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Auténtica tierra de contrastes, el territorio español ha sido frecuentemente equiparado a

un “continente en miniatura” a causa de su diversidad. Ésta se debe a su localización


geográfica en una posición que constituye, a la vez, un “finis-terrae” continental, y una
zona de paso y de superposición de influencias.

PAISAJES NATURALES

Fachada Atlántica Septentrional:


Litoral Islas Cíes (Galicia)
Montaña Lagos de Covadonga (Asturias)
Entorno fluvial Valle de Cabezón (Cantabria)
Paisajes mediterráneos:
Litoral Cala Pi (Baleares)

Montaña Sierra de Aitana (Comunidad Valenciana)


Fluvial Rambla de Andarax (Andalucía)
Entorno meseteño Valle del Badiel (Castilla-La Mancha)
Paisajes canarios:

Litoral Istmo de Jandía (Canarias)


Vulcanismo reciente Volcanes de Teneguía (Canarias)
ISLAS CÍES

Imágenes de las Islas Cíes, archipiélago situado a tres millas de la costa frente a la Ría de
Vigo e integrante del Parque Nacional marítimo-terrestre de las Islas Atlánticas. La figura
1 muestra una vista de conjunto de la Isla de San Martín, y permite apreciar su carácter
escarpado y la discontinuidad de la cubierta vegetal. La figura 2 muestra un sector del
litoral frecuentado por gaviotas y cormoranes, las aves más abundantes del archipiélago.

El archipiélago de las Cíes está compuesto por tres islas principales y algunos islotes
menores. Situado frente a la Ría de Vigo y de disposición N-S, es de constitución granítica
y debe su origen a la tectónica de bloques que conformó este sector de las Rías Bajas en
el alpino.

El relieve es muy escarpado, lo que permite alcanzar alturas de 200 metros. Sin embargo,
muestra una fuerte disimetría entre ambas vertientes. La occidental (a la derecha en la
figura 1) está expuesta a la acción erosiva del viento y del océano, por lo que es mucho
más abrupta y acantilada. La oriental, en cambio, está más resguardada, y presenta un
perfil más suave y alberga playas y campos dunares de cierta extensión (destacando la
de Rodas que une las islas del Norte y del Faro).

Ligados al sustrato y a la topografía, los suelos están poco desarrollados, son ácidos y
pobres lo que, unido al efecto del viento y a una acusada sequía estival, limita el
desarrollo de la vegetación. No obstante, ésta presenta una cierta diversidad: las zonas
más expuestas son el dominio de las plantas rupícolas adaptadas a la elevada salinidad y
a los nitratos procedentes de las deyecciones de las aves. En las posiciones más
resguardadas el suelo es mejor, y permite una cubierta de matorral a base de toxo (Ulex
europaeus) y carpaza (Cistus salvifolius) o, incluso, plantaciones de eucaliptos y pinos,
introducidos a partir de la década de 1940, y que implicaron la práctica destrucción de las
masas originarias de cerquiño (Quercus pyrenaica). Por fin, los arenales conservan
interesantes comunidades exclusivas.

Las diferentes zonas de vegetación, junto a las áreas de roquedo, acantilados y al


humedal del lago de Os Nenos, proporcionan un conjunto de hábitats que cobijan algunas
de las colonias de aves marinas más ricas de la Península. Especialmente relevantes son
la gaviota patiamarilla (Larus cachinnans), que con sus 22.000 parejas reproductoras
constituye la mayor colonia mundial, los cormoranes moñudo y marino (Phalacrocorax
aristotelis y P. carbo) o especies muy escasas como el arao (Uria aalge). Esta riqueza
ornítica justificó la adopción de una ZEPA (zona de especial protección para la aves) para
el conjunto del archipiélago, ya desde 1988 (véase figura nº2).

Finalmente, hay que destacar la gran productividad biológica del mar gracias a un
fenómeno de afloramiento de aguas profundas, ricas en nutrientes, y a su elevada
transparencia. Gracias a ello, se encuentran en las Cíes sobresalientes ecosistemas
marinos, como los grandes campos de algas pardas de los géneros Laminaria y
Sacorhiza, incluidos en el ámbito del Parque Nacional.

Sin embargo, las islas Cíes son muy pequeñas y, en consecuencia, resultan muy
vulnerables. Accidentes como la marea negra causada por el hundimiento del “Prestige”
en el año 2002 producen impactos cuyas secuelas pueden resultar prácticamente
irreversibles a corto plazo, mientras que la simple presión involuntaria de los millares de
turistas que visitan las islas puede resultar incompatible con la presencia, o el
mantenimiento, de las pautas de comportamiento de un buen número de especies.
Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria
Figura 1. Isla de San Martín desde la Isla del Faro

Figura 2. Sector rocoso del litoral de la Isla del Faro con gaviotas y cormoranes
LAGOS DE COVADONGA

Entorno del valle de La Ercina (1100 metros de altitud) en el Macizo Occidental de los
Picos de Europa. Fotos obtenidas desde la margen septentrional del lago, junto a las
minas de Bufarrera. En la figura 1 se puede observar el lago, alojado en una depresión
glaciokárstica y dominado por la cumbre de Peña Santa (2596 m). La figura 2 muestra la
depresión contigua de la Vega de Comella ocupada por pastos.

El elemento más destacado de este paisaje es el relieve que, por su vigor, determina
absolutamente los rasgos de la hidrografía, del manto vegetal y de los aprovechamientos
humanos tradicionales.

La energía del relieve en este sector de la Cantábrica se debe tanto a factores


morfoestructurales (entre los que hay que destacar el apilamiento "en fichas de dominó"
de una sucesión de escamas de caliza carbonífera), como al intenso modelado reciente
que han sufrido estos materiales. A este respecto, el entorno de los lagos de Covadonga
permite observar la superposición de

• formas glaciares: pulimento de la superficie caliza, valle en “U”, morrenas


laterales y lago (figura 1)
• formas periglaciares: agujas, acumulaciones de derrubios (figura 1)
• formas cársticas: depresiones cerradas, lapiaz (figura 1 y 2)
• formas de origen humano, asociadas principalmente a la minería (no
representadas en las imágenes)

La proximidad del mar Cantábrico, que se encuentra a poco más de 20 km en línea recta,
favorece la llegada constante de masas de aire húmedo que, obligadas a ascender
bruscamente, descargan abundantes precipitaciones y dan lugar a frecuentes nieblas. Por
otra parte, la altitud refresca el ambiente y permite la presencia de nieve hasta el principio
del verano. Todo ello contribuye a generar un ambiente muy húmedo que explica la
presencia de extensos hayedos (figura 1) o, allí donde el karst no es capaz de absorber
eficazmente el agua, de lagos o humedales. No obstante, en los lugares en los que la
roca aparece desnuda, el agua escurre o se infiltra muy deprisa y la vegetación no es
capaz de instalarse.

Sin embargo, a pesar de constituir un entorno muy duro, los Picos de Europa han sido
frecuentados desde la prehistoria y la vegetación original ha sido muy alterada por las
actividades humanas, en particular, por la ganadería y la minería.

La ganadería, principalmente vacuna de razas autóctonas muy adaptadas al ambiente de


montaña (figura 1), se beneficia de los excelentes pastos picoeuropeanos. Éstos, en su
mayor parte, se han obtenido a costa del bosque caducifolio y requieren un
mantenimiento al que contribuye la propia presencia del ganado. En cuanto una extensión
de prados deja de utilizarse, tiende a ser ocupada por un matorral leñoso de bajo porte
(figura 2).

Por otra parte, las actividades extractivas que se han desarrollado aquí hasta hace
algunas décadas han exigido grandes cantidades de madera, que se obtenían en los
bosques locales, para entibar las galerías o como simple combustible.

Con todo, la riqueza natural de la montaña cantábrica debe mucho a este complejo
mosaico de ambientes y la desaparición de ciertas actividades humanas supondría un
rápido empobrecimiento.
Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria
Figura 1. Lago de la Ercina

Figura 2. Vega de Comella

VALLE DE CABEZÓN

Valle de Cabezón, correspondiente al curso bajo del río Saja en el centro de Cantabria. La
figura 1, obtenida desde la sierra de Cos, permite observar el contraste entre las laderas,
abruptas y ocupadas por arbolado, y el fondo aluvial, resultado de los aportes
sedimentarios del río, donde se concentran las poblaciones y principales actividades
humanas. En la figura 2, se observa un detalle de las terrazas que ocupan el fondo del
valle.

La proximidad de la montaña al mar obliga a los ríos cantábricos a salvar desniveles


importantes en muy pocos kilómetros. Como consecuencia de ello, sus cursos son
rápidos, y sus caudales conocen una fuerte irregularidad, que está asociada a la continua
sucesión de tipos de tiempo característica de la montaña oceánica.

Estas circunstancias convierten a los ríos en eficaces agentes de modelado. En sus


tramos altos, allí donde los desniveles son mayores, predominan las acciones erosivas y
los ríos tienden a encajarse dando lugar a valles en “V”. Sin embargo, en los tramos
bajos, la pendiente disminuye, los ríos pierden capacidad de transporte y la acumulación
se convierte en el proceso más significativo.

El valle de Cabezón se encuentra cerca del mar y, por tanto, de la desembocadura del
Saja, al tiempo que coincide con el afloramiento de un diapiro en el que predominan rocas
muy fáciles de erosionar.

Durante las fases frías del Cuaternario el nivel del mar descendió un centenar de metros.
En estas circunstancias, la fácil erosionabilidad de las rocas permitió al Saja excavar un
amplio valle, cuyo fondo se situaba varias decenas de metros por debajo del nivel actual
del lecho.

Sin embargo, al aumentar las temperaturas y subir el nivel marino, la pendiente del cauce
disminuyó, el río perdió capacidad de transporte y el valle anterior fue rellenándose con
los acarreos de las crecidas. Eso explica el contraste existente entre las laderas del valle,
resultado de la erosión y relativamente inclinadas, y el fondo del mismo, consecuencia de
un relleno producido por el río y, por tanto, plano (figura 1).

Como a lo largo del Cuaternario las fases frías y cálidas han ido alternándose sin
interrupción, las etapas erosivas o sedimentarias se han repetido generando todo un
sistema de terrazas (figura 2).

El valle posee excelentes suelos, está rodeado de montes que han proporcionado madera
y pastos, y ha disfrutado de una gran prosperidad gracias a sus minas de sal. Sin
embargo, el corredor fluvial está expuesto a devastadoras inundaciones. Cada avenida
aporta importantes volúmenes de sedimentos que, aún hoy, van rellenando el valle poco a
poco, y produciendo frecuentes cambios en el trazado del lecho (veáse el aspecto del
mismo en la fotografía aérea de 1956). Por esta razón, los asentamientos tradicionales
han tenido que alejarse del río situándose sobre las terrazas más altas (figura 2), dejando
el fondo del valle reservado a los usos agrarios.

Sin embargo, Cabezón se sitúa en un corredor industrial y de comunicaciones de gran


dinamismo en el que las superficies planas son sumamente escasas. Este hecho, junto a
la falsa sensación de seguridad producida por algunas actuaciones realizadas sobre el
río, está induciendo una progresiva ocupación de los espacios inundables, causando una
situación de peligro para las personas y actividades que se van instalando en estos
lugares (fotografía aérea del 2002).

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria


Figura 1. Valle de Cabezón desde la Sierra de Cos

Figura 2. Terrazas del Saja a su paso por Mazcuerras.


CALA PI

Resultado de la dialéctica entre procesos geomorfológicos continentales y marinos, y


provisto de una cubierta vegetal relativamente bien conservada pese a la influencia de
una presencia humana varias veces milenaria, el paisaje litoral de Lluchmajor es un
perfecto exponente del de las costas mediterráneas con acantilados bajos calizos. Las
fotos presentan dos vistas de Cala Pi, que permiten observar el paisaje de la plataforma
costera y el detalle de la cala con sus ambientes respectivos.

Desde el punto de vista geológico, este sector de la isla de Mallorca constituyó una
cuenca que facilitó la acumulación de una secuencia de calizas arrecifales, calcarenitas y
otros depósitos de plataforma carbonatada a lo largo del Tortoniense-Messiniense (final
del Mioceno). Dada su cronología postalpina, la estratificación conserva una disposición
horizontal, que explica el carácter tabular del relieve actual (figura 1).

La existencia, a lo largo de gran parte del Plioceno y del Cuaternario, de un clima mucho
más lluvioso que el actual permitió la aparición de una red de drenaje superficial sobre
esta plataforma. Sus cauces tendieron rápidamente al encajamiento aprovechando las
principales líneas de fracturación de los estratos calizos. Sin embargo, esta evolución
quedó abortada por efecto de la carstificación y, posteriormente, de una fuerte
disminución de las precipitaciones.

En la actualidad, el drenaje es casi exclusivamente cárstico y la escorrentía superficial no


adquiere relevancia, allí donde existe, más que durante los episodios de precipitaciones
excepcionales. La Marina de Llucmajor presenta hoy, por esas razones, un relieve con
una fuerte componente estructural y un modelado fluviotorrencial y cárstico, en gran
medida, heredado.

Al producirse la transgresión holocena, el nivel del mar ha ascendido rápidamente


sumergiendo una superficie considerable y anegando muchas de las formas
preexistentes. De este modo, amplias cavidades se encuentran hoy bajo el mar, mientras
que los tramos inferiores de los cauces, o algunas depresiones cársticas, han sido
invadidas por el agua originando las calas (figura 2).

Al mismo tiempo, la acción erosiva del mar ha sido la causante de un progresivo retroceso
de la línea de costa y del predominio de los acantilados (figura 1). Sin embargo, la altura
de éstos está condicionada por el vigor del relieve interior y, en el área de Cala Pi, es
siempre moderada.

Las condiciones locales no son favorables al desarrollo de los suelos y la fuerte aridez
estival, agravada por la exposición al viento y a la salinidad, limitan las posibilidades de la
vegetación. Sobre la plataforma caliza predomina el pinar (Pinus halepensis, en su
variedad endémica, ceciliae), y una maquia de acebuche (Olea silvestris), con mata
(Pistacia lentiscus), y numerosas jaras y labiadas (fotos 1 y aérea). En los acantilados y
fondo de las calas esta vegetación da paso a otra a base de plantas adaptadas a los
hábitats rocosos y a la salinidad, con presencia de varios endemismos y rarezas
botánicas (figura 2).

Cala Pi ofrece un fondeadero natural que desempeñó un importante papel histórico, pero
que resulta peligroso en caso de temporal y excesivamente pequeño para las
necesidades actuales (tal vez como consecuencia de un progresivo relleno y pérdida de
calado). Sin embargo, forma parte de un entorno aceptablemente conservado de gran
interés paisajístico y recreativo, por lo que soporta una frecuentación importante. Por otra
parte, tiene una notable riqueza faunística y, en particular ornitológica, que ha justificado
su conversión en un Espacio Natural Protegido.

Figura 1. Litoral y maquia desde Cala Pi


Figura 2. Cala Pi

SIERRA DE AITANA

La Sierra de Aitana (1.558 m) pertenece al conjunto estructural de la Cordillera Bética ,en


su extremo más oriental dentro de la Península Ibérica, y constituye del punto más
elevado de la provincia de Alicante. Es un relieve caracterizado por los grandes
desniveles, fuertes pendientes y claros ejemplos de laderas de tipo cantil-talud (figura 1).
Estos contrastes justifican la variedad de la cubierta vegetal y las diferentes adaptaciones
que ha realizado el hombre para aprovechar sus recursos naturales (figura 2).

La Sierra de Aitana presenta un aspecto abovedado en sentido longitudinal de Este a


Oeste, sobre todo si se observa desde el sur, que le otorga un carácter macizo y la
convierte en frontera desde el punto de vista climático y biogeográfico. Está constituida
por un fragmento de la cobertera sedimentaria, fundamentalmente paleógena, que ha sido
levantada por una tectónica de fractura, lo que ha configurado un horst cresta dando lugar
a un escarpe de falla en la vertiente septentrional (figura 1). Es este rasgo estructural el
que determina su variedad climática y, por tanto, biogeográfica.

De un modo general, y obviando las variaciones a una escala de mayor detalle, existe una
acusada disimetría en las precipitaciones entre la vertiente septentrional y la meridional.
Respecto a las temperaturas se observan diferencias entre mitad oriental (por su
proximidad a la costa y por los valles abiertos al E y al SE) y occidental (con presencia de
heladas e inversiones térmicas en los valles más encajados).

La estructuración del relieve, y una variada litología en la que predominan las calizas en
los escarpes y en los sectores más elevados, mientras que las margas lo hacen en los
taludes y fondos de valle, determinan:
• un modelado cárstico (figura 3) y procesos en la evolución de los escarpes
con desprendimientos de grandes bloques, deslizamientos y fenómenos de
clima frío (sobre todo en el pasado) que han generado derrubios estratificados
y canchales.
• Los dominios potenciales de vegetación se ciñen a los pisos bioclimáticos:
• termomediterráneo: coscojar
• mesomediterráneo: carrascal sublitoral
• supramediterráneo: carrascal supramediterráneo

De manera localizada, la vegetación permanente o de ecótopos singulares está


representada por la rupícola (cantiles rocosos, canchales, etc) y la ripícola (ramblas y
barrancos).

La elevada diversidad vegetal de la sierra de Aitana se explica por la variedad topográfica,


litológica y climática, lo que justifica que sea en el piso supramediterráneo y en ecótopos
rocosos donde se encuentre el mayor número de endemismos, entre los que destaca la
corona de rey (Saxifraga longifolia var aitanica). La vegetación actual, tanto por su
composición florística como por su estructura vegetal, es resultado de una intensa
humanización: agricultura (figura 2), ganadería, comercio de la nieve (figura 3),
aprovechamientos forestales, repoblaciones y, unido a la mayor parte de estos usos, el
fuego. El resultado es una vegetación de sustitución caracterizada por el predominio de
aulagares (Ulex parviflorus o Genista scorpius) y jarales (Cistus albidus, C. salviifolius o C.
clusii) junto a algunas manchas de pinar fruto de las plantaciones (figura 4). De la
vegetación potencial sólo quedan los carrascales carboneados, las formaciones mixtas de
carrasca con arce o fresno en las laderas con mayor pendiente de las umbrías (figura 5) y
el matorral rupícola y cacuminal. (figura 6)

Autores: Ascensión Padilla Blanco. Juan Antonio Marco Molina. Universidad de Alicante
Figura 1. Vertiente septentrional de la Sierra de Aitana

Figura 4. Aulagares y estepares son las formaciones predominantes, relacionadas con el


uso tradicional del fuego. Las manchas de pinar, sobre todo carrasco, son resultado de las
repoblaciones forestales.
VALLE DE ANDARAX

Valle del Andarax en Santa Fe de Mondújar (Almería). Fotos obtenidas desde el borde del
rellano ocupado por el poblado y necrópolis prehistóricos de Los Millares. La figura 1
permite observar el fuerte contraste que existe entre las laderas, descarnadas y cubiertas
por una vegetación xerófila de porte herbáceo (detalle en la figura 2) y el fondo del valle,
densamente poblado y cultivado gracias a su mayor humedad.

En las regiones mediterráneas la intensidad del "stress" hídrico, asociado a la disminución


de las precipitaciones estivales (que, en este caso, prácticamente desaparecen),
determina los caracteres de los procesos de modelado, de la cubierta vegetal y, hasta
hace poco, la potencialidad del territorio y, con ella, la distribución del hábitat.

Esto es particularmente evidente en el sudeste peninsular, donde muchos lugares


presentan condiciones subdesérticas, y donde la mayor o menor disponibilidad de agua
queda inequívocamente reflejada en las tonalidades del paisaje a través de la vegetación.

El relieve del área descrita está modelado sobre sedimentos postectónicos, básicamente
miocenos, y se relaciona principalmente con la acción de las aguas de escorrentía. La
incisión es muy eficaz en las laderas, en las que el predominio de litologías deleznables y
la escasa cubierta vegetal favorecen las acciones erosivas, mientras que en los fondos de
los valles se acumulan grandes espesores de depósitos aportados por las sucesivas
avenidas. Estas circunstancias explican la presencia de un relieve áspero, aunque sin
grandes desniveles, surcado por amplios corredores aluviales planos y, en algunos
lugares, de gran anchura.

Dada la escasez de las lluvias, la red de drenaje está constituida por cursos de carácter
intermitente que han generado amplias ramblas (figura 1). Éstas permanecen secas
durante la mayor parte del tiempo, mostrando su fondo pedregoso y autorizando incluso
algunos tipos de usos. No obstante, los episodios de lluvias más intensas generan
violentas crecidas que, en unas horas, son capaces de alterar completamente la
fisonomía del fondo aluvial y poner en peligro cualquier tipo de creación humana.

El mayor contraste paisajístico aparece sin embargo asociado a la cubierta vegetal. De


carácter xerófilo y estepario, la vegetación de los interfluvios se reduce a un tapiz
herbáceo, seco gran parte del año, que no logra ocultar el color de la roca (figura 2)
mientras que los fondos aluviales, que conservan humedad entre sus sedimentos durante
largas temporadas, permiten la presencia de plantas más exigentes y albergan
comunidades arbustivas relativamente ricas.

Pero, además, este contraste natural se ha visto acentuado por efecto de las actividades
humanas. El poblado de Los Millares, desde el que están obtenidas las imágenes,
demuestra que este tipo de presión remonta, al menos, hasta el Calcolítico (final del tercer
milenio antes de nuestra era). Durante todo este tiempo, la cubierta vegetal de los
interfluvios ha debido empobrecerse por efecto del pastoreo y de la colecta de
combustible, mientras que los fondos de los valles han permitido la instalación de una
agricultura intensiva que ha dado lugar a ricos vergeles, en este caso de cítricos, sólo
limitados por el riesgo de las esporádicas avenidas (véase el contraste en la fotografía
aérea).

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria


Figura 1. Rambla de Andarax
Figura 2. Detalle de la vegetación en Los Millares

VALLE DEL BADIEL

Paisaje representativo de las áreas de estructura tabular de la Submeseta Sur.


Corresponde al Valle del Badiel, en Guadalajara, del que se muestran dos sectores
próximos. Las fotos permiten comprobar el fuerte contraste existente entre la inclinación
de las laderas y la horizontalidad, relacionada con la disposición de los estratos, de los
páramos circundantes y del fondo del valle. Asimismo, se pueden observar los diferentes
ambientes biogeográficos presentes y su relación con las unidades de relieve.

Amplios sectores de la Cuenca del Tajo presentan una topografía de formas planas
relacionada con la presencia de estructuras tabulares. El área comentada se localiza en la
margen septentrional de uno de los más característicos, La Alcarria, que abarca gran
parte de la provincia de Guadalajara y sectores de las de Cuenca y Madrid.

La Alcarria es una comarca dominada por amplios páramos, de culminación


prácticamente plana y altitud próxima a los 1000 metros. Su relieve está controlado por la
horizontalidad de los estratos, y por la alternancia de roquedos de distinta resistencia. Los
materiales predominantes, miocenos, son detríticos o evaporíticos: arcillas, margas,
areniscas, y sales, que resultan fácilmente erosionables. Sin embargo, el techo de la serie
coincide con una capa caliza mucho más resistente que, al haber permanecido
relativamente intacta, determina la culminación del relieve (figura 1).

