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7.

Considerar los fines particulares de los hombres como producto de su


propia agencia implica definir algunas características que nos permitan
concebir una noción de agente en la que los deseos particulares del hombre
hagan parte de sus acciones conscientes. Esto, en contraposición a una
noción kantiana de agente como un sujeto libre de sus inclinaciones y
sometido por la razón. “Sencillamente no puede darse por sentado que los
mandatos por los cuales la gente se gobierna, cualesquier sean, deben ser
derivados de la aplicación racional de principios generales. La capacidad de
gobernar no es patrimonio exclusivo de la razón” (Frankfurt, pág. 209).

Este tipo de agencia ha de concebirse como un modo de actuar en el que


cada hombre es capaz de dedicar su vida a aquello que subjetivamente
quiere alcanzar. Sus acciones, por lo tanto, no estarán fundamentadas
exclusivamente en opiniones externas acerca de ‘lo correcto’ o ‘lo valioso’,
ni se realizarán sin considerar su constitución personal; antes bien,
obtendrán su valor y autoridad gracias al interés particular del agente en la
realización de dichas acciones.

La capacidad que nos permite empezar a constituirnos como agentes de


nuestras propias acciones bien puede llamarse auto-conciencia. Esta
capacidad tiene dos efectos en la vida del hombre, por una parte, lo libera
de las ataduras de su vida irreflexiva; y, por otra, le revela su capacidad
para crearse a sí mismo a través de la acción. Realizar este ejercicio auto-
reflexivo significa para el hombre conocerse a sí mismo y actuar
conscientemente de acuerdo a aquellos motivos que más le importan.

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