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ESCUELAS POSTERIORES

Los cínicos1

Miembros o seguidores de la escuela fundada por Antístenes (hacia 450 a.C.) en el gimnasio de
Cynosarges («el perro blanco»). De ahí deriva probablemente el nombre de cínicos o perros. Pero,
dicho nombre, además de inspirarse en el del lugar de la escuela, designaba también la voluntad de
una vida errante y desapegada de los bienes materiales, y solamente interesada en los bienes
morales.

Por otra parte, Antístenes se daba a sí mismo el nombre de aplokyon, «el auténtico perro», y
Diógenes se complacía en llamarse cínico: «discípulo del perro».Entre los filósofos cínicos más
importantes destaca el mencionado Diógenes de Sínope (que murió hacia 324 a.C.), que es el
miembro más conocido de esta corriente de pensamiento, y Crates de Tebas, el discípulo más
célebre de Diógenes, maestro a su vez de Zenón de Citio, fundador del estoicismo. Otros
discípulos de Diógenes de Sínope fueron Mónimo, Filisco y Onesícrito. También son destacables
Hiparquia, mujer de Crates y Metrocles, cuñado de éste. Menipo de Gadara, Bión de Borístenes,
Menodoro, Teletes y Cércidas son otros filósofos cínicos pertenecientes a generaciones posteriores.

Esta escuela es una de las llamadas escuelas socráticas menores, que junto con la megárica y la
cirenaica comparte el hecho de que sus fundadores fueron discípulos de Sócrates y la característica
común de tener una orientación ética y de recurrir a la dialéctica e ironía socrática.

La orientación moral de los cínicos estuvo al servicio de una vida ascética y que despreciaba los
bienes materiales. El sabio cínico busca sólo la virtud y no desea ni los bienes ni los placeres, libre
de todo y de todos, desprecia las normas usuales de conducta social e importuna a los demás
provocándolos con la absoluta franqueza.

Para ellos, la auténtica virtud es vivir conforme a la naturaleza, según el ideal de la autarquía,
carencia de necesidades o autosuficiencia, de inspiración socrática, pero entendida en un sentido
individualista y -a diferencia de Sócrates- anti-intelectualista. Este anti-intelectualismo les separa de
la ética socrática. Por ello, los cínicos, más que forjar un sistema o una doctrina moral, forjaron
ejemplos de comportamiento: la virtud para ellos no es un saber, sino una forma de conducta o un
modo de vida. La autarquía consiste, pues, en lo opuesto al nomos en cuanto que todas las
costumbres regladas, las creencias religiosas transmitidas por tradición y las leyes son opuestas a la
auténtica naturaleza.

Se ha señalado que la aparición del movimiento de los cínicos es expresión de la crisis que
acompaña al nacimiento del período helenístico, y aparece como contrapunto del vasto imperio que
forjó Alejandro Magno que, no obstante, significó el declive de las polis antiguas. El cínico
prefiere una vida natural y sencilla antes que participar en el boato de una sociedad que se le
aparece como inauténtica y en una cultura alienante y, quizás, carente de los medios intelectuales de
oponerse a ésta, adopta un estilo de vida chocante y provocadora. De esta manera, prefiere el
modelo de la vida salvaje antes que el de una vida sometida a las reglas de un rebaño ordenado pero
embrutecedor. En el siglo I d.C., la escuela cínica volvió a adquirir una cierta importancia y sus

1
El término «cínico» deriva probablemente de la ubicación de la escuela de Antístenes en el gimnasio de Cynosarges
(«el perro blanco»), de la proclamación que hacían los miembros de esta escuela de aceptar la vida conforme a la
naturaleza y de su desprecio (como los «perros») de la vida social y sus convencionalismos. (Debe tenerse en cuenta
que, para los griegos, el perro representa el animal impúdico por excelencia, carente de aidós -respeto o vergüenza- y
símbolo de la anaídea bestial y franca). El carácter acentuado y exagerado de la vida de Diógenes de Sínope (Diógenes
el cínico o el perro) condujo a la acepción peyorativa del término cínico, que acabó por designar la conducta de aquél
que obra mal a sabiendas y alardea de ello. Esta es la acepción que, fuera del marco de la historia de la filosofía, ha
adoptado este término.
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llamadas a la libertad interior y en contra de la corrupción, provocada por el deseo de los bienes
materiales (ideales que compartían con los estoicos), fueron bien recibidas por los que se oponían al
boato y prepotencia del poder imperial. Entre los miembros de esta última generación destacan
Dión Crisóstomo (s. I d.C.) y Luciano de Samosata (s. II d.C.).

