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MODERADORA

Mona

TRADUCTORAS
Clau Lola' Mimi
Kath Walezuca Segundo Grisy Taty
Nayelii Gerald Maria_clio88
cjuli2516zc Pancrasia123 Guadalupe_hyuga

CORRECCIÓN
Mimi Karen’s
Lola’ Mona

REVISIÓN FINAL
Mona

DISEÑO
Moreline
Despedida por comportamiento inapropiado.
No podía creer la carta en mis manos.
Nueve años. Nueve malditos años He trabajado muy duro para una de las
compañías más grandes de Estados Unidos, y me despidieron con una carta tipo cuando
regresé a casa después de una semana en Aruba.
Todo gracias a un video tomado cuando estaba de vacaciones con mis amigos —
un video privado hecho en mi tiempo privado. O así pensé…
Enojada, abrí una botella de vino y escribí mi propia carta al millonario Director
Ejecutivo diciéndole lo que pensaba de su compañía y sus prácticas.
No creí que fuera a responder.
Nunca pensé que de repente me había convertido en amiga por correspondencia
del imbécil rico.
Finalmente, se dio cuenta de que me habían hecho daño y se aseguró de que
recuperara mi trabajo.
Sólo que… no era lo único que Grant Lexington quería hacer por mí.
Pero no había manera de que me involucrara con el jefe del jefe de mi jefe. Aunque
fuera ridículamente guapo, seguro de sí mismo y encantador.
Sería completamente erróneo, incluso inapropiado.
Algo así como el video que me metió en problemas para empezar.
Dos errores no hacen un acierto.
Pero a veces es el doble de divertido.
Sin lluvia
No hay flores
Ireland
ios, me siento como la mierda.
Levanté la cabeza de la almohada e hice una mueca. Es por eso
que rara vez bebía. Una resaca beligerante y un despertar a las tres y
media de la mañana no son buenos compañeros de cama. Alcanzando
el molesto zumbido, palmeé alrededor de mi mesa de noche hasta que de alguna manera
logré encontrar mi teléfono y silenciar la alarma.
Diez minutos después, el sonido volvió. Gemí mientras sacaba mi cuerpo de la
comodidad de mi cama y me dirigía a la cocina para tomar un café y Motrin muy
necesarios. Probablemente también necesitaría ponerme hielo en los ojos para parecer
presentable al aire esta mañana.
Estaba a punto de verter café humeante llenando mi taza, cuando de repente la
razón de la embriaguez de anoche y la resaca resultante me golpearon. ¿Cómo
demonios me había olvidado?
La carta.
La maldita carta.
—¡Ay! ¡Mierda! —El café caliente se derramó sobre la parte superior de la taza y
me escaldó la mano.
»Mierda.
»Ay.
»¡Mierda!
Pasé la mano bajo agua fría y cerré los ojos. ¿Qué demonios había hecho? Quería
volver a la cama y volver al olvido.
Pero en cambio, todos los detalles de ayer regresaron como un tsunami. Una hora
después de haber llevado mi equipaje por la puerta principal, regresando de una
semana en el paraíso, había llegado una carta por mensajería.
Despedida.
En un formato comercial.
El día anterior tenía programado regresar al trabajo después de las vacaciones.
Sentí náuseas. Era la primera vez que estaba desempleada desde que tenía catorce
años. Sin mencionar, la única vez que mi partida no fue por mi propia cuenta. Cerré el
agua y bajé la cabeza, tratando de recordar la redacción exacta de esa maldita carta.

Querida señorita Saint James:


Lamentamos informarle que su empleo en Lexington Industries ha finalizado con
efecto inmediato.
Su empleo ha finalizado por los siguientes motivos:
- Infracción de la política de conducta 3-4. Cometer actos que constituyan agresión
sexual o exposición indecente.
- Infracción de la política de conducta 3-6. Usar Internet u otros medios de
comunicación para participar en conducta sexual o comportamiento lascivo.
- Política de violación de conducta 3-7. Participar en otras formas de conducta
sexual inmoral u objetable.
La indemnización por despido no se pagará porque su terminación fue por causa
justificada. Dentro de treinta días, le enviaremos una carta en la que describirá el estado
de sus beneficios. La cobertura del seguro continuará durante el tiempo requerido por la
ley de empleo del estado de Nueva York.
La oficina de personal coordinará su cheque de pago final y trabajará con su
supervisor en la recolección de sus artículos personales.
Lamentamos esta acción y le deseamos la mejor de las suertes en sus esfuerzos.
Sinceramente,
Joan Marie Bennett
Directora de Recursos Humanos

Había una memoria USB incluida en el sobre acolchado, que contenía un video de
treinta segundos que uno de mis amigos había tomado en la playa. Sentí un ardor
subiendo por mi garganta, por otras razones además de la probable intoxicación por
alcohol a la que había sometido a mi cuerpo.
Mi trabajo. Había sido mi vida durante los últimos nueve años. Y un video estúpido
y granulado había hecho que todo por lo que había trabajado se desvaneciera como una
nube de humo.
Puff. Adiós carrera.
Gruñí.
—Dios. ¿Qué demonios voy a hacer?
Estar de pie claramente no era la respuesta a esa pregunta, así que llevé mi dolor
de cabeza de regreso al dormitorio y me metí debajo de las sábanas. Tiré del edredón
sobre mi cabeza, esperando que el tono negro me tragara viva.
Finalmente logré quedarme dormida. Cuando me desperté unas horas más tarde,
me sentí un poco mejor. Sin embargo, eso no duró mucho tiempo, no después de que
me di cuenta de que solo recordaba la mitad de los eventos de la noche anterior.

Mi compañera de habitación y mejor amiga, Mia, me sirvió una taza de café y la


calentó en el microondas. Ella también tenía bastante resaca.
—¿Cómo dormiste? —preguntó.
Con los codos apoyados en la mesa de la cocina, mantuve la cabeza erguida en mis
manos, más o menos. La miré a través de un ojo entrecerrado.
—¿Cómo crees?
Suspiró.
—Todavía no puedo superar el hecho de que te despidieran. Tienes un contrato.
¿Es legal despedir a alguien por algo que sucedió cuando no estaban en el trabajo?
Tomé un sorbo de mi café.
—Aparentemente sí. Hablé con Scott sobre eso hace unos minutos. —Me había
tragado mi orgullo y llamado a mi ex. Era un imbécil, y la última persona con la que
quería hablar, pero también era el único abogado en mis contactos.
Desafortunadamente, había confirmado que lo que hizo mi empleador era
perfectamente legal.
—Lo siento mucho. No tenía ni idea de que un día en la playa podría convertirse
en algo así. Todo es mi culpa. Fui yo quien sugirió que fuéramos a la sección de topless.
—No es tu culpa.
—¿Qué demonios estaba pensando Olivia, publicándolo en Instagram y
etiquetándonos a todos?
—Estoy pensando que las piñas coladas que ese lindo y sexy camarero nos estaba
sirviendo con un trago extra de ron la hicieron no pensar en absoluto. Pero no entiendo
cómo lo supieron en mi trabajo. Ella etiquetó mi cuenta privada, la de Ireland Saint
James, no mi cuenta pública de Ireland Richardson que la estación maneja por mí. O
solía manejar, supongo. Entonces, ¿cómo lo vieron? Revisé mi configuración esta
mañana para asegurarme de que no la había cambiado de alguna manera haciéndola
pública, y no lo había hecho.
—No lo sé. Tal vez alguien de tu trabajo sigue a uno de nosotros que tiene una
cuenta pública.
Negué.
—Supongo.
—¿El cretino respondió a tu correo electrónico, al menos?
Fruncí el ceño.
—¿Qué correo electrónico?
—¿No te acuerdas?
—Aparentemente no.
—El que enviaste al presidente de tu empresa.
Mis ojos se ensancharon. Oh, mierda. Las cosas seguían mejorando.

Al parecer, el punto más bajo tiene un sótano.


Despedida.
Sin indemnización por despido.
Una semana después de que pagara el segundo y mayor pago requerido en el
contrato de construcción de mi primera casa.
¿La probabilidad de obtener una buena recomendación de mi empleador actual?
Ninguna después de entrar en un desenfreno borracho y decirle al tipo que trabaja en
la torre de marfil lo que pensaba de él y su compañía.
Increíble.
Simplemente impresionante.
¡Buen trabajo, Ireland!
Entre gastar la mayor parte de mis ahorros de toda la vida para el pago inicial de
la tierra que compré en Agoura Hills, y ser un pez gordo y cubrir toda la cuenta de
alcohol de la despedida de soltera durante una semana completa en el Caribe, tenía
alrededor de mil dólares a mi nombre. Sin mencionar que pronto mi compañera de
cuarto se casaría y se mudaría, llevándose con ella la mitad del alquiler que pagaba cada
mes.
Pero... no te preocupes, Ireland. Conseguirás otro trabajo.
Cuando el infierno se congele.
La industria de los medios de comunicación era tan indulgente como mi cuenta
bancaria después de un día en el centro comercial.
Estaba jodida.
Tan jodida.
Tendría que volver al trabajo por contrato independiente, escribiendo artículos
de revistas por centavos por palabra para llegar a fin de mes. Se suponía que esa parte
de mi vida había terminado. Me había suicidado, trabajando sesenta horas a la semana
durante casi diez años para llegar a donde estaba ahora. No podía alejarme de eso sin
pelear.
Al menos, tenía que intentar salvar las cosas, lo suficiente como para obtener una
recomendación que no fuera mordaz. Así que respiré hondo, me puse las bragas de niña
grande y abrí mi laptop para refrescar mi memoria sobre los detalles de lo que le había
escrito al presidente de Lexington Industries, ya que más de la mitad estaba borrosa.
Tal vez no fuera tan malo como pensaba. Hice clic en mi casilla de enviados y abrí el
mensaje.

Estimado señor Jong-un:


Cerré los ojos. Mierda. Bueno, ahí va esa ilusión. Pero tal vez no entenderá mi
humor; solo pensará que me equivoqué de nombre. Eso es posible, ¿verdad?
De mala gana, volví a leer mientras contenía la respiración.
Me gustaría disculparme formalmente por mi indiscreción menor.
Está bien... no es un mal comienzo. Esto es bueno. Esto es bueno.
Si tan solo hubiera dejado de leer allí.
Verá, no me había dado cuenta de que trabajaba para un dictador.
Ugh.
Dios, soy una imbécil cuando bebo demasiado. Solté un fuerte aliento tembloroso y
arranqué la tirita.
Tenía la impresión de que tenía derecho a hacer lo que quisiera en mi propio tiempo.
A diferencia de su trasero ricachón, yo trabajo duro. Por lo tanto, merezco desahogarme
de vez en cuando. Si eso implica tomar un poco de sol con mis tetas al aire mientras estoy
en unas vacaciones privadas solo para chicas, entonces eso es lo que haré. No estaba
violando ninguna ley. Era una playa nudista. Podría haberme quedado completamente
desnuda, pero elegí ir en topless. Porque, seamos realistas: tengo unas tetas geniales. Si ha
visto el "video ofensivo", que su estirado director de recursos humanos consideró
adecuado proporcionarme en una memoria USB junto con una carta de terminación de
mierda, debería considerarse afortunado de haberlo visto. Incluso podría considerar
agregarlo a su banco de azotes, pervertido.
He pasado más de nueve años trabajando duro para usted y su estúpida compañía.
Ambos pueden irse al infierno.
Que te jodan,
Ireland Saint James

Bueno. Tenía una batalla cuesta arriba más empinada para suavizar las cosas de
lo que esperaba. Pero no podía dejar que eso me disuadiera. Tal vez el presidente aún
no había leído mi primer correo electrónico, y podría comenzar mi próximo intento
pidiéndole que ignorara el original.
Si quería una oportunidad de encontrar un trabajo dentro de la industria, no podía
tener una mala recomendación. Como habían violado mi privacidad, lo menos que
podían hacer era ser neutrales. Comencé a sudar con pánico y me mordí la uña. No
estaba por encima de suplicar. Así que copié y pegué la dirección de correo electrónico
del presidente y abrí un nuevo mensaje. El tiempo era esencial aquí.
Pero justo cuando comencé a escribir, mi laptop sonó, haciéndome saber que
había llegado un nuevo correo electrónico. Hice clic en él y mi corazón casi se detuvo
cuando leí la dirección de correo electrónico:
Grant.Lexington@LexingtonIndustries.com
Oh, Dios.
No.
Traté de tragar, pero mi boca estaba repentinamente seca. Esto no estaba bien.
Solo no estaba segura de lo malo que era todavía.

Querida señorita Saint James:


Gracias por su correo electrónico... que este ricachón leyó a las dos de la mañana,
porque todavía estaba en la oficina trabajando. Por el tono de su carta, una llena de
errores gramaticales de una mujer con un título en periodismo, supongo que la escribió
mientras estaba borracha. Si ese es el caso, al menos ya no necesita levantarse por la
mañana. De nada.
Para su información, no he visto el video al que se refirió. Pero si mi banco de azotes
alguna vez se agota un poco, tal vez lo recuperaré de mi carpeta de basura, junto con la
carta de recomendación estándar que su superior había planeado darle.
Sinceramente suyo,
Richie Rich

Solté el aliento que había estado conteniendo. Oh, joder.


Grant
eñor. Lexington, ¿quiere que le ordene almuerzo? Su cita de
las dos en punto acaba de llamar y viene con media hora de
retraso, así que tiene un pequeño descanso.
—¿Por qué la gente nunca puede estar a la maldita
hora? —gruñí y presioné el botón del intercomunicador para hablar con mi asistente—
. ¿Puedes pedirme un sándwich de pavo y queso suizo alpino en trigo integral de Boar’s
Head1? Y diles que pongan una rebanada de suizo. La última vez que pedimos de la
tienda de delicatessen, el tipo que hizo mi sándwich debe haber sido de Wisconsin.
—Sí, señor Lexington.
Abrí mi laptop para ponerme al día con los correos electrónicos ya que mis
reuniones consecutivas se habían vuelto a retrasar. Buscando algo importante, mis ojos
se detuvieron en un nombre en particular en mi bandeja de entrada: Ireland Saint James.
La mujer obviamente estaba borracha, o loca, posiblemente incluso ambas.
Aunque su correo electrónico había sido más divertido que la mitad de la mierda
mundana que me esperaba. Entonces hice clic.

Estimado señor Lexington:


¿Creería que mi correo electrónico fue pirateado y alguien más escribió esa ridícula
carta?
Supongo que probablemente no. Considerando lo bien educado, inteligente,
trabajador y exitoso que es.
¿Estoy exagerando demasiado?
Lo siento. Pero tengo mucho que arreglar.
¿Hay alguna posibilidad de que podamos comenzar de nuevo? Verá, al contrario de
lo que probablemente piensa, no bebo tanto con frecuencia. Es por eso que cuando

1 Boar’s Head: empresa proveedora de embutidos, quesos y condimentos fundada en Nueva York.
apareció una carta de terminación muy inesperada en mi puerta, no tardé mucho en
enterrar mi dolor. Y aparentemente mi cordura.
De todos modos, si todavía está leyendo, gracias. Aquí está la carta que debería
haber escrito:

Estimado señor Lexington:


Le escribo para solicitar su ayuda en lo que creo que fue una terminación indebida
de mi empleo. Como antecedentes, he sido una empleada dedicada de Lexington Industries
durante nueve años y medio. Comencé como pasante, recibí promociones a través de
varios puestos de redacción de noticias, y finalmente, alcancé mi objetivo de reportera.
Recientemente, fui a unas vacaciones muy necesarias en Aruba con ocho mujeres
para una despedida de soltera. Nuestro hotel tenía una sección privada de la playa
reservada para tomar el sol al desnudo. Aunque generalmente no soy exhibicionista, me
uní a mis amigas durante unas horas de bronceado en topless. Se tomaron algunas fotos
inocentes, ninguna de las cuales publiqué, y mi nombre profesional no fue etiquetado. Sin
embargo, de alguna manera, regresé a casa con una carta de terminación por violar la
política de la compañía con respecto al comportamiento lascivo.
Si bien entiendo la razón de tener una política de conducta inapropiada, creo
firmemente que mi conducta mientras estaba en unas vacaciones privadas, en una playa
privada, no era de lo que debía proteger a Lexington Industries. Como tal, le solicito
respetuosamente que revise la política y la terminación de mi empleo.
Respetuosamente suya,
Ireland Saint James (Ireland Richardson, en pantalla)

Saint James. ¿Por qué conozco ese nombre? Me sonó familiar cuando llegó el
primer correo electrónico, así que la busqué en el directorio de la empresa. Pero estaba
en la división de noticias, que dirigía mi hermana y que había evitado como la peste
desde que asumí el cargo de presidente cuando mi padre murió hace dieciocho meses.
La política, la propaganda y la burocracia no eran lo mío. Aunque era presidente de
nombre, generalmente me mantenía en el lado financiero de Lexington Industries.
Abrí el primer correo electrónico que recibí de la señorita Saint James y lo releí.
Mientras que el más reciente era ciertamente más apropiado, el primero me divirtió
más. Había firmado la carta con el cierre, Que te jodan... lo que en realidad me había
hecho reír. Nadie me hablaba así. Curiosamente, me pareció un poco refrescante. Tuve
la extraña necesidad de conversar con la señorita Richardson después de unos tragos.
Ciertamente había despertado mi curiosidad. Presioné el botón del intercomunicador
en mi teléfono nuevamente.
—Millie, ¿podrías llamar a la división de Broadcast Media, al productor del
segmento de noticias matutinas? Creo que podría ser Harrison Bickman o Harold
Milton... algo así.
—Por supuesto. ¿Quiere que les organice una reunión?
—No. Dile que me gustaría ver el archivo personal de uno de sus empleados:
Ireland Saint James. Su nombre en pantalla es Ireland Richardson.
—Me encargaré de eso.
—Gracias.
Mi reunión de la tarde solo duró quince minutos. El chico no solo apareció una
hora y media tarde, sino que tampoco estaba preparado. No tenía paciencia con las
personas que no valoraban mi tiempo, así que lo dejé y salí de la sala de conferencias
después de decirle que perdiera mi número.
—¿Está todo bien? —Millie me miró mientras pasaba junto a su escritorio—.
¿Necesita algo de su oficina para su reunión?
—Mi reunión ha terminado. Cuelgue a cualquiera que llame desde Bayside
Investments, si alguna vez vuelven a llamar.
—Uh... sí, señor Lexington. —Millie se levantó y me siguió a mi oficina,
sosteniendo una libreta—. Su abuela llamó. Dijo que le dijera que no necesitan un
sistema de seguridad y envió al instalador a su casa.
Rodeé mi escritorio y negué.
—Excelente. Simplemente genial.
—Obtuve el archivo de la señorita Saint James para usted y lo imprimí. Está en su
escritorio en una carpeta. También hay un video de algún tipo que se archivó en
recursos humanos, que le envié por correo electrónico.
—Gracias, Millie. —Me senté a mi escritorio—. ¿Te importaría cerrar la puerta al
salir?

Jesucristo. Ahora la recordaba. Fue hace mucho tiempo, pero su historia no era una
que olvidaría fácilmente. Cuando Ireland Saint James fue contratada, mi padre todavía
dirigía las cosas. Había estado sentado en su oficina cuando Millie le había traído el
archivo de ella. Había usado su historia como un ejemplo de enseñanza, un ejemplo de
decisiones que a veces tienes que tomar para proteger la imagen de la empresa.
Me recosté en mi silla. Cada empleado recibe una verificación de antecedentes; su
extensión depende de la posición. Mientras más visibilidad tenga alguien, más su
nombre y rostro pueden afectar la marca de la compañía, por lo que profundizaremos
más. Recursos humanos y una compañía de investigación externa generalmente hacen
la investigación de antecedentes. Cuando una persona sale limpia, un gerente hace la
contratación con la aprobación del director de la división. En su mayor parte, la alta
gerencia no está involucrada, a menos que alguien represente una posible amenaza
para nuestro nombre y un jefe de departamento todavía quiera hacer una oferta.
Entonces, el archivo es tenido en consideración.
Ireland Saint James. Me froté el rastrojo que ya se estaba formando en mi barbilla.
Su primer nombre era un poco inusual, así que probablemente era eso lo que me
sonaba. Aunque había bloqueado mucha de la mierda de hace diez años.
Hojeé las páginas de su archivo personal; su resumen de antecedentes apenas era
una página. Sin embargo, el archivo tenía que tener cinco centímetros de grosor.
Licenciatura de UCLA con especialización en comunicaciones y especialización en
inglés. Graduada de la escuela de periodismo de Berkeley con una beca de posgrado en
reportajes de investigación. No estaba nada mal. Nunca arrestada, y solo una multa por
estacionamiento. Habíamos hecho una actualización de sus antecedentes hace
dieciocho meses, cuando obtuvo el puesto en el que estaba ahora. Parecía que estaba
saliendo con un abogado. En general, su investigación no tenía nada de especial: era una
empleada ideal y una ciudadana honrada. Pero su padre era una historia diferente...
Las siguientes cincuenta páginas eran principalmente sobre él. Había sido una
especie de guardia de seguridad de bajo nivel en un complejo de apartamentos aquí en
la ciudad, aunque fue el tiempo después de su partida lo que ocupó el centro de todas
las noticias. Hojeando, escaneé las páginas, dejándolas pasar lentamente una por una
hasta que llegué a una con una foto de una niña pequeña. Cuando la levanté más cerca,
el nombre en la leyenda confirmó que era Ireland. Tenía que tener como nueve o diez
en la foto. Por alguna razón, la miré como un accidente automovilístico grave. Estaba
llorando, y una mujer policía tenía una mano alrededor de su hombro mientras salían
de su casa.
Bien por ti.
Bien por ti, Ireland, por llegar a donde estás hoy después de ese comienzo.
Tan jodido como era, sonreí ante la foto. Las cosas podrían haber sido muy fáciles
para ella. Ahora tenía sentido que me hubiera escrito por segunda vez: era una
luchadora.
Pulsé el intercomunicador en mi teléfono de escritorio, y Millie respondió.
—Sí, señor Lexington.
—¿Me darías algunos segmentos recientes de las noticias de la mañana con la
señorita Saint James? Es Ireland Richardson cuando está en el aire. Haz que envíen por
correo electrónico un enlace desde los archivos.
—Por supuesto.
Podría haber prestado más atención a la división de Broadcast Media si hubiera
sabido que se veía así. O, al menos, podría haber visto las noticias de la mañana.
Ireland Saint James era muy atractiva: grandes ojos azules, cabello rubio arenoso,
labios carnosos, dientes blancos que se mostraban a menudo porque sonreía mucho.
Me recordaba a una versión más joven de esa actriz alta de la última película de Mad
Max.
Observé tres segmentos completos antes de volver a hacer clic en el correo
electrónico que Millie me envió anteriormente: el del archivo de recursos humanos de
Ireland. Tres pares de tetas me saludaron cuando se abrió el video. Eché mi cabeza hacia
atrás. Definitivamente no eran las noticias. Las mujeres estaban en la playa, vestidas
únicamente con braguitas de bikini y bebiendo bebidas de coco con una pajita. Alcé mis
ojos para examinar sus rostros, ninguno de ellos era Ireland. Pero unos segundos antes
del final del breve video, una mujer salió caminando de la playa. Su cabello estaba
peinado hacia atrás y se veía más oscuro y húmedo, pero la sonrisa era
inconfundiblemente de Ireland.
Con las otras mujeres, había notado primero sus cuerpos, sin embargo, me llevó
hasta que el video terminó y se congeló en Ireland para bajar la mirada, y no porque su
cuerpo no fuera impresionante. Sus senos eran llenos y naturales. Hacían juego con el
resto de sus deliciosas curvas. Pero fue la curva de su sonrisa lo que me hizo sentir que
debería ponerme una armadura.
Me moví en mi asiento y pulsé la X en la esquina del video para cerrarlo. Aunque
ella sugirió que lo agregara a mi banco de azotes, no iba a ser irrespetuoso. Ahora, si me
hubiera enviado el video ella misma, esa podría ser una historia diferente. Pero
ciertamente no iba a liberarme un poco en mi oficina reproduciendo el video una
docena de veces, sin importar cuán tentada estuviera la parte imbécil en mí.
Me giré en la silla para mirar por la ventana. Ireland Saint James. Pareces
verdaderos problemas. Una mujer de la que debería alejarme, eso era absolutamente
seguro. Sin embargo, me sentí obligado a aprender más. Durante unos minutos, debatí
seguir investigando, tal vez escuchando más de su lado de la historia. Pero, ¿por qué
estaría haciendo eso?
Porque tenía curiosidad por Ireland Saint James, por eso.
Sin embargo, ¿era porque quería asegurar la equidad en mi empresa?
¿O porque tenía una sonrisa fascinante, un escote asesino y una historia jodida
que me hizo sentir curiosidad?
Después de unos minutos de deliberar, supe la respuesta. Cada sensor de
advertencia en mi cerebro me dijo que borrara los correos electrónicos y pasara el
archivo de personal por la trituradora de papel. Eso era lo más inteligente que hacer...
definitivamente la decisión comercial correcta. Aun así…
Golpeé la barra espaciadora para volver a encender mi laptop y abrí un nuevo
correo electrónico.
Querida señorita Richardson:
Después de una revisión adicional...
Ireland
arold Bickman es un imbécil.
Aunque amaba mi trabajo, mi jefe era lo único que no echaría
de menos. El hombre era un hijo de puta. No había sido un admirador
mío casi desde el principio, desde que descubrí que contrató a mi
homólogo masculino, que tenía menos experiencia que yo y menos tiempo en la
compañía, con un salario de veinte mil dólares más que el mío. Se lo había mencionado
de manera profesional, y procedió a explicar que había ventajas y desventajas para cada
empleado y cada puesto. Dijo que no debería preocuparme, que vería beneficios que
Jack Dorphman no iba a tener, como cuando aprovechara la gran política de licencia de
maternidad que tenía la compañía.
Había presentado una queja formal sobre mi salario en recursos humanos y
obtuve un salario equivalente. Pero no había vuelta atrás de lo que Harold Bickman
consideraba traición de mi parte. Habíamos encontrado una manera de trabajar juntos
sin demasiada fricción, principalmente por evasión, aunque su correo electrónico de
hoy demostró una vez más que era un idiota colosal. Y algo en mi instinto me hizo
pensar que había intervenido en la estación para obtener ese video de cuando estaba
en la playa en topless. Dios sabe que el hombre quería demasiado darle mi trabajo a
Siren Eckert.
Nota al margen, Siren es su nombre real, no su nombre artístico. ¿Qué estaban
pensando sus padres? En fin…
Harold Bickman, un hombre calvo, con sobrepeso y cincuenta y cuatro años que
olía a queso de un día, no era el más listo del grupo cuando se trataba de mujeres.
Apuesto a que pensó que tenía una oportunidad con Siren, la antigua subcampeona de
Miss Seattle de veinticuatro años, solo porque ella le batió las pestañas. Apuesto a que
también pensó que seguiría las instrucciones en su correo electrónico.

Querida señorita Richardson:


A la luz de los desafortunados eventos y su reciente salida de Broadcast Media, le he
programado que visite la oficina a las 10 a.m. del jueves veintinueve de junio para recoger
sus pertenencias. Confío en que se comportará profesionalmente durante su visita. Como
su identificación de empleado y la tarjeta de acceso a las instalaciones se han desactivado,
deberá registrarse en el mostrador de seguridad.
Saludos,
H. Bickman

¿En serio? Quería atravesar mi laptop y estrangular al hombre. Me dio un


escalofrío pensar que podría haber visto los "eventos desafortunados". Probablemente
se masturbó mientras veía el atisbo de veintidós segundos de mujeres en topless, justo
antes de caminar hacia Siren y ofrecerle mi trabajo.
Dios, lo bueno de ser despedido es que finalmente podría decirle a ese hombre lo
que pensaba sobre él el jueves. Sin embargo, no dejaría que el debilucho se
desapareciera cuando fuera a "recoger mis pertenencias".
Suspiré y presioné el icono de la papelera para deshacerme de Harold de una vez
por todas. Pero justo cuando estaba a punto de cerrar mi laptop, vi otro nuevo correo
electrónico esperando. Este de Grant Lexington. Curiosa, inmediatamente hice clic para
abrir.

Querida señorita Richardson:


Después de una revisión adicional de su archivo, he determinado que la decisión de
terminar su empleo estaba justificada. Sin embargo, me comunicaré con su supervisor
inmediato y le sugeriré que le proporcione una carta de recomendación neutral basada
en su desempeño.
Sinceramente,
Grant Lexington

Genial, simplemente genial, déjale a Harold que me dé algo neutral.


Probablemente debería haber apagado mi laptop y haberme enfriado. Pero las últimas
cuarenta y ocho horas me habían llevado a un punto de ebullición. Así que escribí una
respuesta, sin molestarme con la formalidad de un saludo ni nada.
Excelente. Harold Bickman odia a las mujeres casi tanto como odia dar golpecitos
con el pie. Oh... a menos que piense que tiene la oportunidad de follarte, como hace con mi
reemplazo. Gracias por nada.
Dos días después, el jueves por la mañana, no estaba menos amargada cuando
llegué a la oficina. Sin embargo, llegué casi cuarenta y cinco minutos antes, ya que no
tenía ni idea de cuánto tiempo me llevaría llegar a la oficina durante el tráfico de la hora
punta. Las carreteras siempre estaban vacías cuando salía a trabajar a las cuatro y
media de la mañana. Como no me extrañaría nada que Bickman no me permitiera entrar
temprano, decidí ir a la cafetería de al lado. Me daría la oportunidad de prepararme
mentalmente para limpiar mi escritorio y tratar con él también.
Pedí un descafeinado, dado que mis nervios ya estaban disparados, y fui a
sentarme a una mesa de la esquina. Cada vez que me sentía estresada, veía videos de
Instagram del programa de Ellen. Siempre me hacían reír, y eso, a su vez, me ayudaba a
relajarme. Hice clic en un clip divertido donde Billie Eilish asustó a Melissa McCarthy, y
me reí a carcajadas. Levantando la vista de mi teléfono cuando terminó, me tomó
desprevenida encontrar a un hombre parado a mi lado.
—¿Te importa si comparto tu mesa?
Lo miré de arriba abajo. Alto, hermoso, traje caro... probablemente no un asesino
en serie. Por otra parte, mi ex también llevaba siempre trajes perfectamente hechos a
medida.
Entrecerré los ojos.
—¿Por qué?
El hombre miró a su izquierda y luego a su derecha. Cuando sus ojos grises
verdosos volvieron a encontrarse con los míos, creí detectar la más leve contracción en
la esquina izquierda de su labio.
—Porque todos los otros asientos están ocupados.
Inspeccioné la habitación. Oh. Mierda. Todos estaban tomados ahora. Levantando
mi bolso de la mesa, asentí.
—Lo siento. No me di cuenta de que el lugar se había llenado. Pensé... Bueno, no
importa. Por favor, adelante.
Ese labio hizo la menor contracción nuevamente. ¿Tenía un tic o lo estaba
divirtiendo?
—Dije disculpa, pero no parecías escuchar. Estabas absorta en lo que estabas
haciendo.
—Oh. Sí. Mucho trabajo. Ocupada, ocupada. —Hice clic para cerrar YouTube y abrí
mi correo electrónico.
El chico guapo se desabrochó la chaqueta del traje y se sentó en el asiento frente
a mí. Se llevó la taza de café a los labios.
—El que tiene a Will es mi favorito personal.
Mis cejas se fruncieron.
Sonrió de lado.
—Smith. En Ellen. No pude evitar notar lo que estabas viendo. Estabas sonriendo.
Tienes una hermosa sonrisa, por cierto.
Sentí que me ardían las mejillas, pero no por el cumplido. Puse los ojos en blanco.
—Así que mentí. No estaba trabajando. No tenías que hacérmelo notar.
Su pequeña sonrisa se convirtió en una completa, pero aún había algo muy
arrogante al respecto.
—¿Alguien te dijo alguna vez que tienes una sonrisa arrogante? —le pregunté.
—No. Pero por otro lado, no parece que la haya usado demasiado en los últimos
años.
Ladeé la cabeza.
—Es una pena.
Sus ojos recorrieron mi rostro.
—Entonces, ¿por qué mentiste sobre trabajar?
—¿Honestamente?
—Seguro. Probemos esa ruta.
Suspiré.
—Fue un reflejo. Hace poco perdí mi trabajo y, no sé… supongo que me sentí como
una perdedora sentada aquí viendo clips de Ellen.
—¿A qué te dedicas?
—Soy presentadora de noticias para Lexington Industries, o al menos, lo era hasta
hace unos días. Hacía el segmento matutino.
El señor No Sonrío A Menudo no respondió de la manera en que la mayoría de la
gente hacía cuando les decía que trabajaba en la televisión. Generalmente, levantaban
las cejas y tenían un millón de preguntas. Pero sonaba mucho más glamoroso de lo que
era. Sin embargo, el hombre al otro lado de la mesa no parecía impresionado. O si lo
estaba, no lo demostró. Lo cual me pareció curioso.
—¿Y a qué te dedicas para ponerte un traje elegante y, sin embargo, sentarte en
una cafetería tan tranquilamente a las... —miré la hora en mi teléfono—... nueve
cuarenta y cinco de la mañana?
Esa pequeña contracción había vuelto. Parecía gustarle mi sarcasmo.
—Soy el presidente de una empresa.
—Impresionante.
—Realmente no. Es un negocio familiar. Así que no es como si empezara desde
abajo.
—Nepotismo. —Tomé un sorbo de café—. Tienes razón. Estoy mucho menos
impresionada ahora.
Sonrió de nuevo. Si lo que había dicho sobre no hacerlo a menudo era realmente
cierto, era una lástima... porque esos labios carnosos y esa sonrisa arrogante podían
derretir corazones y ganar juegos de póker.
—Así que, cuéntame acerca de ser despedida —dijo—. Es decir, si no tienes que
volver a todo el trabajo que estabas haciendo en tu teléfono.
Me reí.
—Es una larga historia. Pero hice algo que pensé que era inofensivo y resultó ser
una violación de la política de la compañía.
—Y más allá de eso, ¿eras una buena empleada?
—Sí, trabajé por más de nueve años para llegar a donde estaba.
Me estudió y tomó otro sorbo de café.
—¿Has intentado hablar con tu jefe?
—Mi jefe ha querido que me vaya por años, desde que me quejé de que contrató a
mi homólogo masculino por más dinero del que me pagaban. —Lo que me recordó que
necesitaba ir a la oficina para ver a ese imbécil de jefe—. Debería irme. Dicho jefe está
esperando que limpie mi escritorio.
El señor Presidente se frotó la barbilla.
—¿Te importaría si te ofreciera un pequeño consejo? He lidiado con muchos
problemas de empleo.
—Claro. —Me encogí de hombros—. No puede hacer daño.
—Las represalias por informar de una brecha salarial por discriminación de
género son ilegales. Te sugiero que programes una cita con el departamento de recursos
humanos y presentes tus pruebas para ese reclamo. Me parece que debería haber una
investigación, y tu jefe podría ser el que debiera estar aquí viendo los videos de Ellen.
Uh. Scott no había mencionado que las represalias eran ilegales cuando le conté lo
que sucedió. Pero eso no me sorprendió. Estaba demasiado ocupado sermoneándome
por estar en topless en la playa.
Me levanté.
—Gracias. Tal vez lo haga.
El apuesto hombre se levantó de su silla. Me miró, casi parecía que quería decir
más, pero tuvo que deliberar sobre sus palabras. Esperé hasta que se volvió incómodo.
—Mmm... fue un placer conocerte —dije.
Asintió.
—Igualmente.
Comencé a alejarme, y me detuvo al hablar de nuevo.
—¿Quieres... almorzar más tarde? No puedes darme la excusa de que estás
demasiado ocupada ahora que sé que estás desempleada.
Sonreí.
—Gracias. Pero no lo creo.
El señor Presidente asintió y volvió a sentarse.
Salí de la cafetería, sin saber por qué había dicho que no. Por supuesto que estaba
lo de tener cuidado con los extraños y todo. Pero encontrarse con él para almorzar en un
lugar público no sería más peligroso que salir con un chico que conocí en un bar. Y lo
había hecho antes. Si era honesta, algo sobre el tipo me intimidaba, no muy diferente de
cómo me sentí cuando Scott y yo nos juntamos por primera vez. Era demasiado guapo
y demasiado exitoso y, bueno, supongo que me sentía tímida con el tipo.
Pero eso era simplemente estúpido. El hombre era muy sexy, y mi mañana iba a
ser bastante mala. ¿Por qué no salir a almorzar y arriesgarse?
Me detuve en seco en la calle, haciendo que la persona detrás de mí chocara con
mi espalda.
—Lo siento —dije.
El chico hizo una mueca y me rodeó. Regresé corriendo a la cafetería y abrí la
puerta. El presidente estaba de pie y tomó su taza como si estuviera a punto de irse.
—Hola, señor Presidente, no eres un asesino en serie, ¿verdad?
Sus cejas se alzaron.
—No. No soy un asesino en serie.
—De acuerdo. Entonces cambié de opinión. Almorzaré contigo.
—Bueno, ahora me alegro de no haber ido por ese camino después de todo.
Me reí entre dientes y busqué en mi bolso mi teléfono.
—Ingresa tu número. Te enviaré un mensaje con mi información de contacto.
Escribió en mi celular e inmediatamente le envié mi información de contacto.
Cuando su teléfono zumbó en su mano, bajó la mirada.
—Ireland. Hermoso nombre. Adecuado.
Miré mi propio teléfono, pero no había ingresado un nombre.
—¿Presidente? No me vas a decir tu nombre.
—Pensé que te mantendría curiosa hasta el almuerzo.
—Hmmm... está bien. Pero supongo que tienes algún tipo de nombre de
presidente que se transmite, junto con un fondo fiduciario.
Se rió entre dientes.
—Me alegra haberme detenido a tomar café hoy.
Sonreí.
—A mí también. Te enviaré un mensaje más tarde sobre el almuerzo.
Asintió.
—Estoy deseando que llegue, Ireland.
Salí de la cafetería y me dirigí a la oficina con mucho mejor humor del que había
empezado. Tal vez hoy no sería tan malo después de todo…

—¿De verdad? ¿Ni siquiera pudiste hacerla esperar hasta que hubiera limpiado
mi escritorio?
Nuestro espacio de oficina era un gran cuadrado abierto con cubículos en el medio
y oficinas privadas de vidrio tipo pecera bordeando el perímetro. La seguridad me había
acompañado a la oficina de Bickman como si fuera un prisionero, y ahora podía ver a
Siren al otro lado del gran espacio, moviendo cajas de su cubículo a mi oficina.
Bickman tiró de la hebilla de su cinturón y retiró sus pantalones de debajo de su
vientre para subirlo y cubrirlo.
—No provoques una escena, o empacaré tu basura por ti.
Fruncí el ceño y comencé a dar golpecitos con el pie mientras hablaba.
—Espero que al menos le dieras el mismo sueldo que a un hombre de la misma
educación y experiencia. Oh, espera... eso podría ser difícil ya que un hombre con sus
calificaciones todavía trabaja en la sala de correo.
Presionó algunos botones en su teléfono y miró hacia mi oficina mientras hablaba
por el altavoz.
—Ireland está aquí para limpiar su oficina. Es posible que desees darle algo de
espacio y terminar de configurar tu nueva oficina cuando haya terminado.
—Sí, señor Bickman.
Puse los ojos en blanco. Sí, señor Bickman.
El imbécil agitó su mano y me despidió para que hiciera lo que tenía que hacer.
—No tardes demasiado.
Disgustada, me di vuelta para salir de su oficina y luego me detuve y retrocedí. No
había decidido si iba a ir a recursos humanos por despedirme por represalias.
Realmente no tenía ninguna prueba: no podía demostrar que Bickman fue el que hizo
aparecer el video por el que me despidieron. Y sabía que amenazar no lo molestaría en
absoluto. Aun así, necesitaba hacerlo sentir como una mierda, para al menos sentirme
mejor.
Regresé a su oficina y silenciosamente cerré la puerta detrás de mí, girándome
para decir una última cosa.
—Has estado buscando una razón para despedirme durante años. Pero es difícil
justificarlo cuando he sido una empleada modelo, y nuestras mediciones de audiencia
han aumentado constantemente desde que me uní al programa. Finalmente
encontraste una razón. No sé cómo lo hiciste, pero sé que estabas detrás del hecho de
que recursos humanos recibiera ese video. Dime, ¿te guardaste una copia? Espero que
lo hayas hecho, porque ese será el único culo que verás en esta oficina. Ciertamente no
verás nada de la piel de la chica no cualificada, recién salida de la escuela secundaria a
la que le diste mi trabajo. Crees que eso hará que le gustes, pero está ocupada follando
a ese nuevo pasante de publicidad. Ah, y recuerda a Marge Wilson, ¿la temporal
divorciada de mediana edad que emborrachaste en la fiesta de Navidad de la oficina
hace unos años? ¿Creyendo que nadie sabe que te la llevaste a casa? —Sonreí y levanté
mi meñique, agitándolo en el aire—. Bueno, todos lo sabemos. Su apodo para ti era
Microgusano.
Abrí la puerta, respiré hondo y me dirigí a limpiar nueve años de mi vida.
Literalmente, tres minutos después, seguridad estaba en la puerta de mi oficina y
Bickman estaba justo detrás de ellos.
Puse las últimas cosas del cajón superior en una caja y lo fulminé con la mirada.
—No he terminado aún.
—Ya has tenido suficiente. Tenemos trabajo que hacer por aquí.
Murmuré por lo bajo y abrí el segundo cajón para seguir empacando.
—Dios, eres un cretino, Microgusano.
Aparentemente, no era muy buena murmurando. El rostro de Bickman se puso
rojo y señaló hacia la salida.
—¡Fuera! Ahora.
Arranqué el segundo cajón de sus rieles y arrojé sin ceremonias el contenido en
mi caja. Luego hice lo mismo con otros dos y tiré los cajones vacíos sobre las sillas de
invitados al otro lado de mi escritorio. Agarré las fotos enmarcadas que estaban en mi
escritorio y mi título de la pared y metí todo en la caja.
Los dos guardias de seguridad uniformados que había convocado parecían
completamente incómodos.
Le sonreí a uno con tristeza.
—Me iré para que no tengas que lidiar con este imbécil.
Los guardias me siguieron hasta el ascensor y subieron conmigo. Bickman al
menos tuvo el suficiente sentido común para tomar un ascensor diferente. Aunque
cuando salimos al vestíbulo, salió del que había a nuestro lado.
Negué y seguí caminando.
—Creo que los dos guardias de seguridad son suficientes. No necesitas
escoltarme, Bickman.
Mantuvo su distancia, pero siguió detrás, no obstante. Cuando llegué a la zona del
vestíbulo principal, había mucha gente. Así que decidí irme con una explosión. Me
detuve y me di la vuelta para mirar a Bickman. Colocando mi pesada caja en el suelo
frente a mí, le señalé con el dedo y comencé a gritar a todo pulmón.
—Este hombre usa su posición para tratar de aprovecharse de las mujeres.
Simplemente me despidió y le dio mi trabajo a una joven porque cree que ella podría
abrir las piernas en agradecimiento. Supongo que no está familiarizado con el
movimiento #MeToo.
Bickman se apresuró y agarró mi codo. Me sacudí para alejarlo.
—No me toques.
Dio unos pasos hacia atrás cuando se dio cuenta de que la gente lo estaba mirando
y se giró para regresar al ascensor.
Necesitaba largarme de aquí antes de que seguridad llamara a la policía. Así que
tomé una respiración profunda y purificadora, volví a levantar mi caja y mantuve la
barbilla en alto mientras me dirigía hacia las puertas de vidrio. Solo que... un hombre
caminó en mi dirección, dirigiéndose directamente hacia mí con pasos rápidos y largos.
Mis pasos vacilaron cuando lo miré al rostro. Su muy enojado rostro.
—Mantén tus malditas manos para ti —espetó sobre mi hombro hacia Bickman.
Señor Presidente.
Excelente. Simplemente genial. El primer chico que conocía en meses en el que
realmente estaba un poco interesada, y tuvo que entrar a mi edificio justo cuando
estaba haciendo una escena y actuando como una loca. El momento no podría haber
sido peor. Por otra parte, combinaba con el resto de mi día de mierda.
El estrés de los últimos días me debió haber afectado y me rompí. Comencé a reír
como una loca. Al principio, fue una carcajada, pero se convirtió en un resoplido,
seguido de una carcajada que me hizo sonar como si hubiera perdido la cabeza. Traté
de taparme la boca y detenerme, pero mis palabras salieron histéricas.
—Por supuesto que tenía que encontrarte aquí. Lo juro, no soy realmente así. Han
sido unos días muy malos.
El presidente continuó mirando por encima de mi hombro. La expresión de su
rostro era positivamente letal: la mandíbula apretada, los músculos flexionados en la
mejilla y las fosas nasales dilatadas como las de un toro. Me giré para seguir su línea de
visión y vi a Bickman caminando hacia nosotros en lugar de alejarse.
Suspiré, sabiendo que la escena aún no había terminado, y cerré los ojos.
—Entiendo si no me llamas para almorzar.
Los ojos del hombre parpadearon hacia mí, luego hacia Bickman y luego otra vez
hacia mí.
—En realidad, todavía me encantaría llevarte a almorzar. Pero supongo que estás
a punto de cambiar de opinión.
Grant
eñor Lexington, es tan bueno verlo.
La cabeza de Ireland se balanceó de un lado a otro. Si
tenía alguna duda sobre si sabía quién era yo en la cafetería
antes, la confusión en su rostro ahora confirmó que no tenía
ni idea.
—¿Te acaba de llamar...?
Bickman apareció al lado de Ireland, y lo fulminé con la mirada.
—Danos un momento. Necesito hablar con la señorita Saint James.
Los ojos de Ireland se encendieron.
—Eres un hijo de puta. ¿Sabías quién era yo todo el tiempo?
Bickman seguía detrás de ella como si no le hubiera dicho que se fuera.
—¿No entendiste lo que dije? —le gruñí.
—Lo siento, señor Lexington. Por supuesto. Regresaré a mi oficina. Estoy en el
undécimo piso si me necesita.
Sí. Ya has hecho suficiente. Les dije a los guardias de seguridad que volvieran a sus
puestos y fui a tomar la caja de las manos de Ireland.
—Déjame ayudarte con eso.
La alejó de mi alcance.
—¿Eres Grant Lexington?
—Lo soy.
—¿Y sabías quién era yo en la cafetería?
Tragué
—Sí.
—Dios, le di mi número a un mentiroso. Eso es peor que un asesino en serie.
—Nunca te he mentido.
—Sí, pero olvidaste mencionar el hecho de que eres el jefe del jefe de mi jefe. —
La caja que sostenía comenzó a deslizarse, y casi la dejó caer—. Oh, Dios. ¡Nuestros
correos electrónicos! ¿Intercambiamos correos electrónicos y no pensaste que era
relevante mencionar quién eras cuando sabías quién era yo?
—Honestamente, no sabía quién eras cuando me acerqué para tomar el asiento
vacío. Pero lo habría mencionado en el almuerzo...
Negó.
—¿Almuerzo? Que te jodan. Mejor todavía. Que se joda toda tu maldita compañía.
Ireland me rodeó y se dirigió hacia la puerta.
—¡Ireland! —llamé.
Siguió caminando. Probablemente necesitaba que me examinaran la cabeza, pero
verla confrontar a Bickman y regañarme hizo que mi polla se contrajera. Era incluso
mejor que la vista actual de su sexy culo mientras salía de mi edificio.
Sonreí y negué. Tal vez los dos estábamos un poco locos
—Entonces, ¿te llamo sobre nuestra cita para almorzar más tarde? —grité.
Levantó una mano sin mirar atrás y me mostró el dedo medio.
Me reí.
Mi instinto me dijo que no sería la última vez que vería Ireland, pero por el
momento, tenía otras cosas urgentes que atender.

—Señor Lexington, es bueno verlo. Lamento que haya sido testigo de los
desafortunados eventos en el vestíbulo. Tuvimos una empleada despedida descontenta
que quería hacer una escena.
Una joven asomó la cabeza por la oficina de Bickman. No me notó de inmediato
dado que estaba de pie al lado de la puerta.
—¿Puedo volver a mi oficina...? —Me vio y se calló—. Oh, lamento interrumpir. No
me di cuenta de que no estaba solo.
—Está bien —dije asintiendo.
Bickman hizo las presentaciones.
—Siren, este es Grant Lexington. Es el presidente y director ejecutivo de la
compañía propietaria de nuestra pequeña estación.
—Oh. Vaya —dijo ella.
Extendí mi mano.
—Encantado de conocerte.
Bickman hinchó el pecho.
—Siren acaba de ser promovida a reportera en el aire.
Entonces, ¿esta es la mujer no cualificada por la que Ireland se estaba yendo?
Bickman le dijo a la mujer que podía continuar mudándose a su nueva oficina, y vi
sus ojos caer sobre su trasero cuando se dio la vuelta. Una vez estuvo fuera del alcance
del oído, confirmé mi sospecha.
—¿Es el reemplazo de la señorita Saint James?
El cretino pareció orgulloso.
—Sí. Es graduada de Yale y...
Lo corté.
—¿Cómo obtuviste el video de las vacaciones de la señorita Saint James?
—¿Perdóneme?
—¿Necesito hablar más despacio? Cómo. Obtuviste. El. Video. De. Las. Vacaciones.
De. La. Señorita. Saint James
—Yo... uhh... lo vi en las redes sociales.
Arqueé una ceja.
—¿En sus redes sociales públicas?
—No, su cuenta privada de Instagram.
—Entonces, ¿son amigos en las redes sociales? ¿Puedes ver cosas publicadas en
sus cuentas privadas?
—Sí. Bueno, técnicamente no soy yo. Pero tengo acceso a una cuenta con la que es
amiga.
—Elabora. —Estaba empezando a perder la paciencia.
—Tengo algunas redes sociales configuradas a nombre de un antiguo empleado.
Un perfil básico.
—Entonces, ¿me estás diciendo que estás usando el nombre de otra persona para
acechar las redes sociales privadas de todos tus empleados?
Bickman tiró del nudo de su corbata.
—No. Solo los problemáticos.
—¿Los problemáticos?"
—Sí.
No necesitaba decirme nada más. Ireland no había estado exagerando. Este tipo
era realmente un mal bicho. Me acerqué a su escritorio, levanté el auricular de su
teléfono y apreté algunos botones. Cuando seguridad respondió, dije:
—Soy Grant Lexington. ¿Pueden subir al undécimo piso? Tengo un empleado
despedido que necesitamos escoltar fuera de las instalaciones.
Cuando colgué, Bickman todavía no parecía entenderlo.
Puse mis manos en mis caderas.
—Estás despedido. Tienes hasta que seguridad llegue hasta aquí para limpiar tu
escritorio, lo cual estoy bastante seguro de que es más que la cantidad de tiempo que le
diste a la señorita Saint James.
El imbécil parpadeó un par de veces.
—¿Qué?
Me incliné y hablé lentamente.
—¿Qué parte de estás despedido no entendiste?
Bickman dijo algo, aunque no sé qué demonios fue, porque salí de su oficina y me
acerqué a la mujer que asumí era su asistente basado en donde se sentaba.
—¿Eres la asistente de Bickman?
La mujer mayor parecía nerviosa.
—Sí.
Miré la placa de identificación en su escritorio y extendí mi mano. Supuse que
realmente debería haber pasado por este edificio con más frecuencia. La mitad de la
gente ni siquiera sabía quién era yo.
—Hola, Carol. Soy Grant Lexington, el presidente de Lexington Industries,
propietario de esta estación. Trabajo en nuestras otras oficinas al otro lado de la calle.
Bickman ya no está con la compañía. Sin embargo, no te preocupes por tu trabajo. Está
seguro.
—De acuerdo…
—¿Quién cubre a Bickman cuando está de vacaciones?
—Mmm… bueno, Ireland solía hacerlo.
Excelente.
—Bien, ¿quién es la persona más importante además de Ireland?
—Creo que ese sería Mike Charles.
—¿Y dónde se sienta?
Carol señaló a una oficina.
—Gracias.
Hablé con Mike Charles y lo puse a cargo, y luego vi cómo seguridad escoltaba a
un nervioso Bickman fuera del edificio. Cuando terminé, volví a cruzar la calle.
Millie se puso de pie cuando entré y me siguió a mi oficina, leyéndome una lista
de llamadas que había perdido y alguna otra mierda que me entraba por un oído y salía
por el otro. Me quité la chaqueta y me arremangué las mangas de la camisa.
—¿Puedes enviarle un correo electrónico a mi hermana para hacerle saber que
despedí a Harold Bickman en Broadcast Media? Mike Charles va a llevar las riendas
mientras las cosas se arreglan por allá.
—Eh... claro. Aunque la última vez que contrató a alguien para la división de Kate,
no le agradó. Probablemente estará en su oficina dentro de diez minutos una vez que la
llame.
Me senté y respiré hondo.
—Buen punto. Se lo diré yo mismo. Pregúntale a Kate si puede venir a mi oficina
para hablar.
Millie me miró por encima de su libreta.
—Probablemente le gustaría si fuera a la de ella para variar...
Millie tenía razón. Mi hermana definitivamente se quejaba de que siempre tenía
que venir a mí.
—Buen punto. Dile que iré a hablar con ella en diez minutos.
—¿Hay algo más?
—¿Puedes también enviar un mensajero con una carta de disculpa a Ireland Saint
James? Dile que he revisado las circunstancias que rodearon su despido y que vuelva a
trabajar el lunes.
Millie garabateó en su cuaderno.
—De acuerdo. Enseguida me encargo.
—Gracias.
Cuando llegó a la puerta, pensé en otra cosa.
—¿Puedes agregar una docena de rosas para acompañar la carta de la señorita
Saint James?
Las cejas de Millie se juntaron, pero rara vez cuestionaba mi juicio, y ya había
comentado sobre cómo iba a reaccionar mi hermana. Así que garabateó más en su
cuaderno y simplemente dijo:
—Lo haré.
A la tarde siguiente, Millie entró a mi oficina con una caja de flores. Parecía
nerviosa. Mi nombre estaba garabateado en la parte superior de la caja con marcador
rojo.
—Esto llegó para usted con un mensajero hace un momento.
Abrí la larga caja blanca y desenvolví el papel de seda. Dentro había una docena
de rosas, pero todas las cabezas habían sido cortadas de los tallos. Un pedazo de papel
doblado yacía en la parte superior. Lo recogí y lo abrí.

Guarda las flores. Necesitaré un gran aumento si me quieres de vuelta.


-Ireland

Me reí en voz alta. Millie me miró como si estuviera loco.


—¿Puedes llamar a la señorita Saint James? Dile que no negocio a través de
mensajeros. Organiza una reunión de almuerzo para hoy en La Piazza a la una en punto.

Miré mi reloj. Si fuera alguien más, ya habría salido por la puerta. Sin embargo,
quince minutos después de mi almuerzo programado, todavía estaba sentado a la mesa
solo, bebiendo un vaso de agua, cuando entró Ireland Saint James. Miró alrededor del
restaurante y la anfitriona señaló dónde estaba sentado.
Mientras se dirigía hacia mí, sonrió. Me tomó por sorpresa cuando mi corazón
comenzó a latir más rápido. A diferencia de ayer y de cómo se veía en los clips que había
visto, hoy su cabello estaba recogido en una coleta impecable. Mostraba sus pómulos
altos y sus labios carnosos, centrando la atención solo en su rostro. Algunas mujeres
necesitaban escaparates en forma de cabello y maquillaje, pero Ireland era aún más
hermosa sin esa mierda. Llevaba una camisa de seda azul real y unos pantalones negros.
El atuendo era bastante conservador, pero aun así logró atraer la atención de todos los
hombres y mujeres mientras cruzaba el comedor.
Me puse de pie y traté de no dejarla ver cuánto me afectaba su apariencia.
—Llegas tarde.
—Lo siento. Salí temprano, pero cuando llegué a mi auto, mi neumático estaba
desinflado. Tuve que agarrar un Uber.
Extendí mi mano.
—Por favor, siéntate.
Ireland tomó asiento y el camarero se acercó.
—¿Puedo traerle algo de beber?
Miré a Ireland. Sonrió y desdobló su servilleta.
—Por lo general, no bebo durante el día, pero como estoy desempleada, no
conduzco y él está pagando, tomaré un vaso de merlot, por favor.
Traté de contener mi sonrisa.
—Para mí un agua con gas. —Eché un vistazo a Ireland—. Ya que soy el asalariado.
El camarero desapareció y Ireland cruzó las manos sobre la mesa. Por lo general,
la gente me dejaba dirigir la conversación, pero esta mujer no era normal.
—Entonces —dijo—. Hablé con mi abogado, y dice que tengo un caso contra tu
empresa por acoso, incumplimiento de contrato y angustia emocional.
Me recosté en mi silla.
—¿Tu abogado? ¿Y quién podría ser?
—Se llama Scott Marcum.
Conocía el nombre de su investigación de antecedentes hace unos años. Había sido
su novio en ese momento. Me preguntaba si todavía estaban juntos.
—Ya veo. Bueno, vine a ofrecerte tu trabajo, con una disculpa y quizás un pequeño
aumento. Pero si prefieres consultar a nuestros abogados, también está bien. —
Comencé a levantarme de mi silla, dejando en evidencia su fanfarronada.
Cayó con eso.
—En realidad, prefiero no tratar con abogados. Solo te estaba haciendo saber lo
que dijo el mío.
Me crucé de brazos.
—¿Dejarme saber para poder usarlo como ventaja contra mí?
Se cruzó de brazos, imitando mi postura.
—¿Vas a sentarte para que podamos tener una conversación o vas a pisotear como
un niño?
La mujer tenía bolas gigantes; tenía que darle eso. Si supiera cuánto me hacía su
actitud querer echar un vistazo entre sus piernas y buscar algo. Nos miramos el uno al
otro durante sesenta segundos completos, y luego cedí y me senté.
—Muy bien, señorita Saint James. Pongamos nuestras cartas sobre la mesa. ¿Qué
es lo que quieres?
—Escuché que despediste a Bickman. ¿Es verdad?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque no me gustan los métodos que usó para monitorear a sus empleados.
—Bueno. A mí tampoco. Además, es un imbécil.
Mi labio se torció.
—Sí, eso también.
—¿Me seguiste a la cafetería?
—No. Y para que conste, no sigo a las mujeres ni a mis empleados. Por casualidad
entré para tomar una taza de café. Mi teléfono había sonado en el auto, y la conexión
era mala y cortó la llamada. Necesitaba redactar un mensaje para la persona que
llamaba para que no se preocupara.
—¿Por qué no me dijiste quién eras cuando te diste cuenta de quién era yo?
—Ya te respondí esa pregunta el otro día. Fue una coincidencia que me sentara a
tu mesa. Y luego, cuando me di cuenta... me intrigó lo que podrías decir.
El camarero trajo su vino y mi agua, y Ireland alternó entre mirarlo y mirarme.
—Necesitaremos unos minutos —dije—. Todavía no hemos mirado los menús.
Los ojos de Ireland volvieron a mirarme cuando desapareció el camarero. Parecía
estar reflexionando sobre algo.
—¿Alguna otra pregunta?
Asintió.
—¿Quién estaba al teléfono?
—¿Perdón?
—Dijiste que estabas hablando por teléfono mientras conducías, que se cortó la
llamada y que no querías que la persona se preocupara.
Tomé un sorbo de agua.
—Mi abuela, no es que sea asunto tuyo. ¿Hemos terminado con el interrogatorio
ahora? Porque estaba considerando dejar atrás los correos electrónicos borrachos que
me enviaste. Pero si deseas repetir cada última interacción que hemos tenido, también
podemos discutirlos.
Me miró y bebió un poco de su vino.
—Quiero un aumento del veinte por ciento y que consideres a Madeline Newton
para el puesto de Bickman.
Interesante. Me rasqué la barbilla.
—Una cosa a la vez. Te daré el diez por ciento.
—Quince.
—Doce y medio.
Sonrió.
—Diecisiete.
Me reí.
—No es así como funciona. Una vez que se baja en una negociación, no puedes
volver a subir si no te gusta cómo van las cosas.
Frunció el ceño.
—¿Quién lo dice?
Negué.
—Te diré qué. Te daré el quince, pero para eso, también tendrás que firmar un
formulario de liberación, renunciando a tu derecho a cualquier demanda potencial por
cualquier cosa que Bickman haya hecho durante su mandato.
Lo pensó.
—De acuerdo. Eso es justo. Si soy honesta, no te iba a demandar de todos modos.
Creo que nuestra sociedad es lo suficientemente litigiosa. Además, no me gusta tratar
con abogados.
—¿Qué hay de Scott Marcum?
—Especialmente Scott Marcum.
Bueno saberlo.
—Entonces, ¿tenemos un trato?
—Siempre y cuando consideres a Madeline Newton para el puesto de Bickman. Es
la mejor persona para el trabajo y ha sido ignorada dos veces.
—Si lo solicita, me aseguraré de que se le tenga debidamente en cuenta.
—Gracias. —Extendió la mano—. Entonces supongo que tenemos un trato.
No debería haber notado cuán pequeñas y suaves eran sus manos, que su piel se
sentía como la seda, pero lo hice.
Me aclaré la garganta después de que estrecháramos manos.
—Le haré saber a Mike Charles que recuperarás las riendas de inmediato. Tengo
que admitir que me sorprende que no intentes ocupar el puesto de Bickman.
Negó.
—No estoy lista para eso. Pero Madeline hará un gran trabajo. A diferencia de
Bickman, es inteligente y justa, y la gente respeta lo que dice. Bueno, para ser justos,
Bickman también era inteligente. Simplemente no cuando se trataba de mujeres.
Esta mujer seguía sorprendiéndome.
—¿Creías que Bickman era inteligente?
Asintió.
—Lo era. Todo lo demás era horrible.
—¿Cómo lograron coexistir durante tanto tiempo si era tan malo?
—Era grosero y degradante, y disfrutaba las pequeñas cosas que hacía que lo
volvían loco. Fingí que equilibraba las cosas.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pequeñas cosas?
Sonrió.
—Bueno, tenía ciertas aversiones. Por ejemplo, no podía soportar cuando alguien
daba golpecitos con el pie. Eso lo hacía ponerse rojo como un tomate mientras
explotaba al respecto.
—Bueno…
—Así que daba golpecitos el pie y observaba el pulso de la vena en su cuello
cuando me hacía enojar.
Mis cejas se alzaron.
—También mencionó una vez que odiaba cuando las personas usaban demasiado
perfume o colonia. Así que mantenía un bote en el cajón de mi escritorio para esos
momentos en que lo veía comiéndose con los ojos el culo de una mujer. Me bañaba de
perfume antes de ir a su oficina y fingir que necesitaba ayuda con una historia.
—Creativo —dije.
—Eso pensé.
Ireland Saint James tenía un lado malvado, eso era seguro. Probablemente no
debería haberlo hecho, pero me pareció bastante sexy.
El camarero regresó para tomar nuestro pedido, pero aún no habíamos revisado
el menú.
—¿Han decidido ya?
Ireland le entregó su menú al camarero.
—En realidad, no me quedaré a almorzar. Así que es solo el señor Lexington.
—Está bien. —El camarero asintió y luego se volvió hacia mí—. ¿Para usted,
señor?
—Necesito unos minutos más.
Después de que el camarero se fuera, levanté una ceja.
—¿Sin hambre?
—Siempre estoy hambrienta. Pero necesito cambiar el neumático pinchado por
de repuesto para poder conducir el auto hasta la tienda de neumáticos. Mi compañera
de cuarto tiene que trabajar a las tres y me va a llevar a casa para que no tenga que
esperar allí. La última vez tomó horas, y ahora que he vuelto a trabajar... tengo un
montón de trabajo con el que ponerme al día.
Asentí.
—¿Tienes AAA2? —No estaba seguro de por qué demonios había preguntado. ¿Iba
a ir y enrollarme las mangas de mi camisa hecha a medida y cambiar el neumático por
ella si no lo hacía?
—No. Pero sé cómo cambiarlo. Lo he hecho antes. —Se rió—. Una vez fui a una
cita con un tipo que tuvo un pinchazo mientras me llevaba a casa. Nunca había
cambiado un neumático, así que lo cambié por él.
Sonreí.
—Apuesto a que no consiguió una segunda cita.
Terminó su vino.
—Definitivamente no.
Mi mente evocó un rápido destello de Ireland cambiando un neumático. Solo que
no estaba cambiando la llanta de un chico mientras estaba vestida para una cita. Llevaba
unos pantalones vaqueros cortos al estilo Daisy Dukes, una camisa atada con un nudo
que dejaba ver una gran cantidad de piel bronceada, su cabello estaba en coletas y tenía
una mancha de grasa en la mejilla. La grasa era jodidamente excitante.
Sacudí la cabeza y me aclaré la garganta.
—Informaré a todos de que vas a volver al trabajo.
Ireland se puso de pie e hice lo mismo. Extendió su mano.
—Gracias por involucrarte. Obviamente, no tenías que hacerlo. Especialmente
después de los horribles correos electrónicos que envié.
Asentí y estreché su mano.
—Creo que todo salió como debería.
Recogió su bolso y comenzó a alejarse, luego se volvió.
—Oh... y te di mi número para el almuerzo. Obviamente, esto significa que no
puedo salir contigo.
—Por supuesto. —Sonreí—. Resulta que no eres mi tipo de todos modos.
Ireland entrecerró los ojos.
—¿Y cuál es exactamente tu tipo?
—Las que no son un dolor en el culo. Que tenga un buen día, señorita Richardson.

