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1. ¿Qué valor de las cosas le interesa a Brecht (no olvides que se trata de un poeta comunista)? ¿Es, entonces,
este poema más subversivo de lo que parece?
2. ¿Por qué es tan importante el “acabado” en los bienes de consumo? ¿Por qué la obsesión de comprar cosas
NUEVAS? ¿Por qué pulen y untan de cera las naranjas antes de mandarlas al mercado? ¿Por qué los juguetes
para los niños son tan bonitos cuando están nuevos? ¿Tiene esto último algo que ver con que se rompen casi
nada más usarlos?
3. La famosa cultura del “consumismo”, ¿con las necesidades de qué o quién tiene que ver? Marx dice que el
“modo de producción”, la santa Economía, determina en última instancia la producción de cultura e ideología
en la sociedad. ¿Qué tiene que ver esa afirmación con el poema de Brecht? ¿Es Brecht comunista por le gustan
las cosas usadas?
Thomas Szasz, un eminente médico y erudito norteamericano encuadrado en la corriente ideológica autodenominada
“libertaria” (que en EE UU significa “ultraliberal capitalista”, y no “anarquista”), en su libro “Nuestro derecho a las drogas”
dice, entre otras cosas, lo siguiente:
(…) Adam Smith, generalmente considerado como padre del capitalismo de libre mercado, no fue un economista (no
existía tal cosa en el siglo XIII). Era un profesor, de filosofía moral. Como tal, su concepto de economía no intentó
carecer de valores. Hoy, los economistas profesionales y los observadores del horizonte económico equivocan sus
esfuerzos por convertir el estudio de estos asuntos humanos en una ‘ciencia’ social libre de valores.
“¿Cuál es, entonces, el mérito moral del libre mercado? ¿Qué es bueno en lo tocante a él,además de ser un mecanismo
eficiente para producir bienes y servicios? La respuesta es que el libremercado es bueno porque anima a la cooperación
social (producción y comercio) y desalienta la violencia y el fraude (la explotación de muchos por unos pocos dotados de
poder coactivo), y porque es un orden moral-legal que coloca, el valor de la persona como individuo por encima de su
valor como miembro de la comunidad. Ello está implícito en la idea de que quienes deseen disfrutar de los beneficios del
libre mercado deben asumir responsabilidad por sus acciones, y quedan obligados a responder de ellas ( . . . ) ll.
4. ¿Puede ser un concepto propiedad de alguien? Ese concepto moral de la sociedad de libre mercado, que al
parecer pertenece a Adam Smith y que aquí expone someramente Szasz, ¿tiene algo que ver con la sociedad
capitalista? ¿Por qué?}
5. ¿Qué ocurre cuando no pensamos la sociedad de un modo “científico”? ¿Cuál es el contenido de la palabra
“libertad” en el texto de Szasz, si renunciamos a pensar “científicamente” la sociedad capitalista y la pensamos
sólo “moralmente”? ¿Es la moral una forma de pensar o, como dice Nietzsche, algo que debe ser pensado?
Relaciona esta cuestión con el concepto marxista de “ideología”. Frase-sugerencia: si no pensamos nosotros, el
capital piensa por nosotros. ¿Qué diferencia hay entre pensar y adaptarse?
6. Según Szasz y el resto de teóricos ultraliberales, “sociedad de libre mercado” y “capitalismo” son sinónimos. ¿Es
lo mismo la sociedad mercantil que la sociedad capitalista? ¿Qué o quién es verdaderamente “libre” cuando son
privadas las condiciones de producción? ¿De verdad es “libre” el empresario? ¿Y el asalariado? ¿Por qué?
7. Según la doctrina ultraliberal, es la libertad de elección de los individuos, es decir, la demanda, la que, en un
supuesto de verdadero “libre mercado”, determina en última instancia qué es lo que se produce. ¿Puedes explicar
esta teoría en relación también con el texto de Szasz? Critica esa posición: ¿En realidad, ¿cuál es el único
producto social de la sociedad capitalista? ¿No son las necesidades “ilimitadas”? ¿Por qué siempre trabajamos
más a pesar del desarrollo técnico, aún a costa de perder nuestras vidas produciendo cosas peligrosas o inútiles?