El estoicismo

Esta corriente filosófica del período helenístico cuyo nombre proviene del lugar en que su
fundador (Zenón de Citio, 333-263 a.C.) ubicó la sede de la escuela, que estaba situada en un
pórtico o stoa (stoá poikile, «pórtico pintado»). Desde Zenón de Citio y, especialmente, desde
Crisipo (el sistematizador de la stoa antigua), los estoicos dividían la filosofía en tres partes: lógica,
física y ética.

La lógica

Se entendía inicialmente como ciencia de los discursos (de hecho Zenón fue el primero que
utilizó el término «lógica» para referirse al estudio del pensamiento discursivo), se dividía en
retórica y dialéctica. A su vez, ésta incluía la lógica formal, la lógica material o teoría del
conocimiento, la gramática (introducida por Crisipo) y la semiótica. La retórica, en cambio, estudia
el discurso continuo.

La lógica formal estoica ha empezado a ser valorada a partir del siglo XX ya que, frente a la
lógica de términos aristotélica, se trata de una lógica de las proposiciones y esboza una importante
teoría semiótica al dividir el signo entre significante y significado. El análisis lógico descansa en
una concepción de la verdad entendida a partir de la noción de representación cataléptica2:
comprensión conceptual prólepsis3 de la sensación que implica un juicio que, si es evidente y no es
contradictorio, es considerado verdadero. La sensación envía sus señales a la mente, la cual forma
una representación mental o fantasía de los objetos, que pueden ser juzgados y aceptados por el
entendimiento en el momento de la katálepsis. La imagen reconocida es la fantasía cataléptica. Ello
condujo a una elaborada teoría acerca de la evidencia, desarrollada especialmente por Crisipo.

Directamente unido a su teoría acerca del criterio de verdad fue el estudio de las proposiciones y
los razonamientos, fundado sobre la noción de lektón4: en toda proposición pueden distinguirse tres
aspectos: significante o la palabra; la cosa significada y un tercer elemento: el significado. Mientras
las palabras y las cosas son materiales, el significado es inmaterial y actúa de enlace entre ellos.
Solamente el significado puede ser verdadero o falso, originando las proposiciones o unidades
lógicas elementales, cuyas posibles conexiones establecían las condiciones formales de verdad
lógica, cuyo estudio condujo a la formulación de los anapodícticos o esquemas formales
indemostrables de inferencia. Además, extendieron el análisis lógico a los razonamientos
hipotéticos y a los disyuntivos. De esta manera, crean las bases de la lógica entendida como
estudio regulativo de las formas de razonamiento, a diferencia de la lógica de Aristóteles, para
quien la lógica tiende más bien a ser entendida como manifestación de los modos de ser el ser de
algo.

2
La representación cataléptica es el acto del entendimiento por el que se aprehende el objeto y, a la vez, el acto por el
que el objeto se imprime en el entendimiento. Mediante dichos actos se garantiza: a) la presencia del objeto del
conocimiento, y b) la conformidad de la representación con el propio objeto.
3
puede traducirse como preconcepto, prenoción, o anticipación. En las técnicas retóricas designa aquella figura de
dicción en la que el autor anticipa las objeciones que se le podrían hacer.
4
del griego, lo que es dicho, lo expresable. Generalmente se traduce como significado. En la teoría semántica estoica es
aquello que el sonido revela y que es aprehendido como subsistencia en el pensamiento: una representación racional
gracias a la cual es posible exponer discursivamente lo que se representa. En la teoría semiótica estoica se distinguen
tres elementos conexos: el signo o significante (el sonido), el significado y lo existente (el objeto externo).
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Su teoría del conocimiento es empirista y naturalista. Según los estoicos, el conocimiento se
origina a partir de las impresiones recibidas por los sentidos, de manera que las sensaciones son la
fuente y origen de todo proceso cognoscitivo. De manera semejante a como los objetos dejan sus
huellas en las tabletas de cera, así también debe entenderse la mente humana, en la que nada hay
escrito antes de las primeras sensaciones comunicadas por los sentidos.

La física

En física desarrollaron una teoría corporeísta o pansomatista (lo único incorpóreo es el vacío
que rodea al mundo, el lugar, el tiempo y los significados) y panteísta de influencia heraclitiana,
aunque con muchos elementos pitagóricos, platónicos y aristotélicos. Todos los cuerpos (incluidos
el logos y el alma, que también son de tipo corporal) están hechos de dos principios inseparables:
uno pasivo: la materia, y otro activo: el fuego, razón o pneuma. Esta distinción entre materia pasiva
y pneuma activo es la que está en la base de las posteriores concepciones más espiritualistas, ya
que el término pneuma significa hálito o soplo, que en latín es spiritus y pasó a designar la noción
de espíritu.

Para ellos la materia es meramente inerte, distinta, pues, a la cualificación o determinación de la


hylé aristotélica y el pneuma es quien la dota de animación. Ambos, tanto la materia, como el
pneuma, son concebidos como cuerpos. (Nótese que el pneuma es corpóreo, aunque no material).
Este fuego y pneuma es, a la vez, un logos, razón divina y principio vital que forma el pneuma o
sustancia sutil que lo interpenetra todo, dando cohesión al conjunto, y que posee las semillas
inteligibles o logoi spermatikoi que intervienen en el desarrollo de las cosas. (En cuanto que el
logos lo penetra todo, los estoicos niegan la impenetrabilidad de los cuerpos o antitipia).

El cosmos está rodeado por el fuego puro que penetra en la materia vitalizando las cosas: es su
alma (alma del mundo). Esta vida consiste en un cambio continuo que sigue unos ciclos eternos
siempre idénticos, siguiendo un proceso de eterno retorno, que termina con una conflagración
universal o ecpírosis, por la que se cumple una gran purificación o catarsis, a partir de la cual
vuelve a iniciarse de nuevo el ciclo regido por el logos o ley cósmica, que determina el proceso
regido por el destino.

La ética

La ética estoica se funda en su determinismo cósmico ya que, para los estoicos, la ley que rige
el universo es el mismo fuego inteligente o logos divino que toca nuestra alma. Ante el
determinismo cósmico, la actitud del sabio solamente puede ser la de aceptar el destino, ya que
todo está regido por la providencia del logos. En este sentido, puesto que todo está sometido a la
providencia, todo es racional y justo.

De esta manera identifican destino y providencia y sustentan una inmortalidad relativa del alma
humana, que puede pervivir hasta el fin de un ciclo cósmico. La muerte es entendida como
separación del alma y el cuerpo. De ello se infiere que el alma es también corpórea, ya que en caso
contrario no podría darse tal separación. Ya que la física es el fundamento de la ética, la máxima
moral de los estoicos se resume con la sentencia: «vive de acuerdo con la naturaleza» o, lo que es
lo mismo, siguiendo el logos divino. El acatamiento de esta ley separa a los estoicos de las
concepciones hedonistas, como las defendidas por sus coetáneos los epicúreos, y crea las bases de
una ética del deber entendida a la manera intelectualista, ya que el seguimiento de este deber
sólo es posible por parte del sabio, que es quien conoce el logos. Pero, mediante la aceptación del
destino, puede alcanzarse la tranquilidad de ánimo propia del sabio.

La intranquilidad proviene de las pasiones que hacen errar a la razón, al desear que las cosas
sean de un modo opuesto a los designios de la providencia-destino. Contra las pasionesproponen la
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apatía (ausencia de pasión o imperturbabilidad), que permite alcanzar la eutimía, (alegría serena) y
la, eudaimonía (felicidad). La virtud, que consiste en la eliminación de todas las pasiones y en de la
aceptación del orden de la naturaleza, debe mantenerse incluso a costa de la propia vida. Por ello,
los sabios estoicos aconsejaban (y varios practicaron tal consejo) el suicidio antes que verse
forzados a actuar en contra del deber. A pesar de esta ética de la resignación, los estoicos
participaron en política y defendieron tesis opuestas a la tradición. Al sustentar que la naturaleza es
el fundamento de todas las leyes, afirmaron que por su physis todos los hombres deben estar regidos
por la misma ley, con lo que propugnaron la abolición de la esclavitud.

