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Los sumerios, la gente por la cual vino a ser esta civilización tan repentina,
tenían una respuesta preparada. La resumieron en una de las decenas de miles de
inscripciones mesopotámicas encontradas: «Todo lo que se ve hermoso, lo hicimos
por la gracia de los dioses».
¿Eran los dioses sumerios como los dioses griegos, que vivían en una gran
corte, de festín en el Gran Salón de Zeus en los cielos-Olimpo, cuyo homólogo en la
tierra era el monte más alto de Grecia, el Monte Olimpo?
Crono, el más joven de los titanes varones, emergió como figura principal en
la mitología olímpica. Alcanzó la supremacía entre los titanes a través de la
usurpación, después de castrar a su padre, Urano. Temiendo a los otros titanes,
Crono los hizo prisioneros y los desterró. Por todo esto, su madre lo maldijo y lo
condenó a sufrir el mismo destino que su padre, y a ser destronado por uno de sus
propios hijos.
Crono se casó con su hermana Rea, con la que tuvo tres hijos y tres hijas:
Hades, Poseidón y Zeus; Hestia, Deméter y Hera. Una vez más, el destino había
marcado que el hijo más joven sería el que depondría a su padre, y la maldición de
Gea se convirtió en realidad cuando Zeus derrocó a Crono, su padre.
Tras su victoria, Zeus fue reconocido como dios supremo. Sin embargo,
tenía que compartir el control con sus hermanos. Por elección (o, según otra
versión, echándolo a suertes), a Zeus se le dio el control de los cielos; para el
hermano mayor, Hades, se acordó el Mundo Inferior; y al mediano, Poseidón, se le
dio el dominio de los mares.
Los tres hermanos y sus tres hermanas, todos ellos hijos de Crono y de su
hermana Rea, conformaron la parte más antigua del Círculo Olímpico, el grupo de
los Doce Grandes Dioses. Los otros seis fueron todos descendientes de Zeus, y los
relatos griegos trataban en gran medida de sus genealogías y relaciones.
Las deidades de ambos sexos que tenían por padre a Zeus tuvieron por
madre a diferentes diosas. Casándose al principio con una diosa llamada Metis,
Zeus tuvo una hija, la gran diosa Atenea. Ella era la encargada del sentido común y
de la maniobra, de ahí que fuera la Diosa de la Sabiduría. Pero, además, al ser la
única deidad principal que permaneció junto a Zeus durante su combate con Tifón
(el resto de dioses había huido), Atenea adquirió también cualidades marciales y se
convirtió en Diosa de la Guerra. Era la «perfecta doncella», y no se convirtió en
esposa de nadie; pero algunos cuentos la relacionan frecuentemente con su tío
Poseidón, y, aunque la consorte oficial de este era la diosa que fue Dama del
Laberinto de la isla de Creta, su sobrina Atenea fue su amante.
Zeus se casó después con otras diosas, pero sus hijos no se cualificaron para
entrar en el Círculo Olímpico. Cuando Zeus se puso a darle vueltas al serio asunto
de tener un heredero varón, se empezó a fijar en sus hermanas. La mayor era
Hestia. Según todos los relatos, era algo así como una reclusa; quizás demasiado
vieja o demasiado enferma para ser objeto de actividades matrimoniales, por lo
que Zeus no necesitó demasiadas excusas para dirigir su atención sobre Déméter,
la mediana, Diosa de la Fertilidad. Pero, en vez de un hijo, Deméter le dio una hija,
Perséfone, que acabaría convirtiéndose en esposa de su tío Hades, compartiendo
con él su dominio sobre el Mundo Inferior.
Decepcionado por no tener un hijo varón, Zeus se volvió hacia otras diosas
en busca de consuelo y de amor. Con Armonía tuvo nueve hijas. Después, Leto le
dio una hija y un hijo, Ártemis y Apolo, que entraron inmediatamente en el grupo
de las deidades principales.
Apolo, como primogénito de Zeus, era uno de los dioses más grandes del
panteón helénico, temido tanto por hombres como por dioses. Era el intérprete de
la voluntad de su padre Zeus ante los mortales y, de ahí, la máxima autoridad en
materia de ley religiosa y de culto en el templo. Siendo el representante de la moral
y de las leyes divinas, propugnaba la purificación y la perfección, tanto espiritual
como física.
El segundo hijo varón de Zeus, nacido de la diosa Maya, fue Hermes, patrón
de los pastores, guardián de rebaños y manadas. Menos importante y poderoso
que su hermano Apolo, Hermes estaba más cerca de los asuntos humanos;
cualquier golpe de buena suerte se le atribuía a él. Como Dador de Cosas Buenas,
era el que se encargaba del comercio, patrón de mercaderes y viajeros. Pero su
principal papel en el mito y en la épica fue el de heraldo de Zeus, Mensajero de los
Dioses.
Hefesto, por otra parte, tuvo que esforzarse en su camino hasta la cima
olímpica. Era el Dios de la Creatividad; a él se le atribuían el fuego de la forja y el
arte de la metalurgia. Era el divino artífice, creador de objetos, tanto prácticos
como mágicos, para hombres y dioses. Las leyendas dicen que nació cojo, y que,
por esto, su madre, Hera, lo rechazó enfurecida. Otra versión más creíble dice que
fue Zeus el que desterró a Hefesto —por las dudas sobre su parentesco—, pero que
Hefesto utilizó sus poderes creativos mágicos para obligar a Zeus a darle un
asiento entre los Grandes Dioses.
Las leyendas dicen también que, en cierta ocasión, Hefesto hizo una red
invisible para que cayera sobre el lecho de su esposa en caso de que calentara sus
sábanas un amante intruso. Quizás necesitaba esta protección, dado que su esposa
y consorte era Afrodita, Diosa del Amor y la Belleza. Era de lo más natural que
muchos relatos de amor se construyeran en torno a ella; y, en muchos de estos
cuentos, el seductor era Ares, hermano de Hefesto. (Uno de los hijos de este amor
ilícito fue Eros, Dios del Amor).