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El fenómeno mariano
en la iglesia y en el mundo

La primero que constata quien busca en la iglesia y en el mundo los


signos de una presencia de la Madre de Jesús es que existe un innegable
«fenómeno mariano» o, lo que es lo mismo, un conjunto relevante,
universal y significativo de, hedió s, ideas, expresiones cultuales y culturales
respecto de María1. C on ello el hecho mariano no se presenta com o un
dato estático o aislado, sino com o una realidad vital sometida a Ja diná­
mica de la inciilturacióri y partícipe de las mutaciones históricas.

Sección primera
UN DATO RELEVANTE Y POLIVALENTE

La consistencia del fenómeno mariano en el ámbito de la iglesia


católica aparece desde el doble piano del culto y la teología. La Madre
de Jesús aparece en las celebraciones litúrgicas y en la espiritualidad en
varios niveles, siendo objeto de un estudio sistemático.

I. M a r ía e n e l c i j j .t o d e la ig l e s ia

1. En un nivel litúrgico la iglesia católica otorga a María un amplio


espacio cclcbrarivo -el más extenso tras d reservado a C risto - como
observa el Vaticano II:

1. Puesta la atención sobre el «fenómeno mañano». R. Laurcutin afirma en Mana


¿celesta sarerdotium. Essai sur le développement d'um idée religieuse, NHL, París 1952:
«Inútil insistir en el doble interés de este hecho: interés intrínseco, ya que se trata de
un fenómeno en extremo intenso, característico y revelador de tantos aspectos del
ánimo religioso; interés ampliamente humano a causa de las repercusiones liierarías,
artísticas y otras... Este hecho mariano es un campo inmenso, aunque se trate de un
campo mal conocido» (pp. 14-15).
24 MARÍA MADRE DE JESÚS

En las celebraciones de este ciclo anual de los misterios de Cristo,


la santa iglesia venera con particular amora Marta, ia santísima Madre
de Dios, unida indisolublemente a la obra de su H ijo... (SC 103).

A su vez la reforma poslconciliar «ha permitido incorporar de un


modo más orgánico y con un vínculo más estrecho !a memoria de la
Madre al ciclo anual de los misterios del Hijo» (M C 2). A María se le
han dedicado directamente cuatro solem nidades (inmaculada, Madre
Dios, Anunciación, Asunción), dos fiestas (Natividad de María, Visi­
tación) y ocho m em orias (B .V M . de Lourdes, del Monte Carmelo, del
Rosario, N-‘ S:1 de los Dolores, Reina, Presentación de Corazón
inmaculado y Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor).
Aunque dentro de la característica sobriedad latina, la referencia a
María cambien tiene lugar en los sacramentos, en los ritos sacramen­
tales, en la liturgia de las horas y en el leccionario2. Sobre todo en la
«Collectio míssarum de B.M.V.» (1 S)8ó), que contiene 4 6 formularios
de alto valor, se ha dado un paso decisivo en la superación de lo que ha
sido considerado como «laconismo rriaciano» en la liturgia romana34,
De igual modo se percibe el cambio prácticamente total de los cintos
tnarianos, signo de una creatividad basada en la profunda relación con
la Madre de jesús.

2. En un nivel p o p u la r s e hace evidente el poder de convocación y


de invocación ejercido por la Madre de jesús. A pesar de las previsiones
de los sociólogos que advertían de la crisis de lo sagrado en la sociedad
industrial, se registra a partir de la década de los 7 0 la persistencia de
la religiosidad popular. Esta se manifiesta particularmente en las pere­
grinaciones a los numerosos santuarios dedicados a María, con variadas
y originales expresiones: sentida oración dirigida a M aría com o un
verdadero «tú» viviente, exvotos y ritos típicos de ¡os santuarios, y usos
y tradiciones no contempladas por las prescripciones oficiales''.

2. ( ?f. rl análisis completo de la M C 1-15- Además: S. Rosso, Armo litúrgico, en


NL>M, 50-78: J. Castellano, Vergine Mario (beata), enNDL., 1553-1580.
3. Adopta esta expresión L Lígior, J a Vergint nelVeucaristía ihila ehiesa, en L¡t
Madonna ué.eulw de lia chicsa, Qociiniarm, Bresda 1936, 63; T. Fe iicric i, Come vedoriz.-
tjin- lit presenzo di M aría nelto liturgia, en «La Madonna» 24 (1986) 1-2, 44 y 52; S,
Gaspari, Celebrare con M aría Panno di gmzia del Signare. Mistiigagia criswUigkn. maritata,
Ldí/.ioni Moníuruine, Roma 1987, 41.
4. Q . C. Agostillo, Pie til pópela re, en NDM, 1111-111 2; A. Roes i, Le Jet te de i
paveé, Latería, Lian 219/1; S. De lacres, La M adonna anima, d é la pitia populare per
un autentico i neón ero con Cristo, en Mario, presenta viva, riel populo d i D io , Echelo ni
■Monloriane, Rorna 1980, 166-184.
i::. fenómeno Mariano en la iglesia y en el mundo 25

Por desgracia el cuíro m araño popular se ha dejado influenciar poco


por la renovación conciliar para en consecuencia permanecer sometido
al peligro del sentimentalismo y a la vana credulidad denunciada por
el Vaticano II (I.G 67 ). Y, lo que es más grave, está lejos de evidenciarse
en los ejercicios de piedad «la nota trinitaria y cristo lógica que en
ella es intrínseca y esencial» (M C 25).

3. En ci nivel qc las elites, es decir, teólogos, presbíteros, religiosos


y laicos cultos, la referencia a María se presenta de forma menos estable
y más problemática, sobre todo debido a un doble impasse que se inicia
ames del concilio Vaticano 11 («el problema mariano») y se prolonga
en las décadas posteriores («la crisis mañana»).
El problema mariano, descrito por R. Laurentin en el libro L a cues­
tión m u r ía le (1963)) consiste substancial mente en la «tensión entre la
piedad cristocéntrica y la piedad m anoccntrica... entre una piedad que
se proclama mañana y una piedad que no lo es»5*. Tal tensión entre un
cristianismo d e la Virgen y un cristianismo sin la Virgen se evidencia
en el encuentro)colisión entre el movimiento mariano post-tñdcntino
y los restantes movimientos ecíesiales (bíblico, patrístico, litúrgico,
ecu m én ico...) que exigen de una impostación hislónoo-salvífícay cele-
sial más adecuada del discurso sobre María. De ello se deriva que

el movimiento mariano sufre un contraataque reductor de la tendencia


hacia un desenvolvimiento cuantitativo y unilateral, recibiendo al
unísono un impulso vitalizado!' que encuadra la mariología en el
conjunto del dato revelado y le ofrece la contribución positiva de
nuevas adquisiciones^.

El concilio Vaticano II con el capítulo VIH de la L u m e n g e n ii u m


funde en una síntesis equilibrada las tendencias cñsrotípica y edesio-
típica7 tratando a María «dentro de Cristo y la Iglesia», De este modo
se resuelve el problem a m arian o, co n el fin de favorecer de un

5, R. Li umi i in, 1.a q uesttu>i me ríate\ScuiS, Paris ] 96 5, 35-36 [tal cuestión tna ría na,
Taurus, Madrid, ¡%A],
ñ, ,3. Do ñores, María neilet teología contentpamnea, Contra di cultura minina
«Madre dolía diiesa», Roma 991, 40 [Maris en k teología contemporánea, Sígueme,
Salamanca 19911.
7, Sobre estas dos tendencias cf. ei histórico ¡míenlo de H. Kóstor, Q uid iuxta
investigationes hueusque ¡temetas tem quam mínimum m buendum sit B. M . Virgin i. in
eaoveratinne esas s d apus redemptinnis, en M aría es eeclesia. Acta eangressus interna-
lio ndiis marinlogir i-?nari,ini in ounta se Lourdes d n n o l Uótt celebrad, II, PA.V1Í, Roma
1959. 2l-á9.
26 MARÍA MAOltí: PnJUSL,'S

m odo más generoso el culto hacia María y poner de relieve su carácter


litúrgico, su finalidad cristológica y su impacto vital (LG 2 7).
H1 segundo m om ento de malestar es la conocida crisis m ai iana,
declarada en el así llamado «decenio sin María» de 1964 a 1974, cuando
la «mariología y la devoción M ariana llegaron hasta un inquietante
estado de desaparición, A. la alabanza coral a la Madre de Dios en ia
época de Pío XII le sigue un silencio profundos3.
Signo de esta crisis fue la ausencia de cualquier referencia a María
en d tratado de eclesíología y cris rolo gis, olvidando prácticamente tanto
ia docrrina patrístico-conciliar de María como tipo de la iglesia, como
la antigua verdad de kTheotokosd A la vez constatamos que se reduce
[a. concepción virginal a un mero iheologoum em m , se registra una rece-
sión cuantitativa de las publicaciones sobre María, se degradan o pierden
fuerza los piadosos ejercicios malíanos del rosario en el mes de m ayo...
En la búsqueda de las causas de esta crisis mariana los diagnósticos
son múltiples: «segundo ¡lurninismo» y consiguiente atenuación del
registro espiritualista de la piedad popular8910, vacío pneuinatológico
colmado indebidamente por el culto de María11 y secularización y nueva
impostación eclesio lógica de k mario logia12.1.a MariaUs n diu s de Pablo
VI (1 9 7 4 ) rtaslada la atención sobre el cambio culcural realizado en
nuestro tiempo mostrando k raíz del m alesraren la «divergencia...

8, W, Reinen, Devórame maritma: una rba/uc pastorai, en «Communio» 1 (1978)


37, 88-89.
9. No encontramos referencias ajustadas solí re María en los tratados de crislología
de |. 1 lamer, La chiesa i una comunión?. Morcdliana, Brescaa 1964; H. Kiing, La chima,
Qucri riatia, liresda 1969 \i.a. iglesia. HeríJet, Barcelona 1975]; R. Gherardini, La. china
arca dcHaUeanza, Ciña Nuova, Roma 1971; S. Di.inicfi, La cbiesa matero di tvmu-
nione, Marietti, Tormo I 975; A. Antón. La Iglesia de Cristo. El Israel ds la vieja y de la
nueva i¡liamui, RAC1, Madrid 1977, Del mismo modo María está ausente o con ni [ni mas
referencias en los siguientes untados tíe cristo logia: R Schooncnbcrg, Un Dio di itommi.
(jiiestioni di tristologia, Qu crin iana, Brescla 1971 í Un Dios de los hombres. Una intro­
ducción teológica, II eider, Barcelona 1972]; C. Duquoc, Cristologia, Queriniana, Hrescia
1973 [Crislclogisi. Ensayodogmático¡obre jesús deNazaret, Sígueme, Salamanca 1992];
B. Pone, Cesü di Nazetreth, storia di Dio, Dio dolía noria, Paoline, Roma 1981 \jesús
ele Nazaret, historia de Dios, Dios de la ¡sutoria, Paulinas, Madrid 19891; M, Serení lia,
Cesü C'ristri icri, oggi e senipre. ó'aggio di cristologia, LDC, Lcumann 1982.
1(). A. Miiller, // cuite mariana nclla teologal etttiotica e nei dialogo ecuménico, en
«II regno/documenti» 28 (1983) 241.
11. H. Mühlcn, Una mystiat persona. La chiesa come il mistara delio Spinto santo
trt Cristo e nei cristiani: una persona in malte persone. Cittá Nuova, Roma 1968, 72 í-
72 2 [ El Espíritu Santo en ¡a Iglesia. La iglesia como el misterio del Espíritu, danto en Cristo
y en lo: cristianos: «una persona en muchas personas», Sec. Trinitario, Salamanca 21998].
12, W Reinert, Devoziom- mariana..., 84-101.
¡ü. I'I'.NOMENO MARIANO EN ¡.A IGLESIA V EN !-1. MUNDO 27

entre ciertos contenidos [del culto mariano] y la actual concepción


antropológica y la realidad psicosocial, profundamente transformada,
desde ¡as que los hombres de nuestro tiempo viven y actúan» (M C 34).
La razón estriba en que las transformaciones culturales hacen difícil
la aceptación de una cierra imagen de Marta demasiado doméstica o
excesivamente giorilleada, mientras que ciertas expresiones de su culto
aparecen estrechamente ligadas a un contexto ya superado. Una pere­
zosa presentación de la Madre de Jesús en clave repetitiva conduce más
a un rechazo que. a una imitación: se corre el peligro de privar a María
de s¡gruíicario para las mujeres y ios hombres de nuestro tiempo.
Con todo, y a pesar del redescubrimiento de María en ei posteo 11-
cilio, impulsado por los documentos del magisterio, sobre lodo por la
M a r 'uúii cultas Ac Pablo VI. (1974) y la Redemptork Maten Ate. Juan Pablo II,
además de notables estudios bíblicos y teológicos, numerosos expo­
nen tes de la el ite católica se muestran todavía atrapados en la doble fase
del cuestionamicnto y de la crisis mariana.
A este nivel cabría analizar la relación espiritual de los miembros de
los institutos de vida consagrada con la Virgen, relación que lia cono­
cido fases alternas de fervor y alergia. De cualquier forma, en el postcon­
cilio se ha superado el criterio de la multiplicación de ¡as prácticas
manarías como signos de espiritualidad, revalorizando la orientación
lirúrgica y crístocéntrica del culto a María13. Fundamentalmente a través
de la revisión de las constituciones se ha podido «discernir los elementos
de la propia espiritualidad mariana de otros secundarios y derivados»,
y reflejar la propia fisonomía mariana «con sólida impostación y sorpren­
dente variedad de contenidos»1’ .

II. M a r ía e n i .a r h e l e x ió n t e o l ó g i c a

Li discurso sobre María conoce .uta larga historia. Iniciada ya en el


N I , donde encontramos una especie de «protoma rio logia» en la que la
Madre de Jesús deviene en «rema teológico»15, se despliega en el periodo

13. Cf- S. De Eiorcs, María, en NDS, 882-SS3.


14. 20 Capítulo Cea era! OSM. i'tila quedo i.bi oí d:rti. Rificssiont e proposite per
la j!Tomn?.iane drllrtpietit ¡nUTimta, Curia eeneralizia OSM, Roma 19 83, 12-13.
15. R. Scónackvnburg, 1/ «magníficat», la sua spiritusiith e Lt sua teología, cu
La vita cristiana. Esegesi in progmso c i a otituimcnio, Juca Book, Milano 1072. Para A.
Mullir en su ¡tucano difide sulla Madre di Cesa. Un tentativo di mariolngia in prospel-
tiv;í renten:hoyanca, Qucriniana, Brescia 1983, 65, los evangelistas «elevaron a teología
mcsiínica» la participación de María en el itincraúo del Hijo.
28 MARÍA MADRE DE JESÚS

palrístico desde un contexto hisró rico-sal vídeo y trinitario, y con mono­


grafías mañanas de índole narrativa, homilética y dogmática16, junto
a la rica producción literaria mañana del Medievo y el nacimiento del
M ar i al, es importante atender a la época moderna va que en ella se
procede a la elaboración de un tratado orgánico sobre María. En el bienio
1 5 8 4 -8 5 , F. Suárcz escribe las veinticuatro Questiones d e B. M. Virgine
como un «tratado íntegro y copioso acerca de banca María» centrado
en la divina m aternidad y basado en el principio de conveniencia.
Al R Nigido le tocó acuñar la palabra «mariología» v la elaboración del
primer tratado sistemático conocido sobre María con el volumen Summae
sacreie m ariologiM p a r sp rim a , editado en Palermo en 1602.
En el siglo X X los tratados mañológicos se multiplican con una
media de uno por año, haciendo de ia mariología «la rama más vital de
la teología sistemática»17. Pero bien pronto comenzaron a alzarse contra
ella sospechas, acusaciones y protestas. Por parte católica se reprochará
a la mariología el haberse convertido en una ciencia autónoma y aislada
del resto de la teología («aislacionismo»), de mostrarse cerrada y preo­
cupada por su propio desarrollo (excesiva «sistematización») y de mode­
larse demasiado sobre la analogía con Cristo, olvidando la condición
creada de ia Virgen («duplicado de la cristología»).
Los movimientos bíblico, patñstico, keñgmático y litúrgico exigen
la reintegración de la mariología en el cuadro histórico salvífico y en
un contexto teológico más amplio1819.
Más radical es la respuesta de parte de los hermanos reformad os,
que ven en la m ariología el sím bolo de una teología natural en
evolución, de la tradición en su autonomía respecto a la Palabra y a la
colaboración del hombre con D ios1A Con ello se liega a negar la misma
legitimidad de la mariología con la clásica doctrina de K. Barth:

16. Para ia evolución semánúco-cscrucrural dd discurso de María a io largo de


los siglos, cf. 5. De Fiores. Afarioiogia/mtirioltigia, en NDM, 896-904; Id., íldisco™
mnriitiogica nella noria deila teología, en Lo mariología tro le discipline teologiche,
Marranum, Roma 1992, 33-88.
i 7. iVíüller. Distorso d i f u t e . . 5 .
18, Para esras críticas a ]a nviriolog¡a, cf. C. Moditrr, Mentalhil >noderna edev,in­
ge ik-z-azume, Paolinc, Roma 1 9 6 3 ,3 7 5 -3 7 9 [Menrahdtul moderna y evongelización.
Dios, j¡sacrista, Maña, la iglesia, Herdet, Barcelona 1%4|; L B oayer, Mario logia, en
Dictionnain tbéolugique, Desclcc, Tournai 1963. 418-419; J. Rm/lnger, Introdtmone
alcrimanetimo. Lezioni sultimbóla apostólico, Q ijcrinianst, Bresda 1969, 226 •■intro­
ducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 1976]; De Fiores, María nella teología
contemporánea, 40-68.
19, C f De Flores, Mario nella teología, contemporánea, 80-87.
Kl. I-KNÓMFNO M-MUa KO FN !.A fOl.K.UA Y KM Fl. MUNDO 29

JLn la doctrina y el culto marrano se revela la herejía de la iglesia


católica romana, aquella que permite comprender rodo el resto.
La Madre de Dios en ei dogma cacólico romano es el principio, el
prototipo y la condensación de la criatura humana que coopera en
la propia salvación en función de una gracia prcviniente»23.

El concilio Vaticano II, en el c. VIII de la Lum en genúurn, aporra


una nueva impostación al discurso sobre Marta enmarcándolo en un
contexto eclesioiógico y en perspectiva histó rico-sal vífiat. Con el decreto
(yptatam cotius, n. ló , acerca del método teológico, se invita a estruc­
turar todo tratado teológico (y por ello cualquier texto de mariología)
lejos del m étodo deductivo de la antigua m anualística, y a partir
de cinco m om entos concretos: temas bíblicos, contribución de los
padres, profundización especulativa, liturgia y vida de la Iglesia y, por
último, la transmisión apropiada de ia revelación al mundo contem ­
poráneo. Tales exigencias van abriéndose camino en los tratados de
mariología, que de este modo comienzan a presentarse con renovado
rostro21.
Casi al término del año mariano 1 9 8 7 -8 8 , la Congregación para la
educación católica se ha preocupado en asegurarse la enseñanza de
ía mariología en ios seminarios y en las facultades teológicas mediante
un «tratado sistemático», es decir, a partir de un curso «orgánico,.,
com p leto,.. y que responda a los variados tipos de institución»22.
A la par dei culto mariano, también !a reflexión sobre María ha
cor io c id o mi desam ó lio, u na a-i sis y u na recuperación. Las publicaciones
mar ¡anas de variado interés, fluctuando entre cantidad y calidad, mues­
tran un hecho palpable: desde 1948 a 1989 G.M. Resurri ha fichado

2{J. K. Baníi, D ie Irírkiiehc Dogmatik, 1938 1/2, 157, Este teólogo protéstame
continua su dictamen negando «la posibilidad, Li legitimidad y la necesidad de una
mariología», en Domártele a Roma. Clan diana, Tocino 1967, 76,
21, A.gu nos mitad os post-conciliares se sitúan meioiinlógieameme en esta línea:
L, Boft, // volco materno di Dio. Setggin ¡¡indisciplinare sitifemmirdlc e le sue forme reli­
ólese. Qucriniana. lireseia Í9SI, 245 [E lran.ro materna do Dios. Ensayo inicrdisciplinnr
sobre lo femenino y susformas religiosas, Paulinas, Madrid 1981]; L Melotti, María, la
madre dei viventt. Compendio di mariología, LDC, Leumann 1986; 210; C.I, González,
Mn rii, logia, Marín miube e distepolo. Pienimc, Ci sa!e íví. 1988, 343; B. horre, Ms. ría,
la don na ico na del misten. Saggia di m arw hfa ¡imbcUcc-nctrrativa, Paoline, Ci ir¡sello
LS. ¡989.. 27! [María, la mujer ¡corto del misterio. Ensayo de marta logia ¡imbélko-narm-
tivtt, .Sígueme, .Salamanca 1993).
22 , Congregazione per IcducíJziuna can olíen,' La Vergine María neliti fh nnazíti t1e
i ntelletr.uale e spirit.uale, 25.3.1 988: F.V 11 /283ss,
30 MARIA MADRE DE JESÚS

5 7 -310 títulos marianos entre libros y artículos2-1. Si se añaden a éstos


las publicaciones do las revistas mariológicas a nivel científico y la cele­
bración de congresos, simposios y reuniones2'*, debemos reconocer que
la mariología sigue estando viva, Ahora la m arido gía no se pierde en
meras cuestiones académicas, sino que sigue con provecho la trayec­
toria del camino teológico histórico-salvífico y espiritual de la Iglesia.

Sección segunda
U N DATO U N IV ER SA L E N LA VARIEDAD D E PERSPECTIVAS

Es fácil documentar los signos de la presencia de María a lo largo


del tiempo y el espacio. Dejando para el capítulo tercero la lectura
diacrónica del fenómeno mariano, nos limitaremos aquí a recabar una
esencial visión sincrónica, visión que demuestra que la Madre de Jesús
es importante pata un gran número de iglesias, e incluso p arad mundo
hebreo y musulmán, lo que refleja un ineludible argumento ecumé­
nico, Considerada también la atención que los laicos dispensan a la
figura de María, nos hallamos ante un dato cultural que va más allá de
ios contenidos de la fe.

[, L as ic l k s í a s c r i s t i a n a s a n t k m a r ía

i , L a iglesia ortodoxa

Esta antigua iglesia refleja com o su hermana la iglesia católica un


riquísimo patrimonio de expresiones cultuales marianas y un abierto
consenso acerca de] nexo íntimo existente entre la teología y la figura
de la Theoiokos. Esto se refleja en una «incontestable y fundamental
fidelidad... a una posición propia de la fe de la iglesia en el desarrollo
entre Ni cea I y Nicea II (3 2 5 -7 8 7 )» 21.

2,i, G.M. Besurti, Biblingmfui mariana, I 94 8-1 989: 8 vols., Marianum, Roma
1950-1993, ab;irondo 3-450 páginas, K.M, Ttmioio, Bibíiogntjkt mañana, vol. 9 (1990-
1993), Roma 199S.
24. Cf- en Besutei los estudios recopilados bajo el tirulo «Congresos y reuniones
de estudio».
25 , M, Jourjon, La Viergc M ane duns Veecuménisme, en «F.iudes» (] 988) 686.
EL fEN óM EN O MARIANO EN I.A IGLESIA V EN EL MUNDO 31

Desde el plano cultual, advertimos que dos orientales admiten la


idea de un culto especial y muy marcado reservado a María»26. Exclu­
sivamente ligado a la liturgia, dicho culto se expresa con formas de alto
lirismo y profunda teología, que celebran ¡a «presencia» de la Madre
de Dios en la vida de la iglesia: así el himno Akáchistos, los iconos, la
permanente referencia a la Panaghía [Santísim a) en la anáfora cucarís-
cica y los innumerables titos litúrgicos2728.
Hl oriente cristiano no ha elaborado de hecho ningún tratado de
mariología y reserva generalmente a María un puesto discreto en los
tratados teológicos. Esta cautela parece deberse no sólo a motivos de
diálogo con la Reforma, sino a un cierto pudor en interpretare! misterio
de la Thcotokos o tratarlo ampliamente. Los ortodoxos no se dedican
a discutir con los demás cuando son interpelados, sino, por el contrario,
son reservados en gozar del m isterio inefable de la contem plación.
De cualquier forma, la exigencia de un discurso sobre María es reco­
nocida por su vinculación con la encarnación y la antropología, por lo
que ei teólogo ortodoxo N. Nissiotis (f 1986) ha podido afirmar que
«no hay teología cristiana sin una continua apelación a ia persona y al
papel de. la Virgen María en la historia de la salvación»211-.
Con todo, el diálogo ecuménico católico-ortodoxo halla un obstá­
culo en ios dogmas de la inmaculada concepción vele la asunción, defi­
nidos por Roma de modo autónomo; pero la discusión no parece tanto
centrarse sobre los contenidos, cuanto en la forma29.

2. L as iglesias d e la R eform a y ia iglesia an g lican a

Su referencia a María es problem ática, con diversos enfoques y


muy articulada. De la posición susuancialmente positiva de Lutero,
Zwinglio y Calvino, se pasa a la fase polémica a n tintan ana hasta la

26. G. Charla, Orinece trnnanii. en NDM, 103i.


27. Cf. los artículos dedicados a María en las liturgias orientales en M uña. Étucies
surta minie Vierte, bajo la dirección de H. du Manoir, 8 vois., Bcauchesne, Paris 1949-
1971, I. 247-413, .). I.edir. Marte data lalitu rgie du Bysance, He-aiicliesne, Paris 1976;
E. Tonlolo, AkáihistOí, en NDM, 16-25.
28. N. Nissiotis, María ne/ia teología ortodossa, en Conc 19 (1983) 8, 66.
29. Esta es la posición de A. Stawrowsky, La sainte Vierge Mane. La doctrine de
l'hmnaeulée Comeption da F.gltses nttboüíjue et orthodaxe. Linde comparte par un théolo-
gien vrlodhoxe, en Mar 35 (1973) 36-112.
32 MARÍA MADRE DE JESÚS

celebración d.el Vaticano II, para recientemente mostrar una actitud


más constructiva30.
El momento actual presenta algunos datos relevantes.
En un caso se advierte que el Consejo ecuménico de las Iglesias ha
ignorado cualquier debate sobre la Madre del Señor. Pero la realidad
desmiente este hecho, ya que desde la intervención de Bulgakov en
1937, la Conferencia de Edimburgo trató del tema de María elaborando
un texto favorable. Más adelante se advirtió de la necesidad de profun­
dizar en este argumento confiándolo a cuatro teólogos de diversas iglesias
(C. Pcpler católico, V. Losslty ortodoxo, T.M . Parker anglicano y M.
Thurian reformado), cuyas contribuciones fueron publicadas en F a ith
a n d Q rder (1951) en el capítulo M ariology. Más adelante M. Thurian
presenta una relación sobre María en la Conferencia de Eund de 1952,
pero sin llegar a convertirse en un texto oficial. Será necesario llegar a
la Conferencia de Nairobi (1 9 7 5 ) para que se abran luturas perspec­
tivas en su estudio «sobre el significado de la Virgen María en la iglesia».
1.a comisión anglicana-calólica romana ha alcanzado ciertos puntos
en común acerca de «la gracia y la vocación especial de María», reco­
nociendo «una gran parte de verdad» en los dos dogmas marianos defi­
nidos por Ja Iglesia de Roma31.
Mientras tanto se advierten iniciativas particulares, como la desem­
peñada por la iglesia alemana evangélico-luterana, que publicó en 1982
un documento sobre María32, y la declaración ecuménica acerca del
culto a María por parte de un grupo mixto de teólogos participantes
en los congresos m ariológico-m arianos internacionales33. Prosigue
además el diálogo entre anglicanos y católicos, especialmente a través
de la E c u m e n k íd S o d i’ly o ft h e Blesscd Virgin fundada por el laico ca tó ­
lico M. Giller (f 1 980) y mediante los escritos de J. de Satgé (| 1984)
muy abiertos a la tradición católica34.

30. Cf. S.C, Napiórkowsky, Ecumenismo, en NDM, 518-527; G, Corr, A.ngli-


cam, en NDM, 39-50; R. Bertalot, Protestaras, en NDM, 1169-1179; De Flores, M aría
netk teología contemporánea, SO-96.232-257 (con bibliografía); María nelle ciñese. Conc
19 (1983) 8, 178.
31. Rapp&na finale ¿ella eommissiaiu anglicana-cattebco romana, en «II rcgno/docu-
mcntU 27 (1982) 9. 287-288.
32. María. Evangeliscbe Frage und Gescbkhtspunkic. Bine Einladung um Gesprach,
en Mar 44 (1982) 284-288
33. Las declaraciones ecuménicas son publicadas en las Acras de los congresos
marinlógicos internacionales al cuidado de la PAMI.
34. Ma >yj Place i n Cbristia a Dialogue. Qccasio nal Papen oftbe Ecum enleal Society
ofthe Blessed Virgin 1970-1980, SíPaul Pubblications, Middlegreen 1982; J. De Ssigé,
Mary and Chrístian Cospel, SPCK, London 1976.
El. FENÓMENO MARIANO EN IA IGLESIA Y EN EL MUNDO 33

En el campo de la confrontación teológica se abre camino la exigencia


de la reforma bilateral, es decir a una recíproca catarsis que supere la
postura prefijada, revise el método del diálogo ecuménico y profundice
en ios presupuestos favorables o contrarios a la mariologia.
En el área católica el concilio Vaticano II ha supuesto una instancia
crítico-correctiva del modo de hacer mariología, reclamando con eficacia
tas fuentes bíblicas y el marco histórico-salvífico. En el periodo post­
conciliar varios teólogos han transitado el camino ecuménico y C .D ,
.Napiórkowsky lia indagarlo en ras laiccs metodológicas, teológicas y
metateológicas del discurso sobre A'íaría en sus variadas confesiones35.
Los protestantes van dando pasos hacia la unión ecuménica. J.-P
Gabuí se pregunta sobre las razones de la «ocultación del tema mariano
en la teología protestante» y lo explica por el método histórico-crítico
que liquida la concepción virginal de Cristo y en el puritanismo que
elimina el discurso femenino en la teología36. W. Borowsky elabora un
método ecuménico acerca de María distinguiendo un área com ún cons­
tituida por la María bíblica, un Area d e plu ralism o en la que sitúa ios
dos recientes dogmas marianos y un área d e disensión, respecto a los
Tirulos marianos paralelos a ios de Cristo y al culto otorgado a María.
Es necesario pasar de la última área a la primera3''.
Por lo que respecta a la mariología, el punto de vista evangélico la
rechaza «como un locus autónomo en sentido estricto»3839, aunque cabe
admitir una «mario-eulogía.», por tanto, una sana mariología según los
criterios expuestos en la M a ria lis cultuf®, es decir, «cristocéntrica y
bíblicamente fundada»40.
Con todo, el contencioso acerca de ios contenidos mariológicos
revela una evo i Lición. M ientras que para U, W ilckens, siguiendo a
K. Barth, la cooperación de M aría a la salvación «es, hasta la fecha,

35. M aría i m Gesprach, StBcnno Ver 1ag, Leipzig 1977; M a ría relia a¡ m u n i tu
ecurneiiscel: lid izion i ¡Ylnn furosne, Roma 1982; W.J. Colé, Mürym Ernmenical Dialogue.
en EM 33 (1933) 417-457; C.S, Napiórkowsity, Lem ariologuepeut-il ftre oecuménistd,
en Rlvl 22 (1972) 15-76; Id., iicumenismti, 5 i 8-522.
3(5. j.-E Gabtis, Point de vucprotestartsur ¿es ¿tudas marioiagiqnes et !apiétém ariak,
en Mar 44 (1982) 4S2.
37. W. Borowsky, hiconsro delle eonfm íoni su María, en M aría ancora un estacólo
jnsormontabile aWunion del cristia ni!. Centro snittí eeumenreo-mariani, Torillo 1979,
35-43.
38. ti. Marón, M aría a d ía teología protéstame, en Cono 19 (1983) 8, 35.
39. Gaims, Point de Vite.. .,493.
40. J. Mol unan n, Ethwriaie II, en Conc 19 (1983) 8, 35.
34 MARÍA MAUIÜ-: Df-'JKS'ÍJS

la cuestión crucial en ei diálogo católico-protestante sobre la Madre de


Jesús», para H . O lt parece superarse el obstáculo por el cual María
concurre con el único Mediador. El motivo de la disensión se centra
en «la crítica, fundada sobre la teoría del sueño eterno, a la imagen cató­
lica de María», motivo que en la actualidad el estudio ecuménico resume
como «la eficaz unidad y solidaridad salvíñca entre la Iglesia eterna y
perfecta en el cielo y la iglesia peregrinante sobre la tierra»4142.

11. M u n d o hliírüo y m usulm án

Como religiones de la Palabra y del Libro, el judaismo y el Islam


están históricamente vinculados al cristianismo en cuanto que aquel es
su raíz y ésre su derivación. Ambos contemplan el hecho de la Madre
de jesús, si bien de forma propia.

1. Ju d a ism o

Sin ninguna duda María pertenece al pueblo de Israel en cuanto


«mujer hebrea» que vive en el ambiente palcsrinense del tiempo de
Jesús. C on el NT1, la antigua liturgia y el concilio Vaticano II4-, la iglesia
católica la reconoce com o «hija de Sión», es decir, personificación y
vértice de la espiritualidad de los «pobres de JH W H » que esperan
y reciben, al Mesías.
Por desgracia la historia de la relación entre hebreos y cristianos se
ha desarrollado bajo el signo de la polémica y la incomprensión. Esto

41. K Courch, La tenúone ecuménica d d k «Redemptoris Alaren, en Redemptoris


McUcr. Contemili <■prospettive dottrinali cpastarais, PAMI, Ruma 1988, 159-176. I.a
diferencia entre protestantes y católicos no radica tamo en que María sea sujeta pasivo
o activo, sino en si está muerta o viva.
42. Para los fundamentos bíblicos dei título y su relativa bibliografía cf. E.G.
Morí, Fadia di Sien, en NDM, 580-589; N. l .emtno, Alaria «Figlia di Signa, a partiré
da Le 1,26-38. Hilando esegetteo da! 1 9 3 9 al ¡9 8 2 , t-n Mar 45 (1983) 1 7 5-258.
l’ara la liturgia hispánica cf J, Pineil i l'ons, F'iglia di Sien, consacrerai al Signare le
inohicudini cid panoli, en «ha Madonna» 31 (1983) 5/6, 149-162. FJ Vaticano 11 se
manifíetna de este modo: <¡Y en definitiva en ella, excelsa Hija de Sión, tras la larga
espera de la promesa, se cumplen los tiempos y se instaura una nueva economía...!'
(LG 55).
EL rENÓM'XO MARSAXO FX LA ÍQ.RSIA Y EX í-I MUNDO 35

explica, a! menos en parre, la «leyenda de la denigración» sobre el Jesús


ilegítimo o «hijo de la impureza», que circula en la comunidad judía a
partir del siglo II como «reacción judía a ia convicción cristiana de la
concepción virginal y del origen divino de jesús»4-1.
Junio a esta referencia negativa, el judaismo ha silenciado todo lo
que se refiere a esa mujer hebrea de nombre Myriam. Actualmente ella
«no suscita entre ios hijos de este pueblo ningún interés particular»'-1.
Iin el diálogo judeo-cnsriano «la figura de María ha tenido hasta ahora
un pape! redueido»47 l-xccpoo Sha]cro Asch, con su gran novela o más
propiamente un m idrasb sobre la vida de María, y Shaiom Bell Chorin
que ha buscado re judaiza ría4345464789, en general la Madre de Jesús «es poster­
gada» por los autores hebreos que se interesan por el H ijo4-'.
Preguntándose por la razón de este silencio o visión negativa, la
profesora judía Avital Wchlrnann responde:

Se la rechaza o se la ignora, paradójicamente, por motivos que


se entrecruzan: o porque es demasiado judía o porque no es io suñ-
denre. [...] El judío emancipado rechaza la imagen de M aría... ora
porque es síerva obediente o dócil,.., ora porque es imagen de Sa
Virgen María o Madre de Dios que le remite a los mitos paganos
que ¡:o tiene,", para él ningún atractivo4*.

Ampliando este último aspecto, María para el judío representa


un mundo que le es extraño. La virginidad de M aría contrasta con
la moral sexual del AT, la fusión entre madre y m ujer (esposa) se
opone a la sim b ología hebrea y los títulos de M adre de D ios y
mediadora son contrarios a la-misma noción de Dios40. A este respecto
parece que en M aría no hay posibilidad de integrar los símbolos
judío y cristian o. Por tanro, si se quiere salir de esta situación

43. A. Wohlma un, /-fean¡uo¡ le silente de l 'béimtlsme d dujourd 'huí ¿tu sujet de M ane
de Naz¡iretl¡í Une fa r.m cju iv e répond, en Mari,.! nell’cbmiimo e ndllsiarn oyyi, Mari-
anum-Ddioniant, R:>¡m -Bduiyja 1987, 12 (refiriéndose ai pcnsíi-mcntu dej. Klaussner).
44. Wohlmann, Peneque';. . 9.
45. S. Cavalletli, Ubre!, en NDM, 517,
46. S. Ach, Afane, mere de jesús, Caimann-l.cvy, Ruis 195 1, 532; K. Hen Chorin,
Mitllrr Myritím. Alaria m jfídischt-r Sichc, E List. M Linchen 1971, 224,
47. Wohlrmmi, PtMnjuoi. .., 17. Un examen mis amplio en I.. Diez Merino, !jt
Madre de jesús rn ks escritos cristoíépcos y neoreitamcnTarios de alpinosjudíos modernos,
en Ksr.Vl.ij- 4 7 (1982) ! 25-265.
48. "Wohlmann, ¡’tmnpsoi.. 3 7 y í 8, ■
49. Wohlrnann, Poürtjuoi__ 18-3],
36 MARIA MAD1U5 i'ií Jl-.-SLíS

paradójica, debe reconocerse la continuidad del plan de Dios que'


actúa en M aría p rim ero en el orden judío para después hacerlo desde
su condición cristiana.

2, Islam.

A pesar del secular enfrentamiento entre cristianos y musulmanes,


está fuera de discusión el gran respeto que éstos últimos reservan a Maryam,
madre de Issa (Jesús). «Ellos ensalzan —reconoce el concilio Vaticano II—
a su Madre Virgen, María, y a veces la invocan con devoción» {NA 3)-
Este comportamiento positivo destaca en el mismo M ahom a, cuyo
Corán nombra a María 7 0 veces en 7 0 versículos, com o las aleyas 17
a 21 de la sura 19, unas de las más bellas de todo el libro. Deudor tal
vez de fuentes apócrifas o jujeo-cristianas, Mahoma defiende a María
de la atroz calumnia contra su virginidad y la presenta com o un signo:
« ... liaremos de ella y de su hijo un signo para el universo» (hura 21 ,9 1 ).
María constituye la expresión de «una intervención excepcional de la
sabiduría y la omnipotencia de Dios>>5° junto a un modelo de fe enten­
dida coránicamente com o sumisión absoluta a la soberanía de Dios y
de una entrega incondicional:
Y a María, hija cíe Imran, que conservó su virginidad y en la
que infundimos de Nuestro Espíritu. Tuvo por autenticas las pala­
bras y Escritura de su Scíior y fue de las devotas (Sura 6 6 ,1 2 ).

Los dogmas maríanos «pueden encontrar en el Corán un punto de


apoyo»5f excepto la maternidad divina que presupone la divinidad
de Cristo explícitamente negada en el Corán. Igualmente es discutible
si el Corán es favorable al dogma de la Inmaculada. Dado el com por­
tamiento sustancialmente positivo de los orígenes, se comprende que
h tradición teológica y mística musulmana se hayan interesado por
María completando ios datos de su vida para convertirla en ideal de la
auténtica fe y unión con Dios. Produce gran admiración ver a musul­
manes acudir a los santuarios rnarianos para manifestar su propia devo­
ción con oraciones, exvotos, ofrendas y costumbres folklóricas505152.

50. G. Ghnrib, Musuimani, en NDM, 1006.


51. V. Bmoglt, 1.a rnariologie m¡anímeme. en «Laurenttanum», 20 (1079) 274.
52. S. ‘Abd al Wahid Palkvicini, Corríspondenze mañane nella tradizione islámica:
clementi per un dialago, en María ncü’hebraiimc e neü'hkm oggi, 119-139; S. Khalil,
Queltfttes expressians de la. píele nutríale consemporaine chcz les musulmans ú'Egypte (et
d ’lmk), ilii, 141-166.
El. FENÓMENO MARIANO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO 37

III. M a r Ia en el h o r iz o n t e c u ltu r a l d e l laico

El interés por María está presente también en el mundo laico, que


le dedica numerosas obras y páginas literarias de gran valoré,
Ei denominador común de tales escritos, provengan de la literatura,
de la antropología o del movimiento feminista, constituye la propuesta
de una María al lerna t iva a la imagen oficial, propuesta que se reivin­
dica como la verdadera expresión de la Madre de Dios, al margen de
ios oropeles y envolturas que la han desfigurado a lo largo de los siglos.
La imagen de María que se trasluce en esta corriente de pensarme! uu
se ha visto condicionada por la subjetiva interpretación de sus distintos
autores, que no cabe duda procede de visiones unilaterales o de tesis ya
prefijadas. Con todo nos descubren aspectos reales de la vida de María
«profundamente ignorados además de reprimidos en los tratados» que
cumplen dentro del campo literario de «correctivo crítico frente a un
mundo lingüístico y figurativo tradicional, estereotipado y actualmente
esclerotizado»54.
El mundo laico, además de distanciarse de ¡a figura bíblico-eclesial
de María, reacciona frente a ella con perspectivas opuestas de huma­
nización o idealización.
De esta manera se subraya, contra rodo énfasis teológico o estético,
la mundanidad de María y su «normalidad». La reciente literatura —por
ejemplo la alem ana- muestra la evolución desde un inicial idilio a la
afirmación de la condición histórica de María, en ia cual ésta ya no es
la «mujer eterna», sino la mujer concreta que alienta los caminos de
libertad y la emancipación femenina’ 5.3

33. «Existen numerosas publicaciones que recogen la presencia de María; y la


antología continúa enriqueciéndose. Se trata del canto de una época como la nuestra
que se añade al himno secular er. una misma vibración de fe c inspiración. Una época
r.o ■ i , .mii tu, secularizada aunque la culi uta religiosa ofrezca signos aislados y frag­
méntanos» (P. Pífano, «Volli di María nella Jeueraiuta e iicll’arce. Proposte di ¡nter-
pretnzione», en !w teología e Imeratttra. Inauictítdine e tierna del ¡acre negli sm'rtori
contemporanei, Paoline, Cinisello LL I f>ÍK), 264-265). Junto a las obras de las notas
siguientes, el. G. Tcstori, Interrogatorio a María, Rizzoll, Milano 1979; D.M. Turoldo,
¡sudario alia Vergme, Dchoniane, Bologna 1980; María ieri eoggi, Paoline, Ctnisdlo
B. 1986; discutibles además de parciales son las novelas de B. Alberti, Vangclo secando
Mana, Mondadon, Milano 1 9 /9 y de P Festa Campan ¡le, Per amare, solo per amare,
Bornpiani, Milano 1983 [Por amor, sólo por amor, Ediciones B., Barcelona 1987].
54. K.-J. Kusdie], María nella. letteraxura, en Conc 19 (1983) 8, 103-164.
55, En el artículo citado, Kuschcl se remire a B. Bredu, Poesie di Natal* (] 922-
1920), que describe con realismo psicológico el parto de María, ai tiempo que K. Struck
en su novela l,a m adre (1977) adopta una irónica distancia de esa María ideal de
38 MARÍA MADRE DE JESÚS

Aún admitiendo a María como «símbolo de la maternidad», E. Lunari


insiste en el común desvino que le es reservado, la «reconocible y humana
norma!¡dad de su existencia, sin necesidad de otras composturas»5'’.
Lejos de las leyendas apócrifas populares que han mitificado a María
si ruándola en una atmósfera de milagro y perfección, además de las
construcciones teológicas que ja han sobre! ruinan izado c incluso d « h u ­
man izado, vemos que la literatura lírica atrmuye a María una humana
debilidad en el campo moral, una virginidad en rendida como un «simple
corolario no esencial» e inHuso hipotéticamente la condición de madre
al margen de Jesús.
Para Ida Mag!i, en los evangelios se inicia el «largo itinerario de la
Teología que transforma a María en un ser no humano: la Señora»57.
Se trata de una «pura invención», una «construcción cultural», un
«objeto fantasmal» fruto de la doble necesidad del mundo masculino
tradicional: el rechazo de la mujer y la proyección del ideal femenino
en una persona concreta, «En la “Señora" se encierran los deseos, los
sueños, las esperanzas de los varones en su confrontación con la femi­
nidad. ,.» 5S. No es de extrañar que la pasión mariana rompa los diques
tic la razón, lejos de cualquier prudencia ante la Señora, haciendo de
ella una «entidad omnividente» de los objetos del deseo. Naturalmente
la «Señora» nada tiene que ver con María de Nazaret, cuya vida lia de
ser reconstruirla «según las reglas de la sociedad judía de su tiempo».
En val contexto, ella se muestra fiel a las normas de la Ley entrando en
conílicto con Jesús, el cual ha roto desde su infancia con el tabú de la
purificación y la sangre: «La impaciencia de Jesús en su enfrentamiento
demuestra sus inútiles esfuerzos por liberarla y hacerla dueña de sí»55.

m.mTjikhd asexuada. 1 i. lililí, /-«ir) i . / i ,'«■ » sivuiiM í!í-171) prestara a una María
«subversiva» en üí píipd ce mujer moderna! d pastor suizo K. Marti en su poesía
E M aría (i y¿SU) imagina a Id madre de jesús que se asombra de ser ia Virgen, día que
es madre de rantos hijos, concebida lejos de los ideares v como mujer que Judia por h
libes siLión.
56. L í .11 nan, Mam? di A'as-a; nh, MOJ1 dadori, ,Vfi[ano 19 8 6 ,2 5 6 .] ■J ai]ro r ec¡nd iiye
mi obra con fas .sigmenres palabras: "Para mí, María se muescia desde cuatro perspec­
tivas: una joven mujer con un niño en brazos: una mujer que observa meditando en
.su cora/ón el pequeño hijo que crece; una mujer madura que corre preocupada porque
le lian comentado que su hijo fia o urdido el juicio y podría tener problemas; una mujer
envejecida por d dolor al ver a su luje- sufrir y morir* {255).
57. í- Mar;]i, L a Mütlunna. Riz./.oh, Milano 198/, 75-
58. Maj^íi; L a M a d m/a a, 9 5 ■
59. L a M adonna , 39. La autora ya había avanzado análogos contenidos
en Gesa d i Noza ret h La h¡; v ñ visgrossio no, Kiz/.di, M daño 1982.
KL i’EKÚMKXO MARIANO EN LA IGLESIA Y KN KL MUNDO 39

Pero su negligencia en ia ciencia exegética y su insensibilidad a la


experiencia de la fe han llevado a Ida Magli «a trazar una fisonomía de
María distorsionada, desfigurada por una pobreza interior que roza la
misen,!»6061para homologarla a una mujer hebrea cualquiera sin impor-
ta n c ia h istú r ico -s aIv ífi ca.
A pesar de ello, estas interpretaciones de María «al margen» de la
Iglesia exigen dos tareas irrenunciables: buscar el rostro autentico de
María más allá de los esquemas representativos de las distintas épocas,
y acercar a María a nuestro tiempo asumiéndola en su dimensión rea!
y significativa6*.

Sección tercera
UN DATO SIGNIFICATIVO EN EL CONFLICTO
DE LAS INTERPRETACIONES

La toma de conciencia del fenómeno mariano como un hecho funda­


mental y persistente lia llevado a los estudiosos a interrogarse acerca de
su significado. Sus respuestas han dado origen a un conflicto de inter­
pretaciones que depende de las precomprensiones y perspecrivas de
cada autor. La objetividad o autoentrega del fenómeno {Selbstgegeben-
h c it) está a menudo comprometida por prejuicios o análisis parciales.
Com o la verdad en esrado puro parece esquiva, es necesario tomar en
cuenta las diferentes aproximaciones al fenómeno mariano como tenta­
tivas más o menos acertadas que permiten comprenderla.

I. I n ter pr e ta c ió n m ít ic a

Según algunos antropólogos y estudiosos protestantes, el fenómeno


mariano constituye [a supervivencia del mito de la Gran Madre del
paganismo. Analicemos algunos de sus aspectos.

60. P. Pífano, ••La Madonna de Ida Magli», en Ira teawgia..., 2'A>.


61. «Una presentación de María a modo de divinidad inmóvil, alejada de las vicisi­
tudes existenciales, está destinada en la actualidad al rechazo y ]a indiferencia. De ahí
la urgencia en recuperar su existencia terrenal, reencontrarla en su feminidad, en su
maternidad gozosa y sufriente, y simarla en los cantillos inciertos de la historia» (Pífano,
-La Madonna de Ida Magli», 255)-
40 ¡vfAíílA MADRE DE JF.SÜS

C iertam ente la figura de M aría hereda gradualmente títulos6263,


iconografías6567y cultos64 del mediterráneo antiguo, sobre rod.o de la
Gran Madre, hasta el punto de convertirse en una especie de diosa.
•'En realidad -afirm a el protestante E, M eycr- la antigua Madre de los
dioses renace con toda vitalidad en ia. diosa María»65.
Junto a esto cabe constatar una sucesión histórica entre el culto
pagano a las diosas y el culto a María, que muestra, un reemplazo sin
solución de continuidad entre ambas:
A la «gran Madre» sucede de hecho la Madre de Jesús... bajo el
nombre de 'i heotokos... Aquella gran divinidad materna venerada
por rodos los pueblos del mediterráneo desde los tiempos prehis­
tóricos [=Artemisal, cuya imagen es el ídolo más- antiguo de la huma­
nidad, no desaparece sino que se transforma en la Virgen María,
Madre de Dios, invocada ahora en la necesidad de los cristianos.. A6

De este modo se concluye que el fenómeno mariano, a causa de la


infiltración pagana, deja de ser un verdadero daro evangélico para conver­
tirse en un caso patente de sincretismo religioso o de un cristianismo
espurio o marginal. Para A. Hamaclt la historia del culto a María
es la historia de la superstición que desde los más bajos estratos del
catolicismo influye en las clases elevadas, y que la teología al prin­
cipio indecisa acaba por aceptar y consolidar62.

62. Los títulos marianos o ephheta ornamia, como reina, dolorosa, virgen y madre de
Dios muestran ciertos parecidos con los antiguos títulos de ísis, Minerva y Deméter. Cf
C. Ragoazino, iitoli niariani suggeriúda cuhipncristiani?, en Asprenas 26 (1579) 275-295.
63. La semejanza iconográfica se refiere en particular a la imagen de oro de la Isis
nutrida o al color oscuro de la Perséione que encontramos en las Vírgenes negras.
64. ( .«;no se ve en la celebre oración isíaca de Apuieyo {Metamorfosis 1 L,2), cuyo
esquema tripartito de invocación, antología y súplica, encontramos también en las
oraciones cristianas a María, caso de la plegaria de Dante a la «Vergine Madre, ftglta
del luo ítgiio...» (cf E. Auerbadi, l,a prrghiera di Dante alia. Vergine (Par. XXX! ¡I) ed
antecedenti elogi, en Studi su Dante, Fdtrinelli, Milano 1974, 263-292).
65. E. Meycr, Ürspmnge undÁnfange des Christentums, 1924. 79.
66. I-, Heiler, Storitt delle religión!, Sanscmi, Firenzc 1976, II, I 2 1 -122. Esta idea
acerca del am tinkum entra la era precristiana y la laiino-cdstiana es renovada por A.
Agrio;ettn, M an a e Li suvgtt, en I.e Gr&ndi ivindri, l'eltienelli, Milano 1989, que afirma
entre otras tosas: «El culto a María es quizá la última expresión del culto a la antigua
divinidad femenina mediterránea en el área occidental» (p.69). Por lo que respecta a
la sucesión del culto mariano de su original pagano se cita el caso del templo de Soisson
que en el s.VI pasa de la dedicación a Isis a la de Liaría, o d santuario de ¡ lera Argiva
que se transforma en la Madonna del Granato cerca de Paestum.
67. A. Hamack, Lehrbuvh derDogmengescbkhtefVtíbmgtCí 1935, 665, ti.3. Pata
E Heiler unir ai Padrenuestro d Ave María es un «notorio sincretismo» [Die Haupt-
tnotivt des MadonrunkuUus, en Zcitschrift fürThenlngie und Kirche, [1920] 445).
EL FENÓMENO MARIANO EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO 4]

Recienuemenre en el campo protestante se da por descontado que


la mariología «ha abocado aú n a especie de cristianismo lateral... fuer­
temente sostenido por un sin fin de supersticiones populares que perviven
en un fondo mal disimulado, mal esterilizado de cualquier creencia
pagana'>úa. A este respecto el culto mariano quedaría como «el depó­
sito donde caben las más disparatadas necesidades y aspiraciones
religiosas»^.
En cualquier caso, el consenso que pretende para sí esta interpreta­
ció n '0, está lejos de poseer un verdadero valor científico: La teoría del
continuum entre los cultos paganos de las diosas y la Gran Madre y el
culto cristiano de María se muestra viciado por un irregular paso de la
semejanza a la dependencia. El famoso F. Cumont afirma sobre esto:

La existencia de semejanzas no exige que se admita necesaria­


mente una imitación [...]. No puede concluirse apresuradamente
de una analogía una influencia6
8697071.

En realidad la derivación de! culto cristiano/mariano del antiguo


pagano no está comprobada por hechos, ya que el cristianismo debió
superar la dificultad de adoptar templos y ritos del paganismo consi­
derados impuros o diabólicos. Los cristianos los sustituían tras un
período de vacío, sin que tuvieran que inspirarse en los cubos a los
dioses y cuando los templos ya estaban abandonados desde hacía tiempo.

Desde un punto de vista histórico no ha sido demostrada la


directa dependencia de los santuarios dedicados a María de los
lugares y edificios consagrados a las divinidades paganas. No consta
además, en ios primeros siglos del cristianismo, que edificios sagrados

68. R. .Vichi, Du catbolicisme remain. Approchcs e inierprétations, Delachaux 6c


Nicstlé, l’aris-Neuchátel J 957, 88.
69. Moítmarm, Editorial? //,
70. C f La <¡religione populare*. Tre mterprctazioni: la cattolica, la protestante, la
sociológica, preparado por A Agnoicttu, Isriuun propaganda libraría, Milano i 991- El
editor, que vendría a representar o interpretar la posición católica, sigue otra línea
cuando muestra el conthnmm entre espacio sagrado, culto y ritualidad «de la proro-
historia a nuestro tiempo», presentando el culto mariano y la mariología en estos
increíbles términos: «ejemplo típico es la persistencia de una divinidad femenina, sea
Marta Virgen y Madre ti otra diosa. Lo cierto [...] es que !i mariología con la tendencia
actual en luí sentido mariolátrico de cierta teología minoritaria católica (¿María Corre­
dentora como enana divinidad?) constituye la devoción central déla piedad popular...»
(p-9).
71. E Cumont, Le religiuni orientad nelpaganesimo romano, Bari Í967, 19 \Las
religiones orientales y el paganismo romano. Alai, Madrid ¡987j.
42 MARÍA \!Al>K1:. DI- JKSOS

paganos se hayan transformado en iglesias dedicadas a la Virgen sin


solución de con tin u idad7273.

Así mismo cabe advertir que los títulos de María, si bien son formal­
mente semejantes a los aplicados a las diosas paganas, traducen un
contenido originalmente diverso'' h Algunos padres en Egipto fueron
los primeros en percibir las diferencias. Clemente Alejandriño describe
a bis como la «diosa tres veces miserable» y maldice «a quienes fomentan
los misterios de ía madre de los dioses» con las orgías que le eran propias74756.
A su vea. Orígenes, respondiendo a Celso que relacionaba la concep­
ción original de Cristo con el mito pagano de Danac, lo trata «de bufón
y falseador de la verdad histórica», haciendo hincapié en «cuán virginal,
pura y alejada de toda corrupción ha sido la generación» de Cristo77.
Igualmente Isidoro de l’dusio subraya la diferencia entre la «madre de
los dioses» y la «Madre de Dios», afirmando que la primera concibe
«según concupiscencia», mientras que María «concibe un Hijo unigé­
nito de manera absolutamente única» sin concurso de varón y lejos de
cualquier mancha7ú.
La principal diferencia entre María y la «Gran Madre» radica en que-''
la Madre de Jesús no es una diosa, sino una criatura. Este dato está
inscrito en la misma autodefinición de María com o «sierva del Señor»
(Le í ,38) y en el título de «hermana» que se la dio a partir de Atanasio77.

72. G. llwutti, Siimuuñ. en NDM, 1254. En Egipto la sustitución del culto


pagano pur parte tic! cristiano acontece tras la destrucción de ios templos. Así lo hizo
el emperador Teodosin con la abolición del paganismo y la transformación de los
temples de los dioses en «iglesias y hospicios para peregrinos» después de haberlos
destruido previamente. El pairiarca Teófilo de Alejandría demolió el santuario de
Canope para construir «I monasterio de ¡a ¡renitencia. Rufino ( Histeria mmuicbarum
5: PL 21,408} que «tuvo en Pinino en la segunda mitad dd siglo IV testimonia: «Eos
edificios públicos y los Lemplos de la antigua superstición son ahora celdas de monjes».
Para ratificar este dato cf. G. Giambcrardini, i! culto mttñcina in Kgiito, !, Primorean
Priming Picss, [enisalem 11)75, 256-20/.
73. Ragozzino, Titoli nutrid ni. .., tras haber estudiado los títulos de madre, virgen
y dillorosa en d paganismo y cu Ai aria, concluye: «Dichos líttiins marianos, que sirven
de fundamento d resto, sean dogmáticos o de alabanza, apenas muestran analogías
formales con los cultos precristianos. Pos misterios marianos son en verdad nuevos y
originales, y no tienen paralelo en las creen fias paga ñas» (287-288),
74. demente de Alejandría, ¡■'¡■olrépt'ico'!,)’i ‘, 4,50-3: PCJ 8.73 y 141.
75. Orígenes, Coutnl Cebo 1,37; 6,73: J’MPfvl í, 2Í)4.
76. Isidoro de Pclusio, {ipistoitit 1,54: TiVIP.M I, 463-
77. «María es verdadera rumie nuestra hermana, porque como ella todos hemos
nacido de Adán» (Atanasio, Ginrf <t Eptícw!'. TMPM 1, 277).
t-.¡_ k : nóm ' no Mariano nx la rcinsiA Y rx fi . 43

La tendencia a considerar a María como una diosa so manifiesta en d


siglo ÍV entre un grupo de herejes, com o los marcionitas y ios col iri­
dian os. La reacción de Epifanio fue fulminante:

María eio nació de forma ciilereme al resto de los hombres, sino,


como cualquier persona provino del semen de un hombre y del
útero de una mujer. [_J María debe ser honrada, pero sólo el Padre,
d Hijo y d Espíritu Sabio deben ser adorados. Nadie se permita
adorar a María-'8.

Esta constituye la posición oficial de la Iglesia79, que d Vaticino J]


confirma cuando refiere que ja veneración a María «aunque del todo
singular, difiere esencialmente dd culto de adoración» (LG 6 6 )S0.
Por tanto, cabe concluir que existe «una independencia histórica y
estructural de la devoción cristiana a María»81, Pero esta conclusión no
debe entenderse de forma rígida, ya que dentro del impacto de fe en el
ánimo religioso es normal la asunción de ritos y modelos con estruc­
turas fundamentalmente semejantes, si bien sus contenidos y verifica­
ciones divergen de la novedad evangélica,

11. I n t e r p r e t a c i ó n p s i c o l ó g i c a

Desde una cierta perspectiva psicológica, María se ha visto como la


expresión del arquetipo femenino en el inconsciente colectivo.
El m odelo jr e n d í ir, w es negativo ya que asume el desarrollo psicoló­
gico de la persona a partir dej abandono del vínculo con la madre,
entendida como naturaleza omnipotente y protectora. El modelo ivnguiano
contempla, sin embargo, la maduración de] hombre desde un proceso
de expl¡citación ce las energías psíquicas deí Sí-mismo o del incons­
ciente colectivo que contienen los arquetipos masculino y femenino

7,S. Epiíaniii. i'únnrh?) 79.5.7: TMPM I, 303-404.


79. Pedro Carasio en De M arín Virgine incampanibiii el í¡eniirice saermnneta tthríi
¡luiui/ue, iiiL^jkíi-Lí! I 5?7, i,:>, e. 10 almila; ••i ñau (Jimni cst ealltohas, Mari a ni pro dea
colendam aut honorem divinum m ¡ilam transferendum esse».
SO. hs verdad qi:e algunos aurores romo JEirarcn v otros asentóles del siglo XVI)
11710111:110111, Miguel di- San Agustín) Layan a María el apelativo de «diosa». Se trata
evidentemente de un uso poético o metaló rico que no dejó de suscita]' reacciones por
parro católica. Otros amores concedieron cierta «adoración» a María, poro teniendo
cuidado en explicarla de 1orina ortodoxa y distinguiéndola do la adoración de latría
reservada a Dios (Suúrcz, Alfonso de I.igorin.,,),
ÜI. j, Dameiou, I.e en lee maná!, ei !.<■/in^nninne, en Marín ídu Manoir), I, 1SO.
MAREA MADRE D?. JESÚS

( an im u sían im a). Este esquema de valorización de la madre dentro deí


modelo junguiano se presta a una interpretación psicológica del fenó­
meno mariano desde aspectos positivos y negativos152.
Según M. Kassel y L. Pinkus, la magnitud y universalidad de las
imágenes y expresiones marianas constriñen a la persona histórica de
María de Nazaret y «representan funciones psíquicas de carácter gene­
ralmente humano y no específicamente cristiano»*-. M aría pertene­
cería así al universo mítico y simbólico de los estadios arcaicos de la
evolución psíquica (aspecto fi)ogenérico) presentes en el inconsciente
colectivo y que el individuo renueva en su evolución personal (aspecto
ontogenético).
María constituye, por tanto, una positiva (unción arquetípica en el
desarrollo de la conciencia ya que mantiene viva en la iglesia la presencia
de los valores femeninos que permiten la humanización de lo sexual,
conduce a considerar los valores del inconsciente evitando el riesgo de
la p revalencia de una estéril y unilateral racionalidad y favorece la auto­
nomía de la mujer como persona, inspirando las obras de misericordia
y la amistad entre los sexos*4.
Pero con gran realismo se reconoce que «si María de Nazaret repre­
senta sin duda alguna la luminosa expresión y realización de los anhelos
arque típicos de ¡a humanidad, es cierto no obstante que ha podido
prestarse al “fom ento” de la polaridad negativa del arquetipo feme­
nino»8283*8586. El arquetipo María provoca reacciones destructivas y psico-
p ato ló g icas al ra d ica liz a r co m p le ta m e n te la dualidad. M a d re
om nipotcnre/íiijo menesteroso (resultado de una dinámica infantil
incapaz de compromisos personales), o bien establecer una identifica­
ción inconsciente con María basta convertirse en portadora autoritaria
de su voz materna*6.
Esta interpretación, vinculada a los sistemas de Dreud y Jung, no
puede pretender una explicación exhaustiva del fenómeno mariano,
pero ciertamente ilumina algunos aspectos o dinámicas inherentes en

82. Ct. ci estudio sobre «María en el mito y la psicologías en X. Fikazn, la madre


de jesús. Introducción a hí meiriolagúi, Sígueme, Salamanca, 1939, 289-309.
83. M. Kassel, M aña e la púche amana. Comidemzioni alia luce delia psicobgia
delprofbndo, en Cono 19 (1983) S. 149. Iguales expresiones entumí ramos en I.. Pinkus
en il mito di Maña. Ur: ajmrncda simbolice. Materialc per la eomprensione jtsicadimímica
del femmhúle neU'esperietiza cristiana. Borla, Roma 1986, 71.
81. Kassel, M aña e la psiebe amana, 153-154; Pinkus, lim ito de M aña, 72-73.
85. L. Pinkus, Psicología, en NOM, 1186.
86, Pinkus, // mito de M aña, 127-128 (refiriéndose a las presuntas comunica­
ciones de María a algunos videntes).
EL EENÓMKNO MAIU;\NrO EN 1.A IGLESIA Y l!N EL MUNDO A5

el ser humano y nos pone sobre aviso de Jas emboscadas que una psico­
logía precavida debe desenmascarar.

111. I NTliRPRFTACTO N SOCIOLÓCICA

La relación de la maño logia con ei culto mariano dentro del comexio


social y político de las distintas épocas culturales ha sido esrudiada por
sociólogos y aj'.copóíogcs.
En nuestra época se consrara que el fenómeno mariano no sigue un
camino autónomo o aislado, sino que depende «más de lo que se ha
creído de las situaciones históricas y de las transformaciones socio-cultu­
rales propias de la era cristiana»67. «Com o cualquier otro fenómeno
socio-cultural, la manología está estrechamente vinculada al conjunto
del hecho humano»86 y no es difícil demostrar que las transformaciones
del marco cultural influyen profundamente en la imagen de María y
en las expresiones de su culto. Del mismo modo, la referencia a la Madre
de Jesús supone un impacto social que ha inspirado y promovido desde
principios de siglo formas caritativas y asistenciales6
Pero ¡unto a estas funciones positivas se advierten instrumental iza-
dones de la devoción, a María. Según algunos autores constituiría un
mecanismo de control por parte de la iglesia para someter a los sacer­
dotes a la práctica del celibato, com batir la Reforma, la revolución
francesa, el modernismo y el comunismo1* 1 y frenar el movimiento a
favor de la mujer1-’1. Desde el análisis de H . Cox, la piedad mañana ha
desempeñado casi siempre la función «de desactivar la ira ysacralizar 87901

87. C¡. Malta:, Sociología, en ND.V1, 1318.


88. G. Gualcim, Marta espressioste dell-i societa c áella chiesa. li compito dcU’umxo
e del cristiana in una lettura marialngka delta storia delk salvezza, Dehoniane, Boíogna
1972, XII.
89. Cf. G. Bcíucú, La prese tiza dci'is pietk verso ¡a Vtrgine n elí’a don e caritativa
¿ella chiesa, en «La Madonna» 25 (1977) 314, 7(1-84. Por lo que respecta a las obras
sociales ligadas al b. Bartolo Longo y al santuario de Pompeya. cf jVlauai, Sociología,
1320-1321; Bañóla langa e iluta tempo. A ttidel canvegno storko promano dalla Delegdzione
pon tificia per il santuario di Pom pei.. ., ledizionidi sroria e letrera tura, Roma 1983,
2 vuLs.
90. Mokmann, F.ditoriale ÍI. 23-25.
91. «Una teología de la “esclava" de cipo represivo proporciona un instrumento
de sumisión y disciplina que resmmde a la finalidad de someter a la autoridad eclesial
o marital, con el auxilio de la piedad, a todas las mujeres que se nutren de sentimientos
idealizados y religiosos» {I 1. I lalbfas, ¡,a religiane, Queriniana, Brescia 198.3, 143).
46 .MARIA MADRE DE JESÚS

la pasividad», mientras que la mariología oficial con su «papel trágica­


mente alienante y regresivo» ha constituido «una forma calculada de
seducción y manipulación del espíritu»52.
La interpretación marxista es si cabe más enérgica cuando sitúa las
expresiones devotas a Marta dentro de la «religión de la miseria», como
llama A. Gramsci a la religiosidad popular. Sus ritos representarían la
tentativa de reintegrar culturalmente parte de las «clases inferiores»
frente a sus condiciones económico-sociales retrasadas y carentes de
poder. De hecho, !a pobreza es la que arrastraría a las col turas del sur
de Europa a peregrinar a todo tipo de santuarios y en particular a los
m arlan os.

