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Tres puntos clave para mejorar la forma de exponer el alegato

POR LEX -MARZO 16, 2018

Solo hay dos caminos para influir en un juez: o tenemos una prueba contundente, evidente,
que no deje lugar a dudas (de tal manera que resista cualquier embate del mejor alegato); o,
ante la ausencia de dicha prueba, realizamos un alegato eficaz (bien estructurado y
perfectamente interpretado).

En este post les alcanzamos los consejos del reconocido abogado Julio García Ramírez para
hacer de nuestro alegato un arma mortal. Aquí, pues, tres aspectos que debemos tener en
cuenta para mejorar la forma de exponer nuestro alegato. Los alegatos no se preparan para
ser leídos, sino para ser interpretados.

La mirada, las manos y la entonación son elementos que ayudan a potenciar nuestro
mensaje… o todo lo contrario. Por ese motivo hemos de cuidar todos los detalles cuando
expongamos un alegato ya que, aunque pueda estar trabajado y preparado técnicamente de
manera ejemplar, correremos el riesgo de aburrir soberanamente al juez y no ofrecer la
imagen que nos gustaría dar delante del cliente.

Lea también: Cosas que debes saber antes de meterte en un juicio

La mirada

Recordad por un momento esta expresión, que alguna vez hemos escuchado o dicho nosotros
mismos: «no hace falta que digas nada, tu mirada lo dice todo». A través de la mirada
amamos, odiamos, sentimos compasión, mostramos indiferencia, arrogancia, seguridad,
temor, etc. Tiene por tanto una importancia vital en nuestra comunicación.

Lo primero que debemos tener en cuenta, como presupuesto básico al exponer nuestro
alegato en sala, es que a un juez se le debe mirar.

Lea también: ¿Es realmente necesario proponer el interrogatorio de la parte contraria?


No es conveniente dirigir el alegato al compañero o a nuestra mea. El hecho de mirar a un juez
mientras se exponen nuestras alegaciones transmite seguridad, mayor credibilidad, da más
confianza a nuestro cliente, que ve como nos dirigimos al juez sin temor alguno y hace que el
compañero redoble esfuerzos para intentar ganarnos en la batalla alguno y hace que el
compañero redoble esfuerzos para intentar ganarnos en la batalla de captar la atención e
interés del juez por nuestro alegato.

Lea también: 25 excusas que le dicen los abogados a su cliente cuando han perdido el juicio

He señalado anteriormente «mirar al juez», que no implica necesariamente mirarle a los ojos,
lo cual constituye un gran error por el siguiente motivo: al juez no le interesa en absoluto que
nosotros le transmitamos nuestra tensión en sala. Es más, cuando le miremos fijamente a los
ojos descargamos nuestras emociones, como si lo hiciéramos con un programa de ordenador.
Al juez no le interesa escuchar nuestras conclusiones, valorar la prueba propuesta y
practicada… pero lo que no le interesa, y hasta cierto punto le incomoda, es sentir toda la
tensión que se desprende de nuestros alegatos.

Lea también: Ocho consejos para hacer un buen interrogatorio

Entonces, si debo mirar al juez pero no a los ojos, ¿cómo debo hacerlo? Existe un recurso, que
es el mirar al entrecejo del juez. Es fácil, probadlo con cualquier amigo: primero miradle
fijamente a los ojos. Comprobaréis que al poco tiempo tenderéis a desviar la mirada.

Después miraos al entrecejo y descubriréis como no descargáis ninguna tensión. Es una mirada
que relaja; podéis estar todo el tiempo que queráis sin sentiros incomodos.

Lea también: ¿Cómo ganarse el respeto de los jueces?

Probadlo la próxima vez que expongáis un alegato en sala. Cuando estéis mirando al juez no le
miréis a los ojos sino a la zona del entrecejo y veréis como vosotros no sentís la presión del
juez ni él la vuestra y cómo no eludirá nuestra mirada (por regla general, ya que si está
cansado tenderá a hacerlo de todas formas).

Las manos
A la hora de potenciar nuestro alegato, las manos desempeñan un importante papel, pero
también puede ocurrirnos a la inversa. La mayor parte de nosotros nos agarramos del bolígrafo
y no lo soltamos en toda la exposición, como si fuese una batuta, advirtiéndose un efecto
llamado «el director de orquesta», que provoca que el interlocutor esté siguiendo más el
bolígrafo que el resto de nuestros gestos, con lo que nuestro mensaje llega debilitado. Si
queremos coger el bolígrafo para puntualizar algún aspecto de nuestra exposición,
hagámosla… y volvamos a dejar el bolígrafo en la mesa. Este gesto nos ayuda a enfatizar
nuestro mensaje.

Lea también: ¿Qué clase de persona se requiere para ser un abogado litigante?

Las manos deben ser nuestra mejor sombra, han de seguirnos sigilosamente, sin aspavientos
exagerado, salvo contadas excepciones. Tengamos en cuenta que, para que las manos nos
ayudan a enfatizar algún aspecto del alegato, deberemos gesticular únicamente cuando
queramos potenciar algún aspecto del mismo y hemos de dejarlas después en su posición
normal encima de la mesa; solo así conseguiremos que nos ayuden a destacar la importancia
de nuestra argumentación, ya que si estamos constantemente haciendo ademanes, cuando
queramos enfatizar algún aspecto relevante, nuestro gesto pasará inadvertido para el juez.

Lea también: Siete fallos históricos de la Corte Suprema de EE UU que todo abogado debe
conocer

La entonación

Todos nosotros hemos estado en conferencias cuyo contenido era brillante y la forma de
exponerlo un verdadero desastre interpretativo que provocaba un aburrimiento soberano a
todos los oyentes. En la mayoría de los casos, la entonación era totalmente monótona, ni se
subía ni se bajaba de registro para facilitar la comprensión de los aspectos más importantes de
la conferencia que el orador consideraba de interés.

Lea también: Técnicas para memorizar las ideas básicas del alegato

El orador lo tendrá perfectamente escrito en sus papeles o se lo habrá aprendido de memoria,


pero los que estamos escuchando la conferencia tendremos que hacer un esfuerzo para
asimilar lo que consideramos más importantes y, desde luego, el cambio de registro al
entonar, ya sea subiendo el tono de voz o bajándolo, ayudará a destacar nuestros mejores
argumentos.

Lea también: Juicios contra animales (I): el célebre caso de una marrana francesa
Los abogados tenemos con la entonación un recurso excelente para poner de manifiesto al
juez lo que queremos que entienda que es más importante del alegato. Pero cuidado: un
exceso de énfasis podría tener el efecto contrario, que cuando queramos destacar lo más
relevante pase inadvertido para el juez.

Enfaticemos, ya sea subiendo o bajando el tono de voz, solo cuando queramos señalar lo que
deseamos que llegue más y mejor al juez de nuestras argumentaciones. Pero tengamos en
cuenta que, si enfatizamos como si todo fuese importante… cuando de verdad llegue el lobo
no se le creerá nadie.

Lea también: Veinte consejos prácticos para ejercer la abogacía.

García Ramírez, Julio. Las 4 habilidades del abogado eficaz. Rasche, pp. 43-46.

ETIQUETASalegatolitigación oral

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