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socioeconómico
En México, a diario son discriminados familiares, amigos, colegas de trabajo,
estudiantes y empleados por una mezcla de características étnicas y rasgos
físicos racializados. Esta discriminación étnico-racial refuerza las desigualdades
estructurales: quienes pertenecen a pueblos indígenas, hablan una lengua
indígena o tienen tonos de piel oscuros, poseen menores probabilidades de
ingresar a la educación superior, alcanzar altos niveles de riqueza o experimentar
movilidad ocupacional ascendente.
Otro aspecto importante es que los rasgos que según los participantes de nuestro
estudio son detonantes de las prácticas de discriminación no son sólo étnicos
(como hablar una lengua indígena, tener cierta vestimenta o costumbres, entre
otros), sino también características físicas racializadas, entre las que destaca el
tono de la piel. De hecho, en 63% de los testimonios los rasgos físicos
racializados, y en especial el tener la piel oscura, son mencionados como
detonantes de la discriminación, mientras que las características étnicas se
mencionan en 36% de los testimonios. Esto revela la importancia que tiene el
racismo como detonante de este tipo de discriminación.
Un ejemplo de la forma en que la racialización ecualiza los rasgos físicos con los
rasgos étnicos o culturales es el uso que se hace en Monterrey del término
“chirigüillo”, el cual se puede aplicar de forma despectiva a quienes hablan
“dialecto” (lengua indígena), son migrantes de determinadas regiones (“venir de
otra parte, no sé si de San Luis o viene igual de Hidalgo”), o tienen cierto aspecto
físico (“parecer chilango”, “ser morenillo”). La atribución de características físicas
racializadas al término queda clara en las palabras de un informante, quien
recuenta que su amigo había criticado a uno de sus intereses amorosos
porque parecía chirigüilla: