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El aparato digestivo y su funcionamiento

El aparato digestivo está formado por el tracto digestivo,


una serie de órganos huecos que forman un largo y tortuoso
tubo que va de la boca al ano, y otros órganos que ayudan al
cuerpo a transformar y absorber los alimentos.

El aparato digestivo
Los órganos que forman el tracto digestivo son la boca, el
esófago, el estómago, el intestino delgado, el intestino grueso
(también llamado colon), el recto y el ano. El interior de estos
órganos huecos está revestido por una membrana llamada
mucosa. La mucosa de la boca, el estómago y el intestino
delgado contiene glándulas diminutas que producen jugos
que contribuyen a la digestión de los alimentos. El tracto
digestivo también contiene una capa muscular suave que
ayuda a transformar los alimentos y transportarlos a lo largo
del tubo.
Otros dos órganos digestivos “macizos”, el hígado y el
páncreas, producen jugos que llegan al intestino a través de
pequeños tubos llamados conductos. La vesícula biliar
almacena los jugos digestivos del hígado hasta que son
necesarios en el intestino. Algunos componentes de los
sistemas nervioso y circulatorio también juegan un papel
importante en el aparato digestivo.
¿Qué misión tiene el sistema respiratorio?
Su misión es captar el oxigeno del aire y eliminar el dióxido
de Carbono. El sistema respiratorio está formado por un
conjunto de órganos que tiene como principal función llevar el
oxígeno atmosférico hacia las células del organismo y
eliminar del cuerpo el dióxido de carbono producido por el
metabolismo celular. Pero igual no sabemos lo que es el
metabolismo celular.

Metabolismo Celular es el conjunto de reacciones químicas a


través de las cuales el organismo intercambia materia y
energía con el medio. Entre estos intercambios (por medio de
reacciones químicas) esta la absorción del oxígeno y su
reacción que produce dióxido de carbono que expulsamos al
exterior. Pero todo esto se produce gracias a todos los
órganos del sistema respiratorio.

La Respiración se realiza por medio de dos procesos:


Inhalación: es el proceso de llevar aire a los pulmones.
Tomamos aire para los pulmones.
Exhalación: es el proceso de empujar el aire fuera de los
pulmones. Expulsamos el aire de los pulmones.
La inhalación ayuda al cuerpo a llevar el oxígeno y la
exhalación ayuda al cuerpo a expulsar el dióxido de carbono.
El aparato respiratorio o sistema respiratorio
es el encargado de captar el oxígeno (O2) del aire e
introducirlo en la sangre y expulsar del cuerpo el dióxido de
carbono (CO2) ―que es un desecho de la sangre y
subproducto del anabolismo celular―.1
En humanos y otros mamíferos, el sistema respiratorio
consiste en vías respiratorias, pulmones y músculos
respiratorios que median en el movimiento del aire tanto
dentro como fuera del cuerpo humano.
El sistema respiratorio incluye:
Fosas nasales (usadas para ingresar el aire al cuerpo),
Tubos (como la tráquea y los bronquios),
Los dos pulmones (donde ocurre el intercambio gaseoso).
El intercambio de gases es el intercambio de oxígeno y
dióxido de carbono, del ser vivo con el medio. Dentro del
sistema de los pulmones, las moléculas de oxígeno y dióxido
de carbono se intercambian pasivamente, por difusión, entre
el entorno gaseoso y la sangre. Así, el sistema respiratorio
facilita la oxigenación con la remoción contaminante del
dióxido de carbono y otros gases que son desechos del
metabolismo y de la circulación.
El aparato digestivo
Es el conjunto de órganos encargados del proceso de la
digestión, es decir, la transformación de los alimentos para
que puedan ser absorbidos y utilizados por las células del
organismo.
La función que realiza es la de transporte (alimentos),
secreción (jugos digestivos), absorción (nutrientes) y
excreción (mediante el proceso de defecación).
El proceso de la digestión es el mismo en todos los animales
monogástricos: transformar los glúcidos, lípidos y proteínas
en unidades más sencillas, gracias a las enzimas digestivas,
para que puedan ser absorbidas y transportadas por la
sangre.

La función principal del sistema digestivo


es que los nutrientes de la comida puedan ir a la sangre y
luego a todas las células del cuerpo para que estas puedan
obtener energía. Transforma complejas moléculas de los
alimentos en sustancias simples y fácilmente utilizables por el
organismo. También tiene la misión de rechazar a los
microorganismos externos que nos pueden causar
enfermedades como virus, bacterias y otros.[2]

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