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APASIONANTE

PASIÓN

UN GRUPO DE JOVENES

SE METE EN LA TRAMA

DEL PROCESO DE JESUS

Por Francisco DE MIER

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PRESENTACION
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-"El futuro está en la bioquímica, en la informática y en la tercera edad". Así se lo oí


decir el otro día a un amigo que quería señalar tres cauces para quien busque por dónde orien-
tar su vida de manera rentable y útil. Lo que me llamó la atención es cómo juntaba dos temas
punteros de progreso, como son la bioquímica y los ordenadores, con otro tema de decadencia,
como es la tercera edad. Esto me hizo pensar en la cruz. El esfuerzo mayor de la humanidad es
por eliminarla, pero la cruz es terca, toma múltiples formas y está sujeta a diversas
interpretaciones, y siempre reaparece porque siempre permanece. Así que será cuestión de que
la miremos cara a cara, junto a la bioquímica, los ordenadores y la tecnología punta, y que
descubramos lo que nos quiere decir. ¿Os interesa?.
-De entrada, no -responde Juan después de un breve silencio inquieto-. Lo que me
interesa no es la cruz, sino lo contrario. ¿Por qué tengo que encarar la cruz a mis dieciocho
años?
-Es extraño ese tema, ¿no? -apostilla Silvia.
-Sin embargo, varios de vosotros lleváis cruces colgadas al cuello, incluso en tu oreja
veo una como pendiente.
-Esto es un adorno -dice Florencio en un tono entre aclaración y excusa.
-Más que un adorno. Os digo que para vosotros es más que un adorno, aunque no lo
penséis.

El que habla es Toño, sacerdote de unos cincuenta años, que se ha reunido con esta
veintena de jóvenes a hacer unas "Convivencias".
Toño piensa que lo esencial de la vida cristiana ha de ser lo esencial de la vida, sin más, y
que lo esencial de la vida de Jesús ha de coincidir con lo esencial de la persona humana. Estos
muchachos, cristianos bautizados, dudan sobre lo que es realmente esencial en la vida cristiana e
incluso en la vida, sin más calificativos. Toño ha decidido encarar directamente el tema porque
los días pasan veloces y porque lo que más mueve a un hombre es el ejemplo heroico de otro
hombre; así que lo presentará directamente.
-"¡Ecce Homo!"-dice señalando el crucifijo que cuelga en el centro de la pared-.¿Sabéis
lo que quiero decir?
-No.
-"¡He aquí al Hombre! ¡Este es El Hombre!". Estoy de acuerdo con vosotros, la cruz no
es lo más importante, pero el Crucificado, sí. ¿Qué nos importa la cruz? Nos importa el que
cuelga de ella, el Crucificado, el que es asesinado y se entrega voluntariamente al mismo
tiempo. Parece un pingajo, pero es el más grande, el inconmensurable, el que llena todas las
cumbres y ocupa todos los valles, el que está en lo más alto porque estuvo en lo más bajo, es El,
Jesucristo, el Crucificado que vive, el Hombre. Os lo presentaré".

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LOS LARGOS CUCHILLOS

DE

AQUELLA NOCHE JUDICIAL

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El grupo se reúne en una sala que está encima de la nave lateral de la iglesia, con dos
grandes ventanales por donde entra la abundosa luminosidad de esta mañana de abril. Han
formado corro con sus sillas de escuela con plataforma en el brazo derecho para escribir y
bandeja de varillas metálicas debajo del asiento. Toño ocupa una silla anónima en el corro
uniforme y empieza su relato, aclarando desde el principio que los acontecimientos se
desarrollaron en varias sesiones.

Primera sesión :

INTERROGATORIO POLICIAL
-La cosa llegó a su punto culminante en una noche de jueves a viernes. No ha habido
nunca una noche tan dramática y tan fecunda como aquella, fue la última noche de Jesús y la
pasó toda despierto. Los Evangelistas proyectan el foco de su linterna a algunos momentos
especiales de esa noche y lo hacen con rapidez, como quien en unos instantes quiere descubrir
todos los rincones y se ve obligado a mover la linterna con rapidez. No lo descubren todo, para
que nosotros nos obliguemos a descubrir con nuestros propios ojos externos e internos lo que allí
pasó. Escudriñando trabajosamente esa noche encontramos muchas más cosas que en la cómoda
luz del día. Por otra parte aquella noche era bastante luminosa por el plenilunio que marcaba el
inicio de las fiestas pascuales.
Toño quiere alargar un poco más su preámbulo porque se da cuenta de que aún no ha
despertado suficientemente el interés del grupo y sabe que Cristo solamente es descubierto desde
el interés previo; pero Laura, pantalones tejanos azules y deportivos blancos, le interrumpe y
anima:
-Puedes empezar, ¿qué pasó esa noche?
-¡Si yo pudiera decirlo con suficiente realismo!¡Si yo pudiera, primero, penetrar
profundamente en lo allí sucedido y, segundo, encontrar las palabras adecuadas! Esto no es un

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preámbulo formulista, porque os he de confesar que esa noche me sobrepasa por todas partes, por
la luz de su oscuridad y por la oscuridad de su luz, por lo poco que se ve y por lo mucho que se
intuye, por lo que tiene de humana y por lo que tiene de divina, porque sucede simultáneamente
en el tiempo y en la eternidad, porque es irrepetible. Creo sinceramente que hablar de esa noche
es una temeridad, pero tenemos que hacerlo.
-¿Tanto te cuesta?
-Al contrario, me encanta, pero lo que no sé es cómo hacerlo.
-Pues empieza. Dinos simplemente lo que pasó, aunque sea a retazos, y luego entre todos
tejeremos el tapiz y veremos lo que nos dice.
-Me parece muy bien -dice Toño-. Por lo demás así lo hacen los primeros relatores, los
Evangelistas.
Aumenta unos grados el interés del grupo, saben que Toño no es un romántico ni un
superficial y algunas miradas esperan ya ansiosas los primeros enfoques de la linterna en bús-
queda.
Toño va a invitarlos a que se metan en el túnel del tiempo y se trasladen a la vieja y
sagrada Jerusalén de hace veinte siglos, con sus estrechas callejuelas y unos cuantos palacios,
sobre todo el inmenso Templo, sobresaliendo dominadores por encima de los tejados; pero solo
hace un quiebro mental y deja que cada uno se sitúe donde quiera, en la vieja Jerusalén o en la
moderna ciudad, porque esa noche es universal también en el espacio. Así que, sin más
precisiones geográficas, empieza :

-Era aproximadamente media noche. La escena sucede en la residencia de Anás, un


personaje aparentemente accidental enfocado una sola vez por un Evangelista, nosotros le
enfocaremos luego con más detención. Jesús llega atado ante este personaje; le acaban de
apresar en Getsemaní, que se traduce por "lugar de aceite", un huerto situado en las primeras
estribaciones de un monte vecino a la ciudad, el Monte de los Olivos. Un grupo heterogéneo, en
el que se mezclan guardias del tribunal judío con otros del Templo y gente del pueblo, han sido
los encargados de la detención; este grupo merece que luego le enfoquemos también con nuestra
linterna, pero de momento nos detenemos en el otro cuchillo que el tal Anás quiere clavar ya a
Jesús.
-La cosa, por lo que veo, va de cuchillos. ¿Se pretendía asesinar a Jesús? -pregunta Edu.
-Exactamente. Pero se quería dar a todo el asunto un cauce legal, no cuchillos asesinos
sino cuchillos legales -responde Toño.
-De entrada -dice Ana- no veo que haya que pensar que querían un asesinato,
seguramente buscaban someterlo a la ley como a cualquier ciudadano que la quebrantase; tengo
entendido que Jesús se saltaba fácilmente algunas leyes que le parecían sin sentido, y esto resulta
siempre peligroso.
-Además -insiste Edu- les habría sido más fácil asesinarlo que juzgarlo; un asesinato
anónimo y bien cubierto trae menos complicaciones que una condena legal fraudulenta; si lo
llevan a juicio es que quieren más la justicia que el asesinato.

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El grupo ha empezado a participar en el juicio, no se resignan a ser meros oyentes ni
espectadores; la noche confunde los personajes y cualquiera de ellos puede ser uno de nosotros;
de momento el grupo juzga desde fuera, como un jurado, no se ve agente directo aunque sí
afectado por lo que allí sucede y quiere aclararlo. El narrador agradece en silencio las primeras
objeciones que indican que nadie queda indiferente ante el juicio de Jesús, y continúa :
-También nosotros podremos más adelante juzgar el juicio y repetirlo, si os parece mal
llevado. De momento os señalo que todo lo sucedido esa noche va más allá de las apariencias.
-Continúa. ¿Qué pasó? -pide Laura, que parece la más interesada, aunque no deja claro si
su interés es simplemente por el relato o por Jesús.
-Lo primero que pasó es que Jesús, libre como un espíritu y como un bohemio, quedó
convertido en un reo, lo expresan claramente las ataduras de sus manos y el cordel con que lo
conducen. Antes de sentenciarlo judicialmente ya le han sentenciado a privación de libertad, a
no ir donde y como quiera, de pronto unas manos adversas le inmovilizan y conducen a base de
tirones. El primer cuchillo mortal va directamente contra su libertad.
Edu hace notar que así sucede con todos los reos, lo primero es
detenerlos y privarlos de la libertad de movimiento, porque la
libertad es un bien tan grande que solo se puede suprimir
mediante un juicio y es tan peligrosa que es lo primero que se
suprime ya antes del juicio, aún a riesgo de una declaración
posterior de inocencia. Toño quiso aclarar que Jesús sufrió esa
noche las cuchilladas de todas las libertades suprimidas
injustamente, pero aún no es el momento de exponer la dimensión
salvífica de la Pasión; lo que sí queda claro era su dimensión de
solidaridad, porque nada de lo que le sucede es ajeno a los
hombres.

La intriga afilada

-El segundo cuchillo -sigue narrando Toño- es el de la intriga. Anás pasa rápidamente
por la vida de Jesús y el rastro que deja es el de la intriga. Es un intrigante. Durante varios años
fue Sumo Sacerdote, cargo supremo del pueblo israelita, y cuando pierde el cargo, después de
nueve largos años de ejercicio, logra que le sucedan en el mismo sus hijos y ahora su yerno; en
una época en que los Sumos Sacerdotes eran nombrados por la autoridad romana, solo las intri-
gas, con las correspondientes concesiones, lograban esa sucesión. La intriga es más peligrosa que
los gritos y que las acusaciones directas, ante las que uno puede establecer una defensa; pero
¿qué defensa hay contra la intriga si lleva la cara tapada? Cuando Jesús vio la cara de Anás esa
noche ya era demasiado tarde porque la intriga ya llevaba mucho tiempo trabajando contra él.
-No me gustan los intrigantes -declara Ricardo a quien la espontaneidad le sale por los
poros y que se sonroja con facilidad.
-Son un fastidio -apoya Silvia.

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Toño sigue hablando de Anás como prototipo de la intriga: actúa de noche, su nombre no
aparece oficialmente en el protocolo judicial, no se preocupa tanto de Jesús como de sí mismo y
de los suyos, no puede condenar porque no tiene cargo judicial pero influye en el tribunal. . . ;
todo lo hace en la sombra, en la noche, en voz baja, mediante intermediarios secretos y serviles,
no quiere que nadie conozca sus pasos sino solo los resultados. Su intriga está preñada de
malicia, aunque él mismo se autoconvenza de que está defendiendo el bien del pueblo de Dios;
una malicia bien vestida de legalidad pero que no puede esconderse de la mirada escrutadora de
Jesús.
-Es tan terrible la intriga que puede llegar a matar -dice Ricardo-. ¡Hay que
desenmascarar a los intrigantes! ¡Hay que matar a la intriga! Su cuchillo está envenenado.
Comprendo que Jesús empezase a temblar ante un hombre así.
-No creo que temblase -corrige Alex-, Jesús no temblaba ante nadie. Más me lo imagino
mirándole con desprecio, porque lo único que merecía era escupirlo a la cara.
-¿Por qué le llevaron ante Anás si no era ninguna autoridad oficial? -pregunta Ana.

Antes de responder, Toño quiere aclarar unos puntos.


Por haber sido Sumo Sacerdote durante nueve años, Anás continuaba formando parte por
oficio del Gran Sanedrín, el tribunal supremo de la nación; además era suegro del Sumo
Sacerdote en ejercicio ese año, Caifás, por lo que el cargo no había salido de la familia en los
últimos tiempos. Por su larga historia en el poder o en su entorno tenía acumulada experiencia de
cómo manejar los asuntos difíciles, logrando que, si no se aclaraban, al menos no le
perjudicasen. Quizá presidía uno de los otros dos tribunales locales que funcionaban en Jerusalén
para asuntos menores. Es el hombre que todos los poderosos quieren tener cerca, pero a su favor.
El juicio contra Jesús era inevitablemente complicado y requería un hombre así, manejando
oportunamente los hilos. La excusa se la proporcionó la sospecha de que, detrás de Jesús,
hubiese un grupo de galileos fanáticos dispuestos a sublevarse precisamente en esos días
festivos.
-¿Qué sucedió exactamente ante ese Anás? -insiste Ricardo.
-En primer término -responde Toño-yo recalco vuestra atención sobre el hecho de que se
encuentren frente a frente dos hombres tan opuestos como Anás y Jesús. ¿Os imagináis la
reacción interior de Jesús? Le acaban de detener pero no le han dicho por qué ni para qué, y se
encuentra de repente ante un desconocido del que solo ha oído el rumor de que es un hombre de
gran energía y muy diplomático y que además es suficientemente rico como para comprar
beneficios. Los ojos de Jesús van directos, como siempre, hacia el interior de aquel hombre y
rápidamente descubre ahí su sentencia de muerte por un problema de incompatibilidad de
intereses; no pueden convivir juntos hombres que defienden intereses tan opuestos y
contradictorios; el interés de Jesús es el Reino de Dios ofrecido a todos, sin distinción ni
exclusión, el interés de Anás es egocéntrico para él y los suyos, aunque también dice defender
los intereses de Dios. Lo primero que Jesús sintió fue el aprisionamiento de Dios entre estos
intereses opuestos. Porque os advierto que la Pasión de Jesús es inseparable de la Pasión de Dios
y resulta incomprensible la una sin la otra, en todo el relato tened presente este punto de vista.

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Se nota en el grupo un interés inicial por penetrar en el nuevo planteamiento de Toño,
pero apenas lo logran. Saben genéricamente que Dios anda entre los desfiles del mundo y hasta
en las entretelas de los vestuarios, pero no aciertan a verlo identificado en situaciones tan
concretas como las de Jesús esa noche; ¿no es lo humano un asunto solamente humano?
-Preguntabas, Ricardo, qué sucedió aquella noche -sigue Toño.
-Eso es.
-Exactamente no te lo puedo decir, porque las crónicas son muy deficientes. En primer
término Anás no es el presidente del tribunal, aunque actúe por condescendencia y cálculo inte-
resado de éste; por eso lo suyo, más que un juicio, es un interrogatorio policial antes de entrar en
el tribunal. Anás, astuto y práctico, sabe que un juicio donde no hay una acusación y unas
pruebas precisas tiene el peligro de derivar en una confusión tal que avergüence incluso a los
jueces; por eso Anás pretende confeccionar un buen pliego de cargos.
-¡Un interrogatorio policíaco!
-¡Con nocturnidad!
-Conozco esos sistemas -afirma Félix-, una vez fui sorprendido en una de las actuaciones
de los "cabezas rapadas ", hubo un par de heridos graves y fui golpeado como si formase parte de
la organización, se empeñaban en que yo afirmase lo que ellos decían.
La conversación se anima y salen a relucir las intrigas, los golpes, los pasos sigilosos, las
violencias verbales y físicas de muchos sótanos donde se trata de quebrantar la voluntad del
acusado; nadie sabe lo que allí pasa, se borran las huellas de violencias físicas y la víctima será
acusada de difamación si las denuncia.

Le preocupa lo que quede después

Seguramente Anás está acompañado de algún otro delegado del Sanedrín y de algún
amanuense presto a tomar nota de cualquier respuesta inculpatoria. Lo primero que le sorprende
e inquieta es la actitud de Jesús; acostumbrado a reos que se rebajan y humillan, vistiéndose de
negro, con el pelo revuelto y gimoteando con gestos serviles para provocar la compasión del
juez, se encuentra con un Jesús con dignidad personal, aunque no altivo ni provocador como
algunos guerrilleros, sin ningún servilismo ni miedo en su expresión; esto mismo extraña y excita
a una autoridad tan experimentada como Anás; "pronto caerás", debió pensar.
El antiguo Sumo Sacerdote interroga con astucia y autoritarismo pero Jesús no se
achanta, calla o da respuestas calculadamente breves y precisas, que confunden a quien interroga
y le hacen pensar si a este reo le gustan las ironías.
-Según Juan, el último cronista contemporáneo a los hechos -continúa Toño-, Anás
"interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina" y Jesús le contestó que siempre había
hablado en público y para todos, por tanto, "pregunta a los que me han oído lo que les he
hablado, ya saben ellos lo que he dicho". Ante esta respuesta, uno de los guardias "dio una
bofetada a Jesús diciendo:¿así contestas al Sumo Sacerdote?". Si tuviésemos que interpretar esa
bofetada, ¿qué diríamos? -pregunta Toño.

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-Está clarísimo -responde Félix-, es un policía chulo y cobarde que no tiene más razón
que la de los puños. ¡Hijo de p.!, ¿por qué tienes que pegar a un hombre así? Y ya me extraña si
no le pegó además una patada en sus partes.
-Es un adulador -dice Silvia-, un "trepa", lo hace para congraciarse con su jefe, es uno
que soba el hombro, conozco muchos así; son capaces de todo con tal de arrimarse al de arriba.
-Yo -dice Alex- lo veo más bien como un gesto de impotencia ante Cristo; no pueden
doblegarle en nada, ni en la palabra.
-Esto nos devuelve al punto más interesante, a la actitud de Jesús. Si enfocamos nuestra
linterna a Jesús en esa escena nocturna, )qué vemos? -vuelve a preguntar Toño.
-Un tipo que los tiene bien puestos; tipos así necesita la policía -responde rápidamente
Félix, que sigue acordándose del día en que fue detenido.

En el grupo se abren pausadamente otras visiones.


A uno le impresiona su dignidad, su no ceder ni al peligro ni a la trampa, conoce la
situación y no se deja engañar ni torcer; no tiene miedo o lo aguanta, su actitud infunde respeto.
Para otra muchacha del grupo, que interviene por primera vez, Jesús seguramente sintió
compasión por aquel hombre altivo que quiere engañarle y someterlo a la fuerza; Jesús era un
hombre de sentimientos maravillosos, incapaz de odiar. Otro ve en Jesús la sorpresa, no entiende
por qué le detienen, piensa que ha sido una equivocación y se comporta con ironía desenfadada y
responde con ingenuidad, esperando que le suelten de inmediato. Pero otra muchacha dice que
allí no hubo ninguna sorpresa para Jesús que, si era Hijo de Dios, sabía muy bien que aquello era
el final, y por eso no se opone ni revela. Hay quien tiene una visión más espiritual y cree que
Jesús quería dejarse matar por nosotros, por nuestros pecados; así de sencillo se lo contaba su
abuela cuando era niña.
El grupo recibe con la misma normalidad las interpretaciones de la abuela y las del
apaleado por la policía; lo que sucede es que olvidaron la interpretación de la abuela y no han
escuchado más esta narración. Los cuchillos de esta noche empiezan a abrirles heridas de luz.

Ahora les toca a ellos

El narrador continúa su relato:


-Aunque esos interrogatorios no siguen nunca un cuestionario fijo, dos puntos interesan a
Anás:los discípulos y la doctrina de Jesús. Antes de liquidarlo, quiere conocer bien el alcance
de su obra, porque algunos movimientos son más fuertes después de la muerte del fundador y el
Templo no aguantaría este riesgo. Así que le interroga seriamente sobre esos dos puntos.
Toño deja caer un silencio intencionado.
El interrogatorio de Anás vuelve a sonar en el corro, suena repetidamente hasta que los
muchachos se dan cuenta de que a Jesús le están interrogando por ellos. La misma pregunta de
aquella noche se plantea hoy en conciliábulos y en voz alta, de día y de noche, para unos es una
pregunta íntima y para otros es tema de debate culto en algunas reuniones. En una sociedad
de libertades y de novedades continuas, siguen interesando los cristianos, con su origen

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tan antiguo: )quiénes son?¿)qué puesto ocupan en la sociedad? Frente a la figura siempre
admirable y cuestionante de Jesús, la pregunta se hace inevitable: ¿se parecen los cristianos a
Cristo? ¿son sus continuadores o sus deformadores? ¿la doctrina que rige en la práctica la vida de
los cristianos es la del Evangelio?
La pregunta de Anás es comprensible. Jesús no es un Rabí oficial, no se ha formado con
ninguno de ellos ni en sus escuelas y, sin embargo, habla con autoridad propia demostrando una
seguridad superior incluso a la de los profetas, como si tuviese contacto directo con Dios. Cada
Rabí tiene un círculo de discípulos a los que transmite conocimientos esotéricos que no enseñan
al público, porque "el secreto de Dios" solo es asequible a unos privilegiados. Naturalmente todo
esto inquieta a Anás: ¿qué doctrina secreta enseña Jesús a sus discípulos? ¿qué se planifica en
sus reuniones? La seguridad de Jesús ¿le viene de sí mismo o de la respuesta positiva de la
gente? Quizá sospecha que Jesús haya fundado una sociedad secreta con fines extraños; al menos
actúa como si lo sospechase.

Pasa un momento de silencio en que el grupo espera la respuesta de Jesús a Anás, pero no
llega. A estas horas Anás ya sabe que sus discípulos han huido cobardemente del Huerto, por lo
que quiere clavarle a Jesús el alfiler de su ironía. Jesús calla porque no tiene nada que responder,
puesto que su doctrina es pública y los discípulos han huido.

La pregunta no respondida entonces se clava ahora en el grupo y el silencio de Jesús


continúa en el silencio de los reunidos.
-Bueno -dice, al fin, uno- parece que a Jesús le preguntan por nosotros. Así que no
podemos continuar callados, a no ser que hagamos de nuestro silencio una confesión de culpabi-
lidad.
-Para empezar yo le diría a Anás que han pasado veinte siglos y aquí continúan sus
discípulos, a centenares de millones; que no se equivoque ningún Anás, que, si Jesús no murió,
sus discípulos tampoco, no han parado de aumentar. Dicho esto, estoy dispuesto también a
confesar mi culpabilidad.
Alex ha vuelto a sacar su entusiasmo por Cristo, es el único del grupo que hasta ahora lo
ha manifestado.
-Lo tuyo, Alex -le dice Rodri- me parece estupendo, pero ninguno de nosotros hemos
manifestado tu entusiasmo, que el otro día te oí a los dos de la madrugada en un pub, pero yo me
callé; sin embargo, todos somos oficialmente discípulos de Jesús.
-Yo no creo haberlo manifestado nunca en público -se sincera Ramón-, sin embargo,
algunas veces he manifestado lo contrario.
-Cobardes, así somos -sentencia Mari.
-Y hipócritas -añade Ramón- porque yo he callado lo que verdaderamente siento y he
manifestado lo que no siento. Si no soy discípulo verdadero de Jesús, no es por un problema de
ideologías, sino por falta de agallas.

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De las confesiones personales se pasa a un análisis de la situación actual de los discípulos
de Jesús. ¿Se les puede reconocer fácilmente? ¿Tienen que señalarse por algunos signos
específicos o es mejor que se distingan solo por la integridad de su vida? ¿Es una cuestión
meramente interior o también externa?
Del tono interrogatorio y cuestionante vuelven otra vez al plano testimonial; )conocen
algún discípulo auténtico de Jesús hoy?; todos conocen algunos y aportan su relato al grupo.
Luego caen en la cuenta de que el recuento espigado de esos testimonios expresa algo negativo
porque aparecen como excepción, cuando debieran ser lo normal. Quizá es solo un problema de
visión, no saben ver los que hay, porque una característica del discípulo auténtico es no llevar
pancartas de autoproclamación. De todas formas, por el grupo cruza el aire frío de un discipulado
mediocre, sin apenas señales de identidad, bastante cobarde para manifestar lo que es, incon-
gruente en su vida práctica con su origen de fe... En fin, que Jesús hizo bien en callar cuando
Anás le preguntó, ¿qué habría podido decir?
-Esto fue un nuevo cuchillo contra Jesús aquella noche -confiesa Joan-, Anás sabía bien
dónde golpeaba.
-Admiro a Jesús -confiesa Ricardo- que nos defendió con su dignidad; ni se sonrojó ni
manifestó ninguna decepción ni lloró hundido; confiaba en nosotros más que aquel autoritario
hipócrita y más que nosotros mismos.
La inquietante doctrina

En este momento Toño recuerda que Jesús también ha sido interrogado por su doctrina.
Cuando tanto se ha hablado de la fuerza o el ocaso de las ideologías, tienen más importancia las
doctrinas de vida, como la de Jesús; las ideologías se orientan generalmente a un sistema
estructural, a una determinada manera de confeccionar la sociedad, mientras que la doctrina de
Jesús se dirige al hombre por dentro y sólo desde aquí tiene una repercusión social.
Anás sabe que una doctrina capaz de cambiar a un hombre por dentro puede terminar
siendo una bomba social en la medida en que avanza de hombre en hombre, de comunidad en
comunidad; no conoce bien la doctrina de Jesús, pero la teme; algo entiende de entusiasmos
populares, que bajan más fácilmente que suben, mientras que en el vaivén de entusiasmos en
torno a Jesús ve que quedan reflujos de adictos y sentencias suyas que el pueblo empieza a
repetir con convicción.

-Sobre su doctrina sí pudo responder Jesús -dice Edu.


-Tampoco lo hizo -responde Toño-. Ya nos ha dicho el evangelista Juan que no la quiso
exponer de nuevo ante aquel hombre cerrado sino que le remitió al público, el verdadero destina-
tario de su doctrina; que preguntase a los que le habían oído y ellos le dirían si esa doctrina les
servía realmente para la vida.
Anás no insiste, conocía ya lo suficiente de esa doctrina, los escribas le habían
transmitido los principales puntos y las hábiles respuestas a sus preguntas tramposas; por otra
parte, ¿cómo iba él a rebajarse preguntando al inculto pueblo que escuchaba a aquel galileo sin
formación? La respuesta de Jesús era una humillación para él, aunque se guardó mucho de
demostrarlo.

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Ahora la respuesta de Jesús cae más directamente sobre el grupo. ¿En qué creen ellos?
¿Qué doctrina rige su vida? ¿Tienen siquiera alguna doctrina? ¿Tiene algo que ver la doctrina de
Jesús con su actitud frente al dinero, al sexo, a la moral, a la competitividad social, etc. ?
-¿En qué doctrina creemos nosotros? Como todo el mundoresponde Ricardo-. Gritamos
demagógicamente contra algunos puntos pero no somos capaces de renunciar a eso contra lo que
gritamos. Creemos en el dinero, en el poder, en el bienestar. Somos capaces de hablar de
marginados y del tercer y del cuarto mundo, pero ¿hacemos algo por ellos? Yo me asusto cuando
me preguntan en qué creo y prefiero callar y seguir como voy.
Ramón interrumpe el alegato de Rodri:
-Sin embargo, se necesita una doctrina, unos principios para vivir. Porque la vida es algo
y va a alguna parte. Lo que más admiramos de Jesús es precisamente su manera de vivir, otros
han dicho cosas más geniales y hasta han hecho más prodigios, pero solo El ha vivido así,
porque había una doctrina fundamental en su vida. Si me pidiesen explicarla confieso que me
pondrían en un apuro.
Las opiniones se entremezclan. Hay doctrinas que rigen la vida, pero comúnmente las
vidas no están dirigidas por ninguna doctrina y realidades como el dinero o el placer terminan
convirtiéndose en principios inexorables. Característica del cristiano ha de ser una doctrina
propia que produzca vidas como las de Jesús, porque la mejor doctrina no es la que se apoya en
mejores argumentos sino la que sirve para vivir mejor.
-¿Qué queda de la doctrina de Cristo?
-Fuera de los libros, no la veo por ninguna parte.
-No exageres. La Iglesia misma...
-Por favor, no confundas, estamos hablando de Cristo.

Toño interviene antes de que todo se pierda en dialéctica o se diluya en otro golpe contra
la Iglesia.
-Anás no logró sacar de Jesús ninguna confesión autoinculpatoria; si quería acusaciones,
las tenía que poner él. Aparecieron los primeros cuchillos contra Jesús, que vio cerradas todas las
puertas de una solución rápida. El interrogatorio no se pudo traducir en un pliego ordenado de
acusaciones, pero Jesús quedó definitivamente acusado. Sin embargo,Anás también se sintió
acusado por aquella presencia tan íntegra de Jesús.
Los muchachos confiesan su postura :
-Yo también me siento acusado; soy de los discípulos por los que él no pudo responder.
-A mí me acusa su doctrina, mejor dicho, su no influencia en mi vida.
-A mí, incluso el desconocerla.
-Yo me siento acusado por haberme visto siempre fuera de ese juicio.

El juicio de aquella larga noche de los cuchillos ocultos está siendo vivo. Aparecen
muchos "Anás" de la sociedad, personas que maniobran el mal desde lo oculto, porque el mal
nace siempre oculto en le interior y en planificaciones secretas antes de aparecer en público.

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Cada uno de los presentes lleva un " Anás " dentro dispuesto a acusar por planteamientos
religiosos que ellos son incapaces de vivir. Aparecen escribanos dispuestos a tomar nota
hipócrita y aumentada de fallos y acusaciones nunca comprobados, solo porque el fallo ajeno nos
autojustifica, convertimos a la sociedad en chivo expiatorio de nuestras culpas. También aparece
Jesús, bien reflejado por algunos, más de los que ellos piensan, aunque siempre escasos. Aquella
escena nocturna se ha repetido tantas veces que ahora les sorprende encontrarse implicados.

-Estamos aún en el preámbulo del juicio -concluye Toño-, en ese interrogatorio policial
fracasado, hacia la media noche del jueves al viernes, y en nuestro interrogatorio personal; quien
no se sienta interrogado no entiende nada de lo que allí pasó. Nuestro encuentro dura ya dos
horas y hemos de terminar.
-¿Se sabe cómo acabó el interrogatorio de Jesús? -pregunta Laura.
-Juan lo dice de forma precisa y lapidaria:"Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo
sacerdote ". Si hubiese logrado un pliego de cargos, habría ido personalmente a llevarlos pero,
tras el fracaso, al reo lo llevaron los guardias.
- ¿Dice que lo envió "atado"?
-Sí, es un dato que repite varias veces el relato evangélico; con cuerdas o cadenas, no
precisa; era normal en un reo, aunque resulte insultante en Jesús.
-"¿Atado!" -suspira Ricardo.
-¿Ya le hemos soltado? -pregunta de repente Ramón-. Tengo la sensación de que en mi
vida continúa atado, no le dejo moverse tranquilamente ni siquiera en mi interior. Y no digamos
en la sociedad.

Toño se levanta y el grupo lo hace lentamente, cada uno golpeado por la última pregunta
de Ramón.
Acaban de entrar en un proceso intrigante donde no caben meros espectadores.

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UNA ESPERA ANGUSTIOSA

Las horas de la noche, sobre todo cuando ningún reloj las marca, se diluyen en una masa
de tiempo compacto y alargado.Liberado de Anás y antes de llegar a Caifás, Jesús entra en esa
masa pesante y opresiva de unas horas sin tiempo, como si una eternidad vacía se hubiese
condensado en ellas. Toño no dedica ningún tiempo especial de la reunión a analizar estas horas,
como tampoco lo hace el relato evangélico; pero esas horas sí forman parte del grupo y continúan
pesando en él, cada uno se las va imaginando a su manera,después de separarse.

Irene, que no habló nada en la reunión de la mañana y que estudia historia, se imaginó un
calabozo con una pesada puerta de hierro chirriante en sus goznes oxidados, no por falta de uso
sino por falta de cuidado; Jesús no dispone ahí más que de un banco corrido de piedra, que sirve
de asiento y de cama, ni más luz que el resplandor que llega de la lámpara de grasa barata de los
guardias vigilantes; es posible que en el calabozo hubiese otros detenidos y alguno de ellos
intentase el clásico diálogo sobre su detención. Irene se detiene en este presunto diálogo. La
única libertad que no pierden los reos es la de la lengua. La noche no permitía ver bien los
rostros pero el detenido anterior, acostumbrado ya a la oscuridad, ve más que Jesús y distingue
en su rostro algo especial, una expresión digna y recogida hacia dentro que le intriga. Sus
preguntas obtienen respuestas demasiado breves, solo logró saber su nombre y que era muy
difícil entender por qué lo habían detenido, como si estuviese muy cansado o no le preocupara
demasiado su situación; a pesar de todo, no dio ningún signo de que le molestaran las preguntas.
Edu piensa que Jesús está planificando una estrategia para liberarse de aquel juicio
absurdo y de la condena ciega que veía venir; pero cambia de reflexión porque Jesús no pensó
ningún momento en liberarse, era uno de esos casos de extraño fatalismo en que la sentencia
llega rauda como una picadura de serpiente y, cuando quieres reaccionar, ya estás irremediable-
mente envenenado; aunque seguramente Jesús lo veía de otra manera, había entrado en una
dinámica superior, venida de arriba, y quería colaborar con ella. Quien seguramente sí
planificaba alguna estrategia de liberación era alguno de sus amigos influyentes.
Félix ve a Jesús en oscuros calabozos actuales, con un jergón lleno de suciedades de
detenidos anteriores y cerca, una sala de interrogatorios; ennegrece más de la cuenta los
calabozos que él conoce pero se queda corto ante otros, donde la justicia no es moneda corriente
y el reo es solo un gusano de cloaca. Ve a Jesús despojado de toda dignidad y al que solo
permiten salir de un calabozo para ir a otro y así va recorriendo todos los calabozos y cárceles de
ahora; las horas de la noche se alargan lo suficiente como para que termine el recorrido; al final,
lo ve exhausto, lleno de suciedades, pero extrañamente firme.
Alex lo mira con asombro admirativo; ahí está, sentado en el banco de piedra, sin ni
siquiera hundir la cabeza pensativa entre las manos, como quien lee un libro cuyo último capítulo
ya conoce; de vez en cuando se levanta y da unos pasos, tiene la misma dignidad erguido que
sentado, ni una queja ni un gesto de debilidad; si apareciesen a su lado todos los afectados por su
caso, se le vería el más íntegro. La fuerza le viene de dentro, algo que no entienden los guardias

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que de vez en cuando sueltan algunas frases despectivas. ¡Cuánto daría Alex por entrar en ese
interior de Jesús y encontrar su fuerza durante esas horas! Si ese calabozo se agrandase hasta
llenar el mundo, éste sería más agradable que ahora y pronto dejaría de ser calabozo.
Laura lo ve en oración; muchas veces ha oído que Jesús tenía una pasmosa facilidad para
la oración y ésta es una buena ocasión. Ve el calabozo como una capilla y a Jesús en un rincón,
orando a un Dios escondido en las sombras; no necesita de la vista y tiene los sensores al
máximo esperando cualquier golpecito de Dios en la pared de su espíritu, sabe que está ahí y que
no se marchará, aunque a veces le ve sufrir como si le pasase momentáneamente una sombra de
duda y otras, casi sonríe. Sí, debe ser verdad que ofrece todo por nosotros. ¡Qué misterio!
Otros ven sobre todo las maniobras que se agitan a su alrededor. Anás sigue inquieto por
encontrar un modo judicial eficaz contra Jesús, no puede permitir que aquel desharrapado galileo
humille su astucia. Caifás, el presidente del gran tribunal, estará rodeado de juristas buscando
fórmulas con base legal, aunque haya que manipularlas un poco. A esas horas habría pasos
apresurados buscando testigos dispuestos a dejarse preparar para una acusación efectiva. Horas
sigilosas llenas de maquinaciones demoníacas y de un misterioso entrecruce de canales entre el
cielo y la tierra; la sangre de los hombres y el agua de Dios llegaban en turbulencias agitadas al
cuerpo de Jesús para derramarse sobre los campos de la historia.
Toño piensa que esas horas son realmente un foco de interés en torno a Jesús. Las
autoridades judías muestran un interés de oposición frontal. Pero dos grupos nuevos se incor-
poran al interés. Uno es el de los guardianes que se preguntan intrigados:)quién es éste que a
estas horas mantiene despiertos a nuestras máximas autoridades? )qué peligro ven en él, si está
tan solo? El otro es este grupo de jóvenes; cada uno por su cuenta se han pasado una hora
mirando a este encarcelado en la fortaleza del Sumo Sacerdote. Se han hecho algunas preguntas y
deciden seguir con el proceso para encontrar respuestas; alguno piensa ya que, si no encuentra
respuestas, es igual, lo importante es encontrarle a El.

