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Segunda ola del feminismo en Estados Unidos

El despegue 1949 / El segundo sexo de Simone de Beauvoir (se traduce a


inglés en 1953)

Finales de los 50 / La sociedad comienza a saber que muchas mujeres


están en desacuerdo con su status en la sociedad y el hecho de que la
sociedad les niegue estudios o igualdad.

1960 / La Food and Drug Administration aprueba las píldoras


anticonceptivas, disponibles desde 1961.

1961 / John F. Kennedy hace de los derechos de la mujer un tema clave


de su política y nombra a mujeres como Esther Peterson en puestos de
alto rango en su administración.

Kennedy establece una Comisión Presidencial multidisciplinar sobre el


estatus de la mujer.

50.000 mujeres en 60 ciudades se movilizan en la Huelga


femenina por la paz, en protesta por los ensayos con bombas
nucleares

1962 /Helen Gurley Brown escribe Sex and the Single Girl.

1963 / Un informe de la comisión encuentra discriminación sobre la mujer


en casi todos los aspectos de la vida norteamericana y diseña estrategias
para alcanzar la igualdad. Algunas de ellas son la baja por maternidad,
cuidado infantil o cambios en las leyes del despido.

Se publica el libro de Betty Friedan La Mística de la feminidad, una


referencia para el movimiento feminista. Se convierte en un éxito de
ventas.

1965/ Casey Hayden y Mary King hacen circular un texto sobre sexismo
en el Movimiento por los Derechos Civiles.

1966/ 28 mujeres entre ellas Betty Friedan, fundan la National


Organization for Women (NOW) una organización pro derechos civiles de
la mujer.

1967 / Comienzan a aparecer grupos de liberación de la mujer en todo


Estados Unidos.

Desde la protesta contra Miss America a la revolución

1968/ Robin Morgan conduce a varios miembros de la New York Radical


Women a la protesta No More Miss America por considerar a la ganadora
de 1968 sexista y racista.
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Coretta Scott King asume el liderazgo del Movimiento pro Derechos


Civiles de las Mujeres Afroamericanas tras la muerte de su marido Martin
Luther King. Shirley Chisholm es elegida la primera mujer negra en el
Congreso de EE.UU.

1969/ Se crea la organización del feminismo radical Redstockings


impulsado por Ellen Willis y Shulamith Firestone . Nace New York Radical
Feminists fundado por Shulamith Firestone -tras abandonar Redstockings-
y Anne Koedt

Hermandad es poder

1970/Kate Millett publica su libro Política Sexual.

Germaine Greer publica The Female Eunuch.

Sentada de protesta en el Ladies' Home Journal

Jo Freeman publica La tiranía de la falta de estructuras

1975/ Susan Brownmiller publica Against Our Will: Men, Women, and
Rape. (Contra nuestra voluntad: Hombres, Mujeres y Violación)

Años 1980 y pérdida de fuerza

1980/ Ronald Reagan, es elegido presidente.

1981/Jimmy Carter proclama la primera Semana "de la Mujer en la


Historia". Jeane Kirkpatrick es la primera mujer representante de EE.UU.
en la ONU.

Feminismo en los años 1980

22 estados añaden enmiendas a sus constituciones para superar la


desigualdad de género.

Aparecen nuevas oportunidades para mujeres y una nueva generación de


abogadas, ejecutivas, doctoras, profesoras, políticas, etc.

Movimiento de Liberación de la Mujer en


EEUU: «Ahora trabajamos para nosotras»En
red

 Pikara Magazine
 18/04/2013
 EEUU, feminismo, Historia, Mujeres

Hacia 1960, el mundo era otro mundo. Estados Unidos irrumpió de una maraña de
tendencias animales como fue la Segunda Guerra Mundial con el fin de perpetuarse y
ejercer su dominio como la potencia imperialista del planeta. Promovía desplegar su
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control sobre la humanidad toda, sin embargo, en ese reino de las necesidades y del
consumo de las cosas, fue el epicentro de la conflictividad en sus múltiples
variantes.

“Aquellos que, sin esperanza, dieron y dan la   vida por el Gran Rechazo”
Hebert Marcuse. El Hombre Unidimensional, 1964.
Mabel Bellucci*
Desde las entrañas del capitalismo avanzado se escucharon y se vivieron luchas
contra todo tipo de opresión: manifestaciones de la comunidad negra por la
conquista de sus derechos civiles, estudiantes, mujeres, homosexuales junto a un
poderoso movimiento antibelicista contra la guerra colonial sobre un país lejano
como era Vietnam, conocido por sus arrozales.
Esta década, tan recordada como añorada por generaciones tras generaciones, se
enmarcó dentro de un complejo contexto histórico internacional que originó
condiciones favorables para que estas revueltas se produjesen en el momento y en el
lugar indicados. Significaban momentos de acelerados cambios geopolíticos que
llevarían a la ruptura del sistema colonial de dominación europea sobre los tres
principales continentes: África, Asia y América Latina.
Como respuesta a las transformaciones económicas y laborales propias de ese
período histórico tanto en Europa como en Estados Unidos, cuando parecía que había
sido sepultado, el feminismo hizo oír su voz al enmarcarse dentro de estas luchas a
lo largo de los años sesenta en adelante. A primera vista, tal coyuntura implicó la
expansión del crecimiento económico que provocaría una entrada masiva de mujeres
al mercado formal de trabajo, sin perder de vista su avanzado ingreso y egreso en la
universidad. Ambas variables configuraron el telón de fondo del impresionante
renacer del movimiento feminista. En realidad, su retorno sería inexplicable sin el
desarrollo de tales acontecimientos en las sedes centrales del capitalismo. En este
contexto, surgió como un conejo de la galera el Movimiento de Liberación de la Mujer
(Women´s Liberation Movement -conocido también con la abreviatura coloquial
Women’s Lib, la que contribuyó a su popularidad más allá de quienes apoyaban a esa
corriente).
Feminismo de la Segunda Ola
Ahora bien, la generación de las casadas a las que Betty Friedan hablaba, en 1963, a
través de su consagrada obra La Mística de la Feminidad (The Femenine Mystique),
se cruzó con las que luchaban contra la guerra imperial, más las estudiantas que
hacían lo suyo.
Con la precipitación de las urgencias políticas por la radicalidad de la población
negra que bregaba por sus derechos civiles, las integrantes de este  movimiento
insurreccional entendieron su propia discriminación al profundizar el fenómeno del
racismo. Así, ellas descubrieron sus semejanzas con aquella comunidad
impunemente discriminada, por encarnar ambos estereotipos de inferioridad e
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irracionalidad desde la mirada hegemónica. Esa identificación se ampliaba a otros


grupos oprimidos del mundo. A ello se sumó la resistencia contra la guerra en
Vietnam, que pulsó a mujeres jóvenes a la par con los varones a usurpar las calles de
New York, Chicago, Washington y California, bajo la emblemática consigna que
trascendió hasta el presente, “Hagamos el amor, no la guerra”, tal como lo recuerda
la historiadora Marysa Navarro. De acuerdo al testimonio de la ensayista
estadounidense Margaret Randall, en el prólogo del libro Las Mujeres, en agosto de
1969, sostenía: “Han sido esenciales en las acciones más radicales antibelicistas:
quemaban los archivos de reclutamiento del ejército; destruían las credenciales
electorales para impugnar al sistema político;  repudiaban el sufragio bajo la
consigna “devolvamos el voto”; sostenían huelgas de hambre en prisión hasta llegar
a inmolarse, todos eran gestos de desobediencia civil”.

Cada grupo fue descubriendo la naturaleza de su opresión


dentro de la sociedad norteamericana

En cuanto al mundo estudiantil, la escritora Nancy Caro Hollander en su artículo La


posición de la mujer en los Estados Unidos, en 1970, consideraba que esa franja
junto con docentes de universidades públicas y privadas encarnaban las voces
provocadoras para desnudar lo que ella denominaba, “el modelo categórico del
sexismo”. Mientras, Mildred Adams Kenyon en su artículo El nuevo feminismo,
escrito también en ese mismo año, pintó otras vertientes en cuanto a la diversidad
del Women’s Lib. Para la escritora representaba una protesta con un alto
protagonismo juvenil que impulsaba innovaciones en torno a las prácticas y a las
costumbres. Kenyon consideraba que la extrema izquierda del movimiento se
proclamara abiertamente lésbico y, por ende, desconocía la igualdad entre los sexos
en la medida en que el varón siempre iba a concentrar el dominio del poder. Entre
tanto, las activistas de la Nueva Izquierda promovían un feminismo más heterodoxo y
plural, justamente al cruzar la condición de clase junto con la raza y con la etnia. Tal
fue el caso de la socióloga Marlene Dixon que en su trabajo El Por qué de la
liberación de las Mujeres (Why Women´s Liberation), de diciembre de 1969,
publicado en la revista Ramparts, resaltaba las transformaciones que se produjeron
con la luminosidad de un rayo: “Ellas se contagiaron de ese fermento que estalló
entre los estratos más bajos de la sociedad: los negros, los latinoamericanos, los
indios y los blancos pobres. Cada grupo fue descubriendo la naturaleza de su
opresión dentro de la sociedad norteamericana. Las mujeres deseaban saciar su sed
de vida libre y plenamente humana. El resultado fue el crecimiento de un nuevo
movimiento femenino que abarca mujeres pobres, negras y blancas, trabajadoras
explotadas, clase media aprisionadas en las casas soñadas, estudiantes y mujeres
militantes que descubren que en el seno de los movimientos de liberación, ellas no
son libres”.
En consecuencia, el Movimiento de Liberación de la Mujer quedó configurado por
numerosas corrientes y con una complejidad  cada vez más acentuada por fines y
métodos tan heterogéneos. Casi al final de esa década, se coincidió en una
propuesta de convergencia que fue “la política del cuerpo”. A partir de ese ideario,
las mujeres organizadas lograron posicionarse al transformar un hecho personal y
privado en uno político y público a partir del emblemática divisa que cruzó océanos y
urbes: “Lo personal es político”. Aún hoy tal sentencia mantiene su fuerza
interpelativa.
La lucha de las mujeres por las mujeres
Así, hacia finales de la década del sesenta, gran parte de las reivindicaciones
levantadas por nuestras precursoras se fueron alejando de la tradicional demanda de
igualdad entre sexos y sus críticas se ampliaron a todos los aspectos de la vida: la
cotidiana, la sexualidad, el mundo conyugal y familiar. Entonces las propuestas del
Women’s Lib partían de situaciones concretas vividas también por mujeres anónimas
y sin voces protagónicas, atravesadas por constantes tensiones entre las
incertidumbres y las adversidades. Aquellas militantes relacionadas a las formas
clásicas del debate político se corrieron para dar paso a un enfoque de autonomía
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sexual que denunciaba vigorosamente el sexismo en la esfera de lo privado. Desde


esa percepción, ocupaba un espacio destacado la reapropiación del cuerpo y de la
sexualidad por el dominio de lo recóndito. Con este tembladeral climático realizado
en poco tiempo, aquellas feministas, con sus voces y sus cuerpos, convocaron la
atención alrededor de la supremacía masculina mediante determinados dispositivos
biopolíticos para normalizar y reforzar la subordinación femenina y, por ende, su
exclusión. Denunciaban lo que en el pasado había sido un secreto a voces pero,
ahora, en esa coyuntura de posibles embates de liberación, todo se tornaba en un
acierto. Ellas comenzaron a activar a partir de su propia opresión y a elaborar
estrategias de acción tanto hacia dentro como hacia fuera de sus entornos. Hoy, al
revisar sus punteos no se puede menos que pensar que su auditorio se componía
mayoritariamente por mujeres blancas, heterosexuales y de los sectores medios
profesionales y académicas devenidas en activistas.

Sus reivindicaciones se fueron alejando de la tradicional


demanda de igualdad entre sexos y sus críticas se ampliaron a
todos los aspectos de la vida: la cotidiana, la sexualidad, el
mundo conyugal y familiar

Por todas estas razones, y muchas otras más que aún no son reveladas, a las
feministas de Estados Unidos de esos años les urgía crear nuevas colectividades de
lucha política compuestas solo por mujeres, en la medida en que en el interior de las
organizaciones comprometidas por la justicia social, como eran los frentes
anticapitalistas o los partidos políticos de las izquierdas, las activistas continuaban
siendo el ‘segundo sexo’. De allí fue que el Movimiento de Liberación de la Mujer se
nutrió, básicamente, de las experiencias y trayectorias de todas las que rompieron
lazos con esas estructuras vetustas y egoístas como una vieja dama indigna. El
éxodo en masa de las activistas de las organizaciones políticas como de los
movimientos sociales mixtos, fue una muestra de lo experimentado. Ante sus
miradas desafiantes, esas instituciones jerárquicas, con discursos monolíticos y
pensamientos seniles, no permitían desplegar sus propias visiones. Y encima, sus
compañeros de lucha y de ruta dejaron de ser sus aliados estratégicos, desde el
momento en que no deseaban el mismo tipo de rebelión que ellas. De un día para
otro, y a todo lo largo del país, los libros, los periódicos, las revistas, los cursos
universitarios y los programas televisivos de entrevistas anunciaron el alba de un
nuevo orden feminista. Proliferaron a una velocidad asombrosa las mujeres
devenidas en activistas rebeldes que necesitaban mostrarse en público. Todo ello
empujó hacia el  autorreconocimiento de ellas mismas como grupo y hacia la
consolidación de su identidad colectiva.
Así, en un otoño soleado de 1967, hizo su debut el colectivo más a la ofensiva del
feminismo de entonces: el  New York Radical Women  (NYRW). Sus integrantes
pertenecían a grupos políticos que lucharon por los derechos civiles de la comunidad
negra y protestaron en movilizaciones multitudinarias por la guerra de Vietnam. Fue
fundado por Pam Allem, Carol Hanisch, Rose Morgan, Sarachild Kathie y Shulamith
Firestone, Ros Baxandall, Patricia Mainardi, Ellen Willis, Kathie Sarachild, Irene
Peslikis entre otras más. Siempre en un giro de avanzada fue el primero, en 1969, en
reinterpretar y organizar trabajos con grupos de concientización femenina. De allí
que sus propuestas ardían como llamaradas de fuego: “Estamos cansadas de
participar en las revoluciones de los otros. Ahora trabajamos para nosotras”. Por lo
tanto, decidieron hacer un giro en cuanto al orden de prioridades. Primero, centraron
sus declaraciones sobre la opresión de las mujeres. Segundo, se independizaron de
los objetivos de los hombres de izquierda radicalizados. Los acontecimientos
posteriores confirmaron que la elección del corrimiento había sido la correcta. La
avalancha de respuestas a ese alejamiento no se hizo esperar. Una de las cabeceras
del grupo, Firestone relataba su experiencia en un acto llevado a cabo por el Comité
de Movilización Estudiantil (Student Mobilization Committee) en Washington, contra
el belicismo desatado sobre el país de los arrozales. Y denunciaba el sexismo de
esta manera: “Nuestra presentación comenzó con la lectura de un documento a favor
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del movimiento de las mujeres. Algunos hombres entre el público nos abuchearon, se
rieron e iniciaron una rechifla. Los organizadores en vez de pedir silencio a los
alborotados, nos hicieron abandonar el tablado rápidamente”. En consecuencia, los
militantes marxistas, de origen blanco o negro (no importaba el color), las hacían
callar vociferando: “Llévatela de la plataforma a la cama”. Más que una humorada
machista esa expresión sucumbía en un grito de guerra al momento en que las
feministas desarrollaban sus propios actos con sus distintivas premisas.
Evidentemente, amedrentar expresaba la violencia que enardecía a los varones
frente al atrevimiento de muchas y de otras tantas de elegir nuevos caminos.

