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El dilema de un joven directivo: ¿Seguridad o solo beneficios?

El dilema de un joven directivo: ¿Seguridad o solo beneficios?


Hacía tres meses que Antonio Cobos había asumido la dirección de una obra de Contrasba,
una empresa constructora de tipo medio especializada en obras públicas. Consistía en una
variante de dos kilómetros de acceso a una ciudad en un país latinoamericano.
Antonio se había graduado en ingeniería civil hacía poco más de un año. Inicialmente,
Antonio se concentró en reducir costes. Su “bonus” de fin de año dependía de ello, y estaba
convencido de que su éxito profesional se mediría en función del beneficio que obtuviese.
Esta forma de pensar estaba influida por los comentarios de alguno de sus superiores, al
que había oído decir: “el jefe de obra que pierde dinero en una actuación dura poco en esa
empresa”.
Un día, uno de los obreros a su cargo sufrió un accidente que podía haberse evitado con
algunas medidas de seguridad no excesivamente costosas. A partir de aquel momento,
Antonio se dio cuenta de que los costes no podían disminuirse a “toda costa”. De hecho,
tenía la firme convicción de que una vida humana valía mas que todo el dinero del mundo,
pero hasta entonces se había pasado la mayor parte de su tiempo en el despacho o
haciendo gestiones, abrumado por el exceso de trabajo, sin haberse detenido a reflexionar
sobre la seguridad.
La legislación vigente imponía la adopción de un amplio conjunto de medidas de seguridad,
así como la realización de un plan de seguridad en la obra. Sin embargo, las medidas de
seguridad aplicadas distaban mucho de ser las que exigía la actual legislación. No se
realizaban demasiadas inspecciones del cumplimiento de la ley, aunque últimamente
habían aumentado y se habían paralizado varias obras por incumplimiento de la ley.
En una reunión informal con compañeros suyos, salió el tema de la responsabilidad, legal
de los ingenieros. Había motivado la conversación la muerte de un obrero en una obra
cercana.
Juan Blanco, otro ingeniero de Contrasba, comento que si había algún accidente en la obra,
el jefe de obra sería responsable y podía ser llevado a juicio, aunque en estos casos la
empresa suele evitar que se llegue a los tribunales a base de pagar buenas
indemnizaciones.
Las `presiones sindicales para que se cumplieran las normas de seguridad e higiene en el
trabajo no eran muy fuertes, aunque habían aumentado en los últimos tiempos. Desde
hacía al menos tres años las dos principales centrales sindicales del país habían
denunciado los problemas de seguridad existentes en la construcción.
Según los sindicatos, las causas de los accidentes estaban en la precariedad en el empleo,
en el exceso de horas de trabajo, la asignación de obras peligrosas a personal no calificado
para estas tareas o con poca experiencia, y el incumplimiento de las empresas en materia
de salud laboral.
Sin embargo, donde los sindicatos seguían poniendo más énfasis en sus reivindicaciones
era en los aumentos salariales con las que conseguían buenos resultados ante la necesidad
de evitar huelgas que retasarían la entrega de las obras. No era responsable, por el
momento, que se realizaran movilizaciones pidiendo mayores medidas de seguridad.

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El dilema de un joven directivo: ¿Seguridad o solo beneficios?

Antonio pensaba en el peligro que corrían sus trabajadores y no cesaba de darle vueltas al
modo de atender a su seguridad sin aumentar excesivamente los costes de explotación.
Comento el tema con su encargado, con muchos años de experiencia. Este le dijo que el
modo de trabajar en Contrasba era usual en el sector, aunque “hay que reconocer que,
algunas veces, las medidas de seguridad son insuficientes”.
Estudiaron juntos el tema y evaluaron el coste que supondría tener una seguridad que
calificaban de “adecuada”: esto suponía alrededor de un 1% del incremento del coste total
de la obra. Cumplir todas las medidas exigidas en el plan de seguridad suponía alrededor
de un 3%, además de retrasar un mes terminación de la obra (la duración prevista era de
28 meses), con la consiguiente penalización.
Antonio Cobos pensaba que al menos debía adoptar las medidas para tener una seguridad
“adecuada”, pero el margen de beneficio previsto disminuiría un poco y esto la
desacreditaría ante la dirección. De esta forma estaría todavía fuera de la ley, aunque
mejoraría bastante la seguridad en la obra. Cumplir a rajatabla suponía demasiado y no
estaba dispuesto a decidirlo por si mismo.
Ante esta situación, Antonio fue a visitar a su inmediato superior, el director de operaciones
de Contrasba, Fernando Rosas. Tras exponerle el tema, Fernando se expresó en los
siguientes términos:
“Antonio, las obras deben hacerse bien. En Contrasba no vamos a disminuir costes
prescindiendo de lo que es necesario. Ahora bien, encuentro ridículo gastar dinero en algo
que, en la práctica, no nos lleva a ninguna parte. Pienso, por ejemplo, en el montaje del
puente: según la legislación, debería ponerse una barandilla a cada viga, y esto no lo hace
nadie. Imagínate el tiempo que nos haría perder cumplir todas las medidas de seguridad
con el personal que tenemos, y el dinero que nos costaría diariamente. Además, en esta
corta variante ya no hay necesidad de hacer más voladuras. En verdad que tienes un
pequeño puente y algún riesgo de desprendimientos, pero si ponéis cuidado no ha de pasar
nada. Mira, Antonio, en una obra ganas dinero si la haces en poco tiempo; si no, los gastos
fijos mensuales te comen los resultados. Preocúpate de alcanzar un beneficio del 8% y no
quieras hacer lo que nadie hace. Los accidentes se evitan si cada uno está por lo que hace
en cada momento y actúa prudentemente; lo que hacen las normas, se pasan”.
Tras estas palabras, Antonio se daba cuenta de que cumplir las exigencias legales podía
tener serias repercusiones para él. Tal vez podría disminuir algo otros costes mediante una
buena gestión, pero la corta de beneficios que le habían marcado era realmente muy
elevada. Otras constructoras solo exigían para centros de beneficios de obras parecidas un
6% de beneficios.
Había otros problemas. En Contrasba, como en otras empresas de construcción y obras
públicas, había numerosos trabajadores eventuales; y se sabía que los trabajadores
temporales se accidentan tres veces más que los fijos.
Había también falta de sensibilidad de los obreros para aumentar su propia protección en
el trabajo. A menudo, Antonio veía a su gente sin casco utilizando el soplete sin gafas o
trabajando a alturas peligrosas sin atarse. Aparte del engorro que suponía tener que utilizar
el casco en época de calor o ponerse las gafas para soldar, muchos obreros tenían un
exceso de confianza en que no les pasaría nada al incumplir lo legalmente establecido.

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Habían expresado incluso cierta sensación de ridículo al aplicar ciertas normas de


seguridad cuando muchos compañeros no lo hacían.
Antonio Cobos estaba pensativo, si pedía el traslado a otro departamento de la empresa,
seguramente se lo darían. Tampoco veía difícil cambiar de empresa. Pero, ¿no era esto
decantarse por la vía más cómoda y no resolver un problema que afectaba a la seguridad
física de sus trabajadores?

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