Segunda sesión:

ANTE EL GRAN SANEDRIN

A media tarde se vuelven a reunir. El sol de abril sigue iluminando el día, cargando de
vida serena y alegre el ambiente; la primavera se expresa en capullos y temperaturas suaves; la
hilera de macetas junto a la pared de la casa expresa esta novedad primaveral mejor que los pinos
y el eucaliptos, invariables en su verdor; también era abril cuando Jesús fue juzgado.
Esta vez no se reúnen en el patio, Toño les invita al interior de la casa, a una sala distinta
de la de esta mañana. Es una sala cuadrangular bastante amplia, con asientos en forma de tabla
corridos y adosados a lo largo de toda la pared; en el frontal, presidido por un viejo cuadro
oscuro, se interrumpe el asiento de tabla y aparece otro asiento, un poco más elevado, sobre una

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breve tarima. La sala tiene una bóveda bastante elevada y unas ventanas pequeñas en lo alto de
la pared derecha, a ras del suelo externo, porque la sala es un semisótano.
-Sentaos donde queráis -indica Toño-, haremos la reunión aquí. Yo he conocido esta sala
como comedor de la comunidad pero, tiempo atrás, era la sala capitular, que servía para las
reuniones comunitarias y para el "capítulo de culpas", cuando un religioso quería acusarse o
debía ser reprendido por alguna falta contra la vida de la comunidad, una costumbre que favo-
reció mucho la buena marcha de los monasterios, aunque también se prestó a abusos.
Los muchachos se acomodan en los asientos elementales sin apoyabrazos y sin ninguna
mesa delante; algunos dudan en qué asiento situarse, pues aquí hasta el lugar del asiento tiene un
significado; la sala es para un número mayor de asamblearios, por lo quedan dispersos, sin dar la
impresión de grupo, pero cada uno sabe bien por qué se ha colocado así.
Toño capta el significado de esas posiciones y toma la palabra :
-Esta mañana dejamos a Jesús a una hora indeterminada de la noche; yo sé que vosotros
habéis llenado por vuestra cuenta esas horas que El pasó en el calabozo hasta el amanecer; con
vuestro interés y supongo que con el amor habéis acompañado su soledad. Ahora le tenemos
entre nosotros y el juicio va a empezar.
La pausa de Toño suena como el golpe de mazo del ujier indicando que la sala se ponga
en pie porque el tribunal va a entrar; pero ahora el tribunal lo constituyen ellos, por lo quedan en
sus asientos.
-Antes de nada -sigue Toño- unas aclaraciones sobre esa hora, "apenas se hizo de día",
tan temprana para un juicio.
-Es que tenían prisa por lincharlo -dice acusadoramente Félix.
-Aparte de que en aquella época -completa Toño- eran madrugadores hasta para empezar
los juicios, tenían motivos para acelerar la formación del tribunal. El primero es que estaban en
plenas fiestas pascuales, las máximas de la nación y del año, aunque no sabemos si aquel día era
el primero de la fiesta o la víspera, la "parascebe" preparatoria, día igualmente santo, y no
querían celebrarlas con un crucificado colgando de la cruz. Por otra parte, los juicios nocturnos
no tenían validez legal, habían de esperar obligatoriamente a la primera luz del día; así que
empezaron en cuanto la hora legalizaba su reunión. Por uno u otro motivo, tenían prisa, está
claro.
Al grupo no le interesan tanto estas circunstancias como el desarrollo del juicio. ¿Qué
pudieron encontrar en Jesús aquellos jueces para formular una condena?, es la pregunta que
todos llevan dentro. Los hombres nos equivocamos con frecuencia, pero ¿hasta ese punto?
Errores como ése no pueden ser simple equivocación, son maldades, no son posibles sin que
intervengan pasiones torcidas, muy torcidas.
-Sé lo que estáis pensando -añade Toño-, pero os ruego que seáis imparciales; es verdad
que la sentencia pesa sobre el tribunal que la pronunció, pero no debemos juzgarles hasta que les
veamos actuar. ¿Es que un hombre se confunde siempre con su sentencia? ¿Qué sentiríamos si
nos confundiesen a nosotros con algunas de nuestras sentencias y juicios? De momento en el
juicio entran inocentes el reo y los jueces. Culpándolos a ellos nos culpamos a nosotros, que
somos también jueces. La presunción de inocencia vale también para el tribunal. ¿Lograremos a
ser imparciales?

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-¿Es que se puede? Este no es un juicio cualquiera ni un tribunal cualquiera.
La objeción surge por igual de todo el grupo.
-Ellos sí debieron ser imparciales y no lo fueron.
-Aquí no cabe la imparcialidad, admitirlo sería una irresponsabilidad y una hipocresía. Ya
conocemos el resultado y no podemos olvidarlo como si no se hubiese producido; no es igual un
partido en diferido que en directo.
-Ahí tenemos que llegar, al resultado -continúa Toño-; solo conocemos el primer
resultado, pero no los siguientes ni mucho menos el último; porque el juicio de Cristo continúa
abierto y caben otros resultados. La sentencia de aquel tribunal tuvo una inmensa trascendencia
en la historia de la humanidad, pero no tanta como para sustituirla. Quiero decir que no somos
convocados simplemente como jueces de los jueces sino como miembros directos del tribunal; se
trata de nuestra sentencia. Y otra cosa :)qué resultado conocemos? El de la sentencia legal, por
cierto bastante camuflada; pero el resultado del juicio va mucho más allá de la sentencia; aquel
día se juzgaron, condenaron o liberaron muchas más cosas que la libertad de un reo.

¿Se atreverán a juzgarlo?

La vieja sala capitular se transforma en una auténtica sala judicial; Caifás y los solemnes
miembros del tribunal ocupan los asientos corridos, y en unos asientos sueltos delante de ellos se
pueden adivinar también los amanuenses con sus pergaminos, plumas y tinteros. En cualquier
momento entrará Jesús. No hay manera de escapar del juicio. Las viejas bóvedas recogerán
cuanto aquí se diga y lo repetirán como ecos.
¿Qué hará este grupo? ¿Se levantarán como pueblo respetuoso o se quedarán sentados
como jueces? )O se adelantarán como reos para situarse ante el presidente? Es muy importante
este primer momento pues la actitud inicial puede condicionar todo el proceso. De hecho ya no
son los mismos que cuando entraron en la sala. El juicio ya está funcionando.
Toño da una, como si fuese el mazo del juez, y anuncia:
-Cierra la puerta. Ya está reunido el tribunal.
Un aire de solemnidad y responsabilidad cae sobre la sala y el grupo siente un peso
excesivo sobre sus hombros. El peso de la atmósfera tiene algo de divino, aquí se está jugando
algo que tiene que ver directamente con Dios y sus planes para la historia. En la atmósfera pesa
también la responsabilidad de veinte siglos de cristianismo que nació de aquel juicio. Y pesa
igualmente toda la sociedad implicada en lo que aquí se juzga, nadie puede quedar al margen ni
ser sustituido. También pesan todas las decisiones morales y religiosas que han tomado los
hombres antes y después de Jesús.
-¿No estamos todos! -grita uno, como si esto pudiese retrasar su responsabilidad.
-¿Quiénes somos nosotros para juzgar a Cristo? No, no tengo esa pretensión ni cometeré
esa osadía -corrobora otro.

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-¿Cómo podemos representar a nuestra sociedad? Cada persona es la única responsable
de su veredicto y nadie puede pronunciarla en su lugar.
-Sin embargo, ninguno es ajeno a los demás, nuestros actos pasan a la masa de la
humanidad y animan o deterioran la historia; es verdad, no somos islas, el universo entero se
concentra de alguna manera en cada uno. Así que, si a nosotros nos toca juzgar, ¿por qué no? No
hay manera de eludir la responsabilidad que nos viene de ser hombres.
-Si esto es un destino, yo no lo quiero, no me atrevo. Yo entré aquí para ser testigo de un
juicio, no para ser juez.
-¿Es que se pueden separar del todo ambas responsabilidades?
Con este desahogo la atmósfera se alivia un poco y Toño puede empezar su relato.

EL TRIBUNAL SE PRESENTA

-Lo primero es enfocar nuestra cámara al tribunal. ¿Quiénes son? Usaremos una cámara
múltiple :histórica, crítica y religiosa.
-¿Qué nos da esa cámara? -pregunta Irene, la historiadora.
Empieza a explicar Toño que el tribunal supremo o Gran Sanedrín lo componían 71
miembros, presididos por el Sumo Sacerdote. Esta institución equivalía al gobierno nacional,
ahora muy limitado por los romanos, con su función legislativa y de gobierno, aunque lo que más
ejercitaba era la de gobierno. Había tribunales semejantes en las grandes ciudades extranjeras
con colonias judías, como Alejandría o Bata-Joseftá de Babilonia; pero la doctrina del Gran
Sanedrín de Jerusalén se consideraba obligatoria para los judíos de todo el mundo. Un gran
jurado, pero que no tenía que ver con nuestros jurados populares salidos del pueblo con todas las
garantías de la imparcialidad; aquel tribunal no nacía del pueblo, al contrario, se lo imponían.
Nacía directamente del poder, en sus tres grandes sectores: la aristocracia económica (saduceos),
la aristocracia religiosa (sumos sacerdotes) y la aristocracia de la cultura religiosa (escribas);
estos últimos, sobre todo del partido fariseo, habían ido ganando influencia progresiva en el
tribunal desde que la reina Alejandra tuvo que pactar con ellos para compensar su peso social
creciente. Eran miembros por derecho propio los "sumos sacerdotes", es decir los que habían
ejercido ese cargo anteriormente y los cabezas de los principales grupos sacerdotales, así como
los primeros cargos del Templo, como los tesoreros y el comandante, suplente del Sumo
Sacerdote. El principal problema de este tribunal es que, por ser nacido del poder, está más al
servicio del poder que del inocente.
Destaca sobre todos el presidente José CAIFAS, auténtico animal de gobierno que logró
estar en el poder 19 años cuando el promedio no llegaba a cuatro y bastantes a solo uno, porque
adquirían el cargo con costosas compensaciones al gobernador, así sucedió con los tres anteriores

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a Caifás, que solo perdió el poder cuando cayó su valedor político y aún entonces lo heredaron
los otros hijos de Anás; era lo que se dice una familia situada.

Ahora la cámara, después de una toma general, se detiene en un primer plano de las
figuras. Predominan personas mayores, se necesitaba un largo curriculum para acceder a este
cargo. Algunos muestran el desaliño de la hora temprana y de una convocatoria apresurada; dan
la impresión de no haber descansado bien esa noche, porque han funcionado los conciliábulos.
Pero se han procurado vestiduras solemnes, porque esas vestiduras aumentan su autoridad, así lo
sienten los acusados y ellos mismos, con vestiduras vulgares aparecen más vulgares y dismi-
nuidos.
La cámara descubre también otros personajes: escribientes dispuestos a tomar nota de
acusaciones y sentencias; traductores, porque al procurador romano hay que llevarle las actas en
latín, no conoce bien el arameo; guardias encargados del orden; testigos para formular una
acusación o para apoyarla; entre éstos se distinguen miradas humildes, aduladoras, sorprendidas
por aquella solemne asamblea ante la que se encuentran por primera vez, se diría que están
dispuestos a seguir dócilmente la línea impuesta por el tribunal; junto a los testigos están los
encargados de reclutarlos, porque un juicio con tanta prisa no propició acusadores voluntarios;
alguna otra figura que aparece allí puede ser la de responsables de sanedrines locales donde Jesús
había levantado más polémica con sus actitudes. También están el fiscal y el teórico abogado
defensor.

-Realmente era un tribunal muy numeroso.


-Excesivo, sobre todo para agilizar una sentencia justa.
-A no ser que fuesen más bien comparsa del presidente y su grupúsculo de confianza.
-No cambiemos de cámara -corrige Toño-, de momento estamos usando solo la
fotográfica, vemos el tribunal y sus rostros, somos analistas descubriendo lo que se oculta detrás
de esas imágenes.
-Ya me gustaría una buena foto de conjunto y un primer plano de cada uno -dice
Florencio, aficionado a la fotografía. Seguramente esas fotos serían más expresivas que sus
propias palabras; las imágenes no engañan:la mirada, el ceño fruncido, las arrugas de tensión, el
gesto inquieto. . .
Mientras hablan, se encuentran mirándose unos a otros, aunque con cierto disimulo. ¿No
han sido sorprendidos también ellos por una convocatoria inesperada para este juicio? Les ha
pillado desprevenidos y se les nota. ¿Quién de ellos puede ser Caifás? ¿Quién es alguno de los
acomodados saduceos? )Quién tiene cara de vender cualquier testimonio para favorecerse a sí
mismo? ¿Quién es el que, sin conocer realmente a Cristo, se atreve a juzgarle? ¿A quién se le
nota que está dispuesto a condenar sin haber escuchado siquiera las acusaciones?
Cada uno teme lo que puede decir su propia expresión, extrañas denuncias pueden
aparecer en sus caras, de pronto su rostro se convierte en su propio acusador. Alguno mira a la
alta y reducida ventana agradeciendo que sea escasa la luz que por allí entra, así cualquier
expresión sospechosa de su rostro aparecerá solo como una deformación de la tenue luz.

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Toño advierte el nerviosismo interior del grupo y provoca un cambio de posición en la
cámara, enfocándola hacia el exterior de la sala, que es el patio interior del palacio del Sumo
Sacerdote, donde aparece un grupo numeroso de guardias del pontífice, mezclados con otros
guardias del Templo, mostrando cada uno la altanería de creerse de más categoría que el otro
grupo. Y un pequeño grupo de pueblo, entre los que se mezclan los mantos y filacterias
distintivos de algún escriba. También se ve a Pedro y Juan, que horas antes acaban de huir en
Getsemaní pero que vuelven a estar cerca; Juan se mueve con más soltura, parece tener algún
conocido por allí, quizá solo alguno de los criados, pero suficiente para entrar él y hacer entrar a
Pedro.

Quién es competente para juzgar a Jesús

-Ahora -dice Toño- os invito a un enfoque rápido ahora con la cámara crítica. Mirando
con esta cámara, surge una cuestión fundamental:¿Quién era competente para juzgar a Jesús?
Ante la sorpresa e indecisión con que el grupo acoge la pregunta, tiene que precisar:
-El juicio de Jesús ha planteado siempre muchas cuestiones a los críticos, puesto que no
conocemos bien la legislación por la que se rigió. El punto primero es el de las competencias:
¿quién es competente ante tal reo?
El grupo constata cómo habla de "era" y de "es", puesto que las responsabilidades sobre
su condena no han terminado de funcionar ni de definirse. Jesús pasó treinta años en el más
absoluto anonimato, pero luego con sus gestos, su palabra y su sola presencia no dejaba tranquilo
a nadie, era un provocador de conciencias frente al que ninguno podía refugiarse en una postura
neutra. Ahora nos sucede que pasamos épocas enteras en que Jesús no inquieta para nada
nuestras vidas, como si fuese un ausente o un aniquilado, pero de repente surge de nuevo como
un revulsivo y exige las mejores parcelas de nuestras existencia. ¿Quién le da ese derecho?
)Tenemos que reconocérselo o ya es hora de que sometamos a juicio sus osadías? ¿Quién lo
hará?
-Competente frente a Cristo -dice Laura- es todo el que se sienta interpelado por El. Si
Cristo se mete en la vida de alguien, corre el peligro de que éste le someta a juicio a El.
-Sin embargo -replica Eduardo-, las grandes cuestiones de la sociedad no pueden quedar
en manos de cualquiera, tiene que haber unos responsables para realizarla función judicial.
- Es decir -contrarréplica Félix- que unos pocos lo pueden todo, incluso el juzgar en
nombre de los demás.
-No seas demagógico. ¿Es que una sociedad puede funcionar sin jueces? )Es que toda la
sociedad puede ejercer de juez de cada individuo?
-Yo, desde luego -afirma Carmela-, no me siento competente para juzgar a Jesús.
-¿Estás segura de que no lo has hecho muchas veces? -pregunta Rodri-. )No es
precisamente eso lo que se nos está pidiendo aquí?

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El relator recuerda que aquella noche hubo que reclutar a los miembros del tribunal uno a
uno, excepto unos cuantos que desde el primer momento se constituyeron en grupo gestor de
toda la maniobra; cada uno tuvo que dar su respuesta en el hecho de aceptar o no la invitación.
Seguramente las invitaciones no llegaron a todos por igual, hubo una selección inicial dejando
fuera a los que se suponía que simpatizaban con Jesús, como Nicodemo o el docto Gamaliel;
alguno se alegró de no ser invitado, sobre todo cuando ya estaba asegurado el número mínimo de
veintitrés miembros, así no tendría que enfrentarse y ser, a su vez, acusado.
-Esta tarde los invitados somos nosotros. Es también una invitación explícita y podemos
rechazarla -concluye Toño.
Nadie se levanta, aunque alguno muestra su inquietud con un leve agitarse en el asiento.
-Agradezco la invitación -dice Irene-, pero yo creo que estamos aquí más para recordar
aquel juicio que para sustituirlo.
-No te engañes -le dice Ricardo-, una cosa no puede suceder sin la otra.

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LOS AZAROSOS PROBLEMAS

DE AQUEL JUICIO.
========================

Toño cuida de que su relato no sea neutro, pero tampoco debe mostrar demasiado sus
juicios personales influyendo la decisión de los demás.
-Veréis -les dice-. El proceso empezó por unos cauces normales, pero esto mismo creó
las primeras complicaciones. Habían decretado la detención de Jesús, pero ahora tienen que
ejercer de jueces y al mismo tiempo de acusadores, atropello inconcebible en ningún juicio. Así
que la primera cuestión era muy simple y perturbadora:)Quién ejercía allí la acusación? Ningún
reo puede convertirse en víctima condenada si no hay acusador. La pregunta resuena fuerte
aunque nadie la formule:¿Quién es el acusador contra Jesús?
En el grupo nadie se mueve, esperando que Toño dé la respuesta, pero no lo hace.
Algunos se encuentran buscando en su interior las actas de acusación que en ocasiones
formularon contra Jesús; no aparecen muy claras ni firmadas, pero son efectivamente acusadoras;
incluso las que creían olvidadas reaparecen en ese momento. Otros miran a los compañeros,
descubriendo si a ellos les sucede lo mismo.

El relator aprovecha para aclarar que, de acuerdo con las crónicas evangélicas, no está
claro a qué hora sucedió la primera sesión; mientras uno de ellos afirma que el Consejo se reunió
"cuando se hizo de día", otros dicen que a esa hora, "al amanecer", ya habían acabado el juicio
y lo trasladaron a Pilato; tampoco concuerdan en si las sesiones de esa noche fueron una o dos.
-Pero no quiero distraeros -continúa- con este tema accidental; estamos en la cuestión de
los acusadores y testigos que apoyan la acusación, que para su validez exigía un mínimo de dos
testigos perfectamente acordes. Así que aquellos jueces tuvieron que preocuparse de encontrar
quien se atreviese a acusar y testimoniar contra Jesús. Desde que la tarde anterior decidieron
detenerle les inquietó esta cuestión elemental, sin la que todo el proceso se vendría abajo. A bote
pronto, uno diría que no sería fácil encontrar quien cumpliese esta función, sin embargo llegaron
"muchos falsos testigos", dice Mateo. Siempre aparecen, ¿verdad?, mucho más cuando se trata de
un caído; días antes apenas habría aparecido ninguno, pero ahora Jesús estaba degradado; cuando
uno está detenido, ¿con qué facilidad nos convertimos en acusadores!, y hasta detalles
desapercibidos en otro tiempo nos aparecen ahora como aclaradores de su culpa. Lo que parecía
más difícil, encontrar acusadores y testigos, fue lo más fácil. Convenceos, no faltan nunca. La
dificultad estuvo en la discordancia entre ellos, porque "sus testimonios no concordaban ". El
cronista Mateo asegura que "los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, pero no lo encontraban a pesar de los
muchos falsos testigos que comparecían". Marcos aclara que "los testimonios no concordaban",
invalidándose, por tanto, a sí mismos.
-Un momento -interrumpe Anas, ¿afirman que estaban decididos de antemano a matarlo?

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-Sí, eso dicen, aunque podemos preguntarnos si los cronistas no cargan un poco las tintas
sobre la mala fe de aquellos jueces. Es un elemento que no podemos excluir de los juicios, pero
no conviene insistirlo sin más porque la sociedad no puede perder la confianza en su jueces. Sin
embargo, en aquel juicio la actitud subjetiva negativa del tribunal está muy afirmada por los
Evangelios y es evidente que fue un factor determinante en la sentencia. Pero, bueno, ya estoy
cayendo en lo que quiero que evitemos, culpar rápidamente a aquellos jueces, con lo que quedan
convertidos en chivos expiatorios de nuestra propia responsabilidad. Estábamos en el tema de los
testigos.

Testigos "falsos", según afirman los Evangelios. Es el dato que más se ha grabado en el
grupo.
-Me cuesta entender -dice Ricardo, siempre sincero- cómo uno puede prestarse
voluntariamente a un testimonio falso en un asunto de vida o muerte.
-Pueden ser varias las explicaciones -responde Félix, inquieto permanente por lo social-.
Por ejemplo, por congraciarse con sus superiores, a los que vieron muy interesados en esa causa.
-O por miedo, quizá fueron presionados o chantajeados porque tenían cuentas pendientes
y así podían solventarlas.
-O simplemente porque no conocían a Jesús y se tragaron la versión que les dieron en
aquel momento, ¿cómo iban a mentir los responsables de su pueblo?
-Incluso es posible que obrasen con sinceridad, porque no entendían aquellos
planteamientos de Jesús y temieron lo mismo que sus responsables religiosos.
-Como veis -concluye Toño- es fácil encontrar explicación a un falso testimonio; cuando
esta explicación se convierte en justificante personal, se corre incluso el riesgo de terminar
creyendo lo que se testifica.
Otra vez la trasposición del pasado al presente, que nadie se lave las manos en agua
ajena, porque los falsos testimonios producen siempre un efecto negativo.
Una idea común circula por las mentes de varios. El caso Jesús no está bien testimoniado
en la sociedad, ellos mismos se han alimentado sin protestar de algunas ideas preconcebidas y
convertidas en muletillas de repetición, y hasta las han transmitido a otros. Se necesita un
ambiente apropiado y unas ideas claras para poder discernir el falso testimonio contra Cristo,
frecuentemente sutil y equívoco, revestido incluso de progresismo. Sobre todo se necesita estar
previamente dispuesto a aceptar lo que El implica de compromiso personal, sin esta disposición
cualquier falsedad resulta justificable.

La rebelión del Templo

-Si falló el testimonio acusador, ¿cómo es que el juicio siguió adelante?- pregunta Edu,
desde su Derecho de escuela.
-Hubo una tabla de salvación para el tribunal, porque de pronto aparecen dos testigos
concordes sobre el mismo punto. Ante el asombro de la asamblea afirmaron que le habían oído

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decir : "Yo destruiré este santuario edificado por hombres y en tres días construiré otro no
edificado por hombres". ¿Cómo os suena a vosotros esta afirmación?
-A mí no me dice nada, hace mucho que no acudo a los templos y los considero bastante
discutibles y, en todo caso, accidentales incluso para la religión -confiesa Rodri.
-A mí me suena a adivinanza.
-Y a mí a fanfarronada, y no me imagino una actitud semejante en Jesús, si es que dijo
algo semejante.
-Sí lo había dicho -confirma Toño- y fue en una ocasión en que se enfrentó violentamente
a los mercaderes del Templo, porque convertían aquella casa de Dios en cueva de latrocinios;
cuando le preguntaron con qué autoridad hacía aquello, respondió: "Destruid este Templo y en
tres días lo reedificaré". Según esta frase de Jesús, los destructores eran ellos, pero ellos le
acusan a él de ser el destructor. ¿Qué fácilmente se tergiversa un testimonio para que se convierta
en autoacusador! Basta un pequeño fallo en la memoria o en la transcripción, un equívoco, una
intención no limpia, un simple acentuar unas palabras más que otras, o sacar las palabras de su
contexto. El contexto es muy importante en este caso, porque Juan dice que Jesús hablaba de su
propio cuerpo, no del Templo de Jerusalén.
-Es decir -continúa Félix- que lo tomaron como si se tratase de un atentado terrorista
contra un edificio público y representativo de la sociedad. Comprendo que a Jesús lo tomasen
por un revolucionario, ¿es que no lo fue realmente?
-En cualquier caso, de terrorista, nada -corrige Alex.
-Por supuesto, por supuesto -acepta Félix-, pero no me negarás que una amenaza de ese
calibre no podía quedar sin respuesta en el tribunal.
-Sin embargo -continúa Toño-, no fue esa amenaza material la que sintió el tribunal. Para
ellos el Templo era muchísimo más que un edificio, representaba todo, la identidad y el orgullo
nacional, el centro de toda la estructura social, el alma del pueblo y de todas sus expresiones
religiosas, y hasta el principal centro laboral y económico.
El relator se detiene en este punto. De la importancia nacionalista y religiosa del Templo
da idea un letrero repetido varias veces en el muro de piedra que separaba el santuario del
vestíbulo de los paganos; estaba escrito en griego y latín:"Ningún extranjero debe pasar las
barreras y el límite que circunvalan el santuario. El que sea sorprendido en flagrante transgre-
sión él mismo será causa de su propia muerte inmediata". Era, tal vez, la única sentencia de
muerte que los romanos permitían ejecutar a los judíos, el único caso en un judío podía ejecutar
legalmente a un romano, como se lo recordará Tito a los asediados de Jerusalén. ")No os
habíamos autorizado a aplicar la muerte a los que pasasen las barreras del Templo, incluso si se
trataba de los Romanos?". Los judíos eran aún más rigurosos consigo mismos, pues el Antiguo
Testamento reconocía la pena de muerte para cualquier israelita que pisase el Templo en estado
de impureza legal. De hecho, más adelante quisieron matar a Pablo porque introdujo consigo en
el Templo a Trófimo.
Su importancia social se expresa en los 84 años que duró su construcción y los 18. 000
trabajadores empleados en su funcionamiento. El comercio llegaba de todas las regiones cercanas
que llevaban allí sus productos; de aquí vivían los recaudadores y comerciantes de frutas y
legumbres, de cereales, maderas y ganado. Su riqueza se alimentaba, sobre todo, del primer
diezmo que habían de entregarle directamente todos los judíos, y del segundo diezmo cuyo

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dinero habían de gastar obligatoriamente en la ciudad. Era tan llamativa su riqueza que Tito,
después de conquistarlo, se llevó a Roma varias de sus obras maestras consideradas entre las más
bellas del mundo. La fachada de entrada y las paredes del Sancta Sanctorum estaban recubiertas
de placas de oro, tan abundante que, tras la conquista de la ciudad, bajó su precio en la provincia
de Siria.
Y era así porque allí se expresaba la grandeza de Dios y su cercanía y predilección por el
pueblo israelita.

La amenaza de Jesús

En este ambiente suena la frase de Jesús, que no va contra el edificio, sino directamente
contra su significado, sus contenidos, su simbolismo, es decir contra su esencia. Efectivamente
aquel desconocido, en el poco tiempo que llevaba actuando en público, había empezado a
conmover sus formas y sus cimientos. Ellos mismos estaban en peligro. La amenaza se dirige
contra sus personas, ellos son los amenazados, ¿comprendéis?
La amenaza de Jesús recorre la pequeña sala del grupo, revestida con paneles de madera
hasta media pared para defenderse de la humedad; es una amenaza imprecisa, no saben en qué
consiste, pero se sienten afectados y todos temen que se detenga sobre ellos.
Porque algo de su vida tiene que ser destruido y no precisamente algo accidental, que se
pueda cambiar o descambiar tranquilamente, sino algo que afecta a sus cimientos vitales. )O
acaso es que no tienen cimientos y que su vida está simplemente sostenida por unos anchos
muros materiales que además les impermeabilizan contra las intrusiones espirituales? Es impre-
visible y amenazante este Jesús, entra en tromba y anuncia que hay que arrancarse ojos y cortarse
manos y renunciar a la propia vida para conservarla. ¿Hay mayor amenaza que ésta? ¿Existe un
templo más inamovible para uno que sus propios criterios sobre el trabajo, el triunfo social, las
relaciones con el mundo y los valores prácticos sobre los que se sustenta? Habladle de otra cosa
y sonreirá irónicamente. A los que se empeñan en cambios radicales en la sociedad les llamamos
locos o, más suavemente, utópicos, pero no les creemos ni nos inquietan, hasta que quieran
imponernos sus formas revolucionarias. Y resulta que Jesús acaba de inquietar a este grupo de
jóvenes como en aquel amanecer inquietó al Sanedrín.

Huyendo de esta amenaza personal, Ana vuelve al tema del tribunal judío :
-¿Cómo formularon, por fin, esta acusación para convertirla en condena?
-No vino por ahí la condena definitiva. En primer término porque tampoco ahí coincidían
los testimonios con exactitud; unos afirmaban que le habían oído decirlo, mientras otros solo
habían oído que otros habían dicho eso; tampoco dejaban claro si era él quien iba a destruir el
Templo o simplemente anunciaba su destrucción, como en otro tiempo hizo Jeremías, a quien por
cierto condenaron solo por anunciarlo. No era fácil concretar judicialmente unos testimonios así,
pero tampoco los pasaban por alto sin más; así que el presidente del tribunal le instó
directamente a que respondiese a esos cargos: "¿ No tienes nada que responder? ¿Qué significan
esos cargos en contra tuya?". Le tiran de la lengua, porque las explicaciones y las excusas son

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con frecuencia más condenatorias que las afirmaciones previas. Pero se encontraron con el
hermetismo absoluto por parte de Jesús, que lo mismo podía suponer acuerdo que rechazo total a
la frase que le atribuían; que ellos sacasen conclusiones. Jesús no quiere sacar las conclusiones
que nos pertenecen a nosotros, debe estar saturado de preguntas cuyas respuestas nos
corresponden.

Laura ya está sacando sus conclusiones. Como cristiana en otro tiempo mucho más
practicante, los templos juegan un cierto papel en su vida, aunque últimamente ha perdido casi
todo su interés y además encuentra razones justificantes para ello. ¿Son estas iglesias las que
Jesús amenazó de destrucción? Sin embargo, El acudía al Templo y a las sinagogas. Alex piensa
que no se refiere a nuestras iglesias, porque en ellas él LE encuentra con facilidad. Carmela se da
cuenta de que, en la iglesia, le interesan más las imágenes que la eucaristía, sobre todo el Cristo
grande de la entrada ante el de que de vez en cuando se arrodilla; realmente para este encuentro
con la imagen no necesitaba la iglesia; ¿acaso Jesús se refería también a las imágenes en su
amenaza?; ¡no puede ser, esa imagen suya es tan fuerte y entrañable!. Félix recuerda cómo las
iglesias han servido para reuniones clandestinas en tiempo de dictadura, cuando ningún otro
lugar se ofrecía a los descontentos, y cómo en ellas se hacían proclamas a favor de la justicia y
los desfavorecidos; le gustan las iglesias que se mueven en esa línea, ¿acaso pueden ser éstas las
amenazadas por Jesús? Venancio, de quien los demás esperan siempre una versión espiritual,
recuerda la explicación de Juan diciendo que Jesús se refería a su propio cuerpo, es decir, que El
personalmente sustituía al Templo como lugar de encuentro con Dios, que así se hacía mucho
más humano y asequible a todos. Otros intuyen que Jesús se enfrenta a la religión misma y sus
expresiones, es una cuestión de fondo; los lugares y formas religiosas solamente son válidos si
efectivamente fomentan el encuentro con Dios y sus exigencias; pero, si no cumplen esa función,
es mejor que desaparezcan.
Como la hora avanza y el cansancio puede hacer perder intensidad al juicio, Toño
propone un descanso. Se levanta y sale de la sala, algunos le siguen pero otros se quedan de
momento en sus puestos. Jesús se ha hecho dueño ya de la situación.

Ya saliendo, se oye la voz de Edu :


-Se levanta la sesión. ¿Cuándo se reanuda?
-Queda poco para la cena; así que, si os parece, nos reuniremos por la noche.
La luz es escasa, no solo por la estrechez de los ventanales, sino porque ha empezado a
oscurecer. Han hablado más de lo previsto y hasta sus pausas reflexivas fueron más largas. No es
fácil este juicio, sobre todo no es ajeno ni lejano.
En el cuarto de hora antes de la cena varias preguntas saltan de una cabeza a otra.
¿Cuántos son condenados por un falso testimonio o por una mala interpretación? )Cuántos son
rechazados porque uno ha tomado previamente una actitud adversa sin conocerles de cerca?
¿Qué fortaleza tiene el espíritu de intriga que aún pervive después de tantos siglos? )Qué vida
tiene Jesús para seguir inquietando ahora como antes?
Algunos sienten también una alegría que solo Ricardo expresa en voz alta :
-A esos tipos se les complica el juicio.

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-Más se nos complica a nosotros -termina Rodri.

DIOS DIRECTAMENTE IMPLICADO

-No, no es ningún simulacro de juicio ni una simple revisión, no es ningún juego; es una
cuestión de vida o muerte en la que todo el grupo estamos implicados -le dice por teléfono Silvia
a una amiga; algo parecido dicen otros en sus llamadas a amigos o familiares para avisar que no
irán a cenar.
La cena improvisada, a base de una ensalada preparada rápidamente y queso y embutidos,
distiende un poco la presión del grupo, que se permite algunas bromas y chistes, pero muchos. Su
implicación en el asunto es tanta que su cena nos es más que un paréntesis y, en cuanto la
acaban, vuelven a la antigua sala capitular; pero esta vez dejan los asientos corridos para sentarse
en el suelo, en un corro no muy apretado, porque no quieren ninguna similitud con el juicio del
Sanedrín. Toño sonríe en secreto, no lo lograrán. La sala está poco iluminada con un solo
fluorescente; alguno hubiese preferido aún más penumbra para que no se viese tanto el juicio a
través de su rostro. Toño aprovecha la tarima para sentarse en ella con un poco menos de
incomodidad, sus huesos están ya más duros.
Y reanuda el relato :
-Llegamos al momento culminante del juicio. Se produce un giro importante,
aparentemente es un giro en metodología pero este cambio de táctica afecta a la cuestión de
fondo.
-Eso es muy propio de abogados -aclara Irene-, cambian de táctica cuando no produce el
efecto que el cliente les exige.
-Es propio de todos, insistimos en lo mismo o cambiamos de acuerdo con lo que nos
interesa -dice Ramón, hasta ahora asistente silencioso. Al oírlo, varios se vuelven a mirarlo :otro
que ha entrado en el juicio.

El relator hace una introducción :


-Las cosas estaban así. Había un reo y una decidida voluntad de condenarle, pero nada
más; no había una acusación suficiente ni pruebas testificales; sin embargo, fallido el primer
paso, el de los testigos, no interrumpen el juicio sino que pasan al segundo paso, el de la
intervención directa del tribunal. Estaban decididos y, por tanto, tenía que haber una acusación
adecuada. El Sumo Sacerdote, presidente del tribunal, toma más directamente las riendas del
caso. Según la ley, después de escuchar a los testigos, podía pasar al interrogatorio directo. Su
primera decisión es que los testigos sean sustituidos por el propio reo, hay que lograr que él
mismo se acuse; y, puesto que él sabe bien cuáles son las acusaciones que causarán impacto en la
asamblea, decide ir a por ellas; en la asamblea predomina el criterio de los escribas, muy sensi-
bles a todos los cuestionamientos religiosos, así que importa mucho más encontrar la
culpabilidad del reo en este terreno que en ningún otro. Por lo que sabía, había dos puntos en
aquel reo que inquietarían al tribunal:sus presuntas afirmaciones mesiánicas y su particularísima
relación con Dios.

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En el grupo se nota una ligera decepción, esperaban unas acusaciones más obvias y
concretas.
-Ya sé que estas cuestiones apenas os dicen nada -sale al paso Toño.
-Efectivamente -dice Edu-, a mí no me dicen nada esas abstracciones.
-Llamo vuestra atención -sigue Toño- sobre el enfrentamiento entre esas dos personas,
Jesús y Caifás. Jesús no tiene ningún poder ni defensa, Caifás es el hombre más poderoso; tiene
autoridad directa sobre casi veinte mil empleados, los más de siete mil sacerdotes, los más de
diez mil levitas, los quinientos guardias, el medio millar de músicos y cantores y los miles de
operarios.
Describe a continuación que ese día no puede lucir sus vestiduras más solemnes, porque
los romanos las mantienen en custodia y sólo se las concede para ceremonias especialísimas,
¡lástima, porque hoy habría impresionado al reo y al tribunal! Pero se ha procurado algunos de
sus llamativos y prestigiosos atuendos, suficientes para disminuir a un pobre galileo. Se sienta en
valioso sillón de madera, de alto respaldo labrado, que corresponde a su categoría de presidente
del tribunal y máximo doctor de la Ley. Más abajo, en un taburete, su secretario apoya la tablilla
y el estilo en las rodillas, dispuesto a tomar nota de todo, que el acusado lo vea bien, esto le
pondrá nervioso; una lámpara de aceite le ilumina más que al resto de la sala.
Con esa solemnidad, se levanta y enfila una pregunta directa al acusado :
-"¿Eres tú el Mesías? Si tú eres el Mesías, dínoslo".