Del NYRW, disuelto dos años más tarde, se desprendieron numerosos colectivos,
famosos por sus espectaculares manifestaciones culturales, que alimentaban
posicionamientos revulsivos contra la supremacía masculina en todas las caras del
sistema. Muchos de ellos, luego de haber seguido la orientación de la Nueva
Izquierda y de las feministas radicales, decidieron abrirse y apoyar por fuera la
consolidación de un movimiento autónomo de mujeres. En 1969, bajo el lema “Somos
brujas, somos mujeres. Somos liberación. Somos nosotras”, se presentó WITCH
(Women´s Internacional Terrorist Conspiracy from Hell – Conspiración Terrorista
Internacional de Mujeres del Infierno), también conocido como ‘Bruja’. Provenían de
un desprendimiento del NYRW y honraban a las hechiceras por considerar que
“fueron mujeres sin miedo de existir, de ser valientes, agresivas, inteligentes,
inconformes, curiosas, independientes, liberadas sexualmente y revolucionarias”. En
su Manifiesto, WITCH se definían como “combatientes y guerrilleras contra la
opresión femenina”. Su activismo se centró en organizar lo que ellas llamaban
“teatro de guerrilla”, un bricolage de acción callejera y de protesta nutrida por el
humor y la parodia. En líneas generales, en sus intervenciones ellas disfrutaban
disfrazadas de brujas y oraban cantos de ‘maldiciones’. Para sus integrantes todo era
útil, no se desprendían de nada. Hacían uso de las técnicas del teatro, la sátira, la
poesía, la música, los esténciles, las pegatinas, las escobas, las pistolas y las
muñecas vudú. Cada grupo WITCH se formó de manera independiente en los distintos
estados, inspirados en los ejemplos de las acciones anteriores. Del mismo modo,
condenaban los trasfondos políticos y económicos de las corporaciones
empresariales y de las instituciones del estado. La ensayista y fotógrafa incansable,
Margaret Randall, con un tono de exaltación, proclamaba que “la metodología de los
colectivos de acción es sin duda la más revolucionaria”. Ella lo presentaba como un
ejemplo de retrato urbano con una inclinación sustancial, tanto de condena al
machismo como a la explotación capitalista mediante sus intervenciones públicas.

En 1969, bajo el lema “Somos brujas, somos mujeres. Somos


liberación. Somos nosotras”, se presentó WITCH (Women´s
Internacional Terrorist Conspiracy from Hell – Conspiración
Terrorista Internacional de Mujeres del Infierno)

Hacia el verano de 1970, de acuerdo a la información que arrojaba el mediático


escritor Marvin Harris en su libro La cultura norteamericana contemporánea. Una
visión antropológica, diez mil feministas desfilaban por la Quinta Avenida ante el
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estupor boquiabierto de personas que prolijamente correctas salían de compras por


esa ciudad con afanes parisinos. Para que no quede duda alguna, la escritora y
activista Kate Millet conocida por su libro Sexual Politics declaraba a los cuatro
vientos: “Hoy se inicia un nuevo movimiento. Hoy se acaban milenios de opresión”.
Desde ya que hubo hostigamiento por parte de los curiosos que les gritaban al rojo
vivo: “Traidoras sin sostén” y “Acosadoras de varones”. Otras tantas de miles
también se manifestaron en Boston y en San Francisco, mientras que en el
Rittenhouse Square de Filadelfia las feministas se preparaban para la lucha
aprendiendo kárate en plena calle a la luz del día. Simultáneamente, en el Duffy
Square de Nueva York, Mary Orovan hacía la señal de la cruz en una ceremonia en
honor de Susan B. Anthony, entonando: “En el nombre de la Madre, de la Hija y de la
Santa Nieta. Ah wo-men”. Y la muchedumbre enarbolaba pancartas que decían:
“Arrepentidse, Machistas. Vuestro Mundo Se Está Acabando” y “No Preparéis La
Cena Esta Noche: Matad De Hambre A Una Rata”.
Para entonces, en un santiamén, una diáspora de activistas formadas en las calles,
en las fábricas y en las universidades se incorporó a la vida de las agrupaciones
feministas. En vez de seguir reclamando por ser reconocidas, se corrieron de las filas
partidarias para generar sus ‘cuartos propios’.
*Activista feminista queer. Autora de Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política .
Emecé- Planeta, Buenos Aires, noviembre 2010.
« La lucha por los derechos civiles, 1961-1968
Martin Luther King – The Three Evils of Society Address »

La liberación feminista en los años de la crisis,  1960-1969


7 marzo 2018 por Norberto Barreto Velázquez

El periodo que transcurre entre los años 1960 y 1969 es uno de los más
complejos en la historia estadounidense. Durante esos años, los Estados Unidos
se embarcaron en una serie de procesos sociales, políticos y culturales que
transformaron a la sociedad norteamericana. Los afro-americanos exigieron la
igualdad social y política, los jóvenes se rebelaron contra las normas sociales,
emergió una contracultura crítica del conformismo y de la sociedad de
consumo, los homosexuales se organizaron en defensa de sus derechos, y los
latinos y amerindios cuestionaron la marginación de que eran objeto.
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La Presidential Commission on the Status of Women estaba presidida por Eleonor Roosevelt

Las mujeres se unieron a la ola de insatisfacción social que caracterizó a la década de 1960, reviviendo así el

movimiento feminista.  Varios factores abonaron a ese renacer. Primero, en 1963, John Fitzgerald Kennedy  nombró

una comisión presidencial para que estudiase la situación de las mujeres en los Estados Unidos. En su informe,

la Presidential Commission on the Status of Women (PCSW), documentó que las mujeres enfrentaban las

mismas injusticias que las minorías raciales. Las estadounidenses recibían una paga inferior que la de los hombre por

tareas y trabajos similares, y tenían menos oportunidad de acceder a carrera profesional o gerencial. Según la

comisión, sólo el 7% de los médicos eran mujeres y menos del 4% eran abogados. Los miembros de la Comisión

sugirieron, con éxito, que la Ley de Derechos Civiles de 1964 prohibiera la discriminación por género. A pesar de

ello, la Comisión de Igualdad en la Oportunidad en el Empleo se mostró reacia a hacer respetar la prohibición de la

discriminación por sexo, lo que provocó que un grupo de mujeres fundaran, en 1966, la National Organization for

Woman (NOW).  Esta agrupación buscaba cambiar la situación de las féminas a través de la presión en grupo, las

demandas legales y la movilización de la opinión pública a favor de su causa.

