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PARA ABRIR EL DEBATE SOBRE LA COYUNTURA

Sergio Marcelo Babilonia

I. LA REVOLUCIÓN BOLIVIANA Y SUS PRINCIPALES LIMITACIONES

Describía Sergio Almaraz a una revolución como un corto y fluido período de la


historia, donde los acontecimientos no siempre pueden ser controlados ni los errores
evitados. Lo que perturba es que después de casi catorce años, cuando las aguas de
nuestra historia debían desplazarse por cauces menos accidentados, surgieron
estallidos que alteraron un proceso hasta revertirlo al punto de partida.

Pocos esperaban un desenlace tan fatídico para la historia reciente del país. Una vez
más, las bolivianas y bolivianos borraron las diferencias entre la violencia y la política,
cómo si no hubieran tenido suficiente con las dictaduras militares y sus crímenes
atroces, cómo si una nostalgia por el clasismo, el racismo y el bandolerismo les
hubiera arrebatado el raciocinio, concursaron o fueron testigos de la barbarie.

El golpe de Estado cívico – policial – militar es el punto más candente de este último
período, pues marca con fuego el destino de más de una treintena de personas
fallecidas y refleja el deterioro económico y democrático en el que se vive
actualmente en Bolivia, donde un gobierno de facto persigue y encarcela a sus
detractores acusados de “sedición”.

¿Cómo pasó Bolivia de ser un buen a un mal ejemplo para América Latina? Parece
haber llegado el momento de hablar de una crisis ideológica nacional, porque en “el
fondo del fondo” como diría Jaime Saenz, el consumo ideológico no ha renovado sus
formas desde hace más de 50 años. Probablemente, éste sea uno de los errores más
graves de muchas revoluciones, el freno a la revolución cultural, destinada a echar
por tierra las viejas ideologías, la vieja cultura y los viejos hábitos, engendrados por
las clases explotadoras en el curso milenario de la historia. Mao Tse – tung cuando
señalaba la importancia de reconocer la reacción de la superestructura sobre la base
económica, insistía en la necesidad de criticar sistemáticamente los legados y
costumbres de la burguesía, creando y formando entre las amplias masas populares
una ideología, cultura, hábitos y costumbres, totalmente nuevos.

Se enfatiza la cuestión ideológica por tratarse de un tema recurrente al interior del


proceso de cambio, en el cual se insistía en una formación política que moldee una
nueva ética pública y refuerce una moral revolucionaria con principios de comunidad,
solidaridad, honestidad, igualdad y justicia social. En los años posteriores a la
revolución soviética y en los albores de la revolución cubana, el Che Guevara insistió
en la necesidad de caracterizar a un período de transición socialista, por el
predominio de la convicción ideológica antes que cualquier beneficio personal, la
cuestión de los estímulos materiales fue una afrenta para el desarrollo de la
conciencia de una clase para sí, que no debía olvidar ni por un instante que la
revolución fue respaldada por obreros, campesinos y clase media. El problema surgió
cuando se dejó de lado esa visión de conjunto, un ingrediente letal en el caldo de
cultivo social que condujo al golpe de Estado contra Evo Morales y Álvaro García
Linera, dos líderes que sintetizaron una articulación política virtuosa, el poncho del
indio y la corbata del blanco, el campesino luchador de origen popular y el intelectual
de clase media, juntos representaron la síntesis dialéctica de la extracción del
Movimiento Al Socialismo (MAS).

Los postulados ideológicos de esta articulación entre el movimiento campesino, el


movimiento obrero y las clases medias de artesanos, pequeños industriales,
gremiales, servidores públicos, profesionales, técnicos e intelectuales, se sustentaron
en la necesidad de recuperar Bolivia como una nación soberana, digna y capaz de
resolver sus problemas sin la necesaria competencia de un agente externo. Los
triunfos históricos del MAS en las elecciones generales (que impregnaban el aire con
una democracia vigorizada), la nacionalización de los hidrocarburos, la promulgación
de una nueva Constitución Política del Estado (CPE) que promovía la
plurinacionalidad, la inclusión social y ampliaba los derechos sociales, económicos y
políticos de la gran mayoría de bolivianos y bolivianas, fueron sin lugar a dudas los
mayores aciertos del histórico proceso de cambio en Bolivia, que además estuvo
acompañado de una buena gestión duradera de la economía, motivada por la
redistribución de la riqueza y la sostenibilidad del crecimiento.