Las principales unidades de éste han quedado individualizadas por efecto de la incisión
fluvial. Una vez atravesada la capa de caliza, los cursos de agua se encajan rápidamente
en los materiales situados en niveles inferiores, mucho más fáciles de erosionar. Diversos
procesos de vertiente, favorecidos por la plasticidad de las arcillas y margas, contribuyen
a ensanchar los valles y permiten una acumulación de materiales en sus fondos que, en
ocasiones, los ríos no son capaces de evacuar

Los páramos que enmarcan el valle del Badiel son calizos, tienen suelos pobres y
presentan una marcada aridez bioclimática al ser el agua rápidamente absorbida por el
karst. Ello, unido a la dureza del clima, limita sus posibilidades agrarias de forma que los
tradicionales cultivos de cereales tienden a desaparecer, favoreciendo la recuperación del
arbolado. De este modo, la vegetación está dominada por masas de encinas o quejigos, o
por plantaciones de pinos junto a extensas áreas de matorral de sustitución en el que
abundan plantas aromáticas (tomillo, romero, ajedrea, mejorana, espliego...) que permiten
a la comarca producir su renombrada miel.

Las laderas de los valles presentan una fuerte inclinación, con frecuentes rupturas de
pendiente asociadas al afloramiento de los sucesivos estratos. Sus zonas bajas, sobre
todo en las laderas solanas, están ocupadas por olivar y por algunos cultivos de secano
(hoy en abandono, véase la figura 2) aunque en su mayor parte, y sobre todo en las
umbrías, resultan poco aptas para la agricultura; lo que les ha permitido conservar su
cubierta vegetal, o permanecer con la roca desnuda (figura 1). No obstante, han aportado
su contribución a la economía tradicional, ya que en ellas es muy fácil la extracción de
piedra o de arcilla para fabricar los adobes con que se construían las casas.

El fondo del valle, por fin, se beneficia de buenos suelos, de recursos hídricos y de una
topografía plana (figura 2). Ofrece los mejores emplazamientos para los asentamientos y
actividades humanas y, por ello, es la zona más transformada. Su vegetación original
incluía árboles caducifolios, y aunque éstos han sido sustituidos por cultivos, primero de
secano y hoy también de regadío, aún quedan retazos de bosque de ribera con algunas
mimbreras que, hasta hace algunas décadas, también fueron objeto de explotación.

Autor: Juan Carlos García Codrón. Universidad de Cantabria


Figura 1. Valle del Badiel a la altura de Muduex

Figura 2. Detalle del fondo plano del Valle del Badiel en Almadrones
ISTMO DE JANDÍA

El Istmo de Jandía, localizado al sur de la isla de Fuerteventura (Archipiélago Canario)


conserva uno de los principales ecosistemas sedimentarios de Canarias. Las
interacciones entre los sistemas marino y eólico, combinadas con la historia geológica de
una isla de origen volcánico, han dado lugar a un singular paisaje litoral. Actualmente se
encuentra protegido por la legislación canaria, constituyendo uno de los sectores del
Parque Natural de Jandía. Escasamente alterado hasta la década de 1970, el actual
desarrollo turístico de la zona le presagia un futuro incierto.

El Istmo de Jandía se localiza en el sur de la isla de Fuerteventura (Archipiélago Canario)


y constituye, junto con Corralejo –también en esta isla- y Maspalomas (en Gran
Canaria), uno de los principales ecosistemas dunares de Canarias. La formación
volcánica de Fuerteventura originó materiales y morfologías particulares que, combinadas
con los procesos marinos y eólicos, han dado lugar a un singular paisaje litoral.
Actualmente, se encuentra protegido por la legislación canaria, constituyendo uno de los
sectores del Parque Natural de Jandía.

A pesar de las alteraciones inducidas por la actividad humana, incrementada de forma


exponencial por el turismo en las últimas décadas, la organización de este paisaje todavía
conserva un marcado carácter natural. La zona presenta unas condiciones climáticas de
desierto cálido: la temperatura media anual es de 20º C, las precipitaciones muy escasas
(apenas 100 mm anuales) e irregulares, la insolación elevada y los vientos,
predominantemente del noreste, intensos y muy frecuentes. La población fue muy escasa
hasta prácticamente la década de 1970, pues no abundaban los recursos valorados por
una sociedad agraria tradicional. Los usos se limitaban sobre todo a la pesca, el pastoreo
extensivo, y a las extracciones de cal y arena. La situación ha cambiado hoy
radicalmente, tras el importante desarrollo turístico que ha experimentado el municipio de
Pájara, al que pertenece esta zona.

