Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Con los presupuestos anteriores, es decir las cuestiones que han sido abordadas por
los módulos anteriores, corresponde incursionar en el derecho mercantil para –sin
ánimo de agotar la materia- detener el estudio en los distintos supuestos en que –
generalmente - el documento notarial es exigido por el legislador.
Los requisitos formales del proceso fundacional de una Sociedad Anónima son: la
escritura pública y la inscripción en el Registro Mercantil.
Esa es la razón por la que en la mayoría de los casos las cláusulas de la escritura no
son susceptibles de modificación sin el consentimiento unánime de los socios; sin
embargo, la modificación de los estatutos se somete a las reglas de mayorías,
estatutariamente conformadas.
El vocablo órgano –según De Castro- expresa mejor que se trata de quienes reciben
su poder del mismo estatuto de la persona jurídica. Con ello se hace visible que los
actos de sus órganos se consideran como de la propia persona jurídica, con todas las
consecuencias favorables o desfavorables que de ello se deriven.
Una sociedad anónima inscripta es una persona jurídica con capacidad para ser sujeto
de derecho y obligaciones. La capacidad jurídica de los entes sociales es una cuestión
1
Albaladejo, Derecho Civil, tomo I, pág. 377.
de orden público. Dicha capacidad jurídica no se restringe - de forma general -
legislativamente, ni siquiera por delimitación de su objeto, porque ella se extenderá a
todas las esferas de su actividad jurídica, con excepción de aquellas que precisen de
un organismo físico. Entonces, el ejercicio de esa capacidad de la persona jurídica
societaria determinante de su capacidad de obrar se realiza por medio de sus órganos
de dirección legalmente designados o elegidos.
En síntesis, las personas jurídicas para ejercitar la capacidad jurídica que le confiere
el ordenamiento legal necesitan de personas físicas que actúen por ellas y tales
personas físicas pueden estar vinculadas a un cargo que les permite esa actuación
por virtud de lo dispuesto en la Ley o en los Estatutos –supuestos en que la voluntad
de la persona representante del órgano social es la voluntad de la persona jurídica
por la cual actúan- o pueden los órganos sociales conferir su representación a otras
personas ajenas a la entidad, o incluso, a personas que a éstas se encuentran
vinculadas permanentemente para otro tipo de actuaciones, los que serían
representantes voluntarios; pero, tanto en uno como en otro caso, los actos realizados
por los órganos de la entidad o por representantes de éstos recaen sobre la sociedad,
sin engendrar responsabilidad alguna en la persona física que los realizó, salvo que
se hayan extralimitado en su actuación. Es preciso subrayar que lo realizado por el
órgano sólo vinculará a la persona jurídica cuando aquel ostente las facultades
necesarias para la realización del acto
Es así, que frente a la junta general como órgano supremo no permanente de carácter
fundamentalmente deliberante, de formación y emisión de la voluntad social, se
configura a los administradores como órgano permanente de carácter esencialmente
ejecutivo y de relación con el exterior. La delimitación competencial entre estos
órganos no se define en la Ley sino que resulta terreno fértil para la autonomía
contractual y corporativa de la sociedad anónima. Así mismo sucede con la facultad
de administración que tiene una elaboración absolutamente estatutaria, al igual que la
representación en sus especificidades.
2
Comentarios al régimen legal de sociedades, pág 145.
un órgano unitario de poder donde se concentran la gestión, administración y
representación de la sociedad, aunque se apoya casi siempre en el trabajo de
comisiones ejecutivas o consejeros delegados que descentralizan marcadamente el
poder del consejo y pueden llegar a desplazar los centros de poder a su favor.
3
Obra citada, pág 457.
El acto de autorización para delegar es de los que la doctrina denomina de
organización porque modifica la estructura administrativa de la sociedad anónima sin
alterar los caracteres fundamentales de la misma. Tal facultad de delegación es de
previsión estatutaria y mediante ese procedimiento tiene lugar la creación de
verdaderos órganos sociales que suponen una estructura de funcionamiento distinta
del consejo de administración, con nuevos centros de decisión. El consejo de
administración y delegados constituyen dos órganos sociales cuyas facultades -
aunque distintas - presentan igual carácter en cuanto trabajan por un único objetivo la
administración de la sociedad.
