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N° 1

"Relaciones interpersonales docentes y manejo de conflictos administrativos


educativos.
¿Cómo sería nuestro mundo si aplicáramos las enseñanzas de Jesús?
¿Abundarían el odio, el rencor, la envidia, los celos o el engaño?
Estudiemos algunos episodios de la vida del Señor con el fin de extraer lecciones
valiosas, aplicables a nuestras relaciones personales.

Jesús y las relaciones humanas. 12 enseñanzas prácticas.

1. Que tú sí sea sí y tú no sea no.


“Cuando ustedes digan ‘sí’, que sea realmente sí; y, cuando digan ‘no’, que sea no”
(Mateo 5:37 NVI).
Faltar a la palabra dada, quedar con alguien y no presentarse o llegar más tarde de
la hora convenida, prometer hacer algo y no hacerlo… Tales actitudes deterioran
gravemente las relaciones humanas. Cuando persisten, la confianza es erosionada
y la relación pierde calidad.
Sé responsable y consecuente con tus creencias. No defraudes a nadie. Respecto
a los maestros de la ley y los fariseos, Jesús advirtió a la gente y sus discípulos: “No
sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra” (Mateo 23:3 DHH).

2. Renuncia a controlar lo que está fuera de tu


control.
“Al volverse, Pedro vio que detrás venía el discípulo a quien Jesús quería mucho, el
mismo que en la cena había estado a su lado y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién
es el que te va a traicionar?’ Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: —Señor, y a
éste, ¿qué le va a pasar? Jesús le contestó: —Si quiero que él permanezca hasta
que yo vuelva, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme (Juan 21:20-22 DHH).
¿Cómo te sentirías si Jesús te dijera: “¿A ti que te importa? Métete en tus asuntos”.
Para evitarlo, es mejor que te ocupes de aquello que está dentro de tu control. El resto
de los asuntos déjaselos a Jesús.

3. No hables mal de nadie, ni siquiera de tus


enemigos.
“Ustedes también han oído que se dijo: ‘Ama a tus semejantes, pero odia a tus
enemigos’. Pero yo les digo que amen a sus enemigos y pidan en sus oraciones por
los que los persiguen. De esta forma, ustedes serán hijos de su Padre que está en
el cielo. Él hace que el sol salga tanto para los malos como para los buenos y que
la lluvia caiga tanto para los justos como para los injustos. Si ustedes solamente
aman a los que los aman, ¿creen que merecen alguna recompensa por eso? Incluso
los cobradores de impuestos aman a sus amigos. Y si ustedes sólo son buena gente
con sus amigos, ¿creen que están haciendo algo fuera de lo común? Hasta los que
no conocen a Dios son así. Por eso, sean ustedes perfectos, así como su Padre
que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5:43-48 PDT).
Sí, has leído bien; Dios regala su sol y su lluvia a la gente mala. Si él es bueno con
los malos, ¿por qué tú eres tan malo como los malos?

4. Perdona toda ofensa.


“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco
vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14,15 RVR 1960).
¿Acaso eres perfecto? ¿Jamás cometes errores? ¿Nunca te has equivocado? ¿Qué
derecho tienes a guardar rencor?
Cuando perdonas las ofensas de otros, inmediatamente se abren las puertas de tu
prisión emocional y logras disfrutar la libertad con que Cristo te hizo libre. Alguien
dijo que guardar rencor es como tomar veneno y esperar a que tu enemigo reviente.
Libérate del odio. Perdona como Cristo te perdona: ¡sin reservas!
El perdón no tiene que ver con el corazón (si sientes hacerlo o no), sino con la fuerza
(la voluntad), y la fe (la obediencia a los mandamientos de Jesús).

5. Ámate a ti mismo. El amor hacia ti será la


medida del amor hacia tu prójimo.
“—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? Jesús le dijo: —
‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’.
Éste es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo,
parecido a éste; dice: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. En estos dos
mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40 DHH).
Existen dos tipos de personas: quienes tienen problemas y quienes los generan.
Cada vez que me encuentro con un individuo problemático, sé una cosa: No se ama
lo suficientemente a sí mismo. La gente que se valora, pese a sus imperfecciones,
es feliz y esparce su felicidad como el rocío. Un amargado es un tipo a su mal
carácter atado.
6. Ora con regularidad por las personas.
“Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!” (Mateo 5:44
NTV).
Todo argumento adverso, que las circunstancias lleguen a levantar como muro entre
otros y tú, será derrumbado fácilmente por las obras justas y el tornado de la oración.
Cuánto más cerca estés del corazón de Dios, más cerca estarás del sufrimiento de
la gente. Si quieres ver transformada tu nación, disminuye la queja e incrementa tu
oración.

7. No imites el mal ejemplo de otros.


“Entonces los discípulos de Jesús se acercaron y le dijeron: —A los fariseos no les gustó lo
que dijiste. Jesús respondió: —Mi Padre tratará a los fariseos como trata el jardinero a las
plantas que no ha sembrado: las arranca de raíz y las echa fuera. No hagan caso de los
fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego, y si un ciego guía a otro, los dos terminan
cayéndose en una zanja” (Mateo 15:12-14 TLA).
Si sigues a un invidente, donde acabarás será evidente. Hay muchos enseñantes que ni
siquiera califican como estudiantes. ¿Eres fácilmente influenciable por personas de dudosa
reputación? ¿Te dejas llevar por gente inmoral? ¿No te atreves a decir ¡no!? Un dicho
cubano dice que quien se hace daño no es quien empuja, sino quien se deja empujar. La
Biblia nos proporciona un sabio consejo por medio del apóstol Pablo: “Pónganlo todo a
prueba, pero quédense nada más con lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21 TLA).

8. No desempeñes roles que no te competen.


“Entonces alguien de la multitud exclamó: —Maestro, por favor, dile a mi hermano que
divida la herencia de nuestro padre conmigo. Jesús le respondió: —Amigo, ¿quién me puso
por juez sobre ustedes para decidir cosas como esa?” (Lucas 12:13,14 NTV).
Muchas personas se sienten en la obligación de proporcionar respuestas a todas las
preguntas que se les formulan. Pero el sabio, sabe callar, y, “hasta el tonto pasa por sabio
si se calla y mantiene la calma” (Proverbios 17:28 TLA).
Debes diferenciar cada ocasión. A ciertas personas conviene entregarles nuestro
conocimiento, pero ante otras conviene pasar de puntillas y continuar sin demora para no
enredarnos en problemas ajenos.
“Como el que toma un perro por las orejas, así es el que pasa y se entremete en contienda
que no es suya” (Proverbios 26:17 LBLA).
“Pero ustedes no deben pretender que la gente los llame maestros, porque todos ustedes
son hermanos y tienen solamente un Maestro. Y no llamen ustedes padre a nadie en la
tierra, porque tienen solamente un Padre: el que está en el cielo. Ni deben pretender que
los llamen guías, porque Cristo es su único Guía. El más grande entre ustedes debe servir
a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla,
será engrandecido (Mateo 23:8-12 DHH).
9. No seas inoportuno.
“— ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: ‘Amigo,
préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje y no tengo qué
ofrecerle’; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: ‘No me molestes; la puerta
ya está cerrada y mis niños están conmigo en cama. No puedo levantarme y
dártelos’? Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por
su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite (Lucas 11:5-8 RVR
1995). En lugar de la expresión importunidad, la Biblia DHH (Dios Habla Hoy)
emplea el término impertinencia.
Aunque en esta parábola Jesús enseña acerca de la oración, y las costumbres de
su época no eran como las de ahora, mencionó la importunidad que representaba
visitar una casa a medianoche.
Algunas personas no respetan la intimidad de otras. Sin justificación se presentan
en casa ajena a horas intempestivas, al llamar por teléfono no preguntan a su
interlocutor si están disponibles para mantener una conversación, o simplemente se
acomodan en casa de sus amigos y no hay forma de que se vayan.
Considera este sabio consejo: “No pongas con exceso tu pie en la casa de tu vecino,
no sea que, harto de ti, te aborrezca” (Proverbios 25:17 RVR 1995).
Eres un enviado, no actúes como un pesado. Respeta la intimidad de las familias,
sus horarios y costumbres.

10. Salvo justificadas ocasiones, no tomes


decisiones por otros ni hables en su nombre,
poniéndolos en un compromiso.
“Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al pueblo de Cafarnaúm, los que cobraban
el impuesto para el templo fueron a preguntarle a Pedro: — ¿Paga tu maestro el
impuesto para el templo? Pedro contestó: —Sí, lo paga. Cuando Pedro entró en la
casa donde estaban todos, Jesús le habló primero y le dijo: —Dime, Pedro, ¿a
quiénes cobran los reyes impuestos y contribuciones? ¿A los ciudadanos de su
reino, o a los extranjeros? Pedro contestó: —A los extranjeros. Jesús dijo: —
Entonces, los ciudadanos del reino no tienen que pagar impuestos. Sin embargo,
para que estos cobradores no se enojen, ve al mar y echa tu anzuelo. Ábrele la boca
al primer pez que saques, y allí encontrarás una moneda. Toma ese dinero, y paga
mi impuesto y el tuyo” (Mateo 17:24-27 TLA).
El impetuoso Pedro se metió en más de un lío por no templar su carácter. El
problema es que involucró a Jesús, quien, más tarde, le mostraría, con su amor y
paciencia de Maestro, el camino correcto.
Respeta la independencia e intimidad ajenas. No te erijas portavoz de otros. Puedes
acabar metido en un follón morrocotudo o perjudicando a tus mejores amigos.

11. No tengas en menos a nadie.


“En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que
hablaba con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué
conversaba con ella” (Juan 4:27 TLA).
“Algunas madres llevaron a sus niños para que Jesús pusiera sus manos sobre ellos
y orara. Pero los discípulos las regañaron. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
‘Dejen que los niños se acerquen a mí. No se lo impidan; porque el reino de Dios es
de los que son como ellos’. Jesús puso su mano sobre la cabeza de cada uno de
los niños, y luego se fue de aquel lugar” (Mateo 19:13-15 TLA).
Jesús valoró a las personas. Las amó, pues las veía como ovejas sin pastor. No
rechazó a nadie. Honró a la mujer, a los padres, a los niños, a los extranjeros, a los
invasores romanos, a la prostituta arrepentida, a Zaqueo, el jefe de los cobradores
de impuestos dispuesto a dar la mitad de sus posesiones a los pobres y, de haber
robado algo, a devolver cuatro veces esa cantidad.
Jesús fue diferente porque amó al diferente. Nuestro mundo crea guetos y levanta
muros, pero Pablo escribió de nuestro Señor: “Cristo nos ha dado la paz. Por medio
de su sacrificio en la cruz, Cristo ha puesto fin al odio que, como una barrera,
separaba a los judíos de los que no son judíos, y de dos pueblos ha hecho uno solo”
(Efesios 2:14 TLA).
Derriba muros, construye puentes; abraza a los diferentes.

12. Vive constantemente “la regla de oro”.


“Así que, traten a los demás como les gustaría que los trataran a ustedes. Ese es el
verdadero significado de la ley y de la enseñanza de los profetas” (Mateo 7:12 DHH).
Un mundo bien distinto al que nos asomamos sería posible si las personas
integraran las enseñanzas del mejor líder de la historia.
¿Puedes decir como el apóstol: “¡Hágannos un lugar en su corazón! Con nadie
hemos sido injustos. ¿A nadie hemos dañado, ni de nadie nos hemos
aprovechado”? (San Pablo en 2 Corintios 7:2 TLA).
N°2
4 Grandes lecciones que nos deja Jesús Maestro
sobre ser profesores.
¿Cómo hacer para recuperar el auténtico ideal del maestro, a saber, el de ser capaz
de conducir o educar (del latín ex=desde/ducere=conducir), al discípulo en la verdad
de sí mismo y por ende de su misión en la tierra? Quizá el secreto esté en
recordarles a los maestros que alguna vez ellos también fueron discípulos, y que en
realidad nunca dejaron de serlo. Cuando leemos los Evangelios nos encontramos
con la palabra mathetés (“discípulo”) que deriva del verbo manthano, que quiere
decir a su vez aprender, comprender, recordar. El verdadero discípulo, en ese
sentido, es aquel que sabe com-prender y re-cordar (del latín cor/cordis, o sea,
poner de nuevo en el corazón) lo que el maestro ha transmitido, no solo con sus
palabras, sino sobre todo, con su vida. No es casualidad que en inglés y en francés
para referirse a “aprender de memoria” se usen respectivamente las
expresiones “par cœur” y “by heart” (aprender de corazón).
El discípulo auténtico hace suyo lo aprendido no solo con la cabeza, sino especialmente
con el corazón. De hecho, las raíces de estas palabras (math-, manth) tienen que ver con
la actividad mental, pero no en el sentido reductivo que le damos hoy, porque en la
antigüedad, sea griega que latina, la mens (mente) hacía más bien referencia al principio
vital de toda la persona (sede de las pasiones y de la voluntad). En ese sentido,
podríamos concluir poéticamente que el discípulo genuino es aquel capaz de adquirir y
hacer suyos en lo más profundo de su interior el modo de sentir y de pensar del maestro,
o sea, es capaz de hacer suyos su mente y su corazón. Es un aprendizaje que tiene
mucho más de ético y místico que de cognoscitivo.

Ahora bien, dicho esto quisiéramos proponer cuatro grandes enseñanzasque nos ha
dejado el Maestro por antonomasia, Aquel al cual todo maestro, que se quiera
considerar auténticamente tal, se debería conformar, o como decíamos hacerse
uno con su corazón.

1. El auténtico maestro es manso y humilde


de corazón.
«Sócrates, otro gran maestro, ya lo había intuido: «S0lo sé que nada sé»– sentenció
y, aceptando con humildad sus límites, se convirtió en el hombre más sabio de
la polis. Sin duda podemos afirmar que «la humildad es la condición epistemológica
de determinadas percepciones» (Nicolás Gómez Dávila, EII, 294a), tal vez de las
más determinantes para alcanzar la sabiduría; pues «hay que considerar que la
verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla
y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que
nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la
humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que
cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros
mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os
ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la
lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15)» (Benedicto XVI, mensaje a la
diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación). En ese sentido, el
Maestro por excelencia, llevó esta intuición a su plenitud: «Bienaventurados los
humildes, pues ellos heredarán la tierra» (Mt5,5), «Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón».

«¿En qué consiste este «yugo», que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar
alivia? El «yugo» de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a
sus discípulos (cf. Jn 13, 34; 15, 12). El verdadero remedio para las heridas de la
humanidad —sea las materiales, como el hambre y las injusticias, sea las
psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar— es una regla de vida
basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios. Por esto es
necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para ganar
posiciones de poder cada vez mayor, para asegurarse el éxito a toda costa.
También por respeto al medio ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo
que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable «mansedumbre».
Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la norma del
respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo abuso, es
la que puede asegurar un futuro digno del hombre» (Benedicto XVI, ángelus 3 julio
2011).

2. El verdadero maestro enseña con


autoridad que es servicio.
El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a otros: «»¿Qué es
esto? Un doctrina nueva, y ¡con qué autoridad! Miren cómo da órdenes a los
espíritus malos ¡y le obedecen!»». Así fue como la fama de Jesús se extendió por
todo el territorio de Galilea» (Cfr. Mc. 1, 21-28).

«¿Qué es realmente, para nosotros los cristianos, la autoridad? Las experiencias


culturales, políticas e históricas del pasado reciente, sobre todo las dictaduras en
Europa del este y del oeste en el siglo XX, han hecho al hombre contemporáneo
desconfiado respecto a este concepto. Una desconfianza que, no pocas veces, se
manifiesta sosteniendo como necesario el abandono de toda autoridad que no
venga exclusivamente de los hombres y esté sometida a ellos, controlada por ellos.
Pero precisamente la mirada sobre los regímenes que en el siglo pasado sembraron
terror y muerte recuerda con fuerza que la autoridad, en todo ámbito, cuando se
ejerce sin una referencia a lo trascendente, si prescinde de la autoridad suprema,
que es Dios mismo, acaba inevitablemente por volverse contra el hombre. Es
importante, por tanto, reconocer que la autoridad humana nunca es un fin, sino
siempre y solo un medio, y que necesariamente, en toda época, el fin siempre es la
persona, creada por Dios con su propia intangible dignidad y llamada a relacionarse
con su creador, en el camino terreno de la existencia y en la vida eterna; es una
autoridad ejercida en la responsabilidad delante de Dios, del Creador. Una autoridad
entendida así, que tenga como único objetivo servir al verdadero bien de las
personas y ser transparencia del único Sumo Bien que es Dios, no sólo no es
extraña a los hombres, sino, al contrario, es una ayuda preciosa en el camino hacia
la plena realización en Cristo, hacia la salvación.» (Benedicto XVI, audiencia general
miércoles 26 de mayo de 2010).