En 1963, Betty Friedan –una de las fundadoras de NOW– publicó un libro

titulado The Feminine Mystique que ayudó a dar a conocer a la organización.  En su obra, Friedan cuestionó la

domesticidad suburbana al criticar la idea generalizada de que la mayor realización a las que podían aspirar las

mujeres era ser madres y esposas. La autora quería que las mujeres desarrollaran carreras profesionales que les

permitieran encontrar su identidad como seres humanos. The Feminine Mystique ejerció una gran influencia entre las

mujeres estadounidenses, pues hizo ver a muchas de ellas que no estaban solas, que su inconformidad era

compartida por miles de congéneres y les dotó de un vocabulario para expresar su desazón.
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La guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles también influyeron el desarrollo del movimiento feminista

estadounidense. Miles de mujeres jóvenes estadounidenses se involucraron en los movimientos en contra de la guerra

y de la discriminación racial. Ello les ayudó a ganar confianza y a desarrollar una ideología en contra de la opresión de

que eran víctimas. En otras palabras, desarrollaron conciencia de su condición de ciudadanos de segunda clase y de la

explotación sexual de que eran objeto por una sociedad controlada por los hombres. Además, entraron en contacto

con estrategias y tácticas de protesta, que luego aplicaron en su lucha por la igualdad de los géneros.

Para 1968, las feministas militantes adoptaron una estrategia de concientización para cambiar la imagen

que las mujeres tenían de sí mismas y de su sociedad. Para ello recurrieron a la celebración de pequeñas

asambleas donde las mujeres compartían sus experiencias y exponían sus quejas, y entendían que su

insatisfacción era compartida por otras mujeres. En otras palabras, las norteamericanas comenzaron a

comprender que lo que ellas consideraban problemas personales eran realmente problemas de su género,

que requerían soluciones sociales y políticas. Esta toma de conciencia llevó a muchas féminas desarrollar

un sentido de hermandad y un compromiso de lucha en contra del sexismo.  Es así como se desarrollan

grupos de liberación femenina a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos. Éstos adoptaron tácticas de

confrontación que llamaran la atención pública, como irrumpir en el certamen de Miss America en 1968 para

denunciar lo que estos grupos consideraban la degradación que sufrían las mujeres en los concursos de belleza. Los

grupos de liberación femenina también crearon zafacones donde las mujeres podían arrojar los zapatos de tacón alto,

fajas y otros “símbolos de la explotación femenina”. De igual forma, exigieron igualdad en la educación y en lugar de

trabajo, crearon programas de salud y refugios para mujeres maltratadas y combatieron la imagen que los medios de

comunicación reproducían de las mujeres.

El 26 de agosto de 1970 se llevó a cabo la mayor manifestación feminista de la historia en conmemoración de los

cincuenta años de la aprobación del voto femenino. Ese día, miles de mujeres marcharon por las calles de diversas

ciudades de los Estados en defensa de la igualdad en el empleo y el derecho al aborto.

Para principios de la década de 1970, las feministas habían conseguido que los bancos otorgaran crédito a mujeres

solteras y a nombre de mujeres casadas, y que muchas universidades aumentasen en el sueldo de cientos de

profesoras universitarias. La presión femenina llevó al gobierno a vigilar la discriminación laboral en corporaciones que

recibían fondos federales.


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Las feministas también abordaron el tema de la sexualidad femenina.  Para ellas, las mujeres debían tener control

sobre su capacidad reproductiva y de ahí que recibieran con los brazos abiertos la llegada de la píldora anticonceptiva

en 1960, pues ésta les permitía una mayor libertad sexual sin tener que enfrentar el riesgo de un embarazo. Muchas

mujeres también presionaron favor de la legalización del aborto como un medio para evitar los riesgos asociados a la

práctica ilegal de éste.

Norberto Barreto Velázquez

7 de marzo de 2018

“La gente habla de los años 60, incluso de los 70, como este momento en
que se libera el cuerpo de la mujer”, dijo McClendon. “Pero la noción de
que las mujeres de repente fueron completamente libres en sus cuerpos
después de ese punto es una completa falacia”, agregó.

Aunque las mujeres ya no se metían en corsés, los mensajes de los


medios y las presiones sociales para adherirse a un cuerpo “ideal”
continuaban. Ese “ideal” era un tipo de cuerpo muy joven y delgado.

“Las prendas básicas se reemplazaron por dieta y ejercicio”, señaló


McClendon.

la incidencia de anorexia nerviosa severa que requirió ingreso


hospitalario aumentó significativamente durante las décadas de 1960 y
1970 hasta alcanzar un número constante, según un estudio de la revista
Current Psychiatry Reports en 2012.

Al mismo tiempo, el movimiento contra la guerra de Vietman en EE.UU.


atrae a millones de personas y se convierte en una gran causa por la que
luchas los jóvenes; el imperialismo estadounidense recibirá un duro golpe
político con la derrota en Vietnam.

También en los ghettos negros se producen revueltas masivas por la


igualdad de derechos, en los que comienzan a cuestionarse su opresión.
Surgirán mujeres dirigentes que visibilizarán la situación de las mujeres
trabajadoras y pobres negras, las más oprimidas entre los explotados.
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A la hora de hablar de los feminismos conocidos como la segunda ola en los países del Norte,
Mabel Bellucci tiene una postura clara: nos propone salir del clásico esquema de análisis
centrado en Francia para colocar la mirada en Estados Unidos, en donde se gestó un
movimiento de feministas antisistémico, anticapitalista y antirracista. Territorio que además
fue epicentro de la conflictividad en sus múltiples variantes: manifestaciones de la
comunidad negra por la conquista de sus derechos civiles, movimientos estudiantiles, de
liberación de la mujer, homosexuales, lesbianas, antibelicista contra la guerra colonial de
Vietnam.

Fueron aquellas mujeres, explica Mabel, quienes se apropiaron de El Segundo Sexo, de
Simone de Beauvoir: “Es un libro a destiempo que anticipó un movimiento como muy pocas
veces se ha dado en la historia. Cuando salió el primer tomo, en mayo del ’49, no existía un
movimiento feminista ni tampoco Simone de Beauvoir era feminista”.
El renacer de los feminismos se enmarcó, sin lugar a dudas, dentro de las luchas de los años
sesenta en adelante, década en la que surge el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM).
Con el transcurso de los años, gran parte de las reivindicaciones levantadas por nuestras
precursoras se fueron alejando de la tradicional demanda de igualdad entre sexos, para
ampliarse a todos los planos de la vida: el cotidiano, el sexual, el amoroso y el familiar.
Desde una infinita cantidad de corrientes y con ideales y métodos profundamente
heterogéneos, las mujeres organizadas, académicas, amas de casa, estudiantes, migrantes,
chicanas, puertorriqueñas, negras, lesbianas, lograron posicionarse y transformar las
vivencias de sus opresiones personales y privadas en hechos políticos, que merecen y deben
ser tratados en las discusiones públicas.