Suelen distinguirse tres etapas en la evolución del estoicismo:

a) Estoicismo antiguo (entre los siglos III y II a. C.), fundado por Zenón de Citio y cuyos
principales seguidores fueron Aristón de Queos, Cleantes de Asos (primer sucesor de Zenón
como escolarca) y, especialmente, Crisipo de Soles (segundo escolarca), que sistematizó las
doctrinas principales de la escuela, por lo que se le considera como un segundo fundador de la
misma.
b) Estoicismo medio (s. II-I a. C.), representado por Panecio y Posidonio. En esta etapa el
estoicismo tiende al sincretismo y al eclecticismo, incorpora muchos elementos platónicos,
aristotélicos y se preocupa, sobre todo, de la ética, manteniendo un cierto contacto con
concepciones religiosas orientales.
c) Estoicismo nuevo (s. I-III d.C.), más cercano al estoicismo antiguo, pero centrado
especialmente en un pensamiento de tipo moral y religioso que tuvo una gran influencia política
y social. Sus representantes más característicos en la época imperial romana fueron Séneca,
Epicteto y Marco Aurelio.

El escepticismo

Históricamente, una corriente de la filosofía helenística, el pirronismo, o escuela escéptica que


nace con Pirrón de Elis (360-272) y su discípulo Timón de Fliunte (325/320-235/230), para
quienes ni los sentidos ni la razón pueden suministrarnos un conocimiento verdadero, por lo
que lo más sabio, si queremos llegar a la ataraxia (imperturbabilidad), es permanecer indiferentes a
todo absteniéndonos de hacer juicios; los estoicos llamaron a esta suspensión de juicios epokhé.

Con Arcesilao (315-ca. 240), considerado el fundador de la Academia nueva, entra el


escepticismo en la Academia platónica; criticó la teoría del conocimiento de los estoicos, y excluyó
del escepticismo el razonamiento moral: pese a desconocer dónde está la verdad, el sabio es capaz
de actuar moralmente. Carneades (219-128), uno de sus sucesores, desarrolló una teoría del
conocimiento probable (píthanon, «lo digno de crédito»): su escepticismo está basado en la
distinción que establece entre lo objetivamente verdadero, desconocido para el hombre, y lo
subjetivamente verdadero.

A partir del s. II a.C., el escepticismo tiende a convertirse en eclecticismo, pensamiento que


invade tanto la Academia platónica como las restantes escuelas helenísticas, si bien en menor
medida. Enesidemo de Cnossos (hacia al año 50 a.C.) renueva el pirronismo antiguo y estudia sus
«tropos», o lista de contraposiciones que fundamentan el escepticismo de la vida (Razonamientos
pirrónicos).

Hacia el s. II d.C. el escepticismo se funde con el empirismo médico. En esta corriente destaca
Sexto Empírico (Alejandría, hacia la segunda mitad del s. II d.C.), el autor más importante para el
conocimiento del escepticismo antiguo, que lo entiende (Supuestos del escepticismo pirrónico)
como el arte de enfrentar todas las contradicciones de las cosas y el pensamiento; el escéptico logra
la ataraxia, o tranquilidad interior, renunciando a decidir sobre opiniones contradictorias.

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El epicureísmo

Esta corriente filosófica desarrollada en el período helenístico fue formada por los seguidores de
Epicuro. Como tal corriente de pensamiento, se remonta ya a los inicios de la primera escuela
fundada por Epicuro primero en Mitilene en el año 311 y, al año siguiente, en Lámpsaco, donde
impartió clases durante cuatro años.

En esta primera generación de discípulos de Epicuro destacan Colotes, Timócrates, Hermarco


Idomeneo, Metrodoro, Hedeira, Leonteso y, su mujer, Themista. Posteriormente, Epicuro se trasladó
a Atenas donde fundó su escuela conocida como el jardín, por ser en el jardín de su propiedad
donde se reunían y hospedaban sus seguidores y amigos. Durante toda esta primera época,
vinculada directamente al maestro, los epicúreos polemizaron especialmente con los platónicos, los
aristotélicos, con los seguidores de las escuelas socráticas y con la naciente escuela estoica.