Complicaciones del Mesías

De nuevo deja que la pregunta impacte al grupo, pero apenas hay impacto, la pregunta no
les dice nada. Se dan cuenta de la decepción de Toño y le dicen :
-Compréndelo, eso del Mesías nos queda tan lejano que no nos impresiona. Es como algo
que no tiene que ver con nuestra mundo.
Sin embargo, intuyen que la pregunta es importante, tanto como para que el presidente
del tribunal se enfrente directamente con el reo y espere una respuesta que, si la cree, le obligará
a ponerse de rodillas y, si no la cree, a condenarle. Quieren comprender el nuevo punto en que se
ha situado el juicio.
Toño hace una pequeña exposición del tema mesiánico. En primer lugar no hay que
olvidar que se consideraban "pueblo de Dios", elegido entre todos los pueblos de la tierra, Yahvé
había hecho con ellos una alianza de mutua convivencia y ayuda, y esto era su máximo orgullo.
Habían pasado por situaciones muy difíciles, por destierros, humillaciones y divisiones internas,
pero Dios siempre mantuvo esa alianza y les sacó adelante, aunque a veces con duros castigos de
advertencia o purificadores. Ahora estaban viviendo una de esas situaciones difíciles y
humillantes, por la dominación de Roma que controlaba su territorio e instituciones y los
aprisionaba con los impuestos. Esta situación producía debilitamientos interiores, se encontraban
sin profetas, los grandes altavoces de Dios para ellos, y el futuro era terriblemente negro.

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Solo una esperanza les mantenía en pie. Dios les había prometido UN SALVADOR, al que
llamaban MESIAS.
-¿Comprendéis ahora lo que esa palabra significaba?
-Un gran líder político -contesta rápidamente Félix.
-Que, en esas circunstancias -completa Edu-, tenía que serlo como revolucionario social,
porque no hay otra forma de que el débil pueda levantarse contra el poderoso.
-O sea -deduce Ana-, que Caifás quiso llevarlo al terreno revolucionario. La pregunta era
una trampa.
-¿Por qué una trampa? -replica Félix-. Si se trata de liberar a un pueblo, Dios ha de estar a
favor y seguramente no será muy meticuloso en el análisis de los medios, porque la libertad del
pueblo es superior a cualquier discusión y prudencia. Acaso Caifás, como partícipe del poder, no
estaba tan a disgusto con los poderosos romanos y temía el poder de liberación que concentraba
la persona de Jesús.
-Pero Jesús -puntualiza Venancio-, que pertenecía al mundo de la libertad, no pertenecía
al mundo de los revolucionarios. En una ocasión una especie de manifestación popular quiso
nombrarle rey por aclamación y él lo rechazó rotundamente y, ante su insistencia, huyó de
incógnito en una barca, pues estaban cerca del lago.
-)Por qué? -insiste Félix.
Venancio recurre con su mirada a Toño, que tendrá mejor respuesta, además sabe que
toda cuestión que se suscite va a engrosar el sumario del juicio. Toño completa diciendo que una
serie de signos, estudiados meticulosamente por los eruditos, les habían llevado a la conclusión
de que era inminente la llegada de ese Mesías; era tan viva esa esperanza que ya varios
espontáneos se habían presentado diciendo que ellos eran el Mesías, y siempre encontraban
algunos seguidores, aunque esas llamaradas pasaban pronto; con la misma facilidad con que
aceptaban "mesías" los abandonaban porque no respondían a sus esperanzas.
-¿Qué esperaban realmente? -pregunta Laura.
-Esta es la cuestión -responde Toño-, cuya respuesta depende de otra cuestión previa:
)cómo llegaría el Mesías?
Explica a continuación que en este punto se permitían imaginaciones y explicaciones,
pero todos coincidían en un dato: tenía que ser una llegada poderosa y brillante. Por ejemplo,
como si de repente se abriesen las nubes del cielo y descendiese entre aclamaciones angélicas, o
que se apareciese resplandeciente de luz en el pináculo del Templo o en la cima de una montaña,
o que llegase precedido solemnemente del profeta Elías, que había sido arrebatado en un carro de
fuego. Si venía como enviado de Dios, tenía que traer algo de la grandeza de Dios, y el principal
signo de su grandeza es el poder, del que ellos andaban tan escasos como sobrados los romanos.
-Ahora comprendo por qué no aceptaron a Jesús como Mesías
-dice Silvia-, porque en Jesús no había ninguna grandeza en su origen y ningún poder en sus
medios; era un hombre sin relieve genealógico...
-Aunque Mateo y Lucas resaltan que descendía de la familia del rey David, el que levantó
el pueblo al mayor esplendor.
-¿Ah, sí? )Había sangre azul en sus venas? -pregunta interesado Alex.

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Toño sonríe y recuerda que, en todo caso, ese dato nos es más conocido a nosotros que a
sus jueces, para quienes Jesús no era más que un simple nazaretano, campesino o artesano que no
conocía la ciudad más que por sus visitas pascuales. Además una ascendencia tan lejana había
perdido todo relieve social; en todo caso habría que decir que era un devaluado, un venido a
menos. Aparte de que la descendencia regia venía por línea paterna y José no era su padre carnal.

-No acabo de ver -dice Edu- cuál era la intención de Caifás al hacerle la pregunta.
-A juzgar por su actitud previa -responde Ana-, no parece una pregunta orientada a
descubrir su inocencia sino su culpabilidad. Eso del Mesías era algo arrojadizo en su boca.
En la conversación que sigue salen varios puntos sobre las intenciones de Caifás. En
primer término, había curiosidad en Caifás, cuyos vigías le habían advertido de que, en el
entorno de Jesús, sonaba cada vez con más frecuencia la palabra Mesías y que la pronunciaban
gentes del pueblo; sus discípulos participaban de esa idea y la promocionaban. También le
advirtieron que Jesús mostraba reticencia a esa afirmación y que había impuesto a sus discípulos
un pacto de silencio que ellos, por cierto, no cumplían muy bien. Por otra parte, Jesús no era
ningún exaltado ni se comportaba como los iluminados que de vez en cuando creaban tumultos
con afirmaciones semejantes. Sin embargo, sus signos milagrosos podían interpretarse como una
garantía de su autenticidad mesiánica, aunque ellos los llamaban magia.
Puede que a Caifás no le interesase tanto el presunto Mesías Jesús sino la desviación de
gente que esto suponía, otro sector del público que salía de su órbita. O simplemente pretendía,
rebajando a Jesús, predisponer más al tribunal contra él, la pregunta estaba más orientada al
tribunal que a Jesús.
-Caifás quería demostrar al tribunal -sigue Toño- que el reo que tenían delante, que se
consideraba a sí mismo como Mesías, era lo contrario de lo que todos esperaban; no había en él
ninguna gloria, ningún poder, era algo despreciable, el tipo de judío que hacía avergonzarse al
pueblo. Que un hombre así se autoproclamase Mesías era una ofensa al honor nacional y a la
esperanza de las gentes, ¿es que no lo veían? Tipos así no deben ser tratados simplemente como
chalados, son algo mucho peor, son un peligro porque rebajan la grandeza del pueblo y hacen
avergonzarse a los auténticos judíos que sienten el orgullo de la raza. Ahí delante tenían un tipo
que ni sabía defenderse, ¿cómo se imaginaban algunos que iba a defender al pueblo?
Por unos momentos Toño se sintió Caifás defendiendo el honor del pueblo judío frente a
un despreciable insolente que no era nada; no solo rebajaba al pueblo, sino a Dios, representado
en un enviado tan ínfimo e irrelevante, como si la divinidad no mereciese más categoría; con
impostores así, al final Dios resultaría algo despreciable; había que reflexionar si eso no suponía
ya algo de blasfemia. Sacudió la cabeza para despertar su personalidad de ese Caifás que se le
había metido dentro.

-Visto así, a Jesús se le complican las cosas -afirma Irene-; desde el punto al que han
llegado, el juicio puede derivar en cualquier conclusión; basta un hábil manipulador.
-Que allí no faltaba, por lo que parece -concuerda Carmela.
-Temas así siempre causan impacto -sigue Félix-, sobre todo en algunos pueblos y
épocas. Los nacionalismos exacerbados, los racismos orgullosos han derivado primero en

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desprecio de muchos y luego en la eliminación de algunos; cuando un pueblo se siente humillado
en sus características, es como una amenaza de muerte y reacciona con desprecio, con orgullo y
con las mismas armas discriminatorias. Por lo que conozco, también se produce esto cuando un
pueblo se siente amenazado en su religión; muchos con capaces de morir por defenderla y otros
son capaces de matar por lo mismo, el elemento religioso está presente en demasiadas guerras.
-Aún os haré otra aclaración -sigue Toño-; porque el Mesías venía a liberar al pueblo,
esto representaba un fuerte movimiento popular, aunque nada más fuese que para recoger y
aclamar esa liberación. Este sí era un punto inquietante y más en aquellos días festivos. Pocos
tenían verdadera fuerza de arrastre en el pueblo, el principal de ellos en ese momento era Jesús.
La pregunta era un toque de atención al tribunal; cuando uno afirma ser Mesías suscita sonrisas
irónicas, pero cuando mueve a la gente les pone en peligro; una cosa son los sueños y otra los
movimientos populares. El tribunal comprendió cuál era la intención y la advertencia del
presidente al hacer esa pregunta; nadie se llamaría a engaño. Efectivamente, el tribunal se
dispuso contra el acusado, y aparecieron miradas de sospecha, recelo y odio. Todo se mezclaba
en aquel reo, las esperanzas del pueblo, el concepto mismo de Dios y sus sistemas sociales,
¿quién se creía ése que con su sola presencia desajustaba todo?

¿ Condenan al Mesías o sus propios sueños?

Algo parecido está sucediendo con este grupo de muchachos que, de momento, no han
dado un paso adelante en su fe, pero que sienten cómo las bisagras de sus puertas personales se
conmueven.
Todo el mundo espera un líder, los pobres, los países deprimidos, los partidos políticos,
los grandes grupos de influencia; pero ¿cuántos líderes son rechazados simplemente porque no
tienen la apariencia que les exigimos! En nuestra época de publicidad e imagen, ningún
triunfador lo será saltándose la imagen, porque el público la impone y el marketing la regula; las
sentencias contra El vienen del juicio de los que sueñan y de los eficaces.
-En definitiva, Jesús fue condenado por ser Mesías -concluye Felix.
-Eso en el supuesto de que en su legislación hubiese algún artículo condenando esas
pretensiones -precisa Edu.
-Este es uno de los puntos oscuros -continúa Toño-. No conocemos ningún artículo así en
su legislación. Por otra parte sabemos de bastantes que reivindicaron para sí la dignidad
mesiánica y no hubo condena; algunos llegaron a tener bastante fama, como Judas Galileo y su
hijo Menachem o Eleazar ben Dinaj y un tal Bar Kochba que fue aclamado incluso por los
grandes rabinos de la época; no fue condenado ni siquiera el charlatán que quiso arrastrar a todo
el pueblo al desierto, para esperar allí la gran manifestación de Dios. Pero en Jesús había algunos
agravantes especiales; por sus planteamientos doctrinales y de conducta entraba en conflicto
directo con la clase dirigente, que naturalmente se defendía pidiéndole una legitimación de sus
pretensiones, y nada lo legitimaba; al contrario, el hecho de estar prisionero y solo indicaba que
Dios no podía estar a favor de un hombre así, ellos sabían bien lo que tenía que ser un Mesías y
este hombre con su sola presencia echaba por tierra las grandes promesas de Dios a su pueblo.

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-Así que lo condenaron -dedujo también Ana.

De nuevo el relator explicó que el presidente del tribunal era un hombre astuto y
consciente de que se encontraba, como mínimo, ante un caso dudoso, tanto más que Jesús no
había dado una respuesta afirmativa a la pregunta; pero se sentía complacido porque había
logrado impresionar y predisponer al tribunal; esta predisposición puede ser más efectiva que la
falta de claridad de algunas culpas. Su estrategia estaba dando resultado.
-Sin embargo -objeta Ricardo-, si lo que quiere es condenarle, ¿para qué tanto rodeo?
-Supongo que porque era un tribunal legal -trata de explicar Edu - y querían una sentencia
que tuviese, al menos, apariencia de justicia.
-Cuando condenamos a cualquiera en nuestro interior o ante los demás -dice Venancio-,
siempre nos buscamos una autojustificación y procuramos no examinarla demasiado para que
nos sea falsamente válida. Bien pensado, no es tan rara la actitud de aquel tribunal.
-Caifás dio un paso más en su estrategia y le hizo otra pregunta, la más atrevida:"¿TU
ERES EL HIJO DEL BENDITO?"
-Hijos de Dios somos todos -responde rápidamente Venancio-. No veo por qué ha de ser
tan comprometedora esa pregunta, que a mí me parece elemental.

Toño tiene que explicar de nuevo. En primer término no está claro si fueron dos
preguntas distintas o una sola con los dos interrogantes, como transcriben los primeros cronistas.
A primera vista parece que la expresión "Hijo del Bendito" o "Hijo de Dios Bendito" parece una
aclaración o ampliación de la primera sobre el Mesías, acentuando ya cómo entendían ellos al
Mesías. Pero a veces la fuerza de las preguntas no está en sí mismas sino en cómo suenan en los
oyentes. El tribunal acaba de oír una referencia directa a Dios, que para ellos es tan solemne y
respetuoso que ni siquiera pronuncian directamente su nombre, se sirven de circunloquios como
"El Altísimo", "El Supremo", "El Bendito"...
-La majestad infinita de Dios -concluye Toño- entró de repente en el tribunal y se situó
allí en contraste con aquel pobre y despreciable acusado. Aunque no hubiese respuesta, este
contraste ya era condenatorio. Pero debía contestar, nadie podía guardar silencio ante el conjuro
hecho en nombre del Altísimo, mucho más si lo hacía directamente el Sumo Sacerdote; el
silencio en este caso era tan irrespetuoso que podía ser castigado con la pena de muerte.
-No veo ningún motivo para que Jesús no contestase - replica el sincero Ricardo.
-Como yo tampoco veo las implicaciones de su respuesta - dice Silvia.
-Efectivamente, Jesús responde y lo hace de forma rotunda :"SI, YO SOY". Era consciente
de las consecuencias de su respuesta, puesto que, al proclamar su íntima relación con el Padre,
ellos lo escuchan como una ofensa a la infinita majestad divina. Hay que destacar que, en medio
de tantos tejemanejes y segundas intenciones, Jesús fue nítido en cuanto a su identidad.

Tienen que identificarse

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La pausa que sigue es también estratégica, para que impacte más la última palabra.
El corro de los muchachos, que siguen sentados directamente en el suelo o apoyados
sobre un codo, se remueve un poco como si el cambio de postura les diese tiempo a reaccionar.
De pronto han entrado en la sala una serie de elementos nuevos. Este juicio es imprevisible, te
sorprende hasta en las respuestas más elementales, todo lo que allí sucede es personal, nada
queda distante ni ajeno. Alguno piensa en suspender la sesión por esta noche para ordenar un
poco sus sensaciones, que no acaba de situar y que a él mismo le sorprenden, le está
enganchando una fina red que terminará por atraparle del todo. El problema ya no era de Jesús,
es suyo.
La luz escasa, aunque no penumbrosa, acompaña bien el silencio que se hace y en el que
cada uno se refugia ante el oleaje de aquella pregunta y aquella respuesta. Jesús ya ha respondido
y ahora les corresponde a ellos; la respuesta de Jesús llenó aquella noche pero, sin su respuesta
personal, esta noche quedará incompleta.

Hay, en primer término, un problema de identidad personal. En el juicio del Sanedrín lo


que realmente se juzgaba era la identidad de los presentes; Jesús se condujo de tal manera que, al
fin, todos quedaron identificados en sus verdaderas actitudes, incluso las que más querían ocultar
y hasta las que ni ellos mismos reconocían; desde aquel momento ya fue imposible ocultar las
verdaderas intenciones y disposiciones.
La identidad personal supone preguntarse por el propio ser, es decir, por lo que
fundamentalmente uno cree y por aquello que le mueve en la vida, por los grandes objetivos, por
los valores que a uno le guían, por la relación profunda con los demás y por el sentido religioso
que le sostiene y apoya. El propio ser se expresa a través de obras pero no se confunde con ellas,
porque muchas obras son simplemente fruto de las capacidades y de la eficacia pero no
producen vida, porque nacen solo de la técnica y la capacidad profesional. Delante de sus jueces,
indefenso, sin salida ante aquella compleja coartada, Jesús sabe bien quién es, por qué está en el
mundo, qué hace aquí ante este tribunal, cuál es su relación con Dios, todo tiene un sentido para
él y lo reduce a una respuesta elemental:"Yo soy".
El otro problema es la relación de Dios con el hombre o viceversa, que ellos no llegan a
estas precisiones. Estas antiguas salas capitulares parecen conservar aún a Dios en sus bóvedas y
hasta en las piedras de las paredes, aquí se reunían hombres que se planteaban radicalmente la
vida desde Dios y hasta los puntos más insignificantes de sus reglamentos internos los
expresaban desde ese ángulo. La sala del Sanedrín estaba llena de la majestad del Altísimo, esta
sala capitular estaba llena de confesiones sinceras y juicios críticos ordenados a reconducir por
completo sus vidas hacia Dios. Ahora están ellos aquí accidentalmente, voluntariamente, y Dios
se hace presente de diversas maneras; en unos es como un gran interrogante, en otros tiene
apariencia humana de luchador social, en otros es una tradición que arranca de la niñez y que
reclama mayores espacios, y en todos está como Alguien que empuja la puerta para entrar o para
que se abra más a su paso.
Tienen que dar una respuesta, como la dio Jesús, es ineludible.
Otra vez están buscando el subterfugio y quieren alargar la respuesta, midiendo antes las
consecuencias.

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-¿Qué le pasó a Jesús? -pregunta Laura. El interés de su pregunta no oculta que se siente
más cómoda hablando de aquel juicio pasado que siendo ella la interpelada.
-Hubo una sorpresa en la respuesta de Jesús -responde Toño.
¿Otra?, todo en este juicio es sorpresivo.
-Jesús no se contentó con responder simplemente a la pregunta -sigue Toño- sino que, en
contra de su laconismo y aún mutismo hasta ese momento, se alargó con un apéndice
sorprendente: " Además os digo esto: Ya veréis que este Hombre, sentado a la derecha del
todopoderoso, viene sobre las nubes del cielo". Con esta rimbombante y extraña frase Jesús
remite a una cita del profeta Daniel y a otra del salmo 110 donde se afirma que el Mesías
glorioso retornará al final "sobre las nubes del cielo"; es decir, que hasta las Escrituras confirman
sus palabras. A partir de esta osadía, el final fue rápido. El sumo sacerdote, indignado y
escandalizado, se puso en pie y de un tirón rasgó la parte superior de su túnica y proclamó
oficialmente:"¡Ha blasfemado! )Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ahora habéis oído la
blasfemia. ¿Qué os parece?". Era el clímax de aquel hábil juicio ante una asamblea excitada y
predispuesta anímicamente, el presidente había conducido las cosas a tal punto que le había
arrancado al reo una confesión de culpabilidad que hacía innecesario ya el testimonio de los
testigos, punto fundamental en el que antes habían fallado. Ahí era nada, haber hecho blasfemar a
Jesús delante del gran tribunal de Israel. Caifás, manteniendo las formas externas, escuchó
satisfecho al tribunal que por aclamación y gritando pronunció su sentencia:"Es reo de muerte".

El grito mortal de la asamblea sanedrita resuena con fuerza en este grupo. Hasta Toño
calla al escucharlo. Resuena en las pequeñas bóvedas y hace eco en los rincones y se les mete
dentro, aunque se tapen los oídos. No hay manera de acallar este grito, ya no importan las bocas
que lo pronuncian, y llega un momento en que dudan si son ellos quienes lo gritan. Es cosa de
locos ese grito, ni pueden acallarlo ni arrancarlo. Lo aguantan durante unos momentos y
empiezan a levantarse en silencio, con gestos de como quien le duele la cabeza.
Toño no dice nada y deja que salgan de la sala aunque sabe que no irán a dormir. La
próxima sesión será mañana.

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ENCUENTROS EN LA NOCHE=========================

La media noche ha refrescado por la breve lluvia de hace dos días. Toño enciende un
pequeño foco que ilumina el patio y sale después de echarse encima una cazadora ligera. A poco
sale también Alex, que se detiene un momento en lo alto del escalón de la puerta oteando las
estrellas, que son escasas pero que se multiplican rápidamente en cuanto intenta contarlas. Pronto
emparejan su paseo.
-Hemos hablado mucho -dice Alex- de las diversas fases del proceso y de la estrategia del
tribunal. Pero a mí lo que más me preocupa es cómo vivió Jesús todo ese proceso en su interior;
es como otro proceso más profundo y más interesante.
-¿Y qué has sacado?
-Estoy sacando. La estrategia de los abogados, fiscales y jueces hacen apasionante el
debate pero tienen el riesgo de sustituir al reo, olvidando sus sentimientos y reacciones
personales. Lo primero que he sacado es que en el interior del reo Jesús se producía
paralelamente otro proceso más apasionante que el externo. Por mi parte quisiera resaltarlo
mucho más.
Alex expone desordenadamente algunas de sus reflexiones.
-Primero pensé que debió sorprenderse enormemente cuando le detuvieron, pero luego he
visto en él un extraño sometimiento y dignidad como quien todo lo tiene previsto, no demuestra
ninguna sorpresa, por eso no protesta ni se lleva las manos a la cabeza. ¿Creía que este paso era
absolutamente necesario para sus fines espirituales, que en definitiva son los nuestros?
-Creo que sí.
-Y luego pienso lo que El pensaría durante el interrogatorio. Nosotros medimos la validez
de los testigos y el alcance de las preguntas formuladas; pero me da la impresión que, si le
hubiesen cambiado testigos y preguntas, su reacción interior habría sido la misma, estaba en otra
onda. Como si nos dijese: "¿por qué os preocupan tanto las formas de ese proceso?; son las
actitudes interiores las que hacen bendito o maldito un proceso; es de mi interior de donde nace
la riqueza de ese proceso; si os olvidáis de mi interior, mi juicio es un expediente más en el
archivo de los juzgados de la historia". Su interior debía ser como esta noche, oscuro pero no del
todo, en alguna parte se esconde la luz que dentro de unas horas barrerá todas las sombras.
El ruido acelerado de una moto rompe desagradablemente la noche e impone una pausa
en el diálogo; cuando el apretado ruido se pierde a distancia, Toño le confiesa a Alex:
-Muchas horas me he pasado meditando el silencio de Jesús durante ese proceso, me
impresiona más que sus palabras.
-Y, por supuesto, mucho más que las palabras de los otros. ¿Qué pensaría?
-Hasta esta pregunta me parece sin respuesta, puesto que era una noche de sentimientos y
sensaciones más que de reflexiones, el corazón penetra mucho más que la cabeza.
-Entonces, ¿qué sintió? Si lo sabes, dímelo.

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-Alex, amigo, yo no sé más que tú. Creo que los sentimientos de Jesús se nos comunican
a través de nuestros propios sentimientos y los purifican. Así, por ejemplo, yo he sentido
desprecio y hasta rencor por los cabecillas de aquel tribunal pero luego siento respeto porque
también El los respetaba; incluso les amaba en la misma sesión en que era víctima de sus
manipulaciones, te confieso que esto ya me cuesta mucho más, con alguno no lo logro.
-Yo siento sobre todo su tristeza, me llega como a ramalazos; me impresiona su dignidad
e integridad pero en el fondo de su corazón había posos amargos, demasiados le habían fallado
para encontrarse ante un tribunal y sin defensa. Me parece que unos días antes dijo en los
pórticos del Templo que se sentía agitado y perturbado y tenía impulsos de pedir al Padre que
pasase de largo esa hora tan terrible.
-Tienes razón. Quizá esa tristeza nos pase de largo ante la impresionante dignidad con
que se comporta.
Mientras dan otra vuelta por la ancha acera de cemento junto a la iglesia y la residencia,
Toño continúa:
-En ese momento yo creo que sentía todo el mundo dentro de sí, como si él mismo fuese
el corazón de la humanidad latiendo trabajosamente mientras unos cuantos se empeñaban en
obstruir sus arterias. Y se decía así mismo que, aunque le matasen, realmente no podía morir
porque una humanidad sin corazón no puede seguir.
-Yo lo siento como salido fuera de sí, aunque sin perder nunca su identidad interior,
volcado hacia nosotros. En su ser profundo estableció una conexión especial con todos los some-
tidos a juicio, especialmente a juicios injustos, y con todos los que merecemos un juicio, al
menos por la parte pecaminosa de nuestra vida. Da la impresión de que en el juicio está un poco
ido, ajeno a las acusaciones, como si no fuera con él; efectivamente estaba fuera de sí, pensaba
en nosotros, nos llevaba dentro.
-Yo me lo imagino recordando escenas y frases de la Escritura que se estaban cumpliendo
en El desde la noche anterior, y esto debió ser una luz, aunque hay luces que iluminan pero no
explican nada.
-¿Sufrió también la incógnita de cómo iba a acabar todo, la falsa esperanza, la
desesperante espera hasta que se probase que todo había sido un equívoco?
-Supongo -dice Toño-. Esos sentimientos son inevitables en una situación así.
-Sufría -dice lentamente Alex.
-Sí, sufría.
-Sufre -repite mientras se oye el crujir de la suela de goma de sus zapatos.

Hay que revisar ese juicio

En el patio ajardinado, sentados en dos troncos de árbol convertidos en asiento, están


Eduardo y Rodri. Toño se acerca a ellos en el momento en que Edu dice:
-Hay que ver las consecuencias de un juicio mal llevado. Hace veinte siglos que sucedió
y ese juicio no se ha revisado. -Bueno -replica Toño-, en este siglo se han hecho varios intentos.
Ultimamente se han escrito varios libros estudiando aquel juicio en su aspecto legal; alguien ha

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pedido al Gobierno israelita que haga una revisión oficial de aquel proceso y su trágica
consecuencia, que aún pesa sobre el pueblo judío; creo que hacia el año 1930 un tribunal judío
replanteó todo el juicio, con acusación y defensa, y la conclusión fue mayoritariamente de
absolución para Jesús. Curiosamente algunos de estos estudios están más preocupados por
absolver al pueblo judío que a Jesús. Hace poco acabo de leer un libro escrito por un jurista
judío, donde analiza paso a paso todo el proceso de Jesús para concluir que los judíos fueron
inocentes en aquella sentencia.
-¿Cómo puede sacar esa conclusión? -insiste Edu-. Es uno de los juicios más ilegales que
conocemos, allí se quebrantaron un montón de normas procesales.
Toño quiere dejar las cosas en su punto:
-Hay que reconocer que las crónicas evangélicas recargan las tintas en la culpabilidad
judía y las aligeran en la culpabilidad romana, lo que resulta más chocante porque Jesús era
judío, sus jueces y los cronistas evangélicos también, y en aquella época los romanos eran
odiados por el pueblo; sin embargo, los evangelistas nos transmiten unos relatos antijudíos.
-Precisamente por eso -insiste Rodri- sus relatos no pueden ser parciales, escribieron así
porque la verdad se imponía; con gusto habrían echado toda la culpa a los romanos. -Hay que
tener en cuenta -explica Toño- que estos relatos se escriben bastantes años después, cuando ya se
habían suscitado fuertes sospechas y hasta persecuciones contra los cristianos en Roma, por
considerarlos antirromanos, precisamente por su origen judío; y tienen que liberarse de esta
acusación desmarcándose de la sospecha antirromana que se suponía en todo judío, haciendo ver
que su Fundador fue considerado inocente por el representante romano, al que los judíos forzaron
a una condena.
-Puede que haya algo de esto -consiente Edu-, pero es querer justificar las ilegalidades de
un juicio por razones psicológicas que no tienen nada que ver con el derecho. Aunque es verdad
que las motivaciones psicológicas muchas veces han roto toda legalidad y convertido en culpable
a un inocente.
-)¿Conocemos exactamente las normas procesales por las que se regía el tribunal judío
en aquella época? -pregunta Rodri, yendo más a lo concreto.
-No. Conocemos el ordenamiento procesal que describe la "Mishná", pero fue codificada
hacia final del siglo segundo, aparte de que pudo ser redactada solo por los escribas, de acuerdo
con el espíritu fariseo, que no siempre fue el dominante; en tiempo de Jesús dominaban el
tribunal los saduceos. No podemos afirmar si entonces funcionaban una serie de normas
posteriormente obligatorias, como la de que el juicio nocturno no era válido o que no se podían
realizar el juicio y la sentencia el mismo día o si la respuesta de Jesús podía considerarse
legalmente blasfemia, y otras muchas cuestiones. Nuestros libros, sobre todo los piadosos,
tienden a hacer largas listas de quebrantamientos legales que el tribunal realizó esa noche, pero
no podemos precisar la validez de esas listas simplemente porque no conocemos la normativa
legal vigente en ese momento.
-En cualquier caso -insiste Rodri- lo que no se puede negar es la barbaridad de esa
sentencia.
-En eso estoy de acuerdo -concuerda Toño-, su barbaridad interna es tremenda, un terrible
pecado, algo que sintetiza el mayor pecado de la humanidad.

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-Además tampoco podemos negar que el proceso es amañado y rezuma deficiencias y
quebrantamientos legales por todas partes, aunque no todos podamos demostrarlos
documentalmente.
-En eso también estoy de acuerdo.
-Eso es algo que se huele -remacha Edu-. Nos sucede mucho hoy, sobre todo en
regímenes dictatoriales, hueles de lejos la manipulación y, si te acercas, te da asco; lo que sucede
es que la pintan tan bien que el pueblo termina sin verla.
-En nuestro caso -añade Toño-, el pueblo no se ha dejado engañar, siempre creyó en la
ilegalidad y la mala voluntad de aquel proceso; puede que hasta demasiado.
-Me extraña -dice Rodri- ese afán tuyo por atenuar la culpabilidad de aquel juicio
sumarísimo que detuvo, juzgó, condenó y ejecutó a Jesús en el mismo acto y sin ninguna
defensa.
-No es eso, Rodri, no quiero rebajar ninguna culpa, ni las suyas ni las nuestras. Por una
parte, era el máximo tribunal de la nación y en él había personas de buena voluntad, preocupadas
de mantener un mínimo de formas, aunque no podemos asegurar que estuviesen presentes; si
hubiesen querido situarse del todo fuera de la legalidad les habría resultado más fácil provocar un
atentado. Por otra, cuando insistimos demasiado en la culpabilidad de una parte, en ese caso la
judía, corremos el riesgo de olvidar la otra parte, la romana y, sobre todo, la nuestra. Esto es lo
que me preocupa, que nuestras eruditas reflexiones o nuestras viscerales reacciones nos
tranquilicen descargando nuestras responsabilidades en otros, cosa frecuente, como sabéis.
Edu y Rodri callan ante esta observación, acentuada por el silencio nocturno. Bien que
han notado ya que ese juicio les implica a ellos y que no hay manera de escapar de esa implica-
ción. Al final los tres coinciden en la misma apreciación: si Jesús no culpa a nadie durante el
juicio, ¿tienen derecho ellos a hacerlo? Edu completa su reflexión en voz alta:
-Pero hay que denunciar los juicios ilegales y los abusos procesales, siempre a favor de
los mismos. El caso de Jesús es el más conocido de una inmensa lista, pero hay muchos más.
Toño siente frío, a los otros dos les defiende mejor su juventud, y entra en la casa
mientras ellos, después de un silencio, siguen hablando porque el proceso abre cada vez nuevas
pistas de reflexión personal.

Como el grano de trigo

Al entrar oye conversar en la sala, entra y encuentra a Carmela y Venancio hablando en


tono mesurado, reflexivo, con aire de comunicación de sensaciones más que de discusión.
Carmela está impresionada por cómo cambia una vida en unas horas, de repente, como en
un accidente en que uno queda mutilado o inválido.
-Un poco antes de esta hora -dice- Jesús cenaba con los suyos y ahora está juzgado y a
punto de ser condenado a muerte; dos días atrás la gente le escuchaba ansiosa y corearon a gritos
su nombre cuando entró en la ciudad y le aclamaron por las calles, y ahora se le ha cortado toda
relación con el público y no encuentra ninguna mano que le ayude. Me pregunto qué siente una

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persona en esta situación; es tan duro que hasta él mismo debe dudar si hay en él algún pozo
oscuro que no conoce.
-Eso es terrible cuando a uno le pilla de repente -trata de explicar Toño-, pero Jesús lo
tenía previsto.
-¿ Quieres decir que sabía de antemano toda la jugada? pregunta Carmela.
-No exactamente, Jesús era víctima de sorpresas imprevistas, pero este final tampoco le
sorprendió demasiado, yo creo que llevaba tiempo esperándolo, las cosas se habían vuelto tan
complicadas a su alrededor que era inevitable.
-Pero eso -insiste Carmela- aún hace más dolorosa la situación; vivir en esa angustia,
sabiendo que tus obras buenas son interpretadas como causa de condena y se atribuyen al diablo
las obras que haces en nombre de Dios, recibiendo noticias de que el cerco se cierra y que tú no
puedes huir porque has de mantenerte en tu labor... Es terrible vivir así.
Venancio escucha reflexivo, asintiendo a las palabras de Carmela, pero se nota que aún
les da una mayor profundidad; no malgasta palabras, las sustituye por este silencio enriquecido y
solo asiente a veces con un simple moviminde a El se le pide una respuesta directa. Tiene razón
cuando afirma que a El nadie le quita la vida, la da. Su falta de def_ acuerdo en esta reflexión,
sabe que el proceso de Jesús empezó mucho antes de sentarle en el tribunal, fue enjuiciado por la
gente, por las autoridades, por Satanás y hasta por el Padre; vivía el peso de este proceso
universal sobre su persona.
-Un tremendo peso -dice en voz alta-. Cuando unos peregrinos griegos quisieron verle
días antes, confesó en público que se sentía como un grano de trigo que tiene que morir
sembrado para poder fructificar; si el grano de trigo quiere ser útil, no tiene otra salida que morir
triturado en un alimento o podrido en una siembra; cualquier otro empeño le condena a la
inutilidad. A El le había llegado ese momento, pronto se dará en molienda para ser comida e
inmediatamente después se dejará sembrar. Por encima de cualquier accidente histórico, sabía
cuál era su destino.
-¿Quieres decir que vivió durante tiempo esta angustia de la muerte? -pregunta Carmela.
- No sé lo que tenía de angustia, supongo que es algo inevitable. Pero El da la impresión
de vivirla con total voluntariedad y hasta con cierta ilusión, aunque naturalmente le hubiese
gustado más una siembra normal que un asesinato judicial. Quería que ésta fuese la sensación de
los suyos, que viesen más la espiga que nace que el grano que se pudre. Habla incluso de
glorificación:"(Padre, glorifica a tu Hijo!".
-Esa tremenda tensión de la temporada anterior -sigue Carmela- hace que no le queden
fuerzas para una autodefensa.
-Eso es otro asunto -interviene, por fin, Venancio-. Su no defensa no se debe a cansancio
ni a depresión sino a una profunda vivencia interior, donde a El se le pide una respuesta directa.
Tiene razón cuando afirma que a El nadie le quita la vida, la da. Su falta de defensa no es
victimismo, es entrega de la vida, es amor. Fuera de este planteamiento no entiendo nada, pero
desde aquí todo se me hace claro y solo me queda aprender.
-¿Tú también crees -pregunta Carmela- que en ese momento Jesús nos tenía presentes a
nosotros?

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-¿A quién, si no? Aquel tribunal no valía la pena para llenar todo su pensamiento y su
corazón, aunque también le ocupaban un trozo. Estábamos nosotros, todos, no me cabe duda.
-¿Puede suceder, entonces, que mi postura de ahora le sirviese de consuelo? -vuelve a
preguntar Carmela.
Venancio se siente seguro en su respuesta afirmativa pero no sabe explicarlo y recurre
con su mirada a Toño, que toma la palabra:
-Yo también lo creo pero tampoco sé explicarlo, son cosas del túnel del tiempo. Hay algo
universal en aquel juicio. El sufrió por mí entonces y yo le consuelo ahora; algo mío le dolió en
aquella hora y algo mío le consoló.
-Se anticipó a las películas de ciencia ficción -dice bromista Venancio.
-Más bien las trasciende, el juicio de Jesús se coloca en la texitura del espíritu y del amor.
Decidieron que ya era hora de retirarse, aunque Carmela estuvo a punto de decir que
¿cómo iban a dormir estando Jesús en vela?

