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1962 /Helen Gurley Brown escribe Sex and the Single Girl.
1965/ Casey Hayden y Mary King hacen circular un texto sobre sexismo
en el Movimiento por los Derechos Civiles.
Hermandad es poder
1975/ Susan Brownmiller publica Against Our Will: Men, Women, and
Rape. (Contra nuestra voluntad: Hombres, Mujeres y Violación)
Pikara Magazine
18/04/2013
EEUU, feminismo, Historia, Mujeres
Hacia 1960, el mundo era otro mundo. Estados Unidos irrumpió de una maraña de
tendencias animales como fue la Segunda Guerra Mundial con el fin de perpetuarse y
ejercer su dominio como la potencia imperialista del planeta. Promovía desplegar su
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control sobre la humanidad toda, sin embargo, en ese reino de las necesidades y del
consumo de las cosas, fue el epicentro de la conflictividad en sus múltiples
variantes.
“Aquellos que, sin esperanza, dieron y dan la vida por el Gran Rechazo”
Hebert Marcuse. El Hombre Unidimensional, 1964.
Mabel Bellucci*
Desde las entrañas del capitalismo avanzado se escucharon y se vivieron luchas
contra todo tipo de opresión: manifestaciones de la comunidad negra por la
conquista de sus derechos civiles, estudiantes, mujeres, homosexuales junto a un
poderoso movimiento antibelicista contra la guerra colonial sobre un país lejano
como era Vietnam, conocido por sus arrozales.
Esta década, tan recordada como añorada por generaciones tras generaciones, se
enmarcó dentro de un complejo contexto histórico internacional que originó
condiciones favorables para que estas revueltas se produjesen en el momento y en el
lugar indicados. Significaban momentos de acelerados cambios geopolíticos que
llevarían a la ruptura del sistema colonial de dominación europea sobre los tres
principales continentes: África, Asia y América Latina.
Como respuesta a las transformaciones económicas y laborales propias de ese
período histórico tanto en Europa como en Estados Unidos, cuando parecía que había
sido sepultado, el feminismo hizo oír su voz al enmarcarse dentro de estas luchas a
lo largo de los años sesenta en adelante. A primera vista, tal coyuntura implicó la
expansión del crecimiento económico que provocaría una entrada masiva de mujeres
al mercado formal de trabajo, sin perder de vista su avanzado ingreso y egreso en la
universidad. Ambas variables configuraron el telón de fondo del impresionante
renacer del movimiento feminista. En realidad, su retorno sería inexplicable sin el
desarrollo de tales acontecimientos en las sedes centrales del capitalismo. En este
contexto, surgió como un conejo de la galera el Movimiento de Liberación de la Mujer
(Women´s Liberation Movement -conocido también con la abreviatura coloquial
Women’s Lib, la que contribuyó a su popularidad más allá de quienes apoyaban a esa
corriente).
Feminismo de la Segunda Ola
Ahora bien, la generación de las casadas a las que Betty Friedan hablaba, en 1963, a
través de su consagrada obra La Mística de la Feminidad (The Femenine Mystique),
se cruzó con las que luchaban contra la guerra imperial, más las estudiantas que
hacían lo suyo.
Con la precipitación de las urgencias políticas por la radicalidad de la población
negra que bregaba por sus derechos civiles, las integrantes de este movimiento
insurreccional entendieron su propia discriminación al profundizar el fenómeno del
racismo. Así, ellas descubrieron sus semejanzas con aquella comunidad
impunemente discriminada, por encarnar ambos estereotipos de inferioridad e
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Por todas estas razones, y muchas otras más que aún no son reveladas, a las
feministas de Estados Unidos de esos años les urgía crear nuevas colectividades de
lucha política compuestas solo por mujeres, en la medida en que en el interior de las
organizaciones comprometidas por la justicia social, como eran los frentes
anticapitalistas o los partidos políticos de las izquierdas, las activistas continuaban
siendo el ‘segundo sexo’. De allí fue que el Movimiento de Liberación de la Mujer se
nutrió, básicamente, de las experiencias y trayectorias de todas las que rompieron
lazos con esas estructuras vetustas y egoístas como una vieja dama indigna. El
éxodo en masa de las activistas de las organizaciones políticas como de los
movimientos sociales mixtos, fue una muestra de lo experimentado. Ante sus
miradas desafiantes, esas instituciones jerárquicas, con discursos monolíticos y
pensamientos seniles, no permitían desplegar sus propias visiones. Y encima, sus
compañeros de lucha y de ruta dejaron de ser sus aliados estratégicos, desde el
momento en que no deseaban el mismo tipo de rebelión que ellas. De un día para
otro, y a todo lo largo del país, los libros, los periódicos, las revistas, los cursos
universitarios y los programas televisivos de entrevistas anunciaron el alba de un
nuevo orden feminista. Proliferaron a una velocidad asombrosa las mujeres
devenidas en activistas rebeldes que necesitaban mostrarse en público. Todo ello
empujó hacia el autorreconocimiento de ellas mismas como grupo y hacia la
consolidación de su identidad colectiva.
Así, en un otoño soleado de 1967, hizo su debut el colectivo más a la ofensiva del
feminismo de entonces: el New York Radical Women (NYRW). Sus integrantes
pertenecían a grupos políticos que lucharon por los derechos civiles de la comunidad
negra y protestaron en movilizaciones multitudinarias por la guerra de Vietnam. Fue
fundado por Pam Allem, Carol Hanisch, Rose Morgan, Sarachild Kathie y Shulamith
Firestone, Ros Baxandall, Patricia Mainardi, Ellen Willis, Kathie Sarachild, Irene
Peslikis entre otras más. Siempre en un giro de avanzada fue el primero, en 1969, en
reinterpretar y organizar trabajos con grupos de concientización femenina. De allí
que sus propuestas ardían como llamaradas de fuego: “Estamos cansadas de
participar en las revoluciones de los otros. Ahora trabajamos para nosotras”. Por lo
tanto, decidieron hacer un giro en cuanto al orden de prioridades. Primero, centraron
sus declaraciones sobre la opresión de las mujeres. Segundo, se independizaron de
los objetivos de los hombres de izquierda radicalizados. Los acontecimientos
posteriores confirmaron que la elección del corrimiento había sido la correcta. La
avalancha de respuestas a ese alejamiento no se hizo esperar. Una de las cabeceras
del grupo, Firestone relataba su experiencia en un acto llevado a cabo por el Comité
de Movilización Estudiantil (Student Mobilization Committee) en Washington, contra
el belicismo desatado sobre el país de los arrozales. Y denunciaba el sexismo de
esta manera: “Nuestra presentación comenzó con la lectura de un documento a favor
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del movimiento de las mujeres. Algunos hombres entre el público nos abuchearon, se
rieron e iniciaron una rechifla. Los organizadores en vez de pedir silencio a los
alborotados, nos hicieron abandonar el tablado rápidamente”. En consecuencia, los
militantes marxistas, de origen blanco o negro (no importaba el color), las hacían
callar vociferando: “Llévatela de la plataforma a la cama”. Más que una humorada
machista esa expresión sucumbía en un grito de guerra al momento en que las
feministas desarrollaban sus propios actos con sus distintivas premisas.
Evidentemente, amedrentar expresaba la violencia que enardecía a los varones
frente al atrevimiento de muchas y de otras tantas de elegir nuevos caminos.
Del NYRW, disuelto dos años más tarde, se desprendieron numerosos colectivos,
famosos por sus espectaculares manifestaciones culturales, que alimentaban
posicionamientos revulsivos contra la supremacía masculina en todas las caras del
sistema. Muchos de ellos, luego de haber seguido la orientación de la Nueva
Izquierda y de las feministas radicales, decidieron abrirse y apoyar por fuera la
consolidación de un movimiento autónomo de mujeres. En 1969, bajo el lema “Somos
brujas, somos mujeres. Somos liberación. Somos nosotras”, se presentó WITCH
(Women´s Internacional Terrorist Conspiracy from Hell – Conspiración Terrorista
Internacional de Mujeres del Infierno), también conocido como ‘Bruja’. Provenían de
un desprendimiento del NYRW y honraban a las hechiceras por considerar que
“fueron mujeres sin miedo de existir, de ser valientes, agresivas, inteligentes,
inconformes, curiosas, independientes, liberadas sexualmente y revolucionarias”. En
su Manifiesto, WITCH se definían como “combatientes y guerrilleras contra la
opresión femenina”. Su activismo se centró en organizar lo que ellas llamaban
“teatro de guerrilla”, un bricolage de acción callejera y de protesta nutrida por el
humor y la parodia. En líneas generales, en sus intervenciones ellas disfrutaban
disfrazadas de brujas y oraban cantos de ‘maldiciones’. Para sus integrantes todo era
útil, no se desprendían de nada. Hacían uso de las técnicas del teatro, la sátira, la
poesía, la música, los esténciles, las pegatinas, las escobas, las pistolas y las
muñecas vudú. Cada grupo WITCH se formó de manera independiente en los distintos
estados, inspirados en los ejemplos de las acciones anteriores. Del mismo modo,
condenaban los trasfondos políticos y económicos de las corporaciones
empresariales y de las instituciones del estado. La ensayista y fotógrafa incansable,
Margaret Randall, con un tono de exaltación, proclamaba que “la metodología de los
colectivos de acción es sin duda la más revolucionaria”. Ella lo presentaba como un
ejemplo de retrato urbano con una inclinación sustancial, tanto de condena al
machismo como a la explotación capitalista mediante sus intervenciones públicas.
El periodo que transcurre entre los años 1960 y 1969 es uno de los más
complejos en la historia estadounidense. Durante esos años, los Estados Unidos
se embarcaron en una serie de procesos sociales, políticos y culturales que
transformaron a la sociedad norteamericana. Los afro-americanos exigieron la
igualdad social y política, los jóvenes se rebelaron contra las normas sociales,
emergió una contracultura crítica del conformismo y de la sociedad de
consumo, los homosexuales se organizaron en defensa de sus derechos, y los
latinos y amerindios cuestionaron la marginación de que eran objeto.
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La Presidential Commission on the Status of Women estaba presidida por Eleonor Roosevelt
Las mujeres se unieron a la ola de insatisfacción social que caracterizó a la década de 1960, reviviendo así el
movimiento feminista. Varios factores abonaron a ese renacer. Primero, en 1963, John Fitzgerald Kennedy nombró
una comisión presidencial para que estudiase la situación de las mujeres en los Estados Unidos. En su informe,
la Presidential Commission on the Status of Women (PCSW), documentó que las mujeres enfrentaban las
mismas injusticias que las minorías raciales. Las estadounidenses recibían una paga inferior que la de los hombre por
tareas y trabajos similares, y tenían menos oportunidad de acceder a carrera profesional o gerencial. Según la
comisión, sólo el 7% de los médicos eran mujeres y menos del 4% eran abogados. Los miembros de la Comisión
sugirieron, con éxito, que la Ley de Derechos Civiles de 1964 prohibiera la discriminación por género. A pesar de
ello, la Comisión de Igualdad en la Oportunidad en el Empleo se mostró reacia a hacer respetar la prohibición de la
discriminación por sexo, lo que provocó que un grupo de mujeres fundaran, en 1966, la National Organization for
Woman (NOW). Esta agrupación buscaba cambiar la situación de las féminas a través de la presión en grupo, las
titulado The Feminine Mystique que ayudó a dar a conocer a la organización. En su obra, Friedan cuestionó la
domesticidad suburbana al criticar la idea generalizada de que la mayor realización a las que podían aspirar las
mujeres era ser madres y esposas. La autora quería que las mujeres desarrollaran carreras profesionales que les
permitieran encontrar su identidad como seres humanos. The Feminine Mystique ejerció una gran influencia entre las
mujeres estadounidenses, pues hizo ver a muchas de ellas que no estaban solas, que su inconformidad era
compartida por miles de congéneres y les dotó de un vocabulario para expresar su desazón.
