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Emanuel Ospina Betancurth, Walter Julián Santana Sanabria, Misterio de Cristo, III de Filosofía,
La correspondencia en relación con esta investigación debe dirigirse a Walter Julián Santana
El presente trabajo, pretende realizar una síntesis acerca de la aproximación bíblica que hace Hugo
Cáceres Guinet sobre la masculinidad de Jesús, y la forma en que según este autor, su modelo de varón
puede ayudar a los hombres a desenmascarar los rastros de una construcción equívoca de la
masculinidad y a apreciar el proyecto evangélico de una nueva masculinidad.
Se realizará un recorrido por las diferentes masculinidades del mundo mediterráneo antiguo, para
llegar hasta la masculinidad de Jesús, más concretamente el celibato, y las relaciones que este tenía con
personas de diferentes edades y géneros. Por último, confrontaremos el modelo evangélico de hombre
con los desafíos actuales en el campo de la masculinidad y la equidad de género, por ejemplo la
superación de la homofobia en la contemporaneidad.
Objetivo general
Conocer la masculinidad de Cristo, como dimensión integrante de su plena humanidad, así como
Objetivos específicos
de Jesús.
3. Analizar el paradigma de varón propuesto por el evangelio, como masculinidad alternativa ante
1. Masculinidad Romana
La masculinidad imperial fue sin duda la que más dominó en el mundo antiguo, de hecho, pudo penetrar
e imponerse no sólo en los pueblos conquistados y adjuntados al imperio romano, sino también en los
sistemas cerrados de la cultura hebrea. A continuación, algunas notas definitorias propias del ideal de
varón romano:
Su ideal de varón guerrero y dominador, tenía toda una campaña de propaganda, desde las monedas
circulantes del Cesar, un hombre sublime, autónomo libre y agresivo, hasta los vestuarios de los
grandes arquitectos y oradores, y la exhibición pomposa de los triunfos militares y funerales de
héroes.
El escenario por excelencia para el varón era la guerra, lugar donde salían a flote los valores
masculinos y donde se demostraba la virilidad en la lucha hasta la muerte. La victoria equivalía a la
obtención del sello eterno de la masculinidad.
El signo de ingreso al mundo de los varones adultos se manifestaba en la entrega de la Toga virilis,
después de un largo entrenamiento militar que se hacía a los jóvenes, en el que la fuerza física y la
capacidad bélica eran los principales atributos de la masculinidad.
Los ambientes masculinos eran preferentemente públicos, ágoras, consejos, tribunales,
competencias, guerras, etc; evitando siempre los ambientes domésticos propios de las mujeres.
La esencia de la masculinidad romana estaba en la andreia (virilidad) y la virtus (coraje), que se
asociaron a categorías como la autoridad, la gallardía, la hombría que incluía el dominio de la
mujer, la capacidad de ejercer el poder y por ultimo el honor, manifestado en el reconocimiento, la
riqueza, el vestido y la ubicación social.
2. Masculinidad Helenista
Aunque el imperio griego no tuvo el carácter bélico expansionista de los romanos, impuso
culturalmente su pensamiento y su matriz de masculinidad a otras civilizaciones, a tal punto, que
aún hoy en la cultura occidental se puede ver la impronta griega. Muchos de los aportes helénicos a
la construcción de la masculinidad fueron asumidos por los varones romanos, por lo que en la
mayoría de aspectos que se expondrán a continuación (exceptuando el homoerotismo, y lo que se
denomina en la actualidad metrosexualismo, de los griegos) puede verse no sólo el ideal del varón
griego sino el de la cultura grecorromana:
Se da el paso del varón guerrero al varón cívico, y junto a éste la transformación de Virtus
en areté, enfatizando no ya la fuerza física sino la excelencia humana, unida a las cuatro
virtudes canónicas: prudencia, justicia, templanza y fortaleza.
Se difundió por parte de consejeros y filósofos, la importancia del autodominio y el control
de las pasiones como cualidades masculinas esenciales, demostradas en modo práctico en el
control de la lengua, los alimentos, la bebida y el sexo. Esto constituyó la instauración del
asceta hipermasculino que debía imponerse sobre el carácter débil, que sólo busca la
satisfacción, los afectos afeminados y la lascivia animal.
