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Los Efectos de Grecia y Roma sobre

nuestro tiempo

1ª conferencia de la serie “Los impulsos internos de la evolución”


Dornach, 16 de septiembre de 1916
Durante los próximos días trataré de
proseguir el estudio efectuado sobre la
relación del hombre con el universo.
Quiero conducirles hoy a un dominio
nuevo y mas genérico, y hablarles de las
fuerzas que se encuentran operativas en
la evolución humana, especialmente
aquellas que están actuando en el
desarrollo de nuestra propia época.
Primero, sin embargo, debo comenzar
con una introducción histórica que
concordará, por supuesto, con los
puntos de vista presentados en la ciencia espiritual. Como ustedes saben,
hemos recalcado a menudo el grado hasta el cual, el método convencional de
observar la corriente de la evolución histórica no es más que una “fábula
convenida”, demostrando que solamente desde la observación científico
espiritual se puede arrojar luz, también sobre esta evolución histórica.
Como ustedes conocen bien, cuando estudiamos la evolución en sus principales
características, hemos de considerar siempre entre los procesos activos en el
presente, ciertos elementos que han permanecido del pasado. Como habrán
observado en recientes ciclos, los denominamos luciféricos o ahrimanicos,
dependiendo de su naturaleza. Así, nuestro estudio sólo nos conducirá a la
plena comprensión cuando tengamos en cuenta lo que progresa de una forma
regular, y también lo que ha quedado del pasado.
Hoy me gustaría dirigir de nuevo su atención a la época Grecolatina, la cuarta
época cultural post-Atlante de la civilización, y presentarles ciertas cosas que
pueden abrirles el camino hacia una comprensión de cómo esta época
precedente actúa en nuestra propia época. Así podremos percibir cómo las
fuerzas de aquella época aún se encuentran activas. Esto nos ayudará a
comprender cómo el hombre, estando en la mitad de la evolución presente,
puede encontrar su camino a través de las diversas influencias actuantes. Sólo
cuando encuentre su camino, y se halle en la posición de saber cómo actuar
correctamente en cada momento de su vida, merecerá ser llamado hombre.
En lo que respecta a los hechos verdaderos y concretos, me sitúo hoy, por
supuesto, en una extraña posición por la posibilidad de confusión, y, como
hemos experimentado frecuentemente, por las maniobras deliberadas de
confusión. En los últimos tres meses he sido considerado un rabioso
germanófilo por un grupo de personas, mientras que otras dicen que no tengo
ninguna comprensión de la naturaleza alemana y sólo soy capaz de
comprender el mundo clásico, el único mundo cuyas fuerzas siento en mi
interior. Por consiguiente, no se sorprenderán de ver que soy bastante
consciente de que pueda haber algunas dificultades para comprenderme. Sin
importar cómo pueda recibirse, procedo a expresar mi convicción sobre que es
la verdad.
Hoy, pues, dirigiremos nuestra atención a la época grecolatina, que brilla en
todo lo que ha encontrado su camino desde Grecia y Roma hasta el presente.
Tratemos de imaginarnos lo que el mundo griego significa para nosotros.
Muchas almas apasionadas sienten un anhelo por este mundo, que ha sido
objeto del profundo estudio de numerosas mentes distinguidas. En realidad,
todos saben algo de este mundo, ya sea a partir de la historia o de los muchos
restos de la cultura griega. Sabemos, por un lado, algo de Grecia por los libros
de historia, en la que están registrados los hechos de los griegos y sus
organizaciones sociales. Tales descripciones comienzan a menudo con la
guerra de Troya y prosiguen después hasta las guerra Médicas, guerra del
Peloponeso, etc., conduciendo finalmente a la conquista de Grecia por los
romanos.
Toda esa historia constituye, sin
embargo, solamente un capítulo del gran
libro mundial de la historia que nos
habla de la Grecia de la que tan a
menudo he hablado. Otro capítulo
incluye los poemas de Homero, los
trabajos poéticos de Eurípides, Sófocles
y Esquilo en la medida en que han
llegado hasta nosotros, las canciones del
gran Píndaro, nuestros recuerdos del
gran arte de Grecia, y lo que queda de la
filosofía griega. Ese es el otro capítulo,
que habla sobre un tesoro infinito de experiencias, de sentimientos, de puntos
de vista e ideas relativas a la estructura del mundo. Y atravesando todo esto,
como una luz brillando sobre todo ello, están los mitos griegos, aquellas sagas
divinas que expresan tan maravillosamente en imágenes lo que los griegos
eran capaces de percibir de los secretos del cosmos. Y también nos ha llegado
algo de los Misterios griegos, y pertenece ciertamente a este otro capítulo de la
historia griega. Aquí, cualquiera que quiera elevar su alma a la esfera espiritual
encontrará mucho más para interesarle que lo que encontrará en el primer
capítulo. Hoy, cuando nos preguntamos qué significan los griegos para
nosotros, debemos prestar mucha más atención a este capítulo que al primero,
que sólo puede proporcionar información de los hechos pasados por los que los
héroes se hicieron famosos, pero pocos de estos vestigios son de verdadera
importancia para el alma en la actualidad. Los contenidos del segundo capítulo,
sin embargo, pueden hacerse vivos para nosotros, que entramos de buena
gana en aquel elemento entusiasta y creativo de los griegos. Este es la parte
de la época greco-latina que podemos situar ante nuestra alma.
Entonces comenzamos a ver cómo Grecia se mueve rápidamente hacia su
plena maduración en las esferas espirituales. Es una experiencia maravillosa
seguir esto en detalle. Tomen la filosofía griega, aquel extracto de la vida
espiritual de Grecia. Vean cómo se desarrolla desde los grandes filósofos
pertenecientes a lo que Nietszche llamó “La Época Trágica” –Tales, Heráclito,
Parménides, Anaximandro, Anaxágoras- hasta Sócrates, que anunció una
nueva era, y finalmente hasta Platón, que elevó al hombre de una manera
extraordinaria hasta los ideales espirituales y los puntos de vista del “mundo
de las ideas”. Entonces llegamos a Aristóteles, que formó las ideas más
abarcantes y profundas con tanta fuerza que, siglos más tarde, los hombres
que han tenido que trabajar con su pensamiento; aún son incapaces de hacer
un uso pleno y correcto de sus ideas. Sabemos que Goethe cambió al final la
frase “La entelequia de Fausto”, en la última escena de Fausto, por “La parte
inmortal de Fausto”. “La parte inmortal” es una expresión negativa, mientras
que “entelequia” es positiva. Goethe, sin embargo, dándose cuenta de que
“entelequia” no aportaría una idea clara de lo que se pretendía decir, lo cambió
posteriormente por el término más común “parte inmortal”. Sin embargo,
sentía la profundidad de la idea de entelequia. Aún no nos hemos hecho con
esta idea de los griegos y con otras similares. Las elaboraron de una manera
verdaderamente plástica, tomándolas directamente de la realidad, pero los
hombres de la quinta época post-atlante, y también los de la alta edad media,
tuvieron bastante con tratar de comprender las ideas más toscas de la realidad
material exterior. Aquellas ideas más refinadas, que según Aristóteles unen la
realidad material exterior con la realidad espiritual, se encontraban más allá de
su comprensión.
Así vemos desplegarse en la vida y cultura griegas algo hermoso, maravilloso.
Según continuó progresando esta cultura, en parte madurando en exceso, fue
conquistada, en un sentido externo, por Roma. ¡Un extraordinario proceso,
esta supuesta conquista de Grecia por Roma! En estas dos corrientes de
civilización tenemos lo que constituye la cuarta época post-Atlante. Una
comprensión de las mismas puede arrojar luz de una manera externa,
exotérica sobre lo que obra y entreteje interiormente durante esta época.
Externamente, Grecia fue sometida a Roma de tal forma que la crónica de su
relación conforma un capítulo maravillosamente interesante de la historia del
mundo.
Miremos ahora hacia Roma, que se haya en una relación con nuestra época
actual distinta a la de Grecia. Muchas almas entre nosotros están buscando el
mundo griego. Pero debemos buscarlo. Debemos extraerlo de las grises
profundidades del espíritu, por así decirlo. No sucede eso con Roma, que
sobrevive en el presente europeo con una fuerza mucho más viva de lo que
normalmente se cree. Recordemos, por ejemplo, durante cuanto tiempo el
pensamiento completo de los pueblos de la civilización y cultura europeas, y de
aquellos pueblos que vivieron con ella, se expresó en latín. ¡Qué gran
importancia tiene aún el latín, este “romanismo cristalizado”, para aquellos que
tienen que prepararse para ocupar puestos destacados en la vida! ¡Cuántas de
las ideas y conceptos que formamos en nuestras almas están tomados del
mundo Romano! Hasta cierto punto aún pensamos como los romanos. Casi
todo el pensamiento legal, y gran parte de nuestros conceptos e ideas en otros
ámbitos, se transmiten de esta forma. Aquellos que se preparan para puestos
destacados tienen, en el curso de su educación, que absorber junto con el
latín, toda una plétora de sentimientos e ideas pertenecientes a la época
romana. El resultado es que hoy nuestra vida pública se haya impregnada por
doquier de conceptos e ideas que surgen de Roma. Poca gente se da cuenta de
hasta qué grado esto es cierto.
El campesino podrá refunfuñar contra toda esta influencia latina pero él,
también, la acepta al final. Después de todo, permite que se le diga la Misa en
latín. Esta influencia latino-romana es, como si dijéramos, inyectada en la
sangre de aquellos que están preparándose para asumir puestos destacados, y
así el pensamiento de las clases superiores europeas que están involucradas
en la historia, política, ley y gobierno, está impregnado en un alto grado por
Roma. Esto es cierto no sólo en los nombres y términos utilizados, sino
también en el método y carácter. Así que ustedes ven que un europeo está en
una relación diferente con la corriente romana, la otra corriente de la cuarta
época post-Atlante, que con la primera, la corriente griega.
Situemos ahora a la antigua Roma al
lado de la antigua Grecia, que es lo que
debemos hacer si realmente queremos
comprender las cosas correctamente.
Puestas una al lado de la otra,
difícilmente podemos encontrar entre los
factores de la evolución reciente (estoy
tomando Grecia y Roma como
pertenecientes a los tiempos modernos)
un mayor contraste en la esfera
espiritual. Cuando miramos a Grecia
desde una cierta distancia en el tiempo,
nos parece sumergida en la fantasía, el arte y la filosofía, radiante en sus
formas y significado interno, elocuente en su alma y espíritu. Roma, por el
contrario, no tuvo nada en su naturaleza de lo que es tan profundamente
característico de Grecia. Los romanos fueron un pueblo desprovisto de
fantasía. A diferencia de los griegos, sus almas no estuvieron impregnadas en
una profunda comprensión de la naturaleza directamente cósmica de la vida
humana. A pesar del hecho de que los griegos tenían esclavos, como
civilización la vida griega se revela como una civilización de excepcional
libertad. Después vemos esta vida griega maravillosamente libre ser sometida
a Roma, una civilización profundamente desprovista de fantasía e imaginación
en cualquier esfera de la cultura: legislativa, militar y política. Si se hablara
desde el Conocimiento y no desde la carencia del mismo, incluso aquellos que
aman el elemento romano en la historia moderna confesarían que ni en la
esfera de la ciencia ni en la del arte, fue Roma en modo alguno original.
Cuando Roma conquistó Grecia política y militarmente, adquirió el arte y la
ciencia griegas. Incluso si pensamos en los más grandes poetas de Roma,
comparados con la grandeza del arte y la poesía griega, no son sino
imitadores.
Roma, sin embargo, se hizo grande en una esfera bastante distinta, una en la
que los griegos no estaban muy interesados. Por la peculiar constitución de los
romanos, desarrollaron unas percepciones y sentimientos tan enérgicos en el
dominio legal, político y militar, que aún siguen actuando en el presente.
Esta distinción entre Grecia y Roma se revela especialmente cuando
consideramos las lenguas griega y romana en sus aspectos espirituales
internos. Los hombres que han profundizado más en estas cosas como, por
ejemplo, Herbart en el siglo XIX, estaban preocupados por que la educación
secundaria no se viera tan inundada por las olas de aquella poderosa corriente
de Roma, como ha sucedido. Herbart quería que los estudiantes aprendieran
primero el griego, antes que el latín habitual, porque en su opinión el latín
insensibilizaba el alma de un hombre a la actuación más interna e íntima del
idioma griego. Aún no ha surgido nada de esta sugerencia, pero es todavía un
ideal mantenido por muchos profesores con visión, actuales. Como ustedes
saben, nuestra época no está guiada por la inteligencia y debe así acarrear el
karma de ese fracaso.
El lenguaje griego revela repetidamente una corriente que fluye detrás de la
vida espiritual griega, que proviene de las antiguas imaginaciones de la época
egipcio-caldea (tercera era cultural post-atlante). Nuestra humanidad moderna
no es ciertamente lo bastante sensible como para sentir este elemento viviente
detrás de cada palabra griega, pero para el alma griega cada palabra era más
bien un gesto externo de una plena experiencia interna. Por supuesto, la
imaginación no estaba ya presente en la misma medida en los griegos como lo
estuvo en los hombres de la época caldeo-egipcia, pero aún podemos detectar
en las palabras griegas un fuerte sentimiento, vestigio de la fuerza inspiradora
de la antigua ideación imaginativa. Se puede sentir en los griegos una total
indiferencia por la mera palabra y una saturación del lenguaje con el alma.
Este elemento anímico interno aún puede sentirse en aquellas palabras
griegas, que nos han sido transmitidas en su forma más pura. Vemos a través
de la palabra; no sólo la oímos sino que vemos a través de ella un proceso
anímico que tiene lugar detrás de ella. Esto se expresa en las mismas
configuraciones fonéticas y gramaticales de los griegos.
El lenguaje romano-latino es otro asunto. Incluso en la mitología romana
pueden reconocer una característica del idioma romano-latino. En la mitología
griega con sus nombres tradicionales para los dioses encontrarán por doquier
detrás de estos nombres divinos los sucesos más concretos del mito y,
viviendo con estos eventos, a los dioses. Los dioses mismos permanecen ante
nosotros y los vemos pasar. Se nos muestran en carne y hueso, por así decirlo.
(Estoy hablando, por supuesto, del alma). Pero los nombres divinos de los
romanos –Saturno, Júpiter, etc.- se han convertido casi en conceptos
abstractos. Los mismo es cierto para el idioma romano-latino al completo.
Mucho de lo que reside detrás del lenguaje griego se ha perdido, y ahora se
concentra la atención en la palabra, cómo suena y se forma gramaticalmente
en el discurso. Uno vive en la palabra. El elemento anímico directo, el núcleo,
el sentimiento interior que captamos en el griego se ha enfriado en el latín. No
era necesario para los romanos escuchar detrás de este lenguaje el eco de la
vida de la imaginación. Ciertamente ya no estaba allí. En vez de ello, el
romano necesitaba pasiones y emociones para poner su mundo en movimiento
porque el latín es esencialmente lógico. Para que fuera algo más que una
corriente de fría lógica, tendría que ser continuamente encendido de nuevo por
el elemento emocional que estuvo siempre detrás de la vida y la historia de
Roma. El segundo capítulo, como lo establezco ante ustedes para Grecia, no se
puede encontrar de la misma manera en la historia de Roma. En Roma tiene
lugar esencialmente el contenido del primer capítulo, y es esto lo que aún
estudian hoy nuestros jóvenes como el factor determinante de la evolución.
El secreto del latín ha llegado a ser comprender la ley y la jurisprudencia y
representar las relaciones humanas según se desarrollan a partir de las
emociones. Debemos observar tales cosas sin simpatía ni antipatía si
queremos comprenderlas realmente. Es importante comprenderlas porque
juegan un papel muy importante en nuestra vida cultural actual.
Consideren sin empatía ni antipatía, sino
solamente a nivel histórico lo que es
absorbido por nuestros jóvenes cuando
estudian la historia romana. Por
supuesto, mucho no está puesto en
palabras, pero lo inexpresado es recibido
por el cuerpo astral y perdura en los
sentimientos. Lo que hoy llamamos
“derecho” existía, sin duda, de una u
otra forma antes de la civilización
romana. Sin embargo, la forma en que
comprendemos el derecho fue, en cierto
sentido, un descubrimiento romano. El derecho que se presta a ser escrito, que
puede establecerse en párrafos, que puede ser exactamente definido, etc. es
una invención de los romanos.
¿Por qué no deberían los romanos haber proclamado al mundo lo que es
correcto y cómo actuar de una manera correcta? Este fracaso está
directamente ilustrado por el hecho de que los romanos remontan su historia
hasta Rómulo, que asesinó a su hermano y después reunió a todos los
descontentos y criminales e hizo de ellos sus primeros ciudadanos romanos.
Entonces se propagaron a través de la violación de las Sabinas. Por tanto,
parece que los romanos, gracias a la fuerza que actúa al esforzarse por lo
opuesto, fueron ciertamente el pueblo que fue llamado a inventar el derecho y
a extirpar el mal. ¡He aquí una nación cuyos hombres se remontan a ladrones
y cuyas mujeres se remontan a una violación! Muchas cosas en la historia del
mundo encuentran su explicación en los opuestos.
Los romanos construyeron gradualmente un imperio poderoso y vean cómo los
siete reyes, que fueron más que mitos, rigieron y murieron finalmente a través
del orgullo. Avancemos hasta el tiempo de la República, que la gente nunca
admitirá que tiene tan poco interés o importancia hoy. Este es el período que
aún juega un papel tan importante en la educación de nuestra juventud. Las
luchas entre los patricios y los plebeyos, la lucha algo repugnante entre Gaio
Mario y Lucio Cornelio Sila, Roma temblando bajo Catilina, las interminables y
terribles guerras de esclavos, toda esta sucesión de desagradables eventos
aún proporciona en gran medida el material para la educación y cultura de
nuestros jóvenes. Entonces vemos cómo, mientras todo esto ocurre en suelo
romano, su dominio se extiende gradualmente hasta que Roma se transforma
en un imperio que se esfuerza en abarcar todo el mundo conocido, y que en
realidad, finalmente lo consigue.
También encontramos cuán solo se siente el romano, una cualidad de su alma
que es apta de pasar por alto. ¿Cómo encajan los actos de un Caracalla o de
cualquier otro con el descubrimiento del derecho para el bien de la humanidad?
Tendemos a olvidar que estos romanos combinaron su sentido del derecho y
su autocontrol con una terrible esclavitud a la que sometieron a sus colonias y
a los pueblos que conquistaron. Mirando a Roma desde este punto de vista por
una vez, vemos que no debemos corregir los hechos, sino muchos de los
sentimientos que hemos adquirido en nuestro estudio de la historia romana. Si
uno mirase el asunto con simpatía o antipatía, pero de tal forma que uno fuera
parcial debido a las frecuentes simpatías y antipatías que prevalecen hoy en
día, podría preguntarse: “¿No le dieron los romanos posteriormente a las
colonias la ciudadanía romana?” Ahora, sin embargo, si consideran el motivo
detrás de esto, lo verán bajo otra luz. Fue Caracalla quien hizo eso, y no fue
un hombre al que se le pudieran atribuir motivos altruistas. Fue un hombre con
un egoísmo característicamente romano. Eso dice bastante sobre la vida
anímica de los tiempos antiguos. Había, por supuesto, rectos abogados que se
entregaban a la jurisprudencia con toda su alma. Papinio, por ejemplo, fue un
hombre noble, pero Caracalla le hizo asesinar. Uno podría continuar
presentando tantos ejemplos que podría corregir nuestros sentimientos
habituales.
De las formas que pudo, esta civilización
romana se apoderó de Grecia.
Espiritualmente, Roma fue conquistada
por Grecia, pero Grecia tuvo que pagar
por esta conquista con su propia caída
como comunidad política, uno no puede
decir “unidad”, pues eso nunca lo fue
Grecia. Bossuet dijo con razón –se
maravilla de sus palabras pero las
palabras pueden aún ser correctas sin
importar cómo uno las siente- “Uno sólo
oye hablar de la grandeza del nombre de
Roma”. En el mejor tiempo del gobierno
romano fue la grandeza de su nombre, que había entrado en la palabra y se
sentía como su cualidad más importante. En cuanto a las condiciones sociales,
Roma nos muestra las infinitas riquezas y tesoros que fluyeron a ella desde sus
colonias, y junto con su riqueza, la terrible pobreza de una gran parte de la
población.
En la primera época de sus conquistas, Roma se apoderó de Grecia. Entonces
vemos cómo el cristianismo impregnó la civilización romana, permitiéndole
extenderse con el elemento formal que pertenecía a Roma. Todas las
instituciones del cristianismo primitivo fueron recibidas en la estructura de la
administración legal romana y, perpetuando el antiguo elemento romano,
preservadas en las formas de la Iglesia. Muestra por doquier en sus formas
institucionales que se ha desarrollado en Roma. También adoptó el latín como
lengua y así llegó a latinizar su pensamiento. Con la expansión del
cristianismo, este elemento latino-romano se extendió por toda Europa.
Como ustedes saben, después de absorber a Grecia y al cristianismo, llegó un
momento en que Roma ya no podía comprender lo que había recibido, y ya no
deseó comprenderlo. Lo sentía como elementos extraños. En el tiempo en que
Grecia fue conquistada, la influencia griega actuó poderosamente sobre Roma,
pero los romanos fortalecieron gradualmente su poder político y legal. El
elemento griego se sentía entonces como un cuerpo extraño que ya no era
deseado. Como consecuencia final, las escuelas atenienses de filosofía fueron
cerradas por el Emperador Justiniano, el regente del siglo VI del imperio
romano oriental que codificó los principios legales y políticos de Roma en el
Corpus Juris Civilis. Justiniano, que fue una especie de encarnación del
elemento romano-latino, fue el emperador que finalmente cerró las escuelas y
puso fin a la filosofía griega, prohibiendo categóricamente su práctica. También
detuvo la libre expansión original del cristianismo, haciendo que las obras de
Orígenes, que unió la sabiduría de Grecia con las profundidades del
cristianismo, aportando también conocimientos esotéricos, fueran condenadas
por la Iglesia.
Así vemos cómo Roma fluyó en las instituciones de Europa por medio de la
Iglesia. Las demás instituciones políticas coincidieron con ella, podemos incluso
decir que tomaron su origen de ella, porque los regentes europeos valoraban
mucho su título de “Defensores de la fe”. Posteriormente, por supuesto,
cuando quisieron divorciarse de la Iglesia, perdieron el título y fundaron una
iglesia propia. Bien, no siempre la gente se toma las cosas con tanta seriedad.
Así los regentes se llamaban a sí mismos “Defensor de la fe”, “el más Cristiano
de los Monarcas”, etc. Las instituciones públicas se desarrollaron a partir del
pensamiento y costumbres romanas, y Roma lo infectó todo, injertando su
propia naturaleza en la cultura europea. Después de que Justiniano hubiera
establecido el código de pensamiento legal y político romano, hubiera barrido
la filosofía griega y hubiera condenado a Orígenes, Roma continuó viviendo en
las instituciones de Europa sin el contenido griego. Después de haber extraído
la savia vital misma, su contenido espiritual, sólo quedó lo externo, petrificado
en la palabra y creció fuerte y testarudo en las instituciones externas. Los
ocultistas con perspicacia siempre han tenido un cierto sentimiento que aún se
conserva, un sentimiento compartido por aquellos que no tienen razones para
ocultarlo. Este sentimiento se expresa en la frase: “El fantasma de la antigua
Roma aún vive en las instituciones de Europa”.
Ahora vemos una y otra vez en la
historia cómo lo que se ha ido es
trasladado de nuevo a sucesos
posteriores donde surge a la vida de
nuevo, a través de ellos. Así,
encontramos cómo Roma fructificó
gracias a Grecia por segunda vez.
Durante la primera etapa, la República
se estaba desarrollando en el seno de un
Imperio, y el arte, la filosofía y la vida
espiritual griegas fluyeron hacia Roma.
Fue la época en que los romanos
vivenciaron Grecia, por así decirlo. Se comportaban como grandes señores y
pensaron que sería fácil apoderarse de toda la cultura griega. Utilizaron sabios
griegos, que en realidad eran esclavos, como preceptores de sus hijos, lo cual,
según los estándares romanos era la forma de adquirir una cultura
conquistada.
Entonces, después de una época de estancamiento, siguió otra, de la que
incluso la historia nos cuenta poco. Fue una época en la que el derecho estaba
compenetrado por la influencia de la Iglesia; en que la Iglesia estaba
impregnada por la política y la esfera legal. Le siguió algo parecido a una
renovación de la cultura griega desde Dante hasta la caída de Florencia, la
etapa del Renacimiento, en la que Grecia volvió de nuevo a la vida en Roma.
Cuando Goethe viajaba a Italia, buscaba allí no a Roma, sino a Grecia. Trató
por doquier de reconocer en la cultura romana la forma de pensamiento y la
vida de Grecia. Durante el Renacimiento, el Cristianismo y Grecia se hallaban
tan fusionados, que hoy en día ya no podemos distinguir lo cristiano de lo
griego en el arte de la época. En relación con la famosa pintura de Rafael, “la
Escuela de Atenas”, a menudo se plantea la cuestión de si las figuras centrales
representan a Platón y Aristóteles o a Pedro y Pablo. Hay tantas buenas
razones para una opinión como para la otra. Así, en una de las más
extraordinarias pinturas del Renacimiento, uno no puede afirmar con certeza si
las figuras son griegas o cristianas. Los dos elementos se han fusionado de tal
forma que el maravilloso matrimonio entre lo espiritual y lo material en la vida
del pensamiento griego puede igualmente expresarse por Pedro y Pablo o por
Platón y Aristóteles. Platón, a quien a muchos les gustaría ver en esta pintura,
está representado como un anciano que señala con su mano a las esferas
celestiales, y a su lado está Aristóteles con su mundo conceptual, que señala
hacia abajo al mundo material buscando lo espiritual en él. Podemos, sin
embargo, ver también a Pedro en la figura que señala arriba y a Pablo en la
que señala abajo.
Pero durante el Renacimiento encontramos este
tipo de dicotomía siempre por una buena razón.
Después del Renacimiento, que fue, como
hemos visto, un resurgimiento de Grecia, tenía
que venir algo fresco y original, y esto sólo
podía suceder a través de una síntesis más
elevada. Hoy en día los dos gestos, uno
apuntando a los cielos y el otro apuntando hacia
la tierra, se encontrarán en la misma persona.
Entonces también necesitamos lo luciférico y lo
ahrimánico en su contraste. Lo que ustedes ven
dividido entre dos personas en una de las
mayores obras de arte del Renacimiento,
tendrán que verlo en los gestos de la figura del
Representante de la humanidad en nuestro
grupo escultórico, que va a ser modelado en
breve: ¡ambos gestos! a la vez.
La Edad Media o el comienzo de nuestra época
requerían esa Re-animación de la antigua Grecia, el Renacimiento. Cuántas
cosas han derivado desde entonces su vida del Renacimiento. Vemos cómo, en
un filósofo como Nietzsche, este Renacimiento viene de nuevo a la vida en sus
mejores años. Vemos cuán maravillosamente vive en todas las enseñanzas de
Jacob Burckhardt. Hasta en los tiempos modernos continúa este Renacimiento
influyendo, trayendo un hálito de los antiguos tiempos griegos a nuestra época
moderna.
Podemos afirmar con certeza que mientras Grecia fue externamente aniquilada
por Roma, gran parte de su fuerza espiritual ha permanecido. La influencia de
los héroes griegos espirituales perduraron hasta cerca del 333 d.C., su ataúd
comenzó a construirse en el siglo IV, y Justiniano posteriormente sólo le clavó
la tapa. Entonces, estos héroes del espíritu reaparecen en la época del
Renacimiento como impulsos del Mundo espiritual que han quedado atrás.
Igual que en la evolución de la Tierra y del hombre ciertas fuerzas lunares se
encienden de nuevo en un momento determinado, haciendo de este modo
posible el nacimiento de la inteligencia y el lenguaje humanos, del mismo
modo el mundo griego se encendió de nuevo en los siglos XV y XVI para crear
el Renacimiento.
Tenemos aquí un ejemplo viviente de cómo algo que ha quedado atrás y
continúa actuando en un tiempo posterior, incluso aunque sea luciféricamente,
es utilizado no obstante para el progreso de la humanidad. La Grecia que
reaparece de nuevo en el Renacimiento puede ciertamente llamarse luciférica,
pues al lado de figuras tales como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael
¡están las figuras del Papa Alejandro VI, César Borgia y el resto! Europa
necesitaba el Renacimiento, que le aportó mucho. Así, desde los siglos XV y
XVI en adelante tenemos de nuevo las dos corrientes con las que empezamos,
aunque ahora están disfrazadas. Una fue llamada a la vida de nuevo en el
Renacimiento, la otra siempre ha estado con nosotros en el romanismo,
habiendo experimentado solamente múltiples cambios de forma. Las dos
corrientes fluyen juntas de nuevo y ambas poseen una influencia profunda en
la humanidad. Al describir estas cosas debemos aprender a observar el mundo
y la vida, de tal forma que veamos las cosas objetivamente sin asociar
simpatías o antipatías con las palabras utilizadas.
