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Psicopatología

Definición y conceptos básicos


A partir de la segunda mitad del siglo xx se ha desarrollado una vasta investi-
gación –principalmente en el campo de las neurociencias–, que ha permitido
hacer aproximaciones más objetivas y ajustadas al hecho del “enfermar psíqui-
co”, que se manifiesta a través del síntoma psicopatológico.
Sin embargo, la enorme cantidad de información y de “evidencia cien-
tífica” aportadas han sido tan variadas, masivas y de tal magnitud novedosas,
que en una forma en apariencia paradójica han producido un efecto de “crisis”
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dentro de la psicopatología, pues muchos de sus presupuestos “clásicos” o


tradicionales se han mostrado explicativamente insuficientes, y algunos de los
criterios previos en los que se basaban algunos supuestos “básicos” han sido
superados por los nuevos hallazgos.
Ni el mismo “síntoma” –unidad elemental de análisis–, materia del es-
tudio formal de la psicopatología, ha resultado incólume. De hecho, está en
el centro de polémicas epistemológicas y de desafíos académicos, como los
planteados por la escuela de Cambridge: ¿puede el síntoma ser entendido
simplemente como “la liberación de conductas atávicas ya existentes en los
periodos evolutivos previos”?; ¿los síntomas mentales han cambiado en el
tiempo?, y si lo han hecho, ¿ha sido por moda o por una reconceptualización
de lo que se observa en estos mismos?; ¿todos los síntomas mentales ya han
sido descritos, o algunos aún no lo han sido?; ¿ha habido cambios genotí-
picos y fenotípicos en la enfermedad mental?; ¿los síntomas son “episodios”

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o “procesos”?; ¿puede el estómago (y no solo el cerebro) generar síntomas
mentales?”1.
La discusión no es vana, pues es a partir del estudio del síntoma que la
psicopatología descriptiva (“la lengua y el lenguaje de la psiquiatría”) permite
conceptualizar el “hecho psicopatológico” para asociarlo con la “conducta anó-
mala”, y esta a su vez correlacionarla con un área topográfica cerebral específi-
ca sobre la que se asienta la “función cerebral”2 involucrada.
Sin embargo, a veces la discusión se contamina y se torna estéril porque
–hay que señalarlo explícitamente–, a pesar de que como lenguaje, la psico-
patología tiene “su propia gramática, sus propias reglas y su propios códigos
lingüísticos”, estos no siempre coinciden con el lenguaje simplista de los glo-
sarios de los manuales estadísticos del DSM y el CIE, los cuales con sus “check
lists” parecen haber fomentado las confusiones terminológicas, conceptuales e
ideológicas en las que se mueve lo psiquiátrico; además, a su manera esas listas
de chequeo han contribuido, con sus propias rigideces y limitaciones, a que se
produzca lo que algunos han llamado “la hecatombe de la psicopatología”3, la
simplificación extrema de los conceptos.
Es por todo esto que cada vez se hace más evidente el hecho de que el
lenguaje psicopatológico requiere de una actualización que permita redefi-
nirlo, adecuarlo a las nuevas realidades y liberarlo de “prejuicios y de simplezas
conceptuales”4, entre otras cosas, no solo porque han cambiado las técnicas de
evaluación y el conocimiento de ellas derivado, porque han surgido otras téc-
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nicas nuevas verdaderamente revolucionarias (electroencefalografía computa-


rizada, magnetoencefalografía, PET, SPECT y RMF), que aportan otros conoci-
mientos adicionales que por sí mismos justifican las necesarias reevaluaciones
y revaluaciones conceptuales, sino porque en lo fundamental “el ejercicio de
la psiquiatría depende de la correcta aplicación del lenguaje psicopatológico”5.
Sea como fuere, en una forma genérica se puede decir que la psicopato-
logía es el conjunto ordenado de conocimientos relativos a las anormalidades
de la vida mental en todos sus aspectos6, o, en forma más específica, la ciencia

1. G. Berríos, "Psicopatología: pasado, presente y futuro", en Revista Informaciones Psiquiátricas,


189: 223-238 (Tercer trimestre, 2007. Hermanas Hospitalarias del SCJ).
2. G. Berríos, ibidem.
3. G. Berríos, ibidem.
4. G. Berríos, ibidem.
5. G. Berríos, ibidem.
6. H. Delgado, La personalidad y el carácter (Lima: Editorial Lumen, 1943).