[Las clases inferiores] a causa de su estaco de miseria, concen­


tran su exigencia de seguridad en la esfera de la «religiosidad», ya
que se sienten incapaces de escoger otras esferas. De este modo la
«religiosidad» es vivida principalmente como la forma idónea de
resolver los problemas del más acá, de un más ard en el que no cabe
contraponer a los concretos males cotidianos otra solución que la
mágico-religiosa.. ,'J3.

Esta Interpretación que hace depender los gestos religiosos de las


condiciones económ icas precarias no resiste una m ínim a crítica9"*.
A los santuarios m aria nos van personas de todo ripo y no sólo de clases
menos favorecidas, lo que implica que la religión no es consecuencia
de la pobreza económica, sino de la necesidad irrenuncjable del hombre.

I V INTFRPRKTACIÓN C.ÁRl.S.VSÁTICA

Kl fenómeno n tari ano es un hecho característico del cristianismo,


que lo asume corno la respuesta de fe a la presencia de M aría en la
historia de ia salvación, verdadero fenómeno católico según ha expuesto
el concilio Vaticano II (I.G 66): 92*4

92, H, Cox, La sedir/imie ¿leliu ¡pinto. Uso e abu sod d h rdigione popolarc, Queriniana,
Lkcscia 1974, 199.
92. A. Rossí, l.t f e w dei ¡I.m.vri 1suer/.a, Barí 21971, 108.
94. Tesis que insiste en la temática sobre «la función de la divinidad, con sus tran­
quil izado res santuarios terapéuticos capaces de favorecer la solicitud y la protección
siempre garantes de los anhelos psico-económicos de una sociedad rural, inferior e
indigente...» (V. Dini, Uhtícrpmazivm: wóo-antropalm¿ka, en La «religión? populare»
¡AgnoicttoJ, 231).
IX H-NOMI;.\ ü MARIANO l;.N ;.A le [A Y l:N lií. MUNDO 47

[...] por ser Madre satirísima de Dios, que tomó parte cu ios miste­
rios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un cuito
especial. [. ..J Por este motivo, principalmente a partir del Concilio
de Éfeso, ha crecido maravillosamente e! cuíco de! Pueblo de Dios
hacia María en veneración y amor, en la invocación c imitación, de
acuerdo con sus pro fóticas palabras: «Todas las generaciones me
llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Pode­
roso» (Le i ,48-49).

Las alabanzas a María, anunciadas ya en la Escnrenq consrjruyen


la respuesta ai anuncio cid evangelio. Estamos ante un hecho esencial­
mente pneumático y carismático, como un don del Espíritu a las gene­
raciones de la nueva alianza.
Hasta hace poco tiempo, sobre la base de una oposición entre el
orden natural y sobrenatural, se creía que el carácter carismático del
origen y desarrollo de la reflexión y devoción m aria ñas descalificaba
cualquier interpretación de orden bumanoy~ J. En la actualidad todas las
interpretaciones se consideran compatibles, siempre que los datos del
fenómeno m ariano no se fuercen con el fin de probar particulares
preconcepciones, absolutizar la propia tesis y en definitiva atentar contra
el carácter esencialmente cristiano del culto a la Madre de Jesús. Esta
ha de set la regia hermenéutica moderna, segur, redama M. EÜadc:
Un fenómeno religioso será tal a condición de que se ie inter­
prete desde su propio modo de ser, es decir, comprendiéndolo dentro
de su escala religiosa. Girar en torno al fenómeno religioso en función
de la fisiología, la psicología, la sociología, la economía, la lingüís­
tica, el arte, e tc..., supone traicionarlo y dejar escapar irremedia­
blemente el quid único c irreductible que contiene.. d 6.

Esto supone que las interpretaciones humanas deben ser relativi-


zadas, mas no rechazadas, a menos que se trate de análisis arbitrarios o
falsos, como es el caso de la tesis del conthiuum entre los cultos paganos
de la Gran Madre: y d cidro mariano, .Siendo éstas expresiones plena­
mente humanas, pertenecen a la dinámica cultural y deben, por tanto,
ser estudiadas en clave inrerdisciplinar, aunque sin incurrir en los extra­
víos propios de cada movimiento religioso y cultural cuando se han
alejado de la palabra de Dios, del sentir cclesíal y de los dalos ciertos
de las ciencias humanas.

95, B. líarrmaini, Tcohi^ia dogmática, l’aoiinc, Alba 1962, 750-751,


96. M, Elude, TmtUito tii stari a ad ir religión i, "Uirino 1976, IX í Trinado de historia
de la; religiones, vok, Cristiandad, Madrid 1974-1981],

FA C U LTA D r¡f. t e o l o g í a
ü .C.A.
48 MARÍA M ADIIE DE jl-SÜS

De esta inicial aproximación, cabe concluir que el fenómeno mariano


se muestra com o una realidad religiosa y antropológica de extremado
valor e interés, pero sujeto a múltiples interpretaciones y necesitado de
una continua clarificación. Es necesario por tanto continuar con el
discurso a la luz de la relevación bíblica y sus incultura dones históricas,
y trazar así una línea de interpretación del fenómeno mariano que
responda adecuadamente a tas esperanzas de Dios y a las exigencias dei
hombre.
2
María en la revelación bíblica

De las múltiples expresiones e interpretaciones del fenómeno mariano


es necesario resaltar sobre iodo su urdimbre bíblica, es decir, la Biblia
corno con ju n to de «eventos y palabras íntim am ente conectados»
(D V 2); con ello se nos hace presente María de Nazarct en los funda­
mentos que hacen posible su discurso y su culto.
Pero antes que nada debemos preguntarnos: ¿qué es lo que Dios ha
querido revelamos en la Biblia? ¿De qué manera participa María del
mensaje central de la revelación? ¿Bajo qué perspectivas teológicas es
presentada la Madre de Jesús en el NT?
Para ahornar estas cuestiones dividiremos el discurso en dos partes.
La primera se centrará en descubrir la teología bíblica, su núcleo central
o principio unitario de la revelación, desde el que estudiar sus vínculos
con la figura de la Madre de Jesús. La segunda se limitará a ofrecer una
presentación diacrónica de María en ei N T a la !u?. de la teología de
cada hagiógrafo.
S o

Sección primera
M A R ÍA A L A L U Z D E LA T E O L O G ÍA B ÍB L IC A

P r em isa : M a r ía n ec esa r lv v íen te . fo r m a pa rte d e ea t e o i o g í a ríreica

La teología bíblica, entendida no como teología, conform en la Biblia,


sino como teología contm icLizn la Biblia, ya tiene dos siglos de historia1.

1. La expresir>n «teología bíblica» es usada en 1629 por W.J. Christmam: y es el


título de un libro de En rico de Dieust en 1643. En los últimos dos siglos la teología
bíblica se ha entendido como el estudio del cocteijido de las intervenciones de Dios
en la historia transmitido e interpretado por la Escritura. Cf. H.J. Kraus, Teolegi/i
50 MARÍA MADRF. DliJLSÜS

Pero inmediatamente constatamos que ignora casi por completo a la


Madre de Jesús2. De igual modo la mariología de los últimos dos siglos
ha olvidado la teología bíblica.
Puede decirse que prácticamente ambas han corrido paralelas y sin
contacto alguno. La mariología, al margen de la teología bíblica, corre
el riesgo de crecer arbitrariamente sin el control de la palabra de Dios
y cortar cualquier lazo con el designio salvífico. De igual m odo, la
teología bíblica, privada de la figura de María, pierde una referencia
viva y tipológica, un elemento humilde pero significativo de la historia
de la salvación.
Por tanto, la necesidad de integrar ambas requiere de los siguientes
puntos:

1. No cabe ningún entendimiento con profundidad de un evento


cualquiera o de una persona bíblica sin la referencia al misterio pascual,
ya que en la concepción unitaria de la historia de la salvación, eviden­
ciada por la teología bíblica, cada elemento adquiere su justa propor­
ción den tro del co n ju n to , dado que el cen tro de tod a la línea
histórico-salvífica de la Biblia es Cristo, sobre todo por su muerte y
resurrección.

De este modo —observa O. Culi mano—necesita dar cuenta de que


los distintos segmentos particulares dé. recorrido general, aun conser­
vando su significado temporal, están ininterrumpidamente deter­
minados por este hecho central3.

2 .1 a lógica humana es un método deductivo inadecuado para orga­


nizar sistemáticamente los datos referidos a la Madre de Jesús. Las inter­
pretaciones mariológicas basadas en esta lógica ss han visto incapaces

bíblica. Sloria eproblemática, Paideia, Brescia 1 9 /9 , 468; P.-R. Tragan, La teología


bíblica. Origine, sviluppo, prospettive, en E. Vilanova, Storia dalla teología cristiana, I,
Borla, Roma 1 9 3 1 ,2 7 -9 0 [Historia de la teología cristiana. 2 vols., Facultar de Teología
cié Catalunya, Barcelona 1999-2001 (2aed. icv. yamp.)].
2. Cuya única excepción es la obra ele I-. C. Ceuppens, 7 ¡tenlogia bíblica, que
dedica el voi. IV a De mariología, Marietti, lorino-Roma 1949. Pero en sentido estricto
no se trata de una teología bíblica, sino «de una simple infraestructura bíblica con fines
dogmáticos» (R. Schnackenburg, La ibéologic du Nouveau Testament. Fiat de la ijues-
tion, DDB, Bruges, i 961, 123 [La teología deiNuevo Testamento. Estado de la cuestión,
Dcscléc, Bilbao 19G61).
3. O. Culi manir, Cristo e il tempo. La cancezione del tempo e dedla storia nel cris-
iianesimo primitivo, lleiionianc, Bologna "d 990, 56 [Cristo y el tiempo, Estela, Barce­
lona 1968].
MARIA EN' LA REVELACION RÍIiUCA 51

de encontrar el principio fundamental o núcleo organizador de la exis­


tencia real de María"'1.
Es por tanto necesario cambiar el estatuto epistemológico y adoptar
un planteamiento histórico-saivífico. Esto es posible cuando el discurso
de María forma parte del contexto de la teología bíblica, abandonando
de este modo la estructura conceptual escolástico-ilustrada para inte­
grarse en el orden histórico-saivífico de la Biblia, «Ahora ningún exegera
estructura la teología bíblica de forma doctrinal prescindiendo de la
historia»45.
Y puesto que a través de las acciones, interpretadas desde la palabra,
Dios revela su superior sabiduría y su ser trascendente, es necesario que
la mariología se estructure según la lógica divina, k única capaz de
fundar el discurso mariológico sobre la sólida base de k revelación6.

3. Y en definitiva, siendo así que la divina Escritura, jum o con k


sagrada tradición, es «la regla suprema de la fe» (DV 2 1 ), el discurso
de fe sobre María debe igualmente nutrirse y regirse por ella. La Biblia,
sobre todo si es asimilada de forma orgánica y profunda como es perti­
nente a la teología bíblica, constituye «el alma de la sagrada teología»
(DV 24 ), lo que también es válido para la Mariología.
Si se acuerda con Entero, cuando afirmó que la Escritura es «fuente
y juez» de todas las cuestiones de fe, «que todo examina, juzga e ilumina»
(disputa de Leipzig, 1 5 1 9 ), el careo entre mariología y teología bíblica
es fundamental. Urge por tanto un profundo estudio que permita entre­
sacar el dato revelado originario acerca de María en función de las suce­
sivas imágenes y esquemas representativos de cada época y cultura.

E E l p r in c ip io u n it a r io d i - i .a B ib l ia y lo s c a m in o s
HIS I ÓR iCü-SALVÍl-1COS D E D IOS

En k elaboración de la teología bíblica se aprecia generalmente k


misma preocupación que en los tratados mariológicos: la búsqueda de
un principio unificador o de un centro focai en torno al cual se

4. C'f E panorámica respecto a /.i mariología sistemática en el c. IV del presente


volumen.
5. G. Segallo, Alta nccrcu di una teología bíblica, en La teología bíblica. Natura e
prospettive, (E. franco, cci.) AVE, Roma 1983, 28. ,
(i. ( Y. ,S. De Mores. Paüngeneíi delta m afia logia, en Mar 52 (1990) 201-209-
52 MARÍA MADRE DE JESÚS

organizan el resto de los da.eos7. Y si bien, com o en ruarlo logia, nos


encontramos ante un abanico de respuestas y soluciones que acaban
por desorientarnos, son, no obstante, contribuciones a la comprensión
de ¡a palabra de Dios. A este respecto podemos distinguirlas siguientes
interpretaciones.

! . L ín e a a p o fá tic a

Algunos autores, entre ellos K. Barril, insisten en el «Dios escondido»


(Is 45,1 5} y misterioso en sus cam inos (ís 5 5 ,8 -9 ), inaccesible a cual­
quier comprensión, cuya «revelación es efectivamente presencia y al mismo
tiempo acu itam ien to de D ios en el m undo de las religiones»8910. Igual­
mente tras la revelación ncotcstamentaria son «insondables sus desig­
nios e inescrutables sus caminos» (Rm 11,33). El sólo conoce y fija los
k a ir ó i {\~\c\i 1 ,6 ; M e 1 3 ,3 2 ), los tiem pos propicios para la salvación.
A Dios se le conoce más callando [teología apofática) que hablando
(teología katapan ca). l,e gusta sustraerse a las evidencias y siendo «inal­
canzable, no somos capaces de “disponer* de una teoría sobre Dios.
porque, com o no es posible vaciar el mar y pesar la arena (Is 4 0 ,1 2 ),
de igual manera no es posible penetrar en la com prensión de Dios»-'.
Aun revelándose a los fieles, a los que hace conocer «la economía del
misterio» (Ef 3 ,9 ; cf, Col 1,26; Rm 16,25; T t 1,3; 1P 1,20), Dios cons­
tituye un abismo insondable y una perenne aporra pata el intelecto
humano.
Toda teología bíblica debe tener en cuenta el ocultamicntn de los
caminos divinos y de su sabiduría paradójica; por eso «la teología es en
sí misma un riesgo inevitable, si no se quiere abrir una brecha entre el
Espíritu de Dios y el espíritu del hom bre»'0.

7. B. Kásemann lanzó en su tiempo esta provocadora advertencia: «Una teología


bíblica unitaria, nacida de tina única raíz que se despliega en una continuidad sin frac­
tura, es un sueño y una fantasía». A pesar de ello, los estudiosos de teología bíblica no
renuncian a la tentativa de superar la fragmentariedari de los datos bíblicos, sobre todo
cuando se trata de la única realidad de la revelación (ci. H. Schlicr, Rifleuioni sulÑusno
Testamenta, P.iideia, Brescia 21976, 39-40). Desde las múltiples perspectivas de la Biblia
es necesario hallar la trama central del plan sal vírico y recorrerla sucesivamente, lejos
de pretender «una comprensión tuLaí y continuada» (Kraus, Teologal bibiittt 433).
8. Iíraits, Teslog a bíblica, 239 (ron ti endose al pensamiento de K. Banh).
9. H, St-cbm. //Dio d i tutea la B'tbbia. Teología bíblica per Torientam.ent.ti delta
fedi\ Paidcia, Brescia 1985, 10.
10. G. Sónghcit, La ¡apierna della reelegía, sulla vio. deüa sciensa, en MS II, 532.
m a s ía i:. \ i . a k e v jí :_a c : o n b í b í .jca 53

2. L in ea tem ática

Ceros aurores, como W. Eichrodt, buscan presentar «el mundo del


pensamiento y la fe veterotesramentarios» a través de un corte que
permita distinguir lo periférico de lo esencial.
Esta categoría según Eichrodl debe centrarse en la alian za , terna
que permite una exposición imita ría de! AT. Pero la alianza es más un
«movimiento vital» que un concepto preciso*1,
Otros exegetas se orientan de. modo diferente y eligen un lema, aliei-
nativo como categoría unificación de k revelación bíblica: el señoría o
el reino d e D io s (Kóhler, Klein), el n om b re o la r e a lid a d d e J H W H
(Zimmerii, McKenxíc), la elección (Wildberger), el p rim er m andam iento
(Schmidt), k vida (Haag), la revelación (Graf Reven do w), etc.
Naturalmente estos términos-claves acaban transformándose en una
construcción ideológica que ¡educe a la Biblia a un único modo de
interpretación que impide crear un consenso entre los exegetas,

3, L in e a d e los theologou m cn a hisrórico-salvijiujs

Numerosos estudiosos se han alejado de! análisis temático por una


simple razón: el AT sólo «narra una historia» y posee una «estructura
de acontecimiento» (G . vori Rad). Por tanto «no hay razón para las
especulaciones, ya que prescinden del tiempo y la historia»12.
Es necesario por tanto localizar los tbeologoum ena histórico-salví-
íicos, exro es, los modos de actuación de Dios y los principios que guían
sus intervenciones en la historia de la salvación. Los exegetas nos
enumeran algunos:

A, lil prin cipio fu n d a m en ta l d e la B ib lia es e l evento Cristo

A pesar de la concepción rabínica que reivindica ía autonomía y


plenitud de la T enakh^, para ¡os cristianos no cabe duda que todo e!

1 i, Wí Eichrodr, 'icahigia dell'Amiea ihainteam, Paidcia, Brescia 1979 [ Teología


del Antiguo Testa-memo, Cristiandad, Madrid 1975¡-
1 7. Cullmiirm, Cristo e ¡i tempo, 46,
13- El término termkhsc compone de lar iniciales de fas tres grandes partes de la
Biblia hebrea: lonth (ley), ¡r bí'im (profetas) y k^túbím (libros históricos); rodos dios
designan los escritos que los cristianos llamamos Antiguo Testamento.
54 MARÍA MADRE DE JESÚS

Á f está intrínsecamente abierto al futuro según el esquema de promesa-


cumplimiento.
Dada ia interpretación mesiánica del AT hecha por los autores neo tes­
taméntanos y el mismo Jesús1^ y considerada la centralidad del evento
pascual como punro focal de la historia, no es posible que la Iglesia
«renuncie a la idea de que Cristo sea para toda la historia saivífica del
AT la causa Jfm a ík v■/ el arch e»1‘\
Hugo de San Víctor resume la tradición cristiana en esta frase: «Toda
la divina Escritura habla ds Cristo v roda la divina Escritura se cumple
en Cri$to»,f\ Ei hecho cristo lógico determina todos los estadios tempo­
rales de la historia: creación, antigua alianza, venida del Mesías y misterio
pascual, tiempo de la Iglesia y retorno de Cristo a su reino definitivo.
Son importantes a su vez los textos profcticos del AT referidos a
María.

a. Se trata del celebre protoevangdio, que en forma de oráculo divino


anuncia la lucha entre la estirpe de la serpiente, la fuerza maléfica que
seduce a Eva, y ia de la mujer:

Enemistad pondré entre ti y la mujer


y entre tu linaje y su linaje:
él te pisará ia cabeza
mientras acechas tú su calcañar (Gn 3,15)-

El p roto evangelio ha suscitado innumerables interpretaciones17.


Por eso resultan fundamentales las antiguas traducciones. Mientras que
los L X X interpretan el texto en sentido de un mesías individual: «él
(amos) te pisará la cabeza», la Vulgata opta por el significado marioló-
gico y lo traduce con el pronombre femenino; «ella (ipsd) te aplastará
la cabeza».
Sabemos que en el pasado se ha hecho del protoevangdio un lugar
teológico para probar las verdades marianas; en la actualidad ei concilio
Varicano II se muestra más cauro limitándose a afirmar que la madre
del Redentor «aparece ya pro fóticamente bosquejada en la promesa de
victoria sobre la serpiente» (LG 55).

]4 , Cf. KrüLüM leo logia hibliait 33 S.


15. A. Darlap, Teología fondam entaíe tkíla noria ad ía icdvezz¿i. en MS í, 1^7-
1G. Hugo de S;u\ Vícror, De arca Noé moraíi 2,8: PL 176, 642.
i 7. Ci'. los iMutlios* uní Lnbliugralía, cIl- R. LdurenL'Ínf ÍAnlerprétiUlon de Gen 3 ,15
dans ia Tradititm, en *■:Rinde? marjales-' 12 (1 Vjj4) 77-156 V S. VirguIinE Ricerche su
(renes! 3 ,1 5 d a l 1970 a i 1977\en Mar 40 (1 9 7 8) 13-30.
MARÍA F.N 1.A RF.VF.LACÍÓN BÍBLICA 55

La exégesis reciente tiende a acom odar el significado del proroe-


vangelio a la hostilidad permanente entre la mujer y la serpiente. Y ello
porque «aplastar» o «pisar» de nuestra versión traducen el mismo verbo
hebreo de súf, indicando de este modo un combate mortal entre ambas
partes. El contexto deja entrever la victoria de la descendencia de la
mujer, que al contrario de la serpiente no es maldita. Y- puesto que el
adversario final, cuya cabeza es aplastada, es una serpiente individua­
lizada, «es lícito deducir que también la progenie de la mujer repre­
senta un individuo ai término de la lucha»15. Esta perspectiva nos
permite vislumbrar la presencia de la «madre del definitivo vencedor
de la serpiente maligna», partícipe de la misma lucha y victoria1<J.
H1 texto de Gn 3 ,1 5 puede identificarse también en un sentido
personal desde otros dos celebres oráculos: Is 7 ,1 4 y Mi 5 ,2 , donde
retoma la figura de la mujer que da a luz al hijo salvador.

b. El oráculo de Isaías debe comprenderse en el contexto histórico


de la guerra siró ehamita durante el reino de Acaz (s. VIII a.C .). Frente
al rey, asustado por la amenaza extranjera, Dios manda un profeta que
le invita a esperar en la salvación que sólo viene de él. Ante la resistencia
de Acaz y su confianza, en los apoyos humanos, Dios toma la iniciativa
y le ofrece un signo:

He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo


y le pondrá por nombre Emmanucl (Is 7,14).

El signo consiste realmente en el nacimiento de un heredero de ia


dinastía davídica a través del cual Dios se manifiesta fiel a la promesa
hecha a David (2S 7 ,1 3 .1 6 ). Si directamente el oráculo se refiere a la
joven esposa { 'almah) de Acaz, que dará a luz a Ezequías, no o'bstante
el texto

guarda un horizonte profético profundo, que se va manifestando


en las generaciones sucesivas: la garantía de ia continuidad dinás­
tica tiene su razón de ser en el heredero mesiánico; la salvación va
creciendo hasta llegar al «Salvador»; [,..] «Dios con nosotros» es
realmente Cristo181920.

18. S. Virgulin, La madre dei viven ti (Gn 3 J 5.20), en La madre del Signare
(PSV 6/1982), Dehoniane, Boiogna 1982, 20-21.
19. S. Virgulin, La madre dei r i v e r i t i . 21-22-24.
20. L. Alonso-Schokd - J.L. Sicre Díaz, Prufeta¡\, Madrid 1980, 144-145-
56 MAÍí [a m a d r e d e j e s ú s

Esta apertura del oráculo a] acontecimiento mesiánico legitima la


interpretación cristiana dada en M t 1,2 2 -2 3 . 1.a profecía de Is 7 ,1 4 se
realiza plenamente en María, la «virgen» que concebirá por obra del
Espíritu Santo al verdadero Emmanuel, es decir, «Dios con nosotros»21.

c. ’lrcinta años después de Isaías, el profeta M iqueas retoma de nuevo


el tema de la mujer que dará a luz en Betlemme el vastago que asegu­
rará la sucesión de la dinastía davídica:

Por eso él los abandonará hasta el tiempo


en que dé a luz la que ha de dar a luz. [.,.]
El se alzará y pastoreará con el poder de J1IW H ,
con la majestad del nombre de JH W II su Dios.
Se asentarán bien, porque entonces se hará éi grande
hasta los confines de la tierra (Mi 5, 2-3).

Impresiona el hecho de que tanto la mujer parturienta com o el hijo


ésten tan perfectamente perfilados, y que entre ambos exista ese grado
de conexión que conforma un único signo de salvación2223. Pero más
im portante todavía es que los tres textos pertenezcan a un mismo
contexto y muestren tan «estrechísima parentela»22, iluminando y prea-
nunciando a ia madre junto al mesías davídíco,

B. E l prin cipio d e la. elección -sustitución

El principio de elección-sustitución, que incluye el de redu cción -dila-


ittción, determina el desarrollo de la historia de la salvación.

2 1. Cf. por tic pronto J. Coppens, la propbétie de lAlmtd), cu «Ephemcridcs diéo-


logiac Itrvaniensis» 23 (1 952} 6-18-678; 11. Gazelles, La Mire du Roi-mé;sie dans Ran­
cien Teslament, en María et aciesia. Acia congressus internananalis inaríologici-miiriani
in licítate laturdes anm, 1958 celebrad, KAMI, Roma 1959, 39-56; G. Del Olmo [.etc.
l.a profecía del iimmanuii (1; 7,10-17). Estado actual de la interpretación, en F.M 22
(1972) 357-385; Id., Ensayo de la interpretación formal, en KM 23 (1973) 345-361.
22. Jumo a los clásicos comentarios de Miqueas, cf. K. Testa, / salvatori apocalit-
tici di Israelc: la Parturiente e ilsuo Nato (Mi 4, i d 5, 4u-4b-G), en Mar 40 (t 978) 3 í-40.
23. Ortcnsio da Spinoíeü, María nella ttadiztonc bíblica, Dehoniane, Hoiogna
J 1967, 63, que añade: «Los Lextos en cuestión provienen de un mismo mundo reli­
gioso y literario, y remiten a un acontecimiento descrito práel ienmente con las mismas
palabras en los tres casos. I.os actores son [os mismos. Ki descendiente de la mujer, el
Lmmanucl, el hijo de ¡a parturienta, designa ai Mesías; [a serpiente, d monarca asirio
y cualquier otro enemigo desconocido de Israel, su antagonista [...], En los tres momentos
no se habla de una mujer cualquiera, sino siempre de una muchacha concreta; la «mujer»
i/i,í ¡.vi), “la virgen” (há'aima}, “la que va a dar a luz". K1 artículo derenninado revela
ciertamente un grado de evidencia en la mente del autor y de sus oyentes».
MARÍA F.N LA REVfiUCIÓN BÍBLICA 57

Dicha historia aparece como una pirámide que partiendo de la base


disminuye hasta el vértice para después iniciar un proceso de dilata­
ción, A la acción de Dios le sigue el principio teológico de la sustitu­
ción {Síeílvertrelung-= sustitución/representación), que consiste en la
«elección de una minoría para ja redención de la totalidad»211.
En realidad la historia de la salvación se despliega desde tin doble
movimiento:
hl primero [jarte de la pluralidad hacia la unidad (antigua o primera
alianza) e implica una reducción progresiva en cuatro fases: Israel es
elegido para la salvación del mundo, un testo fiel sustituye al pueblo,
el resto se reduce a un solo hombre (el siervo de JH W H o el hijo del
Hombre) y jesús realiza en sí mismo la misión del siervo de JIIW H y
del hijo del hombre (o del pueblo de Israel como tal), haciendo de su
muerte un acto expiatorio y de su posterior resurrección el centro de
la historia salvífica.
El segundo movimiento parte de Cristo y avanza de la unidad a la
pluralidad (nueva alianza), es decir, hacia la iglesia que tiene la misión
de dilatar el reino hasta los confines de la tierra22.

C. E l prin cipio do correlación

Secón
O la teolooia
O rclücioruiliz correlación es d elemento unificador
de la historia de la salvación.

El objeto y contenido de ia teología bíblica no puede ser ni


«subjetivo» ni «objetivo»; no se trata de un hombre o de un Dios
aislados entre sí, sino de Dios y el hombre en su mutuo encuentro
y en la comunión fundada en Dios y realizada en ei hecho (los
hechos) de la revelación24*2627.

Un anuncio que consuela y se difunde por todo el AT:

Dios, que es el totalmente otro, desde su personal libertad tras­


ciende su propio ser y se dirige hacia el mundo y e; nom bre...
El pensamiento y la conducta religiosa del hombre no son más que
la respuesta a este preliminar mensaje fundamenta! dei Dios de la
revelación22.

24. (lullnnnn, Cristo c i! tempo, 144.


25- Cuilniami, Cristo e iílem po, 143-145.
26. Krauss. Tmloyia bíblica, 378-379.
27. A, Deisslcr, f.’anttttncio doUAntko 7estamento, Aresela 1580, 52.
58 MASÍA MAIJRK DI- JESÚS

El significado del nombre de JE IW H , que resuena 6 .8 0 0 veces a lo


largo del AT, se mueve en esta dirección, ya que

en su nombre el Dios de la revelación no pretende revelar su sola


esencia metafísica, sino más bien la autodeterminación de su exis­
tencia que el —com o persona absolutamente libre- se ha dado
tomando la resolución de dirigir su rostro hacia los hombres —y
sobre todo a Israel—y de unirse a ellos con una relación personal
tan intensa que el hombre no es capaz de abarcar28.

Este constante dirigirse a ios hombres com porta una dimensión


social en cuanto que Dios somete a los soberbios y dirige su mirada
hacia los humildes (] S 2 ,4 -8 ). Estamos por tanto ante «un argumento
que recorre todo el AT: J H W H es el defensor de los débiles y opri­
midos»29.
Esta perspectiva ha sido sistemáticamente estudiada por C . Wester-
mann, que a continuación estudiamos.

4. ¡A nea d e l even to d ia lóg ico

Con gran perspicacia C. Westermann enriende el AT como un evento


histórico en el que la palabra de Dios es antes que nada «un aconteci­
miento que se crea entre quien pronuncia la palabra y quien la escucha»30.
De allí que no sean los conceptos (elección, salvación, pacto, fe ...) las
formas más idóneas para reflejar las grandes líneas de la revelación
bíblica, sino los verbos o las estructuras verbales.
Tres elementos fundamentales constituyen la teología del AT: historia
(epifanía de Dios que actúa), p a la b r a (teníanla de Dios que habla) y
respuestas (reacción del hombre con palabras y acciones). Así resulta
que las «acciones y palabras de Dios y las palabras y acciones del hombre
como respuesta, son ¡os elementos que constituyen la constante estruc­
tura fundamental de esta historia»31. Ambas confluyen en una misma
categoría de «encuentro» que «determina toda la historia de Dios con
Israel y da inicio au n acontecimiento dialógico entre Dios y su pueblo»32.
En acción de Dios engloba el concepto dinámico de «salvación», que

28. Deissler, Límnuncio lid i’Á 71 56.


29. Deissler, L'annuncio dellÁT, 79.
30. C. Westermann, liologia deiTAnt-ico lauirotM o, Paitleia, Btescúi 1983, 20,
31. Westermann, Teología de WAT, 4 1,
32. Westermann, teología deli'AT, 49,
MARÍA KV 1A REVELACIÓN U/IIIÍCA 59

indica un evento (mientras que «salvación* designa un estado) que nos


libra de un peligro mortal, Su estructura, como aparece en Dt 2 6,5-11
y en todo el éxodo, se articula en una sucesión de hechos: peligro — invo­
cación —escucha —salvación —respuesta. El encuentro con Dios «bajo la
forma de una experiencia de salvación» constituye el acto fundante de
la historia de Israel; los conceptos de elección y de alianza son muy
posteriores.
A la «salvación» (acción episódica) sigue ía «bendición» (acción
permanente). El Dios salvador es también el Dios que bendice. Recu­
perando ¡a creación y entrando en la vida sedentaria de la tierra prome­
tida, Israel experimenta la historia de la salvación com o promesa de
bendición, esto es, com o «una acción de Dios quieta y constante* y
«fuerza de procreación». Todo ello «hace posible al hombre religarse a
Dios durante toda su vida, en el fluir de cada d ía ... recibirla de sus
manos, especialmente en la oscuridad de ios acontecimientos cotidianos
en los que no sucede nada en pa rt ¡cuiar» W
A la acción saívífica y bcndecidora de Dios le sigue la respuesta
humana, «un punto particularmente Importante p arala teología del
AT >W, que también se modula en p alab ras y acciones.
El hombre que experimenta la benevolencia divina reacciona con
la alabanza a Dios en forma de salmo narrativo. Así hace e! pueblo y
Myriam a la salida de Egipto con el más antiguo cántico de Israel (Ex
1 5 ,1 -2 1 ).
Más adelante el hombre responde con obediencia de fe a la palabra
de salvación y a los mandamientos en su vida cotidiana y en el conjunto
del culto que culmina en la ofrenda sacrificial.
El encuentro con Dios en los eventos históricos es Igualmente objeto
de reflexión: es una respuesta de meditación que unas veces precede a
ia fe y otras la sigue com o reflexión de lodo lo acontecido. Tanto en el
AT com o en el NT, concluye Westermann

los que aceptan seguir la. llamada hacen depender toda su existencia
de quien les guía, y e! resultado comporta experiencia, prodigios,
salvación y preservación, 'lauto unos como otros entienden que el
obedecer se identifica con ci seguir; el único mandato es continuar
en el camino, el único pecado es abandonarlo (Jn 6 ,6 1 ss.)W3*

33. Westermann, teología (M i‘AT, 138.


3 4, West erma nn, ieologia dril ‘A l \35.
35- Westermann, Teología deli'AT, 297.
60 M A R ÍA M A D R E D E JESÚS

II. Los CAMINOS OH Dios E-.K M.ARf.A, MICROHISTORIA DE LA SAI.VACIÓN

Reflexionando sobre el modo de actuar histórico-salvífico de Dios


en el AT, no es difícil ver sus implicaciones en la persona de María.