El desprendimiento de una visión de conjunto fue gradual y debía llegar a dilucidarse


en una crisis que tuvo matices culturales, políticos y económicos. Culturales y
políticos, porque aparecieron los primeros clivajes ideológicos en torno a la
concepción sobre el concepto de democracia. Mientras para los núcleos más duros y
afines al gobierno la repostulación del Presidente y del Vicepresidente eran un
derecho humano, los sectores de clase media veían en la alternancia una salida ante
un posible desenlace autoritario. Aquí operó la estrategia imperial como pez en el
agua, pues fue alimentando la división de las fuerzas de la revolución, infundiendo el
temor a que Bolivia se convierta en la Venezuela que hoy vive una aguda crisis
económica, paradójicamente, bajo la dirección de un gobierno progresista que lleva
más de 20 años en el poder. En lo económico, fueron varios los factores
determinantes de la escisión de esa articulación que devino en un período de
esplendor político. Principalmente, un proceso lento y limitado de la diversificación de
la matriz productiva del país, mecanismo necesario para generar más y mejores
empleos e ingresos propios. Si bien la tasa general de desempleo de Bolivia fue la
más baja de América Latina durante del gobierno del MAS, el desempleo juvenil
doblaba porcentualmente ese índice y fueron los jóvenes -casualmente- quienes se
movilizaron en mayor número en las calles contra el gobierno de Morales. Por otro
lado, si bien la política de créditos financieros fue importante en la dinamización de la
economía, las reformas en el sistema impositivo fueron moderadas y las cargas
sociales se consideraban excesivas. Hubo muchos otros aspectos decisivos, por
ejemplo, las iniciativas para priorizar la producción local fueron acotadas en relación a
la competencia desleal de grandes empresas con las cuales el Estado realizó
concesiones que no se tradujeron en un respaldo político en la hora decisiva.

En descargo de la clase media, es menester señalar que en Bolivia habría sido


imposible llegar a la revolución de abril de 1952 y al triunfo del MAS en 2005, si el
movimiento popular y las clases medias no soldaban un frente común. Almaraz
sugería que dos limitaciones podían separar a la clase media de un proceso
revolucionario: que esta capa social esté empobrecida o esté radicalizada. Si bien la
clase media se ensanchó como en ningún otro período de la historia boliviana, esta
estratificación prematura no estuvo acorde a un tiempo prolífero de industrialización
y diversificación productiva, lo que ocasionó un desnivel con sectores que no
solamente palparon una desatención, sino que comenzaron a creer que el proceso de
cambio estaba en contra de ellos. Y, entonces comenzaron a mirar con recelo a la
clase burócrata del MAS que tenía el poder por más de 13 años y que a juzgar por
algunos exponentes, aparentaba ascender socialmente. Las dudas de la vieja clase
media hacia la nueva clase media en ascenso. Empero, el factor de radicalización
también estuvo presente en tanto muchos grupos de clase media alta, se
manifestaron violentamente en contra de los sectores populares. Si el radicalismo
como expresión de masas se alimenta de la decepción, podríamos agregar que los
cortocircuitos descritos fueron sumándose junto a otros elementos como el
clericalismo, el conservadurismo y una cada vez mayor confusión en torno a los
objetivos centrales del proceso de cambio en Bolivia.

Esta reflexión sobre el rol o el lugar de las clases medias en los procesos
revolucionarios, debe continuar con mayor rigurosidad en adelante, pues la historia
boliviana demuestra que en la medida en que los sectores populares se han alejado
de este aliado, han perdido fuerza política. Lo que corrobora la necesidad de trabajar
arduamente en el terreno ideológico, para que esta clase perciba con mayor claridad
las relaciones de explotación del sistema capitalista, y pueda caer en cuenta, como lo
ha hecho en otras ocasiones en la historia nacional y latinoamericana, que solamente
a través de medidas populares y de izquierda es posible mejorar la producción
nacional, fomentar los créditos, priorizar la producción agropecuaria local, elevar los
niveles de la industria, en suma, ampliar la base económica de sustentación del
Estado para movilizar a los sectores medios de la sociedad, incluidos como actores
protagónicos de las transformaciones sociales.