Muchas ideas y conceptos del Renacimiento nos vienen no tanto de la escuela
sino a través de nuestra vida espiritual completa. La gente no piensa en estas
cosas, pero las ideas del Renacimiento viven en todos. Constituyen un
elemento distinto a las ideas y puntos de vista del romanismo que nunca ha
desaparecido y siempre se encuentra actuando. El Renacimiento fue, en cierto
modo, la salvación del elemento imaginativo. Representa una liberación del
elemento latino meramente lógico y frío, que, al ser tan frío, requiere siempre
un impulso emocional para darle vida. En contraste, vemos la vida elevadora,
imaginativa que fue traída a Europa a través del Renacimiento y que ha sido
portada desde la antigua Grecia. Mañana veremos qué significa realmente que,
cuando se estaba pasando de la cuarta etapa post-Atlante a la quinta, se
reavivara esta vida imaginativa. Permaneció como una especie de
“apadrinamiento” durante el nacimiento de la quinta época post-Atlante, que
hoy debe liberarse del romanismo que hemos descrito no a través del uso de
impulsos emocionales, sino a través del conocimiento. No estamos aquí
menospreciando la grandeza de este romanismo, pero las cosas deben estar
correctamente equilibradas. La salvación y curación de la humanidad reside en
equilibrar las cosas correctamente y no permitir que deriven hacia los
extremos.
Hay muchas ideas en la vida intelectual de Europa que engañan y tientan a los
hombres. Han quedado atrás desde la civilización romana y evocan conjuntos
de ideas y sentimientos en el alma de los que los hombres no son siempre
plenamente conscientes. Como he dicho, no se puede afirmar que los romanos
inventaran completamente el pensamiento político-legal, aunque lo hicieron en
el sentido del que hemos hablado hoy. En contraste con aquello que los
griegos observaron entre los hombres a través de su imaginación viviente, o a
través de su herencia de imaginaciones vivientes, Roma formó un concepto
definido que vino a la vida por primera vez con el romanismo. Es una planta
que crece en un suelo político-legal. Este es el concepto de ciudadanía; el
hombre deviene ciudadano, ciudadano romano. Por tanto, al concepto de
hombre se le da un tinte político-legal. Lo que pasó así a la sangre de los
pueblos europeos con el concepto de ciudadano está íntimamente relacionado
con lo que describí en la última conferencia (ver NOTA 1) como la
“politización” del mundo del pensamiento. Ha habido abogados en los tiempos
modernos que han basado la relación del hombre moderno con Roma
simplemente sobre este concepto de ciudadanía. En virtud de esto, cuando se
experimenta vívidamente, el hombre asume su lugar en la comunidad de una
manera política y legal, incluso aunque no lo admita ante sí. Aristóteles habló
del Zöon politikon (Animal Político). Aún relacionaba lo político con el Zöon, el
animal. Esa era una clase completamente distinta de pensamiento, un
pensamiento imaginativo que aún no era pensamiento político, una politización
del concepto.
Así este elemento político-legal crece en nuestro pensamiento humano. La
gente a menudo no es consciente de cómo el hombre está situado en una
categoría político-legal a través de la asociación natural de ideas. En la palabra
“civilización”, que yo llamaría concepto monstruoso ya que es algo que sólo
tuvo su significado adecuado en la antigüedad, en este monstruoso concepto
de “civilización” sentimos, aunque a menudo inconscientemente, nuestra
cercana relación con el mundo romano esencialmente político y legal.
“Civilización” proviene de civis, y dentro y detrás de ella está el romanismo.
Toda esta charlatanería de la civilización que a menudo escuchamos hoy día,
no es otra cosa que un romanismo irrealizado que se siente a menudo. Con
frecuencia sucede que un hombre puede usar una palabra para expresar algo
sublime y extraordinario sin tener idea de cómo, al utilizar la palabra, se
conecta con las grandes fuerzas de la historia. Cuando uno es capaz de percibir
todo el trasfondo político y judicial de la civilización mundial, entonces el oírlo
pronunciar a menudo es suficiente para hacerle estremecer.
Estas cosas deben decirse ya que la ciencia espiritual no es para la guardería
como algunas personas parecen pensar, sino para revelar un conocimiento
serio del mundo. En la presencia de este conocimiento, muchas de las ideas
que el hombre ha elevado como ídolos y a los que “reza”, se caen de sus
altares. No es la intención de la ciencia espiritual acercar simplemente a los
seres del mundo espiritual al hombre, para que éste pueda experimentar una
especie de íntima relación con ellos, como podría experimentar con los poetas,
por ejemplo. No, la ciencia espiritual está aquí para que el hombre mismo se
acerque al mundo espiritual y a sus impulsos con toda seriedad.

Rudolf Steiner

NOTAS
1 Conferencia pronunciada el 11 de septiembre de 1916, contenida en el
volumen GA 272. Nunca se publicó en inglés.

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