Puesto que el sistema teórico y el ideal de vida forjados por Epicuro presentaban una gran
coherencia, la mayoría de sus discípulos siguieron sus doctrinas con muy pocas modificaciones.
Además, profesaban un gran respeto por su maestro, hasta el punto que entre ellos se hizo famosa la
siguiente máxima: «Compórtate siempre como si Epicuro te viera». No obstante, sus discípulos no
se limitaron a copiar las tesis del maestro, sino que desarrollaron aspectos de la doctrina, como en el
caso de Metrodoro (íntimo amigo de Epicuro), que profundizó la tesis epicúrea del placer
catastemático (placeres naturales y necesarios propios de la entereza de ánimo, que se basan en la
privación del dolor físico y moral). Otros discípulos destacaron por sus polémicas contra el
platonismo y por la defensa de sus tesis contra otras escuelas éticas como los cínicos y los estoicos.

Polístrato fue el tercer escolarca y el último de los de la primera generación de discípulos


directos de Epicuro. Posteriormente, la escuela se extendió y se crearon escuelas epicúreas, algunas
todavía en vida del maestro, en varios lugares: en Asia Menor (Lámpsaco y Mitilene), en Antioquía,
en Alejandría, en Italia (Nápoles), y en Galia. Durante los siglos II y I a.C., destacaron autores como
Zenón de Sidón, Demetrio Laconio (que polemizó con Carneades), Filodemo de Gadara y
Calpurnio Pisón. Sin embargo, mención especial merece el latino Lucrecio, que hizo una defensa
apasionada del epicureísmo y expuso las doctrinas de esta escuela en el gran poema De rerum
natura que, más tarde, fue publicado por Cicerón (quien, no obstante, fue uno de los más acérrimos
críticos del epicureísmo). También pueden mencionarse Amafirio, Rabirio, Catio y, posteriormente,
Diógenes de Enoanda, que difundió las tesis de Epicuro por Anatolia.

La corriente epicúrea fue el blanco preferido de las críticas de la mayor parte de las otras
escuelas filosóficas que, a pesar de sus muchas diferencias, coincidían en considerar la filosofía de
Epicuro como el enemigo a batir. Contra el epicureísmo se levantaron especialmente los estoicos y
los cristianos, pero esta crítica, en muchas ocasiones, escondía una gran manipulación ideológica y
una interesada tergiversación de las tesis de Epicuro. Este mismo hecho ya es muestra suficiente
como para señalar el potencial subversivo del epicureísmo, que fue puesto de manifiesto por Marx
en su estudio sobre los sistemas de Demócrito y Epicuro.

En la época moderna, también Nietzsche salió en defensa de Epicuro, a quien, juntamente con
Pirrón, consideraba uno de los últimos verdaderos filósofos después de la traición perpetrada por
Sócrates y Platón, que, según Nietzsche, fueron los responsables de la inversión de los auténticos
valores representados por la filosofía de los presocráticos e, incluso, de los sofistas.

Según Diógenes Laercio, Epicuro dividió la filosofía en tres partes: la Canónica (lógica y teoría
del conocimiento), la Física y la Ética. Pero, puesto que concibe la filosofía como una reflexión
para alcanzar la felicidad, la Canónica y la Física estaban en función de la Ética. A su vez, en
cuanto que Epicuro era abiertamente enemigo de las especulaciones platónicas y aristotélicas,
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fundamentaba todo saber en un empirismo sensualista: el único criterio de verdad lo proporciona
el cuerpo.

Por ello, en la canónica, la filosofía epicúrea tomó como centro de reflexión, no un supuesto
mundo más allá, sino el radical más acá que es el cuerpo. Así, el alma se diluía en todo el
organismo y era concebida, a la manera atomista, como formada por átomos. De esta manera,
eliminaba todo dualismo entre alma y cuerpo, así como todo dualismo entre sensación-
intelección, o entre doxa y episteme, y podía elaborar una teoría del conocimiento según la cual el
criterio de verdad es la percepción, que se produce por la recepción de los efluvios que provienen
de las cosas; la percepción es siempre verdadera y los errores provienen del juicio. La
eliminación de toda forma de dualismo y la reivindicación de la corporeidad (pansomatismo) del ser
humano sentaban las bases de una nueva psicología y los fundamentos para la elaboración de una
nueva antropología.

