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“… there seems to be a difference (at least in concept) between the happiness we may enjoy
without any violation of duty and the happiness of which we have made ourselves worthy by our
conduct” (Reath, pág. 55).
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concepto fundamental de felicidad en Kant. A continuación, se expondrá en qué
consiste este concepto y cómo es posible definir sus variaciones.
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satisfacción esperada o la fuerza de los deseos que tales acciones satisfarán” 2 3
Así pues, un estado como el descrito por la idea de felicidad sólo puede
alcanzarse mediante la creación de un sistema ordenado de satisfacción. Tal
sistema requiere, en primer lugar, de un criterio de elección que organice las
inclinaciones del hombre jerárquicamente –de forma tal que se priorice la
satisfacción de ciertos deseos o inclinaciones en lugar de otros–, y, en segundo
lugar, la creencia de que se puede alcanzar algún grado de satisfacción derivado
del seguimiento de tal organización. Aquello que se prioriza en cada modelo de
organización define el contenido y valor de la felicidad perseguida.
2. La felicidad sensible es para Kant una noción que mantiene a los hombres en
los estrechos límites de la satisfacción de inclinaciones primitivas. En ella “…el
hombre disfrutaría de su felicidad de la misma manera en que un animal lo hace,
puesto que estaría ligada simplemente a las inclinaciones y su satisfacción y con
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“I argue that the principle of happiness does not express a hedonistic theory of motivation, but a
principle of choice in which actions are evaluated in terms of expected satisfaction or the strenght
of the desires they will satisfy” (Reath, pág. 34).
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Para Reath, cualquier modelo de acción que se dirija a la obtención de la felicidad debe proveer
al hombre con un sistema que, por una parte, le permita realizar elecciones en las que persiga un
grado de satisfacción que ha sido calculado de antemano, o, por el contrario, le permita realizar
elecciones en las que se priorice la satisfacción de deseos cuya influencia en el hombre es
significativa, pero de los que no se sabe qué grado de satisfacción cabe esperar de su realización.
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ello a lo más básico del ser humano: su animalidad” (Herceg, pág. 44). Aunque la
imagen que obtenemos de este modelo de felicidad parece apelar exclusivamente
a la consecución mecánica –que no implica reflexión– de inclinaciones naturales,
la manera como se construye y opera este modelo de felicidad se mantiene fiel a
las demandas y criterios de conceptualización, sistematicidad y satisfacción que
se encuentran a la base de cualquier sistema de persecución de la felicidad.
Pese a que los fines de la acción en este estado son definidos únicamente por las
necesidades físicas humanas, para que este actuar pueda concebirse como
felicidad, debe hacer uso de un modelo de razón prudencial que le permita elegir
los medios adecuados para sus fines y organizar en un sistema coherente la
satisfacción de sus necesidades. Según Kant, un estado en el que se desee la
satisfacción aleatoria y desordenada de necesidades anularía la posibilidad misma
de satisfacción de los deseos y fines propios de la naturaleza humana, pues “[l]as
inclinaciones […] hay que domarlas, para que no se consuman las unas a las
otras, sino que puedan ser llevadas a concordar con un todo llamado felicidad”.
(Religión KGS VI.58, p. 64 citado por Herceg, pág. 43).
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cumplir con la real finalidad de su condición humana es explotando el uso total de
su razón:
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mediante la creación de un concepto propio de felicidad que integre
consideraciones morales, pues el seguimiento de la moralidad es el único criterio
que puede dictar leyes prácticas a los seres racionales sin la intromisión de
condiciones o inclinaciones de carácter externo:
Aquí, al igual que sucede con la felicidad sensible, se debe cumplir con el
esquema fundamental de la conformación kantiana de la felicidad, es decir, con la
organización de un sistema coherente de satisfacción; en consecuencia, este
modelo de felicidad debe priorizar aquella característica que,
independientemente de las condiciones empíricas, puede ofrecer satisfacción al
hombre. Esta suerte de satisfacción se encuentra, para Kant, en el uso exclusivo
de la razón, es decir, en la capacidad humana de auto-determinarse. (Korsgaard,
2009, pág. 69).
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ha organizado de acuerdo a leyes a priori de la libertad, y, aun cuando no pueda
llevarse a cabo, satisface al hombre en la medida en que promueve un modelo de
vida libre y racional. “[É]ste tiene que consistir en la libertad de acuerdo con
leyes; una coincidencia universal consigo mismo, la cual, de este modo, constituye
el valor y la dignidad de la persona” (Reflexiones, 7202).