Los órganos delegados detentan poderes iguales a los del consejo de administración
y su voluntad actuada es la voluntad social actuada, de lo que resulta que los
delegados del consejo son representantes orgánicos de la sociedad, por tanto, estarán
acogidos al principio de ilimitabilidad de los poderes de representación.
Por otra parte –últimamente- se fortalece una tendencia renovadora del consejo de
administración en el Derecho comparado. En América y en Europa se asume la
realidad de que el consejo de administración no es órgano idóneo para dirigir y
administrar sociedades anónimas de grandes dimensiones que cotizan en bolsa,
porque las funciones de gestión en ellas están en manos del equipo de dirección que
trabaja al mando del primer ejecutivo de la compañía. Está claro entonces, que el
consejo enfoca sus funciones al control. Control de la gestión que es imprescindible a
los inversores extranjeros que incrementan su interés y premian en el mercado a
aquellas empresas que disminuyen el riesgo de sus capitales con estructuras de
gobierno eficiente.
El objeto social.
El objeto social define las actividades a las cuales dedicará la sociedad anónima su
capital. Es de regulación estatutaria y asegura que –siempre que el acto o negocio se
halle dentro de las actividades propias del objeto- la actuación del administrador
vinculará a la sociedad.
Los problemas que puede ofrecer el otorgamiento de un acto por los administradores
se minimizan cuando sus facultades representativas se enumeran con todo detalle en
los estatutos, pues en tales casos no es necesario entrar a determinar si dicho acto
está o no comprendido en el objeto social, lo que condiciona la recomendación en ese
sentido a la hora de redactar los estatutos.
Esta capacidad jurídica de la sociedad anónima está determinada por la Ley, pero
nunca estará condicionada por su objeto social, ni por las concretas facultades dadas
al administrador actuante, aunque ellas consten inscriptas en el registro
correspondiente.
4
Fundamentos de Derecho Civil, tomo I, 1ra, pág 666-667.
La determinación del cargo de administrador como amovible impone la posibilidad de
su cese por diversas causas cuya elaboración estatutaria contendrá igualmente el
deber de proveer el procedimiento para estos casos.
Representación voluntaria.
Otra de las soluciones jurídicas por las que puede optar el ente societario para
manifestar su voluntad es – sin dudas- la representación voluntaria.
Un caso muy interesante que indiscutiblemente ofrece luz sobre estos temas es el
resuelto - por el Tribunal Supremo de España siendo ponente el juez González Poveda
5
Así la doctrina de la Dirección General de Registros y Notarías, tomado de R18, Actualidad Civil, 1997-1.
6
La doctrina española está a favor de este criterio.
7
Idem, pág 45.
– en sentencia de 27 de enero de 19978, que traigo a colación. Se trata de un caso en
el que falta la inscripción en el Registro mercantil de poderes otorgados por la
sociedad. Se reitera la doctrina jurisprudencial que los declara inoponibles a terceros
contratantes, quienes –en cambio- si pueden hacerlos valer a su favor, sin que la
omisión de inscripción genere nulidad para los actos y contratos realizados. Así, en
situaciones como ésta, no es preciso que el mandante ratifique los actos porque se
trata de otorgamientos con poder válido y subsistente. Al respecto se explica la
sentencia en los términos siguientes:
Como conclusión a este asunto pudiera decirse que los actos realizados por los
representantes de una sociedad anónima son eficaces siempre que hayan sido
celebrados en virtud de un mandato válido y subsistente. La inscripción del poder, o
del acuerdo de junta, o del consejo de administración - en su caso – son
intrascendentes a la eficacia del acto en sí y sólo podrán ser utilizados a favor del
tercero contratante.
8
447. jurisprudencia, Actualidad Civil, 7-13 abril 1997.