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La guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles también influyeron el desarrollo del movimiento feminista
estadounidense. Miles de mujeres jóvenes estadounidenses se involucraron en los movimientos en contra de la guerra
y de la discriminación racial. Ello les ayudó a ganar confianza y a desarrollar una ideología en contra de la opresión de
que eran víctimas. En otras palabras, desarrollaron conciencia de su condición de ciudadanos de segunda clase y de la
explotación sexual de que eran objeto por una sociedad controlada por los hombres. Además, entraron en contacto
con estrategias y tácticas de protesta, que luego aplicaron en su lucha por la igualdad de los géneros.
Para 1968, las feministas militantes adoptaron una estrategia de concientización para cambiar la imagen
que las mujeres tenían de sí mismas y de su sociedad. Para ello recurrieron a la celebración de pequeñas
asambleas donde las mujeres compartían sus experiencias y exponían sus quejas, y entendían que su
insatisfacción era compartida por otras mujeres. En otras palabras, las norteamericanas comenzaron a
comprender que lo que ellas consideraban problemas personales eran realmente problemas de su género,
que requerían soluciones sociales y políticas. Esta toma de conciencia llevó a muchas féminas desarrollar
un sentido de hermandad y un compromiso de lucha en contra del sexismo. Es así como se desarrollan
grupos de liberación femenina a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos. Éstos adoptaron tácticas de
confrontación que llamaran la atención pública, como irrumpir en el certamen de Miss America en 1968 para
denunciar lo que estos grupos consideraban la degradación que sufrían las mujeres en los concursos de belleza. Los
grupos de liberación femenina también crearon zafacones donde las mujeres podían arrojar los zapatos de tacón alto,
fajas y otros “símbolos de la explotación femenina”. De igual forma, exigieron igualdad en la educación y en lugar de
trabajo, crearon programas de salud y refugios para mujeres maltratadas y combatieron la imagen que los medios de
El 26 de agosto de 1970 se llevó a cabo la mayor manifestación feminista de la historia en conmemoración de los
cincuenta años de la aprobación del voto femenino. Ese día, miles de mujeres marcharon por las calles de diversas
Para principios de la década de 1970, las feministas habían conseguido que los bancos otorgaran crédito a mujeres
solteras y a nombre de mujeres casadas, y que muchas universidades aumentasen en el sueldo de cientos de
profesoras universitarias. La presión femenina llevó al gobierno a vigilar la discriminación laboral en corporaciones que
Las feministas también abordaron el tema de la sexualidad femenina. Para ellas, las mujeres debían tener control
sobre su capacidad reproductiva y de ahí que recibieran con los brazos abiertos la llegada de la píldora anticonceptiva
en 1960, pues ésta les permitía una mayor libertad sexual sin tener que enfrentar el riesgo de un embarazo. Muchas
mujeres también presionaron favor de la legalización del aborto como un medio para evitar los riesgos asociados a la
7 de marzo de 2018
“La gente habla de los años 60, incluso de los 70, como este momento en
que se libera el cuerpo de la mujer”, dijo McClendon. “Pero la noción de
que las mujeres de repente fueron completamente libres en sus cuerpos
después de ese punto es una completa falacia”, agregó.
A la hora de hablar de los feminismos conocidos como la segunda ola en los países del Norte,
Mabel Bellucci tiene una postura clara: nos propone salir del clásico esquema de análisis
centrado en Francia para colocar la mirada en Estados Unidos, en donde se gestó un
movimiento de feministas antisistémico, anticapitalista y antirracista. Territorio que además
fue epicentro de la conflictividad en sus múltiples variantes: manifestaciones de la
comunidad negra por la conquista de sus derechos civiles, movimientos estudiantiles, de
liberación de la mujer, homosexuales, lesbianas, antibelicista contra la guerra colonial de
Vietnam.
Fueron aquellas mujeres, explica Mabel, quienes se apropiaron de El Segundo Sexo, de
Simone de Beauvoir: “Es un libro a destiempo que anticipó un movimiento como muy pocas
veces se ha dado en la historia. Cuando salió el primer tomo, en mayo del ’49, no existía un
movimiento feminista ni tampoco Simone de Beauvoir era feminista”.
El renacer de los feminismos se enmarcó, sin lugar a dudas, dentro de las luchas de los años
sesenta en adelante, década en la que surge el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM).
