cierto o no está justificado en su grado más alto para mí. Y no lo
es porque la proposición de que yo estoy vivo ahora está más justificada que esa otra. De todos
modos, sigo estando justificado cuando creo que estaré vivo en tres meses. De hecho, estoy más
justificado en creer esa proposición de lo que lo estoy en creer la proposición de que hay vida en
Marte o que el número de estrellas sea par.
Si el conocimiento requiere justificación, cabe preguntarse, ¿qué grado exacto de
justificación requiere? Estrictamente hablando, D3 no nos lo dice. Parece razonable creer que no
cualquier nivel de justificación bastará. La proposición de que estaré vivo de aquí a diez años
tiene algún grado de justificación para mí, pero no tanta como para que pueda decir que sé que
tal proposición es verdadera. Del mismo modo, si yo sé que de las 100 canicas que hay en una
urna 60 son negras, entonces la proposición de que sacaré una bola negra tiene alguna
justificación para mí, pero no estoy lo suficientemente justificando como para decir que sé que
así acurrirá. Así pues, vemos que algunos niveles de la justificación son demasiado bajos para
que se dé conocimiento. ¿Podríamos decir entonces que para decir que sé que p, ello requiere que
uno tenga la certeza de que p? ¿Que el conocimiento requiere para darse de la justificación
máxima? Creo que la mayoría de filósofos que defienden la explicación CVJ, dirían que el
conocimiento no requiere de la certeza. Ellos podrían sostener, razonablemente, que sabemos
que Washington fue el primer presidente de los Estados Unidos, que Cesar fue asesinado y cosas

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similares. Pero estas proposiciones no presentan un grado de certeza, ni están tan justificadas
para nosotros como lo están las proposiciónes 2=2 o yo existo. Creo que sería justo decir que la
mayoría de los defensores de la explicación CVJ dirían que aunque el conocimiento no requiera
certeza, requiere un alto grado de justificación.
Finalmente, una proposición puede estar justificada epistémicamente para una persona
incluso si no cree en ella. Consideremos el confiado futbolista que entra en el campo. De nuevo,
la mayoría de las veces incluso los mejores futbolistas no consiguen un hat trick. La proposición
de que el jugador no conseguirá un hat trick estaría, pues, epistémicamente justificada para él.
Pero aunque la proposición esté justificada para él, resulta que no la cree. De hecho, cree su
negación. Asimismo, la proposición de que hoy no le pasará nada terrible está justificada para
Malcomb, nuestro pesimista, pero él se niega a creerlo.
Algunos filósofos establecen la distinción entre el hecho de que una proposición esté
justificadas para una persona y el hecho de que una proposición esté “bien fundamentada” para
una persona6. Decir que una proposición p está bien fundamentada para una persona, S, es decir
que (i) p está justificada para S y (ii) que S cree p sobre la base de sus pruebas de que p. Si una
proposición está bien fundamentada para una persona, entonces esa persona no sólo tiene buenas
razones para creerla, sino que también la cree basándose en buenas razones. En un caso como
este, podemos decir que su creencia de que p está bien fundamentada o que cree de forma
justificada que p.
Para ilustrar la distinción entre el hecho de que una proposición esté justificadas y el
hecho de que una proposición esté bien fundamentada, supongamos que Jones está sufriendo una
grave enfermedad. Aunque la enfermedad es bastante grave, él tiene excelentes pruebas de que
se recuperará por completo. Su doctor, un experto en la materia, le dice que hay tratamientos
sumamente eficaces para su condición y que la tasa de recuperación es de un 99 por ciento. Jones
también lee la misma información sobre la eficacia de los tratamientos en una respetada revista
médica. En estas circunstancias, podemos asumir que la proposición de que se recuperará está
justificada para Jones. Supongamos que, sin embargo, Jones no cree que se recuperará sobre la
base de esta evidencia. En lugar de esto, Jones cree que se recuperará sobre la base de pésimas
razones. Supongamos que cree que se recuperará porque en una lectura de los posos del café le
han dicho que se va a recuperar o que lo cree simplemente sobre la base de su optimismo
impenitente. Lo importante es que a pesar de que Jones tiene excelentes razones para creer que
se recuperará, su creencia no está basada en estas razones. Por tanto la creencia de que se
recuperará no está bien fundamentada.
Si la creencia de Jones de que se recuperará no se basa en la evidencia de que dispone
para creer esa proposición, sino que se basa en su optimismo impenitente o en el testimonio de la
lectura de los posos del café, entonces parece plausible pensar que su creencia no es un ejemplo
de conocimiento. Podríamos pensar que el conocimiento no sólo requiere que uno tenga pruebas
de la creencia, sino que esa creencia esté basada en las pruebas de que dispone. Dada esta idea de
proposición bien fundamentada para una persona, podríamos modificar la explicación del
conocimiento y podríamos decir:

D3´
S sabe que p = Df. (1) S cree que p, (2) p es verdadero, y (3) la creencia que tiene S de
que p está bien fundamentada.

                                                                                                                         
6
 Earl Conee and Richard Feldman, “Evidentialism”, Philosophical Studies, 48, 15-44.  

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Desde este punto de vista, para que S sepa que p se exige no solamente que p esté
justificada para S. También se exige que S crea que p sobre la base de las pruebas que dan apoyo
a p. Dicho punto de vista parece plausible.

Justificación, evidencia y cancelación

Si una creencia está justificada y el grado en que lo está está en función a menudo, si no
siempre, de las pruebas que uno tenga para esa proposición. Uno podría pensar que las pruebas
que una persona tiene en determinado momento consisten en toda la información o los datos que
posee en ese tiempo. Se admite amplia y comúnmente que los sentidos, la percepción, la
memoria, la introspección y la razón son “fuentes” de pruebas. Podríamos pensar que estas
fuentes suministran pruebas a través de cosas tales como las experiencias de la memoria, las
experiencias de nuestros sentidos, las experiencias introspectivas y las intuiciones racionales.
Dichas experiencias, junto con nuestras creencias justificadas bien puede pensarse que
constituyen nuestras pruebas. Así pues, mis pruebas de que hay una taza de café encima de la
mesa del despacho incluiría mis experiencias sensoriales de que veo el café y que lo huelo, que
recuerdo haber hecho el café y haber puesto la taza encima de la mesa y que, por tanto, mi
creencia justificada es que casi siempre tengo una taza de café sobre la mesa en este momento
del día.
Podemos distinguir entre dos tipos de pruebas, concluyentes y no concluyentes. Las
pruebas concluyentes garantizan la verdad de la proposición que apoyan. Si e es una prueba
concluyente con relación a la proposición p, entonces es imposible que p sea falsa dado que e.
Quizá podríamos ilustrar el concepto de una prueba concluyente considerando la proposición que
dice que yo estoy pensando. Introspectivamente soy consciente de que pienso. La conciencia
introspectiva de que pienso es una prueba que apoya la proposición que afirma que estoy
pensando. También es una prueba concluyente. Es imposible que la proposición que dice que yo
estoy pensando sea falsa puesto que mi conciencia introspectiva me dice que estoy pensando. De
la misma manera, mi conciencia introspectiva de que yo pienso es una prueba concluyente para
la proposición que afirma que yo existo. Es imposible que la proposición de que yo existo sea
falsa dada mi conciencia introspectivade que estoy pensando.
Sin embargo, a menudo, nuestra evidencia para una proposición es no concluyente. Es no
concluyente en el sentido de que no garantiza la verdad de la proposición que apoya.
Supongamos que yo sé que hay 100 canicas en una urna y que 95 de ellas son negras. Mis
pruebas apoyan la proposición que afirma que sacaré una canica negra pero no lo garantizan. Mi
prueba es no concluyente. Supongamos ahora, para recordar un ejemplo anterior, que tengo las
siguientes pruebas: veo que mi reloj dice que es mediodía, estoy justificado en creer que debe de
ser ya mediodía y mi reloj ha sido muy fiable en el pasado. Pero, de nuevo, supongamos que sin
saberlo yo, mi reloj deja de funcionar al mediodía y que ahora son las 12:30. En este caso, mis
pruebas de que es mediodía son no concluyentes. Mis pruebas apoyan la proposición de que es
mediodía, pero no lo garantiza.
Las pruebas de la existencia de objetos materiales proporcionada por nuestra experiencia
sensorial son pruebas no concluyentes. Como Descartes señaló de un modo que se hizo
justamente famoso, es posible que mi experiencia sensorial la produzcas no los objetos
materiales sino un poderoso genio maligno que intenta engañarme. Por tanto, incluso si estoy
teniendo la experiencia sensorial de que hay una bola de nieve en la mano, esas pruebas no

