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Las personas que entran al Templo de Kinshasa ven una pintura original titulada
Cataratas del Congo 2. De manera excepcional, esta recuerda a quienes asisten al
templo el inquebrantable compromiso que se requiere para aferrarse a Jesucristo y
para seguir la senda de los convenios del plan de nuestro Padre Celestial. Las
cataratas representadas en esa pintura traen a la memoria una costumbre que era
habitual hace más de un siglo entre los primeros conversos al cristianismo en el
Congo.
Antes de su conversión, adoraban objetos inanimados, pues creían que esos objetos
tenían poderes sobrenaturales 3. Después de convertirse, muchos peregrinaron
hasta una de las innumerables cascadas que hay a lo largo del río Congo, como las
cataratas de Zongo 4. Esos conversos echaron allí los objetos que antes idolatraban
como símbolo ante Dios y los demás de que habían desechado sus antiguas
tradiciones y aceptado a Jesucristo. De manera intencionada, no echaron sus
objetos en aguas tranquilas y super ciales, sino que los echaron a las turbulentas
aguas de una cascada gigante, de donde no se los podía recuperar. Esas acciones
eran un símbolo de un compromiso nuevo pero inquebrantable con Jesucristo.
Los pueblos de otros lugares y otras épocas han demostrado su compromiso con
Jesucristo de maneras similares 5. Los del pueblo del Libro de Mormón conocido
como los anti-ne -lehitas “abandonaron las armas de su rebelión” y las enterraron
“profundamente en la tierra” como “testimonio a Dios […] de que nunca más
volverían a usar [sus] armas” 6. Al hacerlo, prometieron seguir las enseñanzas de
Dios y no retractarse de su compromiso jamás. Esa acción fue el comienzo de estar
“convertidos al Señor” y nunca más desviarse 7.
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9/3/2020 Un compromiso inquebrantable con Jesucristo
Conforme aumenta nuestra fe en Jesucristo, Dios nos invita a hacer promesas con
Él. Esos convenios, como se conoce a tales promesas, son manifestaciones de
nuestra conversión. Los convenios también crean un fundamento seguro para el
progreso espiritual. Al decidir bautizarnos, comenzamos a tomar sobre nosotros el
nombre de Jesucristo 11 y escogemos identi carnos con Él; nos comprometemos a
llegar a ser como Él y a desarrollar Sus atributos.
Los convenios nos aferran al Salvador y nos impulsan a lo largo de la senda que
conduce a nuestro hogar celestial. El poder de los convenios nos ayuda a mantener
el potente cambio en el corazón, profundizar nuestra conversión al Señor y recibir
la imagen de Cristo más plenamente en nuestro rostro 12; pero el compromiso hacia
nuestros convenios que se hace con desgano no nos garantiza nada 13. Podemos
vernos tentados a ser ambiguos, echar nuestras antiguas costumbres a aguas
tranquilas o enterrar las armas de nuestra rebelión con las empuñaduras al
descubierto; pero un compromiso ambivalente hacia nuestros convenios no abrirá
la puerta al poder santi cador del Padre Celestial y de Jesucristo.
El Salvador invitó a Sus discípulos a ser así de ables y rmes. Él dijo: “Por tanto,
proponed esto en vuestros corazones: que haréis lo que yo os enseñaré y os
mandaré” 15. El “proponernos” guardar nuestros convenios permite que se cumpla
plenamente la promesa de Dios de obtener gozo duradero 16.
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Muchos eles Santos de los Últimos Días han demostrado que se han “propuesto”
guardar sus convenios con Dios y han cambiado para siempre. Permítanme
hablarles de tres de esas personas: el hermano Mucioko Banza, la hermana Régine
Banza y el hermano Nkitabungi Mbuyi.
En 1977, los Banza vivían en Kinshasa, Zaire, el país que actualmente se conoce
como República Democrática del Congo. Eran muy respetados en la comunidad de
su iglesia protestante. Debido a sus talentos, su iglesia hizo arreglos para que la
joven familia fuera a Suiza para estudiar y les otorgó una beca universitaria.
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Los Banza están hoy aquí en el Centro de Conferencias. Están acompañados por
sus dos hijos, Junior y Phil, y sus nueras, Annie y Youyou. En 1986, Junior y Phil
fueron las primeras dos personas que se bautizaron en la Iglesia en Zaire. El
hermano Mbuyi está mirando esta reunión desde Kinshasa con su esposa, Maguy, y
sus cinco hijos.
Estos pioneros entienden el signi cado y las consecuencias de los convenios por
medio de los cuales han sido llevados “al conocimiento del Señor su Dios, y a
regocijarse en Jesucristo su Redentor” 17.
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