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A inicios de año escuché hablar sobre los Diablos Collas, una danza
representativa de la ciudad de Tayabamba y que se acostumbra bailar en la
Festividad Patronal de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo. Empecé a
investigar y a buscar referencias fotográficas para saber de qué se trataba. El
registro era amplio. Me embargaba la confusión y las ansias de conocer
exactamente sobre esa manifestación folclórica muy querida por el Santo
Patrón y que muy bien representa la identidad de los tayabambinos. No podía
evitar dejar de pensar en aquellos Diablos de mi infancia, quienes en las
procesiones usaban un látigo para mantener el orden de la peregrinación.
Miedo era lo único que me transmitían esos personajes, un miedo que
terminaba en lágrimas y el consuelo de mamá. Sin embargo, las referencias
que encontré sobre los Collas fue totalmente distinta al recuerdo que tenía. Un
traje colorido y una máscara bella y horrorosa a la vez, pomposo, elegante y
audaz.
Varias cabezas de horror decoran el pasillo del taller de William, donde tiene su
mejor colección de máscaras del Diablo, allí le nace la inspiración para pintar y
decorar – a buen pulso y destreza – los acabados del rostro. Usa arcilla para
hacer el molde, el cual es forrado con una mezcla de papel y goma, para
finalmente cubrir la capa con tela. El fino acabado de los rostros diabólicos se
perfeccionó al concluir los cursos de escultura y cerámica que estudió en la
Escuela de Bellas Artes de Trujillo. Después de 15 días de secado, las
máscaras – inspiradas en animales de la zona con estilo satánico – están
listas.
William tiene tres hijos, dos hombres y una mujer. Sin embargo, la menor es
quien lleva el arte en las venas. Cielito Mebus Domiguez acompaña a su padre
en la creación de los Diablos. Ella, la futura heredera y quien continuará con el
legado artístico de su padre.