Como medio para exponer en público la masculinidad, con arte y racionalidad, se utilizó la
oratoria. Según la medicina griega el hombre tenía no sólo una voz poderosa y gruesa, sino
mayo capacidad pulmonar, lo que equivalía a la posibilidad de introducir mas pneuma y por
ende, tener mas condiciones apropiadas para el ejercicio racional.
La hegemonía del varón también se manifestaba en la construcción del rol femenino a partir
de las expectativas masculinas. La mujer tenía una personalidad deficiente asociada a la falta
de voluntad, y por lo tanto debía ser sumisa, fiel, dependiente, y dejar que el don de procrear
fuera administrado por su marido. Esta visión de la mujer, generó entre los griegos cierta
aprobación por la admiración de la belleza entre los hombres, el cuidado personal de los
varones e incluso el homoerotismo.
A diferencia de lo que se cree, la satisfacción sexual fue vista como debilidad en algunos
grupos griegos, ya que consideraban la producción de semen un mal necesario y que fuera de
la procreación, solo constituía una perdida de energía vital. Se dio lugar a valores como la
continencia y la sexualidad moderada.
Los homosexuales, los eunucos, los afeminados, que estaban dentro de la categoría de
masculinidades marginales, constituían un factor de riesgo en las precisas expectativas de la
actuación masculina.
3. Masculinidad Judía
Aunque la cultura grecorromana influenció en cierta medida a los habitantes de Palestina, fue más
que todo en ambientes urbanos donde el prototipo de varón tentaba a las poblaciones judías. Sin
embargo, debido a la fidelidad y la ortodoxia de la cultura hebrea, el modelo de varón judío, se
mantuvo con grandes características que merecen ser resaltadas:
Ante el imperativo cultural y religioso del matrimonio, que debía efectuarse entre el final de la segunda
década de vida y principios de la tercera (con contadas excepciones por escasez económica), Jesús
asume una vida celibataria, considerada por el imaginario colectivo de Israel, que se aferraba al
mandato de “sed fecundos y multiplicaos” (Gn1, 28), como una disminución de la imagen de Dios.
Aunque el celibato fue una opción de ciertos varones judíos como Jeremías, Elías, Eliseo y Juan
Bautista, así como también de algunos grupos marginales de la época como las vestales romanas, y los
terapeutas egipcios; las motivaciones de Jesús para vivir el celibato no fueron las tradicionales. Su
celibato no era movido por la misoginia de los esenios, ni la visión pecaminosa del cuerpo propia de los
gnósticos, ni siquiera la sustracción de los deseos humanos, planteada por la moral estoica, sino como
plantea Allison (1998) fue una opción de vida que tomó Jesús por cinco razones:
Porque hay eunucos que nacieron así desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron
hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el reino de los
cielos. El que pueda entender, que entienda.
Aunque la exégesis actual plantea que este versículo probablemente no provenga del Jesús
histórico, por el uso de vocablos diferentes al vocabulario del primer evangelio, por que rompe con los
versículos precedentes que eran de carácter redaccional, y además por la discontinuidad con el mensaje
de Cristo y la práctica de la Iglesia; se puede analizar desde el siguiente marco de significación.
Este pasaje produjo dos reacciones, la primera, fue una interpretación literal del texto, como la
que provocó la famosa castración de Orígenes, que fue rebatida en Nicea junto a cualquier tipo de ritual
de castración. La segunda reacción, que surgió con el fin de reorientar la primera, fue la interpretar la
imagen del eunuco como un asceta, en el sentido no de que no puede, sino de que no quiere someterse al
placer sexual, como el caso de los célibes, cayendo sin embargo en el criterio del autocontrol, propio de
la masculinidad mediterránea.
Por otro lado, la imagen del eunuco en el imaginario popular era no sólo la de funcionarios
rituales y públicos, sino la de desenfrenados e indefinidos de género que usaban otras expresiones de
vida sexual, moviéndose en el campo sexual tanto de las mujeres (que no querían tener hijos) como de
los hombres, por lo que es imposible que se recurriera a la imagen de eunuco para alabar el estado del
celibato o la virginidad cristiana.
