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Pocos esperaban un desenlace tan fatídico para la historia reciente del país. Una vez
más, las bolivianas y bolivianos borraron las diferencias entre la violencia y la política,
cómo si no hubieran tenido suficiente con las dictaduras militares y sus crímenes
atroces, cómo si una nostalgia por el clasismo, el racismo y el bandolerismo les
hubiera arrebatado el raciocinio, concursaron o fueron testigos de la barbarie.
El golpe de Estado cívico – policial – militar es el punto más candente de este último
período, pues marca con fuego el destino de más de una treintena de personas
fallecidas y refleja el deterioro económico y democrático en el que se vive
actualmente en Bolivia, donde un gobierno de facto persigue y encarcela a sus
detractores acusados de “sedición”.
¿Cómo pasó Bolivia de ser un buen a un mal ejemplo para América Latina? Parece
haber llegado el momento de hablar de una crisis ideológica nacional, porque en “el
fondo del fondo” como diría Jaime Saenz, el consumo ideológico no ha renovado sus
formas desde hace más de 50 años. Probablemente, éste sea uno de los errores más
graves de muchas revoluciones, el freno a la revolución cultural, destinada a echar
por tierra las viejas ideologías, la vieja cultura y los viejos hábitos, engendrados por
las clases explotadoras en el curso milenario de la historia. Mao Tse – tung cuando
señalaba la importancia de reconocer la reacción de la superestructura sobre la base
económica, insistía en la necesidad de criticar sistemáticamente los legados y
costumbres de la burguesía, creando y formando entre las amplias masas populares
una ideología, cultura, hábitos y costumbres, totalmente nuevos.
Esta reflexión sobre el rol o el lugar de las clases medias en los procesos
revolucionarios, debe continuar con mayor rigurosidad en adelante, pues la historia
boliviana demuestra que en la medida en que los sectores populares se han alejado
de este aliado, han perdido fuerza política. Lo que corrobora la necesidad de trabajar
arduamente en el terreno ideológico, para que esta clase perciba con mayor claridad
las relaciones de explotación del sistema capitalista, y pueda caer en cuenta, como lo
ha hecho en otras ocasiones en la historia nacional y latinoamericana, que solamente
a través de medidas populares y de izquierda es posible mejorar la producción
nacional, fomentar los créditos, priorizar la producción agropecuaria local, elevar los
niveles de la industria, en suma, ampliar la base económica de sustentación del
Estado para movilizar a los sectores medios de la sociedad, incluidos como actores
protagónicos de las transformaciones sociales.
Lo ideológico es central no sólo para lidiar con las taras de una cultura neoliberal que
ha guiado la educación de muchas generaciones desesperadas por hacer dinero, “ser
alguien”, tener significación; sino que además permite conocer a profundidad
algunos fenómenos sociológicos que caracterizan a la sociedad boliviana, a su
identidad y a sus formas de entender la vida social, aspectos esenciales para obrar en
el terreno ideológico. En el ensayo “10 estrategias de manipulación mediática”, el
lingüista Noam Chomsky señaló que en el transcurso de los últimos 50 años, los
avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los
conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes.
Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el sistema capitalista ha
disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de su forma física
como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común
de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el
sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el
de los individuos sobre sí mismos.
¿Qué piensan las bolivianas y bolivianos sobre la nación y sus respectivas regiones?
¿Cuál es su actitud frente a la democracia? ¿Qué idea tienen de la cultura nacional?
¿Cómo actúan frente a los conflictos sociales? Si pudiéramos responder cada una de
estas preguntas, tendríamos un cuadro aproximado sobre algunas características
esenciales que definen a la bolivianidad. En un artículo reciente, titulado “Bolivia
después de Evo”, el escritor Pablo Stefanoni señaló dos elementos clave para
entender al país y su inestabilidad: el corporativismo y el regionalismo como fuente
de conflictividad política y social. Los conflictos con sectores urbanos de Potosí,
Sucre, Santa Cruz y con otros sectores como los cocaleros de los Yungas, los
médicos, los cooperativistas mineros, plantearon dinámicas concretas mucho más
decisivas para explicar -a la larga- el desgaste del gobierno del MAS. Poco antes de
las elecciones generales del 20 de octubre de 2019, ocurrieron los incendios en la
Chiquitanía boliviana, que contribuyeron a reactivar una suerte de xenofobia local al
acusar a los campesinos “collas” migrantes de ser los responsables, conjuntamente a
un gobierno que “promovía” los “asentamientos ilegales de su gente”. La oposición
golpista logró en ese momento, reavivar el sentimiento regional del ‘ser cruceño’ en
contra del gobierno, lo cual favoreció la consigna del voto útil y ocasionó que el MAS
pierda las elecciones en Santa Cruz, con aproximadamente 13 puntos porcentuales
por debajo de Comunidad Ciudadana, un resultado absolutamente desfavorable y
que incidió en el cierre acotado del conteo general de votos.
Después del 2007, cuando se derrotó el primer intento de golpe de Estado del
Comité Cívico Pro Santa Cruz, los conflictos en Bolivia tuvieron un carácter mucho
más corporativo. Año tras año, en un país altamente conflictivo, se observaban
protestas que planteaban reivindicaciones sectoriales antes que el derrocamiento del
gobierno. Estos conflictos demandaban incrementos salariales, bono para personas
con discapacidad, incremento del presupuesto de las universidades, la abrogación del
Código Penal, etc. Diferían plenamente de otros conflictos como la guerra del agua
en el 2000 o la guerra del gas en el 2003, cuyos fundamentos interpelaban el sistema
neoliberal que en 20 años incrementó la pobreza y dependencia del país.
Entre otras medidas posteriores y que tienen que ver con la gestión
gubernamental, el gobierno de facto designó interventores de la línea aérea
Boliviana de Aviación (BOA) a los empresarios de la línea aérea privada
“Amaszonas”; es decir, funcionarios de una línea aérea privada, se hacen cargo de
la administración de la línea aérea estatal. Asimismo, el Ministro de Economía,
José Luis Parada, anunció que eliminará los cupos de exportaciones para que las
grandes empresas agroindustriales, opten por exportar y ganar más dinero en el
mercado externo. En lo interno, el gobierno de facto solicitó el desembolso de un
crédito de Bs 2.600 millones otorgados por el Banco Central de Bolivia (BCB),
presumiblemente para pagar sueldos y aguinaldos de los servidores y servidoras
públicas, que vienen percibiendo su remuneración cada mes con retrasos de más
de 7 u 8 días.
En la resistencia, se deben organizar los grupos de defensa del pueblo. Esta tarea es
principal y deberá tener un carácter de masa, que avanzará una ola tras otra durante
un período prolongado de tiempo para enfrentar al enemigo en todo el país. La
militancia del proceso revolucionario boliviano, no puede estar sin un plan de
respuesta ante las agresiones de grupos neofascistas que causan terror en las
capitales urbanas de los departamentos, autodenominados “Resistencias Juveniles”,
quienes más temprano que tarde deberán rendir cuentas de sus bochornosos actos
de violencia, racismo, misoginia y fascismo.
Por eso el presente documento concluye con la siguiente sentencia del Che: