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La mlflllr molesta.
eminismosp ostgénero y traIJsldentidadsex lIal
LA M UJ E R M OL E STA
F E MINISMO S P O S TGÉ NE R O
y T R ANSID ENTI D AD SE X U AL
Pr imera edición, 2019

Del texto:

© Rosa MarIa Rodríguez Magda


Rosa M arí a Rodrí gue z Magda
Diseño de portada:

© Salldra Delgado

© Editorial Ménades, 2019

www.men adeseditorial .com

ISBN: 978-84- 120566-2-4


Depósito LegaJ : M-1 9066-2019
~ trincherol

ÍNDI CE

Prólogo 7

LA MUJER MOLESTA

1. ¿Qué identidad? .... .................................................. 13

2. Identidad sexual .................. .............................. ...... 17

3. Pensar el género .. .. .... ...... ..... ..... ... ..... .. .. ...... .......... 2 1

4. L a mirada clínica ...... ..... ... .. .................................. 31

5. El género y los feminismos .................................... 39

6. Revisando conceptos 47

7. Postgénero . .......................... ................... 57

8. Transidentidad .............. .. ..... .. ....................... ... ....... 63

9. E l sexo como petj ormance .... .. ............................... 75

10. Transmodernidad ......... .............. .......... .......... ......... 81

11. Transidentidad sexual ............................................. 89

12. Los excesos del género ..................... .. ......... 101

13. La sanción legal ........ ... ........ ........ ................... ........ 109

14. Implicaciones para el feminismo ............................ 123

15. Las trampas de Ja diversidad .................................. 13 5

16. Conclusiones .. ................ ............... ......... ........... .... . 149

Bibliografía ... .................................. ........................... 153

5
3
PENSAR EL GÉN ERO .

LOS ORÍGEN ES DE L TÉRMIN O

emos recordado cómo la identidad del yo se encontraba


H primero en el alma. Despojada de su carácter religioso o
metafisico. pasó a buscarse en la mente o la conciencia; ello
con un subtexto de género pocas veces explícito, pero que de­
temlÍna qué identidad personal pueden y deben buscar hom­
bres y mujeres. Con el psicoanál isis, aparece indisolublemente
ligada a la libido y la sexualidad, hasta constituir el sexo la
verdad de nosotros mismos.
Ante tal desenvolvimiento, el feminism o realiza, en primer
lugar, una mirada crítica para desvelar el sesgo androcéntrico
de Jos pretendidos itinerarios universales y la legitimación de
la exclusión o minusvaloración de las muj eres.
Para tal discriminación, se han manejado, a lo largo de la
historia, argumentos religiosos, biologicistas. sociológicos, mo­
rales, psicológicos ... Los objetivos del feminismo frente a ellos
han sido, en líneas generales, liberarse de la biología como des­
tino. construir la propia identidad, y lograr la igualdad y la eman­
cipación.A este fin, ha con tribuido la tematización de la noción
de género, cuyos momentos clave quiero pasar a recordar.

La gestación de un concepto
Cuando en la segunda mitad de los añ.o s 40 del pasado siglo
Simone de Beauvoir trabaja en la redacción de El segundo

17
LA MUJLR MOl eSTA P ENSAR EL GE.'1ERO
P E.'1SAR El GEl'F RO LAMUJER MOLESTA

sexo (1949), la noción de género no se ha acuñado todaVía, inesencial frente a 10 esencia l. Él es el sujeta. Él es lo
aunque se comienza a percibir la influencia de la cultura en el absoluto; ella es el otro .3
comportamiento y la caracterización de los sexos.
Ya en 1935, Margaret Mead, en su estudio Sex and Tempe­ La autora toma aq ui estos dos conceptos, utilizados por la
ramenl in Three Primilive Socielies, defendía la tesis de que filosofía del momento, para mostrarlos marcados por el sexo.
las conductas sexuales podían ser diversas según el contexto Maniliesta una desigualdad que, más tarde, Celia Arnorós defi­
sociocultural . En dicho libro, analiza a los arapesh, los mWl­ nirá certera como la relación entre «los iguales»: aquellos que
dugumor y los tchambuli de Nueva Guinea, y muestra cómo se reconocen mutuamente en los pactos sociales entre varones;
cada uno de los grupos actuaban según diferentes patrones y «las idénticas», intercambiables e indistinguibles. Diferen­
de masculinidad y feminidad. Su tematización del «tempera­ ciación importante a la hora de evaluar el diverso posiciona­
mento» frente al «sexo» preludia la idea de género. miento en la búsqueda de la identidad del yo según los sexos.
La frase de Simone de Beauvoir «no se nace mujer, se llega No existe reciprocidad. Mientras los hombres representan
a serlo» incorpora también esta diferenciación. De Beauvoir 10 positivo y lo neutro, las mujeres son lo negativo. Ya en los
parte del supuesto existencialista según el cual los seres hu­ mitos percibimos cómo las muj eres responden al imaginario
manos no poseen una esencia preestablecida, no son un ser de los deseos y temores masculinos, se ensalza en ellas la
en si, pues se construyen en la existencia, lanzados al mundo; sumisión, a la vez que se pretende controlar su pretendido
la condición humana responde a esta libertad de configurarse carácter maléfic o.
por medio de la acción (ser para SI). Estamos «condenados a La biología subordina a la mujer a la especie, hecho que
la li bertad», y a través de ella adquirimos nuestra dimensión se ha intentado naturalizar desde la psicología y desde el psi­
moral, en interacción con los otros y descubriendo nuestras coanálisis, corriente esta última de la que la autora realiza
propias nOffilas. Sin embargo, frente a la libertad absoluta sar­ una lectura crítica. No existimos solo en cuanto cuerpos, sino
treana, defiende que somos seres «situados»: cuanto nos rodea en cuanto cuerpos vividos por el sujeto; la muj er se convierte
condiciona la posibilidad de realizarnos como proyecto. En en hembra al experimentarse como tal, pero la anatomía no
este sentido, De Beauvoir constata las condiciones diferentes es un destino. Tampoco la economía es suficiente para expli­
que rodean a las mujeres: mientras los hombres son detenta­ car la supeditación de las mujeres, y aquí disentirá tam bién
dores de pleno derecho del discmso, del saber y de la historia, de la explicación del origen de la familia dado por En gels
las mujeres han sido consideradas seres accesorios. ElJos son y de la preeminencia otorgada a dicho condicionante por el
el sujeto, lo universal, aquellos que reconocen su identidad. materialismo histórico. La mujer es W1 producto de múlti­
los iguales, «lo mismo»; las mujeres quedan relegadas a la ples factores sociales: la educación, las costumbres, las le­
objetualización, al confuso reino ontológico de <<lo otro»: yes ... , es decir, de la civilización en su conjlrnto. Ha sido

La muj er se determina y diIerenci a con relación De Beauvoi r, Simone, El segundo sexo, Buenos Aires, Siglo XX,
al hombre, y no este con relación a ella; esta es lo 1977, t.1 , p. 12, traducción española de Pablo Palant.

18 19
PI'!'SAR aL GENERO LAMUJER MOLESTA LA \ruJER M OLESTA PDlSAR EL GENERO

condicionada para intentar recuperar su cuerpo y su relación (sexo y género)>> .4 Acepta también con Money que el género
con el mundo a través de discursos ajenos, y sol o tornando se establece con la adquisición del lenguaje, y que se fija en
conciencia de esto podrá construirse en libertad. El análisis t01110 a los dieciocho meses de edad.
pormenorizado que De Beauvoir realiza en El segundo sexo De acuerdo con todo ello, Millet concluye : «El vocablo
de cómo la cultura determina el sexo, avanza y desarrolla, género no tiene un significado biológico, sino psicológico y
aún sin nombrarlo, el concepto de género. cultural».5 Y. en consecuencia:
El acuñamiento del concepto llegará a través de la medici­
na y la psiquiatría, en el ámbito del tratamiento de los bebes [E]I desarrollo de la identidad de género depende, en el trans­
intersexuales, por parte de John Money, del Hospital Johns curso de la infancia, de la suma de todo aquello que los padres,
Hopkins de Baltirnore, en 1955, y de Robert Stoller, de la los compañeros y la cultura en general consideran propio de
Gender Identity Research Clínic, en 1968. Para la fijación del cada género, en cuanto al temperamento, al carácter, a los inte­
sexo definitivo en bebes nacidos con una genitalidad ambi­ reses, al esfalu.\·, a los méritos, a los gestos y a las expresiones. 6
gua, hubo que distinguir entre sexo cromosómico, anatómi­
co, identidad de género y rol de género, en el intento de que Sirviéndose de esta terminología, Millet h·ansciende el
una intervención quirúrgica temprana y una posterior hormo­ mero ámbito médico-psicológico para, en la estela de Simo­
nación condicionara al individuo a reconocerse en el género ne de Beauvoir, desarrollar su concepción de política sexual.
masculino o femenino seleccionado. Este tema lo trataré con Nos hallamos a finales de los sesenta; una idea se reitera en los
mayor detenimiento en el apartado siguiente, por la prevalen­ movimientos estudiantiles: hay que trascender los estrechos
cia que ostenta en la actual consideración de la transexualidad. límites de la politica tradicional: «lo personal es politico». Y,
Constatemos simplemente ahora que la aparición «cien­ en este sentido, cabe situar la afinnación de Millet: «El sexo es
tífica» y terminológica de la diferenciación sexo/género fue una categoría social impregnada de políticID>. El poder, como
asumida por el pensamiento feminista, pues, más allá de la luego desarrollará Foucault, penetra los cuerpos y los saberes.
biología como destino, posibilitaba seguir indagando sobre Por ello, es necesario analizar desde un prisma más amplio las
la influencia de la cultura y la educación en la identidad se­ relaciones de poder. La política sexual que Millet descubre en
xuada adjudicada a las muj eres y apuntar caminos de eman­ el corazón de la sociedad responde a la socialización de ambos
cipación de esa falacia naturalista. sexos realizada en el patriarcado, de ac uerdo a dos principios
Kate Millet, en su obra Sexual Politics (1 969), asumirá
las definiciones de Stoller de sexo como «los componentes
biológicos que distinguen al macho de la hembra», y de gé­ 4 StoJler, Robert J., Sex and Gender, Nueva York, Science House,
1968, pp. VII [ Y IX del prefacio (citado por Kate Millet, Política se­
nero como aspectos esenciales de la conducta: afectos, pensa­
xual, Méx ico DF. Aguilar, 1975, p. 39, traducción española de Ana

mientos, fantasías ... , «que, aun hallándose ligados al sexo, no Maria B ravo Garcfa) .

dependen de factores biológicos». Así, pues, «no existe una 5 Mil let, Kate, Op.cil. , p. 40.

dependencia biunívoca e ineluctable entre ambas dimensiones 6 [bid., p. 4 1.

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P EN SAR EL GENE.RO L A MUJr.R MOLESTA


L /\ MUJER MOl ESTA ENSAR EL GÉNERo

fundamentales: «El macho ha de dominar a la hembra y el del mero economicismo marxi sta, reduccionista en Engels y
macho de más edad ha de dominar al más joven». 7 Los roles y ciego a la diferencia de los sexos en Marx.
estatus adjudicados a ambos sexos, según este criterio, no de­ La noción sistema sexo/género le parece a la autora más
rivan en modo alguno de la naturaleza humana. El control de adecuada que «modo de reproducción» o «patriarcado» para
los varones sobre las muj eres introyecta en estas los valores de mostrar la identidad y la estratific ación de los géneros, <da
la sumisión, el patriarcado socializa a las mujeres de manera organización social de la sexualidad y la reproducción de las
que estas asuman su papel asignado. Solo liberándose ambos convenciones de sexo y género».
sexos de estos patrones del género podremos acceder a unas Lévi-Strauss, al analizar los sistemas de parentesco, en­
relaciones más libres e igualitarias. troniza el tabú del incesto y el intercambio de mujeres como
Otro texto clave en la configuración del concepto de gé­ origen de la cultura. Asombra que esta afirmación, común­
nero es el conocidísimo artículo de Gayle Rubin «The Tra­ mente aceptada por la antropología, no haya sido piedra de
ffic in Women: Notes on the "Political Economy" of Sex» escándalo. ¿Significa esto aceptar, en tanto prerrequisito de la
(1975 ). En él, realiza una lectura del marxismo (Marx, Enge­ civilización, que las mujeres sean obj eto de transacción como
ls), la antropología (Lévi-Strauss) y el psicoanálisis (Freud, esclavas, siervas, prostitutas o en su mera calidad de mujeres?,
Lacan) analizando sus logros y sus limitaciones de cara a ¿que la civilización misma esté fundamentada en esta onerosa
iluminar la diferenciación de los sexos y la opresión de las infamia?, ¿no habría sido posible otro desarrollo? Más allá
mujeres. Para ello, acuña la expresión sistema sexo-género de esta postura maximalista, pero partiendo de esa estructu­
como «un conjunto de disposiciones por el cual la materi a ra de dominación subyacente, Rubin propone la necesidad. de
prima biológica del sexo y la procreación humanos es con­ realizar una economía política de las relaciones sexuales.
formada por la intervención humana y social, y satisfecha Plantea también la autora una revisión del psicoanáüsis,
en una forma convencional».8 El sexo. en cuanto fenómeno pues este muestra de una forma acrítica el proceso de auto­
complej o, que incluye la identidad de los géneros, los de­ negación por el cual las mujeres asumen su identidad hetero~
seos y fantasías sexuales y su gestación en la infancia~ se sexual normalizada. Si bien, en un primer momento, los com­
nos muestra como un producto social. En este sentido, habrá plejos de Edipo y Electra suponen que antes de la fase edípica
que estudiar las relaciones de producción. yendo más allá los niños son bombres y mujeres «pequeños», naturalizando
los estereotipos sexuales, el posterior desarrollo del pensa­
miento freudiano establece la bisexualidad previa para ambos
7 l bid., p. 34.

sexos, constatación de la que se vale Rubín para criticar la he­


8 En Reiter, Rayna R. (ed.), Toward an Anthropology of Women.

Monthly Review Press. 1975, pp. 157-21 O. Véase trad. casto «E l tráfi­
terosexualidad normativa. En la concepción de la feminidad
co de muj eres : notas sobre la "economfa politica" del sexo», en Revis ­
freudiana. podemos ver, según la autora, buena parte de los
ta nue va antropologia, año/vol V III , 11 .030. Univers idad Autónoma
mecanismos operantes sobre la psiquis femenina; frente al mo­
de Mexico, p. 102. http://lvlll'>v.caladona.org/grujJs/uploads/2007/05,
delo sexista postulado por Freud, al feminismo le corresponde
1%20trafico% 20de%20111 ujeres2.pdf desvelar su sesgo androcéntrico y opresivo para las mujeres.

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23
L A MUJER MO LESTA P ENSAR EL m iNERO
PENSAR EL GÉNERo LA MUJER MOLESTA

El fin último del sistema sexo-género, tras conocer sus acentuándose con el paso del tiempo. Así, mientras en Europa
trampas y mecanismos, es poder liberarnos del género. es de­ los estudios sobre la mujer o feministas se consolidaban tími­
cir, la elimi nación del sistema social que produce el sexismo damente, en EEUU se establecían de forma más generalizada
y el género. Este es el deseo con el que concluye su texto: los Gender Studies, consecuencia de un largo proceso.
«El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad Ya en la década de los 60 del siglo pasado, influidos por el cli­
andrógi na y sin género (aunque no sin sexo) en que la anato­ ma contestatario, antibelicista, pacifista, de derechos civiles .. . ,
núa sexual no tenga ninguna importancia para 10 que una es nacen los primeros grupos de reflexión sobre la discriminación
lo que hace, y con quién hace el amOD). de la mujer, precursores de los Women s Sfudies, ligados al fe­
Aun cuando en la actualidad Gay le Rubin ha decidido minismo de la segunda ola y al feminismo radical. La amplia­
abandonar la denominación sistema sexo-género para desli­ ción del objeto de estudio incluyendo las variadas sexualiqades,
gar el análisis del género de la sexualidad, esta ha tenido una gays, lesbianas, nuevas masculinidades, queer y transexualidad,
gran repercusión en la teoría feminista. conforman más tarde la dimensión de los Gender Studies.
Si hacemos un poco de arqueología y genealogía de los
deslizamientos epistémicos que han dado lugar a la consoli­
Bástennos estos trazos para recordar cuál ha sido, dentro de dación de la noción de género y su actual difusión, podemos
la teoría feminista, el surgimiento de la noción de género, y reconocer ciertas líneas: en primer lugar, la generalización del
cómo vino a otorgar nombre a una constatación cada vez más debate teórico naturaleza/cultura, propiciado por el auge de la
presente: feminidad y masculinidad no obedecen a una mera antropología, disciplina que consolidaba su espacio frente a
determinación biológica, sino construida históú ca y cultural­ las ciencias de la naturaleza; por otro lado, las revueltas con­
mente. Una concepción superadora del determinismo biologi­ testatarias que se oponen a las tradiciones convencionales en
cista que, a lo largo de los siglos, ha pretendido legitimar en busca de un espacio de libertad, con especial protagonismo
la naturaleza toda una serie de normativas morales, religiosas de las secuela.;; del movimiento hippie y la revolución sexual;
y sociales. Un fenómeno mucho más complejo que no puede asimismo, la importante problematización que de las rela­
explicarse simplemente, como se pretendió desde el marxismo ciones sexuales realizan los grupos de reflexión de mujeres'
y el psicoanálisis, por causas económicas o psicológicas. unido a ello, fruto pri mero del postestructuralismo y después
La emergencia de un concepto está precedida por la percep­ del postmodernismo, se desarrolla un constructivismo social:
ción de una problemática a la cual al fin se le otorga denornj­ todo cuanto nos ocurre, explicado hasta entonces por causas
nación. El término inglés gender parecía adecuado para crear materiales o empíricas, empieza a verse como el resultado
un nuevo campo semántico que prometía un acercamiento de factores sociales e históricos. Si, en un pri mer momento
sistémico a la cuestión. Sin embargo, esa misma potenciali­ - recordemos El segundo sexo de Simone de Beauvoir- , el
dad teórica produjo suspicacias desde el principio, pues al ser intento es desligarse de lo biológico para dar espacio a lo CllI ­
más difusa y académica, también ocultaba el aspecto de lucha tural, cincuenta años más tarde será lo cultural lo que adquie­
del feminismo y la propia definición de mujer, algo que ha ido ra Una hegemonia cuasi omniexplicativa. Este deslizamiento

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P ENSAR FL GÉNERO L A MUJER MO LllSTA

epistémico configu ra la inclusión del género en el régimen de 4


verdad en el que hoy nos movernos. LA MIRADA CLÍNICA
Junto a la generalización de los Gender Studies en las uni­
versidades, un salto cualitativo importantísimo lo constituyó la
Conferencia de Beijing de 1995; en ella, se inicia un despla­
zamiento no solo terminológico. Si en las anteriores Confe­
rencias Mundiales sobre la Mujer, esta era el sujeto (México,
1975; Copenhague, ] 980; Nairobi, 1985), ahora se introduce el
concepto de «género», y se propone la «perspectiva de género»
como el mecanismo que debe aplicarse en todas las políticas El origen clínico de los conceptos clave del feminismo
de lucha contra la discriminación. Ello implica que las aporta­
ciones de las investigaciones del género se reconocen como el Resulta cuanto menos curioso que dos de los términos fun ­
marco teól;co de referencia. La Declaración y Plataforma de damentales para el movimiento de emancipación de la muj er
Acción de Beijing instan a las organizaciones de las Naciones hayan surgido del entorno médico, empezando por la pro­
Unidas, a sus estados miembros, y a las instituciones y agentes pia denominación de «feminismo». Frente a la idea, durante
de la sociedad civil a incorporar la perspectiva de género. Así, mucho tiempo aceptada, de que el primero en utilizarla fue
la reunión para el plan de seguimiento de la aplicación de dicha Fourier, quien, en sus textos en pro de la igualdad entre hom­
plataforma, celebrada en Nueva York en 2000 se denominó bres y mujeres, habría empleado el neologismo f éminisme,
«La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desa­ Genevieve Fraisse, en su libro Musa de la razón, deshace
rrollo y paz para el siglo XX!)); y, del mismo modo, esto quedó este error, al aducir que la palabra aparece por vez primera en
asumido en la Declaración del Milenio. También" por ejemplo, 1871 en la tesis de medicina Sobre el femi nismo y el infanti­
la Comisión Europea lo recogió en su Compromiso Estratégi­ lismo en los tuberculosos de Ferdinand-Valere Faneau de la
co para la Igualdad de Género 20 16-2019. Y la Agenda 2030 Cour,9 quien la emplea para significar una «detención del de­
para el Desarrollo Sostenible, en su punto 5.c. propone «[a] sarrollo» en un varón enfermo, lo que atenúa su virilización.
probar y fortalecer políticas acertadas y leyes aplicables para Retengamos dos datos: surge, pues, primero, ligado al
promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento sujeto varón, y segundo, como efecto patológico. Su trasla­
de las mujeres y las niñas a todos los niveles». ción primera al ámbito social mantiene ambas característi­
Hasta aquí esta breve sinopsis, que no pretende hacer una cas. Alexandre Dumas, hijo, la utiliza en 1872 en su panfleto
historia de las teorías del género, sino señalar los momentos antifeminista L 'Homme-Femme, donde ridiculizaba el mo­
clave en los cuales emerge un concepto para dar nombre y vimiento sufragista, debatía sobre el adulterio y atacaba el
explicar una nueva percepción de la realidad. hasta el mo­ divorcio. En el texto, de forma irónica afinna:
mento en que esa formulación condiciona la forma en la que,
a partir de entonces, percibimos esa misma realidad. 9 Fraissc, Genevieve, Musa de la razón, Madrid, Cáted~ 1991 , p. 204.

6 27
5

EL GÉNERO Y LOS FE MIN ISMOS

emos revisado algunos de los momentos clave en la ges­


H tación del concepto «género» . Realiz ar una historia de
sus diversas acepciones e interpretaciones hubiera sido tema
para otro libro; doy por supuesto que quien lee este texto está
más o menos al corriente de ellas, por lo que hasta ahora me
ha interesado resaltar algunos puntos subyacentes y no siem­
pre explícitos. Repasémoslos.
Históricamente el problema de la identidad personal vie­
ne ligado al desarrollo de lo que se ha entendido por «alma»,
y después por «mente» . El examen de conciencia estoico, y
luego cristiano, sobre todo a partir del pensamiento de San
Agustí n, introduce la indagación en la propia conciencia,
bien para lograr un talante ético, bien para escapar de lo
pecam inoso. Un punto de inflexión importantísimo lo en­
contramos en Freud; a partir de él, la identidad personal no
puede separarse de la identidad sexual, ni de cómo los in­
dividuos resuelven los conflictos eróticos tempranos de su
libido, en referencia a la relación con sus progenitores y las
diversas fases eróticas que deben concluir en una genitali­
dad adecuada, todo ello según un modelo heterosexual an­
drocéntrico. La teoría feminista denunciará la desigualdad
e~tre los sexos, no solo desde el punto de vista psicológico,
Sl OO social, y desarrollará una profunda crítica de la falacia
naturalista que ha pretendido fundar dicha desigualdad en

35
I,A I\'IUJER MO LES1A E l CENERO Y LOS r BMJN lSMOS
E L GliNERO \' LOS FEMIN ISM OS

la naturaleza, en la biología. La cultura, las costumbres, los Feminismo de la igualdad


mitos ... han reforzado esa desigualdad, la estructura social Incl uyo aquí, bajo el epígrafe «feminismo de la igualdad»,
se ha basado en ella; la identidad sexual no es algo dado aquellas corrientes que han defendido la emancipación de
sino construi do, no nacemos hombres o muj eres, llegamos a las mujeres Y su equiparación con los varones. Esta seria la
serlo por toda una serie de medidas, por una efectiva política aspiración de todas las luchas de las mujeres herederas del
sexual . La noción de género. formulada desde la mirada clí­ espíri nl ilustrado, desde la misma Déclaration des droils de
ruca, vi ene a otorgar un instrumento teórico para separar, de lafemme el de la citoy enne de Olympe de Gouges (1791) o A
lo meramente bio lógico, lo producido por la cultura. El sur­ Vindica/ion 01 ¡he Rights of Woman de Mary Wollstonecraft
gimiento de los Gender Studies profundizará en todo ello. (1792), pasando por las liberales. socialistas y anarquistas
no solo desde la diferencia sexual macho/hembra sino en del siglo XIX, hasta el feminismo radk al de los setent~ el
la apertura a todas las opciones sexuales, lo cual posibil ita propiamente denominado «feminismo de la igualdad» en su
separar el sexo genético, hormonal, los caracteres sexuales polémica con el «feminismo de la diferencia» (años 80), al
primarios y secundarios, el género sentido, la expresión de también denomin ado «feminismo ilustrado», «feminismo
género y el obj eto de atracción sexual. La identidad del yo, socialista». «fe minismo institucional» o, en general, «femi­
asi milada a identidad sexual, se problematiza y se abre a nismo de la segunda ola».
múlti ples opciones, que abandonan la catalogación de per­ Pero, aWlque dicho anhelo de igualdad emerge desde los
versiones, para convertirse en simple elección. Los orga­ orígenes, solo podernos anal izar su postura frente al géne­
nismos internacionales y las instancias políticas nacionales ro, cuando este último. como conceptualización. empieza
asumen desde finales del siglo pasado la perspectiva de gé­ a hacerse presente. Una vez que la influencia de la cultura
nero como un valor prescriptivo. com1enza a articularse teóricamente como la causante de la
Pero. ¿cuál ha sido la postura de los diferentes feminis­ discriminación de las mujeres. todo impulso hacia la igualdad
mos con respecto al género? tenderá a denunciar y superar la construcción del género. Más
allá de los géneros, de las determinaciones sociales que hacen
El género y los feminismos diferentes y desiguales a los sexos, encontraríamos individuos
que se realizan, aman y luchan en libertad y equipotencia. Se
Aun a riesgo de parecer esquemática, podríamos sintetizar la le ha criticado a De Beauvoir la igualación de masculino y
relación del feminismo con el género de la siguiente manera: universal, y cierta ceguera hacia los valores femeninos. pero.
Feminismo de la igualdad: liberarse del género . sin entrar en este análisis, me interesa destacar que, para ella,
Feminismo de la diferencia: reencontrarse por debaj o una vez descritos los condicionamientos sociales, educati vos
del género . morales, incluso presuntamente científicos que, a lo largo de
Queer, transfeminismo: jugar con el género. la historia, han construido la feminidad y su supeditación,
solo cabe un camino hacia la emancipación: denunciarlos y

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E L GÉNERO Y LOS FEMl'IIS"IOS LA MUJER MOU!ST/\ I ,\ MUJER \toLESTA EL (lÉNIiRO y LOS FEM r"I S~IOS

deshacerse de ellos, por medio de la torna de conciencia la logros legislativos en pro de la igualdad , paridad, etc., y una
formación, la independencia económica y emocional, es de­ vertiente teórica, esto es, crítica de la razón patriarcal, postu­
cir - aunque De Beauvoir todavía no lo formulara así- , solo lación de una democracia feminista.
cabe: deshacerse del género. En esta línea caber entender la configuración del primer
Al feminismo radical que se desarrolla en los 60 y 70 en feminismo postgénero, del que me ocuparé más adelante.
EEUU, le corresponde la tarea de desentrañar las estructu­ Si en el femini smo de EEUU se utiliza la noción de gé­
ras de poder de la construcción social de la feminidad, y la nero, con el afán expuesto de denuncia y superación, en el
puesta en circulación del concepto «género», así como de movim iento feminista europeo se da en un primer momen­
«patriarcado». instrumentos imprescindibles para la articu­ to un cierto rechazo al término, no por lo que contribuye a
lación de la teoría feminista y que se formulan en dos de los desvelar. sino porque parece vago y ajeno a las lenguas no
libros más relevantes de esta corriente : el ya citado Política anglosajonas, y porque en su desarrollo como Gender Stu­
sexual (1969) de Kate M illet y La dialéctica del sexo (1970) dies puede ocultar la vertiente de lucha que sí mantiene el
de Shulamith Firestone. La noción de patriarcado, utilizada adjetivo «feminista»; así en España, por ejemplo. se seguirá
de forma aséptica por la antropología, adquiere un sentido hablando prioritariamente, hasta casi final es de los noventa,
negativo como estructura histórica y social de las relaciones de «teoría feminista» . «investigaciones feministas», etc.
de poder. Las explicaciones del marxismo y psicoanálisis,
que ya De Beauvoir había mostrado insuficientes, son pues­ Feminismo de la diferencia
tas en evidencia como ciegas al «problema de la mujer». La
opresión de las mujeres no tiene una causa meramente eco­ na rama del feminismo radical evolucionó en EEUU hacia
nÓITÚca, y por ello no puede ser resuelta por una acción solo el llamado «feminismo cultural». Deudora del movimien­
política o revolucionaria. Es necesario ampliar la esfera de lo to contracultural de los sesenta, nace esta propuesta de una
político. De ahí ,el lúcido eslogan del momento, «lo personal contracultura feminis ta. Si la cultura ha sido una creación
es político». Antes de que Michel Foucault afirmara aquello masculina, en el rechazo de esa creación social del géne­
de que «el poder penetra los cuerpos», Mjllet había desvela­ ro, la mejor alternativa es volver a la naturaleza Frente al
do la construcción patriarcal del deseo. Los grupos de auto­ constructivismo del género se reivindica cierto esencialis­
conciencia (conciousness raising) fueron un mecanismo im­ mo: los valores femeninos, la maternidad, el lesbianismo, la
portante para afianzar los lazos entre muj eres y profundizar ecología. el pacifismo .. . Una representante paradigmática es
en los mecanismos sutiles de dominación y sumisión con los Mary Daly.
que se construye la identidad sexual del yo femenino. En Europa, el feminismo de la di fe rencia se ha desarro­
El conjunto de tendencias que aquí aglutino ha tenido dos llado, sobre todo, en Francia y en Italia. Considera que el
frentes para deshacerse de la construcción social del género: feminismo de la igualdad solo pretende una igualación con
una vertiente política de liberación de la biología (control de los varones, cuando se trataría de crear otra cultura diferente,
la reproducción, anticonceptivos. legalización del aborto). y basada, en el caso de las muj eres, en la profundización en

38 39
EL OENERO y LOS FEMINISM OS L.... MUJER MOI.ESTA
Mt JER MOLE'.STA El. Ot.~ERO y LOS rnllNISMOS

una identidad propia, asentada en la diferencia sexual, en el Queer, transfeminismo


cuerpo de las mujeres, que ell as deben resignificar más allá
de las teorías vertidas por los hombres sobre ellas. Si Simo­ ::J debate feminismo de la igualdad / feminismo de la diferen­
ne de Beauvoir denunció que las mujeres habían sido vis­ cia protagonizó el colofón de la segunda ola. El de la tercera
tas como lo otro, y en ello había consistido su marginación, ola nace del postestructuralismo, la crítica postcolonial y el
desde el femin ismo de la diferencia se va a reivindicar ese postmodernismo; se sitúa frente al feminismo anterior, al que
ser otro, no en cuanto imposición, sino como venero de re­ considera eurocéntrico y heteronormativo, y deconstruye el
encuentro consigo mismas y subversión radical de un mundo sujeto-mujer para incorporar la diversidad sexual y multi­
creado por y para los hombres. cultural. Representa un constructivismo extremo: no solo el
Mientras el feminismo de la igualdad pretende una su­ género es una construcción social, también lo es el sexo. Lo
peración del género, en el de la diferencia se da un rechazo que entendemos por biología y sexualidad es un producto
de este. El concepto pivote y utilizado es el de «diferencia normativo que busca legitimar un modelo binario frente a
sexual», pues nada de esa construcción genérica puede ser­ la realidad fl uida de la identidad sexual, la expresión de gé­
virnos. Si la biología como destino había sido denunciada, nero y el erotismo. Desde este presupuesto, se intenta mos­
ahora se trata de profundizar en ella misma encontrando lo t:rar lo masculino y lo femenino como actos performativos,
que nos define genuinamente: la maternidad, la menstrua­ acciones reiteradas que acaban configurando una identidad .
ción (Annie Leclerc), el linaj e femenino , el cuerpo a cuerpo Si el sexo es una p erformance, y si al final todo es género,
con la madre (Luce Iri garay), el logro de un lenguaje propio entonces la libertad consiste en escapar de los corsés hetero­
(Hélene Cixous) ... Para ello, se reformula el psicoanálisis normativos, explorar los márgenes, las identidades fluidas.
desde una ruptura lacaniana y se parte de la denuncia de­ Somos nuestro deseo. lo que deseamos ser. Las teóricas más
rrideana del falo gocentrismo, en busca de una oralidad que relevantes de lo queer son Judith Butler, Teresa de Lauretis y
posibil ite una escritura femenina En Italia, el núcleo de Rosi Braidotti; de lo trans, Sandy Stone y Paul B. Preciado.
reflexión se articu la en torno a la Libreria delle dorme de
Milán, se pretende reforzar la sororidad, y lograr un reco­
nocimiento de la autoridad de las mujeres, no solo teórico
sino vivencj al (affidamento). Una de las representantes más
conocida es Luisa Muraro. En España, el feminismo de la
diferencia tiene como autoras relevantes a Victori a Sendón
de León y Milagros Rivera Garretas. La primera de ellas ha
vertebrado en t 01110 a la idea de Matria todo un imaginario y
una gnoseología propios.

40 41
6

R E VIS ANDO CON C EPTOS

La equivocidad de] género

La noción de género, que ha servido para tener una visión


global. y otorgar instrumentos de análisis a la teoría femi ­
nista, no deja de tener aspectos altamente problemáticos. El
primero de ellos es su equivocidad.
No siempre nos estamos refiriendo a lo mismo cuando
lo emplearnos; se convierte en un «concepto valij a», homo­
logado en la fo rma, pero con el que aceptamos contenidos
diversos de los que no siempre somos conscientes.
Hablamos de «igualdad de género», que en principio vino
a sustituir igualdad entre hombre y mujer o igualdad entre
los sexos masculino y femenino; no obstante, como ahora
«género» implica diversas identidades, expresiones, roles y
deseos eróticos, el término acaba significando «equivalencia
de opciones sexuales sin ninguna discriminacióo». Ha habi­
do un deslizamiento semántico: lo que en un primer momen­
to significó desigualdad. ejercicio de poder de un sexo sobre
otro y discriminación hacia las muj eres, ha perdido ese ta­
lante critico político, para pasar a significar aceptación de la
diversidad, lo cual acentúa la elección libre del deseo, frente
a una estructura de poder implícita que determinaba de ma­
nera consciente o inconsciente nuestras identidades sexuales
psicológica y socialmente asumidas.

43
R EVISA,'100 CONCE PTOS LA 'I LJJER 'IOLESTA REvrSANDO CONCEPTOS
\ , LJJER MOLES"IA

De la misma manera, «perspectiva de género» comenzó movimiento LGTBIQ tiene un grupo real hegemónico, que
siendo sÍnónimo de perspectiva feminista, de todas aquellas es el gay; un colectivo minimizado, el de las lesbianas; otro
acciones que pugnaban por superar la invisibilidad de las invisible, el de los bisexuales; uno ambiguo, el de los inter­
muj eres y restañar la injusticia de su relegación en los sabe­ sexuales; y dos acepciones, aunque minoritarias, simbólica­
res, en el ámbito laboral, en las medidas administrativas. etc. mente vanguardi stas: los trans y queer. Si dentro de las siglas
En la actualidad, significa inclusión de la diversidad sexual. no hay una M de mujeres, está claro que nuestras reivindi­
Decimos «violencia de género» a aquella que sufre la mu­ caciones como muj eres deben, aun cuando se coincida en
jer por el hecho de ser muj er. sustituyendo a la más inapro­ algunos puntos, gestionarse con una estrategia propia, y no
piada de «violencia doméstica» --dado que, en el ámbito ser Í11cl uidas como una más de la diversidad sexual, cosa que
doméstico, puede darse una vi olencia sufrida por muj eres, empieza a ser común en el etiquetado de los depaltarnentos
hombres. ancianos o niños. con independencia de su sexo-o de la administración o académicos y en la inercia burocráti­
y en sustitución también de la más clara de «violencia ma­ ca. Por ej emplo, donde antes había una dirección, concejalía,
chista», que parece menos científi ca. «Género» aquí pierde unidad ... «de la mujeo> , esas mismas instancias se denomi­
su carácter amplificado, pues habíamos quedado en que los nan ahora «de igualdad y políticas inclusivas», «de políticas
géneros eran múltiples, pero la contundencia de los hechos de género y diversidad», «de igualdad de género» .. .
se impone: hablamos de una violencia sufrida mayoritaria­ La perspectiva de género, aunque trata de trabajar por las
mente por mujeres y ejercida mayoritariamente por hombres. muj eres, las invisibiliza, difumina su presencia en una ter­
La denominación, pues, resulta vaga fre nte a lo que preten­ minología aséptica, general y semánticamente equívoca, o
demos denunciar. bien las incluye como un caso más en el totum re volutum
En todos estos usos, vemos un deslizamiento semántico. burocrático de la diversidad sexual y funcional.
En una primera fase, donde antes se empleaba «mujer» o 1 género comporta, lo ha mostrado Genevieve Fraisse,
«feminismo», se comienza a emplear «género», como fOlma ciertos riesgos teóricos: su carácter de universal, neutro y, a
académica de referirse a ello. En una segunda fase, el género la vez, concreto nos prometía un acercamiento a lo tmitario,
es consciente de que debe incluir la diversidad sexual y esca­ lo dual y lo múltiple por medio de una abstracción legítima.
par del modelo binario. Actualmente se produce un proceso Pero este mismo carácter puede convertirse en una máscara
de impertinencia y ambigüedad semántica, dado que a veces que oculte a hombres y muj eres, sus diferencias y desigual­
lo utilizarnos en el primer sentido y otras en el segundo. El dades. «"Género" podría ser perfectamente el árbol concep­
mismo carácter general y abstracto que posibilitó un cierto tual que esconde el bosque de las "mujeres" en su realidad
avance en la teoría feminista, se vuelve en su contra y en la subaltema». 16 El género se constituye así como solución y
de aquellos colectivos incluidos. pero muchas veces invisib; ­
lizados. Colecti vos que en un tiempo caminaron juntos . Las 16 Fraisse, Genevieve, Los excesos del género, Madrid, Cátedra,
mujeres quedan reducidas a ser una más de la variantes de la 20 16. p. 50. (Más adelante tomaré la expresión «los excesos del géne­
diversidad sexual , al privilegiarse el género frente al sexo. El ro». que Fraisse utiliza en el sentido de sus desbordamientos positivos

44 45
VISAJ\DO CO"lCEPTOS
R EV ISANDO CONCEPTOS

como problema. por un lado a causa de su imprecisión y


FratriarcadolPatriarcado
bigüedad conceptual, y, por otro, debido a su énfasis poUti
co en la deco nstrucción. cuando toda emancipación . La noción de patriarcado, tomada de las ciencias sociales,
precisamente una construcción. ha ostentado gran importancia para visibilizar y analizar
Es hora de revisar también la denomi nación sistema .lt:-U J: . desde el pensamiento feminista la estructura social y sexual
género (que, por cierto. su autora, Gayle Rubin, ya no de dominación.
liza). Si el objetivo de su famoso artículo era el de Según la Real Academia Española, en su acepción quin­
zar una «economia política del sexo», basada en el ta. es «la organización social primitiva en que la autoridad
fundacional en la civilización del «tráfico de muj eres» es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose
hubiera sido más directo acuñar y difundir esto? Porque este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje».
tráfico de mujeres no es algo que debamos solo ver en el ori En ningún momento, se hace referencia a la acepción desa­
gen, sino que ha sido y es una base estructural de la sociedad.. rrollada por la teoría femini sta (aunque esto no es de extra­
y hoy se mantiene como una de las fuentes económicas ñar, si tenemos en cuenta que su diccionario tampoco ofrece
rentables del capitalismo global, a la par con el tráfico el significado de género desde esta perspectiva).
armas y el narcotráfico. Utilizado como descripción histó rica y religiosa; debatida
Si la perspectiva de género comienza a confundirse la noción de «patriarca» en filosofía (polémica Filmer-Loc­
las políticas inclusivas de diversidad ¿no cabría, para d ke). por su origen o rechazo del poder divino del monarca'
renc¡arla de estas, volver a hablar de igualdad de los sexo en antropología. frente a la hipótesis de un matriarcado pri­
Si el género se convierte en un concepto complejo y múl mit.i vo, 17 adquiere, lo hemos visto en Millet, un papel priori­
pIe, ¿podemos seguir m anteniendo por mucho tiempo que tario en su política sexual apoyado en los dos citados princi­
«violencia de género» la sufren las mujeres? ¿no sería pios fundamentales: el dominio del macho sobre la hembra y
justo para este tipo de violencia generalizada volver a el de más edad sobre el más joven. Será Gerda Lemer quien
de «vio lencía machista»? en su libro La creación del p atriarcado, 18 aporte el más ex­
Celebramos que el término género posibilite la percep­ haustivo estudio. En él, lo define como «la manifestación e
ción de las plurales identidades y discriminaciones, pero institucionalización del dominio mascul ino sobre las muj e­
cada una de eUas no debe perder su protagonismo específico res y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio
y reivindicativo para ser postuladas como diferentes ejem­
plos de diversidad. La desigualdad histórica entre hombres y
muj eres no es una más de las diversidades electivas, sino la 17 Recordemos el clásico Das Mulferrecht ( 186 J) de Bac hofen, El
desigualdad estructural en la que se ha asentado la sociedad. rigell de la fam ilia, la propiedad p rivada y el Estado de Engels, o,
pOr so lo citar una, la conocida refutación de Steven Goldberg en La
inevitabilidad del patriarcado. Madrid, Alianza. 1973 .
y negativos, como titu lo del capítulo en el q ue analizo las consecuen­ 18 Lemer, Gerda, The Creation ofPatriarchy. Oxford, Oxford Uni­
ci as de su utili zación extrema). vers ity Press. 1986 (trad. esp.: Barce lona, Crítica. 1990).

46 47
REv lsA.'mo CONCEPTOS l.A MUIoR \101 SS"" REV ISAN DO CO NCEPTOS

sobre las muj eres en la sociedad en general» (p. 341), Y cara Freud en Tótem y tabú, se instaura con la horda de
propósito de su texto es describir «el desarrollo de las p . hermanos acabando con el padre violento y acaparador de
cipales ideas, símbo los y metáforas a través de los cuales lodas las mujeres.
relaciones de género patriarcales quedaron incorporadas a Más allá de esa línea genealógica, que arre bata por la
ci vilización occidental» (p. 28). sangre el poder del padre, lo hereda o 10 perpetúa simbóli­
Lej os está de mi el pretender minusva lorar las camente, el verdadero acto significativo se encuentra en ese
nes de la noc ión de patriarcado a la teoría femini sta pacto entre hermanos, esas fratrias originarias de reconoci­
creo que la visión hi stórica y social de aq uella, anterior miento viri l in/er pares. Y si la figura del patriarca se nos
paralela a la resignificación feminista, ha lastrado . antoja ya antigua, en cambio el condicionamiento que obliga
la pertinencia de su aplicación. El patriarcado históri a los varones a constituirse en fratrías se mantiene actual. Por
remite a una organización pri mü iva, podemos adaptarlo ello, propongo que en vez de patriarcado hablemos de «fra­
sus diversas manifestaciones, religiosas, hebraicas, al triarcado» como el sistema por el cual los varones en cuanto
familias romano, al monarca absoluto, y desvelar a partí tales pactan el poder, ligado a su sexo, adquieren privi legios
de esa estructura sus prolongaciones sociales y simbólic y se ven impel idos a medirse por un arquetipo viril de riva­
diferentes; sin embargo, poco o nada tienen que ver lidad agresiva para ellos mismos y de exclusión y violencia
organizaci ones jerárquicas con nuestra realidad actual. hacia las mujeres y lo fe menino.
Dios-padre, de luengas barbas, hace mucho que des Deseo, de esta manera, mantener el sentido de estruc­
ció de nuestro imaginario; ni los reyes, ni los jueces, ni tura subyacente que da razón de diversas manifestaciones
padres de familia, ni siquiera el pontífice romano osten androcéntricas, significado que ya aportaba el patriarcado,
tan ya esos atributos de poder reverencial sino en virtud superando su carácter un tanto abstracto y desfasado en el
una imaginería desfasad a. Seguir insistiendo desde la tiempo. Al poner el objetivo en la fratriarquia, no pretendo
feminista en la prevalencia del patri arcado puede conde­ culpabilizar al conjunto de los varones, sino visualizar un
narnos a cierta abstracción transhistórica, en la que nad· proceso social y de subjetivación por el cual a las personas
se siente aludido, y contra la que es fácil posicionarse, si de sexo masculino se las intenta convertir en «machos».
cambios reales. O peor todavía, llevarnos a consi derar que ~onc retar el daño que esto produce en especial a las mu­
se dirigen los dardos críticos hacia una opresión ya supe­ Jeres, pero también a ellos mismos. y mostrar cómo, le­
rada. La prolongación de ese poder patriarcal reviste hoy jos de ser un mecanismo individual, no solo configma los
formas más sutiles. Realmente hace mucho que consuma­ mandatos de masculinidad y feminidad, sino que vertebra
mos el asesinato del Padre. En la m itología, Saturno, agaza­ estructuralmente las relaciones sociales de poder basadas
pado aún en el vientre de Oea, saja los genitales de Urano, en el sexo.
y devora después a sus propios hijos para evitar que ellos En todas las sociedades, se dan ritos iniciáticos por me­
repitan contra él la misma acción. El asesinato primordial dio de los cuales los varones rompen el lazo con la madre
que inaugura el comienzo de la civilización, según expli­ y adquieren el estatus viril. Son los otros varones los que

8 49
L.\ ~lllJ F.R MO LEST,\ REVISANDO cO:-'CEPTOS
REV ISANDO CONC EPTOS

van a otorgar ese estatus, esa aceptación como « l UlO de rivalidades que entroniza el poder del más fuerte, del más
nuestros» . Se trata de mostrar la valentía y, sobre todo , de hábi l, y elimina al débil: violenta, porque se alimenta en el
certificar que no hay nada femenino en él. Por ello, ese re­ imaginario inconsciente del guerrero y la fuerza; de exclu­
conocimiento inter pares está basado en la cosificación y la sión, pues solo admite a los iguales, y esto no incluye a las
violencia simbólica o real sobre las mujeres. Quizás no haya m l~j eres, aquellas frente a las a que se define para afi anzar su
que matar un león, sin embargo la realización de un acto identidad.
violento sigue siendo el requisito para entrar, por ejemplo. Fratriarcado, en un sentido menos agresivo. pero no me­
en las maras. Tal vez no sea el padre quien lleve al joven a nos real, son todas aquellas instancias religiosas, administra­
perder la virginidad a un prostibulo, pero las pandillas de tivas. económicas, políticas y culturales en las que el grupo
amigos pueden acabar la fiesta en él como un colofón di­ de poder es en esencia masculino por muy sutiles que se ma­
vertido. El habitual intercambio de desnudos femeninos en nifiesten los pactos de reconocimiento y de exclusión. Esas
gmpos masculinos de WhatsApp, no es sino una forma lig hl foios de consejos de administración o de academias donde
de concelebrar el mismo pacto viril; ¿qué joven se arriesga­ todo son trajes y corbatas, esos premios que, casualmente,
rá a no mostrar su fruición, o a no reír un chiste misógino y casi siempre ganan hombres, y por supuesto esos cónclaves
quedar excluido, cuando no marcado, por una ambigüedad de lideres religiosos.
sospechosa? La virilidad debe ser constantemente probada. Fratriarcado es esa conj ura de varones que, desde los go­
pues se ejemplifica en la erección; toda flacidez genera la biernos o ciertos partidos, buscan defenderse de la pretendi­
angustia de la impotencia, de ahí la compulsión hipersexua­ da amenaza de lo que dominan «feminazis» e «ideología de
lizada. Son los demás quienes deben ver mi hombría, y qué t;,énero». Es el miedo del macho ante la independencia y el
mej or para demostrar la propia identidad viril , para afianzar avance de la mujer, su dependencia de que esta no cuestione
la diferencia frente a la mujer, que dominarla. Este es el su superioridad.
sentido de actos como el caso de «la manada»: la hllrnilla­ Fratriarcado es ese gesto indignado con el que ciertos va­
ción, el sometimiento de la muj er es la ocasión para ese re­ rones aseveran que, a pesar de los asesinatos de mujeres, de
conocimiento entre machos, por ello es necesario grabarlo las agresiones, de las viol aciones, la mayor parte de las de­
y difundirlo. No solo hacer, sino ser visto, para revalidar el nunci as interpuestas por ellas son falsas .
estatus viril. Cosificación de la muj er, reconocimiento inter Fratriarcado es el uso por parte de los varones del cuerpo
pares. y publicidad con vanagloria son los requerim ientos de las mujeres, como un derecho de estos y una «libertad»
de ellas.
constantes.
Pero el fratriarcado -la cadena de poder de las fratrfas­ Fratriarcado es también toda la defensa que las mujeres
no solo se manifiesta en estos extremos. Todo pacto entre realizan de los pactos entre varones, sin reparar en que ellas
varones que potencie el arquetipo viril posee, por atenua­ no están incluidas.
da que esté, esa marca fratr icida, vio lenta y de exclusión o ~ratriarcado es la actitud misógina y de rivalidad entre
menosprecio de la mujer: fratricida, pues, es un sistema de mUJeres cuando asllrnen la mirada de ellos.

50 51
REviSAN DO CONCE PTOS LA MUJER MO LEST

Fratriarcado es el sistema impuesto a los varones, 7


aun cuando les asegura privilegios, les hace introyectar POSTG ÉNE RO
identidad Ijmitada y patológica, y les inocula la angusti
responder a un arquetipo viril inalcalzable y nocivo para
desarrollo como personas.
Es urgente analizar la manera en que se vertebran hoy
las redes fratriarcales. cómo legitiman de una forma suave
brutal la desigualdad, y ejercen una presión, no solo sobre
muj eres, sino sobre todas las identidades sexuales LGTBI
y los propios varones heterosexuales, y cómo incluso nen\::_ n un sentido amplio, podríamos afirmar que todos los
tran y se reproducen en los excluidos de esas redes.
E feminismos son postgénero, pues pretenden desembara­
ruse de la nonnalización que este efectúa. No obstante, la
querencia hacia el género resulta bi en diversa, pues no es lo
mismo intentar superarlo, como se pretende desde los femi­
nismos de la igualdad, que prescindir de él para profundizar
en la diferencia sexual (feminismos de la diferencia), o jugar
con él, desde una poshlra post-identitaria (queer, transfemi­
nismo), pero amplificando sus potencialidades hasta conver­
tir el propio cuerpo en género. En definitiva: no es lo mismo
prescindir o superar el género para restarle importancia, que
multiplicar los géneros para evitar su rígida normatividad.
En el primer caso, se caracterizaría como negativo cualquier
estereotipo que fuera contra la básica igualdad entre seres
humanos; en el segundo, cuando se le denomina equívoca­
mente postgénero, nos referiríamos solo a la superación del
genero binario normativo, por implementación de las varia­
ciones del género.
Así pues, en un sentido estricto hablaré de t Ul primer f e­
minismo pos/género, deteniéndome en tres momentos en los
q~e l.a liberación se atisba a través de la tecnologia: femi­
nismo radical (Shularnith Firestone), feminismo materialis­
ta (Lidia Falcón) y ciberfemj nismo (Donna Haraway), para
volver a utilizarlo, al final de este libro, como la necesidad

