Sei sulla pagina 1di 3

Maximiliano Abondano. Derechos o necesidades: no confundamos términos.

Estudiante de doble licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas.

Los nuevos paradigmas jurídicos que experimenta el derecho constitucional


latinoamericano y global, cuyo centro es la aceptación de los derechos humanos y
su positivización en las distintas constituciones, vinieron a modificar la vieja idea
de garantías individuales. Ya no es el Estado el que otorga a sus ciudadanos los
derechos que bien prefería, y con esto la posibilidad de privar arbitrariamente de
sus derechos a los gobernados; ahora el Estado se obligaba a reconocer los
derechos naturales del hombre, su dignidad y su calidad de ser humano. Pero
para comprender esta nueva visión primero deberíamos de entender cuáles son
los derechos fundamentales y cuales son simples necesidades. Mantener un
marco legal viable tiene aparejada la necesidad de no confundir estos conceptos.

Partiendo de la idea de libertades negativas deberemos atribuir el título de


derechos humanos a aquellos que para su realización no es necesaria la
vulneración del derecho de un tercero, sino la no acción de las personas para la
no vulneración de mis bienes jurídicos, estos son la vida, la propiedad y la
libertad. Por ejemplo, podemos tomar el bien jurídico vida, y entender que para
garantizarlo basta con que un tercero no cometa la acción de privar de la vida a
otro.

En contraposición encontramos la ficción jurídica de los derechos sociales (o las


necesidades mal entendidas como derechos), los cuales actúan como antagónicos
de los derechos negativos: para garantizar el derecho social a la educación,
refiriéndome al otorgamiento de educación pública y gratuita, es menester
comprender que dicho servicio es un bien económico y escaso, como señala Axel
Kaiser en su artículo bien titulado “¡La educación no es un derecho! En otras
palabras, podemos decir que es un bien que para su manutención y ejercicio
requiere capital de inversión. Este capital deberá de ser extraído de las arcas
públicas si es que se desea financiar con fondos públicos y otorgarlo de manera
gratuita o diezmar el precio que representará para los beneficiados. El problema
esencial es que el Estado no produce capital, sino que lo extrae por medio de
impuestos, o como dice el economista y abogado mexicano Luis Pazos, en su libro
“Desigualdad y distribución de la riqueza”, expropia parte de los ingresos de las
personas para su redistribución, misma que puede destinarse al otorgamiento de
educación pública.

Como podemos ver, para garantizar derechos que no sean los llamados derechos
negativos, es necesaria la violación del derecho de un tercero. En el caso del
ejemplo el derecho violentado es el de la propiedad, obligando a la gente que
todos los días le gana al sol para ir a un trabajo y llevar sustento a sus casas, a
dar, de manera forzada, una parte de su ganancia al Estado para que éste lo
distribuya de manera ineficaz, terminando siempre en manos de un grupo de
burócratas.

Es por esto que podemos encontrar la respuesta de la inviabilidad e ineficacia de


las instituciones públicas contemporáneas para la realización de sus metas. Metas
que fincan, a mi parecer, su propia ruina. No se trata de un deterioro de las
instituciones, o la corrupción presente en las mismas (problema por demás grave),
sino de que su génesis se encuentra plagado de limitantes, encontrando en primer
lugar lo inmoral de su recaudación de capital, y en segundo la falta de incentivos
correctos y de mantenimiento en el poder (tema que se puede consultar en el
siguiente artículo https://misesreport.com/es-mejor-lo-publico-o-lo-privado/), lo que
convierte las buenas acciones en programas que acaban cayendo al abismo.

Como ejemplo de lo anterior me gustaría atreverme a tocar un tema muy ríspido


en el debate contemporáneo: el salario mínimo.

Cuando un gobierno decreta, por mandato, el aumento indiscriminado del salario


mínimo, lo único que hace es descuidar su función principal, la cual es el
otorgamiento de seguridad pública, y produce una mayor cantidad de desempleo o
de empleo informal. El salario debería, en mi muy humilde opinión, ser un tema
estipulado por la productividad industrial y no por un decreto gubernamental.
Cuando el gobierno emprende la empresa de redistribuir la riqueza sin contemplar
el comportamiento del mercado solo comienza el fin de una institución cuya
sepultura es inminente. Como ejemplo podemos encontrar el aumento
indiscriminado del salario mínimo en Venezuela efectuado el 1 de diciembre de
2018. Salario que pasó de 1,800 bolívares a 4,500 bolívares soberanos. Esto sin
contar que era el sexto incremento durante el 2018.

Como conclusión quiero afirmar de manera contundente que la opinión de este


humilde columnista no es con el afán de ignorar los problemas sociales, sino
señalar que la intervención Estatal en ellos no es la solución. Las buenas acciones
deben de partir de corazones dispuestos. Quien esté en condiciones y en con el
deseo latente de ayudar ¡que ayude!, pero que no se espere que por medio del
robo a los contribuyentes se generen ayudas sociales reales.

Bibliografía:

 Luis Pazos. (2016). Desigualdad y distribución de la riqueza. México:


Diana.
 Redacción Internacional con información de EFE. (2018). Maduro
incrementó (nuevamente) el salario mínimo en Venezuela. 2019, de El
Espectador Sitio web: https://www.elespectador.com/noticias/el-
mundo/maduro-incremento-nuevamente-el-salario-minimo-en-
venezuela-articulo-826513
 Axel Kaiser . (2013). ¡La educación no es un derecho!. 2019, de El
Mercurio Sitio web:
http://www.elmercurio.com/blogs/2013/06/18/12722/La-educacion-no-
es-un-derecho.aspx
 Luis Pazos . (2018). ¿Por qué los impuestos son un robo?. México: Diana.

Potrebbero piacerti anche