-¿Cuáles crees que son los hitos fundamentales que marcan el surgimiento de la segunda ola
y por qué elegís enmarcar a Estados Unidos como su epicentro?
-Los años 60 fueron años de impactantes movimientos sociales antisistémicos que se
entrecruzaron por fuera de los partidos políticos tradicionales. Es una década de expansión
económica del estado de bienestar, como no la ha tenido el capitalismo en el siglo XX. Eso
conllevó un ingreso masivo de mujeres y jóvenes a los trabajos formales y a la universidad.
Este panorama lo describió maravillosamente el historiador Eric Hobsbawm, con relación a
estos nuevos sujetos que aparecen más allá del movimiento obrero fabril -e inclusive dentro
del mismo se presentó una renovación generacional significativa. Entonces, tomo como
punto de partida los epicentros metropolitanos de Estados Unidos: Nueva York, Chicago,
Filadelfia, Washington, San Francisco, Boston, fue allí donde se armó todo el caldo de cultivo
en torno a la resistencia y a la desobediencia civil y política. Como una ola expansiva
contaminó a otros centros importantes de Europa Occidental. Las izquierdas tradicionales no
han leído estos acontecimientos por su ceguera de creer que Estados Unidos es sólo
McDonald’s.
Los años 60 son y serán recordados como añorados por generaciones tras generaciones, en
la medida en que se enmarcó dentro de un complejo contexto histórico internacional
originando condiciones favorables para que estas revueltas se produjesen en el momento y
en el lugar indicados: Estados Unidos. Por múltiples razones militaban en diversos frentes
interconectados: contra el segregacionismo racial y por los derechos civiles de los negros; la
pena de muerte; el reclutamiento compulsivo de varones para servir a una guerra colonial
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sobre un país lejano como era Vietnam, junto a un poderoso movimiento antibelicista; el
antimilitarismo; la denuncia del sexismo y la discriminación;  el alcance de un cambio
social; contracultura comunitarista; el ecologismo; festivales de rock, y artes de Woodstock,
la generación beat y el hippismo, y todo tipo de expresión de la nueva izquierda. Eran
contextos históricos que se caracterizan por su enorme capacidad autogestiva, antiestatista
y con un marcado espontaneísmo de sus luchas. Primaba una tentativa de subvertir el orden
con planteos hostiles contra las instituciones, las normas y las jerarquías. Aun hoy ese
espíritu espontáneo se refleja en acciones recientes como se expresó en el Me Too, por
ejemplo. Y en ese sentido, el escritor uruguayo Raúl Zibechi dice algo muy interesante: las
fechas paradigmáticas internacionalistas de Occidente tienen sus raíces en Estados Unidos:
el 1º de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores; el 8 de Marzo, Día Internacional de la
Mujer; la revuelta de Stonewall, el 28 de junio de 1969, que abrió paso a una efervescencia
por la liberación colectiva de los homosexuales; y el 30 de noviembre de 1999, con la lucha
en Seattle contra los poderes que dominan el mundo expresados en el proceso de
globalización impuesto por los organismos financieros internacionales, los grandes bancos y
las compañías trasnacionales. Ese torbellino de reivindicaciones rupturistas tuvo
derivaciones en perfiles movimientísticos que desbordaban, permanentemente, en un cruce
entre todas estas causas situacionales. Y este cruce no comienza en los años 60, tiene su
historia.
En cuanto a la sexualidad, Estados Unidos siempre tuvo una mirada voyerista en torno a las
mismas, sobre todo desde los 50, con los tan mentados informes elaborados por Alfred
Kinsey y Wardell Pomero, resultado de un estudio científico publicado en dos monumentales
tomos: Sexual Behavior in the Human Male (Comportamiento sexual del hombre ), en 1948,
y Sexual Behavior in the Human Female  (Comportamiento sexual de la mujer), en 1953. Más
tarde, apareció Human Sexual Response (La Respuesta sexual humana)  de William Masters
& Virginia E. Johnson, investigación respecto de la morfología y funcionamiento del aparato
sexual masculino y femenino. Todos estos estudios fueron aclamados como una significativa
contribución a favor de la ola de los cambios sexuales.
-¿Cuál era la situación de las mujeres en Estados Unidos, antes del auge de la segunda ola?
¿Cómo se vivía la sexualidad?
-Hay que tener en cuenta que estamos en el período de la posguerra. La sexualidad, previo a
los 60, está atravesada por masculinidades que venían de guerras; es decir, eran
sexualidades totalmente opresoras, con actitudes violatorias permanentes. Además, las
mujeres estaban enclaustradas en sus casas, con todo el confort que disponían, al estilo de
las películas de Doris Day, limpiando y saludando al marido que se iba a trabajar, como bien
retrata la famosa Guía de la Buena Esposa. Todo esto era muy propio del clima de los años
50. La alta tecnología de la guerra fue utilizada para la creación de nuevos artefactos
eléctricos domésticos. Así, las mujeres dejaban de cubrir los puestos de trabajo de los
varones que habían ido a la guerra para volver nuevamente al hogar, a cumplir el rol de amas
de casa, madres y esposas. Fue un contexto de fuerte discriminación laboral y desigualdad
salarial; el aborto era penalizado con hasta 30 años de cárcel. Aisladas y dedicadas casi de
forma exclusiva a la crianza de sus hijos, al mantenimiento del hogar y a la satisfacción del
marido, comenzaron las depresiones profundas y el saturamiento del rol de ama de casa.

          Publicidades de los años 50


Es entonces cuando irrumpe Betty Friedman con La Mística de la Femineidad, donde les
habla a estas mujeres –heterosexuales y de clase media– que están encerradas en sus casas
13

para decirles “Ya es hora de levantarse de este lugar tan tradicional”. Unos años más tarde,
en 1966, ella y otras mujeres fundan el NOW (Organización Nacional para las Mujeres), que
fue una organización por los derechos civiles de la mujer con dos ejes: igual trabajo, igual
salario y garantizar que tuvieran las mismas oportunidades educativas que los hombres.

Betty Friedman, junto a otras mujeres, durante una concentración del NOW
-A fines de los 60 también toma impulso el feminismo en las universidades. Incluso en
Chicago quemaron en público sus títulos, posgrados y maestrías. ¿Qué características tiene
y cuáles son sus principales reclamos?
-Bueno, más que nada es un activismo blanco y de clase media, que emergió por el enojo de
un sinnúmero de mujeres que habían recibido sus títulos universitarios, posgrados, etcétera.
Aparecieron producciones teóricas fundamentales para ese pasado y este presente,
como  Política Sexual  de Kate Millet y La Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone.
Ambas se enmarcaron en todo un movimiento que definió la producción de textos como un
modo de intervención política activa, como cuando en 1970 se editó La hermandad es
poderosa, la primera antología de escritos feministas. Quien fue su compiladora, Robin
Morgan -poeta y fundadora de la colectiva Mujeres Radicales de Nueva York (MRNY)-, lanzó
una profecía: “Este libro es una acción”. Pensemos que aún no estaba la separación entre el
mundo académico y el activismo militante que va a venir en los 80. Sus tesis eran sus libros.
-¿Cómo es la relación de este feminismo con el movimiento estudiantil y con la nueva
izquierda? ¿Cuál es la reacción de los hombres al crecimiento del movimiento de mujeres?
-El Movimiento de la Liberación de la Mujer (MLM) -en ese momento se definían así- se
separaba de los movimientos mixtos; tales como el estudiantil, el de partidos políticos de
izquierdas. De esta situación surgió la noción de separatismo (yo no soy separatista, pero en
ese contexto histórico se entiende).
-¿Cómo se da el punto de ruptura que marca el separatismo del MLM?
-Hacia el interior de la nueva izquierda, algunas empezaron a hablar de ser discriminadas, ya
que los varones eran los portavoces, las referencialidades, mientras ellas estaban ‘tras
bambalinas’. Les leo un fragmento del manifiesto del Grupo Pro Liberación Femenina de
Nueva York, en el que se manifiesta la necesidad del separatismo como forma de
organización: “(…) en el mitin del sábado, el vocero del comité, David Dellinger, anunció que
había venido a manifestarse contra la guerra y por la liberación de los negros. Cuando
algunas mujeres en la plataforma le gritaron tardíamente para que mencione la liberación
femenina, durante la presentación que comenzó con la lectura de un documento, algunos
hombres entre el público nos abuchearon, se rieron e iniciaron una rechifla y lanzaron
observaciones como ‘llévatela de la plataforma a la cama’. En vez de callar a los
alborotadores, Dellinger trató de hacerlos abandonar el tablado rápidamente”. De ahí deviene
que “(…) los hombres, incluyendo a la mayoría de los radicales, blancos y negros, están
orgullosos de su chovinismo -así se denominaba lo que hoy se llama sexismo, machismo o
patriarcado-. La supremacía masculina es la forma de dominación más antigua y la más
resistente al cambio. El movimiento radical está dominado por los hombres; su teoría,
prioridades y estrategias reflejan intereses masculinos”. Y en ese sentido “(…) la función del
gueto, el ejército, la fábrica y la universidad de reificar la existencia separada de un grupo
oprimido, debe ser tomada en consideración por el movimiento pro liberación de las mujeres.
Debemos proporcionarnos un lugar para que las mujeres entablen amistad, intercambien sus
preocupaciones personales y les den apoyo moral a sus hermanas. En pocas palabras, para
crear la conciencia de grupo oprimido”. Así termina este famoso manifiesto.
–Así es como surgen los Women Liberation Small Groups.
-Claro. Estos grupos de autoconciencia provinieron como herencia directa de la Revolución
Cultural China. La escritora Leda M. Trejos Correia lo relata en su ensayo Grupos de
concientización de mujeres. Allí cuenta que “los trabajadores políticos llamaron a las
campesinas para que testificaran sobre los crímenes cometidos contra ellas. De esta
manera, manifestaron su opresión, narraron que habían sido vendidas como concubinas por
sus padres, violadas por los terratenientes y golpeadas por sus esposos y suegros”. Esta
14