Con el transcurso de los años, gran parte de las reivindicaciones levantadas por nuestras
precursoras se fueron alejando de la tradicional demanda de igualdad entre sexos, para
ampliarse a todos los planos de la vida: el cotidiano, el sexual, el amoroso y el familiar.
Desde una infinita cantidad de corrientes y con ideales y métodos profundamente
heterogéneos, las mujeres organizadas, académicas, amas de casa, estudiantes, migrantes,
chicanas, puertorriqueñas, negras, lesbianas, lograron posicionarse y transformar las
vivencias de sus opresiones personales y privadas en hechos políticos, que merecen y deben
ser tratados en las discusiones públicas.
-¿Cuáles crees que son los hitos fundamentales que marcan el surgimiento de la segunda ola
y por qué elegís enmarcar a Estados Unidos como su epicentro?
-Los años 60 fueron años de impactantes movimientos sociales antisistémicos que se
entrecruzaron por fuera de los partidos políticos tradicionales. Es una década de expansión
económica del estado de bienestar, como no la ha tenido el capitalismo en el siglo XX. Eso
conllevó un ingreso masivo de mujeres y jóvenes a los trabajos formales y a la universidad.
Este panorama lo describió maravillosamente el historiador Eric Hobsbawm, con relación a
estos nuevos sujetos que aparecen más allá del movimiento obrero fabril -e inclusive dentro
del mismo se presentó una renovación generacional significativa. Entonces, tomo como
punto de partida los epicentros metropolitanos de Estados Unidos: Nueva York, Chicago,
Filadelfia, Washington, San Francisco, Boston, fue allí donde se armó todo el caldo de cultivo
en torno a la resistencia y a la desobediencia civil y política. Como una ola expansiva
contaminó a otros centros importantes de Europa Occidental. Las izquierdas tradicionales no
han leído estos acontecimientos por su ceguera de creer que Estados Unidos es sólo
McDonald’s.
Los años 60 son y serán recordados como añorados por generaciones tras generaciones, en
la medida en que se enmarcó dentro de un complejo contexto histórico internacional
originando condiciones favorables para que estas revueltas se produjesen en el momento y
en el lugar indicados: Estados Unidos. Por múltiples razones militaban en diversos frentes
interconectados: contra el segregacionismo racial y por los derechos civiles de los negros; la
pena de muerte; el reclutamiento compulsivo de varones para servir a una guerra colonial
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sobre un país lejano como era Vietnam, junto a un poderoso movimiento antibelicista; el
antimilitarismo; la denuncia del sexismo y la discriminación; el alcance de un cambio
social; contracultura comunitarista; el ecologismo; festivales de rock, y artes de Woodstock,
la generación beat y el hippismo, y todo tipo de expresión de la nueva izquierda. Eran
contextos históricos que se caracterizan por su enorme capacidad autogestiva, antiestatista
y con un marcado espontaneísmo de sus luchas. Primaba una tentativa de subvertir el orden
con planteos hostiles contra las instituciones, las normas y las jerarquías. Aun hoy ese
espíritu espontáneo se refleja en acciones recientes como se expresó en el Me Too, por
ejemplo. Y en ese sentido, el escritor uruguayo Raúl Zibechi dice algo muy interesante: las
fechas paradigmáticas internacionalistas de Occidente tienen sus raíces en Estados Unidos:
el 1º de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores; el 8 de Marzo, Día Internacional de la
Mujer; la revuelta de Stonewall, el 28 de junio de 1969, que abrió paso a una efervescencia
por la liberación colectiva de los homosexuales; y el 30 de noviembre de 1999, con la lucha
en Seattle contra los poderes que dominan el mundo expresados en el proceso de
globalización impuesto por los organismos financieros internacionales, los grandes bancos y
las compañías trasnacionales. Ese torbellino de reivindicaciones rupturistas tuvo
derivaciones en perfiles movimientísticos que desbordaban, permanentemente, en un cruce
entre todas estas causas situacionales. Y este cruce no comienza en los años 60, tiene su
historia.