Cuando se alude a la representación en documento notarial la referencia no contempla
sólo la representación como institución sino el alcance del efecto representativo: la
declaración del representante en el otorgamiento vincula al representado y le sujeta
como si se hubiera manifestado propiamente.
Una magnífica explicación sobre el tema llega de la mano de Blanquer Uberos9 quien
con acostumbrada maestría precisa:
9
“La preparación de la escritura pública y el principio de legalidad”, AAMN, Tomo XXXVI, pág. 314.
Si –en cambio- el compareciente es representante de una persona jurídica, el Notario
deberá exigir la exhibición de los documentos donde conste la constitución de la
entidad y sus estatutos, transcribiendo de éstos últimos los particulares necesarios y
las facultades de los funcionarios que ostenten la representación social. Además, el
compareciente en actuación orgánica –por exigencia del Notario- deberá acompañar
certificación que justifique su personalidad y el hecho de encontrarse en el ejercicio de
sus funciones; certificación ésta que se hará constar en la redacción de la
comparecencia de la escritura o acta, con expresión de que se une –al documento
público de que se trate- previa legalización notarial de la firma o firmas que lo autoricen.
Todos los particulares expuestos serán narrados por el Notario autorizante en el texto
de la comparecencia del acta o escritura. De tal manera se identificarán los
documentos fehacientes aportados para acreditar legítimamente la representación. El
procedimiento de identificación de tales documentos va desde la expresión de su
número, fecha y Notario autorizante en caso de Poder, hasta la transcripción al cuerpo
de la escritura de las facultades de los funcionarios que ostentan la representación de
la persona jurídica tomadas directamente de los estatutos.
Por ejemplo, puede ocurrir que entre las facultades conferidas estatutariamente a los
administradores de una sociedad anónima X se encuentre el comparecer ante Notario
como representante del ente social para otorgar cualquier tipo de documento público;
sin embargo, el acto tiene como contenido la hipoteca de un inmueble propiedad de la
sociedad. Para ello los estatutos han dispuesto –entre otras normas- que el poder de
los administradores esté limitado y condicionado a la aprobación por mayoría reforzada
del acuerdo en Junta General. Luego la facultad de representación documental
conferida no es suficiente en este caso para consolidar la eficacia del acto
instrumentado, esta representación orgánica se perfecciona con el acuerdo de la Junta
General al respecto.
Es así, que el Notario para redactar legítimamente la representación en esta situación
deberá transcribir las disposiciones estatutarias que faciliten su perfecta comprensión
asegurando de tal manera la eficacia en la constitución del acto para las partes.
El análisis nos conduce a afirmar que todos los requerimientos encontrados necesarios
para que el Notario redacte la comparecencia por representación orgánica de una
sociedad anónima –explicados con anterioridad- tendrán que repetirse ahora, porque
primeramente el Notario deberá apreciar las facultades concedidas por el órgano al
poderdante social que otorga el mandato representativo que da origen a la
representación voluntaria contenida en el Poder que se le presenta. Luego entrará a
identificar el Poder Notarial legitimador del sujeto del documento, con expresión de su
número, fecha y Notario autorizante, dando fe de haberlo tenido a la vista, asegurando
–en consecuencia- que el mismo es amplio, cumplido y bastante cuanto en derecho
se requiera y necesario sea. En estas situaciones no se exigirá al fedatario la
transcripción literal de las facultades conferidas para el acto, que sólo serán
transcriptas a petición de los interesados.
Por asesoramiento notarial se entiende aquella actividad del Notario en que funciona
como consejero e instruye a los interesados sobre las posibilidades legales, requisitos
y consecuencias de sus actos, sobre los medios jurídicos más adecuados para el logro
de los fines lícitos de lo que se proponen alcanzar. En esta asesoría el Notario debe
adecuar la voluntad de las partes al ordenamiento jurídico que corresponda y autorizar
un documento público que cumpla con los requisitos exigidos por la legislación vigente
a fin de conseguir los efectos deseados.
b) La legitimación notarial.
a) La autenticación notarial.
Mediante esta función el Notario impone a los actos en que interviene como funcionario
público una presunción de veracidad convirtiéndolos en documentos fehacientes que
hacen constar de manera indubitada las relaciones jurídicas que contienen.