Dado que esta felicidad está compuesta por elecciones libres y voluntarias, es la
única que comporta valor moral pues, “[s]olamente la felicidad que puede
imputársenos tiene valor moral” (Reflexiones, 7149). El valor moral de este tipo
de felicidad se establece de acuerdo a la concordancia de las elecciones
conducentes a la felicidad con la ley moral. “Los seres humanos pueden
procurarse la verdadera felicidad que, antes que nada, es independiente de la
naturaleza, a través de acciones que están dirigidas a ellos mismos y a otros
recíprocamente” (Reflexiones, 6970).
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4. Aunque muchas de las afirmaciones kantianas que aparecen en el texto
compilatorio Reflexiones sobre filosofía moral son bastante concluyentes, se debe
reconocer que esta división de los aspectos de la felicidad no cuenta con ninguna
confirmación directa en textos como la Crítica de la razón práctica o la
Fundamentación para una metafísica de las costumbres; no obstante, es posible
encontrar en estos últimos textos elementos que permiten establecer un nexo
entre el Kant de las Reflexiones y el sistema moral que expone en la
Fundamentación y la Crítica de la razón práctica.
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“…un contento que en su fuente es una satisfacción con la propia persona. La propia libertad se
hace de este modo (o sea, indirectamente) susceptible de un disfrute, que no puede llamarse
«felicidad», al no depender del positivo concurso de un sentimiento…”. (KpV, pág. A 212)
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felicidad intelectual o moral. Esta relación puede facilitar nuestro trabajo en el
momento de ofrecer un concepto de felicidad que involucre consideraciones
morales.
Según Kant, la supremacía de la razón en el hombre surge del respeto que este
siente por la ley moral universal a priori. Este respeto gana el enfrentamiento con
los deseos o necesidades que el hombre pueda tener, de manera tal que todas sus
inclinaciones son humilladas por la aparición de la razón pura práctica. Sin
embargo, el respeto generado por la ley moral no debe considerarse una
inclinación más en disputa con las necesidades sensibles del hombre, antes bien,
debe considerarse como un sentimiento que, independientemente de la
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contingencia de los deseos y necesidades humanas, aparece a priori en el hombre
y humilla sus inclinaciones. “Así pues, el respeto hacia la ley moral es un
sentimiento producido por un motivo intelectual, siendo este sentimiento el único
que reconocemos cabalmente a priori y de cuya necesidad nos cabe apercibirnos”
(KpV, pág. A 130).
Con el reconocimiento a priori del respeto hacia la ley moral Kant nos muestra
cómo la racionalidad puede abrirse paso en el sistema de deseos del ser humano,
y, asimismo, ofrece una consideración evaluativa de la racionalidad –a saber, que
debe ser respetada–. Desde la mira de un ser humano afectado patológicamente
por sus inclinaciones, la preferencia irrevocable por la ley moral representa una
humillación para sus inclinaciones subjetivas, mientras, desde el punto de vista
objetivo de la racionalidad humana, el cumplimiento irrevocable de la ley moral
simplemente es la expresión del respeto que esta despierta a priori en el hombre.
“[E]ste sentimiento de un sujeto racional afectado por inclinaciones es
denominado «humillación» (menosprecio intelectual), pero con respecto al
fundamento positivo de tal humillación, que es la ley, se le da simultáneamente el
nombre de «respeto» hacia dicha ley” (KpV, pág. A 133).
Sin embargo, aquí no finaliza la tarea del ser humano cuyo fin sea la promoción
de la racionalidad, pues, constantemente, esta persona ha de encontrarse
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afectada por sus inclinaciones y necesidades de carácter sensible. Para hacerles
frente, el hombre deberá desarrollar una personalidad que le permita acoplar su
naturaleza a las leyes prácticas racionales. El surgimiento de esta personalidad
depende de la disposición del hombre a menospreciar la faceta heterónoma de su
existencia sensible y apreciar a la racionalidad como su única posibilidad de ser
autónomo. “… [Q]uedando la persona, en cuanto perteneciente al mundo sensible,
sometida a su propia personalidad en tanto que, simultáneamente, forma parte
del mundo inteligible” (KpV, pág. A 155).
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confianza ha sido sacudida, bien sea por la filosofía o por las exigencias de la
vida”5 (Korsgaard, 1996, pág. 40, énfasis añadido).
Ahora bien, la construcción de una vida en la que se realice alguna clase de valor
demanda del hombre un comportamiento distintivo. En primer lugar, debe ser
una vida que se guíe por acciones elegidas conscientemente, y, en segundo lugar,
debe incentivar al hombre a regular su conducta habitual de manera tal que
pueda realizar sus propósitos. Sin esta elección consciente y con la posterior
regulación normativa que el hombre impone sobre sí mismo, el accionar humano
no se diferenciaría en nada de un actuar aleatorio y contingente, y, en
consecuencia, sería incapaz de realizar algún valor constante en la vida del
hombre. “Los estándares normativos (…) son los principios por los cuales
alcanzamos la unidad psíquica que hace posible la agencia” (Korsgaard, 2009,
pág. 7).
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“the normative question arises when our confidence has been shaken, whether by philosophy or
by the exigencies of life” (Korsgaard, 1996, pág. 40).
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“So someone who says, «I want to make something of myself» is just describing the human
condition” (Korsgaard, pág. 130).
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incentiva a la subjetividad mediante el móvil del respeto por la ley moral (KpV,
pág. A 155). Para nosotros, estas características se cumplen en el momento en
que el hombre elige conscientemente los fines que desea perseguir –
independientemente de su relación con la racionalidad- y reconoce que la
realización de estos fines conforma su propia identidad. Dicha construcción de
identidad será exitosa en la medida en que pueda relacionarse de manera
subjetiva con el agente que la realiza, pues, de esta manera, encontrará un
incentivo propio para regularse y llegar a ser el tipo de persona que desea ser.
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características ligadas a su existencia natural; sin embargo, la exposición
kantiana da cuenta de un esquema en el que se muestra la capacidad normativa
que el hombre ejerce sobre sí mismo. Precisamente, es esta característica
normativa la que deseamos mantener, y, por supuesto, el esquema en el que esta
puede desarrollarse.
Así, tenemos que la única fuente de normatividad posible para el hombre nace de
su propio compromiso, que tal compromiso necesita de algún motivo subjetivo
que lo sostenga, y, por último, que requiere mantenerse activo a través de una
auto-regulación constante del hombre. De esta forma, nos acercamos a una nueva
concepción de vida humana valiosa que aprecie la condición particular de los
seres humanos y permita construir un concepto más amplio de agencia y
autonomía. Así, “… muchos fines personales pueden convertirse en expresiones
de autonomía cuando [sean] valorados de la manera correcta” 7 (Reath, pág. 56).
Veamos cómo.
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día siguiente es estudiar, lo hará, y así sucesivamente durante toda su vida. Su
esquema de acción va directamente de la aparición de sus deseos a la realización
de los mismos. Pese a lo satisfactorio que pueda resultar este modelo de vida, es
probable que genere algunos problemas al no imponer ningún límite ni orden a
los deseos del individuo; por ejemplo, puede ser un riesgo para su salud, afectar
sus relaciones interpersonales e, incluso, llevarlo a la bancarrota. Por lo tanto,
hay un sentido en el que esta vida puede no resultar del todo deseable o
enteramente satisfactoria.
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comienza a preocuparse por ciertas cosas y cuando lo hace más por algunas de
ellas que por otras” (Frankfurt, 2006, pág. 133).
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“That’s what deliberation is: an attempt to reunite yourself behind some set of movements that
will count as your own” (Korsgaard, pág. 213).
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“…we are responsible because we have a form of identity that is constituted by our chosen
actions” (Korsgaard, pág. 130).
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determinarse a realizar aquellas acciones que son expresión de su identidad
personal. A continuación veremos cómo es posible dar consistencia a un agente
con estas características, en otras palabras, mostraremos cómo es posible crear
una identidad personal que guíe y fundamente las acciones de un ser humano
particular.
8. Construir una identidad personal no es una tarea que finalice con la elección
definitiva del valor de nuestras vidas, por el contrario, es una actividad que
requiere cierta persistencia y coherencia en el momento de conciliar los
diferentes roles que consideramos como valiosos para nosotros (Frankfurt, 2006,
pág. 124). Para lograrlo, debemos contar con un criterio claro de elección que nos
permita jerarquizar y organizar las diferentes identidades personales que nos
constituyen (estudiante, hijo, ciudadano, entre otras). “[P]or supuesto, la idea no
es solo que nosotros decidimos cuales queremos y ajustarnos a ellas. Nosotros
tenemos muchas identidades prácticas particulares y, así mismo, tenemos que
enfrentar la tarea de unificarlas en un todo coherente” 10 (Korsgaard 2009, pág.
21).
Pero no es la lucha por ser racional o por ser bueno. Es, en su lugar, la
continua lucha por la integridad, la lucha por la unidad psíquica, la lucha por
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“Such identities are the sources of our reasons, but of course the idea is not just that we decide
which ones we want and conform to them. We have many particular practical identities and so we
also face de task of uniting them into a coherent whole” (Koorsgaard, pág. 21).
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ser, de cara a la complejidad psíquica, un solo agente unificado 11.
(Korsgaard, 2009, pág. 7)
Autores como Frankfurt sostienen que las acciones humanas pueden sintetizarse
en tres categorías, a saber, acciones de la ambición y la prudencia, imperativos de
la obligación moral; y, por último, necesidades del amor 12. Alrededor de
cualquiera de ellas puede organizarse una vida humana particular y, de acuerdo a
su importancia para el sujeto, coordinarse en un sistema coherente de acción. El
reconocimiento voluntario de la importancia de un conjunto de acciones que
queremos promover en nosotros convierte a tal reconocimiento en el criterio
mediante el cual se organizará nuestra vida y dará cohesión a nuestra identidad.