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que permite la identificación de los trastornos del funcionamiento de la per-
sonalidad7. Así, a través del conocimiento aportado por la psicopatología se
llegan a comprender, de manera más integral, las causas del enfermar psíquico.
Se definen como patológicos solo aquellos elementos que logran trastornar
el funcionamiento psicológico en forma global y perturban la adaptación del
sujeto al mundo circundante. Entonces, por dolorosa que sea la respuesta
del psiquismo, no siempre es psicopatológica ni implica enfermedad.
La psicopatología estudia:
• Las respuestas patológicas del psiquismo susceptibles de producir
desadaptación, al perturbar en forma significativa el funcionamiento
psicológico global.
• Las respuestas emocionales que se generan como defensa adaptativa
frente a la disfunción del psiquismo.
• Las reacciones psicológicas que, aunque se apartan de la homeostasis,
no son en sí mismas patológicas.

La labor del médico consiste en determinar cuándo un elemento aparen-


temente psicopatológico está en relación con una enfermedad mental o cuán-
do es una respuesta sana del psiquismo frente a la perturbación. Por ejemplo:
cualquier tipo de pérdida de algo que sea significativo para el Yo se vive do-
lorosamente desde el punto de vista emocional, y esta puede ser una reacción
sana y normal ante la pérdida. No sentir tal dolor puede ser lo anormal.
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Por otra parte, la respuesta dolorosa puede convertirse en psicopatológi-


ca cuando reúne ciertos criterios tales como:
• Ser desproporcionada a la causa que la produce.
• Cuando no se resuelve satisfactoriamente en un tiempo prudencial.
• Cuando no hay causa objetiva ni aparentemente subjetiva que pro-
duzca la respuesta psicopatológica.

Todo el funcionamiento psicológico depende de la integridad y normo-


funcionamiento del sistema nervioso central (SNC), y su principal órgano, el
cerebro. Es decir, para que se den las funciones psicológicas normales, la estruc-
tura neurológica que las soporta debe estar funcionando correctamente.

7. L. Kolb, Psiquiatría clínica (México D. F.: Interamericana, 1985).

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El SNC del ser humano es la estructura más compleja de todo el organis-
mo, y ha debido sufrir múltiples cambios que lo han perfeccionado a lo largo
de toda la evolución filogenética en el transcurso de miles de años.
En cada ser humano individual se dan también múltiples cambios evolu-
tivos determinados por el desarrollo ontogenético que implican la maduración y
mielinización del sistema, que se logran desde el estadio embrionario, el fetal
y el de los primeros años de vida, hasta alcanzar plenitud en las etapas adultas
tempranas.
Con el paso de los años, paralelo a todo el proceso de involución bioló-
gica, más visible en la senectud, hay un deterioro progresivo de la estructura
neurológica y también del funcionamiento psicológico global.
Además de la complejidad propia de la estructura neurológica, esta tiene
interdependencia con lo que ocurre dentro de la misma, en sus funcionali-
dades y en su propia dinámica, al nivel de los sistemas de neuroconducción
eléctrica y neuroquímica.
Es decir, que no en todos los momentos de la vida los funcionamientos
neurológico y psicológico son iguales, sino que hay etapas del desarrollo, con
características peculiares, que determinan el funcionamiento propio de cada
una de ellas, y momentos disfuncionales posibles en cada una de las mismas.
Ahora bien, sabemos que hechos psicológicos tales como el acto cogni-
tivo y la complejidad de la conducta específica no dependen precisamente de
específicas localizaciones en el cerebro, sino que el córtex funciona como un
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todo para todos los procesos mentales. Tanto más complejo es el proceso, y
lógicamente este resultado que tan solo es un acto mental8, en su individuali-
dad, trasciende lo puramente biológico para ser expresión de lo psicológico.
La existencia de un psiquismo humano es producto de las interacciones
del SNC con el medio en el que se desenvuelve la existencia humana y con los
productos de esta canalizados a través de la cultura y expresados a través de
lo cotidiano.
Los fenómenos psicológicos tienen aspectos claramente observables y ob-
jetivos en sí mismos, o a través de su expresión, en la conducta humana, y
aspectos que aunque observables no son fácilmente objetivables por ser, en
esencia, subjetivos, aun cuando forman parte de esa misma conducta humana.
Del resultado del funcionamiento normal y del funcionamiento anormal
de la globalidad de dinamismos se deriva la complejidad de la conducta humana

8. C. Cerquella et al., Psicopatología, vol. 18, nro. 2: (abril-junio, 1998. Madrid).

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adaptada, o incluso con mayor complejidad –por desconocida– la conducta
enferma o desadaptada.
De ahí que la psicología como ciencia positiva de la conducta y como
conjunto de fenómenos observables y verificables9, aporte a la psicopatología
la base del conocimiento del funcionamiento normal para que, desde allí, lo
psicopatológico pueda ser integrado y comprendido. Hecha esta integración,
la psicopatología aporta dichas comprensiones a la psiquiatría, de la cual es su
ciencia básica.
Por supuesto que el campo de la psicopatología recibe aportes de co-
nocimiento desde múltiples ciencias y campos del saber, pero son los aportes
derivados desde la comprensión de la función biológica, desde la compren-
sión del hecho psicológico como producto derivado natural de ella, y desde la
comprensión de la conducta global expresada en la vida cotidiana, las que nos
aportan las herramientas de abordaje del funcionamiento de la mente y de su
principal logro: el acto psicológico.
Del acto psicológico desconocemos aún muchas cosas, por ejemplo, qué
y cómo se origina y elabora la vivencia subjetiva de culpa; conocemos un poco
mejor algunas otras, como el porqué utilizamos con mayor frecuencia ciertas
estrategias defensivas contra la angustia; y hemos establecido bien unas muy
pocas si se quiere, pero claves, como la identificación de la relación e interac-
ción entre serotonina y depresión.
El hombre siempre ha estado y está expuesto a lo largo de su vida a
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enfrentar dificultades, a tener problemas de una u otra naturaleza, a ver frus-


trados muchos de sus anhelos, a sufrir, enfermar y morir. En algunos intervalos
de su vida, también a sentir satisfacciones por necesidades satisfechas, por
sus logros, por la resolución asertiva de problemas y conflictos. En otras oca-
siones a disfrutar de la armonía interna en concordancia con su bienestar
externo. Todo ello es posible, en la medida en que su psiquismo le provee
de mecanismos para adaptarse a las vicisitudes de la vida, y de mecanismos
que normalmente le ayudan a disminuir la angustia propia de la existencia y la
angustia de sus propios conflictos emocionales.
Los conflictos emocionales son susceptibles de presentar manifestacio-
nes externas al psiquismo y perturbar no solo el funcionamiento psicológico
sino también el organismo biológico.

9. H. Cruz, "Farmacología de la conducta", en Psicopatología, vol. 18, nro. 2: 87-90 (abril-junio,


1998. Madrid).

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El psiquismo humano tiene unos componentes conscientes, otros precons-
cientes que en determinadas circunstancias acceden a la conciencia o en otras
son desplazados hacia el inconsciente, y otros componentes puramente incons-
cientes que por definición escapan al control de la conciencia.
La psicopatología aborda el conocimiento de los tres aspectos del psi-
quismo (conscientes, preconscientes e inconscientes) y profundiza en la com-
prensión del funcionamiento psicológico de los mismos, ya que la mayor par-
te de los conflictos emocionales suelen involucrar aspectos inconscientes, y
parte del comportamiento tiene también como base fuerzas procedentes del
inconsciente.
Cuando los conflictos inconscientes permanecen sin resolverse generan an-
gustia; esta cuando es creciente o no ha sido debidamente neutralizada por los
propios mecanismos de defensa dificulta la adaptación, genera más padecimien-
to y produce enfermedad.
El psiquismo humano posee mecanismos de defensa contra la an-
gustia generada por conflictos inconscientes no resueltos. Tales mecanismos de
defensa son por definición:
• Inconscientes: no hay mecanismos de defensa conscientes.
• Universales: están presentes en todos los hombres, independiente de
su raza, cultura, ideología, edad o condición.
• Innatos: se nace con ellos.
• Automáticos: su control no depende de la conciencia.
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Los mecanismos de defensa sirven para reprimir, neutralizar o modificar


la angustia, y en consecuencia facilitar la adaptación a la realidad.
Ningún mecanismo de defensa es patológico en sí mismo10 y ninguno se
utiliza aisladamente (ver Apéndice I). Lo adaptativo dependerá de lo primitivo
o maduro de los mecanismos utilizados, y de su masividad, estereotipación o
especificidad. Por otra parte, representan un intento de adaptación y, simultá-
neamente, una defensa contra la angustia.
Con los recursos propios del psiquismo y, entre ellos, con los mecanis-
mos de defensa, el hombre intenta defender su propia homeostasis y su adap-
tación al medio. Cuando fracasan los recursos del psiquismo, y los mecanis-
mos de defensa son insuficientes o inadecuados, la angustia de los conflictos