Este istmo, también denominado El Jable (término utilizado en Canarias como sinónimo
de arena), sirve de nexo de unión entre el resto de la isla y la Península de Jandía.
Constituye una franja de unos 54 km² que, en su parte más estrecha, posee una anchura
comprendida entre 4 y 5 km. El relieve es poco accidentado, con formas alomadas y
algunos barrancos levemente incididos, siendo la altitud máxima de tan sólo 322 m. El
sustrato de rocas volcánicas se encuentra, en la mayor parte de la superficie, cubierto por
arenas, aunque en algunos sectores aparecen llanuras pedregosas y, ocasionalmente,
afloramientos rocosos.

La principal fuente de alimentación de los sedimentos procede de una formación dunar


fósil, de edad Pliocena, cuya potencia oscila entre pocos metros hasta 100 m, allí donde
se registran las mayores acumulaciones. En la actualidad, estos depósitos de arenas
fundamentalmente biogénicas están removilizadas por el viento, dando lugar a una amplia
tipología de depósitos eólicos. Sobre estos materiales eólicos, donde los suelos están
escasamente desarrollados, se localiza un matorral abierto compuesto esencialmente por
especies psamófilas, que ha sido alterado por el pastoreo extensivo de ganado caprino
aún practicado en la zona (figura 1). Los arenales del interior representan un hábitat
óptimo para un conjunto de aves esteparias, entre las que destaca la hubara canaria
(Chlamydotis undulata fuertaventurae).

Por su parte, la costa presenta una clara disimetría: la de barlovento (figura 2) tiene
acantilados activos labrados sobre una formación dunar fósil y está sometida a intenso
oleaje, mientras que en la de sotavento los acantilados ya no son funcionales, y se
localizan las denominadas “Playas de Sotavento”. Se trata de una extensa playa, de unos
15 km de largo, y una anchura próxima a los 700 m en las zonas más amplias. Durante la
mayor parte del año, y especialmente en verano, los sedimentos circulan impulsados por
el viento a través del istmo hasta la costa de sotavento. Sin embargo, el flujo eólico se ve
interrumpido actualmente por urbanizaciones turísticas (figura 3), carreteras y
extracciones, por lo que se ha alterado la alimentación natural de las Playas de Sotavento
que, en las últimas décadas, están experimentando una considerable erosión.

En este sector de sotavento destaca también la presencia de una barrera arenosa, de


aproximadamente 3 km de longitud y separada unos 400 m del paleoacantilado. Esta
flecha arenosa presenta distintas aperturas o bocanas, a través de las que fluye el agua
marina en función de la marea. Ello ha permitido que, entre la barra y el paleoacantilado,
se forme un “lagoon” costero (figura 4); éste permanece completamente cubierto durante
la pleamar, pero queda expuesto durante las bajamares vivas. Estas oscilaciones han
creado unas condiciones ecológicas muy especiales, formándose un hábitat halófilo
integrado por especies adaptadas a vivir en ambientes muy salinos: el Saladar de Jandía
(figura 5), que hoy se encuentra amenazado por las transformaciones turísticas de la
zona.

Autores: Emma Pérez-Chacón Espino. Ignacio Alonso Bilbao. Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria
Figura 1. Matorral alterado por el pastoreo extensivo de ganado caprino

Figura 4. Lagoon costero en las Playas de Sotavento


TENEGUÍA

Se trata de un paisaje originado por el vulcanismo reciente en la isla de La Palma


(Archipiélago Canario). Se localiza en el extremo meridional de la isla, y está protegido
por la legislación canaria con la categoría de “Monumento Natural”. Comprende dos
erupciones históricas que recubren buena parte de los materiales preexistentes: la del
volcán de San Antonio (1677) y la del Teneguía, que ocurrió en 1971 y representa la
última que ha tenido lugar en España. Las formas volcánicas directas están muy bien
conservadas, pues los procesos erosivos han carecido de tiempo para alterarlas
significativamente.

Muchos de los paisajes naturales que observamos son el resultado de largos periodos
temporales. Sin embargo, algunos procesos volcánicos nos dan la oportunidad de asistir,
en tiempo histórico, al nacimiento de un paisaje natural donde la roca, los productos y
estructuras volcánicos constituyen los elementos esenciales de su organización. Así
ocurre con el ejemplo de los volcanes de Teneguía, que se sitúan en el extremo sur de la
isla de La Palma (Archipiélago Canario), en el municipio de Fuencaliente, y están
protegidos por la legislación canaria con la categoría de “Monumento Natural”.