Abriendo un poco las vías de la interpretación, la figura del eunuco es el umbral de una
sexualidad diferente a la del mundo mediterráneo, donde no hay discriminación de género y donde
nunca se le podrá pedir a Yahvé que legitime los valores masculinos patriarcales, dominantes y
excluyentes.
En conclusión, como plantea Cáceres (2011, p.140): “El celibato de Jesús fue mas bien una
parábola en acción, un mensaje perturbador y provocativo para obligar a pensar en su radical opción”.
“No puedes abrazar al niño si no te han abrazado de niño”; esta es una realidad que el ser humano como
hombre ha cargado durante toda su historia. La débil relación afectiva entre padre e hijo varón ha sido
ampliamente reconocida como una de las causas de conducta violenta e incapacidad de entablar
relaciones emocionales satisfactorias. Jesús pudo abrazar a los niños porque él mismo había
experimentado cercanía emocional y apertura afectiva de otro varón que jugó el papel de padre. Lo que
Él enseña es: mantener un nivel de intimidad padre-hijo como una tarea de toda la vida, hasta que ambos
sean adultos y puedan compartir un nivel de paridad y amistad masculina en el resto de la vida,
asumiendo las actitudes de cercanía y afectividad que propone el modelo masculino de Jesús.
En el modelo del varón eficiente en la sociedad de consumo, el hombre adulto no quiere ser
confundido con un niño, su deber es trabajar y no jugar, luchar y no perder el tiempo. El consumismo
colabora en hacer muy difusa la responsabilidad de los adultos en la imagen que proyecta sobre el
mundo de los niños. Más fácil es pagar para que los niños sean educados por otros. Mejor es
mantenerlos alejados para que no molesten a los adultos.
Por esta realidad es propio entonces dar a conocer distintos ejemplos de parte de Dios en cuanto
a paternidad: Cómo el Señor toma en brazos a Israel (Det 1,31; Is 63,9) y le enseña a caminar tomándolo
de los brazos (Os 11,3). Los varones deben recorrer el camino que permite descubrir a Dios en la
paternidad responsable y tierna. La comunidad eclesial debe hacer del cuidado de los niños una especial
preocupación. Lamentablemente esta tarea ha sido vista como tradicionalmente encargada a las mujeres.
La relación de Jesús es de tipo dialogal, pues recuerda las dificultades de género y el prejuicio sexual
contra la mujer local y extranjera y, la aproximación que el movimiento de Jesús tuvo para sanar
relaciones asimétricas hombre/mujer, judeocristianos/paganos e israelitas/extranjeros.
El Jesús de los evangelios demuestra cercanía física y emocional en su trato con mujeres. Su celibato
no fue una práctica de distanciamiento ni jerarquización respecto del género femenino. Jesús
propuso una modificación en las relaciones de género que provocaban tensiones con los modelos de
masculinidad dominante.
3. EL MODELO DE JESÚS ANTE LA MASCULINIDAD DEL MUNDO DE HOY
Es algo por lo cual se debe luchar y mantener. No equivale a pertenecer al sexo masculino; la
masculinidad no se recibe, sino que se obtiene. Como logro social es dependiente de la cultura, está
sometida a transformaciones y tiene un vínculo profundo con lo religioso. Éste siempre es temporal,
provisional y está en crisis permanente. Aun el lenguaje popular entiende este concepto: una mujer
siempre es una mujer, pero un hombre puede dejar de serlo según su conducta. El que nació con el sexo
masculino recibe de la sociedad en que vive un imperativo a vivir como un hombre. Género (fuerte,
débil, cerebral, afectivo), poder y sexualidad (activa o pasiva) están definidos inseparablemente en la
sociedad. Esto es manifestación clara de dominio en las relaciones. El determinismo biológico entiende
el cuerpo como el elemento fundacional e irremplazable del género. Aquí se postula que la corporeidad
es la realidad donde la reproducción, el erotismo, la salud, la enfermedad, la experiencia religiosa,
incluyendo la vida sacramental, las relaciones sociales y el control del poder tienen lugar.