De esta manera, nos es posible encontrar una persona cuya prioridad sean las
acciones de la ambición y la prudencia, que, en consecuencia, organice su vida
para realizarlas. Al hacerlo, instaura esta categoría de acciones como fundamento
inalterable de su identidad personal cuyo valor excede a la de cualquier otra
faceta de la vida humana. Este criterio le permite evaluar, elegir y ajustar, todas
sus identidades o fines personales con el fin de construir una identidad unificada
que exprese, eminentemente, la importancia personal que tiene realizar acciones
de carácter prudencial. “[A]sí, valorarte a ti mismo en un cierto rol o bajo cierta
descripción es al mismo tiempo encontrar como de valor realizar ciertos actos en
aras de alcanzar ciertos fines, e imposible, incluso impensable, realizar otros”
(Korsgaard, 2009, pág. 21).
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“But it is not the struggle to be rational or to be good. It is, instead, the ongoing struggle for
integrity, the struggle for psychic unity, the struggle to be, in the face of psychic complexity, a
single unified agent” (Korsgaard, pág. 7).
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Frankfurt, a diferencia de Kant, rechaza una visión panmoralista de la vida humana y, en un
sentido humeano, defiende que las fuentes últimas de motivación y normatividad humana
descansan en obligaciones del amor (2004).
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exclusivamente en la importancia subjetiva que tienen diversas facetas de la vida
humana para nosotros o si, por el contrario, heredamos muchos de nuestros
valores de fuentes externas relacionadas con nuestra vida en sociedad, es un
problema importante al acercarnos a la cuestión de los distintos valores que
pueden integrarse como fundamentos de una vida humana particular. Para
esclarecer este fenómeno mostraremos las diversas maneras en las que podemos
decir que algo es valioso y exploraremos, brevemente, la posibilidad real de
perseguir un modelo de vida que pueda ser llamada valiosa.
9. Existen dos sentidos en los que podemos decir que algo tiene valor. En primer
lugar, podemos reconocer el valor de algo desde una perspectiva objetiva, es
decir, en razón de su pertinencia teórica, moral, jurídica, entre otros; o, podemos
reconocer el valor de algo únicamente en razón de la importancia subjetiva que
tiene para nosotros. Generalmente, los valores objetivos son inculcados o
impuestos al agente externamente; en consecuencia, la manera en la que
pretenden motivar a los seres humanos a su realización es a través de la
persuasión e, incluso, la imposición. Por su parte, los valores subjetivos importan
o preocupan al agente por sí mismos y, en consecuencia, lo motivan
inmediatamente a su realización.
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objetivos solo puede aparecer contingentemente –en caso de que tales valores se
relacionen de antemano con lo que interesa individualmente al agente, o, sean
susceptibles de relacionarse con él de alguna manera significativa–. “[E]n
realidad los agentes se autogobiernan en la medida en que los mandatos que
obedecen, estén o no basados en reglas, sean los suyos propios” (Frankfurt, 2007,
pág. 209).
Tal procedimiento se repite cuando nos acercamos a una noción de vida valiosa.
En este caso, existirán sistemas objetivos que determinen qué es una vida valiosa
en términos racionales, por ejemplo, el sistema moral kantiano e, igualmente,
existirán múltiples maneras de construir una vida valiosa desde una mira
enteramente subjetiva. Sin embargo, como con los singulares valores objetivos y
subjetivos, su realización efectiva depende únicamente de la capacidad que
tengan para motivar a los seres humanos.
Con esto no quiere decirse que sea imposible persuadir a los seres humanos de
modificar o reconsiderar sus vidas particulares con base en algunos fundamentos
de carácter objetivo, después de todo, como reconoce Christine Korsgaard, “los
valores humanos son creaciones humanas pero no son creados ex nihilo con cada
acción” (Korsgaard, 2006, pág. 209). Muy probablemente, muchos de los valores
que nos son inculcados durante nuestra vida como hijos, ciudadanos, creyentes,
entre otros, logran tener en cada uno de nosotros una influencia significativa; sin
embargo, la realización de estos valores puede darse únicamente si existe un
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interés subjetivo en adoptarlos, permitiendo, en sentido estricto, un sistema
activo de autodeterminación voluntaria. “En realidad, las cosas importantes
pueden llegar a preocuparnos cuando se relacionan con lo que de antemano nos
preocupa” (González, pág. 297).
Bibliografía
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Frankfurt, H. (2007). Necesidad, volición y amor. Madrid: Katz Editores.
Reath, A. (2006). Agency and Autonomy in Kant’s Moral Theory. New York:
Oxford University Press.
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