«(…) Así pues, la educación no puede prescindir del prestigio, que hace creíble el
ejercicio de la autoridad. Es fruto de experiencia y competencia, pero se adquiere
sobre todo con la coherencia de la propia vida y con la implicación personal,
expresión del amor verdadero. Por consiguiente, el educador es un testigo de la
verdad y del bien; ciertamente, también él es frágil y puede tener fallos, pero siempre
tratará de ponerse de nuevo en sintonía con su misión» (Benedicto XVI, mensaje a
la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación).

3. El auténtico maestro busca la Verdad


integral que libera
Dijo el Maestro: «“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”» (Jn14,6), «Si os mantenéis en
mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os
hará libres» (Jn8,31).

«A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de


formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada
preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente
coyuntura es la mera capacitación técnica. […] Sin embargo, vosotros que habéis vivido
como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de
algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre.
Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio
principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites,
más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se
elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de
Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de
lo humano. […]La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por
ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple
mercado, que ve al hombre como mero consumidor. […]En este sentido, los jóvenes
necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas
del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo
interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en
el camino hacia la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el
encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues
si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta
aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros
estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos,
usados sólo funcionalmente» (Benedicto XVI, encuentro con los jóvenes profesores
universitarios).

4. El auténtico maestro es un discípulo que


permanece, perseverando, en el amor del
único Maestro.
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: –“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el
labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;
permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros
los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí
no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se
seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi
Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”» (Jn 15,1-8).

«La opción que se plantea nos hace comprender de forma insistente el significado
fundamental de nuestra decisión de vida. Al mismo tiempo, la imagen de la vid es un signo
de esperanza y confianza. Encarnándose, Cristo mismo ha venido a este mundo para ser
nuestro fundamento. En cualquier necesidad y aridez, Él es la fuente de agua viva, que nos
nutre y fortalece. Él en persona carga sobre sí el pecado, el miedo y el sufrimiento y, en
definitiva, nos purifica y transforma misteriosamente en sarmientos buenos que dan vino
bueno. En esos momentos de necesidad nos sentimos a veces aplastados bajo una prensa,
como los racimos de uvas que son exprimidos completamente. Pero sabemos que, unidos
a Cristo, nos convertimos en vino de solera. Dios sabe transformar en amor incluso las
cosas difíciles y agobiantes de nuestra vida. Lo importante es que “permanezcamos” en la
vid, en Cristo. En este breve pasaje, el evangelista usa la palabra “permanecer” una docena
de veces. Este “permanecer-en-Cristo” caracteriza todo el discurso. En nuestro tiempo de
inquietudes e indiferencia, en el que tanta gente pierde el rumbo y el fundamento; en el que
la fidelidad del amor en el matrimonio y en la amistad se ha vuelto tan frágil y efímera; en
el que desearíamos gritar, en medio de nuestras necesidades, como los discípulos de
Emaús: “Señor, quédate con nosotros, porque anochece (cf. Lc 24, 29), sí, las tinieblas nos
rodean”; el Señor resucitado nos ofrece en este tiempo un refugio, un lugar de luz, de
esperanza y confianza, de paz y seguridad. Donde la aridez y la muerte amenazan a los
sarmientos, allí en Cristo hay futuro, vida y alegría, allí hay siempre perdón y nuevo
comienzo, transformación entrando en su amor» (Benedicto XVI, homilía Estadio Olímpico
de Berlín Jueves 22 de septiembre de 2011).
«(…)Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia la verdad
completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y
del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos
mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la
inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de
amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están
conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la
ejemplaridad que se exige a todo buen educador» (Benedicto XVI, mensaje a la diócesis
de Roma sobre la tarea urgente de la educación).

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