10. S. Brainsky, Manual de psicología y psicopatología dinámicas (Bogotá: Ed. Pluma, 1984).

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desborda el control del Yo, desadaptando y enfermando emocionalmente al
hombre.
En el psiquismo hay una base instintiva y una base racional. El instinto fue
y es la base de la supervivencia del hombre como especie, ya que el instinto
busca satisfacer necesidades básicas para la vida: el instinto de satisfacción
del hambre, la sed, el abrigo, el sexo reproductor, el control de la temperatu-
ra corporal, etc. Cuando el instinto se satisface, el psiquismo produce en
forma automática la sensación de placer. Cuando no se logra esa satisfacción
a un instinto, se generan en forma automática sensaciones de insatisfacción,
frustración y dolor emocional.
El hombre primitivo, el niño y la persona con grave enfermedad mental
tienen un predominio de exigencias instintivas, y como el instinto exige en for-
ma perentoria y masiva su satisfacción, se dice corrientemente que su conducta
está regida por el principio del placer.
El hombre adulto, emocionalmente maduro y de manera satisfactoria
civilizado, ha logrado un aceptable control de sus instintos y un predominio de
su razón; por ello, se le facilita mejor la vida adaptativa en sociedad: ha apren-
dido a reprimir socialmente ciertos instintos, ha aprendido por experiencia a
aplazar la satisfacción de otros y ha aprendido a sustituir la satisfacción instinti-
va por otras satisfacciones socialmente más aceptables. También ha aprendido
a lo largo de los años de evolución de la especie, a sublimar necesidades ins-
tintivas. Por ello, el hombre ha avanzado hacia formas más civilizadas de vida
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gracias al desarrollo evolutivo de su propio psiquismo, por lo cual es cada vez


menos instintivo y más razonable (o por lo menos esto es lo que se espera).
Es decir, su conducta está regida ahora por el principio de realidad, que le
implica haber aprendido a reprimir, sustituir, sublimar o renunciar a ciertas
satisfacciones instintivas cuya satisfacción incontrolada le representaría dificul-
tades para vivir en sociedad y para adaptarse a su medio.
El proceso de socialización, entendido como el que facilita la adquisi-
ción de conocimientos, habilidades y disposiciones que le permiten al individuo
participar en forma más o menos efectiva como miembro de un grupo social,
es complejo, pero está siempre presente en el hombre. Desde el nacimiento el
niño aprende, bien por imitación de modelos que pueden ser reales (padres) o
simbólicos (TV, cine, cómics), o por experiencia directa (a partir de la historia
cotidiana de la crianza, de pautas de alimentación e higiene), las habilidades
sociales que más adelante, cuando tenga acceso a otras capacidades instrumen-
tales más individuales y sofisticadas, le van a inhibir, desinhibir, facilitar o crear

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nuevas conductas, más ajustadas o no, a dicho proceso de socialización. Es a
partir de este proceso y en el escenario de la vida cotidiana donde se desarro-
llan los influjos de la cultura (pautas de socialización y crianza, formación
de valores, creencias, asignación de roles, maneras de ejercer la autoridad,
delimitación simbólica de espacios) y sus sistemas normativos (reglamentacio-
nes que regulan la vida social y definen los límites y fronteras de lo correcto y
lo incorrecto, lo socialmente aceptable e inaceptable, lo específicamente mas-
culino o femenino, lo aprobado o reprobable) que, en últimas, van a regular
incluso los comportamientos que pueden ser socialmente considerados como
normales o patológicos11.
Un campo de estudio novedoso surge cuando el uso de las aplicaciones
multimedia pueden correlacionarse con la psicopatología; por ejemplo, con el
uso psicopatológico que puede hacerse de Internet con resultados de explo-
tación sexual, adicciones o suicidio, y aunque cuyo manejo no es destructivo
por sí mismo, sí puede, en determinadas circunstancias, conducir a problemas
psicopatológicos o agravar los ya existentes. Pedófilos pueden introducirse a
sesiones de chat y manipular adolescentes que les ayudan en encuentros pa-
tológicos con niños; adicciones a juegos estilo casino son ahora posibles y, de
hecho, inductores de tendencias adictivas que pueden conducir a desastres fi-
nancieros; individuos predispuestos al suicidio pueden encontrar en sitios web
prosuicidio instrucciones precisas para lograrlo. Esquizoides, introvertidos o
individuos con pobre autoestima o dificultades de integración social pueden
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aislarse socialmente más y privilegiar el uso solitario de la comunicación im-


personal o despersonalizada12.
El hombre debe enfrentar sus propias dificultades internas y las que se
le presentan en el medio donde vive. Estas son las vicisitudes del diario vivir
(las vicisitudes de la, y en la vida cotidiana). Esas vicisitudes a veces toman un
curso normal de enfrentamiento y resolución; otras, su solución se frustra y
entonces se ve abocado al sufrimiento creciente, a la angustia, a la patología,
a la enfermedad. En este momento es cuando habitualmente se da la relación
médico-paciente (ver Apéndice II).
Parte del trabajo psicopatológico se origina en el intento de compren-
sión, no solo del fracaso de los procesos evolutivos de maduración biológica

11. G. Rey, "Las huellas de lo social: Interacción, socialización y vida cotidiana", en Signo y
Pensamiento, nro. 11: 9-29 (Pontificia Universidad Javeriana, 1987, Bogotá).
12. K. Chemg et al., “Caught in the Web: Sex, Suicide, and Addictions on the Internet”, en
American Psychiatric Association (Abstracts on disk).

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y de socialización sino, más a menudo, de los elementos de perturbación
en relación con situaciones específicas de la vida cotidiana y del sufrimiento
emocional en lo cotidiano, en individuos con aceptable maduración biológica
y madurez psicológica. Aquí no solo se interesa por entender cómo se generan
las creencias o cuál es el proceso de internalización de las normas, sino tam-
bién por entender por cuáles mecanismos se llega a vivenciar, por ejemplo, la
culpa frente a situaciones que confrontan códigos de control más subjetivos
que sociales, pero que en últimas repercuten en la funcionalidad del indivi-
duo en la vida cotidiana. Por todo ello, la psicopatología continúa siendo la
ciencia básica de la psiquiatría, y su conocimiento fuente de comprensión de
la conducta.
A pesar de que en términos generales es cierto que “lo que se sabe hoy
–por definición– es más verdadero, mejor y superior a lo que se sabía ayer”13, y
que esto aparece respaldado por una verdadera inundación de informaciones
técnicas y científicas, en realidad, en la comprensión de los cambios cere-
brales que generan algunos síntomas psicopatológicos, hay todavía muchos
vacíos que llenar.
“Hasta 1970 todo lo que podíamos ver del cerebro vivo eran sus arterias,
venas y cavidades, mediante procedimientos molestos –cuando no, riesgo-
sos para el paciente–. En cuanto a la función, nadie soñaba con ‘verla’, y todo
el conocimiento anatómico y funcional del cerebro era indirecto”14.
Como resultado de las nuevas aplicaciones, hoy es posible “ver” la fun-
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ción cerebral, hacer el mapeo de funciones corticales e intervenir focalizada-


mente (sin necesidad de utilizar métodos invasivos, medios de contraste o
trazadores tóxicos); todo esto permite acceder a una mejor y más nítida ob-
servación on line en tiempo real del cerebro y de su función, y a partir de
ellas obtener mejores comprensiones del fenómeno psicopatológico y mejores
comprensiones en la relación dinámica entre función cerebral y psicopatología.
De hecho, con los nuevos aportes de las neurociencias, de las nuevas
aplicaciones tecnológicas y de la investigación cerebral de la especializa-
ción funcional hemisférica cerebral, se han podido identificar en forma más

13. J. M. Villagrán, Bases epistemológicas de la psiquiatría y de la psicopatología. Conferencia


magistral en la I Jornada de Psicopatología clínica y Salud mental (Madrid, 22 de marzo de
2007. Hnas. Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, con el aval científico de la
Sociedad Vasco Navarra de Psiquiatría).
14. B. Bernal, Mapeo cerebral con RMF, en El sistema nervioso. Desde las neuronas hasta el
cerebro humano, E. Bustamante (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2007).

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comprensible y comprehensible las correlaciones clínicas entre la neurología
(causal de e implícita en), la psicopatología y la neurología de los síndromes psi-
quiátricos secundarios a enfermedades neurológicas definidas15.

Solamente en aras de una metodología que intenta ser pedagógica han de en-
tenderse las funciones mentales descritas en este manual como funciones artificialmente
disecadas, dado que en la realidad ninguna función psicológica actúa, ni en los casos
patológicos, en forma aislada de las demás.
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15. M. Taylor and N. Vaidya, Descriptive Psychopathology, ebook (New York: Cambridge
University Press, 2009).

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