¿Por qué las empresas producen a propósito cosas que se deterioran rápidamente? ¿Corresponde la oferta del
mercado actual a nuestros deseos o quizás nuestros “deseos” se forman en relación a las necesidades de la oferta
siempre creciente? ¿Por qué y cómo? ¿Qué queda del “individuo” y su “libertad” en la carrera sin fin de la
producción capitalista?
8. Relacionar la problemática planteada en la cuestión anterior con el mercado automovilístico, sus necesidades,
cómo éstas nos afectan irremediablemente y cómo se relacionan con nuestras propias necesidades.
9. ¿Cómo se te ocurre que pueda intervenir de verdad la libertad individual de todos los ciudadanos en la
determinación de qué es lo que la sociedad produce? ¿Cómo “valora” al “individuo” la sociedad capitalista? ¿Ese
valor, se determina social o individualmente?
10. ¿Por qué decimos que las relaciones de producción capitalistas son relaciones de explotación?
Lea el siguiente artículo. Cada integrante deberá resolver en una hoja los siguientes
interrogantes:
1. ¿Cuál sería el título más apropiado para este artículo?
2. Mencione 4 aspectos que soporten por qué el socialismo es un fracaso para Venezuela.
3. Reflexione y construya una salida estratégica y lógica para solucionar esta problemática en
Venezuela desde un sistema de gobierno diferente y explíquelo.
4. ¿Venezuela es lo que Karl Marx soñaba? Argumente su respuesta.
5. Antes de conocer el resultado final de este ejercicio evaluativo. Reflexiona y describe los beneficios o
daños que este proceso te ha dejado. Primero desde lo individual y finalmente desde lo colectivo.
En el centro de La Habana en 2016, un hombre muestra su tatuaje de Fidel Castro.Credit...Tomás
Munita para The New York Times
Cuba pagó muy caro los éxitos iniciales, y quizá duraderos, de su revolución: educación, salud y
dignidad. Sin embargo, desde el comienzo —a excepción de unos cuantos años entre el colapso de la
Unión Soviética y el fin de sus subsidios a Cuba en 1992 y el advenimiento del apoyo venezolano en
1999— siempre encontró a alguien que pagara la factura. Se suponía que Estados Unidos sería la
siguiente opción, pero eso ya no parece posible ahora.
Venezuela, por su parte, se embarcó en un camino peligroso con la elección de Hugo Chávez en 1998,
que cobró más impulso después de la huelga fallida de los trabajadores petroleros a finales de 2002 y
principios de 2003: construyendo el socialismo después de la Guerra Fría, con el apoyo de Cuba y
prácticamente nadie más. La inteligencia y el apoyo de seguridad de Cuba continúan en Caracas, pero
los altos precios del petróleo desaparecieron en 2014, al igual que la generosidad al estilo Arabia
Saudita que el gobierno venezolano tenía con La Habana. Aquellos días de gloria se terminaron hace
mucho tiempo; ahora todo lo que importa es sobrevivir.
María Tocuyo alimenta a su hija Luismary en una cocina comunitaria dirigida por
una iglesia católica a las afueras de Caracas, en abril de 2018.Credit...Meridith Kohut para The New York Times
Apenas unos meses después del comienzo del cambio de poder de los Castro hacia una era distinta,
sino es que totalmente nueva, Cuba nuevamente se enfrenta a enormes retos económicos y sociales.
Se derivan de tres problemas sin solución.