Ana, la cuestionante, ya no pregunta

Antes de entrar en su habitación, en el primer piso, Toño se fue a la capilla, al fondo del
pasillo. Se sorprendió de ver allí a Ana, a quien nunca había visto a solas en la capilla, sentada en
el suelo hacia la mitad, cerca de un gran Cristo clavado en una peana a la derecha del sagrario.
Toño se sentó también en el suelo debajo del sagrario. Su reflexión se iba de Jesús a Ana,
silenciosa unos pasos más atrás; era una muchacha fría religiosamente, muy cuestionante en todo
este tema, inteligente, pero no sabía si buscaba luz o refugio en estos cuestionamientos.
Si Ana hubiese estado en el juicio de Jesús, su interrogatorio habría sido más exhaustivo
que el de Caifás, aunque mejor intencionado; le habría pedido explicaciones de sus actos, de sus
afirmaciones trascendentes, de sus planteamientos que parecían solo religiosos pero que
realmente cambiaban la sociedad... Aunque quizá no habría hecho tantas preguntas, interrogada a
su vez ella por la mirada y la integridad de Jesús. Hay una fibra sensible en jóvenes así, que es
difícil encontrar aún por ellos mismos, pero que vibra con rapidez cuando se la encuentra.
¿Acaso le había llegado ese momento esta noche?
A la capilla llegaba más intenso el ruido apelmazado de las calles y Toño dedicó un rato a
pensar en el mundo. A esa hora, el día y la noche se turnaban por diversos lugares de la tierra,
millones dormían, millones vigilaban, millones erraban; al mismo tiempo había bondad y
maldad, intrigas y pacificaciones, éxitos y fracasos, verdades y falsedades; todo sucedía a la vez,
contradiciéndose y completándose. El, Ana y Jesús eran en ese momento una parte viva del
mundo.
Así fue el juicio de Jesús, un trozo de tiempo y de espacio donde cabía simultáneamente
todo y todos. Jesús no podía entretenerse en respuestas puntuales porque le habría quitado
universalidad a ese momento, ni pudo reducirse al interrogatorio de uno porque habría devaluado
el interrogatorio de todos, incluso el de Ana.

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Dejó de pensar. Jesús estaba encima de su cabeza, molido y sembrado en el sagrario, una
forma de presencia que ha sufrido también demasiados juicios. ¿Si me dijese algo? Tampoco es
necesario, a El le basta estar y a mí, acompañarle, aunque es más bien El quien acompaña.
Cuando se levantó, también lo hizo Ana. De pie, ya junto a la puerta, preguntó él:
-¿Le has hecho muchas preguntas?
Ana sonrió.
-¿Te las has hecho a ti misma?
Ella volvió a sonreír.
-Me parece bien, guarda las preguntas para mañana.
-Me quedan unas cuantas, supones bien. Pero esta noche no he hecho ninguna pregunta.
Ahora el que sonrió fue Toño.

INSATISFACCIONES DEL PROCESO


==============================

Al fin algunos se fueron a dormir a sus casas pero la mayoría se quedaron en las salas de
la catequesis, con sacos de dormir que Toño encontró entre el material de campamentos de la
parroquia; no estaba previsto así, pero el cambio no consistía en que se quedasen sino en que ya
no podían alejarse del lugar del juicio, estaban judicialmente convocados.
La levantada por la mañana fue retardada y paulatina, habían dormido poco, sus
conversaciones nocturnas fueron largas y algunos aún dejaron que aquel juicio les ocupase más
tiempo personal. Habían llegado a un punto en que ya se había pronunciado una sentencia de
muerte sobre Jesús, pero había habido equivocaciones tan radicales que aún podían corregirse,
hasta tenían la sensación de poder liberarlo a última hora, como si fuese cuestión suya. Todos
coincidían en esto, aquello era cuestión suya.
El desayuno se retrasó también y Juan, el cocinero, tuvo que calentar de nuevo la leche,
aunque luego tomaron solo café y hablaron poco; una responsabilidad común les mantenía
aplatanados y esperaban despertar del todo para encontrar una salida al dilema en que se veían
inmersos. Allí mismo, mientras iban llegando los que fueron a sus casas, reemprendieron algunos
puntos del proceso y se encontraron hablando de María, a quien nadie hasta entonces había
nombrado, como tampoco lo hacen los relatores evangélicos.

Intentan situar a María en el proceso

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¿Siguió María de cerca el juicio? Toño recuerda que María estaba esos días en Jerusalén,
el lugar del juicio, aunque no había acudido para el juicio sino para las fiestas de Pascua, como
hacía cada año, al menos mientras vivió su esposo José; era uno de los preceptos mejor
cumplidos por todo buen judío. Eran días muy celebrativos, por lo que la Pascua significaba de
liberación del pueblo israelita; además, (se juntaban tantos!, venían de todas partes, a millares y
millares, los caminos se llenaban de peregrinos y la ciudad de cánticos y ritos festivos. ¿Venía ya
con algún temor en medio de esta alegría? ¿Su intuición de madre le prevenía de algo grave a
suceder? )Estaba ya advertida de que su Hijo tenía fuertes enemigos en Jerusalén? Seguramente
no llegó con el tiempo suficiente para participar en el recibimiento triunfal que un grupo
numeroso de gente tributó a su Hijo, que entró en la ciudad montado en un pollino, como hacían
los antiguos reyes. Si participó en la "Ultima Cena", algo que no podemos asegurar, comprendió
mejor que nadie lo que las riquísimas palabras de su Hijo tenían de final. En cualquier caso, el
Evangelio no la nombra hasta señalar su presencia junto a la Cruz, lo que confirma que coincidió
en la ciudad con el proceso del Hijo. Quizá residió en casa de algún pariente o en la casa del
dueño del Cenáculo, que una vieja tradición atribuye al padre de Marcos, el primero de los
cronistas evangélicos, o tal vez en alguno de los campamentos de peregrinos. La noticia de la
detención del Hijo llegó fácilmente a sus oídos a través de alguno de los discípulos o conocidos.
Desde ese momento el juicio empezó también para ella.
¿Alguien puede imaginar cómo vivió esas horas, durante la noche y el amanecer? Tendría
el impulso de situarse a la puerta del palacio de Caifás, gritando desesperadamente la inocencia
de su Hijo, insultando a los jueces, implorando misericordia, llorando, ofreciéndose en su lugar.
De nada habría servido. Comprendió que si Jesús había aceptado esa "hora", también ella tenía
que aceptarla.
-Yo no me atrevo a decir nada más -concluye Toño-. Quizá vosotras, las chicas, estéis
más capacitadas para comprender sus sentimientos. A mí, desde luego, me gustaría seguir el
juicio de Jesús desde el corazón de María.
Aún surgieron algunas cuestiones que, más que de profundización, eran distendidas y de
relleno, mientras su capacidad de reflexión se desperezaba del todo. ¿No podía María recurrir a
alguno de los amigos influyentes de Jesús? Esos amigos debían ser muy pocos y quizá ninguno
reconocido en público; en todo caso esa gestión la haría mejor otro del círculo de cercanos, ella
no se desenvolvía bien en ese ambiente. ¿En el amanecer del viernes tuvo conocimiento
inmediato de la sentencia ya pronunciada? ¿O vivió algunas horas la angustia y la esperanza de
otro resultado? ¿Cuándo llegaron a su lado las mujeres que luego la acompañan junto a la Cruz?
Pero no vale la pena hacerse preguntas en una situación así. Simplemente, a partir de ese
momento, la tendrían presente en su seguimiento del proceso; era la ausente más presente en él,
era la más afectada y la que menos se reveló, era la menos culta y la que mejor lo vivió.

Acaban el breve desayuno y ya casi están todos, pero el juicio no puede continuar de
inmediato, porque han surgido nuevos problemas que tienen que aclararse antes del próximo
paso.
-De hecho -dice Toño- se produjo un impasse, más psicológico que temporal, cuando
dictaron la sentencia de muerte por blasfemia. No sigue ningún intento inmediato de ejecución,
que sería la consecuencia lógica de la prisa que demostraban. Ese momento intermedio entre su

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sentencia y el paso siguiente debió ser tan dificultoso y tenso como el mismo juicio, como si la
sentencia tan buscada les dejase insatisfechos una vez lograda.
-Es que una sentencia así -dice Ricardo- no puede dejar satisfecho a nadie, tiene que crear
un revulsivo en las conciencias.
-No lo creas -replica Alex-, las conciencias que son capaces de esa sentencia son aún más
capaces de disfrutarla como un triunfo personal.
-Puesto que nos faltan crónicas de ese momento intermedio, os diré como lo veo yo -dice
Toño.

Los jueces disienten de sí mismos.

Apenas dictada la sentencia, Jesús es sacado de la sala y queda en manos de la guardia


del tribunal hasta el próximo paso, que no saben cuál será. En ese momento empiezan nuevos
cuchillos sobre Jesús, los cuchillos de las burlas. Los guardias han descubierto la importancia del
reo para sus jefes y el interés de éstos por eliminarlo y humillarlo, por tanto, deciden participar
en esta operación; puesto que no tienen ninguna función judicial, les corresponde la tarea de
humillarle. Jesús queda en manos del servilismo, de la burla, del desprecio, de la humillación
directa, sin ningún tapujo. Que la burla sea burda para que el reo se sienta más humillado. Este
cuchillo es tan lacerante que tendremos que volver sobre él, porque volverá a repetirse.
Al salir Jesús de la sala, los miembros del tribunal se levantan de sus asientos y empieza
la reunión informal, hablando en voz baja por corrillos y a gritos para imponerse. "¿Qué
acabamos de hacer?, se preguntan algunos; no se puede condenar a muerte a uno de los nuestros
con un procedimiento tan exabrupto y rápido por delitos que no han sido probados". Pasado el
impacto del Sumo Sacerdote rasgándose el vestido y retándoles a gritar contra el reo, se
sorprenden de sí mismos, como si lo que acaban de dictaminar lo hubiesen hecho otros. En las
miradas se descubre quiénes están intranquilos y quiénes se felicitan por lo sucedido, y se van
juntando por sensaciones afines. Alrededor de Nicodemo, si es que ha sido invitado pues se
conocen su simpatías por el reo, algunos se preguntan si aún hay tiempo de replantear el
problema:¿por qué no lo hicieron antes?; fue un golpe que les dejó atontados; pero no, fue
cobardía, sí, no se atrevieron a enfrentarse al tribunal. Se autoacusan y excusan a la vez. Es
difícil atacar una sentencia ya dictada, pero las complicaciones son tantas que tal vez se pueda
dar un vuelco atrás.
En otro corro un sabio escriba cuestiona el motivo de la condena, dice que no ha habido
blasfemia porque el reo no ha pronunciado explícitamente el nombre de Dios, condición
necesaria para que la blasfemia sea considerada tal; "incluso, añade, con todas las reservas, fue el
Sumo Sacerdote el que pronunció el Nombre, aunque en el ejercicio oficial de su funciones".
Este punto enciende rápidamente la polémica, sobre todo entre escribas, especialistas en la Ley, y
saduceos, para quienes la blasfemia no consiste solo en una palabra sino en una actitud
irrespetuosa y despectiva contra Dios.
-¿Qué actitud es ésa? -le grita el escriba.
-Haberse proclamado Mesías -responde el saduceo-, y atribuirse con exageración
blasfema las antiguas profecías de "sentarse a la derecha del Padre", como si fuese su segundo

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de a bordo, y "venir sobre las nubes del cielo", como un gran juez. ¿No es osadía blasfema
proclamarse a sí mismo como el que nos ha de juzgar a nosotros?
El concepto legal de blasfemia se había ido ensanchando y ahora había rabinos para
quienes era blasfemia el simple hablar irrespetuoasamente contra la santa Thorá. Discuten
acaloradamente como en una cuestión académica, solo que aquí está de por medio la vida de un
hombre. Por lo demás, ¿cómo se puede ser blasfemo el considerarse Mesías si a éste no le
entienden como ser divino, sino humano, aunque maravilloso y lleno de dones divinos? ¿No se
ha oído a otros muchos afirmar lo mismo y nadie les condenó por blasfemos? Sin embargo, todos
están de acuerdo en que no se ha legitimado como Mesías y el Mesías auténtico debe hacerlo; en
este punto todos piensan en los milagros que se cuentan de Jesús y que el pueblo toma como
legitimación de su mesianismo, pero nadie dice nada.
-Hay algo -concede el escriba- que suena a blasfemo, es ese afán suyo de identificar al
Mesías con un pobre despreciable; todos sabemos que el Mesías vendrá con la fuerza del
Altísimo y con sus prerrogativas. Un Mesías como este Nazareno es una ofensa a Dios y un
desprecio a la fuerza del Altísimo y a las esperanzas del pueblo.
Otro escriba dice que la blasfemia puede consistir en el desprecio al Sumo Sacerdote
negándose a contestar a sus preguntas.
-¡Pero si ha contestado! -dice espontáneamente uno del corro de Nicodemo.
-Un respuesta al final, una barbaridad por cierto; pero no contestó cuando le conminó a
que respondiese a las acusaciones de los testigos, no quiso entrar en el diálogo mantenido por el
tribunal, en todo momento ha guardado un silencio orgulloso y despectivo. El Deuteronomio
declara reo de muerte a quien se niegue a responder al Sumo Sacerdote en el ejercicio de sus
funciones, porque es un desprecio al Altísimo representado por él.
Esta interpretación tan contundente del texto del Deuteronomio produce efecto en el
grupo de sanedritas siempre a favor de la dignidad del Sumo Sacerdote, sobre la que se funda-
menta la suya. Por lo demás, aunque las palabras de Jesús no quebranten ningún artículo penal
concreto, roza demasiados, muchos de sus comportamientos sobrepasan las prudencias
religiosas, hay un cúmulo de expresiones y actitudes que llevan a la conclusión de blasfemia con
más certeza que si dependiese de un determinado punto de la reglamentación.
-Además -dice otro incorporándose al grupo-, ¿por qué nos fijamos solo en el aspecto de
la blasfemia? La vida de este hombre es una acumulación de culpas, sobran las acusaciones,
como si hubiese querido provocarnos. Podemos estar tranquilos, su comportamiento lo acusa más
que sus palabras.
Y en un juicio espontáneo empiezan el recuento de otras posibles acusaciones. "Su
manera de hablar, por ejemplo, con autoridad propia, sin apoyarse en los grandes maestros de
la Ley ni siquiera en las Escrituras, se basta a sí mismo, como si Dios le concediese una
exclusiva". "Y esa osadía suya de perdonar pecados, uno de los actos más exclusivos de Dios, a
nadie se le ha ocurrido hacerlo; con su actitud él mismo se excluye del perdón". "Para colmo,
mantiene con Dios una relación desconocida entre nosotros; al Altísimo, al Innombrable, al
Señor de los Señores le habla como si le estuviese viendo, en un tú a tú incomprensible y
fantasioso, porque quien ve a Dios morirá, se dijo siempre; y lo peor es que enseña a otros a
hacerlo así". "¿Y qué pensar de su actitud frente al sábado? No respeta su obligado descanso,
imitando el descanso divino al final de la creación; hace curaciones y caminatas con sus

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discípulos en sábado y lo excusa diciendo que "el sábado es para el hombre" y no a la inversa".
"Tampoco respeta otras tradiciones como las del ayuno o la pureza ritual, pues permite a sus
discípulos comer sin antes hacer las purificaciones preceptuadas, no distingue entre alimentos
puros e impuros ni, lo que es peor, entre personas puras e impuras, se sienta indistintamente a la
mesa con ellos. Continuamente llegan a nosotros quejas de los sanedrines locales".
Otro saduceo insistía:"También se comporta como falso profeta, uno de los peores delitos
contra nuestra religión, porque pervierten al pueblo. Nuestro tribunal se preocupó siempre de
desenmascararlos y a algunos hubo que lapidarlos por su obstinación, como único camino para
evitar la contaminación del pueblo. ¿No estamos claramente ante uno de estos casos?". "¿ Y qué
decir de los fenómenos extraordinarios que se cuentan de él? Algunos los toman como signos de
Dios pero otros dicen que son magia y hay quien los atribuye a Satanás que actúa en él; como
mínimo, tenemos que acordar que son sospechosos. Por lo demás, entre nosotros y en todo el
oriente existe una larga tradición de hechos semejantes, que siempre perturban al pueblo".
Por fin otro sanedrita recuerda lo que todos pensaban pero nadie quería decir en voz alta,
para no demostrar ningún espíritu revanchista. Les había atacado duramente a ellos, con frases
durísimas contra escribas, fariseos y saduceos, llamándoles públicamente "hipócritas" y
"sepulcros blanqueados", despretigiándolos para que la gente no confiase en ellos. Pero no
habían de reaccionar por orgullo, sino por defender a Dios, a quien representaban.
Por último salió a relucir el enfrentamiento violento con los mercaderes del Templo, días
antes; eran mercaderes con los debidos permisos y que pagaban los preceptuados tributos para el
Templo, cumplían un servicio indispensable para el culto y los sacrificios. "Se atribuye un
derecho personal sobre el Templo. Y lo hace en público, a una hora de gran concurrencia,
aprovechando los instintos del pueblo bajo que siempre ve con buenos ojos los golpes a los que
prosperan. Fuimos excesivamente prudentes ese día al no detenerle, se envalentonó y ahora nos
vemos obligados a este juicio en unos días tan inoportunos, pero no queda otro remedio".
Al final se autoconvencieron de que su sentencia era justa, más aún, inevitable; lo sentían
mucho, pero no podían actuar de otra manera; era un pena que tuviesen que tomar esta decisión
contra uno de su pueblo en un tiempo en que continuaban sufriendo opresión extranjera.
Solo en el grupo de Nicodemo continuaban sonando, aunque no muy fuertes, algunas
voces de prudencia. ¿Cómo podían estar tan seguros de que Dios no actuaba a través de aquel
hombre? Los enviados de Dios han sido con frecuencia personas que se salen de los moldes
comunes y sus interpretaciones y anuncios religiosos frecuentemente chocaron con las
interpretaciones oficiales; no se puede estar tan seguro de lo que Dios quiere en un momento
dado. Se podía nombrar una comisión imparcial de expertos que analizase sus palabras y
acciones, teniendo siempre en cuenta que el árbol se conoce por su frutos y que el pueblo
también tiene capacidad de interpretación. En último término, si se ha sobrepasado en algo, )no
basta un correctivo, un castigo? Pero ¡la pena de muerte...!

Más disensiones que complican

Toño asimila tan bien las opiniones extraoficiales del tribunal que lo suyo ha sido como
una representación teatral, identificado con cada personaje y con su tono de voz. Ha logrado que

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el grupo de jóvenes capte la situación de ánimo y los criterios de los diversos miembros de aquel
Gran Sanedrín, aunque debiera haber acentuado más el enfrentamiento entre los dos grandes
grupos, los saduceos, que de siempre dominaban el tribunal, y los fariseos que, a través de los
escribas, últimamente habían aumentado su preponderancia.
-Es decir -concluyó Irene-, que la historia evangélica no está bien precisada.
-)Por qué dices eso? -pregunta rápidamente Carmela-. ¿Crees que no es de fiar el relato
de los Evangelios?
-Sí -contesta Irene-, dejan bien claro que, después de varias vacilaciones, sentenciaron a
muerte a Jesús por un problema de blasfemia, esto es lo esencial, un dato históricamente seguro.
Pero anoche leí el relato y también dicen que la decisión la tomaron "todos", "el tribunal en
pleno", y parece que no fue así; hubo disensiones, fuertes diferencias y hasta enfrentamientos,
porque en aquel tribunal también había gente de buena voluntad.
-Insisto -dice Toño- en que todo esto no es afirmación expresa del Evangelio, pero
fácilmente podemos deducirlo. Por lo demás siempre sucede así en torno a Jesús, puede ser
condenado en un determinado lugar o momento histórico, pero siempre encontrará defensores,
aunque muchas veces más en voz baja que en testimonio público. Lo mismo sucede con la
condena de inocentes, siempre quedan sospechas, testimonios de su inocencia y algún día la
verdad saldrá a flote.
El relato de Toño se completa con la sospecha de que el Sumo Sacerdote se equivocó en
sus predicciones cuando insinuó que se produciría una insurrección popular, pues bien, nada se
ha producido. Se contradecía también al decretar la detención de Jesús y no la de los discípulos;
si aquel movimiento era realmente peligroso, había que extirparlo de raíz eliminando al grupo.
Por otra parte los acontecimientos se habían desarrollado de tal manera que más parecía una
emboscada personal que una detención oficial; daba pie a pensar que actuaba por resentimiento
personal más que por defender los derechos divinos.

Algunos jóvenes se habían levantado y hacían corro, unos de pie y otros sentados aún
frente a las mesas con las restos del desayuno; hablaban poco, aunque ya estaban del todo despe-
jados. ¡Qué difícil es juzgar a otro! La mayoría de nuestros juicios personales tienen una fuerte
dosis pasional y, por eso, después no puedes aguantar tu propio juicio porque te encuentras con
tus equivocaciones, te resultas sospechoso a ti mismo.
-Esto sucede más -dice Ricardo- cuando juzgamos a alguien que destaca, nuestro juicio
pretende rebajarle escalones o proyectar en él aquello de lo que somos acusados. Porque
nuestros juicios son frecuentemente turbios, no pueden quedar claras las autojustificaciones.

Toño sigue con su reflexión y tiene ganas de hablar.


-Lo peor vino -dijo- cuando uno de aquellos grupos espontáneos del tribunal hizo una
pregunta elemental :¿Qué hacemos ahora ?
Los muchachos descubren también la lógica y urgencia de la pregunta, y más desde la
prisa con que todo se ha desarrollado.
-Una sentencia a muerte, tan contundente, -sigue Toño- era de aplicación inmediata, pero
esto comportaba una serie de cuestiones prácticas. ¿Con qué tipo de muerte? La blasfemia estaba

46
castigada con lapidación, pero ya no era frecuente este tipo de ejecución, además tenía dos
formas, por apedreamiento directo o por despeñamiento, y había que escoger; tratándose de Jesús
y en días de tanta concurrencia, estos detalles eran más importantes. ¿Había que ejecutarle de
inmediato o era más prudente mantenerlo en el calabozo hasta pasadas las fiestas para evitar
tumultos? )O no sería más peligroso ese encarcelamiento con el riesgo de un intento de rescate
por parte de los suyos? La detención podía ser oportuna en las fiestas, ¡pero la ejecución...! Sin
embargo, la pregunta más difícil era: ¿Quién lo ejecutará? No se puede dejar en manos de espon-
táneos, porque eso sería un linchamiento popular que ellos no pueden consentir. En cualquier
caso, ellos aparecerán siempre como responsables de la ejecución y es lo que quieren evitar; no
es agradable que ellos ejecuten a uno de los suyos, a quien tienen que defender, y menos a uno
que sale de la vulgaridad en una época privada de profetas. ¡Si pudiesen encontrar la manera de
traspasar el asunto, una vez sentenciado, a otros! ¡Que se manchen de sangre otras manos!
¿Comprendéis su complicación? Cuando alguien ha sido difamado y arrojado a los pies de los
caballos, el gestor de esa situación no quiere aparecer públicamente como tal y se tranquiliza
cuando otros toman el relevo y ya nadie le señala con el dedo.

JUDAS LLAMA A LA PUERTA

-Otro elemento que perturbó a aquella asamblea -dice Toño, que no se desengancha del
tema -tiene nombre propio, se llama JUDAS.
El nombre suena desagradable en los oídos de los jóvenes, no conocen bien su historia
pero les llega cargada de un sentido despreciable y traicionero; sus detectores mentales han
actuado de inmediato al escuchar el nombre, pero nadie lo había recordado hasta ese momento.
No es solo el malo de la película, es el despreciable, y nadie quiere aparecer despreciable y
traidor, aunque no le importe que se le considere malo. Mal ha entrado Judas en el grupo, por esa
puerta nunca será tratado con normalidad, tiene el peligro de ser maltratado, no solo por sus
actos, sino por los prejuicios.
-Sucedió -continúa Toño- que a esa hora en que aún estaban reunidos o un poco más tarde
se presenta Judas queriendo hablar con el Sumo Sacerdote en persona; ante semejante atrevi-
miento se le insta a que dé un motivo y responde que se lo explicará personalmente; ante la
negativa repetida, pide hablar con el jefe de la guardia del Templo, con quien había colaborado
en la detención de Jesús; le responden que ahora está muy ocupado y entonces pide por uno de
los sumos sacerdotes, cualquiera de los jefes de los grandes grupos sacerdotales, pero unos
estaban en el tribunal y otros habían vuelto a sus casas, después de una noche tan agitada.
Entonces Judas se acercó hasta "el santuario", sacó de su cintura una pequeña bolsa de cuero y
arrojó en el suelo unos puñados de siclos, treinta monedas exactamente. Las arrojó furioso, como
si las lanzase contra alguien o contra sí mismo. Se cara estaba desencajada y creyó aliviarse con
aquel gesto.

Algunos no recordaban bien el papel desempeñado por Judas y Toño tuvo que
recordárselo para que pudiesen valorar su gesto y el impacto en el tribunal.

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Cuando tiempo atrás las autoridades religiosas decidieron eliminar a Jesús, ordenaron que
quien conociese su paradero debía denunciarlo; nadie respondió y más adelante tuvieron que
repetir la orden; querían además una detención tranquila y secreta, sin testigos ni reacciones a
favor del detenido. Entonces aparece Judas, que se ofrece a señalarles el lugar y momento más
oportuno para una captura secreta, según desean. El precio por su favor son treinta monedas de
plata. Judas sale disimuladamente de la sala durante la última Cena y va a casa del Sumo
Sacerdote para encabezar el grupo que capturará a Jesús en la soledad del Huerto de los Olivos,
donde El mismo Jesús acaba de anunciar que irán también esta noche. Así se produjo la
detención de Jesús en el silencio de la noche y en la soledad de la montaña, con todas las
condiciones favorables que deseaban los capturadores.

Siempre hay unos motivos

Aunque nadie la formula, a todos agarra la misma pregunta:"¿POR QUE TRAICIONO A


JESUS?". Toño invita a contestar a la pregunta no formulada.
-Siempre he oído decir que fue por avaricia -dice Edu-, por treinta monedas, un precio
miserable.
-Precio ridículo por vender a una persona -explica Toño- y más a Jesús, pero bastante
apreciable para un pobre, era el equivalente al salario de un mes, en el caso de que tuviese
trabajo. Sin embargo, a mí me cuesta creer que ése fuese el motivo.
-¿Por qué? -replica Edu-. Los intereses económicos están en el fondo de muchas
denuncias y conflictos, los mismos abogados actúan de manera diferente si el dinero es
abundante o escaso; cuanto más pobre, más riesgo hay de que un dinero convierta en traidor a un
compañero. Si Judas era avaricioso, no parece que hubiese logrado mucho en la compañía de
Jesús.
-Pero devolvió su dinero unas horas después -recuerda Toño.
El grupo entero se ve revisando su vieja opinión de que Judas vendió a Jesús por dinero.
-Pudo ser un momento de ofuscación, aunque no comprendo por qué -opina Mari-, nos
obcecamos a veces de manera incomprensible y entonces somos capaces de cualquier cosa. Tal
vez un psiquiatra tendría algo que decir sobre esta extrañísima reacción.
-No entiendo -dice Alex- cómo se puede producir esta reacción viviendo al lado de
Cristo, la reacción normal había de ser el entusiasmo.
-Y la confusión -añade Ana-; si ya de lejos y con toda la visión de la historia y de la
educación religiosa nos sentimos confusos ante El, ¿no se sentirían mucho más los que le veían
actuar de forma tan sorprendente y comportarse a veces de forma contradictoria?
-¿Contradictoria, dices? ¿dónde ves sus contradicciones? -pregunta Ricardo.
-En las bienaventuranzas, por ejemplo; en el hecho de que sea Mesías y no quiera que se
diga en público; en que anuncia que ha llegado el Reino de Dios y las cosas continúan como
estaban. No sé, en muchos puntos tenía que resultar contradictorio a aquellas gentes. No me
extraña que Judas sintiese tan fuerte esa contradicción que no supiese qué hacer.

48
-¿No habría en el fondo alguna motivación política?-pregunta Félix-. No hay que olvidar
que la política crea extraños "compañeros de cama" y sorprendentes divorcios. Tal vez Judas
tenía unos planteamientos políticos más agudos que los de Jesús y esperaba prosperar en ese
camino apoyándose en El, pero le falló y le decepcionó, aunque quien le decepcionó no fue Jesús
sino sus propias expectativas, y reaccionó contra el defraudador.
-Esa explicación -concuerda Toño- se ha manejado últimamente en algunos círculos,
donde se dice que Judas pertenecía a un grupo revolucionario de la época, los zelotas, que qui-
sieron captar para su causa la fuerza de arrastre de Jesús, Judas sería el submarino del grupo
encargado de convencerlo. Algunos opinan que, al delatarle, no pretendía traicionarlo sino
ponerle en una situación extrema para obligarle a decidirse por la causa revolucionaria. Pero
Jesús no reaccionó en esa línea.
No, no convencen esas explicaciones que parecen más rebuscadas que clarificadoras, son
explicaciones de despacho. Como aquella otra de que lo que Judas pretendió es que Jesús hiciese
en el último momento una demostración de su poder divino y que Dios mismo se manifestase a
su favor viéndole en el máximo peligro, y así todo el mundo terminaría de creer en El; habría
sido una motivación de fe y de amor, todo lo contrario de una traición. Pero tampoco esto parece
muy real. El grupo hace lo que muchos comentaristas, buscar explicaciones comprensibles a lo
que viene de fuentes no explicables. Toño recuerda que, para el cronista Juan, cuando en la
última Cena toma el trozo de pan mojado en salsa por Jesús, "en aquel momento, detrás del pan,
entró en él Satanás". En otro momento y lugar, el grupo habría sonreído irónicamente ante
semejante explicación, donde las fuerzas satánicas suplen las torcedumbres subconscientes; pero
ahora escuchan atentos y ninguno muestra ninguna reacción en contra, hasta tienen la sensación
que alguien, por fin, ha acertado.
La explicación no es clara pero la traición fue real. Sienten que muchas traiciones
continúan siendo tan reales como incomprensibles. Judas se ha metido de pronto en el grupo y
mira a cada uno intentando reconocerse; no quieren mirarse unos a otros para no reconocer
ninguno de esos rasgos en los demás.
Ramón, el silencioso, habla:
-Creo que vemos demasiado extraño lo de Judas y queremos encontrar una explicación
también extraña. Yo me siento Judas. (Nadie se sorprende ni mira curioso, no saben si ha
hablado Ramón o cada uno de ellos). Yo sé muy bien lo que exige ser cristiano y he hecho
exactamente lo contrario y he procurado que otros lo hagan también porque así me sentía
cubierto. Más que cobardía, eso es traición. Me encargó que le abriese puertas para entrar y se las
abrí para que le echasen fuera. Presumo de un instinto especial para reconocer a "los Judas" y los
señalo con desprecio y confieso con satisfacción que me repugnan, no permitiría que nadie me
aplique ese despreciable insulto. Pero soy Judas de Cristo, quizá no lo soy socialmente, pero sí lo
soy religiosamente. Y ahora tampoco sé explicar por qué, desde luego porque me resulta más
cómodo. Cuando a veces se me ocurre el pensamiento de lo que soy, lo aparto, no me gusta
verme con esa cara, lo soy por comodidad pero luego no me encuentro cómodo conmigo mismo.
La confesión de Ramón provoca durante unos momentos la confesión interna de cada uno
y luego Toño añade:
-Os decía que Judas devolvió su dinero.
-¡Cambió! -grita Carmela.

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-No conocemos los motivos de su traición ni tampoco los de su marcha atrás. Tuvo
alguna forma de arrepentimiento pero los cronistas Mateo y Lucas nos hablan de un final de
desesperación, se quitó la vida ahorcándose, aunque su testimonio no tiene aquí suficientes
garantías de autenticidad histórica.
-¿Quieres decir que su final no fue tan trágico como suponemos? -pregunta Carmela, a
quien asusta un final así aunque sea en un traidor.
-No lo sé, Carmela, pero yo me inclino a pensar que no, quizá desde el principio le hemos
convertido excesivamente en chivo expiatorio de nuestras culpas y en el fetiche de nuestros
aborrecimientos. Pero estuvo muy cerca de Jesús, que le llamó "amigo" unas horas antes del
final. Confío en Jesús, eso es todo. Como os decía, el gesto de Judas pudo colaborar aún más a la
confusión del tribunal. El traidor quería deshacer su contrato; cuando esto sucedía, aunque la otra
parte no aceptase la rescisión, si el interesado arrojaba en el Templo el dinero recibido, se
consideraba libre de su compromiso, así estaba estipulado. Las autoridades no aceptan ese
dinero, lo que supondría la escisión del contrato con Judas y, con sentido práctico, no meten ese
dinero en el "qorbán" o tesoro sacro, sino que lo dedican a la compra de un terreno para
cementerio de forasteros y peregrinos, un problema que les preocupaba de tiempo atrás. No podía
entrar en el tesoro religioso y, sin embargo, lo consideran válido para un gesto social; ¡qué extra-
ñas valoraciones de lo religioso y lo social!

Por muy encajada que esté, una figura como la de Judas desentona junto a la de Jesús,
pero sirven de mutuo contraste. Así que el grupo no rechaza esta incursión de Judas en sus vidas
precisamente en el momento en que se encuentran cerca de Jesús.
-Una cosa le agradezco a Judas -vuelve a hablar Ramón-, que me haya enseñado a no
beneficiarme de la traición; por desesperación o por honradez elemental, él no quiso beneficiarse
de lo que había hecho, ni en dinero ni en aprecio ante los superiores, acepta terminar en peor
situación que la que tenía antes. Solo esto es ya un principio de cambio. Rechazado todo interés
personal, la traición queda sin sentido.
-Yo le agradezco -dice Félix- su valentía para enfrentarse a aquellas autoridades; fue
tratado despectivamente pero no se dejó amedrentar. Quizá tenía alguna cuenta pendiente con la
justicia y le chantajearon, pero ahora les ha plantado cara; acusándose a sí, les acusa a ellos. Me
gusta el hecho de que no buscase ninguna excusa.
-No te fíes de tus impulsos, es lo que me dice a mí -añade Silvia-. Sus impulsos le
llevaron a una profunda insatisfacción y decepción de sí mismo.
El grupo queda con la sensación de que aquella devolución de su ganancia no fue el
preámbulo de la desesperación sino el principio de la absolución. Toño piensa que a veces
sobrecargamos las culpas de alguien y otras le limpiamos con excesiva facilidad.

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LA VUELTA DE JESUS ACUCHILLADO

Los muchachos cambian de vez en cuando de postura, alguno sentado en la mesa se


sienta en la silla y viceversa y otros se ponen un rato de pié. El sol entra ya fuerte en el comedor,
donde aún siguen, y corren la cortina de la ventana correspondiente.
Con las disensiones entre los miembros del tribunal y con los extremos de Judas casi se
han olvidado de Jesús, a quien dejaron condenado y en manos de la guardia, como un monigote
en el que van clavando sus cuchillos. El relator Toño se lo hace notar y Jesús vuelve a entrar de
nuevo en el grupo, aunque en una actitud mucho más humillada. De golpe desaparece el tribunal,
Judas y hasta María y queda solo Jesús, a quien nadie habrá servido un mínimo desayuno. ¡Cómo
cambia una persona en unas horas de juicio! ¡Cómo cambia cuando le echan encima una
sentencia de muerte! ¡Cómo le cambia el pecado del mundo que le han echado encima! Aunque,
fijándose bien, Jesús sigue con toda su dignidad, como si tuviese asumida esa sentencia de
antemano o creyese que la muerte no es más que un paso. Pero que esa actitud digna no les
engañe, las cuchilladas siguen cayendo. Será bueno un recuento.
-El primer cuchillo, naturalmente, es el de la propia sentencia. La escuchó de labios del
tribunal hace ya un rato, no tanto como para acostumbrarse a ella pero sí lo suficiente como para
que pase el atontamiento del primer impacto; es el momento que más pesa. Tenemos delante a un
sentenciado a muerte. El tribunal se ha disuelto y ya no podrá dar marcha atrás; las discusiones
entre los grupos no disminuyen en nada la eficacia de la sentencia dictada.
-¿No había derecho de apelación? -pregunta Félix.
-No en este caso porque quien ha sentenciado es ya el tribunal supremo y además se
trataba de un asunto religioso en el que no se inmiscuía la autoridad romana, única instancia a la
que se hubiese podido apelar, para lo que se necesitaba además tener ciudadanía romana. Más
aún, aunque hubo un tiempo en que no se podía dictar sentencia y ejecutarla en el mismo día, no
está claro si regía así en aquella época; en sentencias de blasfemia, se imponía el principio
contrario, el de una ejecución rápida.
-¡Esto es peor que un juicio sumarísimo en tiempo de guerra! -grita Félix-. Cuando se
tiene tanta prisa en ejecutar es que hay algo que ocultar.
-Sin embargo, la mayoría de nuestras sentencias son así, rapidísimas, sin juicio previo;
primero la dictamos con el pensamiento y fácilmente después con la crítica o el comentario
despectivo; además son sentencias sin posibilidad de autodefensa, no le concedemos ninguna al
acusado.
Carmela está abstraída y Ana la interrumpe:
-Me extraña que te hayas ido, ¿en qué piensas?
-En el cuchillo de las burlas. Decías, Toño, que al acabar el juicio pasó a manos de los
guardias que se entretuvieron burlándose de El. No quiero ni imaginarlo.
-¿De qué te extrañas ? -le dice Edu-. A los súbditos serviles les gusta mucho burlarse de
los que sus jefes menosprecian; eran guardias y supongo que allí no habría oposiciones

51
profesionales para el cargo, sino enchufes. El burlarse de Jesús les hacía creer que estaban por
encima de El.
Irene dice que sería bueno aplicar de nuevo aquí la cámara fotográfica, ver y oír las
burlas, ver la expresión de Jesús al recibirlas, esas tomas serían más expresivas que ningún
análisis.
Responde Toño que, según el cronista, la cámara recogería estos datos escalofriantes:
escupirle en la cara, golpearle de diversas maneras y darle bofetadas; y todo esto acompañado
de insultos y burlas irónicas y despectivas. Todo obra de la guardia, con la participación, según
el cronista, de algunos miembros del Consejo, aunque esto último parece poco verosímil, pues
mantendrían un mínimo de decoro en sus formas.
Como si la cámara se hubiese convertido en un teleobjetivo, quedan todos mirando
fijamente, con la mirada difusa y profunda, penetrándose de esas imágenes heladoras; son imáge-
nes que cautivan, hieren, avergüenzan, hacen gritar y llorar, suscitan misericordia y rebelión.
Algo inimaginable unos días antes, cuando unos guardias enviados a detenerlo volvieron sin
intentarlo siquiera porque, decían, nunca habían oído a nadie hablar como aquel hombre, venían
cautivados; ahora su reacción era muy diferente, no había nada que cautivase en ese hombre,
todo en él era engaño y merecía desprecio.
La escena es tan impresionante que Toño mantiene unos momentos el enfoque, pero
luego cambia porque tendrán que volver sobre ella. El sol de abril se ha oscurecido en el interior
de los presentes, como el rostro de Jesús.