1. M a r ta revelación d e D io s en e l m isterio

La linca apofánca de! misterio concierne a María en cuanto es lugar


y teatro de la acción de Dios que se revela y al tiempo se esconde, se
manifiesta y de nuevo se oculta.
Las «grandes cosas» (Le 1,49) realizadas en ella participan del carácter
paradójico de la acción salvífica divina (cf. Sb 5,2) ya que unen aspectos
contradictorios: maternidad y virginidad, humildad y exaltació n ...
Kn María la salvación se realiza de un modo imprevisible que rompe
toda lógica y razonamiento humanos56.
A pesar de todo lo que de ella diga el NT, la Madre de jesús quedará
envuelta en un misterio que provocará el asombro de los contempla­
tivos y la liturgia57. Lila participa de la economía del misterio porque
en ella se cumple la promesa veterotesramentaria que abre en Cristo la
¿poca de la nueva alianza.
Precisamente por esas «grandes cosas» (Le 1 ,4 9 ) realizadas en la
Madre de Jesús gracias a un Dios potente y misericordioso, se ha difun­
dido en la iglesia el lema «de Mar¡a nunquam satis»53. Al margen del367*

36. C f j-P Pkívüsl, Le «parádaxc du salui« telan Sg3-4. iñude de si metan-, exégjtsc
el-perspectivas théologiques, PL'G, Rom» 197*)-19 B0, 159 fresó policopiada).
37. Rara este «estupor» ame el misterio escondido de María reliemos el ejemplo
dd himno Alt ¡ubi si os, estrofa 17, y H.-M, Guindon, Une dimensión objtctive du cuite
mariid chez mine Epbrem de Syríe: ladra muían, en D e prim ordía cu¡tus m anan i. Acta
cimgresms fndriakgtci-mtiriuni imernatianah iti Lusi tuina. amia i 9 0 / celebrati, 111, RAM1,
Roma 1970.213-228.
38 9c ignora d origen de esre axioma que llega a nosotros gracias a Luis ¡vi. de
Moni fon en su Trinada de la verdadera devoción a M aría (compuesto hacia 1712, encon-
Lradcí en 1842 y publicado en 1843) donde se afirma: «V así pues es justo y necesario
repetir con los santos: D e M aría nunquam unir» (u.10). La ¡dea se encuentra en Jos
I'adres y en los teólogos medievales, mico eras que ía fórmula la hallamos por primera
vez cu Lutcru con su expresión «Crcamra María non potesr satis laudar!» {'Ehcbrcden,
25.3.1533). C f H.M. Ktistei, Ma ñ a nunquam satis»: Werfánd, wat bedeutet diese
bar malí, en M aterjídci et fidríimn. Caílccred Essciys tn íiofw r Théodoee Kíihíer.. «Marian
Libiary Siudics», 17-23 (¡9S/-1991) 617-632. Añadimos dos autores anteriores a
Monrforr con parecidas fórmulas: I L Raynaud. Diptyca m añ an a.,., Grano¡topoli
1643 en cuya p. 12 indica: «Dicta pacrum, de nunquam satis laudanda fí. Virgine», y
MARÍA EN LA ¡tKVLLAQON BÍBLICA 61

uso triunfal que se le ha dado, esta intuición nos muestra a María como
el lugar privilegiado de la acción trinitaria y nudo relacio nal que «reúne
en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe» (I..G 65).
Una teología que pretenda contener la alabanza a María no tiene más
remedio que romar en cuenta el misterio divino en el que ella se sumerge.

2 . M a r ía la m u jer d e la a lia n z a

La línea tem ática que descubre en el concepto y e] evento de la


«alianza» el tema central y unificador de la Biblia (Eichrodt, Seebass,
Beauchamp...) permite descubrir a María como la «mujer de la alianza».
Se trata, por tanto, de una perspectiva perfectamente ajustada para
definir el ser íntimo de la Virgen y abarcar por entero su existencia.

Definida en su papel más esencial puntualiza J. G alot- María


es la mujer con la cual Dios ha establecido su alianza. Comprome­
tida con esta alianza, María lia colaborado de modo decisivo a la
formación de una nueva humanidad.
En el marco de csca alianza debe considerarse la maternidad
excepcional de María. La alianza explica el profundo compromiso
que mana de esta maternidad, la contribución de fe y el sí dado a
la venida del Hijo de Dios al mundo. A imagen de ese símbolo
perfecto que comporta las bodas de Dios con la humanidad, la
alianza llama a una unión de amor que salda el carácter virginal de
su maternidad.
... Y en conclusión, la alianza muestra la continuidad de la vida
materna en el sencido de una cooperación con el designio redentor
que alcanza su clímax en la participación del sacrificio de Cristo,
en la asociación con su elevación gloriosa y su actividad presente
en la iglesia-''.

Dos acercamientos muestran plausiblemente que María es vista por


la Biblia como la «mujer de ia alianza».

el carmelita A. Mastdloni, !.e due zalutazitmi, II/1, Napoii 1688, que se refieren María
con el proverbio «De dilecta nunquam satis» (p. 2.3Ü). El origen de este lema hunde
sus raíces en la antigüedad: «Así e;i ia, exequias de Efestión, gran amigo dd mismo
Alejandro, un orador en extremo elocuentísimo encerró todas ias virtudes retóricas en
citasoía expresión: de dilecto niitiqnam satis» (C. Labia, Simbol: fistiviper te¡oler.niih
prhwipttli di Christo nostro Sipiare, M ía Beata Vergine Mana, degii aposiali e d ’altri
Sanli..., N. IVazana. Venezia 169S, 65).
39. j. Galot, Muría la donnu nellopera disalvezM, PUG, Roma 1984, 23.
62 MARÍA MADRE D E JESÚS

El primero cíe ellos, presentado por I. de la Porte ríe, parte de la


teología de la «Hija de Sión», teología que revela el misterio de la alianza
entre Dios y su pueblo desde su prerrogativa de esposa (O s 1-3; Is
6 2 ,4 -5 ), madre (Sal 87; Is 6 0 ,1 -7 ) y virgen (Am 5 ,1 -6 ). De esta manera
«María es la única mujer que en su personalidad concreta es al mismo
tiempo esposa, virgen y m ad reé0.
El segundo, conducido por A. Serra, asume como criterio herme-
néutico la interpretación de los autores del NT, los cuales «entrevieron
por primera vez la figura de ia Virgen en la persona e instituciones de
la antigua alianza»**1. Para Lucas y Juan María encarna ante todo la
respuesta dei pueblo de Israel a la alianza. C om o sucedía en el AT
cuando la alianza exigía el compromiso de obediencia al Señor en el
sentido de seguir, servir (Ex 1 9 ,8 ; Jos 2 4 ,2 4 ) y hacer m em oria, así
el relato de la anunciación y el episodio de Cana se comprenden en el
marco de la alianza, donde María madura la fe de Israel dentro de un
consenso total que constituye el eco de las fórmulas de la alianza"*2.
María realiza posteriormente el significado del arca y de Jerusalén,
dos instituciones ligadas a la alianza com o signos de la presencia defi­
nitiva de Dios en la humanidad (Le 1,39-56) y de la maternidad universal
de los hijos de Dios dispersos por ¡a tierra (Jn 1 9 ,2 5 -2 7 ).

3 . M a r ía m icroh isto ria d e la salvación

Los thcologoum ena de la historia de la salvación afectan profunda­


mente a María. Los caminos de Dios pasan por ella a modo de cruce
donde diversas vías convergen y en el que es posible encontrar reunidos
los m odos de la acción de Dios en la historia. Es lógico, por tanto,
definir a María com o la «microhisroria de la salvación», una persona
histórica, una mujer humilde del pueblo de Israel en la que Dios ha
actuado revelándose a sí mismo desde una lógica paradójica, un amor
misericordioso y un infinito poder.
María es fragmento significativo y transparente de la trama histó­
rico- saívífica tejida por Dios en c! AT y que asume la máxima inten­
sidad en Cristo para reproducirse después en la Iglesia. Contemplando
a María conocemos la historia de la salvación en sus dinamismos más4012

40. 1. de la Potterie, Marín n d mi ¡tero dell'aileanm, M arlen i, Genova 1988, 23


[M aría en el misterio de La alianza, RAG, Madrid 1993].
41. A. .Seri-5, María. (ndíAT), en NDTB, 895.
42. Serra, M aría (nclí’AT), 897 (que remite; a otras obras suyas}.
MARÍA EN LA REVELACIÓN ÜÍHUCA 63

íntimos; en ella percibimos a un Dios que se manifiesta desde tres modos


de acción:

A. E l cum plim iento d e la prom esa en M a ría

Si iodo et A T gravita en tomo a Cristo como el centro de la historia


salvífica y a su santidad definitiva, dicha dinámica afecta también a la
m adre de C risto que participa con él de la «plenitud del tiempo»
(Ga 4 ,4 ). Fn María se han real izad c las promesas de Dios, y por ello
es aclamada por Isabel: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (I.c 1,45).
De varias maneras los evangelistas explicitan la realización de las
profecías en María acerca de la concepción virginal de Jesús (M t 1,22-
2 3 ), de las maravillas que Dios ha hecho en ella «como había anun­
ciado a nuestros padres» (Le 1,55) y de la confianza de la madre y del
hijo como algo verdaderamente esperado. (Jn 1 9 ,2 5 -2 8 ).
María pertenece claramente a la fase definitiva del cumplimiento
mesiánico: «con ella misma, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada
espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura
la nueva economía» (LG 55).

R. M arta, la elegida p o r p u ra gracia

El principio de elección, esencial para comprender ci designio de


Dios sobre los hombres, implica varios hechos que se perciben clara­
mente en María.
La Madre de Jesús resume y concentra la larga historia del pueblo
«elegido». N om brado com o tal gracias ai am or gratuito de D ios
(D t 7 ,6 ), se convierte con el paso del tiempo en una esposa infiel llena
de pecados (Os 2,4). Lera Dios no repudia a su pueblo (Is 50,1), aunque
su elección se manifieste ahora de una nueva forma: dejará sobrevivir
a un pueblo de pobres (So 3,1 2), e Israel será elegido bajo la forma de
un «resto», de una «semilla santa» (is 6 ,1 3 ; 14,1; Za 3 ,8 ).
La base de la pirámide de la elección se restringe pasando de la plura­
lidad a ia unidad, representada en María en vista de la generación del
Elegido de Dios: Jesucristo (Le 9 ,3 5 ; 2 3 ,3 5 ).
La Virgen es elegida por Dios por pura gracia, o dicho de otro modo,
por amor (Le 1,28), en cuanto personificación del auténtico Israel que
responde al plan divino con ia disponibilidad del corazón humilde y
la entrega total de sí mismo (Le 1,38).
64 MARÍA M A D RE DE HÍSÜS

En Marín revive la elección de Israel y su misión de concebir al


.Mesías y acogerlo en la le. Ella la representa y a la ve?, la supera, ya que
en su persona da inicio el movimiento de fe en Cristo que constituirá
la Iglesia. En ella, a semejanza del corazón, se realiza un doble movi­
miento de sístole (contracción) y djástole (dilatación); la sinagoga se
sintetiza en María como punto de partida pata su extensión en la Iglesia.
Todo este designio satvífico de Dios se evidencia en M aría, a la
que cabría atribuir la noción de «personalidad corporativa»"*3. Esta, que
guarda profundas resonancias con la cultura semítica, indica que el
individuo, siendo una persona concreta, es «fnncionalmente identifi­
cado con la comunidad».
fácilmente cabe aplicar a María el esq u em a h orizon tal del dirigente
que hace las veces de representante de su pueblo. Ella realmente repre­
senta a su pueblo porque es la posteridad física y espiritual de Abraham
y porque lia sido elegida para desempeñar una función importante a
favor del grupo. Pero también el esquem a vertical del antepasado que
se expande bacía futuras generaciones com pete a María. Abarcando
retrospectivamente a los antepasados, ella aporta a la Iglesia los aspectos
antícipativos y prolongativos que la caracterizan. La Iglesia, frente a
Cristo-Es poso, es María misma amplificada, por lo que se prolonga y
sobrevive en el grupo de los descendientes espirituales. M aría acaba
sólo cuando acaba la Iglesia,
La idea de María com o personificación del pueblo de Israel se funda
en varios factores: a. la concepción bíblica del individuo no aislado sino
siempre uno con la comunidad, de la que es representante en el bien y
el mal; b, la teología alusiva de Le 1-2 que a través de varios procedi­
mientos literarios busca presentar a la Madre del Mesías como Hija de
Sión y personificación concreta del pueblo de Dios; c. el paso en el
Magníficat del yo al nosotros (Le 1 ,4 6 -4 9 -5 5 ), típico de los Salmos y
de la Biblia como expresión de ¡a solidaridad del individuo con la comu­
nidad (cf. Sal 22; 103; 137; D t 2 9 ,1 -2 ; Esd 9 ,6 -7 ; jd t 1 3 ,4 -5 )...

C. M a ría p a t in e r hu m an o de i encuentro con Dios

I-a teología relación alo de la «correlación», que vislumbra el elemento


unificado!- de la Biblia desde la mirada de am or que Dios dirige ai43

43. Ei fórmula «cor pura le personal it.y» lanzada por H.’W. Rol) ¡riion en 1936 lia
sido estudiada, por j, De Fraine, Adamo e la saa discendertza. f.a conceziane della perse-
nalita corporativa nella dialettica bíblica d ell’individuale e del colletúvo, Citta Nueva,
Roma i 968 (l-1ed. francesa i 939).
.VAfíÍA l-'.N I..A RFVF.1.AC10N BÍBLICA 65

hombre para incitar en él una respuesta de amor, se realiza ejemplar­


mente en María. Prevenida por el favor divino (Le 1 ,4 7 -4 8 ), la Virgen
se ve a sí misma bajo la mirada saivífica de Dios (Le 1 ,4 7 -4 8 ) al que
responde con su entrega absoluta (I ,c 1,38). A este respecto ella se convierte
en el pai tnct humano del encuentro de Dios con la humanidad.
Este encuentro se modula según un principio de acción que abraza
todo el arco de la historia de la salvación: la predilección de Dios por
los pobres se manifiesta en el esquema de abajamiento-exaltación.
El Magníficat sitúa a María en esta perspectiva: «porque ha puesto
¡os ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada» (Le 1,4 8 ). Vemos que el
cántico aplica a María el modelo fundamental para la comprensión de
su existencia y de toda la historia de la salvación: en ella se «trueca la
suerte» o «cambia la situación» de la humillación a la glorificación, del
abajamiento a ia exaltación, de la caída al ascenso.
Este esquema o principio que rige la historia del mundo, pertenece
a la teología clásica de Israel y recorre todo el AT y el NT. El justo sufre
pobreza y humillación de la mano de un Dios que también «enriquece
y despoja, abate y ensalza» (1S 2 ,7 ). Ejemplo característico del actuar
de Dios es David, el joven tenido corno un pobre muchacho que de
pronto es «tomado de! pastizal, de detrás del rebaño» (2S 7 ,8) para ser
elevado a la condición de rey. La fórmula de entronización mencionará
ese paso dei barro ai trono de los príncipes (Sal 1 13,7).
FJ cambio de suerte es estructural en el libro de Esther, que como
sabemos es entronizada mientras Vas tí es repudiada, Mardoqueo exal­
tado y Aman eliminado.
En el m dshaí de L 1 4 ,4 -2 1 , que constituye una sátira contra un
tirano abatido, el teína del orgulloso que aspira a alcanzar el cielo y que
es abatido hasta «las profundidades del abismo» se aplica al rey de
Babilonia.
C uando ia com unidad cristiana prim itiva busca un m arco de
comprensión de la vida de jesús, lo halla en el esquema ya conocido
de «la humillación y la exaltación del justo sufriente»^.4

44. h . Schwcizer, Ci'iewlogia nenteitarnentaria: il minero jiaicjaale, Eílehontane.


bologna I969, (Ti, Todo el volumen gira alrededor del esquema humilladón-exalla-
dón, según el vítulo originario de la obra: ¡irniedrigung undErkóhung bel Jesús und
¡cine Na.chfolgern, Ziíridi 1955- Cf. sobre el lerna dei justo sufriente I„ Ruppert, Jetui
ah der ieidende Gerechud, KathoÜsche Bihelwcrt, Scuttgan 1972; C. Chiben], Ilm o d elb
del «giutto sojff renten.,,, en La storiografia ndia Hibbia. Atti delht XXVIII seuim ana
bíblica, Dehoniane, Bologna 1986, 153-168.
66 MARÍA MADRE DE JESÚS

En el A l y en el judaismo tardío se analizan ambos polos. La humi­


llación es interpretada en térm inos de servicio y obediencia45, y la
exaltación como arrebatamiento y asunción al cielo (2R 2 ,1 1 ; Gn 5 ,1 4 ;
1M 5 ,2 8 ; Sb 4 ,1 0 ) . Todo esto se aplica a Jesús com o el «justo»
(H ch 3 ,1 4 ; 7 ,5 2 ; 2 2 ,1 4 ) y el «siervo» obediente al Padre (Jn 1 0 ,1 7 ,
1 5 ,1 0 ; 1 3 ,1 3 - 1 4 ...) hasta la m uerte (H b 2 ,9 ), quesera exaltado en
su resurrección (Hch 2 ,2 2 -3 6 ), «coronado de honor y gloria» (Hb 2 ,9 ).
El him no cristo ló g ico pre-paulino de H p 2 ,6 -1 1 am plía esta
antítesis de humillación-exaltación com o paso crístico del status de
autoalienación en la «forma de siervo» (con todas las consecuencias
existenciales de sumisión, sufrimiento y renuncia a la inmunidad inhe­
rente propia de su condición de «ser uno con Dios») a la exaltación que
co m p o rta el nuevo nom bre de K y r io s y la adoración de todas las
criaturas46.
Este esquema se aplica análogamente a María, para convertirse en
principio hermenéutico de su existencia terrenal y celeste. La humilde
sicrva del Señor, partícipe también de la espada de dolor y contradic­
ción, es alzada a! ciclo, entronizada junto al Hijo y digno objeto de la
veneración de todos los pueblos.
En ella revive 1.a suerte del Israel justo, al tiempo que se anticipa la
iglesia que, en cuanto partícipe de la kenosis de Cristo, «es formada
únicamenre en María . . Traspasada por la. espada, recorre junto a su
Hijo el camino del abajamiento de la temporalidad hasta culm inaren
la cruz»47. También el principio kenótico es aplicado a María48, que no
sólo contribuye a la kenosis de la encarnación, sino que asume una
condición modesta de vida según la espiritualidad de los pobres de

45. «Para [a concepción del tardo-judaismo ía religión es obediencia..., someter


humilde y servicialmente 1.) voluntad humana al oran ¡potente, a la insondable voluntad
de Dios, y actuar en cada momento según sus mandamientos, sean éstos comprensi­
bles o no, es la piedad» (W. Bousset- H. Grcssmann, Die Religión desJudenmms. Hartd-
buch ¿um Netten Tesunnent, 1926, 375).
46. Sobre este himno, c£ los trabajos de J. Hcriban. Retío «phronén». Studio esege-
cico su FU 2, i -5- 6-1 f, I-AS, Roma i 983, en La. dimmsione mitifica della kenosi di Cristo
tu alócete interpretazioni di Fil 2,6-7, en Sdheaza cristiana e adcure ndierne, I, LDC,
Leumann 1985, 203-228.
47. H. U. von Balthasar, «Kenosis della chicsa?», en Lo Spiriia e l'istituzione, iMo rec­
ularía, Brcscia 1979, 109.
48. C f S. Benito, A neto Principie ofMariology: che Kenotic Motif, en Oikonomia.
i ¡eihgeschicbce ais Thema der Theologie, Hamburg 1967, 240-272; J. Alonso, Un nuevo
principio en mariologict protestante: el motivo kenótico, en KM í 9 (1969) 341-352.
MARÍA l:.\ I.A !UiVHL.\aÓhl RÍMICA 67

JHW'Tl. Pero este principio quedaría mu rilad o o incompleto si no se


diese la exaltación posterior de la Madre de Jesús4950.
Sólo queda el problema de la traducción en términos antropoló­
gicos de este esquema de orden espacial El judaismo ¡o entendió en
términos de obediencia-glorificación, Hoy lo podemos entender desde
un sencido de marginación-promoción, pasividad-inserción activa en
la historia o ausencia de valores-plenitud de significado: «Dios ha trans­
formado su insignificancia en un instante de salvación mesiáníca»--0.

4 . M a r ía la m u jer d e i cítenlo dialóg ico

La línea d e l evento dialógico propuesta por C. M'estermanir consti­


tuye un principio bíblico capaz de unir y organizar los datos referidos
a la Madre de Jesús.
.María, com o lugar de la acción salvífica y bendecidora de Dios,
canta su experiencia de Dios salvador (Le 1,47) y es proclamada «bendita
entre las mujeres» (Le 1 ,4 2 ). F.n María se repite e! acontecim iento
fundante de la historia de Israel como un encuentro personal con el
Dios que salva. Ella se siente objeto de la mirada benévola de un Dios
que se posa sobre ella y realiza maravillas, y de este modo experimenta
la bendición divina com o presencia perm anente y fecunda que la
convierte en madre del Mesías. María es la mujer por excelencia de
la historia de la salvación.
A la «salvación y bendición», acción prioritaria del diálogo divino,
María responde ejemplarmente siguiendo la mejor tradición de Israel
con la p alab ra, la acción y !a m editación.
En cuanto partner humano del evento di alógico realizado por Dios,
María, según la palabra dei ángel, da una respuesta de fe programática
que la pone en camino. La suya es una p a la b ra de completa disponi­
bilidad a io que Dios ie pide. Y porque se entiende a sí misma sirviendo
al .Señor, María se expresa desde una activ id ad h u m an a cuya primera
razón de ser es la maternidad, de Jesús y todo cuanto ésta incluye.

49. Desde el punto de vista ecuménico parece evidente que los protestantes resaltan
la mpeimaisAc María y los católicos su exaltación. Sin embargo el texto de l,c ] ,48-49
«asegura ambas cosas: ella forma parte de la humilde existencia de los piadosos judíos
que han retornado deí exilio, y en un semillo amplio, de todo d genero humano. Pero
Dios también la exalta y por ello es predamada como bien aven* unida.» (A. Müllcr, La
pos izóme e la cooperaziont di M ana nd! evento di Cristo, en MS VI, 577).
50. E. Féretro. Serva, en NDM, 1291.
68 MARÍA MADRE DE JESÚS

Su vida se vuelve entrega completa a Dios que culmina en la ofrenda


sacrificial de su ser junto a su Hijo.
Como Myriam hermana de Moisés, María expresa la experiencia de
salvación en forma de salmo narrativo: el M a g n ífic a t { h e 1 ,4 6 -5 5 ).
Y como hicieron los sabios del AT, ella m edita el permanente enigma
que envuelve los hechos de jesús para com prender el plan divino y
realizarlo,

S ín t e s is conclusiva

Como conclusión a la teología bíblica, podemos observar que lejos


de forzar su sentido los principios fundamentales de la Biblia tienen
una armónica y connatural aplicación a la Madre de Jesús.
María aparece cuando se cumplen los tiempos de la promesa como
la confluencia de los caminos de Dios y punto de partida de todas sus
ramificaciones,
Y a semejanza de un Dios que sigue oculto en su revelación, el
camino/M aría queda envuelto también en su misterio, pues al mismo
tiempo desvela y oculta la acción de Dios. Ella pertenece todavía al AT
pero al igual que roda la revelación bíblica gravita en torno a Cristo.
Ella es la mujer de la alianza que realiza las profecías de la Hija de Sión
en vista a la unión indisoluble entre el hombre y Dios. Así pues la Virgen
forma parte del proceso de elección-sustitución que va de la pluralidad
a la unidad y ejemplo paradigmático de la «correlación» que com o
objeto de la mirada salvadora de Dios responde con fe y conducta
religiosa.
La Madre de Jesús representa el diálogo personal con Dios, la mujer
del encuentro y de la experiencia de un Dios que salva y bendice. Por
eso el título de «micro historia de la salvación» le concierne profunda­
mente, porque en ella se reúnen y se entrelazan ¡os modos de acción
divinos y vemos la respuesta ejemplar a las intervenciones de Dios en
la historia de la salvación.
El AT lia puesto a nuestra disposición categorías apropiadas para
comprender el misterio de. María, persona singular que forma parte
también de los avalares de su pueblo. Estamos ante un cuadro amplio
y orgánico en el cual se enmarca su misión única y característica, una
especie de «forma a priori» de orden histórico-salvífico que nos aporta
la correcta precomprensión que. sitúa a María en su justo contexto.
Debemos ahora verificar cómo el N T comprende a María y cuál es
la figura teológica resultante de los diversos escritos inspirados.
69

Sección segunda
MARÍA F.N LA HISTORIA DF, LA SALVACIÓN
SEGÚN LA TEOLOGÍA DEL NT

Pasando del AT al N T k figura de María se Total iza asumiendo


contornos más nítidos y reales.
Presente y ai tiempo oculta en los caminos histórico-sal vídeos de
Dios que desembocan en ella y se prolongan en Cristo y la Iglesia, su
manifestación histórica nos revela a una María plena de identidad y
misión.
Para comprender el sentido y el significado de la Madre de jesús
debemos proceder desde el contexto unitario del NT, estudiado tanto
diacrónica como sincrónicamente. Por lo demás es obligado trazar el
recorrido documental de los libros del N T siguiendo las fases princi­
pales del desenvolvimiento del kerigma, e interpretar con ellos los
acontecimientos marianos a la luz de cada hagiografía.
Para realizar este cometido nos atenernos a la teología del N T y en
particular a los trabajos de I,. Goppelt. cuya documentación y ecuani­
midad, según nuestro parecer, destacan del conjunto^1.

Primer periodo (33-50 d.C.): cristianismo primitivo

No disponemos de testimonios literarios inmediatos que nos relaten


k vida de los diversos grupos de discípulos constituidos en Galilea y
en Jerusaién tras la partida de jesús. Con todo, poseemos ciertos cono­
cimientos más o menos estructurados sobre estos años «oscuros» de ¡a
comunidad cristiana primitiva gracias a las referencias que nos aportan
ias ca n a s d e san P abla (tradiciones, himnos, fórmulas, informaciones
varia s ...], los H echos d e los Apóstoles (escritos posteriores al año 80 y
que nos sirven de referencia critica de ciertas tradiciones) y los E iw i-
gelios sinópticos (que muestran ia situación de la comunidad cristiana
entre los años 0 5 a 85 e indirectamente de los años precedentes).
De dichas fuentes podemos juzgar que el cristianismo primitivo
estaba constituido en dos cipos de comunidades o corrientes diferen­
ciadas: la judeo-palestincnse y {a helenística.51

51. 1.. Goppelt, 'leolngijí ddN uevo Testamento.. 2 vols., Moros![iuna, Brescia 1982-
1985; Id,, L'nd aftas tulien e iubdpmtolica, Paidcia, Brescia 1968.
70 MAftf.A MADRE DE JESÚS

I. M a r ía k n i .a c o m u n i d a d j u d e o - c r i s t i a n a r a l e s t in e n s f .

Un grupo de cristianos se reúne en Jenisalén bajo la guía de los após­


toles iras ia ascensión de Jesús. Su kerigma misional, Jo maulado en la
predicación de Pedro (H ch 2-5) y transmitido por Pablo (IC o 13,3-
5), se centra en el testimonio de la Pascua: «Vosotros matasteis a jesús
de Nazaret; pero Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades,
como ya fue profetizado en la Escritura, de lo cual todos nosotros somos
testigos» (ci. H ch 2 , i 4 - 3 9 ; 3 , ¡2 - 2 6 ; 4 , 9 - > 2 , 5 ,2 9 -3 2 ; 1 0 ,3 4 -4 6 ;
IC o 13,3-5).
Por lo que respecta a la comprensión de la comunidad, se sabe que
en d ambiente judío era considerada

como una hairesis (Hch 24,5- ¡4 ; 28,22) a semejanza de los fariseos


(I Idi 15,5; 26,5) o de los eseni.es (Josefa, BdL 2,8,7). Hairesis, hebr.
mm, es un grupo político-religioso en el ámbito de la comunidad
judía5-*.

Sí bien la comunidad cristiana de jcrusalén, antes y después de la


expulsión de los helenistas (año 3 6 ), se atenía a la observancia de la ley
de Moisés, considerado el criterio de pertenencia al pueblo de Israel,
su autocomprensión no era elitista. No se veían a sí mismos com o el
«resto santo» -co m o los fariseos y la comunidad de Qumran pero sí
como el nuevo pueblo de Dios que sustituye al antiguo en la esperanza
de ia última venida de Cristo.
Aparte del dalo implícitamente mariano de Rm 1,2 («nacido de la
esrírpt: de David según la carne»), la primera mención a María respecto
n la comunidad de jerusalén se documenta en Hechos:
Todos ellos perseveraban en la oración, ton un mismo espíritu
en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de
sus hermanos (Hch. 1,14).

Se trata de un texto elaborado desde la teología lucana que no debe


ser interpretado solamente desde una perspectiva histórica. I ,ucas presenta
de hedió a María corno un miembro distinto de la comunidad cris-
nana posr-pascual, como persona especialmente aludida respecto a los
otros tres grupos a través de la partícula k n í (que también posee valor
disyuntivo): los once, las mujeres, los hermanos de jesús y «Ja Madre
de Jesús», un mulo que cualifica a María con un vínculo cristológico
especial. El texto demuestra que «María se integra con los discípulos y52

52. Cíoppdr, Teología dei NT, [i, 573.


amigos de Jesús»53, desde una perspectiva eclesiológica que no debe ser
infravalorada.
Corno miembro de la comunidad primitiva, la Madre de jesús parti­
cipa de sus mismas vicisitudes: persevera unánime en la oración (Hch
1,14) y forma parte de los «todos» que son colmados por el Espíritu
Samo v hablan en lenguas (H ch 2 ,1 .1 3 ). Participa de los mismos usos
Hebraicos y frecuenta cada día el templo (Hch 2,46), pero vive en comu­
nión también con los apóstoles en la proclamación de la resurrección
de! honor. en la comunidad de los brcncs y cu la espera cscatológíc?.
(Hch 2 ,4 2 -4 7 ; 4 ,3 2 -3 5 ; 5,12 -1 6 ).
El primer daro mariano sitúa a María dentro de la comunidad judía
pal estíllense con una especial mención y en términos muy positivos,
tan.ro como Madre de Jesús (título propio) como simple discípula orante,
creyente y practicante semejante ai resto. Ella es también miembro del
nuevo pueblo de Dios que recibe el Espíritu y proclama a Cristo resu­
citado en una línea de perfecta continuidad con el judco-cristianismo
previo a la polémica helenística y paulina54.

II. M aría f.n f.i . cristianism o h elen ístico primitivo

En la misma comunidad de Jerusaién surgió una corriente de judíos


helenistas representada por Esteban que eludían los deberes para con
d templo y las prescripciones judías (H ch 6-7). Más adelante

en torno al 40 en Antioquia se constituyó una comunidad a] margen


de la ¡ev judaica, formada por hebreos y gentiles, y que era consi­
derada en ei mundo helenístico como la comunidad-madre del
«cristianismo de los gentiles» (Idch 11,20-26; Ga 2,3ss. 1 lss.)55.

