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I. NOCIÓN DE LA REBELDÍA
EN LA HISTORIA:
La Ley de las XII Tablas: da cuenta de la institución entendiéndola como la desobediencia del
demandado por no acudir a la citación que efectuaba el magistrado. Si no se apersonaba, se
llamaban testigos y se le aprehendía y así era conducido ante el magistrado.
Modernamente ya no es considerada como una desobediencia, sino como una carga, como tal
es una facultad de la parte en aras de una mejor defensa, pero de incurrir en la rebeldía le
ocasionará desventajas procesales.
Nos parece atinada la diferencia que establece Gallinal, entre el acuse de rebeldía y la
declaración de rebeldía: “No hay que confundir el acuse de rebeldía, que es el decaimiento de
un derecho, con la declaración de rebeldía. En la rebeldía, la parte no es notificada sino
excepcionalmente de las resoluciones. En el decaimiento (…) se ha perdido un derecho, que se
ha dejado de usar, pero la parte continúa actuando en el expediente y es notificada en la
forma ordinaria de todas las providencias y resoluciones. En este el juez da por acusada la
rebeldía con respecto al acto concreto; en aquella es declarada la rebeldía con respecto a todo
el juicio”.
Nos ayuda a precisar, aún más, esta necesaria distinción entre el acuse de rebeldía y la
declaración de rebeldía, Palacio, cuando señala: “La rebeldía no debe confundirse con la
omisión en que puede incurrir cualquiera de las partes en el cumplimiento de actos procesales
particulares (inactividad procesal específica), pues esa actitud solo determina la pérdida de la
oportunidad de ejecutar el acto omitido y la correlativa caducidad de la facultad no ejercida
dentro del plazo pertinente (principio de preclusión), pero no genera, como ocurre con la
rebeldía, efectos que repercuten en la estructura total del proceso”.
Hemos señalado, al desarrollar el tema del emplazamiento, que este comprende la citación y
el emplazamiento al demandado y, para nuestro sistema procesal, la rebeldía del demandado
se produce por el hecho de no contestar la demanda, después de haber sido citado y
emplazado válidamente, por cuanto se asume la sinonimia de ambas expresiones.
Sin embargo, la doctrina privilegia el simple apersonamiento como condición para que el
demandado no incurra en rebeldía. El reverso de la comparecencia es la rebeldía. Así, Vergé
señala que en el caso del demandado, la rebeldía se produce por “su ausencia e inactividad
inicial, transcurrido el plazo para comparecer y personarse en el proceso”(6). Obedece a un
dato objetivo que es la incomparecencia, independientemente del dato subjetivo de la
voluntariedad, que es irrelevante.
Desde el punto histórico, el tratamiento de la rebeldía ha sido considerado, por un lado, como
sanción entre los que entendían que se infringe una obligación de defensa y, de otro lado, los
que entienden que solo se trata de una renuncia a la defensa. “Los que vean en el proceso un
medio de pacificación jurídica harán derivar de la contumacia la ficta confessio y la sentencia
condenatoria como consecuencia de la infracción de una obligación; mientras que los que
conceptúan el proceso como uno de los varios medios posibles para obtener la certeza
jurídica, desvinculándolo del Derecho, adoptarán un criterio más objetivo y tratarán la
contumacia como simple inactividad”(8).
Ejemplo
Nuestro Código Procesal Civil, asume una posición intermedia, ya que si bien considera que no
se trata de una obligación el contestar la demanda, tampoco la asume como una “simple
inactividad”. En efecto, la contestación de la demanda la considera como una carga procesal,
que no es una obligación. Mas, como carga procesal, el no contestar la demanda, si bien no se
le aplicarán sanciones ni puede obligarse al demandado a que conteste la demanda, se le
declarará rebelde y, ello, puede traer como consecuencia la posibilidad del juzgamiento
anticipado del proceso, evidentemente a favor del demandante, con base en la presunción
relativa de verdad.
a) Teoría de la pena. Por esta teoría no existe la posibilidad de proseguir un proceso sin la
presencia de las dos partes. No cabía la posibilidad de un proceso en rebeldía, por cuanto al
demandado se le conminaba a personarse, y su ausencia era considerada como un acto ilícito,
una verdadera resistencia al poder del juez. Recordemos que podía ser conducido por la fuerza
(Ley de las XII Tablas).