Este matiz implica que los Notarios en su labor asesora tendrán que tener en cuenta
el estudio de los pactos sociales donde se ponderarán los distintos intereses en juego
(socios, fundadores, acreedores u otros terceros) y de otro delimitar el alcance del
principio de autonomía privada ya que la propia ley, en una u otra latitud, establece
limitaciones en protección de estos complejos intereses.
Además el acta de junta puede ser levantada por Notario cuando así lo decidan los
administradores, o a petición de mayorías legal o estatutariamente establecidas.
Una actividad de control mucho más intensa cumple el Notario cuando es requerido
para redactar Actas de Juntas que según la legislación interna de cada país se
manifestarán en uno u otro sentido.
El Notario sólo puede levantar el Acta de Junta cuando la rogación sea formulada por
el órgano representativo de la propia Sociedad, Asociación o Comunidad de Bienes,
porque así lo han decidido o estatutariamente se contempla. El control notarial
comienza con la comprobación de la convocatoria, su autoría, publicidad, antelación,
legalidad y revisión del orden del día; sin embargo, se cuidará bien el Notario de
mantener la independencia de su función sin inmiscuirse en el papel del Presidente o
Secretario de la Junta actuada. En su redacción el fedatario recogerá el texto literal de
los acuerdos, los presupuestos de validez de su adopción y de la constitución de la
Junta y las reservas o protestas hechas por los socios asistentes.
Además de ello, hay cuestiones como la fecha, lugar y hora de la reunión que alcanzan
especial significado en éstas actas para comprobar así el cumplimiento de la
convocatoria librada al efecto, la redacción deberá precisar sobre la persona que
resulta Presidente de la Junta, identificarlo y dejar constancia del carácter y los
poderes con que actúa, porque luego referirá sus declaraciones sobre la constitución
válida de la Junta, informes de asistencia, aprobación de acuerdos, las mayorías que
así lo determinan, y todo ello como parte del control de legalidad que el Notario ejerce
en dichas situaciones; asistido en ciertas cuestiones por el Presidente quien aporta
datos que al control notarial escapan, como por ejemplo, la asistencia real y el por
ciento de capital representado en ella. Sin embargo, el Notario no calificará la legalidad
de los acuerdos adoptados porque ello es de competencia social, salvo que sean
constitutivos de delito en que denegará la continuidad de su actuación.
El Acta de Junta podrá ser extendida en un solo acto, con unidad de contexto o con
diligencias sucesivas si la Junta se extiende por varios días.
Las sociedades que se fusionan harán constar el acuerdo de fusión aprobado por sus
respectivas Juntas en escritura pública que contendrá el balance de fusión de las
sociedades que se extinguen, las menciones legalmente exigibles para constituir la
sociedad nueva o las modificaciones acordadas para la fusión por la sociedad
absorbente, y el número, serie y clase de acciones que hayan de ser entregadas a
cada uno de los nuevos accionistas. Esta fase del proceso culmina con la inscripción
registral y su publicación en el boletín oficial, y la cancelación de los asientos
registrales de las sociedades extinguidas.
La segunda intenta cumplir con el mismo objetivo utilizando la técnica societaria como
medio y se manifiesta legislativamente con la aceptación de la constitución unipersonal
de una sociedad. Esta interpretación tiene como sustento teórico la concepción
moderna de la sociedad como una estructura organizativa de la empresa. En tal
sentido, la sociedad se concibe como una organización objetivada en unos estatutos
y las relaciones que en ella se manifiestan ocurren entre el ente corporativo y los
socios, no entre los socios entre sí.
10
García Collantes, José Manuel; Sociedades unipersonales: Nuevas orientaciones, Anales de la Academia
Matritense del Notariado, tomo XXI, pág. 276, Madrid, 1992.
En síntesis, lo que trata de fundamentar esta concepción es que la sociedad es una
organización independiente de sus miembros, por lo que la cantidad de éstos no
determina consecuencias importantes para aquella.
