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Hace algún tiempo, encontré una lista de “15 cosas que he aprendido en la
vida.” El número 13 dice: “Cuando los problemas aumentan y todo parece ir mal,
siempre hay alguien que percibe una solución y está dispuesto a tomar el control.
Muchas veces, este individuo está loco.”
David no estaba loco, pero el rey Aquis pensó al comienzo que tal vez sí lo
estaba cuando huyó a él (capítulo 21) en un esfuerzo por escapar de Saúl. La vida de
David es realmente una asombrosa aventura de muchos años, desde cuando Dios
rechazó a Saúl (en favor de David) hasta cuando David en verdad lo reemplazó como
rey sobre Israel.
1 Samuel 21:10-12: Ese mismo día David, todavía huyendo de Saúl, se dirigió a
Aquis, rey de Gat. Los oficiales le dijeron a Aquis, “No es éste David, el rey del
país? ¿No es él por quien danzaban, y en los cantos decían:
‘Saúl destruyó a un ejército,
Pero David aniquiló a diez’?
Al oír esto, David se preocupó y tuvo mucho miedo de Aquis, rey de Gat. Por
lo tanto, cuando estaban por apresarlo, fingió perder la razón y, en público, comenzó
a portarse como un loco, haciendo garabatos en las puertas y dejando que la saliva
le corriera por la barba.
Para evitar ser destruido por Saúl o por los filisteos, David debía estar siempre
alerta. Salió entonces de la presencia de Aquis, escapando varias veces de Saúl, y
viviendo como “el gato y el ratón”. Más tarde se casa con Abigail y regresa a Aquis
para refugiarse de la persecución de Saúl. ¡Qué solución! ¡Gozar de la protección y
del buen favor de un enemigo filisteo, mientras huye de quien es rey sobre el pueblo
que él sabe que un día estará bajo su dirección! Sin embargo, ocurre entonces la
interrupción divina en la vida de David.
Los soldados están comenzando a desconfiar de David y ya no están seguros
de ir a la batalla con él. Aquis ha llegado a ser un gran admirador de David, pero no
está dispuesto a contradecir a sus soldados en este punto. Así que expone a David las
preocupaciones de los comandantes, pero sin darle detalles. Para asegurarle a David la
veracidad de sus palabras, hace un juramento solemne en el nombre del Dios de
David. Hasta donde Aquis sabe (pero véase 27:8-11), David ha sido confiable.
Entonces, recomienda a David que “se vaya tranquilo”, una expresión cordial de
despedida (2 Samuel 15:9).
David pudo haber pensado que la decisión del rey de dejarle “ir tranquilo” era
simplemente circunstancial, sin embargo, para con Dios fue providencial. Era hora
de avanzar. Era el momento propicio para una interrupción divina.
¿Pudiera ser que Dios también esté tratando de hacer un cambio en su vida
mediante una interrupción divina?
2. Los problemas no tienen que alterar la confianza del pueblo de Dios (30:3-5)
Nos equivocamos cuando suponemos que cuando Dios entra en la escena con
una interrupción divina todo va a mejorar. Muchas veces las cosas empeoran en lugar
de mejorar. Pero, es muy importante nuestra forma de responder cuando las cosas
empeoran. Me parece que a veces nos desgastamos y desilusionamos, en nuestro
esfuerzo por alejarnos de los problemas.
No conozco ningún lugar en la Biblia donde Dios nos instruya alejarnos de los
problemas. Por supuesto, debemos hacer lo posible para no ser la causa de nuestros
problemas. Pero los problemas y las dificultades nos acompañarán. Alguien ha
dicho, “O estamos en un lío, o saliendo de un lío, o dirigiéndonos hacia un lío todo el
tiempo.” ¿Suena un poco pesimista? ¡Pero tal vez sea verdad más a menudo de lo
que queremos admitir! Miren lo que le pasa a David:
Habiendo sido despedido por Aquis, David y sus hombres comienzan el largo
viaje de Afec (29:1) a Siclag (véase 27:6) en el país filisteo (29:11) y llegan al tercer
día. Mientras tanto, los amalecitas (enemigos de Israel desde hace siglos, quienes
habitaban grandes regiones al suroeste del Mar Muerto) habían asaltado (literalmente,
“desnudado”) a Siclag y el Néguev. Los amalecitas aprovecharon la ausencia de
David de Siclag y se vengaron por el asalto anterior de David (27:8). Llevaron
cautivos a todos los habitantes de la ciudad, desde los más jóvenes hasta los más
ancianos (30:2, 29). Las dos esposas de David se encontraban entre los prisioneros.
30:4-8. El “llorar y gritar hasta quedar sin fuerzas” es una reacción comprensible
cuando la situación parece desesperada. Pero dentro de poco la tristeza de David y de
sus hombres sería reemplazada por la esperanza segura. Dios les asegura la victoria y
su promesa les da aliento y esperanza. ¡Sin embargo, esta victoria tampoco vendría
sin que antes la situación empeorara aun más! Pero aun así...
David se afligió aun más, porque sus propios hombres lo culparon a él por ño
ocurrido. ¡Hasta pensaron apedrearlo! Convencidos que nunca volverían a ver a sus
hijos, los hombres “lloraron con gran angustia (véase 1:10)”. Mientras que en el
versículo 22:2 los que estaban “en apuros, cargados de deudas y amargados” se
sometieron a su liderazgo, aquí sus hombres están tan angustiados, que están a punto
de atacarlo.
El discernimiento espiritual de David se manifiesta precisamente en el
momento oportuno. David sabía en quien había de confiar; “cobra ánimo y pone su
confianza en el Señor su Dios.” Por usar la expresión “el Señor su Dios”, el narrador
enfatiza la relación íntima de David con Aquel que desde el principio “está con él
(16:18).
Si tiene que caminar por una ruta que no se puede describir como “fácil”, ¿es
usted capaz de hacerlo con confianza?
(De la lista de “15 cosas que he aprendido en la vida,” la número 3) “Lo que une a
todos los seres humanos, a pesar de la edad, el sexo, la religión, el estatus económico
o la procedencia étnica, es que: en el fondo del corazón si tenemos automóviles,
creemos que somos conductores mejores que la mayoría.”
El rey David organizó un asalto para rescatar a sus familias y bienes tomados
por los amalecitas malvados. Doscientos hombres se quedaron atrás porque estaban
demasiado fatigados para continuar (30:10).
Tal como Saúl tenía al principio de su reinado sus “insolentes” (10:27), así
también David tiene ahora los suyos. Protestan por compartir el botín con los que no
habían participado en la campaña contra los amalecitas. David, llamando
generosamente a estos perversos “mis hermanos”, les recuerda que el botín no es,
como ellos piensan, “lo que nosotros recobramos”, sino “lo que el Señor nos ha
dado”.
Dios les había dado el poder para derrotar a los maleantes que robaron sus
bienes, sus familias y aun las dos esposas de David, y recobrar todo. Por exhaustos
que hayan estado los que quedaron atrás, merecían una recompensa por haber
guardado el bagaje. No debían considerarlos inferiores y todos debían participar
igualmente del botín. David sabía que él había sido divinamente nombrado para
distribuir el botín del Señor como el Señor lo quería, y David no se “vendería” a
quienes quisieran actuar de otro modo.
-- No estaré a la venta, aun cuando las personas a quienes yo amo esperen que haga lo
malo.