b) Teoría de la renuncia. En oposición a la teoría anterior que consideraba una obligación
del demandado el comparecer ante el magistrado, por esta teoría se reconocía el derecho de
la parte para disponer libremente de los medios de defensa. Queda dentro del ámbito de la
autonomía de la voluntad el ejercer el legítimo derecho de defensa, sin que se le pueda
conminar a hacer lo contrario si es que el demandado decide no apersonarse y no contestar la
demanda.
c) Teoría de la autodeterminación. Así como se tiene derecho a cooperar con el proceso,
de la misma forma se tiene el derecho de abstenerse. La abstención es el no ejercicio de la
facultad de obrar, porque cada cual es libre de autodeterminarse.
d) La contumacia como acto jurídico procesal. El acto procesal puede consistir en la
realización voluntaria de un hecho o en la abstención también voluntaria de un hecho
determinado.
Desde la perspectiva del demandado, en el supuesto de que el que incurra en rebeldía sea
el demandante, también podría perjudicar su derecho a que se emita un pronunciamiento
definitivo que lo libere de la pretensión planteada por el demandante(11).
Para nuestro sistema jurídico son sujetos ciertos y determinados, el concebido, la persona
natural y la persona jurídica. Importante su identificación para tener la certeza de un correcto
emplazamiento y, consecuentemente, la posibilidad de la declaración de rebeldía, si es que no
contesta la demanda.
Recordemos que domicilio real es el lugar donde se reside habitualmente (art. 33 del Código
Civil peruano) o el lugar donde desempeña sus ocupaciones habituales (art. 35 del Código Civil
peruano), está referido esencialmente a determinadas personas naturales; por domicilio legal
debemos entender el domicilio impuesto por la ley a determinadas personas naturales
(incapaces) y a las personas jurídicas (lugar que figura en el estatuto y, consecuentemente,
inscrito en los Registros Públicos), entre otros.
Nuestro Código Procesal Civil trata de brindar el máximo de protección al tema del
señalamiento del domicilio del demandado, para evitar –en lo posible– que se sigan los
procesos con desconocimiento de su existencia por parte de estos. Si el demandante ignora el
domicilio del demandado, expresará esta circunstancia bajo juramento, que se entenderá
prestado con la presentación de la demanda (inc. 4, artículo 424 del CPC).
Como lo hemos señalado, al estudiar la institución del emplazamiento, una de las garantías del
debido proceso y de la tutela procesal efectiva es que el demandado sea válidamente
emplazado. Ello significa que deben agotarse todos los medios legales, previstos en las normas
pertinentes, a efectos de que el demandado tome conocimiento de la existencia del proceso, a
fin de que pueda ejercer su legítimo derecho de defensa. Lo importante es que el demandado
sea correctamente emplazado, que tome conocimiento de la demanda. Si se defiende o no, es
decir, si contesta la demanda o no, es asunto de su absoluta incumbencia. No es una
obligación, como lo hemos señalado reiterativamente, pero es una carga procesal.
Carnelutti, reafirma este requisito para la declaración de la rebeldía, cuando señala: “(…)
cuando la parte no comparecida sea el demandado, este no puede ser declarado contumaz
sino en cuanto el juez haya verificado la validez de la notificación (…). Tal verificación debe
hacerse de oficio; no hay, en efecto, parte que pueda solicitarla ni, a falta de comparecencia,
puede ser sanado vicio alguno de la notificación”.
Nos atrevemos a señalar que cualquier duda respecto de un correcto emplazamiento debe
estarse a favor del demandado, ya que sobre él pesa la carga de contestar la demanda, es
decir, de ejercer su legítimo derecho de defensa(15). Se trataría de un principio pro
demandado, como una forma de garantizar su correcto emplazamiento.
d) Que el demandado no conteste la demanda dentro del plazo señalado en cada vía
procedimental
Se trata de una opción de nuestro legislador, frente a una corriente doctrinaria que señala
que no procede la declaración de rebeldía si es que el demandado se apersona, señala
domicilio y abogado que lo representará, aun cuando no conteste la demanda.
e) Que el demandante o demandado no comparezca luego de haber sido notificado con
la conclusión del patrocinio de su abogado o la renuncia de su apoderado
Verge, considera que esta es una situación que se asimila a la rebeldía, pero que
técnicamente no correspondería, si se entiende la rebeldía como incomparecencia inicial.
Señala el autor: “Se asimila a la rebeldía la falta de designación de nuevo abogado o de nuevo
apoderado, cuando los primeramente designados han concluido su mandato renunciando al
cargo y, además, han transcurrido los plazos señalados en el art. 79 (del CPC) sin haberse
nombrado otros. De hecho, aquí no se trata de incomparecencia inicial, sino de inactividad
sobrevenida, puesto que el litigante ya compareció en el proceso (por lo que conoce su
existencia). Los cambios en su actividad procesal después de su comparecencia pueden tener
efectos asimilables a los que produce la rebeldía (p.e. la ficta confessio), pero no se trata, en
sentido técnico, de rebeldía, de incomparecencia inicial que puede ser debida a
desconocimiento del emplazamiento y del proceso y que requiere un trato específico. La
inactividad sobrevenida ha de reputarse siempre voluntaria salvo, claro está, que existan
defectos en los actos de comunicación, lo cual también tiene su propio régimen de ineficacia
(...)”(17).
Se ha cuestionado el art. 458 del CPC en la parte referida a la posibilidad de declararse
rebelde a cualquiera de las dos partes (demandante o demandado), si se produce la renuncia
de su abogado, argumentando que las partes pueden recurrir a cualquier abogado para que los
asista en su defensa(18). No participamos de este cuestionamiento, por la razón fundamental
de que la defensa en nuestro sistema jurídico es cautiva, es decir, el justiciable debe ser
asistido –necesariamente– por un abogado, efectivamente, cualquier abogado que designe la
parte. Ante la renuncia del abogado que la misma parte ha designado, debe proceder a
designar a otro abogado. De no hacerlo, su actuación dentro del proceso será limitadísima y
eso es lo que se quiere evitar, por ello el apercibimiento de ser declarado rebelde. Es evidente
que esta situación concreta, respecto del demandante, es inusual, porque es de interés del
demandante que el proceso que ha iniciado avance y culmine rápidamente.
Es un elemento esencial para que se configure la rebeldía, que se haya citado en debida
forma al demandado conocido y determinado y con domicilio preciso. Es la garantía del debido
proceso, al que nos hemos referido líneas arriba, y constituye la oportunidad que se le brinda
para contestar la demanda.
Es un derecho constitucional que tiene el justiciable, que ha sido demandado, que se le
ponga en conocimiento la existencia de la demanda para que pueda ejercer su legítimo
derecho de defensa (inc. 23 del art. 2 de la Constitución Política del Estado). Constituye
principio del servicio de justicia la observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional (inc.
3 art. 139 de la Constitución Política del Estado).
La posibilidad que tiene el demandado para ejercer su legítimo derecho de defensa
comienza cuando toma conocimiento de la existencia del proceso y ello ocurrirá con el
emplazamiento, por ello su trascendencia, porque se evita que los procesos continúen
tramitándose y culminen sin que el demandado haya podido defenderse. Como hemos
señalado anteriormente, lo importante no es que el demandado se defienda o no, esa será su
opción libre, pero sí es importante que tome conocimiento de la existencia del proceso. La
bilateralidad del proceso se concreta con el emplazamiento. Esa resulta ser una garantía
constitucional, conformante del debido proceso y de la tutela jurisdiccional efectiva.
Una vez citado el demandado con la demanda, este puede adoptar las siguientes conductas:
a) Se apersona y contesta la demanda, admitiendo o negando los hechos expuestos por el
demandante; b) Se apersona ante el órgano jurisdiccional, pero no contesta la demanda, y c)
No se apersona ni contesta la demanda. Para nuestro sistema jurídico procesal, solo en el
primer supuesto no se declarará la rebeldía del demandado; en los dos supuestos últimos se
declarará rebelde al demandado. Nuestro Código Procesal Civil ha optado por esta posición, de
tal forma que no será suficiente apersonarse para evitar la rebeldía; debe contestarse la
demanda como única forma de evitar que se declare rebelde al demandado.
Hemos señalado que la contestación de la demanda no constituye una obligación para el
demandado, sino una carga procesal. La consecuencia de no contestar la demanda, no le
traerá sanciones al demandado, ni podrá, ser compelido a que lo haga, pero sí tendrá que
soportar determinados efectos procesales, como es la declaración de rebeldía, con las
consecuencias que ello acarrea, esto es, la posibilidad de que el juez, luego de sanear el
proceso, dicte sentencia basado en la presunción legal relativa de verdad de los hechos
expuestos por el actor en su demanda, juzgando anticipadamente el proceso.
Esta es la típica rebeldía en sentido estricto y la que puede acarrear mayores consecuencias
de orden procesal. Evidentemente, es la situación en que se coloca el demandado por no
contestar la demanda.
Sin embargo, la rebeldía es una situación procesal en que también puede incurrir el
demandante, cuando no comparece dentro de los cinco días de notificado con la conclusión
del patrocinio de su abogado o la renuncia de su apoderado. Es evidente que las consecuencias
procesales en estos casos son diferentes, ya que estarán referidas únicamente a las
notificaciones de los actuados judiciales. En esta última situación también puede quedar
comprendido el demandado. A estas situaciones se refiere la doctrina cuando señala el
abandono del proceso. No se trata de la desatención de los futuros actos procesales
(abandono propiamente dicho), sino a situaciones expresamente señaladas en la ley. Se
trataría de cualquiera de las dos partes que, habiéndose apersonado, no comparecen ante la
renuncia de sus abogados o apoderados que estaban atendiendo el caso.
El proceso puede desarrollarse sin la presencia de una de las partes, siempre que haya sido
debidamente emplazado con la demanda en el caso del demandado o emplazado cualquiera
de las dos partes dando cuenta de la renuncia de sus abogados o apoderados. Si no comparece
una de las partes se le declarará rebelde.
Nuestro proceso es de naturaleza mixta; sin embargo, tiene una predominancia del sistema
inquisitivo, brindándole al juzgador amplios poderes de dirección del proceso. Por ello, la
declaración de rebeldía puede ser a petición de parte o de oficio, comprobado que se venció el
plazo para la contestación de la demanda o el plazo para la comparecencia de la parte, ante la
conclusión del patrocinio del abogado o renuncia del apoderado.
El acto procesal que producirá efectos es la resolución que declara rebelde a una de las
partes. De no mediar la resolución en referencia, la rebeldía –que es una situación fáctica– no
producirá efecto alguno en el proceso.
No lo menciona expresamente el Código Procesal Civil, sin embargo, la forma imperativa en
que está redactado el art. 458 nos permite llegar a la conclusión de que puede ser declarada
de oficio o a petición de parte.
Nuestro Código Procesal Civil no ha previsto esta posibilidad; sin embargo, puede ocurrir
que por circunstancias de fuerza mayor (enfermedad, accidente) se justifique la no declaración
de la rebeldía o, en todo caso, neutralizar los efectos que podrían producir en perjuicio del
demandado.
La notificación de la resolución que declara rebelde a la parte, se notificará por cédula si
tiene dirección domiciliaria, conforme lo señala el art. 459 del CPC. El mismo dispositivo indica
que en caso contrario se notificará por edicto. Este último supuesto nos parece contradictorio
con lo señalado en el segundo párrafo del art. 435. En efecto, si no se conoce la dirección
domiciliaria del demandado, se le notifica el emplazamiento por edicto, pero, bajo
apercibimiento de designársele un curador procesal. Significa ello que, cuando se ignora la
dirección domiciliaria del demandado, no procede la declaración de rebeldía, sino el
nombramiento de un curador procesal. No es posible, pues, que se notifique la declaración de
rebeldía de alguien que no tiene dirección domiciliaria, pues en dicho supuesto, no podrá
declararse la rebeldía, debiendo designársele un curador procesal que lo represente en el
proceso.
Declarada la rebeldía, se notificará al rebelde solo las siguientes resoluciones: la que declara
saneado el proceso, las que citen a audiencia, la citación para sentencia, la sentencia misma y
la que requiera su cumplimiento. Las demás resoluciones que se dicten en el proceso se
tendrán por notificadas el mismo día que lo fueron a la otra parte (art. 459 del CPC).