11
Muestra de ello es la polémica dentro de la doctrina española entre Adrados y Vicent Chuliá en sus respectivos
trabajos sobre el tema publicados bajo los títulos “Constitución y nulidad de la sociedad anónima”, Anales de la
Academia Matritense del Notariado, tomo XX, pág. 66 y “La sociedad en constitución”. Estudios de Derecho
mercantil en Homenaje a Rodrigo Uría, pág. 906.
En cuanto al contenido de los estatutos las menciones que deben figurar en ellos son
más reducidas que en la sociedad anónima. En ellos han de figurar los siguientes
particulares: denominación de la sociedad, el objeto social determinando las
actividades que lo integran, la fecha de cierre del ejercicio social, el domicilio social, el
capital social, las participaciones en que se divide su valor nominal y su numeración
correlativa, y el modo o modos de organizar la administración de la sociedad.
Modificación estatutaria
Órganos de dirección
El principio general de la Junta es que los socios reunidos en ella decidirán por mayoría
–legal o estatutariamente establecida- en los asuntos propios de su competencia. Las
posibilidades de actuación notarial serán iguales que las descriptas para las anónimas.
Sociedades Unipersonales.
La unipersonalidad como fenómeno societario ha sido aceptado, de manera, más o
menos generalizada, en las legislaciones más modernas, incluso, la unión europea en
la unificación de sus relaciones mercantiles la considera posible tanto dentro de una
sociedad anónima, como dentro de una sociedad de responsabilidad limitada.
Se entiende por sociedad unipersonal la constituida por un único socio sea persona
natural o jurídica (unipersonalidad originaria) o a la constituida por dos o más socios
cuando todas las participaciones o acciones hayan pasado a ser propiedad de un único
socio (unipersonalidad sobrevenida). En el primer caso, la sociedad se constituye por
medio de escritura pública y posterior inscripción en el Registro mercantil, en la que se
expresará necesariamente la identidad del socio único. La naturaleza jurídica de este
tipo de operación es negocial, pero no un contrato. Es un negocio jurídico unilateral de
organización fundamentada en una declaración unilateral de voluntad del socio único
que crea una sociedad.
En la sociedad unipersonal el socio único ejerce las funciones de Junta General, sus
decisiones deberán consignarse en acta, firmada por él o su representante, ejecutadas
y formalizadas notarialmente por él o por sus administradores. Es indudable la
necesidad de existencia de estas competencias en la figura del socio único que por
declaración unilateral actúa en el papel de la Junta; y ello, por la propia seguridad de
los terceros. Lógicamente, no tiene sentido una deliberación asamblearia en sentido
técnico, ni hay que acudir a certificaciones artificiosas ficticias para recoger las
decisiones del socio único, bastará su simple declaración observando las reglas
previstas por cada uno de los ordenamientos legales.
El control de las aportaciones de los socios es vital en todo tipo de sociedad debido a
la función de garantía que el capital cumple. De ahí la importancia del control de las
aportaciones que en la Sociedad Unipersonal adquiere una dimensión mucho mayor.
En opinión de García Collante12 las legislaciones “tratan el fenómeno de la
unipersonalidad desde un único punto meramente preventivo y centrado
12
Ídem, pág. 300.
fundamentalmente en la publicidad. Pero no se abordan las cuestiones de fondo.
Aunque parezca obvio, hay que decirlo: el gran riesgo de la sociedad unipersonal de
base individual… es el de la insolvencia, consecuencia del fenómeno de
infracapitalización material crónica que en la gran mayoría de los casos presentan. Se
pierde la responsabilidad patrimonial universal sin ofrecer a cambio una contrapartida
fiable y sólida, remitiéndose a la publicidad al fin de que el tercero pueda calcular sus
riesgos. Pero esto no es crear seguridad. Lo mínimo que se puede exigir a un
patrimonio separado para que pueda constituirse como tal es la autosuficiencia para
cumplir sus objetivos. Mientras no se aborde la cuestión de la capitalización adecuada
al objeto social, el problema de fondo seguirá subsistiendo”.