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garantizan que haya efectivamente una bola de nieve en mi mano. Es lógicamente posible que yo
tenga esa experiencia y que en cambio no exista tal bola de nieve en mi mano.
El término “pruebas no-concluyentes” puede ser algo engañoso. Decir que e es una
prueba no-concluyente para p no significa decir no sea razonable para nosotros concluir que p a
partir de e. Si, por ejemplo, yo sé que 95 de las 100 canicas son negras, entonces para mí es
razonable concluir, creer o aceptar que voy a sacar una negra. Decir que la prueba es no
concluyente, por tanto, no es dar a entender que no apoya una conclusión particular, sino más
bien señalar que no garantiza esa conclusión. Además, como bien señala Mathias Steup, no hay
que confundir prueba no concluyente con prueba “inconcluyente”.7 Decir que un conjunto de
pruebas, e, es no concluyente con respecto a la proposición p, es decir que e apoya p pero no lo
garantiza. Por el contrario, decir que un conjunto de pruebas, e, es inconcluyente con respecto a p
significa decir que e no apoya la creencia en p. En nuestros ejemplos anteriores, mis pruebas
apoyan mis creencias de que es mediodía y de que sacaré una canica negra. Mis pruebas para
estas proposiciones no es, por tanto, inconcluyente.
Dado que hay una conexión entre pruebas y creencia justificada, ¿podemos decir
simplemente que si alguien tiene pruebas para afirmar una proposición entonces está justificada
su creencia? No. Supongamos que alguien tiene pruebas para creer p y pruebas igualmente
buenas para creer no-p. Si estas son todas las pruebas de que dispone, entonces la justificación
epistémica que uno tiene le invitaría a suspender la creencia de que p. Que uno esté justificado en
creer que p depende de las pruebas totales de que dispone. Una perspectiva más plausible es,
entonces, que si, considerada en su totalidad, las pruebas apoyan p, entonces se está justificado al
creer que p.
Como hemos señalado anteriormente, la justificación que uno tiene para creer diversas
proposiciones puede cambiar a lo largo del tiempo a medida que se vaya adquiriendo
información adicional. A veces nuestra evidencia de una proposición puede ser cancelada o
anulada. Podemos perder nuestra justificación para creer en una proposición cuando nuestras
pruebas son canceladas o anuladas. Definamos ahora el concepto de “cancelación probatoria”:

D4
d cancela e como prueba para p = DF. e es una prueba para creer que p, pero e y d no son
pruebas para creer que p.

Consideremos dos ejemplos que van a iluminar nuestro concepto de cancelación.


Supongamos que cierta mesa te parece roja. Llamemos a esto un bit de prueba, a. Ahora
consideremos la proposición de que la mesa es roja. Llamemos a esta proposición, b. Podemos
decir que el hecho de que la mesa te parezca roja ofrece algún apoyo a la proposición de que la
mesa es roja. Ahora supongamos que consigues información adicional. Supongamos que te
enteras de que hay un haz de luz roja apuntando hacia la mesa. Llamemos a esto un bit adicional
de información, c. Nótese que a y c no son pruebas de que b. En este caso, c cancela o anula a a
como prueba de que b. Hablando más claro, si la única información sobre el color de la mesa
fuera a y c, entonces ya no estarías justificado en creer b. De nuevo, no podemos decir
simplemente que si uno tiene alguna prueba para sostener una proposición entonces uno está
justificado en creer en ella. La prueba que uno tiene puede ser cancelada por otra información
que uno adquiera.
                                                                                                                         
7
Mathias Steup, An Introduction to Contemporary Epistemology (Upper Saddle River, NJ: Prentice-Hall, 1996), pp.
1112.

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Veamos un segundo ejemplo de cancelación8. Supón que vas a una fiesta y te enteras de
que (h): La mayor parte de las personas que están en la habitación son demócratas y John está en
la habitación. Podríamos decir que h es una prueba para (i) John es demócrata. Pero ahora
supongamos que te enteras de que (j): La mayoría de las personas que están en la parte derecha
de la habitación no son demócratas y John está en el lado derecho de la habitación. Aunque h
constituya una prueba para i, h y j no son pruebas de i. j cancela a h como prueba de i.
Merece la pena señalar que los canceladores pueden ser a su vez cancelados. De nuevo,
consideremos el ejemplo anterior. Supongamos que, junto con su prueba anterior, h y j también
te enteran de que (k) 49 de las 50 personas de la habitación que votaron el proyecto de ley son
demócratas y John votó por ese proyecto de ley. Aun no siendo h y j pruebas para creer i, h y j y
k son pruebas para creer i. Así, junto con el concepto de cancelación de la evidencia, podemos
añadir:

D5
x cancela d como cancelador de la prueba e para p = Df. (i) e es una prueba para creer que
p, (ii) e y d no son una prueba para creer en p, y (iii) e y d y x son pruebas para creer p.