Lo ideológico es central no sólo para lidiar con las taras de una cultura neoliberal que
ha guiado la educación de muchas generaciones desesperadas por hacer dinero, “ser
alguien”, tener significación; sino que además permite conocer a profundidad
algunos fenómenos sociológicos que caracterizan a la sociedad boliviana, a su
identidad y a sus formas de entender la vida social, aspectos esenciales para obrar en
el terreno ideológico. En el ensayo “10 estrategias de manipulación mediática”, el
lingüista Noam Chomsky señaló que en el transcurso de los últimos 50 años, los
avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los
conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes.
Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el sistema capitalista ha
disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de su forma física
como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común
de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el
sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el
de los individuos sobre sí mismos.

¿Qué piensan las bolivianas y bolivianos sobre la nación y sus respectivas regiones?
¿Cuál es su actitud frente a la democracia? ¿Qué idea tienen de la cultura nacional?
¿Cómo actúan frente a los conflictos sociales? Si pudiéramos responder cada una de
estas preguntas, tendríamos un cuadro aproximado sobre algunas características
esenciales que definen a la bolivianidad. En un artículo reciente, titulado “Bolivia
después de Evo”, el escritor Pablo Stefanoni señaló dos elementos clave para
entender al país y su inestabilidad: el corporativismo y el regionalismo como fuente
de conflictividad política y social. Los conflictos con sectores urbanos de Potosí,
Sucre, Santa Cruz y con otros sectores como los cocaleros de los Yungas, los
médicos, los cooperativistas mineros, plantearon dinámicas concretas mucho más
decisivas para explicar -a la larga- el desgaste del gobierno del MAS. Poco antes de
las elecciones generales del 20 de octubre de 2019, ocurrieron los incendios en la
Chiquitanía boliviana, que contribuyeron a reactivar una suerte de xenofobia local al
acusar a los campesinos “collas” migrantes de ser los responsables, conjuntamente a
un gobierno que “promovía” los “asentamientos ilegales de su gente”. La oposición
golpista logró en ese momento, reavivar el sentimiento regional del ‘ser cruceño’ en
contra del gobierno, lo cual favoreció la consigna del voto útil y ocasionó que el MAS
pierda las elecciones en Santa Cruz, con aproximadamente 13 puntos porcentuales
por debajo de Comunidad Ciudadana, un resultado absolutamente desfavorable y
que incidió en el cierre acotado del conteo general de votos.

Después del 2007, cuando se derrotó el primer intento de golpe de Estado del
Comité Cívico Pro Santa Cruz, los conflictos en Bolivia tuvieron un carácter mucho
más corporativo. Año tras año, en un país altamente conflictivo, se observaban
protestas que planteaban reivindicaciones sectoriales antes que el derrocamiento del
gobierno. Estos conflictos demandaban incrementos salariales, bono para personas
con discapacidad, incremento del presupuesto de las universidades, la abrogación del
Código Penal, etc. Diferían plenamente de otros conflictos como la guerra del agua
en el 2000 o la guerra del gas en el 2003, cuyos fundamentos interpelaban el sistema
neoliberal que en 20 años incrementó la pobreza y dependencia del país.

Sin embargo, muchos de los conflictos sectoriales y urbanos que se registraron en el


gobierno de Evo Morales, no fueron bien gestionados y las secuelas quedaron como
algo latente que en cualquier momento podía resurgir. Las grietas del bloque social
son generalmente indicios de perturbaciones políticas profundas. No ayudaron a
mitigar el desgaste, las gestiones de muchos gobiernos subnacionales con base
fundamentalmente en las capitales de los departamentos, que a diferencia de la
legitimidad de la que gozaba el gobierno nacional, tenían índices preocupantes de
desaprobación y se los sospechaba de corrupción y abuso de poder, a guisa de
ejemplo se menciona la desaprobación del 90% de la población sucrense al entonces
alcalde del MAS Iván Arciénega, y el 80% de desaprobación al Gobernador de
Chuquisaca, Esteban Urquizu, también del MAS, que estuvo envuelto en un
escándalo de acoso sexual que negó a pesar de las evidencias encontradas.