)Qué garantías tiene el bien?

-¿Más cuchillos? -pregunta luego en voz alta.


Miran sorprendidos, como si después de esta escena nada pudiese quedar.
-Yo encuentro otro -dice Ana-. El cuchillo del bien y del mal que intercambian los
papeles. En ninguna otra hora del mundo ha sido tan derrotado el bien y tan triunfante el mal.
Nunca entenderé cómo se puede llegar a esos extremos de confusión y menos entiendo qué hace
Dios mientras nosotros jugamos esa absurda partida. Porque la derrota de Jesús no es fruto de un
juego de azar, ha sido planificada, calculada y trabajada. ¿Es que el bien no tiene un mínimo de
garantía de salir siempre a flote? ¿Es que el mal es tan fuerte que puede incluso con Jesús? Si es
así, ¿qué estímulo encontramos a la hora de comprometernos con el bien?, porque a todos nos
gusta el triunfo y nos repele una situación como la de Jesús.
-Esa pregunta me la hago muchas veces -insiste Edu- analizando nuestra sociedad; si el
árbol se conoce por sus frutos, tengo la sensación de que muchos frutos se han equivocado de
árbol. ¡Cuántos que aparentan cultura y honradez y son considerados socialmente triunfantes,
usan continuamente métodos de cloaca! El único bien que cotiza es el éxito y todos los medios,
hasta los cadáveres, quedan justificados en función de su logro. Muchas veces no sé dónde mirar
para aplaudir o escupir.
Una sensación de inseguridad se les mete sibilinamente dentro. Estaban cogiendo fuerza
ante el contundente y entrañable ejemplo de Jesús y, de pronto, este final del juicio les plantea

52
una dura pregunta :¿vale la pena? ¿dónde están las garantías? )quién tiene, en definitiva, razón
en esta sociedad? ¿no es mucho más real ese inmenso edificio oscuro de ahí enfrente, la sede de
"la Caixa", con su inmenso poderío económico?
Toño deja un tiempo para que estas sensaciones penetren todo lo posible, pues el Jesús de
la Pasión es todo lo contrario de una emoción pasajera o de una decisión superficial; aquí no hay
engaños sino realidades cortantes que tienen que llevar a compromisos como los suyos, y solo
pueden ser iguales cuando hayan sufrido los mismos miedos y no se asusten por los mismos
fracasos. El juicio de Jesús está lleno de contradicciones pero no más que la vida, y la vida
cristiana resulta desconcertante pero no más que la sociedad; es la misma contradicción y armo-
nía que existe entre cuerpo y espíritu, vida temporal y eterna, entre lo humano y lo divino
coexistiendo en una misma persona.
Llegan las campanadas horarias desde el carillón de la torre de la próxima iglesia de San
Odón, es la hora de Dios con medidas humanas, ayudadas además por la técnica.

Siguen alcanzándole más cuchillos

-Jesús sufre también el cuchillo de la religión -dice Silvia-, le condenaron los hombres
religiosos.
-En el tribunal -aclara Toño- había miembros que no tenían ninguna función religiosa
directa, aunque todos eran creyentes. Lo seguro es que le condenaron en nombre de la religión.
-Está claro que la religión puede crear vida o matar, salvar o condenar -dice Irene-.
Demasiadas barbaridades se han hecho en nombre de la religión y Jesús ha tenido que ver
despavorido cómo la religión se unía a la espada y se empleaba para bendecirla.
-Yo lo veo de forma más peatonal -dice Félix-. Por la religión de unos otros dejaron de
creer o, al menos, de practicar. Hay maneras de vivir la religión que espantan a los demás,
aunque muchas veces esto sea una simple excusa. Los cristianos que abandonan sus prácticas
casi siempre acusan a otros cristianos, a los colegios que les atiborraron de misas, a las misas
atiborradas de aburridos, a los que comulgan y luego practican injusticias, a los que cristianos
que no son mejores que nadie. Siempre la misma historia con su exageración y su verdad.
Casi todos han participado alguna vez de semejantes comentarios, es fácil y cómodo
hacerlo. Ahora esta actitud aparece como uno más de los cuchillos que hieren a Jesús en el juicio
y a ellos les penetra finamente hasta el punto donde se hace auténtica o inauténtica su vivencia
religiosa, que es lo que se cuestiona esta mañana.

-Yo encuentro otro cuchillo -afirma Félix-, el de la confusión legal. Según he podido
deducir, no está clara la normativa legal entonces vigente. Aún los códigos bien definidos se
prestan a muchos cambios y las conductas, a muchos más. Un juicio no es nunca una operación
matemática, no basta meter el caso en un procesador y luego apretar un botón; las actitudes
subjetivas de acusado, acusador, testigos y abogados pueden cambiar totalmente el color normal
de los acontecimientos. Jesús fue metido en este procesador de los legalismos y salió condenado.
Es normal, ¿qué hace un hombre como Jesús entre unos códigos legales como los nuestros? Eso

53
me hace pensar también en el empeño, no sé si necesidad, de la Iglesia por normatizar nuestra
vida cristiana.
-¿Crees que puede haber vida cristiana sin ninguna norma? -le pregunta Alex.
-Muy difícil, aunque me gustaría. Lo que digo es que en ese terreno Jesús sale malparado.
El bien y el mal son siempre mucho más claros que cualquier código que quiera regularlo, Jesús
será siempre más nítido que el derecho canónico.
Toño dice que no todos los hombres están claros en sus ideas, ni en lo que han de creer ni
en lo que han de hacer, y necesitan el apoyo de unas pautas y las muletas de un ordenamiento que
les ayude; las normas de la Iglesia valen más para los necesitados de apoyo y no sé si alguno de
nosotros se ve libre de esa necesidad. Además están pensadas al servicio de la comunidad,
porque la vida comunitaria necesita unos comportamientos comunitarios, tanto en las
obligaciones como en los cultos, la fraternidad viene del compartir, no de la disensión. Jesús fue
víctima de un legalismo que no estaba al servicio de los necesitados sino al de los bien situados,
por eso resultó mortal para El; como cualquier derecho, que nació para defensa de los que no
tienen defensa, y acaba siendo aprovechado por los que pueden pagar una interpretación
interesada.

-Creo -añade Toño- que también sufrió el cuchillo de su propio silencio. No quiso
defenderse ante los testigos, desacreditados por su propio atabalamiento y contradicción. No usó
el derecho de defensa en ningún momento, atribución que le correspondía y que no le negaron.
Ni siquiera respondió cuando fue instado por el presidente, excepto al final para identificar su
vocación. Era conocida la habilidad de respuesta de Jesús frente a las preguntas capciosas que de
los doctos escribas, a los que muchas veces dejó avergonzados en público; algunos de ellos no se
atrevieron a intervenir directamente en el juicio por miedo a esas respuestas inapelables. Pero
aquí es como si se le hubiera acabado toda capacidad de réplica, ¿qué le sucede?, debió
preguntarse alguno, ¿éste es el que tiene respuestas tan agudas?, pensó el Sumo Sacerdote. Nada
le habría costado a Jesús que sus mismos jueces cayesen en contradicciones públicas en aquel
ambiente de confusiones y transgresiones legales, pero se reservó esa facultad, no la ejerció y ese
silencio dejó libre el mazazo de la condena. Más aún, debieron pensar que su acusación era tan
real que ni un dialéctico tan hábil como El tenía respuesta posible.
Los del grupo sienten que muchas veces nos condenan más nuestras palabras que nuestro
silencio porque ponen de manifiesto las contradicciones de la conducta; el silencio del que no se
defiende y deja toda la defensa a la conducta personal, ennoblece. Pero sienten también otros
silencios condenatorios. Por ejemplo, cuando callan su fe cristiana por debilidad, lo que debilita
la imagen pública de Cristo. O cuando no defienden al que alguien rebaja en un comentario
despectivo. Y cuando callan en el culto, colaborando así a celebraciones pesadas y aburridas,
faltas de palabras y música que proclame el gozo de la fe.
Estas reflexiones las están haciendo interiormente; durante un rato no hablan para no caer
en contradicción con lo que piensan y porque cada cuchillo que se clava en Jesús les alcanza
también a ellos; no lo habían previsto, pero están siendo acuchillados.

Venancio suscita una nueva aportación:


-¿Podemos decir también que le hirió el cuchillo de ser Hijo de Dios?

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Algunos no saben si es que no entienden la pregunta o es que les resulta extravagante,
cada paso les sitúa en una nueva dimensión. El mismo Venancio sigue comentando :
-Lo digo no solo porque, al responder afirmativamente al presidente sobre esa cuestión,
la respuesta le valió la condena, sino porque realmente debe ser muy difícil llevar encima el
hecho de ser Hijo de Dios.
-Sin embargo -dice Carmela-, yo creo que debe ser sublime y que Jesús lo sintió mas
como un disfrute que como una carga. -A muchos hijos -comenta Félix- les ha supuesto
una barrera la fama de sus padres. Pero no creo que fuese el caso de Jesús. De acuerdo contigo,
Carmela, me lo imagino disfrutando de Dios, aunque yo no sé cómo puede ser ese disfrute.
Venancio insiste :
-Lo digo también por nosotros. Vamos por ahí como hijos de la sociedad pero no como
hijos de Dios; yo siento más el deseo de estar actualizado y de aparecer como hijo de la época
moderna y de sus costumbres y me da miedo aparecer en público como hijo de Dios, temo que
eso automáticamente me complique la vida; además, socialmente no luce; uno presume de
moderno más que de Dios Padre. Si apareciese en todas partes con esa marca bien visible, )se
montaría a mi alrededor un corro de amistad o una barrera de aislamientos? No quiero correr el
riesgo de que la respuesta sea como en el caso de Jesús.

De pronto Toño se levanta de su silla.


-¿Se acabaron los cuchillos? -pregunta Ana.
-Aún están en nuestras manos -responde Ramón.
-Vamos a guardarlos todos -bromea Toño- y que no se vean, porque es ya mediodía y
habrá que limpiar y despejar las mesas para preparar la comida.
Casi sorprendidos de la rapidez con que se juntan desayuno y almuerzo, retiran los restos,
limpian las mesas y colocan platos y cubiertos limpios. Aunque a alguno se le ocurrió, no
pusieron un plato para Jesús; durante todo el juicio no comió.

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LA DISYUNTIVA DE IRSE O QUEDARSE.

UNA LIBERTAD POR OTRA

Larga sobremesa después de la comida; apartado el tema del juicio de Jesús, recogieron
los platos y los fregaron y se reunieron en la escalinata de piedra artificial que sale de la cocina al
patio que da a la calle Capitán Arenas; ésta era en su origen la entrada principal de la casa, de
aquí la gran escalinata, resguardada ahora en su base por un seto alto donde se amontonan
algunas cajas vacías,es la trastienda de la cocina. La frialdad del asfalto, el cemento y los muros
queda compensada por una fuerte palmera que con sus largas ramas cubre gran parte del patio.
Toño trae una cafetera y unos vasos de plástico y la mayoría se apuntan al café.
El ruido de Capitán Arenas, a pocos metros del cruce de Diagonal con el primer Cinturón,
es fuerte, aumentado según se abren o cierran los semáforos. Sentados de manera informal en los
escalones o en la parte alta, algunos de pie, toman café y van dejando sus vasos, dispuestos a
reanudar el juicio del proceso.

Toño reabre la sesión.


-Aunque no tenga ningún parecido con este lugar, debió ser en el patio del palacio de
Caifás donde Jesús sufrió la última cuchillada de aquella noche.
-¿Otra más? -pregunta Carmela.
-Sí, y quizá la más dolorosa aunque no la más profunda.
Concentrada de nuevo la atención, Toño, que esta vez ha traído un libro, sigue :
-Entre los diversos juicios paralelos de esa noche, no nos hemos detenido en el de los
discípulos.
Un gesto de atención de los muchachos indica que caen en la cuenta de ese detalle que
habían pasado por alto; desaparecidos por la huida, estaban también desaparecidos de su
atención.
-Su postura se definió a la salida del Huerto, en el Monte de los Olivos, donde fueron a
hacer oración al acabar la última cena. Os leeré la escena como nos la cuenta Juan, el último
cronista:

" Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos, pasaron el torrente Cedrón y
entraron en un huerto. Judas, el que lo traicionaba, conocía también el sitio,
porque Jesús se reunía allí a menudo allí con sus discípulos.
Judas cogió la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y fariseos, con
faroles, antorchas y armas, y entró allí. Jesús, sabiendo todo lo que se le venía
encima, se adelantó y les dijo:
-¿A quién buscáis?

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Contestaron:
-A Jesús Nazareno.
Les dijo Jesús:
-Soy yo.
Estaba con ellos Judas el traidor. Al decirles "yo soy", dieron un paso atrás y
cayeron a tierra.
Luego les preguntó otra vez:
-¿A quién buscáis?
Contestaron:
-A Jesús Nazareno.
Jesús les dijo:
-Os he dicho que yo soy. Si me buscáis a mí, dejad que éstos se marchen.
Así se cumplió lo que había dicho: "De los que me confiaste, a ninguno he
perdido ".

Toño lo lee de pie, con entonación y con fuerza, proclamándolo, como seguramente lo
haría San Juan cuando contaba esta escena, no como simple narración, sino como canto a la
actitud de Jesús en aquella hora; Toño concuerda con los sentimientos de Juan y le es fácil
expresarlos en su propia forma de proclamar el texto. el grupo entiende la escena y capta el
entusiasmo del cronista y el del lector.
Al acabar, Toño queda con el libro abierto en las manos, como dispuesto a repetir
cualquier punto que necesite aclaración o que el entusiasmo del grupo quiera reincidir. Segura-
mente en las primeras reuniones cristianas, en lugares como éste o en el interior de las casas,
muchas de estas frases se fueron repitiendo a coro por los grupos hasta quedar grabadas en la
memoria del pueblo, después de estarlo en su corazón.
Irene, también de pie, es la primera en hablar:
-Eso parece otro juicio.
-Sí, pero (qué diferente! -exclama Alex, sentado de frente a la Residencia de Oficiales, al
otro lado de la calle.
-Yo he tenido la sensación -dice Laura, que acaba de acomodarse en uno de los
escalones- de que aquí era Jesús quien les juzgaba a ellos.
-Jesús empezó muy bien -corrobora Félix, sentado junto a Laura-, pero que pronto las
cosas se fueron torciendo; en aquel Huerto, El dominaba la escena, en el tribunal era dominado.
Se nota que les agrada más esta escena que la anterior ante el Sanedrín, Jesús aún no ha
sido humillado; si no conociesen el desarrollo posterior, esperarían que acabase
desenmascarando a sus enemigos y saliendo El más fortalecido. Se les ha acabado el espíritu
crítico y su entusiasmo se vuelve más entusiasmado.

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Con esta actitud comentan primero la entereza de Jesús.
El cronista dice que "se adelantó" a su encuentro antes de que ellos tuviesen que
sorprenderle en el Huerto, y que "El sabía todo lo que se le venía encima". ¿Por qué no huyó?
¿Por qué, en lugar de salir al encuentro de los capturadores, no salió en otra dirección? La noche
era el mejor aliado para la huida, y aún le habría sido más fácil no acudir allí esa noche, sobre
todo después que vio a Judas salir del Cenáculo para realizar su entrega. Da la impresión de que
quería entregarse y ser capturado, sólo le faltó presentarse voluntariamente a las autoridades.
Sin embargo, un tiempo atrás, cuando se enteró de la orden de captura, huyó de la zona
donde se concentraba el peligro, hacia otra zona más despoblada y sencilla, porque entre los
sencillos se encontró siempre más seguro.

Siguiendo su relato, Toño hace de galileo, como el del detenido Jesús, ¡demasiadas
coincidencias! Así que no tuvo más recurso que "empezar a echar maldiciones y a jurar:¡No
conozco a ese hombre que decís!". Sus palabras le resonaron dentro como las más vergonzosas
de su vida, como si no fuesen suyas, tal vez era un espejismo nocturno, una de esas extrañas
voces que de vez en cuando se oyen en la noche. Pero hubo un dato que le confirmó en la
realidad de lo que acababa de hacer:"Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se
acordó de las palabras de Jesús: Antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres". Juan,
que da a esta escena aún más relieve que al juicio ante el Sanedrín, concluye diciendo que, en
ese momento, "El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro. Y, saliendo fuera, lloró
amargamente".

Toño se acera a la puerta que da a la cocina, donde está sentado Rodri, se queda un
momento es suspenso, mientras todo el grupo sigue silencioso su gesto, señala la puerta con la
mano y dice:
-Detrás de esta puerta, en la primera planta, está la sala de los interrogatorios donde
Jesús acaba de ser juzgado. Sale custodiado por dos guardias y le llevan a esa otra puerta (y
señala otra que da al sótano), donde está el calabozo, en la planta baja; tiene que bajar unas
escaleras. Al bajarlas, Jesús mira. ¿A quién mira?
-A mí -contesta rápidamente Rodri poniéndose en pie.
-A mí.
-A mí.
-A mí.
-....
Y se fueron poniendo en pie.

Intermedio de reflexión.

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Por fin, Toño les dice que esa tarde se suspende el juicio, no habrá sesión de tribunal,
para que todos los afectados puedan reflexionar y asumir la parte que a cada uno le
corresponda. Han sido constituidos en jurado y necesitan tiempo para valorar personalmente los
acontecimientos y testimonios y, sobre todo, para decidir su postura.
Lentamente se rompe el grupo hasta nueva sesión.
Casi todos dan alguna vuelta por los alrededores, para estirar los músculos y la
atención; algunos van a los jardines del Palacio de Pedralbes, otros entran en el Corte Inglés y
otros llegan hasta el campo de fútbol del Barça.
Pero, antes o después de su paseo, todos tienen ratos de soledad y la mayoría pasan
algún tiempo en la iglesia o en "el coro" de la comunidad. Curiosamente encuentran paz y
satisfacción interior, como si les alcanzase un maravilloso fruto del terrible juicio en el que se
ven inmersos. Y llegan a sentir una doble sensación, hasta ese momento bastante huidiza: el ,
dejando libre la parte frontal hacia la puerta, de la que descienden seis escalones también de
ladrillo rojo, algo gastados en su bordes. Toño sube una silla al pequeño rellano de lo alto de la
escalera y anuncia :
-Esto es el "pretorio" (y señala el espacio) y esto la "silla curul" (y señala la silla). El
"pretorio" es el lugar desde donde administraba justicia el procurador romano, que podía ser su
residencia o una tienda de campaña si estaban en guerra o cualquier otro lugar cuando pasaba
por alguno de sus dominios; de ahí precisamente le viene el nombre, es el lugar donde estaba el
"pretor" o jefe de campamento; desde entonces se llamaba "pretorio" a la residencia del
procurador. En la "silla curul" se sentaba para juzgar y dictar sentencia. Es una hora temprana,
aún falta luz y hace fresco, porque a esta hora llevaron a Jesús a aquel "pretorio" de Pilato.
-¿Donde estamos ahora? -pregunta Laura, extrañada-. Quiero decir, ¿en qué punto y en
qué lugar del proceso?
-En la residencia del gobernador romano en Jerusalén, que por cierto no sabemos cuál
era; habitualmente él residía en Cesarea, una hermosa ciudad junto al mar, pero cuando venía a
Jerusalén se hospedaba en un antiguo y solemne palacio construido por Herodes el Grande o en
una fortaleza unida al Templo, edificada también por Herodes, llamada Torre Antonia
aduladoramente para su protector Marco Antonio; los especialistas discuten cuál de las dos
ocupaba aquellos días, nostros podemos situarlo en la segunda, porque desde aquí vigilaba
tranquilamente todos los movimientos en torno al Templo.
-¿Es que hemos cambiado de tribunal? -vuelve a preguntar Laura.
-Sí, ya lo veis. Ahora estamos ante un tribunal extranjero y pagano. Y hemos de hacer un
esfuerzo para comprender lo que este cambio supone.
-¿Por qué este cambio?
-Miles de horas y remesas enteras de estudios se han dedicado a responder a esta
pregunta. Os extraña, como a todo el mundo. Jesús era judío y ha sido detenido por la autoridad
judía; es juzgado por un problema religioso y solo un tribunal religioso es competente en este
tema. Además ya han dictado sentencia y ahora solo queda la ejecución de la sentencia; ló-
gicamente deberíamos verle en el calabozo, esperando la hora de ser ejecutado. Sin embargo le
vemos en otro tribunal sin que nadie haya planteado recurso a su favor y no se da ninguna
explicación del cambio, por lo que tenemos que adivinarla. Mi primera conclusión es que no es
tan fácil eliminar a Jesús, aunque alguien se atreva a dictar sentencia contra El; miles de

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sentencias condenatorias se han pronunciado a lo largo de veinte siglos y aquí está, inquietando
nuestro amanecer en este día; ninguna persona y ningún grupo es suficiente tribunal para
eliminarle de la sociedad. Cuando algunos lo creen ya muerto, lo único que hacen es pasarlo de
tribunal. Pero en este caso hay circunstancias que explican el paso de Jesús al tribunal romano;
porque Palestina era un país conquistado y dominado por Roma, que gobernaba allí mediante
un procurador, Poncio Pilato, que asumía en su persona las máximas funciones de gobierno y
judiciales.
-Pero el tribunal judío también era competente, ¿no? -insiste Edu.
-Sí, pero con unos límites, y aquí está el problema, porque no conocemos los límites
entonces impuestos por Roma. Jerusalén no era una "civitas libera" sino una ciudad dominada y
el representante de este dominio era el procurador y la máxima expresión de su dominio era el
derecho de vida y de muerte.
Toño no quiere detenerse mucho en este punto, esencial para la comprensión jurídica del
proceso, pero accidental para entrar en sus contenidos espirituales. Solo hace un par de
aclaraciones más. Los romanos solían respetar las costumbres y, en lo posible, las legislaciones
de los lugares conquistados, siempre que mantuviesen la paz y las contribuciones correspon-
dientes; con los hebreos, dada la fuerza que aquí tenía la religión como estado teocrático, eran
especialmente tolerantes; por eso estaban exentos del servicio militar y de ofrecer culto al
Emperador, y les mantenían sus sanedrines o tribunales con sus funciones de gobierno,
administrativas y judiciales, entre las que estaba el poder dictar sentencia de muerte, al menos
por delitos de tipo religioso. Pero había un límite; los romanos se reservaron el derecho de
ejecutar, era una forma de control último. Así que, si querían ejecutar a Jesús, tenían que acudir
al procurador romano.
-El caso es -concluye- que, como veis, después de ser condenado, Jesús no está ante el
pelotón de ejecución sino ante otro tribunal, que esta vez no es colegiado, como el Sanedrín,
sino reducido a una sola persona, el procurador Poncio Pilato.

En el grupo el fresco del amanecer se templa con una primera y ligera sensación de
esperanza, un nuevo juicio puede cambiarlo todo, y se disponen a participar de forma activa. La
justicia romana tiene fama de estar bien elaborada y de defender bien los derechos del acusado.
-Cuando el procurador recibe aviso de que han llegado -sigue Toño- sale a esta
plataforma y se encuentra con la primera sorpresa: el reo no parece ningún hombre importante
ni peligroso, es un hombre sencillo pero sin ningún signo de humillación ni de rebeldía; sin
embargo, no le acompañan solo los guardias, sino los sumos sacerdotes y senadores judíos.
"Algo raro, muy especial", pensó el procurador. Y empieza tomando una actitud de cautela.
El grupo, por el contrario, no toma ninguna cautela en este momento, está decididamente
a su favor, pero reconocen que muchas veces la han tomado. La reacción ante Jesús depende de
cómo nos sea presentado, de quién nos la ofrezca, de lo que vemos en su cara y en la de aquellos
que nos hablan de El, de la disposición personal. La cautela estropea muchos encuentros con
Cristo. Jesús quedó condicionado por aquel interrogante que Pilato vio sobre la cabeza de los
magistrados judíos que se presentaban allí a una hora tan temprana con un reo aparentemente
insignificante.

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Lucha de competencias

-Empieza el juicio, el nuevo juicio -anuncia Toño.


-Mi primera reacción es de curiosidad -dice Edu-. ¿De qué puede ser juzgado un hombre
como Jesús en un tribunal pagano?
-Mi curiosidad es otra -dice Irene-. ¿Puede este segundo tribunal, que no es de
apelación, salvarle de la condena del primero?
-A mí solo me interesa la reacción de Jesús -dice Venancio, sentado debajo de la acacia-,
el resultado de los tribunales no variará, porque ningún tribunal es competente.
-De hecho -sigue Toño- lo primero que se plantea en ese amanecer de viernes, no es
directamente el problema de Jesús sino las competencias de cada uno y la fiabilidad o descon-
fianza mutua de las dos autoridades. A diferencia del tribunal judío, donde el primer paso
correspondía obligatoriamente a los testigos, en el romano el procurador podía empezar direc-
tamente por el interrogatorio del acusado. Sin embargo, empieza interrogando a los que traen al
reo :"¿Qué acusación presentáis contra este hombre?". Aunque la pregunta parece normal,
algo, quizá el tono , molesta a los miembros del tribunal judío, que se sienten ofendidos, ¿acaso
duda de ellos? ¿es que no quiere aceptar un reo de nuestras manos?, y le replican:"si éste no
fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado". Como veis, empiezan con sospechas y
desconfianzas mutuas, poniendo sobre el tapete las competencias y la honradez de cada uno; lo
primero es dejar claro que ellos son mucho más importantes que el reo. Situado en este terreno,
Jesús no puede sentirse seguro, le manipularán para imponerse sobre la otra parte. Aunque era
verdad que los judíos, acérrimos defensores de su gente, no querían entregar nunca a uno de los
suyos a la autoridad extranjera, sin embargo con Jesús acaban de hacerlo.
El grupo capta que están cambiando el verdadero centro de interés, desplazándolo de
Jesús, que es quien les convoca, a ellos, pero no les suple y puede terminar aniquilado por sus
intereses encontrados. El problema de Jesús no está en su persona, sino en los intereses de los
demás. No se le puede dejar entrar en la vida sin que de alguna manera complique nuestros
intereses personales.

-Pilato -sigue Toño- les lanza una propuesta que puede ser un reto o una ironía
:"Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra Ley". Es un reto porque Jesús es judío y sus
asuntos tienen que arreglarlos entre ellos, para eso tienen su propia jurisdicción; no se debe
acudir a una instancia superior cuando no se ha hecho lo suficiente en la propia, es una
dejación de la responsabilidad. Es también una ironía, porque Pilato sabe los límites a que les
somete el Imperio; si le juzgan ellos, no podrán darle muerte.
Sigue contando el relator que entonces las autoridades judías hicieron una confesión
equívoca: "No estamos autorizados para dar muerte a nadie". No sabemos si lo dicen con orgu-
llo, porque toda ley que evita matar es buena, o como un lamento, porque los romanos les han
quitado esa competencia, reservándose la facultad de ejecución. Históricamente es uno de los
puntos más discutidos: ¿tenían o no los judíos en esa época la facultar de dictar y ejecutar una
sentencia de muerte? Las respuestas contrarias tienen ambas apoyo documental. Nosotros no

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vamos a dilucidar aquí la cuestión, así que seguimos el relato como suena. De hecho las
autoridades judías acaban de hacer una confesión pública de que no tienen esa competencia, y
parece la opinión más acorde con los hechos; de haberla tenido, la habrían ejercido, puesto que
tanto interés tenían en eliminar a Jesús, a no ser que aún pesase más en ellos la repercusión que
provocaría en el público, por lo que era mejor que esa responsabilidad recayese en manos
extranjeras.
-Lo que no entiendo -dice Félix- es que, si quieren y necesitan que el gobernador le
condene y ejecute, ¿para qué han realizado ellos el juicio? )para qué han dictado sentencia de
muerte? Ha sido un juicio inútil.
-Supongo -responde Irene- que, como pueblo dominado, tienen interés en ejercer los
derechos que les quedan; además su sentencia tiene una indiscutible fuerza moral ante el
gobernador. Esta manera de plantear las cosas tenía repercusiones directas en el mantenimiento
de sus funciones.
-¿Seguimos hablando de ellos? -interrumpe Laura.
-A mí me interesa El -confirma Alex.
-Es mejor cambiar -dice Venancio- porque nuestras polémicas terminan haciendo
víctima a alguien.
-¿Dónde estaba situado El en este momento del juicio? -pregunta Ana.
-Ahí -y Toño señala un lugar debajo de la plataforma; algunos del grupo se retiran un
poco, que quepa Jesús y los guardias que lo custodian.

La hipocresía de unos escrúpulos

Por cierto que esto creó otra polémica, sigue narrando Toño. El procurador, advertido
de su llegada, les esperaba en el interior de su residencia, pero ellos se negaron a entrar "para
no contaminarse y poder celebrar la cena de Pascua"; entrar en la casa de un pagano les
contaminaba de tal manera que les impedía participar del acto religioso, hasta ese punto se
diferenciaban y distanciaban del pagano corrompido, alejado de Dios; el Sumo Sacerdote en
particular no podía correr ningún riesgo de contaminación porque le habría impedido presidir
las solemnísimas ceremonias de esos días, quizá por eso no estaba aquí y envió a los demás
sumos sacerdotes y senadores. Era conocido de todos el caso de un Sumo Sacerdote que, en la
víspera de Pascua, fue escupido por un árabe, esto le contaminó y ya no pudo oficiar la solemne
ceremonia que fue presidida por su suplente, su propio hermano, y así perdió el cargo.
-Ya sé lo que estáis pensando:el enorme contraste entre los escrúpulos contaminantes y
la facilidad con que condenan a muerte a un inocente.
-Daban más importancia a la pureza externa que a la interna -dice Venancio, a quien
siempre cuesta emitir un juicio negativo.
-¡Matan un hombre con tal de salvar un rito! -grita Félix.
-Supongo -dice Irene- que solo conociendo bien su ambiente y cultura podríamos juzgar
estas reacciones.

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-¡Podemos juzgarlas, cómo no! -responde con fuerza Ricardo-. Es tan clara su
aberración que me asusto de lo que puede pasarle a Jesús en ese ambiente; podíamos
ahorrarnos el proceso, el resultado será inapelable; serán capaces de condenar solo para
sentirse por encima del otro.
-¿Cómo reacciona el procurador? -pregunta Laura.
-Dentro tenía su tribunal, el "Lithostrotos", expresión griega con que se le denominaba
en todas partes, o "Gabbatha", ón que en ese momento el Procurador no tiene clara. ¿Se lo
traen para que confirme simplemente su sentencia y la ejecute o quieren un nuevo proceso?
Pilato puede escna conducción de agua hasta la ciudad, esta vez aplastó la rebelión popular
escondiendo soldados disfrazados entre el público que, a una contraseña, empezaron a herir y
causaron varios muertes. El pulso era permanente, se odiaban y se necesitaban, y Jesús ahora se
encuentra en medio, a esta hora tan temprana en que los romanos solían empezar los juicios.

El relator explica aún otra cuestión que en ese momento el Procurador no tiene clara.
¿Se lo traen para que confirme simplemente su sentencia y la ejecute o quieren un nuevo
proceso?.

La sorpresa

Así se podía titular, según el relator, el primer acto del nuevo juicio. Porque sorpresa
fue lo primero que sintió Pilato al ver a Jesús. Un correo previo le ha advertido ya de que la
traen un reo que quiere hacerse rey, pero éste no tiene ninguna pinta de rey ni de
revolucionario, le falta la osadía retadora y las mandíbulas apretadas de los revolucionarios y
la mirada avara y soñadora de los que aspiran a la cumbre. Así que con sorpresa e ironía, como
hablando para sí, pregunta: "¿Tú eres rey?" Y rápidamente se vuelve a ellos pidiéndoles que
precisen la acusación.
Vuelven a encontrarse con el difícil tema de las acusaciones. Por una parte saben que la
legislación romana no permite que un reo sea juzgado dos veces por el mismo tema, así que
tendrán que aportar un nuevo delito para facilitar el nuevo juicio. Por otra, puesto que el
procurador empezaba preguntando la acusación, es que tal vez está dispuesto a admitir las
acusaciones y sentencia emanadas de su juicio, por tanto, lo lógico era transmitirle lo aquí
sucedido. Sin embargo, el delegado responde que traen tres gravísimas acusaciones: primero se
le acusa de revuelta y subversión, anda por ahí amotinando a la gente; segunda, de algo aún
más concreto, de no pagar los tributos al César y de incitar a que otros no los paguen, con lo
que muchos siguen su ejemplo; y la tercera, en consonancia con lo anterior, se proclama a sí
mismo como Mesías y Rey.
-¡Pero esto no tiene nada que ver con lo dicho en su juicio! -exclama Ricardo.
-¿No le condenaron por blasfemo? -pregunta Laura.
-¡Estas son todas acusaciones políticas!

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-¡Si incomprensible era la acusación de blasfemia, más aún lo son éstas!
-Sin embargo -dice Félix- me pregunto si no tienen algún fundamento. Los
comportamientos de Cristo tienen necesariamente repercusiones sociales, su doctrina puede
resultar explosiva, si hoy la aplicásemos la sociedad se volvería del revés. Nunca le he visto a
Jesús como un hombre meramente espiritual, sino comprometido con su tiempo y con su gente,
pretendiendo un cambio en la sociedad. Ya sé que El apelaba a Dios y no al César, pero por esto
mismo el César y todos su delegados pueden tener miedo, se estaba gestando un nuevo orden del
mundo.
Escuchando a Félix, el grupo empieza a comprender por qué han cambiado las
acusaciones. Sin renunciar a lo dicho en su juicio, ahora se fijan en las graves consecuencias
sociales de aquel blasfemo; si a ellos les asusta una religión fundada en un Mesías así, a Pilato
ha de asustarle una sociedad con semejante rey; más que contradecirse, usan una táctica sutil,
ante el Procurador pronuncian solo los puntos que saben le harán mella. Como cuando en las
discusiones y enfados, decimos aquello que más le afecta al otro, no lo más auténtico sino lo más
impactante, que frecuentemente es lo más hiriente.
-¿Son tres acusaciones o una? -pregunta Edu.
-Tómalas como quieras -responde Félix.
-Las veo como una sola acusación.
-Sin embargo, yo veo tres cuestiones diferentes.
-¿Por qué discutir entre nosotros? Más que los motivos por los que cambian las
acusaciones, importa el impacto que producen en nosotros, acabamos de escucharlas. Yo sigo
con mi sorpresa, pero lo que más me impacta es la sorpresa que debió sentir Jesús al escuchar
esas acusaciones, El sí que no se las esperaba.
Laura, que acaba de hablar sentada en el último escalón, expresa en su propio rostro esa
sorpresa, abre mucho los ojos y mira a los demás, buscando quien comparta con ella la extra-
ñeza de Cristo. Félix, puesto en pie y apoyado en el tronco de la vieja parra convertida en
enredadera, insiste en que las acusaciones no le parecen tan absurdas, y cree que Jesús
seguramente sí las esperaba.

Recuerda Toño que en aquel tiempo había un movimiento nacionalista y revolucionario,


los zelotas, y que se discute la posible relación de Jesús con ese grupo; entre sus discípulos,
escogidos personalmente por El, algunos podían venir de ese movimiento; a uno, Simóm, lo
llamaban "el Zelota"; en otros, como Pedro y Judas, se pueden adivinar simpatías. Sin embargo,
Jesús se proclamó rotundamente en contra de la violencia, que los zelotas consideraban
indispensable, con lo que quedó, no solo apartado, sino enfrentado a ese grupo, que según
algunos, intentó captarle como cabeza de lista por su tirón popular. ¿Puede esto considerarse
base para acusarle de revolucionario y perturbador del orden público? En cuanto a lo de los
tributos para Roma, es una cuestión que le plantearon capciosamente un día y él la resolvió con
la conocida frase:"dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", que más bien
significa lo contrario de la acusación. Aunque, desde meras suposiciones o interpretaciones
subjetivas, uno siempre encuentra fundamento para cualquier acusación.