Por lo tanto: La mala noticia es que la masculinidad y la femineidad han sido construidas como
un edificio desproporcionado y aplastante. La buena noticia es que lo que ha sido construido puede ser
reconstruido. En esta construcción no hay nada natural ni planificado por Dios. La masculinidad es una
realidad tan construida como fue construido el templo de Jerusalén y por lo tanto temporario (Mc 13,1-
2).
Masculinidad y Espiritualidad
Las intuiciones de la espiritualidad cristiana contemporánea que desde hace un par de décadas busca
abarcar la sexualidad como un integrante esencial de la humanidad redimida en Cristo constituyen un
buen cimiento para ayudar a la Vida Religiosa masculina en la integración de sexualidad y
espiritualidad. Se afirma que la sexualidad de Jesús no necesita ninguna prueba escriturística que la de
su propia humanidad. El amor es la expresión máxima de la fe y esperanza cristiana.
En la línea de la espiritualidad masculina, se identifica a Jesús con el perfecto varón en quien la
sexualidad y su espiritualidad, cuerpo, y alma, están completamente integrados. La masculinidad de
Jesús sería la poderosa inspiración para liberar al hombre contemporáneo de la homofobia y el
retraimiento.
Puede surgir la pregunta: ¿De qué manera la masculinidad de Jesús es liberadora?
Para resolver esto hay que tener algo en cuenta: En su expresión más amplia, miedo irracional a
los que son como yo mismo, la homofobia es un problema cardinal en el área de los estudios masculinos
porque se erige como la inhabilidad de entablar amistad profunda con otros hombres. Es la privación
voluntaria de una relación con los iguales, un horror a la intimidad con hermanos y compañeros, es
decir, el aislamiento afectivo de otros hombres para no recibir apoyo emocional, lo cual favorece que la
única relación posible con los pares implique competencia, distancia y agresión.
La causa de este tipo de esclavitud es la relación débil entre padres e hijos lo que da como
resultado el miedo involuntario de parecer más débil y necesitado de afecto frente a la imagen masculina
fundamental en la vida del varón. Por lo tanto para ser auténticamente libres se necesita la disponibilidad
para expresar los sentimientos propios sin temor a ser considerado débil -incluso empleando un lenguaje
comprometedor-, la apertura hacía los gestos y sentimientos de otros, la capacidad de dialogar sin el
fantasma de la competencia.
Ser más o menos masculino según los cánones dominantes es una identidad psicológica, un rol
social, un lugar en la fuerza laboral y un sentido de lo sagrado. Esta definición es tan vieja como
los evangelios pero cayó en el olvido porque el cristianismo se sometió rápidamente a los
modelos grecorromanos de dominio, superioridad, autocontrol, y sustracción de la emotividad,
en vez de arriesgarse en el modelo propuesto por el evangelio.
La relación más significativa del varón (hijo) con otro varón (padre) se convierte en el vacío que
los hombres deben acarrear toda la vida. Jesús en su rol de rabí frecuentó diversos ambientes de
sociedad y empatía con los niños y mujeres siempre en situación de inferioridad, lo cual es muy
representativo que Jesús sea presentado en situación de diálogo con la población más débil del
momento, para incertidumbre de sus compañeros varones.
El inspirar cambios en los modelos de masculinidad dominante penetrará las fibras más
elementales del tejido social, podrá recrear en la base de las estructuras sociales y eclesiales
sistemas justos de actuación de hombres y mujeres y ayudará a liberar al hombre del modelo
enfermo de masculinidad que oprime por igual a hombres, mujeres y niños/as.
La equidad de género sólo puede tener lugar cuando el varón esté libre de sus demonios
homofóbicos y acepte a otros como compañeros de la creación en igualdad de condiciones,
cuando una educación sexual adecuada promueva la tolerancia permitiendo a más hombres y
mujeres mostrar su orientación sexual sin temor al desprecio o la marginación.
Bibliografía
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