2 AAA: siglas para American Automobile Association, asociación automovilística americana.


Ireland
areces una loca, sabes. —Mia miró el sombrero en mi cabeza.
Era totalmente desigual y tenía dos puntos extraños que
sobresalían. Emitía un poco la sensación de bufón sin hogar.
Sin mencionar que hoy harían unos dieciocho grados. Pero
lo usaba en mi viaje al trabajo todos los días de todos modos.
—Estás celosa porque tía Opal no teje para ti.
—Amo a Opal. Pero, sí... no estoy celosa de que tu tía, casi ciega, me haya dejado
fuera de su lista de regalos de Navidad.
Abrí la puerta del pasajero y agarré mi bolso.
—Gracias por levantarte y llevarme a esta hora impía. No quería llamar a un Uber
y arriesgarme a llegar tarde al trabajo en mi primer día de regreso. Te debo una.
—Me debes mil. Solo lo agregaré a tu lista.
Sonreí.
—Gracias.
—¿A qué hora debo recogerte?
—No tienes que hacerlo. Conseguiré que alguien me lleve o tomaré un Uber a la
tienda de neumáticos para recoger mi auto. Te veré en casa más tarde. —La tienda de
neumáticos me llamó para decirme que también necesitaba desesperadamente frenos
y una alineación. Así que mi pinchazo se había convertido en dos días sin auto.
—¿Estás segura? Tengo cobertura en el spa hoy. De hecho, no tengo ni idea de qué
hacer conmigo misma, ya que Christian me convenció para que no hiciera tratamientos
y solo administrara el lugar ahora. Puedo recogerte. Incluso podemos almorzar juntas.
Mejor aún, te llevaré al salón y recibiremos un masaje para parejas. ¡Yo invito!
Mia era propietaria de un exitoso spa médico, del tipo que hacía tratamientos
faciales, inyecciones de Botox, masajes y tratamientos con láser. Su prometido estaba
tratando de enseñarle a ser gerente en lugar de ser una abeja obrera, para que pudiera
prepararse para abrir una segunda ubicación.
—Me encantaría. Pero voy a tener que trabajar hasta tarde para ponerme al día.
¿Quizás podamos cenar algo cuando llegue a casa?
Arrugó la nariz.
—No puedo. Le prometí a Christian que le haría su cena favorita: tortellini a la
Mia.
—¿Qué es eso?
—Tortellini en salsa de crema. Le encanta la salsa, así que lo dejo pintarme con
ella cuando termina.
—Demasiada información, amiga. —Me reí—. Demasiada información. ¿Pero
pensé que no volvería a casa hasta mañana?
—Cambió su vuelo. —Sonrió como una novia a tres semanas del día de su boda—
. Dijo que me extrañaba demasiado para quedarse otra noche después de su última
reunión. Así que va a tomar el último vuelo a casa. Probablemente me quedaré allí esta
noche.
Abrí la boca y señalé dentro con el dedo, haciendo un ruido de náuseas. Pero la
verdad era que envidiaba su relación con su prometido. No creería que la mayoría de
los hombres llegaran temprano a casa solo para ver a su novia de tres años, pero
Christian estaba tan loco por Mia ahora como cuando se conocieron por primera vez.
Salí del auto y sostuve la puerta.
Mia movió su dedo hacia mí.
—Ahora sé una buena chica mientras estás sola esta noche, y no envíes correos
electrónicos a ningún presidente para decirles lo que piensas de ellos.
Nunca iba a superar esto.
—Tengo trabajo de nuevo, ¿no?
Negó.
—No tengo ni idea de cómo eso funcionó.
Sí. Yo tampoco.

—Gran programa hoy, Ireland.


—Gracias, Mike.
Mi primer día de regreso en el aire en dos semanas se sintió bien, y mi adrenalina
ya estaba bombeando por comenzar el programa de mañana. Tenía un renovado
sentido de orgullo en mi trabajo.
Siren asomó la cabeza por mi oficina. Parecía nerviosa.
—Oye. Así que, quería aclarar las cosas. Espero que sepas que no tuve nada que
ver con que Bickman me diera tu trabajo. Me sorprendió cuando vino a decirme que me
estaba promoviendo.
Podría haber fingido que creía en su mierda y volver a que ambas fingiéramos
ignorancia, pero era joven y necesitaba que alguien la corrigiera.
—Entra, Siren. Cierra la puerta detrás de ti.
Lo hizo, pero se paró justo frente a la puerta.
Hice un gesto hacia las sillas al otro lado de mi escritorio.
—Por favor, toma asiento.
La pobre parecía pálida. Había jugado con Bickman, y estoy segura de que estaba
encantada cuando él le entregó mi trabajo en bandeja de plata. Pero la conclusión era
que había abusado de su posición, y en realidad, ella no había hecho nada malo... excepto
tal vez romper el código de chicas.
Suspiré.
—La mayoría de la gente piensa que una mujer hermosa no tiene que trabajar
tanto para conseguir lo que quiere. Y eso podría ser cierto cuando estás en un bar
tratando de conseguir una bebida, o cuando estás en Home Depot tratando de encontrar
a alguien que te ayude en el pasillo de la plomería. Pero no es cierto en el lugar de
trabajo. Una mujer hermosa a menudo tiene que trabajar el doble de duro para ser vista
por quién es aquí. Porque, desafortunadamente, todavía hay hombres por ahí que no
pueden ver más allá de la belleza. Creo que algún día serás una gran reportera. Pero
todavía no estás allí. Yo tampoco lo estaba a tu edad. Y cuando juegas con hombres como
Bickman, y tomas una posición que no te has ganado, te devalúas a ti misma y a todas
las mujeres. Necesitamos mantenernos unidas, no usar la belleza como un arma contra
las otras
Siren miró su regazo durante mucho tiempo. Cuando levantó la vista, tenía
lágrimas en los ojos y asintió.
—Tienes razón. No me sentí bien cuando me dio el trabajo. Sentí que no me lo
había ganado... porque no lo había hecho.
—No voy a fingir que soy totalmente inocente. Ya sabes que la sala de correo no
enviará nada que reciban después de las tres en punto hasta el día siguiente. Lancé mi
parte de sonrisas y batí mis malditas pestañas hacia George para enviar cosas a las
cuatro y media. Pero ten cuidado con los hombres en posiciones de poder que te dan
algo que no ganaste: van a esperar que te lo ganes después del hecho, de una manera
que no te gustará.
—Gracias, Ireland.
—En cualquier momento.
Una hora después, sonó el teléfono de mi escritorio, y el nombre en el identificador
de llamadas me sorprendió. Hablando de hombres en el poder... Grant Lexington
apareció en la pantalla. Cerré mi laptop y me recosté en mi silla mientras levantaba el
teléfono.
—¿A qué debo este placer?
—Estaba llamando para ver cómo iban las cosas, que te acomodaste bien. —Su
voz profunda era aún más ronca en el teléfono que en persona. A pesar de la conferencia
que le había dado a Siren antes, aquí estaba pensando Hmmm… me gustaría escuchar
esa voz a altas horas de la noche cuando mis manos están debajo de las sábanas.
Reprimí ese pensamiento y, en cambio, seguí siendo difícil.
—¿Has llamado a otros empleados que no trabajan directamente para ti hoy?
—Solo los que me enviaron correos electrónicos borrachos y de todos modos les
devolví estúpidamente sus trabajos.
Sonreí.
—Touché.
—¿Cómo van las cosas?
—Bien. Nadie parece demasiado decepcionado de que Bickman se haya ido, y el
programa salió sin problemas esta mañana.
—Fue un buen programa.
—¿Lo viste?
—Así es.
—¿Siempre ves las noticias de las seis en punto?
—No normalmente, no.
—Así que lo viste hoy por…
La línea quedó en silencio; él no iba a llenar el espacio en blanco por mí. Mmm
interesante. Podría haber dicho fácilmente que lo vio para asegurarse de que todo
saliera bien. O que lo vio porque es el maldito jefe y le dio la gana. Pero su falta de razón
me hizo pensar que lo había visto solo por mí, y no por razones profesionales.
O tal vez estaba leyendo demasiado entre líneas y eso es lo que quería pensar.
—En fin… —dijo—. También estaba llamando para invitarte a formar parte de un
nuevo comité que estoy presidiendo.
—¿Oh? ¿Qué tipo de comité?
Se aclaró la garganta.
—Es... uh... para mejorar el lugar de trabajo para las mujeres.
—¿Estás presidiendo una iniciativa de mujeres en el lugar de trabajo?
—Sí. ¿Por qué te sorprende eso?
—Mmmm… porque no eres mujer.
—Esa es una declaración bastante sexista. ¿Estás diciendo que un hombre no
puede involucrarse en algo para fomentar un mejor ambiente de trabajo para las
mujeres?
—No, pero…
—Si estás demasiado ocupada...
—No, no, no. De ningún modo. Me encantaría ser parte de eso. ¿Qué puedo hacer?
¿Cuándo se reúne el comité?
—Mi asistente se pondrá en contacto contigo con los detalles.
—Oh. Bueno. Eso suena genial. Gracias por pensar en mí.
—Sí. Bien. Bueno, entonces... adiós, Ireland.
Colgó abruptamente. Pero mejor así, porque me gustaba demasiado hablar con él.
Grant
illie! —grité sin levantarme de mi escritorio.
Mi asistente entró corriendo a la oficina.
—¿Sí, señor Lexington?
—Necesito comenzar un nuevo comité.
Sus cejas se fruncieron. Evitaba los comités como la peste, y aquí estaba diciéndole
que quería comenzar uno.
—Está bien… ¿qué tipo de comité, y quién participará?
Negué y gruñí la respuesta.
—El enfoque del grupo es mejorar el lugar de trabajo para las mujeres.
Las cejas de Millie se alzaron.
Sí. Lo sé. Estoy jodidamente sorprendido también.
—Está bien… —dijo vacilante, como si estuviera esperando el chiste—. ¿Tiene
miembros del comité ya seleccionados?
Agité mi mano.
—Consigue un montón de mujeres. No me importa quiénes son. Y tal vez mi
hermana Kate. Le encanta tener reuniones.
—¿No le importa quiénes son las mujeres del comité?
—No. —Tomé un montón de papeles y los mezclé, tratando de hacerlo casual—.
Tal vez invita a Ireland Saint James a ser parte de él.
—¿Ireland? ¿La mujer que le envió las flores decapitadas?
Bueno, cuando lo decía así, sonaba un poco loco crear un comité de la nada e
invitar a alguien que cortó las cabezas de las flores caras que le envié y se fue de nuestra
cita para almorzar antes de que incluso hubiéramos ordenado.
Suspiré.
—Sí, ella.
—Cuando le gustaría…
—Pronto.
—¿Tiene una agenda en mente para la primera reunión de este comité?
—Mierda de mujeres. No lo sé. Debes saberlo mejor que yo. Prepara algo.
Millie parecía estar a segundos de acercarse y sentir mi frente para ver si tenía
fiebre.
Tal vez eso es lo que era. ¿Tal vez estaba enfermo en lugar de loco? Era mejor que
sea uno u otro. Me pasé una mano por el cabello. ¿Un comité sobre iniciativas de
mujeres? Quería ser parte de eso casi tanto como quería que alguien agarrara mis
pelotas en su puño y las retorciera. Sin embargo, aquí estaba, aparentemente al frente
del grupo.
¿Qué mierda?
Ireland Saint James. Esa es la mierda. En toda mi vida, nunca tuve que salir de mi
camino para hablar con una mujer, sin embargo, esta mujer me hizo llamarla para ver
cómo estaba su día y luego inventar un jodido comité cuando me preguntó el motivo de
mi llamada. Estrés, demasiado trabajo: no estaba completamente fuera del ámbito de la
posibilidad de que pudiera estar sufriendo un colapso.
Mientras debatía un viaje rápido a un terapeuta, mi asistente todavía estaba de
pie en mi oficina, mirándome como si tuviera dos cabezas. Tomé un archivo y la miré
fijamente.
—¿Necesitas algo más de mí para comenzar?
—Mmm… no, no lo creo.
—Bien. Entonces, eso será todo.
Millie se detuvo en mi puerta y se volvió.
—Llegó el correo. ¿Le gustaría la carta de hoy…?
—Tírala —espeté.
—Me pondré en ello. Y no se olvide de la sesión de fotos de esta noche.
La mirada confusa en mi rostro le dijo que no tenía ni puta idea de lo que estaba
hablando, así que completó los espacios en blanco.
—Tiene una entrevista y una sesión de fotos para la revista Today’s Entrepreneur.
Fue programada hace unos meses y está en su calendario.
Mierda. Sesiones fotográficas y entrevistas estaban a la altura de los comités sobre
mujeres en el lugar de trabajo, de mi lista de basura de la que no tenía ningún interés
en formar parte.
—¿A qué hora?
—Cuatro y media. En Leilani.
Miré mi reloj. Genial. Tenía una hora para terminar seis horas de trabajo.

Media docena de personas ya estaban sentadas en el muelle frente a Leilani


cuando estacioné en el puerto. Eran las cuatro y media, justo en punto. Debían haber
llegado temprano.
Una mujer pelirroja de aspecto familiar sonrió cuando me acerqué.
—Señor Lexington. Amanda Cadet. —Extendió su mano hacia mí—. Qué bueno
verlo de nuevo.
De nuevo. Bueno, eso explicaba por qué parecía familiar. Aunque no tenía ni idea
de dónde nos habíamos conocido. Probablemente algún evento de la industria.
—Igualmente. Por favor, llámame Grant.
—Está bien. Y, por favor, llámame Amanda.
Miré a mi alrededor a un montón de equipos.
—¿Se van a mudar?
Se rió.
—Trajimos muchos equipos de cámara y video, porque no estábamos seguros de
la configuración. Para estar seguros, incluso empacamos algunos accesorios y algunos
fondos de lienzo. Aunque obviamente podemos volver a poner todo eso en el camión.
—Se volvió para mirar mi barco—. Este velero es impresionante, y el paisaje es mejor
que cualquier plató de cine.
—Gracias. Era de mi abuelo. Primer velero que construyó en 1965.
—Bueno, podrías haberme dicho que era completamente nuevo.
Asentí hacia Leilani May.
—¿Por qué no te muestro los alrededores y puedes decidir dónde se instalará tu
equipo?
Le di a Amanda un recorrido rápido. El queche de veinte metros era una belleza
para los ojos, incluso para los no navegantes. Casco azul marino, madera de teca con
acabado satinado, tapicería color crema, cocina de acero inoxidable, un camarote del
propietario más lujoso que la mayoría de apartamentos, y tres cabinas de invitados lo
hacían parecer más un anuncio de Vineyard Vines que un velero de sesenta años.
—Entonces… ¿qué te parece? ¿Dónde deberíamos hacer esto?
—Honestamente, cualquier lugar sería un gran espacio de rodaje. El bote es
hermoso. —Se llevó una uña pintada al labio inferior, llamando mi atención—. Y el tema
es perfecto. Esta portada va a sacar grandes números.
Amanda Cadet era atractiva, y ella lo sabía. También sabía cómo usarlo para
obtener lo que quería. Aunque lo que pensara que estaba consiguiendo de mí, una
historia con alguna revelación importante o mi boca entre sus piernas, no lo obtendría.
Porque los negocios y el placer no se mezclan. Casi me reí de ese pensamiento después
de la forma en que había estado actuando con la señorita Tetas de Aruba.
Le tendí la mano para indicarle que primero debía salir de la cabina.
—¿Por qué no salimos a la cubierta trasera y nos instalamos en el lado izquierdo
con el puerto al fondo?
—Eso suena perfecto.
Posé para fotos durante la mayor parte de una hora, odiando cada momento, pero
manteniendo mi desprecio para mí mismo. Cuando tuvieron suficientes tomas para
enlucir las paredes de mi oficina, Amanda les dijo a todos que empacaran.
—¿Quieres que filme la entrevista? —preguntó su camarógrafo.
La pieza que estaba armando era para imprimir, pero no era raro grabar una
sesión para que el reportero pudiera revisarla más tarde y escuchar las cosas que se
habían perdido en sus notas.
Los ojos de Amanda me recorrieron.
—No, está bien. Creo que estoy bien encargándome de esto por mi cuenta.
Después que el equipo se fue, nos sentamos solos en la cubierta trasera.
—Entonces, ¿con qué frecuencia vienes aquí para navegar? Mi hermano es
cirujano ortopédico con un Carver de quince metros en la bahía de San Diego. Creo que
lo usó dos veces el año pasado.
La respuesta veraz a esa pregunta era cada maldito día. Pero prefería mantener
mi vida privada en privado. El hecho de que viviera en el Leilani May no era asunto suyo,
y definitivamente no era algo que pretendiera compartir con sus lectores.
Asentí como si pudiera relacionarme con su hermano.
—No con la suficiente frecuencia.
—Me encanta que todavía tengas el primer barco de tu abuelo. Creo que las cosas
que un hombre conserva dicen mucho sobre él.
Si ella supiera la mitad de eso.
—Este barco construyó la compañía de mi familia.
—¿Cómo es eso?
—Este fue su primer modelo, y lo usaron para tomar los pedidos iniciales de
Lexington Craft Yachts. Treinta años más tarde, Lexington Craft se hizo pública, y mi
familia utilizó las ganancias para expandirse a diferentes negocios relacionados con el
entretenimiento. Mi padre había comenzado una revista deportiva y mi abuelo compró
algunas publicaciones más. Con el tiempo, eso llevó a comprar una estación de noticias
y una cadena de salas de cine. Así que, sin este barco, no estarías interesada en
entrevistarme hoy.
Hizo alarde de una sonrisa coqueta.
—Algo me dice que me interesaría entrevistarte tanto si fueras el director
ejecutivo de una de las cien compañías en crecimiento más importantes de Estados
Unidos o si tu trabajo consistiera en limpiar este barco.
—No soy tan interesante.
—Humilde también, ¿eh? Me gusta. —Me guiñó un ojo—. Cuéntame sobre la
fundación de tu familia. Tu madre la comenzó, ¿correcto?
—Eso es correcto. Se llama Pia's Place. Mi madre ingresó en el sistema de cuidado
de crianza debido a abusos cuando tenía cinco años. Se mudaba mucho, por lo que le
resultaba difícil mantener al mismo terapeuta durante demasiado tiempo. Tenía un
consejero diferente cada año en los servicios de protección infantil, porque esas
personas están mal pagadas y trabajan demasiado, por lo que suelen cambiar todo el
tiempo. Siempre se sintió diferente a los otros niños en la escuela, la mayoría de los
cuales no sabían qué era el cuidado de crianza. Entonces fue difícil conectar con alguien
que entendiera por lo que estaba pasando. Pia’s Place es como un programa de hermano
mayor para niños de crianza, excepto que todos los hermanos y hermanas mayores son
ex niños del sistema de acogida, por lo que realmente pueden conectar con los niños a
los que están asignados. La fundación capacita a los voluntarios y cubre el costo de
todas sus salidas, comidas y entretenimiento cuando pasan tiempo con su hermana o
hermano. También paga una parte de los préstamos estudiantiles que tienen los
voluntarios o los ayuda a pagar la educación universitaria.
—Eso es asombroso.
Era increíble, y eso es porque mi madre era una persona muy especial. Pero toda
esta mierda estaba fácilmente disponible en línea. Entonces, si esto era nuevo para
Amanda, no había hecho su tarea.
Sonreí.
—Mi madre nunca olvidó de dónde venía.
—Y tus dos hermanas y tú fueron adoptados del sistema de acogida, ¿verdad?
Asentí. Más mierda que cualquiera con acceso a Google podría encontrar en dos
minutos.
—Así es. Mis padres se convirtieron en padres adoptivos cuando yo tenía cinco
años. Primero fui yo, y luego mi hermana Kate, luego Jillian. Todos éramos
originalmente de hogares de acogida. Mi madre continuó acogiendo niños hasta que se
enfermó.
—Lamento tu pérdida.
—Gracias.
—¿Y tienes un hermano pequeño? Quiero decir, en el programa. Sé que no tienes
uno real.
—Así es. Tiene once años y se cree de veinte. Mis hermanas también tienen
hermanos.
Sonrió.
—¿Cómo se llama?
Finalmente, una pregunta inquisitiva. Aunque no iba a darle el nombre de Leo. Las
relaciones entre un hermano mayor y un hermano menor eran privadas, especialmente
la enredada de Leo y yo.
—Prefiero no divulgar nada sobre los niños que son parte del programa.
—Oh. Seguro. Sí. Entiendo. Son menores de edad. No estaba pensando.
Durante la siguiente media hora, hablamos sobre más cosas que se incluirían en
el artículo que escribiría: quién dirige qué en Lexington Industries, qué tan bien está la
compañía y la dirección en la que me gustaría tomar las cosas en los próximos años.
Luego intentó hacer algunas preguntas personales.
—¿Estás soltero?
Asentí.
—Así es.
—¿No hay alguien especial para navegar el fin de semana en este hermoso barco?
—No en este momento.
Inclinó la cabeza.
—Es una pena.
Mi teléfono comenzó a zumbar. Bajé la mirada.
—Es de la oficina. Por favor, discúlpame por un momento.
—Por supuesto.
Respondí, sabiendo perfectamente quién estaría en la línea, y me alejé unos pasos
de Amanda.
—Hola, señor Lexington. Soy Millie, y estoy a punto de salir por el día. Son casi las
seis en punto. Quería que lo llamara y le avisara cuando fueran las seis.
—Sí, eso es genial. Gracias.
Mantuve el teléfono cerca de mi oreja por un minuto después que mi asistente
colgó, y luego me volví hacia mi entrevistadora.
—Lo siento. Tengo una llamada al extranjero que tendré que atender en unos
minutos. ¿Crees que podemos terminar?
—Oh. Por supuesto. No hay problema. —Se puso de pie—. Creo que tengo todo lo
que necesito por ahora de todos modos.
Será un artículo aburrido.
—Genial. Gracias.
Amanda empacó su bloc de notas y sacó una tarjeta de visita de su bolso. Al
escribir algo en la parte posterior, me lo extendió con una inclinación de cabeza.
—Escribí el número de mi casa en la tarjeta. —Sonrió—. Me encanta navegar.
Le devolví la sonrisa como si me sintiera halagado.
—Lo tendré en cuenta la próxima vez que salga. —Lo que probablemente no
ocurrirá pronto… considerando que el barco no se ha movido del muelle en casi una
década.
Ofreciéndole una mano, ayudé a Amanda a llegar al muelle.
Levantó la correa de su bolso sobre su hombro y miró el nombre pintado en oro
en la parte posterior del casco azul marino.
—Leilani May —dijo—. ¿De quién viene el nombre del barco?
Le guiñé un ojo.
—Lo siento. La entrevista ha terminado.
Grant
Hace quince años…

o podía dejar de mirar.


La nieve estaba cayendo bastante fuerte, y la nueva chica estaba
parada al frente con la boca abierta, la lengua afuera y sin zapatos
mientras giraba con los ojos cerrados. Se rió cuando atrapó los copos
de nieve en su boca.
Lily.
Lirios. Necesitaba conseguir algunas de esas flores para ver a qué olían. No es que
fuera lo suficientemente tonto para pensar que Lily realmente olería como un lirio, pero
de alguna manera sabía que el olor sería el mejor.
Tenía un dolor punzante en el pecho mientras miraba desde la ventana. La razón
lógica era el queso a la parrilla y la sopa de tomate que mamá había preparado para
almorzar antes. Pero sabía que no era así. Incluso a los catorce años, sabía cómo se
sentía el amor. Bueno, no lo había sabido hasta hace una hora cuando sonó el timbre.
Sin embargo, ahora estaba absolutamente seguro de ello.
Lily.
Lily.
La Lily de Grant.
Incluso suena bien, ¿no?
Grant y Lily.
Lily y Grant.
Si tenemos hijos, tal vez también tendrán nombres de flores: Violet, Poppy, Ivy 3.
Espera. Ivy no es una flor. Es una maldita hierba. ¿Creo?

3 Violeta, amapola, hiedra, en el mismo orden.


Lo que sea.
No es importante.
Me incliné más cerca de la ventana en la oficina de mi padre, y mi cálido aliento
empañó la vista. Levantando una mano, la limpié con el puño de mi sudadera. El
movimiento llamó la atención de Lily abajo. Dejó de girar, se cubrió los ojos con las
manos para protegerlos de la nieve y me miró. Probablemente debería haberme
agachado para que no me viera, pero estaba congelado, completamente y totalmente
hipnotizado por esta chica.
Gritó algo que no podía escuchar con la ventana cerrada. Así que la desbloqueé y
la abrí.
Tuve que aclararme la garganta para pronunciar las palabras.
—¿Dijiste algo?
—Sí. Dije, ¿eres una especie de loco pervertido o algo así?
Mierda. Ahora piensa que soy raro. Primero, prácticamente salí corriendo de la
habitación cuando mi madre nos la presentó, y ahora me había sorprendido
observándola como una especie de acosador. Necesitaba actuar normal.
—No —grité—. Solo estoy mirando para ver si alguno de los dedos de tus pies se
volverá negro y se caerá de la congelación. ¿No viste El Día Después de Mañana?
Negó.
—Nunca he visto una película.
Mis ojos se ensancharon.
—¿Nunca has visto una película?
—No. Mi mamá no cree en la televisión o las películas. Piensa que la televisión nos
hace creer cosas estúpidas.
—Pero si hubieras visto El Día Después de Mañana, puede que tuvieras los zapatos
puestos.
Sonrió y mi. Corazón. Literalmente. Se. Detuvo. Se sintió como si hubiera dado un
rápido salto mortal en el momento en que mostró sus dientes blancos perlados. Me froté
el punto en el pecho, aunque no me dolió en absoluto.
Mirando de nuevo a Lily, grité:
—Oye, haz eso otra vez.
—¿Hacer qué?
—Sonreír.
Y ahí estaba: un latido omitido inconfundible dentro de mi pecho.
Lily se giró para mirar a su alrededor.
—¿Escuchaste eso?
—¿Escuchar qué?
—¿Suenan campanas?
Quizás ambos estábamos imaginando cosas.
—No. Ninguna campana.
Se encogió de hombros.
—Tal vez es Santa Claus. Escuché que la gente rica cree en él hasta que tienen
treinta años porque siguen recibiendo regalos cada año.
De repente, la luz del detector de movimiento exterior se encendió y escuché la
voz de mi madre.
—¿Lily? ¿Qué haces ahí? Entra antes de resfriarte.
—Sí, señora Lexington. Estaba mirando los copos de nieve. Nunca antes había
visto nieve en persona.
—Oh, cielos. Bien. Bueno, entra y vamos a vestirte adecuadamente. Kate tiene un
traje de nieve y botas que deberían quedarte… y un gorro.
Lily me miró y sonrió una vez más.
Mi corazón se apretó dentro de mi pecho. De nuevo.
Maldición… ¿quién sabía que el amor podía ser tan doloroso?

A la mañana siguiente, no pude encontrarla en ningún lado. Por lo general, mamá


hacía que los nuevos niños tomaran el autobús a la escuela conmigo en su primer día, y
luego los llevaba a la oficina donde ya los estaba registrando y hablando con el
consejero académico.
Vertí cereal en un tazón y saqué la leche del refrigerador, pero cuando volví a
colocar el recipiente, escuché un fuerte golpe proveniente de la puerta que conducía al
garaje. Tomé un bocado de Golden Grahams y fui a ver qué estaba pasando, llevando mi
tazón de cereal.
Al abrir la puerta, me detuve a medio masticar.
—¿Qué estás haciendo?
Las cejas de Lily se fruncieron. Parecía legítimamente confundida por mi
pregunta.
—Pintando. ¿Qué parece que estoy haciendo?
—Parece que te pintaste a ti misma.
Lily se paró frente a un caballete, sus brazos y piernas cubiertos con una docena
de diferentes colores de pintura. Llevaba una camiseta larga que le cubría el trasero,
pero apenas. Mis ojos se clavaron en sus piernas, que tenían menos pintura que la mitad
superior de ella, pero eran muy largas y suaves. Nunca antes había visto a una chica con
piernas tan largas. Tuve el impulso más fuerte de levantarla y ver si podía cruzar los
pies por los tobillos detrás de mi espalda.
No me di cuenta de cuánto tiempo había estado mirando hasta que volvió a hablar.
—Está goteando.
Mis ojos saltaron para encontrarse con los de ella.
—¿Eh?
Sonrió y asintió hacia mi tazón de cereal. Lo había estado sosteniendo torcido y la
leche goteaba sobre mis zapatos.
—Mierda. —Enderecé el cuenco.
Lily rió. Dios, esta chica era hermosa. Cabello largo y negro, piel bronceada de
forma natural en pleno invierno y los ojos marrones más grandes que jamás hubiera
visto. Y era alta, solo unos centímetros más baja que yo. Desde el verano del octavo
grado, cuando crecí diez centímetros en solo unos meses, la mayoría de las chicas no
me llegaban a los hombros. Pero Lily sí. Y se sentía bien que fuera alta, como si estuviera
destinada a destacar sobre todas las otras chicas.
Sacudí la cabeza y salí de ahí.
—¿Mi madre sabe que estás aquí pintando? El autobús llega como en quince
minutos.
Su pequeña nariz se arrugó.
—¿Autobús?
—Sí, ya sabes… la escuela. Son las siete en punto.
—¿Por la mañana?
Ahora estaba tan confundido como ella.
—Sí, la mañana. ¿Creías que todavía era de noche?
—Sí. Supongo que pinté toda la noche. Debo haber perdido la noción del tiempo.
—Se encogió de hombros—. Eso sucede a veces.
Me acerqué y miré el lienzo.
—¿Pintaste eso?
—Sí. No es tan bueno.
Mis cejas se alzaron. La pintura, que era una especie de ramo de flores abstractas
entrelazadas, parecía que pertenecía a un museo, si me lo preguntas.
—Mmm… si eso no es bueno, espero que no veas la basura que hago en la clase de
arte.
Sonrió. Y de nuevo, mi pecho se apretó.
—Mi mamá me llevó a Hawái una vez. Las flores allí eran tan hermosas. Es lo único
que me gusta pintar. —Se encogió de hombros—. Estoy un poco obsesionada con
hacerlo. Las nombro a todas. Esta se llama Leilani, significa flor celestial e hijo de Dios
en hawaiano. Es un nombre popular allí. Mi abuela era Willow. Mi mamá es Rose y yo
soy Lily. Así que todas llevamos el nombre de flores y plantas. Tal vez cuando tenga mi
propia niña algún día, la llamaré Leilani.
Vaya. Eso es jodido. Había pensado lo mismo sobre nombrar a los niños como
flores. Excepto que mi pensamiento no había sido sobre los hijos de Lily, sino sobre
nuestros hijos.
—Leilani —dije—. Es un nombre hermoso.
Lily cerró los ojos y respiró hondo.
—Lei-la-ni. Lo es, ¿no es así?
—También eres hermosa. —No estaba seguro de dónde vino eso. Bueno,
obviamente, sabía de dónde venía: era la verdad. Pero no esperaba que saliera de mi
boca.
Lily dejó el pincel sobre su caballete y se limpió las manos en su camiseta. Se
acercó y se paró directamente frente a mí, justo en mi espacio personal. Cada vello de
mi cuerpo se erizó y mis palmas inmediatamente comenzaron a sudar. ¿Qué demonios
es lo que me pasa? Me había besado con chicas antes, y sin embargo, esta chica me ponía
nervioso incluso estando cerca de ella.
Lily se puso de puntillas y besó mi mejilla suavemente.
—Creo que este podría ser el primer hogar de acogida en el que me guste vivir.
Sí, creo que también me va gustar vivir aquí.
Ireland
h, Dios. Aún no comenzó. —Una mujer con un traje gris
se sentó a mi lado en la mesa de conferencias. Parecía
nerviosa—. Escuché que es un fanático de la puntualidad.
—¿Grant? —pregunté.
Sus cejas se juntaron.
—El señor Lexington, sí.
Oh, claro. Señor Lexington. Supongo que era Grant cuando era un tipo con el que
iba a salir, pero ahora volvía a ser señor Lexington.
—Su secretaria entró hace unos minutos —le dije—. Llegará unos minutos tarde.
La mujer sonrió.
—Excelente. Mis hijas llamaron y tuve que mediar una discusión sobre un cepillo
para el cabello. —Extendió la mano—. Soy Ellen Passman, por cierto. Soy la gerente de
contabilidad de finanzas.
Estreché su mano.
—Ireland Saint James o Richardson. Estoy en la división de noticias de Broadcast
Media. Richardson es mi nombre en el aire.
—Oh, sé quién eres. Me encanta tu programa.
Sonreí.
—Gracias.
—Estoy realmente entusiasmada con este nuevo comité. Pero desearía que
tuviéramos un poco más de aviso. Es fin de mes y es el momento crucial para mi
departamento.
Tenía curiosidad acerca de cómo surgió este comité desde que Grant llamó. No
podía deshacerme del loco pensamiento de que había inventado todo mientras hablaba
por teléfono conmigo. Por supuesto, eso era ridículo, sin mencionar egoísta y ególatra,
pero la idea seguía molestándome.
—¿Cuándo te invitaron? —pregunté.
—Justo esta mañana. ¿A ti?
—Hace unos días. ¿Recibiste una agenda para la reunión o algo así?
—No. Nada.
El aire en la habitación cambió, y supe quién había entrado antes de volver la
cabeza. Grant Lexington estaba parado justo en la puerta con la vicepresidenta de la
división de noticias, Kate Benton, la jefa de mi jefe, que también era su hermana. Él
examinó la habitación y sus ojos se detuvieron al encontrarme, como si hubiera
encontrado lo que estaba buscando, lo cual era una locura.
Su mirada era tan intensa que me hizo querer removerme en mi asiento.
—Lamento llegar tarde —dijo—. Gracias a todas por venir. —Se volvió hacia su
hermana—. Estoy seguro de que todas conocen a Kate. Es la vicepresidenta de
Broadcast Media.
La gente le agradeció por invitarlos, pero me quedé callada, observando.
Había unos pocos asientos desocupados: la cabecera de la mesa, uno en el extremo
más alejado de mi lado, uno directamente frente a mí y otro a mi izquierda. Sin
discusión, su hermana se movió al asiento libre unos pocos lugares más allá; tuve la
sensación de que este hombre tomaba el asiento principal en cada habitación en la que
entraba.
Pero luego me sorprendió. Retiró la silla de la cabecera de la mesa y la sostuvo.
—Kate.
Su hermana parecía igual de sorprendida, pero se volvió y se sentó de todos
modos. Grant se desabrochó la chaqueta y retiró la silla a mi lado. Se inclinó cerca
mientras se acomodaba y susurró en voz baja:
—Me alegra verte, Ireland.
Asentí. Nadie en la mesa pareció notar algo extraño, ciertamente no es que se
hubiera sentado a mi lado y se moviera un poco más cerca de lo que había estado antes,
y afortunadamente no es que mi mente se tambaleara por la forma en que olía: limpio,
pero con un toque masculino y silvestre.
Durante la siguiente media hora, intenté ignorar al hombre sentado a mi lado y
traté de no alterarme. Pero tenía que mirar a Kate mientras hablaba, lo que significaba
que el perfil de Grant estaba directamente en mi línea de visión. También significaba
que noté cuán bronceada se veía su piel, y que tenía una ligera línea blanca a los lados
de la cabeza por las gafas de sol. No lo habría tomado por el tipo de estar al aire libre.
Pero parecía que pasaba mucho tiempo al sol. Su piel estaba bronceada, su cabello
peinado hacia atrás, y podría necesitar un corte en las puntas donde llegaba a su cuello.
Tenía barba incipiente, a pesar que solo eran las diez de la mañana. Me preguntaba si
se afeitaba por la noche o si tenía tanta testosterona que una barba comenzaba a brotar
solo un par de horas después de soltar la cuchilla.
Mi instinto decía que era lo último.
Posiblemente sintiendo unos ojos en él, Grant se volvió y me miró. Sus ojos se
posaron de inmediato en mis labios y perdí la batalla que había librado para no
inquietarme. Forcé mi atención de nuevo a Kate, pero no me perdí el leve movimiento
de labios del hombre que estaba a mi lado antes de que volviera a centrarse en su
hermana.
—¿Por qué no vemos qué tienen para decir y abrimos la discusión para posibles
temas para nuestra próxima reunión? —dijo Kate—. Me encantaría escuchar lo que
todas piensan que son algunos de nuestros problemas femeninos más acuciantes aquí
en Lexington Industries.
—Esa es una gran idea —dijo Grant.
Algunas de las mujeres estaban más entusiasmadas que otras. Una mujer habló
sobre la necesidad de una sala de lactancia. Otra habló sobre mezclar las
responsabilidades familiares con el trabajo y cómo los horarios flexibles en el lugar de
trabajo serían una gran ventaja para las madres y los padres que trabajan. Una mujer
mayor abogó por la igualdad salarial para las mujeres, que había sido el tema del que
había planeado hablar desde que tenía experiencia personal con él. Dos mujeres
pasaron de hablar, diciendo que necesitaban pensarlo, y luego fue mi turno. Estaba a
punto de secundar los comentarios de la otra mujer sobre la igualdad salarial cuando
sentí los ojos de Grant sobre mí. En el último segundo, decidí molestarlo un poco.
—Creo que el acoso sexual debe ser abordado. Cosas como el jefe o el jefe del jefe
de un jefe invitando a una mujer a almorzar.
Grant mantuvo su rostro severo, pero percibí el ligero tic del músculo en su
mandíbula.
—Absolutamente —dijo Kate—. Cosas como esa nunca deberían suceder.
Grant se aclaró la garganta.
—Hago muchos negocios durante las comidas. Es parcialmente necesario porque
solo hay ciertas horas en el día. ¿Estás diciendo que deberíamos poner fin a la práctica
de compartir el almuerzo por completo?
Me dirigí a él directamente.
—De ningún modo. Pero es algo complicado, y a menudo es difícil para una mujer
saber si un hombre la está invitando a almorzar para hablar de negocios o si hay más.
Grant sostuvo mis ojos por unos segundos y luego asintió brevemente.
—Muy bien. Agrega eso a la agenda de nuestra próxima reunión. —Se levantó
abruptamente—. Creo que este ha sido un buen comienzo. Haré que mi asistente
escriba notas y programe la próxima reunión.
Kate parecía tan confundida como la mayoría de las personas en la mesa. Pero
tuve la sensación de que estaba acostumbrada a la brusquedad de su hermano. Suavizó
las cosas.
—Sí, apreciamos que todas se hayan tomado el tiempo para comenzar con
nosotros, y esperamos abordar las muchas necesidades únicas de las mujeres en el
lugar de trabajo. Creo que este comité hará cosas muy buenas para Lexington
Industries. Gracias a todas por buscar el tiempo.
Me quedé en mi asiento mientras la gente se levantaba, escuchando una
conversación entre Grant y Kate.
—Decides crear este comité, propones una agenda débil hace tres horas y me
pones a la cabecera de la mesa para dirigirla. —Kate negó—. Finalmente pongo las cosas
en marcha y te aburres. Hazme un favor, no te intereses más en ningún comité. —
Revolvió los papeles frente a ella y giró sobre sus talones para salir.
Me levanté y me dirigí a la puerta. Pero sentí que Grant caminaba detrás de mí.
Discretamente tomó mi codo y me condujo hacia la derecha cuando salíamos de la sala
de conferencias.
—¿Podemos hablar por un momento? —susurró.
—Seguro. ¿Te gustaría saber más sobre mis pensamientos sobre el acoso sexual?
—Le ofrecí una sonrisa petulante.
Su mandíbula se flexionó, y seguí caminando a su lado por el pasillo hasta su
oficina. Al llegar, extendió una mano para que entrara primero.
—Este soy yo siendo un caballero. Espero que no sea una forma de acoso.
Grant habló con su asistente desde la puerta mientras yo echaba un vistazo a su
oficina. Era grande, la proverbial oficina de la esquina con ventanas de piso a techo que
cubrían dos paredes, un escritorio de madera oscura tallada de aspecto masculino en el
centro y un área de descanso separada a un lado. Una foto enmarcada en un aparador
me llamó la atención: Grant y sus dos hermanas con una mujer mayor, que supuse
podría ser su madre. Aunque no pregunté cuándo entró y se unió a mí.
Hizo un gesto hacia la sala de estar.
—Por favor, toma asiento.
Tomó asiento frente a mí, desabrochó un gemelo y comenzó a enrollar una de las
mangas de su camisa.
—Entonces… ¿que el jefe de tu jefe te invite a almorzar es acoso sexual?
Mis ojos habían estado pegados a sus musculosos antebrazos. Parpadeé un par de
veces y levanté la vista. Le había estado tomando el pelo cuando dije eso en la sala de
conferencias, pero la expresión de sus ojos no era juguetona.
—Solo estaba jodiendo contigo.
—Entonces, ¿no te pareció acosador cuando te pedí que almorzaras para hablar
sobre tu reincorporación?
En realidad, me refería a cuando me pidió que almorzara antes de saber quién era.
Pero Grant parecía realmente preocupado de haberme molestado. Sentí que debería
tranquilizarlo.
Negué.
—Nunca me sentí acosada. El acoso sexual es un avance sexual no deseado. Nunca
me propusiste nada una vez que supe quién eras y, si soy sincera, cualquier avance que
hiciste en la cafetería no fue desagradable.
Sus hombros se relajaron visiblemente.
—Pido disculpas si te coloqué en una posición precaria en la cafetería.
Fui honesta.
—Está bien. Como dije, no fue desagradable.
Grant pareció evitar mirarme. Asintió y terminó de enrollarse la otra manga antes
de ponerse de pie.
—Gracias por tu franqueza.
Me levanté.
—Por supuesto.
Un momento de incomodidad se instaló entre nosotros. Era muy consciente de
cuánto le gustaba a mi cuerpo estar tan cerca de él. El aire chisporroteaba cada vez que
estaba cerca, y no creí que fuera la única que lo sentía, probablemente no era lo mejor
en lo que pensar justo después de la reunión que acabábamos de tener.
—Está bien… bueno… nos vemos en la próxima reunión, supongo.
Grant asintió. Parecía que quería que dejara su oficina casi tanto como yo quería
irme… lo cual era en absoluto. Sin embargo, di unos pasos hacia la puerta. Entonces,
cambié de opinión. Si yo podía ser sincera, él también.
—¿Puedo preguntarte algo? —dije.
—¿Qué es?
—¿Formaste el comité de mujeres mientras estabas hablando por teléfono
conmigo? ¿O fue algo que tenías planeado?
Grant levantó una ceja.
—Estás muy llena de ti misma, ¿verdad? ¿El presidente de una empresa
multinacional inventa toda una iniciativa solo para tener la oportunidad de pasar un
poco de tiempo contigo?
Sentí que me ardían las mejillas. Sabía lo egoísta que sonaba… me reí
nerviosamente.
—Supongo que es un poco loco.
Grant se acercó a mí.
—También sería muy inapropiado, ¿no es así?
Podría haber jurado que había un destello de diversión en sus ojos. Maldición, mi
imaginación realmente estaba teniendo un día de campo. Necesitaba largarme de aquí.
—Sí. Sí, supongo que lo sería. —Negué—. Debería volver a trabajar.
De repente, tuve la necesidad de huir y me dirigí a la puerta.
Cuando llegué a la puerta, Grant me llamó.
—¿Ireland?
Me volví. Querido Dios, el hombre era guapo. Era el tipo de espléndido al que tus
ojos se enganchaban mientras caminabas y te hacía tropezar con tus propios pies,
básicamente el tipo peligroso que las mujeres deben evitar, particularmente con la
sonrisa arrogante que tenía en el rostro.
—Me alegra que hayamos aclarado que cualquier avance no fue desagradable. Te
veré por aquí… pronto.
Sentí que mi cerebro estaba fallando cuando salí de su oficina. ¿Qué demonios
acababa de pasar? Había admitido que agradecía cualquier avance de él, ¿y él había
admitido qué…?
Reproduje la conversación en mi mente mientras me dirigía al ascensor. Si bien
había sido directa, Grant no había admitido nada en realidad. De hecho, cuando le
pregunté si había creado la reunión solo para mi beneficio, le dio la vuelta a la pregunta
para hacerla sobre mí. Nunca me dio una respuesta directa, ¿verdad?
Grant
n comité sobre iniciativas de mujeres? ¿En serio?
Suspiré cuando mi hermana Kate entró en mi
oficina.
—Ya discutimos esto después de la reunión,
¿recuerdas?
—No he terminado de discutirlo.
—Por supuesto que no —murmuré por lo bajo.
—¿Por qué el comité? Hay una razón.
Revolví papeles en mi escritorio.
—Es una iniciativa en la que he estado pensando durante mucho tiempo. Pensé
que te lo había mencionado.
Kate entrecerró los ojos.
—¿Cuánto tiempo?
—¿Cuánto tiempo qué?
—¿Cuánto tiempo has estado pensando en esta iniciativa?
—Mucho tiempo. —Apilé los papeles que había reunido en una pila en el centro
de mi escritorio y los enderecé. Mi hermana se quedó callada. Estaba esperando que la
mirara. Respiré hondo y levanté los ojos para encontrar los suyos.
Estudió mi rostro antes de hablar de nuevo:
—¿Por qué no te creo?
Puse los ojos en blanco.
—Porque eres una narcisista que odia a los hombres.
—Cierto. Pero eso no es todo.
Conocía todos los tonos de mi hermana. Estaba el enojado cuando pensaba que yo
era un imbécil y comenzaba a perder la paciencia, y estaba el cálido y cariñoso que
usaba cuando hablaba de temas como nuestros padres. Más comúnmente estaba en el
extremo receptor del tono sarcástico, que generalmente merecía. ¿Pero el tono en este
momento? Este era su tono de sabueso, el que hundía los dientes en cada palabra que
decía para buscar el significado subyacente. Ella sabía que estaba lleno de mierda por
mi interés en una iniciativa de mujeres, y le estaba matando no saber la verdadera razón
por la que lo había hecho.
Abrí el cajón de mi escritorio y saqué un archivo. Dejándolo sobre el escritorio,
dije:
—Tengo una reunión en cinco minutos, así que, ¿por qué no vas a jugar al
detective en tu propia oficina? Si encuentra más pistas, pídele a tu asistente que le envíe
una nota a mi asistente.
Mi hermana me frunció el ceño.
—Eres un idiota, ¿lo sabes?
Mis labios se curvaron en una sonrisa genuina.
—También te quiero, hermana.
Kate puso los ojos en blanco.
—No te olvides de la recaudación de fondos de One World Broadcasting el viernes
por la noche. ¿Vas a ir con Arlia?
—Arlia y yo ya no nos vemos. —Tomé una nota mental para informarle a Arlia
sobre eso.
—Oh. ¿A quién llevas?
—No siempre necesito llevar una cita a los eventos.
—Sin embargo, siempre lo haces… —Caminó hacia mi puerta—. Oh, casi lo olvido.
La mujer que recomendaste para reemplazar a Bickman, Madeline Newton, volvió
limpia en su verificación de antecedentes actualizada. La entrevisté después de que mi
director terminara. Ambos acordamos que encajaría bien. Le haré una oferta al final de
esta semana. Pero podemos invitarla a la recaudación de fondos si lo deseas. Bickman
siempre fue, y tenemos el asiento vacío en nuestras mesas.
—Claro, está bien.
Kate se giró para irse.
—Espera —la llamé—. ¿Quién suele ser invitado a estas cosas si no hay un jefe de
departamento?
Se encogió de hombros.
—Nadie. O a veces el jefe del departamento interino.
—Pensándolo bien, esperemos para hacerle una oferta a Madeline por una o dos
semanas. —Inventé una mentira. Era tan creíble que cuando dije las palabras, me
pregunté si tal vez serían ciertas—. Escuché que se postuló en Eastern Broadcasting.
Me gustaría ver si toma ese trabajo si no le damos el puesto de inmediato, ver cuán leal
es y qué está dispuesta a arriesgar para quedarse con nosotros.
Mi hermana parecía sorprendida, pero se creyó la historia.
—Oh. Está bien —replicó—. Es una buena idea. Esperaré con su oferta y no la
invitaré a la recaudación de fondos, eso le daría una pista de que está obteniendo el
trabajo. Veré si la jefa interina del departamento puede asistir en su lugar.
Bien, Kate. Es tu idea invitar a Ireland. Agité mi mano como si no estuviera
emocionado ante la perspectiva de que la jefa interina del departamento viniera a la
recaudación de fondos vestida con un vestido jodidamente sexy.
—Bien. Lo que quieras.
Kate fue a darse la vuelta por segunda vez, y la detuve una vez más.
—Además, dado que el tema del acoso sexual surgió en nuestra nueva reunión del
comité, me gustaría leer nuestra política, repasar cómo manejamos las cosas. Y también
cualquier política que tengamos sobre las relaciones laborales.
Tal vez había llevado mi mierda demasiado lejos. Las cejas de mi hermana
saltaron.
—¿De verdad? ¿Quieres leer la política?
—Sí.
—Bueno, supongo que hay una primera vez para todo. Tenemos una política de
acoso sexual, por supuesto. Pero en realidad no tenemos una política corporativa que
prohíba las relaciones y citas en la oficina. El ochenta por ciento de las personas han
observado o han estado involucradas en una relación de oficina. ¿Quiénes somos para
decirles a las personas que trabajan noventa horas a la semana que no pueden salir con
un compañero de trabajo?
Me rasqué la piel de mi barbilla.
—Entonces, ¿a qué se refirió la señorita Saint James en nuestra reunión, sobre un
jefe que le pide a un empleado una cita… eso está permitido?
—Bueno, ahí es donde se pone difícil. No es ilegal o contra la política que un
gerente pida salir a su empleada, per se. Pero el acoso sexual es ilegal según el título VII
de la ley federal de derechos civiles, así como la ley de California y nuestra propia
política corporativa, que prohíbe crear un lugar de trabajo hostil basado en el sexo de
una persona. Un gerente y un empleado se vuelven amigables, tal vez uno malinterpreta
las señales del otro, y de repente una solicitud rechazada para una cita crea un ambiente
de trabajo difícil.
Asentí.
—Bueno saberlo. Gracias.
Después de que Kate se fuera, me senté en mi silla y miré por la ventana. Nunca
me había metido con nadie de la compañía. De hecho, no me involucraba con nadie en
la maldita industria. Me gustaba que mis asuntos privados se mantuvieran privados. Sin
embargo, aquí estaba, preguntando sobre la política y el procedimiento, listo para
reescribirlo si era necesario, solo para mantener viva mi fantasía de entrar en los
pantalones de Ireland Saint James.
Mierda. Me pasé una mano por el cabello.
Ese pensamiento por sí solo probablemente podría meterme en problemas. Sin
embargo, como dijo mi hermana, las leyes federales y estatales solo se referían a
avances no deseados. Y Ireland había dejado claro que mi avance anterior, antes de que
supiera quién era, no había sido desagradable. Ahora todo lo que tenía que hacer era
que mi empleada recibiera con agrado nuevos avances, como decirle que no podía dejar
de pensar en su boca malvada envuelta alrededor de mi polla.

Dos días después, me las arreglé para recuperar mi concentración y hacer un poco
de trabajo real, un trabajo que no involucraba a Ireland Saint James. Acababa de
terminar una llamada de conferencia con nuestros abogados de Londres cuando Millie
llamó y abrió la puerta de mi oficina.
—Lamento interrumpir. Pero tiene un visitante.
Miré mi reloj.
—Pensé que la reunión con Jim Hanson era en una hora.
—No es él. Arlia está aquí.
Arrojé mi bolígrafo sobre el escritorio y me recosté en la silla con un suspiro.
Debería haberle enviado un mensaje antes. Mejor aún, debería haberla llevado a cenar
y romper las cosas. Lo último que quería era una escena en mi oficina.
Millie vio mi expresión.
—Le dije que estaba en una reunión, así que puedo hacerle saber que va a
demorarse un tiempo, si lo desea.
Lo consideré seriamente. Pero me gustaban los cabos sueltos incluso menos que
la confrontación, por lo que bien podría terminar con eso.
Negué.
—Está bien. Solo dame un minuto para limpiar mi escritorio.
Millie asintió y, unos minutos más tarde, entró con ella. Arlia llevaba un mini
vestido negro que abrazaba su cuerpo y mostraba un kilómetro de piernas bronceadas.
Me quedé detrás de mi escritorio para evitar un saludo íntimo.
—Estaba empezando a pensar que me estabas evitando.
Sonreí.
—Solo ocupado. —Hice un gesto hacia la silla al otro lado de mi escritorio—. ¿Qué
te trae por aquí?
Arlia Francois era una mujer hermosa. Como modelo profesional, sabía
exactamente cómo destacar sus mejores características. Con largas piernas y ojos de
diferentes colores, uno azul brillante y otro marrón oscuro, captaba la atención de
todos. Aunque cuando se sentó y cruzó sus piernas tonificadas muy lenta y
deliberadamente, ni mi polla ni yo nos emocionamos demasiado.
—Tengo que irme a París este fin de semana, y me iré durante dos semanas. Pensé
que tal vez podríamos juntarnos antes de eso. Estoy libre el jueves por la noche.
El jueves por la noche era la recaudación de fondos.
—Tengo un evento de trabajo el jueves por la noche.
Hizo un puchero.
—Tengo que trabajar el viernes, ¿pero tal vez una cena tardía?
No era el tipo de hombre que ignoraba a las mujeres y rechazaba sus invitaciones
como una forma de terminar las cosas. Prefería ser directo, y a la larga, la mayoría de
las mujeres también lo preferían. Aunque a veces no apreciaban ser abandonadas a
corto plazo.
Me incliné hacia delante.
—Eres una mujer maravillosa, Arlia. Pero estamos en diferentes lugares, y creo
que es mejor que dejemos de vernos.
Su boca coqueta y mohína se torció a enojada.
—¿Qué?
—Fui sincero cuando comenzamos a vernos hace unos meses. No estoy interesado
en una relación en este momento. Las cosas fueron casuales al principio, pero creo que
ya no estamos buscando lo mismo.
Levantó la voz.
—Entonces, ¿solo querías follarme?
Pensé que explicar que no quería una relación antes de salir por primera vez había
aclarado que todo lo que podríamos tener era físico y por compañía. Pero
aparentemente, en el futuro necesitaba explicarlo aún más.
—Por favor, baja la voz. Fui claro acerca de mis intenciones desde el principio.
Las lágrimas inundaron sus ojos. Mierda. Debería haber aceptado la oferta de
Millie y fingir que todavía estaba hablando por teléfono y haber hecho esto en un lugar
público donde tuviera una ruta de escape.
—Pero pensé que habíamos evolucionado a más…
Y ahí radica el problema. Algunas mujeres dicen que son buenas con lo casual,
pero no lo son. Creen que pueden cambiar lo que quiero y luego enojarse conmigo solo
por querer exactamente lo que dije que quería al principio.
—Lo siento si entendiste mal.
Al parecer, fue un error decir eso.
Todo su rostro se contorsionó.
—No entendí mal. Me ilusionaste.
No la había ilusionado ni un poco. Pero sabía cuándo era mejor cerrar la boca.
—Lo siento si hice eso.
Su rostro se suavizó y sollozó.
—Bien. Podemos mantenerlo como estaban las cosas cuando empezamos. Sin
ataduras.
Podría haber terminado esto más fácilmente si estuviera de acuerdo con eso y
luego la evitara en el futuro. Pero sin ataduras aún mantenía un vínculo entre
nosotros. Y ya no quería estar atado a ella.
—Creo que es mejor que terminemos las cosas aquí por completo.
Sus ojos se agrandaron. No estaba acostumbrada al rechazo.
—Pero…
—Lo siento, Arlia.
Se recuperó, cambiando de molesta y sorprendida de nuevo a enojada. De repente,
se puso de pie.
Me uní a ella levantándome.
Arlia me sorprendió alisando su vestido. Parecía que iba a irse sin demasiada
escena después de todo. Pensando que estábamos bien, cometí el error de caminar
alrededor del escritorio para acompañarla.
Pero, al parecer, su compostura era solo el ojo de la tormenta. Una vez que me
acerqué, su furia se reavivó.
—Eres un bastardo.
—Siento que te sientas así.
Volvió a alzar la voz.
—Tu apartamento es tan aburrido como tú. Lo único interesante de ti es tu polla.
De acuerdo, ya he terminado. Puse mi mano detrás de su espalda, con cuidado de
no tocarla, sino para guiarla hacia la puerta de mi oficina.
Prácticamente me escupió.
—No me toques.
Retiré mi mano y levanté a ambas en el aire.
—Solo iba a acompañarte.
Retrocedió y me abofeteó en el rostro. El impacto fue tan inesperado y duro que
mi mejilla se giró del impulso de la conexión.
—Saldré sola.
Me quedé quieto hasta que la puerta se abrió y se cerró de golpe. Había pasado
mucho tiempo desde que me abofetearon. Un tiempo muy largo. Solo que ahora era más
inteligente e iba a mantenerme lejos después de que esa mierda sucediera.
Grant
Hace catorce años…

o quiero volver.
Froté los hombros de Lily.
—Yo tampoco quiero que te vayas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Simplemente va a suceder nuevamente. Mi mamá está bien por un tiempo, y
luego deja de tomar sus medicamentos y desaparece. Finalmente, alguien se da cuenta
de que estoy viviendo sola y llama a la policía, que luego llama a servicios sociales.
Lily había estado con nosotros durante más de nueve meses. Me había contado
que, cuando su madre desaparecía, tenía que robar comida de la tienda de comestibles
y vender mierda de su apartamento solo para comer. Había dejado de ir a comedores
sociales porque le hacían muchas preguntas sobre dónde estaban sus padres.
—Escucha, quiero que te lleves esto. —Le tendí un sobre con quinientos dólares
dentro—. Por si acaso desaparece de nuevo.
Las lágrimas que había retenido comenzaron a bajar por su rostro.
—No lo necesito. Vas a venir a verme todo el tiempo, ¿verdad? Si desaparece, te lo
diré, y entonces puedes traerme algo.
—¿Qué pasa si te hace mudarte de nuevo, Lily? —Se habían mudado docenas de
veces en los últimos quince años. El presentarme en su apartamento y encontrarlo vacío
no estaba fuera del ámbito de la posibilidad.
—No voy a irme. ¿Cómo me encontrarías?
—Si te mudas, me escribirás. ¿Conoces la dirección de aquí?
Lily asintió y recitó la dirección de la casa.
Sonreí.
—Bien. Si alguna vez tienes que mudarte, me lo dirás en una carta. E iré a verte
todas las semanas los domingos, incluso si te mudas a Nueva York. Lo prometo. —Eso
probablemente parecía una locura, pero sabía que encontraría la manera de hacerlo.
Lily y yo estábamos destinados a estar juntos—. Toma el sobre. No es mucho. Pero
puede que lo necesites para los sellos. O cosas para la escuela.
Dudó, pero lo tomó. Una vez que descubriera cuánto había metido dentro, no sería
feliz. Pero volvía a casa de su madre, y ninguno de los dos iba a estar muy feliz de todos
modos.
Mi madre llamó a la puerta de la habitación de Lily.
—¿Lily, cariño? ¿Estás lista? El trabajador social está aquí.
La expresión de terror en su rostro me mató. Me volvió loco. Sabía por experiencia
personal que volver a casa una vez que te retiraban rara vez funcionaba. Sin embargo,
los malditos jueces siempre querían devolverte, como si las madres y los padres
tuvieran derecho a tener hijos, y tuvieran que demostrarle al tipo de la túnica negra por
qué eran incompetentes. Los padres biológicos generalmente tenían que fastidiar las
cosas media docena de veces antes de que dejaran de enviarte de regreso. El sistema
apestaba.
Hice un gesto hacia la puerta con la cabeza y susurré:
—Dile que te estás vistiendo y que estarás abajo en unos minutos.
Lily lo hizo, pero su voz se quebró. Mamá dijo que la vería abajo.
Era solo cuestión de tiempo antes de que mi madre se diera cuenta de que no
estaba por ahí. Lily y yo habíamos mantenido nuestra relación en secreto. Temíamos
que mis padres pensaran que era una mala idea mantener a dos niños de quince años
enamorados en la misma casa. Quiero decir, lo era… pero no necesitaban saber eso.
Tampoco necesitaban saber que me metía en su cama todas las noches después de que
todos fueran a dormir. Eso ciertamente asustaría a mamá.
—No quiero perderte. —Lily sollozó en voz baja.
Ahuequé su rostro y limpié sus lágrimas con mis pulgares.
—No llores. Nunca me vas a perder, Lily. Jamás. Te amo.
—También te amo.
Nos abrazamos por mucho tiempo. Finalmente, sin embargo, tuvimos que
dejarnos ir.
—Te escribiré todos los días que no podamos estar juntos.
Sonreí.
—Bien.
—No tienes que responder. Sé que no te gusta escribir. Solo prométeme una cosa.
—¿Qué?
—Me escribirás si te enamoras de otra persona, y me contarás todo sobre ella para
que sepa que eres feliz y que debo dejar de escribir. De lo contrario, nunca me rendiré
con nosotros.
Sonreí y besé su nariz.
—Tienes un trato. Funciona bastante bien para mí. Porque nunca tendré que
escribir una maldita carta.

Nunca había conocido a nadie que tuviera alucinaciones antes. Mi madre había
sido una adicta y dormía horas y horas, a veces días cuando estaba de borrachera. Pero
incluso cuando estaba en su peor momento, nunca escuchó voces en su cabeza.
Este era el segundo domingo que había visitado a Lily desde que se mudó, pero la
primera vez que su madre había estado en casa. Rose tenía un trabajo de camarera los
fines de semana, por lo que había estado en el trabajo la semana pasada, pero
aparentemente, esta semana era incapaz de ir. Comprendía por qué ahora. Rose estaba
acostada en el sofá fumando un cigarrillo tan pequeño que no podía imaginar que no le
estaba quemando los dedos. Su boca seguía moviéndose mientras hablaba en voz baja
para sí misma, pero no podía entender lo que estaba diciendo.
Lily tiró de mi mano cuando me atrapó mirando y me dijo que fuera a su
habitación.
—Pero… —Me incliné y susurré—: ¿Qué pasa con el cigarrillo?
Lily suspiró y se acercó. Deslizó el cigarrillo entre los dos dedos de su madre y lo
dejó caer en un vaso medio lleno de agua sobre la mesa de café, que ya tenía una docena
de pequeños restos de filtros. Su madre ni siquiera pareció darse cuenta.
Me senté en la cama de Lily y se subió a mi regazo.
—¿Supongo que dejó de tomar su medicina?
—Se le acabó hace una semana y no fue por más. No había estado verificándolo,
así que no me di cuenta de inmediato. Pero llamé a la farmacia y puedo recoger la nueva
más tarde.
—¿Cuánto tiempo se quedará así?
Lily suspiro.
—No lo sé. Pero le estaba yendo muy bien.
Las cosas habían sido normales para mí durante más de diez años, pero aún
recordaba la constante decepción de mi madre durmiendo todo el tiempo, sin
mencionar a todos los tipos aterradores en nuestro apartamento. Era fácil olvidar que
mi vida había sido como la de Lily.
—Quizás deberíamos llamar a alguien. ¿Servicios sociales?
Los ojos de Lily se agrandaron.
—¡No!
—Pensé que querías quedarte con nosotros. Si la ven así, te llevarán de nuevo y
probablemente regreses a nuestra casa.
Lily frunció el ceño.
—Sí quiero eso. Pero ahora que he vuelto con ella, no puedo dejarla así. Me
necesita. La drogan demasiado en el hospital.
—Lo sé. Pero ella no se ve muy bien.
—La medicina la ayudará a mejorar. Lo juro.
No me gustaba, pero entendía querer cuidar a tu madre, incluso cuando ella
debería ser la que te cuidara. Suspiré.
—Bien.
Lily envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.
—¿Recibiste mis cartas?
—Así es. ¿Realmente no quieres que te responda? No podría hacerlo todos los días
como tú. No sabría qué decir. Pero tal vez podría escribir una o dos veces por semana.
—Nop. Si alguna vez veo una carta tuya en mi buzón, mi corazón se romperá,
porque será tu adiós.
No iba a discutir, considerando que odiaba escribir algo, especialmente cartas.
Además, tenía mejores cosas que hacer. Aparté el cabello de Lily del hombro y me
incliné para besarlo.
—Te extrañé esta semana.
—Extraño dormir contigo por la noche. No he estado durmiendo bien sin ti. Me
acostumbré al sonido de los latidos de tu corazón llevándome a dormir.
—Bueno, tal vez ya no lo escuches por la noche. Pero aún te pertenece a ti.
Lily y yo pasamos el rato en su habitación hasta que tuve que irme. Mi madre iba
a recogerme, y quería esperar abajo para que no entrara y viera la condición de la madre
de Lily. De mala gana, desenredamos nuestros cuerpos, nos enderezamos la ropa y
volvimos a la sala de estar. Lily se había escabullido varias veces durante las últimas
horas para ver a su madre, pero no la había visto desde que entré hace horas.
Rose ya no estaba sentada mirando a la nada en el sofá. Ahora caminaba de un
lado a otro de la sala de estar, paseándose. Cuando pasabas una buena parte de tu
infancia con drogadictos y adictos, aprendías a leer cuán estable era una persona con
solo una mirada rápida a sus ojos. Y la madre de Lily parecía lo contrario de estable en
este momento. Al darse cuenta de que la estaba mirando, dejó de pasearse y me miró.
Su rostro se retorció de ira y caminó hacia mí con un propósito. Me puse delante de Lily.
Los ojos de Rose parecían enloquecidos.
—Sé que les dijiste.
Mis cejas se fruncieron.
—¿Quién?
—Los doctores. Es tu culpa.
—Lo siento, señora Harrison. No estoy seguro de qué está hablando.
Antes que pudiera registrar qué demonios estaba pasando, movió su mano y me
abofeteó en el rostro.
—¡Mentiroso!
Lily saltó entre nosotros y empujó a su madre hacia atrás.
—¡Mamá! ¿Qué demonios? ¿Qué estás haciendo?
—Él le dice a los médicos. —Me señaló con el dedo—. Les cuenta todo.
—Mamá. —Lily rodeó a su madre con el brazo y la guió hasta el sofá—. Estás
confundida. Dejaste de tomar tu medicina y enfermaste de nuevo. —Se sentaron—. Voy
a buscarla a la farmacia.
Su madre comenzó a llorar. Toda la ira en su rostro había desaparecido,
reemplazada por pura tristeza. Fue la transformación más loca que jamás hubiera visto.
Lily tardó unos minutos en calmarla, pero finalmente la tuvo de nuevo en la posición en
que estaba cuando entré: acostada en el sofá, fumando un cigarrillo en un estado casi
catatónico y susurrando para sí misma. Lily me acompañó hasta la puerta y esperó hasta
que estuviéramos en el pasillo para hablar.
Levantó la mano y acarició mi mejilla.
—Lo siento mucho. ¿Estás bien? Ella… a veces tiene alucinaciones, y siempre
parecen centrarse en los médicos.
Jesús.
—Sí, estoy bien. Pero no creo que debas quedarte aquí.
—No. No puedo dejarla así. Me necesita.
Negué.
—No lo sé, Lily. Eso fue jodido. ¿Cómo sabes que no te hará daño?
—No lo hará. Lo prometo. Por favor, no le digas nada a nadie.
Odiaba dejarla, pero una parte de mí entendía la necesidad de ayudar a un padre
jodido, correcto o incorrecto. Solía cocinar mi propia cena a los cinco años.
—Bueno. Pero dale los medicamentos esta noche. Y si no está un poco mejor para
la próxima semana, tenemos que sacarte de aquí.
Ireland
e preguntaba si él estaría aquí.
Estaba a media conversación con algunos excolegas a los que no
había visto en unos años cuando conseguí mi respuesta. Verlo hizo
que dejara de pensar.
Al otro lado de la habitación, Grant Lexington se encontraba de pie con un clásico
esmoquin negro. Estaba hablando con un caballero mayor, lo que me dio la oportunidad
de observarlo… alto, hombros anchos y sin embargo no exageradamente grandes, una
cintura estrecha con una mano descansando casualmente en el bolsillo de su pantalón.
Incluso desde la distancia, su confianza se notaba. Había algo en la forma en que ciertos
hombres se paraban que mostraba que estaban a cargo, y eso en verdad funcionaba
para mí. Eso podía llevar a un hombre que era un siete a convertirlo en un once en mi
radar. Por otra parte, un apuesto diez con una personalidad mansa podía ser reducido
a un cinco.
El Sr. Confianza sostenía una bebida en su mano izquierda y la levantó hasta su
boca, pero se detuvo antes de beber. Parecía sentir algo y miró alrededor de la
habitación. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, una lenta y malvada sonrisa
se extendió por su cara. Se excusó de la conversación y caminó hacia mí.
Mi cuerpo se estremeció cuando lo vi acercarse con largos pasos, y me aparté del
grupo con el que había estado.
—Que placentera sorpresa —dijo.
Traté de parecer casual mientras tomaba un sorbo de mi champán.
—Estoy reemplazando a Bickman.
Asintió.
—Por supuesto.
Grant miró al grupo a mi lado.
—¿Estás aquí con una cita?
—No. ¿Y tú?
Sonrió y negó.
—¿Sería inoportuno un cumplido? No quisiera acosarte sexualmente.
—Los cumplidos son siempre bienvenidos, Sr. Lexington.
Sus ojos brillaron. Sosteniéndome por el codo, me apartó del grupo con el que
había estado.
—Eso es algo peligroso que decirle a un hombre como yo.
—¿Cuál era el cumplido, de todos modos?
Los ojos de Grant me repasaron.
—Luces hermosa esta noche.
Me ruboricé.
—Gracias.
Grant detuvo a un camarero mientras pasaba. Se bebió el resto del líquido ámbar
en su copa y tomó la copa de champán de mi mano, poniendo ambas en la bandeja del
camarero.
—Estaba bebiendo eso.
Hizo señas para que el camarero se moviera y regresó su atención a mí.
—Te conseguiré más cuando terminemos.
—¿Terminemos con qué?
Él extendió su mano.
—Baila conmigo.
Negué.
—No creo que sea buena idea.
Sonrió.
—Estoy jodidamente seguro de que no lo es.
Grant tomó mi mano y me llevó a la pista de baile. Debatí el protestar pero, cuando
me acercó y sentí la firmeza de su pecho e inhalé su delicioso olor masculino, me olvidé
de qué estaba a punto de discutirle. Me guio con la misma confianza que rezumaba… un
tranquilo dominio mezclado con gracia natural.
—Entonces, ¿por qué no hay cita esta noche, Ireland? —Bajó la mirada a mí
mientras nos deslizábamos por la pista de baile.
—No hay candidatos apropiados, supongo.
—Seguramente en toda la ciudad de Los Ángeles hay al menos un soltero elegible.
—Al parecer no dejo de perdérmelo.
Grant sonrió.
Teníamos buenas bromas, eso es seguro. Incluso desde ese primer loco
intercambio de correo electrónico.
—¿Por qué no hay una cita para ti esta noche? —pregunté.
—Supongo que sigo perdiéndomela yo también.
Ambos reímos.
—Entonces, ¿cómo van las cosas sin Bickman?
—Honestamente, van bien. No se le extraña, en realidad.
Grant asintió.
—Es bueno escucharlo. Aunque no esperaba nada menos.
Un minuto después la canción terminó, y el maestro de ceremonias les pidió a
todos que encontraran sus asientos en el comedor principal. Tan pronto como nos
separamos, un hombre se acercó a Grant y pidió hablar con él.
Parecía que él no quería dejar mi lado.
—¿Dónde te sientas? —preguntó.
—Mesa nueve. ¿Y tú?
—Mesa uno. Me pondré al día contigo después —dijo—. Gracias por el baile.
Sonreí.
—No fue como si me dieras opción. Disfrute de su noche, Sr. Lexington.
Durante el resto de la noche, Grant y yo no cruzamos caminos. Pero eso no
significaba que mis ojos perdieran su rastro en ningún momento. Estaba ocupado, todos
en la habitación querían un poco de él. Lo que probablemente era lo mejor, ya que lo
que yo parecía querer de él no sería la decisión de negocios más sabia. Sin embargo,
nuestras miradas se cruzaron unas cuantas veces e intercambiamos lo que pensé eran
sonrisas privadas de flirteo.
Cuando el café llegó, sube que era momento de irme. Serían pronto las tres y
media. Examiné la habitación buscando a Grant, imaginando que me despediría, pero
estaba demasiado absorto en una conversación con un grupo de hombres que lucían lo
suficientemente mayores como para ser su padre. Ponderé la etiqueta correcta de
negocios… ¿Me acercaba y lo interrumpía para despedirme, o simplemente me iba?
Indecisa, recogí mi bolso y me despedí de mi propia mesa. Cuando terminé, volví a mirar
a donde había estado Grant hablando, pero ya no se encontraba ahí.
Me imagine que el destino había decidido cómo manejar las cosas por mí.
Aunque, cuando me giré alejándole de mi mesa, me estrellé directamente con un
cuerpo duro.
Retrocedí.
—Lo siento. Oh… eres tú.
—Suenas decepcionada. ¿Habrías preferido tropezar con alguien más?
Me reí.
—No. Iba a ir y despedirme, pero entonces desapareciste.
—Supongo que te gané. Te acompañaré. Iba a salir.
No parecía como si estuviera preparándose para irse hacía unos minutos. Sin
embargo, Grant puso su mano en la parte baja de mi espalda y me escoltó fuera del
salón.
Afuera, saqué mi teléfono.
—¿Conduces? —preguntó.
—No. Pedí un Uber para poder tomar una copa de vino.
—Tengo auto. Te llevaré.
—No es necesario.
—Insisto.
Un minuto después, una extensa limusina se acercó. Aparentemente que tuviera
auto significaba uno con chofer. El conductor uniformado salió y fue a abrir la puerta
trasera, pero Grant lo rechazó y la abrió para mí.
—Gracias.
Me deslicé por el asiento trasero para hacer espacio para Grant. La parte trasera
de la limusina era lo suficientemente espaciosa para diez personas. Sin embargo,
cuando subió y se unió a mí, de repente la sentí muy pequeña. Era híper consciente de
su muslo rozando el mío.
Cuando comenzamos a movernos miré hacia adelante, pero sentí los ojos de Grant
en mí.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada.
—Estabas mirándome.
Él me miró de un ojo al otro.
—¿Cuál es tu dirección?
Por alguna loca razón, debatí el dársela.
Grant debió haber visto el conflicto escrito en mi cara y se río.
—El conductor la necesita para llevarte a casa, Ireland. No estaba invitándome.
—Oh, cierto. Por supuesto.
Sintiéndome como una idiota, dije mi dirección. Grant se inclinó y se la repitió al
chofer. Cuando se reclinó de nuevo en su asiento, su pierna se encontraba ahora
firmemente presionada contra la mía.
—Dime algo sobre ti, Ireland Saint James.
—¿Qué quieres saber?
—Cualquier cosa.
—Está bien… —Pensé en ello—. He tenido cuatro promociones en Industrias
Lexington en los últimos nueve años.
—Dime algo que no sepa.
Arqueé una ceja.
—Me has investigado.
—¿Cómo más habría decidido devolverte tu empleo?
Me moví en mi asiento para enfrentarlo.
—Te diré qué. Te diré algo sobre mí que no sepas si prometes responderme
honestamente a una pregunta.
Él asintió.
—Puedo hacer eso.
No es fácil recordar un hecho divertido poco conocido sobre ti misma cuando
estás bajo presión, pero hice lo mejor que pude.
—Puedo hacer una voltereta hacia atrás.
Grant sonrío.
—Interesante.
—Gracias. Mi turno. ¿Decidiste volver a contratarme por mi aspecto?
—¿La verdad?
—Eso sería agradable, sí.
Vi las ruedas girar en su cabeza.
—Si digo que sí, sería sexista e inapropiado, basado en nuestra relación laboral.
Me incliné hacia él y bajé la voz.
—Será nuestro pequeño secreto.
Se río y negó con la cabeza.
—Decidí volver a contratarte porque tienes agallas y no soportas la mierda de
gente como Bickman. Respeto eso.
—Oh. Está bien. —A pesar de lo jodido que era, mis hombros cayeron un poco.
Grant se inclinó hacia mí y susurró:
—El hecho de que seas hermosa es solo un extra.
Si fuera un pavo real, mis plumas se extenderían. Sonreí.
—Gracias. Mi turno. Dime algo sobre ti que no sepa.
Me gustó que pareció pensarlo de veras, cuando podría haber dicho cualquier
logro de negocios. En cambio, dijo:
—Soy uno de tres hijos. Fuimos todos adoptados de diferentes familias después
de ser niños de acogida.
—Oh, guau. Eso es realmente personal. Siento que ahora te debo más que una
voltereta.
Los ojos de Grant cayeron a mis labios antes de regresar a encontrarse con mi
mirada.
—Tomaré lo que quieras darme.
Había un millón de cosas que podría haber compartido, que tengo una cicatriz en
mi torso de un accidente en bicicleta de cuando tenía siete, que duermo con la luz
encendida porque no me gusta estar sola en la oscuridad… diablos, podría haber
compartido mi talla de sostén. Sin embargo, tuve que ir y compartir la cosa más jodida
sobre mí.
—Mi padre está en prisión por matar a mi madre.
La sonrisa de Grant cayó inmediatamente. Pero, mientras que lo afectó y cambió
el ambiente, no hubo señal de sorpresa.
Dejé salir un soplo de aire y cerré los ojos.
—Ya sabías eso, también, ¿no es cierto?
Asintió.
—Saqué tu archivo. Hacemos extensas revisiones de antecedentes a los
empleados…
Forcé una sonrisa consoladora.
—Por supuesto.
Grant chocó con su hombro el mío.
—Pero todavía cuenta. Aprecio que compartas eso conmigo.
Gracias a mi gran boca, el ambiente divertido se había transformado en tenebroso.
Aunque una idea que podría cambiar eso estalló en mi cabeza.
—Así que, si sacaste mi archivo, ¿eso significa que viste el vídeo ofensivo?
Grant se aclaró la garganta y miró al frente.
—Tenía que ver con lo que estaba tratando.
Lo miré durante un segundo. Lucía ligeramente incómodo con la dirección que
había tomado en la conversación, lo que solo me hacía querer ir más por ese camino.
Inclinándome ligeramente, mi voz bajó aún más.
—¿Lo viste más de una vez?
Grant luchó un momento. Lució aliviado cuando su teléfono sonó.
Sacándolo de su bolsillo, leyó el nombre destellando en la pantalla.
—Discúlpame. Tengo que aceptar esto.
Respondió.
—¿Qué pasa?
Escuché una voz de mujer en el otro extremo, pero no podía entender lo que
estaba diciendo.
—¿Cuánto hace que se fue?
La mujer habló más fuerte. Sonaba molesta.
—Está bien. Estoy cerca. No dejes la casa. Lo encontraré.
Deslizó el dedo para terminar la llamada y se inclinó para hablar con el conductor.
—Sal en la siguiente salida. Ve a la derecha en Cross Bay y a la izquierda en
Singleton.
—Sí, señor.
Grant dejó salir una respiración rasgada. Frunció el ceño.
—Lo siento. Tenemos que tomar un desvío.
—¿Está todo bien?
Negó.
—Mi abuelo tiene demencia. Todavía está en la etapa temprana, pero a veces sale.
Mi abuela ya no puede manejarlo sola, pero tampoco dejan que nadie ayude hasta que
las cosas exploten. Es la tercera vez que se pierde en los últimos dos meses.
—Lo siento. Debe ser difícil lidiar con eso.
—No estaría pasando si hubieran dejado al instalador de alarmas hacer el trabajo
para el que lo contraté cuando se presentó en su casa el otro día. Pero no me dejan que
haga que alguien ponga un monitor para que mi abuela pueda ser alertada cuando una
puerta se abra mientras duerme.
El conductor salió e hizo los giros que Grant le instruyó.
Luego Grant lo dirigió a las calles laterales de un área bastante exclusiva. Todas
las casas tenían extensos jardines, y cada una era más grande que la otra. Le dijo al
conductor que ralentizara y subiera sus luces.
—Esta es su casa. Siempre toma el mismo camino. Ve al final del camino y gira a
la izquierda y rápidamente a la derecha. Sigue el camino sinuoso hacia el agua.
—Suenas como si tuvieras una muy buena idea de a dónde va —dije.
Grant miraba por la ventana, buscando mientras hablaba.
—Siempre va al mismo lugar.
Unos minutos después, vi a alguien caminando al lado del camino.
—¡Ahí! —señalé—. Veo a alguien adelante.
Grant suspiró profundamente.
—Es él. —Instruyó al conductor para estacionarse detrás de él lentamente, y salió
del auto de un salto antes de que se detuviera completamente siquiera.
Miré la interacción entre los dos hombres por la ventana frontal de la limosina. El
abuelo de Grant iba vestido con una bata de baño color café y zapatillas. Su cabello se
encontraba despeinado y él giraba sobre sí mismo, pareciendo confundido cuando las
luces llamaron su atención. Pero todo su rostro se iluminó mientras se guardaba los
ojos y miraba al hombre siguiendo sus pasos. Definitivamente reconoció a su nieto.
Abrió sus brazos ampliamente y esperó a que el trajeado y claramente frustrado Grant
se acercara.
No pude evitar sonreír cuando Grant cedió y dejó que el hombre mayor lo
sumergiera en un abrazo. Los dos hablaron durante un minuto, y luego Grant lo llevó
de regreso a la limusina.
Grant ayudó a su abuelo a subir primero.
El hombre me sonrío cálidamente mientras se sentaba.
—Bueno, eres muy guapa.
Grant entró y cerró la puerta. Negó con la cabeza.
—No dejes que el encanto te engañe. Es un viejo sucio.
El abuelo de Grant se río y me guiñó un ojo.
—Exagera. No soy tan viejo.
—Debes dejar de desaparecer, Pops. Es casi medianoche.
—Necesitaba ver a Leilani.
—¿Tan tarde?
—Un hombre necesita ver a su chica cuando necesita ver a su chica.
Grant suspiró.
—Te propongo un trato. Te llevaré con Leilani, pero tienes que acordar dejarme
poner una alarma en casa mañana. Preocupas a la abuela cuando desapareces.
El abuelo de Grant se cruzó de brazos sobre el pecho. Me recordaba a un niño
pequeño al que le dijeron que no podía tomar el postre hasta que se comiera sus
verduras.
—Bien.
Grant se pasó la mano por el cabello y se giró hacia mí.
—¿Te importa si hacemos otra parada? Es justo bajando por el camino.
—Por supuesto que no. Lo que sea que necesites hacer.
—Gracias. —Se inclinó para hablar con el conductor—. Baja al Puerto Castaway,
por favor.
Ireland
eilani no era una mujer. Era un barco.
Un hermoso velero.
Grant ayudó a su abuelo a subir y luego extendió su mano hacia mí.
—Gracias —dije mientras pisaba la cubierta trasera.
Su abuelo desapareció en la cabina inmediatamente.
—Va a poner a Frank Sinatra. A veces olvida a su esposa. A veces huye y se pierde.
Pero nunca se olvida de este barco o de Frank.
Miré alrededor de la amplia área trasera para sentarse.
—Puedo ver por qué. Este barco es increíble.
—Gracias. Pops lo construyó hace casi sesenta años. Me lo dio como regalo en
mi cumpleaños número veintiuno.
—Oh, eso es realmente especial.
—Lo construyó como una muestra, para usarlo para vender barcos y recibir
órdenes cuando comenzó su negocio de manufacturación de barcos. Pidió prestado el
dinero a un prestamista que podría haberle rotos las piernas si no le devolvía el dinero.
Pero vendió más de lo que posiblemente pudiera construir la primera vez que lo mostró
en un espectáculo de barcos. —Gran se rio—. De hecho, el nieto del prestamista tiene
el modelo más reciente, y Pops juega a las cartas con el prestamista, que vive con ayuda
ahora.
Miré el logo al lado del barco.
—No me di cuenta de que tu familia era dueña de Lexington Craft. No sé mucho
sobre barcos, pero son realmente hermosos. Los veo en las películas de vez en cuando.
Grant negó.
—Mi familia ya es la dueña. Bueno, tenemos una gran cantidad de acciones de
cuando se vendió, pero ha sido una compañía pública mucho tiempo. Pops se quedó
para manejarla después de la venta, pero se jubiló hace diez años después de asegurarse
de que la nueva administración fuera tan apasionada sobre la construcción de barcos
como él. Él y mi abuela solían tener un gran barco en el puerto, bajando por el camino,
pero lo pusieron en almacenamiento hace unos años, después de que fuera
diagnosticado. Este es especial para él, y le gusta venir a visitarla.
Sonreí.
—Es entendible.
Frank Sinatra comenzó a sonar a través de los altavoces, y un minuto después
Pops salió de la cabina. Llevaba una caja de cigarrillos en una mano y un encendedor en
la otra. Su bata colgaba abierta, revelando una camiseta y bóxeres blancos.
—Pops. ¿Por qué no te atas la bata?
Pops le dio a Grant la caja y apuntó con su cigarrillo hacia mí.
—Luces como esa actriz…
Chasqueó sus dedos varias veces, tratando de recordar.
—¿Cuál es su nombre… sabes cuál? —Chas. Chas—. La que tiene grand…
Pensé que sabía dónde iba con esto. Pero entonces chasqueó unas veces más y
gritó:
—¡La que tiene grandes bolas!
Grant y su abuelo se pusieron histéricos de risa. No tenía ni idea de qué diablos
se reían, pero verlos me hizo sonreír de todos modos. También me fijé en lo diferente
que parecía Grant cuando estaba relajado y tenía una sonrisa genuina. Parecía mucho
más joven, y mucho menos intimidante.
Grant seguía riéndose cuando explicó qué era tan gracioso.
—Hace un par de años, llevé a Pops a la tienda a por zapatos nuevos. Acababa de
empezar a luchar con su memoria, y quería zapatos con suelas de apoyo, pero no podía
recordar las palabras suelas de apoyo. Por alguna extraña razón, pensó que la palabra
que estaba buscando era bolas… así que gritó que quería bolas a todo pulmón.
Se limpió las lágrimas de los ojos.
—El vendedor se rio y bien y, desde entonces, Pops comenzó a llenar las palabras
que no puede recordar con bolas. Es interesante porque siempre puede recordar bolas,
pero no la palabra que está buscando. De todos modos, nos da risa cada maldita vez.
Pensé que estar cerca del engreído, confiado y apuesto Grant era peligroso, pero
ver lo dulce que era con su abuelo y lo mucho que atesoraba sus buenos momentos hizo
que mi corazón se hinchara en mi pecho.
Pops chasqueó sus dedos unas veces más. Parecía que se atoraba en ciertas
cosas.
—¿A quién diablos se parece? Es alta… no recuerdo su nombre.
—Luce como una Charlize Theron más joven, Pops. —Grant estudió mi cara y
guiñó—. Excepto que no es tan alta, e Ireland es más bonita.
—Sí, eso es. —Pops asintió y sonrió—. Grandes bolas la de esa.
Me habían dicho que me parecía a esa actriz un par de veces en mi vida, pero
nunca me había hecho ruborizarme.
Los tres nos sentamos en la parte trasera del barco durante un rato. Pops siguió
divirtiéndonos con historias sobre cuando comenzó a construir barco y todas las
pruebas y errores que pasaron. Era bastante increíble lo lejos que llegaba su memoria,
y sin embargo a veces olvidaba miembros de la familia o dónde se hallaba. En algún
punto, se puso en pie y anunció que iba a ir a escuchar ronronear a su bebé.
—Le gusta escuchar el motor —explicó Grant. Sopló un anillo de humo del puro
que había encendió unos minutos antes, y lo sostuvo en alto—. Creo que viene más a
por estos que nada más, en estos días. Mi abuela ya no le deja fumar… no desde que
encendió uno y se fue y la alfombra prendió.
—Eso es bueno. No son buenos para ti. Y nunca entendí el atractivo, de todos
modos. Ni siquiera inhalas. Siempre pensé que eran algún tipo de símbolo fálico del que
a los hombres les gusta alardear.
Grant examinó su puro y sonrió.
—Ahora me alegro de tener el Cohiba4 extra grueso.
—En serio, ¿cuál es el atractivo con los puros?
—Se trata más del descanso que te fuerza a tomar. Sentado aquí, sin este puro
en la mano, probablemente sacaría mi teléfono y lo utilizaría después de unos minutos…
o me levantaría y haría algo en el barco. Pero un buen puro causa que me siente y me
tome un minuto, reflexionando sobre mi día o la belleza alrededor de mí. —Sus ojos
pasaron por mi cara, y su mirada se calentó—. Hay mucho que apreciar en este
momento.
En lugar de retorcerme bajo su escrutinio, opté por retomar el control. Él tenía
el puro en la mano opuesta a mí, así que me incliné sobre él y lo tomé de sus dedos.
—Muéstrame cómo hacer esto. —Levanté el palo de cáncer humeante hasta mis
labios.
Grant arqueó una ceja.
—¿Vas a fumar de mi puro?
—¿Eso te molesta?
Una sucia sonrisa tiró de las esquinas de sus labios.
—Por supuesto que no. Eres bienvenida a envolver tus labios alrededor de mi
Cohiba.
Puse los ojos en blanco, pero un estremecimiento pasó a través de mí, incluso
aunque no había brisa.

4
Cohiba: es una marca muy conocida de puros y habanos.
—Sostenlo contra tus labios.
—Está bien.
—Finge que estás sorbiendo de una pajita. Pero no inhales. Solo toma el humo
en tu boca y luego lo sueltas. No lleves el aire profundamente desde tu diafragma.
Hice lo que instruyó… al menos pensé que lo hice. Pero, después de inhalar,
inadvertidamente tragué algo del humo y comencé a toser.
Grant se rio.
—Te dije que no inhalaras.
Farfullé.
—Aparentemente es más fácil decirlo que hacerlo. —Extendí el puro, y él lo tomó
de vuelta.
Nos sentamos en silencio después de eso durante un rato. Grant mantuvo un ojo
en Pops, quien tenía su cabeza enterrada en el motor al otro lado del barco mientras
jugueteaba. Miré alrededor, a los otros barcos y al puerto.
—Debes ver atardeceres hermosos aquí.
—Lo hago.
—Probablemente romántico. ¿Traes a tus conquistas aquí para ponerlas de
humor?
Grant se llevó el puro a la boca y envolvió sus labios alrededor del extremo. Me
sentí ligeramente encendida por la vista, especialmente sabiendo que mis labios habían
estado ahí antes. Él inhaló cuatro o cinco veces, y luego sopló una espesa nube de humo
blanco.
—Si por conquistas te refieres a citas, entonces la respuesta es no. No las traigo
aquí para ponerlas de humor.
—¿Por qué no?
Se encogió de hombros.
—Simplemente no lo hago.
Un fuerte golpe llevó nuestra atención de nuevo a Pops. Grant saltó, pero solo
había sido su abuelo dejando caer la puerta del motor.
Pops sacudió sus manos.
—Todavía tan sexy como el día que cobró vida con un ronroneo por primera vez.
Sin embargo, el carburador podría necesitar un ajuste. Conseguirás mejor eficiencia del
combustible con un pequeño ajuste.
—Me encargaré de eso. Gracias, Pops.
—¿Están listos para irse? Necesito dormir.
—Listos cuando tú lo estés. —Grant se levantó e intentó ayudar a su abuelo a
subir a la pasarela y al muelle, aunque Pops no lo aceptó. Alejó la mano de Grant y se
bajó del barco por su cuenta.
Grant y yo intercambiamos sonrisas, y lo dejé ayudarme a salir del barco. Los
tres caminamos juntos de regreso al auto que esperaba.
Fue un paseo corto de regreso a casa de los abuelos de Grant, y Pops salió del
auto tan pronto como nos detuvimos. Grant salió para seguirlo.
Cuando llegó a la puerta principal de la casa, Pops se giró y gritó:
—¡Adiós, Charlize!
Saqué la cabeza por la puerta del auto.
—¡Hasta luego, Bolas!
Pops habló con Grant, aunque yo todavía podía escucharlo.
—Chico, es un bombón, ¿cierto?
Grant sonrió.
—Lo es, Pops. Lo es.
Los dos hombres desaparecieron dentro y., unos minutos después, una mujer
que asumí era la abuela de Grant abrió la puerta otra vez. Abrazó a Grant y él esperó
hasta que la puerta se cerró, entonces revisó dos veces para asegurarse de que estuviera
cerrada con llave antes de volver al auto.
Subió y cerró la puerta.
—Lo siento por eso.
—Oh, no. No lo sientas. Tu abuelo es muy enérgico. Fue divertido, y tu barco es
hermoso.
—Gracias.
—¿Logras usarlo a menudo?
Grant vaciló antes de responder.
—Cada día. Vivo en él.
—¿En serio? Eso es genial. —Levanté una ceja—. Pero dijiste que no llevabas
citas al barco.
—No las llevo. También tengo un apartamento en el centro en Marina Del Rey.
Algunas personas usan una casa como su residencia principal y un barco para la
diversión. Yo hago lo contrario.
Hm… interesante.
Hablamos durante el resto del corto viaje a mi casa. Nuestra conversación fue
casual, pero era imposible sentirme completamente relajada cerca de Grant.
Simplemente ocupaba demasiado espacio… literalmente sentado a mi lado y
metafóricamente dentro de mi cabeza. El conductor ralentizó cuando giramos para
entrar por mi calle.
Señalé el alto edificio de apartamentos, de repente agradecida de vivir en un
vecindario bonito.
—Este es el mío.
La limusina se en la acera, y el ambiente casual y relajado abruptamente se
terminó. Lo sentí como el final de una cita, con una incómoda despedida, más que
despedirme del CEO de la compañía para la que trabajo.
Puse la mano en la manija de la puerta y hablé muy rápido.
—Gracias por el viaje a casa.
Grant se inclinó hasta su conductor.
—Dame unos minutos, Ben. Voy a llevar a la señorita Saint James a la puerta.
—Eso no es necesario —dije.
Grant extendió la mano y la puso sobre la mía, la que seguía sosteniendo la
manija de la puerta, y abrió la puerta del auto. Salió primero y extendió su mano.
—Es necesario.
Con su mano en la parte baja de mi espalda, Grant me guio delante de él por el
estrecho pasillo. Sentía el calor de su palma escociendo en mi piel y me pregunté si era
mi cuerpo o el suyo el que estaba en llamas. Quizás fuera la conexión entre nosotros.
Mi apartamento se encontraba en el tercer piso, y él insistió en subir al elevador
conmigo también. Frente a mi puerta, Grant se metió las manos en sus bolsillos.
—Gracias otra vez por el viaje —dije.
—Por supuesto.
—Está bien… bueno… que tengas una buena noche. —Hice algún tipo de
movimiento brusco con las manos y busqué a tientas para abrir la cerradura. Entrando,
miré atrás y sonreí incómodamente una última vez antes de cerrar la puerta. Entonces
procedí a inclinar la cabeza contra ella y golpear unas cuantas veces—. Dios, eres una
estúpida alrededor de ese hombre.
Suspirando, caminé hacia la cocina. Pero el timbre me detuvo después de unos
pasos. Grant debía haber olvidado algo. Regresé y revisé por la mirilla antes de abrir la
puerta.
Sonreí juguetonamente.
—¿Ya me extrañas?
Grant sacudió la cabeza y frunció el ceño. No parecía muy feliz de estar donde
estaba. Dejando salir un suspiro audible, dijo:
—Sal conmigo la noche del viernes.
—Uh… tu aspecto me dice que me estás pidiendo algo horrible.
Se pasó una mano por el cabello.
—Lo siento. Sé que probablemente no es la idea más inteligente, pero realmente
me gustaría invitarte a salir.
Me mordí el labio inferior.
—¿No es la idea más inteligente porque trabajo para ti, o no es la más inteligente
porque nos conocimos porque te envié un correo electrónico borracha para decirte que
te jodieras?
Grant sonrió.
—Ambas.
Me gustaba su honestidad. Y su mandíbula. Y ese pequeño hoyuelo en el lado
izquierdo de su mejilla en el que me acababa de fijar por primera vez. De hecho, no
podía pensar bien cuando miraba su apuesta cara.
Así que bajé la mirada para recomponer mis pensamientos, pero todo lo que hizo
fue recordarme las otras cosas que me gustaban de él: sus hombros anchos, estrecha
cintura… maldición, pies grandes, también.
Sin embargo, incluso con toda esa belleza, todavía no estaba vendida. Aunque mis
razones no eran las mismas que las suyas. Grant era cauteloso porque trabajaba para
él. Yo era cautelosa porque algo me decía que este hombre podría comerme viva.
Después de debatir interiormente los pros y contras, levanté la mirada.
—¿Qué tal unas bebidas? ¿Vemos cómo va?
—Si prefieres eso.
Exhalé.
—Eso creo.
—Entonces bebidas serán. Te recogeré a las siete.
—¿Podríamos tomarlas en Leilani? —pregunté—. ¿Quizás ver el atardecer?
El músculo en la mandíbula de Grant se tensó.
—Mi apartamento da al puerto y está orientado al oeste. La terraza tiene una
hermosa puesta del sol. O hay un buen bar en el muelle.
—Preferiría tu barco antes que tu palacio porno.
El labio de Grant se torció.
—¿Palacio porno?
—Dijiste que usas tu barco para vivir y tu apartamento para la diversión.
Sus ojos vagaron por mi cara.
—Si digo que sí, ¿es una cita?
Quería decir que sí de la peor manera. Me sentía increíblemente atraída a él
físicamente, pero también encontraba su actitud directa, no… sin tonterías, excitante.
Sin mencionar que había bajado la guardia alrededor de su abuelo y mostró que había
más de él que el brusco exterior. Sin embargo… algo sobre él me aterraba.
Lo miré a los ojos.
—¿Solo quieres acostarte conmigo, o realmente quieres salir conmigo?
Grant sonrió.
—Sí.
Me reí y negué con la cabeza.
—Aprecio la honestidad. ¿Pero puedo pensármelo?
Su engreída sonrisa cayó.
—Por supuesto.
—Gracias. Que tengas una buena noche, Grant.
Cerré la puerta sintiéndome desinflada, pero por dentro sabía que había hecho lo
correcto. Nada sobre Grant Lexington era simple. Especialmente el hecho de que era mi
jefe.
Grant
eñor Lexington? —Mi asistente entró a mi oficina—.
Tiene a Ireland Saint James en la línea uno. ¿Quiere
que le diga que está saliendo a una reunión?
Me levanté con un archivo en la mano, listo
para dirigirme a una reunión a las diez en punto, pero
me senté de nuevo.
—No, la tomaré. Dile a Mark Anderson que llegaré unos minutos retrasado y que
comience sin mí.
Lancé el archivo sobre mi escritorio, levanté el teléfono, y me recliné en mi silla.
—Señorita Saint James. Han sido tres días. Debes de haber tenido mucho en lo
que pensar.
—Lo siento. He estado ocupada. Pero quería responder a tu invitación para
cenar, o sobre nuestra discusión de tomar algo.
—Está bien…
—Pareces un buen chico…
Me enderecé en mi silla y la interrumpí:
—Vamos a terminar esta conversación en el almuerzo.
—Uh… bueno, no podemos simplemente…
La interrumpí una segunda vez.
—No. Tengo una reunión ahora. Ven a mi oficina a la una en punto. Tendré el
almuerzo esperando.
—Pero…
—Podemos hablar entonces.
Ella suspiró.
—Bien.
De camino a la reunión, me detuve en el escritorio de Millie.
—¿Puedes por favor ordenar almuerzo para mí y la señorita Saint James para la
una en punto?
—Por supuesto. ¿Qué le gustaría?
—Lo que sea.
—¿Quiere ensaladas, sándwiches? ¿Es vegana?
—¿Cómo diablos voy a saberlo? Simplemente ordena unas cuantas cosas.
La frente de Millie se arrugó.
—Está bien.
—Y, si voy tarde, dile que comience a comer sin mí.
—El correo acaba de llegar. ¿Le gustaría que ponga las cartas de hoy en su
escritorio?
—Tritúralo —espeté.
Cuando la reunión finalmente terminó a la una y cinco, me sentía impaciente.
Algunas personas se tomaban diez minutos para evitar el tema y escupir un maldito
hecho. Durante la última hora encontré difícil concentrarme, demasiado ocupado
preguntándome si mi próxima cita me iba a dejar plantado.
La tensión en mis hombros se disipó cuando entré en mi oficina y encontré a
Ireland husmeando. Cerré la puerta detrás de mí.
—¿Buscando algo?
Se giró con una foto enmarcada en su mano.
—¿Son tu abuelo y tú?
Me acerqué. La foto había estado en el mueble desde que me cambié a esta
oficina hacía dieciocho meses, pero no la había visto realmente desde entonces. Pops y
yo pescando al lado de Leilani. Debía de haber tenido siete u ocho.
—Él atrapó un pez zorro ese día. Yo una quemadura de sol.
Ireland sonrío y puso el marco en su lugar.
El almuerzo se encontraba puesto en la pequeña área para sentarse en vez de en
mi escritorio. Extendí la mano.
—Por favor, toma asiento. Llego unos minutos tardes, y la comida
probablemente esté fría.
Ireland se sentó en el sofá y tomé el asiento frente a ella.
—¿Hay más personas uniéndose a nosotros? —preguntó—. Hay seis almuerzos
diferentes aquí.
—No sabía lo que te gustaba.
Su cara se relajó.
—Gracias. No soy difícil. Pero tomaré esta hamburguesa, si no te importa. Estoy
muriéndome de hambre.
—Lo que te guste.
Agarré un sándwich de pavo y no perdí tiempo en ir al grano. Prefería discutir
los negocios primero, para poder disfrutar de verdad de mi comida después.
—Así que estabas a punto de darme el discurso de eres un buen chico, pero… Uno
que no escucho muy a menudo.
—¿Porque nadie te lo dice?
—No. Porque no soy así de bueno.
Ireland tomó una papa frita y me apuntó con ella.
—Bueno, eso en sí es una razón por la que no debería cenar o beber contigo,
¿cierto?
Me incliné y mordí la papa frita de sus dedos.
—Probablemente. Pero me gustaría una oportunidad para cambiar tu opinión,
de todos modos. Tengo la sensación de que eres cautelosa porque sientes que no soy
franco contigo. Pero estoy en una posición difícil. No puedo decir lo que está en mi
mente porque trabajas para mí, y no quiero que te sientas presionada.
—No me siento presionada por ti como mi jefe. Incluso aunque me ladraste que
viniera aquí a comer. De algún modo sé que mi trabajo no está en riesgo, y eso es solo
tú siendo tú. Si hoy honesta, tu ladrido se sintió real, y preferiría ver a ese hombre que
al vacilante que está tratando de ser apropiado.
—¿Así que prefieres que sea inapropiado y que ladre?
Ella se río.
—Prefiero que simplemente seas tú, sin filtros sobre lo que estás pensando.
Mis ojos se clavaron en los suyos. He encontrado que a menudo una mujer piensa
que quiere la honestidad sin filtros, pero resulta no ser el caso una vez la escucha.
—¿Estás segura de eso?
—Segurísima.
Me estiré y tomé su mano.
—Bien. Entonces seamos honestos. No he sido capaz de dejar de pensar en ti en
días. Diablos, desde que me dijiste que me jodiera en ese correo electrónico. Me
preguntaste la otra noche si solo quería acostarme contigo. Absolutamente quiero estar
dentro de ti. Cerraría esa puerta y te tomaría en mi escritorio justo ahora si lo quisieras.
Tragó.
—Pero, si quisieras unas bebidas y ver la puesta del sol en mi barco, también me
apetece eso. No he tenido nada salvo una relación sexual con una mujer en siete años y,
para ser sincero, no estoy completamente seguro de que sea capaz de ofrecer nada más.
Pero, si quisieras comenzar con unas bebidas, podemos definitivamente ver adónde
lleva eso.
Ireland comenzó a negar. No podía leer la mirada sorprendida de su cara… si era
sorpresa buena o la que confirmaba que debía correr en la dirección contraria.
—¿Eso se supone que eres tú defendiendo tu causa para que salga contigo?
Porque básicamente me dijiste que das asco con las relaciones y que podrías solamente
querer tener sexo conmigo. Y, oh, por cierto, si quisiera follar en tu escritorio, también
es una opción.
—Eso depende. ¿Funcionó?
Se río.
—Oh, Dios mío. Creo que perdí la cabeza. Porque creo que podría.
—Bien. Entonces cállate y cómete el almuerzo porque tu comida se está
enfriando.
Ireland seguía riéndose y negando cuando tomó un mordisco de su
hamburguesa de queso. Me alegró no ser el único que comenzó a perder la cabeza.
Especialmente desde que verla hundir sus dientes en su almuerzo me hizo salivar
pensando en hundir mis dientes en su piel.
Con lo importante fuera del camino, nos las arreglamos para tener una comida
relajada. Hablamos sobre trabajo, nuestras rutinas, y preguntó si mi abuelo había
intentado escaparse otra vez… lo que me gustó. Era considerada, y su interés parecía
genuino.
Demasiado pronto, el teléfono de Ireland vibró. Tenía una alarma en su teléfono,
y me hizo pensar en cómo yo tuve a Millie llamando para liberarme de cosas. Miré su
celular.
—¿Es eso una cita inventada para ayudarte a salir de aquí?
Ella se apartó el cabello de su cara.
—No. Ojalá. Tengo que correr a reunirme con mi contratista. Estoy
construyendo una casa en Agoura Hills. Se suponía que la construcción terminaría en
unas semanas, pero mi constructor dijo que podría haber un retraso, y quiere discutir
los planes.
—Eso no suena bien.
—No, definitivamente no. Especialmente ya que mi compañera de piso se muda
en dos semanas cuando se case, y nuestro contrato está a solo un par de meses de
vencer.
—Tengo un buen agente de bienes raíces que puede ayudarte a encontrar algo
temporal si lo necesitas.
—Gracias. —Me miró de reojo—. Entonces, ¿esto es algo que haces
regularmente?
—¿Qué?
—Inventar citas para salir de una reunión más rápido.
Sonreí.
—Ocasionalmente.
Justo entonces, mi teléfono de escritorio sonó, y Millie habló por el
intercomunicador.
—¿Sr. Lexington? Leo llegó unos minutos antes. Simplemente corrió al baño.
Ireland alzó una ceja.
—Esa fue una coincidencia total. Leo es una persona real. Estoy seguro de que
entrará aquí cuando regrese, si no estoy fuera. Así que lo conocerás. Tiene un botón en
su trasero que lo hace aparecer después de diez segundos de espera si no tiene un
videojuego en la mano.
—¿Leo es un adulto o un niño?
—Niño. Que piensa que es un adulto. Es mi… pasamos tiempo juntos cada
miércoles por la tarde. Es parte de un programa que mi madre comenzó hace veinte
años para los niños de acogida. Es algo así como los programas de Hermanos Mayores,
Hermanas Mayores; excepto que todos los niños están en el sistema de acogida y todos
los Mayores son ex niños de acogida. Los Mayores toman un compromiso para ser
mentores de los menores desde los cinco hasta los veinticinco. Los niños de acogida se
mueven mucho, y tener al mismo Mayor durante años les da consistencia.
Ella niega con la cabeza.
—Eso es increíble. Pero hay dos lados de ti, ¿no es cierto? Deberías haberme
contado esta historia la otra noche. Probablemente habría dicho que sí a cenar.
Me reí.
—Ahora te lo digo.
Ireland sonrío.
—Pero estoy tan agradecida de que no arreglaras una cita para deshacerte de
mí.
—Igualmente.
—Debería irme, de todos modos. Ambos tenemos cosas que hacer. —Ireland se
puso en pie—. Gracias por el almuerzo. La próxima vez no necesitas exagerar y ordenar
demasiado. No soy difícil. Como de todo.
—Me alegra saber que estás planeando una próxima vez. ¿Te recogeré el viernes
a las siete?
—Vendré a ti.
—Soy capaz de recogerte. Además, ya sé dónde vives.
Ella sonrió.
—Y soy capaz de conducir por mí misma.
Negué con la cabeza.
—Siempre eres un dolor en el trasero, ¿cierto? Te veré el viernes a las siete en el
puerto.
Ireland recogió mi contenedor de comida vacío y el suyo de la mesa y los metió
en una bolsa. Extendió la basura hacia mí.
—Oh. Y debería decirte que no beso en la primera cita.
Tomé la bolsa, junto con su mano, y la usé para acercarla más a mí.
—Eso es bueno. Porque esta fue nuestra primera cita. Te veo el viernes, Ireland.

—No quiero la alarma conectada a la estación de policía. No me gustan las armas


en casa.
El instalador me miró, e hice señas para que siguiera trabajando mientras guiaba
a la abuela a la cocina para hablar.
—Abuela, si la alarma suena y no la escuchas, ellos sabrán ir a buscar a Pops. Lo
comprobé con el departamento de policía, para que entiendan que es más que probable
que sea una persona desaparecida y no un robo donde tienen que presentarse con las
armas desenfundadas.
Ella se sentó.
—Soy capaz de cuidarlo.
Cuanto peor se ponía Pops, más difícil se volvía para ella también. Se sentía
discapacitada por necesitar ayuda con su esposo de cincuenta años.
Me senté frente a ella y cubrí su mano con la mía. Una pareja mayor e
independiente no ve el recibir ayuda de una manera muy diferente a la de un niño de
acogida… no querían depender de nadie más que de sí mismos. Los argumentos lógicos
no funcionan, porque lo que ellos pelean es emocional y no práctico. Justo como con
Leo, sabía que lo mejor era no razonar con mi abuela. Necesitaba que validara sus
emociones.
—Entiendo que no necesitas ayuda, Abuela. Podrías manejarlo por tu cuenta.
Pero yo quiero ayudar. Si mamá siguiera aquí, se habría mudado y dormido en el piso
de su habitación para asegurarse de que Pops no saldría y se lastimaría. Déjame ayudar
a Pops, por mamá y por mí. No porque no puedas hacerlo tú misma.
Los ojos de la abuela se humedecieron. Había sacado las armas grandes
mencionando a mamá, pero era la verdad, y necesitábamos superar su renuencia.
Desafortunadamente, las cosas no iban a mejorar.
Ella me apretó la mano y asintió.
—Bien. Pero, si voy a aceptar tu ayuda, hay otras cosas donde podría usar unas
manos extras.
—Nómbralo.
Leo entró a la cocina, y Pops lo seguía por detrás.
—Mira esta cosa que Pops hizo. ¡Es una silla eléctrica!
Genial. Más mierda que tendría que explicar a la trabajadora social de Leo en
algún momento. En su jubilación, mi abuelo había comenzado a construir réplicas de
casas en miniatura. Todos sus años como constructor de barcos de madera habían sido
útiles, y pasó los primeros dos años de estar en casa construyendo una réplica en
miniatura exacta de su casa, desde los accesorios del baño hasta la piedra azulada del
patio. Leo y yo visitábamos a los abuelos a menudo, y él trataba de interesar a Leo en su
pequeño pasatiempo. Pero, siendo un típico niño de once años, Leo pensaba que hacer
una casa de muñecas era aburrido. Así fue hasta que Pops comenzó a trabajar en una
casa de muñecas espeluznante. Toda la cosa era un espectáculo de mierda rara. Pero
Pops y Leo habían construido cada pedazo de ese espectáculo, y Leo se había vuelto
bastante bueno con el trabajo de madera.
Tomé la silla eléctrica en miniatura de las manos de Leo y la revisé. Los detalles
eran bastante increíbles, desde las pequeñas correas de cuero negro en los brazos de la
silla hasta lo que parecían ser pequeñas gotas de sangre manchando el asiento.
—Es genial. Pero hazme un favor y no lo lleves a casa a tu mamá adoptiva. Ya
sospecha que podría ser un adorador del diablo después de que llevaras a casa esa
espeluznante casa de muñecas miniatura para poder trabajar en destrozarla.
—Bien. —Puso los ojos en blanco—. Lo que sea.
La abuela se levantó.
—¿Qué puedo hacerte de comer, Leo? ¿Qué tal un sándwich de mantequilla de
maní y plátano como aperitivo?
Él sonrío.
—¿Sin corteza?
La abuela caminó hasta el cajón del pan y lo abrió.
—Las personas que no comen corteza no pueden ser de fiar.
Leo se sentó en un taburete en la barra de granito de la cocina y subió los pies al
taburete de al lado.
Los golpeé.
—Los pies fuera de los muebles.
Pops dijo que iba a tomar una siesta, así que le dije que lo acompañaría para
revisar el ventilador de techo que la abuela dijo que no funcionaba.
Cuando volví a la cocina unos minutos después, la abuela y Leo se estaban
riendo.
—¿Qué es tan gracioso?
—Tú. Con un traje de Santa —rio Leo.
Robé un pedazo de su sándwich de mantequilla de maní y plátano de su plato y
me lo metí en la boca.
—¿De qué están hablando?
La abuela respondió.
—Antes, cuando estábamos hablando sobre cómo te gustaba ayudar, dijiste que
harías lo que fuera que necesitara, ¿cierto?
Estreché los ojos.
—Sí. ¿Pero por qué siento la forma en que me lo preguntas ahora como una
pregunta capciosa?
Leo se río.
—Porque te va a engañar5 para que hagas de Santa este fin de semana en vez de
Pops.
Señalé a Leo con el dedo.
—Cuida tu lenguaje.
—¿Qué dije? ¿Engañar? Esa ni siquiera es una mala palabra. Te he escuchado
hablar peor.
—Yo soy un adulto.
—¿Y?
—Y tú no.
La abuela se levantó y tomó el plato vacío de Leo.
—Tiene razón, Grant. Si quieres que actúe de cierta manera, debes cumplir tus
propias reglas.
Leo alardeó de una sonrisa petulante. El pequeño listillo sabía que no discutiría
con la abuela.
—Sí, Grant. Solo digo malas palabras porque las escucho de ti.
Hice una mueca que gritaba tonterías.
—Y una mierda.

5
En el original el verbo utilizado para decir engañar es sucker up, que en inglés está justo en la línea entre
palabrota y no.
Leo me señaló y miró a abuela.
—Ves, ¡ahí va otra vez!
La abuela suspiró y se giró hacia el fregadero para lavar el plato de Leo.
—Cálmense, chicos.
El mocoso estaba a punto de comerse el último bocado de su sándwich cuando
lo robé de su mano y me lo metí en la boca.
—Oye… —se quejó.
Sonreí.
—Escuchaste a la señora. Cálmate, niño.
La abuela volvió a la mesa.
—Grant, realmente necesito que hagas de Santa este fin de semana en la feria de
Navidad de Julio en Pia’s Place. Sabes que normalmente lo hace Pops. Pero no creo que
quiera este año. A veces olvida lo que está haciendo, y no quiero que asuste a los niños
pequeños.
—¿No puedes encontrar a alguien más?
La abuela frunció el ceño.
—Ahora es una tradición familiar. Creo que debería ser pasada a ti.
Leo sonrió de oreja a oreja.
—Sí, Grant. Es una tradición familiar.
El listillo estaba raro hoy. Pero no podía decirle que no a mi abuela. Incluso
aunque sospechaba que lo habían planeado desde el principio. Me había atraído a la
conversación sobre hacer cosas por ella, así que simplemente no podía negarme.
—Bien. —Hice un puchero—. Pero si alguno de los niños me mea encima, te digo
ahora que el próximo año la tradición pasará al esposo de Kate.
La abuela se acercó y acunó mis mejillas.
—Gracias, cariño. Significa mucho para mí.
Más tarde esa noche, en el viaje a casa de Leo, mencionó que iba a San
Bernardino el próximo fin de semana, así que no estaría en la feria de Navidad en Julio
de este año.
Lo miré y de nuevo al camino.
—¿San Bernardino? ¿Qué estás haciendo ahí? —Solo conocía una razón por la
que podría hacer ese viaje, y esperaba estar equivocado.
—Mi mamá volvió a la ciudad. Me recogerá y me llevará a visitar a mi hermana.
Mierda.
—¿Rose te va a llevar a ver a Lily?
Leo frunció el ceño.
—Eso es lo que dijo mi trabajadora social.
Grant
Hace once años…

o la dejes conducir. Estuvo despierta toda la noche otra


vez, ¿sabes? —susurró Mamá cuando nos sentamos en
la cocina a beber café juntos.
—Sí, lo sé. Estuvo en el garaje pintando.
Probablemente se desmayaría en el auto en el camino. No la dejaré ponerse al volante.
Lily había estado viviendo con nosotros otra vez durante unos meses… su cuarta
vez en cuatro años. El sistema de acogida había creado un círculo vicioso. Cada vez que
Lily comenzaba a asentarse con nosotros, la devolvían con su mamá, incluso aunque
ella nunca quisiera ir al principio. Entonces, una vez estaba viviendo con su mamá otra
vez, se sentía responsable de cuidar de ella y no quería volver a ponerla en el hospital
de salud mental. Las cosas al final se ponían mal, y a Lily la quitarían de ahí y estaría
enojada. Volvía a nuestra casa, y le tomaba unos meses asentarse de nuevo. Siete u ocho
meses después, el círculo entero comenzaba de nuevo.
Sistema roto. Aunque, a partir de hoy, Lily oficialmente ya no era parte del jodido
mundo del sistema de acogida nunca más. Porque hoy era su cumpleaños número
dieciocho. Desafortunadamente, lo único que quería para su cumpleaños era conducir
al norte y visitar a su mamá. Lo que era una de las razones por las que estuvo despierta
toda la noche pintando otra vez. Se ponía ansiosa cuando algo tenía que ver con Rose, y
pintar la calmaba cuando su mente no podía descansar.
—Papá y yo estuvimos hablando —dijo Mamá—. Creemos que quizás Lily
debería ver a un terapeuta. Alguien privado, fuera del sistema de los servicios sociales.
Ha tenido cinco consejeros diferentes desde que llegó aquí la primera vez, y creo que se
beneficiaría de algo de consistencia. Ha pasado por mucho… las mudanzas constantes
de un lado a otro, ser alejada de su madre, que nos mudáramos desde Big Bear Lake
más cerca a Los Ángeles por todas mis citas, que yo esté enferma…
Por supuesto que era mucho, y tenía razón. Lily se tomó el diagnóstico de cáncer
de ovario de mamá tan mal como yo. No tenía dudas de que Lily debería hablar con
alguien regularmente. Pero había estado esperando su cumpleaños número dieciocho
principalmente porque el estado ya no podía forzarla a ir a ver a un psiquiatra una vez
al mes. Para ella, ver a un terapeuta de cualquier tipo significaba que estaba loca como
su madre.
—No lo sé, mamá. No va a querer ir.
—Si alguien puede convencerla, eres tú. Ustedes dos son más cercanos que
hermano y hermana.
Fruncí el ceño. Me sentía mal porque siguiéramos mintiendo a mi mamá, y a todo
el mundo. Pero si mis padres hubieran sabido que éramos pareja cuando teníamos
quince, podían no haber aceptado que Lily volviera. El estado definitivamente no lo
habría permitido. Entonces, mientras crecíamos, no dijimos nada porque era más fácil
para tener nuestra privacidad. Si mamá supiera que estábamos juntos, nunca nos
habrían permitido estar detrás de una puerta cerrada otra vez, especialmente no con
mis hermanas menores alrededor.
—Veré que puedo hacer.
Lily entró a la cocina y cantó:
—Buenos días.
Estaba llena de energía, incluso aunque hubiera estado despierta toda la noche
pintando. Parecía que tenía dos estados de ánimo últimamente: alto y bajo. Realmente
ya no había un intermedio. Pero podía entenderlo; había pasado por mucho.
—Feliz cumpleaños. —Mamá se levantó y atrajo a Lily para darle un abrazo. Ella
acunó sus mejillas, junto con algo de cabello—. Dieciocho. Hoy te trae mucha libertad.
Has pasado tiempo con nosotros a lo largo los años porque tenías que hacerlo, pero
espero que te quedes muchos años más ahora porque quieres hacerlo. Eres parte de
esta familia, Lily.
—Gracias, Pia.
Mamá sorbió y negó.
—No quiero arruinar tu cumpleaños y ponerme toda emocional. Así que déjame
darte tus regalos. —Se dio la vuelta, tomó dos cajas envueltas del mostrador de la
cocina, y se las dio a Lily—. Feliz cumpleaños, cariño.
Lily le agradeció y abrió la primera caja. Sus ojos se iluminaron cuando encontró
un gran set de costosas pinturas de aceite que siempre miraba en la tienda.
—Muchas gracias. Las he querido durante mucho tiempo. Pero son muy caras. No
debiste.
—Grant me dijo lo mucho que las admirabas.
Ella abrió la segunda caja… papel que tenía escrito Lily y lirios envueltos
alrededor de su nombre.
Pasó el dedo sobre la tapa.
—Es hermoso.
—Me imaginé que podrías usarlo para escribirle a Grant cuando se vaya a la
universidad.
Los ojos de Lily saltaron a mí, pero entonces sonrió a mamá.
—Gracias. Es perfecto. Me encanta, de verdad.
Hace cuatro años, cuando Lily se mudó de nuevo con su mamá por primera vez,
me había dicho que me escribiría cada día que no pudiéramos estar juntos. Pensé que
estaba exagerando pero, la última vez que conté, tenía más de quinientas cartas.
Algunos días me enviaba tres o cuatro páginas sobre su día, otros días solo escribía unas
cuantas oraciones, y a veces recibía un poema o una imagen que había dibujado. Pero
nunca se perdió un día. Así que el papel era una idea genial, aunque no lo usaría cuando
me fuera a la universidad. Decidí quedarme en casa. Sin embargo, era otra cosa que ni
Lily ni yo le habíamos mencionado a mi mamá todavía.
Miré mi reloj.
—¿Estás lista para irnos?
—Lo estoy.
—Tengan cuidado —dijo Mamá. Se giró hacia Lily—. Disfruta tu visita con tu
mamá.
Si hoy fuera como cualquier otro día con Rose, había una probabilidad del
cincuenta por ciento de que eso pasara.