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-Esto es todo lo que puedo responder a tu pregunta, Félix -concluye Toño-. De hecho el
Procurador no parece creerse esas acusaciones, lo único que puede impactarle es lo de que
quiere hacerse Mesías, una palabra vacía para él, o rey, que entiende como cabecilla
guerrillero. Lo que yo constato en Pilato es la sorpresa al escuchar esa posibilidad en un
hombre como el que tiene delante, un desconocido, que no pertenece a ningún grupo social o
político, sin ninguna apariencia de ambición ni de orgullo; de haber sido verdad, sus espías lo
habrían captado tiempo atrás. En cualquier caso, es un punto muy grave y no puede pasarlo por
alto, porque se trata de conspirar contra Roma, el máximo delito.
Hay que aclarar que, durante este diálogo de Pilato con las autoridades judías, Jesús
está dentro de la residencia, El no tiene escrúpulos de estar en la casa de un pagano. En ese
momento Pilato deja el patio exterior, entra en su residencia y va al encuentro de Jesús.

Más sorpresas

Los relatores evangélicos nos ofrecen aquí, más que una crónica, una interpretación
muy sintetizada de la esencia y significado del encuentro. Pilato hace traer a Jesús a su
presencia y le pregunta directamente:"¿Tú eres el rey de los judíos?". Interroga directamente al
reo, no busca otros testimonios; es un hombre acostumbrado a impartir justicia y sabe distinguir
la verdad en el rostro y en las reacciones de las personas. Se encuentra con otra sorpresa
cuando aquel reo no se intimida ni se pone nervioso sino que, a su vez, se atreve a interpelarle a
él:"¿Piensas tú eso o te lo han dicho otros de mí?. La expresión natural de Jesús le salvó de que
el Procurador tomase la pregunta como una insolencia, lo que podía resultar más peligroso que
la misma acusación; quería simplemente decirle:"tú tienes buenos espías y no has descubierto
nada de lo que dicen, fíate de ti y no de unos acusadores interesados". Pilato es hábil ante los
reos y le da una respuesta ambigua:"¿Es que yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te
han entregado a mí; ¿qué has hecho?".
De nuevo otra sorpresa para Pilato. Jesús aclara que, si pretendiese ser rey, su guardia
habría luchado para que no cayese en manos de los judíos. "Curioso, piensa Pilato, ha dicho "de
los judíos", no de los romanos, está inculpando totalmente a los suyos; si algo tiene, es contra
los suyos, no contra el Imperio". A continuación Jesús le hace otra afirmación incomprensible
para él:"mi realeza no es de aquí". ¿De dónde puede ser un rey, más que de aquí, de este
mundo? ¿Qué otro tipo de realeza puede interesar a nadie? Acaso este acusado no es más que
uno de esos sofistas que abundaban desde que las escuelas griegas llegaron a estas tierras.
-Las sorpresas no acaban aquí. Cuando le pregunta de nuevo si es rey y le pide una
respuesta concreta, Jesús contesta afirmativamente:"Así es, yo soy rey".
También en el grupo impacta una respuesta tan afirmativa. A Pilato le habría resultado
más inquietante que hubiese dicho:"lo pretendo, quiero llegar a rey de mi pueblo", eso
significaría amenaza de revolución, porque es el único camino de los vencidos. Pero ha dicho
que es rey, que ya lo es, que lo está siendo. Podía ser una adivinanza, una ironía, un trastorno;
pero desde luego en aquel tipo no había ningún rey que pudiese crear el más mínimo peligro a
Roma. Se completó la sorpresa cuando Jesús añade como si fuese una explicación de su
realeza:"Tengo por misión ser testigo de la verdad, para eso nací y vine al mundo. Todo el que

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está por la verdad me escucha". Pilato se concluyó a sí mismo:" Es un sofista, está claro, un
diletante; le gusta perder el tiempo con palabras. Un rey se preocupa sobre todo de mantener el
poder y el orden, la verdad es secundaria".

-Estas fueron las sorpresas de Pilato en aquel encuentro personal -concluye Toño.
-Yo pienso -dice Carmela- que lo más llamativo es que Jesús llegase a sorprender a
Pilato, el hombre poderoso y experimentado en reos. Algo había en El, algo muy especial.
-Algo hay -remacha Alex-. Cada día me sorprende más y muchas de sus sorpresas ni
siquiera sé explicarlas. Dice algo tan inimaginable como que es rey y tú sientes que es verdad, lo
sientes en tu persona, en tu vida. Confunde la realeza con la verdad y resulta que tiene razón,
porque el que sigue la verdad llega a tener dominio de su persona y de todas las situaciones. Es
un reo y notas que se está adueñando de tu vida. Seguramente Pilato sintió también algo de esto.
-Por eso Pilato se sorprendió una vez más -sigue Toño-, pero esta vez al escucharse a sí
mismo preguntarse:")Qué es la verdad?". Y no lo dijo con tono despectivo ni con intención
filosófica, quizá era una simple exclamación, intuyó que la verdad y Jesús compaginaban bien.
Pero el Procurador no podía entretenerse en esas disquisiciones con un reo. Aquel
extraño reo empezaba a metérsele dentro en un amanecer en que él estaba preocupado sobre
todo porque las fiestas populares no creasen ningún disturbio. (Llamativo, el reo no había
pronunciado una sola palabra de autodefensa ni había demostrado ningún miedo ni
nerviosismo! Como si perteneciese a otro lugar, a otro orden...
-¡Ah!, los encuentros personales con Jesús, (cuántas sorpresas guardan! -concluye
Toño.
Ninguno contesta porque todos están de acuerdo.

Perturbaciones de la inocencia

Las sorpresas no se han acabado. Una más es que el Procurador, después de escuchar la
respuesta afirmativa de Jesús a la dura acusación, no deduce culpabilidad sino inocencia.
-Con las primeras deliberaciones ya se había hecho de día, como ahora (varios miran la
casa y los árboles, descubriéndolos por primera vez esta mañana). El Procurador sale de nuevo
de su residencia y vuelve aquí, al estrado, donde esperaban los sumos sacerdotes, senadores,
guardias y un grupo de gente. Podéis imaginar la expectativa:¡ya trae la sentencia! El
Procurador podía dictaminar con rapidez porque se ahorraba las deliberaciones y discusiones
de un tribunal colectivo, como el Sanedrín. Desde este estrado, ante el silencio de todo el grupo,
anuncia:"Yo no encuentro ningún delito contra él". Nadie sabe qué ha sucedido dentro y qué
han hablado, pero suponen que a Jesús se la ha soltado la lengua y con su conocida habilidad
ha logrado convencer a aquel duro romano. De pronto la inocencia desplaza a la culpabilidad y
llena todo el juicio.
Los muchachos sienten el alivio de esta decisión, aumentado por el primer sol del día
sonriente entre los árboles y el edificio vecino; el airuelto. Pilato ha reconocido su inocencia

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pero no lo ha absuelto, no le ha concedido la libertad, que es la verdadera absolución del
acusado; ha dicho lo que siente pero no hia estaba condenado con nuestra participación; ahora
nos aliviamos al pensar que su reconocimiento de inocencia por parte de Pilato es también
nuestro.¿)Qué proyectamos en El, nuestra culpabilidad o nuestra inocencia? Si en nuestro
interior hay culpas no reconocidas, también hay inocencias no proclamadas.
-Siempre somos fáciles a exculparnos, la culpa nos pesa -dice Toño-. De hecho Jesús aún
no está absuelto. Pilato ha reconocido su inocencia pero no lo ha absuelto, no le ha concedido
la libertad, que es la verdadera absolución del acusado; ha dicho lo que siente pero no hia
estaba condenado con nuestra participación; ahora nos aliviamos al pensar que su
reconocimiento de inocencia por parte de Pilato es también nuestro. ¿Qué proyectamos en El,
nuestra culpabilidad o nuestra inocencia? Si en nuestro interior hay culpas no reconocidas,
también hay inocencias no proclamadas.
-Siempre somos fáciles a exculparnos, la culpa nos pesa -dice Toño-. De hecho Jesús aún
no está absuelto. Pilato ha reconocido su inocencia pero no lo ha absuelto, no le ha concedido
la libertad, que es la verdadera absolución del acusado; ha dicho lo que siente pero no hia
estaba condenado con nuestra participación; ahora nos aliviamos al pensar que su
reconocimiento de inocencia por parte de Pilato es también nuestro. ¿Qué proyectamos en El,
nuestra culpabilidad o nuestra inocencia? Si en nuestro interior hay culpas no reconocidas,
también hay inocencias no proclamadas.
-Siempre somos fáciles a exculparnos, la culpa nos pesa -dice Toño-. De hecho Jesús aún
no está absuelto. Pilato ha reconocido su inocencia pero no lo ha absuelto, no le ha concedido
la libertad, que es la verdadera absolución del acusado; ha dicho lo que siente pero no hiempo
no sonaba y no quiere dejarla sonar. Por tanto toma una decisión complicada:desembarazarse
del reo, sin condenarle pero que tendrá que dar más vueltas en torno a su inocencia.
-Y a su culpabilidad -dice con amargura Félix-, porque cuando se meten repercusiones
políticas de por medio, lo que un hombre es pasa a segundo término.
Los demás están de acuerdo en que muchas veces reconocemos la inocencia de otro pero
dejamos en suspenso ese reconocimiento y continuamos actuando como si no lo fuera, nuestros
intereses predominan. ¡Qué trágico le resultó a Jesús haberse metido en el juego de nuestra
naturaleza!
En ese momento dejan de mirar al estrado donde está Pilato para mirar al interior de la
residencia donde ha quedado Jesús, que seguramente no ha oído la proclamación del
Procurador. El sabe bien que la inocencia es un gran valor pero que no se impone por sí misma,
se defiende mejor una culpabilidad porque se sitúa en un terreno donde se permiten más trucos,
pero la inocencia sólo tiene una cara y Jesús no la va a cambiar.
-La última sorpresa para mí -dice Rodri- es que Pilato lo retiene preso después de
reconocer y proclamar su inocencia; tras su dictamen debía haberlo soltado de inmediato. Esto
ya resulta sospechoso, podemos temer cualquier cosa.

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EMPIEZAN LAS HUIDAS

Reflexionando en voz alta, Toño dice que Poncio Pilato empieza a sentirse atrapado por
este reo que acaban de colarle en la residencia. Su instinto de hombre acostumbrado a las
maniobras le hace descubrir que ahí confluyen fuertes intereses, lo que siempre resulta
peligroso, a no ser que esté dispuesto a ceder del todo. Además ese reo le ha tocado alguna fibra
interior que hace tiempo no sonaba y no quiere dejarla sonar. Por tanto toma una decisión
complicada: desembarazarse del reo, sin condenarle pero sin contradecir demasiado a los que
lo han acusado. Confía en su experiencia y en su habilidad para lograrlo; si es preciso, añadirá
un poco de su autoridad. Pero tiene que lograr que el reo desaparezca pronto de su vida.
Y empieza una serie de maniobras o, mejor, de huidas.

La huida hacia Herodes

-Al acusarle de amotinar al pueblo -dice Toño-, precisan que lo hace "desde Galilea
hasta aquí". El Procurador coge al vuelo esa precisión porque el reo no pertenece a su jurisdic-
ción de Judea, aunque pueda juzgar todo lo que sucede en su territorio, es de Galilea, donde ha
ejercido más las actividades que fundamentan la acusación, y da la casualidad que estos días
está también en Jerusalén el tetrarca de Galilea, Herodes Antipas, el hijo más joven de Herodes
el Grande, aquél que, para eliminar a Jesús recién nacido, hizo matar a los niños menores de
dos años de la zona de Belén. Oficialmente el tetrarca está aquí para asistir a las fiestas de
Pascua, quiere congraciarse con el pueblo judío, pero de hecho quiere controlar a su gente y
vigilar los posibles excesos de los soldados del Procurador. Pilato decide enviar a Jesús al
tetrarca Herodes. ¿Es una deferencia con Herodes? )Es una moneda de cambio para saldar sus
mutuas rencillas y quejas? )Pretende apaciguar a ese Herodes que sabe tiene fácil acceso a
Tiberio, ante quien sus quejas hacen siempre mella? ¿O simplemente quiere desembarazarse del
asunto Jesús?
-)Otro tribunal? -se asombra Edu-. Es ya el tercero.
-Puede que se lo envíe sólo para una consulta, puesto que está fuera de su jurisdicción;
pero de hecho le está entregando el reo, al que le puede juzgar allí mismo, en Jerusalén, o
llevárselo a su tierra.
-O sea -deduce Irene, siempre con su afán de precisión histórica- que nos disponemos a
asistir a un nuevo juicio.
-A asistir y a participar, no lo olvides -precisa Ricardo-, ningún juicio de Jesús se realiza
dejándonos al margen, ni aunque lo intentemos.

Hay un movimiento entre los muchachos como queriendo acomodarse para el nuevo
juicio.

69
-No hace falta que os mováis -observa Toño- porque éste es el juicio más rápido. Lucas,
el único cronista que nos lo transmite, simplemente hace una serie de anotaciones pero no
cuenta su desarrollo, porque seguramente no hubo juicio. Destacando las reacciones subjetivas
nos dice que Herodes "se puso muy contento al ver a Jesús". Sospechaba de El hacía tiempo,
incluso en una ocasión le envió un recado indirecto de amenaza de muerte para alejarlo de su
territorio de Galilea, aunque Jesús no hizo ningún caso, pasando olímpicamente y diciendo en
público que no le importaban las amenazas de aquella "zorra". Luego se interesó por los
fenómenos milagrosos que de El se contaban y esperaba que le honrase con alguno a domicilio,
le confundía con algún mago o prestidigitador. Primero la sospecha y luego la curiosidad
divertida; ¿cómo se puede juzgar con esos presupuestos? Por si fuera poco, había un tercer
motivo. Este Herodes es el que había mandado decapitar a Juan Bautista, que públicamente le
denunciaba por su amancebamiento con Herodías, esposa de su hermanastro Herodes Filipo, a
quien conoció en Roma y por quien abandonó a su legítima esposa; a sus oídos había llegado el
rumor popular de que Jesús era Juan resucitado, lo que le inquietaba. ¿Provocó esto su
curiosidad? ¿O sintió ganas de eliminar a aquel "doble" de Juan? Ante este nuevo juez es
presentado Jesús.
-¿Es que Jesús no puede encontrar ningún juez normal y sin prejuicios? -pregunta Rodri-
. Siempre estamos con la misma historia, llegaremos a perder la confianza en la absoluta
imparcialidad de la justicia.
-¿Es que nuestro juicio personal de Jesús es absolutamente imparcial? -pregunta Ana-.
Si cualquier pronunciamiento sobre su doctrina y sus seguidores es un pronunciamiento sobre
Jesús, muchos de mis juicios han sido interesados. Ese Herodes que acaba de aparecer aquí me
refleja bastante.

En este tribunal herodiano, sigue el relator, están también presentes los mismos
acusadores de antes, los sumos sacerdotes y los letrados, "acusándolo con vehemencia", aunque
no dice si plantearon las mismas acusaciones del Sanedrín, porque Herodes era judío aunque
aficionado a las paganizadas costumbres griegas, o las que llevaron a Pilato, o las dos u otras
nuevas; también aquí quieren demostrar que, más que las acusaciones, importa que sean ellos
quienes las presentan. A Herodes no le conviene enfrentarse con ellos porque, cuando pidió a
Roma que le concediese también el gobierno de Judea, los mismos judíos prefirieron ser
gobernados por un procurador romano. La trama de sospechas mutuas, desconfianzas, cuentas
pendientes y concesiones de arreglo iba guiando el desarrollo del juicio. Nadie quería descubrir
la auténtica realidad de Jesús sino usarla en función de unos prejuicios e intereses.
-Ante una situación así lo mejor que podía hacer Jesús era callarse -sugiere Ramón.
-Como si te hubiese oído, Ramón, eso es lo que hizo, "Jesús no le contestó palabra".
Cada uno podemos entender este silencio de Jesús como nos plazca -dice Toño.
-Es un desprecio para el juez, ¡impresionante la valentía de Jesús! -resalta Félix.
-Una forma de decir que es inútil cualquier diálogo con quien le toma por lo que no es -
dice Laura-. Si responde algo, seguro que sus palabras serán tan mal interpretadas como sus
hechos anteriores.
-Es como decirle :"la decisión que tomes es totalmente tuya, no te excuses en palabras
mías".

70
-La reacción de un juez así es imprevisible -dice Carmela -; si habla, le condena por lo
que ha dicho, si calla, por no haber hablado.
Pero han de recordar que también Herodes tiene unas cuantas dudas girando por su
cabeza: ¿Por qué Pilato no le ha condenado, teniendo tan poco respeto a un judío? ¿por supers-
tición? ¿por fastidiar al Sanedrín? Como hombre práctico, decide no complicarse sumándose a
unos motivos que desconoce en el Procurador, no quiere que el pueblo le acuse de asesinar a
Jesús después de haber asesinado a Juan.

En consecuencia, su reacción es también imprevisible :le hizo colocar encima " un


ropaje espléndido ", como una de aquellas togas que llevaban los candidatos al Senado romano
o simplemente como un "iluminado" del que nada hay que temer. La intención parece clara,
burlarse de aquel personajillo que decían quería ser rey de los judíos, ¡qué ridículo! ¡pobre
loco!.
-¿Qué os parece? -pregunta Toño.
-Ese vestido regio le sobra -responde Félix-, está claro que El nunca lo quiso. Le cae
mejor su túnica sencilla y supongo que sucia a esas horas. Me parece que a Jesús muchas veces
le vestimos demasiado, lo que le desfigura y le hace sentirse incómodo, aunque nosotros nos
sintamos halagados al mirarle porque nos satisface un instinto personal.
-¿Loco? -se pregunta Laura-. No se me había ocurrido que pudiesen tomarle por tal.
-Pues no es la primera vez que le sucede -aclara Toño-; al menos en otra ocasión sus
propios familiares quisieron retornarlo a Nazaret porque dudaban de su integridad mental.
-El caso es -insiste Laura- que a mí no me cae mal esa burla; me gusta que Jesús sea un
poco loco, tenía que serlo para hacer lo que hizo. Eso es lo que nos falta a muchos cristianos, un
poco de locura. Nosotros, más que locos, somos raros en ciertas costumbres o demasiado
normales en nuestra conducta, la genialidad de Dios debe ser una verdadera locura.
-Aunque solo sea por este final -insiste Félix-, vale la pena este encuentro con Herodes.
-Con este gesto -concluye Toño- Herodes se deshace del caso Jesús "y se lo remitió a
Pilato". Su influencia en el proceso parece que fue nula. Aunque algún estudioso la ve como
decisiva, entendiendo su gesto como una declaración de culpabilidad porque, de haberlo
encontrado inocente, lo habría liberado; claro que podemos pensar exactamente al revés:de
haberlo encontrado culpable, no lo habría soltado. Lo que significa una vez más que el juicio
continúa y que continuamos pronunciando sentencias de las formas más complicadas.

La huida hacia Barrabás.

Pilato no ha podido liberarse de Jesús, es ya su prisionero, prisionero del reo,


mutuamente prisioneros. El grupo sabe lo que es esta sensación, Jesús acaba de volver a su
reunión y no se irá hasta que también ellos pronuncien su veredicto.
El Procurador intenta otra estratagema, sigue relatando Toño. Por iniciativa propia o
como respuesta a una reclamación de la gente, irrumpe en el proceso un nuevo

71
personaje:BARRABAS, un individuo calificado por Juan de bandido y por Lucas de haber
participado en una revuelta en la ciudad con resultado de homicidio; en cualquier caso llevaba
sobre sí la pena de muerte.
-¡Qué curioso cómo van entrando personajes en este proceso! Algunos, como éste, del
todo inesperados; ningún cálculo lo había previsto pero ahí está y tendrá una influencia decisiva
en la sentencia final.
-¿Más decisivo que Herodes? ¿Acaso es un testigo de última hora, ése que se reservan
acusación y defensa para el impacto final? -pregunta Edu.

La base de lo sucedido era una costumbre, de cuya autenticidad histórica algunos dudan
por falta de documentación, según la cual el Procurador solía soltarles un preso por la Pascua;
esta costumbre les permitía celebrar que eran un pueblo nacido para la libertad, a pesar de vivir
ahora bajo dominación. La libertad de uno les hacía soñar en la libertad de todos. El
Procurador ve aquí una vía de escape para su problema; contraponiendo a Jesús, el hombre
querido por muchos, con Barrabás, el hombre temido por todos, se decidirán por Jesús con tal
de verse libres de Barrabás; claro que a Pilato lo que le interesa no es la libertad de uno u otro
sino la suya propia, pues está atrapado.
-En ese momento Jesús, recién devuelto por Herodes, vuelve a estar en el interior de la
residencia. El Procurador ha salido de nuevo fuera, por esta puerta, y recuerda a aquellos
representantes de la justicia que la primera función de la justicia es salvar al inocente, más aún
que condenar al culpable, y que él no encuentra ninguna culpabilidad en el reo Jesús ni tampoco
la ha encontrado Herodes, que conocía mejor sus costumbres por ser judío como ellos y
también conocía mejor al reo por pertenecer a su jurisdicción. Ante el espontáneo y enrabiado
grito de protesta del grupo, cambia radicalmente y sale con esta propuesta: "¿A quién queréis
que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman Mesías?. " Para hacer más efectiva su
pregunta acaba de sacar a Jesús y a Barrabás y los ha colocado aquí, delante de todos. (Toño se
hace a un lado dejando espacio en la pequeña plataforma de la escalera para Jesús y Barrabás).
Ya están aquí los dos,imaginadlos como os parezca. ¿Oís la propuesta? Hay que responder.
El disparate, el absurdo es tan evidente que nadie reacciona en que muchas veces Jesús
es excluido de sus vidas, no por rechazo directo, sino por elegir otros modelos; en definitiva,
siempre se termina eligiendo. Toño se apartio y la que funciona en la práctica social -dice
Carmela-; me empeño en no ver contradicción y termino tragando carros y carretas en cuanto a
costumbres morales y en trabajo y en diversiones y en todo.
-Yo resolví la elección sin planteármela -añade Edu-, porque los modelos que rigen mi
vida, los que de verdad me motivan, hace tiempo que los escogí y entre ellos no está Cristo.
Los demás concuerdan en que muchas veces Jesús es excluido de sus vidas, no por
rechazo directo, sino por elegir otros modelos; en definitiva, siempre se termina eligiendo. Toño
se apartio y la que funciona en la práctica social -dice Carmela-; me empeño en no ver
contradicción y termino tragando carros y carretas en cuanto a costumbres morales y en trabajo
y en diversiones y en todo.
-Yo resolví la elección sin planteármela -añade Edu-, porque los modelos que rigen mi
vida, los que de verdad me motivan, hace tiempo que los escogí y entre ellos no está Cristo.

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Los demás concuerdan en que muchas veces Jesús es excluido de sus vidas, no por
rechazo directo, sino por elegir otros modelos; en definitiva, siempre se termina eligiendo. Toño
se apartio y la que funciona en la práctica social -dice Carmela-; me empeño en no ver
contradicción y termino tragando carros y carretas en cuanto a costumbres morales y en trabajo
y en diversiones y en todo.
-Yo resolví la elección sin planteármela -añade Edu-, porque los modelos que rigen mi
vida, los que de verdad me motivan, hace tiempo que los escogí y entre ellos no está Cristo.
Los demás concuerdan en que muchas veces Jesús es excluido de sus vidas, no por
rechazo directo, sino por elegir otros modelos; en definitiva, siempre se termina eligiendo. Toño
se apart antes el pueblo lo aclamó,¿qué ha pasado ahora? -insiste Laura-.
Cuando Pilato insiste: "¿A cuál de los dos queréis que os suelte?", escucha una
respuesta rápida y rotunda: "(A Barrabás!". ¿Cómo es posible?, ni él esperaba esa reacción.
Hace notar el relator que los sumos sacerdotes y senadores actuaron hábilmente entre la gente
para que pidiese la libertad de Barrabás, aprovechando el prestigio que siempre tiene en el
pueblo un rebelde contra el dominador. La elección estaba hecha y Pilato no podía rechazarla
porque él mismo la había propuesto; tampoco por este camino podía huir de Jesús. Por si fuera
poco, cuando preguntó asombrado: "¿Y qué hago con ése que llamáis rey de los judíos?", el
grito fue igualmente fuerte y compacto: "(A la cruz con él!". Seguramente el mayor desagrado
de Pilato no fue por la elección de Barrabás sino por haberle fallado su estrategia, tendría que
continuar con el caso Jesús, no podía eliminarlo de su vida, en aquella mañana de viernes todos
tenían que pronunciarse.

La huida hacia el pueblo.

-Aquí se ha producido un cambio profundo en el proceso, ya no son las autoridades, sino


el pueblo quien condena a Jesús -dice Ana, decepcionada como Pilato, pero más profundamente.
Un aire frío pasa rápidamente por el grupo.
-Yo creía que el pueblo estuvo siempre a favor de Jesús -dice Félix.
-Días antes el pueblo lo aclamó, ¿qué ha pasado ahora? -insiste Laura-. Es como si en
un juicio los testigos que trae la defensa de repente se convierten en acusadores.
Aparte de que las reacciones de la masa, aclara Toño, son siempre imprevisibles y de
que las autoridades trabajaron bien aquel grupo, hay que notar que el pueblo que le condena el
viernes no es el que le aclamó el domingo, son dos grupos diferentes; le aclamaron grupos
espontáneos, admiradores suyos, seguramente galileos; le condena un grupo reducido, que le
desconoce y por eso ha sido hábilmente escogido para estar aquí, de este grupo salieron los
falsos testigos. Además Pilato no calculó bien los sentimientos antirromanos del pueblo; entre
una propuesta hecha por el Procurador y otra hecha por los sanedritas, es fácil prever que
escogerán contra el Procurador por sentimiento social, por odio al dominador; es decir, Barra-
bás fue escogido, no tanto contra Jesús, sino contra el Procurador. Pero todo se mezcla
extrañamente, porque no era necesario matar a uno para liberar a otro, sin embargo escogen

73
ambas cosas. La liberación de Jesús habría sido más fácil proponiéndola directamente y no en
contraste con Barrabás, las mezclas pasionales y políticas siempre le complican a Jesús.
Caben otras motivaciones de esa elección: que una parte del pueblo se hubiese
desilusionado de Jesús porque no realizaba de una vez las maravillosas promesas mesiánicas o
porque no se decidía abiertamente contra los romanos. Influyó también que su Gran Sanedrín,
que tanto respeto infundía y al que reconocían una categoría religiosa, le hubiese condenado
previamente, no les era fácil pronunciarse contra su propio Sanedrín. O tal vez notaron un tono
de burla en el Procurador cuando habló de Jesús como "rey de los judíos" y se sintieron
humillados. Simplemente Pilato cometió el error de querer negociar con el pueblo que le odiaba.
-El caso es -concluye- que Jesús está ahora mucho más condenado que antes. Por
primera vez la responsabilidad de su condena sale del círculo de las autoridades y se amplía
hasta el pueblo, al menos ese grupo de pueblo.
-Esta escena parece fabricada ex profeso para componer todo el puzzle de las
responsabilidades -dice Laura-. Siempre quedaba el recurso de pensar que lo hicieron unas
autoridades interesadas, que fue un asunto de los mandos, pero ahora no hay escapatoria,
también participa el pueblo; aunque tenga muchos atenuantes, ¿para qué buscarlos?
Sobre el grupo cae una sensación de fracaso y culpabilidad.
-Una duda me inquieta -dice Ana, que gusta siempre de suscitar nuevos puntos-. ¿Yo he
escogido a Barrabás contra Jesús o soy Barrabás? Me he colocado ante los demás forzándoles a
una decisión que, en definitiva, va contra Cristo, como cuando los días festivos nos les daba
tranquilamente opción para que cumpliesen sus deberes religiosos. De alguna manera les he
obligado a escoger a mi favor y en contra de Cristo.
-Antes de pasar página -dice Toño-, una reflexión que ya hemos encontrado en otros
momentos del proceso, el hermoso dato que convierte las condenas y burlas en profesiones de fe.
Algunos manuscritos antiguos le dan a Barrabás el nombre de Jesús, que posteriormente fue
suprimido por los copistas como ofensivo contra Jesús-Cristo. Además los especialistas nos
recuerdan que Bar-Abba (Barrabás) significa "Hijo del Padre". Con lo que la propuesta del
Procurador era entre "Jesús hijo del padre" y "Jesús el llamado Cristo", que en definitiva es lo
mismo. ¿Comprendéis? Pilato está proclamando en público a Jesús como Hijo del Padre y como
Mesías Salvador.

La huida hacia la flagelación

El grupo ve cómo Barrabás, que acaba de recuperar sorpresivamente la libertad,


desaparece de la escena, con lo que Toño puede acercarse un poco más en la plataforma-
pretorio, dejando siempre el espacio central para Jesús y Pilato, y seguir su relato.
El Procurador no logra eludir la responsabilidad sobre Jesús, presionado además para
ejercerla en una sola dirección, la condena a muerte.
Le queda un recurso, un último y terrible recurso:la flagelación, el castigo más doloroso
después de la crucifixión. Anuncia su decisión en público para que quede claro qué sentido le
da:como "no he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte, le daré un escarmiento

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y le soltaré". El escarmiento fue la flagelación. Las contradicciones son cada vez más claras y
públicas:"porque es inocente, le castigaré".
Explica Toño que aquel horrible tormento, en el que algunos morían, se practicaba entre
los romanos y entre los judíos, aunque con algunas diferencias, como también había diferencias
según las clases de reo y de delitos. Entre romanos, a las personas libres se las castigaba con
varas y a los militares con bastones, mientras que a los esclavos o condenados por delito de
rebelión se les castigaba con el "horribile flagellum", correas de cuero emplomadas en sus
puntas, que despellejaban al reo y le podían romper la clavícula o la espina dorsal o dejar al
descubierto sus vísceras. Para frenar un poco su brutalidad, los judíos admitían solo 39 golpes,
trece en el pecho y trece en cada lado de la espalda, limitación que no tenían los romanos. Hay
que notar que Jesús es castigado por romanos y después de una acusación de rebelión, por lo
que seguramente le aplican la fórmula más grave y sin limitación de golpes.

-Podemos imaginar la escena -dice Toño-, aunque los evangelistas no la describen. Jesús
es introducido de nuevo en el patio interior donde ya hay una columna preparada para esta
función. Aquí delante -baja de la plataforma y señala un punto junto a la mesa- está la columna
a la que es atado con las manos en alto después de desnudarle, y empieza la escena, la brutal,
inhumana y animalesca escena.
El grupo se queda mirando el punto señalado e intenta ver la escena, a Cristo, a los
soldados que golpean, al vigilante de la operación que controla el número de golpes, a los
judíos mirones, a ellos mismos que ahora forman parte del grupo.
-De nuevo necesitaríamos la máquina de filmar -dice Carmela, a quien se le nota la
emoción de la escena, como si los golpes le llegasen a ella-. Es como muchas escenas de guerra,
sobre todo cuando se tortura para vengarse o para arrancar una confesión. Exactamente no sé
lo que pretende el Procurador con este castigo, )quiere arrancarle alguna confesión?
-Es uno de los motivos por los que a veces se aplicaba este tormento; otras veces se
aplicaba como pena de muerte y precedía inmediatamente a la crucifixión para reducir al
condenado, como la suerte de banderillas y de rejón en los toros; en ocasiones era un castigo
independiente por algún delito o "crimen leve". Oficialmente el motivo de Pilato debió de ser el
último, aunque es difícil señalar qué delito, aunque leve, puede achacar a Jesús si acaba de
declarar su inocencia; quizá pensó en su solemne entrada en la ciudad o en su enfrentamiento
con los mercaderes del Templo. Solo queda otro motivo, no reconocido legalmente, aplicarle un
castigo menor para evitarle otro mayor, infligirle este sangriento destrozo para evitar la
crucifixión, como una manera de salvar a Jesús de la condena a muerte o como un espectáculo
sangriento que sacie las exigencias de los acusadores y no sigan adelante.

Cada uno del grupo alterna la mirada fotográfica y la analítica intentando penetrar la
escena, ven claramente el destrozo de Jesús, los jóvenes tienen la ventaja de la imaginación y
una rápida visualización de los hechos, con los dos verdugos lanzando latigazos sobre su
espalda y su costado, dejando marcas rojas y moradas y haciendo saltar sangre y hasta trozos
de carne.
-(Es increíble! -dice Edu-. Jesús lleva solo unas horas detenido, ya ha pasado por varios
tribunales, se han hecho varios pronunciamientos sobre El, uno de blasfemia en el primero y dos

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de inocencia en los siguientes, y ahora está aquí, desangrándose y saltándole la carne a
latigazos.¿Alguien puede entender esta locura?
-Primero le han golpeado la honra -dice Rodri- y ahora le golpean al cuerpo. El caso es
destrozarlo, que quede tan deshecho que nadie pueda esperar nada de El. Cuando uno es fuerte
y está sano, nos parece poderoso y tendemos a confiar en él, pero cuando le vemos enclenque y
destrozado, lo que más nos merece es compasión y, como mucho, somos capaces de una ayuda,
pero no de seguirle.
-Ahora sí que podemos hablar de cuchillos -dice Silvia-, no los cuchillos de la noche sino
los del día; porque, para colmo, no los ocultan, como sucede en calabozos de tortura, casi los
presumen, como diciendo que el reo es despreciable hasta ese extremo.
-Estoy imaginando a los que contemplan la escena -añade Ana-. Supongo que alguno se
estremecería, pero a mí me estremece pensar que muchos disfrutaban, es horrible el placer que
despierta la sangre y tal vez más aún la del inocente.

Puestos en pie, han formado un corro en torno a la invisible columna. Miran al centro,
bajan la vista, vuelven a mirar al centro, miran al vacío, callan, se estremecen, empiezan e
pensar que el soldado les ofrece el látigo, ¿cómo tendrá ese atrevimiento?, insiste mirándoles
irónicamente:"sois de los nuestros; intentadlo, solo cuestan los primeros golpes"; también de
sus manos ha salido un latigazo y de sus labios un grito de triunfo, ¡no, no es verdad!, ¡sí, sí lo
es!.
No aguantan el espectáculo y, sobre todo, no se aguantan a sí mismos y empiezan a
romper el grupo, no quieren participar en la escena, no es suya, la rechazan. Pero vuelven,
ahora para recoger a Jesús, no le pueden dejar solo colgando de los brazos atados a la
columna, con trozos de carne entre la sangre que enrojece el suelo, ni siquiera puede abrir los
ojos, no le quedan fuerzas ni para gritar, ¿ha perdido el conocimiento? Por fin Jesús abre los
ojos y les mira, no les mira las manos, ya no le importan unos latigazos más, sino los ojos, el
pensamiento, el corazón, la vida, el futuro que quieren realizar desde ese momento, les pregunta
silenciosamente qué harán con El cuando vuelva a ponerse en pie, qué le dejarán hacer por
ellos, les invita a que mojen sus dedos en la sangre y que se hagan una marca para que todo el
mundo les reconozca; "¿ reconocer como qué, como los que te hemos golpeado, como los que te
hemos lavado?".
Llega de la calle el ruido de una sirena de bomberos, se oyen los gritos de los niños que
entran a la catequesis y de gente que va a una clase de inglés en el salón de abajo, suena un
disco en uno de los pisos de enfrente...,¿cómo no se enteran de lo que está pasando? ¿qué hacen
que no miran? ¿cómo pueden ignorar esta carnicería, no es vergonzosa esa alegría mientras
Jesús es destrozado? Pero resulta que hasta hace unas horas ellos eran ésos.
Toño quiere hablarles de las absurdas contradicciones de Pilato:le declara inocente e
inmediatamente le castiga, dice que le quiere liberar y le ata más, le arranca de manos judías y
lo pone en manos bárbaras, no quiere ser el responsable y asume directamente decisiones
mortales... Pero no dice nada. La escena está viva, muy viva.
Pasan unos minutos y concluye:
-Esta escena pasea por nuestras calles en todas las grandes procesiones de Semana
Santa; el pueblo no la olvida.. Os daré unos datos.

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* Miedo a "los dioses"

-Extraña mucho el trato deferente y respetuoso que elsen muriendo sus dioses romanos
para ser sustituidos por dioses como este Nazareno? De hecho, en Roma los templos estaban
cada C_xtraña más si, como dicen los escritores judíos Filón y Flavio Josefo, Pilato era un
hombre cruel y sanguinario, aunque quizá también ellos cargan las tintas porque, de ser así, el
César Tiberio no le habría mantenido diez años en el cargo. ¿Qué ha visto Pilato en Jesús para
tratarlo con tanto respeto? ¿Solo un preso vulgar?
El grupo no acaba de adivinar por donde va Toño y escuchan buscando el hilo
escondido.
-En una de sus múltiples peticiones de muerte para Jesús, los judíos le dicen a Pilato que
debe morir "porque pretende ser hijo de Dios". El cronista Juan, el que mejor capta las situacio-
nes interiores, dice que Pilato, cuando oyó estas palabras, se asustó más"; ya estaba asustado, y
ahora le asusta más la sospecha que se le acaba de meter en la cabeza; entra de nuevo en la
residencia, donde ha vuelto a introducir a Jesús después del tormento, y le pregunta: "¿De
dónde vienes tú?". No es una pregunta por el origen geográfico sino motivada por un miedo
confuso y sutil, porque esa frase "hijo de Dios" le suena a algo relacionado con "los dioses". Y
en este terreno sí que se siente perdido, aquí no quiere jugar, no cree mucho en ellos pero les
teme. ¿No querrán extrañas divinidades jugarle una mala pasada a través de este extraño
galileo quien, según los suyos, se empeña en tener un origen divino? Nadie lo diría al verle, pero
¿quién puede decir nada de esas veleidosas divinidades? ¿Temía a los dioses? ¿Temía que
estuviesen muriendo sus dioses romanos para ser sustituidos por dioses como este Nazareno? De
hecho, en Roma los templos estaban cada vez más vacíos y apenas quedaba clero para las pocas
celebraciones; sin embargo, estaban ganando terreno otros dioses y sectas venidos de otras
tierras. Cuando Jesús le responde que su "reino no es de este mundo", se pregunta: ¿de dónde
entonces? ¿acaso tiene que ver algo con el otro mundo, con las fuerzas de más allá de la tierra?
El relator calla un momento dejando que cada oyente rebusque en su memoria si alguna
vez no ha sentido alguno de esos miedos o supersticiones o como queramos llamarlos; algunas
reacciones instintivas nos acercan mucho a los seres primitivos. Precisamente cuando baja la fe
suben más esos miedos supersticiosos.