práctica revolucionaria puesta en circulación desde 1940 en adelante, se llamó “Hablando de


amarguras”. Una metodología grupal de expresión del padecimiento que con el transcurrir se
volvió liberador en lo personal. “Hablando de amarguras” fue el primer grupo de
concientización. Así, las anglosajonas adoptaron como propia esa técnica de convertir los
lamentos privados de las mujeres en actos políticos. Se apropiaron de esa metodología de
hablar en voz alta colectivamente y de tanto proponer, contar sus malestares, muchas de
esas cuestiones fueron las que constituyeron algunas nociones teóricas del feminismo.
Empezaron siendo grupos chicos de mujeres que se reunían para contar sus pesares, y
descubrían que no eran individuales, además, que no estaban solas. El lema “Lo personal es
político” carece de nombre y apellido, responde más a una producción colectiva como tantos
otros más. De sus demandas habla Margaret Randall en su libro Las Mujeres, de 1969:
“Iguales oportunidades laborales, iguales salarios, ayuda para el trabajo doméstico, cuidado
de los niños, libertad y respeto a su propio cuerpo, aborto libre, igual educación formal (…)
Todo eso constituye un paso adelante para la liberación de la mujer”. Y fueron creciendo y
apareciendo como una ola expansiva, en las grandes ciudades: Nueva York, Boston, Chicago,
San Francisco, Washington. Para difundir sus pensamientos y proposiciones usaban el estilo
del manifiesto, apropiándose de la tradición socialista. Era muy frecuente su uso por los
distintos grupos y colectivos.
La conversación con Mabel, entretejida con citas, libros, publicaciones de época, aún hoy
conmueve por lo actual de las demandas. Aunque hablemos de las acciones y estrategias
llevadas a cabo por estas mujeres, resulta imposible dimensionar en estas páginas la
profundidad de una lucha planteada para socavar hasta los cimientos más profundos de las
relaciones humanas. Las estrategias de intervención fueron inmensamente diversas: desde
acciones concretas como la organización de talleres de autodefensa y de salud, donde se
revisaban a ellas mismas para conocer su propio cuerpo y sexualidad; hasta intervenciones
callejeras con música, poesía, stenciles y pegatinas. Y no podemos dejar de mencionar las
patrullas de mujeres a la salida de las fábricas durante la noche. Ellas, preparadas en los
talleres de autodefensa, garantizaron la seguridad de muchas compañeras que en ocasiones
anteriores habían sido robadas y acosadas sexualmente, dispuestas no sólo a vigilar, sino a
atacar a todo aquel que estuviera dispuesto a vulnerar a quienes salían de sus trabajos.

                                                    Volante difundiendo los talleres de


autodefensa
-¿Cuáles eran las más radicales?
-El grupo pro liberación New York Radical Women (NYRW), cuyas integrantes habían formado
parte de las agrupaciones políticas que lucharon por los derechos civiles de la comunidad
negra y contra la guerra de Vietnam. Estaban dispuestas a todo. Como lo expresó Margaret
Randall en su libro citado más arriba:“Hay acciones tan importantes como la efectuada
recientemente por cinco mujeres que invadieron y destruyeron un centro de reclutamiento
del Ejército, y varios días más tarde esparcieron los archivos hechos pedazos como si fuera
un confite por todo el Rockefeller Center”. Y siempre estaban en la avanzada, fueron las
primeras en reinterpretar y darles forma a los trabajos de los distintos grupos de
concientización. Volviendo al Manifiesto del Grupo Pro Liberación Femenina, escribieron:
“(…) Ha dado lugar a ciertos supuestos del movimiento de las mujeres, en el concepto radical
común, que la liberación de las mujeres es una rama de la izquierda y las mujeres son un
grupo como los estudiantes o los soldados”. Y se refleja una tensión entre la denominación
feminismo y las tendencias de izquierda, marxistas. “Muchas de nosotras rechazamos, como
contrario a la mujer, este concepto de nuestros objetivos. Hemos llegado a ver la liberación
de las mujeres como un movimiento revolucionario independiente, que representa
potencialmente a la mitad de la población. Nos proponemos llevar a cabo nuestro propio
análisis del sistema político y colocar nuestros intereses en primer lugar, sin importarnos si
esto es conveniente para la izquierda o no, dominada por los hombres. Aunque podamos
cooperar con los hombres radicales, en cuestiones de intereses comunes no somos tan sólo
una parte de la izquierda, no suponemos que los hombres radicales son nuestros aliados, ni
que deseamos el mismo tipo de revolución que ellos desean (…)”. El plan de la liberación de
15

las mujeres de Nueva York fue “destruir públicamente nuestras credenciales de elector, para
simbolizar que el sufragismo ha muerto y que comienza una nueva lucha por una verdadera
emancipación. Es un planteo totalmente antisistémico. Y este final de proclama es
impactante: “Algunas de nosotras deseábamos informar a los hombres del movimiento que
estábamos cansadas de participar en las revoluciones de otras personas y que ahora
trabajamos para nosotras”.
En aquellos tiempos también surgió el grupo WITCH (Women’s International Terrorist
Conspiracy from Hell – Conspiración Terrorista Internacional de Mujeres del Infierno), en
Nueva York se definían como “combatientes y guerrilleras contra la opresión femenina”. Su
activismo se centró en organizar lo que ellas llamaban “teatro de guerrilla” un bricolage de
acción callejera y de protesta nutrida por el humor y la parodia.

                                                    Intervención callejera del grupo Witch


-¿Qué tensiones tenían las mujeres negras con otras vertientes del MLM?
-Muchas; sobre todo con las feministas radicales. Las negras no querían el separatismo;
estaban comprometidas con otras formas de opresión e inmersas en una revolución que para
ellas era sobre una base hombre/mujer, que las separa de las blancas. Margaret Randall, en
el prólogo de su libro, plantea un tema ríspido: “(…) El movimiento como un todo estaba
dominado ahora por la clase media blanca, con la excepción de las militantes negras que
trabajaban haciendo desayunos para los niños pobres de los guetos, que luchan contra las
sentencias carcelarias de sus hombres y están ellas mismas en prisión. Están
comprometidas en otras formas en una revolución porque sienten que la opresión viene
incluso de los hermanos radicales de sus filas”.