Tanto los gastos ocasionados por el pago de aranceles, los honorarios de los órganos de
auxilio judicial, como los demás gastos judiciales (costas), así como los honorarios del abogado
(costos), son de cargo del rebelde. Esta es otra de las consecuencias de la rebeldía de una de
las partes, en especial del demandado. Se entiende que se trata de la desatención del
demandado que no ha comparecido al proceso contestando la demanda.
La declaración de rebeldía ocasiona una severa limitación de las notificaciones de los actos
procesales. El art. 459 del CPC limita las notificaciones al rebelde, indicando que solo se
notificará por cédula la resolución de declaración de rebeldía, la que declara saneado el
proceso, las que citen a audiencia, la citación para sentencia, la sentencia misma y la que
requiera su cumplimiento. Las demás notificaciones se tendrán por efectuadas el mismo día en
que se notifica a la otra parte.
De otro lado, si bien la declaración de rebeldía puede ocasionar el juzgamiento anticipado
del proceso, con base en la presunción relativa de verdad, en cuyo caso, la verosimilitud es un
requisito que se cumple para la concesión de una medida cautelar, puede ocurrir –también–
que la demanda no produzca convicción de verdad, es decir, que el requisito de verosimilitud
no se cumpla, en cuyo caso no debe concederse medida cautelar alguna. Significa ello que la
declaración de rebeldía no trae, necesariamente, como consecuencia que se tenga que
conceder alguna medida cautelar que solicite la otra parte.
¿En qué momento la parte no rebelde puede solicitar la medida cautelar? El art. 463 del CPC
señala: “Declarada la rebeldía pueden concederse medidas cautelares (…)”. Ello implica que la
rebeldía debe ser declarada por el juez a través de una resolución, sin que sea necesario que
esta quede consentida para poder aceptar alguna medida cautelar solicitada(20).
Alsina considera que las medidas cautelares proceden por la sola declaración de rebeldía,
atendiendo al efecto que produce la presunción de legitimidad del derecho que se reclama.
Agrega, además, lo que podría ser una interpretación de nuestro artículo 463 del CPC, que no
tendría sentido dicha norma específica para los casos de rebeldía, si es que se van a exigir los
requisitos generales para la concesión de medidas cautelares. Siguiendo el razonamiento de
Alsina, también podríamos preguntarnos para qué el artículo 463 del CPC, si no se va a
establecer ninguna diferencia con los requisitos generales que son necesarios para la
procedencia de las medidas cautelares(21).
Sin embargo, no es esta la única posibilidad. Puede ocurrir que la demanda no provoque
convicción de verdad en el juez, en cuyo caso, no juzgará anticipadamente el proceso,
debiendo continuar con las siguientes etapas que corresponde a todo proceso normal. En este
supuesto, consideramos que no procedería la concesión de medida cautelar alguna, pese a que
se ha declarado rebelde a una de las partes (generalmente el demandado). Palacio, considera
que por la sola declaración de rebeldía el juez no está obligado a conceder medidas cautelares,
pudiendo negarlas cuando las circunstancias del caso que surjan del proceso demuestren su
manifiesta improcedencia(23).
Se trata de una presunción iuris tantum, por lo que ello no exime al demandante del onus
probandi, ni invierte la carga de la prueba. La sola incomparencia del demandado y la no
contestación de la demanda no son suficientes para legitimar las pretensiones del actor. Por
ello, se señala que se trata de presunción relativa de verdad. En otras palabras, solo si le
produce convicción de verdad la demanda y los medios probatorios respectivos, el juez juzgará
anticipadamente el proceso, amparando la pretensión del demandante, previa resolución que
declara saneado el proceso.
La interrogante que se ha formulado para establecer los efectos de la rebeldía del
demandado, es si su incomparecencia se debe interpretar como una confesión de su sinrazón
y, por lo tanto, el juez debe amparar la demanda en todos sus efectos, o por el contrario, el
juez no puede amparar la demanda en contra del rebelde, si es que el demandante no
demuestra la verosimilitud de su pretensión.
Los códigos más modernos legislan que, en tal supuesto, el demandado acepta
implícitamente la existencia y exactitud de los hechos afirmados por el actor, a consecuencia
de lo cual este queda automáticamente relevado de confirmarlos. En otras palabras: el silencio
genera una presunción establecida por la ley, que siempre es de carácter relativo y, por ende,
admite prueba en contrario por parte del demandado. Otras legislaciones, en cambio,
consagran efectos menores: dan al silencio el simple valor de un indicio en contra del
demandado”(27).