En física adoptó la teoría atomista de Demócrito (Epicuro negaba la existencia de Leucipo), a la


que añadió la existencia del clinamen (inclinación) para explicar el movimiento de colisión de los
átomos en el vacío. Según él, los átomos caen continuamente en el vacío de forma vertical, pero
tienen la propiedad de declinar espontánea-mente de su trayectoria. En esta declinación se producen
choques al azar y se engendran los distintos cuerpos. El aspecto de indeterminación que introducía
el clinamen permitía, según él, explicar la libertad del alma humana. A su vez, estas teorías
ayudaban a eliminar dos de los cuatro temores que impiden la felicidad humana: el miedo a la
muerte y el temor a los dioses. La muerte no consiste en otra cosa que en la disgregación de los
átomos de los que estamos compuestos. Cuando esto ocurre, ya no tenemos sensibilidad para darnos
cuenta de ella: cuando estamos nosotros, no está ella, y al revés. Y, en cuanto a los dioses, cree que
existen pero, como todo cuanto existe, también están hechos de átomos y viven en otros mundos,
por lo que no son providentes ni se preocupan de nuestros actos. Son dioses que no causan males, ni
vigilan nuestros actos, ni son vengativos. Dioses sin odio que no deben inspirar ninguna clase de
temor, alejados tanto de los dioses de los mitos clásicos (que Epicuro quiere desterrar), como de las
elaboraciones teóricas de los platónicos, los aristotélicos y los estoicos.

En su concepción ética, Epicuro defiende el hedonismo5, y sostiene que el fin de la vida


humana es el placer, pero no se trata del placer puramente material, sino que es más bien de
índole espiritual y afectivo y, por tanto, tranquilo y duradero. Las numerosas críticas a las que fue
sometido el epicureísmo y las grandes deformaciones ideológicas a las que se vio sometido,
muestran el inmenso grado de agresividad que provocaron sus ideas, por lo que éstas fueron
deformadas hasta la caricatura por parte de sus enemigos, en uno de los más grandes movimientos
de falsificación y manipulación intelectual de toda la historia de las ideas. Así, se le acusó de
libertino y de vivir como los cerdos, preocupado solamente de los placeres sensuales.

Sin embargo, para Epicuro, el auténtico placer sólo se alcanza cuando se consigue la
autarquía, el pleno dominio de uno mismo, de los propios deseos y afecciones. Pero, esta autarquía
no es entendida por Epicuro como un estado de completa insensibilidad y eliminación de todas las
pasiones, como preconizaban los estoicos, sino que es la eliminación de los obstáculos que se
oponen a la felicidad: los temores y las preocupaciones, las penas y los dolores.

El sabio será aquél que conozca las verdaderas necesidades, que deben reducirse a lo
indispensable para que no nos inquieten los deseos de poseer más, ya que el verdadero placer no
se halla en los bienes materiales, sino en el saber y la amistad. El cuidado de estos bienes, así
como la consecución de los placeres, producen la ataraxia, es decir, la serenidad y el equilibrio del
ánimo. Los placeres materiales deben saber dosificarse y han de ordenarse en función de los

5
Del griego hedoné, placer, gozo, voluptuosidad. Concepción ética que considera que la consecución del placer
determina el valor moral de la acción. De esta manera el hedonismo identifica el bien con el placer, que pasa a ser
considerado como el fin último que persigue la acción humana.
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placeres espirituales, que son de mayor valía. Con ello, se eliminan los otros dos obstáculos que
impiden la felicidad: la búsqueda desordenada de placeres y el miedo al dolor (ver cita).

De todas las obras de Epicuro (según Diógenes Laercio, cerca de 300 libros), sólo se conservan
tres cartas enteras: A Meneceo, a Herodoto y a Pitocles, así como unos fragmentos conservados en
un manuscrito custodiado en el Vaticano (conocidos como Vaticanae sentenciae, o como
Gnomologio vaticano epicúreo), y unos manuscritos medio carbonizados hallados hacia 1750 en las
excavaciones de Herculano (Herculaneum papyri) de muy difícil lectura, pero que complementan lo
que se sabe acerca de la teoría de la naturaleza de Epicuro. Sus obras mayores fueron un Tratado
sobre la naturaleza, un tratado sobre El criterio, varios libros de ética, con títulos como: Vidas, Del
fin, De elección y aversión. Escribió también obras polémicas: Contra los físicos, Contra los
megáricos, y Contra Teofrasto.

Las fuentes secundarias para el conocimiento del pensamiento de Epicuro son,


fundamentalmente: Diógenes Laercio, Séneca, Sexto Empírico, Cicerón, Plutarco (estos últimos,
abiertamente contrarios al epicureísmo) y, muy especialmente, el libro De rerum natura, de
Lucrecio.

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