Estas tensiones relatadas por Mabel quedan reflejadas en el documental She’s beautiful
when she’s angry, donde se ve cómo muchos referentes de la lucha por los derechos civiles
de lxs negrxs les planteaban a las mujeres que conformaban sus organizaciones el deber de
tener hijos para hacer crecer la revolución, y los tensos debates surgidos desde el momento
en que las mujeres negras empezaron a discutir.
Mientras el MLM llevaba a cabo la lucha por los efectos de la píldora anticonceptiva
-rechazada en un principio porque “se experimentaba con mujeres negras, puertorriqueñas e
internadas en los hospicios y centros de salud”-, por el aborto libre y gratuito y contra las
esterilizaciones forzadas a las migrantes, comenzó a tomar preponderancia el concepto de
16

justicia reproductiva. El planteo de que la mujer, como sujeto deseante, tiene derecho a
decidir de qué modo y en qué momento de su vida quiere ejercer la maternidad, tomó cada
vez más fuerza.
-Decías antes que una de las luchas más importantes de esos años fue la del aborto. ¿Cómo
se va desarrollando?
-El aborto es el eje unificador de casi todo el movimiento, porque es de interés primordial
tanto para las mujeres radicales como para las liberales. En ese momento, morían cerca de
cinco mil mujeres por año por abortar y la pena era de hasta 30 años, no era cualquier cosa.
En el ’67 empiezan a reunirse para contar sobre sus propios abortos, y comienzan, en Nueva
York y Chicago, las famosas campañas  por el Yo Aborté -el feminismo francés las tomó del
MLM. Un modo de socorrismo nació también en Chicago, con el Grupo Jane. Y ahí apareció
algo que es muy interesante: cómo el aborto sale de las manos de los médicos y pasa a
manos de las feministas.

-¿Qué repercusiones tiene este feminismo de la segunda ola en la Argentina de los 70 y en


América Latina?
-Yo creo que es una visión eurocentrista hablar de olas en esta región, porque la mayor
expansión de los feminismos se presentó en la década del 70 y nosotras estábamos en plena
dictadura militar. Entonces no podemos hablar de segunda y tercera ola como en los países
del Norte, son procesos históricos muy diferentes. De todas formas, el feminismo que se
desarrolla acá en los 70 es un feminismo más de catacumbas, grupos de concientización,
reuniones de debates. Se da porque muchas -las que tenían más poder adquisitivo-, viajaban
y traían textos; como hablaban varias lenguas, los traducían. Y también había una tendencia
a la producción colectiva. En Buenos Aires, el Frente de Liberación Homosexual (FLH),
escribió el manifiesto Sexo y Revolución en 1972, una producción que no tiene ni nombre ni
apellido. Yo brego para que todo el mundo lo lea; el activista homosexual Néstor Perlongher
hacía allí un cuestionamiento a la heterosexualidad compulsiva y llamaba a armar alianzas
con las feministas al tener un enemigo común: el machismo hegemónico. En el ’73  maricas,
feministas y heterosexuales que se sienten molestos por serlo escribieron el primer ensayo
sobre sexualidades que se conoce en nuestro país:  La moral sexual en la Argentina.  Hacían
un cruce muy interesante de lecturas que provenían del psicoanálisis, del marxismo y del
feminismo.
La llegada de Linda Jenness al país, feminista que fue candidata a presidenta del Socialist
Workers Party (SWP) en 1972, abrió otra compuerta. Nora Ciapponi (también integrante del
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y de la fórmula presidencial Coral-Ciapponi, que
enfrenta la fórmula Cámpora-Solano Lima), la llevó a activar con compañeras por distintas
regiones del país y organizaron un evento de magnitud en el Teatro Coliseo.
17

Vale aclarar que si bien Nora Ciapponi no intervenía en ese entonces en los grupos
feministas, era una feminista en la acción que tomaba el feminismo de Jenness porque era
un feminismo de clase. Nora levantaba todas las premisas del feminismo: los métodos
anticonceptivos, el aborto legal, seguro y gratuito, el divorcio vincular, la patria potestad
compartida, igual salario igual trabajo, guarderías infantiles.

Creo, para ir cerrando, que el aborto es el único lugar donde convergen todas las tendencias
del feminismo. Sus heterogéneas constelaciones se aúnan siempre allí y no, precisamente,
en la identidad “mujer”. Nada mejor que recuperar las palabras de Audre Geraldine Lorde:
“Tenemos que habitar orgullosas la casa de la diferencia”. En nuestra situación, esta casa es
el aborto.

*Extraído de http://contrahegemoniaweb.com.ar
Tercer intento: el feminismo liberal y radical

Después de intentar que las mujeres volvieran al hogar, luego de haber ocupado lugares
fundamentales en las dos guerras mundiales (mientras los hombres estaban en el campo de
batalla), las mujeres fueron impulsadas a luchar contra eso, con el movimiento del
“Misticismo del Feminismo” publicación de Betty Friedan en EE.UU., en 1963. Anteriormente
a eso, “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir en 1949, sentó un precedente importante en
la era del sufragismo y la renovación de la lucha de la mujer.

En los siguientes años, ya entrada la década del 70, se crearon movimientos feministas de
derecha y movimientos feministas de izquierda. Cada uno de ellos, abogando por los
derechos de la mujer y expresando el descontento del “rol de la mujer dentro del sistema”.

Surgieron obras fundamentales como “Política sexual” de Kate Millet y “La dialéctica de la
sexualidad” de Sulamit Firestone (1970). Mientras que el feminismo radical luchó por
superación de los géneros, el feminismo liberal o cultural intentó mostrar “el principio
femenino”.

Durante lo que se conoce como “el boom de posguerra” millones de


mujeres se incorporan como trabajadoras a las nuevas industrias en
Hacia 1970, nacen varios agrupamientos de mujeres en EE.UU, como
NOW (Organización Nacional de Mujeres) del feminismo liberal y el
radical WLM (Movimiento de Liberación de las Mujeres), entre otros.
También participan del nuevo movimiento de mujeres, partidos de
izquierda como el Socialist Workers Party (SWP). En estos grupos se
organizan mujeres de clase media y estudiantes en mayor medida que
trabajadoras, aunque sus demandas de igual salario por igual trabajo,
contra la doble jornada laboral con la que carga la mujer con el trabajo
doméstico y derecho al aborto y anticonceptivos, logran extenderse y
convertirse en un movimiento masivo.

De las mismas entrañas de Stonewall surgen activistas como la travesti


de origen latino Sylvia Rivera, quien junto a su amiga Marsha P. Johnson,
18

funda en 1970 S.T.A.R. (Acción de Travestis Callejeras Revolucionarias),


una organización dedicada a combatir la situación de criminalización que
atravesaban las personas trans en la época.

Miles de mujeres se movilizan en Europa y mayoritariamente en EEUU


por estas y otras consignas, logrando imponer la reglamentación del
derecho al aborto – situación que varía a lo largo de los años `70 y
cambia según el país o estado- y conquistado ciertas demandas en
algunos sectores del ámbito laboral –como guarderías, salarios
igualitarios, etc.-.

https://orbitadiversa.wordpress.com/2013/01/28/cosificacion-sexual/

Un hito de la segunda ola


feminista: la “Huelga de
mujeres por la igualdad”
Esta movilización ocurrida en Nueva York, coincidió con el 50º
aniversario de la conquista del sufragio femenino. Decenas de
miles de mujeres salieron a las calles en otras ciudades.
Luciana Torres

Viernes 26 de agosto de 2016 | Edición del día




  0

La Huelga por la Igualdad de las Mujeres (Women’s Strike for Equality)


fue convocada por las feministas para que se haga sentir en las
legislaturas estatales norteamericanas la lucha por la igualdad de la
19

mujer con el hombre. Sus consignas eran: las guarderías gratuitas


abiertas durante 24 horas, bajo control comunitario; el aborto libre
“gratis e inmediato”; oportunidades iguales de trabajo y de educación.

El movimiento por la liberación de las mujeres, que había explotado en


Estados Unidos por los años sesenta, entraba en una nueva fase de la
lucha adquiriendo masividad y extendiéndose por distintas ciudades.

En 1966, veintiocho hombres y mujeres sentaron las bases de la National


Organization for Women (NOW, “Organización Nacional para las
Mujeres”). Betty Friedan, su referente, fue quien organizó la huelga. En
su libro Mi vida hasta ahora (2003), describe cómo surgió la idea: “El
germen de la idea procedía de Betty Armistead, una mujer de Virginia
que me había escrito para recordarme que el 27 de agosto de 1970 se
cumpliría el 50° aniversario de acceso de las mujeres al voto y que las
sufragistas originales habían propuesto una huelga general de mujeres
en los últimos momentos de su batalla, medio siglo antes”.

Esta huelga de mujeres resultó en una gran manifestación de 50.000 mil


mujeres en el centro de Manhattan, que bloqueó la Quinta Avenida y
marchó orgullosamente hasta el gran centro de reunión de Bryant Park.
La convicción de que se estaba haciendo historia fue expresada mediante
un altavoz por Kate Millet, feminista radical que participó de la huelga
mirando la vasta asamblea exclamó: “¡Realmente, ahora somos un
movimiento!”.

Evelyn Reed, trotskista norteamericana muy prolífera, cuenta que había


mujeres de todas las edades y de toda la escala social. “Participaron en
aquella marcha no solamente mujeres negras y puertorriqueñas, obreras
y estudiantes; sino también numerosos hombres simpatizantes. Somos
una masa significativa e imponente que no puede ser ignorada,
ridiculizada o despreciada por más tiempo, como si no tuviese
importancia. Hemos afirmado en forma clara e inequívoca nuestra
determinación de introducir cambios fundamentales en la situación que
ocupa la mujer en la actual sociedad americana”.

Modelo para desarmar

El crecimiento económico tras la segunda guerra mundial, parió “Estados


de bienestar” bajo los cuales las mujeres conquistaron distintos derechos
en relación a la maternidad, el derecho al voto incorporado en la mayoría
de las constituciones de los países del mundo. La expansión económica
permitió una mayor presencia de mujeres en el mercado laboral, que
colaboran en la transformación de la subjetividad femenina por su mejora
de sus condiciones, y mayor independencia del hombre.

Esto posteriormente provocaría un cambio en la relación entre los


géneros y un “malestar de las mujeres” que originó el movimiento
feminista de la segunda ola. El rol tradicional de la mujer “que debía
estar en su hogar” experimentó transformaciones. Lo cual, a su vez,
socavó y devaluó al matrimonio y a la familia.
20

El boom económico y la estabilidad no duraron eternamente. Los años


sesenta marcaron nuevos tiempos. En medio de huelgas económicas y
políticas, luchas contra la opresión nacional, radicalizadas movilizaciones
estudiantiles, las peleas de los afroamericanos y de un poderoso
movimiento contra la guerra imperialista en Vietman, las mujeres
irrumpieron en la escena política internacional.

Las mujeres no podían aspirar al mismo salario por igual trabajo,


cobrando un 60% del salario masculino; no podían decidir no decidir no
tener hijos. De allí partía el malestar. Este también surgía de los
estereotipos vigentes. Como declaran las referentes en el documental
“She’s beautiful when she’s angry”: “podías verte como Miss América y
sin embargo pensar que no te ves bien. No se podía hablar de píldoras
anticonceptivas, ni del aborto. El horror y el miedo al embarazo aparecían
sin importar que hicieras. Si te violaban la gente no te creía, si te
maltrataban nadie te creía”.

Entre 1966 y 1971 tomó fuerza un movimiento feminista y una gran


revolución cultural impregnó en toda una generación. La relación entre
los sexos comenzaba a verse como una relación política. Las mujeres era
un grupo oprimido y lo habían sido a lo largo de la historia. El lema más
importante de la generación fue “lo personal es político”. Las mujeres se
daban cuenta que lo que les ocurría en cada casa no era individual, que
era un problema social y que no estaban solas, sacando un enorme peso
que recaía sobre ellas.

Una de las grandes conquistas del movimiento de mujeres


norteamericano fue la obligación impuesta a las compañías de telégrafos
y teléfonos para que pagaran las diferencias retroactivas de salario –en
relación al salario masculino- que correspondía a las empleadas por ser
mujeres desde su ingreso en la empresa. Otras fueron las conquistas
sobre los derechos reproductivos, aborto y violencia sexual. Ellas
conquistaron importantes victorias, cambiaron dramáticamente la
conciencia de mucha gente, y provocaron debates críticos acerca de la
supremacía masculina en los movimientos populares y la sociedad en
general.

Fue en esta época que una gran marea de literatura feminista comenzó a
circular para satisfacer la demanda de las mujeres que buscaban
comprender el origen de la opresión. Y, a su vez, hubo un gran interés en
reconstruir la historia de las mujeres, el origen de la opresión y el estudio
sobre las mujeres en las distintas áreas de conocimiento. Fue
representativa la quema de títulos académicos por parte de jóvenes
universitarias neoyorkinas como protesta a que no hubiera clases de
historia de las mujeres en la universidad”. Mostraban que la lucha por la
liberación implica cuestiones varias y complejas, desde la reconstrucción
de nuestra historia “escamoteada” hasta la valoración de la naturaleza
de la vida contemporánea y la transformación de las relaciones humanas.

La base de la lucha por la igualdad y sus conquistas


21

La perspectiva más general del movimiento setentista fue anti-


institucional. Una de las lecciones de la década de 1970 para el
movimiento de mujeres es que el progreso viene de la lucha de masas,
de las calles y meramente de los parlamentos. Las mujeres necesitaban
una revolución social, en alianza con los trabajadores y los oprimidos.

Betty Friedan escribió “La mística de la feminidad” (1966) marcando un


antes y un después, y dándole forma al movimiento feminista urbano de
clase media. Como fundadora y dirigente de la NOW, tomó posiciones en
asuntos como la igualdad de salarios, las oportunidades de promoción y
otros derechos que hoy lo son por ley, pero que entonces ni siquiera
llegaban a borrador. Destacaron sus presiones al Gobierno
estadounidense para que prohibiese la discriminación en el trabajo, y a
las aerolíneas para que suprimieran la política de emplear tan sólo a
mujeres solteras menores de treinta y dos años como azafatas de vuelo.

Como decíamos en otra nota, “aunque la dirigente de la coalición NOW


que encabezó la movilización, quizás no conocía (o conocía muy poco) a
Lenin o el legado de la revolución rusa, en los hechos era empujada a la
misma conclusión (que en palabras de Lenin era: ‘La igualdad ante la ley
todavía no es la igualdad frente a la vida’).”

Pero si bien Betty Friedan y las militantes del NOW libraron una cruzada
en favor de la paridad de géneros; su trabajo no estuvo exento de críticas
y controversias. Sobre todo, a raíz de su inicial renuencia a levantar las
reivindicaciones de las mujeres negras y lesbianas-. Fue incluso llamada
“retrógrada” por defender que las mujeres podían y debían vivir en
asociación con los hombres.

En el movimiento de mujeres, a lo largo de la historia, hubo diferentes


concepciones para pensar el origen de la desigualdad, y distintas
estrategias para visibilizar la opresión, como darle una salida. El
movimiento NOW, de raíz liberal, eventualmente optó por la inclusión en
el aparato del estado, y busco reformas tendientes a la igualdad. Otras
tendencias en el movimiento sostenían una perspectiva anticapitalista.

Hoy las mujeres retomamos las mejores lecciones de tradición setentista


que cuestionó, elaboró y se organizó contra la opresión de género así
como contra la explotación de clase inherente al el sistema capitalista.

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