53. X. Plkaza, María y el bspiriw Santa (l !rh ! 14) Apunta*¡taro uva marinlaeia.
pMumaiológica, en «Estudios trinitarios» 15 (1981) 20.
54. Goppcll, Lela apostólica..., 33-167 refiere oirás interesantes noticias acerca
tic ¡a vida de la comunidad de Jerusaién. Consumida por las apariciones del Resuci­
tado, se convierte en una «iglesia» en sentido específico. Aun estando ligada al templo,
su oración es nueva porque es du igida al Padre (Ion íi, 15; Ga 4,6) esperando al mismo
tiempo la venida de Jesús íAp 22,20). En ia persecución de Esteban y los helenistas,
los Doce siguen tranquilos en Jerusaién (Hch íi,l) porque observan la ley. El cambio
decisivo se produce en el concilio de jerusaién laño 48) cuando la comunidad reco­
noce el evangelio de ía fe que libera de la iey (Hch 15,1-5, Ga 2,4). De esta manera
no participa en la guerra mcsidnica dd 66 contra Roma porque es considerada trai­
dora a los judíos y debe hutt a Pella al «Me del Jordán. Después del 135 le sera impe­
dida la entrada a Jerusaién, convertida por aquel entonces en Aclis Capítol ina.
55- Goppelr, 'ienlaaut del NT, II, 398.
71 ¿viai^ a M a d r e d e jesú s

El paso de Jerusalén a Antioquia supuso ei trasvase del evangelio a


un diferente ámbito cultural que exigía necesariamente nuevas fórmulas-
de fe y nuevas formas de vida. En cualquier caso siguieron manteniendo
las tradiciones fundamentales y la comunión con la comunidad de jeru-
salén que resistirá hasta el año 66, cuando los judeo-cristianos emigraron
a Pella (Jordania oriental).
El kerigma cíe la comunidad helenística se articula en tom o a la
fórmula pre-paulina «Jesucristo es el Señor» (Rm 1 0 ,9 ; IC o 1 2 ,3 ;
FIp ? J 1), precedido de un primer articulo referido a Dios creador
(IC o 8,6). La fórmula surge del impacto con el helenismo, que desig­
naba a la divinidad salvífica con el título de ho Kyrios, que a su vez era
deudora de los antiguos ceremoniales de entronización en el Antiguo
Oriente y que ís 4 5 ,2 3 aplica a JH\VH. Todo ello influye en el himno
cristoíógico prc-paulino de Flp 2 ,6 -1 1 , cuyo planteamiento sigue el
esquema hebreo de abajamiento-exaltación y se inspira en. el ceremo­
nial de la entronización: presentación del nombre, nueva posición adqui­
rida {Kyrios}., proskynesis cósmica y aclamación.
Junto a ia figura bíblica de la Sabiduría, el concepto helenístico de
th ao s an cr ■ com o manifestación de lo divino- es también aplicado a
Jesús para expresar la encarnación del Hijo de Dios preexistente.

Según la concepción de los cristianos helenistas... el Ilijo de


Dios es un ser que desde siempre ha pertenecido a Dios, enviado a
este mundo desde el mundo de Dios, y que, completada su misión,
retorna al mundo de Dios donde participa de la soberanía divina.. .56,

AI posterior desarrollo de la c fisiología se incorpora la concepción


v ir g in a lc orno una idea idónea que hace comprensible la naturaleza
divina de Cristo. «Es indudable que en el cristianismo judeo-helenís-
tico» ya se había formado la idea «de un Jesús que había sido conce­
bido por una madre humana sin intervención del hombre». N o se trata
de una generación por medio de una semilla divina, como era propio
de la mentalidad pagana, sino de la «concepción de un niño gracias a
una acción divina creadora semejante a la. que el judaismo helenista
aplicaba a la maternidad de determinadas mujeres del AT»E\
Mientras que el primer testimonio de la presencia de María se refiere
a su presencia en la primitiva com unidad cristiana de Jcrusalcn, la
segunda relata su virginidad en la concepción de Jesús. Esta connotación

!sí>. Ví'.G. Kiimiaei, L a icologiií dei Nuuvo Tatam ente. Gesü, Paofa, Gioaanni,
ihiilró, Breseia 1976, 149.
57. W.C. Kümmd, La ten logia del NT, 144,
M A lllA t N [.A RIÍVH LA C IÓ N HlHUCA

mariana será recuperada y Transmitida por ios evangelios de la. in fan cia
de Mateo y Lucas. Numerosos estudiosos atestiguan su carácter paleo-
cristiano,

Segundo periodo (5 0 -6 3 ) : Pablo

La predicación de Pablo y su teología son lundamentales para la


presentación del evangelio a las iglesias formadas por hebreos y gentiles.
«Sus CarLas representan para nosotros el centro cronológico de la teología
neotesumentaria»5S.
[Pablo] ha llevado hasta sus ultimas consecuencias desde su
núcleo caracterizado!’ ios problemas que se ocultaban tras los plie­
gues del kerigma helenístico; de esra manera se ha convertido [,.,]
en el fundador de la teología cristiana55.

La teología paulina no es especulativa, sino misional: de ahí que esté


determinada por e! impacto de la comunidad, impacto que comporta
una posición teológica fundamental de la que mana todo su discurso.
Para Putero el centro de la teología de Pablo es la doctrina de la
justificación. Sin embargo la investigación moderna, incluso en el campo
protestante, ve sólo «un cráter marginal»®.
El llamado «evangelio» de Pablo (Rm 2 ,1 6 ; 16,25; 2C o 4,3) se define
como

[...] un gran designio salvífico por el que Dios ofrece la salvación


a todos, hebreos y gen riles, en Jesucristo muerto y resucitado.
De este modo se hacen partícipes de la salvación uniéndose a Cristo
mediante la fe, muriendo con él en el pecado y participando de la
fuerza de su resurrección. Con todo la salvación no estará completa
hasta que vuelva,. / ’L

Es importante subrayar la profundizado" en la muerte y resurrec­


ción de Cristo que dentro de este contexto Pablo elabora como sacri­
ficio expiatorio y vicario, propio de la concepción cultual judía (Rm
3 ,2 4 -2 5 ; IC o 15,3; 2C o 5 ,2 1 ), y com o misterio participado por los

5¡i. Kümmd, La teología del NT, 170.


59. R. Bu liman n, Teología del Nutrno Testamenta, Queriniana, Brraciu 1985, 182
[ Teología ¡id Nueva Testamento, Sígueme, Salamanca 1981].
60. i 1, Coji'/elmann, i enlogia del Nuoi/o 'Testamenta, Paléela, Presar 1972, 202.
Cl, P Ros sano, Paalo, en NDTB, 1071.
74 MAKÍA MADKli DliJEiSÜS

cristianos mediante el bautismo y ia eucaristía (iC o 1 2 ,1 2 -2 7 ; 10,26).


K1 punto centra! del Evangelio de Eablo es la fe en su diversidad de
contenidos y aspectos.
La única referencia mariana de Pablo se encuentra en la carta a los
Calatas:

Pero, ai liegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo,


nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban
bajo la ley, y pata que recibamos la filiación adoptiva (Ga 4 ,4-5)';2.

Generalmente se reconoce en este fragmento el primer testimonio


escrito sobre la Madre de Jesús, aunque—como ya se ha observado—es
acompañado o precedido de las tradiciones que desembocan en los
evangelios de la infancia y en los H echos de los apóstoles. No debe
infravalorarse la importancia de este texto ora por su antigüedad (entre
el 4 9 y 57 según dependa de! norte o del sur de la C alada) ora por su
condicionamiento bistórico-salvífico, ora por su incidencia en ulte­
riores verdades crisrológico-mariológicas.
Pablo combate a los misioneros «judeo-cristianos» que penetran en
ia comunidad paulina de la Galacia y que exigían la circuncisión y la
observancia legal a un calendario (Ga 5,2-3; 4 ,1 -1 0 ; 6 ,1 2 ). En el texto,
Pablo se enfrenta a ellos adoptando, desde el plan divino, el esquem a
d e envío y el género p arad ójico que incluye el esquem a d e ab a ja m ien to -
exaltación,
«La aparición de jesús se funda en el motivo del envío divino»1'3,
que determina la «plenitud de los tiempos» (Ga 4 ,4 ) como ese tiempo
nuevo y definitivo que brota cuando el viejo eón ya ha sido superado.
A este respecto un doble movimiento se lleva a cabo en Cristo y en
los hombres: el preexistente Hijo de Dios entra en la naturaleza humana
y en la historia desde sus condicionamientos, convirtiéndose así en un
hombre sometido a la ley, con la finalidad de liberar de la ley y convertir
a ios hombres en hijos adoptivos de Dios. La estructura del texto paulino
es la siguiente:

G'l. A la cuestión Je por que d Apóstol olrcce tan pocas noticias sobre (a Madre
ck» fesús, es debido a que «este silencio cuasi toral de Pablo sobre María parece responder
a uj; silencio premeditado aceren de Jesús de Nazarei... Lo que le importa « centrarse
exclusivamente en Jesús muerto y resucitado (1 Co 15,1-1 5)» (G. Barbaglio, Alaria nel
Na ovo ¡estamento, en M ar ia uostra sorella, edición preparada por ia i:edera7tonc de ¡le
tímese eihingelicfje ht lialia, Com-Nuovi tempj, Roma» 1988, 37).
63. H. Schticr, l.ettera ai CuiLxti, Patdeia, Brescia 1966, 203 [f.a carta a Un Gálatas,
Síguenie, Salamanca 19751-
MAJíÍA L-:\ ¡.A LiEVi-.l j\t. :lú.\' íiífiLCA

(a) acción divina = envío del Hijo


(b) modalidad. - nacido iíitem im m te: hecho) de mujer
= nacido ( " " ) bajo la ley
(c}
(d.) finalidad = liberación de ia mujer
(e) ” = don de ia adopción filial

C om o observa A, Vanlioye, esta csrruaura literaria implica catego­


rías ce semejanza y paralelismo (entre ¿ y c, d y e, tí y e) junto a corre­
laciones antitéticas. Dichas oposiciones son propias del Hijo de Dios
que se somete a la ley para rescatarnos de ella y se abaja convir­
tiéndose en hijo de la mujer para elevar a los hombres a la condición
de hijos de Dios
Fácilmente percibimos que el texto responde al género paradójico
(de p a r a doxa o al margen de la opinión común) que busca fusionar
realidades opuestas que trascienden la lógica cotidiana, pero que al
tiempo suscitan e imponen ulteriores profundilaciones. Este estilo es
frecuente en la Biblia, sobre todo en los libros y textos sapienciales.
Sin embargo, aunque Pablo recurra al género paradójico, queda por
resolver un problema: ¿cómo puede una persona sujeta a la ley liberar
precisamente de la ley?, ¿cómo puede un hombre nacido de mujer, p o l­
io tanto sometido a un estado de debilidad y fragilidad, conferir la
dignidad de hijos de Dios?
I .a solución viene dada por la modalidad particular por la que Jesús
se introduce en la humanidad y se sujeta a la ley, que no puede ser otra
que ¡a de Hijo de Dios, Por tanto, su nacimienro no es semejante a
cualquier otro. Pablo no se pronuncia sobre esta realidad y deja abierto
el discurso a las precisiones, en el sentido de concepción virginal, de
los evangelios de la infundid’'.
Por otro lado Ga 4,4 presenta a la mujer de la que ha nacido Jesús
en un sentido histórico-salvífico (envío del Hijo de Dios para ia libe­
ración y ia adopción filial de ios hombres) y desde una posición central
(vinculada al centro escatológico del tiempo),
Aunque la persona de María no está todavía bien precisada, ya que
permanece en el anonimato, su función es indispensable en la encar­
nación kcnótic.a y sal vi fiar de! Hijo de Dios. Ella pertenece, por tanto,
a un designio paradójico de Dios que requiere de posteriores clarifica­
ciones.

(A. A, Vanhoye. Lt Mrte du Fita di Mtu re/wr Cn4/l, en Mar 40 (1578) 237-
247.
65. Para la interpretación del texto paulino ct.*A. Sorra, ttibbia, en NDVf, 233 y
Vcrviue, ibi, 1'124-1427.
76 MARÍA MADRE DE J.LSÜi

T e rce r period o (6 3 -1 2 0 ) : «T iem p o s apostólicos» (Eu sebio)

Éste es un periodo fundamental paca la expansión misionera y la


organización de las iglesias.
Se inicia con tres hechos: la persecución de Nerón (año 6 4 ), el
martirio de los apóstoles y la destrucción de Jcrnsalén (año 7 0 ), y la
polémica judía contra ios cristianos que son declarados «malditos» por
el sanedrín fariseo (hacia el 90).
En e' interior de !a iglesia se advierten cu aíro problemas: la perdu'
ración deí. judaismo no mis tico en Siria y Palestina, la mundamzación
o relajamiento de la.s costumbres com o consecuencia de la mengua de
la espera escatoiógica, la adaptación ética que pasa de la radicalídad al
compromiso y la relación entre iglesia e historia vista en clave dualista
(Juan) o de inserción en la historia universal (Lucas y Clemente),
Es un periodo fecundo que se refleja en ios géneros literarios evan ­
gélico, epistolar y apocalíptico. Probablemente se escriben en Roma el
evangelio de Marcos (entre el 6 5 -7 0 ), la carta a los Hebreos, el evan­
gelio de Lucas y Hechos (entre el 8 0 -9 0 ) y la primera carta de Pedro
(en rre el 6 4 y el 90). En el área sirio-palestinense aparecen en la década
de los 8 0 el evangelio de Mateo, la carta de Santiago y Judas. Del Asia
Menor, entre el 9 0 -1 0 0 , provienen ios escritos joánicos: el cuarto evan­
gelio, las cartas y el Apocalipsis. Entre 80 y el 90 se situarían las carras
deuteropaulinas (C ol v E f) y entre el 1 0 0 - i 10 las pastorales (T i y
l-2 T n :J.
En toda esta producción literaria las referencias a María siguen una
gama extremadamente variada, que va del silencio completo (Sr, Judas,
l-3 Jn , 1-2P, Col, Ef, T r y l-2T m ), pasando por unos pocos datos (Me,
H ch y Ap) a una presencia ya evidente (M r, Le y jn ).
En este momento lo que nos importa es retener el significado teoló­
gico de las referencias neotestamentarías sobre María, estudiadas dentro
del contexto teológico de cada autor.

I. M a r ía en e l e v a n g e l io d e M a r c o s

Á Marcos le debemos no sólo la creación del género literario «evan­


gelio» (anuncio de Cristo en su pasión, muerte y resurrección, y en su
vida pública), sino también el carácter de teólogo parecido al de Juan
(W. W rede).
La concepción teológica de Marcos consiste en «una única cristo-
logia que une indisolublemente el evento pascual a la person a de Jesús»
M A R ÍA LN l.A R K V liL A C ióN BÍBLICA 77

(V. Fusco) dentro de una tensión entre ocuhamiento y epifanía, llamada


secreto mesiúnico, desde la cual jesús se oculta a la muchedumbre y se
revela progresivamente a los discípulos. La actividad de Jesús provoca
un efecto discriminador: admiración y fe en algunos, hnsrío e incre­
dulidad en otros. Marcos atribuye este segundo comportamiento no
sólo al rabinato de Jcrusalén, sino al mismo clan familiar de Jesús,
incluida su Madre. Hay tres textos (Me 3 ,2 0 -2 1 .3 1 -3 5 : 6 ,1 -6 ) en los
que Me hace una referencia implícita o explícita a María.

1. M u ría en e l clan fa m ilia r d e Jesú s

Marcos aplica su característico procedimiento A-B-A’ o «construc­


ción en sándw iehid* a las dos secciones de! c. 3, donde vemos el relato
de ¡a actitud de los familiares de Jesús respecto a la disputa con los
escribas de Jcrusalén. Marcos tras interrumpir la narración vuelve a
retomarla perfilando personajes y situaciones.

Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo


que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse
cargo de él, pues decían: «Lsuí lucra de sí» (Me 3 ,20-21).

En k interpretación de este fragmento algunos exegetas adoptan


una postura rígida cuando afirman que «permite comprobar un enfren­
tamiento muy fuerte entre jesús y su familia», fundamenta! para eviden­
ciar la existencia de un deseo de «secuestrar violen lamente» al Señor
ante la idea de que se había vueíro loco6?. R. Pesch piensa que «la única
interpretación posible es que la familia, ci clan ... buscaba reintegrar al
miembro separado» adueñándose de él «por la fuerza»6
6768.

66. B. Van lerscl. Leggere Marco, Paolinc, Ci nisello B. '989, 38-39.


67. Barbaglio, María neíNT, 37-38. lin la misma iínea H Ricen en la entrevista
í.e chiese eoangeUrhe e María, recogido en CU evungclici e María, Clandi ana, To riño
1987, 8.
68. R. Pesch, H vangele di Marco, Raída a, Brestaa !98(), I, 344. lis necesario
reconocer que en el evangelio de* Marcos el verbo krarcó reviste tres significados: tomar
por ¡a mano (1,31; 5,41; 9,27), conservar una tradición i7,3-4.8) y arrestar, capturar,
adueñarse (Me 6,17; 12,12: 54,1.44.46-49.51). C£ 13. Rigaux, Sens el portée de Me
3 3 '-35 dura ;,í muriohgie néolesítimeniairr, en Alaria in ¡sera Scriptura. Acia congressw
marioiogui-msriani in república Dominicana anno 1965 celebrad, PÁMI, Roma 1967,
IV, 539.
7Ü M a RÍA MADRH LJK jrü'JS

Otros, tom o I .agran ge y Sierra, piensan que el texto debe ser inter­
pretado con mayor ductilidad y humanidad. La familia de Jesús pretende
«obligarle, con una violencia afectuosa, a ocuparse de su propia persona»
(I.agrange). Además,

no se puede decir que kratcó refleje un propósito violento, como si


la familia quisiese prender a Jesús por la fuerza. A tenor de la redac­
ción marca na, los familiares no irrumpen con una intención poli­
cial; como precisa el evangelista, le rodearon (v. 32) y le llamaron
desde fuera (v. 3 1 í05.

De igual modo el juicio «está fuera de sí» ( eksésté) no debe tomarse


al pie de letra, ya que puede significar hiperbólicamente «un tipo de
comportamiento que tiene la apariencia de una enajenación»6970. Esto
muestra el escándalo de los parientes de Jesús ante su celo misional,
como es el hecho de no encontrar tiempo para comer.
Iras la escena de los escribas de Jerusalén que acusan a Jesús de pose­
sión diabólica, Marcos retoma el discurso de los familiares de Jesús
desde una mayor incidencia y en la perspectiva de una nueva enseñanza.

Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a


llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!,
tu madre, rus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.»
Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando
en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad
de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y m.i madre» (Me 3, 31-35).

La situación «es completamente diversa a la del v, 2 1; ¡a familia de


jesús no pretende apresarle, sino hacerle un visita»71. A la advertencia
de la madre y los hermanos, Jesús responde desde un estilo sapiencial
con gestos y palabras significativas: relega la parentela natural, incluso
ios vínculos con la madre, y proclama ia verdadera familia desde el
criterio fundamental de «hacer la voluntad de Dios», criterio que halla
en el su portavoz definitivo. De igual manera, descubrimos una contra­
posición pensada entre los que quedan friera {los parientes) y los que
están en la casa en torno a jesús (los discípulos).

69. Serró, llibbia, 236.


70. V Tíiyk'r, Aíanv. Comnicnta ai 'janéelo messiñnia, Gir.addía., Asstsi 1977, 2.52
\Evti>igeliú según San Marcos, Cristiandad, Mocil id 1980¡,
71. Pesch, H vanado di Mano, I, 359.
MÁilÍA liN : .A «'VELACIÓN BÍBLICA 7‘J

£1 tercer fragmento nos permite avanzar en la situación de los fami­


liares del Señor:

Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando


llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al
oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto: y ¿qué
sabiduría es ésta que le Iva sido dada? ¿Y esos milagros hechos por
sus manos? ¿No es este d carpintero, el hijo de María y hermano
de Santiago, Joser, judas y Simón? ;Y no están sus hermanas aquí
entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. jesús les dijo:
«Un pro le ta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece
de prestigio.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de
unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
Y se maravilló de su falta de fe {Me 6,1-0).

En. este fragmento distinguimos tres problemas: la posición de los


familiares de Jesús, la insólita designación «hijo do María» (Me 6 ,3) y
la cuestión de los «hermanos de jesús»,
Es clara la colocación que los familiares de Jesús tienen frente a la
incomprensión, la incredulidad {apiuici) y d escándalo (v. 6), desde tres
categorías esenciales: los conciudadanos, los consanguíneos y la familia.
En esta última ca tegoría entra María, pero Marcos no la nombra expre­
samente.
La identificación de Jesús a través de su madre («el hijo de María»)
es del todo insólita en las costumbres judías. Esro se explica o porque
José ya estaba muerto, porque refleja las interpretaciones naturales de
los nazarenos no creyentes en Jesús o porque M arcos ya con oce la
concepción virginal y quiere evitar ¡a idea de que Jesús fuera hijo de
José. Cada una de estas explicaciones puede ser probable, pero ninguna
de ellas es la definitiva.
La cuestión de los «hermanos de jesús» es debatida en la antigüedad,
con diversas interpretaciones. Tres lecturas son las más conocidas: 1) la
de Elvidio (3 8 0 d.C.) que entiende que son hermanos carnales de Jesús
y verdaderos hijos de María; 2) la de Fp ilanío (382 d.C .) que los consi­
dera hermanastros de jesús en cuanto nacidos de un precedente matri­
monio de José; 3) la de Jerónimo (380 d.C.) que habla de ellos como
primos de Jesús, hijos de María, de Cicofás pariente de la Virgen.
La cuestión es resucita por la iglesia de modo dogmático, que unida
en la d octrin a de la fe defiende la virginidad perpetua de M aría.
Desde el punto de vista exegético varios argumentos apuntan en esta
dirección:
80 MÁUlA m a d r e d e j e s ú s

a. ios hermanos de jesús ya nunca más son llamados en ci N T como


iiijos de María, y los evangelios de la infancia no hablan de ellos,
signo de que no forman parte de su faro ifia nuclear;
b. de los cuatro hermanos de Jesús, los dos primeros (Santiago y José ri­
so n hijos de otra María (Me 15,40.47);
c. en lengua sem írica el termino "hermano” posee una acepción amplia
y tanto puede indicar un sobrino (a Lot se le conoce como hermano
de Abraham, siendo como era sobrino suyo: Gn ¡3 ,8 ; 14,14) o un
primo (los hijos de Quis son llamados hermanos de las hijas de
Eieazan ICro 23,22);
el. y en definitiva el término «hermanos del Señor» se convierte en una
expresión técnica que refleja una categoría particular de ciertos -
personajes importantes en la iglesia de Jerusalén durante más de un
siglo72.

2. V aloración g en era l

En conclusión, ¿cómo valorar de forma global los testimonios de


Marcos acerca de la Madre de Jesús?

A. Una corriente de católicos y protestantes juzga como «antima-


riológicos» los fragmentos en los que Marcos habla de María, ya que la
presentan de forma negativa7-1*. Otros opinan que la verdadera mario-
logia marcaría es una «marioíogía invertida» pues también jesús perma­
nece para su madre como «un punto oscuro, un misterio sin resolver»7^.
Marcos eliminaría cualquier posibilidad de un discurso sobre María al
poner a la Madre en oposición al Hijo y negar su cualidad de virgen
atribuyéndole otros hijos-'Á

72. Sobre la cuestión de los herma nos de Jesús, cf. J. lílinzer. } frite!ii e le sarelle
di (ri’sü, Uddcia, Brcscia 1974; L. Randellim, La cbiesa deigiudeo-cristiani Paitida.
Brcscia í 968, 47-70; Seria, Vergtne, 1449-1452.
73. Cf. I;. Spadaloia, D e loéis sie dktis antímariotogicis iv silera Seriptura, en De
m ariakgiu et tm-umeniimo, PAMI, Roma 1962, 121-132.
74. Barhaglio, M arta m i ¡WT, 54.
75. lista es h posición de V Taylot. Marco (pp. 268-269), que sigue ci discurso
de Elvidio y liquida la de Jerónimo considerándola como «nueva» y sin testimonios
anteriores, Taylor ignora que el escritor palestmense tgc-sipo (s.II) afirma que Simón
era «primo del Señor» (cf, el texto de Egcsipo recogido por Ensebio en su Historia ecle­
siástica 4,22; TMPM i, 140).
MARTA EN LA RLVLI.ACTÓN BIBLICA 81

B. Una segunda corriente lamenta que los textos de Me hayan sido


desdeñados comúnmente por ios inariólogos e incluso por tas mismas encí­
clicas mañanas anteriores al concilio Vaticano II. Yes que Marcos condene
de hecho importantes elementos para un verdadero discurso mañano:

que nos han llevado a un lamentable callejón sin salida para la mano-
logia -e l mismo que concillaba'en María una grandeza según la
carne- ya que nos impiden exaltar la maternidad de María pres­
cindiendo de los progresivos dones de la grada que el resto del N T
nos hará descubrir76.

C. En el intento de determinar sustancialmcnte el sentido de los


textos márcanos acerca de María, superando el innegable choc inicial,
se han dado las siguientes explicaciones:

a ) Recurso a. la h u m a n id a d y a l cam in o d e f e d e M a ría

Para A, .Serta los textos de Marcos no son «antiniariológicos», sino


un testimonio preciso de la premura materna de María y de su progreso
en la fe.

La imagen que [Marcos] nos ofrece de ella es la de una mujer


maremaimenre preocupada por la suerte de su Hijo. No debemos
asombrarnos que un día, cuando ya se tramaba contra la vida de
Jesús (Me 3,6), María acudiese a él para que tomase mayores precau­
ciones. Incluso cabe albergar la idea de que tuvo zozobras dema­
siado humanas sobre la misión y la obra de Jesús. Esra es la idea a
la que llega Marcos sin aportar otros datos. Marcos deja fuera de
su punto de mira la evolución de María cuando verdaderamente
ésta parece superar esta fase limitada de su fe y alcanza una compren­
sión más perfecta sobre cómo Jesús debía recorrer su propio camino77.

De ahí la respuesta de! hijo que pretende orientarla hacia esta dirección,
«para que renuncie a su visión (humanísima, por otro lado) de madre
según la carne» y acceda al verdadero vínculo que crea la comunión de jesús78.

h) Recurso a l proceso evolutivo d e ios evangelios

Otros autores, como A. George y H . Frelien, consideran que dichos


textos deben ser entendidos «según una evolución interna dinámica»7

7 (i. R. I ,aure ni in, I.tt Vergine María. Ma riologia Püsr-condíiare, Ai ¡ >1inl*, Roma
M983.22.
77. Serru, Bibhiit, 237.
78. íbi.
82 MARÍA MAIMÍS n ¡:.]F.SC'S

de ia propia revelación neotestameotaria, Sobre María debemos pasar


del silencio inicial (kerigma primitivo) y la presentación negativa deter­
minada por una polémica circunstancial (Pablo y Marcos), a un descu­
brimiento positivo de María (Mateo y Lucas) y la síntesis definitiva
realizada por Juan79,
En la práctica, la presentación que hace Marcos de María pertene-
ccría a una fase temporal y provisoria de la catcquesis, empeñada en
com batir «una idea mesiánica demasiado terrena y el engreimiento
judío». Con Lucas ya entramos en una nueva fase: atenuada la polé­
mica sobre los vínculos de sangre y recuperadas las tradiciones de la
in fancia de Jesús, saca a [a madre y a los hermanos del Señor dd recinto
de la incredulidad, dejando sólo a sus compatriotas (Le 4 ,1 6 -3 0 ). Frehen
cree que este nuevo planteamiento

rio proviene tanto de una preocupación literaria o histórica, cuanto


de una intención teológica, ( ... en particular] de una visión nueva
acerca de la persona de María, su papel y su relación con su hijo
Jesús. Tal visión es el principio de posteriores informaciones y de
una más profunda reflexión sobre los eventos80.

c) Recurso a la teología d e M arcos

La exégesis ha aclarado algunos puntos qtie no podemos obviar.


Primeramente es innegable que Marcos establece lo que conocemos
como «dato bisló tico» según el cual «Jesús inició y realizó la obra de su
ministerio público sin la ayuda y simpatía de su propia familia»81.
De hecho «ningún narrador primitivo hubiera afirmado que la familia
de Nazaree quisiera, retener a jesús por considerarlo prácticamente un
loco, si no correspondiera a la verdad de los hechos»82.
Este hecho tiene su confirmación en Juan cuando afirma que «ninguno
de sus hermanos creía en él» (Jn 7,5). Pero no podemos generalizar ni
radicalizar esta afirmación. Iras las bodas de Cana, el mismo evange­
lista sitúa a «su madre, los hermanos y sus discípulos» (Jn 2 ,1 2 ) en la
nueva comunidad de creyentes; María sigue a su hijo hasta la misma
cruz (Jn 19,25); y tras la resurrección de Jesús sus parientes asumen un

79. Cf A. Georgt, Q¿a)uvéTTí' ¿le Míiviá' ¿Lins ic i\!oui'C¿tti Testame)ii\ en «Caíiicrj*


rmnaj.s» (1970) 73( 131-177,
80. H. Frehen, Decnltus marian: fumísimcnth ajmd hagiographvs N&vi 7hiamer¡ti
synopticas, en De primordiis cuitiis man a ni, II, 45.
H1. W. le Buriely, Jesús and the h’irst Tines Gospeís, Cambridge (Mass.) 1955» 717.
82. ’laylor, M ane, 249.
MARÍA í;n l a r e v e l a c i ó n b íb l ic a 83

papel importante en la com unidad primitiva {cf, H ch 1 ,1 4 ; 12,17;


15,13; lC o 9,5; Ga 2 ,9 -1 2 ).
Incluso admitiendo un núcleo histórico en Me 3 ,2 0 - 2 ] , es visible
una «labor redaccional deí evangelista», lo que demuestra que el frag­
mento «es concebido teológicamente»5’3. Basándose en la ¡dea del profeta
abandonado de los suyos (Jr 12,6) y sobre todo en la teología del secreto
mesiánico, Marcos presenta a Jesús como «un maestro y un taumaturgo
que. aunque famoso por ciertos hechos aislados, es incomprendido en
la verdadera urdimbre de su misión»514.
La perspectiva de un Jesús incomprendido por un buen número de
personas (fariseos, sacerdotes, herodianos, escribas, pueblo...) e incluso
por sus propios discípulos a los que no ahorra duros reproches (Me
4 ,1 0 -1 3 ; 6 ,4 9 -5 2 ; 7 ,1 8 ; 8 ,1 7 -2 1 ; 9 ,3 2 ), ha podido llevar a Marcos no
sólo a recoger la tradición de los parientes incrédulos, sino incluso a
acentuar una actitud negativa hacia la propia Madre de Jesús, que en
Le y Jn aparece como verdadera creyente en la palabra de Dios y en su
propio hijo838485.
Dado que Marcos parece situara María históricamente entre los no
creyentes en Jesús, esto pondría de manifiesto el camino trabajoso que
su madre debió recorrer al pasar de una original incredulidad a la fe
crística (cf. el testimonio de Lucas), pero no una fe en un Cristo de tipo
judío (a modo de Mesías admirable), sino como un Mesías siervo de
JH 'W H que redime al mundo a n aves de su cruz.
Ciertamente el paso de madre a discípula no fue indoloro, como
muestra su admiración e incomprensión ante las preguntas del hijo
cuando éste se perdió en el templo (Le 2 ,4 9 -5 0 ) y posteriormente en

83. J. Guílle), Mano, Cúunidla, Assisi 1987, i 92.196-197 [El Evangelio según
San Muráis, Sígueme. Salamanca 1986], Pero es innegable que sobre el relato de Me
3,21.31-35 se proyecta mina atmósfera de crisis» que obliga a valorarlo a la luz del
■ ¡contenido teológico de Marcos» (Rigaux, Sms ct portée..., 546-543),
84 . K. Kertdge, L 'epifanía di Gesit nei remada di Marca, en tnínduz.iann ¡enentria
tr teológica a l Nuevo Testamento, l ’aoline, Roma 1982, 273 .
¡i5. Jimio a e>to.> motivos es posible que Mateos hubiera minusvalorado la fe de
María: I. Por -la polémica contra una forma de califato» (15. Schwrizer) constituido
por la familia de jesús al pretender su hegemonía en la dirección de la iglesia de Jeru-
saléíi. lista tesis es sostenida por j.D. Crossan, Mari' and thc Rdaríves afjisus, en «Novum
Testamcntum» Í5 (1973) 81-1 13 y declarada como -poiihle» por R. iVsch Ulviingdo
di Marco, I, 363), aunque Gnilka sea escéptico {Marco, 203-204); 2 - Y en segundo
lugar por un cierto antileminismo en Marcas que hubiera limitado las noticias sobre
María y Lina visión positiva de ella. En esta línea R. Silic, Marín en skerígmate» cornmu
nitatis primieivae, en María in sacra Se ripiara, IV, 30-46.
84 MARÍA M Al IRE Ui: JESÚS

las bodas de Cana (jn 2 ,4 ). Así mismo, María no parece pertenecer al


cristianismo paulino, ya que los Hechos la presentan formando parte
activa de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, donde a la novedad
cristiana se unía la fidelidad a la ley mosaica y a la oración del templo.
Su alejamiento de los condicionamientos cultuales no pareció ser total,
El silencio y la presentación de María en el ámbito de un clan fami­
liar que no comprende a Jesús constituyen los únicos datos ofrecidos
por Marcos. El proceso de profundización en la figura de María conti­
nuará en los otros evangelistas.

II. M aría en el evangelio de M ateo

El evangelio de Mateo aventaja al de Marcos al ofrecernos una serie


de datos que amplían la visión sobre Jesús: más noticias sobre sus hechos
y enseñanzas, un interés eclesíológico por su «comunidad viviente en
un ám bito todavía com pletam ente influenciado por el judaismo y la sina­
goga como antagonista.);^ y una mayor profundización crjsrológica que
nos permite contem plar a Jesús com o el «Dios-con-nosotros» (1 ,2 3 )
en sus diversos papeles de Maestro, Legislador y Juez.
Si el gran tem a de M r es «el reino d e Dios, epicentro de las espe­
ranzas salvíficas de Israel», la finalidad que se sustancia en un «cons­
tante martilleo sobre el “hacer” del hombre» dentro de los cinco grandes
discursos de Jesús es fundamentalmente ética87.
El trasfondo histórico-salvífico sobre el cual M t desarrolla su evan­
gelio concierne profundamente al tema mariano, en particular a los dos
primeros capítulos o «evangelio de la infancia». A la mención retros­
pectiva de! p a s a d o (genealogía y 50 citas del AT), le sigue la referencia
al p resen te de. Jesús y ía iglesia, abiertos ambos a una perspectiva de
fu tu ro cuya, acción alcanza el fin del mundo (2 8 ,1 6 -2 0 ).
De este modo estudiaremos el trasfondo teológico que guía a Mateo
en su presentación maciana dentro del evangelio de la infancia (M t l-
2) y e n el ministerio público de Jesús (M t 1 2 ,4 6 -5 0 ; 1 3 ,5 3 -5 8 ).

1. In trodu cción d e M a r ía en e l p la n salvtfico de. D ios

Los dos primeros capítulos de Mateo, como sus cor respondí en les
paralelos en Lucas, completan el proceso de «desarrollo a la inversa»

8ti. F. Schwcizcr, Maneo e ¿a sua eomunita, Paideia, Bresda 1987, 15.


87. V. Fusco, Maneo , en NDTB, 932-935.
MARÍA EN' [.A REVELACIÓN BÍBLICA 85

del anuncio det misterio de Cristo. Del kerigma apostólico sobre Jesús
muerto y resucitado, pasa con Marcos a los hechos y palabras de su vida
adulta, para junto a Lucas desarrollar su naci irlie rito e infancia. Así el
evangelio muestra un «indiscutible corte biográficos88, aunque se trate
de una biografía histórico-salvífica penetrada por la luz de la pascua.

Por lo tanto el nacimiento vía infancia de Jesús en M t 1-2 cons­


tituye la historia anunciada por los profetas y por todo el AT; pero
se trata también de una historia dramática que anuncia la historia
futura de Jesús como una historia de muerte y liberación desde la
que «salvará a su puebio de sus pecados» (Mr i ,2 i ) . Lina historia
que se prolonga hasta el presente como historia dramática89.

En consecuencia, conviene no considerar al evangelio de la infancia


com o un mero relato ingenuo creado por la fantasía del pueblo. Aun
escrito en un género popular y misdrahico90 y no según el sentido
moderno de la historia, «el testimonio de M t 1-2 pertenece a una fe
cristiana adulta»91 ya que busca transmitir hechos acaecidos realmente92.
La redacción de M t 1-2 constituye la prueba, dentro de) ámbito del
judeo-cristianismo palestinensc, de una profundizadon teológica abierta
al universalismo, y de cuya realidad participa el dato de María.
Según Mateo la Madre de Jesús no entra en escena por azar, sino
que pertenece al plan salvífico anunciado en la antigua alianza y reali­
zado plenamente en la nueva.

88, R. E, Browti, i./i mísci.t.¡i del messia. senado Mat-teo e Lúea, Citcadella, Assísi
1981,2 ó [El nacimiento cid Mesías. Comentario a ios relatos de la infancia., Cristiandad,
Madrid 1982].
89, G. Segal la, Una steria am am a ata. / racconti deli'infamia in Maneo, Morce-
lliana, Brescia 1987, 11.
90, 111 midrasb %z defia a como «Un género sdifícante y exp1icativo estriotamenre
vinculado a la Escritura cuya amplificación aun siendo real conserva un papel secun­
dario ya que eili subordinada a una finalidad religiosa esencial que es esclarecer la obra
de Dios, la palabra de Dios» (R. Bloch, Midmsh, en DBS V, í 263)
9!. G. Da ni tí i, / vangeli dell'infanzta, ert // messaggio deüa sahocut, IV, LDC,
Lcumann 1968, 179,
92. Respecto a la historicidad dd evangelio matcano de la infancia los estudiosos
oscilan entre la afirmación (Kramer, Danicloti, Lauronon), el escepticismo (Brown,
Paul) y una posición intermedia que distingue «núcleos esenciales y añadidos poste­
riores» (Danieli), -realidad y modalidad» (Pcrelio) c «historial e historia» (Greíoi).
Nellessen propone cinco criterios para verificar la historicidad tic cada dato evangé­
lico: 1. No utilización de criterios dogmáticos; 2. Confirmación de otras fuentes;
J. Independencia de modelos literarios precedentes; 4. Estilo simple y no retórico;
.5, Ausencia de una biográfica completiva, üegaila, Una storia..., 84-86 aplica alguno
de estos criterios a la concepción virginal.
86 MARIA M ADRE D E JESÚS

M ateo inicia su evangelio con la genealogía de Jesús ( 1 ,1 - 1 7 ) .


La finalidad de dicha genealogía es triple: a. determinar ia identidad
del personaje demostrando su pertenencia al pueblo de Israel com o
'(hijo de David, hijo de Abraham» (1,1); b. aportar una base de legiti­
midad al status especial de jesús com o mesías davídico; c. presentar a
jesús co m o vértice y síntesis de la historia según la con cep ción de
la «¡personalidad corporativa»-3.
Lejos de ser un simple documento sobre el nacimiento de Jesús, la
genealogía busca aclarar el modo cóm o actúa Dios en la historia de
ia salvación: Dios iieva a cabo su misión salvífica a través de caminos
imprevisibles en los que reveía su poder y su amor gratuito.
Pero dos notas destacan de la genealogía de Mateo que perturban
el ritmo normal de las generaciones:

A. M a ría signo d e ia p roviden cia d ivin a que triunfa


sobre los obstáculos h u m an os

Lo primero que sobresale es la presencia de cuatro mujeres: Tamar,


Rajab, Rut y ia mujer de Urías, es decir Betsabc (1 .3 .5 .6 ). «Esta elec­
ción observa U. L u z- nos llama la atención, ya que faltan otras grandes
i iguras femeninas: Sara, Rebeca, Raquel. ¿Cuál es el común denomi­
nador de estas cuatros mujeres?»5*4.
La respuesta a esta legítima pregunta se mueve en una triple direc­
ción. La extraña elección de estas mujeres responde al hecho de que
son «pecadoras» (Jerónimo) y de ahí que anuncien de antemano que
Jesús salva del pecado. O tro motivo radica en su condición de «extran­
jeras» (Lucero), lo que preconiza un mesías emparentado con los gentiles
y salvador universal. Más recientemente se justifica esta inserción en la
genealogía jesuana dado que presenta una «unión matrimonial irre­
gular» (Stendahl, Paul), dato éste que nos permite comprender a María
como la mujer que concibe «irreguíarmente», es decir, sin intervención
de JoséyL
Estas tres explicaciones, algunas de las cuales no dejan de presentar
serias dificultades, coinciden en un hecho: las mujeres de la genealogía
de Jesús constituyen un «ejemplo dei modo cómo Dios hace uso de lo934

93. Gf Bmwn, La n e u r ita .70-71.


94. U. Luz, Das Evetngelium natb Matiba ¡a, I, Uenzigcr-Neulcirchcncr, Zíirich
1985, 93 [F.l Evangelio según San Mate», 2 voL., Sígueme, Salamanca 1993-2001 ],
95- Cf. Luz, Das Evetngelium..., 93-94; G. Kittel, Thamar.... en GLNT, IV, cc.
I4 I-I4 8 ; Brown, La nascittt..., 75-82; Sema, liihbia, 239-240.
MARÍA EN' [.A REVELACIÓN liíül.lCA 87

imprevisto para triunfar sobre los obstáculos humanos e intervenir en


función de su plan mesiánico»9£:.
María es elegida por Dios para llevar a término «de modo insólito»,
es decir virginalmente, la genealogía de su Hijo. Nada justifica la conti­
nuidad de María con las cuatro mujeres en cuanto pecadoras o extran­
jeras. L.a partícula ek une a María a sus antepasadas por su transmisión
de la vida en condiciones insólitas. Sin embargo, sobre esta base común
M aría se eleva y distingue por la maternidad absolutamente única
y virginal. La Madre de Jesús se muestra, por tanto, de modo supe­
rior, como signo e icono de la conducta imprevisible de Dios en la
historia de la salvación: ante ella surge el asombro por los misteriosos
y al tiem po admirables cam inos de D ios, frente a los cuales todo
obstáculo desaparece.

B. M a ría en la concepción virginal de Cristo refleja e l esquem a histórico-


salvíflco de prom esa-cum plim iento

La segunda perturbación del curso normal de las generaciones es si


cabe más visible. La serie genealógica se interrumpe bruscamente en el
versículo final: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que
nació Jesús, llamado Cristo» (1 ,1 7 ). José es engendrado, pero no es
engendrado!. En su lugar entra el protagonista divino de una forma
trascendente y velada.

Pata el nacimiento de María se usa el pasivo ''egbennéihe; «de la


cual fue engendrado Jesús, el llamado Cristo» (1,16). Estamos ante
un pasivo divino que esconde, en un sentido trascendente, al verda­
dero padre de Jesús respecto al modo usual de la descendencia
humana®?.

En el relato del cóm o se ha dado el nacimiento de! mesías davídico,


Mateo refuerza el papel de María en cuanto «Madre de Jesús» consti­
tuyéndola en el focus de ¡a genealogía de Cristo98.
José es desplazado de su papel de padre, ya que «no la conocía hasta
que ella dio a luz un hijo» (1 ,2 5 ). La maternidad virginal de María
adquiere su sentido último en su reiterada referencia al Espíritu Santo:

9(5, llrown, tu nasdta.. 82-83-


97. Segal la, Una sicria.. 17.
98. W D . D avies - D.C . All ison, A critical and exegerícai Com ntentaryon the Gvspel
iiccordmg lo Saint Matthew, I.T. &.T, Clark Ltd., Edinburgli 1988, 18 í .
88 MARÍA MADRE DE JESÚS

«se encontró encinta por obra del Espíritu S an to ... porque !o engen­
drado en ella es dd Espíritu Santo» (1 ,1 8 .2 0 ).
Dando comienzo a un procedimiento (1 ,2 2 ) que se repetirá doce
veces a lo largo de su evangelio, Mateo pone la concepción virginal bajo
c! signo dd cumplimiento de la Escritura, en este caso de Is 7 ,1 4 :

lo d o esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor


por medio del profeta: «Ved que la Virgen concebirá y dará a luz
un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido signi­
fica: «Dios con nosotros». (1,22)

l a intención de M ateo es clara cuando sitúa d evento del naci­


miento virginal del Mesías bajo d designio divino a través dd esquema
prolecía-cumplimiento.
Mateo adopta el género m idrashico haggadico desde el cual reinter­
preta la Escritura partiendo d d evento. Mientras que en el ambiente
judío el Mesías no es esperado com o hijo de una virgen, Mateo asume
y modifica el texto de Isaías en tal sentido. Eí evangelista no hubiera
realizado esta reconstrucción de no estar convencido de la concepción
virginal de Jesús.
Según la perspectiva mateana, María no es sólo la «Madre de Jesús»
(seis veces en M t 1-2), sino también «la Virgen» que concibe al Em m a­
nuel de un modo extraordinario. José asegura así la descendencia legal
davídica de Jesús, y María garantiza su origen divino.
Además, a diferencia de Marcos, Mateo coloca a María dentro deí
plan divino, ya que su maternidad virginal posee una función cristo-
lógica, es decir, muestra la auténtica identidad de Cristo com o dato
que se lia constituido en objero de profecía.
Si bien Mateo no se aparta dd punto de vista dejóse, no olvida que el
puesto central en el plan divino pertenece sólo a María. José, que percibe
en María un misterio velado, como hombre «justo» (Mt. 1,1 9) no quiere
entrometerse sin recibir antes un signo de parte de Dios55,

2. M a r ía y la v erd a d era f a m i l i a d e Jesús

Mateo se ha limitado a presentar la función materna de María en


vista del nacimiento del mesías Emmanuel. Nada dice de la espiritual ¡dad

Sobre el comportamiento de José «justo» cf. Léun-Duíuur, L'annouce á Joseph,


en lé., Eludes dévangíle , París 1965, 65-81 ¡ E ludías de evangelio- Análisis etiegética de
relatas y parábolas, Cris! ¡andad, Madrid I982J,
MARÍA EN' LA REVELACIÓN BIBLICA 89

de María ni de su respuesta, a la llamada de Dios, pero sí desvela cienos


datos sobre su relación con eí hijo introduciéndola en el contexto de
la predicación de Jesús.
De los tres fragmentos que hemos estudiado de M arcos, Mareo
reconstruye prácticamente el primero atenuando la dureza déla familia
de Jesús (Me 3 ,2 0 -2 1 ): parece que "para Mateo el dato de Marcos es
demasiado genérico y poco articulado; de hecho no es necesario en la
economía de su evangelio.
Aun siguiendo a Marcos, Mateo relata el episodio de la madre y ¡os
hemiarios de Jesús de forma menos cruda: «Todavía estaba hablando a
la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera
y trataban de hablar con él» (1 2 ,4 6 ). La respuesta de Jesús, al igual que
en Marcos, subraya la diferencia entre sus discípulos y los parientes
(evidente desdo la distinción topográfica «dentro/fuera»), con el fin de
declarar que ahora posee una nueva familia de la que se forma parte
cumpliendo exclusivamente la voluntad del Padre:

Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo ci que cumpla


la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi lien nana
y mi madre (12,49).

El clím ax dd relato no es destacar las diferencias de relación de Jesús


con su familia, sino m osrrar la íntima conexión con una nueva y
más amplia familia constituida ahora por sus discípulos (connotación
eclesiológica), «La respuesta de jesús posee una estructura semítica:
se niega o se atenúa una verdad, una situación, con el fin de resaltar
otra»100.
Respecto al comportamiento de los nazarenos ante Jesús, conver­
tido ya en un lamoso maestro y taumaturgo, Mateo acentúa su «escán­
dalo» e «incredulidad». Pero ha tenido buen cuidado en no colocar a
los familiares de Jesús entre sus opositores. De hecho sufren también
con Jesús el desprecio de parte de sus paisanos.
De las tres categorías que Me da a ía respuesta de Jesús (pueblo,
parientes, casa), Mateo elimina a los parientes y consanguíneos (1 3 ,5 3 -
5 8 j ¿Moderación o mayor precisión respecto a Marcos? Este discurso
será posteriormente asumido y completado por Lucas.

100. Orre nsi o da S pin el oí i, Mu tico. // vctngejo de lia cbiesa, Ciña tí el la, Assisi
<1983, 374.
90 MARÍA MADRE DE JESÚS

iII, M a r ía k n e l e v a n g e l io d e L ucas

£1 tercer evangelista se distingue de los anteriores no sólo porque


añade más material de origen distinto101, sino sobre todo porque pretende
dar un acabado definitivo al evangelio, transmitiendo «lap a m d osisapos­
tólica normativa para todo tiempo»102,
Lucas, que pertenece a la segunda generación, y por tanto distante
de los orígenes, propone transmitir la «forma definitiva de la tradición
de jesús» (Hacnchen) y «crear una obra conclusiva, destinada a servir
a toda la iglesia» {Lohsc).
Como hombre eclesial, Lucas comprende la necesidad de una compo­
sición ordenada, de una «concurrencia ecuménica entre las diversas
tradiciones —particularmente entre la judeocristiana palestinense y la
etnocristiana paulina- por am or a la unidad de ia iglesia», presentán­
dola «como un todo canónico vinculante»103104.
Según aparece en el prólogo (1 ,1 -4 ), Lucas está determinado no
sólo por «principios kerigmáticos, sino también por criterios propios
déla investigación histórica»10^: «desdeel principio... con precisión...
con orden» (Le 1,2-3).
A la luz de otras tradiciones no utilizadas por la predicación ante­
rior a él, Lucas desplaza el inicio de la venida de Jesús del bautismo de
Juan a su nacimiento. Al así llamado «evangelio de la infancia» (cc. 1-
2), aun presentando un carácter edificante, cabe definirlo como «una
historiografía homologética»;()3. En ella coinciden kerigma y narración,
homología y liturgia: el anuncio bistórico-salvífico de Cristo es asumido
en una confesión de fe que halla su lugar privilegiado en la celebración
litúrgica.
En general Lucas es considerado com o «el teólogo de ia historia de
la salvación», historia que se divid.e en tres épocas: el tiem po de Israel

101. Lucas toma prestado de Marcos el 50% de su evangelio, mientras que lo que
es propio de él {Sondeiyut) constituye el 30%, limitado a la infancia (cc, 1-2), af «pequeño
incisos (6,20-7,50} y al «gran inciso» (9,5 í -18-14).
102- H, Schiirmann, 11 tángelo di Lúea. Pane prima, Paidcia, Brescia 1983, 76,
103. Schiirmann, Ilvangdo di Lúea, 96,
104. J. Ernst, ii vanado serondo Lúea, Morcelliana, Brescia 1985, I, 70,
¡ 05. La idea es de Schürmann, 11 vangdo di Lúea, 105. Para él la forma literaria de
Lucas 1-2, siendo inclasificable, puede describirse en los siguientes términos: «Una
forma narrativa inspirada por una fe del tipo de la haggada tardoi udía, que —sobre la
base de tradiciones anteriores- profesa con fe ¡os orígenes divinos de Jesús, a los que
da una expresión e interpretación desde una perspectiva tipológica y por medio de
contenidos apocalípticos» (p. 105).
MARIA EN LA REVELACIÓN BÍBLICA 91

hasta Juan Bautista, el tiem po d e ¡m is, ¡«lie Mitre derzeit», el centro del
tiempo, y el tiem po d e la iglesia hasta la parusía106.
Lucas, con una sensibilidad abierta a la cultura helenística, simpa­
tiza con algunas temáticas: la misericordia del Padre, la oración, el
sentido social, la importancia de las figuras femeninas... Pero el centro
de su interés es siempre Cristo, Salvador del mundo (2 ,1 1 ) y Señor
desde el mismo inicio de su existencia humana (1 ,4 3 ; 2 ,1 1 ).
Nuestro evangelista, com o sucede en Mateo, aplica también el
esquema hisrórico-salvífico de !a «promesa-cumplimiento» que nos
desvela la entraña salvífica de la vida de Cristo (3,6; 4 ,1 6 -2 1 ). Y Junto
a el su madre María, que se convierte en «persona de la historia de la
salvación, en el más profundo significado del término»107.
Para conocer los principios de la teología lucana sobre la figura de
María y su función en la historia de la salvación nos centraremos sobre
los principales puntos del evangelio de la infancia.

I, Valor m a n o lógico d e la a n u n cia ció n 1^

No cabe minusv,dorar ¡a importancia del relato áureo sobre la anun­


ciación (Le 1 ,2 6 -3 8 ). Si consideramos los numerosos comentarios que
ha suscitado a lo largo de la historia, como las celebres cuatro homilías
de s. Bernardo S uper m i ¡sus, debemos convenir que es «el tcxro más
conocido y amado de la tradición cristiana»ÍQ9,
Gracias a recientes estudios exegétícos110 podemos penetrar con
mayor hondura, en ia comprensión de los evangelios de la infancia y en

! 06. f.!. (Joiiídmaiin, Dte Míete derZeit. Studien zur Tbeofsgie des Luías, Tübingen
1964 [El centre det tiempo. Estudia de la teología de Lucas, Fax, Madrid 1974;.
1U7. Müller, Laposizione e Lt cooperazione.... en .VIS VI, 560.
! 08. Cf. G.M. Bcsüü'Í, BU linorafia mañana 1978-1984, Vía. rían uní, Roma 1988,
77-80.
1Oí). I. de la l’otrerie, Muría nel ¡nistero deU'sUeanza, Marido, Genova 1988, 36.
110. Entre los que destacan R. Laurentín, Stmcture et tbéoL/gie de Luc 1-11, Gabalda,
París 195?; Id., I umgeli deU'infitnzia di Cristo, Paoline, Ciniseilo Iv 1985; Orfensio
da Spinctoli, ¡niroduzione ai uur.gels d d l’infknzia, Cittaddla, Assisi ■í1976; G. Aran da,
Las evangelios de la infancia de jesús, en «Scripta theologica» 10 (1978) 793-848; Zur
Theologie delKmdheitsgeschiehten. D tr heutige Stand der Rxegese, (R, Pesch, ed.) Schnel!
& Stcincr, i\4ünclien-7.Qrídi 176 5; p, Henoit, Lesréáts euangeUtjues de l'tnfance deJesús,
en Exégése et íbéologie, Cerf, París 1982, IV, 63-94;, Brown, La naseita...', G, Ferrara,
/ rateonri deU'infitnzia nel vangela di ¡Mea, Dchoniane, Napoli 1983.
92 MARÍA MADRE D E JESÚS

particular del anuncio del ángel a María, y su relación con el anuncio


de Zacarías (Le 1,5-25}.
La estructura ele los evangelios de la infancia presenta «una serie de
bloques narrativos que, alternativamente, tratan de Juan Bautista y de
Jesús»11•. Son los dipneos de la anunciación {1 ,5 -2 5 ; 1 ,2 6 -3 8 ), el naci­
miento (1 ,5 7 -8 0 ; 2 ,1 -4 0 ), la circuncisión (1 ,5 9 -7 9 ; 2 ,2 1 ) y ei creci­
miento (1 .8 0 ; 2 ,4 0 ,5 2 ). A ellos se añaden a modo de ampliación los
episodios de la visitación (1 ,3 9 -5 6 ), la presentación y la pérdida de Jesús
en ci templo (2 ,2 2 -2 8 ; 2 ,4 1 -5 2 ).
Con un procedimiento de paralelismo o 'synkrísis, Lucas nos permite
contemplar las semejanzas, pero sobre todo las diferencias, entre Juan
y Jesús, Zacarías c Isabel y María, demostrando así la superioridad de
jesús sobre el bautista y de María sobre los padres de éste.
Si Juan es el «profeta del Altísimo» que prepara los caminos del
Señor (1 ,7 6 ), Jesús es e! «Hijo de] Altísimo» que reinará por siempre
(1 ,3 2 -3 3 ).
Mientras que Isabel y Zacarías son considerados como «justos ante
Dios» en cuanto observan la ley mosaica (1 ,6 ), María es «colmada del
lavor divino» por la concepción virginal del Hijo de Dios (1 ,2 8 .3 5 ).
Zacarías, a pesar de su avanzada edad y su condición sacerdotal, duda
de la posibilidad y realización del mensaje del ángel (1 ,1 8 .2 0 ). Por el
contrario, María, empero su juventud y la inaudita propuesta del ángel,
acoge con fe ejemplar la palabra de Dios (! ,3 8 .4 5 ) 114
Lucas revela que el anuncio de María marca en clave histórico-salví-
fica el inicro de .los tiempos definitivos. En realidad, «con Juan el Bautista,
que nacerá de Zacarías, se consuman los tiempos de la preparación vete-
rot«sumentarín; mientras que con Jesús, el nacido de María, se instaura
la era de la. plenitud, escatulógica»11:i.
El anuncio de María .sirve además para desvelar la elección paradó­
jica y gratuita dd Dios de la salvación, «La orientación del relato es
inequívoca: Dios elige a humildes»1M De este modo observamos que
■d hecho de que d mensaje celeste sea dirigido a una vjrge.n es cier­
tamente escandaloso. Su comparación con ia correspondiente promesa1*34

111. R.F.. Brown - K.2 Donfritó - J. A. Fio.myer - J . Rcumann, Marra nel Nuovo
Tutanienta, Catutclella, Assisi ] y85, 124 1Múria en el Nuevo 1estamento. Una evolución
conjunta de estudiosos católicos y protestantes, Sigíleme, Salamanca 19S2],
112. Para una comparación entre ambos anuncios, cf. uaurentin, / vangeh delVin-
jamátl di Cristo, 32-44; Sen a, Hibbia, 245-248.
113. Serra. Bibbitt, 245.
114. Frnst, IIvangelo secando Lúea, 93.
MARÍA EN LA REVELACIÓN BÍBLICA 93

a Zata]-ÍEi resalta la excepcional idad del acontecimiento: de un lado


un sacerdote, del otro una simple muchacha11’ .

Es claro que los parámetros de Dios no son los mismos que los pará­
metros de los hombres, pues su sabiduría trasciende la elemental elec­
ción de !a sabiduría humana.
Junto a este paralelismo, la comprensión del relato del anuncio a
María se ilumina cuando analizamos el recurso a los esquemas vetero-
tesramentarios que lo sustentan y que constituyen un verdadero género
inerario.
Los exegetas nos presentan cuatro esquemas de interpretación, que
más que oponerse se complementan mutuamente:

a) E squ em a d e l an u ncio d el n acim ien to m aravilloso

Si se compara el anuncio a María con ios relatos velerol es laménta­


nos de anuncios y nacimientos milagrosos, vemos fácilmente que todos
presentan la misma estructura fundamental. Constan de cinco elementos,
según vemos en el cuadro siguiente116:

Anuncio a

Ab tahai n Manóaj Zacarías María


y su mujer

Gn i 8 ,1 -1 5 j e 13,3-22 U 1,5-25 L e 1 ,2 6 -3 8

1. Aparición 18,1-2 13,3.9 1,11 1,28


2. Turbación 18,2 (?) 13,20.22 1,12 1,29
3- Mensaje 18,10 13,3-5.7.13 1,13-17 1,30-33
4. Objeciones 18,12 13,12 (?) ! .18 1,34
5. Sigilos 18,14 13,20 (?) 1,19-20 1,36-37

En este esquema el contenido principal lo constituye cí nacimiento


extraordinario de jesús. Eri Le 1,3 5 descubrimos d.os cosas: I O «un
aserto cristológico y teológico» según el cual Jesús se expresa corno hijo
de Dios en cuanto debe su existencia humana a la acción creadora divina.

! 15. Etnst, li vanelo secundo Lúea, 92.


116. Esta úti: sinopsis Ja cuece tramos t-n Oliendo da Spinetoli, Introduzione ai
vangeli dellinfanzia, Pai Jcia, Brescó 1967. 78, además de Brown n al, ¡Varia nel Ni',
130. Ambos autores unen indiferenciadamentc anuncio del nacimiento y anuncio de
la vocación.
94 M A R ÍA M a DRF. D E JESÚS

en el seno de la Virgen; y 2 o. «un preciso acenro mariológico», por el


que el Espíritu pone su som bra sobre María para hacerla capaz de
concebir virginalmente117.
En continuidad con el A l, donde Dios concurría milagrosamente
a la concepción de Isaac, «Sansón, Samuel y Juan a partir de madres esté­
riles y ancianas, se recalca de nuevo la idea poderosa de un Dios ante
el que nada es imposible (Le 1,37; cf. Gn 18,1 4 ). Pero el anuncio va
más allá de la victoria sobre la esterilidad, ya que se habla del evento
inaudito de una concepción sin concurso de varón en virtud de la acción
creadora de i Espíritu (vv. 3 4 - 3 5 ) 113.
Ciertamente los relatos de los nacimientos milagrosos parecen encon­
trar su entraña última en el anuncio a María, aunque en ellos falte ese
elemento esencial que caracteriza el texto lucano: la respuesta del desti­
natario. Por tanto, es necesario estudiar ahora otros esquemas que
contengan dicho elemento.

b) E squem a d e vocación

K. Stock ha propuesto este esquema1Iy en función de las semejanzas


existentes entre el anuncio de María y el relato de la vocación de Gcdeón
(je 6, ¡ 1- 24).1

1 i 7. Ernst, //«angelo secoiui.0 Luat, f.¡i.¡c- se basa a su vez. en Schiirmtinn, //«angelo


di ¡Jim , ] 29-230.
I ]fi. Aterca de ia concepción virginal tic Cristo por parre de María hubo en el
pasado una corriente exegétic o-ico lógica que buscaba superar la tradicional interpre­
tación en su sentido histórico o biológico hacia un meto theologpnmenon o revesti­
miento narrativo de lina idea teológica cuya razón de ser era la trascendencia de Jesús
como hijo de Dios. Hoy en día la exégests ya no se muestra tan propensa a establecer
rales tbeniagonmeou pues «en el centro de la narración de la anunciación está la confir­
mación de la venida de Jesús a ia vida por obra del Espíritu .Santo, Para Lucas, como
responsable dd texto según se nos ha presentado tradrdonn luiente, es indiscutible que
se trata de un dato biológico, Todos los intentos por comprender la concepción virginal
como una pura estructura interpretativa cristológica se contradicen duramente con la
propia intención de! amor. El contenido dd anuncio está tan vinculado al hecho en sí
que ambas cosas no pueden aceptarse o refutarse al mismo tiempo [,..]» (F.rnst, 11
vangelo secando Lúea, ] 02). Por io que respec la til origen del hecho histórico de la
concepción virginal, «pudo set un diuo que partía de la íntima tradición familiar, que
sólo pudieron conocer María y José". En un segundo moni en m «tanto Lucas como
Mateo creyeron J..,] poder confiar ¡as tradiciones ya ex ¡sientes a un mayor número de
personas dentro de la iglesia, a las que iban dirigidos sus respea ¡vos evangelios, ya que
el dato de los orígenes virginales de Jesús constituía para ellos una parte del patrimonio
de la fe» (S chut man n, H «angelo di Laca, 158-159).
1 19. K, Stock, La vocazione di M aría: Le !, 26-38, en Mar 45 (1983) 94-126;
edición original: D ie Berufung Marías (l.k 1,26-28i, en «Bíblica» 61 (1980) 457-491.
MARIA EN La REVELACIÓN BÍBLICA 95

En ambos relatos encontram os la misma sucesión de elementos:


saludo del ángel, duda o turbación, primer mensaje, dificultades, segundo
mensaje, signo y conformidad.
Dicho estereotipo pone de relieve el evento dialógico de la historia
de la salvación: a la lla m a d a de María y su inserción en el pian salvífico
como madre virginal de Jesús le sigue su respuesta de fe ejemplar.
María acepta con su fia l (Le 1,35) la particularísima vocación a ia
que es llamada. El optativo ghen oito no refleja sólo una mera acepta­
ción y mucho menos una resignación: «Por el contrario se trata de un
deseo gozoso de colaborar en aquello que Dios prevé de ella. Es ia alegría
dei abandono total a la buena voluntad de Dios»120. La tradición cris­
tiana, con buen tino, atribuye al sí de María una gran im portancia.
Y ello porque
en su humilde simplicidad, la respuesta de la Virgen tiene en sí una
gran fuerza. Las palabras «lie aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según su palabra» -haz de mí lo que desees- han hecho verdadera­
mente historia. F.l consentimiento pasivo de una virgen indefensa
rebosa actividad dinámica. Su constituye la respuesta de la
humanidad a la acción salvadora de Dios. Dios ha puesto ia salva­
ción en las manos de una persona que podía abrirse consintiendo,
pero que también podía cerrarse a é!. María ha superado esta prueba
dificilísima, va que ha renunciado a su interés personal confiando
completamente su destino en las manos de Dios. De esta manera
se ha convertido en el instrumento privilegiado de la gracia divina1- 1.

Pero este esquema, a pesar de su pertinencia respecto al relato de la


anunciación, se revela inadecuado. En ia vocación de Gedeón se insiste
excesivamente en c! signo (entendido de forma mágica) y presupone
implícitamente su consentimiento en la acción consiguiente: «Gedeón
construyó en aquel lugar mi altar.. (Je 6,24). Por c! contrario, la acep­
tación de María «no es sólo expresa, sino que además subraya en una
larga fórmula y en el lugar que confiere mayor relieve la conclusión de
todo el relato»12-. Pero hay más interpretaciones,

c) Esquema, apocalíptico

En 1981 L- Lcgrand publica un volumen dedicado al anuncio


a M aría co n el su b títu lo : «un ap ocalip sis en los o rígen es dei

12U. D e ta Poce cric, M aria nel mL'tn-o.. >(A,


121. Eriwc, ll mngelo seconcia ¡Atea, 101,
122. S. I.yoiDict, LAfWonciíüion et la mari<¿ogk hiblique* en M aría tn Sacra
Scriptitra, IV» 63.
96 MARÍA MADRE DE JESÚS

evangelio»122. Fundamentalmente el autor considera que aun perte­


neciendo I.c 1,2 6 -3 8 al género de anuncio de un nacimiento, pueden
descubrirse en él algunos aspectos del género literario apocalíptico. Esta
consiste en «una revelación mediada por un ser celeste, además de un
destinatario humano, con el fin de desvelar una realidad trascendente
que pertenece todavía al tiem p o... y al espacio» (J.j. Collins).
Es posible observar en el anuncio a María una irrupción v ertical
propia de la estructura apocalíptica: no se parte de abajo, ni interesa el
parentesco, sino que todo procede de lo alto.
junto a ello comprobamos que la perspectiva dei anuncio es escuta-
lógica: «lo apocalíptico no es sólo el fin sino también el nuevo prin­
cipio, la irrupción de un mundo más que su definitiva deflagración»124.
Hay un influjo de este pensamiento apocalíptico en el «contraste
entre la d e b ilid a d de una virgen y la P otencia divina» La óptica apoca­
líptica se revela sobre todo en el núcleo del relato, hacia donde todo
converge, es decir «la revelación p rim o rd ia l qu e desvela en e l niño -nacido
e l cum plim iento d e las prom esas y la m anifestación escatológica d e l poder-
d e D ios»!2-.
El apocalipsis de Lucas es d ram atiz ad o e in teriorizado, dado que «la
venida del mundo nuevo acontece no mediante catástrofes o estreme­
cimientos cósmicos, sino a través de un simple acogimiento de la Palabra
en e] corazón de una joven nazarena»1213.
Aun siendo sugerente, estamos ante una interpretación que no
podemos considerar completa.

d ) E squem a de alia n z a

El exegeta A. Serta, sin negar las visibles analogías entre ¡os textos
lucanos y los modelos bíblicos de anuncio de un nacimiento o de una
misión, entiende que para esclarecer adecuadamente el relato de Le
1 ,2 6 -3 8 debe analizarse com o «un formulario típico de los ritos de
alianza entre Dios y su pueblo»127.
En realidad, las fórmulas de estipulación o renovación de la alianza,
que aparecen 11 veces en el AT, contienen siempre dos elementos estruc­
turales: e l discurso d e i m ediador, cuyo mensajero d e jH W H anuncia y

' 23- I- Legiand. Lannttnce á M ane (ix i,26-38). Uve apocalypse aux origines de
l'Eetirigiie, Ccrt, París 1981, 103.
124. Legran d, /.anuortce ü M ari?. .,, 138.
Í25. ¡.egrand, L ’n mwmx a M uñe.. 135.
126, Legrand, l.annonce d M arie..., M 0.
127. Serra, Bibbia, 224.
MARIA 1-lK LA RF.VEI.ACIÓN BÍBLICA 97

explica su voluntad, y Id respuesta d e l pueblo, que declara unánime su


ratificación. «Haremos cuanto el Señor ha dicho» (Ex 1 9 ,8 }, «servi­
remos al Señor nuestro Dios» (Jos 2 4 ,2 4 ), «liaremos como tú dices»
(Esd 1 0,12: N c 5,12; 1M 13,9).
Estos dos elementos del formulario ritual de la alianza aparecen
claramente en la anunciación. El ángel Gabriel es el mediador que hace
de portavoz del proyecto de Dios sobre María para la alianza eterna del
rey mesiánico con la casa de Jacob. María responde en vez del pueblo
con la fórmula típica de la fe y de la obediencia. Y es que «Israel se
concentra en ella. Realmente es la “hija de Sión”»i2S.
El género literario del anuncio a María se expresa de forma mixta
(.M íschform ) ya que en él convergen elementos de los esquemas de
anuncio, de vocación, de apocalipsis y de alianza. Gracias a estos proce­
dimientos, Lucas transmite los contenidos teológicos sobre María dentro
de ia historia de la salvación.
I.a Madre de Jesús es la mujer en la que Dios ha hecho posible lo
que es humanamente imposible (Le 1,37). Ella ha pasado a ser el lugar
del supremo nacimiento de una nueva humanidad.
María es además la mujer llamada a colaborar con Dios en la encar­
nación del Verbo. Es c! icono antropológico de la criatura que libre­
mente se une a una voluntad divina vinculante e imprevisible. Es eí
verdadero paradigma de lo humano que se abre a la llamada de un Dios
que interviene en k vida convocando a una misión de salvación a favor
del pueblo.
Por otro lado, estarnos ante la mujer del apocalipsis, de esa revela­
ción gratuira y trascendente de Dios en el evento cscatológico de la
venida del Hijo al mundo. La primicia del anuncio de este evento defi­
nitivo le ha sido reservada.
Y en del mili va María es la «hija de Sión», que en la. obediencia y en
la fe ofrece a Dios el sí de alianza en nombre y en comunión con su
pueblo. F.n ella culminan las promesas de bendición hechas al Padre.

2. L a p r o to m a r io lo g ia d e l M a g n ífica t

F.l episodio de la visita de Marta a Isabel (Ix 1,39-5 6 ), que así mismo
amplía e interpreta el de la anunciación, está lleno de perspectivas cris­
to lógicas y mariológicas.128

128. Sena. Bibbia, 245-


98 MARIA MADRE D E JESÚS

Para entenderlo en su justo termino es necesario ante todo descu­


brir la estructura sustentadora de la narración, modelada según el relato
del traslado del arca de la alianza de Baalá a Jerusalcn (2S 6,2-1 5).

transporte d el arca visita d e M aría


2S 6,2-15 Le 1,39-56

I. en la región de judea 6,2 1,39


2. expresión de alegría 6,5 .1 2 1,44
3. aclamación 6,15 1,42
4. bendición 6.11.12 1,41-42
5. temor religioso 6,9 1,43
6. por tres meses 6,11 1,56

En ambos episodios advertim os el mismo escenario geográfico


(Judca), análogas manifestaciones de alegría en David que danza ante
el arca y en Juan que se sobresalta en el seno materno, el clamor sagrado
que acompaña al arca y la exclamación que eleva Isabel ante María, la
presencia del arca y de María com o motivos de bendición, un mismo
religioso temor manifestado por David e Isabel y que el arca y la madre
de Jesús permanezcan tres meses.
A través de este modelo literario, Lucas propone un contenido mario-
lógico-cristológico: la Madre del Señor es considerada como el arca de
la nueva alianza en sustitución de la antigua. Ella es ya la morada del
Dios vivo.
Junto al significado propio de la estructura n arrativa, Lucas inter­
preta teológicamente lo que acontece en la anunciación a través de la
confesión doxológica de Isabel (Le 1 ,4 2 -4 5 ) y el cántico d e a la b a n z a de
María (Le 1,46-55).

A. Confesión doxo lógica d e Isab el

El saludo de María provoca en Isabel «desde una relación de causa­


lidad» la exultación del niño que porta en su seno y la efusión deí Espí­
ritu. Esto «da vía libre a las profundas fuerzas del, Espíritu, al júbilo
escatológico y a la profesión de fe en C risto»1-9. Isabel es capaz de
conocer la verdadera identidad de María, determinada por su mater­
nidad divina y por su fe.
El oráculo de la madre de Juan se expresa mediante tres títulos que
sitúan a María en el centro de la escena y de la historia de la salvación:129

129. Schürmarin, ¡l tángelo di Luca, J69.


María ux :.a Rr:vrj.AcióK bíblica 99

a ) «Bendita entre las mujeres» (Le 1,42) reproduce la bendición


por Yací y Judit (Je 4 ,2 4 ; Jdt 13,18) pero con mayor carga esca-
tológica en ef caso de Jesús. Se traía de un superlativo en el que
se reconoce que Dios ha hecho fecundo el seno de la Virgen del
que germinará el mismo autor de la vida130. A la bendición de
Alaría le sigue la del «fruto d.e su vientre», que según la ley de]
paralelismo explícita y precisa, eí significado d.e la primera: Jesús
es ia fuente de las bendiciones de M aría131*.
b ) «La Madre de mi Señor» (Le 1,43) implica una homología cristo-
lógica: jesús es proclamado Señor tanto en un sentido real o mesití­
nico como en un sentido trascendente y divino, según será reconocido
tras la resurrección. El título mañano indica a su vez que María es
ia G hebim h132 o madre rea! del Mesías y la Madre del Hijo de Dios.
c) «Bienaventurada aquella que ha creído» (Le 1,45) interpreta la
respuesta de María al ángel como un acto de fe, bendición que
alberga !a misma maternidad mesiánica de María, que no fue
sólo de orden biológico. Con la fe de un oyente de ia palabra y
su obediencia, María desde el criterio de discriminación entra a
formar parle de la familia excatoiógica que será formada por Jesús.
Aun recibiendo un signo {] ,36-37), era una creyente a la que le
bastaba la palabra de Dios133.

B, E l cántico d e a la b a n z a d e María.

El Magníficat, cántico/himno/salmo de alabanza puesto en labios


de M aría134, presenta «ei valor revelador y kerigmático de la escena» en
cuanto «evidencia en forma poética lo que Isabel ya había manifestado

130. Cf. A. Serra, «Bencdetto i! trullo del uto sena» (Í¿1,42). IIgrembo materno, lunes)
delta bmeáizime di Dio. en María secando il oangelo, Querii titula, B tercia 1987, 24-43.
131. Ci. M, Masini, II idlulo di B.lisdbfUst a Mario. (Le 1,42), en Mar 50 (I9S8)
151-155.
1,32, Mu el AT la Ghebimh significa dueña o señora y designa a ia reina madre en ia
que se reconoce ¡nula y pi Litigio, Ksre ei caso de I’etsabé que se presentó a su hijo
Salomón para defender la causa de Adornas. El rey «se postró ante ella» y k hizo sentar
a la diestra de su imno: «Pide, madre mía, poique no te la negaré- (IR 2,20), Pero la
gracia le fue negada. Cf. A. Serra, Regina, en NDM, 119 M I 92,
133. 1?rown er a i, Ma ría nel N T, 143- 144.
134. Desde d punto de vista de la crítica textual se impone ía atribución del Magní­
ficat a María, mientras que h variante «Y dijo Labe:» no tiene apoyos suficientes.
La crítica moderna, sobre todo por ia expresión «me llamarán bienaventurada» (1,48),
que piolunga la aclamación de Isabel «bien aventurada k que ha creído» (1,45) refe­
rida i María y no a Isabel, se muestra a favor de la, tesis tradicional. Cf. A. Valentín!,
La controversia circo l'attribuzione dd Magníficat, en Mar 45 (1983) 55-93.
100 MARÍA M ,A D REL'H JLsÚS

con pocas palabras y sólo prosaicamente», til cántico constituye'«la más


antigua teología mañana» ya que es «el testimonio de cómo el primi­
tivo cristianismo consideraba a la madre de Dios»’-55.
La interpretación pneumática, propia de los himnos de Le 1-2 ya
se encuentra en el cántico de María con una estructura dividida en dos
partes: la primera (1 ,4 6 -5 0 ) fundada en la acción de Dios en María; la
segunda (1 ,5 1 -5 5 ) gravita en torno a la acción divina en la historia de
los hombres.
En ia primera parte, desde un carácter individual, M aría refleja su
intensa alegría por la experiencia de la doble acción de Dios en ella;
a ) Dios, Señor y salvador, «ha puesto los ojos en la m p ein osisáe su
esclava» (1,48a). Rccicn temen re la tapeinosis ha sido interpre­
tada como «condición de humillación» (Lyonnet), «insignifi­
cancia y anonim ato» (M ussner), «bajeza/huniildad/miscria»
(Valencini)... t5<í La expresión índica probablemente todo esto,
pero sobre todo el com portam iento espiritual propio de los
«pobres de JH W H », que incluye «pequenez, pobreza, indefen­
sión, insignificancia, nulidad y absoluta falta de influencia y de
poder»157;
b ) «El Poderoso ha hecho obras grandes ( megáld) en mí» (1,49a).
La acción de Dios sobre Marta es verdaderamente activa y eficaz,
ya que en ella corno mujer sienta y pobre se lleva a. cabo la realidad
de su poder, santidad y misericordia. Las «obras grandes» del AT
revelan la acción de Dios que exalta a los humildes (Jb 5 ,9 -1 5 )
y libera a Israel de Egipto (D t 10.21) o de Babilonia (Jr 3:3,3).
En el M agn íficat María reflexiona sobre el evento de su concep­
ción virginal, pero no hace discurso sobre ella; «muestra casi un
temor reverencial en hablar abiertamente de este misterio santo.1356*

135. R. SdiinaikenluiLg, »11 “Magníficat”, ,a sua spiritualiía c la sua teología», en


La vita cristiana. Esegesi in progresa f in mmarneneo, Jaca Book, Milano 1977, 215,225.229.
136. Para el análisis de estas Interpretaciones y las cuestiones que se derivan de Le
1,46-55, cf. A. Valencini, 11magníficat. Cenen; letón-aria. Struttura. Esegesi, Dehonianc,
Bologna 1987.
¡37. S. Muñoz Iglesias, Génesis histórica -literaria del Magníficat, en KM 36 (1986)
24. Kn la misma línea se sitúa A.M. Serra, Mario., * ,..profondnmenie p er mea tu dello
¡pírico dei "poveri di ja b v é “n (RM 37). iést.imnnianzc biblico-giudaiche m i trinomio «fedebh
tilla l.egge dt Dio-preghicm-liberndune», en Mar 59 (1988) 193-289. En función de la
extensión del concepto de pobreza en el tardo judaismo y dentro del contexto próximo
que establece un nexo inmediato enrre Le 1,48a, Le f,38a y 1.45 y la tradición ede-
sial, Serra afirma: “I,a “pobreza'’ de M aría (Le 1,48a) es la obediencia de la “fe”
(I.c 1,45) que ella como “esclava" presta a la palabra de su Señor (Le 1,38a)» (p, 279).
MAttlA 1-K I.A REVELACION RÍM ICA 101

Pero la expresión “el Poderoso'1es una referencia velada ai diálogo


tenido ton el ángel. A la pregunta de María éste le respondió:
“Nada es imposible para Dios”»133.

De estos dos motivos (oíi) surge la «María-eu logia» o alabanza y


bendición dirigida a la Madre de Jesús por las generaciones humanas:
«El macarisrno de Isabel resonará de ahora en adelante en todas las
épocas»13'2,
Lo que impresiona del M a g n ífica tes el paso de la inicial humildad
a ias grandes obras y al macarisrno universal. Este paso const.itoye la
experiencia en María de la ley salvííita y del «cambio de situación»
que aplicada en su sentido ascendente y progresivo se amplía también
en un sentido descendente y regresivo en la historia de la salvación.
La segunda parte ( 1,5 1 -5 5 ) presenta con paralelismos antitéticos la
acción de Dios en la historia. Los verbos «desplegó.,. derribó... exaltó,,.
colmó» no son aoristos gnómicos que simplemente describen la acción
constante de Dios sino que se trata de aoristos incoativos. Estos verbos
presentan hechos que se cumplen en e! presente a partir de aquel

evento extraordinario, decisivo y ya cumplido... (w. 48a.49a), que


ha marcado indeleblemente la existencia de la d o ú k , ha provocado
un cambio radical en la suerte de los humanos y lia llevado a su
cumplimiento las promesas salvíflcas dadas a Israel1^1,

La inversión de las situaciones se enmarca fundamentalmente en el


cam po religioso: los soberbios (1 ,5 1 ) son los idólatras opresores de
Israel, que no pertenecen al número de creyentes en JH W H y que son
los que en verdad «le temen» (1 ,50). Los potentados «en los w . 52ss.
deben ser en tendidos en un sentido político-social: los soberbios son
los poderosos por su dominio y riqueza»1^2.
Pero la revolución de Dios no sólo será religiosa sino también polí­
tica y social, Ahora bien, no se trata de suplantar a los opresores con
otros que al final harán ío mismo. En realidad

en un contexto más amplio de la predicación cscatológica de Jesús


dicha concepción ya no tiene lugar. Las viejas categorías orientadas138940*2

138. Schriidícnlxirg, «II "Magníficat"...», 222.


139. Sd iii: nuuin, // (wngdo di /,; tea, 17 7.
140. O . KC, Fensham, The. Change ofth e Situación o f ti Penan in Anciem Near
/¿ « « m and BiblicalWiídtsm Litevacure, en «Anriali clcil’Istituto oriéntale di Napoli» 21
0971) 155-104.
14 í . Valen tíni, H Magníficat. ...223.
142. Schüimana, ¡l vanado di Luco, 180.
102 MARÍA M,\D!U: D tjE íSÚ S

liada el principio del poder ya no tienen ningún significado.


De ahora en adelante sólo es válido el principio de la d ia k o n ía
(cf. Le 22,24-30), prefigurado visiblemente en María como «esclava
del ,Scfior¡> y realizado definitivamente en la exaltación del siervo
Jesús como Kyrios (Flp 2,6-1 1J 145.

La experiencia de misericordia realizada en María alcanza a toda la


historia del pueblo de Dios. La «esclava del Señor» se identifica una y
otra vez con Israel «siervo de JH W H » (1 ,5 4 ; c f Is 4 1 ,8 ), ante el cual
Dios recuerda {teología d e la mem oria) su «eterna misericordia» según
las promesas dadas a Abraham y a su descendencia [teología de la alianza).
Dada la importancia normativa de la interpretación protom aricló-
gíca contenida en el M agn íficat, volveremos a ella en la reflexión siste­
mática sobre María (c. IV).

3. E l segundo an u n cio a M a ría : la p r o fe c ía d e la espada

La presentación de Jesús y la purificación de M aría ( I x 2 ,2 -3 8 ),


prescrita por la ley de Moisés, se convierte en la «ocasión para una gran
revelación mesiánica en ei templo de Dios» '«L
Simeón es su protagonista, un viejo laico perteneciente a los «pobres
de JIIW H » que bajo c¡ influjo del Espíritu (2,25 -2 7 ) se acerca al templo
en el instante justo para reconocer y proclam arla verdadera identidad
del niño Jesús.
La interpretación pneumática de Simeón se expresa, al igual que
con María en la visita a Isabel (1 ,4 6 -5 5 ), con un him no o canto de
alabanza. Simeón ve en Jesús no sólo ia «gloria» del pueblo de Israel,
sino también «la luz pata iluminar a los gentiles» (2 ,3 2 ).
Se comprende el estupor de María y José ante ei universalismo de
la salvación que trasciende todo lo que ha sido anunciado por el
ángel (2,33). Simeón pronuncia un oráculo que no tiene esta vez forma
de cántico. Tras pronunciar una etdogia sobre los padres del niño 1

14 3 hmst, 11 vanglo secondu Luco, 1 [6-117.


144. El «para siempre» con ei que concluye el M agníficat (Le 1,55) se vinaria a la
'.'misericordia» en fundón del paralelismo del v,5() V eí viejo lenguaje* de los salmo.;
sobre la «cierna misericordia» de Dios (Sai 107.1; 1 i 8,1-4; 156 reper ida mente),
Cf, Valenr¡ni, ¡lMagníficat'-.., 211.
145. Schürmsnn, 11 vanado di Lúea, 24S.
MARÍA EN LA REVELACIÓN IÜBL1CA 103

(«les bendijo») se dirige exclusivamente a María y le formula un anuncio


profético, un «segundo anuncio»14" que amplía y modifica el del ángel,
El oráculo dirigido a María es claramente cristológico ya que proclama
que Jesús será para Israel ocasión de tropiezo o de salvación, de caída
o de resurrección (cf. Is 8 ,1 4 -1 5 ; 2 8 ,1 6 ; Le 12,51).
La trágica suerte de jesús es reflejada con un crescendo de tres expre­
siones. .Será «un signo de contradicción» (semeton antilegómenon = parti­
cipio presente pasivo), es decir, conrrndicbo, contestado y arrastrado a una
hostilidad que 1c condenará a muerte (cf. Hb 12,3). La «espada» (rompháid)
que atravesará el alma de María es un modo simbólico para *•señalar el
sufrimiento del Mesías, su trágico fin»146147. El poner a descubierto las
intenciones (dialoghism oi) en un sentido negativo, esto es, los proyectos
perversos de muchos judíos, aparecerá sobre todo en !a muerte de Jesús.
El oráculo de Simeón descubre un aspecto mariano importante, ya
que al dirigirse directamente a María, la involucra en la suerte de su
Hijo. El significado de la «espada» ha tenido sucesivas interpretaciones
a lo largo de la historia de la exégesis148:
ü) d u d a d e f e y escán dalo ante la crucifixión y m uerte de Jesús.
Propuesta por Orígenes y seguida por otros Padres, entre los que
desracan Efrén y Cirilo Alejandrino, esta interpretación está
abandonada en la actualidad ya que contrasta con la figura lucana
de María, caracterizada por una fe ejemplar y reflexiva.;
b) la. p alab ra de D ios, parangonada con una espada que se hunde
en ei alma (H b 4 ,1 2 ), indicaría la doctrina de Jesús que divide
a la familia, comenzando por la suya, y que exige ir más allá
de los vínculos de sangre. Esta explicación procede de Basilio y
Ambrosio y es recuperada con matizaciones por Serra, Brown y
Fitzmyer. Válida tal vez para una interpretación global de la
Biblia, no tiene en cuenta el hecho de que Lucas nunca compara
la palabra de Dios con la «espada», sintácticamente vinculada al
«signo contradictorio»;
c) la p a s ió n d e je s ú s , que co m o una espada hiere el alm a de
María al com partir el sufrimiento de su Hijo. Constituye la

146. Lit expresión está tomada de la encíclica Redemptorh m anráe Juan Pablo II
{25-3.1 987): »E1 anuncio de Si meón parece como un segunda anuncio a María, dado
que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es
decir, cu la incomprensión yen el doler» (RM 16; EV 1 1/1312).
147. Orcen si o da Sp ineroli. l.uca. 11 vanado dei poveri, Ciu.ideíla, Assisi 21982,
123.
1-Í8. CE J.M, Alonso, La espada de Simeón (Le 2 3 5 a ) en la exfgesis de los Pudres,
en María in sacra Ser;¡¡tura, IV, 183-285.
104 MARIA M ADRE Olí, JESÚS

interpretación más difundida, y cuenta con voces autorizadas


corno Agustín, Paulino de Ñola, Lagrangc, Feuillet, etc. «La imagen
de la M ater (¡olorosa es proyectada retrospectivamente a los inicios.
Como ninguna otra, dicha imagen queda implicada en la contra­
dicción que surge en tom o a la persona del H ijo»!‘i’). Esta inter­
pretación tiene c! mérito de emplazar la figura de María no entre
aquellos que padecen el juicio mesiánico, sino —corno de hecho
el texto revela—entre los que están de parre de Jesús como partí­
cipes de su contradicción y sufrimiento. Es verdad que de esta
compasión de María pueden surgir concepciones perversas. Por
ello «el límite más evidente a esta explicación se halla en la concen­
tración unilateral y reducto ra sobre ia Pasión, que es el culmen
de. la hostilidad contra el semeion, al que realmente no satisface»149150.
d ) la oposición {antiloghía-, cf. Rm 1 0 ,2 ] ; H b 1 0 ,3 ; H clr 1 3 ,4 5 ;
28,22) contra Jesús y la comunidad provocará un dolor profundo
en Marta. Esta interpretación, la más reciente, asume y supera
las dos precedentes ya que se basa en los vínculos existentes entre
el «signo de contradicción» y la «espada», entre los que no existe
solución de continuidad; «María, la madre, sufre de antemano,
junto a su Hijo y por causa suya, la oposición que más tarde
alcanzará a los discípulos y a toda la iglesia» 15b La solidaridad
de M aría con la dolorosa suerte de Jesús «alcanza su punto
supremo en la cruz» (K. Stock), sin quedar limitada a ella.

Para ia comunidad de los creyentes, en la que Jesús se ha conver­


tido en anástasis, la resistencia contra el Mesías es causa de un dolor
profundo, del que ia Madre de Jesús también tomará parte de modo
personal. Cada rechazo sufrido por el Mesías a causa de Israel -incluso
el postpascual- lacerará el corazón de su madre152,

4. A n ticip ad a experien cia p a s c u a l cu an d o Jesús es h a lla d o en e l tem plo

El télalo de jesús entre los doctores, después de perderse en d templo,


anticipa la focalización de Lucas hacia Jerusalén, donde habrá de

149, Tirnsr, II atíngelo seronda Lúea, 160.


150, A. V¡: 1en iini, !l seco ¡ido tí n>iunció a M ti ría (RM 16), e. n Mar 50 (1988) 305.
151. Vdenti ni, ll secando u n r r u n r ío 307.
152. Sdtiicniana, 1! vangtlo di Lúea, 256.
MARÍA EN IA REVELACIÓN BIBLICA 105

realizarse el misterio pascual. La conclusión deí evangelio ele la infancia


concuerda con el epílogo de toda la existencia de Jesús.
El episodio, de carácter fuertemente sapi.enci.aly pascual, tiene una
clara finalidad cristológica. A través de términos ya conocidos en los
libros sapienciales veierotcstamentarios, jesús es presentado como un
maestro en sabiduría (prácticam ente com o la misma sabiduría) que
asom bra a los representantes de la antigua ley (cf. el paralelo con
Si 2 4 ,3 -1 4 ) -»
Mediante el uso de expresiones características del vocabulario pascual,
el episodio pretende anticipar en María la experiencia de dolor y alegría
ante el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Ambos eventos
se desarrollan en Jcrusaíén con ocasión de la (testa de pascua (Le 2 ,4 1 ;
2 2 ,8 .1 3 ) durante tres días (Le 2 ,4 6 ; 2 4 ,4 6 ), determinados por la nece­
sidad de cumplir la voluntad del Padre (Le 2,4 9 ; 24,7) y dentro de una
general «incomprensión» (Le 2 ,5 0 ; 2 4 ,2 5 )
Mientras que María reprende a jesús y menciona a José com o su
padre, Jesús pronuncia su primer lághiom «¿No sabíais que yo debía
estar en ia casa de mi Padre?» (2 ,4 9 ). Consciente de su exclusiva filia­
ción divina, jesús reivindica su autonomía frente a los vínculos fami­
liares, Y si bien es cierto que volverá a su casa junto a su familia (2 ,5 1 ),
cumpliendo así el esta tuto ken óú co querido por el Padre, en su vida
pública no aceptará más órdenes que las de Dios.
El posterior versículo; «Pero ellos no comprendieron la respuesta
que les d io .,. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en
su corazón» (2,50-51) traza una imagen de María recorriendo los caminos
de la fe.
Su no-comprcnsión del misterio pascual oculto en ia respuesta de
jesús (Ambrosio) muestra que el misterio dei Señor permanece como
un enigma insondable para rodos los creyentes, Pero «se trata de un «no
comprender» interrogativo, abierto a Dios, sin menoscabo de su inte­
ligencia»1^ . De hecho, eras el mensaje de ios pastores y el episodio de
jesús con los doctores (2 ,1 9 .5 1 )
a semejanza [.. L de ios sabios que se recogen en meditación ante
los enigmas del libro santo. M ará conservaba todo en su corazón,
incluso las palabras que de momento le eran incomprensibles1‘,í\

153. Pao un estudio mis profundo de este episodio, cf. R. Lamen un, ¡hits mt
temple. Mysrérede Paques etfnide Marte en Lite2,48-50, Ga balda, París 1966.
¿54. Sena, Bibbia, 269-271-
155- Schürmann. II vangelo di Ltica, 269,
156. A. Sorra, Sapiente, en NI AVI, 1280.
106 m a r I a m a d r í ; d i ; jn süs

El v. 2 ,1 9 nos dice que María no sólo recordaba palabras y cosas


(.rem ata) sino que las «meditaba» en su corazón. El participio presente
synballousa (literalmente «que pone junto a sí») con el cual Lucas

puntualiza la actividad hermenéutica de María, significa realmente


«dar una recta, explicación, descubrir el verdadero sentido» de un
acontecimiento o situación que suscita una mezcla de asombro e
incomprensión 15

Sí¡S T LS1S CONCLUSIVA

Como conclusión a Le 1 -2 y desde el punto de vista mariológico se


extraen las siguientes consecuencias:

a ) M a r ía es lla m a d a a fo rm a r p a r le d e l p la n d iv in o con u na
m isión p a r tic u la r

La anunciación permite a María comprender la concepción virginal


del Hijo com o obra del Espíritu (1 ,3 1 -3 3 )- Isabel la reconoce com o
«Madre del Señor» (1 ,4 3 ), tirulo que sólo puede ser aplicado a ella en
toda la historia de ia salvación. Su participación histórico-salvífica queda
subrayada con los siguientes títulos bíblico marianos:
«kecharitom éne» (1 ,2 8 ), que como un nuevo nombre de María,
muestra que es amada de Dios como un favor regio que permanece
para siempre153 y realiza en ella una verdadera transformación159.
Pero sobre rodo se rrata de un tirulo ministerial ya que está orien­
tado a la misión11"’11.
«bienaventurada entre las mujeres» ( 1,42), semitismo que por su
condición de superlativo Índica que María más que ninguna otra
mujer judía «veía en la bendición de su propio cuerpo un signo
activo de la gracia operante de Dios»1 ( 1 Mientras que ¡a maldición

15?. A. Ser r;i, Sapienzti e cuntemplazione di Mar id secomía !atea 2,19.5!b, l'eiij.ian'i
Mtrianum, Roma 1983, 302 (buen estudio).
158. Cf. A. Cienri;e, Eludes sur i ’isettvre du Loe, Gabalda, París 197S, 435 cjiie cita
j lis: 2,17; 5,8; 7,3; 8,5.
159. I. De la Potterie, María «pieria di.gnu.ia» (Rm. 7-11), en Mar 50 (1988) 1 l i ­
l i ? cjUL* incide en e! valor causativo del verbo dnrrilóó; de este modo kechar'itírménc
significa «agraciada, dotada de gracia».
160, Cf, E. Peretco, Cmtenuti e limiti deWammcmzione (Le 1,28-38), en ¡dentitá
de¡ serví di Mario, Edizinni Marianum, Roma 1975, 4 l.
161. H.W, Ikyer, eultigbéo, en G LN T lll, 1171. Cf. A. Scrra, «Benedetto iljrutto
del tu o sentí» (Le 1,42). il gremio materno, htt/go delta benediz.ione di. Dio, en Alaria
secundo il vangelo, Qtiermiana, Brcscia 1987, 23-43.
-MARÍA l:N I A KKVT.LAClON KlHI 1CA 107

nos arranca del tronco vivo y vital de la promesa, constituyendo a


individuos y grupos en un estado de ruptura frente a la historia de
la salvación [ ...], la bendición de María se convierte en Lucas en la
meta y el complemento de todas las bendiciones precedentes en e!
Israel de Diosie~.
María es el término de bendición y bienaventuranza, según refiere
Isabel en su inspirado elogio (Le 1,42-45), que la sitúa en la reali­
zación del plan divino. La bendición es «ei signo concreto de ia
historia de la salvación»lí’3) y-a qU{; <<cl valor de la bienaventuranza
constituye ia afirmación de un estatuto salvífico del sujeto "bende­
cido”»11^,
- «esclava del Señor» (1,38), autodefiníción de María según aparece
en el Magníficat (1,48) que desde un sentido veterotestamentario
implica la adoración de Dios que se manifiesta en la celebración del
culto (Sal 113,1; 134,1), El servido de Dios es por tanro una actitud
moral de obediencia a la voluntad divina (Sal 119,17; 125-176). El
siervo de Dios es aquél al que se le ha encargado una misión para
la salvación del pueblo (¡s 41,8-9; jos 24,29, Ex 14,31). Este triple
significado convierte a María en ia adoradora del único Dios, la
mujer fiel a la palabra del Señor y la persona disponible a la obra
de salvación, es decir, a la venida dei Mesías salvador.
- la solidaridad de María con jesús, al compartir su suerte, es mani­
festada por Simeón con la famosa imagen de !a «espada» (2,35): la
madre es desuñada a participar del sufrimiento del hijo a causa de
la incomprensión del mundo. La profecía cristológica asume en este
punto una formulación típicamente manaría. Pero mucho más que
en el dolor, María participará de la gloria de la resurrección, anti­
cipada en la experiencia de la pérdida de jesús en el templo.

b) A la llam ada d e Dios Adaría responde con una f e ejem plar cpie
constituye e l rasgo m ás característico d e su ser espiritual (1 ,3 8 .4 5 )

Cuando las disposiciones envinas irrumpen en su vida, María pasa


a convertirse en el «prototipo de una elección histórico-salvífica». María
no es tratada como un instrumento anónimo

sino que, como su padre Abraham, el «padre de todos los creyentes»


ÍRm 4,1 ls.)> es elevada en ci instante preciso al rango de interio-162*4

162. E i V í o r i , Biglia d i Sion e serva d d Dehoniane, Bologna31988, ] 44.


163- C- Seufr, Bentdizimie, en Vocabobíria bíblica, AVK, Roma i 969, 33.
164. tí. Ravasi, «Beata cola ebe ha crédulo!* (Le 1,45). Lísdamazitme di V.lisabeua
chía ve di lectura, ddl'encidka, en Mar 50 (1988) 166.
I 08 MAIÜá MADilp DI:. JFSC.S

cu tora de Dios y convertida en «persona» de la historia de la salva­


ción en el más profundo significado del Término165.

