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La Explanada no es un Ágora: el arte más allá de las aulas.

Desde hace algún tiempo llamó mi atención la elaboración de un tablero de


ajedrez a base de pintura negra y blanca en la Explanada del Plantel Naucalpan,
del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM. Imagino que no fueron los
estudiantes ni los jóvenes que ahí pasan las mañanas y las tardes quienes
llevaron a cabo tal proyecto. Imagino que las autoridades, establecidas a unos
metros de dicho tablero y cuya fila más cercana es precisamente aquella en la que
uno de los dos jugadores dispone sus piezas más importantes (reyes, caballos,
alfiles y torres), tuvieron que ver con esto. El lugar del jugador contrario, dispuesto
así el tablero, lo ocupan las jardineras en las que jóvenes, estudiantes o no, yacen
vendiendo dulces, botanas* y marihuana, escuchando a Rockdrigo González
(único de los músicos que logro distinguir cuando por ahí paso), distribuyendo
panfletos que lanzan agudas sentencias contra directivos, gobernantes y
presidentes o, simplemente, riendo, fumando y conversando. Llama la atención
también* que el tablero esté ubicado en una perspectiva casi en picado respecto a
la sede de la dirección. Esta perspectiva otorga al jugador no sólo la lejanía
necesaria para visualizar las posibles jugadas o las relaciones entre las piezas, es
decir, la situación del juego, sino el arriba-abajo (picado) desde el que se mira
produce una jerarquía utilizada varias veces por la arquitectura monárquica y
algunas de las variantes cristianas. Sin embargo, pese al interés que genera el
análisis político del espacio público, no nos proponemos detallar en este ámbito.
Lo que nos proponemos es hacer un breve análisis político sobre el hecho de
intervenir de esta manera un espacio calificado históricamente como transgresor.
En primer lugar, consideremos los horizontes políticos desde los cuales una
intervención como ésta tenga sentido. Desde luego, tenemos que reflexionar sobre
el horizonte democrático. Uno de los bastiones por medio de los cuales la
democracia se expande en el mundo actual se refiere a lo que ésta entiende por
conflicto. A diferencia de tradiciones como el contractualismo (sobre todo el de
Hobbes), o el liberalismo clásico, la democracia no entiende el campo social ni su
origen en el conflicto. La democracia no es un modelo político planteado para
resolver conflictos entre los diversos agentes del campo social, sino un
mecanismo para que la resolución de los conflictos sociales no implique la
marginación, la exclusión, o el abuso del grupo en el poder sobre el resto de los
grupos, en particular sobre aquellos opuestos a él. Sin embargo, la democracia es
un sistema de dominación peculiar que beneficia a los grupos dominantes. El
elemento de dominación consiste, primero, en concebir el conflicto como un
momento posterior y accesorio del campo social (un conflicto siempre se puede
solucionar), y, segundo, en establecer los medios a través de los cuales se
pueden y deben solucionar los conflictos, es decir, mecanismos que traducen o
desnaturalizan problemáticas político-sociales y, en esta desnaturalización, el
conflicto deviene problema (casi aritmético), debate o diálogo, etc. Un tablero de
ajedrez. En una partida de ajedrez el resultado más probable es la victoria/derrota.
Aunque debemos aceptar que la posibilidad del empate genera interés político.
Pintar, pues, un tablero de ajedrez en la Explanada no es sólo utilizar el espacio
escolar de una manera adecuada, correcta y previsible, sino traducir el conflicto a
un problema resoluble, imponerle un lenguaje y unos signos en los que la
dominación y el ejercicio del poder se invisibilizan, donde la violencia pierde
realidad y gana simbolismo, donde la sensibilidad y formas de expresión de los
jóvenes poco pueden hacer frente a una práctica tiempo atrás relacionada con el
refinamiento humano y la alta cultura. Pintar un tablero de ajedrez es, pues, no
aceptar el conflicto.
Como el título de este texto afirma, nos parece que, pese a intentos como
éste, la Explanada no es ni puede ser un Ágora. En la Explanada, la deliberación
racional, el diálogo entre hombres libres e iguales o la búsqueda del consenso es
imposible. Recuerdo hace unos años asistir al plantel mientras estaba en paro.
Fue una pintura maravillosa. Una variedad de pequeños grupos discutían cómo
resolver o mantener el paro, los favores por pedir, las concesiones por dar, gente
hablando en voz baja, personas yendo entre grupo y grupo, hablando por celular,
etc. Me parece que a dicha escena subyacía en sus actores una cierta satisfacción
por el desorden, por la posibilidad real de la ruptura 1.
1
Considérese el proceso mediante el que, desde hace décadas, se ha estetizado la disidencia en las
Universidades Públicas en México. Por ejemplo, recursos como un blanco y negro nostálgico, así como
Considerando este último elemento referido al gusto por el enfrentamiento
entre los diversos grupos de poder en el plantel, nos parece que en la Explanada,
aunque se discuta sobre lo que la comunidad pueda ser, sobre aquello que la
Escuela debiera ser, sobre aquello que la Escuela no puede ser, etc., hay una
dimensión estética, hay un goce estético que se ha nutrido de un discurso
proveniente del siglo pasado, en particular del discurso estético-político del 68. La
Explanada es también una puesta en escena, se configura a partir construcción de
efectos estético-políticos: Amplificadores, altavoces, colores e iconografías de la
vestimenta, recontextualización de objetos (mesas del salón de clases utilizadas
como mesas de bazar o de mercado para vender), utilizar el piso como hoja en
blanco para “graffitear” o escribir consignas políticas, juegos con la pelota haki,
olor de porros de marihuana consumiéndose, panfletos impresos en tintas rojas y
negras, utilizando parte de la Estética textual del EZLN, pero también cámaras de
vigilancia, profesores y trabajadores hablando por walkie-talkies, tableros de
ajedrez, pequeños gimnasios que domestican la violencia, concursos de free style
en los que la violencia verbal se acepta, sin importar la discriminación o daño que
genere, con tal de que la violencia física se contenga, a pesar de los grandes
cárteles que pronuncian diversos valores con los que la Universidad hace frente a
la discriminación de género, etc. Una puesta en escena compleja donde cada uno
de los actores se esmera en desempeñar su papel, y se embelesa en el desarrollo
de esta performance.

algunas de las piezas más famosas de Agustín Lara utilizadas en el filme Güeros para narrar la huelga de
1999 de la UNAM.

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