Un centro psiquiátrico podría ser un hospital, pero es un infierno muy diferente


del lugar al que vas cuando alguien tiene un bebé o algo, o al menos este lo era. Las
paredes blancas se encontraban desnudas, sin arte alegre o fotos enmarcadas que
suavizaran la dureza el ambiente. Ya que el piso que estábamos visitando en el Hospital
Psiquiátrico Crescent era un ala solo para adultos, todos iban vestidos casualmente,
principalmente con ropa de calle. Pero unas cuantas personas andaban deambulando
en pijama, aunque fuera medio día.
Rose, la mamá de Lily, no estaba en el centro de actividad o en cualquiera de las
áreas comunes. La encontramos en su habitación, acostada en la cama en posición fetal
con los ojos abiertos. Su gran vientre se notaba mucho ahora. Hacía tres meses, cuando
fue admitida, nos enteramos de que Rose estaba embarazada de cuatro meses. Había
estado en medio de un episodio maniático entonces, hablando sobre todos los planes
que tenían ella y el padre del bebé. Aunque, por todo lo que sé, el misterioso hombre
que la había embarazado nunca había mostrado su cara, ni siquiera una vez, para ver
cómo se encontraba desde su admisión. Y algo me decía que nunca lo haría.
Los ojos de Rose nos reconocieron cuando entramos, pero no se movió.
—Mamá, ¿cómo estás?
Lily fue a sentarse en la cama. Peinó el cabello de su mamá de la misma forma
que había visto a mi mamá hacerlo con mis hermanas cientos de veces.
Rose murmuró algo incoherente.
Lily se inclinó y besó la mejilla de su madre.
—Tu cabello está lindo y suave. ¿Lo lavaste hoy?
Más balbuceo incoherente; sin embargo, Lily siguió como si tuvieran una
conversación real.
—Mira, Grant está conmigo. —Señaló adonde me hallaba de pie junto a la puerta,
y los ojos de su mamá la siguieron unos segundos, pero entonces Rose volvió a mirar a
la nada.
No estaba seguro de qué tipo de drogas le daban, pero solamente estaba
ligeramente más alerta que catatónica. O quizás no le dieran nada. Estaba embarazada,
después de todo.
Lily se levantó, fue al otro lado de su cama, y subió detrás de su mamá para
abrazarla.
—Te extrañé.
Parpadeé unas veces cuando la escena ante mí me llevó de regreso a un
recuerdo. Hacía casi seis meses, Lily había estado triste cuando su mamá no llamó o se
presentó en su visita semanal acordada otra vez. Después de esperar todo el día de
domingo, Lily había subido a la cama y pasado varios días ahí… acostada en posición
fetal. Pensé que solo se encontraba malhumorada y triste, e hice todo lo que pude por
animarla… incluyendo pasar horas acurrucado en la cama detrás de ella, muy parecido
a lo que hacía con su madre ahora.
Ese pensamiento me puso inquieto.
—Voy a ir a dar un paseo… les daré algo de tiempo a solas.
Lily asintió.
Tomé mi chaqueta y abrí la puerta, pero miré sobre mi hombro una vez más
antes de irme. Una sensación jodida se estableció en mi pecho cuando pensé en lo
mucho que se parecían a la Lily y yo de hacía un tiempo.
Excepto que Lily solo tenía mucho con lo que lidiar. No estaba enferma como su
madre.
Ireland
staba tan malditamente nerviosa.
El barco de Grant se encontraba a solo un viaje de veinticinco
minutos desde mi apartamento, pero quería recoger algo para llevar
conmigo, así que salí una hora temprano. La parada en la tienda de licor
tomó solamente unos minutos, así que llegué al puerto casi media hora antes de lo que
se suponía. Le di mi nombre al encargado de la cabina, y señaló uno de los lugares
asignados de Grant. Podía ver el largo muelle que llevaba adonde se hallaba su barco.
Había una gran cantidad de actividad, gente viniendo y yendo a sus barcos, y sillas
puestas donde las personas se sentaban en el muelle y charlaban con sus vecinos.
Parecía una comunidad amistosa, y me hizo preguntarme por qué Grant no traía
citas aquí. Su barco era impresionante, y el escenario estaba definitivamente hecho para
el romance. Tomé una nota mental de indagar más en la zona de no citas en el barco, y
bajé el espejo para revisar mi maquillaje. Cuando lo subí, vi a Grant fuera, en la parte
trasera de su barco. Iba vestido casualmente, con un par de pantalones cortos, una
camisa manga corta desfajada y lentes de sol. Cuando saltó al travesaño, vi que no traía
zapatos puestos.
Un hombre mayor se acercó para hablar con él, y me dio la oportunidad de
observarlo fuera del ambiente de trabajo. Dios, era sexy. Siempre he tenido algo con un
hombre en un traje a la medida. La forma en que los usan, que da un aire de poder, pero
mirando al muelle me di cuenta de que el traje no tiene nada que ver con el aire que
Grant Lexington irradia. Se paraba casualmente hablando con el caballero y, sin
embargo, había algo sobre la forma en que se mantenía… con sus pies plantados
fuertemente, hombros amplios hacia atrás, los brazos cruzados sobre el pecho. El
hombre exudaba confianza incluso con los pies descalzos. Con algunos tipos, un buen
traje hacía al hombre. No con Grant. Él hacía el traje.
Miré unos minutos más mientras terminaba su conversación con el hombre.
Entonces apretó algunas cuerdas y sacó un par de sillas portátiles y las puso en el
muelle. La próxima vez que fue a la cabina, respiré profundo y salí del auto.
Su barco se encontraba atrancado al final, probablemente hubiera treinta barcos
en el extremo más alejado del puerto. Pasé casi diez cuando salió de la cabina otra vez.
Me vio de inmediato y se quedó, mirándome mientras llegaba a él. Me volví hiper
consciente de cada paso. Y los nervios que había calmado en el auto volvieron con un
rugido. Aunque no le dejaría verme estresada. Así que enderecé mi espalda y añadí un
pequeño rebote a mi caminar que sabía haría que el extremo de mi vestido de verano
se moviera de un lado a otro.
—Hola. —Me paré en el muelle junto a su barco, y Grant ofreció una mano para
que pudiera subir usando las escaleras que había puesto—. Bueno, eso ciertamente lo
hace más fácil. Especialmente con este calzado.
Grant no dejó ir mi mano una vez estuve a bordo.
—Tuve que desempolvar esas escaleras. Nunca las uso.
—Podría haber subido como hicimos la otra noche. No tenías que sacarlas. Lo
siento si llego un poco temprano. No estaba segura de cuánto tiempo tomaría llegar aquí
y quería detenerme y recoger esto. —Le di la botella de vino.
—Gracias. Me estaba preguntando cuánto tiempo ibas a sentarte en el auto y
mirarme.
Mis ojos se abrieron. Mierda. Me había visto.
—No estaba mirándote lascivamente, si es lo que piensas. Simplemente llegué
muy temprano y no quería imponerme.
Él bajó sus lentes de sol por su nariz, para que pudiera verle los ojos.
—Qué mal. Eres bienvenida a mirarme lascivamente cuando quieras. Sería justo,
ya que no seré capaz de dejar de mirarte con ese vestido.
Me cambié tres veces y me decidí por un vestido de verano a rayas blancas y azul
marino con tirantes delgados y un cuello en V. Mostraba más clavícula de la que
mostraba normalmente, pero mi compañera de piso me dijo que lo usara. Ahora
agradecía haber escuchado.
—Vamos. Te daré el tour y abriré el vino.
Seguí a Grant al interior de la cabina. Nos quedamos fuera la otra noche con su
abuelo, así que es la primera vez que veía el interior y donde vive. La habitación a la
que entramos era una gran sala de estar. Tenía un sofá envolvente, dos sillas a juego,
una larga cómoda y una televisión de gran pantalla. La sala de estar que yo compartía
con Mia probablemente fuera del mismo tamaño.
—Es fácil olvidar que estás en un barco, ¿cierto?
Señaló a las ventanas de pared a pared.
—Hay dos persianas diferentes que bajan. Una bloquea algo de sol y mantiene lo
fresco, pero todavía puedes ver el exterior a través de ella, y la otra bloquea totalmente
el exterior. No puedes decir si es de día o de noche cuando está bajada, mucho menos
donde estás.
Seguí a Grant a la cocina y me sorprendió de encontrarla casi tan grande como
la sala de estar.
—No sé por qué, pero esperaba una cocina pequeña, no algo como esto.
—Era más pequeña originalmente. Solía ser un dormitorio, pero quité la pared
y lo abrí. Me gusta cocinar.
Levanté una ceja.
—¿Cocinas?
—¿Por qué te sorprende?
—No lo sé. Supongo que simplemente parece muy doméstico. Te tomo más por
un tipo que sale a restaurantes y ordena para llevar.
—Mi mamá era italiana y cocinaba una gran comida cada noche. La cocina era el
centro de la casa al crecer. Teníamos niños adoptados entrando y saliendo, y ella solía
cocinarnos a todos juntos al menos una vez al día.
Sonreí.
—Eso es realmente lindo.
—Recogí comida esta noche en mi camino a casa, pero no porque no pudiera
cocinar. Iba tarde y no querías una cita, así que imaginé que no debía sorprenderte con
una comida completa.
Grant me mostró el resto del barco: una pequeña habitación bajando las
escaleras que había convertido en una oficina, una habitación de huéspedes, dos baños,
y entonces abrió la puerta a una gigantesca habitación principal.
—Esto es enorme.
—Ese es el tipo de cosas que me gusta escuchar aquí. —Guiñó.
Di unos pasos y miré alrededor. La habitación tenía madera oscura y una cama
tamaño King con lujosas sábanas azul marino. Una de las paredes se encontraba
cubierta con fotos en blanco y negro de barcos navegando en el agua con marcos negros
mates. Caminé hacia ahí y miré algunas de ellas.
—Estas son hermosas. ¿Las tomaste tú?
—No. Son todos los diferentes modelos que mi abuelo construyó a lo largo los
años. Las fotos son todos los prototipos navegando por primera vez.
Señalé una en el centro.
—¿Es este barco?
Grant se paró detrás de mí, lo suficientemente cerca que sentí el calor emanando
de su cuerpo.
—Lo es. Fue tomada en 1965.
—Loco. No puedo creer lo viejo que es este barco. Si me dijeras que tenía un año,
lo habría creído.
—Es lo que a las personas les encanta de sus modelos. Tienen una calidad
atemporal.
Miré más de cerca la foto.
—Todavía no hay nombre en la parte posterior.
—Las muestras de exposición y prototipos nunca son nombrados. Es de mala
suerte cambiar el nombre de un barco. Así que le corresponde al primer propietario
nombrarla.
Me di la vuelta, y de repente la gran habitación parecía mucho más pequeña.
Grant no retrocedió.
—¿Ella? ¿Es un barco siempre una ella?
Asintió.
—Pops diría que los marineros del pasado casi siempre eran hombres y a
menudo dedicaban sus barcos a las diosas que protegerían sus barcos en los mares
agitados. —Grant me alejó un cabello del hombro—. Pero yo creo que son mujeres
porque son de alto mantenimiento.
—Alto mantenimiento, ¿eh? Bueno, vives en un barco, ¿así que no te debe
importar el alto mantenimiento?
Sus ojos cayeron a mis labios, y sonrió.
—Aparentemente el alto mantenimiento es mi tipo. Lo fácil es aburrido.
Pensé que iba a inclinarse y besarme y, en el momento, le habría dejado, pero en
cambio sus ojos atraparon mi mirada.
—Vamos. Te prometí una bebida y un atardecer.
Salimos al frente del barco, y Grant puso una bandeja con todo tipo diferente de
bocadillos que compró en el mercado italiano. Había suficiente para tres comidas.
—¿Siempre compras suficiente comida para diez personas? Estoy notando un
patrón aquí entre el almuerzo del otro día y todo esto.
—El patrón es que espero cuidarte, no despilfarrar.
Sonreí.
—¿Siempre eres tan complaciente con tus citas?
—Considerando que eres la primera mujer sentada en mi barco para un
atardecer, tengo que decir que no.
Ladeé la cabeza.
—¿Cuál es tu historia? Dijiste el otro día que no habías tenido una relación en
siete años. ¿Es porque trabajas mucho?
Grant pareció considerar sus palabras.
—Parcialmente. Trabajo mucho. A diferencia de tu primera opinión de mí…
donde asumiste que era un mimado malcriado que no trabajaba… meto de diez a doce
horas al día en la oficina la mayoría de los días de semana y medio día los sábados.
—Nunca vas a olvidar ese correo electrónico, ¿cierto?
Negó.
—No es probable.
Suspiré.
—Está bien, Sr. Adicto al trabajo. Retrocedamos. Te pregunté si no habías tenido
una relación en siete años porque estás ocupado, y tu respuesta fue parcialmente. ¿Cuál
es la otra parte? Por alguna razón siento que estás dejando fuera una parte importante
de la historia.
Los ojos de Grant se posaron en los míos durante unos latidos, pero entonces
apartó la mirada para levantar su vino.
—Estuve casado. He estado divorciado siete años.
—Debiste haberte casado joven. ¿O eres mayor de lo que pareces?
Asintió.
Hacía unos minutos parecía relajado, pero su compostura cambió
completamente ahora. Su mandíbula se tensó, evitó el contacto visual, y sus
movimientos eran rígidos, como si todos los músculos de su cuerpo se hubieran
contraído a la vez.
—Tengo veintinueve. Me casé a los veintiuno.
Aunque lucía completamente incómodo discutiendo el tema, presioné un poco
más.
—¿Así que estuviste casado un año?
Bebió de su vino.
—Casi, sí. Unos meses menos.
—¿Eran novios de secundaria o algo?
—Algo así. Lily fue una de las niñas adoptivas de mis padres un tiempo. En
realidad, iba y venía mucho con el paso de los años.
Aunque estaba respondiendo a mis preguntas, no ofrecía demasiada
información. Sorbí de mi vino.
—¿Puedo preguntar qué pasó? ¿Se distanciaron o algo?
Grant estuvo callado un momento y entonces me miró a los ojos.
—No, me arruinó la vida.
Está bien, bueno. Habló tan severamente que me tomó por sorpresa. No tenía
idea de cómo responder. Aunque Grant se ocupó de eso por mí.
—¿Por qué no hablamos de ti? Estoy tratando de trabajar de bebidas a una cita
completa. Alargar mierda sobre mi exmujer no es la manera de que eso pase.
—¿Qué te gustaría saber?
—No lo sé. Lo que jugamos en el auto en el camino a casa desde la recaudación
de fondos funcionó bien. Dime algo que no sepa sobre ti.
El ambiente se había atenuado definitivamente, y Grant tenía razón. No
necesitábamos sacar todos nuestros esqueletos del armario la primera noche que
pasábamos juntos. Así que dije algo que pensé inclinaría el humor de nuevo hacia lo
juguetón.
—Me encantan los acentos. Al crecer, cada vez que escuchaba uno nuevo, lo
estudiaba hasta que lo dominaba. De hecho, todavía lo hago de vez en cuando.
Gran lucía sorprendido.
—Vamos a escuchar el australiano.
Me senté derecha y me aclaré la garganta.
—Está bien. Déjame pensar. —Golpeé mi dedo en mi labio—. Esto es enciende
el aire acondicionado. Hace calor aquí. Ende e are icondicionao. As calar aqhí.
Grant se río.
—Ese es bastante bueno. ¿Qué tal el británico?
—Está bien. Aquí es, no uso a menudo mi teléfono. —Aclaré mi garganta otra
vez—. Yoo no uso MU… choo mi MOH -bi-il.
Se río.
—Lindo.
—Tu turno. Dime algo sobre ti que no sepa.
Miró mis labios.
—Quiero devorarte la boca.
Tragué.
—Como que ya sabía eso.
Grant siguió mirando mis labios, y me estremecí. Sin embargo, aun así no se
inclinó y fue por un maldito beso. Por la forma en que me miraba, estaba a dos minutos
de dar el primer paso por mi cuenta. Pero entonces se inclinó y por encima sobre mi
hombro.
—¿Cuándo pasó eso?
Parpadeé unas cuantas veces.
—¿Qué?
Levantó su barbilla y señaló detrás de mí.
—Eso.
Me di la vuelta. El cielo era del más increíble tono de naranja mezclado con tonos
morados profundos.
—Oh, Dios mío. Eso es increíble.
Me levanté para tener la vista completa, y Grant detrás de mí. Ambos nos
quedamos en silencio mientras mirábamos el cielo iluminarse con color alrededor del
sol poniente. Pasó una mano alrededor de mi cintura y descansó su cabeza sobre la mía.
—Sé que dijiste que no traías citas aquí, ¿pero haces esto a menudo? Apreciar la
vista, quiero decir.
—De hecho, sí. Me aseguro de tomar unos minutos cada día para mirar tanto el
atardecer como el amanecer. Corro en la playa por la mañana y lo veo y, si mi día
comienza temprano, me aseguro de volver aquí antes del atardecer.
Recliné la cabeza sobre el pecho de Grant.
—Me gusta.
Él me apretó más.
—Bien. A mí me gusta esto.
El tiempo simplemente se nos escapó después de eso. Hablamos durante horas
y, antes de que lo supiera, era casi media noche.
Bostecé.
—Estás cansada.
—Sí. Me desperté a las tres y media.
—¿Quieres que te lleve a casa? Puedo recogerte para recoger tu auto por la
mañana.
Sonreí.
—No, todavía estoy bien para conducir. Pero debería irme.
Grant asintió.
—Te acompañaré a tu auto.
Me ayudó a bajar del barco, y el nombre pintado en dorado en la parte trasera
fue atrapado por las luces del muelle. Leilani May.
—¿Por quién es el nombre del barco?
Grant apartó la mirada.
—Nadie.
Para un hombre de negocios, no era un buen mentiroso. Pero la noche había sido
tan agradable que no lo arruinaría presionando el tema.
Caminamos por el muelle mano a mano y, cuando llegamos a mi auto, Grant tomó
mi otra mano también. Enlazó sus dedos con los míos.
—¿Bueno, pasé tu prueba? ¿Conseguí una cita real?
Sonreí.
—Quizás.
—Bien, entonces no necesito mi mejor comportamiento más tiempo.
Grant dejó ir mis manos y acunó mis mejillas. Me guio para dar unos cuantos
pasos y, antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, tenía la espalda
presionada contra mi auto y él había plantado sus labios sobre los míos. Jadeé, y no
perdió la oportunidad de meter su lengua. Su beso fue asertivo pero gentil al mismo
tiempo. Reclinó mi cabeza y gruñó cuando el beso se profundizó. Su sonido desesperado
me encendió casi tanto como la sensación de su cuerpo duro presionado contra el mío.
Mi bolso cayó al suelo, y mis manos envolvieron su espalda. Cuando hundí mis uñas en
él, tomó mi trasero y me levantó. Nos movimos contra el otro, con mis piernas alrededor
de su cintura mientras se frotaba contra mí. Podía sentir lo duro que estaba incluso a
través de nuestras ropas.
Cuando el beso finalmente terminó, luché por recuperar el aliento.
—Guau. —Había sido besada antes, besada bastante bien, incluso, pero nadie me
había besado hasta dejarme mareada. Mi mente era una neblina por eso.
Sonrío y usó su pulgar para limpiarme el labio inferior.
—Dios, quise hacer eso toda la noche.
Le di una sonrisa tonta.
—Me alegra que esperaras hasta que estuviéramos en el estacionamiento. De lo
contrario, podría no haberme ido.
Grant fingió golpear su cabeza contra mi auto.
—Joder. ¿Tenías que decirme eso?
Me reí.
—Gracias por compartir tu atardecer conmigo. Lo pasé muy bien.
—El amanecer es mucho mejor. Eres bienvenida a quedarte esta noche y
averiguarlo por la mañana.
Sonreí.
—Quizás la próxima vez.
Tomó toda mi fuerza de voluntad alejarme de Grant. Había estado bromeando,
pero estaba tan excitada que sí tenía suerte de que hubiera esperado hasta ahora para
besarme así. Rocé con mis labios los suyos una vez más y abrí la puerta del auto. Él se
quedó mirando mientras me abrochaba el cinturón de seguridad y encendía el motor.
Cuando puse el auto en marcha atrás para salir, bajé la ventana.
—Buenas noches, Grant.
—¿Cena pronto?
Sonreí.
—Quizás. Si me hubieras dicho por quién fue nombrado el barco, mi respuesta
habría sido definitivamente que sí.
Grant
Hace ocho años…

a puerta de la ducha se abrió y el vapor salió a borbotones. Sonreí,


encontrando a Lily desnuda lista para unirse a mí.
—Hola. ¿Te sientes mejor?
Lily entró en la cabina y cerró la puerta detrás de ella. Puso sus dos
palmas sobre mi pecho.
—Sí. Debe haber sido la gripe o algo así.
La gripe. Así es como siempre lo llamaba. Lily parecía contraer la gripe cada vez
más en el último año. Sin embargo, los días que pasaba acurrucada en la cama nunca
llegaban con tos o fiebre. Lily estaba deprimida. Por supuesto que tenía todo el derecho
de estarlo. Había abandonado la universidad porque odiaba las clases que no eran de
arte, su madre había desaparecido hacía un año, llevándose a su hermano Leo, de tres
años, y los dos nos habíamos tomado la muerte de mi madre unos meses atrás bastante
mal.
Pero los episodios constantes de depresión de Lily, postrada en cama, parecían
algo más que una depresión regular. Se encerraba durante días cada vez que su gripe la
golpeaba. No comía, no hablaba, no funcionaba como persona. Y, a pesar de que pasaba
casi veinticuatro horas en la cama, rara vez dormía. Solo se quedaba mirando,
desenfocada, perdida en su propia cabeza.
Eso me asustaba. No lo decía, pero cada vez sus altibajos me recordaban a los de
su madre más y más, tanto que la había estado presionando para que visitara a un
terapeuta. Esa discusión siempre convertía su depresión en ira. Porque, para ella,
necesitar ayuda significaba que era como su madre.
Lily se inclinó y presionó su cuerpo contra el mío. Cerró los ojos y miró el agua
que corría mientras caía. Una gran sonrisa se extendió por su rostro, y no podría haber
detenido la que estalló en la mía aunque lo hubiera intentado. Eso es lo que pasaba con
Lily, su sonrisa era contagiosa. Cuando no tenía gripe estaba llena de vida y felicidad,
más que la persona promedio. Los tiempos felices siempre me hacían olvidar los
tristes... hasta que sucedía de nuevo unos meses después.
Se puso de puntillas y presionó con sus labios los míos. El agua de arriba se
derramó sobre nuestros labios unidos. Hizo cosquillas, y los dos comenzamos a reírnos.
—He estado pensando en algo —dijo.
Aparté el cabello mojado de su rostro y sonreí.
—Espero que estés pensando en agacharte y aferrarte a esa pared detrás de ti.
Lily se rio.
—Lo digo en serio.
Tomé su mano y la deslicé entre nosotros, hasta mi erección.
—Yo también. ¿Se nota?
Ella se rio más.
—He estado pensando en cuánto te amo.
—Bueno, me gusta cómo suena eso. Sigue.
—Y cuánto me encanta vivir aquí contigo.
Mi abuelo me había regalado un barco hacía unos meses, en mi vigésimo primer
cumpleaños, el primer barco que construyó. Cuando mamá murió, Lily y yo decidimos
mudarnos y vivir en el puerto. No era exactamente un hogar tradicional, pero mi chica
tampoco era exactamente tradicional, y la hacía feliz. Además, pasábamos todos los
fines de semana navegando y explorando nuevos lugares juntos. Desde que comencé a
trabajar para la empresa de mi familia después de graduarme de la universidad unos
meses atrás, podíamos permitirnos vivir casi donde quisiéramos. Pero este barco se
sentía correcto para nosotros. Y hacía feliz a Lily la mayor parte del tiempo.
—A mí también me encanta vivir aquí contigo.
—Entonces, lo que estaba pensando era... —Lily bajó la mirada y se quedó callada.
Deslicé dos dedos debajo de su barbilla y le levanté la cabeza para que nuestros
ojos se encontraran.
—¿Qué tienes en mente, Lily? Habla conmigo.
—Estaba pensando... Bueno... —Se dejó caer de rodillas.
No era la dirección en la que pensaba que iba, pero eso sí que funcionaba para mí.
Pero luego levantó la vista, tomó mi mano y se movió de dos rodillas a una sola.
Mi corazón latió fuera de control
—Te amo, Grant. —Sonrió—. ¿Te… casarías conmigo?
La levanté del piso.
—Sube aquí. Yo debería ser el que está ahí abajo, no tú. De hecho, he estado
pensando mucho en nosotros últimamente. Y me encantaría casarme contigo.
Lily sonrió.
—Pero… —dije.
Su sonrisa se marchitó.
Había estado pensando mucho en tener esta conversación, aunque lo habría
planeado un poco mejor, para que no la tuviéramos desnudos en esta pequeña ducha.
Pero esta era la vida con Lily, impredecible y siempre una aventura. Aprendí a aguantar
los golpes gracias a ella.
Ahuequé sus mejillas.
—Quiero casarme contigo más que nada. Pero has estado teniendo... gripe...
mucho últimamente. Y realmente quiero que hables con alguien, que vayas a ver a un
médico.
La mirada en la cara de Lily me rompió el corazón. Cualquier discusión sobre su
necesidad de ayuda la atravesó. Se volvió bruscamente, abrió la puerta de la ducha y
salió corriendo del baño.
—¡Lily! ¡Espera! —Corté el agua y salí de la ducha. En mi segundo paso, golpeé un
charco de agua que había dejado atrás y mi pie se deslizó. Aterricé sobre mi trasero—.
Maldita sea. ¡Lily, espera!
Pero era demasiado tarde. Mientras me levantaba del piso, Lily siguió corriendo.
Ya estaba subiendo las escaleras y salió de la cabina antes de que yo pudiera agarrar
una toalla y seguirla. Salí a la cubierta trasera, todavía envolviendo la toalla alrededor
de mi cintura justo cuando ella saltó del barco, completamente desnuda.
—¡Lily!
Me ignoró y se fue por el muelle. Cuando la atrapé, la rodeé con mis brazos por
detrás.
—Para. Deja de correr. Necesitamos hablar.
Justo entonces, una pareja mayor salió de la cabina de su barco. Sus ojos se
agrandaron. Levanté la mano y les hablé.
—Lo siento. Nos vamos. Estábamos... jugando un pequeño juego, y se salió de
control. Todo está bien.
Al darme cuenta de lo que podría parecer, que estaba sosteniendo a una mujer
desnuda que intentaba escapar, hablé con Lily.
—¿Verdad, nena? Dile a la linda pareja que todo está bien.
Lily había corrido molesta y enojada, pero su estado de ánimo cambió por la
calamidad en la que nos encontramos. Comenzó a reír.
—Pillapilla al desnudo —gritó a la pareja boquiabierta—. Supongo que yo la llevo
ahora.
Comenzamos a reír a carcajadas. Tomé la toalla alrededor de mi cintura y la
envolví alrededor del frente de Lily para cubrirla. Me mantuve presionado fuertemente
contra su espalda para no exponerme completamente mientras volvíamos a nuestro
barco. Saludé con la mano mientras caminábamos en tándem.
—Lo siento por eso. Que tengan un buen día.
Una vez volvimos al barco, nos reímos dentro de la cabina durante cinco minutos.
Esta era mi Lily. Mi salvaje, hermosa y aventurera chica que en un momento me hacía
entrar en pánico y al siguiente me hacía tener lágrimas de risa corriendo por la cara. Me
dejé caer en el sofá y la puse en mi regazo, despojándola de la toalla en el proceso. Tomé
su rostro con mis manos.
—Te amo, mi chica salvaje. Quiero casarme contigo. Pero sí creo que necesitas ver
a alguien.
Lily frunció el ceño.
—No estoy loca como mi madre.
—Ya lo sé. Pero hazlo por mí, de todos modos.
Lily lo pensó y luego asintió.
—Bien. Iré a ver a quien quieras. Consígueme una cita hoy.
Sonreí.
—No quise decir que tenía que ser en este minuto. Pero buscaré a alguien. ¿De
acuerdo?
—¿Entonces podemos casarnos?
La miré profundamente a los ojos.
—Lo prometo. Pero dame un poco de tiempo para hacer esto bien.

Hoy era el séptimo aniversario del día en que nos conocimos. Compré un hermoso
anillo, hice una reserva en un restaurante elegante y convencí al dueño de la galería de
arte favorita de Lily para que abriera en privado para nosotros esta noche para poder
proponerle matrimonio. Todo iba perfecto. Habían pasado tres semanas desde la
propuesta de Lily, y hacía unos días había ido a su primera cita con un terapeuta.
Sorprendentemente, había vuelto a casa y dicho que le gustaba mucho el doctor. Sin
embargo, aunque todo era perfecto, mis palmas sudaban como locas cuando el dueño
de la galería se escapó para que pudiéramos estar solos.
—No puedo creer que hayas hecho todo esto.
—Cualquier cosa por mi chica.
Caminamos de la mano, tomándonos nuestro tiempo frente a cada pintura como
a Lily le encantaba hacer. El día que entré en la galería para hablar con el propietario,
caminé y miré todas las obras de arte. Una en particular me llamó la atención y solidificó
que había tomado la decisión correcta de declararme. A dos lienzos de distancia había
una pieza titulada Promesas. Era un abstracto de una mujer parada en el altar. Solo se
veía la parte posterior de su vestido de novia, pero el foco de la pieza eran todos los
pétalos de flores en un corredor blanco a lo largo del pasillo de la iglesia. Mientras que
todo lo demás era blanco y negro, los pétalos de las flores eran coloridos y vibrantes.
En el momento en que lo vi ese día, me recordó a Lily, ella era esos pétalos en el piso
para mí. Sabía que era el lugar perfecto para proponerle matrimonio.
Respiré profundamente mientras caminábamos hasta estar frente a la pintura. La
cara de Lily se iluminó cuando la vio. Y, como siempre, sonreí al verla sonreír. Mientras
admiraba el arte, me coloqué sobre una rodilla.
Ella chilló y se cubrió la boca cuando se dio cuenta.
—¡Sí!
Me reí entre dientes.
—Todavía no pregunté nada, nena.
Ella se arrodilló, así que los dos estuvimos sobre una rodilla.
—Grant.
—¿Sí?
—Yo también tengo una sorpresa para ti.
—¿Qué es?
—Estoy embarazada.
Grant
e había acostumbrado a grabar las noticias de la mañana y verlas en
mi escritorio.
Tenía un montón de trabajo apilado, un montón de correos
electrónicos esperando respuestas y, sin embargo, aquí estaba,
sentado en mi escritorio un sábado viendo por segunda vez el programa de ayer por la
mañana. A Ireland le quedaba bien el turquesa. Resaltaba el color en sus ojos. Aunque
no pude ver bien el vestido completo porque siempre se encontraba detrás de ese
escritorio. Tal vez debería sugerir que los presentadores se levantaran en algún
momento del programa, cambiar un poco las cosas.
Jesucristo. ¿De verdad era esto lo que estaba haciendo? ¿Analizando las opciones
de vestuario de una mujer para decidir qué atuendo complementaba más sus ojos? ¿Y
debatiendo llamar al director de la emisora para exigir que el presentador se levantara
para poder ver mejor su cuerpo? Necesitaba que me examinaran la cabeza.
Exhalando una corriente de aire caliente, me obligué a salir de la grabación de
video. Tenía trabajo que hacer. Montones de mierda. Antes de Ireland Saint James, ni
siquiera podría haberte dicho el nombre de la estación que poseíamos, y mucho menos
lo que llevaba puesto alguien. Decir que la mujer me había distraído sería un
eufemismo.
Tomé un archivo y comencé a analizar una posible inversión que había estado en
mi escritorio desde la semana pasada. Pero, a las dos páginas, mi teléfono vibró y,
aunque normalmente lo ignoraba mientras trabajaba, lo saqué de mi bolsillo.
Ireland: Gracias por las flores. Yo también me lo pasé bien anoche. Especialmente
la parte final contra mi auto.
Había incluido una pequeña cara con un guiño al final de su mensaje.
Normalmente, las personas que usaban emoticonos en sus mensajes me molestaban.
Sin embargo, me encontré sonriendo a la carita amarilla. Le respondí al mensaje.
Grant: ¿Cena esta noche?
Ireland: No puedo. Tengo planes.
Como tenía planes el domingo, le envié un mensaje sugiriéndole el próximo fin de
semana, pero también estaba ocupada. Una hora después, el intercambio de mensajes
me seguía molestando.
Tiene planes.
¿Tenía una cita? Había tomado algo ella, así que cenar con alguien más no estaba
exactamente fuera de los límites. Sin embargo, la idea de que saliera con otro hombre
me volvía loco.
Me obligué a volver al trabajo e intenté ignorar los pensamientos sobre ella
saliendo con otro chico esta noche. Pero volví a leer la misma página tres veces y seguía
sin tener ni idea de lo que decían las palabras. Así que arrojé el archivo a un lado y volví
a levantar mi teléfono.
Grant: ¿Son tus planes esta noche una cita?
Los pequeños puntos comenzaron a saltar y luego se detuvieron y comenzaron
algunas veces.
Ireland: ¿Eso te molestaría?
Responder una pregunta con una pregunta estaba justo al lado de cuánto me
disgustaban los emoticonos. Esta mujer estaba jodiendo conmigo. Yo no jugaba. No
tenía tiempo para juegos. Lo que me recordaba... que necesitaba volver al trabajo.
Tiré mi teléfono a un lado y busqué el prospecto de inversión que había estado
tratando de digerir.
Pero veinte minutos después, volvía a tener mi maldito teléfono en la mano.
Estaba completamente distraído por un simple mensaje. No sabía con seguridad si
estaba más enojado conmigo mismo por necesitar saber sus planes o con ella por no
responder a mi pregunta.
Grant: Solo responde a la pregunta.
Su respuesta fue inmediata.
Ireland: Cielos, alguien está de mal humor.
Respiré profundamente, lo que hizo poco para ayudarme a relajarme.
Grant: Eso sería porque todavía estoy esperando una respuesta a mi pregunta...
Ireland: ¿Se está el músculo de tu mandíbula tensado en este momento?
Leí su mensaje y levanté la mirada al techo. Esta mujer iba a ser mi muerte. Y
estaba empezando a tener dolor de cabeza por lo fuerte que había estado apretando los
dientes. Así que no se equivocaba con el músculo de mi mandíbula.
Grant: Ireland... responde a la maldita pregunta.
Mi teléfono comenzó a sonar por una llamada en lugar de un mensaje de texto. El
nombre de Ireland apareció en la pantalla. Respondí.
—¿Por qué debes ser tan difícil? —dije a modo de saludo.
Ireland se echó a reír, y el sonido al instante relajó el músculo de mi mandíbula.
—Es divertido joder.
Me recosté en mi silla.
—Es mucho más divertido joderme. ¿Qué tal si pasamos a esa fase de la relación
en lugar de que me vuelvas loco?
Me di cuenta de que seguía sonriendo cuando habló.
—Tengo una cita esta noche, pero no tienes nada de qué preocuparte porque está
casado.
—¿Repítelo?
Ella se rio.
—Tengo la cena de ensayo para la boda de mi mejor amiga, Mia, que es el próximo
fin de semana. Mi pareja en la boda es su hermano, que está casado con un hombre. Así
que técnicamente supongo que es mi cita esta noche.
Genial. Ahora estoy celoso de un hombre gay y casado...
—¿Qué tal el domingo? —dijo.
Decidí ver si lo contrario era un juego limpio.
—No puedo. Tengo una cita.
Por supuesto que esa cita era con mi abuela para interpretar a Santa Claus en la
fiesta anual de Pia’s Place...
Estuvo callada un largo momento y luego dijo en un tono brusco:
—Bueno, si tienes una cita, no necesitas una segunda conmigo.
Sonreí.
—¿Ves cómo se siente eso, Ireland? No es muy agradable, ¿verdad? Especialmente
no mientras estoy tratando de hacer mi trabajo. Mi cita de mañana es con mi abuela.
—Oh.
—¿El próximo fin de semana, entonces? —dije. Realmente no quería esperar
tanto.
Ireland suspiró.
—El próximo fin de semana es la boda. Mia y yo vamos a pasar la última noche
juntas en nuestro apartamento el viernes por la noche y luego el sábado es la boda y el
domingo hay un brunch con los de la boda. No suelo salir de lunes a viernes porque me
levanto muy temprano para trabajar. ¿Pero tal vez podamos cenar temprano o algo una
noche?
—Me voy el lunes para un viaje de negocios a la costa este. Me iré hasta el jueves
por la noche.
—Oh. —Al menos sonaba tan decepcionada como yo—. Bueno, tal vez el fin de
semana siguiente, entonces. O tal vez... ¿sería demasiado raro si te pidiera que vinieras
conmigo a la cena de ensayo de esta noche? Vienen cónyuges que no están en la boda.
Así que no es solo la fiesta de la boda.
Había estado pensando en nuestra cita como una agradable y tranquila noche con
solo nosotros dos, no una noche con todos sus amigos en un ensayo de boda. Pero
esperar dos semanas para verla no era una opción. Así que tendría que aceptar lo que
pudiera conseguir.
—¿A qué hora debo recogerte?
—¿En serio? ¿Vas a venir?
—Aparentemente esa es la única forma en que voy a verte, así que sí. Pero, para
ser sincero, solo voy porque no puedo esperar a empujarte contra el auto nuevamente
y chuparte la cara.
Rio.
—Eso es justo. ¿Qué tal las seis y media? El ensayo es a las siete y la cena es justo
después. Se van a casar en el restaurante, por lo que la parte del ensayo no llevará
mucho tiempo.
—Estaré allí a las seis y cuarto. Porque no esperaré hasta después de la cena para
mi beso.

Esa noche, mi corazón comenzó a latir a una velocidad casi alarmante en el


momento en que abrió la puerta. El cabello de Ireland se hallaba alejado de su rostro y
recogido. Llevaba otro traje azul; este era un vestido azul celeste que abrazaba su
cuerpo con un cuello ancho y redondo que dejaba al descubierto su clavícula. Mostraba
una pizca de escote, que era jodidamente sexy, pero algo en esa clavícula me hizo
salivar. La había molestado por teléfono acerca de recogerla temprano porque tenía la
intención de conseguir la segunda ronda del beso, pero no había planeado atacarla en
el momento en que abrió la puerta.
Aunque conoces el viejo dicho, sobre que los mejores planes...
Ireland sonrió y dijo hola, haciéndose a un lado para que entrara, aunque solo
llegué a la mitad. Apoyándola contra la puerta abierta del apartamento, envolví con mis
manos sus mejillas y planté mis labios sobre los de ella. No lo había estado esperando,
pero no tardó mucho en unirse. Metió sus manos en mi cabello y tiró, y chupé su dulce
lengua. Alargando la mano, ahuequé la parte posterior de su muslo y lo levanté para
poder acercarme. Antes de darme cuenta, tenía sus piernas envolviéndome la cintura,
y yo frotaba una erección creciente entre sus piernas. Si me hubiera gustado un poco
menos, me habría arrodillado y enterrado la cara entre sus piernas para probarla allí
contra la puerta. Pero Ireland merecía más respeto que eso. Así que, a regañadientes,
me aparté del beso.
Parpadeó un par de veces y me hizo sonreír que parecía tan perdida en el
momento como yo lo había estado.
—Dios. Eso fue tan bueno como la primera vez.
Levanté el pulgar hacia su boca y limpié un poco de su lápiz labial manchado
debajo de su labio inferior.
—No he podido concentrarme en nada más que en esta boca desde que saliste del
estacionamiento anoche.
Sonrió.
—Me encanta lo honesto que eres.
Rocé con mis labios los suyos nuevamente y hablé con ellos tocándose.
—Si te gusta mi honestidad hay muchas cosas que me encantaría contarte, cosas
que me gustaría hacerte.
Se rio y me dio un empujón juguetón.
—¿Por qué no entras para que pueda cerrar la puerta? Ya me despidieron por
exposición indecente una vez. No quisiera que suceda una segunda vez.
—Créeme. Si quisieras caminar desnuda en este momento, seguramente no te
despedirán.
El interior de su departamento se encontraba lleno de cajas. Señaló un lugar vacío
en el sofá y dijo:
—Toma asiento donde puedas encontrar uno. Solo necesito agarrar mi bolso y
refrescarme el labial ahora que tú llevas la mitad.
Me limpié los labios con el pulgar.
—Tómate tu tiempo.
Mientras Ireland desaparecía por el pasillo, miré un poco alrededor del
apartamento. Había algunas fotos enmarcadas en la estantería, dos de ella y otra mujer,
que supuse que podría ser su compañera de cuarto, una de Ireland, que parecía tener
unos siete u ocho años con lo que supuse que era su madre, y otra de ella tomada
recientemente con una mujer mayor.
Ireland se acercó por detrás de mí mientras yo tenía esa en la mano.
—Es mi tía Opal. La hermana de mi madre. Me crió después de que mi madre
muriera. Es como una madre para mí. Hace tres meses se mudó a Florida. Es extraño no
tenerla cerca ya.
—¿Permanecieron cercanas?
Asintió.
—Tiene degeneración macular, por lo que está perdiendo la vista lentamente. Se
fue a vivir con su hija a la isla Sanibel. Carly es doce años mayor que yo. Ya se había
mudado cuando su madre me acogió cuando tenía diez años. Pero somos cercanas. Nos
enviamos mensajes cada pocos días. Voy a visitarlas el próximo mes.
—Yo tenía cinco años cuando me mudé con mi madre.
—¿Te importa si te pregunto qué pasó para que terminara en el sistema de
acogida?
No era algo de lo que hablaba a menudo, pero Ireland había sido muy abierta sobre
su historia familiar.
—Mi madre tenía quince años cuando nací. Mi padre no aparece en mi certificado
de nacimiento y nunca apareció en la foto. Ella tenía una vida familiar muy dura, y
saltamos de un lugar a otro. Finalmente, se metió en las drogas y vivimos en refugios.
Una noche se escapó y nunca volvió. No la he visto desde entonces.
La mano de Ireland cubrió su corazón.
—Oh, Dios. Lo siento mucho.
Dejé la foto enmarcada.
—No lo sientas. Yo tuve suerte. La primera familia con la que me colocaron fueron
mis padres. Nunca fui de un sitio a otro como muchos niños. Tuve una buena infancia.
Pia era la mejor madre del mundo. Mi papá trabajaba mucho, pero también era genial.
Son mis padres.
Ireland sonrió con tristeza.
—Sí. Me siento de la misma manera. Aunque tengo buenos recuerdos de mi
madre, siento que Opal fue mi padre. Ven conmigo. Quiero mostrarte algo.
La seguí a su habitación, y señaló un letrero sobre su cama.
Sin lluvia. Sin flores.
—Gran parte de la muerte de mi madre y todo lo que sucedió en ese momento
está borroso. Pero recuerdo que el sacerdote vino a hablar conmigo después del funeral
y me dijo estas palabras cuando estaba llorando. De alguna manera se han quedado
conmigo a lo largo de los años. También parece apropiado para tu historia.
La miré a los ojos. Que me jodan. Esta mujer era otra cosa. Estaba parado a tres
metros de su cama, y todo lo que quería hacer era envolverla en mis brazos. El hecho
de que no quisiera inclinarla sobre la cama y follarla me asustó un poco.
Parpadeé un par de veces y aparté la mirada.
—Es un dicho hermoso.
Ireland tomó un jersey de su armario y un bolso de su tocador.
—¿Estás listo para conocer a mis amigos?
—Preferiría tenerte toda para mí, pero estoy listo para salir, si eso es lo que están
preguntando.
Sonrió y tomó mis manos.
—¿Quieres saber un secreto?
—¿Qué es?
—Tengo un poco de miedo de estar a solas contigo. Honestamente, esa es una de
las razones por las que insistí en beber algo en lugar de una cita completa.
—¿Por qué?
—No lo sé. Supongo que no confío en mí contigo. Me pones… nerviosa. No en el
mal sentido, si eso tiene sentido.
Tomé una de nuestras manos unidas y me la llevé a los labios para besarle los
nudillos.
—Tiene mucho sentido. ¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
—Porque a mí también me asustas mucho.
Ireland
hí estás.
Grant había desaparecido en algún momento
durante el ensayo. El pastor se había quedado después de
la prueba, y había hablado tanto tiempo que no pude salir
a buscar a mi cita hasta ahora.
—Lo siento. Recibí una llamada de trabajo y tuve que aceptarla, así que salí.
Grant apartó la mirada mientras hablaba. No lo conocía lo suficiente como para
leerlo de verdad, pero no era la primera vez que tenía la sensación de que mentía. De
nuevo, lo dejé pasar.
—Oh. Vale. Te perdí la pista durante el ensayo. La cena está a punto de ser servida.
Grant asintió.
—¿Está todo bien?
—Por supuesto. Sólo me distraje un poco un momento.
Sus ojos todavía no se encontraron con los míos. Tal vez lo estuviera pensando
demasiado todo. Aunque no hubiera salido a atender una llamada, y sólo necesitara un
poco de aire fresco, no importaba.
Sonreí.
—Supongo que un ensayo de boda en el que conoces a todos mis amigos a la vez
no es exactamente lo que tenías en mente cuando me pediste una segunda cita.
Grant me envolvió con un brazo la cintura.
—No. Pero aceptaré lo que pueda recibir.
Levanté los brazos y los puse alrededor de su cuello.
—Nunca lo habría pensado, pero eres bueno. Tendré que compensarte más tarde.
Los ojos de Grant se oscurecieron.
—Me gusta el sonido de eso. —Se inclinó y rozó con sus labios los míos.
Nuestro momento privado fue interrumpido por el sonido de la voz de mi mejor
amigo.
—Consigan una habitación.
Sonreí y le presenté a Grant a la que pronto será la novia.
—Grant, esta es mi mejor amiga, Noviazilla. Anteriormente conocida como Mia.
Grant y yo nos separamos, y él extendió la mano. Pero Mia no aceptó de eso. Fue a
darle un abrazo.
—Me alegro de conocerte por fin, jefe.
Se rio.
—Yo también.
Ella entrelazó su brazo con el de él y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Vamos. Te presentaré a todos y te contaré todos sus secretos para que no te
sientas como un extraño.
Grant se rio, asumiendo que estaba bromeando, pero yo sabía que no.
Dentro, Mia presentó a Grant a dos docenas de personas y, cuando empezó la cena,
se sentó con nosotros en lugar de Christian, su futuro marido, sentado al otro lado de la
larga mesa.
Comió un trozo de su salmón y apuntó con su tenedor en dirección a nuestra
amiga Tatiana.
—Se hizo las tetas.
Grant miró. Sus ojos se posaron brevemente en sus enormes tetas, y luego se giró
con una risa.
—No estoy seguro de que eso sea un secreto para demasiada gente.
Tenía toda la razón. Los implantes de Tatiana eran casi tan grandes como mi
cabeza, y su barbilla prácticamente se apoyaba en ellos de lo altos que estaban.
—Cierto. —Mia asintió hacia el final de la mesa, a la mujer sentada frente a
Christian—. Callie, mi futura cuñada, la rubia a mi lado, duerme con un oso de peluche.
—Levantó su barbilla hacia la mesa frente a nosotros donde su padre y su esposa se
encontraban sentados con los padres de Christian—. Mi madrastra, Elaine, tiene un
montón de cartas de amor de un antiguo novio que guarda escondidas en el ático.
Grant levantó las cejas.
—Parece que tienes algo de cada uno.
Mia continuó por la habitación, contando secretos divertidos de casi todos.
Cuando parecía haber terminado, Grant me miró mientras le hablaba.
—Te olvidaste de alguien.
Mia se mordió el labio, como si estuviera considerando sus opciones, y se inclinó
hacia Grant.
—Tiene porno dentro de los viejos DVDs de Disney en el armario de la sala de
estar. Cree que no sé nada de eso.
—¡Mia! —Mis ojos se abrieron mucho, y sentí que mi cara empezaba a sonrojarse.
No me había dado cuenta de que lo sabía. Pero los tres nos reímos. Por supuesto que el
pastor eligió ese momento para acercarse. Puso su mano en el hombro de Mia y sonrió.
—Siento interrumpir. Parece que ustedes tres se están divirtiendo. Sólo quería
darle las buenas noches a la futura novia.
Mia le dijo al pastor que lo acompañaría a la salida y, después de que empezara a
alejarse, se inclinó hacia nosotros y nos susurró:
—Volveré con su secreto en diez minutos.
Grant se rio.
—Me gusta tu amiga.
—Está loca, pero definitivamente la voy a extrañar. En realidad nunca he vivido
sola. Fui de casa de mis padres a la de mi tía, a una compañera de cuarto en la
universidad, y luego a compartir un apartamento con Mia.
—¿Vas a buscar otra compañera?
—Tenía un anuncio en Craigslist. Lo he reducido a dos hombres.
—¿Hombres?
—Sí. Jacque es un modelo francés de ropa interior que vive en Estados Unidos por
un año, y Marco es bombero.
La mirada en la cara de Grant era tan seria que no pude seguir adelante. Empecé
a reírme.
—Estoy bromeando. Sin embargo, deberías ver tu cara.
Entrecerró los ojos.
—Muy lindo.
—Estoy realmente emocionada de vivir por mi cuenta. Te dije que estoy
construyendo una casa. No es mucho, pero me encanta la zona. Es un nuevo desarrollo.
Toda la comunidad está construida alrededor de un gran y hermoso lago, aunque mi
parcela no está a la orilla del lago porque esas eran casi cuatro veces más caras. Pero
me encanta lo boscoso que lo mantienen y lo lejos que van a estar las casas. Se siente
como un lugar de vacaciones sereno. Cuando compré el terreno, hice que un arquitecto
hiciera los planos de la casa de mis sueños. Luego hice algunas estimaciones para
construirlo, y me di cuenta de que había soñado demasiado grande y necesitaba
reducirlo. Así que ahora es mucho más pequeño, pero no puedo esperar hasta que esté
hecho. Va por alrededor del sesenta por ciento.
Sonrió.
—Eso es genial. Me encantaría verlo.
—Me gusta conducir hasta la propiedad de vez en cuando y ver cómo va. Tal vez
la próxima vez puedas dar el paseo conmigo, y te mostraré el lago y te daré un tour de
mi casa a medio construir.
—Eso me gustaría.

Dos horas después, Grant me llevó a casa y estacionó frente a mi edificio.