Así como hemos indicado que uno de los posibles efectos de la rebeldía es el juzgamiento
anticipado del proceso, siempre que produzcan convicción de verdad en el juez la demanda y
los medios probatorios presentados por el demandante, la otra posibilidad es que no ocurra lo
señalado anteriormente, esto es, que no produzca convicción de verdad la demanda al juez, en
cuyo caso, este deberá convocar a la audiencia de saneamiento.
Serán de cargo del rebelde las costas y costos causadas por la rebeldía. No se trata que
asuma todas las costas y costos, sino únicamente las originadas con la rebeldía.
VII. COMPARECENCIA DEL DEMANDADO REBELDE
En principio, el litigante rebelde puede incorporarse al proceso como parte en cualquier
estado del mismo, sujetándose al estado en que se encuentre. No es posible retroceder
respecto de los actos procesales ya precluidos. Es indudable que esta disposición es aplicable
para el rebelde voluntario, es decir, aquel que habiendo sido emplazado correctamente,
habiendo tomado conocimiento de la existencia de la demanda en su contra, no comparece ni
contesta la demanda. El demandado rebelde puede ejercer los derechos que le corresponden
a partir de su apersonamiento al proceso.
¿Podrá ofrecer medios probatorios, siendo que nuestro ordenamiento procesal señala que
el momento para el demandado es al contestar la demanda? Los medios probatorios que
requieran de actuación, indudablemente, no podrían ser tomados en consideración, pero los
otros medios probatorios que no requieren de actuación, y si a criterio del juzgador son
determinantes para decidir la causa, deben ser tomados en consideración, máxime si el juez
está facultado para llevar adelante pruebas de oficio. La Sala de Procesos Sumarísimos de la
Corte Superior de Lima, con fecha 25 de marzo de 1999, en el Expediente Nº 20785-98, señaló
lo siguiente: “(…) Que, si bien mediante resolución de fecha 30 de noviembre de 1998 obrante
a fojas diecisiete se decretó la rebeldía de la demandada, también es verdad que nuestro
ordenamiento procesal no prohíbe valorar los medios probatorios presentados por el rebelde,
más aún si con su apreciación se puede llegar a solucionar el conflicto de intereses a que se
hace referencia en el artículo tercero del Título Preliminar del Código Procesal Civil (…)”(28).
El artículo 462 del CPC que regula el tema, no hace ningún distingo entre el rebelde
voluntario del involuntario, con gran perjuicio para este. Sin embargo, es evidente que el
rebelde involuntario, es decir, aquel que ha derivado a esa situación, pero por causas ajenas a
él, ya que no ha sido debidamente notificado con la existencia de la demanda, colocándosele
en una situación de indefensión, debe tener un tratamiento específico, a efectos de que se le
restituyan sus derechos íntegramente (restitutio in integrum)(29).
El litigante rebelde puede apersonarse al proceso aun cuando este se encuentre en la fase
de ejecución. Indudablemente, la regla de que asume el proceso en el estado que se encuentre
es aplicable también para estas situaciones, sin que sea posible retrotraer el proceso a los
actos ya precluidos. Si se trata de un rebelde voluntario, la sentencia definitiva y firme no
puede ser destruida(31).
El tema discutible se presenta cuando estamos frente a un rebelde involuntario. ¿Podrá
declararse la nulidad de lo actuado, estando el proceso en ejecución de sentencia?, ¿habiendo
pasado por todas las instancias? Nuestro punto de vista es que si se demuestra que el
demandado ha sido colocado en una situación de indefensión, porque no ha sido debidamente
notificado, deberá generarse un incidente de nulidad, a efectos de que el juez atienda dicho
pedido, por constituir una violación flagrante al debido proceso y a la tutela jurisdiccional
efectiva. Debe tenerse presente el principio de que nadie puede sufrir las consecuencias de un
proceso en el que no ha tenido la oportunidad de ejercer su legítimo derecho de defensa. De
no ser amparada esta justa petición, el perjudicado tendría que interponer un proceso de
amparo contra la sentencia definitiva, alegando violación del debido proceso, por haberse
seguido con el demandado en situación de indefensión, se trataría de un claro proceso
irregular.