En cuanto a la sexualidad, Estados Unidos siempre tuvo una mirada voyerista en torno a las
mismas, sobre todo desde los 50, con los tan mentados informes elaborados por Alfred
Kinsey y Wardell Pomero, resultado de un estudio científico publicado en dos monumentales
tomos: Sexual Behavior in the Human Male (Comportamiento sexual del hombre ), en 1948,
y Sexual Behavior in the Human Female (Comportamiento sexual de la mujer), en 1953. Más
tarde, apareció Human Sexual Response (La Respuesta sexual humana) de William Masters
& Virginia E. Johnson, investigación respecto de la morfología y funcionamiento del aparato
sexual masculino y femenino. Todos estos estudios fueron aclamados como una significativa
contribución a favor de la ola de los cambios sexuales.
-¿Cuál era la situación de las mujeres en Estados Unidos, antes del auge de la segunda ola?
¿Cómo se vivía la sexualidad?
-Hay que tener en cuenta que estamos en el período de la posguerra. La sexualidad, previo a
los 60, está atravesada por masculinidades que venían de guerras; es decir, eran
sexualidades totalmente opresoras, con actitudes violatorias permanentes. Además, las
mujeres estaban enclaustradas en sus casas, con todo el confort que disponían, al estilo de
las películas de Doris Day, limpiando y saludando al marido que se iba a trabajar, como bien
retrata la famosa Guía de la Buena Esposa. Todo esto era muy propio del clima de los años
50. La alta tecnología de la guerra fue utilizada para la creación de nuevos artefactos
eléctricos domésticos. Así, las mujeres dejaban de cubrir los puestos de trabajo de los
varones que habían ido a la guerra para volver nuevamente al hogar, a cumplir el rol de amas
de casa, madres y esposas. Fue un contexto de fuerte discriminación laboral y desigualdad
salarial; el aborto era penalizado con hasta 30 años de cárcel. Aisladas y dedicadas casi de
forma exclusiva a la crianza de sus hijos, al mantenimiento del hogar y a la satisfacción del
marido, comenzaron las depresiones profundas y el saturamiento del rol de ama de casa.
para decirles “Ya es hora de levantarse de este lugar tan tradicional”. Unos años más tarde,
en 1966, ella y otras mujeres fundan el NOW (Organización Nacional para las Mujeres), que
fue una organización por los derechos civiles de la mujer con dos ejes: igual trabajo, igual
salario y garantizar que tuvieran las mismas oportunidades educativas que los hombres.
Betty Friedman, junto a otras mujeres, durante una concentración del NOW
-A fines de los 60 también toma impulso el feminismo en las universidades. Incluso en
Chicago quemaron en público sus títulos, posgrados y maestrías. ¿Qué características tiene
y cuáles son sus principales reclamos?
-Bueno, más que nada es un activismo blanco y de clase media, que emergió por el enojo de
un sinnúmero de mujeres que habían recibido sus títulos universitarios, posgrados, etcétera.
Aparecieron producciones teóricas fundamentales para ese pasado y este presente,
como Política Sexual de Kate Millet y La Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone.
Ambas se enmarcaron en todo un movimiento que definió la producción de textos como un
modo de intervención política activa, como cuando en 1970 se editó La hermandad es
poderosa, la primera antología de escritos feministas. Quien fue su compiladora, Robin
Morgan -poeta y fundadora de la colectiva Mujeres Radicales de Nueva York (MRNY)-, lanzó
una profecía: “Este libro es una acción”. Pensemos que aún no estaba la separación entre el
mundo académico y el activismo militante que va a venir en los 80. Sus tesis eran sus libros.
-¿Cómo es la relación de este feminismo con el movimiento estudiantil y con la nueva
izquierda? ¿Cuál es la reacción de los hombres al crecimiento del movimiento de mujeres?
-El Movimiento de la Liberación de la Mujer (MLM) -en ese momento se definían así- se
separaba de los movimientos mixtos; tales como el estudiantil, el de partidos políticos de
izquierdas. De esta situación surgió la noción de separatismo (yo no soy separatista, pero en
ese contexto histórico se entiende).
-¿Cómo se da el punto de ruptura que marca el separatismo del MLM?