De nuevo, puesto que uno puede tener alguna prueba para creer una proposición que es
cancelada por otra información, es importante tener en mente que el que uno esté justificado para
creer alguna proposición depende de las pruebas totales que se tengan. Una perspectiva más
prometedora sería que, si una persona tiene pruebas para una proposición p y nada cancela esas
pruebas cuando consideramos globalmente esas pruebas, entonces p está justificada para esa
persona.
El hecho de que la evidencia puede ser cancelada o anulada tiene una analogía en la ética.
A veces un rasgo de una situación exige éticamente que uno realice un acto aunque otros rasgos
de esa misma situación exigen que uno no realice dicho acto. Por ejemplo, supongamos que
Jones ha prometido quedar con su amigo Smith para el almuerzo al mediodía. El hecho de que
Jones prometiera a Smith a quedar con él a mediodía exige que quede con Smith a mediodía.
Supongamos que tenemos que p = la promesa de Jones de quedar con Smith al mediodía y que
tenemos que q = la cita de Jones con Smith al mediodía. Podemos decir entonces que p exige q.
Supongamos, sin embargo, que en el camino para quedar con Smith Jones se encuentra con
Brown, que ha tenido un grave accidente con su vehículo. Jones es la única persona presente que
puede ayudar a Brown, que está gravemente herido. En relación con esas más amplias e
inclusivas circunstancias, Jones no está éticamente obligado a acudir a la cita con Smith al
mediodía. Supongamos que tenemos r = el hecho de que Jones es el único que puede ayudar al
gravemente herido Brown. Podríamos entonces decir que aunque p exige q, p y r no exigen q. El
imperativo ético de q impuesto por p ha sido anulado o cancelado por r.9 En el ámbito
epistemológico, lo que uno está justificado a creer depende de la totalidad de las pruebas. Así
también, pareciera que en el ámbito ético la acción correcta depende de la totalidad de las
circunstancias. Así como las razones de uno para realizar determinadas acciones pueden ser
                                                                                                                         
8
Cf. Roderick Chisholm’s Theory of Knowledge 2nd edn. (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, Inc., 1977), pp.
7173.
9
Por supuesto que podría resultar que aún más circunstancias hiciesen de nuevo obligatoria la cita de Jones con
Smith al mediodía. Supongamos por ejemplo que las lesiones de Brown, aun siendo estas graves, no han puesto en
peligro su vida y que Jones ha prometido quedar con Smith al mediodía en una reunión cuyo fin sea el de pagar un
rescate que salvará la vida de varios rehenes. Por lo tanto, si r anula la obligación para q impuesta por p puede haber
otras características que frustren r como anulador de la obligación de efectuar q.

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canceladas por ulteriores consideraciones, del mismo modo las razones de uno para creer varias
cosas pueden ser canceladas por otras pruebas.
En este capítulo hemos distinguido el conocimiento proposicional del conocimiento
directo y del conocimiento práctico. También hemos introducido la perspectiva que dice que el
conocimiento proposicional es creencia verdadera justificada y hemos visto muy someramente
algunos puntos de vista sobre la creencia, la verdad y la justificación epistémica. En sucesivos
capítulos examinaremos con más detalle algunos puntos de vista relevantes sobre la naturaleza
de la justificación. En el capítulo siguiente, sin embargo, vamos a dar cuenta de algunas
objeciones a esta idea de que el conocimiento es creencia verdadera justificada. Estas objeciones
son importantes puesto que muestran que esta idea simplificada de conocimiento introducida
aquí no es del todo correcta. Al considerar estas objeciones y las respuestas que se han dado a
ellas se estará persiguiendo la respuesta a la ancestral cuestión: ¿Qué es el conocimiento?

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