—Gracias por venir conmigo —le dije—. Sé que no era una cita ideal, pero lo
disfruté de todos modos.
—Yo también.
Definitivamente no estaba lista para que se fuera.
—¿Quieres entrar?
Grant me miró a los ojos.
—No tienes ni idea de lo mucho que lo quiero.
Sonreí pero, cuando salimos del coche y subimos al ascensor, me puse muy
ansiosa. Cuando fui a meter la llave en la cerradura, Grant notó que mi mano temblaba.
—¿Tienes frío?
Sacudí la cabeza.
—Nerviosa, supongo. Es que... me atraes mucho y me gustas, pero no estoy lista
para... que pases la noche. No quiero que te hagas una idea equivocada porque te haya
invitado a entrar.
Grant me dio la vuelta y me puso dos dedos bajo la barbilla, levantándome la
cabeza para que le mirara a los ojos.
—La elección es siempre tuya. Podemos tomarlo tan despacio como quieras.
Mis hombros se relajaron y exhalé.
—Gracias.
Me sentí mucho más tranquila después de eso. Dentro, fui a mi habitación a
cambiarme y dejé a Grant abriendo una botella de vino. Cuando volví a salir, estaba de
pie en la sala de estar con un vaso de vino en una mano y La Bella y la Bestia en la otra.
Arqueó una ceja.
—No bromeaba.
Sentí el calor en mi cara y le arranqué la caja de la mano.
—Pasé por un período de sequía. No me digas que nunca has visto porno.
Sonrió.
—Por supuesto que sí. Sólo que no guardo los míos en DVDs de Disney.
Me reí, le quité el vino de la mano y me tragué la mitad del suyo de un solo trago.
Ya que estábamos en el tema, pensé que podría ver qué tipo de cosas le gustaba ver.
Dios sabe que yo descubrí que tenía algún fetiche.
—¿Tu colección es específica a cualquier tipo de porno?
Grant entrecerró los ojos.
—¿Me estás preguntando si me gusta el juego de roles o tengo algún fetiche?
—Supongo. Descubrí que ciertas cosas funcionaban para mí, mientras que otras
no.
Me quitó la copa de vino de la mano y se bebió la otra mitad.
—No soy tiquismiquis. Pero ahora estoy desesperado por saber en qué estás
metida tú.
Solté una risa nerviosa y le quité el vaso vacío de la mano.
—Necesito más vino para esta conversación.
Después de rellenarlo, llevé a Grant al sofá.
—¿Puedes fingir que no abriste La Bella y la Bestia?
Grant sacudió su cabeza con una sonrisa malvada mientras levantaba mis pies
sobre su regazo. Empezó a frotarlos.
—Ni hablar, cariño. Suéltalo. ¿Cuál es tu fetiche?
—No es realmente un fetiche.
—Bueno, oigámoslo. ¿O tengo que revelar tu colección completa de Disney y
descubrirlo por mí mismo ahora mismo?
Bebí un poco más de valor líquido.
—Descubrí que me gustan los videos en los que la mujer le da placer al hombre.
Grant dejó de frotar.
—¿Te gusta ver a una mujer dar oral?
Era el nuevo milenio. No debería avergonzarme de nada que me diera poder
sexual, pero me mordí el labio y asentí.
—Jesucristo —refunfuñó Grant—. Eres jodidamente perfecta. ¿Cómo demonios
has tenido una racha de sequía?
Me reí.
—Mi sequía se impuso por sí misma. Tengo un patrón. Elijo a un gilipollas con el
que salir. Luego culpo a todo el sexo y me tomo un largo descanso.
—Estás sentada aquí conmigo. ¿Eso significa que soy un imbécil?
Tomé un sorbo de mi bebida.
—No lo sé, ¿lo eres?
Su sonrisa juguetona se marchitó.
—Puedo serlo. Pero no quiero serlo para ti.
—No hace falta ser Sigmund Freud para saber de dónde vienen mis problemas.
Tengo serios problemas de confianza, Grant. Mi padre solía acusar a mi madre de
engañarlo todo el tiempo. Nunca sabré si sus acusaciones eran verdaderas. Me gusta
creer que no, y que era irracional e inestable. Pero por eso siempre se peleaban, y se
pelearon la noche en que él terminó con su vida. Cuando entró en pánico y se fue, me
dejó esposada a un radiador donde nadie me encontró durante dos días. Y aun así tengo
la tendencia a que me atraigan los hombres dominantes y gilipollas.
—¿Y me ves como uno de esos?
Me encogí de hombros.
—Ahora no. Aunque nunca lo veo al principio. Me gustan los hombres seguros de
sí mismos, que son asertivos y exudan cierto tipo de energía. Definitivamente encajas
en ese perfil. Pero, en mi experiencia, los hombres con la personalidad de tomar el
control que encuentro tan atractiva no son necesariamente los mejores como pareja. El
último tipo con el que salí era muy controlador. No le gustaba que saliera con mis
amigas y, cuando lo hacía, me controlaba. Cuando le decía que se relajara, tenía una
forma de hacerme sentir culpable por querer mi propio espacio.
Grant me tomó de la mano.
—Lo siento. Todos tenemos relaciones pasadas que llevan a la forma en que
lidiamos con las cosas en el futuro.
—¿Sabes cómo decidí finalmente que era hora de deshacerme de Scott, mi ex?
—¿Cómo?
—Sin siquiera darme cuenta, había empezado a hacer clic en mi bolígrafo.
—¿Y eso significa...?
—A Scott le molestaba algo pequeño. Odiaba cuando alguien hacía clic en sus
bolígrafos.
Grant entrecerró los ojos.
—Dijiste que Bickman odiaba los golpes de pies y el perfume pesado y que solías
hacer esas cosas para molestarle en secreto.
Sonreí.
—Bingo. Inconscientemente estaba haciendo cosas para molestarlo. Esa no es una
señal que grita relación estable. Así que rompí con él.
—Tendré que recordar eso. Cuando me escribas en mayúsculas, sabré lo que
significa.
Me reí.
—¿Ese es el detalle que te molesta? No estoy segura de que debas compartir eso
conmigo.
Grant sonrió.
—Tienes un lado malvado, Saint James.
Sentí que había compartido mucho de mi pasado, pero no sabía mucho del suyo.
Al menos no las cosas importantes. Sabía que fue adoptado por una familia de acogida,
pero tenía la sensación de que sus problemas no venían de ahí.
—¿Puedo preguntar qué pasó entre tú y tu exmujer?
La mandíbula de Grant se tensó. Apartó la mirada un minuto y luego la bajó
cuando finalmente comenzó a hablar.
—Lily tenía un pasado similar al mío, una madre inestable sin padre cerca.
Excepto que su madre era una enferma mental, no una adicta como la mía. Cuando nos
conocimos, me sentí atraído por ella por lo diferente que era de las demás. No sabía
entonces que la enfermedad mental era hereditaria. Pensaba que era espontánea y
salvaje. Y durante mucho tiempo lo fue. Pero, poco a poco, con el tiempo, las subidas y
bajadas que tenía comenzaron a caer en picado hacia las bajadas. No había término
medio con ella.
Había aprendido mucho sobre trastornos mentales a lo largo de los años. Una
parte de mí siempre quiso creer que había algo con mi padre. Quería culpar de lo que
había hecho a cualquier cosa menos a él, porque sería más fácil aceptar que había
matado a mi madre si no era su culpa. Así que sabía que el trastorno bipolar y otras
enfermedades relacionadas con la depresión solían empezar en los veinte de una
persona.
—Lo siento. Es difícil.
Grant se quedó callado un momento, y luego me miró.
—Gracias. Como dijiste, no hace falta ser Freud para saber por qué no he tenido
muchas relaciones sanas con mujeres desde entonces. No mentí. Me aseguré de que
entendieran que no buscaba amor. Supongo que ambos tenemos problemas de
confianza.
Asentí.
—Aprecio tu honestidad. ¿Pero es eso lo que quieres de mí también? Me siento
increíblemente atraída por ti. Podría parecerme bien una relación sólo de sexo si eso es
todo lo que realmente quieres. Aunque también podría verme enamorada de ti, Grant.
Así que te agradecería que fueras sincero sobre lo que estás buscando.
Me tiró de la mano y me guio para pasar de sentarme a su lado a sentarme en su
regazo. Me acunó la cara con sus manos y me habló a los ojos.
—Quiero más contigo. Pero no estoy seguro de lo que soy capaz de hacer, Ireland.
No te prometo algo que no estoy seguro de poder cumplir. Sin embargo, me gustaría
intentar que esto funcione.
Sus palabras pesaban mucho en mi pecho. Me entristeció que pareciera pensar
que era incapaz de amar.
Forcé una sonrisa.
—Gracias por tu honestidad. Supongo que toda relación tiene un riesgo. Así que
lo tomaremos día a día y veremos adónde va.
Grant asintió, aunque no parecía muy seguro de sí mismo.
—¿Cómo pasamos del porno a nuestras jodidas vidas? —pregunté.
Sonrió.
—No lo sé, pero definitivamente preferiría volver a hablar de cómo te gusta ver a
una mujer practicar oral.
Le golpeé el pecho.
—Por supuesto que sí.
Grant me señaló con el dedo.
—Ven aquí.
Estaba sentada en su regazo y ahora levanté una pierna para sentarme a
horcajadas sobre él. Al sentarme, acerqué mi cara lo suficiente para que nuestras
narices se tocaran.
—¿Dónde? ¿Aquí?
Me agarró la nuca y habló con sus labios contra los míos.
—Aquí mismo. Exactamente aquí.
Nos besamos como dos adolescentes cachondos después de eso. Cuando nuestro
beso se rompió, me tiró del cabello para exponer mi garganta y enterró su cara en mi
cuello. Besó y lamió y me mordió hasta la oreja.
—Dime, Ireland. ¿Sólo te gusta ver a las mujeres practicar oral? Porque no puedo
esperar a enterrar mi cara entre tus piernas y que me veas lamerte.
—Oh, Dios. —Me encantaba el sonido de eso. Mi cuerpo ya estaba en llamas por
este beso, y podía sentir su erección empujando contra mi hinchado clítoris. Sólo
tendría que moverme un par de veces para librarme si me seguía hablando así al oído.
Estuve así de cerca de hacerlo... hasta que una voz interrumpió el momento.
—Esto es mejor que lo que vi en Aladdin. Creo que haré palomitas de maíz.
Salté ante el sonido de la voz de Mia. Literalmente. Salté del regazo de Grant al
aire, y aterricé de culo en el suelo. Me froté el trasero.
—Jesús, Mia. Me has dado un susto de muerte.
Ella se rio.
—No fui silenciosa cuando entré. Estabas demasiado absorta en lo que hacías. —
Nos saludó con la mano—. Continúa. Finjan que no estoy aquí. Me voy a la cama, de
todos modos.
Grant extendió una mano y me ayudó a levantarme del suelo.
—Asumí que dormirías en casa de Christian —dije.
—No. Estoy haciendo que sea célibe durante las dos semanas previas a nuestra
boda.
Me reí.
—Pobre Christian. Una noviazilla que no abre las piernas.
Mia me sacó la lengua.
—Buenas noches, tortolitos.
Una vez se fue, me senté de nuevo en el sofá junto a Grant.
—Lo siento por eso.
—Está bien. Probablemente fuera algo bueno que entrara. Quieres ir despacio y,
entre la forma en que lucías esta noche con ese vestido, saber que tienes una colección
de porno y ese beso, no habría podido controlarme mucho más tiempo. Creo que esa
fue mi señal para que me vaya.
Quería decirle que se quedara para lo peor, que volviera a mi habitación conmigo
y mostrarle todas las técnicas que había aprendido viendo esos videos. Pero tenía razón.
Si las cosas no se ralentizaban, yo sería la que saldría herida. Eso ya lo que sabía.
Así que asentí.
—Está bien. Gracias de nuevo por venir conmigo. ¿Serías... mi cita para la boda el
próximo sábado por la noche?
Se inclinó y me plantó un beso en los labios.
—Me encantaría.
Lo acompañé hasta la puerta y la abrí, pero me detuve a despedirme.
—¿Dónde es tu viaje esta semana?
—La costa este.
—Bien. Envíame un mensaje si tienes tiempo.
Sus ojos vagaron por mi cara.
—Haré tiempo.
Mi estómago dio un pequeño salto mortal. Las cosas más extrañas me daban esa
sensación cálida y sensiblera. Grant me dio un beso de buenas noches, y sonreí y cerré
la puerta. Pero, unos segundos más tarde, hubo un golpe de nuevo. Al igual que la última
vez, me imaginé que había olvidado algo.
—¿Ya me extrañas? —me burlé.
—Si estás libre mañana por la tarde, hay una feria en Pia's Place.
—¿Oh? ¿La ONG de tu madre?
—Sí. La oficina principal está en Glendale. Hacen unas cuantas fiestas al año para
niños y sus Mayores. Mañana es Navidad en Julio. Es una feria con temática navideña.
Mi abuela me convenció de que trabajara, pero me di cuenta de que debería terminar
para las dos.
Sonreí.
—Eso suena genial.
Grant asintió.
—Te enviaré un mensaje con la dirección.
Después de cerrar la puerta de nuevo, pensé en la noche. Una parte sobresalía. Le
había dicho que podía verme fácilmente enamorada de él. Lo cual era una especie de
mentira. Ya lo estaba.
Ireland
o esperaba una feria tan grande. No estoy segura de por qué, pero había
imaginado unas pocas docenas de personas, un zoo improvisado y una
máquina de algodón de azúcar. Pero había cientos de personas dando
vueltas, una rueda de la fortuna bastante grande, carros de vendedores
ambulantes por todas partes y artistas con temática navideña.
Caminé un rato y miré las cosas, pero Grant no estaba a la vista. Una mujer se
acercó a mí sosteniendo papeles. Sonrió.
—¿Eres una Mayor? No creo que nos hayamos conocido todavía.
—Oh, no. No soy parte del programa.
Ella me mostró un panfleto.
—Soy Liz, la directora de Pia's Place.
—Hola. Soy Ireland. En realidad he quedado con alguien aquí.
—Oh, está bien. Bueno, es un gran programa. No puede hacer daño revisar la
información. Creo que lo encontrarás muy gratificante.
Tomé el panfleto.
—Gracias.
—Mi número está en la parte de atrás si tienes alguna pregunta. Que tengas una
buena tarde. Disfruta del carnaval.
Empezó a alejarse, pero la detuve.
—Liz, ¿hay alguna posibilidad de que conozcas a Grant Lexington?
—Por supuesto.
—¿Lo has visto por ahí? Se supone que debo reunirme con él aquí después de las
dos, pero parece que no puedo encontrarlo.
Liz sonrió.
—Empezó tarde. —Miró por encima del hombro un momento—. Pero parece que
va a terminar pronto. La fila finalmente se está haciendo más pequeña.
Mis cejas se arrugaron.
—¿Fila?
Ella señaló. —Para Santa Claus.
Miré el área que había pasado dos veces y entrecerré los ojos, examinando a la
gente. Mirando a Santa Claus, mis ojos se abrieron de par en par.
—Oh, Dios mío. ¿Es ese..?
Liz se rio.
—Sólo su abuela podría ponerle ese disfraz. Es la primera vez que hace de Santa
para nosotros. Su abuelo ha hecho el papel durante los últimos veinte años. Supongo
que están pasando el relevo.
Después de que Liz se fuera, me quedé mirando desde la distancia. El hombre era
ciertamente un enigma. Llevaba trajes a medida, hacía que todos se sentaran un poco
más derechos cuando entraba en una reunión, y tenía una actitud brusca y distante. Sin
embargo aquí estaba, un domingo por la tarde con un traje de Santa Claus y levantando
niño tras niño sobre su regazo. Cuanto más miraba, más grande era mi sonrisa.
Especialmente cuando pusieron a una niña en su regazo, una de dos o tres años, e
inmediatamente comenzó a llorar. Me reí para mis adentros y vi cómo lo manejaba.
Realmente intentó que se calmara, incluso bajándose la barba para que viera que
había un hombre debajo, pero la niña no lo hizo. La mirada en la cara de Grant era pura
tensión hasta que un elfo finalmente lo ayudó. Mientras seguía mirando, la fila se redujo
a sólo cuatro niños, así que decidí unirme a ella.
Grant sacudió la cabeza y se rio cuando me vio esperando detrás de un niño de
cinco años. Nuestros ojos se encontraron unas cuantas veces mientras cada niño
delante de mí tomaba su turno. No pude quitarme la sonrisa de la cara. Toda la escena
era muy divertida. Cuando los otros niños terminaron, me acerqué y puse mi trasero en
el regazo de Santa.
Le envolví con un brazo el cuello y le di una palmadita en la barriga.
—¿Un gran almuerzo?
—Se suponía que tenía que terminar con esta mierda antes de que llegaras.
Le di un pequeño tirón a su barba.
—Me gusta un poco. Te queda bien el pelo blanco. Apuesto a que te verás sexy
cuando estés canoso.
—Me alegra que pienses así, porque algunos de estos chicos me dieron unas
cuantas canas hoy.
Me reí entre dientes.
—Vi a la niña con el vestido rosa. No era una fan.
—Estaba bien al principio porque tenía una bolsa de caramelos a mi lado. Cuando
la maldita cosa se acabó, no tenía nada con qué sobornarlos.
—Debes tener calor en ese traje.
—Lo tengo. Debería ir a cambiarme antes de que otros pequeños monstruos se
metan en mi fila.
Sonreí y envolví con mi otro brazo su cuello.
—¿No puedo decirle a Santa lo que quiero para Navidad?
—Ya lo sabe. Más DVDs de Disney.
Me reí y fui a levantarme, pero Santa me sostuvo en su lugar.
—Bueno, oigámoslo. ¿Qué quieres para Navidad, pequeña?
—Hmmm. —Me puse el dedo en el labio—. Cualquier paquete que Santa Claus
quiera darme.
—Oh, Santa quiere darte su paquete. ¿Algo más?
Me sentía un poco deprimida antes de llegar aquí hoy, por algo que llegó en el
correo de ayer.
—¿Qué tal una variación de zona?
—¿Variación de zona?
Suspiré.
—Sí. Abrí mi correo esta mañana, y tenía algo de la ciudad. Me emitieron una
orden para detener la construcción. Aparentemente un inspector vino y se dio cuenta
de que el contratista construyó mi garaje a tres metros de la carretera, y ahora necesito
la aprobación de la variación de zona para mantenerlo. O necesito deshacerme del
garaje. Llamé al arquitecto para ver qué necesitaría para obtener la aprobación, y dijo
que deberíamos obtenerla sin problemas. Pero la ciudad va atrasada, y pasarán unos
meses antes de que podamos tener la audiencia requerida. Oh, y tuve una pelea con el
contratista por eso, y me dejó.
—Eso apesta. ¿Qué vas a hacer?
—No lo sé. Necesito pensarlo. —Me puse en pie—. Pero vamos a cambiarte. Puedo
sentir el calor que irradia tu cuerpo.
Grant asintió y me llevó al edificio principal. Esperó a que estuviéramos dentro
para quitarse el sombrero y la barba.
—Me vendría bien una ducha, pero tendré que conformarme con un cambio de
ropa por ahora.
Navegamos por el edificio hasta que llegamos a una oficina. Grant sacó las llaves
de su bolsillo y abrió la puerta. Dentro del gran espacio había una bolsa de lona en el
escritorio. La abrió y sacó algo de ropa, y luego comenzó a quitarse el traje de Santa.
Me apoyé en el escritorio y lo vi desabrocharse la chaqueta roja.
—Conocí a alguien llamada Liz que repartía papeles del programa. Dijo que era la
primera vez que hacías de Santa Claus.
Grant se quitó la chaqueta y la arrojó sobre el escritorio, y luego comenzó a salir
de los pantalones de lana roja. Sacudió la cabeza.
—Mi abuela puede parecer una dulce anciana, pero negociar con ella es imposible.
Tiró los pantalones encima de la chaqueta. Debajo llevaba un par de pantalones
de chándal grises y una camiseta blanca. Sin pensarlo, se agarró el dobladillo de la
camisa y se la subió por la cabeza.
—Creo que es dulce que... —Me detuve a mitad de la frase mientras mi mandíbula
caía. Santo cielo. Sentí sus brazos y su pecho, así que sabía que estaba en forma; pero
Dios mío, el hombre era un bombón. Sus abdominales bronceados eran todo músculo
tallado, y tenía ocho abdominales sin flexionar siquiera.
Grant miró y me encontró observándolo fijamente. Completamente inconsciente,
bajó la mirada para ver lo que podría estar mirando. Parecía como si esperara encontrar
algo malo, como si necesitara un gran moretón o algo en su pecho para hacer que una
persona se detuviera y mirara fijamente. Confundido por no encontrar nada, me miró
para pedirme una explicación.
Le señalé el pecho.
—Um... eso no es justo.
Levantó las cejas y se rio.
—¿Estás diciendo que te gusta lo que ves?
¿Estaba bromeando? Quería lamer lo que veía.
—Eres... simplemente hermoso en todas partes.
Había sacado una camiseta limpia de su bolsa de lona, pero la tiró al suelo y se
acercó a mí. Con el pecho desnudo, puso una mano a cada lado del escritorio en el que
me había apoyado y me miró de arriba a abajo.
—Me alegro de que te sientas así, porque el sentimiento es mutuo. —Grant me
puso una mano en la nuca y la usó para que mis labios se encontraran con los suyos. Me
besó apasionadamente, con su cálido y duro pecho presionado contra el mío suave.
Las cosas se estaban calentando cuando la puerta detrás de él se abrió
abruptamente.
—¿Qué demonios? —dijo una voz.
Grant detuvo el beso, pero se quedó quieto y cerró los ojos mientras movía la
cabeza.
—Cierra la puerta, Leo.
—¿Quién es la chica?
—¡Leo! —levantó la voz—. Cierra la puerta. Saldremos enseguida.
Miré alrededor de Grant, a un chico que no parecía tener más de once o doce años.
Me saludó, haciendo alarde de una sonrisa de oreja a oreja.
—Es demasiado bonita para tu feo trasero.
La cabeza de Grant cayó, y se rio.
—Sal, Leo. Y cuida tu lenguaje.
La puerta se cerró de golpe, y miré a Grant.
—Podría haber entrado.
Grant bajó la mirada, y mis ojos lo siguieron para encontrar un bulto en sus
pantalones de chándal.
Me cubrí la boca y me reí.
—Oh, mi. Sí, supongo que fue una buena decisión.
Agarró su camiseta y se la puso.
—Leo es mi Pequeño.
—Oh, es cierto. Me hablaste de él. No puedo esperar a conocerlo.
Grant se bajó los pantalones grises por las piernas y se quedó de pie con un par de
calzoncillos negros. El considerable bulto que se exhibía me hizo la boca agua. Había
pasado mucho tiempo; demasiado tiempo, aparentemente. Se puso los vaqueros, se las
arregló para subir la cremallera sobre el bulto, y luego volvió a meter todo en su bolsa
de deporte.
—Se suponía que iba a ver a su madre este fin de semana, pero ella canceló. Lo
cual es algo bueno, si me preguntas a mí. Volverá aquí dentro de dos minutos si no salgo.
Es tan impaciente como mi polla metida en estos pantalones en este momento.
Me reí y planté un casto beso en sus labios.
—Bien, vamos.
Grant hizo las presentaciones en el pasillo, y Leo dijo que la abuela de Grant lo
había estado buscando porque su abuelo necesitaba ir al baño y estaba un poco
confundido en este momento.
—Quiere que vayas con él —dijo.
—Mierda. Está bien.
Leo sonrió y señaló.
—Lenguaje, Grant.
Grant sacudió la cabeza. Me miró.
—Vuelvo enseguida. ¿Por qué no van a comer algo y nos vemos en las mesas de
picnic?
Después de que Grant desapareciera, Leo me acompañó al área de la comida.
Decidimos ir a por helado, así que nos pusimos en la cola.
—¿Así que Grant es tu Mayor?
—Supongo que sí. Pero nos vemos más de lo que la mayoría de los niños ven a su
Mayor en el programa.
—¿Cuánto tiempo llevan emparejados?
—Desde que puedo recordar. Solía cuidarme mucho cuando era pequeño. Antes
de que mi hermana enfermara.
Mi sonrisa cayó.
—Oh. Siento que tu hermana se haya puesto enferma.
Leo se encogió de hombros.
—Está bien. Está mucho mejor ahora. No es como cuando ella y Grant se casaron.
La gente que estaba en la fila se alejó y Leo se adelantó. Yo seguía atrapada en mi
lugar.
—¿Tu hermana estaba casada con Grant?
Leo asintió.
—Sí. Mi hermana es Lily.
Mis ojos se abrieron de par en par. Grant había mencionado a Lily, y también a
Leo. Pero supongo que la conexión entre los dos no había surgido. Las veces que
habíamos hablado de su exmujer, parecía que no quería tener nada que ver con ella. Así
que me pareció interesante que fuera el Hermano Mayor de su verdadero hermano
pequeño. Por lo que me había dicho, su madre era una enferma mental, así que este niño
tenía al menos dos mujeres inestables en su vida.
Cuando nos tocó pedir, Leo eligió un doble de vainilla y chocolate cubierto de
virutas, y yo pedí una sola cucharada de chocolate bañada en crujientes de chocolate.
Fuimos a sentarnos en una mesa de picnic cercana, donde Grant se reunió con nosotros
unos minutos más tarde.
Se sentó a horcajadas en el banco, me quitó el cono de la mano y dio un gran
lametón.
—Chocolate con chocolate. —me guiñó el ojo—. Buena elección.
—¿Todo bien con tu abuelo?
—Sí. Se está cansando, así que mi abuela lo llevará a casa. Parece que se confunde
más cuando está agotado.
—Lamento no haberla conocido o haber visto a tu abuelo de nuevo. Pero lo
entiendo. —Le robé mi cono a Grant.
—No se va a alegrar cuando se entere de que traje a alguien a la feria y no te
conoció. Pero, si se lo hubiera dicho, habría insistido en venir. Pensé que Pops
necesitaba descansar más de lo que ella necesitaba interrogarte.
Sonreí.
—Tal vez no se entere de que estuve aquí.
Grant miró a Leo.
—Ni en broma.
Los tres charlamos un rato, y luego vi a dos mujeres mirando. A la primera no la
reconocí, pero a la otra sí la conocía.
—¿No es esa tu hermana, Kate?
Grant miró.
—Sí. Y mi otra hermana, Jillian. Si nos levantamos y corremos en la otra dirección,
podríamos salir indemnes.
Me reí.
—Estoy segura de que estás exagerando.
Sacudió la cabeza.
—Estás a punto de averiguarlo.
Las dos mujeres se acercaron.
—Hola —dijo Jillian—. ¿No eres Ireland Richardson, la presentadora de las
noticias de la mañana?
—Lo soy. Y tú eres Jillian, ¿verdad?
—Lo soy. Es un placer conocerte.
Los ojos de Kate se dirigieron a Grant y de nuevo a mí.
—¿Cómo estás, Ireland?
—Estoy bien. Disfrutando de la feria. Parece que todo el mundo se lo está pasando
muy bien.
—Es un día divertido. —Ladeó la cabeza—. ¿Eres una Hermana Mayor?
—No, pero conocí a Liz antes, y me dio información sobre el programa. Suena
increíble, así que estoy deseando aprender más. Sólo vine a encontrarme con Grant.
Kate entrecerró los ojos hacia su hermano antes de devolverme la mirada.
—¿Reunión de negocios en domingo?
Sacudí la cabeza.
—No. Grant y yo estamos... saliendo, supongo.
La ceja de Kate se arqueó, y ella y su hermana se sentaron inmediatamente a
nuestra mesa.
—Saliendo, ¿eh? Grant no nos dice nada personal. ¿Cuánto tiempo ha estado
sucediendo esto?
Grant colgó la cabeza y murmuró:
—Deberíamos haber huido mientras pudiéramos.
Le di un codazo.
—Unas pocas semanas.
—Interesante. Y tú estás en el nuevo comité que Grant encabeza, ¿verdad?
—Lo estoy.
—¿Estaban juntos antes del nuevo comité, o eso ocurrió después?
Si Kate intentaba ser discreta sobre fisgonear, no estaba haciendo un buen trabajo.
Y tenía una idea bastante buena de adónde quería llegar. Yo también sospeché de los
motivos de Grant.
—Después.
Kate entrecerró más los ojos y miró a su hermano, que evitó completamente
cualquier contacto visual.
Ella sonrió.
—Qué coincidencia. Él formó un comité, y ahora están saliendo.
Me reí entre dientes.
—Sí. Importante, ¿no?
Kate y yo nos reímos con un entendimiento tácito que rompió el hielo. Después de
eso, hablamos durante casi una hora. Grant y Leo desaparecieron para ir a jugar al
carnaval y, cuando volvió solo, Grant no se sentó.
Me miró.
—¿Estás lista para irte?
—Um... Claro. —Les sonreí a Kate y Jillian—. Fue muy agradable poder hablar con
ustedes.
—Almorcemos pronto un día —dijo Kate.
Grant puso los ojos en blanco.
—Me encantaría.
—¿Quieres que lleve a Leo a casa? —le preguntó a Kate.
—No, yo lo llevo. Vayan a pasar una buena noche.
Fuimos a buscar a Leo y le dijimos que nos íbamos. En el aparcamiento, Grant me
tomó de la mano, lo que me dio esa sensación de calor en la barriga otra vez.
—¿Dónde has aparcado? —preguntó.
Le señalé.
—Atrás del todo. Estaba lleno cuando llegué aquí.
Me acompañó a mi coche. Llevando nuestras manos aún unidas hasta sus labios,
me besó los nudillos.
—¿Vienes a mi casa a tomar una copa?
—¿Aún no te has cansado de mí? Pasamos las dos últimas noches juntos.
La cara de Grant cayó
—No. ¿Estás tú harta de mí?
Le apreté la mano.
—Estaba bromeando. No, en absoluto. Y me encantaría volver a tu casa. ¿Te
refieres al barco?
Asintió.
Me puse en pie y apreté mis labios contra los suyos en un suave beso.
—Te veré allí.
Durante todo el viaje, sentí una especie de mareo nervioso. Sabía que Grant había
dicho que no estaba seguro de cómo sería en una relación, pero me presentó a sus
hermanas y a Leo, y ya había conocido a su abuelo. Para alguien que no estaba seguro
de adónde pensaba que podían llegar las cosas, parecía que estábamos dando pasos en
la dirección correcta.
Aun así, Grant me ponía nerviosa; lo hizo desde el principio. Por eso dije que
quería ir despacio. Sabía en mi cabeza que era lo correcto. El único problema era que
no estaba segura de que mi corazón me escuchara.
Ireland
mpezaba a pensar que me ibas a dejar plantado —dijo
Grant desde la parte de atrás del barco. Se había cambiado
a unos pantalones cortos y una camiseta, e iba descalzo.
Algo sobre él con los pies descalzos me hizo sonreír. Parecía
muy poco propio de Grant.
Levanté una caja blanca de panadería.
—Tenía el peor antojo de pastel de queso. Tenía que comprar un poco. Espera. ¿Te
gusta el pastel de queso? No estoy segura de que podamos vernos si no te gusta.
Me tendió una mano para que subiera las escaleras y al barco.
—El pastel de queso es bueno. Aunque no soy mucho de postres. —Después de
que estuve en el barco, Grant mantuvo mi mano y la usó para tirar de mí hacia él.
Envolvió con su otra mano mi cuello y acercó mis labios para que se encontraran con
los suyos—. A menos que tú estés en el menú.
Mi cuerpo reaccionó a la intimidad con una descarga. Su beso literalmente me dejó
sin aliento. Cuando sus labios se acercaron a mi cuello, dejé caer el pastel de queso al
suelo.
Su voz era tensa.
—No es fácil moverse despacio contigo. Traes el postre y sólo puedo pensar en
untarlo por todo tu cuerpo y lamerlo.
Oh. Dios.
Acababa de llegar, y ya tenía las bragas mojadas.
Grant devoró mi cuello. Ni siquiera estaba segura de cómo me mantenía en pie.
Pero entonces el sonido de voces cercanas lo hizo gemir y retroceder. La gente
había salido en el barco de al lado. Grant se pasó una mano a través de su cabello.
—Joder. Será mejor que te quedes aquí afuera mientras traigo un poco de vino. La
privacidad podría ser peligrosa para ti.
Me mordí el labio.
—O... podría ayudarte dentro.
Los ojos verdes de Grant se oscurecieron casi hasta ser grises. Recorrieron mi
cuerpo y volvieron a subir.
—¿Estás segura de eso?
Tragué y asentí.
Grant se inclinó para recoger el pastel de queso y sonrió.
—Necesitaremos esto.
Fueron sólo unos pocos pasos para entrar en la cabina del barco de Grant pero, en
el tiempo que me llevó ir de la popa a la puerta, todo mi deseo pareció convertirse en
nervios. Grant cerró la puerta detrás de nosotros, y el mundo exterior se quedó en
silencio.
Miré a mi alrededor y me di cuenta de que las cortinas estaban bajadas. Recordé
que me había dicho que tenía diferentes tonos. Estas eran definitivamente las de los
apagones, aunque las luces estuvieran encendidas dentro.
Grant me llamó la atención.
—Las cerré antes de que llegaras porque el sol de la tarde calienta el interior, no
porque estuviera planeando atraerte aquí. Puedo abrirlas si te hace sentir más cómoda.
La vista de la puesta de sol va a ser agradable pronto, de todos modos.
Pensé en la puesta de sol que habíamos visto hacía unos días. La vista era
espectacular. Pero, si soy sincera, la vista que tenía delante de mí también era increíble.
Di unos pasos hacia Grant y agarré su camiseta con mis dos manos.
—Creo que prefiero la privacidad, en este momento.
Las pupilas de Grant se dilataron cuando me miró.
—¿Ah, sí?
Asentí.
Me miró de un ojo a otro. Pareciendo encontrar lo que buscaba, levantó la barbilla
hacia el sofá.
—Ve a sentarte. Tomaremos el postre.
Algo en el tono de su voz me dijo que no planeaba solamente traerme un pedazo
de pastel de queso. Hizo que todo mi cuerpo vibrara con anticipación. Tomando asiento
en el sofá, vi cómo Grant abría el cordón rojo de la caja y cortaba dos trozos del cremoso
pastel de queso. Puso ambos en un plato, tomó un tenedor del cajón, y se acercó a mí,
ofreciéndomelo.
—Sólo un plato y un tenedor... ¿vamos a compartir, o me vas a dar dos trozos?
Grant no respondió. En su lugar, levantó el tenedor del plato en mis manos y sacó
un gran trozo de una de las rebanadas. Lo llevó a mis labios, y abrí para él. El pastel
estaba delicioso, pero la forma en que Grant me miraba me tenía más centrada en él que
en cualquier otra cosa. Tenía un brillo diabólico en sus ojos mientras me miraba
masticar y tragar. Me lamí los labios, a pesar de que no había hecho un desastre.
—¿Bueno? —preguntó.
—Delicioso. Prueba un poco.
Su sonrisa era positivamente malvada. Colocó el tenedor en el plato y usó dos
dedos para rebañar un gran trozo de la segunda rebanada. Lentamente, llevó su mano
a mi boca pero, cuando separé los labios para que me diera de comer, negó con la
cabeza.
—No seas codiciosa. Ya has comido un poco. —Me untó el pastel de queso en el
cuello, siguiendo una línea lenta sobre mi garganta, continuando hasta mi pecho y
bajando hasta mi escote.
Jadeé cuando su boca bajó para lamer el cremoso desorden. Se tomó su tiempo,
empezando por mi cuello y lamiendo y chupando mientras se deslizaba lentamente
hacia mi escote. Cuando llegó a la hinchazón superior de mis pechos, se burló y movió
su lengua. La subida y bajada de mi pecho se aceleró al unísono con mi laboriosa
respiración.
Grant me miró con ojos entrecerrados bajo sus oscuras pestañas.
—Tienes razón. Excelente pastel.
De alguna manera me las arreglé para no bajarle la cabeza de nuevo cuando se
sentó y tomó el tenedor con la mano de nuevo. Este era su juego, y ciertamente no me
importaba jugar. Grant me alimentó con otra cucharada de pastel de queso y otra vez
me vio masticar y tragar. Sus ojos nunca dejaron mis labios.
Cuando terminé, volvió a poner el tenedor en el plato y tomó otro trozo con los
dedos. Mis piernas estaban cruzadas, y usó su mano libre para acunar bajo mi rodilla y
descruzarlas. Presionó suavemente mi rodilla para que se abriera.
Mi respiración se aceleró mientras tomaba el pastel y lo untaba desde el interior
de un muslo justo por encima de mi rodilla hasta la piel sensible justo debajo de mis
pantalones cortos. Me miró con la maldita sonrisa más sexy del mundo mientras se
inclinaba hacia adelante para seguir el rastro.
Esta vez, no fue tan amable como con mi cuello. Chupó, lamió y mordió. Cada
pequeño mordisco envió un rayo directo a mi clítoris. Para cuando llegó al dobladillo
de mis pantalones cortos, me movía en mi asiento. Quería tomar su cabeza y ponerla
directamente entre mis piernas.
La sonrisa malvada en el rostro de Grant cuando se levantó para ponerse en pie
me dijo que sabía exactamente lo que me estaba haciendo.
Exhalé.
—Eres un provocador. No te habría tomado por uno.
—Una provocación es cuando alguien te ofrece algo y no te lo da. Estoy feliz de
darte lo que quieras. —Ladeó la cabeza—. Dime lo que quieres, Ireland.
Un millón de cosas pasaron por mi cabeza. Quería que no se detuviera en la parte
superior de mi pecho. Quería que me mordiera el pezón de la misma manera que lo
había hecho en el interior de mi muslo. Quería que me chupara el clítoris como lo hizo
con mi cuello.
—No... no quiero que te detengas.
Sonrió y me quitó el plato del pastel de mi mano.
—Recuéstate, pero lleva tu trasero al borde del sofá.
Grant se arrodilló delante de mí. Tomó su pulgar y lo frotó sobre mi clítoris a
través de mis pantalones cortos.
—Vamos a quitarte esto.
Mis manos temblaban cuando desabroché el botón y bajé la pequeña cremallera
de mis pantalones. Sonrió.
—Levanta.
Lo hice, y me deslizó los pantalones cortos y las bragas por las piernas y los echó
a un lado. Sentada ante él desnuda, de repente me sentí muy expuesta.
—Abre las piernas para mí.
Dudé y levantó la mirada a mí.
—He querido probarte desde el momento en que te vi. —Se detuvo y bajó la
mirada—. Más abiertas, Ireland.
Ignorando el impulso de hacer exactamente lo contrario, abrí las piernas todo lo
posible. Grant mostró una arrogante sonrisa de aprobación y se lamió los labios antes
de enterrar su rostro contra mí. Me lamió de un extremo a otro y pasó su lengua por mi
clítoris con una deliciosa tortura. Cualquier timidez que me tuviera manteniendo mis
rodillas juntas salió por la puerta cuando me lamió el clítoris. Mis caderas se
retorcieron, metí mis dedos en su cabello y tiré. Se sintió tan increíblemente bien que
las lágrimas comenzaron a picarme en las esquinas de los ojos.
—Oh, Dios. —Me sacudí cuando Grant metió la lengua dentro de mí.
—Quiero beber cada uno de tus jugos. Vente en mi lengua, cariño.
La vibración de sus palabras contra mi tierna carne hizo temblar mi cuerpo. Grant
lamió de vuelta hasta mi clítoris y de repente dos de sus dedos empujaron en mi interior
de mí. Todo se volvió demasiado, demasiado rápido, y gruñó y me alentó para que me
corriera en su boca.
Cuando levanté mi trasero del sofá y clavé mis uñas en su cuero cabelludo, Grant
me sostuvo en mi lugar. Curvó sus dedos dentro de mí mientras aumentaba la succión.
—Oh, Dios... oh... sí... sí.
Mi orgasmo me atravesó casi violentamente. Agité la cabeza de un lado a otro
mientras Grant masajeaba y acariciaba el punto sensible dentro de mí hasta que cada
último pulso se movió a través de mi cuerpo. Me sentí sin huesos cuando bajé del
éxtasis, jadeando y viendo estrellas a través de párpados cerrados.
Finalmente, Grant se levantó, sólo para inclinarse y levantarme del sofá,
tomándome con sus brazos. Me acunó contra él mientras se sentaba donde yo había
estado. Apoyé la cabeza contra su pecho, y una sonrisa tonta se extendió por mis labios.
—Ese fue el mejor pastel de queso de todos los tiempos.
Grant se rio. Presionó sus labios contra los míos.
—Sabes mejor que cualquier postre.
Me sonrojé, aunque la cabeza del hombre acababa de estar enterrada en los
lugares más íntimos.
—Siento ser un poco inútil en este momento. Sólo necesito un minuto para
orientarme, y luego podré encargarme de ti.
Las cejas de Grant se deslizaron juntas.
—Esto no es ojo por ojo, Ireland.
—Lo sé... pero ni siquiera te he tocado.
Llevó su cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos.
—Estoy bien. No me malinterpretes, me daré una larga ducha más tarde. Pero la
primera vez que me corra contigo, quiero estar enterrado dentro de ti. Me presioné por
lo que acaba de pasar aquí, pero no voy a presionar por eso. Cuando estés lista, me lo
harás saber.
Suspiré.
—Honestamente, no te habría detenido si las cosas hubieran ido allí ahora.
—Tu cuerpo estaba listo. —Se detuvo y golpeó un dedo contra mi sien—. Pero,
¿qué tal esto?
Quería decirle que se equivocaba, pero tenía la razón completa. Mi cuerpo lo
deseaba, pero mi cabeza aún no había llegado a eso. El hecho de que le importara que
los dos estuvieran de acuerdo significaba mucho para mí.
Sonreí.
—Gracias.
—¿Por el orgasmo o por no presionarte?
—Ambos.
Un poco más tarde, Grant fue al baño y yo me vestí y levanté la persiana para mirar
al exterior. El sol estaba empezando a ponerse. Realmente tenía puestas de sol
espectaculares en el puerto. Grant regresó y me rodeó con el brazo la cintura. Me besó
el hombro.
—¿Quieres salir y ver la puesta de sol? Te cortaré un trozo de pastel de queso
fresco y te dejaré terminarlo esta vez.
Sonreí.
—Está bien.
Nos sentamos en la proa del barco en un cómodo silencio. Grant se apoyó en uno
de los mástiles con las rodillas dobladas, y yo me senté entre sus piernas, apoyándome
en su pecho. Bebimos vino y señalamos las cosas que veíamos en las nubes. No
habíamos hablado en absoluto sobre el día de hoy, ya que fuimos directamente a sacar
alguna frustración reprimida cuando llegué, y tenía curiosidad por saber más sobre Leo,
aunque no quería parecer que estaba presionando ahora que sabía que Lily era su
hermana. Así que empecé con algo más juguetón.
—Bueno... tus hermanas eran muy simpáticas.
Grant suspiró.
—Son unas tocanarices y hoy cargaron con toda la munición que pudieron.
Sonreí.
—¿Te refieres a que tus hermanas sospechaban que habías creado un comité
entero para que tuviéramos un foro para pasar tiempo juntos?
Negó con la cabeza.
—Nunca voy a superar eso. Honestamente, no tengo ni una maldita idea de qué
demonios me pasó para hacer esa mierda.
—¿Así que finalmente admites que inventaste ese comité sólo para tener una
razón para llamarme?
—No. Ese comité ni siquiera era una idea cuando te llamé. Sólo quería hablar
contigo. Pensé que ver cómo iban las cosas en tu primer día de vuelta sería razón
suficiente para tender una mano. Pero tuviste que llamarme para preguntarme si
llamaba a otros empleados para ver cómo iban sus días. Así que entré en pánico e
inventé esa mierda mientras estaba al teléfono.
Recliné la cabeza para mirarlo y sonreí.
—No te regodees, cariño. Eres masilla en mis manos tanto como yo en las tuyas.
Simplemente yo no te lo restriego.
—No soy masilla en tus manos.
—¿No? Entonces dame esa boca, y veamos si me detienes cuando te toque por
todas partes para que todos los vecinos disfruten del atardecer.
—Eres un imbécil.
—Tal vez. Pero aun así apostaría este barco a que, si empezamos a besarnos, no
impedirías que metiera los dedos en tus bragas y tocara ese dulce coño tuyo.
Mi mandíbula se abrió.
Grant se inclinó y me besó la barbilla.
—Cuidado —me susurró al oído—. Si mantienes la boca abierta demasiado
tiempo, podría llenarla.
Quería decirle que estaba loco, pero honestamente, incluso al oírlo decir tocar ese
dulce coño me había hecho volver a tener un hormigueo entre las piernas. Así que no
estaba tan fuera de lugar. En lugar de desafiarlo, giré la cabeza hacia el frente y me
recosté contra su pecho.
—Bueno, Leo y tú tienen una relación interesante.
—El nuevo pasatiempo del chico es ser un dolor en el trasero.
Me reí.
—Dijo que has sido su Mayor mucho tiempo.
Grant se quedó callado por un momento.
—Es el medio hermano de mi exmujer. Comparten la misma madre mentalmente
inestable. Nació en el hospital mientras su madre era paciente en el pabellón
psiquiátrico. El padre es un tipo que conoció cuando vivían en un centro de reinserción
social. Dejó de tomar sus medicinas cuando se quedó embarazada y terminó de nuevo
en un psiquiátrico. El chico estaba en una casa de acogida al tercer día de su vida.
—Eso es difícil. ¿Y sigue en un hogar de acogida?
—Está viviendo con la tía de su padre, que ha tenido la custodia temporal los
últimos años. Pero es mayor y no está realmente preparada para un adolescente.
Intenté conseguir la custodia en un momento hace unos años, cuando se metió en
problemas por robar, pero familia supera a un pariente soltero sin parentesco que vive
en un barco y trabaja sesenta horas a la semana.
Me gustó lo honesto que se volvió conmigo y no tener que sacarle las cosas a la
fuerza como al principio. Pero realmente me encantaba que fuera el tipo de hombre que
intentaría conseguir la custodia de un niño problemático que era hermano de su
exmujer. Me di vuelta y lo miré a los ojos, presionando mis labios contra los suyos.
—¿Por qué fue eso? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Me gustas. Cuanto más te conozco, más me gustas.
Grant apartó la mirada un momento.
—¿Recuerdas que dijiste que no siempre ves las cosas tan claramente cuando
sales con un chico, y que tienes el hábito de elegir a los imbéciles?
—Sí.
Me miró directamente a los ojos.
—Lo estás haciendo de nuevo.
Mi rostro se arrugó.
—¿Qué quieres decir?
—Los cuentos de hadas tienen un príncipe encantador y un tipo malo. La vida no
es todo blanco y negro. A veces el Príncipe Azul es ambas cosas.
—No... no lo entiendo.
Grant negó con la cabeza.
—No quiero que te decepciones.
—¿Pero por qué me decepcionaría?
—Ireland, soy el tipo de hombre que lleva a las mujeres a un apartamento en el
que no vivo para follarlas.
Pestañeé unas cuantas veces.
—Está bien... bueno, ya lo has mencionado. Pero estoy aquí ahora mismo. Y sabes
que podrías haber presionado y haberte acostado conmigo cuando estábamos abajo.
Pero no lo hiciste.
Me miró fijamente.
—No quiero hacerte daño, Ireland.
—Bien. Te creo. Pero soy una chica mayor. Si lo haces, sobreviviré. No necesitas
seguir advirtiéndome.
Grant cerró los ojos. Después de un minuto, los abrió y asintió.
—Está bien.
El humor cambió definitivamente después de esa pequeña charla. Tenía que
trabajar temprano por la mañana así que, una vez que oscureció completamente, le dije
que tenía que irme.
Grant me acompañó a mi auto.
—Gracias por venir a la feria hoy —dijo.
—Me divertí. Tienes un viaje de negocios mañana, ¿verdad?
—Sí. Tengo un vuelo a las siete de la mañana.
—Los dos estaremos levantados al amanecer. —Sonreí.
Se inclinó y me dio un suave beso en los labios.
—Hablaré contigo durante la semana.
—Bien.
Durante todo el viaje a casa, repasé todo lo que había pasado ese día. Parecía una
tarde perfecta, seguida de un orgasmo alucinante por la noche y una puesta de sol
perfecta. Sin embargo, Grant no podía dejar las cosas de esa manera. Tenía que decirme
lo malo que era, a pesar de que todo lo que había presenciado hasta ahora en el tiempo
que pasé con él me había demostrado todo lo contrario. Di vueltas y vueltas, analizando
y analizando más dónde las cosas habían tomado ese giro, y volví a un punto común.
Cada vez que hablábamos de la exmujer de Grant, daba un paso atrás.
Tenía que haber una pieza del rompecabezas que todavía me faltara.
Grant
Hace siete años…

s perfecta. —Besé la frente de Lily y miré a la pequeña


princesa envuelta en pañales. Tres kilos, cien gramos de
perfección. Un pequeño pie seguía encontrando su camino
fuera de la manta. Era difícil imaginar cómo algo tan
pequeño podía dejar una huella tan grande en mi corazón tan rápido. Pero así fue como
sucedió. Vi su rostro, y mi corazón se hinchó inmediatamente dentro de mi pecho.
Los últimos meses habían sido bastante sorprendentes. El embarazo parecía
coincidir con Lily, o tal vez era el terapeuta que había estado viendo. No estaba seguro,
pero había estado tan feliz y emocionado durante todo el proceso. Habíamos hablado
mucho sobre nuestras vidas hogareñas arruinadas en los últimos nueve meses y sobre
cómo nuestras experiencias personales nos habían enseñado tanto... sobre
qué no hacer. Ambos estábamos emocionados por darle a nuestra hija el tipo de vida
que habíamos soñado tener con nuestros propios padres. Queríamos el tipo de vida que
Pia y William me habían dado.
Levanté la manta y cubrí el pie de mi pequeña.
—¿Es raro decir que ya me siento diferente?
Lily sonrió.
—Sólo han pasado dos horas. Así que tal vez.
No puedo describir lo que cambió en el momento en que nació mi hija. La miré a
los ojos y no vi nada más que inocencia, y de repente la gravedad de ser padre me
golpeó. No estaba aquí sólo para cambiar pañales y pagar la matrícula de la universidad
algún día. Mi trabajo era protegerla de todas las cosas de la vida que destruyen la
inocencia con la que todos nacemos. Las drogas de mi madre y la enfermedad mental
de la madre de Lily nos habían hecho crecer demasiado rápido. Pero eso no sucedería
con mi pequeña. La protegería de los males del mundo tanto como pudiera.
Lily frotó su nariz con la de la bebé.
—¿Qué tal Leilani?
Quise elegir nombres en los últimos meses, pero Lily dijo que un niño es como el
arte. No le ponías nombre. Te daba su nombre cuando estaba completo. Para ser
honesto, pensé que era un montón de basura. Pero cuando miré a mi hija, mis ojos
recorriendo su hermoso rostro, me di cuenta de que mi esposa tenía razón.
Asentí.
—Leilani. Se siente bien, ¿no?
Lily me miró.
—Es perfecto. Igual que ella.
Besé la parte superior de la cabeza de mi esposa.
—Como ambas lo son. Mis niñas. Lily y Leilani. Voy a cuidar de ustedes para
siempre.
Ireland
racias, George. —El tipo de la sala de correo acababa de
llegar y dejó un paquete. En la parte superior había un
sobre manila de tamaño legal con mi nombre en él.
Me quité los zapatos y me senté en mi escritorio
para abrirlo. Dentro había un aviso de audiencia por mi variación de zonificación, y
había un adhesivo amarillo pegado en el medio de la página.
El Sr. Lexington me pidió que se lo pasara cuando llegara. —Millie
Al principio estaba confundida. ¿Qué demonios estaba haciendo Grant con el
papeleo de mi casa? Luego me di cuenta de la fecha de la audiencia, una semana a partir
de hoy. El arquitecto me había dicho que el departamento de construcción estaba
atrasado meses. ¿Le había mencionado eso a Grant? Ahhh... Se lo había dicho a Santa
Grant. ¿Cómo diablos había hecho esto?
Tomé mi teléfono y empecé a enviarle mensajes de texto, pero decidí llamar en su
lugar. Quería recordarle algo más de todos modos.
Grant contestó al primer timbre.
—¿Eres realmente Santa Claus o algo así?
Se rio.
—Espera un segundo. —Escuché el sonido del teléfono siendo cubierto y luego un
apagado Discúlpenme un minuto, caballeros , antes de que una puerta se abriera y
cerrara y Grant volviera a la línea.
—Supongo que tienes el papeleo de la ciudad.
—Sí. ¿Pero cómo?
—Tengo un amigo en el departamento de construcción que me debía un favor. Lo
llamé y le pedí que priorizara lo que necesitabas.
Negué con la cabeza.
—No puedo creer que hayas hecho eso. Muchas gracias.
—No puedo tener a mis empleados sin hogar, ¿ahora puedo?
—¿Es por eso que lo hiciste? ¿Porque soy tu empleada? Si ese es el caso, creo que
escuché a Jim en Contabilidad decir que su casero lo echaba de su apartamento para
que su hija se mudara. Me detendré y le diré que estás en ello y le encontraré un nuevo
lugar para vivir.
Grant se rio.
—No se puede dejar pasar una, ¿verdad?
Me incliné hacia atrás en mi silla.
—Muchas gracias por hacer eso. Fue muy dulce. Y aquí estaba yo, pensando que
ya era miércoles y no había sabido nada de ti, así que podrías estar ignorándome.
Grant se quedó callado por un minuto.
—Pensé que sería mejor darte un poco de espacio.
—¿Es eso lo que quieres? ¿El espacio?
—¿Qué quieres que diga, Ireland? ¿Que no he sido capaz de sacarte de mi mente
desde el día en que nos conocimos? ¿Que me he masturbado todos los días de esta
semana por la forma en que te miré cuando te metiste en mi lengua el otro día?
—Si eso es cierto, entonces sí.
Se quedó sin aliento, y me imaginé líneas de preocupación en su frente mientras
se rastrillaba el cabello con una mano.
Cuando se quedó callado otra vez, me levanté y cerré la puerta de mi oficina.
—¿Ayudaría si yo también compartiera? No estás solo en esto. Yo tampoco he
podido dejar de pensar en ti. De hecho, pensé en ti anoche mientras estaba en la bañera.
La voz de Grant era áspera.
—Ireland.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que pensabas que podías meter la mano en mis
pantalones cortos mientras estábamos fuera en el barco y correrme mientras la gente
miraba? ¿Que básicamente no podía controlarme una vez que empezamos a besarnos?
Gruñó un sí.
—Bueno, cerré los ojos e imaginé eso. Me deslizaste los dedos... pero como no
estabas, tuve que usar los míos y fingir que eran tuyos.
—Ireland...
—Es curioso, el tono de mi voz mientras decía tu nombre una y otra vez anoche
era más o menos el mismo que el tuyo ahora. Casi suena doloroso, ¿no?
—Joder... —Dejó escapar una fuerte exhalación.
Sonreí.
—De todos modos, creo que interrumpí una reunión cuando llamé. Estoy segura
de que estás muy ocupado. Sólo quería darle las gracias a Papá Noel y recordarle lo de
la boda del sábado. Te dejaré volver al trabajo.
Grant gimió.
—No creerás que voy a poder volver a mi reunión después de que me hayas dicho
que te masturbaste mientras fingías que tus dedos eran míos, ¿verdad?
—Oh. —Me reí—. Supongo que es un poco más fácil para mí esconder mi
excitación que para ti.
—Sí, gracias.
—Si quieres, me quedaré al teléfono y te contaré más sobre mi baño de anoche
mientras te metes en el baño de hombres y te ocupas de los asuntos.
—Por muy tentador que pueda ser, creo que voy a dar un paseo rápido.
Sonreí.
—Está bien. Bueno, gracias de nuevo por mover los hilos en la Comisión de
Construcción.
—No hay problema.
—Que tengas una buena tarde. Espero que su reunión no sea muy difícil.
—Estoy deseando devolverte la tortura, Ireland. Muy pronto.
Después de colgar, me senté en mi oficina sonriendo. Me sentí mejor de lo que me
había sentido en días. Puede que Grant no llamara porque intentaba darme un poco de
espacio, pero lo que había hecho para conseguir mi variación de zona me dijo que la
falta de contacto no le había impedido pensar en nosotros. Por no mencionar que estaba
mareada al oírle decir que había hecho lo mismo que yo durante su ducha.
Salí para el día alrededor de la una, que técnicamente era el final de mi día de
trabajo ya que empecé a las cinco, aunque raramente salía antes de las tres. Necesitaba
recoger mi vestido del sastre para la boda de Mia este fin de semana y hacer un montón
de recados. Como mi día de trabajo terminaba cuando la mayoría de la gente se dirigía
a almorzar, el vestíbulo estaba lleno de gente. Justo cuando estaba a punto de salir, la
hermana de Grant, Kate, entró en el edificio.
Al verme, sonrió.
—Hola. Iba a llamarte. Disfruté torturando a mi hermano en la feria, pero no
bromeaba cuando dije que me encantaría almorzar.
Sonreí.
—Me gustaría eso. ¿Cuándo tenías en mente?
Se encogió de hombros.
—Acabo de volver de una reunión y aún no he comido. Ahora, si no te diriges a
otro lugar...
Tenía una lista de cosas por hacer de un kilómetro y medio, pero... no había
comido nada más que una barrita energética de camino a la oficina a las cuatro de la
mañana. Además, tenía tantas preguntas sin respuesta sobre Grant, y ¿quién mejor que
su hermana para arrojar un poco de luz sobre el enigma? Así que, que le den. ¿Por qué
no? El sastre seguiría abierto en una hora o dos.
—Claro. Hagámoslo.

—Así que... a mi hermano le gustas mucho, lo puedo decir —anunció Kate.


Ella y yo habíamos tenido una pequeña charla durante la mayor parte del
almuerzo. Me sentí aliviada cuando ella no tan sutilmente llevó nuestra conversación a
Grant durante el café.
Sonreí y me llevé la taza a los labios.
—A mí también me gusta. Aunque a veces puede ser...
Mientras pensaba en las palabras correctas, quizás difíciles, difíciles de leer,
abruptas, Kate llenó el espacio en blanco.
—Un completo imbécil.
Me reí.
—Sí, eso.
Ella sonrió cálidamente.
—No suele traer a las mujeres, no de manera casual de todos modos. Traerá una
cita a algo formal que requiera una, pero hace años que no lo veo con una mujer
mientras está vestido con un par de vaqueros. Es como si las mujeres se convirtieran en
compañeras necesarias para las funciones sociales y, bueno, estoy segura de que para
otros propósitos no necesitamos discutir a menos que quieras ver mi almuerzo por toda
esta mesa. Pero en realidad ya no son parte de su vida.
Por lo que Grant me había dicho sobre sus citas, la evaluación de su hermana
estaba en el punto. Mantenía a las mujeres muy separadas y distantes de las cosas que
importaban en su vida. Pero, aunque el comentario de Kate no era una sorpresa,
esperaba que pudiera arrojar luz sobre por qué era así.
Asentí.
—Cuando hablamos de sus relaciones anteriores, eso es más o menos a lo que él
aludía. En realidad, no aludió. Fue directo y dijo que era sincero con las mujeres con las
que había salido los últimos años, que no buscaba una relación a largo plazo.
Kate frunció el ceño.
—Ustedes dos parecían muy unidos el domingo. Algo es diferente a la forma en
que lo he visto con otras mujeres. Es cálido, no frío. Los vi salir al estacionamiento;
incluso te tomó de la mano.
—Lo está intentando. Pero damos un paso adelante, y luego se retira.
Kate suspiró.
—Mi hermano tiene problemas para dejar entrar a la gente.
No estaba segura de que debía discutir las cosas que Grant me había confiado
sobre su matrimonio. Pero sabía que tenía que ser la raíz de todo su cinismo en las
relaciones. Se había quemado gravemente y tenía miedo de acercarse demasiado al
fuego de nuevo.
—Su matrimonio obviamente tuvo un profundo impacto en lo que es hoy.
—¿Se ha... abierto a ti sobre su matrimonio?
—Algo. Me ha hablado de los problemas de salud mental de Lily.
Kate se quedó callada por un momento. Parecía estar debatiendo algo o perdida
en sus pensamientos. Finalmente dijo:
—¿Él... entró en detalles sobre cómo terminó?
—En realidad no. Era más general, supongo.
Kate asintió. De nuevo se quedó callada mientras consideraba sus palabras. Luego
extendió la mano hacia el otro lado de la mesa y la cubrió con la suya.
—Mi hermano es como una ostra. Está bien cerrado, y puede que nunca se abra, o
puede que seas tú quien lo suelte. Si eso sucede, te prometo que encontrarás una perla
esperándote.

El jueves por la mañana, Grant llamó y dijo que tomaría un vuelo a casa más
temprano de lo esperado y me pidió que me reuniera con él para cenar. Dijo que vendría
directamente del aeropuerto porque sabía que mi rutina incluía estar en la cama a las
ocho de la noche los días de semana.
Acepté encontrarme con él en un restaurante no muy lejos de mi casa, y cuando
llegué, lo encontré ya sentado en el bar. Una mujer con un vestido verde ajustado estaba
de pie junto a él, hablando, y su mano se apoyaba en su espalda mientras hablaba.
—Hola. Perdón si llego unos minutos tarde —dije mientras me acercaba.
Grant se puso de pie y me besó en los labios.
—El vuelo aterrizó temprano. No llegas tarde. —Mantuvo su mano en mi espalda,
y la mujer se quedó allí esperando a ser presentada.
Grant le aclaró la garganta.
—Ireland, esta es Shannon. Es la anfitriona aquí. Solía trabajar en el restaurante
de carnes junto a nuestra oficina.
Sonreí.
—Encantada de conocerte.
Aunque me mostró su blanco nacarado con una sonrisa plena y plástica, la rápida
caída de sus ojos para evaluarme dijo mucho. Cuando una mujer está de pie con un
hombre y otra mujer se acerca, la evalúa por una de dos razones: para ver quién es su
competencia o para ver a quién se ha pasado el hombre que ha perdido. No estaba
segura de cuál era.
—Tú también —dijo finalmente. Alargó la mano y tocó el brazo de Grant—. Voy a
ver si su mesa está lista.
Cuando ella se fue, Grant enterró su cara en mi cabello. Inspiró profundamente.
—Mmm... Te he echado de menos.
—¿En serio? Parecía que tenías buena compañía...
Grant arqueó una ceja.
—¿Detecto celos?
—¿Tengo una razón para estar celosa?
Sacudió la cabeza.
—No, en absoluto. Pero, para que lo sepas, Shannon y yo salimos un par de veces.
Fruncí el ceño.
—¿Visitó tu apartamento?
Grant miró hacia abajo.
—Sé que no pensaste que era virgen. Aunque si hubiera sabido que trabajaba aquí,
no habría elegido este lugar. —Sus ojos se elevaron y se cerraron con los míos—. Lo
entiendo, sin embargo. No sería feliz en presencia de nadie con quien hayas estado.
El hecho de que no menospreciara lo que yo sentía me hizo sentir mejor. Además,
estaba siendo tonta. Ambos teníamos pasados. Me encogí de hombros.
—Está bien. Soy una chica grande.
Shannon regresó a nosotros.
—Su mesa está lista.
Después de seguir a una mujer con la que solía dormir de vuelta a la mesa, me hizo
darme cuenta de que nunca habíamos hablado de ver a otras personas. El pensar en él
con alguien más me volvió loca. Aunque, supongo que técnicamente, ambos teníamos
derecho a hacerlo.
Grant sacó mi silla, y una vez que ambos estuvimos sentados, Shannon dijo que
enviaría al camarero a tomar nuestra orden de bebidas. Sacudí mi servilleta de tela y la
puse sobre mi regazo.
—Nunca hemos hablado de ver a otras personas.
Grant había tomado un vaso de agua y se congeló con el hasta la mitad de su boca.
—Asumí que éramos exclusivos en este punto.
—Oh. Está bien.
—El pensar en ti con otro hombre me hace sentir irracional.
Sonreí.
—Me siento de la misma manera.
Se inclinó sobre la mesa.
—Me alegro de que hayamos tenido esta charla. Pensé que era una tortura estar
cerca de ti y no saber lo que se siente al estar dentro de ti. Pero aparentemente hay
cosas mucho peores que no follarte, como imaginar que alguien más lo hace.
Me reí.
—Bueno, saca ese pensamiento de tu cabeza. ¿Cómo fue tu viaje?
Grant sacó su servilleta.
—Productivo. Compraremos un edificio en la costa este y trasladaremos algunas
de las sedes de nuestros pequeños negocios en la ciudad a un solo edificio. Es un buen
momento para comprar.
—Oh, eso es emocionante.
—Pensé que lo era. Aunque me estoy dando cuenta de cuánto tiempo voy a tener
que pasar ahí fuera para hacerlo. Me gusta Nueva York, pero es un viaje largo.
—No he estado allí en años. Me gustaría ir en Navidad. Seguro que es turístico,
pero creo que estaría bien patinar en el Rockefeller Center y hacer cola para ver las
ventanas de Bloomingdale's.
—Suenas como Leo.
—¿Quiere ir a Nueva York en Navidad?
Grant asintió.
—Tal vez nos lo llevemos.
Tengo esa sensación caliente y borrosa en mi estómago otra vez. No dudaba
cuando hablaba de las cosas del futuro, como si fuera un hecho que estaríamos juntos.
El camarero se acercó para tomar nuestra orden de bebidas. Me encantaba que
Grant recordara el vino que me gustaba, pero me miraba para aprobarlo cuando lo
pedía. También me encantó la sombra de barba cubriendo su mandíbula masculina, y
la hoja de una nariz que era su perfil cuando le devolvió la carta de vinos al camarero.
Dudé en mencionar que algunos de nosotros habíamos reservado habitaciones de
hotel a una cuadra de la boda de Mia. Sería raro no quedarse en la misma habitación, y
aun así no estaba segura de estar preparada para eso. Aunque acabábamos de confirmar
que teníamos una relación exclusiva y hablábamos de planes para dentro de unos
meses, ¿a qué estaba esperando? Dios sabe que el deseo no era el problema. Sólo tenía
que mirar al otro lado de la mesa para que se me erizaran las plumas.
Así que cuando el camarero se fue, decidí ir por ello.
—Umm... este fin de semana... La mayor parte de los asistentes a la fiesta de la
boda se va a alojar en el Hotel Park Place, a una cuadra del restaurante. De esta manera
todos podrán darse el gusto y no tendrán que preocuparse por llegar a casa. Y Mia
tendrá un brunch a la mañana siguiente en el restaurante del hotel. Tengo una
habitación reservada, por si quieres quedarte.
—¿Es realmente una pregunta?
Me reí.
—Supongo que no. Pero no iba a suponerlo.
—Déjame hacértelo fácil en el futuro. Si la invitación te involucra a ti y al potencial
de que estés desnuda, cuenta conmigo.
Lo que había comenzado como una llegada incómoda con el vestido verde se
convirtió en una cena divertida y cómoda. Shannon pasó por aquí unas cuantas veces, y
podría decir honestamente que Grant no se dio cuenta. Tenía una forma de hacerme
sentir como la única mujer en la habitación sin siquiera intentarlo. Sentí toda su
atención, porque realmente la tenía.
Necesitaba usar el baño de damas, así que me excusé después de que Grant
ordenara una rebanada de pastel de queso para compartir con un guiño. Cuando
terminé en el baño, abrí la puerta para encontrar a Shannon con los labios en el espejo.
Sus ojos se inclinaron hacia los míos en el reflejo. No se sorprendió de verme.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos Grant y tú?
Me acerqué al lavabo para lavarme las manos. No tenía ningún deseo de charlar
con esta mujer, o con cualquier mujer con la que Grant se hubiera acostado. Pero una
parte sádica de mí tenía curiosidad.
—No mucho tiempo. —Incliné mi cabeza y mostré una sonrisa insincera—.
Mencionó que ustedes dos eran... amistosos.
—¿Es eso lo que te dijo? ¿Que éramos amigos?
Me sequé las manos.
—No. Pero pensé que sonaba más agradable que folla amigos.
Me entrecerró los ojos.
—Estuvimos juntos durante unos seis meses.
Eso me sorprendió. Aunque no le daría la satisfacción de verlo. En su lugar, la seguí
y comencé a delinear mis labios en el espejo. Ella me miró en silencio.
Me manché y la miré fijamente.
—¿Querías decirme algo más?
—Pensé en darte un pequeño consejo de mujer a mujer. Cuando te diga que no
está hecho para una relación, créele. Dice una cosa y actúa de otra manera. Te hará
pensar que eres diferente al resto. Es muy convincente. Recuerdo una vez que mi auto
fue remolcado y le pedí que me llevara a recogerlo del depósito municipal después del
trabajo. Cuando salí del trabajo, mi auto estaba estacionado en mi lugar habitual en el
estacionamiento. Incluso lo había lavado para mí. Es muy dulce cuando quiere serlo. Me
llevó un año superarlo.
Aunque mis entrañas estaban enloquecidas, mantuve mi cara estoica. Dejé caer
mi lápiz labial en mi bolso y caminé detrás de ella. Al mirarse en el espejo, le dije:
—Gracias por el consejo. Pero te engañas a ti misma si crees que te llevó un año
superarlo. Obviamente, todavía no lo haces.
Salí del baño y me detuve en el pasillo para recuperar el aliento, sintiéndome
completamente agitada. Claramente, la mujer todavía estaba enamorada de Grant y
quería agitar las cosas entre nosotros. Extrañamente, eso no es lo que me molestó. Fue
lo que dijo sobre que él le consiguiera el auto. Durante los últimos días, había sentido
que todo con Grant era bueno, sintiendo la primera sensación de seguridad de que tal
vez no me arrancaría el corazón. ¿Y por qué? Por la cosa más simple, había hecho algo
considerado al ocuparse de mi problema con la Comisión de Construcción.
No era tan diferente de sacar el auto de Shannon del depósito, ¿verdad?
Grant
lgo estaba raro con Ireland. Lo sentí la otra noche durante el postre,
pero lo asocié con que estuviera cansada dado que se levanta tan
temprano en la mañana. Ayer, le envié un mensaje para preguntar si
quería comer y no respondió hasta mucho más tarde después de que
estaba en casa, clamando que había estado inundada con trabajo. Ahora hoy, podía ver
que había leído mi mensaje y aun así, una hora después, todavía no respondía.
Así que contra mi mejor juicio, moví mi trasero hacia el otro lado de la calle y tomé
el elevador hacia el piso de Noticias.
Ireland estaba parada mientras hablaba por teléfono cuando nuestros ojos se
encontraron. El cambio en su expresión confirmó mi sospecha de que algo estaba mal.
Colgó justo cuando entré y cerré la puerta detrás de mí.
—No me gusta venir aquí porque no quiero hacer las cosas difíciles para ti en el
trabajo.
Se obligó a sonreír.
—Aprecio eso.
—Pero no me dejas otra opción cuando me estás evitando.
—No te estoy evitando.
Hice un gesto que decía que me estaba mintiendo.
Ireland suspiró y se sentó.
—Bien.
—¿Qué está pasando?
—Supongo que esa mujer de la otra noche simplemente me asustó.
Mis cejas se juntaron. Al principio no estuve seguro de a quién demonios se estaba
refiriendo.
—¿Shannon?
Ella asintió.
—Dejamos de vernos probablemente hace un par de años. No tenía idea de que
ella trabajaba ahí.
—Te creo. Es simplemente algo que dijo ella.
Intenté hacer memoria, pero no podía recordar a Shannon diciendo mucho una
vez que Ireland llegó.
—¿Qué dijo?
—Vino al baño de mujeres cuando yo estaba ahí dentro y dijo que ustedes habían
salido por seis meses, no solo salieron un par de veces.
—Honestamente no tengo idea de cuánto duró... tal vez salimos seis veces en
cuatro meses, cuando mucho. Suena como si estuviera intentando hacer que sonara
como que fue más que eso.
—También dijo que le tomó casi un año poder superarte.
Fruncí el ceño.
—No tenía idea de que te había seguido al baño de mujeres. Siento que se sintiera
de esa manera. Pero como te dije, fui honesto con las mujeres con las que tuve algún
tipo de arreglo desde el principio.
—Lo sé. Y también dijo eso. Pero... —Sacudió su cabeza.
Todo esto era mi culpa. Estaba jodiendo las cosas. Ireland tenía miedo de estar
conmigo porque no le había dado razón alguna para sentirse segura. Lo mejor que había
ofrecido es que no estaba seguro de lo que era capaz. Si no era yo retrocediendo, era
ella. Los dos estábamos jugando un juego de cobardía perpetua y era momento para
que me saliera del camino o mandara todo a la mierda, me estrellara contra ella y
aguantara ahí.
Me incliné hacia adelante.
—Estoy loco por ti, Ireland. Lo única otra mujer a quien le dije eso, me casé con
ella. Lamento haber hecho que dudaras. Sé que he hecho eso. Pero... —Me aseguré de
mirar directamente hacia sus ojos—. Quiero hacer que esto funcione contigo. Durante
los últimos siete años, no quise hacer que algo funcionara. Pienso en ti a las once de la
mañana cuando estoy ocupado en una reunión. Durante los últimos siete años, solo
pensé en mujeres a las once de la noche cuando me sentía solo. Hay una maldita gran
diferencia.
Los ojos de Ireland comenzaron a llenarse de lágrimas.
—También quiero que funcione.
Sonreí.
—Así que vamos a hacer eso, cariño. Simplemente vamos a dejar que funcione.
Se tomó un minuto, tal vez para digerir todo lo que había dicho, no estaba seguro.
Pero entonces ella sonrió.
—Está bien.
Dejé salir mi respiración.
—¿Quieres ir por algo de comer o algo así?
Ella asintió.
—Necesito unos veinte minutos para terminar esto.
Me puse de pie.
—Nos ordenaré algo. Encuéntrame en mi oficina cuando termines.
—Está bien.
Me giré para abrir la puerta, pero me detuve con mi mano en la manija.
—Quítate tu ropa interior antes de que vengas. Porque cuando terminemos con la
comida, voy a comerte sobre mi escritorio.

Se supone que la novia sea el centro de atención en una boda, pero no podía
mantener mis ojos lejos de la mujer en azul rey. El sexy vestido de tirantes delgados
abrazaba cada una de las deliciosas curvas de Ireland y su cabello levantado resaltaba
un cuello largo y delicado y esa clavícula que amaba tanto. Su piel era cremosa y suave,
perfectamente inmaculada y me quedé sentado salivando ante la idea de hundir mis
dientes en ella esta noche mientras arrancaba ese bonito vestido de su cuerpo. Ella
entornó sus ojos y sonrió mientras caminaba hacia dónde estaba sentado observándola
desde el otro lado de la habitación.
—Luces malvado en este momento —dijo, llegando a la mesa.
Tomé su mano y jalé de ella para que se sentara en mi regazo.
—Eso es porque estoy teniendo pensamientos malvados.
Ella se rio.
—¿Oh sí? Cuéntame sobre ellos en la pista de baile. Creo que ya terminé con mis
obligaciones de la fiesta de la boda, así que soy toda tuya por el resto de la noche.
—Me gusta el sonido de eso.
Afuera en la pista de baile, la acerqué a mí y apoyé mi mejilla contra la de ella.
utilicé la oportunidad para susurrar en su oído.
—¿Te he dicho lo hermosa que luces esta noche?
—Lo hiciste. Pero está bien. No me importa escucharlo de nuevo.
—Las mujeres generalmente no utilizan dos veces el mismo vestido para una
boda, ¿cierto?
—Generalmente no. Pero creo que podría acostumbrarme a utilizar este. Es tan
bonito y simple. No luce como el típico vestido de dama de honor.
Nos giré alrededor.
—Te compraré uno nuevo.
La bonita y pequeña nariz de Ireland se frunció.
—Oh Dios mío, ¿lo ensucié con algo?
—No, pero para mañana va a estar hecho pedazos.
Sus ojos se agrandaron.
—¿Está desgarrado? ¿De dónde?
—Relájate. No está desgarrado... todavía. Pero literalmente lo voy a arrancar de tu
cuerpo más tarde.
Sonrió.
—¿Es eso en lo que estabas pensando cuando te acercabas? Tenías una expresión
tan malvada.
—Es lo único sobre lo que he estado pensando desde que te recogí esta noche.
Agachó su cabeza para que quedáramos mejilla contra mejilla de nuevo y susurró
en mi oído.
—¿Recuerdas cuando bailamos en la gala de beneficencia?
—Lo hago.
—Todo mi cuerpo estuvo hormigueando mientras estuve en tus brazos y tuve que
fingir que no me afectaba mientras bailábamos.
Sonreí.
—Y yo tuve que mantener mis caderas a una distancia considerable para que no
sintieras cuán duro me estabas poniendo.
—Supongo que ambos estábamos atraídos por el otro desde el principio.
—Cariño, no tienes idea. Provocaste mi curiosidad con un correo electrónico que
escribiste ebria en el que me decías que me fuera al infierno.
Bailamos en cómodo silencio por un minuto. Una canción terminó y una nueva
comenzó. Estuve agradecido por otra canción lenta así tuve otra razón para mantener
a Ireland en mis brazos. Cerré mis ojos y disfruté del momento. aunque la mujer en mis
brazos debía haber estado mirando alrededor.
—No quiero una gran boda como esta —dijo ella.
Normalmente, una mujer siquiera mencionando la palabra boda me tenía
huyendo hacia las colinas. Pero esta vez no. Quería escuchar más al respecto.
—¿Eras una de esas niñas que jugaban a ser novias cuando eras pequeña? Cuando
era niño, mis hermanas solían pasar todo un día haciendo decoraciones para la sala de
estar para sus bodas fingidas. Tomaban turnos para ponerse el vestido de novia de
nuestra madre y mi madre me hacía pararme ahí fingiendo ser el novio. Lo odiaba.
Ella rio.
—Eso debe haber sido adorable.
—Era más como un tipo de tortura.
Ella suspiró.
—No tenía hermanos y mis padres estaba en una relación jodida. Así que tal vez
es por es por lo que nunca me imaginé mi boda cuando era niña.
Eso me hizo sostenerla más fuerte.
—Lo siento.
—Está bien. De cualquier forma, no estoy segura de que las niñas soñando sobre
bodas sea tan saludable. No jugué a la novia, pero definitivamente jugué a la
presentadora de noticias. Pasaba horas frente al espejo hablando con el mango de mi
cepillo para el cabello. Al menos no creí persiguiendo alguna fantasía sobre cómo se
suponía que fuera una boda.
—¿Así que entonces no quieres un gran vestido blanco y un banquete para
trescientas personas?
Ella sacudió su cabeza.
—No. Quiero estar descalza en una playa en algún lado. Tal vez al atardecer, con
algunos amigos y familiares cercanos y luces colgando de las palmeras mientras toca
una banda calipso local.
Sonreí.
—Eso suena bien. —Era la primera vez en una eternidad en que había discutido
algo que tuviera que ver con una boda sin compararlo con mi fiasco con Lily. No tenía
deseo de pensar en mi exesposa cuando Ireland estaba en mis brazos. Con cada mujer
con la que había estado desde mi divorcio, quería ese recordatorio constante, quería
recordar por qué necesitaba mantener mi distancia. Aun así, con Ireland, quería
olvidarme de todo y seguir adelante.
El resto de la tarde, alternamos entre hablar de sus amigos, pasar el rato con la
novia y el novio y bailar juntos. Incluso me hizo bailar algo de música pop, lo que nunca
hacía. Pero valió la pena hacerlo para observar a sus pechos rebotar de arriba abajo
cuando brincaba. Para el final de la noche, no podía esperar para tener de regreso en el
hotel a solas. Había admitido que no podía esperar para arrancar el vestido de ella, pero
sabía que seguiría su guía hacia dónde ella quisiera que fueran las cosas. Me había
invitado a quedarme a pasar la noche, pero todavía no estaba segura de si estaba lista
para dar el siguiente paso.
Así que disminuí la velocidad de las cosas una vez que estuvimos en su suite. Abrí
vino y se lo pasé mientras ella miraba hacia el agua desde la ventana del dormitorio.
—Gracias.
Tuve que meter mi mano libre en mi bolsillo para detenerme de tocarla. Un toque
mientras estábamos a solas en una habitación con nada más que una cama y podría ser
mi final. Así que en cambio, tomé mi vino y miré hacia el mar con ella.
Se giró para mirarme.
—Estás tan terriblemente callado desde que llegamos aquí.
—¿Lo estoy?
Ella asintió.
—Mmm-hmm. Y tú estás terriblemente... lejos. Para un hombre que me dijo que
mi vestido iba a ser hecho pedazos para hoy en la mañana, me imagine que el silencio
llegaría porque tu lengua estaba metida en mi garganta y lo más lejos que llegaríamos
en el interior de la habitación sería mi espalda contra la puerta.
Me giré para mirarla.
—Estoy intentando ser un caballero.
Ella inclinó su cabeza.
—¿Por qué?
—Porque no estaba seguro de tus expectativas para la noche. No quería asumir
que tu invitación para quedarme a pasar la noche significaba que estuvieras lista para
algo más que compartir una habitación.
Ireland puso su copa de vino sobre la mesa junto a ella. Se estiró y comenzó a
quitarse un arete.
—Si no te estuvieras sintiendo inseguro, ¿qué querrías hacer?
Puso el arete sobre la mesa junto a su copa de vino llena y comenzó a quitarse el
segundo.
—¿A qué te refieres? ¿Qué querría cómo? —Necesitaba estar seguro de lo que
estaba preguntando, aun cuando sonara bastante claro como que quería saber lo que
estaríamos haciendo en este mismo momento si ella estuviera dispuesta a todo.
—A lo que suceda esta tarde entre nosotros. Me refiero a sexualmente.
Bebí un gran trago de mi vino mientras ella ponía el otro arete sobre la mesa.
—¿Estás segura de que quieres esa respuesta?
—Lo estoy. Quiero escuchar tu respuesta honesta. —Ella sonrió, se dio la vuelta y
me dio la espalda—. ¿Te importaría bajar mi cremallera?
Mierda. Tragué.
—Bueno, quiero extenderte en esa gran cama y comerme tu coño para empezar.
Hacer que gotees tu humedad.
La voz de Ireland se tornó más grave.
—¿Algo más?
Me estiré hacia su cremallera. Mi mano temblaba por el gran esfuerzo que tomó
mantener mi auto control físico. El sonido de los dientes separándose lentamente hizo
eco a través de la silenciosa habitación.
—Mucho más. Te levantaría sobre ese tocador detrás de mí. Ya lo he investigado
y tiene la altura perfecta para follarte mientras estoy de pie. Quiero observarte venirte
y mirarte a los ojos mientras me hundo tan profundo como pueda y te llene con mi
semen.
Ella se rio nerviosamente.
—Eso es bastante específico.
—No he terminado. —Llegué al final de la cremallera y no pude evitarlo. Deslicé
mi mano en el interior de su vestido y pasé mis dedos por su columna—. Luego
tomaríamos una ducha juntos y sostendría tu trasero en mis manos con tus piernas
envueltas alrededor de mi cintura y tu espalda contra la pared de baldosas. Cuando
comenzaras a venirte en mi polla, deslizaré mi dedo por tu trasero para que me sientas
dentro de ti de todas las maneras posibles.
Se estremeció, así que lo tomé como una señal de que quería más.
—Después de eso, le dejaré dormir un poco y en la mañana, tendremos nuestro
desayuno juntos. Y por eso me refiero a que llenaré tu boca con mi polla mientras me
como a tu coño. Tú estarás encima, así que pensarás que tienes el control. Pero cuando
comiences a venirte en mi rostro, levantaré mis caderas y me empujaré dentro de tu
garganta un poco más, entonces la llenaré con mi caliente semen.
Utilicé mis manos para guiar a Ireland y que se diera la vuelta. La mirada en su
rostro era una mezcla de sorpresa y excitación. Era sexy como todo el infierno.
Acuné sus mejillas.
—¿Fue demasiado?
Dejó salir una temblorosa risa.
—Nunca puedo acusarte por contenerte, ¿cierto?
—¿Qué hay de ti? —Pasé mis dedos a lo largo de su clavícula—. ¿Qué es lo que
quieres?
Mantuvo mi mirada mientras se estiraba y jalaba los tirantes de su vestido y los
aflojaba de sus hombros. Con la espalda abierta, los soltó y el material cayó al suelo, en
un charco azul alrededor de sus pies.
—Estoy de acuerdo en participar en todo lo que mencioné, excepto que me
gustaría agregar en la que no he sido capaz de dejar de pensar.
Lucía tan hermosa de pie frente a mí en nada más que un sujetador y una braga
de encaje azul rey. Sus abundantes pechos prácticamente se derramaban en las
pequeñas copas. Distraído, la escuché hablar, pero realmente no entendí una palabra
de lo que había dicho.
Sacudí mi cabeza.
—Lo siento. ¿Qué dijiste?
Sus labios se curvaron en una malvada sonrisa.
—Dije que quería añadir una cosa a tus planes. ¿Está bien eso?
—Lo que sea que quieras.
Los ojos de Ireland brillaron, justo antes de que se dejara caer de rodillas.
Oh mierda.
Tuve el deseo más fuerte de cerrar mis ojos y agradecer al querido Señor por
emborrachar a esta mujer lo suficiente como para escribir un correo electrónico
mordaz, pero no podía quitar mis ojos de Ireland de rodillas frente a mí. Desabrochó
mis pantalones y bajó la cremallera mientras estaba ahí parado, incapaz de formar
palabras. Cuando su pequeña mano se estiró para meterse y apretar mi ya endurecida
polla, pensé que podría venirme justo en ese momento.
Siseé.
—No voy a aguantar mucho, cariño.
Levantó la mirada y sonrió mientras cerraba el puño alrededor de mi polla.
—Está bien. Tenemos toda la noche.
Bombeó mi polla dos veces, lentamente, mientras humedece sus labios y luego
abre su mandíbula y me desliza dentro. No hubo preámbulo, sin chupar mi cabeza o
girar su lengua alrededor de mi corona, no de la forma en que a la mayor parte de las
mujeres parece gustarles hacerlo, lo que es agradable, pero totalmente innecesario
cuando un hombre ya está listo para todo. No estaba seguro de si debería apreciar que
Ireland pareciera saber eso o si debería molestarme que lo hiciera, pero mientras
comenzaba a rebotar su cabeza, ni siquiera podía recordar lo que había estado
considerando debatir.
Una vez que mi boca estuvo dentro de su hermosa boca, ella bajó su mandíbula un
poco más y me sorprendió fuertemente al tragar.
Mierda. Puede tragar profundo. Estoy acabado.
Justo tan rápido como bajé por su garganta, se apartó y dejó que su lengua
aplanada se deslizara a lo largo de la parte posterior de mi polla mientras se la sacaba
casi por completo. Sus pestañas se movieron y mientras me miraba, pude ver la alegría
en su mirada.
—Jesucristo, Ireland.
Se deslizó hacia abajo de nuevo y me tomó por completo hasta su garganta. Tuve
que levantar mi mirada hacia el techo para evitar ser un tonto que terminara antes de
que ella siquiera hubiera empezado. Verla de rodillas, tragando mi polla, era demasiado
para manejarlo. Gruñí y me estiré para enredar mis dedos en su cabello.
Intenté no bajar la mirada o ver su cabeza mientras rebotaba de arriba abajo cada
vez que mi polla entraba y salía de su garganta, pero no pude evitarlo. La visión era
demasiado increíble como para perdérmela. Ireland me tomó profundamente unas
cuantas veces más y luego cambio las chupadas largas y profundas por bombeos cortos
y rápidos con su boca y su mano.
En serio que era la cosa más brillante que alguna vez hubiera sentido. Era como si
hubiera muerto y llegado al cielo de las estrellas porno.
Intenté contenerme, pero lo hizo malditamente imposible. Especialmente cuando
se estiró y acomodó mis manos en su cabello para que guiara el ritmo. Básicamente me
dio el permiso para follar su rostro. Tanto como me hubiera encantado quedarme ahí
parado y hacer esto durante todo el día, solo logré tres bombeos más. La urgencia de
terminar era demasiado fuerte, sin importar lo mucho que intentara contenerme.
Le había dicho que quería venirme en su garganta y lo hacía, más que nada, pero
tampoco era un idiota. Ella podría chupar como una estrella porno, pero era una mujer
a la que respetaba. Así que tenía que advertirle.
—Ireland... nena. Mierda. Voy a... venirme.
Pero no se apartó. Estaba a punto de advertirle de nuevo, solo en caso de que no
me hubiera escuchado. Cuando miré, los ojos de Ireland estaban cerrados, pero
sintiéndome, los abrí y levantó la mirada.
—Nena, voy a venirme.
Respondió chupándome tan profundo, que pensé que nunca podría salir, no que
quisiera hacerlo. La garganta de Ireland Saint James era mi nirvana y nunca quería irme.
Pero me había escuchado fuerte y clara esa vez y se aseguró de que lo supiera. Quería
que me viniera en su garganta y estuve malditamente emocionado por obedecer. Con el
gruñido de su nombre y un empujón más, dejé de mover mis caderas y me dejé ir,
llenando su garganta con un flujo interminable.
Apenas tuve la fuerza de jalarla para ponerla de pie cuando estuvo lista.
—Jesucristo, Ireland. ¿Cómo demonios aprendiste a hacer eso? —Sacudí mi
cabeza, todavía mareado después de mi clímax—. Olvídalo. No quiero saberlo.
Ireland se rio.
—Te dije que me gustaba mirar a los hombres siendo complacidos. Podría haber
aprendido una o dos cosas.
Miré hacia el techo. Gracias, Señor. Cualquier otra pregunta a que lo había
aprendido viendo un video hubiera sido totalmente inaceptable.
Sonreí.
—No podrías haber sido más perfecta si te hubiera hecho yo mismo.
—Por cierto, estoy tomando la píldora.
Iba a ser una larga noche.
Ireland
na vez leí un artículo que decía que el tiempo promedio dedicado a los
juegos previos era de catorce minutos. Obviamente, al principio las
cosas solían ser un poco más largas para una pareja, pero nunca había
pasado dos horas jugando con un hombre sin tener relaciones sexuales,
incluso cuando los juegos previos eran todo lo que iba a suceder.
Pero Grant se tomó su tiempo, y eso realmente me gustó mucho. Después de caer
sobre él, me devolvió el favor dándome dos orgasmos con la boca. Luego hablamos
mientras él acariciaba mi cuerpo. Pensé que necesitaba algo de tiempo de recuperación,
pero cuando me acurruqué y lo sentí completamente erecto, descubrí que
definitivamente no era el caso.
Estudió mi rostro mientras tocaba mi cuerpo y me dijo todas las cosas que quería
hacer conmigo: deslizarse entre mis senos y pasar por mi cuello, tomarme por detrás,
vendarme los ojos, atarme a la cama. Debería haberme saciado después de dos
poderosos orgasmos, pero cuanto más hablaba, más lo quería dentro de mí.
Grant comenzó en mi oreja y besó su camino por mi cuerpo hasta los dedos de mis
pies. Luego lamió y chupó su camino de regreso. Estaba frenético cuando finalmente
comenzó a besarme de nuevo. Me volvió loca que no pareciera tan desesperado como
yo. Así que hice mi misión personal hacer que se sintiera de la misma manera que yo.
Cuando besó mi cuello, lo empujé un poco, animándolo a rodar sobre su espalda,
y me subí a él. Tomé su boca en un beso mientras deslizaba mis caderas hacia abajo
para que mi centro húmedo se alineara sobre su erección. Entonces comencé a rechinar
contra él mientras el beso se calentaba. Eso hizo el truco. En un movimiento rápido,
estaba de espaldas y Grant se cernía sobre mí otra vez. Solo que esta vez, parecía mucho
más impaciente. La sonrisa victoriosa que mostré fue recibida con un gruñido.
—Estaba tratando de ir despacio.
Acuné su mejilla. —No quiero lento. Quiero duro Ahora.
Grant gruñó algunas maldiciones cuando alcanzó la mesita de noche. Tomó su
billetera y sacó un condón, arrojando todo lo demás al piso. Luego se enfundó en un
tiempo récord.
Reapareciendo sobre mí, me miró profundamente a los ojos. —Tú eres ... —Él
sacudió la cabeza. —…increíble.
Lo bajé para que nuestros labios se encontraran y habláramos contra ellos. —Cada
vez que te miro, me siento igualmente emocionado y aterrorizado. Pero en este
momento, solo quiero la emoción.
Grant nunca rompió nuestra mirada mientras empujaba dentro de mí.
—Mierda. —El tragó. —Estás tan mojada.
Entraba y salía lentamente, estirándome un poco a la vez. A pesar de que estaba
preparada para él, y obviamente sabía lo grueso y largo que era desde que lo tenía en
mi boca, había pasado un tiempo desde que estaba con un hombre, y mi cuerpo
necesitaba un poco de estímulo para aceptar su circunferencia completa. Sus brazos
temblaron cuando se tomó su tiempo, y cuando finalmente se sentó dentro de mí, gimió.
El sonido era tan gutural y crudo que me dio escalofríos en los brazos y las piernas.
Él se calmó y me besó suavemente antes de mirarme a los ojos y follarme como lo
necesitaba: duro, crudo, áspero y real. Cada empuje fue más profundo y más duro hasta
que los únicos sonidos en la habitación fueron mis gemidos y los golpes húmedos de
nuestros cuerpos uno contra el otro.
Metí mis manos en su cabello y tiré, diciendo su nombre una y otra vez. La onda
pulsante comenzó a rodar a través de mí, y las respiraciones de Grant se volvieron
desiguales. Los dos estábamos perdiendo el control al mismo tiempo.
—Mierda. Te sientes... tan jodidamente bien. Tan jodidamente buena. —Grant
apretó los dientes.
—No te detengas. Si. Justo como... oh... oh... —Mi orgasmo me golpeó como un
puñetazo, y las palabras que había estado tratando de formar fueron barridas, junto con
cualquier temor que tuviera.
Grant cerró los ojos. El músculo de su mandíbula se flexionó y las venas de su
cuello se hincharon. Aceleró el paso y siguió adelante mientras yo montaba la ola.
Mientras pulsaba a su alrededor, dejó escapar un rugido—: ¡Mieeeerda! —Sus caderas
se doblaron, y se plantó profundamente dentro de mí.
Después de un momento, besó mi cuello y continuó entrando y saliendo a un ritmo
pausado. Me apartó el cabello sudoroso de la frente y me sonrió. —Terminé después de
esta noche, cariño. Ahora que sé lo bien que se siente dentro de ti, nunca voy a no querer
estar aquí.
Sonreí. —Está bien. Me gustas aquí.
Besó mis labios suavemente y asintió. —Si. Aquí también me gustas.
Nos quedamos dormidos al día siguiente. Supongo que técnicamente no lo
hicimos, ya que dormir demasiado implica que dormimos durante un largo período de
tiempo. Pero como no nos dormimos hasta que salió el sol y desperté con el sonido de
mi teléfono celular solo dos horas después, realmente nos quedamos dormidos.
Abrí un ojo para deslizar mi teléfono. —¿Hola?
—¿Por qué no estás aquí abajo?
Mierda. Mía. Me apoyé sobre un codo. —¿Qué hora es?
—Veinte minutos después del brunch comenzó.
—Oh. Mierda. Lo siento. Supongo que me quedé dormida.
—¿Te quedaste dormida o alguien te mantuvo despierta toda la noche?
—Ambos.
Mia chilló y tuve que alejar el teléfono de mi oído. Grant entrecerró los ojos y abrí
el teléfono.
—Es Mia. Llegamos tarde al brunch.
—Dile que nos estamos saltando y que te voy a comer de nuevo.
Por supuesto, Mia escuchó eso a pesar de que tenía el teléfono cubierto. Ella chilló
de nuevo. —Baja aquí ahora. Quiero escuchar todos los detalles.
Grant tomó el teléfono de mi mano y me miró mientras hablaba. —Necesitamos
veinte minutos para ducharnos.
Sus ojos se posaron en mi pecho expuesto. —Que sean treinta.
No tenía idea de lo que dijo, pero él apagó el teléfono y enterró su cabeza en mi
cuello. —Mañana.
Estaba segura de que tenía la sonrisa más tonta en la cara, aunque no me
importaba. —Buenos días.
Su mano se deslizó entre mis piernas, y pasó sus dedos sobre mi carne hinchada.
—¿Dolorida?
Lo estaba, pero lo minimicé. —Un poco.
Él captó mi mirada. —¿Estás segura?
Asentí.
Grant tiró de un pezón y este se endureció hasta un pico. —Bien —dijo
ásperamente—. Quiero follarte por la espalda en el baño, contigo inclinada sobre el
lavabo y mirándote en el espejo.
Me dolían los músculos, y entre mis piernas estaba sensible por la cantidad de
veces que lo hicimos anoche, sin embargo, pensar en Grant parado detrás de mí
mientras estaba inclinada ya tenía mi cuerpo vibrando.
Me mordí el labio. —Entonces, ¿por qué seguimos en la cama?
Unos segundos después, Grant me levantó de la cama y me acunó en sus brazos.
Grité sorprendida, pero realmente me encantó. Me encantó la sensación de estar en sus
brazos, y la forma en que podía arrojarme como si no pesara nada.
Me llevó al baño con un condón entre los dientes, y luego hicimos exactamente lo
que dijo que quería hacer. Me folló por detrás sobre el fregadero mientras yo miraba.
Fue rápido y furioso, pero no menos satisfactorio. Los dos fuimos duros, y fue una
manera perfecta de despertar. Después, nos preparamos rápidamente y bajamos para
unirnos al resto de la fiesta de bodas para el brunch.
Los ojos de Mia se iluminaron cuando nos vio. Mi cabello estaba recogido en una
cola de caballo húmeda y Grant estaba peinado hacia atrás de la ducha. Ella señaló el
asiento vacío a su lado cuando nos acercamos a la mesa. —Trae tu trasero aquí.
Miré a Christian. —Tu esposa es muy mandona.
Él sonrió y miró a Mia con admiración. —Mi esposa... me gusta cómo suena eso.
Grant se sentó frente a Christian, y los dos entablaron una conversación fácil. Los
recién casados iban a Kauai para su luna de miel, y aparentemente Grant había estado
allí antes, por lo que hablaron sobre qué recorrido en bote tomar y un paseo en
helicóptero.
Mia intentó decirme cómo habían ido las cosas con Grant, pero solo diría que
pasamos una buena noche juntos. Aunque la sonrisa en mi rostro y el rubor aún en mis
mejillas por un orgasmo hace veinte minutos probablemente le dijeron mucho más de
lo que salió de mi boca de todos modos.
Al escuchar a Grant y Christian hablar sobre dónde se había quedado Grant en
Kauai, Mia interrumpió:
—Oh. Vi ese lugar en línea. Se ve precioso. Pero se agotaron. Al parecer, perdieron
más de la mitad del complejo en una tormenta hace unos años.
Grant asintió. —No sabía eso.
—¿Cuánto tiempo estuviste allí?
Los ojos de Grant parpadearon por un momento. —Hace ocho años.
Sentí una punzada de celos, aunque sabía que era estúpido. Grant probablemente
había ido a Kauai en su luna de miel. Su matrimonio había terminado hace mucho
tiempo, y acabábamos de pasar una noche increíble juntos cada vez más cerca, sin
embargo, todavía me sentía celosa. Reprimí mis tontas emociones e intenté no dejar
que estropearan la sensación de euforia con la que había entrado.
—Entonces, Grant ... —Mia apuntó su tenedor hacia él—. Ahora que soy una
anciana casada, creo que debería advertirte que he trazado el futuro de mi amiga.
Ireland y yo seremos vecinas con cercas blancas y niños nacidos con una semana de
diferencia, llamados Liam y Logan.
Me reí. —Mia decidió esto en quinto grado. Solíamos caminar por estas adorables
casas a juego en nuestro camino a casa desde la escuela todos los días. Dos hermanas
los poseían, y se sentaban en un porche todos los días de camino a la escuela bebiendo
café, y de camino a casa siempre estaban sentadas en el otro porche bebiendo té helado.
Solíamos preguntarnos si el té estaba enriquecido.
Mia golpeó su hombro con el mío. —El nuestro definitivamente será con alcohol.
Ella miró a Grant. —Entonces, ¿qué nombre quieres? ¿Liam o Logan?
Obviamente, era demasiado pronto para hablar de algo serio entre Grant y yo,
pero todo se dijo con mucha diversión.
Solo que la respuesta de Grant fue seria. —No quiero hijos.
Todas nuestras sonrisas y risas desaparecieron.
—¿De Verdad? —dije.
Grant asintió.
Una sensación horrible se instaló en la boca de mi estómago. Sabía que no era el
momento ni el lugar para esta discusión. Desafortunadamente, Mia no iba a dejarlo ir
tan fácilmente. Ella hizo un gesto con la mano a Grant. —Mucha gente dice eso, hasta
que conocen a la persona adecuada. Cambiarás de opinión.
La cara de Grant seguía estoica. Me miró y luego bajó a su desayuno.
Hubo unos minutos de silencio incómodo después de eso. Mia sabía que quería
hijos. Y no solo quería uno; Yo quería algunos. Había crecido siendo hija única y siempre
había deseado hermanas o hermanos. Finalmente, Christian cambió el tema de nuevo a
los deportes, y él y Grant volvieron a una conversación ligera. Mia y yo intercambiamos
algunas miradas, y aunque me uní a la discusión alrededor de la mesa, realmente no
pude superar lo que había aprendido.
Grant y yo ni siquiera nos habíamos visto mucho tiempo, así que no pensé que me
molestara tanto. Pero la conclusión era que realmente me gustaba Grant. La mayoría de
los otros ideales y valores tenían una solución alternativa para las parejas. Si uno
quisiera vivir en la ciudad y el otro en el país, podría comprometerse y tener dos
hogares o vivir en las afueras de la ciudad, donde era un poco más suburbana. Si un
esposo quería una esposa que se quedara en casa y la esposa quisiera trabajar, podrían
comprometerse en un trabajo de medio tiempo. Pero no había ningún término medio
cuando se trataba de tener una familia: o tenías una o no.
Hice todo lo posible para sonreír durante el resto del brunch, pero el comentario
de Grant fue como un dolor de muelas sordo y molesto. Cuando llegó el momento de
decir adiós, Mia y yo nos abrazamos.
—Pásalo bien —dije. —Envía fotos.
Ella sonrió. —Lo haré. Y no te preocupes por lo que dijo Grant. Estoy segura de
que cambiará de opinión. Los hombres no saben lo que quieren hasta que se lo enseñas.
Bueno, excepto una mamada. Siempre quieren una mamada.
Le devolví la sonrisa. —Tienes razón. —Aunque por dentro no estaba tan segura.
Algo sobre la forma en que Grant había dicho las palabras lo hizo parecer bastante
seguro.
Grant y yo tuvimos que volver a nuestra habitación para recoger nuestro equipaje.
Ni siquiera me había dado cuenta de lo callado que había estado en el ascensor o
mientras empacaba hasta que apareció detrás de mí en el baño. Me frotó los brazos
cuando agarré mi cepillo de dientes y habló con mi reflejo en el espejo. —No quise
pillarte desprevenida o molestarte. Lo siento.
Sacudí mi cabeza. —Está bien. No hay nada de qué arrepentirse. Mia te puso en
esa posición hablando de sus planes de vida.
Grant asintió, pero nuestros ojos permanecieron cerrados. Me dio la sensación de
que estaba esperando que dijera más. Así que lo hice.
—¿Realmente... no quieres hijos?
El asintió.
—¿Estás seguro?
Frunció el ceño y asintió nuevamente.
—Pero eres genial con Leo.
Grant me guio para dar la vuelta y elevó mi barbilla hacia arriba para que nuestros
ojos se encontraran directamente, en lugar de a través del espejo. —No quiero hijos,
Ireland.
—¿Es porque estabas en cuidado de crianza? ¿Quieres decir que no quieres niños
biológicos porque hay tantos niños que necesitan hogares?
Me miró a los ojos. —No, no quiero hijos en absoluto.
Se sintió como un golpe en mis entrañas. Porque de alguna manera supe por la
mirada en sus ojos que su decisión no se había tomado a la ligera. Habíamos tenido una
noche tan maravillosa, y nunca había esperado que un momento de burlas esta mañana
en el desayuno pudiera detener de manera tan inmediata y repentina la emoción de lo
que crecía entre nosotros. Fue impactante, de verdad.
Miré hacia abajo. —Bueno.
—Lo siento.
—No, está bien. Supongo que es mejor que tengamos esta discusión ahora que en
el futuro. Es solo que ... —Miré hacia arriba y sentí mis ojos bien. Lo cual parecía ridículo.
Esta relación era muy nueva, pero sentía que había sufrido una pérdida—. Realmente
quiero una familia algún día. Dos o tres pequeños de edad cercana, tal vez un golden
retriever llamado Spuds, una verdadera casa llena. No mañana ni nada. Pero cuando sea
el momento adecuado.
Grant asintió. —Por supuesto. —Empujó un mechón de mi cabello detrás de mi
oreja—. Y mereces tener todo lo que quieres.
Necesitaba algo de tiempo para pensar en esto. —Probablemente deberíamos
ponernos en marcha. Ya pasamos la hora de salida tardía que me dieron.
Empacamos el resto de nuestras cosas y nos dirigimos al auto. Ambos nos
quedamos callados cuando salimos a la carretera. Grant tomó mi mano y entrelazó sus
dedos con los míos antes de levantarla para besar la parte superior.
—Tengo que ir a la oficina por unas horas —dijo—. ¿Quieres que te deje en casa?
—Si por favor.
En mi departamento, Grant descargó mi maleta y me acompañó hasta la puerta.
—¿Te llamaré más tarde?
Asentí. Me dio un beso suave y esperó hasta que entré.
Apoyada contra la puerta, sentí que me habían azotado. Un minuto, me estaba
enamorando de un gran tipo, y no podíamos tener suficiente el uno del otro. El futuro
era muy brillante. Y al siguiente, necesitaba algo de tiempo solo para pensar, y me
preguntaba si teníamos un futuro juntos.
Grant
e recosté en mi silla y lancé el bolígrafo en mi mano por la habitación.
Golpeó la esquina del aparador y volvió a mí, aterrizando en mi
escritorio justo encima de la carta más reciente. Imagínate. Ni
siquiera puedo hacer bien esa mierda hoy. Molesto, recogí el sobre,
rompiéndolo furiosamente en veinte pequeños pedazos y lanzándolos todos en la
dirección de la papelera. La mitad cayeron al suelo.
Había venido a la oficina justo después de dejar a Ireland, pensando que podía
adelantar algunas horas de trabajo. Pero cuatro horas habían pasado y solo me las había
arreglado para hacer unos cinco minutos de trabajo. No podía concentrarme.
Por supuesto que Ireland quería hijos. Era una persona cariñosa con mucho que
ofrecer. No era la primera vez que el tema había salido con las mujeres con las que había
salido. Diablos, antes de Ireland, solo tener el tema mencionado por una mujer había
sido una bandera roja. La mención de cualquier plan a largo plazo significaba que sus
expectativas eran demasiado, y era el momento de acabarlo. Pero Ireland no era alguna
follamiga de la que quería huir.
Levanté mi teléfono y debatí sobre enviarle un mensaje. ¿Debería darle un poco
de espacio? ¿Mencionarlo otra vez? ¿Pretender que nunca sucedió y seguir adelante?
Decidí dejar de actuar como un cobarde y solo le envié un maldito mensaje sin pensarlo
demasiado. Había pensado suficiente por un día.
Grant: ¿Cena esta noche? Podría pasarme de camino a casa desde la oficina
y podríamos comer comida china en el barco y ver el atardecer.
Miré los pequeños puntos saltar arriba y abajo. Luego se detuvieron. Luego
empezaron de nuevo. Pasaron unos minutos muy largos esperando mientras deliberaba
su respuesta.
Ireland: En realidad estoy bastante cansada. Creo que simplemente me
acostaré pronto.
Mierda. Quería estar con ella, incluso si significaba solo dormir con ella en mis
brazos. Pero no se estaba ofreciendo. Y no podía ser un imbécil e imponerle mi
presencia. Así que lo dejé ir.
Grant: De acuerdo. Duerme bien. Te llamaré mañana.
Respondió con una carita sonriente. Aunque estaba seguro de que ninguno de
nosotros estaba sonriendo en este momento.
Me las arreglé para responder unos pocos correos y aprobar el presupuesto de
marketing antes de acabar el día. El trabajo estaría aquí cuando estuviera en un mejor
estado mental. Ninguno de nosotros había dormido mucho anoche, así que me convencí
de que Ireland tenía razón: ir a casa y acostarse era lo mejor. Aunque a mitad de camino
de viaje, me encontré saliéndome de la carretera dos salidas antes del puerto. Pops
había sido como un segundo padre para mí toda mi vida, incluso más desde que mi
padre se había ido, y era la única persona que conocía que me daría la verdad, incluso
si no era lo que quería oír. Solo esperaba que hoy fuera un buen día para su memoria.

—Grant, qué agradable sorpresa. Entra. Entra.


Mi abuela dio un paso a un lado para que entrara y besé su mejilla mientras
cruzaba la puerta.
—¿Cómo va el sistema de alarma?
—Va bien. Pero tu abuelo ha dormido como un bebé desde que fue instalado.
—Bien. —Miré por la sala de estar. La casa estaba en silencio—. ¿Está Pops por
aquí?
—Está abajo, trasteando en el sótano. La última vez que miré, estaba haciendo un
ataúd en miniatura para esa loca casa de muñecas que Leo y él aman tanto. Intento
mantenerme alejada cuando está haciendo carpintería. Las piezas son tan pequeñas, y
me pone nerviosa que se vaya a cortar los dedos serrándolas.
Sonreí. Pops había empezado a olvidar un montón de cosas, pero usar
herramientas no era una de ellas. Aunque la demencia afecta a la memoria, sus
habilidades de carpintería eran más una segunda naturaleza para él que aprendidas. No
podía imaginar que alguna vez llegaría un momento en el que no pudiera hacer cosas,
tanto si sabía el nombre de la persona para las que estaba haciéndolas como si no.
—Voy a bajar y visitarlo.
—Haré algunos aperitivos y los bajaré en un rato.
—Gracias, abuela.
Encontré a Pops en su pijama y una bata, con un cinturón de herramientas
alrededor de sus caderas. Llevaba unas gafas de protección y su cabello gris estaba
salpicado de virutas de madera mientras cepillaba los lados ásperos de un diminuto
ataúd para suavizarlos.
Sonrió cuando me vio, levantó las gafas para ponerlas sobre su cabeza y alzó tres
dedos con tiritas.
—Trampas para ratones —dijo.
Fruncí las cejas.
—¿Tienen ratones?
—No que yo sepa. Pero usé las pequeñas trampas de madera para hacer suelos
para los dormitorios y los goznes para sujetar las puertas del ataúd. Leo preparó una
con queso mientras estábamos trabajando la semana pasada para ver si podía atrapar
un ratón. La recogí esta mañana. El queso sigue ahí. —Meneó sus dedos—. Ahora un
poco de mi piel también.
Me reí.
—Tienes que ser más cuidadoso, Pops. La abuela ya está preocupada sobre que
uses herramientas eléctricas. Córtate un dedo y volverás del hospital con un taller vacío.
Pops murmuró:
—Se preocupa por nada. Le da algo que hacer, pero nunca llega a ninguna parte.
Me acerqué a la espeluznante casa de muñecas y revisé las nuevas piezas que
había hecho esta semana. Eran pequeños espejos enmarcados en madera con rostros
aterradores pintados, unos pocos fantasmas colgados y una chimenea tallada en una
ornamentada y enojada cabeza de lobo. Levantando la chimenea, admiré el trabajo que
había supuesto. Pops era verdaderamente talentoso.
—Así que, ¿qué hay de nuevo? —cuestioné mientras dejaba la chimenea de nuevo
en la casa de muñecas.
—Nada. Y así es exactamente como me gusta a mi edad. Cada vez que consigo algo
nuevo, es una pastilla, un dolor o un examen de próstata que no disfruto. —Me miró y
bajó su herramienta y la madera que había estado lijando. Bajo su mesa de trabajo había
dos taburetes. Sacó uno y lo deslizó hacia mí antes de tomar asiento en el otro—.
Siéntate. Dime qué te está molestando.
—¿Cómo sabes que algo me está molestando?
Pops levantó su barbilla y apuntó a mis pantalones.
—Tus manos están metidas en tus bolsillos. Siempre es una señal reveladora
contigo. ¿Recuerdas la vez que cortaste la coleta de tu hermana mientras estaba
durmiendo porque dejó tu bicicleta afuera y fue robada?
Me reí. Nunca dejaba de asombrarme cuánto podía recordar, incluso en el estado
uno de la demencia, sin embargo, a veces olvidaba las cosas más simples justo después
de oírlas.
—Lo recuerdo. Alguien encontró la bicicleta al día siguiente y la devolvió, pero
mamá no me dejó montarla durante meses.
—Tenías tus manos en tus bolsillos ese día. Probablemente porque también tenías
su maldita coleta ahí metida. Lo has hecho cada vez que estabas preocupado sobre algo
desde entonces.
No estaba muy seguro de que tuviera razón, aun así, hice una elección consciente
de retirar mis manos de mis bolsillos antes de sentarme.
Suspiré.
—¿Soy una persona egoísta?
Pops frunció el ceño.
—¿Quieres decir porque llevas las riendas en el trabajo y mandas a tus hermanas?
Eso no había sido a lo que me estaba refiriendo, pero gracias, Pops. Negué.
—Conocí a una mujer.
Pops asintió.
—¿La guapa? ¿Charlize?
Me reí.
—Sí, esa es ella.
—Buena elección. Parece una mujer no que aguantará tu mierda. —Pops agitó un
dedo hacia mí—. Esa es la clave para un matrimonio feliz. Cásate con una mujer que te
asuste un poco, una que te haga pensar: ¿qué demonios está haciendo con un imbécil
como yo? Luego pasa el resto de tu vida intentando vivir a la altura de lo que piensas
que merece.
Pops tenía un montón de sabiduría, y sabía que tenía razón, pero no estaba
haciendo la pregunta para la que realmente quería respuesta. Así que respiré hondo y
solté lo que de verdad me estaba molestando.
—Es nuevo. Pero me gusta mucho… y… quiere hijos.
Pops sostuvo mis ojos mientras muchas palabras sin pronunciar pasaban entre
nosotros. No necesitaba ninguna explicación más sobre por qué eso era un problema
para mí.
Su rostro se entristeció, pero asintió.
—Así que piensas que eres egoísta por no querer hijos.
Asentí.
—No eres egoísta, hijo. Solo no sabes cómo negarle algo a alguien que amas. Esa
es una cualidad admirable en un hombre. Tu situación es diferente de la de un hombre
que no quiere hijos porque no le gusta su estilo de vida. Podría ver cómo eso podría
parecer de alguna manera egoísta, aunque sigue siendo la elección de una persona. Es
su vida. Pero tú… no es sobre eso. Supongo que en el fondo incluso quieres tener hijos,
que tus razones son más de naturaleza protectora para un futuro hijo, y quizás incluso
un poco por ti.
Sentí un intenso peso en mi pecho y bajé la mirada.
—No sé sobre eso, Pops.
Cuando alcé la mirada de nuevo, atrapó mi mirada.
—¿Confías en mí?
—Por supuesto que sí.
—Entonces confía en mí cuando digo que no eres egoísta. Eso no es de lo que se
trata esto. —Pops suspiró—. ¿Has hablado con tu mujer sobre tus razones?
Negué.
—Bueno, necesitas empezar por ahí. Si nada más, al menos entenderá tu posición
mejor.
—No es algo tan fácil de explicar.
—Por supuesto que no. Pero creo que necesitas contarle tu historia. Ha pasado
mucho tiempo. E incluso si ustedes dos no pueden resolver sus diferencias, es
importante que seas sincero con ella… y contigo mismo.

Ireland me rechazó de nuevo el lunes. Para el martes por la mañana, me estaba


sintiendo inquieto y espetando a mi personal. Incluso Millie estaba manteniendo la
distancia. Pero entonces el teléfono de mi escritorio sonó temprano por la tarde y el
identificador de llamada destelló con el nombre de Ireland Richardson.
Mi corazón estaba latiendo con fuerza antes de que incluso levantara el receptor.
—¡Conseguí mi excepción de zonificación!
Sonreí ante el sonido de su voz. Había olvidado que su audiencia era esta mañana.
—Esas son muy buenas noticias. Me alegra que funcionara.
—No funcionó. Lo hiciste funcionar. Muchas gracias, Grant. Te debo una.
Mi respuesta normal habría sido: Por qué no traes tu culo sexy aquí a mi oficina y
cobraré esa después de cerrar mi puerta; pero las cosas todavía se sentían raras. Así que
en su lugar dije:
—De nada. Pero realmente no fue problema en absoluto.
—Creo que incluso podría haber encontrado un nuevo contratista para terminar
el baño. Dijo que si podía conseguir a alguien para el cartón yeso para mitad de semana,
podría embaldosar la ducha y los suelos. Entonces el fontanero solo necesitaría volver
a colocar el lavabo y el váter y al menos tendría un baño funcionando. Si puedo
conseguir eso y un dormitorio hecho, podría mudarme cuando mi alquiler termine y
hacer lentamente la cocina y las otras habitaciones.
—¿Tienes a alguien para el cartón yeso?
Suspiró.
—No. Pero voy a empezar a buscar tan pronto como colguemos.
—¿Solo necesitas el baño hecho esta semana?
—Sí. Así que, con suerte, no será demasiado difícil encontrar a alguien.
Recordé toda la construcción de la casa que Pops y yo habíamos hecho durante
años. En realidad, eran algunos de los mejores recuerdos de mi vida. Habíamos pasado
el día haciendo el tonto y riendo, y las cosas de alguna manera acabarían hechas. Lo cual
me dio una idea.
—No tienes que hacer llamadas. Tengo a alguien para ti.
—¿Sí?
—Sí.
—Oh, Dios mío. Desearía poder atravesar el teléfono y besar tu rostro en este
momento.
Sonreí.
—Guarda ese pensamiento. Porque así es como estarás pagando al contratista que
va a hacer el trabajo.
—¿Acabas de decirme que tengo que besuquearme con el contratista?
Me reí.
—Ciertamente lo hice.
—Ahora estoy perdida. ¿Quién es este contratista?
—Yo.
Ireland
ios, me gusta ese cinturón de herramientas.
Me apoyé contra el marco de la puerta, mirando a Grant
trabajar en el patio delantero. Tenía una pieza de cartón yeso puesta
sobre dos caballetes y estaba pasando una sierra sobre la misma para
encajarla en una zona del baño que acababa de medir. Llevaba unos vaqueros, botas de
trabajo, una camiseta y un viejo y raído cinturón de herramientas. Y se veía
ridículamente sexy. Quiero decir, me encantaba en un traje bien ajustado, y me
encantaba en un bañador en su barco, pero esto… esto me hacía querer ponerme
sudorosa y sucia.
—Sigue mirándome así y nada va a estar terminado.
Su cabeza había estado baja, y ni siquiera había sido consciente de que sabía que
lo estaba mirando. Bebí agua de una botella de plástico.
—Presta atención a la sierra en tu mano. No querría que cortaras nada
importante.
Grant levantó el cartón yeso cortado recto, se quitó las gafas de protección de su
cabeza y las colgó en el extremo de uno de los caballetes. Cargó el panel por las escaleras
y se detuvo delante de mí, en el espacio estrecho del umbral de la puerta, para plantar
un beso casto en mi boca.
—Terminemos. Cada vez que paso el marco en el que estará la encimera de la
cocina, todo en lo que puedo pensar es en que tiene la altura perfecta para follarte.
A pesar de mi confusión sobre nuestro futuro, de verdad lo tenía mal por este
hombre. Un beso y la mención de sexo, y podía sentir mis pezones endurecerse y un
hormigueo entre mis piernas. Tuve que aclararme la garganta para no mostrar cuán
afectada estaba.
—Mejor vuelve al trabajo. O no te pagaré más tarde.
Sus ojos se oscurecieron.
—Intenta no pagarme más tarde, cariño.
Mientras Grant volvía al baño, me senté en los escalones del porche. Quería que
las cosas fuesen realmente tan ligeras y fáciles como se habían sentido en los últimos
minutos. Había evitado a Grant desde que descubrí que no quería niños. Había pensado
mucho en romper con él. Ya tenía sentimientos fuertes y pasar más tiempo juntos
probablemente solo lo empeoraría cuando llegara el momento. Pero eso era lógico, y el
corazón no es lógico. Así que, por ahora, a corto plazo de todos modos, había decidido
quedarme en el momento.
No estaba lista para renunciar a Grant y no estaba lista para aceptar que podría
no tener una familia algún día. Básicamente, había decidido que la evasión era mi táctica
actual. Además, necesitaba entender por qué Grant era tan firme sobre no tener hijos, y
si podría haber algún compromiso sobre eso algún día.
Con ese pensamiento, volví al baño para estar en el momento con mi sexy
trabajador de la construcción. Grant estaba atornillando el cartón yeso que había
cortado.
—¿Qué puedo hacer? —pregunté desde la puerta.
—Si eres buena midiendo, puedes tomar esa cinta métrica y averiguar las
dimensiones de la última pieza que necesito cortar.
Sonreí.
—Puedo hacer eso.
Me miró sobre su hombro.
—Has medido antes, ¿cierto?
—Por supuesto. —En realidad, no lo había hecho, a menos que contaras deslizar
la cinta métrica de coser alrededor de mi cintura cuando estaba a punto de perder un
centímetro. ¿Pero cuán difícil podía ser?
Después de medir y anotar las dimensiones en mi teléfono, esperé a que Grant
terminara. Levantó su barbilla a la zona que todavía necesitaba cartón yeso.
—¿Quieres que verifique lo que anotaste?
Puse mis manos en mis caderas.
—¿Crees que soy incompetente porque soy una mujer?
Grant alzó sus manos en rendición.
—No. Estoy seguro de que lo hiciste bien. Es solo que solo nos queda una pieza de
cartón yeso, así que si la jodemos, tendremos que ir otra vez a la tienda.
—No la jodí. —De verdad, de verdad esperaba no hacerlo de todos modos…
Afuera en la sierra, disfruté la manera en que los músculos de Grant sobresalían
mientras ponía el cartón yeso en su lugar.
—¿Cuán a menudo haces ejercicio?
Grant me miró.
—Cinco días a la semana. Más si estoy frustrado y necesito quemar algo de
tensión. No hace falta decir que fueron siete días a la semana por un tiempo después de
conocerte en esa cafetería.
Incliné mi cabeza.
—Entonces, ¿ahora no te frustro?
Sonrió.
—No dije eso. Pero ahora tengo una mejor manera de liberar esa frustración…
sobre ti.
Terminó de cortar y lo seguí al baño para poner la última pieza. Solo que cuando
alzó el cartón yeso hacia la pared, era unos pocos centímetros demasiado pequeño. Mis
ojos sobresalieron.
—Lo cortaste mal.
Las cejas de Grant se alzaron.
—¿Yo? Estoy bastante seguro de que es tu medición lo que está mal.
Entrecerré los ojos.
—No lo es. —Oh-oh…
Grant miró al techo y murmuró algo, luego respiró hondo y exhaló.
—¿Te importa hacer una pequeña apuesta sobre quién tiene razón?
—¿Qué tienes en mente?
Bajó la mirada a las rodilleras que había estado llevando todo el día.
—Mi corte encaja con tus medidas, y vas a llevar estas.
Oh. Bueno, no era como si fuera una desgracia si perdía. Extendí la mano para
cerrar el trato.
—Bien. Pero si gano, vas a quitarte toda la ropa, excepto el cinturón de
herramientas, cuando estés de rodillas.
Grant extendió la mano a mi alrededor para tomar la cinta métrica y bajó su rostro
al mío por un beso.
—¿Te gusta el cinturón de herramientas? Lo llevaré cada jodido día.
Sonreí.
—Estoy bastante segura que la gente en la oficina pensaría que te volviste loco.
Grant midió el espacio abierto en la pared y me mostró la anchura.
—Ochenta y un centímetros y tres cuartos, ¿estás de acuerdo?
Me incliné y revisé.
—Sí. Ochenta y un centímetros y tres cuartos.
Señaló a mi teléfono.
—Léeme las dimensiones que anotaste.
Contuve el aliento mientras encendía mi teléfono. Odiaba equivocarme, pero la
manera en que Grant era todo mandón en su atuendo de trabajador de construcción
realmente funcionaba para mí, y secretamente esperaba hacerlo esta vez. Arrodillarme
sonaba bastante bien ahora mismo. Miré mi teléfono y sonreí ampliamente mientras lo
volvía para enseñarle lo que había tecleado.
El rostro de Grant se arrugó.
—Sabes que dice cincuenta y seis centímetros y tres cuartos, ¿verdad?
—Lo sé. —Mi sonrisa se ensanchó.
—Eso significa que perdiste la apuesta.
Me mordí el labio inferior y me puse de rodillas.
—Lo sé. Puedes mantener las rodilleras… y el cinturón de herramientas.

Una hora más tarde, Grant estaba mucho más relajado mientras caminábamos por
Home Depot. Desde que estábamos aquí de todos modos, quería enseñarle los dos
azulejos que estaba considerando para el baño. Pero el pasillo estaba cerrado mientras
usaban un montacargas para bajar un palé de la estantería superior, así que Grant dijo
que iría por un carrito mientras tanto. Cuando abrieron el pasillo, un trabajador de la
construcción inició una conversación conmigo.
—¿Intentando decidir entre los dos? Escoge la piedra natural en lugar de la
cerámica.
—¿Oh, en serio? ¿Por qué?
—La cerámica se rompe fácilmente. La piedra no. Y si te gusta ese en tu mano
izquierda, lo hacen también en versión rodada. La piedra no se rompe fácilmente y la
piedra rodada ni siquiera puedes notar cuando se rompe.
—Oh, es muy bueno saberlo. Gracias.
Sonrió.
—No hay problema.
—¿Eres un contratista de azulejos?
—Nah. No para trabajar. Me dedico al cartón yeso.
Grant caminó por el pasillo, empujando uno de esos altos carritos en los que
ponías objetos grandes. Se detuvo junto a mí y miró al tipo con sospecha.
—En realidad, estaba buscando a un contratista de cartón yeso. Nunca pensé que
encontraría uno por los pasillos de Home Depot.
El chico sacó su cartera de su bolsillo trasero y retiró una tarjeta de negocios.
Ofreciéndomela, sonrió.
—Si necesitas ayuda de nuevo, llámame.
Tomé la tarjeta.
—Lo haré. Y gracias por la instrucción sobre azulejos.
Cuando el chico se alejó, miré a Grant.
—Encontré un contratista de cartón yeso.
Me arrebató la tarjeta.
—Que quiere meterse en tus pantalones. Te guardaré esto. —Grant arrugó la
tarjeta.
—Oh, Dios mío. ¿Estás celoso?
—No, no lo estoy. Soy territorial.
—Es lo mismo.
—Lo que sea. Enséñame el azulejo.
Sonreí y canturreé:
—Gra-ant está celoso.
Negó.
—Eres un dolor en mi culo, ¿lo sabes?
Me puse de puntillas y rocé mis labios contra los suyos.
—Te aburrirías con lo fácil.
Después de mirar el azulejo de piedra rodada, todavía no podía decidirme. Grant
cargó una caja de cada uno en el carrito y me dijo que los pondría sobre el suelo cuando
llegáramos a casa para que pudiera decidir, luego devolvería el que no escogiera.
Afuera, tuvimos que dejar su maletero abierto y atar la gran pieza de cartón piedra en
el lugar para que no se cayera. Era una vista bastante divertida, el caro Mercedes de
Grant con un pedazo de cuerda manteniendo materiales de construcción dentro.
—Algo me dice que esta es la primera vez que este auto ha tenido cartón yeso en
él.
—Contrato a gente porque estoy ocupado, no porque sea incapaz de hacerlo yo
mismo.
—Lo sé. Y el hecho de que hicieras tiempo para mí significa mucho.
Grant me miró a los ojos y asintió.
—Vamos. Llevemos estas cosas y, esta vez, usaremos mis medidas.
Ireland
na semana después, Grant y yo parecíamos haber vuelto a la comodidad
que teníamos antes del brunch de Mia. Almorzábamos en su oficina la
mayoría de los días y nos turnábamos para dormir en casa de cada uno.
Pero aún no habíamos tenido más conversaciones sobre tener hijos
algún día. Simplemente seguimos adelante.
Mentalmente había decidido que no estaba lista para decidir si tener hijos
significaba más para mí que tener a Grant. Supongo que esperaba que las cosas se
resolvieran por sí solas. Tal vez descubriría que Grant no era el Sr. Para Siempre, o él se
ablandaría en su posición. De cualquier manera, me evitaba tener que tomar la decisión
de alejarme, para lo cual definitivamente no estaba preparada en este momento.
El sábado por la mañana me desperté del balanceo. Era la primera vez que dormía
en el barco de Grant y sentí más que un ligero balanceo. Tocando en la cama a mi lado,
encontré sábanas frías en lugar de un cuerpo caliente. Así que me puse la camisa de
vestir que Grant había usado para trabajar ayer y fui a buscar a su dueño. Lo encontré
afuera en la cubierta trasera.
El viento soplaba, levantado la parte inferior de la camisa, y la atrapé justo cuando
estaba a punto de exponerme el trasero.
—Hace mucho viento.
Grant asintió.
—La tormenta se está gestando.
El sol parecía que estaba tratando de salir, pero el cielo estaba tan nublado que
todo se volvió de un ominoso color gris oscuro.
Grant extendió su mano y me guio para sentarme frente a él, entre sus piernas
abiertas.
—¿Te quedas aquí abajo durante una tormenta?
—A veces. Depende de lo malo que sea. No tenemos muchos días en los que haya
crestas blancas en las olas de la entrada.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Unas pocas horas.
Giré la cabeza y lo miré.
—¿Qué hora es?
—Alrededor de seis.
—¿Y has estado despierto unas horas?
Grant asintió.
—Tenía problemas para dormir.
—¿Está todo bien?
—Sólo algunas cosas de trabajo en mi mente.
Nos sentamos en silencio mirando el cielo un rato.
Entonces Grant habló de nuevo.
—Estoy mintiendo como un bellaco.
Mi frente se arrugó.
—¿Sobre qué?
Sacudió la cabeza.
—No es el trabajo lo que me molesta.
Me senté y me di la vuelta para enfrentarlo. Cuando salí, no lo había mirado bien,
pero ahora podía ver que su rostro estaba marcado por la tensión.
—¿Qué está pasando? Háblame.
Bajó la mirada mucho tiempo. Cuando la levantó, sus ojos estaban llorosos.
—Hoy es el cumpleaños de Leilani.
Estaba confundida.
—¿El barco?
Grant sacudió la cabeza. Miró al cielo por encima de mi hombro y tragó antes de
que sus ojos se encontraran con los míos otra vez.
—Mi hija.
—¿Qué?
Cerró los ojos.
—Habría tenido siete años.
Los habría tenido. Me agarré el pecho.
—Oh Dios mío, Grant. No tenía ni idea. Lo siento mucho.
Abrió los ojos y asintió.
Mi hija. Dos simples palabras que explicaban mucho. El nombre del barco,
obviamente la razón por la que no quería tener hijos... Era como si la pieza del
rompecabezas que faltaba de Grant Lexington se arremolinara en el aire y encajara en
su sitio.
—¿Estaba... enferma?
Grant seguía mirando el turbulento cielo. Sacudió la cabeza.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué pasó? ¿Un accidente de algún tipo?
Una lágrima rodó por su mejilla al asentir con la más mínima inclinación de
cabeza.
Lo rodeé con mis brazos y lo abracé tan fuerte como pude.
—Lo siento mucho, mucho. Lo siento mucho. —El dolor de Grant era palpable, y
mis propias lágrimas comenzaron a fluir.
No tengo ni idea de cuánto tiempo estuvimos así, aferrados el uno al otro, pero lo
sentí como horas. Tantas preguntas se arremolinaban en mi cabeza. ¿En qué clase de
accidente estuvo? ¿Por qué no me lo dijiste hasta ahora? ¿Es por eso por lo que pasaste los
últimos siete años manteniendo a las mujeres a distancia? ¿Has ido a terapia? ¿Se parecía
a ti? Pero obviamente no le era fácil hablar del tema. Así que necesitaba dejarle decidir
lo que estaba dispuesto a compartir.
En un momento dado, alguien le gritó hola a Grant desde el muelle, y él levantó
una mano para saludarlo. Aproveché la oportunidad para sentarme y mirarlo.
—¿Quieres... hablar de ello? Me encantaría escuchar todo sobre ella.
Grant me miró a los ojos.
—Hoy no.
Me incliné y presioné mis labios contra los suyos.
—Lo comprendo. Y estaré aquí cuando estés listo.
Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer unos minutos después, así que
entramos. Grant parecía exhausto, así que lo llevé abajo, al dormitorio, y volvimos a la
cama. Me envolvió con sus brazos, me abrazó por detrás y me agarró tan fuerte que casi
me dolió. Pero no importaba. Si abrazarme le daba una pizca de consuelo, dejaría que
me aplastara. En algún momento sentí que su agarre se aflojaba, y el sonido de su
respiración se hizo más lento. Se había vuelto a dormir. Aunque yo no podía. Había
demasiado para repasar en mi mente.
Grant tenía una hija.
Que hoy tendría siete años.
Se llamaba Leilani, y tenía un barco con su nombre.
Y Grant vivía en este barco, viendo el nombre de su pequeña en letras grandes y
negritas todos los días cuando volvía a casa.
Mi tía solía decir que la pena era como nadar en el océano. En los días buenos,
podíamos flotar con la cabeza por encima del agua, sintiendo el sol en la cara. Pero en
los días malos el agua se volvía violenta y era difícil no ser absorbido y ahogado. Lo
único que podíamos hacer era aprender a ser nadadores más fuertes.
Pero sabía que había otra forma de mantenerse a flote: encontrar una balsa
salvavidas. Era joven cuando perdí tan trágicamente a mi madre, y mi tía se había
convertido en eso para mí. No sabía si Grant tenía una balsa salvavidas, pero sentí que
tal vez, sólo tal vez, todo sucede por una razón, y yo estaba aquí para pagar por lo mío
y ser eso para él.
Grant
Hace siete años…

odas las cosas buenas deben tener un final.


