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LAVADO DE ACTIVOS Y ABOGACÍA

* J. Iván Vojvodich Tocón.

1.- INTRODUCCIÓN:
Una definición acertada sobre lavado de activos[1] es de aquella actividad
realizada por organizaciones criminales, personas naturales o jurídicas y demás
agentes delictivos con el fin de colocar, convertir y ocultar los efectos y ganancias
ilícitamente obtenidas, integrándolas a la actividad económica y financiera del país
para hacerlas pasar como licitas.
Y como tal, es un delito que cada vez y en mayor medida viene siendo imputado a
abogados en ejercicio, principalmente quienes mediante un asesoramiento
profesional, habrían sido causantes respecto de lavado de dinero llevado a cabo
por algunos de sus clientes.
El letrado es un profesional encargado de defender los intereses de sus
patrocinados, siendo el único que puede ofrecer un enfoque jurídico de los
intereses que le son confiados. Empero, dicha imputación a letrados en ejercicio,
como pretendidos colaboradores en los supuestos delitos de lavado de capitales
cometidos por terceros, a quienes habría asesorado ilícitamente, no es tan
acertada por lo que necesita un tratamiento especial.
En definitiva, se trata de la cuestión de cuando el asesoramiento legal, puede
constituirse sin duda en un favorecimiento del lavado de activos, y que
necesariamente conlleva responsabilidad penal para el letrado.
El supuesto habitual del lavado de activos y la abogacía, se da cuando el abogado
lleva a cabo actividades de asesoramiento como la creación de estructuras
societarias que finalmente resultan idóneas para el blanqueo de capitales. Pues
muchas veces el abogado controla toda la estructura societaria y no el propietario
– cliente, quien sólo actúa como administrador de la misma. El problema que nos
ocupa se da obviamente cuando el letrado conoce (dolo directo) o al menos
alberga la posibilidad (dolo eventual) sobre la regularidad de las operaciones
formalizadas en su despacho o con su colaboración o asesoramiento.
Para un correcto tratamiento de la problemática planteada es necesario estarse a
los postulados de la teoría de la imputación objetiva, que según el cual sólo se
deduce responsabilidad penal por un resultado prohibido, pero que en
determinados casos pueden exonerar de imputación a una determinada persona
aunque haya sido causal del resultado[2], como en el denominado riesgo
permitido, el principio de confianza y la denominada prohibición de regreso.

2. LA CONFIGURACIÓN DEL RIESGO PERMITIDO:


La categoría del riesgo permitido[3] nos dice que el hecho de causar un
determinado riesgo, aunque se tenga conocimiento de que el mismo puede
concretarse en un resultado lesivo, no implica necesariamente responsabilidad
respecto de dicho resultado, aún en el caso de que el mismo, efectivamente se
produzca. Por otro lado debe existir una normatividad especial para señalar las
obligaciones a que quedaría sometido a los sujetos que intervienen por el actuar
de su profesión – abogados, como podría ser la conservación de la
documentación producto de su asesoramiento, la identificación de los clientes
entre otras. Por tanto el solo cumplimiento de estas obligaciones, deja bien en
claro que, ni mucho menos, su posición de garante se extiende a toda su
actuación, sino, antes bien, queda circunscrita de forma taxativa a sus
obligaciones, cayendo su actuación en el riesgo permitido, aun cuando pueda dar
lugar, aprovechada por terceros, a un delito de blanqueo de capitales; y, toda
actuación letrada que no respete tales postulados, se halla fuera del riesgo
permitido, lo cual, empero no conlleva de forma directa responsabilidad: se habrá
cumplido la primera premisa de la formula de la imputación objetiva – la creación
de un riesgo jurídicamente desaprobado, pero habrá que comprobar todavía que
tal riesgo se ha concretado, en su caso, en el resultado prohibido.

3. EL PRINCIPIO DE CONFIANZA:
Según el principio de confianza[4], todo ciudadano, por el hecho de vivir en un
Estado de Derecho, puede confiar normativamente en que la actuación de los
demás ciudadanos, que también son, pues, parte del mismo Estado de Derecho,
va a desarrollarse sin incidir en un ámbito de tipicidad penal. Ello significa que el
sujeto puede y debe confiar en Derecho, y que no le son imputados resultados
dañosos por el hecho de no haber adoptado medidas de precaución para evitarlos,
aún cuando, tácticamente, todo el mundo sabe que se comete delitos, que haya
terceros que se aprovechan de situaciones o contextos para fines ilícitos.
En tal sentido el letrado puede acogerse plenamente al principio de confianza con
respecto a sus clientes, aún cuando, tácticamente, ya sabe que habrá clientes que
pueden defraudar dicha confianza. Ello al menos cuando no haya otro tipo de
datos suplementarios, que la pretendida confianza no haya sido defraudada ya.
Se puede confiar normativamente en que la actuación de los clientes es también
conforme a Derecho y no establecer particulares deberes de control más allá de
los que la propia legislación de blanqueo impone. El letrado cumple rigurosamente
con sus deberes cuando comunica a la autoridad competente sobre el hecho, de
modo tal que sólo cuando tiene datos proporcionados por el propio cliente que
puedan poner en duda su pasada confianza, y, a pesar de ello, no comunica de la
operatividad sospechosa, actúa con inobservancia de sus deberes establecidos
normativamente.

