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Biblioteca Plan Ceibal

A Daniel, a Romina,
y a todos los leocamatones que andan por ahí.

© Karina Foderé
kfodere@adinet.com.uy

Ilustraciones:

Ana María Dolder

Montevideo A.U.L.I - 1992


Juan Bautista Alberdi 6257 - C.P 11500 - Montevideo
Colección Palabrapuente
I.S.B.N.: 9974 - 552 - 72 - 9

Cordinadora: Dra. Sylvia Puentes de Oyenard


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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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H
oy les voy a contar un secreto, dulce como miel: yo conozco
un lugar hermoso, muy colorido y lleno de vida que se llama
“Pueblo Imaginación”.

Allí vive Guayo. Él es un “leocamatón”

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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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N
adie sabe bien de dónde vienen.
Parece que podrían descender de los topos leonados que
habitan bajo tierra, pero también se dice que provienen de
los hipotálamos celestiales que anidan en los sabiárboles. Lo cierto
es que los leocamatones viven en su pequeña aldea, rodeados de
poderosos vecinos y sobre un río marrón de dulce de leche.
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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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E
llos son muy felices y siempre están riendo. Chillan como
ratoncitos coloridos mientras trabajan. Cavan sus cuevitas
en las montañas azucaradas y almacenan comida para el
invierno. Todos colaboran y se divierten haciéndolo. De noche
celebran la fiesta golosinera y, en ocasiones especiales, hacen trufas
deliciosas.

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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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E
l invierno es muy frío, pero juntos lo pasan mejor. Ahí, se
alimentan de lo que juntaron entre todos: bloques de dulce de
leche, dulce caliente, trufas, churros y tortas fritas.

Guayo pensaba que tal vez sería mejor vivir como lo hacen los topos
leonados, bajo tierra. Y, decidido, hizo un pozo en las azucaradas
arenas y se tapó.

—¡Esto sí es vida! -exclamó. Pero luego de unos minutos se dio


cuenta que no veía nada y que no podía conversar con nadie. ¡Ni
siquiera se podía mover! Al fin, decidió volver con los suyos.

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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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U
na tarde, el muy aventurero, se adentró en el monte de
chocolate en rama y recogió garrapiñada del “garrapiñal”.
Sintió un aleteo y una voz lo saludó en forma cortés, como
corresponde en Pueblo Imaginación:
—Buenas tardes, querido habitante de Pueblo Imaginación.

—¡Hola! -respondió Guayo.


—Me voy a presentar: soy un hipotálamo celestial.
¿Y tú?
—Yo soy Guayo, un leocamatón.
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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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P
ara que tengan una idea, un hipotálamo celestial es como un
hipopótamo con alas de libélula que anida sobre sabiárboles.
—¿Por qué vives en las alturas? ¿Acaso no te alimentas del
dulce de leche?

—¡No! Yo vivo en el sabiárbol llamado Anís. Él es adivino.


—¿Es divino?
—No, a-divino. Si necesito algo, simplemente lo hace crecer.
¿Para qué podría querer tu dulce de leche?
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G
uayo pensó unos instantes: si sobre el árbol tenía todo,
¿para qué querría vivir junto al río? Entonces, preguntó al
hipotálamo celestial:
—¿Yo puedo anidar allí?
—Por supuesto, Anís se pondrá contento. ¡Pósate sobre mi lomo y te
guiaré!

Apenas llegaron, Anís hizo crecer una casita para Guayo. También
una cama y ropa. No podía creer que con solo desear algo, Anís lo
hiciera aparecer. Estaba sumamente feliz. Ahí arriba existía todo el
confort necesario.

—¡Jamás bajaré! -se dijo.


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E
l hipotálamo le enseñó a caminar hacia el sol de paleta
multicolor y él se acercó a saborear.
—¡No te detengas, Guayo! Si desaparece, mañana volverá a
crecer.

—Esto es el paraíso. ¡No podría ser mejor!


Ya en su casa, Guayo se recostó porque le dolía la panza.

—¡Uy, me siento mal! ¡Socoooorooo...!

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G
ritó durante un rato, pero nadie vino a auxiliarlo. Entonces,
se fue en busca del hipotálamo, pero este le dijo que ahora
estaba ocupado mirando televisión. El leocamatón recordó
que en su aldea todos hubieran acudido a su primer llamado y que
seguramente su mamá ya le estaría haciendo un tecito de dulce de
leche con canela.

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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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P
ara su sorpresa, cuando llegó a su casita, Anís le tenía pronto
el té en cuestión. Guayo lo probó, pero se sintió peor: el té no
tenía nada que ver con el de mamá.

--¡Qué dolor! ¡Y qué solo estoy! ¡Uuuuaaaaaa!

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C
on cada quejido, Anís hacía aparecer televisores, radios,
patinetas, bombones, dulce de leche duro, blando, con
chocolate...¡De todo! Pero nada parecía conformar a Guayo.
De pronto, el “sabiárbol” extendió una de sus ramas hacia el suelo y
le dio forma de escalera.

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Guayo, el Leocamatón • Karina Foderé
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¡
Gracias, Anís! Guayo bajó esos kilómetros de tronco en un
segundo y cuando llegó, su familia, preocupada por su ausencia,
lo recibió con emoción. Una vez que les narró lo sucedido, llegó a
la conclusión:

—Saben, querida familia, yo pensé que allá arriba había de todo,


pero faltaba lo principal: mis seres queridos.
Y sin eso, NO HAY NADA.

A la noche, la pequeña aldea le organizó una divertida fiesta de


bienvenida que duró por los siglos de los siglos.

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El Leocamatón

Tiene melena de león,


su cuerpo y lengua de pitón,
el hocico chato y marrón,
con ojitos de camaleón.
Lo he llamado Leocamatón,
bicho alegre como ratón,
con voz grave de lobizón,
que canta siempre una canción
acompañado de acordeón.
Un tanto raro y juguetón,
vive en “Pueblo Imaginación”
donde todo es diversión.

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