Quien fuera que acuñó esa frase debe haber sido un maldito genio.
Fui un idiota por pensar que la normalidad que duró mientras Lily estuvo
embarazada continuaría. Había aguantado un poco después de que diera
a luz y hacía dos meses, dejamos el hospital prácticamente flotando. Aunque en las
semanas que siguieron, las cosas empezaron a romperse un poco más cada día. Lily
tenía problemas para dormir y estaba irritable. Pero teníamos a una recién nacida y
después de que regresara a trabajar, ella era la que mayormente se levantaba en mitad
de la noche. Así que ¿quién no estaría cansada e irritable?
A las seis semanas, fuimos a su revisión postparto. Cuando el doctor preguntó
sobre los cambios de humor y la depresión, yo mencioné los cambios en Lily, dado que
ella respondió que todo estaba bien. Pero el doctor Larson solo palmeó mi mano y me
dijo que un periodo de ajuste era normal. Que las hormonas de Lily estaban regresando
a lo normal, tenía el estrés de la nueva maternidad y Leilani parecía tener sus días y sus
noches mezclados. Salí de ahí sintiéndome esperanzado de haber estado preocupado
en exceso.
Las cosas comenzaron a ir cuesta debajo de manera bastante estrepitosa durante
las siguientes semanas. Lily se convirtió prácticamente en una paranoica sobre que algo
iba a sucederle al bebé. Ni siquiera quería que la enfermera sostuviera a Leilani en su
revisión de los dos meses, alegando que no estaba sosteniendo su cabeza lo
suficientemente bien. Todos parecían atribuírselo a los instintos maternales, un
excesivo proteccionismo que emanaba de ella al intentar ser la mejor madre que
pudiera. De nuevo... tuvo sentido.
Pero durante la última semana, todo se había comenzado a desenmarañarse. Lily
no podía dormir, en absoluto. Estaba físicamente exhausta, aun así, apenas si me dejaba
tocar a la bebé. Clamaba que a Leilani le gustaban las cosas de cierta manera y yo no las
hacía bien. Pero tenía la sensación de que no confiaba en mí estando cerca de nuestra
propia hija. Su paranoia parecía ser más amplia y profunda cada día y discutíamos al
respecto. De hecho, últimamente parecía que todo lo que hacíamos era discutir.
La noche del sábado, tenía la intención de hacer que las cosas mejoraran entre
nosotros. Hice la cena favorita de Lily, era una hermosa noche y estaba sentada en la
cubierta trasera con la bebé acunada en sus brazos, luciendo pacífica para variar.
—¿Quieres comer afuera? —pregunté, apuntando mi cabeza hacia fuera de la
cabina—. ¿O deberíamos acomodar la cena aquí dentro?
—No tengo hambre.
Fruncí el ceño.
—No comiste nada hoy.
—No puedo evitarlo si no tengo hambre.
—Tienes que comer, Lily.
—Bien. Comeré un poco.
—¿Dentro o fuera?
Se encogió de hombros.
—Donde sea.
Suspiré y me metí para servir la comida. Dado que teníamos la silla rebotadora de
Leilani y una docena de otros aparatos dentro de la cabina, decidí que sería más fácil
comer ahí. Acomodé todo en la mesa y puse la silla vibratoria favorita de la bebé en la
banca que estaba entre los lugares donde nos sentaríamos nosotros.
—Ven al interior. La cena está servida en la mesa.
Lily tomó su asiento con Leilani todavía acunada en sus brazos. Me estiré para
tomarla y ella abruptamente torció su cuerpo para que no pudiera tocar a la bebé.
—¿Qué demonios, Lily? Simplemente iba a ponerla en su asiento para que
pudiéramos comer.
—Puedo comer mientras la sostengo.
—No dije que no fueras capaz. Pero no hay razón por la que no puedas tomarte
algunos minutos para tener una comida en paz. La pondremos justo aquí entre
nosotros.
—Esa silla rebota demasiado. No es segura. ¿Qué pasa si chocamos con una ola y
se voltea?
Mi frente se frunció.
—¿Una ola? Estamos encallados, Lily. En la ensenada. Y está tranquila como un
lago en el exterior hoy.
—Tú no te preocupas por nosotras.
—Sabes que eso no es cierto. Simplemente quiero ser capaz de comer una comida
con mi esposa por algunos minutos. ¿Eso es mucho pedir?
Lily miró hacia la bebé y me ignoró.
Suspiró.
—Qué te parece si yo sostengo a la bebé mientras comes. Comeré cuando termines
tú.
—No. Aquí la tengo. Tú sigue y come.
Sentí a las últimas semanas llegar al punto de ebullición. Perdí mi paciencia.
—Dame a la bebé, Lily.
—No.
—Esto es ridículo. No eres la única que es capaz de cuidar de ella. Ella es de ambos,
sabes.
De nuevo, mi esposa me ignoró. Lancé la servilleta sobre la mesa y salí
rápidamente hacia la cubierta.
—Disfruta de tu comida con nuestra hija.
Más tarde esa noche, me sentí mal por irme y gritarle a Lily. La bebé estaba
durmiendo en el moisés en nuestra habitación y Lily estaba en la ducha con la puerta
abierta y el monitor sobre el lavabo, que solo estaba a dos metros de distancia. Cuando
salió del humeante baño, yo estaba sentado en la cama esperando para disculparme.
Pero dos cosas llamaron mi atención primero: los profundos círculos oscuros debajo de
los ojos de Lily y cuán delgada se veía vistiendo solo un camisón de tirantes delgados.
Había perdido un montón de peso más que simplemente el del embarazo.
Mierda.
Tomé la mano de Lily cuando iba a pasar junto a mí.
—Ven aquí.
Miró hacia el moisés y vaciló. La bebé sonaba como que estuviera dormida, así que
le di un ligero tirón y la moví hacia mi regazo.
—Lamento haberte gritado más temprano.
Sacudió su cabeza y bajó la mirada.
—Está bien.
—No. No lo está. Es solo qué... te extraño, Lily, aun cuando estás justo aquí.
—Estoy cuidado de la bebé. ¿Qué esperabas?
Suspiré.
—Lo sé. Y quiero ayudarte más. Pero no me dejarás.
—No necesito la ayuda.
—No se trata de que necesites la ayuda. Creo que podrías hacer esto todo por ti
misma si tuvieras que. Pero no tienes que. Estoy justo aquí. Y quiero ayudar. Extraño
sostener a Leilani y pasar tiempo con ella. Y también te extraño a ti. No me has besado
en meses. Cada vez que intento darte siquiera un beso rápido en los labios, me das tu
mejilla o tu frente.
Los ojos de Lily comenzaron a llenarse y bajó la mirada, entrelazando sus manos.
Acuné su barbilla y gentilmente la llevé para que nuestras miradas se encontraron.
—Te extraño, nena. Estás justo aquí. Pero estás a millones de metros de distancia
al mismo tiempo. Me gustaría que hablaras conmigo. Dime lo que está pasando por tu
cabeza.
Lo había estado haciendo tan bien, parecía como que podría estar llegando a ella.
Hasta que... cuestioné lo que estaba pasando en su cabeza. Eso fue todo. Vi al fuego
encenderse en sus ojos.
Saltó para bajarse de mi regazo.
—No estoy malditamente loca.
—No era mi intención insinuar que lo estuvieras.
—¡Vete!
—Lily. Yo...
Apuntó hacia la puerta y gritó más fuerte.
—¡Vete!
Me puse de pie y levanté mis manos, mostrándole mis palmas.
—Lily. Detente. No quise decir que...
Leilani soltó un gemido. Nuestros gritos la habían sobresaltado y despertado. Lily
atravesó la habitación hacia el moisés y levantó a nuestra hija en sus brazos. Ella
inmediatamente dejó de llorar. Aun así, Lily dijo:
—Ahora ve lo que has hecho.
—Ella está bien, Lily. Mira. Ya se está volviendo a quedar dormida.
—¡Vete, Grant! ¡Solo vete!
Miré a mi esposa a los ojos, a la chica que había conocido desde que teníamos
catorce años y lo que vi me asustó enormemente. No importa cuán profundo buscara,
no podía encontrar ninguna señal de cordura. Lucía casi enloquecida.
—No me iré a ninguna parte sin Leilani.
Los ojos de Lily se agrandaron.
—No vas a llevártela a ninguna parte.
Pasé una mano por mi cabello. Era inútil intentar hablar con Lily cuando estaba
en este estado mental. Pero la mirada en sus ojos hizo que mi sangre se helara. No iba a
dejar a mi hija a solas con ella en esta condición. Dejando salir una irritada exhalación,
sacudí mi cabeza.
—Voy a estar al lado para dormir en la litera de invitados. Hablaré contigo en la
mañana cuando te hayas tranquilizado.

No podía dormir. Me giré y revolví durante la mitad de la noche, odiando en lo que


se habían convertido las cosas entre Lily y yo. Pero aún más que eso, estaba preocupado
por mi esposa. Siendo una niña de hogares adoptivos, había rebotado mucho alrededor,
así que no tuvo muchos amigos. Y dado que había superado la edad para permanecer
en el sistema y mi mamá ahora se había ido, nadie estaba cuidando de ella, nadie más
que yo. Así que era mi responsabilidad presionar cuando pensaba que ella necesitaba
ayuda. El problema era que cuando alguien presionaba a Lily, ella se alejaba.
Últimamente sentía que mis opciones eran ser su cuidador o su esposo. Ser los dos
realmente no era posible.
Pero las cosas se habían deteriorado hasta un punto donde ella era un riesgo y
necesitaba más la ayuda de lo que necesitaba a un esposo. Y cuidar de ella y de la bebé
era más importante a que estuviera enojada conmigo.
Sintiendo la necesidad de verla, salí de la cama y fui hacia nuestra habitación. La
puerta estaba cerrada e intenté abrirla silenciosamente, así no despertaría a ninguna.
Simplemente quería ver que estuviera durmiendo profundamente, el nivel inferior del
bote era muy parecido a un sótano cuando las cosas estaban tranquilas y las luces
apagadas, así que no podía distinguir nada en la completa oscuridad, incluso una vez
que abrí la puerta lo suficiente para ver hacia el interior. Todo estaba tan quieto y no
podía escucharlas roncando o respirando. Así que entré y fui hacia la cama para un
vistazo más de cerca.
Había un bulto en la cama, aunque no podía estar seguro de si era la manta o Lily.
Inclinándome más cerca, todavía no podía escuchar señales de respiración. Así que
gentilmente sentía alrededor, todavía esperando tocar un cuerpo cálido. Pero lo único
que encontré fue una pila de mantas frías.
Me congelé. Un estremecimiento corrió por mi columna mientras mi corazón saltó
hasta mi garganta. Apresurándome hacia la pared, contuve mi respiración mientras
tanteaba para buscar el interruptor. Un horrible temor me recorrió cuando también
encontré que el moisés estaba vacío.
—¡Lily! —grité.
Sintiéndome desesperado, abrí la puerta del baño y también tiré de las puertas
del armario. Por supuesto, tampoco se encontraba en el interior. Salí rápidamente de la
habitación y subí las escaleras, gritando con cada paso.
—¡Lily!
Sin respuesta.
La cocina y la sala de estar estaban vacías. Golpeé la puerta del baño de arriba.
—¡Lily!
Sin respuesta.
Mi corazón estaba latiendo tan rápido. Una enferma y abrumadora sensación vino
a mí y por un segundo, pensé que podría vomitar por todo el lugar. ¿Qué demonios?
Corrí hacia la puerta de la cabina que daba hacia la cubierta y la abrí rápidamente.
¡Gracias a Dios!
Cerré mis ojos y dejé salir una gran exhalación. Lily estaba de pie en la cubierta
trasera junto al barandal, pero no se giró cuando escuchó que la puerta se abría. Me
tomó algunos momentos tranquilizarme lo suficiente para salir. Todavía estaba oscuro,
pero pude ver sus brazos en posición de estar sujetando a la bebé como lo había estado
todas las veces que la había mirado durante las últimas semanas. Al menos estaba a
salvo.
No quería sobresaltarla, así que susurré:
—Lily.
Cuando no respondió o se dio la vuelta, di unos pasos hacia ella. Fue entonces
cuando la escuché llorando.
Mierda.
Puse mi mano sobre sus hombros.
—No llores, Lily. Estoy justo aquí.
Comenzó a sollozar más fuerte, así que la lleve a que se diera la vuelta así podría
sostenerla en mis brazos.
Pero cuando lo hizo...
...vi que la manta que estaba acunando en sus bazos estaba vacía.
Un estremecimiento me recorrió desde la punta de mi cabeza por mi columna
hasta la punta de los dedos de mis pies.
—Lily, ¿dónde está Leilani?
Comenzó a llorar más fuerte.
Mi voz se alzó.
—Lily, ¿dónde demonios está?
Corrí alrededor de la cubierta trasera y luego regresé con Lily. Tomando sus dos
brazos, la sacudí.
—¡¿Dónde demonios está ella, Lily?! ¡¿Dónde está?!
Lily se giró para mirar hacia el agua.
—Se fue.
Ireland
veces, golpeas y golpeas una pared de ladrillos hasta que estás
exhausta y todavía no hace ningún progreso en derribarla. Y otras
veces, sacas un ladrillo y toda la cosa empieza a desplomarse. Leilani
fue el ladrillo que había mantenido la pared de Grant en pie. Todo
parecía haber cambiado desde el amanecer esta mañana. No era nada que pudiera decir
desde fuera, sino que estaba en la manera en que Grant me mostraba.
Después de despertar, me había llevado a casa y me dijo que necesitaba hacer
unos recados. Pero me había pedido que empacara una bolsa para la noche y estuviera
lista cuando volviera en unas horas. Para mi sorpresa, me llevo a su apartamento en el
centro. El edificio era un elegante rascacielos mirando hacia la costa, con un portero y
un escritorio de seguridad.
El guarda uniformado asintió mientras entrábamos.
—Sus entregas llegaron y el equipo acaba de irse, señor Lexington.
—Gracias, Fred.
Esperé hasta que estuvimos en el ascensor para preguntar a Grant.
—¿Tienes un equipo?
Grant rio. Entrelazó sus dedos con los míos.
—Ya verás. —Deslizó una tarjeta en una ranura en el panel del ascensor y pulsó
un botón: AT.
—¿Ático? Bueno, ¿no eres elegante? Deberías haberme dicho que tu guarida era
tan agradable. Tal vez no habría sido tal dolor en el culo sobre venir aquí.
Grant alzó una ceja.
—¿Mi guarida?
—Pensé que sonaba más bonito que apartamento para follar.
El ascensor llegó al decimocuarto piso y se abrió directamente en un enorme
vestíbulo. Una enorme mesa redonda de mármol nos recibió cuando entramos. Miré
alrededor. El apartamento era enorme. A la derecha había una elegante y moderna
cocina de acero inoxidable, y justo delante, a unos pocos pasos, había una sala de estar
a nivel más bajo con una pared llena de ventanas del suelo al techo que miraba hacia el
agua. Fui directa al cristal para admirar la vista.
—Oh, Dios mío. Esto es hermoso. No sé por qué estaba imaginando algún lugar
oscuro y sórdido. Oh, espera… tal vez lo hago. Es debido a para lo que usabas este lugar.
Grant vino detrás de mí y deslizó sus brazos alrededor de mi cintura.
—Usaba es la palabra clave. Pasado.
Me volví en sus brazos y envolví los míos alrededor de su cuello.
—¿Estás diciendo que no usarás este hermoso apartamento para ninguna
actividad sexual más? Eso es un poco una vergüenza.
—En absoluto. Planeo usarlo para montones de sexo. Empezando contigo
inclinándote y presionando tus manos contra el cristal en solo un ratito. Pero el lugar
es ahora un mucho más exclusivo.
—Exclusivo, ¿eh? —me burlé—. ¿Polvos de una noche de alto rango?
Grant frotó su pulgar sobre mi labio y lo miró.
—Solo tú, hermosa.
La ternura en su voz hizo aletear mi corazón. Desde nuestra conversación de esta
mañana, mis emociones habían estado por todo el lugar, y empecé a sentirme un poco
ahogada. Grant lo vio en mi rostro y sonrió mientras rozaba mis labios con los suyos.
—Vamos. Déjame enseñarte todo.
Caminamos por un largo pasillo. Grant abrió cada puerta por la que pasamos y
señaló desde el umbral, pero no entró.
Oficina.
Habitación de invitados.
Baño.
Pero cuando llegamos a la última puerta a la izquierda, la abrió y me tomó de la
mano para guiarme dentro de lo que obviamente era el dormitorio principal. La
habitación tenía las mismas grandes ventanas de suelo a techo, una hermosa chimenea
a un lado, y una cama king-size en el centro. Como el resto del apartamento, la
decoración era bastante escueta, pero lo que había era hermoso y de alta calidad.
Grant caminó hacia la cama y se sentó, poniéndome en su regazo.
—El colchón es nuevo. Fue entregado hoy.
—¿Pasaba algo con el viejo?
Me miró a los ojos y sentí la calidez de su mirada esparcirse por mi pecho.
—Tenía siete años de cosas que no puedo retirar.
Y esos ladrillos siguen cayendo.
Acuné su mejilla.
—Eso fue muy considerado.
—Pensé que podíamos escoger algunas sábanas nuevas esta tarde antes de
bautizarlo.
Sonreí.
—Más te vale ser cuidadoso, señor Lexington. Comprar una nueva cama, llevarme
de compras… una chica podría acostumbrarse a toda esta dulzura.
Grant me miró de una manera que no había hecho antes. Algo era diferente. Y ese
algo hizo que mi corazón se acelerara. Había pospuesto tomar una decisión sobre el
largo plazo, esperando que algo sucediera naturalmente para hacerlo por mí. Y de
repente, me di cuenta de que lo había hecho: me había enamorado de él.
—Acostúmbrate, cariño. Es lo que mereces.
Cayendo… cayendo… cayendo tan profundo.
Era básicamente una pila de papilla por dentro, y mi mecanismo de
autoprotección me hizo necesitar no caer tan lejos para perderme a mí misma. Así que
cambié de tema y sonreí.
—Mientras estamos eligiendo sábanas, tal vez podamos escoger algunas cosas
decorativas también. El apartamento es hermoso, pero es un poco… estéril. Necesita un
poco de calidez.
—Lo que sea que quieras.
Lo besé una última vez y salimos del dormitorio. Sentirme emocional y sentarme
en una gran cama con este hombre era territorio peligroso en muchos frentes. Cuando
llegamos a la sala de estar, noté una etiqueta en el sofá.
—¿Es ese un sofá nuevo también?
Grant asintió.
—¿Necesitabas uno nuevo?
Negó despacio.
Oh. Oh. Mi nariz se arrugó ante la idea de Grant follando a alguna mujer en el sofá.
—¿Compraste también nuevas encimeras en la cocina y un nuevo escritorio? —
pregunté secamente.
Grant negó.
—No, listilla.
Tenía la sensación de que Grant no iba mucho de compras. Parecía completamente
incómodo en la tienda de cosas del hogar. Cada vez que le preguntaba si le gustaba algo,
se encogía de hombros y asentía.
—Claro, si te gusta.
Así que elegí el edredón más espantoso que jamás había visto. Lucía como si
alguien hubiera tomado el patrón floral más feo del mundo y lo hubiera puesto encima
de un estampado. No solo era llamativo y me mareaba un poco, sino que el material era
casi rasposo.
—¿Qué tal este?
Grant apenas lo miró.
—Claro, si te gusta.
Negué.
—Es la cosa más fea que jamás he visto.
Sus cejas se fruncieron.
—Entonces, ¿por qué lo eliges?
—No lo hago. Solo quería ver tu reacción. No estás siendo de mucha ayuda. No sé
qué te gusta.
Sonrió.
—Tú desnuda. Solo elige algo que te guste y sea suave en tu espalda. Y tus manos
y rodillas.
Mmmm… Eso sonaba bien. El deseo se disparó a través de mí. Grant notó el cambio
en mi rostro y se inclinó hacia delante para susurrarme al oído con un gruñido:
—Deprisa. O te arrastraré de este lugar y te follaré en un colchón desnudo pronto.
Oh, mi.
Intenté ignorar la creciente necesidad entre mis piernas y me moví a un exhibidor
hacia la parte de atrás de la tienda. Era simple, unas sábanas azules y blancas de rayas
de Náutica. Pasé mi mano por la tela, lujosa y suave.
—Siento que estas te van.
Era la primera vez que Grant me dio una respuesta real.
—Me gustan. Simples. Tal vez unos pocos de esos también. —Señaló a un
exhibidor de cojines que no había notado a mi izquierda. Eran de color azul marino con
parches de arpillera en el frente e irían perfectamente, continuando un poco el tema
náutico.
—Perfecto. Mírate. Eres un diseñador normal cuando quieres serlo.
Grant miró sobre su hombro y luego a izquierda y derecha. Pensé que estaba
buscando otros objetos que añadir a lo que habíamos escogido. Pero rápidamente me
di cuenta de que estaba viendo si la costa estaba despejada. Antes de que pudiera
discutir, me levantó y me arrojó sobre la cama. Aterricé sobre mi espalda en medio de
la exposición de Náutica. Una malvada sonrisa se extendió por su rostro mientras
asentía.
—Se ve bien junto. Comprémoslo y salgamos como el infierno de aquí.
Probablemente estaba tan lista para irme como él, pero también disfrutaba joder
con él. Me levanté sobre mis codos en la cama.
—Pero dijiste que podías elegir algunas decoraciones. Pensé que podríamos mirar
la tienda de arte a unas cuantas cuadras y luego ir a esa gran tienda de lámparas en
Fairway Blvd. Puedo pasar horas en ese lugar.
El rostro de Grant cayó.
No pude contener la sonrisa apoderándose de mi puchero. Lo notó y entrecerró
los ojos.
—Estás jodiendo conmigo.
Sonreí.
—Pensé que era justo ya que planeas joderme.
Grant me levantó de la cama, sosteniéndome en sus brazos. Movió mi peso a un
brazo y agarró el conjunto de sábanas de rayas de la estantería. Fue hacia el exhibidor
de cojines y se inclinó hacia delante.
—Toma algunos.
Me reí, pero agarré dos que me gustaban. Caminó por el pasillo hacia la caja
registradora al otro lado de la tienda.
—Mmmm… ¿vas a cargarme hasta la fila?
—Sí. Evita que te pares a ver mierda y nos lleva a probar las nuevas sábanas más
rápido.
Solté una risita. Unas pocas personas miraron al hombre guapo cargando a una
mujer y sus compras, pero o Grant no lo notó o no le importó una mierda.
—Te das cuenta de que pareces un cavernícola.
—Así me haces sentir, cariño. No te preocupes. Te compensaré por mi
comportamiento impropio de un caballero cuando lleguemos a casa.
A casa. Me compensará cuando lleguemos a casa. Me gustaba el sonido de eso por
un montón de razones.
Ireland
a semana siguiente fue éxtasis absoluto. Grant y yo nos refugiamos en su
condominio por un día y medio —invirtiendo el sábado bautizando cada
superficie que pudimos. Luego el lunes en la mañana tuvo que ir a una
reunión fuera de la ciudad, y un ramo de flores fue entregado a la oficina.
Ocupó la mitad de mi escritorio. El martes se reunió con el contratista de plomería en
mi casa para que pudiera trabajar hasta tarde. El miércoles almorzamos en su oficina y
trancó la puerta para un rapidito. El jueves y viernes, dormimos en mi casa.
El sábado en la mañana, fue a la oficina mientras esperaba en mi apartamento a
que Mia llegara. Había regresado de su luna de miel a principios de la semana y
oficialmente se había mudado al lugar de Christian, pero todavía tenía un montón de
cajas en nuestro departamento. Los íbamos a llevar a Goodwill hoy luego de almorzar.
Prácticamente salí corriendo hacia ella cuando entró. Era probablemente el
tiempo más largo que había pasado sin verla desde que éramos niñas.
—¡Cariño, estoy en casa! —gritó.
Nos abrazamos por mucho tiempo, y cuando me alejé, sacudí la cabeza.
—Mírate. Estas tan bronceada y relajada. Y luces tan… casada. —Sonreí.
—Te extrañé. Kauai fue asombroso. Habrías amado el viaje en helicóptero.
Christian perdió su almuerzo en una bolsa para vomitar durante el paseo.
Me reí.
—Estoy segura que eso habría estado bien con tu nuevo esposo. Voy a llevar dos
maletas y a Ireland conmigo.
—Necesitamos regresar, unas vacaciones de pareja. Tal Maui la próxima vez.
—Eso suena genial. La semana pasada le pregunté a Grant cuándo fue la última
vez que tomó vacaciones, y dijo que hace ocho años.
—¿En serio? ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Es un trabajólico6, y no tenía a nadie en su vida para forzar el asunto, supongo.
Mia fue al refrigerador, sacó el jugo de naranja, y miró el envase.
—¿Pulpa? ¿Esto es mío desde hace semanas y expiró? ¿No te gusta la pulpa?
—A Grant le gusta la pulpa.
Sonrió.
—Entiendo que ustedes dos han estado pasando un montón de tiempo juntos
mientras estuve afuera, si estas abasteciendo el refrigerador para él.
Me senté en la mesa de la cocina.
—Si. Lo hemos estado haciendo. Es bastante genial, de hecho.
—La última vez que los vi juntos a los dos, en la merienda le día después de mi
boda, no estaba segura si regresaría a una pareja feliz, con él no queriendo tener hijos
y todo.
Mia tomó dos copas del gabinete y las llenó con jugo antes de ir hacia donde
manteníamos el licor y agarrar una botella de vodka. Llenó un tragó en cada copa y
metió su dedo en ellas para para mezclarlas antes de deslizar uno a través de la mesa
hacia mí.
—Puedes soportar la pulpa por mí.
No prefería la pulpa, pero la bebería si era la única opción disponible. Aunque esa
no era la cuestión. Deslicé la copa de regreso a ella.
—Bebe los dos. Conduciré.
—Ninguna de las dos conducirá. Christian me dejó de camino al gimnasio. Va a
regresar cuando termine y cargará las cajas a su auto. —Sonrió—. Me dijo que
disfrutara mi día contigo, y él se encargaría de las donaciones e iría a comprar comida.
Sacudí mi cabeza.
—No tengo idea cómo engañaste a ese buen hombre para que se casara contigo.
Pero lo has hecho bien, señora.
Como ninguna de las dos tenía que conducir, ¿por qué no disfrutar? Levanté la
copa de jugo de naranja y la sostuve para chocarla con la de mi amiga.
—Por los buenos chicos para variar.
Mia se bebió la mitad de la copa y limpió su boca con el dorso de su mano.
—Entonces dame todos los detalles. ¿Cómo fueron las cosas luego de la merienda?
¿Presumo que lo convenciste de que tener hijos no es el fin del mundo?
Fruncí el ceño.

6
Workaholic: Hace referencia a una persona adicta al trabajo.
—De hecho, no lo hice. No ha cambiado de opinión. No estoy segura que alguna
vez lo vaya a hacer. Y, honestamente, tiene razones para no querer hijos que entiendo…
bueno, la mayoría.
—¿Entonces qué sucede si ustedes dos lo toman en serio? ¿Solo renuncias a tu
sueño de tener una familia?
Sacudí mi cabeza.
—No lo sé. No estoy lista para tomar la decisión de dejar de verlo. Pero tampoco
estoy lista para tomar la decisión de no tener una familia. Así que decidí posponer la
decisión, esperando que algo suceda de manera orgánica.
Los labios de Mia se presionaron en una línea recta.
—Solo veo tres cosas que pueden ocurrir de manera orgánica. —Levantó su mano
y las enumeró, primero con su índice—. Uno, se separan y no hay decisión qué tomar.
—Añadió su dedo medio—. Dos, cambia de parecer. —Levantó su dedo anular—. Tres,
aceptas no tener hijos.
Sacudió su cabeza. —Acabas de decir que no crees que alguna vez vaya a cambiar
de parecer. Así que eso deja separarse o que aceptes una vida muy diferente de la que
quieres. No creo que confiar en separarse sea una manera sana de estar en una relación,
y la última opción es una concesión absurdamente grande. ¿Estás segura que querrías
esa vida?
Mis hombros se desplomaron. Mia estaba cien por ciento en lo correcto, pero la
evasión era la única forma de permanecer feliz, y había pasado un largo tiempo desde
que quise a alguien en mi vida tan desesperadamente.
Suspiré.
—Sé que enterrar mi cabeza en la arena probablemente solo va a empeorar las
cosas en el futuro. Pero… estoy loca por él, Mia. No quiero renunciar a él.
Mia me miró fijamente por un largo tiempo y luego se puso abruptamente de pie.
—Primero de enero.
—¿Qué con eso?
—Ese es el día que tomarás la decisión. Te da unos cuantos meses para disfrutar
al hombre y pensar. Pero el primero de enero, nos sentaremos en esta mesa y no nos
levantaremos hasta que hayas tomado una decisión con la que puedas vivir.
Forcé una sonrisa.
—Ese es un buen plan. —Sin embargo, en mi corazón, sabía que era estúpido. Las
probabilidades eran que cuatro meses más solo me harían enamorarme más fuerte de
Grant Lexington, especialmente del lado de él que me había estado mostrando las
últimas semanas. Pero mi cabeza era malditamente buena convenciendo a mi corazón
de que tenía el control. Así que fui con el plan.
—Vamos. No más charla sobre este tema —le dije a Mia —. Vamos a terminar de
ordenar tus cosas para que tu maridito pueda entregar las donaciones. Quiero donar
unas cosas de mi armario, también.
—De acuerdo. ¿Qué dices si tenemos una cita doble esta noche? ¿Cenar en el nuevo
lugar italiano al final de la calle?
—Le escribiré a Grant. Está trabajando hoy, pero planeaba venir más tarde. Estoy
segura que querrá hacerlo.
Me levanté para empezar, y Mia se estiró para apretar mi brazo.
—Una cosa más y luego no se habla más del tema, lo prometo.
—Está bien…
—Tómalo con calma. Sé que te preocupas por él, pero ve despacio. No entregues
tu corazón tan plenamente que no serás capaz de recuperarlo.
Asentí. Excepto que estaba bastante segura que ya lo había hecho.

No me había reído tan fuerte en un largo tiempo. Mia nos mantuvo a todos
entretenidos con historias sobre las extrañas cosas que sucedieron en su spa.
—Otra mujer vino y preguntó si su esposo podría ver su depilación brasileña.
Aparte del hecho de que las habitaciones de tratamiento son pequeñas, generalmente
no le permitimos a las personas observar mientras hacemos procedimientos con las
piernas abiertas de alguien sobre una mesa mientras están desnudas. Entonces
pregunté si quería observar porque estaba interesado en que lo depiláramos y ofrecí
hacer una tira de muestra sobre su espalda o pierna. La mujer, con una cara
completamente seria, dijo que quería observar porque era un masoquista, y lo excitaba
verla adolorida. Ah… no gracias. Creo que pasaré de ayudar a que tu esposo llegue al
orgasmo hoy.
Grant definitivamente era el más asombrado del grupo. No solo no estaba
acostumbrado al humor negro de Mia, si no que no tenía idea para que eran la mitad de
los servicios que ella ofrecía
—La maravilla de tener mi propio spa es que ahora nunca tengo que ver un
trasero que luce como una selva tropical apoyado sobre una mesa de depilación de
nuevo. —Mia miró a Grant con una expresión seria y dijo—: ¿Depilas tus bolas o las
rasuras?
Lucía como un ciervo encandilado por los faros, lo que era entretenido como el
infierno ya que raramente lucía desconcertado. En realidad empezó a responderle, y
tuve que sacarlo de apuros.
—Está bromeando contigo. —Mia y yo nos reímos tan fuerte que lágrimas
brotaron por mi rostro.
El camarero vino a ofrecer más vino, y todos excepto Mia declinamos porque el
resto de nosotros conducíamos. Grant había quedado atascado en la oficina hasta tarde
y se encontró conmigo en el restaurante, así que teníamos dos autos. Una pequeña copa
de vino al principio de una cena de dos horas era mi límite.
—Entonces… —Mia recogió su copa y la llevó a sus labios. Miró hacia Grant—.
¿Qué pensarías sobre ir a Maui por una semana en Navidad y Año Nuevo? Los cuatro.
Quiero decir, no tú y yo —soy una mujer casada ahora.
Grant se rio en voz baja y me miró. Alcanzó mi mano bajo la mesa y la apretó.
—¿Qué dices? ¿Una semana en Hawai?
Mi corazón se aceleró. Hacer planes a largo plazo calentó mi corazón. El señor
sabía que darle a la mayoría de mis exnovios un ticket de la tintorería para recogerlo
dos días después los habría espantado.
Sonreí.
—Eso me encantaría.
Luego de que nos levantamos de la mesa, los cuatro nos quedamos hablando al
frente por otra media hora. Escuché a Christian invitar a Grant a un juego de béisbol, y
Mia me guiñó con una sonrisa inmensa. Nunca llegamos a hacer cosas juntas como
parejas, y se sintió tan bien pasar tiempo con ellos juntos.
Cuando empezó a lloviznar, era finalmente hora de irse. Abracé a Mia y a Christian
en despedida, y Grant me acompañó al auto.
—Es tarde. ¿Quieres dejar tu auto aquí, y podemos conducir de regreso mañana
para recogerlo?
—No, estoy bien. De hecho, voy a detenerme de regreso a mi apartamento para
recoger algo de trabajo que necesito hacer en la mañana. Iba a traerlo, pero lo olvidé en
la mesa de la cocina. Así que solo te veré en el barco.
—¿Quieres tomar vino? Estoy fuera, pero puedo detenerme y conseguir en el
camino.
Me elevé sobre mis zapatos y planté un suave beso en sus labios.
—Eso suena genial. Te veré dentro de poco.
—Ten cuidado conduciendo. Se está nublando, y la llovizna pondrá la carretera
resbaladiza.
—Mi tía te amaría. Durante todos los años que viví con ella, no pasó ni una noche
sin que me advirtiera que condujera con cuidado o me dijera el tiempo.
Grant abrió la puerta de mi auto y se agarró a la parte superior antes de cerrarla.
—Ve, sabelotodo. No quiero que te quedes atrapada en una densa niebla. A veces rueda
rápido por el puerto.
Después de que paré en casa y volví a la carretera, se estaba poniendo bastante
nebuloso. Me burlé de Grant por advertirme que tuviera cuidado, pero cada vez era más
difícil de ver. Los caminos que conducen al puerto eran sinuosos, y puse las luces altas
para ver mejor hacia adelante. Pero después de unos segundos, los faros de un auto que
venía en dirección contraria parpadearon, así que volví a encender las luces bajas.
Después de que el auto pasó, encendí las luces altas de nuevo, pero de nuevo un auto se
acercaba, así que tuve que bajarlas de nuevo. Agarré el volante un poco más fuerte
durante los momentos en que las luces bajas estaban encendidas y me relajé cuando
pude cambiar de nuevo. La cuarta vez que un auto pasó, me sentí aliviada de poder
volver a mis luces. Pero cuando lo hice, me encontré con dos grandes ojos.
¡Mierda!
Un enorme ciervo con cuernos gigantes se paró en el medio del maldito camino.
Parecía haber salido de la nada. De repente, allí estaba, a sólo cien pies delante de mí.
Nos miramos fijamente, congelados por el shock, hasta que por suerte tiré del volante
a la derecha.
Todo después de eso vino en cámara lenta.
Echaba de menos al ciervo.
Pero la niebla de la carretera hizo que el asfalto se deslizara, y empecé a girar. Tiré
del volante en la otra dirección para intentar contrarrestar el movimiento, pero no
sirvió de nada.
Mi auto se salió de la carretera y se metió en la tierra.
Empujé todo mi peso sobre los frenos, y el auto se deslizó de lado por la carretera.
Al no haber más luces en la dirección en que iba, me confundí en cuanto a si seguía
al lado de la carretera o había vuelto a la acera.
Aguanté la respiración mientras el coche disminuía la velocidad.
Los faros de la otra dirección iluminaban la calle.
Afortunadamente, ya no estaba en la carretera.
Pero había un árbol más adelante.
Me preparé.
Y todo se volvió inquietantemente tranquilo.
Hasta el impacto…
Grant
o era de los que se preocupaban.
O una persona nerviosa en general. Pero revisé mi reloj por
décima vez en una hora de pie en la cubierta trasera de Leilani,
vigilando la rampa del muelle por si había alguna señal de Ireland. En
realidad, la niebla se había asentado tan espesa que ya no podía ver la rampa de entrada
al muelle ni el estacionamiento. Había llamado al móvil de Ireland hacía quince minutos
y dejado un mensaje. Pero no quería distraerla enviando un mensaje. Cuando pasó otra
media hora sin que hubiera rastro de ella, empecé a caminar y volví a llamar. Sólo para
que me saltara el buzón de voz por segunda vez.
—Hola. Soy yo. —Miré mi reloj y me quedé sin aliento—. Te dejé a las nueve, y
ahora son las diez y media. No mencionaste hacer otras paradas excepto en casa.
Deberías haber estado aquí hace casi una hora. Llámame y dime que estás bien.
Presioné colgar y salté al travesaño trasero, decidiendo ir a esperar en el
estacionamiento.
El camino por el muelle hasta la rampa estaba inquietantemente tranquilo. No
había ni una sola persona alrededor y, con la niebla tan baja, la sensación de ansiedad
en mis entrañas se convirtió en algo más ominoso.
¿Dónde diablos está?
Podría haberse quedado dormida. Pero no sonaba como si planeara pasar algún
tiempo en casa. Había dicho que iba a tomar un montón de trabajo de la mesa. Supongo
que podría haber parado en una tienda, pero no había muchas abiertas a las once en
punto. Finalmente, cedí y le envié un mensaje de texto.
Esperé a que el Enviado cambiara a Entregado, pero nunca lo hizo. Inquieto, volví
corriendo al barco, escribí una nota rápida para que me llamara si llegaba antes de que
volviera, y saqué mis llaves del mostrador.
Al salir a la carretera, recorrí el camino que ella habría tomado desde su casa hasta
la mía. No estaba seguro de lo que buscaba, pero realmente esperaba no encontrarlo.
Las carreteras se encontraban bastante vacías para un sábado por la noche; al parecer
toda la gente inteligente se quedó en casa. Cuanto más luchaba por ver el pavimento,
más me asustaba. Pero no tener noticias era una buena noticia. En el mejor de los casos,
se sentó a quitarse los zapatos en casa y se quedó dormida.
Sí. Eso es lo que probablemente pasó.
Cuando me fui más lejos sin señales de su auto, empecé a sentirme un poco
aliviado.
Hasta que doblé una esquina y vi un montón de luces parpadeando adelante.
Mi corazón se aceleró. Pisé el acelerador, a pesar de que no podía ver a más de
diez metros de distancia. Definitivamente algo pasaba ahí arriba. Incluso a través de la
niebla, podía ver que había más de una docena de luces que parpadeaban a diferentes
alturas, como cuando tanto la policía como los bomberos responden a un accidente.
—No es ella.
—Definitivamente no es ella. —Empecé a hablar conmigo mismo. Sé razonable.
—Probablemente esté atascada detrás de todo eso.
—Algún imbécil iba a toda velocidad en la niebla y cruzó la línea amarilla.
—Maldición... hay muchos vehículos de rescate.
Al acercarme al desfile de luces, disminuí la velocidad cuando vi los reflectores y
lo que parecía ser una varita de seguridad que se agitaba adelante. Un policía se
encontraba de pie en la carretera con un impermeable, así que me detuve a hablar con
él. Un camión de bomberos bloqueaba una mejor vista de lo que pasaba.
Se inclinó para hablar mientras yo bajaba la ventanilla.
—Accidente más adelante. La carretera estará cerrada durante una o dos horas
hasta que podamos limpiar las cosas y traer un remolque.
—Mi novia debía estar en mi casa hace una hora, y no contesta a su teléfono.
¿Sabes qué tipo de autos estuvieron involucrados? ¿Hay alguien herido?
El oficial frunció el ceño.
—Sólo un auto. La conductora acaba de ser llevada en ambulancia al hospital del
condado. Era una mujer. ¿Cómo se llama tu novia?
—Ireland Saint James.
El oficial se puso de pie y se llevó un walkie talkie a la boca.
—Soy Connors. ¿Tienes el nombre de la mujer que acaban de meter en el autobús?
Mi corazón palpitaba, esperando la respuesta.
Finalmente, una ráfaga de estática llegó y luego una voz.
—La víctima fue la señora de las noticias, Ireland Richardson.
Me sentí enfermo.
—¿Está bien?
El policía se inclinó e iluminó con su luz mi auto. Probablemente estuviera
mirando a un fantasma, porque sentí que todo mi color se desvanecía. Sus ojos se
abrieron de par en par sobre mi cara y volvió a fruncir el ceño.
—Se supone que no se debe dar ninguna información sobre las víctimas. Pero no
quiero que te metas en un accidente a 160 km por hora con esta niebla. Estaba golpeada,
pero hablando. —Asintió—. No pensaría en nada peor que unos puntos de sutura y tal
vez un hueso roto o dos.
Respiré profundamente.
—Gracias. ¿Puedo dar la vuelta aquí?
El oficial golpeó con los nudillos en el capó de mi auto.
—Claro. Ten cuidado al conducir. La niebla es peligrosa.

—Señor, le dije hace cinco minutos que lo dejaría volver tan pronto como los
médicos terminen de examinarla.
—Un tipo entró y salió.
La enfermera del mostrador de registro sacudió la cabeza.
—Trabaja aquí. Por favor, tome asiento, y lo llamaré tan pronto como pueda
volver.
Lo que sea.
Me senté y apoyé la cabeza en las manos con los codos sobre las rodillas. ¿A quién
llamaban por Ireland en una emergencia? Su padre está en prisión, su madre se fue hace
tiempo, y su única tía se mudó a Florida. ¿Y si necesita cirugía? ¿Quién tomaría esa
decisión? Debí haber conseguido el número de móvil de Mia para emergencias. Tal vez
ella fuera su contacto designado.
Duré unos tres minutos sentado antes de ir a comprobar otra vez. Me aseguré de
estar en la línea de visión de la enfermera para que no se olvidara de mí. Cuando nos
miramos, suspiró exageradamente y sacudió la cabeza antes de apartar la vista. No me
importaba una mierda si la cabreaba. Sólo me importaba que no se olvidara de que
estaba aquí.
Una media hora después de que entré, otra enfermera abrió la puerta.
—Familia de Ireland Saint James.
Caminé hacia la puerta y la mujer me miró.
—¿Eres un miembro de la familia?
Ni siquiera tuve que pensar en mentir.
—Sí.
—Y tú eres su...
Pensé que le preguntarían su estado civil cuando llegó, y no quise contradecirla.
—Hermano. Soy su hermano.
La enfermera asintió y abrió la puerta de par en par para que yo entrara por atrás.
—Por aquí. Está en la cama cuatro. Los médicos acaban de examinarla.
La seguí hasta un rincón de la gran habitación abierta, y la enfermera abrió la
cortina cerrada.
—Sra. Saint James, su hermano está aquí para verla.
La cara de Ireland estuvo confusa durante medio segundo, y luego sonrió y asintió.
Tenía una venda a un lado de la cabeza y se veía pálida. Pero estaba de una pieza.
Me acerqué a su lado, tomé su mano y me incliné para besarle la frente.
—Jesucristo. Me has dado un gran susto. ¿Qué pasó? ¿Te duele algo? ¿Estás bien?"
La enfermera cerró la cortina detrás de ella.
—Sí. Estoy bien. —Señaló el vendaje en su cabeza—. Sólo puntos superficiales en
la cabeza por donde golpeé algo, supongo. —Levantó su brazo izquierdo e hizo un gesto
de dolor—. Creen que me he roto el cúbito. Estoy esperando que lleguen los rayos X
ahora.
—¿Qué demonios han estado haciendo todo este tiempo si ni siquiera te han
hecho radiografías todavía?
Ireland sonrió.
—Una enfermera volvió hace poco y me dijo que tenía una visita muy ansiosa
esperando. Veo que debe haber sido un placer tenerte en la sala de espera. Hicieron
algunos análisis de laboratorio y me examinaron. Pero estoy bien, de verdad.
Me pasé una mano por el cabello.
—¿Estás segura? El County no es el mejor hospital. Puedo llevarte al Memorial.
—Estoy bien. Hasta ahora han estado muy bien.
—¿Qué ha pasado?
Sacudió la cabeza.
—Estaba conduciendo y la niebla dificultaba la visión, así que cambié de luces
altas a bajas y, la última vez que encendí las luces, encontré un ciervo casi delante de mi
auto. Pisé los frenos, pero el suelo estaba mojado y resbaladizo, y perdí el control.
¿Recuerdas en la clase de educación vial cuando te dijeron que giraras en sentido
contrario al que querías ir?
—Sí.
—Bueno, no hice eso. Sólo reaccioné y ni siquiera lo recordé hasta que llegué aquí.
Le aparté el cabello de la cara.
—Actuaste por instinto. Es normal.
Ireland suspiró.
—Creo que mi auto está destrozado.
—¿A quién le importa el auto? —Empecé a palpar su cuerpo—. ¿Algo más está
lastimado?
Se rio.
—No, Dr. Lexington. Estoy muy bien.
Unos minutos después, la enfermera volvió a entrar. Me miró.
—¿Puedo pedirle que vuelva a la sala de espera unos minutos?
—¿La llevas a rayos X?
La enfermera sacudió la cabeza.
—Todavía no. El doctor va a volver y hacer otro examen y le gustaría hablar con
su hermana.
Mis ojos se entrecerraron.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
La enfermera frunció el ceño y miró a Ireland.
—No pasa nada. Nuestra política es que los visitantes esperen en la sala de espera
durante un examen.
Ireland sonrió.
—Estaré bien, Grant. —Miró a la enfermera—. ¿Puede volver a entrar después de
que el médico haya terminado?
La enfermera asintió.
—Claro.
Me incliné y besé la frente de Ireland.
—Volveré pronto.
Luego, a regañadientes, volví a la sala de espera.
Sentado, me incliné en la silla y me froté la cara con las manos. ¿Por qué no insistí
en que no condujera desde el maldito restaurante? Todo esto era culpa mía. No sé qué
habría hecho si algo le hubiera pasado. Mi interior se retorció al pensar en eso. Ireland
no sabía lo que significaba para mí. Demonios, no estoy seguro de haberlo sabido yo
mismo antes de esta noche. Pero ahora que estaba bien, me iba a asegurar de
mostrárselo de ahora en adelante. Sabía muy bien que a veces la vida cambia en un abrir
y cerrar de ojos.
Ireland
l Dr. Rupert, el médico de la sala de emergencias que me estaba
atendiendo, se parecía a Penn del dúo de magos Penn y Teller. Al menos
creía que era Penn; nunca podría recordar cuál era cuál. En cualquier
caso, el Dr. Rupert tenía un extraño parecido con el más bajo y mayor.
Como estaba bastante segura de que tenía más de setenta años, pensé que no le
insultaría que lo mencionara.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que te pareces a alguien famoso?
Él sonrió, metió la mano en la manga de su bata y sacó un ramo de flores de
plástico. —¿Responde esto a tu pregunta?
Me reí. —Supongo que sí.
Metió las flores de cabeza en el bolsillo de su bata. —No hay relación, pero los
pacientes están decepcionados cuando les digo eso. Así que creo que al menos es un
premio de consolación realizar un truco.
El Dr. Rupert tomó el gráfico que colgaba del pie de mi cama y hojeó algunas
páginas. Cuando comenzó a hablar, se abrió la cortina cerrada y entró otro médico, que
cerró la cortina detrás de él.
—Justo a tiempo. Este es el Dr. Torres. Es un especialista en ortopedia.
—Hola —dije.
—Normalmente no llamamos al ortopedista para una consulta hasta después de
las radiografías, pero quería que la examinara ahora, para que podamos darle todas sus
opciones.
—Bueno…
El Dr. Rupert acercó una silla y se sentó a mi lado. Tenía una vieja escuela sobre él
que los médicos ya no tenían mucho. Extendiéndose, me tocó el brazo.
—La razón por la que queríamos hacer una consulta de ortopedia antes de la
radiografía es porque encontramos algo en su análisis de sangre.
Me senté en la cama. Oh Dios. Lo primero que me vino a la mente fue el cáncer. Se
debe haber elevado el recuento de células sanguíneas y ahora no quieren irradiarme
innecesariamente. Mi corazón comenzó a palpitar. —¿Qué? ¿Qué tiene de malo mi
análisis de sangre?
El Dr. Rupert me apretó la mano y sonrió. —Nada. Está embarazada, señorita Saint
James.
Parpadeé un par de veces. —¿Qué?
El asintió. —Tenía la sensación de que la noticia podría ser una sorpresa para ti.
Noté en la hoja de admisión que dijiste que tu último período fue hace un mes y
respondiste que no a la pregunta ¿Hay alguna posibilidad de que estés embarazada?
—No lo puedo estar. ¿Está seguro?
El asintió. —Un análisis de sangre puede detectar hCG tan pronto como seis u ocho
días después de la ovulación. Las pruebas de orina generalmente pueden tomar un poco
más de tiempo.
El pánico comenzó. —No puedo estarlo. Tiene que estar equivocado.
La sonrisa del Dr. Rupert cayó. —¿Estás diciendo que no es físicamente posible de
que estés embarazada? Hay casos raros de falsos positivos en el análisis de sangre,
como cuando se toma ciertos medicamentos para las convulsiones. —Sus cejas se
juntaron—. ¿Estás tomando algún medicamento? No vi ninguno en la lista.
Sacudí mi cabeza rápidamente.
—¿Entonces es físicamente posible que estés embarazada? ¿Significa que has
estado con un hombre en el último mes?
Me llevé la mano a la garganta, que de repente se sintió más apretada. —Si. Pero
usamos protección. Y estoy tomando la píldora.
—¿Te perdiste alguna de tus pastillas?
—No. Definitivamente no. Y las tomo a la misma hora todos los días.
—¿Estabas tomando antibióticos o te enfermaste en algún momento?
Sacudí mi cabeza.
El Dr. Rupert suspiró. —Bueno, solo tiene una efectividad del 99.7 por ciento,
incluso en las mejores circunstancias.
—¡Pero también usamos condón!
—Bueno, eso obviamente reduce aún más las probabilidades de que ocurra un
embarazo. A veces solo hay nadadores tercos. —El Dr. Rupert me palmeó el brazo—.
¿Quieres que te demos un minuto antes de hablar sobre las radiografías?
Quería que retrocediera y comenzara de nuevo diciendo que no estaba
embarazada. Cómo podía ser Grant iba a ... Dios mío. Ni siquiera podía comenzar a
imaginar lo que Grant diría. Sin darme cuenta, debo haber comenzado a hiperventilar.
—¿Señorita Saint James? Respire lentamente. Respire hondo y profundo. —El Dr.
Rupert se volvió hacia el ortopedista que había olvidado que estaba incluso en la
habitación—. Jordan, tráenos una bolsa de papel, ¿quieres?
Un minuto después entró la enfermera y me pidió que respirara en una bolsa de
papel mientras tres personas se paraban alrededor. Me sostuvo la muñeca y me tomó
el pulso hasta que estuvo feliz con los resultados. —Puedes parar ahora. Solo sigue
respirando hondo y profundo.
Me froté la frente. —Dios, estoy tan avergonzada. Nunca he tenido que hacer eso
antes.
La enfermera sonrió. —Tengo tres hijos menores de cuatro años. Si mi cabeza no
está en una bolsa de papel marrón una vez a la semana, me escondo en el armario para
tomar una copa de vino.
Después de calmarme un poco más, la enfermera se fue y el Dr. Rupert me
preguntó si el ortopedista podía mirarme el brazo. Cada vez que me movía, me dolía.
Pero, de repente, estaba demasiado entumecida para sentir el dolor.
Cuando terminó de evaluar, habló con el Dr. Rupert y conmigo. —Recomiendo
tomar una radiografía. Es muy probable que su cúbito esté fracturado. Ya se empiezan
a formar hematomas en la muñeca, por lo que debemos ver si los huesos están alineados
o podrían necesitar reparación quirúrgica o una reducción.
Escuché cada palabra que dijo, pero ninguna de ellas pareció asimilarse.
Continuaron dándome los pros y los contras de hacerse radiografías durante el
embarazo, y luego el Dr. Rupert me miró en busca de una respuesta.
—Lo siento. —Sacudí mi cabeza—. ¿Dijo que es seguro?
—Cubriremos su abdomen con un delantal de plomo y tomaremos la cantidad
mínima como precaución. Sus órganos reproductivos no estarán expuestos a la
radiación. En casos como el suyo, donde el riesgo de daño a su feto es muy pequeño, y
el beneficio de la radiografía de diagnóstico supera ese riesgo, sí, lo recomiendo. —Él
sonrió con cautela—. Si es necesario restablecer su cúbito y no se hace, podría perder
movilidad en ese brazo. Lo que no queremos.
Solté una ráfaga de aire gigante y asentí. —Bueno.
—Voy a admitirte esta noche, solo como precaución para la observación. ¿Le
gustaría que la enfermera llame a alguien por usted?
Pensé en llamar a Mia, pero era muy tarde, y necesitaba dejar que todo se hundiera
en mí antes de poder decir las palabras en voz alta. —No, está bien. Gracias.
El Dr. Rupert se fue con el médico ortopédico, prometiendo regresar tan pronto
como llegaran los resultados de la radiografía. Me alegré de haber estado unos minutos
sola antes de que la enfermera regresara.
—¿Quieres que traiga a tu hermano de vuelta? El mostrador de registro dijo que
ha preguntado por ti dos veces y que está caminando. —Ella sonrió—. Tienes un
hermano mayor protector.
Cerré mis ojos. La idea de ver a Grant ahora me puso literalmente enferma. Pero
si no se le permitía volver aquí para visitarme, sin duda haría una conmoción y
sospecharía que algo andaba mal. No había forma de que quisiera tener una
conversación con él esta noche en la sala de emergencias.
Asentí a la enfermera. —¿Podrías traerlo de vuelta en cinco minutos? Solo
necesito un poco más de tiempo sola.
—Seguro. Por supuesto. Vamos a hacer que sean diez.
No mucho después, Grant abrió la cortina con preocupación grabada en su rostro.
—¿Está todo bien? Eso llevó casi una hora.
Me aclaré la garganta, pero me costó mirarlo a los ojos. —Sí, todo está bien.
—¿Te fuiste a tomar radiografías?
—No aún no.
Se puso las manos en las caderas. —Deja que te lleve al Memorial. Tengo un viejo
amigo en el personal allí.
—No, está bien. Dijeron que no sería mucho más tiempo.
Era imposible ocultar mi monstruo interior. Me las arreglé para contarle a Grant
sobre la evaluación del médico ortopédico de alineado frente a no alineado sin
mencionar la razón por la que fue llamado antes de las radiografías. También le dije que
estaba siendo admitida para observación. Pero después de eso, estuve muy callada.
—¿Estás segura de que estás bien? ¿Algo más te duele?
Su preocupación me hizo sentir aún peor por mentir. —Estoy bien. Solo cansada.
Diez minutos después, entró la enfermera. Antes de que pudiera decir una
palabra, Grant se levantó. —¿Puedes examinarla de nuevo? De repente, ella no parece
ser ella misma. Me gustaría que un médico la revisara nuevamente.
La enfermera me miró y, de repente, entré en pánico, podría decir algo sobre mi
embarazo. No les había dicho específicamente que no lo hicieran, aunque obviamente
había leyes de privacidad. Al verme pálida y con los ojos muy abiertos, la enfermera se
dio cuenta.
—Umm... no creo que sea necesario. Esto es perfectamente normal. Hay un
aumento de adrenalina y luego una caída repentina después de un trauma. Me
preocuparía si la Sra. Saint James no se mareara.
Grant asintió, pareciendo aceptar la explicación. Gracias a Dios.
—Voy a llevarla a rayos X ahora. Probablemente estaremos un rato. Como está
siendo admitida, puede irse a casa y le llevaré un teléfono a su hermana después de que
se decida el tratamiento para su brazo.
Me volví hacia Grant. Una mirada a su rostro, y supe que no había posibilidad de
que se fuera. Él cruzó los brazos sobre el pecho. —Me quedo aquí.
La enfermera me miró y asentí. —Está bien si se queda.
Ella desapareció un momento y regresó con una silla de ruedas. Ella y Grant se
pararon a mis lados para asegurarse de que pudiera levantarme, a pesar de que había
dicho que estaba bien.
—Volveremos en un rato —le dijo a Grant—. Póngase cómodo.
La enfermera se detuvo en la estación de enfermería y bajó la voz para hablar con
otra enfermera. —Estoy esperando que radiografía llame para decir que están listos
para la Sra. Saint James. ¿Puedes llamarme cuando lo hagan?
Una vez que las puertas dobles de la sala de emergencias se cerraron detrás de
nosotros, y estábamos fuera del alcance del oído de Grant, ella habló mientras empujaba
mi silla.
—Sentí que tal vez necesitabas unos minutos sin tu hermano cerca. Sé que lo que
escuchaste fue un shock, así que pensé que querrías hablar sobre eso. A veces es más
fácil hablar con un extraño que con un miembro de la familia. Pero si no lo haces,
también está bien. Voy a darte un paseo gratis por los pasillos hasta que me llamen y
me digan que los de rayos X pueden llevarte.
Suspiré. —Gracias.
Según lo prometido, ella estaba callada y me dejó decidir si quería hablar. Después
de unos minutos, lo hice.
—Él no es mi hermano. Dijo eso porque estaba preocupado de que no lo dejaran
entrar ya que él no es un miembro de la familia. Él es mi novio.
Miré hacia arriba y sobre mi hombro, y la enfermera sonrió y asintió. —Bueno,
ahora estoy muy contenta de no haber preguntado si tu hermano era soltero para mi
hermana. Él es muy apuesto.
Me reí y mis hombros se relajaron por primera vez en una hora.
Doblamos a la izquierda por un nuevo pasillo que estaba vacío. —Supongo que el
embarazo también va a ser un shock para él.
—No quiere niños.
—Bueno, si te hace sentir mejor, mi esposo quería uno o dos. No estaba contento
cuando le dije que estaba embarazada por tercera vez. Pero le recordé que era yo quien
tenía que cargar una bola de boliche de cuatro kilos mientras sentía que mi útero se iba
a caer, y yo era la que se enfermaría durante meses y me levantaría con el pequeño.
monstruo después del parto. Los hombres a veces olvidan que también intervienen en
el embarazo. Juegas, pagas.
Sabía que eso era cierto. Claramente no me quedé embarazada sola. Pero... esto
era diferente. Grant tenía cicatrices emocionales. Su razonamiento no era exactamente
el mismo que el de un hombre que no quería que se alimentara otra boca o que cambiara
el pañal.
—Tiene muy buenas razones para no querer una familia. Él... —Negué con la
cabeza. No era mi lugar compartir los detalles de la vida personal de Grant—. Él... tiene
razones.
—Olvidemos a tu novio por un minuto. ¿Cómo te sentirías ahora si el hombre a tu
lado quisiera una familia? ¿Te sentirías diferente?
Ni siquiera tuve que pensar en eso. —Si. Definitivamente lo haría. No me
malinterpretes, todavía estaría en estado de shock. Pero quiero una familia algún día.
No pensé que eso sería dentro de nueve meses. Pero si el hombre que amo quisiera
tener hijos, creo que estaría de acuerdo.
Pasamos por otra estación de enfermería, y la enfermera que me empujaba saludó
a algunas personas. Ella esperó hasta que hubiéramos pasado antes de reanudar
nuestra conversación. —Así que tu única preocupación real aquí es cómo tu novio va a
tomar las noticias.
He pensado en ello. —Si. Creo que sí.
—¿Lo amas?
Respiré hondo y exhalé. Probablemente debería haber tardado más en responder
esa pregunta, pero el amor no era algo que necesitara ser analizado. O lo haces o no lo
haces. Asentí. —Lo hago.
—¿Él te ama?
Pensé en la preocupación en su rostro en la sala de emergencias. Parecía
realmente aterrorizado de que pudiera estar herida. La forma en que me había mirado
últimamente también había cambiado. Lo encontraría mirándome con una sonrisa
cuando no creía que estaba prestando atención, y la otra mañana me desperté con él
mirándome dormir. —Ninguno de nosotros ha dicho las palabras, pero creo que lo hace.
—Obviamente, según la ley tienes opciones. Pero parece que quieres una familia
y amas al padre del bebé. Sé que estoy simplificando demasiado las cosas, pero me
parece que solo hay una opción en este asunto, y es la de tu novio: si quiere o no estar
contigo y tu bebé más de lo que quiere estar solo.

