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Entrevista a Marlon Meza Teni,

Periódico de la Universidad De San Carlos de Guatemala


Octubre de 2005

Por: José Luis Perdomo Orellana

P.O: ¿No le provocó algún tipo de paranoia el que Dante Liano, en las palabras
liminares a Noches de Pan con Luna, lo califique de “joven poeta guatemalteco” y,
no contento con el marbete de cajón, haya añadido que “La juventud del autor se
nota en la fuerza y en la frescura de sus imaginaciones”? ¿Desde cuándo “la
fuerza” y “la frescura” en poesía dependen de la cantidad de años registrados en la
fe de edad?

M.T: Para un escritor resulta siempre difícil verse explicado por alguien más, porque
definir es una forma de categorizar y etiquetar las cosas, y aunque toda ilusión acerca
de sí mismo puede llegar a ser útil en un momento dado, también suele suceder que un
juicio tenga las mismas posibilidades de equívoco o de acierto. Dante Liano es antes
que todo un hombre sincero. Esta es una pregunta que yo no quisiera responder en su
lugar. Me agrada que haya participado de todo corazón en mi libro y que sea la tercera
o cuarta vez que me mencionan su liminar. No creo que éste sea de un paternalismo
literario aplastador. Todo lo contrario.

P.O: Para el tremendismo chapinoide, un pan en la noche, con luna o sin luna,
suena a que al consumidor se lo está llevando candanga en una buhardilla parisina
o en una despeltrada pensión de la zona 1, de esas que la demencia guatemalteca
ha convertido en rastros o mataderos. ¿Qué incluyó, además de noches de pan y
sin pan, la escritura de esta “Poesía 1994-2000”?

M.T: Insomnios, y mucho tiempo y paciencia con las palabras a las cuales quería
encontrar un uso adecuado según la emoción y el sentido. Es una poesía de amor
íntima y un saldo de cuentas con la niñez, sin grandes pretensiones. Mi género es el
cuento, pero estoy convencido de que la poesía es el taller en donde se origina y se
construye todo, de hecho si algún día logro una prosa aceptable será sin duda alguna
gracias al tiempo que paso lidiando con la poesía, de buena gana o en un estado de
duda y ansiedad. El deseo de escribir incluye muchas ventajas y un poeta es un ser que
aprende a decir en donde le duele. La realidad es dura y quizás por eso pensar sea un
síntoma del dolor. En todo caso la poesía y la música siguen siendo el aprendizaje más
importante al que sigo apostando.

P.O: ¿Qué tuvo que hacer para ver publicada su obra en la legendaria editorial
L’Harmattan? Para la envidia chapinoide lo menos que hizo usted fue vender su
alma al diablo, en un descuido de su ángel de la guarda que “aparece siempre en
sentido contrario”…

M.T: Este libro es un naufrago, digamos afortunado, porque quedó en manos de varias
personas y entidades en Guatemala cuando aún se llamaba “Antídotos contra el
disimulo” . Casi todos se mostraron amables y entusiasmados pero nadie me respondió
y menos aún devolvió el manuscrito. Esto me dio tiempo para seguir trabajando el texto
con el apoyo de Moune Valladares, traductora extraordinaria que se había interesado
en hacer una traducción minuciosa. En París L’Harmattan se interesó de inmediato
aunque tuve que esperar casi un año en medio de discusiones absurdas entre el
departamento literario y el departamento comercial, pero por fin el libro salió como yo
quería. No hubo venta de mi alma al diablo. Hubo indiferencia y desidia en Guatemala
y Francia me propuso algo que resultó más favorable. Así es la vida.

P.O: En las páginas de Noches de pan con Luna, aparecen unos


“latinoaméricanos”, una “epalda”, un “adios”, un “Dicccionario”, seis “tí”, unos
“egoismos”, un “estuvieramos”, tres “dá”, unos “heroes”, un “dolar”, un “sóla”,
etcétera… ¿No hubo modo de conseguir un corrector que se apiadara de la versión
en español?

M.T: Su pregunta es la factura detallada que le pasan a uno después de una buena
fiesta, y seguramente aporta más a una próxima edición que la respuesta que yo pueda
darle. La ortografía y la puntuación son el inicio de todo matiz literario. No hay
orquesta sinfónica en donde falte un instrumento o un músico desafinados. El resultado
global y la emoción es lo que cuenta, pero esto no disculpa los errores que me señala,
desde luego.

P.O: Para escribir la línea que indica “y de vuelta son buitres vasallos vestidos de
muerte”, ¿tuvo que recordarse del zopiloterío que infesta los aires de Guatemala o
no hubo necesidad?

M.T: No, eso sería prestar atención a cosas y gente que me tienen sin cuidado. La
literatura es un escape, y los escritores escriben dentro de otras cosas para descubrir lo
que desconocen de sí mismos. Guatemala, entre alegrías y grandes desperfectos
contribuye a que mi pluma padezca de muchos sueños pero también de insomnios.
Tengo veinte años de vivir en Francia y no he querido solicitar nunca la nacionalidad
francesa probablemente porque no quiero renegar a mis aves ni a mi ángel de la
guarda. La poesía es una forma de esperanza y las cosas en Guatemala son
suficientemente tristes y vergonzosas como para todavía echarles tinta encima. La
función de un escritor no es tratar de arreglar al mundo con metáforas, a pesar de que
estas puedan ser útiles y cada quien encuentre en ellas el lugar o se identifique con el
zopilote que le convenga.

P.O:¿Tiene un solo color la tinta del blues o son varios y su tonalidad depende de
la cantidad y la marca de vodkas ingeridos?
M.T: La tinta del blues en el poema al que alude es la del jazz que me ha tocado
aprender en París. El alcohol puede ser un disolvente momentáneo de penas, y hasta un
veneno inflamable o convivial para las emociones pero no creo que determine el color
de la poesía.

P.O: Su libro es el número 378 de la colección “Poetas de cinco continentes”.


¿Cuáles libros conocía usted ya, antes de que incluyeran el suyo?¿En cuáles
compañías se siente más a gusto?

M.T:Había leído casi la mitad de la colección. Me siento a gusto con la poesía de la la


mexicana Lina Zerón, el ruso Maiakovsky y con Eva Damnstein.

P.O: Hablando de compañías, ¿qué libros, impresos en idioma español, ha tenido


cerca en estas dos décadas de vivir en Francia?

M.T: Son muchos. Es difícil citar a uno y olvidar a otro, así que voy a limitarme a decir
que mis libros más despeltrados son tres diccionarios y cuatro ediciones distintas de la
Biblia que fui consiguiendo por cuestiones puramente históricas que siempre me han
intrigado. La verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bernal Diaz
del Castillo, y Guayacán, de Virgilio Rodríguez Macal que es un recuerdo fetiche.

P.O: Hablando de franceses: en general, ¿son tan racistas como los pintan o esta
tipificación es sólo otro complejo de los nacidos en el Quinto Patio del mundo?

M.T: No hay un solo lugar en el planeta que no este caracterizado por patriotismos,
nacionalismos o querellas -étnicas y religiosas- absurdas, que son desde luego
elementos tendenciosos o derivados del racismo. Los franceses tiene la virtud de ser
francos y concretos pero no son cordiales en general, y esto puede dar lugar a
equívocos, pero no creo que sean más racistas que los norteamericanos o los
latinoamericanos, que ya es bastante decir; ni que los judíos, los árabes, o los
indígenas, por dar otro ejemplo flagrante. Todo el mundo vive entre odios solapados.
Es triste decirlo pero es más difícil aún reconocerlo. El límite entre víctimas y verdugos
en el presente es de verdad muy difícil de establecer.

P.O: Hablando del Quinto Patio: con la publicación bilingüe de su nuevo libro,
¿aumentó, disminuyó o se mantuvo estable el catálogo de los peores amigos y de los
mejores enemigos?

M.T:Me parece curioso el híbrido que hace de ambos. La verdad es que es una utopía
creer que uno pueda tener muchos amigos. La amistad, como el amor, exigen cuidados
y tiempo, y el tiempo le enseña a uno las bondades de la vida y de las gentes que tienen
un corazón tan profundo como oscuro. El ser humano es un recipiente de pasiones
extrañas, muchas veces injustificadas. Por otra parte vivimos en sociedades muy
apresuradas y contar con la simpatía y la sonrisa de la gente es ya un tesoro.
Desconozco si tengo enemigos. Nunca se sabe, pero sería triste que la literatura me
haya inventado.

P.O:Una última cuestión: es seguro que usted, alejado del prurito nacional de
ganar cuantos juegos florales o premios se pongan enfrente, no escribió Noches de
pan con luna para ganar ningún certamen. Pero obtuvo un premio. Para alborotar
un poco más las supuraciones de la envidia chapinoide, ¿quisiera contar algo
acerca del reconocimiento que obtuvo su libro sin realizar trámite alguno ni tener
compinches en el jurado?

M.T: En el fondo nadie escribe para ganar concursos, al menos así prefiero pensar de
los verdaderos escritores. El Centro Nacional del Libro de Francia me otorgó un
reconocimiento económico, una especie de estímulo y ayuda a la escritura como
“Revelación en Literatura extranjera” en diciembre pasado. Me sentí feliz cuando
encontré la carta en el buzón y cuando recibí el dinero en mi cuenta poco después,
porque las cosas iban mal. El invierno llegaba y el alquiler, mi abogado, y la
calefacción estaban en su punto. Aparte de eso no hay nada que contar, el dinero me
ayudó a sobrevivir, pude viajar un par de veces en clase económica para visitar a mi
familia y a la mujer que quiero, y avanzar nuevos proyectos. Por lo demás, no creo que
esto cambie mucho los sentimientos de cierta gente.

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