-Hacia el interior de la nueva izquierda, algunas empezaron a hablar de ser discriminadas, ya
que los varones eran los portavoces, las referencialidades, mientras ellas estaban ‘tras
bambalinas’. Les leo un fragmento del manifiesto del Grupo Pro Liberación Femenina de
Nueva York, en el que se manifiesta la necesidad del separatismo como forma de
organización: “(…) en el mitin del sábado, el vocero del comité, David Dellinger, anunció que
había venido a manifestarse contra la guerra y por la liberación de los negros. Cuando
algunas mujeres en la plataforma le gritaron tardíamente para que mencione la liberación
femenina, durante la presentación que comenzó con la lectura de un documento, algunos
hombres entre el público nos abuchearon, se rieron e iniciaron una rechifla y lanzaron
observaciones como ‘llévatela de la plataforma a la cama’. En vez de callar a los
alborotadores, Dellinger trató de hacerlos abandonar el tablado rápidamente”. De ahí deviene
que “(…) los hombres, incluyendo a la mayoría de los radicales, blancos y negros, están
orgullosos de su chovinismo -así se denominaba lo que hoy se llama sexismo, machismo o
patriarcado-. La supremacía masculina es la forma de dominación más antigua y la más
resistente al cambio. El movimiento radical está dominado por los hombres; su teoría,
prioridades y estrategias reflejan intereses masculinos”. Y en ese sentido “(…) la función del
gueto, el ejército, la fábrica y la universidad de reificar la existencia separada de un grupo
oprimido, debe ser tomada en consideración por el movimiento pro liberación de las mujeres.
Debemos proporcionarnos un lugar para que las mujeres entablen amistad, intercambien sus
preocupaciones personales y les den apoyo moral a sus hermanas. En pocas palabras, para
crear la conciencia de grupo oprimido”. Así termina este famoso manifiesto.
–Así es como surgen los Women Liberation Small Groups.
-Claro. Estos grupos de autoconciencia provinieron como herencia directa de la Revolución
Cultural China. La escritora Leda M. Trejos Correia lo relata en su ensayo Grupos de
concientización de mujeres. Allí cuenta que “los trabajadores políticos llamaron a las
campesinas para que testificaran sobre los crímenes cometidos contra ellas. De esta
manera, manifestaron su opresión, narraron que habían sido vendidas como concubinas por
sus padres, violadas por los terratenientes y golpeadas por sus esposos y suegros”. Esta
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las mujeres de Nueva York fue “destruir públicamente nuestras credenciales de elector, para
simbolizar que el sufragismo ha muerto y que comienza una nueva lucha por una verdadera
emancipación. Es un planteo totalmente antisistémico. Y este final de proclama es
impactante: “Algunas de nosotras deseábamos informar a los hombres del movimiento que
estábamos cansadas de participar en las revoluciones de otras personas y que ahora
trabajamos para nosotras”.
En aquellos tiempos también surgió el grupo WITCH (Women’s International Terrorist
Conspiracy from Hell – Conspiración Terrorista Internacional de Mujeres del Infierno), en
Nueva York se definían como “combatientes y guerrilleras contra la opresión femenina”. Su
activismo se centró en organizar lo que ellas llamaban “teatro de guerrilla” un bricolage de
acción callejera y de protesta nutrida por el humor y la parodia.
Estas tensiones relatadas por Mabel quedan reflejadas en el documental She’s beautiful
when she’s angry, donde se ve cómo muchos referentes de la lucha por los derechos civiles
de lxs negrxs les planteaban a las mujeres que conformaban sus organizaciones el deber de
tener hijos para hacer crecer la revolución, y los tensos debates surgidos desde el momento
en que las mujeres negras empezaron a discutir.
Mientras el MLM llevaba a cabo la lucha por los efectos de la píldora anticonceptiva
-rechazada en un principio porque “se experimentaba con mujeres negras, puertorriqueñas e
internadas en los hospicios y centros de salud”-, por el aborto libre y gratuito y contra las
esterilizaciones forzadas a las migrantes, comenzó a tomar preponderancia el concepto de
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justicia reproductiva. El planteo de que la mujer, como sujeto deseante, tiene derecho a
decidir de qué modo y en qué momento de su vida quiere ejercer la maternidad, tomó cada
vez más fuerza.