-El otro dato viene de mano de un nuevo personaje que se introduce de repente en el
proceso y pasa fugazmente por el Evangelio; se trata de la esposa de Pilato, Claudia Prócula,
que residía con él aunque anteriormente el emperador Augusto no permitía a los gobernadores
que llevasen a sus esposas a los lugares de gobierno, solo les concedía una visita en los
inviernos. Estando Pilato sentado ya en su tribunal, según el cronista Mateo, "su mujer le mandó
un recado: Deja en paz a ese inocente, que esta noche he sufrido mucho por su causa"
-Menos mal que, por fin, aparece alguien que le defiende -interrumpe Carmela.
-Me cae bien esta mujer -recalca Ricardo.
-¡Ya era hora! -piensan todos.

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-Nuestra reacción es clara -sigue Toño-, pero ¿imagináis la de Pilato? Su mujer ha
sufrido "en sueños" por ese hombre. Aunque algunos quieren ver aquí indicios de una oculta
inclinación de Claudia a la doctrina de Jesús, Pilato es impactado por esos "sueños", una
palabra muy usada en contextos mistéricos. En otros tiempos los magistrados romanos tenían
costumbre de consultar el sentido de los "sueños" mediante auspicios y presagios. Se decía que
Calpurnia, la fiel esposa de Cayo Julio César, vio en sueños a su esposo cubierto de sangre y le
suplicó que no fuera al Senado, pero él no hizo caso y se encontró con la emboscada mortal.
Según el Evangelio apócrifo de "Nicodemo", Pilato consultó el sueño con los judíos, que le
respondieron:"¿No te habíamos dicho que ese hombre es un brujo? ¡Fíjate, ya ha enviado una
pesadilla a tu mujer!". Aunque también debió pensar que, si tenía algo de "dios", éste debía
sublevarse contra todos aquellos acusadores, contra él mismo. En todo caso, Pilato quedó
impactado por aquel hombre relacionado con lo misterioso y ese miedo le condicionó durante el
proceso, el hombre fuerte y dominador en el poder era débil frente a lo misterioso. Ese miedo no
ha desaparecido de la sociedad, no sé si lo reconocéis en nuestros ambientes.

Comentando esto, salieron muchos temas como posibles explicaciones de nuestros


miedos: las supersticiones, la suerte invocada de mil maneras, el quejarnos de los"destinos" que
nos maltratan incomprensiblemente, las catástrofes atribuidas a castigos divinos, el mal de ojo,
los conjuros y brujerías practicados en oscuros conciliábulos, los temores en sesiones de espiri-
tismo, el no creer en el infierno pero "por si acaso"... Hay otras formas de miedo social. El
equilibrio de la paz internacional se ha sustentado durante décadas en el miedo; muchas
transgresiones, desde las de tráfico hasta atentados contra la vida, no se cometen por miedo a
los juicios; los castigos temidos mantienen muchas veces el orden familiar o el de la clase. No
podemos imaginar cómo funcionaría nuestra sociedad si de pronto desapareciesen todos los
miedos.
Sin embargo, el miedo no es una fuerza positiva. Hay que sacarlo de la vida porque ese
miedo termina sujetando a Jesús a una columna y solo el amor lo desatará.
-Muchas veces -dice Irene- oigo decir que nuestros mayores fueron educados en una
religión de miedo, del infierno y no sé cuántas cosas más. Nosotros esos miedos no los tenemos,
pero no estamos libres de miedos; por eso en los apuros acudimos a Dios y somos capaces de
encender una vela, no tanto por confianza en El, sino por miedo de que algo nos salga mal, es
como un conjuro.
-Más que en el miedo -precisa Toño-, fuimos educados en el temor de Dios, el "santo
temor de Dios", que es una expresión más bien reverente. Es curioso que la sociedad pierde este
"temor" reverente a Dios y mantiene e inventa otros miedos misteriosos y sin ningún
fundamento.
-La escena de la flagelación me ha impresionado -confiesa Venancio-. ¿Cómo se puede
tener miedo a quien se deja flagelar de esa manera? De lo que yo tengo miedo es de agarrar
alguna vez el látigo.

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Miedo mutuo de judíos y romanos

Pilato es un antisemita declarado y quizá por esto le escogió para este cargo su valedor
Sejano, más antisemita que él; le gusta humillar a los judíos, pero les teme porque son un pueblo
orgulloso, tenaz en el mantenimiento de sus derechos, dispuestos a acusarle en cuanto se
sobrepase. De hecho su última resistencia en este juicio se la rompen amenazándole con
denunciarlo ante el César, y lo harán, les conoce bien. Cuando, por una vez, los judíos le piden
la muerte de uno de los suyos, no puede negárselo; puede jugar con ellos, desenmascarar sus
verdaderos motivos, aprovechar para humillarlos, pero tendrá que ceder. Si Pilato se hubiese
sentido seguro de sí y de su cargo, no habría cedido, tanto más que tenía en su apoyo el código
de justicia.
-Es curioso -dice Irene-, los judíos han sido siempre un pueblo muy perseguido, supongo
que porque infundían algún miedo; aunque últimamente son más perseguidores, con lo que
también a ellos les temen. El miedo se traduce en terribles persecuciones y exterminios. Es el
miedo que aparece con frecuencia entre pueblos fronterizos, entre facciones de un mismo
pueblo, que prefieren gastarse todos sus recursos en defensas contra esos miedos. ¡El miedo de
las razas y de los pueblos, cuántas guerras ha provocado!
-Frente a ese miedo mutuo -sigue Toño- entre sanedritas y Procurador, está el miedo de
ambos al César, al que puede aniquilarles a los dos. Pilato teme perder la confianza del César.
Las autoridades judías temen que, si el poder de convocatoria de Jesús se traduce en un motín
popular, los soldados del Procurador entrarán a saco y el César les privará de sus privilegios.
Caifás había llegado a decir que "convenía que muriese uno para salvar al pueblo"; el miedo a
la hipotética represión romana justificó la sentencia de Caifás. Eliminando a Jesús
compensaban sus miedos mutuos.

Miedo a Jesús

Asegura Toño que, cuando hay tanto interés en eliminar a un hombre, es porque se le
tiene miedo; por las causas que sea, pero se le teme.
-Si hubiesen dudado de la autenticidad de lo que decía Jesús, le habrían analizado y
juzgado sin más. Pero querían eliminarle, y eso solo lo dicta el miedo.
-Parece mentira, pero es así de sencillo -asiente Venancio.
-Así de sencillo y así de real, porque Jesús complica la vida a cualquiera -dice Ana-.
Comprendo su miedo, porque Jesús no se contentaba con pasar, dejando todo tranquilo si no le
aceptaban, se iba implicando en sus vidas y hasta en sus estructuras sociales; aquello
necesariamente tenía que provocar un cambiazo, justo lo que no les interesaba. Tenían miedo al
cambio.
Sin embargo en el grupo no hay ninguna sensación de miedo, al contrario, ha nacido en
ellos un fuerte movimiento de simpatía hacia Jesús. Precisamente ahora, con esa imagen
flagelada delante, ¿no resulta incomprensible el miedo?

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Y sienten la necesidad de un rato a solas, en que cada uno pueda expresarle su confianza
y sus sentimientos, tienen que abrirle el corazón. Es ya mediodía, llevan varias horas de sesión,
lentamente van manifestando ante el grupo su postura frente a Jesús, pero ha llegado el
momento de declararle abiertamente el amor; y esto, al menos la primera vez, se hace mejor a
solas.

UNA TARDE INTERIOR

Después de comer, sin previo acuerdo, se van dispersando, algo les empuja a medir en lo
posible su participación personal en aquel drama. Se van silenciosos, temerosos de que sus
propias palabras les distraigan de lo verdadero, de lo que acaba de agarrarles como esos
látigos que se enroscan como serpientes en la espalda de Jesús y le succionan la vida.No se han
puesto de acuerdo sobre dónde ir, solamente se dejan llevar de su impulso interior.
A media tarde están todos de nuevo en el patio, solo falta Toño, que ha querido dejarles
solos en este momento de su proceso personal. El diálogo surge escaso, dan vueltas por la acera
o por el empedrado entre las plantas, se detienen de vez en cuando mirando el centro, el lugar
de la columna, siguen viendo la sangre en el suelo, una sangre que no se seca nunca, siempre
brillante, llamativa, urgiendo atención y reclamando decisión.
En las esporádicas conversaciones van aflorando sus sentimientos.

Hay admiración por Jesús, el hombre que se deja conducir hasta ese extremo por
mantenerse fiel a una vocación. Lo que más admiran no es ya la firmeza con que aguanta los
golpes, sino la razón de fondo porque lo hace así; no es ningún héroe recogido por la cámara,
sino una víctima que se ha convertido en el dueño de todos los que le golpean o le observan.
Hay también vergüenza en las expresiones de sus rostros, una vergüenza no disimulada,
con la que confiesan su culpabilidad. Han sentido el látigo en sus manos, bien entrenadas en el
arte del deporte y del estudio y del placer, ahora son también golpeadoras de la carne de Jesús.
Casi no saben qué hacer con ellas, las esconden en los bolsillos, las miran buscando huellas de
sangre o insultándolas, las dejan caer a lo largo del cuerpo, prefiriendo que queden inútiles
antes de que vuelvan a golpear a nadie.
Otros sienten extrañeza por lo que le pasa a Jesús, no comprenden cómo un camino
judicial y religioso puede llevar a ese término. ¡Qué inesperados son a veces los caminos de la
muerte! ¡Qué disimulados y legalizados se presentan con frecuencia!
En algunos aparece con toda claridad la sensación de pecado. Lo que ha sucedido es un
pecado, lo que produce esa situación es un pecado, no uno ni unos cuantos, sino una situación
de pecado capaz de torcer los destinos de la vida. El látigo sobre las espaldas de Jesús no está
movido por unas manos expertas sino por el pecado, mucho más experto, y que por eso logra
introducir la muerte allí donde más vida hay. En el grupo se inicia una sensación profunda y
biológica a la vez, que se llama remordimiento.

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Algunos acaban la tarde en la capilla.

Hasta que en la cena Toño les anuncia:


-Mañana por la mañana pronunciaremos la sentencia sobre Jesús.

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LLEGA LA SENTENCIA

Por la mañana, después de desayunar, se reúnen de nuevo en el mismo lugar, en torno a


la mesa de granito y frente a la pequeña plataforma que sirve de "pregón que pronunciarse más
públicamente aún ante el tribunal romano, ante el pueblo reunido, ante la historia, aunque este
último punto es el que menos midieron y el que no podrán eludirla. Es una sentencia múltiple,
por partes progresivas, que espera un pronunciamiento final.

* LA SENTENCIA JUDIA

Situadas las cosas en ese punto de prueba de fuerza entre romanos y judíos, fueron los
judíos los que se adelantaron. Ya habían pronunciado su sentencia en conciliábulos previos a la
detención de Jesús y luego en su propio tribunal, ahora tienen que pronunciarse más
públicamente aún ante el tribunal romano, ante el pueblo reunido, ante la historia, aunque este
último punto es el que menos midieron y el qu_roclamando en su realidad más profunda, en lo
que de verdad constituye la esencia de su persona.
Pero esa adenatoria va también involuntariamente mezclada de proclamaciones de
Jesús, al menos así lo transmiten los Evangelios, que hacen siempre una lectura teológica de los
acontecimientos. La figura de Jesús sobresale tanto que hasta sus mismos condenadores, sin
saberlo, lo están proclamando.
Después de este preámbulo, dice Toño:
-Los judíos pronuncian la sentencia primero en forma de rechazo de Jesús frente a
Barrabás, y lo hacen a gritos: "¡Que lo crucifiquen! ¡Que lo crucifiquen!". El grito rebasa el
patio, sale a la calle, alcanza los atrios del Templo repletos de público, sigue alcanzando
pueblos y pueblos y, en círculos expansivos, llega hasta nosotros. Es un grito horrible, espe-
luznante, matan con la palabra antes que con los clavos. No hay confusiones, no tiene que
haberlas, quieren la muerte de Jesús y una muerte por crucifixión.
Hasta el procurador romano debió asustarse de aquel grito que llevaba la muerte en sus
entrañas, un hombre contra el que se grita con tal fuerza ya está muerto. El grupo se queda
mudo, asustado por el grito asesino.
-Sin embargo -sigue el relator-, cuando el procurador pretendió de nuevo sacarse el caso
de encima diciéndoles: "Lleváoslo vosotros y crucificadlo", ellos replicaron: "Nosotros tenemos
una Ley y, según esa Ley, debe morir porque pretendía ser Hijo de Dios". ¡Hijo de Dios! ¿Lo
habéis oído? Lo acaban de decir sus propios enemigos, también a gritos, ante el propio
Procurador; la sentencia de muerte y la sentencia de la vida suenan a la vez; lo están
proclamando en su realidad más profunda, en lo que de verdad constituye la esencia de su
persona.

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Pero esa afirmación produjo otra ráfaga de miedo en el Procurador, de nuevo el miedo a
enfrentarse con un Dios camuflado, este riesgo le preocupa más que el de matar a un inocente.
¡Con cuánta frecuencia el miedo a lo desconocido puede más que el respeto a los conocidos que
tenemos delante!. De aquí que la resistencia de Pilato ante esa petición de muerte, entrañaba
una pregunta:"Vamos a ver, ¿quién se hace responsable de eso?; porque una cosa es pedir la
muerte y otra ejecutarla, ¿quién ha de cargar con esa responsabilidad?"

-Por eso -sigue Toño- de inmediato pronunciaron otra sentencia sobre sí mismos:
"¡Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre!". Tal vez la respuesta tranquilizó los
miedos de Pilato, pero habría asustado a su propio pueblo de haber medido su dimensión. Es
verdad que muchos desprecios a los judíos se han alimentado injustamente de esta frase pasio-
nal y bronca, como es verdad que la pronunció solo un grupo y no el pueblo, pero la frase es
terrible y exacta afirmación si no la reducimos al pueblo judío sino a todos los hombres. Al
menos aquellos aceptaron públicamente su responsabilidad, pero la mayoría nos reducimos a
escandalizarnos al escuchar su grito mortal, como si no tuviésemos nada que ver.
Nadie habla en el grupo. Ninguno de ellos se habría atrevido jamás a pronunciar las
sentencias que acaban de escuchar, pero sienten las mismas palabras saliendo de su boca,
temen que, si hablan, ésas serán las palabras que suenen y apretan los labios como quien
desconecta un micro.
-Esto no fue todo. Como si su sentencia no estuviese completa, quieren aclarar cómo
llenarán el vacío dejado por Jesús. Cuando el Procurador les pregunta irónico: "¿Cómo voy a
crucificar a vuestro rey?", los sumos sacerdotes replican de manera solemne y oficial: "No
tenemos más rey que el César". Aquí el gran sorprendido fue Pilato. ¡La autoridad judía esco-
giendo libremente como su rey al Emperador!. Sin embargo, no era tan llamativa esa elección;
después de la muerte de Herodes el Grande, se dividió su reino y Judea quedó bajo el gobierno
de su hijo Arquelao, hasta que llegó un momento en que ellos mismos estaban tan descontentos
que acudieron a Roma pidiendo un gobierno directo, es decir, habían escogido al César al pedir
un Procurador. Pero odiaban a Roma y su dominación, aunque la prefiriesen a sus propios
déspotas; no solo se sentían dominados, sino maldecidos por tener su cerviz bajo la bota extran-
jera. Por eso Pilato levantó orgulloso la cabeza cuando oyó aquella afirmación de vasallaje. Lo
que se planteó aquel día es la cuestión de quién es el que llena permanentemente nuestras vidas,
quién es nuestro rey, quién nos rige, porque nosotros, como los perros, terminamos escogiendo
dueño.
Hace una pausa antes de pasar página. ¿Algún comentario? ¿Alguna impresión?
Decididamente el grupo está poco hablador.
-Aquello fue un jurado muy especial -comenta, por fin, Edu -, jueces y pueblo mezclados
en un solo grito. No hay sentencia serena, leída, pronunciada con tono objetivo, sino gritada. Al
escucharla, todo el mundo pensará que no es una sentencia sino un linchamiento.
-Además -dice Irene aportando sus conocimientos históricos- su propia sentencia se
cumplió; Jesús fue efectivamente crucificado y ellos efectivamente gobernados, dominados y
destruidos por el rey romano, aquel Tiberio Claudio Nerón Julio César, que terminó
destruyendo su templo y su nación.

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Solo hay estas dos intervenciones, sin apenas resonancia en el interior del grupo, que
sigue provocado por la sentencia que les quema los labios y que se resisten a pronunciar.

-Una última aclaración -concluye Toño-. Cuando el relator Lucas narra el grito del
pueblo:"(Que muera ese hombre!", usa una palabra griega, "airo", que significa "dar muerte" y
también "elevar". ¿Escogió deliberadamente esa palabra? ¿Qué inspiración secreta guiaba su
redacción? Pidiendo su muerte, (estaban pidiendo su elevación! Seguramente, al escribir,
recordaba aquella frase de Jesús:"Cuando sea elevado de la tierra, lo atraeré todo hacia mí".
La vida de Jesús es tan grande que sobresale hasta en las condenas de los enemigos.

* LA SENTENCIA ROMANA

También la sentencia romana fue doble, la primera pronunciada por los soldados en
forma de burlas y la segunda pronunciada por el Procurador. Esta multiplicación de sentencias
y agentes compromete más al grupo, porque los círculos de responsabilidad se van ampliando y
pronto les alcanzarán a ellos.
-Empecemos por la sentencia de los soldados. Después de flagelarlo bárbaramente,
aunque con suficiente control como para no darle muerte, el reo queda en sus manos. Para ellos
Jesús ya está condenado, no puede seguir viviendo un hombre que es condenado a gritos por los
suyos y flagelado por la autoridad romana, ya estaba "en capilla". Pero esto no provoca en ellos
ningún sentimiento humano ni de cercanía de clase ni de protección al débil, sino lo contrario,
desprecio y ganas de divertirse con aquel desgraciado a quien quedan pocas horas de vida. Y
rápidamente montan la escena que, más o menos, fue así.
Toño se pone en pie, se coloca en el centro y explica que aquel patio del Procurador,
como el "pretorio", también estaba pavimentado con grandes losas de piedra en las que estaban
grabados unos juegos elementales, con sus "descansos" correspondientes, unas figuras
señalando los diversos pasos hasta llegar a una gran "B", de "Basilicus" o Rey, en medio de un
círculo. Esto hacía alusión a un juego terrible y carnavalesco que se practicaba en otras
regiones como Alejandría o Mesopotamia, donde se elegía un rey burlesco, al que durante uno o
dos días le permitían todo y, al final, le torturaban y le ahorcaban; las legiones romanas
seguramente practicaron este juego en las fiestas de los Saturnales a costa siempre de algún
desgraciado y luego la burla se extendió a muchos de sus cuarteles. Ahora lo tienen muy fácil,
aquí está el rey burlesco, el que pronto va a morir; tienen que apresurarse a cumplir con El los
ritos de burla y divertirse un rato.
-Aquí -dice Toño señalando un punto en el suelo- está la gran "B" y ahí colocan a Jesús
según sale de la flagelación, desangrado, rota la carne a jirones, sin tenerse en pie, le tienen que
aguantar dos soldados, y le sientan en un tarugo de madera que acaban de acercar. Ya tienen el
rey pero hay que darle alguna apariencia de tal; primero el manto regio, un rey no puede andar
desnudo, y le echan encima uno de sus viejos mantos escarlata; y ahora la corona, para lo que
toman unas ramas flexibles y espinosas, de las recogidas para el fuego, la trenzan burdamente y
se la colocan en la cabeza con unos apretones para sujetarla; a continuación el cetro, el símbolo
de la autoridad, y le colocan en la mano una caña o uno de sus bastones. Y empieza el rito. Van

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pasando delante de El, le hacen una reverencia, le quitan la caña con la que le dan un golpe en
la cabeza y, entre carcajadas, saludan:"Salve, rey de los judíos". Algunos le escupen a la cara,
le tiran de la barba y hacen gestos obscenos de burla. Cada uno podemos imaginar la escena.
A Carmela se le nota en la cara que su sensibilidad está conmovida.
-)Cómo se atrevieron? -pregunta suavemente.
Explica Toño que en aquella guarnición romana de Palestina, plaza de tercera
categoría, no estaban las legiones de auténticos soldados romanos, a los que se exigía un
comportamiento digno, sino soldados reclutados en pueblos vecinos, en Siria o Samaria o entre
la misma población no judía de Palestina, por lo que formaban una cohorte de ínfima categoría
y suplían su falta de profesionalidad con más brutalidad y burla, además de ser más
decididamente antijudíos.
-Por lo que veo -dice Félix- fue una carrera de golpes y humillaciones, nada de su
persona quedó fuera de la pasión.
-Esas burlas tan burdas -dice Carmela- provocan una reacción en contra, se vuelven
contra los burladores.
-No creas -replica Edu-, muchos de los presentes seguramente se sumaron a la burla solo
porque el ambiente lo exigía, los burladores encuentran fácilmente eco.

El grupo está impresionado; por educación, son sensibles al respeto a la persona, son
antiviolentos y les cuesta imaginarse una escena así; de tanto que les repugna, tienen el peligro
de pasarla con demasiada rapidez. Toño les deja un poco más en torno a aquella imaginaria
losa con la gran "B", encima de la cual han colocado a Jesús. Luego sube de nuevo a la
pequeña plataforma y dice:
-Recordad de nuevo la situación. Es media mañana del viernes. Esta plataforma es el
"Gabbata" o estrado desde el que el Procurador administra justicia, porque los judíos no han
querido entrar en el patio interior para no contaminarse con la casa de un pagano. Aquí debajo
están el grupo de sacerdotes, levitas y guardias del Templo con el grupo de pueblo que les
acompaña pidiendo la muerte de Jesús. Esperan ansiosos la decisión de Pilato, que se ha
recluido otra vez en el interior de su palacio durante la flagelación y las burlas. Pronto saldrá
por esta puerta, tiene que salir para pronunciar la sentencia. Efectivamente, salió. Pero de
forma paradójica su sentencia empieza con una serie de proclamaciones sobre Jesús. Es como
si el evangelista hubiese escogido a Pilato como portavoz y proclamador de los principales
títulos que los creyentes le dan a Jesús, como si Dios le hubiese escogido para lo mismo,
compensando así el trágico papel que le correspondió en la condena. ¡Frente a las burlas, las
proclamaciones!.

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Jesús proclamado

Los muchachos empiezan a comprender ese doble lenguaje del evangelista, que relata
gestos y frases de doble sentido para que las burlas aparezcan también como proclamaciones de
Jesús.

-Lo primero que proclama Pilato es la inocencia de Jesús -aclara de nuevo Toño-. Se
presenta aquí en el estrado con cierta solemnidad, recogida su toga en el brazo izquierdo, con
empaque autoritario para contrarrestar su propia incertidumbre. Todos han entendido la
flagelación como un paso previo a la condena, pero quieren oírselo decir. Cuando levanta la
mano indicando que va a hablar, se corta el silencio. Y dice:"Mirad, os lo voy a sacar fuera
para que veáis que no encuentro ningún cargo contra él". ¡Otra proclamación de no culpabili-
dad! No vamos a detenernos ahora en la reacción del grupo judío, nos alegramos de su
decepción, sino en la proclamación que acaba de hacer Pilato. Es posible que las repetidas
declaraciones de la inocencia de Jesús por parte de Pilato estén algo sobredimensionadas, pero
aquí siguen resonando con fuerza.
-¿Era necesario repetirlo tanto? -pregunta Laura-. ¿Es que no estaba suficientemente
claro?
-Hay que pensar que en un juicio la claridad no consiste tanto en lo que piense el juez,
sino en la validez de las acusaciones y de las pruebas. Ante el juicio de la historia, el juez
encargado del caso reconoce que no hay acusaciones válidas contra Jesús.
y cubierto solo con el manto colorado y con las heridas sangrantes, con la corona de
espinas y el rostro lleno de golpes y suciedades, está destrozado, no tiene apariencia "pretorio"
queda solo Pilato, que acaba de defraudar al grupo judío; aparenta firmeza pero, mirándole
bien, se le ve una seguridad forzada, está haciendo sus últimas demostraciones de fuerza antes
de claudicar del todo. Le ven hacer un gesto hacia atrás con la mano y por la puerta aparece
Jesús.
-Aquí llega -anuncia Toño-. Viene como le hemos dejado en la escena anterior, desnudo
y cubierto solo con el manto colorado y con las heridas sangrantes, con la corona de espinas y
el rostro lleno de golpes y suciedades, está destrozado, no tiene apariencia)_gistro se encuentra.
Siempre he visto la vida cristiana como demasiado espiritualista, demasiados rezos y demasiado
recurs raza humana capaz de tales destrozos. Le trae un soldado sujetándole del brazo, no para
que no huya, sino para que no se caiga. Y ante esta figura Pilato hace su segunda proclamación:
¡"Ecce homo"! ¡"Aquí tenéis al hombre!"
-Así empezamos anteayer esta reunión, )recordáis? -dice Ramón.
-¿Es una proclamación o una burla más? -pregunta Ana-. Porque llamarle hombre en
esas circunstancias suena a sarcasmo.
-Me inclino a pensar que Pilato quería despertar la compasión del grupo judío -dice
comprensivamente Carmela-, porque es difícil no reaccionar con compasión ante un hombre así.
-En un ambiente tan complicado, tan lleno de pasiones y de prejuicios, con las
costumbres tan bárbaras de la época, eso podía tomarse como una provocación más de sus
odios -dice Félix.

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-"(Ecce homo!" -vuelve a decir Toño y todos entienden que va por ellos, que dejen lo que
pensaba Pilato y se fijen en El.

¿Esa es la figura de un hombre, a eso tiene que llegar un hombre que quiera serlo de
verdad? Cuando en una pelea televisiva vemos uno que lucha, golpea y termina con la cara
tumefacta, sin tenerse en pie, pero dispuesto a continuar aún su lucha, lo admiramos, y más si
está defendiendo una causa justa; los "buenos" de la película son más admirados cuando llegan
a una situación así. Hay dos tipos de hombre que admiramos, el que triunfa en la vida y el que lo
pierde todo por defender a otro; éste es el caso de Jesús.
-Esta presentación me impresiona -dice Rodri-. Sabéis que de cristiano tengo solo el
bautizo, que ni siquiera sé en qué registro se encuentra. Siempre he visto la vida cristiana como
demasiado espiritualista, demasiados rezos y demasiado recurso a lo espiritual, y he tenido la
sensación de que los buenos no se distinguen precisamente por su hombría, como si el camino
del hombre y el del santo fuesen distintos. Creo que éste es el motivo por el que los hombres
vivimos, en general, más apartados de la religión que las mujeres, como si esto disminuyese en
algo nuestra hombría. Por eso admiro a este Jesús, me encanta. Es un hombre, hombre
completo, mucho más que yo.
El espiritual Venancio confirma lo dicho por Rodri, lo que extraña a éste, que admira un
poco a Venancio pero nunca ha querido seguirle, temeroso de que eso le restase felicidad, como
si a Venancio le faltasen juergas y alguna extraña demostración.
-Está claro -dice Silvia- que, desde este "Ecce homo", lo primero es ser personas, pero el
más hombre no es el que triunfa sobre otros sino el que pierde lo suyo a favor de otros. Acepto
en teoría este camino pero no lo quiero seguir, solo estoy dispuesta a sacrificarme por el triunfo,
me parece que soy más cuando triunfo más.
Toño dice que la sentencia de Pilato aún incluye más proclamaciones.
-Si esperaba una reacción compasiva, debió sentirse defraudado porque el pueblo
reaccionó como un energúmeno excitado por la sangre: "¡A la cruz! ¡A la cruz!". Y en ese
momento Pilato le proclama REY, "rey de los judíos", "vuestro rey". Esa palabra en ellos era
una acusación, en él era ironía y burla hacia el pueblo que merecía tan inválido rey; Pilato se
puso a la altura de los soldados, bajó al nivel de la burla y devolvió a los acusadores la
acusación que le habían presentado. Ya sé que esta palabra hoy no nos dice mucho y menos a
vosotros, pero hemos de situarnos en la época, en el poderío esplendoroso que esa palabra
representaba, para los romanos significaba toda la fuerza del Imperio, para los judíos era la
añoranza de los días de grandeza de su pueblo y el sueño de tiempos mejores. Con la afirmación
de Pilato, Jesús queda proclamado como el que llena los tiempos y las esperanzas de los
hombres.
Temeroso de que su joven grupo no asuma bien toda la riqueza de esa proclamación,
aparentemente ajena a las costumbres democráticas de hoy, explica lo que para ellos significaba
el "rey mesiánico". Era el que había de devolver y engrandecer la libertad del gran pueblo
judío, esperado y pedido a Dios durante siglos. Rey y Mesías era lo mismo, algo tan grande y
difícil que algunos especialistas se habían inventado dos Mesías, uno religioso para realizar las
promesas divinas y otro político para expulsar a los invasores. Era una palabra tan grande que

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se sienten ofendidos cuando el Procurador la pronuncia refiriéndose a aquel despreciable ser
cubierto de heridas y harapos, a punto de morir.

-Esta es la primera parte de su sentencia -concluye-. El preámbulo de la condena es


precisamente el reconocimiento de tres grandes títulos de honor:¡Inocente! ¡Rey! ¡Hombre!
-Después de esto -sigue Venancio- es impensable una condena a muerte; un juez no
puede contradecirse en tan poco tiempo y hasta ese extremo.
-)Qué juez, el gobernador romano o los responsables judíos? Porque los dos podían
pronunciar las mismas palabras pero con intención muy diferente. En el fondo no se diferencian
demasiado; los judíos las han pronunciado acusadoramente y el romano como una burla
arrojadiza contra ellos, ¿qué diferencia hay? Ninguno se ha preocupado de descubrir a fondo la
verdad de Jesús. Pilato ha tenido miedo de la inocencia de Jesús, le complica demasiado; los
judíos temen su realeza, porque un rey así cambia todos su sueños; nadie lo quiere para sí. Lo
importante no es la palabra ni la boca que la pronuncia, sino el corazón de donde nace. Y en
este momento yo quiero proclamar con todas mis fuerzas que Jesús es inocente.
-¡Inocente! -responden todos.
-Y hombre, verdadero hombre, El Hombre, ¡Ecce Homo! -proclama Rodri.
-¡Ecce homo! -contestan todos.
Se hace una pausa y Toño comprende que la proclamación de su realeza no les sale tan
espontánea.
-Y también rey -proclama-. Pero rey servidor.
Ahora sí lo entienden y corean:
-¡Rey servidor!

UNA SENTENCIA NO PRONUNCIADA

Aunque todo había sido rapidísimo, demasiado para salvar los mínimos de la legalidad
judicial, había llegado la hora en que el Procurador tenía que pronunciar la sentencia. Es el
momento definitivo de un duro combate que, al final, se decide por un solo golpe. "Por fin",
piensa y teme el grupo.
Toño invita a visualizar de nuevo el tribunal. Pilato está sobre su estrado, en el atrio
exterior de su palacio, porque los judíos no han querido entrar en la casa de un pagano; a su
lado están los "assesores", especialistas para salvar los entresijos entre las leyes judías y las
romanas, y los traductores, porque Pilato no domina el hebreo y, aunque a veces se entienden en
griego, las acusaciones y actas oficiales las quiere traducidas al latín, lo que lleva un tiempo
que los acusadores consideran exagerado; y, defendiendo todo su círculo, hay un cordón de la
guardia romana. Cerca de Pilato está Jesús, con el aspecto con que ha quedado después del
castigo. Y delante, aquí abajo, está el grupo judío, expectante ante la decisión del juez romano.

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Ahora corresponde la lectura del pliego de cargos, resumido y ordenado, tarea que
seguramente los traductores y asesores no han podido completar por las prisas. En lugar de ese
pliego oficial lo que suena, como hemos oído, son unas proclamaciones que, por encima de sus
formas burdas, siguen resonando hasta hoy.

Para desesperación de los acusadores, Pilato vuelve a hacer un nuevo mutis hacia el
interior. Quiere consultar con sus "assesores". ¿Qué complicaciones puede traer la condena a
muerte del reo?. Roma protege a los inocentes y puede ser acusado de condenar a uno después
de pronunciar públicamente que no encuentra en él ninguna culpa. ¿Qué complicaciones
acarrea su puesta en libertad? Puede ser acusado de dejar libre a un revolucionario, a un
peligroso público, después de ser advertido de ello. ¿Se lo puede dejar en sus manos para hagan
lo que quieran con él? Ellos mismos rechazan esta propuesta. ¿Se limita a reconocer la
sentencia que ellos han pronunciado? Pero ahora se trata de ejecutar, en lo que ellos están muy
limitados. Aún reconociendo como válida la sentencia judía, ¿no puede él aplicar la "abolitio",
que sobreseía la causa dejándole en libertad cuando no estaba condenado, o incluso la
"indulgentia", si ya está condenado, algo tan propio de la magnanimidad romana, y que se
aplicaba excepcionalmente, como cuando un caudillo vencido había demostrado valor
extraordinario en la pelea? ¿No era esto aplicable a Jesús?
La complejidad del caso desborda cualquier situación normal, la rebasa y trasciende,
porque pertenece a otra dimensión. ¿Quién es este hombre que así complica las cosas con su
sola presencia y sin haber abierto casi la boca?
-El malestar del grupo acusador -sigue Toño- aumenta cuando también Jesús hace mutis
hacia el interior conducido por un soldado; cada vez que desaparece de su presencia temen que
vaya a la libertad, mientras le alcance su vista le alcanzan también sus voces y condenas. En el
interior sucede el último encuentro personal entre Jesús y Pilato; en los ojos del Procurador se
confunde la autoridad con el miedo cuando le pregunta: "¿De dónde vienes?". Tiene miedo, es
verdad, pero no puede reconocerlo ante el público que está aquí fuera; quiere saber con quién
está jugando, así adivinará las consecuencias de su decisión. Pero Jesús no le responde, una vez
más se refugia en su silencio, que no es altivo y por eso mismo resulta más incomprensible. El
Procurador se exaspera, también él está tocado por las prisas y la intriga: "¿Te niegas a
hablarme a mí? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?".
Pero a Jesús no le afectan ese tipo de poderes, aunque le puedan matar, y replica: "No tendrías
ninguna autoridad sobre mí si Dios no te la diese. Por eso el que me ha entregado a ti tiene más
culpa que tú". De nuevo la referencia a los dioses, el terreno misterioso en el que el Procurador
se siente perdido.
-Un momento -interrumpe Félix-, ¿es que Jesús legitima la autoridad de Pilato como
venida de Dios?
-Jesús quiere simplemente interiorizar lo que está sucediendo, no es solo una pugna
legal o política o de intereses de poder, ¿es que nadie piensa que Dios dirige nuestros complica-
dos hilos para tejer su madeja? ¿qué sentido tiene todo lo que aquí sucede? ¿cómo pueden pasar
tantas horas peleando dialécticamente y no se dan cuenta de lo oculto? Jesús quiere abrirle una
puerta a Pilato para esta reflexión pero él la cierra de inmediato saliendo de nuevo al atrio. Tal
vez por el miedo de la última respuesta de Jesús o por las intranquilidades de su propia
conciencia de gobernante obligado a justicia, aún hace un último y tímido intento de soltar a

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Jesús. Pero entonces le cae encima la peor de las respuestas: "Si sueltas a ése, no eres amigo del
César :todo el que pretende ser rey se declara contra el César". ¡Qué final tan duro para el
dubitativo Pilato! Ahora la acusación le abarca por igual al reo y a él, por la misma causa
pueden ser acusados los dos. Una nueva acusación ante el César, ese riesgo sí que no puede
correrlo.
-¿Le condena por fin? -pregunta Edu, inquieto.
La pregunta rompe el silencio expectante del grupo. La sentencia está al caer, se siente.
Pilato hace rato que empezó a claudicar y la última amenaza rompe sus últimas resistencias.
Pero es sobre todo ese nuevo elemento al que Jesús se refiere, el interior, el que empuja los
acontecimientos en una dirección y así "tiene que ser". Ahora ya no sienten solo compasión por
Jesús y miedo por su propia responsabilidad, sino respeto por el misterioso entresijo que mueve
los hilos.

