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Tú me quieres blanca; Alfonsina Storni

El poema de Alfonsina Storni propuesto para el comentario es “Tú me quieres


blanca”, incluido en el libro de poemas El dulce daño (1918). Se trata de uno de
los poemas de acento más personal en el que se distinguen las constantes más
frecuentes de su poesía: la protesta femenina ante las pretensiones de la
incomprensión masculina, siempre acompañada de su corrosiva carga irónica y
empleando un lenguaje preciso y tajante.

Alfonsina Storni ubicada dentro del movimiento postmodernista, perteneció a la


nueva oleada de mujeres escritoras que, influenciadas por la poesía de sor Juana
Inés de la Cruz, reivindicaban el papel de la mujer como sujeto pensante a la vez
que emocional. Disfrutó de la amistad de destacados intelectuales como el filósofo
argentino José Ingenieros, las poetisas Gabriela Mistral y Juana Ibarbourou, y el
escritor uruguayo Horacio Quiroga, con quien compartió un entrañable afecto.

En su poesía laten el amor dolido y el drama de la mujer en desigual relación con


el hombre recurriendo, a su vez, a temas como la naturaleza y la muerte. Sin
embargo, su obra a juicio de los estudiosos aun merece indagación mayor. Entre
sus obras más destacadas figuran: La inquietud del rosal (1916),
Irremediablemente( 1919), Languidez (1920) y Ocre (1925).

En “Tú me quieres Blanca”, se pasa de una prolija enumeración de pretensiones


masculinas a una enumeración de culpas masculinas, en un crescendo indignado
que estalla al final apostrofando con violencia al que considera el primer y único
culpable: el hombre.
El poema consta de 59 versos hexasílabos con rima asonante. La asonancia
resulta irregular a lo largo del poema habiendo un claro predominio por la vocal a.
De este modo, del verso 1 al 15 la asonancia es producida por la vocal a tanto en
los versos pares como en los impares. Del verso 16 al 24 la rima asonante se
produce por la alternancia de la vocal o en los pares y la vocal e en los impares.
Seguidamente, del verso 25 al 30 la vocal o se halla tanto en los versos pares
como en los impares. Del verso 31 al 36 la asonancia es alternada por la vocal a
en los versos pares y la e en los impares. A partir del verso 37 hasta el último
verso la rima asonántica está compuesta por la vocal a en los versos impares y la
alternancia de o, e, y a en los

pares. Presenta una gran regularidad métrica, lograda gracias al uso frecuente de
la sinalefa.

Todo el poema resulta ser una apóstrofe apelativa repleta de enumeraciones. Así,
los 59 versos hexasílabos que componen el poema podrían ser divisibles en
cuatro partes:

La primera parte, comprendida del verso primero al 14, está compuesta por un
seguido de anáforas y paralelismos: “tú me quieres alba...”, “tú me quieres
blanca...”, “tú me quieres casta...”, que recalcan la pretensión final del hombre: la
búsqueda de la virginidad primigenia de la mujer. Esta interpretación se extrae
gracias a las numerosas metonimias y metáforas empleadas. Así, utiliza los
términos: blanca, nívea, casta, alba, nácar y azucena, substitutos del concepto de
virginidad y que aparecerán a lo largo de todo el poema aportándole una intensa
carga contradictoria. Pero además, hace uso de la metáfora con la que llega a
identificar la virginidad con un acto casi de clausura: “de perfume tenue”, “corola
cerrada”, “ni un rayo de luna filtrado me haya”, “ni una margarita se diga mi
hermana”.
La segunda parte se inicia en el verso número 15 y finaliza en el 35. Se trata de un
conjunto de acusaciones vinculadas al vicio y los excesos del hombre. A su vez,
resulta ser también una extensa antítesis de las pretensiones expresadas en la
primera parte del poema. De nuevo hace uso de la anáfora, pero aquí actúa como
un detonante acusador: “Tú que hubiste todas las copas a mano...”, “Tú que en el
banquete cubierto de pámpanos...”, “Tú que en los jardines negros del engaño...”.
Utiliza los recursos de la aliteración y la metonimia para recrear este clima de
excesos y corrupción. En los cuatro primeros versos utiliza vocablos que contienen
una m: manos, mieles, morados, así aludiendo a intensos placeres; placeres que
remata con la inclusión de la figura hedónica del dios grecolatino Baco. Hace un
segundo uso de la metonimia al identificar los colores negro y rojo con el engaño y
la pasión respectivamente:

Tú que en los jardines

negros del engaño

vestido de rojo

corriste al estrago.

Así, nos expresa de un modo metafórico como este hombre prometiendo


sentimientos disfrazados por la pasión (vestido de rojo), enlaza engaño tras
engaño provocando incurables daños a su alrededor. Cabe destacar también la
fuerte antítesis que provocan ambos colores ante el color blanco, el cual tiñe la
primera parte del poema. Finalmente, tras la repetición de dos versos idénticos
(“Dios te lo perdone”) concluye esta segunda parte con el verso: “me pretendes
alba!”, cuya marca de exclamación expresa la osadía de la que peca el acusado.
En la tercera parte (vv. 36-49) hace referencia a la purificación de esta alma
masculina corrompida. El uso del imperativo no solamente resultar ser crucial en
esta parte del poema, sino en todo él. Este tiempo verbal rebela la verdadera
intención de la autora. Es decir, dado el grado de deterioro espiritual y moral que
padece dicho hombre, es ella, la única, la que puede exigir, la que puede imperar.
Utiliza el recurso de la sinestesia (tacto y gusto), que está vinculada a las partes
del cuerpo anteriormente corrompidas:

Huye hacia los bosques,

vete a la montaña;

Límpiate la boca;

vive en las cabañas,

toca con las manos

la tierra mojada;

alimenta el cuerpo

con raíz amarga

bebe de las rocas;

duerme sobre escarcha;

renueva tus tejidos

con salitre y agua;

habla con los pájaros

y lévate al alba.

De este modo, la autora identifica la purificación del alma con la fusión de dichas
partes del cuerpo y los diferentes elementos de la naturaleza citados.
En la cuarta y última parte (vv. 50-59) la autora concluye el poema citando la
futura concesión a las pretensiones del hombre. Eso sí, una vez que éste se haya

sometido a la cura espiritual que procesa en la anterior parte. No obstante, es muy


probable que esta concesión venga dada en clave irónica. Esta concesión está
remarcada por la anáfora:“Y cuando las carnes te sean tornadas...”, “y cuando
hayas puesto en ellas el alma”. Finalmente remata el poema con tres paralelismos
que remiten a la primera parte del poema:

preténdeme blanca,

preténdeme nívea,

preténdeme casta.

Este poema es un canto a la libertad de la mujer ya sea en el ámbito sexual, en el


emocional como en el intelectual. Rompe totalmente con el tabú de la virginidad
femenina y saca a la superficie la doble moralidad tan extendida sobre los
hombres, según la cual exigían a las mujeres unos comportamientos en los cuales
ellos mismos no creían.

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