-Decías antes que una de las luchas más importantes de esos años fue la del aborto. ¿Cómo
se va desarrollando?
-El aborto es el eje unificador de casi todo el movimiento, porque es de interés primordial
tanto para las mujeres radicales como para las liberales. En ese momento, morían cerca de
cinco mil mujeres por año por abortar y la pena era de hasta 30 años, no era cualquier cosa.
En el ’67 empiezan a reunirse para contar sobre sus propios abortos, y comienzan, en Nueva
York y Chicago, las famosas campañas por el Yo Aborté -el feminismo francés las tomó del
MLM. Un modo de socorrismo nació también en Chicago, con el Grupo Jane. Y ahí apareció
algo que es muy interesante: cómo el aborto sale de las manos de los médicos y pasa a
manos de las feministas.
Vale aclarar que si bien Nora Ciapponi no intervenía en ese entonces en los grupos
feministas, era una feminista en la acción que tomaba el feminismo de Jenness porque era
un feminismo de clase. Nora levantaba todas las premisas del feminismo: los métodos
anticonceptivos, el aborto legal, seguro y gratuito, el divorcio vincular, la patria potestad
compartida, igual salario igual trabajo, guarderías infantiles.
Creo, para ir cerrando, que el aborto es el único lugar donde convergen todas las tendencias
del feminismo. Sus heterogéneas constelaciones se aúnan siempre allí y no, precisamente,
en la identidad “mujer”. Nada mejor que recuperar las palabras de Audre Geraldine Lorde:
“Tenemos que habitar orgullosas la casa de la diferencia”. En nuestra situación, esta casa es
el aborto.
*Extraído de http://contrahegemoniaweb.com.ar
Tercer intento: el feminismo liberal y radical
Después de intentar que las mujeres volvieran al hogar, luego de haber ocupado lugares
fundamentales en las dos guerras mundiales (mientras los hombres estaban en el campo de
batalla), las mujeres fueron impulsadas a luchar contra eso, con el movimiento del
“Misticismo del Feminismo” publicación de Betty Friedan en EE.UU., en 1963. Anteriormente
a eso, “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir en 1949, sentó un precedente importante en
la era del sufragismo y la renovación de la lucha de la mujer.
En los siguientes años, ya entrada la década del 70, se crearon movimientos feministas de
derecha y movimientos feministas de izquierda. Cada uno de ellos, abogando por los
derechos de la mujer y expresando el descontento del “rol de la mujer dentro del sistema”.
Surgieron obras fundamentales como “Política sexual” de Kate Millet y “La dialéctica de la
sexualidad” de Sulamit Firestone (1970). Mientras que el feminismo radical luchó por
superación de los géneros, el feminismo liberal o cultural intentó mostrar “el principio
femenino”.
https://orbitadiversa.wordpress.com/2013/01/28/cosificacion-sexual/
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Fue en esta época que una gran marea de literatura feminista comenzó a
circular para satisfacer la demanda de las mujeres que buscaban
comprender el origen de la opresión. Y, a su vez, hubo un gran interés en
reconstruir la historia de las mujeres, el origen de la opresión y el estudio
sobre las mujeres en las distintas áreas de conocimiento. Fue
representativa la quema de títulos académicos por parte de jóvenes
universitarias neoyorkinas como protesta a que no hubiera clases de
historia de las mujeres en la universidad”. Mostraban que la lucha por la
liberación implica cuestiones varias y complejas, desde la reconstrucción
de nuestra historia “escamoteada” hasta la valoración de la naturaleza
de la vida contemporánea y la transformación de las relaciones humanas.
Pero si bien Betty Friedan y las militantes del NOW libraron una cruzada
en favor de la paridad de géneros; su trabajo no estuvo exento de críticas
y controversias. Sobre todo, a raíz de su inicial renuencia a levantar las
reivindicaciones de las mujeres negras y lesbianas-. Fue incluso llamada
“retrógrada” por defender que las mujeres podían y debían vivir en
asociación con los hombres.