Primero, el declive del turismo de Estados Unidos y la nueva mano dura del gobierno de Trump con
Cuba. Durante marzo de este año, el número de visitantes de Estados Unidos disminuyó más del 40
por ciento en comparación con 2017. Esto se debe en parte a las advertencias de seguridad emitidas
por Washington y en parte a las nuevas restricciones de viaje implementadas por el presidente Donald
Trump y a que después del auge inicial del turismo nostálgico, Cuba ahora compite con el resto del
Caribe por turistas. Su belleza y encanto no superan fácilmente los servicios y la infraestructura muy
superiores de otros destinos ni sus precios más bajos. Actualmente, la miríada de negocios
emergentes —que siempre se pensó eran demasiado pequeños y numerosos para sobrevivir— que
florecieron para los visitantes estadounidenses están fracasando debido a la disminución del turismo.
Segundo, las sanciones estadounidenses y el temor cubano a las reformas económicas han hecho que
el impulso para una mayor inversión extranjera sea de alguna manera fútil. Algunas empresas
estadounidenses, pasada la fiebre inicial de declaraciones muy publicitadas, han sido renuentes a
correr riesgos, en especial dada la hostilidad de Trump hacia todo lo que tenga que ver con Obama y
por su dependencia de Florida para reelegirse.
Esto nos lleva a la tercera fuente de preocupación. Venezuela ya no puede subsidiar la transición de
Cuba a una economía socialista estilo Vietnam como lo hizo antes.
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Se pensó que la alternativa para Cuba residía en la normalización de las relaciones con Estados
Unidos, que se detuvo después del fin del gobierno de Obama. Sin embargo, Venezuela significa más
para el país insular que el efectivo y el petróleo. A pesar de los guiños continuos con China y Rusia, es
el único aliado incondicional de Cuba en el mundo, razón por la cual la debacle de Venezuela es tan
preocupante.
La comunidad internacional ha intensificado las sanciones contra la dictadura del presidente Nicolás
Maduro. Sin embargo, esto producirá poco efecto en Caracas salvo que Washington imponga
restricciones al petróleo: la expropiación de Citgo —la empresa petrolera propiedad de PDVSA— o la
prohibición de la exportación y la importación de petróleo desde y hacia Venezuela. No obstante, a fin
de que esto no le dé ventaja a Maduro, los latinoamericanos y los europeos estarían obligados a
apoyar las medidas y adoptar otras similares.
Ahí radica la interrogante fundamental relacionada con Venezuela, y en última instancia, con Cuba.
La Organización de Estados Americanos (OEA), en su asamblea anual del 5 de junio, podría
considerar una moción para suspender a Venezuela; algo que probablemente fracasará, pero las
democracias de la región habrán adoptado una postura.
En la confrontación resultante, todo puede ocurrir. La comunidad internacional puede decidir —de
manera cínica, pero no ilógica— que la crisis del país es demasiado peligrosa para dejarla en manos de
los venezolanos. En este caso, la única forma de presionar al gobierno de Maduro parecen ser las
sanciones relacionadas con el petróleo, encabezadas, entre otros, por Washington.
Este resultado sería un golpe particularmente duro para Cuba. Si la actual recesión económica
produce un descontento generalizado (como, por ejemplo, en 1994, con el llamado Maleconazo), el
régimen de la isla enfrentará una crisis social que carecerá de los dos remedios fundamentales de los
que siempre gozó. Primero, por supuesto, estaban los Castro: Miguel Díaz-Canel, el nuevo presidente,
tendrá que lidiar con un predicamento importante sin el prestigio de Fidel ni el de Raúl Castro.
Segundo, no puede contar con la válvula de escape a la que recurrieron en repetidas ocasiones los
hermanos gobernantes: la migración a Miami, porque la eliminación de la política de los “pies secos,
pies mojados” supone el final del ingreso de los cubanos a Estados Unidos en barco, mediante el
contrabando o nadando. Cuba no ha enfrentado el descontento sin esos factores desde la Revolución,
en 1959.
Nadie sabe qué sucederá con el régimen si estalla la revuelta social. La única certeza es el fracaso
absoluto del llamado socialismo del siglo XXI, en Venezuela como tal y en Cuba bajo otro nombre.