La vaciedad de un rito hipócrita.

Como respuesta a la pregunta de Edu Toño describe lo que pasó en ese momento.
Aparecen varios siervos trayendo una palangana, una jofaina con agua y varios lienzos
blancos para secarse. Los judíos comprenden enseguida, ese rito pertenece a su tradición; en el
Deuteronomio se dice que, cuando es asesinado un inocente y no se encuentra el asesino, los
jefes del pueblo desnucarán una becerra en el arroyo y se lavarán las manos declarando su
inocencia en la sangre del crimen. Efectivamente Pilato se lava las manos delante de todos
mientras declara: "Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!". Según el Deuteronomio, el rito
terminaba con una oración pidiendo a Dios que perdonase a su pueblo y que no permitiese que
la sangre inocente cayera sobre él; sin embargo, el grupo judío allí presente lo hizo al revés y
edritas obcecados, sin saberlo, proclaman la eficacia de aquella sangre. Después de esta
proclamación, ahora sí, ya todo está preparado para la sentencia.

-Sin embargo -sigue Toño- el rito nos toca de cerca. Volvamos a esa dimensión oculta
que recorre todo el relato. Efectivamente la sangre de Jesús recae sobre nosotros y nuestros
descendientes como recayó sobre nuestros antepasados y, no tanto por nuestra culpabilidad,
sino por su fuerza salvadora. ¡Por esa sangre somos salvados ante Dios! (Que siga cayendo
sobre nosotros! Los sanedritas obcecados, sin saberlo, proclaman la eficacia de aquella sangre.
Después de esta proclamación, ahora sí, ya todo está preparado para la sentencia.
a crucifixión.
-¿Qué quieres decir?
-Que la crucifixión era la peor de las muertes que se praigresión, que en el proceso de
Jesús son tan interesantes como los datos objetivos. Algunos especialistas en lingüística griega
dicen que el verbo usado por el narrador evangélico indica que quien se sentó en aquel sillón no
fue Pilato sino Jesús, ya veo vuestra sorpresa. Se explicaría por parte de Pilato como una ironía

90
y burla hacia los judíos:"aquí tenéis a vuestro rey, esto es lo que merecéis, jamás tendréis un rey
como el de Roma". Es una mera suposición, apoyada solo por el detalle lingüístico y no
compartida por la mayoría de los comentaristas, pero es hermosa. ¿Os imagináis a Jesús
sentado en ese sillón del juez? El es el verdadero juez que deja claro lo que es cada uno. Senta-
do en ese sillón merece una reverencia, un honor, una atención meditativa. Todos están contra
El y termina estando por encima de todos. Ciertos datos, aunque no sean muy históricos, son
muy veraces.
-Sin embargo -dice Silvia- yo no me imagino a Jesús sentado en el trono, en ningún
trono, le sientan mejor las heridas que las ropas pomposas; sobre todo no le imagino en un
trono impartiendo sentencias de muerte o absoluciones desde su poder. El derecho a la vida es
algo que no se puede discutir en ningún hombre. El que se sentó en el sillón fue Pilato, no me
cabe ninguna duda.
-Y, por fin, pronunció su sentencia, ¿no es así? -vuelve a preguntar Edu, el más inquieto
por ese final.
Toño baja de la plataforma para responder :
-Sentenció, pero no pronunció la sentencia.
¿Cómo es eso? -insiste Edu-. ¿Qué sentencia es válida si no se pronuncia? Fue sentencia
a muerte, )no?
-Más que a muerte, a crucifixión.
-¿Qué quieres decir?
-Que la crucifixión era la peor de las muertes que se practicaban. Entre los judíos era
más común la lapidación, algo que debió temer Jesús cuando empezaron las
persecuciones; en otras épocas practicaron también la condena a muerte por hoguera.
La crucifixión era un tormento romano, aunque también ellos la habían tomado de otros
pueblos. La fórmula habitual de la sentencia era:"Ibis ad crucem" ("irás a la cruz") o
"Abi in crucem" ("vete a la cruz"). Si Pilato pronunció la fórmula, en las crónicas no
consta. Y le sentenció, no por la "lex Julia de vi publica", como un simple perturbador
del orden público, sino por la más grave y solemne "lex Julia maiestatis", es decir, por
"crimen de lesa majestad", aceptando las acusaciones de los sanedritas. En este delito se
incluía a los que hacían algo contra el pueblo romano y su seguridad o usurpaban
funciones de empleado estatal o a los que manipulaban a las gentes para convertir en
enemigos a los amigos del pueblo romano. Si Jesús hubiese sido ciudadano romano o
residido en Roma, quizá le hubiesen arrojado a las fieras o deportado a una isla
solitaria.
-¿Por qué, entonces, dices que fue una sentencia verdadera pero no pronunciada?
-Porque así lo reflejan los cronistas evangélicos quienes, a pesar de que claramente fue
él quien dictó la sentencia final, siguiendo en su empeño de rebajar su responsabilidad, eluden
la fórmula precisa de la condena con otra fórmula ambigua: "Pilato entregó a Jesús para que lo
crucificaran", "decidió que se hiciera lo que pedían", "se lo entregó para que lo crucificaran".
Aunque la decisión la toma él, parece que los que le crucifican son los judíos, cuando solo los
soldados romanos podían ser los ejecutores. "Entregó" y "crucificar" son las dos palabras que
recogen los cronistas, dos palabras que, unidas, son terribles pero expresan claramente lo que

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sucedió. Sin embargo hasta en el último momento nadie quiere aparecer como el responsable
directo de su condena. Esa forma ambigua encierra grandes lecciones. Así acabó el proceso.

Qué hacemos con el "entregado"

Se sientan de nuevo y lo hacen despacio, pesándoles dentro la antiquísima y reciente


sentencia. No hay que hacerse ilusiones, esa sentencia es definitiva, inapelable, y además será
de inmediata ejecución. Pero, mientras se hacen los preparativos, aún queda tiempo para una
última reflexión.
-Pilato "se lo entregó". Pero, ¿a quién? -pregunta Toño.
-A los judíos -contesta Venancio.
-A las autoridades judías, más exactamente -precisa Irene-, al grupo que estaba allí
pidiendo su muerte.
-Sin embargo -continúa Toño-, esa entrega a los judíos tiene poca relevancia porque ya
antes era suyo y pertenecía a su pueblo, que lo entrega a la autoridad romana para que lo
ejecute.
-¿Otra vez el doble sentido de las palabras ? -pregunta Félix.
-Exactamente. "Entregar", "ser entregado" es una palabra que se repite en todo el relato
de la Pasión, ya desde las predicciones hechas por el mismo Jesús. Es una palabra clave. En
primer término hace pensar en quién le entrega, lo que solo puede hacer quien le posee,
¿comprendéis?, es decir, Dios. No os asustéis, no es ninguna referencia criminal, al contrario,
nos lo entrega, ¿os dais cuenta?, no al romano ni a aquellos judíos sino a nosotros, a todos,
Dios lo pone en nuestras manos, es nuestro, uno de los nuestros, compartirá nuestra suerte en
todo, hasta en la pena de muerte, hasta en las muertes más horribles como las de crucifixión.
Ahora es nuestro del todo y en todo. Pilato no tiene más valor que el del pergamino donde se
registra oficialmente la entrega, lo importante es el amor del Padre que lo pone en nuestras
manos y lo convierte en propiedad nuestra.

En el grupo algunos ojos se abren admirados por el nuevo descubrimiento y porque en el


cambio de planteamiento; temían este momento, porque habían de definirse como culpables, y
resulta que son beneficiarios; sin embargo, se mantienen oscuros y sombríos porque la terrible
sentencia no aguanta ningún paliativo.
-Visto así -dice Alex- uno no sabe si llorar, maldecir o cantar de alegría.
-¿Cómo se puede cantar ante semejante sentencia? -pregunta airado Félix.
-La Iglesia lo hace en la liturgia. No se canta la sentencia, Félix, nunca, jamás; se canta
su amor y la generosidad del Padre que nos lo entrega, porque la sentencia que debía revolverse
contra nosotros resulta que termina siéndonos favorable.
-Eso sería si nosotros le hubiésemos dado mejor trato -dice Ana.

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-La "entrega" siempre es obra de amor y la hemos de cantar, lo que hagamos con El es
nuestra responsabilidad y la hemos de asumir. Es más, Jesús no se ve forzado a esa entrega, está
en sus manos rechazarla; le ha recordado al Procurador que no podría entregarle si Dios no le
hubiese dado ese poder, y a los discípulos les dice en Getsemaní que, si quisiese defensa,
legiones angélicas estaban a su disposición. El acepta voluntariamente esta situación; no ha
hecho ningún gesto de autodefensa, no ha denunciado ninguna de las irregularidades, no ha
pretendido ganarse el favor de Pilato, más bien parece empeñado en hacer lo que le lleva a la
condena, algunas de sus respuestas son provocadoras, ¿qué pretende? Está claro, entregarse,
ser entrs el que ocupa más espacio y el más decisivo en la sentencia. Ahora podemos juzgar su
actitud.
-¿ No es más importante la nuestra? -pregunta Ricardo.
diente a ellos, resonando, alargándose, esperando que cada uno recoja el eco y le ponga
un final.
Su paseo es corto, solo un rato para mover las piernas pero no para descansar la mente,
pues ya no hay manera de separarla del tema. Decididamente, no huirán de su propia
responsabilidad.
Cuando vuelven a juntarse, dice Toño:
-De todos los personajes que han participado hasta ahora en el proceso, Pilato es el que
ocupa más espacio y el más decisivo en la sentencia. Ahora podemos juzgar su actitud.
-¿ No es más importante la nuestra? -pregunta Ricardo.
diente a ellos, resonando, alargándose, esperando que cada uno recoja el eco y le ponga
un final.
Su paseo es corto, solo un rato para mover las piernas pero no para descansar la mente,
pues ya no hay manera de separarla del tema. Decididamente, no huirán de su propia
responsabilidad.
Cuando vuelven a juntarse, dice Toño:
-De todos los personajes que han participado hasta ahora en el proceso, Pilato es el que
ocupa más espacio y el más decisivo en la sentencia. Ahora podemos juzgar su actitud.
-¿ No es más importante la nuestra? -pregunta Ricardo.
diente a ellos, resonando, alargándose, esperando que cada uno recoja el eco y le ponga
un final.
Su paseo es corto, solo un rato para mover las piernas pero no para descansar la mente,
pues ya no hay manera de separarla del tema. Decididamente, no huirán de su propia
responsabilidad.
Cuando vuelven a juntarse, dice Toño:
-De todos los personajes que han participado hasta ahora en el proceso, Pilato es el que
ocupa más espacio y el más decisivo en la sentencia. Ahora podemos juzgar su actitud.
-¿ No es más importante la nuestra? -pregunta Ricardo.

93
igen judío, sobre todo cuando se negaban a dar culto al César, lo que provocó las
primeras persecuciones. De aquel enjuiciado por los demás; esto también forma parte de este
proceso que es público en todos sus actores y dimensiones.
Sienten un cierto alivio al salir de sí mismos para juzgar a otro personaje; aunque,
¿quién sabe?, quizá Pilato termine enjuiciándolos a ellos.
Toño, que ha aparecido con otro libro, empieza situando el nuevo proceso. ¿Cómo se
reparten las responsabilidades legales en la condena de Jesús? ¿a quién le corresponde la peor
parte, a los romanos o a los judíos?.
-En cuanto a Pilato, ya dijimos que, mientras unos le defienden tanto que llegan a
exculparlo e incluirlo entre los santos, otros le presentan cruel y el verdadero enemigo de Jesús.
Repasemos brevemente este doble planteamiento.
-¿Para qué? -replica Ricardo-.¿Es que quieres decir que también nosotros tenemos un
doble planteamiento,una doble cara?
-Tal vez.Veamos lo de Pilato y sabremos si es un espejo.

El Pilato bendecido.

Esta versión corresponde al Oriente, empezando por los Evangelistas. Nos preguntamos
qué interés tenían los cronistas evangélicos en acentuar tanto la culpabilidad de los judíos,
siendo ellos judíos, y, sobre todo, qué interés les mueve a suavizar la figura de Pilato. Como
comentaron en otro momento, la explicación arranca de la situación de los cristianos en Roma.
Los romanos tuvieron siempre prejuicios contra los judíos por sus ideas mesiánicas y de un
Reino de Dios venidero, esto iba contra el poder absoluto del César y del Imperio; por la misma
razón sospecharon de los cristianos, de origen judío, sobre todo cuando se negaban a dar culto
al César, lo que provocó las primeras persecuciones. De aquí que los evangelistas tuviesen
interés en demostrar que, ya desde el principio, el Imperio, representado en Pilato, no tuvo nada
contra Jesús, al contrario, quiso salvarle y se vio obligado a ceder por los judíos.
-Es decir, los cristianos marcaron distancias frente a los judíos, foco frecuente de
levantamientos; era una manera de decir que el Imperio no tenía nada que temer de los cris-
tianos y que, por lo tanto, no tenían razón de ser las persecuciones. De hecho cuando el Imperio,
con Constantino, asume el cristianismo y terminan las persecuciones, acaba también la
suavización y encumbramiento de Pilato. Además hay que tener en cuenta que los evangelistas
escriben en un ambiente polémico de tensiones entre la comunidad judía y la cristiana, lo que
instintivamente lleva siempre a acentuar la culpabilidad de la otra parte.
Esta tendencia se acentúa después en grandes escritores cristianos. Tertuliano llega a
decir que Pilato "ya en su conciencia era cristiano", teoría compartida por algunos Santos
Padres. Eusebio de Cesarea cuenta que, según "se dice", Pilato informó positivamente a Tiberio
sobre la resurrección de Jesús y que Tiberio llegó a proponer al Senado el reconocimiento de la
divinidad de Jesús, aunque el Senado se lo denegó; no es preciso rebatir esta exageración, pero
indica una mentalidad. Se le alaba en la tradición copta y, sobre todo, en la Iglesia etíope,
donde se le llega a inscribir en el santoral. A partir del siglo VII se escribieron unas "anáforas"
o informes apócrifos de Pilato a Tiberio, siempre favorables a la intervención del Procurador,

94
arrepentido de su participación en la condena, forzado pro los judíos; la misma presentación
benévola se expresa en otras dos cartas apócrifas entre Pilato y Herodes.
-Como veis, lo que empezó como una autodefensa de los primeros cristianos perseguidos
terminó como un convencimiento de los escritores posteriores, fenómeno frecuente. Aunque
nunca conoceremos las verdaderas actitudes de Pilato, pertenecen a su interior, tiene más
fundamento desde la historia la otra versión,

El Pilato maldecido.

Los mismos evangelistas no le exoneran de culpa, aunque la suavicen, porque la decisión


definitiva de la condena y la ejecución fue suya. También algunos de aquellos antiguos relatos
apócrifos le juzgan con dureza, como aquella "Parádosis" del siglo VII donde el Emperador
juzga a Pilato delante del Senado.
-Escuchad lo que dice este relato ( y lee directamente del libro):"Di la verdad, pérfido.
Debido a tu comportamiento atroz contra Jesús, aquí ha repercutido el efecto de tus delitos, los
dioses han sido derrocados. Di quién era el crucificado cuyo nombre ha exterminado incluso a
los dioses". En este mismo libro se cuentan leyendas que hablan de su muerte trágica, algunas le
hacen morir matándose con su propio cuchillo después de conocer la sentencia de muerte del
Emperador contra él, y su cadáver es arrojado al Tíber; otros le hacen morir en el destierro.
Era un tirano cruel y sanguinario, según los historiadores judíos de su tiempo Filón y
Flavio Josefo. De hecho había tenido varios enfrentamientos con el pueblo, con el que mantenía
una tensión constante. Por lo demás fue un gobernador eficaz, como lo demuestran sus diez años
en el cargo.
-Pero su fama ante la historia no le viene por nada de lo anterior sino por su
coincidencia e implicación directa en la muerte de Jesús, acaecida al principio de su gobierno.
Con estos antecedentes, ¿cuál es nuestro veredicto sobre Pilato?
-Desde un punto de vista político, su decisión es explicable, porque un político justifica
fácilmente los medios para defender su poder -responde Félix, siempre crítico con los poderes
públicos-. Si una nueva acusación ante el César ponía en peligro su cargo, )qué importancia
tenía un desconocido galileo?
-Yo le acuso de cobardía -dice Ramón-. Todos los cobardes en religión le vemos como un
espejo; me gustaría romper su imagen de una patada pero, si la rompo, quedará solo la mía y
ésta me asusta más.
-Para mí fue un mal sicólogo -dice Rodri-, no supo entender las reacciones del pueblo
oprimido contra su opresor ni los sentimientos que despierta un nacionalista, como quizá era
Barrabás; las consecuencias las pagó el inocente del grupo.
-Yo le acuso de disimulo -dice Ricardo-; aparenta querer defender a Jesús pero no lo
hace, en ningún momento toma una medida verdaderamente eficaz para su defensa; solo quiere
justificarse a sí mismo, tranquilizar un mínimo su conciencia. -Eso es hipocresía, sin
paliativos -sentencia Laura-, pretende defender a Jesús cuando en realidad defiende su puesto,
igual que los responsables judíos; los dos tribunales se parecen, por eso coinciden en la
sentencia.

95
-A mí me parece que ha sido demasiado defendido, empezando por los Evangelistas -dice
Irene-. ¿Qué interés hay en defender un hombre así?
-Sin embargo -añade Toño- podemos también meternos en su estado de ánimo. Es un
hombre a caballo entre dos reinos, el romano y el judío; le han traído aquí para imponer la paz,
jugando con la condescendencia y la mano dura. Es gobernante extranjero en un pueblo que
ama rabiosamente su libertad y su historia. De golpe se ve metido en un conflicto religioso que
no entiende y que le produce al mismo tiempo indiferencia y miedo. Influenciado también por las
circunstancias de los días festivos, que imponían una vigilancia especial y cortar en seco
cualquier riesgo de movimiento popular inquietante. Le empujan igualmente las prisas, porque
las autoridades judías quieren solventar todo ese mismo día y tienen sus razones tácticas para
ello. Además, )qué gobernante renuncia a ser complaciente con los enemigos en una cuestión
menor para luego exigirles una moneda de cambio mucho más fuerte? Todo esto sin meternos en
su conciencia, en las posibles dudas y angustias, en la influencia de sus asesores, en los temores
supersticiosos. Jesús fue víctima de todo este conjunto.
-Acepto tu análisis -dice Alex- pero, desde mi propia complejidad ambiental e interior,
declaro su culpabilidad y la mía por resolver mis confusiones en su línea y no en la de Jesús.
-¿No os una equivocación lo que estamos haciendo? -concluye Félix-. ¿Qué importancia
tienen ahora las responsabilidades, atenuantes o agravantes de Pilato? Lo importante es Jesús,
la víctima. Las víctimas, los liberados o regenerados que vamos dejando por la vida, eso es lo
que importa.
Así termina esta sesión. Su pronunciamiento personal sobre Jesús lo han sustituido por
un juicio sobre Pilato, mucho más fácil. Sin embargo cada uno lleva dentro su propia sentencia,
aún pendiente; tendrán que pronunciarla. La mañana ha sido intensa, el sol es gratificante y
algunos lo aprovechan paseando por la acera mientras las chicas ponen las sillas al sol y
estiran el rostro, con los ojos cerrados, para recibir el primer moreno del año. Falta media hora
para la comid

96
Cuarta sesión :

EL CAMINO DEL CONDENADO

Para la próxima sesión Toño les convoca en la iglesia. Al entrar, les impacta el gran
Cristo colgado en la pared frontal, completamente blanca como todo el presbiterio, lleno de luz
natural. La iglesia tiene un aire abierto con su diversidad de colores, el rojo de la nave central,
el amarillo del alto artesonado y el verde de las bóvedas de las naves laterales.
Avanzan hasta los primeros escalones del presbiterio y Toño les dice:
-Os convoco aquí porque, como veis, el principal adorno de esta iglesia son los catorce
murales colocados encima de las vidrieras. Representan las escenas del "viacrucis" o camino de
la cruz, una devoción que, desde la Edad Media, ha tenido gran raigambre y extensión en la
Iglesia; en ella se recuerdan los principales pasos de Jesús desde que es condenado hasta que
muere en el Calvario, unas horas que fueron prolongación de la condena y anticipación de la
muerte. Siempre se han practicado peregrinaciones a las tumbas de los considerados grandes
santos o familiares queridos; en esta devoción se acompaña a Jesús en el camino, más que en la
tumba. Empezaron a practicarla los peregrinos que llegaban a Jerusalén para conocer la tierra
del Señor, su interés primero era recomponer el camino de Jesús hacia la cruz. La devoción
cuajó en catorce "estaciones" o momentos específicos, algunos recogidos del Evangelio y otros
de la tradición y aún de la leyenda popular; desde Jerusalén se extendió a todo el mundo y
aparece en forma de cuadros pequeños colgados en las paredes laterales de la mayoría de las
iglesias; en otros muchos lugares se instala también en el campo, con un grupo de imágenes por
cada escena o con una simple cruz y el número correspondiente de cada estación; aquí, como
veis, ocupa catorce grandes cuadros murales. Hemos dejado a Cristo en el momento de su
condena; ahora os propongo que hagamos también nosotros este "viacrucis", deteniéndonos un
momento en cada estación. Este acompañamiento es una forma de compensar nuestra
participación en su condena.

Manteniendo en iglesia la misma soltura que en el patio, se acercan al primer cuadro,


situado en la pared izquierda, junto al presbiterio. Toño anuncia:
-Este cuadro spero en este momento lo sienten muy acertado. Laura se hace una última
reflexión:
-En una foto recordatorio junto a Jesús condenado a muerte, ¿cuál ser_por otros
hombres, que continúan siendo abundantes. Nos preocupamos del condenado Jesús y nos hemos
preocupado de condenar a Pilato, precisamente por su función de condenador; ¿pero quién se
preocupa de los condenados anónimos, de los que son sentenciados porque otros se consideran
dueños de sus vidas en defensa de sus intereses personales?
Sus compañeros están acostumbrados a estos alegatos de Félix, pero en este momento lo
sienten muy acertado. Laura se hace una última reflexión:

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-En una foto recordatorio junto a Jesús condenado a muerte, ¿cuál ser?_. Nadie querrá
tocar esa cruz, pero todos miran con curiosidad o con espanto o con indiferencia; cuando las
desgracias son arriba, hacia el segundo cuadro.
-"JESUS ES CARGADO CON LA CRUZ" -anuncia Toño-. Era costumbre que los reos
llevasen su propio instrumento de suplicio; normalmente no llevaban la cruz entera, cargada
sobre un hombro y arrastrándola por el suelo, como representa el cuadro y la mayoría de las
imágenes, sino solo el palo transversal, cruzado entre la nuca y los hombros. Así (y Toño baja
un poco la cabeza y eleva los brazos encorvados hacia su cara, sujetando el invisible madero).
Esto tenía dos finalidades: dar publicidad al tormento, haciéndolo más repelente al ver el
sufrimiento y la humillación del reo, y reducir sus fuerzas para que durase menos colgado de la
cruz. Un hombre así, en esa circunstancia, se convierte realmente en un espectáculo.
Otro comentario de Félix destaca lo frecuente que es esta escena hoy en muchas
personas que caminan siempre encorvadas por problemas, situaciones insuperables,
enfermedades o pobreza; la gente se acostumbra a verles así y termina por no echarles una
mano, como si ésa fuese la postura normal, inconscientemente satisfechos de que la desgracia de
otros les libere a ellos de tener que llevar esas cargas; es asombrosa la facilidad con que nos
acostumbramos a ver los encorvados con pesos excesivos y con desgracias, son ya parte normal
del paisaje de nuestra sociedad.
El cuadro representa unas cuantas personas en torno a Jesús, sobre todo soldados y
algunos personajes actuales, el artista los ha mezclado. Había mucho público aquel mediodía en
la ciudad y se sintieron convocados por el espectáculo; la curiosidad puede más que la
misericordia y que la responsabilidad personal. Nadie querrá tocar esa cruz, pero todos miran
con curiosidad o con espanto o con indiferencia; cuando las desgracias son exageradas y toman
esas formas extrañas resultan llamativas y se convierten más en espectáculo; fuera de esos
casos, no son más que estadísticas y números metidos en un ordenador. La verdad es que
impresiona mucho más una sola cruz encima de un hombre encorvado que miles de estadísticas
y de estudios sociológicos. Se quedan un rato mirando la imagen del artista, mientras su
imaginación la transporta a las calles de Jerusalén.

-Hay que tener en cuenta continúa Toño- que las calles de Jerusalén eran estrechas y
empinadas, con desniveles y escaleras rústicas, lo que dificultaba muchísimo el camino, el
público tenía que apretarse contra las paredes para dejar paso a los condenados y a los
soldados guardianes, que empujaban sin miramientos. Así que resulta normal la escena que la
tradición recoge tres veces y que aparece por primera vez aquí -y señala el siguiente cuadro,
moviéndose hacia él-: "JESUS CAE POR PRIMERA VEZ", así se anuncia esta estación.
-Le falta realismo a esta escena como está pintada aquí -dice Ana-. Aún solo con el
madero transversal, la caída tenía que suponer un golpe tremendo, pues el reo no podría ni si-
quiera apoyarse en las manos, que supongo irían sujetas al madero; un tremendo golpetazo del
rostro contra el suelo y del madero contra la nuca, algo como para perder el sentido. Aquí le
representa el artista de pie, como explicando algo o bendiciendo. ¿Es el momento antes de caer
o después de levantarse?
-Pues yo lo encuentro acertado -dice Laura-, porque una escena así tiene que ir
acompañada de alguna explicación y de alguna bendición, de lo contrario no es más que un
grupo mortal y solo se puede maldecir. Es el sentido oculto de los acontecimientos, que tantas

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veces nos has destacado, Toño. Quizá esté bendiciendo a todos los que como El tienen que llevar
una cruz.
-¿Os habéis fijado en otro detalle? -observa Silvia-. Los dos de la derecha parecen
ejecutivos ocupados en un comentario técnico, mientras que el obrero se ha puesto de rodillas;
¡qué reacción tan distinta!
-¿ Y esa madre que empuja a su niño para que mire? -dice Carmela-. Me parece bien, es
algo desagradable pero tiene que verlo, las desgracias tienen que ser vistas, de lo contrario
nunca nos interesamos por los desgraciados. Crecemos en un ambiente ficticio, ajeno a la
realidad, nuestro mundo es más el de las películas que el sufriente, nos falta misericordia y
compromiso, porque no hemos visto como esa madre quiere que haga su hijo.
Luego intentan imaginar cómo se puede levantar un hombre caído de bruces, con la
cabeza oprimida por un madero y los brazos atados; ¿dónde se apoyará? ¿qué esfuerzo tendrá
que hacer? El mismo madero que le hunde le sirve también para levantarse, apoyándose en una
punta; pero ¿tendrá fuerzas? Necesita ayuda; él solo no podrá ponerse en pie. ¡Qué fácil es la
caída! (Qué difícil ponerle en pie!

-Esta próxima estación -y la señala mientras se acerca- es "EL ENCUENTRO DE JESUS


CON SU MADRE". Es una de las escenas que con más fidelidad y ternura recoge la tradición,
aunque los relatos evangélicos no la constatan. María, que ha acudido a las fiestas pascuales
como de costumbre, ha conocido pronto la condena de su Hijo y, naturalmente, desde ese
momento quiere estar a su lado. En un punto indeterminado de la calle, antes de salir de las
murallas de la ciudad, la tradición sitúa este encuentro entre la Madre y el Hijo. Miles de pági-
nas de ternura y emoción y miles de sermones se han pronunciado sobre este tema, así que yo no
me atrevo a decir más. Os aseguro que esta escena me emociona.
¡Emoción! Esta es la única actitud con que se puede mirar la escena. Emoción, ternura,
sentimiento. Una madre que durante años ha vivido sola con su Hijo y han alcanzado una pleni-
tud tan grande que no ha echado de menos una familia más numerosa y que ahora, de golpe,
encuentra al Hijo destrozado a golpes, atado a un patíbulo y arrastrando por las calles su
agonía. Los sentimientos interiores de los dos ¿se pueden describir de alguna manera?
-Yo soy incapaz de hacerlo -responde Carmela al comentario común-. Pero hemos de
detenernos a mirar, porque una escena así resume la realidad de la vida mejor que miles de
análisis y estudios. Jesús ha llegado a esto porque ha habido demasiados cálculos y pasiones y
sospechas por parte de los dos tribunales, pero nadie se ha dejado conducir un poco por los
sentimientos más elementales ante un hombre bueno; la falta de sentimiento le ha condenado. El
mundo necesita más espacios y altares para los sentimientos, porque el sentimiento ante el dolor
ajeno es una de las fuerzas más sanas que pueden darse en la sociedad. Esta es la gran riqueza
que veo en María.
-Pienso en María -dice Venancio- como el mejor compendio de muchísimas personas que
llevan la pasión dentro, sin ninguna llaga externa que delate su corazón herido, pero la sangre
que no se ve es frecuentemente la más dolorosa. De esto las madres saben mucho.
-Para mí -añade Edu- refleja la situación de los que sufren fuertemente por otros, pero
no tienen ningún medio de liberarlos ni siquiera de aliviar su sufrimiento. Puede parecer un
sufrimiento inútil, por eso preferimos a veces que los nuestros no lo vean y lo guardamos en lo

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secreto; aunque "ojos que no ven corazón que no siente", ¡lástima de ojos que no vean! Si el
sufrimiento externo hay que verlo para reaccionar, también hay que ver el sufrimiento interior.
Esta escena lo resalta con fuerza.
Puesto que la emoción necesita tiempo para penetrar en lo hondo de cada uno, el grupo
se queda mirando la escena, donde un soldado levanta la mano como impidiendo el abrazo entre
la madre y el hijo y poniendo muros al corazón, aunque él solo cumple el encargo de mantener
el orden y dejar expedito el camino. Se quedan un momento expectantes, el abrazo tiene que
producirse, en ese abrazo están los mejores sentimientos y la mayor fortaleza de la humanidad;
no importa que los brazos de Jesús estén atados al madero y que el soldado impida a la madre
acercarse, nadie podrá impedir el abrazo de las almas que nunca fueron ni serán desatadas.

-La próxima escena -sigue el relator- sí la recoge el Evangelio y la titulamos: "JESUS


AYUDADO A LLEVAR SU CRUZ POR EL CIRINEO". El debilitamiento de Jesús era tan
extremo que el responsable de la ejecución temió que se le muriese por el camino, lo que
constituía un serio contratiempo, porque la sentencia era a muerte en cruz y muchos ojos
vigilaban su exacto cumplimiento. Jesús no podía ser más hostigado, ya no quedaban fuerzas en
su cuerpo; demasiados tormentos interiores habían golpeado sus resistencias psíquicas y
demasiados tormentos crueles habían reducido sus fuerzas físicas; hambriento, sediento,
desangrado, burlado, sin descanso nocturno, estaba en el límite. Para que pudiese llegar vivo,
no había más remedio que descargarle de aquel madero que le estaba matando antes de ser
clavado en él. Los soldados reclutaron a un hombre que iba de paso y le obligaron a cargar con
la cruz. Se llamaba Simón y era de Cirene, una población del norte de Africa. Aquel hombre
empezó a caminar con el madero detrás de Jesús. Y así ha quedado en la reflexión cristiana
como un modelo del seguimiento de Cristo.
-De haberla dejado -dice Carmela-, seguro que la madre habría cargado con la cruz.
-De haber podido -completa Irene-, habría muerto en su lugar; eso lo hacen
indiscutiblemente las madres y algunos otros en casos excepcionales.
Los comentarios se amontonan. Para ayudar a Jesús hay que recurrir a un reclutamiento
forzoso mientras que para reclutar falsos testigos basta una pequeña recompensa o una sonrisa
complaciente de las autoridades. Sin embargo, de nada sirve ningún seguimiento que no sea
voluntario, las cosas del y de la fe no se imponen con violencia. Aquel voluntario cambió pronto
de actitud y pasó de forzado a voluntario; veía delante a Jesús que, aún sin madero, iba más
encorvado que él, trastabillaba pero hacía lo imposible por no detenerse y seguir, como si
tuviese ganas de llegar al suplicio; algo muy especial tiene que ser lo que hace caminar así a un
condenado; el forastero quiso conocer y contagiarse de ese algo y sintió que se le metía dentro y
ya no tuvo ninguna vergüenza de que el pueblo lo viese mezclado con un condenado,
considerado maldito por su santa ley.
Seguía a Jesús detrás, el camino lo marcaba Jesús, no él, que era un simple seguidor.
-Uno camina mejor si lo hace por donde quiere -dice Rodri-, pero es más difícil aceptar
el camino que otro te impone, esto cuesta más que la dificultad propia del madero; un madero
pesado nos encorajina para demostrar nuestra energía, pero un camino impuesto nos rebaja y
convierte en esclavos. Aquel forastero iba detrás, siguiendo las pisadas y el goteo de la sangre

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de Jesús, sintiendo su aliento jadeante. Si para ser discípulo de Jesús hay que seguirle con la
cruz, este hombre es un verdadero discípulo.
-Recuerdo -confirma Alex- que Jesús dijo eso: "el que quiera ser mi discípulo que tome
su cruz y me siga". Cuando lo dijo se expuso a contar solo con una minoría, pero la prefirió a
mayorías multitudinarias que, de hecho, no le seguían a El sino lo que de El podían sacar, es
decir, se seguían a sí mismos, buscaban ventajas y favores, no estaban dispuestos a situarse
detrás de un necesitado porque aquí solo se recogen necesidades.
-El gesto de este "cirineo", además de servir a Jesús, le sirvió también a él y a su familia
pues en las Actas de los Apóstoles se consignan los nombres de sus dos hijos, Alejandro y Rufo,
que forman parte de la comunidad -dice Toño, señalando ya y poniendo título al próximo mural:

-"LA VERONICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESUS". Esta es otra escena creada por la
devoción popular y transmitida por la tradición, sin ningún fundamento histórico directo, pero
nada extraña. Como la mujer que veis ahí no tiene nombre la llamamos Verónica, traducción del
griego Berenice. Es una mujer anónima que, al paso de Jesús, se adelanta y compasivamente le
limpia el rostro con un paño; quiere devolver su apariencia humana a un rostro que la ha
perdido entre tantas heridas y sufrimientos. Solo esto dice la escena. Un gesto sencillo, mínimo,
pero de alivio para un hombre herido y desangrado. A partir de aquí la leyenda ha completado
hermosamente la escena; unos ven en ella a Marta, la acogedora hermana de Lázaro, resucitado
por Jesús, o a la esposa de Zaqueo o a la mujer sirofenicia que Jesús había curado de una
incurable pérdida de sangre; en el origen del gesto se busca una manifestación de gratitud,
aunque bien puede ser del todo espontáneo. La leyenda añade que en aquel lienzo quedó
grabado el rostro de Jesús; en algunas iglesias se conserva este paño con pretensiones de
auténtico. Lo seguro es que en el interior de aquella mujer sí quedó grabado aquel rostro y
aquella mirada agradecida que ya nunca se borró, cada vez que se volvía a su interior se encon-
traba con esa imagen. Otra leyenda, recogida en la "Muerte de Pilatos", cuenta que Tiberio,
sufriendo enfermedad incurable, tiene noticia de las curaciones de Jesús ya había sido
flagelado, no sabemos si este tormento continuó mientras caminaba, además su extrema debili-
dad impedía brutalidades más extremas porque le har_ucis, por eso se recogen sus caídas hasta
tres veces, la segunda en el cuadro siguiente y otra posteriormente. A los condenados a
crucifixión los soldados solían golpearlos y flagelarlos brutalmente mientras caminaban, eran
seres que habían perdido el derecho a la vida y sólo eran ya útiles para servir de escarmiento a
los demás, lo que se lograba a base de una brutalidad que infundiese miedo y pavor. Puesto que
Jesús ya había sido flagelado, no sabemos si este tormento continuó mientras caminaba, además
su extrema debilidad impedía brutalidades más extremas porque le har_ucis, por eso se recogen
sus caídas hasta tres veces, la segunda en el cuadro siguiente y otra posteriormente. A los
condenados a crucifixión los soldados solían golpearlos y flagelarlos brutalmente mientras
caminaban, eran seres que habían perdido el derecho a la vida y sólo eran ya útiles para servir
de escarmiento a los demás, lo que se lograba a base de una brutalidad que infundiese miedo y
pavor. Puesto que Jesús ya había sido flagelado, no sabemos si este tormento continuó mientras
caminaba, además su extrema debilidad impedía brutalidades más extremas porque le har_ucis,
por eso se recogen sus caídas hasta tres veces, la segunda en el cuadro siguiente y otra poste-
riormente. A los condenados a crucifixión los soldados solían golpearlos y flagelarlos
brutalmente mientras caminaban, eran seres que habían perdido el derecho a la vida y sólo eran
ya útiles para servir de escarmiento a los demás, lo que se lograba a base de una brutalidad que

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infundiese miedo y pavor. Puesto que Jesús ya había sido flagelado, no sabemos si este tormento
continuó mientras caminaba, además su extrema debilidad impedía brutalidades más extremas
porque le harían caer.

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