El cataclismo social se fue gestando paulatinamente. Sobre los escombros de la


lucha conjunta por la refundación del país, ante la ausencia de un trabajo ideológico y
la incomprensión de fenómenos sociales indicativos de la bolivianidad, se erigieron
muchas universidades con jóvenes que fueron prácticamente empujados a los brazos
de la reacción, a integrar los grupos de agresión fascista en las ciudades u otros
sectores de clase media e incluso campesinos, donde la derecha y el clericalismo
ganaron posiciones con un discurso propio de la edad media, que propone pasar por
encima el principio de laicidad del Estado boliviano.

Hasta aquí se ha planteado un error que transformando su eventualidad en


tendencia, profundizó sus efectos. Surgen por tanto diversos desafíos en adelante:
La rearticulación del bloque social popular, la politización de la sociedad en torno a
sus perspectivas futuras, la ideologización y la apuesta seria por una verdadera
revolución cultural boliviana, el estudio y la comprensión de ciertas ideas
movilizadoras de los sectores sociales, como base para la reconexión con los
instintos y preocupaciones de la sociedad.

II. EL GOLPE DE ESTADO Y LAS MEDIDAS DEL GOBIERNO DE FACTO

El imperialismo norteamericano es intervencionista en todo momento, por la razón o


por la fuerza. Los sucesos posteriores al 20 de octubre en Bolivia, revelan
nítidamente que el golpe de Estado fue promovido por congresistas republicanos de
EE.UU. reunidos en varias ocasiones con Carlos Mesa, la Organización de Estados
Americanos (OEA), el Comité Cívico Pro Santa Cruz a la cabeza de Luis Fernando
Camacho, otros líderes de partidos derechistas, sus milicias urbanas fascistoides y las
“fuerzas de seguridad” del Estado (policías y militares).

Conscientes de la peligrosidad del imperialismo, que no cesa en su estrategia


violenta y fascista, el poder político no se anticipó a tal coyuntura, como tampoco lo
hicieron las organizaciones militantes del proceso de cambio. La ausencia de una
estructura partidaria real cobró la factura de un solo golpe. La desorganización del
MAS y otras organizaciones afines fue directamente proporcional a la falta de
liderazgo y de una organización de la resistencia ante el golpe. Esta carencia del
movimiento popular boliviano, fue anotada por René Zavaleta Mercado en su obra
“El poder dual”, colocando como ejemplos la revolución de abril de 1952 y la
Asamblea Popular de 1971, momentos de auge del movimiento popular boliviano,
que colapsaron por la falta de una estructura partidaria real. Es necesario refundar la
organización del partido con una estructura sólida que supere las contradicciones
actuales de las que es objeto el instrumento político, pero sin caer en la clásica
institucionalización de la que son víctimas los partidos políticos de masas,
degenerando en instituciones burocráticas y carentes de convicciones ideológicas. El
objetivo es tener una organización que lleve adelante la lucha unificada por un
proyecto político concreto, que resguarde los logros del proceso de cambio y plantee
su profundización hacia el 2025.

El verdadero homenaje a las víctimas de las masacres de Sacaba y de Senkata, se


hará realidad cuando se alce la victoria popular sobre la derecha golpista boliviana,
que fiel a su miseria ideológica, no ha dudado en sobrepasar los límites racionales de
un supuesto período de transición, engendrando una serie de medidas de facto, el
gobierno autonombrado de Jeanine Añez ha desarrollado las siguientes medidas:

 Aprobación del Decreto Supremo Nº 4078 que exime de responsabilidad penal a


las Fuerzas Armadas (FFAA) en caso de "legítima defensa o estado de
necesidad". Al respecto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) calificó la norma como "grave" y aseguró que desconoce los estándares
internacionales de derechos humanos. Los militares salieron a las calles como en
las oscuras dictaduras de los años 70. En las calles se veían contingentes
fuertemente armados con jeeps policiales, tanques militares, avionetas y
helicópteros sobrevolando las ciudades de La Paz y Cochabamba. Añez cumplió la
promesa que hizo al día siguiente de autonombrarse como presidenta, les dio
‘municiones’ (sus propias palabras) y licencia para matar.

 La masacre de Sacaba no fue un enfrentamiento entre militares y campesinos del


trópico de Cochabamba. No hubo fuego cruzado ni víctimas del lado de los
militares, fue una masacre producto del sistema represivo montado por Añez, el
terrorismo de Estado disparó a mansalva cobrando la vida de 10 personas e
hiriendo a 122, todas oriundas del trópico boliviano, que se disponían a ingresar a
la ciudad de Cochabamba en una marcha pacífica. El Ministro de Gobierno, Arturo
Murillo, en conferencia de prensa dijo que se encontraron armas de fuego y
bombas en poder de los manifestantes, pero la realidad es que no hubo policías ni
militares heridos o asesinados, fue un frente fascista y racista que decidió impedir
el ingreso de campesinos a la ciudad, a plan de bala, consternación y muerte.