52 53
P OSTGE."iFRO
POSTCi¡t'-lF. RO 1.,\ "l!JLR \10LIlSTA

de constmir un nuevo feminismo postgénero tras la eelos' existir ya división sexual del trabajo. la diferenciación de
omniexplicativa que en la actllalidad ostenta el género. los géneros perderá sentido.
También, partiendo de una perspectiva marxjsta y de
que la reproducción es la causa y origen de los males que
La liberación tecnológica afectan a la muj er, Lidia Falcón, en su voluminosa obra
Un mundo en el que los géneros no tuvieran im a razón feminista (1982),20 desarrolla un pormenorizado
sería aquel en el que nos ljberáramos de los dictados de análisis de la mujer como elase social y económica. En el
biología como causa de nuestra opresión principal. Shu primer tomo, trata el modo de producción doméstico, y, en
mith Firestone, en su archiconocido La dialéctica de l s el segundo, se ocupa de la reproducción humana, sus ca­
(1970)1 9 argumenta que son las cl ases sexuales las que e racterísticas fisiológicas, su desarrollo hjstórico, el valor de
en el origen de toda la.dialéctica entre las clases sociales: los hijos como fu erza de trabaj o, el amor maternal, para
materialismo histórico, desde su perspectiva economici concluir con las posibilidades de la reproducción in vi/ro y
no explica suficientemente la opresión de las mujeres, de la ingeniería genética. La liberación de las mujeres solo
necesario incorporar en él las relaciones de los sexos. tendrá lugar cuando estas «domin en tanto los mecanjsmos
muj eres son una clase sexual, condicionada por las serv del poder político como la organización y la dirección de la
dumbres reproductivas. El do minio de las mujeres por reprod ucción humana».21
te de los hombres se asienta en las funciones biológicas Ambos momentos, el preludio de un «socialismo ciber­
reproductoras de ellas. Esto es lo que ha condicionado l nético» en Firestone, influido por la superación del hom bre
división sexual del trabajo, la mayor vulnerabilidad de unidimensional marcusiano, la revolución sexual y la contra­
hembras ligadas al embarazo, parto y crianza de los hijo cultura. que relee y transciende en clave feminista, y la apli­
su reclus ión en la esfera domésti ca. Para la autora, es cación del materialismo histórico marxista a la construcción
sario un cambio global de la sociedad. De la misma de una razón feminista en Lidia Falcón, avistan un mundo
que la re volución proletaria perseguía la apropiación de postgénero a través de la apropiación de la revolución tecno­
medios de producción, se requ iere una revolución de la lógica por parte de las muj eres.
mujeres para controlar los medios de reproducción. Ello Pero la percepción de la interacción naturaleza/tecnología
implica solo el acceso a los métodos anti conceptivos y ha avanzado considerablemente desde las décadas de los se­
intelTupción del embarazo, sino la confianza en que en tenta y ochenta en la que se publicaron ambos textos. Era el
n~ om~nto de las utopías tecno-futuristas solo intuidas por la
futuro la tecnología liberará a las mujeres de la ma
dad. Los trabajos del cuidado serán compartidos por am ele.ncla ficción, hoy la fusión tecnológica de cuerpos y rná­
sexos, en una superación de la familia trad icional. Al qumas es cada vez más una realidad.

19 Fi restone, Shulam ith. La dialéctica del sexo: el caso de la ,.e vo~ 20 Falcón, Lidia, La ra=ónfeminista, Barcelona. Fontanella, 1982.
IlIción feminista. Barcelona, Kairós. 1976.
21 n, p. 695.
{b id. , t.

54 55
P OS I Ofu..ER P OST GEN ERO
L\ \I L·JER \WL ESTA

Desde esta realidad, emerge la obra de Donna Haraway que va desde la estructura de la sociedad hasta el sistema
Simians, Cyborgs and Women. The Reinvention of nervioso central de los seres humanos. «El cyborg es una
(1991).22 El marco cultural es ahora el discurso criatura en un mundo postgenérico»,24 de hombres y mu­
no. El ser humano en generaL el suj eto. se percibe com jeres mutantes, alej ados del dualismo, que se encanlinan a
«una invención reciente» (Foucault). La cibernética apli la superación de las identidades sexuales preestablecidas en
da a la biología y la medicina realiza espectacu lares busca de un nuevo erotismo. Nuestra úni ca estrategia femi­
ces, penetra la realidad social, conforma la manera en la ni sta sería asumirnos como tales para generar nuevas metá­
percibimos el mundo y a nosotros mismos . La fro ntera .. ntrl>. foras, lenguajes, instrwnentos conceptuales y políticos que
lo humano y lo no humano se desdibuja. El cyborg es la cortocircuiten la militarización tecno-científica. Habitar el
táfora con la cual la autora pretende plasmar aquello en 1 monstruo, despojarlo de su carácter terrorífico para forzar
que nos estamos convirtiendo, representa nuestra ontología «el suefio utópico de la esperanza de un mundo monstruoso
y nuestra política. Ello produce una nueva configuración de sin géneros».2s
los cuerpos, y el reto de pensar el femirúsmo a través de Si en Firestone y Falcón observábamos la esperanza de
la tecnociencia. Haraway cuestiona la noción de «identidad que la revolución tecnológica liberara a la muj er. en Haraway
de género» y la distinción sexo/género, de las que afirma detectamos un sentimiento paradójico de crítica y atracción.
han tenido «consecuencias calamitosas para gran parte de Ninguna de ellas es ajena a los peligros de una tecnología
teoría feminista»,23 al no haber tematizado históricamente y utilizada en contra de las mujeres, pero la esperanza de su
relativizado el sexo, al no reparar en que no solo el dominio o la fascinación por ella nos sitúan en cierto esta­
es una construcción social , sino también lo son el cuerpo do que he de nominado «tecno-eufórico>~, y que en décadas
y la biología. La identidad común del sujeto-mujer se ha posteriores vemos plasmarse en ámbitos que van desde la
fundamentado, según la autora, en una concepción ahistó­ literatura y la cinematografia de la ciencia ficci ón hasta las
rica de sexo, carne, cuerpo, biología, raza y naturaleza, sin propuestas del complejo económico y de investigación de
percibir cómo todas ellas son perpetuamente reinventadas. Silicon Valley.
Nada de esto es una esencia, el yo es un campo de nudos. La fonna más radical de este femi nismo postgénero su­
inflexiones, un agente activo en una realidad cambiante, de cum be a una imaginería de la tecnología como puerta abier­
fronteras móviles y cuerpos que mutan. Todo ello obedece ta a la liberación, en consonanci a con el ambiente contracul­
a una nueva forma de control arbitrada desde la ingeniería tural de los sesenta en que la crítica a la sociedad capitalista
cibernética, a una relación intrínseca entre el capitalismo, el y tecnificada que producía seres unidimensionales y aliena­
patriarcado y la producción de saberes. Un sistema militarizado dos se compensaba, por un lado, con la vuel ta utópica a la
naturaleza, y, por otro, con la esperanza de que el desarrollo
22 Haraway, Donna, Ciencia, cyborgs y muieres. La reinvención de

la naturaleza, Madrid. Cátedra, 1995.


:!4 lbid .. p. 255.
23 !bid., p. 229.
25 lhid., p. 310.

56 57
POSTGENERO

tecnológico nos liberara del trabajo y condujera a una soc ' 8


dad del ocio .26
TRANSID ENTI DAD
Quiero resaltar cómo las propuestas, que en un m
pretenden ser emancipadoras, pueden, a la postre, ser asum
das por el capitalismo más depredador, y convertirse en 1
peores tranlpas. Hoy podernos observar hasta qué punto
desarrollo de las tecnologías reproductivas, lejos de li
a las mujeres, las convierten en objetos medicalizados
mentan la maternidad, mercantilizan sus úteros. Sus
sus óvulos, sus vientres son objeto de transacciones financi De la identidad a la traosidentidad
ras. Y, desde otro punto de vista, ¿debemos celebrar la fus'
de los límites entre lo humano, lo animal y las máq . La identidad, y con eUa la identidad sexual, ha sufrido un
. Qué sue11e de emoción cinematográfica nos lleva al proceso de desintegración, de fluidificación, de desmateria­
siasmo? ¿Acaso traspasamos al mundo real las gratificac Iización. El yo siempre ha sido esqujvo, pero ahora parece
nes que la ciencia ficción nos produce como . no asentarse en nada sólido. Hace mucho que ya no es alma,
culturales? ¿Valoramos suficientemente las ni sustancia; el cuerpo tampoco parece un anclaje seguro. La
políticas que tiene la deconstrucción del sujeto, la flu apertura a la transformación se establece como meta e impe­
cación de las identidades y la mutación de los cuerpos? rati vo. Quizás siempre fue algo a constru ir y no algo dado.
cosa es constatar un hecho , otra bien diferente celebrarlo . Sin embargo, ¿cuántos a lo largo de la historia podían per­
mitirse el lujo de construir su identidad? Para la mayor parte
de seres humanos, esta venía predeterminada por el lugar de
nacimiento, el sexo, la clase social. .. , yesos condicionantes
fijaban quiénes eran y quiénes podrían llegar a ser. En la era
moderna la familia, la iglesia o el Estado otorgaban solidez y
criterios de pertenenci~ inscritos en ellos, los individuos se
reconocían como padre, madre, hijo de, cristiano, nacional,
patriota .... su yo estaba ligado a comunidades de referencia.
La.era postmoderna ha desintegrado esas i.nstancias comuni­
tanas, esos vínculos sociales que parecían estables, incluso
naturales. La globalización difumina las fronteras; las leyes
del mercado promueven la libre circulación de mercancías,
26 Recordemos por ejemplo el li bro de Luis Racionero Del paro p.ersollas. información . .. ; el trabajo se deslocaliza y se preca­
ocio, Barcelona, Anagrama, 1983. nZa: la educación promueve habilidades y transfiere a la red

58 59
9
EL SEXO COMO PERFOR MANCE

S in duda, una de las pensadoras que más ha incidido en la


refo rmulaci ón actual de l género es Judith Butler. Quiero
detenerme en ella antes de retomar el hilo de la configura­
ción presente de la transidentidad sexual, de la que acabamos
de ver algunas de las teorizaciones previas. Dos son las tesis
que el transfeminismo hereda de Butler: la deconstrucción
del sexo y del sujeto-mujer.