Miré por la ventana desde mi incómoda cama de hospital, viendo salir el sol.
Apenas había dormido anoche. La radiografía mostró que tenía una fractura limpia, lo
que significaba que no había que restablecer los huesos ni la cirugía, así que vinieron a
enyesarme el brazo poco después de la medianoche. Grant se había quedado a mi lado
hasta que prácticamente lo empujé por la puerta. Si se hubiera salido con la suya, habría
dormido en la silla y se habría quedado toda la noche. Pero con tanto que pensar, no
pude calmar mi mente lo suficiente como para quedarme dormida incluso después de
que él se fue. Dormí de vez en cuando.
Mia era madrugadora, así que pensé en llamarla. Pero no me pareció correcto
contarle sobre el embarazo antes de contarle a Grant, a pesar de que ella era mi mejor
amiga.
Grant llamó a la puerta de la habitación de mi hospital a las siete de la mañana.
Llevaba dos tazas de café y estaba vestido de manera informal.
Puso el café en la bandeja portátil de comida y se inclinó para besar mi frente. —
Buenos días. ¿Cómo está mi chica?
Mi corazón se apretó y tuve que forzar una sonrisa. —Bien. Cansada.
—¿Dormiste?
—No mucho.
—Eso es comprensible. Entre el accidente y estar en este lugar... luego el yeso.
Dormirás cuando te llevemos a casa.
—La enfermera del día vino hace un momento y dijo que probablemente pasarían
unas horas antes de que mi alta estuviera lista.
Grant tomó uno de los cafés, abrió la lengüeta para abrirlo y me lo entregó.
Sin pensarlo, lo llevé a mis labios y casi bebí. Pero cafeína. No debería tener eso.
Volviendo a colocar el café en la bandeja, dije—: Creo que voy a omitir el café esta
mañana. No quiero que la cafeína me mantenga despierta más tarde.
Excelente. Ahora soy una mentirosa y una retenedora de información.
—Buena idea. Recogí algunas cubiertas de plástico para yeso en la farmacia de
abajo. El Doc dijo que no deberías mojarte, y pensé que querrías ducharte cuando
llegues a casa. Tal vez un buen baño caliente.
—Gracias. Eso suena bien. —Aunque... Dios mío. ¿Podría incluso bañarme?
Sinceramente, no sabía nada sobre embarazos o bebés. Y la idea de hacer esto solo me
hizo sentir que podría estallar en urticaria. Me rasqué la cara.
—Hablé con mi hermana en el viaje hacia aquí y mencioné lo que sucedió. Dijo que
no hay problema para cubrirte por el tiempo que necesites.
Forcé una sonrisa. —Eso es dulce. Pero definitivamente volveré a trabajar
mañana. Es solo un hueso roto y un pequeño corte. —Y un embarazo.
Grant frunció el ceño. —Deberías tomarlo con calma. Recibiste un golpe bastante
fuerte. Vas a estar adolorida, si aún no lo estás. Necesitan darte relajantes musculares o
algo para el dolor.
Otra cosa más que no puedo hacer. Así que simplemente asentí.
Durante las siguientes horas, Grant se sentó a mi lado. Definitivamente estaba más
callada que de costumbre, y él me preguntó en más de una ocasión si tenía algún dolor
y si todo estaba bien. Le expliqué mi ausencia mental como agotamiento, que al menos
no era completamente una mentira.
Después de que me dieron de alta, me hicieron sentarme en una silla de ruedas
mientras Grant estacionaba el auto en la entrada para recogerme. Salió y me ayudó a
subir al auto, aunque le dije que estaba bien. Me dio la sensación de que nada de lo que
podía decir iba a convencerlo de que dejara de molestarme.
Bueno, había una cosa que probablemente lo haría correr lejos.
Nos dirigimos a mi departamento, me di una ducha y fui a acostarme. Grant cerró
las persianas y apagó todas las luces para que estuviera prácticamente oscuro en mi
habitación. Se quitó la ropa interior y se envolvió alrededor de mi cuerpo, acunándome
por detrás.
La habitación estaba muy tranquila, y pensé que el momento íntimo podría ser el
momento perfecto para contarle, pero realmente estaba exhausta. Era una
conversación para la que sabía que necesitaba energía. Así que lo rechacé, una vez más,
prometiéndole decirle cuando me despertara más tarde.
Mientras estaba perdida en mis pensamientos, aparentemente Grant también lo
estaba. Me besó el hombro y me susurró—: No sé qué habría hecho si te hubiera pasado
algo. Me di cuenta anoche, ya no puedo imaginar mi vida sin ti.
Por alguna razón, eso me puso muy triste. Mis ojos se llenaron de lágrimas y
comenzaron a derramarse. Pero no podía explicarle nada mientras lloraba, así que lloré
en silencio y dejé que pensara que me había quedado dormida.
Grant
staba en la cocina cocinando cuando se levantó.
Ireland se había quedado dormida con el cabello húmedo, y se
había secado liso sobre la parte que había quedado presionada bajo parte
de su rostro y la otra mitad rizado y salvaje. Era un desastre, aun así para
mí nunca se había visto más hermosa. Estaba muy aliviado que estuviese bien.
Bajé el fuego de la cocina y me sequé las manos en el trapo.
—Esa fue una buena siesta.
Se acercó y miró lo que estaba cocinando.
—¿Qué estás preparando? Huele delicioso.
Alcé la tapa de la sartén.
—Piccata de pollo.
—También se ve delicioso. Ni siquiera me di cuenta que tenía los ingredientes
para prepararlo.
Me reí.
—No los tenías. Me escapé mientras estabas roncando y compré el pollo, aceite de
oliva y algunas especias. Las únicas especias que pude encontrar en tus armarios fueron
canela y pimienta roja.
—Sí. Mia era la cocinera de la casa. Eran todas suyas. Quería dejarlas aquí, pero
las metí en una caja cuando no estaba prestando atención. Imaginé que aquí se pondrían
malas.
La tomé entre mis brazos y la acerqué a mi pecho.
—¿Cómo te sientes?
—Todavía cansada. Pero mejor. ¿Cuánto tiempo dormí?
Miré mi reloj.
—Unas seis horas. Son casi las cuatro y media.
—Oh. Caray.
—¿Tienes hambre?
—Sí. En realidad, sí.
Sonreí.
—Bien. Terminaré y podremos tomar una cena temprana.
Ireland fue a lavarse y volvió mirando alrededor de la habitación.
—¿Viste mi teléfono? Creo que se rompió durante el accidente. Intenté usarlo en
la sala de emergencia y no encendía, pero estoy esperando que tal vez vuelva a la vida
cuando lo cargue.
Con el tenedor señalé una bolsa sobre la encimera.
—Te lo quité del bolso mientras estabas durmiendo y te conseguí uno nuevo. Está
en la caja de ahí. Dijeron que descargaron todo del viejo, pero puede que quieras
comprobarlo porque el tipo de ventas de Best Buy parecía tener unos quince años y
toda la transferencia de datos le llevó unos cinco minutos.
—Oh, no tenías que hacerlo.
—Quería.
Ireland estuvo callada durante toda la cena. Parecía un poco extraña, pero nunca
había estado en un accidente serio y me imaginaba que probablemente era normal estar
un poco conmocionado. Después de comer, llamó a Mia para contarle qué sucedió y
pude escucharla asustarse en el teléfono.
Después, Ireland todavía estaba callada.
—¿Segura que te estás sintiendo bien? —pregunté.
Apartó la mirada y asintió.
—¿Quieres ver una película?
Sonreí.
—¿Disney? Claro.
Ireland forzó una sonrisa.
—No esta noche. —Se sentó en el sofá y comenzó a hojear Netflix, luego Hulu y
finalmente HBO a la carta. Suspirando, me entregó el control remoto—. Elige algo.
Después del porno, prefería las películas de acción. Pero no creía que autos
chocando y cosas estallando fuese lo mejor que poner ahora mismo.
—¿Te gusta Will Smith?
—Sí.
—Cuando hay duda, Will Smith. —Dirigí el mando a la televisión y volví a Netflix.
Después de buscar por el nombre del actor, dije:
—Elige una.
Se encogió de hombros.
—Cualquiera.
No quería seguir molestándola, pero realmente parecía extraña, casi depresiva.
En búsqueda de la felicidad fue la primera película de la lista, así que elegí esa, aunque
ya la había visto. Puse los pies de Ireland sobre mi regazo y la guie para que se tumbase,
así podía darle un masaje de pies.
La película iba sobre un padre vagabundo que termina sin hogar con su hijo
mientras acepta un trabajo no remunerado en un intento de hacer algo de sí mismo y
mejorar su futuro. Era un drama, basado en una historia real y algunas partes eran
tristes. Pero en cierto punto, miré y encontré lágrimas derramándose por el rostro de
Ireland. No había hecho un sonido. Tomé el control remoto y detuve la película.
—Eh. —La levanté del sofá y la acuné en mis brazos—. ¿Qué está sucediendo?
¿Estás bien?
Asintió, pero siguió mirándose el regazo.
Le di un poco de tiempo, pero nunca hizo contacto visual o comenzó a hablar, así
que puse dos dedos bajo su barbilla y alcé su rostro para que me mirase. Lo que vi me
causó dolor en el pecho. Sus ojos estaban llenos de dolor, su rostro completamente
arrugado.
—Háblame, ¿Qué está sucediendo? ¿Tienes dolor? ¿Estás teniendo recuerdos del
accidente?
Comenzó a llorar incluso más.
—Yo… no quiero perderte.
Le aparté el cabello del rostro y deslicé las manos para acunar sus mejillas.
—¿Perderme? No vas a perderme. ¿Por qué pensarías eso?
Ireland alzó los brazos y cubrió mis manos en sus mejillas con las suyas.
—Grant… yo…
—¿Qué?
Negó y cerró los ojos.
—Estoy… embarazada, Grant.
Un minuto estoy en su apartamento, observándola dormir y pensando que
debería decirle que la amo cuando se despierte, y al siguiente estoy fuera de la puerta
como el maldito cobarde que soy.
No grité o me quejé. Tal vez estaba conmocionado… no lo sé. Pero tampoco pude
consolarla o decirle que todo iba a estar bien. Porque no lo estaba. No estaba bien para
nada.
Esperé hasta que Ireland se calmó y le dije que necesitaba irme. Quería saber
dónde iba, pero no tenía ni idea. Lo cierto era que solo necesitaba estar en cualquier
lugar excepto allí.
Hice un gesto al camarero sosteniendo mi vaso vacío en alto y sacudiendo el hielo
al que no le había dado tiempo de derretirse.
—¿Otro ya?
Saqué la cartera y quité trescientos dólares.
—Cien deberían cubrir todas mis bebidas. Los otros dos para ti si mi vaso nunca
está vacío.
El camarero, al que había comenzado a llamar Joe —aun así, no estaba seguro si
me había dicho que era su nombre o lo había inventado en mi cabeza—, llenó mi vaso.
—Lo tienes.
Me senté en el bar y bebí tres vodkas con tónica más. Nunca había sido un gran
bebedor, así que cuatro me tenían empezando a ver doble —que era exactamente el
estado que estaba buscando. El sombrío bar en el que me había guarecido a unos pocos
bloques de la casa de Ireland se había vaciado, excepto por un tipo viejo sentado al otro
extremo del bar. El camarero vino y me quitó el vaso, que todavía tenía un cuarto de su
contenido. Tiró el hielo y sirvió uno nuevo. Dejándolo frente a mí, apoyó un codo sobre
la barra.
—Por ese tipo de propina también doy un oído para escuchar la historia sobre
cualquier bajón que te trajo aquí hoy.
Alcé el nuevo vaso lleno y un poco salpicó la barra.
—Tal vez solo soy un alcohólico.
Joe sonrió.
—Nah. Tu tolerancia es una mierda.
—Tal vez solo estoy arruinado.
—Nah. Los tipos arruinados no llevan un fajo de cientos de dólares y parece que
tú lo tienes.
—¿Y qué parezco exactamente?
Joe se encogió de hombros.
—¿Quieres la verdad?
—Claro.
Miró por encima de la barra y me evaluó.
—Pantalón limpio, bonitos zapatos, polo de marca y un fajo de dinero. Pareces un
imbécil rico que probablemente creció con una cuchara de plata en la mano.
Estallé en risas que no era del tipo divertido. Cuchara de plata. Eso fue
exactamente lo que Ireland había dicho en ese primer correo electrónico que lo
comenzó todo.
Tomé más de mi bebida.
—Tal vez ambos tengan razón.
El camarero frunció el ceño. Aunque no le importó lo suficiente para preguntar de
qué demonios estaba hablando.
—Así que, nada de arruinado, ni un alcohólico, eso deja lo obvio, la razón por la
que la mitad de los tipos vienen aquí a emborracharse. Problemas en casa. ¿Tengo
razón?
Mascullé:
—Algo así.
—El problema con los problemas es que comienzan disfrazados de diversión.
Nunca lo había escuchado decir de ese modo, pero había mucha verdad en ese
comentario.
—Eres un hombre inteligente, Joe.
El camarero sonrió:
—Me llamo Ben. Pero por doscientos dólares puedes llamarme Shirley. No me
importa una mierda. Me divorcié dos veces y mi consejo probablemente no vale una
mierda. Pero ahí va de todos modos, si te hace sonreír antes de que tomes un café por
la mañana y no tienes que tomar unas cuantas copas para ponerte de humor cuando
está alrededor, es alguien a quien mantener. Consigue algunas flores de una tienda
veinticuatro horas al final de la calle, ve a casa y discúlpate. No importa quién tenga
razón o no.
Si fuese así de simple.
—Tienes razón Joe.
El camarero se enderezó.
—¿Así que vuelves a casa?
—No. Tu consejo no vale una mierda.
Grant
ónde demonios estoy?
Alcé la cabeza y se sintió como si parte de mi piel de la
mejilla se quedase en el grueso plástico sobre el que había
estado durmiendo. Me levante sobre un codo y miré alrededor,
estaba en alguna especie de sala de espera y parecía industrial.
Pero no tenía ni idea de dónde estaba o cómo demonios había llegado aquí.
—Están en el Patton State Hospital —indicó una profunda voz.
Patton. ¿Qué demonios estaba haciendo cerca de este maldito lugar? Seguí la
dirección del sonido y encontré a un hombre bien vestido sentado a unas sillas. Cerró
lo que parecía un gráfico en el que había estado trabajando y cruzó las manos sobre el
regazo.
—Soy el doctor Booth.
El nombre activó una alarma, pero me llevó un instante averiguar por qué debido
al retumbar de mi cabeza. Me senté y por primera vez me di cuenta que había estado
tumbado sobre unas sillas plegables con asientos cubiertos de plástico.
Me llevé la mano a un lado de la cabeza una vez me enderecé.
—¿Me herí?
—No que yo sepa, más de lo que supongo puede ser un poco de envenenamiento
por consumo excesivo de alcohol.
Joder. La cabeza me está matando. ¿Y qué demonios estaba haciendo en Patton?
—¿Sabe cómo llegué aquí?
—El guardia se lo preguntó cuando llegó aquí. Respondió que en Uber.
Iba a asentir, pero alzar y bajar la cabeza dolía demasiado. Busqué en mi mente,
intentando recordar los eventos de anoche. Recordaba estar en el bar y recordaba a
algún tipo ayudándome a meterme en el auto después de bloquear la puerta. ¿Joe? Tal
vez su nombre era Joe. Sí, eso era. Era el camarero y había salido con él a la hora del
cierre. Maldición… eso significa que estuve bebiendo hasta las cuatro de la madrugada.
No me extrañaba que no recordase una mierda.
—¿Nos conocimos antes? —pregunté al doctor Booth.
Sonrió.
—No. Esta es la primera vez que nos conocemos. Vino sobre las cinco y media de
la mañana y pidió ver a una de mis pacientes. Todas las visitas requieren la aprobación
del siquiatra interno. Los guardas sabían que estaba borracho y lo rechazaron. Pero me
llamaron y me hicieron saber lo que había pasado y les pedí que le dejasen dormir la
borrachera en la sala de espera, al menos hasta que la hora de visitas comenzase al
mediodía. El hospital permite visitas las veinticuatro horas del día, pero el pabellón
correccional sigue el protocolo de prisión estatal cuando se refiere a dejar entrar a la
gente.
—¿Qué hora es?
Miró su reloj.
—Las diez y cuarto.
Me pasé una mano por el cabello. Aunque tocar los mechones dolía.
—¿Entiendo que es el médico de Lily?
Asintió.
—Lo soy. Lily intentó que viniese a verla durante los primeros cuatro años de su
admisión aquí. Nunca contestó a ninguno de mis mensajes o sus cartas. Así que tenía
curiosidad sobre qué le hizo venir aquí hoy. Pero para cuando llegué aquí estaba
durmiendo.
—¿Ha estado ahí sentado durante cuatro horas esperando que me despertase?
Sonrió.
—No. Cuando vi su condición hice mis rondas de la mañana y le indiqué al guardia
que me avisase si se despertaba. Volví después de terminar para trabajar en algunos de
mis gráficos. —Señaló con los ojos una pila de gruesas carpetas marrones en la silla
junto a él.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? ¿Por qué le pedí a los guardias que le dejasen dormir o por qué
estoy aquí trabajando en mis gráficos?
Sacudí la cabeza.
—Todo ello.
—Bueno, como dije, tenía curiosidad sobre usted. Y Lily todavía es mi paciente.
Ha hecho un gran progreso a lo largo de los años, pero a menudo aprendo cosas sobre
los familiares que me ayudan en el tratamiento. La primera vez que fue admitida firmó
una liberación para que toda su información médica pudiese ser discutida con usted.
Cada año repasamos sus permisos en el archivo. Han pasado siete años y todavía no ha
revocado el permiso para que discuta su salud con usted. Así que soy legalmente libre
de discutir su caso. Aunque también puede serme de ayuda entender por qué estaba
aquí para verla hoy.
—¿Cuándo fue admitida? No fue admitida en el hospital, Doc. Fue sentenciada,
veinticinco malditos años. Y la gente que la mantiene aquí le hace las cosas fáciles.
Merece estar encerrada en una celda como todos los demás asesinos.
—Ya veo. ¿No vino aquí a hablar con ella?
Me aclaré la garganta. Tenía la garganta muy seca.
—No, no tengo deseo de verla o ayudarla. No sé qué demonios estaba pensando
anoche, o esta mañana, cuando apareciese. Pero fue un error.
El doctor Booth examinó mi rostro.
—Entiendo. Pero tal vez usted y yo todavía podríamos hablar. —Se levantó—.
¿Quiere tomar un café? Deje que al menos le dé algo de cafeína y Tylenol. Parece
que pude tomar ambos.
La idea de levantarme me dio nauseas, mucho menos subir a un taxi y hacer el
vieja de hora y media de vuelta. Me froté la nuca.
—Sí. Bien. Podría tomar un poco de café antes de salir de aquí. Solo, por favor.
El médico desapareció y volvió unos minutos después con dos tazas y un pequeño
paquete de Tylenol.
—Gracias.
Tomó asiento frente a mí y permaneció callado, observándome.
—Normalmente no hago esto. No he bebido así desde la universidad.
El doctor Booth asintió.
—¿Sucedió algo que lo provocase? Beber y aparecer aquí, quiero decir.
—Nada que tenga que ver con Lily. —O todo lo que tiene que ver con mi exesposa.
—Podemos hablar sobre lo que quiera. No tiene que ser de Lily.
Tosí.
—No, pero estoy seguro que sicoanalizaría cualquier cosa que diga para
relacionarlo con ella. ¿No es lo que hacen los loqueros? ¿Encontrar una causa para todo
lo que pasa, así hay alguien o algo a quien culpar más que su paciente? Un hombre
asesina a otro mientras le roba, su padre abusó de él, así que la culpa es del padre. No
del crack que fumó una hora antes porque es un adicto. Una mujer mata a su propio
hijo, no debería culpársela porque estaba deprimida. Todos estamos deprimidos en
algún punto de nuestras vidas, Doc.
El médico bebió de su café.
—No estaba planeando sicoanalizarlo. Imaginé que si estaba aquí, podría
necesitar alguien con quien hablar. No soy su médico, pero soy un hombre, y es otro
hombre que parece necesitar ayuda. Eso es todo.
Bueno, ahora me siento como una mierda. Me pasé una mano por el cabello.
—Lo siento.
—Está bien. Confíe en mí, no me ofendo con facilidad. Gajes del oficio. La mayoría
de la gente que aparece en mi puerta no está aquí porque quiera estar. Tampoco el
juzgado o su familia los obligó. No es extraño que me digan que me joda porque soy un
imbécil los primeros quince minutos de sesión.
Sonreí.
—Normalmente soy bueno conteniéndome durante la primera media hora de una
reunión.
El doctor Booth me devolvió la sonrisa.
—¿Puedo hacerle una pregunta personal?
Me encogí de hombros.
—Adelante. No significa que tenga que responder.
Negó.
—No, no lo es. ¿Está casado?
—No.
—¿En una relación?
Pensé en Ireland. Lo estaba. ¿O lo estoy? No tengo ni idea.
—He estado viendo a alguien, sí.
—¿Y es feliz?
Otra pregunta capciosa que no podía responder fácilmente.
—Es duro ser feliz cuando has perdido un hijo. Pero, sí… Ireland me hace feliz. —
Sacudí la cabeza—. Por primera vez en unos malditos siete años.
Doc estuvo callado por un largo tiempo de nuevo.
—¿Es posible que viniese aquí hoy porque quería perdón así puede seguir
adelante?
Sentí que las venas de mi cuello pulsaban de furia.
—Lily no merece perdón.
El doctor Booth me miró a los ojos.
—No me estaba refiriendo a Lily. El perdón es algo que tiene que encontrar por sí
mismo. Nadie puede dárselo. Sí, creo que su exesposa sufre de desorden bipolar que
hizo que su comportamiento fuese maníaco, y eso junto la severa depresión postparto
la hizo hacer algo impensable; pero no tiene que estar de acuerdo conmigo para
encontrar el perdón. El perdón no excusa el comportamiento de Lily. El perdón permite
que ese comportamiento no destruya más su corazón.
Saboreé lágrimas en el fondo de mi garganta. Había llorado suficiente los pasados
siete años. No iba a sentarme en el mismo edificio donde respiraba mi exesposa y
derramar más lágrimas. Me aclaré la garganta, esperando tragar mis emociones.
—Sé que lo dice por bien, Doc. Y lo aprecio. De verdad… Pero Lily no merece
perdón. —Negué—. Realmente debería irme. Gracias por el café y el Tylenol.
Me levanté y le tendí la mano al doctor Booth. Me la estrechó, mirándome de
nuevo a los ojos.
—No creo que quiera perdonar a Lily, creo que quiere perdonarse a sí mismo. No
hizo nada malo, Grant. Dese ese perdón y siga adelante. A veces la gente no se permite
perdonar porque tienen miedo de olvidar, perdonar y olvidar. Pero nunca olvidará a
Leilani. Solo necesita darse cuenta que hay espacio en su corazón para más que una
persona de nuevo.
—Dígale que deje de escribir cartas, Doc.
Ireland
abían pasado casi dos semanas, y aun así se sentía como un año.
Entre mi construcción y trabajo, había tenido suficiente para
mantenerme ocupada. Pero cada vez que pasaba la salida que llevaba al
muelle donde vivía Grant se sentía como arrancar una tirita de una
herida fresca.
Era casi sábado por la tarde y Mia y yo íbamos a encontrarnos para comer en
nuestro restaurante griego favorito. Me había encontrado con tráfico, así que llegué
unos minutos tarde y ella ya estaba sentada en la mesa.
—Hola. —Me deslicé en la cabina frente a ella.
Arrugó el rostro cuando me vio.
—¿Vienes del gimnasio?
—No. ¿Por qué?
Mia frunció el ceño.
—Sin ofender, pero te ves hecha una mierda.
Suspiré.
—No me apetecía peinarme. ¿Creía que el moño deshecho todavía estaba de
moda?
—Lo está. Pero el tuyo parece más un nido de ratas. Y tu camiseta tiene una
mancha gigante, y o tienes los ojos morados o no te quitaste el maquillaje de ayer.
Bajé la mirada a mi camiseta. Bien, había una macha redonda gigante. La froté.
—Anoche tomé un tarro de Ben & Jerry’s para cenar. Se me escapó de la boca
algunas veces.
Mia arqueó una ceja.
—¿Así que dormiste con esa camiseta?
—Cállate. Te he visto llevar la misma ropa durante días cuando estás enferma.
—Eso es porque estoy enferma. ¿Lo estás tú?
—No.
Hizo otro gesto de desaprobación.
—¿Entiendo que todavía no has sabido nada de Grant?
Hundí los hombros.
—No.
Mia negó.
—No puedo creer que resultase ser tan pedazo de mierda.
—No es un pedazo de mierda. Solo… realmente no quería hijos.
—¿Te tomaste todas tus píldoras?
—Sí.
—¿Grant se puso un condón cada vez que tuvieron sexo?
—Sí.
—Entonces obviamente hay veces que no podemos controlarlo. La vida no es
infalible.
—Lo sé. Pero tiene una buena razón para estar molesto. —Unos días después que
Grant se hubiese ido, le había contado todo a Mia, desde mi embarazo a la razón por la
que había averiguado que no quería hijos.
—Por supuesto que la tiene. Experimentó un trauma impensable. Lo entiendo. Así
que merecía un poco de tiempo para estar sorprendido y molesto, pero han pasado ya
casi dos semanas. ¿Qué va a hacer? ¿Fingir que no tiene un hijo y todo esto no existe?
Me había estado preguntando lo mismo últimamente. Los primeros días no llamó
ni se acercó, entendía por qué estaba molesto. ¿Pero en qué momento planeaba lidiar
con toda la realidad o la situación? Había estado muy segura que volvería--- incluso si
no quería estar conmigo o quería estar involucrado en la vida del bebé. Pensé que al
menos lo aceptaría y hablaríamos. Pero los pasados días había comenzado a perder la
última pizca de confianza en él. De ahí las cenas de helado.
—¿Podemos solo… no hablar hoy de él? Necesito un día libre de lidiar con todo.
Comamos y vayamos a ver una película como planeamos y comamos palomitas con
mantequilla y Snowcaps hasta que nos mareemos.
Mia asintió.
—Por supuesto. Claro. ¿Pero puedo decir una cosa más? Y realmente no es sobre
Grant.
Sonreí. Tan de Mia.
—Claro.
Su rostro se iluminó mientras curvaba los labios.
—Dejé de tomar la píldora.
Abrí los ojos de par en par.
—¿De verdad? pensé que tú y Christian querían esperar un año o dos antes de
tener hijos.
—Así era. Pero las cosas cambian. He estado pensando en ello desde el día que me
dijiste que estabas embarazada. Entonces, hace unos días, Christian entró al baño
mientras me estaba cepillando los dientes. Ya sabes mi rutina por las mañanas, dientes
luego la píldora. Las miró en mi mano y dijo No puedo esperar a verte embarazada. La
idea de ti con una gran barriga me excita como nunca creerías .
»Así que me giré y contesté Podría dejar de tomarlas ahora . Supongo que
esperaba que se echase atrás. Una cosa es decir que quieres ver a tu esposa embarazada
y otra querer que eso sea el mes que viene. Pero me quitó las pastillas de la mano y las
lanzó a la basura. Luego tuvimos uno rapidito en la encimera del baño.
Me reí.
—Bueno, sería increíble tener hijos de la misma edad. Pero, ¿estás preparada para
eso?
Tomó una aceituna del plato en medio de la mesa y se la metió en la boca.
—No creo que nadie esté preparado para tener hijos. Pero sí… realmente no
quiero esperar.
Tomé las manos de Mia.
—Te quiero, mi loca amiga.
—Sé que quieres dejar de hablar de esto. Así que prometo que es lo último que
diré hoy… —Me apretó la mano—. Estaré ahí para ti a cada paso del camino.
Sosteniéndote el cabello en tus nauseas matutinas y las tienes, engordando contigo,
incluso si no estoy embarazada, y a tu lado en la sala de partos si quieres tenerme allí.
No hay nada que harás sola.
Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas y me abaniqué el rostro con la mano.
—Gracias. Y ahora sigamos adelante. Me niego a llorar más.
—Lo tienes. —Tomó el menú y señaló al camarero dirigiéndose en nuestra
dirección—. ¿Crees que es un plátano lo que está llevando?
Me giré para ver qué llevaba el camarero en las manos justo cuando llegó a la
mesa, aunque no tenía idea de qué demonios estaba hablando. Lo único que tenía era
un pequeño bloc de notas y un lápiz. Pedí primero y esperé a que Mia ordenase. Pero
tomando mi menú para entregárselo, me encontré frente a frente con su entrepierna y
me di cuenta que no había estado hablando de algo en sus manos. Era en su pantalón.
Amplié los ojos y tuve que volver a alzar el menú sobre mi rostro para esconder
mi sonrisa. En serio, el hombre tenía una erección o tenía que estar apretado me reí y
tuve que forzarlo en una tos, así no me reía frente al camarero mientras le devolvía el
menú.
—¿Está bien? —preguntó él.
Tomé el agua de la mesa y me la llevé a los labios.
—Bien. Solo tragué por el conducto equivocado.
Después que se fuese, ambas nos reímos durante unos cinco minutos. Era la
primera vez en casi dos semanas que me había reído de verdad y me hizo sentir como,
si tal vez, solo tal vez, pudiese pasar por esto por mi cuenta s tuviese que hacerlo.

Los azulejos del baño resultaron hermosos. Había terminado de barrer después
que el contratista se fuese y permanecí admirándolo. El mármol envejecido que el tipo
de Home Depot me había recomendado daba el aspecto rústico que realmente iba bien
con la sensación de casa del lago que estaba buscando.
Desafortunadamente pensar en ese contratista me recordó a Grant, había estado
celoso del tipo de la construcción que solo estaba siendo amable en esa tienda. ¿Cómo
pasa uno de estar celoso y desaparecer de la vida de alguien en el espacio de unas pocas
semanas? Y no me hagan comenzar con el tonteo que había sucedido en esta habitación
cuando se había pasado el día ayudándome.
Todo me recordaba a Grant; mi apartamento, trabajo, incluso la construcción en
mi casa. Inconscientemente bajé la mano y me cubrí la barriga. Dándome cuenta de lo
que había hecho, suspiré. Estaba en todas partes, incluso dentro de mí. ¿Cómo demonios
se suponía que escapase de ello?
Me dolía la cabeza de tanto pensar, y me dolía el corazón en el pecho. Había
decidido que si no sabía nada de Grant para mañana por la mañana, lo que haría dos
semanas completas, iba a ir a verlo a su oficina. Si no íbamos a ser una pareja eso era
una cosa, pero necesitaba saber si planeaba formar parte de la vida del su hijo.
Miré alrededor del baño una última vez y apagué la luz. Vacié el polvo en la bolsa
de basura de la cocina y dejé la escoba contra la puerta. Los últimos rayos de sol del día
atravesaban las ventanas de la sala de estar adyacente y pensé que podía caminar hasta
el lago para ver la puesta de sol; otra cosa que me recordaba a Grant, aunque me negaba
a dejar que me quitase la belleza de la puesta de sol.
Mi terreno estaba a unos tres bloques del lago, pero había un camino directo
pavimentado. Una de las parcelas cercana en la orilla del lago no había sido vendida
aún, así que me senté en la hierba al borde del lago en esa propiedad y observé mientras
el cielo se volvía de tonos naranja.
Cerré los ojos, tomé unas cuantas respiraciones profundas y me rodeé las rodillas
con los brazos. Escuché un tintineo detrás de mí, pero estaba tan perdida en mis
pensamientos que no registré ese sonido hasta que casi fui derribada por un perro. Un
adorable cachorro de Golden retriever comenzó a lamerme el rostro. Me hizo sonreír y
reír.
—No eres lindo. ¿de dónde viniste?
Unos segundos después, llegó la respuesta:
—¡Abajo, chico!
Me congelé, escuchando la profunda voz de Grant detrás de mí.
No pude obligarme a darme la vuelta hasta que sentí la vibración de pasos junto a
mí en el suelo.
—¿Grant?
Solo viendo su rostro hacía que el corazón me latiese de forma salvaje. Alcé la
mano para taparlo y sentí los latidos debajo.
—Lo siento —dijo—. No quería asustarte.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a hablar contigo. Vi tu auto en la casa, pero necesitaba un minuto para
aclararme la mente. —Señaló tras él—. Así que estacioné ahí. No quería interrumpirte.
Cuando abrí la puerta del auto, saltó sobre mí y huyó como un bandido corriendo en
esta dirección.
—¿Él? ¿Quieres decir que el perro vino contigo?
Asintió.
—Sí. Es mío.
El perro vio algunos pájaros a unos metros y corrió a perseguirlos.
—Será mejor que le ponga la correa.
Grant lo siguió, logrando enganchar el collar del perro cuando saltó sobre él.
Observé, sintiéndome muy confusa. ¿Tenía un cachorro? ¿Cuándo sucedió eso?
Volvió con el perro en una larga correa, y por primera vez, estudié cómo se veía.
Mi reacción probablemente fue similar a la de Mia cuando me echó un vistazo el otro
día. Grant se veía terrible, o tan terrible como posiblemente podía, lo que en ese
momento realmente me enojó, porque su forma terrible todavía era mucho mejor que
el mejor aspecto de muchos hombres. Tenía ojeras, tenía el cabello despeinado, la ropa
era un desastre arrugado y su piel tenía un tono cetrino.
Mi primer instinto fue preguntar si estaba bien, pero entonces recordé lo mal que
yo había estado el último par de semanas y cuánto le había importado. Así que me giré
y enfrenté el lago.
—¿Qué quieres? —dije.
Estuvo callado, pero lo sentí de pie detrás de mí.
—¿Te… te importa si me siento?
Tomé una brizna de hierba frente a mí y la lance.
—Lo que sea.
Grant se sentó junto a mí. Su perro comenzó a cavar un hoyo a unos metros y
ambos lo miramos. Me negué a mirarlo, aunque sentía la atracción que siempre
experimentaba cuando estaba cerca de él, justo desde el principio.
—¿Cómo te sientes? —preguntó suavemente.
Apreté los labios.
—Sola. Asustada. Molesta. Decepcionada.
Sentí su mirada en mi rostro, pero todavía no giré la cabeza.
—Ireland —susurró—. Mírame. Por favor.
Me giré con mi mejor mirada gélida, pero una mirada a sus ojos me suavizó. Dios,
soy una idiota.
—Lo siento mucho. —El dolor en su voz era palpable—. Lo siento mucho por huir.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Pero todavía me negué a derramar ninguna
por él. Así que pestañeé y bajé la mirada hasta que pude contenerlas.
»No hay excusa para lo que hice. Pero me gustaría hablarte sobre Leilani si te
parece bien. No justifica la forma en que te traté, pero puede ayudar a que entiendas
por qué hice lo que hice.
Ahora tenía mi atención. Lo miré con una sonrisa triste y asentí.
Grant se tomó unos minutos para poner orden a sus pensamientos y luego habló
suavemente:
—Leilani May nació el cuatro de agosto. Pesó tres kilos ochocientos gramos. —
Sonrió—. Perfecta. Tenía unos grandes ojos azules tan oscuros que casi eran violetas.
Pops la apodó Índigo por ello. tenía una mata de cabello oscuro que parecía una peluca.
Se detuvo y repentinamente olvidé mi enfado. Alcanzándolo, tomé su mano y le di
un apretón.
—Suena hermosa.
Grant se aclaró la garganta y asintió.
—La única vez que realmente lloraba era cuando necesitaba que la cambiasen. Y
le encantaba ser arropada tan fuertemente que no podía mover los brazos. —Se
detuvo—. Y le encantaba cuando yo le olía los pies y le decía que apestaban. Dicen que
la mayoría de bebés no sonríen realmente hasta que son unos cuantos meses más
mayores, que es solo un acto reflejo. Pero Leilani, me sonreía.
Grant se quedó callado de nuevo. Esta vez fue él quien apartó la mirada. Miró hacia
el lado y el sol poniéndose. Observé su rostro pasar de la alegría a ensombrecerse, así
que supe que necesitaba prepararme para la siguiente parte de su historia.
Su voz fue apenas un susurro cuando comenzó a hablar de nuevo:
—Te había contado que Lily fue puesta en acogida con mi familia. Durante los años
pasó de casa de su madre a la nuestra. Su madre tenía una enfermedad mental y el
estado intervendría y se la llevaría al menos un año cuando su madre dejaba de tomar
la medicación. Lily siempre fue diferente. Pero no lo reconocí por lo que era hasta que
éramos mayores. Y para entonces, fue demasiado tarde. Estaba enamorado de ella.
Una punzada de dolor se alzó en mi interior, aunque era ridículo.
Gran agachó la cabeza.
»Los médicos dicen que es bipolar como su madre. Y eso mezclado con la
depresión postparto hizo que ella… —Negó y se le rompió la voz—: Ella…
Oh, Dios mío. ¡No!
Grant había dicho que fue un accidente, pero no… no esto. Por favor, Dios, no. No
hagas que tuviese que enfrentar algo tan inconcebible. Me levanté de mi lugar para
arrodillarme entre sus piernas y tomé sus mejillas entre mis manos. Tenía los ojos
cerrados, pero las lágrimas se deslizaban por su rostro.
Tragó saliva y la mirada de dolor que tenía me atravesó. Se sentía como si alguien
me hubiese clavado un cuchillo en el pecho.
Grant negó.
»Estábamos discutiendo. Me quedé dormido. Debería haberlo sabido mejor.
Cuando me desperté, Lily estaba sentada en el porche llorando y Leilani se había ido.
Ella… la lanzó… —comenzó a sollozar.
Lo llevé a mis brazos.
—Shh. Está bien. No necesitas decir más. Lo siento mucho, Grant. Lo siento mucho.
Permanecimos así durante mucho tiempo, ambos llorando y sosteniéndonos el
uno al otro como si nuestras vidas dependiesen de ello. en ese momento, pensé que tal
vez él lo hacía. Tal vez necesitase sacar esto para que su vida siguiese adelante.
Con el tiempo, se echó hacia atrás y me miró a los ojos.
—Siento mucho haberte abandonado. No lo merecías. Y nunca lo haré de nuevo.
Lo prometo.
Era un desastre emocional, temía creer que me estuviese diciendo más de lo que
decía; temía alzar mis esperanzas de que esa disculpa fuese una promesa de futuro y no
solo una explicación del pasado.
Me miró a los ojos.
—Lo siento mucho, Ireland. Me he sentido enterrado estos pasados siete años,
enterrado en la oscuridad del suelo, hasta que te conocí. Me hiciste pensar que tal vez
no había sido enterrado, después de todo, sino plantado en el suelo a la espera de crecer
de nuevo.
Tomé una bocanada de aire para detener mis lloros.
—Por favor, no te disculpes más. Lo entiendo. Siento que esto nos sucediese y
despertase todos esos recuerdos difíciles.
Grant negó.
—No. No digas eso. No lo sientas por estar embarazada. Yo no lo estoy.
—¿No lo estás?
Negó de nuevo.
—Estoy increíblemente asustado. No siento que merezca otro hijo. Me preocupa
que algo vaya a suceder de nuevo. Pero no siento que vayas a tener a mi bebé.
La esperanza floreció dentro de mí.
—¿Estás seguro?
Grant acercó mi rostro al suyo hasta que nuestras narices se estaban tocando.
—Te amo, Ireland. Creo que lo hice desde la primera vez que me viniste con esa
actitud en esa cafetería. Y he intentado luchar a cada paso del camino, pero me es
físicamente imposible no amarte. Confía en mí, lo he intentado tanto como podía. He
dejado de luchar contra ello. Quiero amarte.
Todas mis lágrimas regresaron. Solo que esta vez había mezcladas algunas de
felicidad.
—Yo también te amo.
El perro de Grant dejó de cavar su hoyo y comenzó a intentar lamerme el rostro
de nuevo. Sorbí por la nariz y me reí.
—Tu perro es tan insistente como tú.
—No es mi perro.
Me eché hacia atrás.
—¿Qué? ¿Pero tienes su correa y dijiste que lo era?
—Spuds es tu perro, y lo quieres.
Spuds. Oh, Dios mío. Recordaba lo que había dicho que quería Dos o tres hijos de
edad cercana, tal vez un Golden retriever llamado Spuds… una casa realmente llena .
Nos sentamos en la hierba, besándonos y diciéndonos que nos amábamos una y
otra vez. Con el tiempo, el sol se puso y las estrellas salieron. Apenas podía seguir viendo
el lago.
Grant me acarició el cabello.
—Fui a visitar a Leinlani cada día durante la semana pasada. Algunos días me
sentaría inclinado contra su lápida desde el alba al anochecer. No fue bonito.
Definitivamente asusté a alguna gente visitando tumbas cercanas. Pero no había estado
allí desde su funeral. Simplemente no podía obligarme a ir. En cambio, permanecí en
ese maldito bote así cada día recordaba el peor día de mi vida. Era imposible seguir
adelante viviendo donde sucedió. Estaba manteniendo los recuerdos de mi hija vivos,
pero ninguno de los buenos en lo que me debería estar centrando.
Se detuvo y tomó una profunda respiración:
»Una mañana terminé en el hospital siquiátrico donde Lily vive y hablé con su
médico. Había estado perdido durante mucho tiempo y supongo que pensé que
necesitaba algo de ellos para seguir adelante. Pero resultó que no. Necesitaba algo de ti.
Miré a Grant a los ojos.
—Cualquier cosa. ¿Qué puedo hacer?
Sonrió, una media sonrisa ladeada y adorable que me decía que había esperado
mi respuesta.
—Dame otra oportunidad.

Un rayo de sol atravesando la ventana directamente en mi rostro me despertó en


el suelo. Desnuda y confusa, entrecerré los ojos y me cubrí los ojos hasta que alcancé la
sábana en mi cintura. Los recuerdos de la noche anterior regresaron y una sonrisa
engreída se extendió en mi rostro. Grant y yo habíamos pasado mitad de la noche
hablando y la otra mitad compensando las últimas dos semanas de no ser capaces de
tocarnos el uno al otro.
Mientras viviese, nunca olvidaría la mirada en sus ojos cuando me dijo que me
amaba mientras entraba dentro de mí. Las palabras hacer el amor habían sido solo eso,
palabras, antes de anoche. Pero habíamos conectado de tal forma que realmente se
sentía que nos habíamos convertido en uno. Lo que me hacía preguntarme… ¿por qué
ya no estaba mi otra mitad tumbado junto a mí?
Me envolví la sábana alrededor del cuerpo y fui en búsqueda de Grant.
Lo encontré a él y a Spuds en el porche delantero.
Se giró cuando abrí la puerta delantera.
—Bueno días.
Sonreí.
—Buenos días. ¿Qué hora es?
—Sobre las diez.
—Caray. Debes haber estado levantado durante horas.
—No. Dormí hasta las nueve. —Alzó una taza de poliestireno junto a él, una que
encajaba con la que tenía en la mano—. Fui a la carretera al final de la carretera y nos
conseguí unos cafés. El tuyo es descafeinado. Aunque ya puede estar un poco frío.
—Oh, gracias. Lo beberé frío. No me importa. —Me senté junto a él en el escalón
de mi porche, se inclinó y me besó en la frente mientras quitaba la tapa del recipiente—
. ¿Eso significa que te perdiste el amanecer? —pregunté.
—Lo hice. Dormí durante él. —Sonrió.
—Entonces siempre puedes atrapar la puesta de sol.
Grant negó.
—Por mucho que me gustes en esa sábana, bebe un poco de tu café y ve a ponerte
algo de ropa. Quiero mostrarte algo.
Tomé algunos tragos y fui a buscar mi ropa. La encontré esparcida de la cocina al
salón, y sonreí mientras iba al baño para cambiarme. Spud me siguió y esperó al otro
lado de la puerta del baño.
—¿Dónde vamos?
—Solo a dar un paseo.
—Bien. Pero será mejor que no sea muy lejos o puede que tengas que llevarme.
No tengo energía después de anoche.
Grant me miró y sonrió.
—Planeo mantenerte de ese modo, follada a conciencia y sonriendo.
Caminamos de la mano al terreno en el lago donde nos habíamos sentado anoche.
Cuando llegamos al borde del agua, Grant miró alrededor.
—Este sería un lugar perfecto para una casa.
—Lo sería. En realidad miré este lugar antes de comprar el mío. Pero es
ridículamente caro.
Asintió.
—Lo sé. Acabo de comprarlo.
Pestañeé unas cuantas veces.
—Tú… ¿qué?
—Llamé hace una hora e hice una oferta. Llamaron hace unos cinco minutos antes
de que te despertases y aceptaron.
—No lo entiendo…
Grant tomó mis manos.
—Querías esta propiedad. Quiero dártela, si me dejas. Me gustaría construir una
casa en ella. Una con un gran terreno vallado y un montón de habitaciones que podemos
pasar llenando los próximos años.
—¿Lo dices en serio?
—Lo hago. —La sonrisa de Grant desapareció—. He estado viviendo en ese barco
durante siete años. Cada día me destrozaba el corazón cada vez que salía al porche
trasero y recordaba… necesito seguir adelante. Leilani siempre será parte de mi vida,
pero hay espacio en mi corazón para más de uno.
—Oh Dios mío, Grant. —Le rodeé el cuello con los brazos—. ¿Pero qué hay de mi
casa?
—Véndela. O alquílala. O tal vez simplemente quédatela y podemos usarla para
escondernos cuando algún día los niños nos estén volviendo locos. Eres un poco ruidosa
y no quiero que eso cambie.
Me reí.
—¿Mantener toda una casa solo así no tenemos que tener sexo de forma
silenciosa? Estás loco.
—Lo resolveremos. Tenemos mucho tiempo. De todos modos, llevará un tiempo
construir algo.
—Oh Dios mío. Acabo de imaginar tu casa siendo terminada antes de la mía.
Grant se inclinó y rozó mis labios con los suyos.
—Eso no es posible.
—¿Por qué no?
—Porque no es mi casa. Solo hay nuestra casa.
Sonreí.
—Te amo.
—También te amo. —Se echó hacia atrás y se inclinó para besarme el vientre—. Y
también te amo a ti.
Después de besarnos, tuve que volver a la realidad.
—Tengo mucho trabajo que hacer esta tarde. ¿Te gustaría venir a mi apartamento
durante el día mientras lo termino? ¿Tal vez podamos pedir comida para llevar?
—¿Puedes traer tu trabajo a mi casa?
Me encogí de hombros.
—Supongo. Solo necesito el ordenador y algunos archivos. ¿Quieres ver la puesta
de sol desde aquí o algo así?
Grant me miró a los ojos.
—No. Solo imaginé que prepararía y mi chica y nuestro bebé una buena comida.
Preferiría eso que ver la puesta de sol, estoy planeando observar tu rostro mientras
lamo todo tu cuerpo.
Me gustaba el sonido de eso. Pero…
—Te perdiste el amanecer esta mañana. ¿Creía que mirabas el amanecer o la
puesta de sol cada día como recuerdo de que las buenas cosas en la vida pueden ser
simples?
Grant acunó mis mejillas.
—Eso era el pasado. Ahora me doy cuenta que no todas las cosas buenas en la vida
son simples. Algunas de las mejores cosas son complicadas, pero hermosas y merecen
todo el riesgo. Ya no necesito ver cada amanecer o puesta de sol como recuerdo de que
lo bueno existe. Te tengo a ti.
Grant
reland tomó mi mano. El doctor acababa de hacer un examen y dijo que todo
parecía estar bien. Pero como era nuestro chequeo de los dos meses, quería
hacer una ecografía para ver si podía oír los latidos del bebé.
Vi como el Doctor Warren apretaba un trozo de gel sobre el estómago
plano de Ireland y empezaba a mover una varita. Las sombras destellaban en la pantalla
frente a mí, y los tres mirábamos el monitor. El doctor se acercó, empujando la varita
con más fuerza, y de repente un sonido comenzó a resonar por toda la habitación.
Un latido.
Mi bebé tiene un latido.
Ireland me había estado leyendo su libro What to Expect While You're Expecting7,
que decía que los primeros meses de embarazo producían una oleada de hormonas que
hacía que muchas mujeres fueran más emotivas de lo normal. Pero el maldito libro no
mencionaba que el futuro padre se ahogaría.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y era imposible contenerlas, por más que lo
intentara. Ireland me apretó la mano y sonrió.
A la mierda. ¿A quién le importa si soy un completo cobarde? No quería luchar más.
Dejé que las lágrimas fluyeran mientras me inclinaba y besaba la frente de mi chica.
Hace siete años, los latidos de mi corazón se detuvieron, y hoy encontró su propósito
de nuevo. Quería tomar a Ireland en mis brazos y bailar con ella al ritmo del mágico
latido de nuestro bebé.
El doctor presionó un botón y unos pocos centímetros del latido del corazón se
imprimieron en la máquina. ―El latido del corazón suena bien. Fuerte. Sólo voy a hacer
unas cuantas mediciones rápidas y te sacaré de aquí. ―Giró una perilla en la máquina,
y el latido del corazón desapareció. Sentí una punzada de pánico.
―¿Podría... dejarlo encendido hasta que termine el examen? ―pregunté.
El Doctor Warren sonrió. ―Seguro.

7
What to Expect While You're Expecting: Qué Esperar Mientras Esperas.
Hizo clic e imprimió unas cuantas hojas más en los siguientes cinco minutos.
Cuando terminó, le dio a Ireland una toalla de papel para limpiarse el vientre.
Asintiendo, dijo―: Las mediciones se ven muy bien. Podemos verte de nuevo aquí
en un mes, y esperamos que sigas teniendo un embarazo sin náuseas matutinas.
―Extendió uno de los pequeños trozos de papel con el latido del corazón del bebé que
había impreso desde la máquina de ecografía―. Pensé que te gustaría quedarte con esto,
papá.
―Me gustaría. Gracias. Siento haberme puesto sentimental.
Me hizo señas para que me fuera. ―No hay necesidad de disculparse. Este es un
gran momento en tu vida con muchos cambios. Ríndete y ve con el momento. Disfruta
de los momentos felices, aunque vengan con algunas lágrimas.
―Lo haré. Gracias, Doc.
El doctor Warren cerró la puerta tras él, e Ireland empezó a vestirse. Había estado
pensando mucho últimamente y decidí que el consejo del doctor era acertado.
Necesitaba ir con el momento, y este momento nunca se había sentido tan bien. El hecho
de que tuviera la caja en el bolsillo hacía que pareciera el destino, si me lo preguntan.
Ireland se abrochó los pantalones y envolvió la bata de papel que había estado
usando. Se giró para tirarlo a la basura, y cuando se volvió, yo estaba...
...de rodillas.
Sus ojos se abrieron mucho y sus manos volaron para cubrir su boca. ―¿Qué estás
haciendo?
Busqué en mi bolsillo y saqué una sucia y vieja caja blanca. ―Había planeado darte
esto en unas semanas, no hoy. Pero escuchaste lo que el doctor dijo Ríndete y ve con el
momento'."
―Grant... oh mi Dios.
Tomé su mano y levanté la caja. ―Este era el anillo de mi abuela. Iba a poner la
piedra en su sitio y a ponerla en una bonita y nueva caja. Pero... ―Sacudí la cabeza―.
Pero no quería esperar. El momento se siente bien. ―Abrí la vieja caja y le mostré a
Ireland el contenido. No era el anillo más grande ni el más brillante, pero estaba lleno
de tanta historia y esperanza―. La semana pasada, después de que fuimos a contarle a
Pops lo del bebé, mi abuela llamó al día siguiente y me pidió que fuera solo. Los dos me
sentaron y me dijeron que querían que te diera esto cuando fuera el momento
adecuado. Era de mi bisabuela, luego de mi abuela y luego de mi madre.
―Es hermoso, Grant.
―Lo curioso es que nunca supe que mi madre, mi abuela y mi bisabuela habían
compartido el mismo anillo. Mi madre falleció antes de que me casara con Lily, y no me
habían dado el anillo entonces. Tenía curiosidad por saber por qué ahora, así que
pregunté. ¿Sabes cuál fue la respuesta?
―¿Qué?
Levanté el pequeño papel que el doctor me había dado. ―Pops dijo que me habías
dado un latido de corazón otra vez. Y sabía que eras mi para siempre.
Ireland empezó a llorar. ―Eso es hermoso.
Saqué el anillo de la caja. ―Ireland Saint James, sé que nos conocemos desde hace
menos de un año, pero nunca pensé que encontraría a alguien a quien amar como te
amo a ti. No sólo me enamoré de ti, me enamoré de la vida contigo a mi lado. ¿Entonces
te casarías conmigo? Podemos conseguir un anillo diferente, o fijar una fecha dentro de
un año si no estás lista. Nada de eso es importante. Todo lo que quiero saber es que
pasarás el resto de tu vida conmigo.
Ireland prácticamente me derribó envolviéndome con sus brazos y su cuerpo.
―¡Sí! ¡Sí! Lo haré. Y el anillo es hermoso. No necesito nada más. Y no necesito un año.
Todo lo que necesito es a ti.
Grant
e senté en la cubierta trasera de Leilani yo solo. La bahía estaba
misteriosamente tranquila esta tarde, lo que parecía apropiado en
este momento. Sentí la misma extraña calma que el agua, aunque
esperaba sentir lo contrario en este día. Despedirme de este barco era
mucho más que dejar un lugar en el que había vivido durante años. Aunque no iba a
ninguna parte ―no mientras Pops siguiera queriendo visitarla. Pero era hora de que yo
siguiera adelante. Tiempo de dejar de empezar y terminar mi día con los recuerdos que
siempre me perseguirían, y tiempo de empezar a hacer otros nuevos ―unos llenos de
felicidad. Sólo había una cosa más que necesitaba hacer.
Respiré hondo y cogí el bolígrafo y el papel que había dejado cuando empaqué las
últimas cosas. Un sobre sellado estaba en el banco de al lado, uno de los miles que había
recibido y tirado a lo largo de los años. Pero hoy, cuando llegó mi carta diaria, la metí
en mi bolsillo en lugar de tirarla a la basura. No tenía intención de leerla, pero
necesitaba la dirección del remitente hoy.
Más de tres mil de estos sobres han tenido que ir y venir desde que conocí a Lily a
los catorce años. Tuve el poder de detenerlos en cualquier momento ―pero nunca lo
hice― y ahora no estaba seguro de por qué. Tal vez quería el recordatorio diario como
parte de mi castigo. Quizás quería que Lily tuviera el mismo recordatorio diario de lo
que había hecho cada vez que cogía un bolígrafo. Tal vez estaba tan jodido de la cabeza
que temía no pensar en mi hija sin esa carta diaria. No lo sé. Pero cualquiera que sea la
razón, hoy era el día en que terminaba.
Miré alrededor por última vez, imaginando a Lily de pie en la cubierta esa noche.
Había visto esa imagen en mi mente miles de veces antes. Apretando los ojos con fuerza,
me tragué el sabor de la sal en mi garganta antes de finalmente levantar el bolígrafo
hacia el papel.

Lily,
No sé cómo perdonarte.
Tal vez ya debería haber encontrado a Dios o algo así ―encontrar alguna manera
de aceptar lo que hiciste y hacer las paces con la idea de que no fue tu culpa. Pero no lo he
hecho. No se trata de eso en esta carta.
Necesito decirte que lo siento.
Siento haberme quedado dormido esa noche.
Siento no haber visto la profundidad de lo que estabas pasando y haber llevado a
Leilani lejos.
Siento haber puesto lo que necesitabas por encima de lo que necesitaba nuestra
pequeña.
Siento no haberlo visto venir.
Siento no haber protegido a nuestra pequeña.
Lo jodí todo. La jodí, Lily.
He pasado los últimos siete años evitando a cualquiera que pudiera amar. Porque
pensé que cuando te enamoras, te vuelves ciego a los defectos de esa persona y sólo ves lo
que quieres. Tenía miedo de no volver a ver quién es alguien. Pensé que podía controlar a
quien amaba.
Hasta Ireland.
Ireland me hizo darme cuenta de que no tenemos elección de quién nos
enamoramos. Nos enamoramos por casualidad. Pero seguir enamorado y hacer que
funcione no es algo que suceda por casualidad ―es una elección. Y he elegido amar a
Ireland.
Por eso, escribo hoy para decirte que me he enamorado de otra persona y para
pedirte que dejes de escribir. Quién sabe, tal vez te ayude a seguir adelante, también.
Ojalá pudiera decirte que encontré una forma de perdonarte. Pero aún no lo he
hecho. Tal vez algún día eso suceda. No es algo que pueda forzar. Tengo un largo camino
por recorrer y mucha curación por hacer, pero he decidido que perdonarme a mí mismo
podría ser el mejor lugar para empezar. Así que, aunque no soy capaz de abrir
completamente mi corazón y concederte el perdón, te pido que me perdones. Necesito
seguir adelante. Quiero dejar de odiarme a mí mismo y trabajar para encontrar la paz.
Eso comienza con nosotros.
Por favor, perdóname. Algún día espero devolver el regalo del perdón.
No más cartas.
Adiós, Lily.
Grant
Ireland
Quince meses después…


odavía no puedo creer que hayas hecho todo esto. ―Miré
por la ventana y vi a un equipo de personas colgando luces
en las palmeras y colocando una pista de baile de madera
sobre la arena. Grant se acercó por detrás de mí y me rodeó
con sus brazos por la cintura. Me besó el hombro desnudo.
―No haces fácil sorprenderte.
Grant y yo nos habíamos casado cuando estaba embarazada de cinco meses. Una
gran fiesta no era importante para ninguno de los dos, y no quería caminar por el pasillo
con un chichón gigante. Así que fuimos al ayuntamiento y lo hicimos oficial en silencio.
Pero siempre se había sentido culpable de que no tuviéramos una gran celebración, así
que para nuestro primer aniversario de boda, Grant me sorprendió con un viaje al
Caribe para renovar nuestros votos. Cuando entré en el hotel no tenía ni idea de que
también había llevado a todos nuestros amigos y familiares.
Y ahora un equipo de veinte personas estaba ocupado preparando la renovación
de los votos al atardecer en un lugar que una vez le describí como mi boda ideal:
palmeras iluminadas con luces de té en la playa al atardecer. Incluso había arreglado
que Mia y yo fuéramos a una tienda de bodas en la isla y escogiéramos los vestidos
cuando llegamos hace dos días. Lo cual no fue fácil, considerando que Mia estaba
embarazada de seis meses.
Giré en los brazos de mi marido y le coloqué las manos alrededor del cuello. ―Esto
es increíble. Gracias por hacer todo esto. Todavía no puedo superar cómo lo lograste
sin que lo supiera.
Me frotó el labio inferior con el pulgar. ―Cualquier cosa por esta sonrisa. Además,
tenía un motivo oculto. Como Mia está al lado, va a quedarse con Logan por nosotros
esta noche. No te he tenido toda para mí en mucho tiempo.
―Siempre se trata de sexo contigo, ¿no? ―me burlé.
―Todavía estoy recuperando el tiempo perdido, cariño.
Cuando estaba embarazada de siete meses de Logan, entré en un parto prematuro.
Los médicos pudieron detenerlo, pero me pusieron en reposo en cama y restringieron
toda actividad sexual. Eso significaba que habíamos pasado los dos meses antes del
parto y seis semanas después del mismo sin sexo. Grant no bromeaba cuando dijo que
todavía estaba tratando de compensar el tiempo perdido ―habíamos sido como
adolescentes cachondos los últimos meses. Por lo que también tenía una sorpresa para
él hoy.
―Tengo algo que mostrarte ―dije.
Grant sonrió con una sonrisa malvada y me apretó el culo. ―Yo también tengo algo
que mostrarte.
Me reí en voz baja. ―Estoy hablando en serio.
Mi esposo tomó mi mano y la deslizó desde su cuello hacia abajo sobre una
erección de acero, guiando mis dedos para agarrar. ―Yo también hablo en serio.
Me hice una prueba de embarazo mientras Mia y yo estábamos de compras en la
isla ayer y guardé el palo para sorprender a Grant. Era un padre increíble para nuestro
hijo, Logan, pero estaba todavía un poco nerviosa para decírselo por la reacción que
tuvo la primera vez que me quedé embarazada. Era una tontería, lo sabía, sobre todo
porque habíamos acordado no usar anticonceptivos y pasamos mucho tiempo
practicando cómo hacer un bebé. Pero sin embargo, quería sacármelo de encima.
―Siéntate un minuto. Ahora mismo vuelvo.
Grant hizo pucheros, pero me soltó para que pudiera ir al baño. Había escondido
la prueba en mi estuche de maquillaje bajo el lavabo en la bolsa de plástico donde había
entrado. Metiéndola en el bolsillo de mi short, volví al dormitorio y encontré a Grant
quitándose la camiseta. Mi corazón se apretó al ver el tatuaje que se había hecho en su
pecho unos días antes de nuestra boda el año pasado.
Pasé mi dedo por encima de él. Grant había conseguido la copia del primer latido
del corazón de Logan, el que el doctor le había dado durante nuestra primera ecografía,
tatuado en su pecho, junto con las palabras del cartel que colgaba sobre mi cama: No
llueve. No hay flores.
Besé el tatuaje. ―Me encanta este día tanto como el día en que te lo hiciste. Pero
algo está mal. Creo que vas a tener que volver y añadir un poco de tinta para arreglarlo.
Las cejas de Grant se juntaron cuando miró su pecho. Tiró de la piel para ver
mejor. ―¿Qué tiene de malo?
Tomé el palo de mi bolsillo. ―Sólo tiene el latido de un bebé.
La frente de Grant se frunció y sus ojos se abrieron rápidamente. ―Tú estás...
Asentí. ―Embarazada otra vez.
Grant cerró los ojos, y durante unos largos segundos, contuve la respiración.
Cuando los abrió, sólo hizo falta una mirada para ver la alegría en sus ojos.
Sonrió. ―Estás embarazada. Mi esposa está embarazada otra vez.
Sonreí. ―Sí. Supongo que eso es lo que pasa cuando tu marido es insaciable.
Grant me levantó del suelo y me hizo girar. ―Te amo embarazada. Amo tu gran
barriga. Y tus grandes tetas. Incluso me encanta afeitarte las piernas cuando ya no
puedes agacharte. Me diste la vida de nuevo, Ireland, y el hecho de que estés
embarazada es una prueba de ello.
―Es la cosa más dulce que alguien me ha dicho nunca. Bueno, menos el comentario
de las tetas.
Grant sonrió. ―Bien. Porque es la verdad. Ahora pon tu culo embarazado en la
cama para que pueda darte mi regalo.

Renovamos nuestros votos descalzos frente a todos nuestros amigos y familiares


al atardecer. Pops estaba al lado de Grant como su padrino, y Mia estaba a mi lado con
una mano sosteniendo su creciente barriga. Leo, que ahora vivía con nosotros, tenía a
nuestro hijo en sus brazos en primera fila. Se había mudado hace cuatro meses cuando
su tía sufrió un derrame cerebral que la dejó incapaz de cuidarlo. El tribunal nos
concedió la custodia temporal, pero si tuviéramos algo que ver con ello, estaría con
nosotros para siempre.
Hacia el final de la ceremonia, el pastor oficiante dijo―: En este momento, el novio
quiere darle a su esposa un nuevo anillo, como señal de su amor y compromiso.
Me incliné hacia Grant. ―Pensé que no íbamos a intercambiar nuevos anillos.
Guiñó el ojo. ―No estamos. No necesito dos. Pero quería que tuvieras algo para
recordar hoy.
Grant se volvió hacia Pops y le susurró―: Psst. Pops... en tu bolsillo.
La cara de Pops se arrugó. Parecía estar teniendo un momento. Eso había sucedido
más y más frecuentemente en los últimos meses.
Grant susurró de nuevo―: Tienes la caja en tu bolsillo.
Aún confundido, Pops escudriñó sus alrededores. Nuestros amigos y familiares en
la audiencia estaban todos mirando y esperando. Volviéndose, me miró cogido de la
mano de Grant y sonrió. ―Hola, Charlize.
Le devolví la sonrisa. ―Hola, Pops. ¿Cómo estás?
Grant se rio. ―Siempre distraído por las chicas guapas. La caja está en el lado
izquierdo de tu chaqueta, Pops. ¿Puedo tomarla?
―¿Caja?
―Sí, en tu chaqueta
―Oh, quieres el... ―Pops chasqueó sus dedos―. Maldición... cómo se llama otra
vez... Chasquido. Chasquido―. Quieres el... ―Chasquido. Chasquido―. ¡Quieres tus
pelotas!
Todo el mundo empezó a reírse, incluidos los dos. Grant se acercó y metió la mano
en el bolsillo del traje de su abuelo, sacando una caja negra.
―No. Ella puede quedarse con mis bolas, Pops. Las tiene desde el primer día que
nos conocimos. Sólo quiero el anillo.

Fin
Vi Keeland es la autora número 1 del New York Times, del Wall Street

Journal, y la autora éxito en ventas de USA Today. Con millones de libros vendidos, sus
títulos han aparecido en más de cien listas de Bestsellers y actualmente están
traducidos a veinticinco idiomas. Reside en Nueva York con su marido y sus tres hijos,
donde vive felizmente con el niño que conoció a los seis años.

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