 Tres días después, se llevó a cabo la masacre de Senkata. Fueron asesinadas 8


personas y se reportaron 60 heridas, todas por impacto de bala y todas de la
ciudad de El Alto. Nuevamente ningún militar o policía fue asesinado o herido. Las
comisiones internacionales que llegaron a investigar estos hechos luctuosos,
determinaron que se violaron sistemáticamente los derechos humanos, no
solamente a través de la muerte, sino también con desaparición forzosa de
personas, situaciones de tortura en espacios públicos, violaciones y delitos
sexuales, y falta de garantías procesales para las personas detenidas. Todo esto
ocurrió en un proceso de cerco mediático, como lo expresó un testigo de la
masacre en Senkata ante la CIDH: “Nos están matando y no hay ningún canal
boliviano”.

 Añez brindó una conferencia el jueves 28 de noviembre defendiendo el DS 4078,


alegando que su gobierno había conseguido su cometido, la “ansiada pacificación
del país”. Si para llegar a la pacificación había que cruzar ríos de sangre, quién
sabe si las bolivianas y bolivianos volverían a cruzar esas corrientes. Tal vez sí, tal
vez no, pero lo que queda claro es que la tarea consiste en no dejar que las
masacres de Sacaba y Senkata se disuelvan en la memoria, pues reflejan el tinte
racista y fascista del golpe de Estado.

 Entre otras medidas posteriores y que tienen que ver con la gestión
gubernamental, el gobierno de facto designó interventores de la línea aérea
Boliviana de Aviación (BOA) a los empresarios de la línea aérea privada
“Amaszonas”; es decir, funcionarios de una línea aérea privada, se hacen cargo de
la administración de la línea aérea estatal. Asimismo, el Ministro de Economía,
José Luis Parada, anunció que eliminará los cupos de exportaciones para que las
grandes empresas agroindustriales, opten por exportar y ganar más dinero en el
mercado externo. En lo interno, el gobierno de facto solicitó el desembolso de un
crédito de Bs 2.600 millones otorgados por el Banco Central de Bolivia (BCB),
presumiblemente para pagar sueldos y aguinaldos de los servidores y servidoras
públicas, que vienen percibiendo su remuneración cada mes con retrasos de más
de 7 u 8 días.

 El nepotismo de Jeanine Añez está presente en el Ministerio de Desarrollo Rural,


Ministerio de Relaciones Exteriores, Ministerio de Medio Ambiente y Agua, Mi
Teleférico, Agencia Estatal de Vivienda, ENDE, Zona Franca Cobija, etc. Las
personas designadas en altos cargos directivos y gerenciales, son familiares en
primer y segundo grado de consanguinidad de la presidenta autoproclamada.

 En el marco de las relaciones diplomáticas internacionales, el gobierno


autonombrado que no goza de la legitimidad democrática de unas elecciones
nacionales, decidió unilateralmente restablecer relaciones con EE.UU. y designó
un embajador sin la aprobación correspondiente y legal de la Cámara de
Senadores. Karen Longanic, Ministra de Relaciones Exteriores, por si fuera poco,
anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel, a pesar de los
terribles ataques genocidas de este Estado en contra del pueblo palestino, que
viene sufriendo robo de tierras, masacres y bombardeos generales y selectivos.

 Los derechos civiles, políticos y la libertad de expresión se conculcan a diario en


Bolivia, el gobierno anunció que no permitirá medios de comunicación sediciosos
y toda persona que incurra en actos de sedición será encarcelada. A la fecha, se
han cerrado 53 radios comunitarias en Bolivia, se cancelaron las emisiones del
canal venezolano Telesur, se pretende asfixiar económicamente al canal Abya
Yala y recientemente fueron detenidos Alejandra Salinas y Orestes Sotomayor,
integrantes del programa de radio y la plataforma digital La Resistencia Bolivia,
debido a un patrullaje cibernético realizado por la Policía Nacional a personas que
publican contenidos adversos al gobierno de facto en las redes sociales. De la
misma forma se cometieron actos de detención de formas irregulares contra
Alejandro Huanca (ahora detenido en San Pedro) y un corresponsal de La
Izquierda Diario (Carlos Cornejo), Leonel Jurado y Andrea Mamani por haberse
organizado en solidaridad con las víctimas de la masacre de Senkata. La violación
de los derechos humanos en Bolivia es plato cotidiano. Se sienten dueños del país
y sin embargo lo desnacionalizan a diario, matan, secuestran y conculcan
derechos elementales consagrados en la CPE.

III. ¿QUÉ HACER?

El primer texto de Lenin titulado ¿Qué hacer?, muestra su voluntad incondicional de


intervenir en una situación determinada, no en el sentido pragmático de ajustar la
teoría a las exigencias realistas mediante soluciones de compromiso necesarias, sino,
por el contrario, en el sentido de descartar todo compromiso oportunista, de adoptar
la posición radical inequívoca, sólo desde la cual es posible intervenir de una forma tal
que nuestra intervención cambie las coordenadas de la situación.

La posición radical inequívoca es la REARTICULACIÓN Y UNIDAD DEL BLOQUE


SOCIAL POPULAR BOLIVIANO, el movimiento campesino, obrero y la clase media.
Pero la unidad no será un proceso automático y corto, debe iniciarse desde los
núcleos más duros irradiando paulatinamente hacia sus contornos.

La unidad de los núcleos sólidos debe basarse en un PROGRAMA REVOLUCIONARIO


que reivindique la soberanía nacional, la revolución cultural, la refundación del
partido, la organización de la resistencia y la articulación de un FRENTE UNIDO
NACIONAL con todos los sectores pertenecientes al bloque social popular. La unidad
se cualifica con la militancia comprometida, con formación política, con principios
éticos revolucionarios y convicción ideológica. Cualquier miramiento que no tenga
como asidero uno de estos elementos estructurales es un engaño y nadie debe
llamarse a engaño en momentos como los que se viven en el país. La difamación o
los miramientos por simples apetitos personales son una forma de traición y son algo
que combatir y extirpar. Es el reinicio de la revolución cultural desde la casa y de la
casa hacia el horizonte de la patria.

En lo político, la defensa del proceso de cambio es la defensa del ESTADO


PLURINACIONAL, de los derechos conquistados por las mayorías nacionales. Pero
ello debe ir acompañado de un proceso sistemático de formación política, de
articulación de todos los sectores en la acción política, de pugnar electoralmente en
todos los niveles con programas sólidos, coherentes, candidaturas cualificadas y
sobre la base de un Estatuto del Servicio Público Revolucionario, basado en una
nueva ética pública que extirpe cualquier acción degradante como la corrupción, la
violencia en razón de género, la discriminación, el abuso de poder, etc. Las candidatas
y candidatos para los próximos comicios electorales, deben ser elegidos en base al
bloque de articulación de movimientos campesinos, obreros y clases medias,
tomando en cuenta a personas con perfil político de izquierda, capacidad técnica y
una trayectoria de vida incorruptible e intachable. Los tiempos que se avecinan son
tiempos de resistencia, lucha y trabajo por la recuperación de la democracia, en
consecuencia, el MAS – IPSP debe colocar en listas a sus mejores cuadros militantes
y convocar a personalidades reconocidas en el medio pero con afinidad política,
ideológica y programática.
Todas las personas que traicionaron al proceso de cambio y lo siguen haciendo,
como la senadora Eva Copa y el senador Omar Aguilar, sus correligionarios y todo
aquel que coordina con el gobierno golpista, deben ser expulsados del MAS – IPSP.
Un partido serio y con trayectoria política histórica, no deja en la impunidad la
traición y menos la incongruencia política de personas que priorizan sus intereses
personales antes que los intereses de la nación boliviana y de su partido
revolucionario.

El proceso electoral de 2020 se anuncia complejo y con indicios de un posible fraude


electoral por parte del gobierno de facto, que no ha dudado en anunciar que
militarizarán los recintos de zonas rurales para “resguardar” los votos, un hecho
insólito que no se dio bajo ninguna circunstancia en los más de 30 años de
democracia en Bolivia. Por lo tanto, una tarea fundamental es el control electoral, con
una campaña intensiva de formación a los delegados de mesa, organización e
implementación de plataformas virtuales de control electoral y principalmente,
medidas de resguardo y centralización de todas las actas de cada recinto electoral
del país.

En la resistencia, se deben organizar los grupos de defensa del pueblo. Esta tarea es
principal y deberá tener un carácter de masa, que avanzará una ola tras otra durante
un período prolongado de tiempo para enfrentar al enemigo en todo el país. La
militancia del proceso revolucionario boliviano, no puede estar sin un plan de
respuesta ante las agresiones de grupos neofascistas que causan terror en las
capitales urbanas de los departamentos, autodenominados “Resistencias Juveniles”,
quienes más temprano que tarde deberán rendir cuentas de sus bochornosos actos
de violencia, racismo, misoginia y fascismo.

En el campo económico, LA DEFENSA DE LA NACIONALIZACIÓN ES INDECLINABLE.


Se deben continuar con los proyectos de INDUSTRIALIZACIÓN Y DIVERSIFICACIÓN
PRODUCTIVA, CON LA DEFENSA DEL LITIO COMO RECURSO SOBERANO DE
TODOS LOS BOLIVIANOS Y BOLIVIANAS. Estas medidas deben estar acompañadas
con políticas orientadas a resolver los problemas de desempleo de jóvenes y mujeres;
se debe fomentar la producción local basada en la agricultura familiar campesina y
comunitaria, defensa de las viviendas sociales, de los servicios básicos, de los créditos
productivos, etc.

En el campo cultural, es necesario lograr el despertar de toda la población boliviana.


Muchos sectores han guardado un silencio bastante parecido a la estupidez. Se debe
RECUPERAR LA VERDADERA DEMOCRACIA, LOS DERECHOS HUMANOS Y ELEVAR
LA CULTURA. Una cultura nacional que derroque la cultura anti-popular que
prevalece actualmente. Esto implica el rechazo a cualquier forma de opresión
imperialista o del gobierno de facto, manteniendo la independencia nacional y la
dignidad de todos los militantes revolucionarios. Hay una tarea central en la relectura
de los procesos de ideologización de los sectores clericales, habrá necesidad de tener
un frente único también con personas idealistas y religiosas, pero no se puede
aprobar su idealismo o doctrinas religiosas como guías porque estas controversias
muchas veces impiden el avance de la revolución. Debe propagarse una cultura
antiimperialista, anticolonial y antimachista. Debe ser una cultura democrática que
exprese las aspiraciones de todas y todos los trabajadores en Bolivia, que viven del
día a día y de la fuerza de su trabajo, una cultura de abajo hacia arriba donde
nuevamente sean los sectores sociales, esta vez unidos bajo un programa, un fr ente
ideológico común (partido), los que promuevan las demandas y generen las
expectativas en toda la sociedad boliviana. Esa ideología debe poner a la patria por
encima de los intereses sectoriales y de grupo. En este campo cultural el rol de los
medios de comunicación viene siendo cada vez más cuestionado, producto del
silencio cómplice ante el golpe de Estado y las represiones posteriores perpetradas
por el régimen de Añez y de su Ministro Murillo. Es una necesidad urgente desarrollar
procesos de formación y autoformación en materia de comunicación social y política,
con capacidad de desarrollar plataformas virtuales y espacios alternativos de
información y cuestionamiento a las acciones unilaterales y antipopulares del
gobierno de facto.

En el campo de las relaciones exteriores, se debe insistir nuevamente en la


conformación de un Bloque Popular por la Defensa del Derecho a la Existencia de los
Pueblos, que aglutine efectivamente a partidos y grupos progresistas de distintos
países, puesto que hasta ahora las reacciones internacionales ante cada golpe de
Estado, han sido muy limitadas. Se recuerda aquellas críticas lacerantes de Ernesto
Che Guevara cuando criticó a los gobiernos socialistas ante su silencio y falta de
compromiso con el pueblo vietnamita: “Hay una penosa realidad: Vietnam, esa
nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo
preferido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la
técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de
defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para
con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los
gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al
agredido, sino de correr su misma suerte y acompañarlo a la muerte o la victoria”.

Por eso el presente documento concluye con la siguiente sentencia del Che:

“Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la


unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados
Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida
sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado a un oído receptivo, y otra
mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a
entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de
guerra y de victoria”.

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