4. LA PROHIBICIÓN DE REGRESO: LOS ACTOS NEUTRALES:


Según la prohibición de regreso[5], la imputación queda interrumpida sin
retroceder a riesgos anteriores – no se regresa o va más allá – cuando existe ya
un riesgo completo que se ha dirigido libre y consciente a la producción del
resultado, es decir, del que puede afirmarse que se ha concretado en el resultado.
Así las cosas, ¿Por qué habría que regresar en la imputación hacia atrás, en esa
ideal cadena de responsabilidades, más allá del propio cliente, para acabar en un
riesgo mucho más alejado como sería el pretendidamente creado por el letrado? Y
si se rompiera la prohibición de regreso ¿por que no continuar hacia atrás yendo
más lejos todavía e imputar también no sólo abogados, notarios, bancos sino
también a propios órganos administrativos de control, es decir, del propio Estado.
Para poder solucionar dicho problema doctrinario es que se acude a la teoría de
los actos neutrales en el sentido de que un comportamiento no es punible como
participación aunque suponga una contribución fáctica a la realización de un
determinado delito, cuando pueda mantenerse que dicho comportamiento queda
plenamente cubierto por el rol social licito en el que se interactúa, es decir, que
supone un simple acto neutral ínsito en dicho rol. Por ejemplo el dueño de un hotel
que hospeda en su establecimiento a alguien de quien se sospecha puede ser
narcotraficante, no lleva a cabo delito alguno, a pesar de que con el pago de la
factura del hospedaje, el presunto delincuente está introduciendo ganancias ilícitas
en ele mercado licito.
Esta misma doctrina es aplicable a los actos neutrales del abogado en ejercicio,
sin restricción alguna, donde el cobro de honorarios por parte de un letrado, nunca
puede dar lugar al delito de blanqueo de capitales – ni tan siquiera es necesario
analizar los posibles conocimientos especiales del abogado – pues se tratan de
puros actos neutrales que no dan lugar a imputación: en modo alguno podría
concluirse que se trata de conductas que sólo tienen el sentido de apoyar la
conducta delictiva del blanqueador, son antes bien, meros actos de cobro de lo
debido.

5.- CONCLUSIONES:
1.- Para un correcto tratamiento de la problemática de blanqueo de capitales y el
ejercicio de la abogacía, ha de estarse a los postulados de la teoría de la
imputación objetiva, según el cual sólo se produce responsabilidad penal por un
resultado prohibido.
2.- Si el abogado se mantuvo dentro de los límites del riesgo permitido, es decir, si
no sobrepaso el riesgo prohibido, no habrá responsabilidad jurídico penal.
3.- El principio de confianza habilita al abogado para poder confiar normativamente
en que sus clientes se comportan conforme a Derecho, aunque se sabe que hay
clientes que defraudan tales expectativas.
4.- Un comportamiento profesional como el de la abogacía puede constituirse en
un acto neutral, entonces no es punible aunque suponga una contribución a la
realización del blanqueo de capitales, siempre y cuando dicho comportamiento
queda suscrito a un rol social licito.

6.- BIBLIOGRAFIA:
BACIGALUPO Z., Enrique. Principio del Derecho penal, 4º edición, pag 175.
CANCIO MELIA, Manuel. Líneas básicas de la imputación objetiva¨. Madrid.
Ediciones jurídicas. Cuyo. Pag. 52.
FEIJOO SANCHEZ, Bernardo. El principio de confianza como criterio normativo de
imputación en el Derecho penal. Pag 38. EN: Derecho penal y criminología, revista
del Instituto de ciencias penales y criminología, Volumen XXI, Numero 69,
Mayo/Agostos 2000.
JULCA VARGAS, Anita. Comentarios a la jurisprudencia y praxis jurídica en JUS –
jurisprudencia 5 – 2008, pag. 219.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Introducción a Claus Roxin – Política criminal y
sistema de Derecho penal, 2º edición, Hammurabi, Bs. As. 2000.
[1] JULCA VARGAS, Anita. Comentarios a la jurisprudencia y praxis jurídica en
JUS – jurisprudencia 5 – 2008, pag. 219.
[2] CANCIO MELIA, Manuel. Líneas básicas de la imputación objetiva¨. Madrid.
Ediciones jurídicas. Cuyo. Pag. 52.
[3] MUÑOZ CONDE, Francisco. Introducción a Claus Roxin – Política criminal y
sistema de Derecho penal, 2º edición, Hammurabi, Bs. As. 2000.
[4] FEIJOO SANCHEZ, Bernardo. El principio de confianza como criterio normativo
de imputación en el Derecho penal. Pag 38. EN: Derecho penal y criminología,
revista del Instituto de ciencias penales y criminología, Volumen XXI, Numero 69,
Mayo/Agostos 2000.
[5] BACIGALUPO Z., Enrique. Principio del Derecho penal, 4º edición, pag 175.
* J, Iván Vojvodich Tocón. Egresado de Maestría en Derecho Penal de la
Universidad Privada Antenor Orrego – Trujillo

http://derechojusticiasociedad.blogspot.pe/2009/04/lavado-de-activos-y-
abogacia.html

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