La deconstrucción del sexo

Si el feminismo que arranca de Simone de Beauvoir y el que


se desarrolla en los años sesenta partía de la separación na­
turaleza/cultura, para después pasar a tematizarlo según la
fórmula sexo/género, aceptando que el sexo era lo biológico
y el género lo cultural, Butler va a invertir esa relación al
pretender mostrar que el sexo no es el punto de partida origi­
nario, sino también un constructo cultural. La autora da una
vuelta de tuerca al constructivismo lingüístico del postes­
tructuralismo, yendo mucho más allá, hasta afirmar no solo
que los di scursos conforman lo que definimos como reali­
dad, sino que prácticamente esta se convertiría en un mero
producto de] entramado poder/saber, hecho tematizado por
Foucault, pero que el filósofo nunca llevó tan lejos.

71
L A MUJER MOLESTA EL SEXO COMO I'ER FO M1ANCE
El SEXO COMO PERFORMANCE LA MUJER MOLF.sTA

Siguiendo sus razonamientos en su obra Gender Trou­ producir la apariencia de sustancia, de una especie natural de
ble (1 990),29 la sexualidad seria un hecho somático creado seD>Y Liberados de toda ilusión de permanencia prefijada,
por un efecto cultural, por un discurso con intereses polí­ del rígido corsé del dimorfismo sexual, de la heterosexuali­
ticos y sociales. El género es el medio discursivo/cultural dad obligatoria., la proliferación paródica de expresiones de
mediante el cual se produce la noción de «sexo» a la que se género será la única alternativa subversiva.
le da ID) supuesto carácter prediscursivo, neutro y anterior En conclusión: la identidad, el cuerpo, el sexo, el género,
a la cultura. El cuerpo es también una construcción, pues, la naturaleza dejan de existir como realidades independien­
según Butler, «no puede decirse que los cuerpos tengan una tes del lenguaj e y se convierten en constructos culturales.
existencia significable antes de la marca de génerm>.30 Para Este mismo destino tiene el sujeto.
la autora, seguimos anclados en una visión metafisica y hu­
manista de l sujeto, de la persona, como ente sustantivo con
una serie de atri butos, cuando, en realidad, la identidad más Butler parte del análisis foucaultiano según el cual la noción
que un rasgo descriptivo de nuestro yo se construye como un moderna de sujeto tiene una génesis jurídica y disciplinaria,
ideal normativo: «la identidad es un efecto de las prácticas los sistemas jurídicos de poder producirían los sujetos a los
discursivas».31 El género no tendría, pues, un carácter sus­ que más tarde representan. Si aceptamos esto, entonces «la
tantivo, sino que se produciría por prácticas performativas formac ión jurídica del lenguaje y de la política que presenta
reglamentadas; las expresiones de género no serían manifes­ a las mujeres como "el sujeto" del femini smo es, de por sí.
taciones de una identidad de género preexistente, sino que una formación discursiva y el resultado de una versión espe­
esta sería el resultado de aquellas. La identidad de género y cifica de la política de representación» .33 Ello implica que la
el propio cuerpo se configurarían teatralmente, por acciones autora, desde una interpretación foucaultiana radical, ve la
reiteradas, dramatizaciones realizadas por los sujetos pero noción de sujeto como otra más de las producciones del en­
que responden no a la voluntad individual, sino a un guion tramado poder/saber, acentúa el sentido de «sujeción», nada
establecido. El ejempl o de la drag queen nos muestra la ar­ habría por debajo de ese interés de dominio, todo el modelo
tificiosidad teatral que está a la base de la producción de los de representación estaría marcado por éL Desde este pun­
cuerpos sexuados. «El género es la estilización repetida del to de vista, el sujeto del feminismo estaria discursivamente
cuerpo, una serie de actos repetidos --dentro de un marco formado por la misma estructura política de la que preten­
regulador muy rígido- que se congela con el tiempo para de emanciparse. Situación paradójica, pues es esa estructura
la que determina una diferenciación entre lo masculino y lo
29 Butler, J udith, Gender Trouble. Feminism and the Subversion

femenino, la heterosexualidad normativa, y~ en última ins­


olldenlilY, Nueva York, Routledge, 1990 (trad. esp.: El género en

disputa, México OF, Paidós, 2001).

30 !bid. (trad. esp.). p. 4 1.


32 [bid., p. 67.
31 ¡bid .. p. 51.
33 Ibid., p. 34.

72 73
EL SEXO COMO I' I?RFORMAJ'¡CE L,\ MUJE R MOLESTA LAMUJER M OLESTA EL SE!XO COMO I' ER FORMANCE

tancia, los estereotipos de género que han conformado el sino desde el nominalismo. Partir de que las po líticas de
sometimiento de las mujeres. representación son meros efectos del poder, y nuestra única
En consecuencia, Butler concluye: alternativa es la disgregación, nos aboca a la inoperancia
a identidad del sujeto femjnista no debería ser la base de política, a la diseminación y a la invisibilidad.
la po lítica fe mini sta si se asume que la formación del suj eto La postura de Butler debe contextualizarse en el marco de
se prod uce dentro de un campo de poder [ ... ] Tal vez, pa­ la filosofía estructuraJ ista, donde tras la critica postmoderna
radójicamente, se demuestre q ue la «representac ión» ten drá al sujeto, al modelo ilustrado, a los grandes relatos (Lyotard),
sentido para el fe min ismo úl1jcamente cuando el suj eto de al falogocentrismo (Derrida), se presenta como alternativa la
las «mujeres» no se dé por sentado en ningún aspecto.J4 diseminaciÓn. la heterogeneidad, la diferenci a (Deleuze). En
décadas posteriores, hemos podido comprobar cómo lo que
Pero, ¿podemos realizar tal interpretación radical? El que se pretendía subversión del sistema ha sido perfectamente
los mecanismos di scursivos y de poder conformen a los in­ asumido por el capital ismo financ iero -nada más múltiple,
dividuos no implica que estos sean un mero producto de fluid o y dinámico que él-o Si desde el primer momento esta
ellos, las políticas modernas de· la representación no crean apelación teórica a la superación del sujeto-mujer levantó
a los individuos ex novo. Es posible realizar una crítica de suspicacias y rechazo en el movimiento feminista, hoy asis­
los mecanismos de sujeción, de la visión metafísica del su­ timos a una verdadera ocultación del sujeto-mujer, converti­
jeto como sustancia, del humanismo e senciali sta~ sin cargar do en un pretendido concepto cuasi reaccionario, una mera
con todos sus compromisos ontológicos. sin renunciar a la singularidad más entre la proliferación de los géneros.
lógica, sin caer en un idealismo lingüístico, sin adelgazar La visión de Butler, en buena medida asumida por una
la realidad hasta el punto de convertirla en mero lenguaj e. parte del fe minismo actual (que er, transfeminismo), tiene
Ciertamente el sujeto-mujer, como cualquier otro, es un re­ como consecuencia la difuminación del cuerpo, de la dife­
sultado cambiante de múltiples determinaciones históricas, rencia sexual y del sujeto-mujer.
raciales, económicas, culturales; sin embargo, esto no in­
valida el hecho de que por debajo de ellas hay un referente
fisico. Esto no nos obliga a aceptar ninguna esencia trans­
histórica, porque aunque «la muj en) no sea una sustancia,
las mujeres somos algo más que un nombre. Por debajo de
los espejismos fundacionales, existe para cualquier colec­
tivo la posibilidad de consti tuirse como sujeto estratégico
que lucha por su emancip ación~ no desde el esencialismo,

34 ¡bid., p. 38.

74 75
CONCLUS10'lES LAMWER MOLESTA

transitar las quimeras de la biotecnol ogía ... Quizás ahora ya BI B LIOGRAFÍA


sea el momento, ya estamos preparadas, no solo para desve­
lar las falacias del género o jugar irónicas con él, sino para
deshacernos de todos sus lastres identitarios, para no ligar
nuestra identidad a uno de sus rostros, para no volver a creer
en él y aceptar la singularidad de nuestras mentes y nuestros
cuerpos sin moldes preestablecidos, para que la seducción y
el deseo no se conviertan en un destino, en los que el poder
se reitera real, almque enmascarado.
Es necesario un nuevo feminismo postgénero, que as u­ BACHm'EN, Das Mutterrecht, 1861, Kess inger Pub Co, 2010.
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