La isla de La Palma, al igual que las restantes del Archipiélago Canario, tiene un origen
volcánico. Pero presenta la peculiaridad de contar con la última erupción de Canarias y, a
su vez, de toda España. La parte emergida del edificio insular tiene una extensión de 708
km², y una historia geológica con edades pliocenas comprendidas entre los 3 y 4 millones
de años de sus materiales más antiguos, formados en la fase de crecimiento insular
submarino (Complejo Basal), y la actualidad.

La mitad norte de la isla se corresponde con la parte subaérea más antigua, formada
durante el Pleistoceno Inferior y Medio; mientras que hacia el sur se ha concentrado la
actividad volcánica más reciente, dando lugar a la Dorsal de Cumbre Vieja (Figura 1).
Esta dorsal presenta una dirección N-S y, sobre una superficie de apenas 12 km, se eleva
hasta una altitud próxima a los 2000 m, dando lugar a vertientes con pendientes muy
elevadas. Las dorsales volcánicas son estructuras formadas a partir de una secuencia
amplia de erupciones concentradas en torno a una alineación de fisuras: desde ella se
derraman, por ambos flancos, lavas y piroclastos de sucesivas erupciones y, a modo de
un tejado a dos aguas, se va elevando la dorsal.

Es precisamente en el extremo meridional de la Dorsal de Cumbre Vieja, una de las


regiones volcánicas más activas de Canarias, donde se localiza el conjunto denominado
Volcanes de Teneguía. Su formación ha tenido lugar en el transcurso de dos erupciones
históricas: la del Volcán de San Antonio (Figura 2), de 1677, y la del Teneguía (Figura 3),
que ocurrió en el otoño de 1971. En ambas erupciones, de tipo estromboliano,
predominan rocas básicas (basaltos y basanitas), y la emisión de cenizas, piroclastos,
escorias, bombas y lavas, acompañadas de una intensa actividad fumaroliana. Las
morfologías de las coladas son tanto de tipo “aa” (Figura 4) –cuando las superficies son
rugosas y escoriáceas- como “paho-hoe”, cuando lo son lisas. A su vez, los mecanismos
eruptivos dieron lugar a la formación de conos de cínder y campos de piroclastos.

La erupción del volcán de San Antonio comenzó en noviembre 1677, prolongándose


hasta junio del año siguiente. A través de unos 18 puntos de emisión fueron emitidos sus
materiales -lavas y piroclastos- que tapizaron el relieve preexistente y, al llegar al mar,
hicieron retroceder la línea de costa unos 5 km, formando una plataforma lávica que, en
Canarias, se denomina “isla baja” (Figura 5). Entre los centros de emisión formados
durante la erupción, es el volcán de San Antonio el que adquirió mayor desarrollo. La cima
de este edificio circular, con un cráter bien definido, alcanza los 632 m de altitud. Se
localiza al sur del núcleo la población de Los Canarios-Fuencaliente, cuyos habitantes
están muy familiarizados con los fenómenos volcánicos, cuestión de la que el topónimo
del municipio es un buen ejemplo.

La erupción del Teneguía se inició el 27 de octubre de 1971 y se prolongó durante unos


25 días. En el comienzo, la apertura de una fisura eruptiva dio lugar a dos centros de
emisión alineados. Pero en el transcurso de la erupción llegaron a formarse hasta 6 bocas
eruptivas por las que se emitían gases, lavas y materiales piroclásticos, así como
numerosas fisuras con actividad fumaroliana. Varios de estos centros de emisión
desaparecieron sepultados por la actividad posterior, pero el cono que hoy se denomina
Teneguía concentró mayor actividad y consiguió elevarse hasta los 427 m de altitud. Al
igual que sucediera con la erupción de San Antonio, los materiales discurrieron tapizando
la topografía previa y llegaron hasta el mar, ampliando también una parte del litoral.

La colonización vegetal sobre estos jóvenes materiales es todavía incipiente, siendo los
líquenes unos de los pioneros en ocupar las rocas. No obstante, en algunos sectores
donde predominan los piroclastos (Figura 4), o aflora el sustrato preexistente, aparecen
matorrales dispersos de salados (Schizogyne sericea) y vinagreras (Rumex lunaria).
Aunque no se trata de una zona densamente poblada, si existe una actividad agrícola
significativa en algunos sectores, como los cultivos de plataneras en la isla baja, sobre los
terrenos ganados al mar por la lava, o las viñas en las vertientes orientales, de las que se
extrae un vino malvasía de excelente calidad. En la costa, y cerca del faro que indica el
extremo sur de la isla, se localizan las Salinas de Fuencaliente (Figura 6), que a su interés
patrimonial añade su catalogación como sitio de interés científico por la avifauna limícola
que a ellas se asocia.

Autora: Emma Pérez-Chacón Espino. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria


Figura 1. Dorsal de Cumbre Vieja

Figura 3. Volcán del Teneguía

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