El ser espiritual de la Virgen de Nazaree, al tiempo que transparenta


las mejores notas de la piedad vecero testamentaria, se manifiesta ante
todo en su fe, según es proclamada por Isabel (1 ,4 5 ). La fe de María es
consentimiento ai plan de Dios y aceptación de su propuesta concreta
de la matei nidad de Jesús. Pero com o este consentimiento es anterior
a la concepción virginal, la maternidad de María no puede reducirse al
exclusivo nivel biológico; precedido por un acto libre de fe, se consti­
tuye en maternidad responsable. María progresará en el camino de fe
interiorizando e interpretando los eventos referidos a Jesús (2 ,1 9 .5 1 ).
Según Lucas, María «viene a formar parte de la gran familia esca-
fológíca de jesús [ ...] gracias a una obediente respuesta a la palabra y
la voluntad de Dios»1156. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, María
no actúa como una simple persona individual, sino como ei vértice de
su pueblo y de toda la humanidad. En ella se lieva a cabo un elemento
estructural de la historia de la salvación: la «representación», por la cual
la acción de una persona concreta produce un efecto decisivo y bené­
fico para toda la humanidad, «Ei papel personal de María tuvo en este
instante un papel fundamenta! para la humanidad conforme a !a ley
universal de la historia de la salvación.»167.

cj A laría ad q u iere en Lucas la d ig n id a d d e tem a teológico

La persona de María nunca es hom o logada a su función, pero sí es


objeto de particular atención del evangelista que. convierte a María en
fig u m cen tral de los relatos de la infancia. El ángel la saluda, Dios la
ama, es alabada por Isabel, bendecida por Simeón, santificada por todas
las generaciones, Ella es interpelada directamente mientras que refleja,
responde, actúa <: interpreta en silencio o en el canto el plan de Dios.
En María Dios consuma una gran realidad, algo humanamente impo­
sible: la maternidad virginal.
En el Magníficat Lucas avanza una especie de «pro tomar iología» y
busca comprender la existencia de María a ía luz de modelos vete ro­

ló 5. iM¡ilion i a pasirím e e ia raajxriizione.... 559-56(J. X. lhkaza, i.ti madre de


Jesús, Introducción a itt mariohgía, Sígueme, Salamanca í 985, 339-4HG prosonta a María
como la primera persona de la historia, sujeto libre'/ rehteiim abierta a ¡as personas de
la Trinidad y a la humanidad entera.
166. Brnwn a a i, María ttd NT, 136.
í 67. Hmwn «tai., María nd N I ] 570.
MARIA T:N [.A líl-.VELACION RÍRUCA 10 9

testamentarios; reimos de vocación histórico-salvífica, personificación


de la «hija de Sión» llamada a la gloria mesiánica16s y esquemas de abaja­
miento-exaltación que confieren un movimiento ascensión a! a Ja exis­
tencia terrena y postum a de M aría, Y junto a estas tentativas de
interpretación emerge la estructura de la alianza, fundamental en la
Biblia: M aría es el partner hum ano que congrega a Israel e inicia
la iglesia1®.

d ) L as afirm aciones lucanas sobre L ia r ía descubren un in c ip ie n te cuito


a M aría en Li com u n idad cristiana

La exegesis reconoce que las elogiosas expresiones de María no


habrían podido ponerse por escrito si el comportamiento de los cris­
tianos hacia ella no hubiera sido claramente positivo, Lucas nos descubre
una «mariología doxológica» (H . Schürmann) constituida por el saludo
deí ángel y la exclamación de Isabel «que contiene un primero, tímido
[!] inicio de veneración cristiana a María»1' 0.
El macar ¡smo de Isabel es asumido por el Magníficat y ampliado a
todas las generaciones (1,48). Un artículo de E Mussner para el Congreso
maríoíógico internacional de Lisboa (19 6 7 ) presenta este texto com o
el «testimonio de la veneración por María en el cristianismo primitivo»,
digamos su Sitz.im L e b e r í' 1, Esta idea ha tenido cada vez más un amplio
consenso1681970l72.
Es cierto que todavía no nos encontramos con un culto propio y
verdadero manifestados en la oración a María y en el sentido de su

168. III tema di María «hija de Sión» (título reconocido en la I.G 55) es un descu­
brimiento de la exés'esis anual al interpretar ei anuncio de] ángel como una actualiza­
ción de So 3, ¡4-1 7. Cí. N, Lemmo, María «ftgliet di a puniré da l.ueti 1,26-38.
ííikm ln i.■xejreMo d a l ¡939 <d 1982, en Mai 45 (1983) 175-238,
169. Cí. De la l'ottcrie, María uei minero..., i 7-32, 279-280. G. Barbaglio. que
se atiene rígidamente al método histórico-cnrico, observa que lucas «acentúa la “rqui-
laeación” teológica y espinina] tle María; en cüikí'CCo, su ríeteler por la gracia y su
respuesta obediente a la palabra de Dios» {Maná m i NT, 46),
170. Frnst, Vangelo secando f.uoi, U l .
171. E Mussner, I.h 1,48 f; 1 1 ,2 7 f. und die Anfdnge der Mariemvrthntng in de>'
Urkirche, en De pnmordhs euitiis marulni, II, 25-34.
172. El cántico de Isabel (l.c 1,42-45) constituye la «bendición-santificación coral,
puesta en boca de Isabel, que la comunidad Clistiana. primitiva dirige a María Madre
del Señor (v_ 42) y Madre de ios creyentes, la pisteiUasa por excelencia» (Ravasi, «Beata
tohu. ] 59-1 CAY). «.Sin una forma incipiente de alabanza a María (o quizás también
de discurso) pienso que esta frase en la redacción lucana sería difícilmente explicable»
(G. Ghiberti, Le 1,48b: anche genere agiogntfico:, en «Rivura bíblica» 39 (199 i) 140.
110 M A iilA MADRE- Di- j'llSÚS

presencia. Hn cualquier caso ya renem os la doxología ( e u ló g h ia y


m acarism o) com o primera forma de marioiogía; ésta acompaña e inter­
preta la forma narrativa y precede tanto a la homología como al aserto
dogmático.

IV. M aría e n kl e v a n g e l i o d e J uan y e n e l .Ap o c a l i p s i s

El cuarto evangelio escrito por el discípulo que Jesús amaba, iden­


tificado tradicional mente con Juan hijo de ZebedecP73,

se trata de una obra compleja: emparentada con la forma más primi­


tiva de ía predicación cristiana es al mismo tiempo la última etapa
de un esfuerzo por comprender de forma más profunda y luminosa
y bajo la guía deí Espíritu Santo el misterio de Cristo l7Á

La teología joánica se centra en la «alta cristo logia» que implica la


preexistencia deí Verbo junto al Padre (1 ,1 -3 ) y la revelación de su
gloria. Esta revelación acontece a través de una serie de signos, con el
testimonio de la fórmula «yo soy» y definitivamente con su pasión y
resurrección ( 1 7 ,5 ) !7S. Para Juan la cruz representa «la hora» de Jesús,
eí instante supremo de su existencia, en laque es «elevado» para retornar
ai Padre y encontrar la gloria presente en Dios «antes de que el mundo
fuese» (1 7,5)-
En esta teología joánica y apenas esbozada aparece M aría de un
modo significativo, «estrechamente asociada a la hora y a la glorifica­
ción de su H ijo*1?6.1734*

173. Por lo que se refiere a la discusión sobre la autoría del cuarto evangelio, para
algunos exégetas modernos (Colsoti, [.oren'/.en, Hengel, Hrown, Schnackenburg...) se
trata de un discípulo anónimo fuera dd grupo de ios doce y al margen del judaismo
oficial; d. G. Segalia. nlldisiepalo que Gesü amai/a* e la irodizione giovannea, en «Then-
logia» 14 (1989) 217-743. Eí autor se alinea con la tesis tradicional del apóstol Juan
en lulición de criterios internos y de la tradición de Justino c Lenco entre otros.
174. La Bibbia di Gerusalemme, Deltonianc, Bologna ’ l 990, 2258 [ Biblia de jeru -
satén, Desclée, Bilbao, 2000].
175- «iMientras que para Pablo eí jesús terreno, en tanto Preexistente bajo figura
de esclavo, está privado de toda gloria y esplendor divino (Flp 2,6ss; 2Co 8,9; Rrn 8,3),
en Juan el I .ngns hecho carne reveía-de un modo paradójico, visible solamente a los
ojos de la fe—la propia daxa en su obra histórica» (Bultmann, Teología del N T , 346).
El exégera muestra que la expresión «yo le he glorificado» (Jn 12,28) sería impensable
en Pablo (ibi).
MA.IIÍA KM l,A Kl-VJ-'.l.ACIÓ N BIBLICA

Tres textos nos interesan por su referencia a María, aunque c¡ primero


sea de un modo indirecto y probable. I.a Madre de Jesús es presentada
en una perspectiva madura y prácticamente definitiva.

1. L a concepción v irg in a l d e í L ogas en carn a d o (1 ,1 3 )

El prólogo del Evangelio de Juan describe la triple fase de la exis­


tencia de! Legos. 1, Su comunión de ser y de vida con Dios, junio a su
intervención activa en la creación y su presencia iluminadora en el
mundo (1 ,1 -9 ); 2. El Logos es rechazado por el mundo, cuya obstina­
ción en no creer le excluye de la vida, si bien algunos le acogen reci­
biendo con ello la filiación divina (1 ,1 0 -1 3 ); 3- El Verbo se hace carne,
es decir, entra a formar parte de la esfera terreno-huma na, materia! y
caduca, para manifestar su gloria y hacernos partícipes y discípulos de
su gracia y verdad {1 ,1 4 - 1 8 ) 1n .
En la segunda estrofa Juan nos presenta un pasaje que concierne a
ía encarnación y probablemente a la concepción y parto virginal. El
texto, según la traducción de la B ib lia de Jerusalsn y el estudio de I. de
k Potterie, suena del siguiente modo;

Pero a todos los que la recibieron


les dio poder de hacerse hijos de Dios,
a los que creen en slí nombre;
la cual no nació de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de hombre,
sino que nació de Dios (1,! 2-1 3).

C om o se advierte el v. 13 no se traduce en plural según la versión


de todos los manuscritos griegos, sino en singular. Esta preferencia se
debe a! testimonio de Justino, Hipólito, íreneo y'lerruliano, todos del
siglo II y anteriores al códice griego (s. IV), y extendido por toda la
cuenca mediterránea. Este cambio de número se explica según el pensa­
miento de Tertuliano del siguiente modo:

los valentiniaiios habían falsificado el texto de Juan 1,13 para poder


fundar en eí su doctrina gnóstica del renacimiento como «espiri­
tuales» o «perfectos»1761178.

176. D . Mol íat , ¿>. Jnirt i évangéliste, en D S Aivl VIH, 238.


177. Cf. R, Schnackenburg, llm ngd od i Gtovanni, Paidcia, Bresciu 1974, 1, 275'
356 \El evangelio de San Juan, 4 vols., Herdcr, Barcelona 1980-1987].
112 MARÍA DEj KSC'S

La tripic negación contenida en el v. 1,13 es interpretada del modo


siguiente:
a ) «no nació de sangre» indica en el lenguaje del AT (Lv 12,4-7)
que el nacim iento de jesús «no causó efusión d e sangre en su
madre Esto aportaría una prueba escriturística de aquello
que los teólogos tradición al mente han entendido com o virgi-
nitas in p a r tu, la virginidad en el momento del parto de Jesús»1
b) «ni de deseo de carne» excluye la función del hombre en la concep­
ción;
c) «ni de deseo de hombre» niega cualquier deseo carnal tanto en
el hombre como en la mujer, y que se aplicaría a María según
Le 1,34 orientada ya a la virginidad.

Siguiendo a de la Potteric constatamos una «progresión ascendente»


en los cuatro miembros del versículo.

Al principio se excluye el elemento más material, «la sangre» (en el


momento del nacimiento,..) para más adelante y de forma general
el deseo «carnal» de la naturaleza animal [Wcstcott] en la concep­
ción; después la voluntad de un ser humano, el hombre, dentro d.e
este mismo acto conceptivo (aquélla sería, normalmente, la del
padre); por último, y ya como un elemento positivo, se eleva al nivel
trascendente, subrayando el papel creador de Dios. Es el mismo
Dios quien se presenta como el Padre del Verbo encarnado180.

Esra exégesis desmiente el lugar com ún según el cual Juan, aun


presentándose después de Mateo y Lucas y de centrar el prólogo en la
encarnación, ignoraría la concepción virginal.

2, L a M a d re d e jesú s en las b od a s d e C an d 178

178. De la Por teríe, M en a nel m inero , .., 123.


173. Ite ía l’ííícerie, M aría nri m isten . .,, 134. Para J. Galot se trataría sólo de la
concepción virginal que excluye la mezcla de la sangre del padre y de la madre según
la interpretación de Agustín: uQui no exsanguinibus: tamquam maris et femrnac» (Egli
non fii generala daisangui ¡Gv 1 J3 J, en «Asptenas» 27 (19S0) I 53-1130). De la Potrerie
aduce para apoyar su interpretación el texto de" I.c 1,35b: «PJ nacido santo será llamado
hijo de Dios», donde santo --a la luz de los códigos de san lídad (Lv 17-18)- conlleva
la ausencia de eumaminación que incluye la efusión de sangre en el parto. Ambos evan­
gelistas estarían de acuerdo en defender con expresiones parecidas el parto virginal
como signo de la filiación divina (M aría riel m isten ..,, 13(5-137).
ISO, De la Po tiene, Ma na nel m isten ..., 131.
MARIA EX LA REVELACIÓN BÍBLICA 113

El relato de las bodas de Caná (Jn 2 ,1 -1 2 ) conoce una larga historia


exegétlca, pasando de una interpretación alegórica {Edad Media) a la
histórico crítica (típica de la primera mitad del s. X X ) y a la sim bólico-
leológica (recientemente).
A pesar de la variedad de interpretaciones c hipótesis'-'1, todos parecen
admitir que «el relato de Caná posee fundamentalmente nn significado
cristológico»132. C on este primer signo Jesús manifiesta su gloria com o
Mesías de Israel y suscita la fe de los discípulos:

La intención principal de Juan [ .,.] es la de subrayar el carácter


mesiánico de Jesús y la superioridad de la economía cristiana sobre
el régimen ele la antigua alianza13-.

En el texto convergen importantes términos del cuarto evangelio:


inicio, hora, signo, creer, discípulos... La presencia de la Madre de Jesús
adquiere en este contexto un significado no marginal, de tal manera
que puede hablarse de un verdadero «papel primario» (R. Pesch). Ella
tom a la iniciativa antes que Jesús (2 ,1 ) y la escena concluye con el
milagro (1,3). María desempeña un pape! importante ante los sirvientes,
precediendo a los hermanos y discípulos de Jesús hacía Cafarnaúm
( 2 , 12).
El significado mariológíco del texto de Caná brota, más que de la
estructura del relato que la presenta como un sujeto que «levanta acta»,
de la interpretada n que la relaciona con la teofanía del Sin ai y el misterio
pascual134,

a ) L a fó r m u la d e la alia n z a d e l m onte S in aí (Ex 1 9 ,3 -8 ; 2 4 ,3 -7 ) 1823

181. Modernos estudios de Dodd, Lindan, I-orina, Pesch, Oisson... se orientan


hada un simbolismo sin fundamento histórico. La razón de] episodio se resumiría en
una parábola ambientada éi; una fiesta nupcial y convertida en un episodio de carncíer
folclórico en la vida de Jesús. Desde sale; es ludios la ligera de María deja de tener un
papel histórico ü pasa a ser un mero simbolismo; de osla manera queda ausente «de
con retí idos unívocos y válidos para tina reflexión marioíógica». Cf. M. Za pella, G v 2 ,J -
12: ia figura delta Madre di Geni riel conilitte delie imcrprctazioni. R/lssegm bibliográ­
fica (19/0-1988), en «Quaderni nionfortnnn- (1987) 5, 59-78.
182. De la l’orterie, María n d minero..., 177.
183. J.P. Midland, Le signe de Cana dans san contexte jahannique, Éd. Monfor-
taines, Monttéal 196Ó, 83.
18Ó. Para este Leína es fundamenta! A. berra, Contributi deü’m itka ietteraíuní giudetica
per l'esegesi. di Giovanni 2, i -12 e 19.25-22, Herder, Roma 1977, 29-301.
114 MARÍA MADRE DE JESÚS

K1 paralelismo del episodio de Cana con la alianza estipulada en el


monte Sión descubre sorprendentes analogías que no pueden ser casuales
y responden a la voluntad del evangelista.
Ambas escenas suceden ai tercer día (Ex 19,11; Jn 2 ,1 ). En el Sinaí
Moisés asume el papel de mediador entre JH W H y la asamblea («yo
estaba entre JH W H y vosotros»: D t 5,4), y en Caná María tercia entre
Jesús y los sirvientes (Jn 2,3-5). En el Sinaí descubrimos el don de la
ley (Ex 19,7; 24 ,3 -7 ) y en Cana el vino mesiánico. Existen también
sustanciales semejanzas entre la respuesta del pueblo en el Sinaí y la
palabra de María a los sirvientes:

M O N T E SINAÍ CANA D E GALILEA


Ex ¡9 ,8 Ex 2 4 ,3 -7 Jn 2 ,5
Haremos Cumpliremos Haced
todo cuanto todas las palabras lo que
lia dicho que ha dicho él
JHWI-I JH W H os diga

Esta fórmula no sólo sanciona la alianza sinaíiica (efi también D t


5,27) sino qtie aparece puntualmente en la renovación de la misma
alianza (Jos 2 4 ,2 4 ; Esd 10,1 2; Ne 5 ,1 2 ). Por tanto cabe pensar que se
trata de una fórmula técnica185.
Usando este mismo esquema de alianza, Juan pretende presentar el
episodio de Cana como un nuevo Sinaí, donde los personajes toman
idénticos papeles: Jesús en lugar de J H W H , M aría en el puesto de
Moisés y los sirvientes y discípulos en vez de la asamblea. El papel de
María, más que colaborar con el signo prodigioso lí!(\ consiste en iden­
tificarse con el pueblo escatclógico de Israel: «Juan pone en labios de
María ¡a profesión de fe que toda la comunidad dei pueblo elegido dio
en su día en el Sinaí»187.
Así se entiende que Jesús dirija a su madre el apelativo no usual de
«mujer» (2,4). El pueblo elegido era a menudo presentado bajo la figura
de una mujer (cf. Os 1-3; Is 2 6 ,1 7 -1 8 ).

] 85. De la Potreó e observa que es preferí bie este acercamiento antes que referirse
a Gn 41,55: «Id a [osé: haced lo que é! os diga», ya que ambas escenas «no tienen nada
en común» {M aris nei m i s m v . 207).
186. «Hn lodo caso hay que tener presente que María en el v. 5 ayuda a la prepa­
ración del milagro» (Schnackcnburg, II vangc'm d i Giovanni, L 461).
187. A. Serta, Maris a Caita e salto la croa. Centro di cuIcura mariana, Roma
] 985, 36.
MARÍA EN LA REVELACIÓN BÍBLICA 115

De esta manera se supera ta llamada «teoría de la separación» según


la cual Jesús rechazaría cualquier vinculación natural con su Madre
apartándola de la vida pública. Esta teoría no concuerda con el papel
positivo que hace de María una verdadera creyente, ni con el final del
relato que sitúa a María entre aquellos que van con jesús a Cafarnaúm
( 2, 12).
Por el contrario, esta perspectiva de alianza convierte a María en un
personaje importante. Igual que el mediador se une a Dios antes de
exigir a los demás una respuesta obediente, así

es presumible que en las bodas de Cana María, antes que los demás,
se adelantase a aceptar la voluntad del Hijo comunicando a los
sirvientes su abandono toral en él. La frase: «Cuanto él os diga
hacedlo» se convierte ahora en «Todo lo que él dígalo haremos»188*.

b) lai perspectiva p ascu a l

Ya sabemos que la referencia a la pascua es esencial para penetrar en


la problemática y el significado integral del episodio de Caná. El carácter
pascual del texto evangélico se revela no sólo en la mención del «tercer
día» (2 ,1 ), sino sobre rodo en la primicia de la manifestación de la
«gloria» de jesús que se cumplirá definitivamente cuando llegue su
«llora». Hi diálogo entre la Madre y el hijo se desarrolla bajo este aspecto.
La observación de María «No tienen vino» (2,3) permite la inter­
vención milagrosa de jesús, como también sucede en la constatación
de Marta tras la muerte de Lázaro (1 ) ,2 2 ), aunque todavía vinculada
a una necesidad de orden inarenal.
La respuesta de jesús: «¿Que tengo yo contigo, mujer? Todavía no
ha llegado mi hora» (2,4), granas a[ típico procedimiento joánico de
la iron ía divin a, implica el paso de un nivel inferior y material a otro
superior y espiritual18''1. Jesús habita en un universo mesiáníco en el. que
el vino es símbolo de la nueva economía salvífica que pone en crisis a
las instituciones judías y cuya «hora» es establecida únicamente por el
Padre.
Pero exactamente, ¿a qué se refiere Jesús con la hora?

188. ¡ierra. Mana a Cana... ,35.


183- Lsce cambio de plano.'; apaiecc numerosas veces en las palabras de Jesús; del
templo a su cuerpo (Jn 2,19-22), del nací ¡ni culo lisien ai espiritual (3,3-4), del agua
del pozo al manantial de la vida eisrna (4,1 3-1 4), dd pan que no sacia al pan de vida
(6,26-27)...
116 Ma r ía m a d r e d e jf .s ü s

La interpretación se bifurca en dos tendencias. La primera remite


al contexto inmediato y concibe la hora com o el m om ento oportuno
en el que se realiza el milagro (hora-m ilagro). La segunda se refiere al
uso de la «hora» según concibe el evangelio de Juan orientado hacia la
pasión y glorificación de Jesús (hora-pasión j.
A favor de esta segunda interpretación está el hecho de que la hora
aparece ocho veces en Juan (7 ,3 0 ; 8 ,2 0 ; 1 2 ,2 3 .2 7 dos veces; 13,1; 17,1;
19,27) y siempre en orden a la pasión-glorificación de Jesús. Con toda
probabilidad Jn 2 ,4 no es una excepción, dado que la expresión «no ha
llegado mi hora» está dinámicamente orientada hacia el Calvario, donde
la hora unirá a la madre con su hijo. En otras palabras, Cana es una
alusión a la cruz antes de tiempo. María no comprende esta misteriosa
transposición; pero en cualquier caso se pone al servicio del hijo con

un trato que revela una gran finura propia de la figura bíblica de


María: fe sin una visión completa de los misterios de Dios (cf. Le
1,38.45), prontitud en el servicio (cf. Le 1,39-56), comportamiento
fiel hacia su hijo, aunque este se distancie de ella19019.

El resultado del signo de Cana es la fe de los discípulos (2,11) que aun


permaneciendo imperfecta recibe un impulso decisivo. En torno a Jesús
se, constituye la nueva comunidad de creyentes, compuesta de «su madre,
los hermanos y sus discípulos» que bajan con él a Cafarnaúm (2 ,1 2 ).

3. E l d iscípu lo a m a d o acoge a. M a r ía en su casa

La escena de la presencia de María a los pies de la cruz es exclusiva


de Juan (1 9 ,2 5 -2 7 ), y reviste un profundo significado histórico-salví-
íicc siempre y cuando no se la considere de forma aislada ni en un plano
p ttramen te h is tóri co o sim bó Iico.
Com o hemos visto, el episodio queda vinculado al milagro de Cana
(en ambos relatos María aparece como la «Madre de Jesús» y la «mujer»
dentro de una expectativa de la «hora») ya que ambos mantienen una
misma perspectiva mesiánica101, y están estrechamente unidos mediante

190. Schnaekenburg, I! vdngelo di Giúvanni, I, 466.


191. 1:1 nexo entre Cana y el CCalvario y¿ fue percibido per Agustín a! comear,ir ],i
escena de ía cruí.: «lisie es el ínstame supremo en d que Jesús, a punco de transformar
el agua en vino, dijo a su madre: ‘ ¿Qué tengo que ver contigo, mujer? Todavía mi hora
no ha llegado”. F.1 ya predijo que dicha hora no era la definitiva, la misma en la que ya
próximo a su muerte debió aceptar la mujer por la que nació a la vida mona!» {/«
Jobannerr, 119,1: PL35, 1:350).
MARÍA EN LA REVELACIÓN BÍBLICA 1 17

u n ; misma panícula (rn én ... d é [1 9 ,2 4 -2 5 }} a la escena de ia rúnica


indivisa. Esta simboliza la unidad de la iglesia reunida en lomo a ia
muerte de jesús {Barrer, de ja Ponerle, de Goedt).
La perspectiva hístóríco-salvíficrí aparece en el versículo siguiente,
donde María está a los pies de la cruz como signo del cumplimiento
de la escritura, es decir, del designio de Dios para la salvación de los
hom bres: «D espués de esto, sabiendo jesús que ya todo estaba
cum plido,..» (J 11 19,28). Tras lo dicho acerca de María y el discípulo
actúa una profecía dei A í'1‘J'-.
En este punto debemos tener en cuenta algunas particularidades
para la comprensión del lexto joánico:
a) la fórmula de disposición testam entaria del antiguo derecho fami­
liar judío ilumina la situación de un Jesús moribundo que declara
su voluntad acerca de su madre (Stauffer, La gran ge);
b) la fórmula de adopción (Sal 2,7; Tb 7,12) vehicula k nueva rela­
ción entre maternidad y filiación que se establece entre María y
el discípulo amado (Fcuillet);
c) el esquem a de revelación propuesto por M . de Goedt y aceptado
por algunos exegetas requiere de cierta atención. Consiste en un
procedimíemo literario típicamente joánico que consta de tres
elementos: 1. un personaje A ve a otro personaje B: 2 y dice, 3.
H e a q u í B’, es decir el mismo B pero con una cualidad que hasta
ahora no cabía atribuirle1 .
Este esquema aparece cuatro veces en Juan: dos veces para Juan
d Bautista ( 1 , 1 9 - 3 6 } y las oirás dos para jesús ( 1 , 4 7 respecto a
Nk tañad; 19,25-27 respecto a Juan y María) como vemos en la siguiente
sinopsis:1923

192. Los exegeras para explicar este episodio recurren a cienos textos del AT. Algunos
citan Sai 27,11!. que muestra ¡a angustia del extremo abandono del Mesías sufriente
por pane de su familia y aun de su propia madre (Van den ilussche, R.E. Brown).
Otros mticsiran que c! significado del lextu ioánico no es la renuncia, sillo por d
contrario, la adopción y la confianza jumo a la maternidad mesiánica de María, que
hallan su ocultación profcrica en ia mujer de Gr, 3,15 o en la Jerasílen madre de los
hijos dispersos de Dios (ls 49,18-22: 54,1-3; 60,4).
193. Cf. M. De Goctir, La m ire de jésas cu je e n ¡9,25-27, en Kecharitoméne.
Mélangc.s Rene Laurentin, Desddc, Paró 1990, 207-2 ¡6. El autor vuelve a exponer en
co Iaborad ó n el pensamienu>de stis a nrerio res art íc ul os: Buses ki b tiques de ia m al ern i té
splrítnellc de M ane, en «Ltudw m¡irtaltt¡» 16 (1959) 35-53; Un sthinta de révéiarion
d e tis le quiurieme évangile, en «New Test amen i Siudies» 8 (i 962} 142-150. Ett el ard-
culíi de 1990 de Goedt propone llamar al esquema de revelación «esquema de presen-
ración oracular o de man ¡íes ración pío (ética de vocación» (p. 208),
lis .MARÍA MADRE DE JESÚS

Jn 1,29.36 Jn 1 ,4 / jn 19,25-27

Ai día siguiente [Juan Vio jesús que se acer­ jesús vim do a su madre
d Bautista] urajeáis... caba Natanacl y junto a ella a! discí­
pulo que amaba,

dice: y dijo de él: dice a su triad re:

«H eacju iú Cordero de «Ahí tenéis a un israe­ «Mujer, a h í tienes a tu


Oios» lita de verdad» hijo»

Esta palabra de revelación pretende desvelar la verdadera identidad


de la persona, o dicho de otro modo, su dimensión histórico-salvífica
que corresponde al plan de Dios
Si Cristo es verdaderamente el «cordero de Dios», María resulta ser
con mayor razón la «madre del discípulo amado», ya que a ella le es
dada una misión específica en la historia de la salvación, la misión de
marernidad universal de los discípulos de Jesús.
Concretamente esto implica que Jesús, muriendo en la cruz, revela
que su madre, en cuanto «mujer», con toda la resonancia bíblica
que esta palabra posee, pasa a convertirse ahora en la madre del
«discípulo», ya que este último, como representante de todos los
«discípulos» de Jesús se convierte desde este instante en cí hijo de
la madre del Señor154.

El texto no nos explica qué significa ia maternidad de María: se trata


por tanto de un hecho que debe ser aceptado y «armonizado con el
resto de los elem entos doctrinales de la com pleja síntesis ¡ciánica.
Por ejemplo: el Espíritu Santo com o agente fundamental de la rege­
neración de los hijos de Dios, Más allá de las regeneraciones, la

Í94. Déla Forre ríe, Marín n dm isrero.,., 2 35.


195. Sena, Marín n O rna..., 102. Según E. Vano i, la maternidad efe María es «de
orden moni!» ya que el discípulo ya ha nacido físicamente y sobre todo ha renacido
espiriuialmeme a través de la le de Cristo: «lis respecto a nuestra existencia que María-
¡ruijcr ejercita una función de inaiernidad. No es imaginable una (cícera hipótesis, un
tercer tipo de vida respecto a la cual María pueda ser madre. No cabe reducir -sería
privarla de significado- su maternidad :t un simple celo, a una ternura au.scnre de cual­
quier razón de ser. María, Madre de Jesús prolonga a nivel moral esta función: ser
madre de la vida de (disto en el discípulo que jesús ama y de lodos aquellos que, junto
a él, serán como ese discípulo ..] La soda de Jesús se halla ya un el. La misión de María
madr e no será apuñar el primer germen de vida, sino la de favorecer el desarrollo y
posterior crecimiento» (¡.'Apoca lisie. Ermenintun, esegerí, teología, Dehoniane, Bologna
1988, 339).
MARÍA EN 1.A REVELACIÓN BÍBLICA 119

maternidad espiritual implica en la Biblia una idea de ejemplaridad (cf.


iC o 4 ,1 5 -1 6 ; Jn 8,39; lP 3,6); por ello cabe decir que María ha sido
entregada al discípulo com o su madre para que le ayude a caminar en
d Espíritu v a vivir su exigencia filial1-’1-.
A diferencia de Daucr, que pone d acento en el discípulo197, otros
autores observan que el papel preeminente debe darse a María: es ia
primera que es llamada de! grupo de las mujeres, dirigiéndose a jesús
antes que al discípulo, el cual «sólo está presente a la sombra de la Madre
( * ( i r*
de jesús» v' ' o o eo t) con la taren subordinada de acoger a María come-
t

madre ltjs. Con todo este encargo es de gran importancia, y el evange­


lista lo destaca en su frase final: «Y desde aquella hora el discípulo lo
acogió en su casa» (1 9 ,2 7 ). La exégesis puntualiza el significado de estas
palabras:

- «aquella hora» no es una simple indicación temporal; «probablemente


[ ...] posee un significado más profundo como el de otros textos de
igual importancia: la hora en la que jesús sale de este mundo al Padre
(13,1) o la hora de su «exaltación» y «glorificación» (cf. 12 ,2 3 .27-32)»1" ;
- «el discípulo» es el amado de jesús, o dicho de otro modo, el discí­
pulo caracterizado por su intimidad con él, como muestra su com por­
tam iento en la últim a cena: «estaba a la mesa al lado de Je s ú s ...
recostándose sobre el pecho de Jesús» (1 2 ,2 3 .2 5 ). Más que una pura
predilección personal por parte de jesús, la exégesis actual ve en la figura
del discípulo amado

la condición de aqu el que, observando la Palabra evangélica, entra a


fo rm a r p arte de la esfera de am or d el Padre y d ei Hijo, lil discípulo
«que Jesús amaba» sería uor tanto e l «tipo» de cad a uno de los discí­
pulos que en razón de su j e es am ado p or jesús 2ÍW.

196. Ct. Serra, María a Cana..., 10 i -103.


19?. A. Daucr, D lc Pasiom geschicbie ;n johannea-vangdium . I-ine tmditionges-
ch ich tik h e und theoiogisebe Untenuchnng &u 18, i -19,30, Kosci-Vcrlag, M linchen
¡ 9 7 / , 318.
198. Tales argumentos son roma Jos Je Sena, María a Cana..., 95-
199. Schnackenburg. U vangeio di Guivanni, III, -131-432. «F.l icxto subraya
la nupurunn» de este monieiiro, pero t:o lo cit cun ser ibe a un Jaro puramente crono­
lógico. No dice “ahora" ¡¡cría entonces api) ti te o bien metA ráttta) sino «a partir ds
aijuella hora en particular» {ap’ckrínes /es oras). La hora de Jesús en el sentido fuerte y
espcrítico dd coarto evangelio se refiere a la muerte y resurrección» (Vanni, LApaca-
liiie..., 341).
2Ü0. Se ira, M aría a C an a..., 104.
120 M a r ía m a d r e d e jesú s

Él será testigo e intérprete del valor salvífico de la cruz (1 9 ,3 5 ), el


prolocrcycnte en la resurrección (2 0 ,8 ; 2 1 ,7 ), el garante acreditado del
evangelio (2 1 ,2 4 ). Este discípulo es declarado por Jesús como «hijo»
de M aria, que a su vez es llamada su «madre». El versículo siguiente
aclara el significado de esra revelación;

— «la acogió», del verbo him báno, indica la apertura de fe hacia María,
la única persona además de jesús (1 ,1 1 -1 2 ; 5 ,4 3 -1 4 ; 1 3 ,1 9 -2 0 } que es
objeto de acogida en el evangelio de Juan. Siendo un verbo afín a «creer»
(98 veces en Jn) y en una ocasión unido explícitamente a éste (1,12-
13), lam bán o —considerado como una «particularidad estilística joánica
(Schnackenburg)- participa de su significado fundamental:

Acoger ía revelación anunciada por Dios, aceptar este único reve­


lador y mediador de salvación [Cristo], vínculo personal con él en
una creciente comprensión, conlesión abierta y amor activo según
su enseñanza y modelo20120.

Con ello se entrevé la riqueza de comportamientos espirituales que


supone la aplicación analógica a María de lo que es una acogida joánica
referida a Jesús.

—«en su casa» (literalmente «entre sus cosas» - eis ta íd ia) que no indica
tanto su propio hogar11 cnanto una propiedad o pertenencia de carácter
religioso. Para el discípulo amado, «lo que es propio» son

los bienes, o por decirlo de otro ¡nodo, la herencia que 1c es entre­


gada por el hecho de ser amado por Cristo, de ser comunión con
él. En sustancia, las «cosas propias» vienen a identificarse con su f e
en e l Maestro, con el am biente vital en e l que h a gestado su propia exis­
tencia. No se trata de bienes de carácter material o económico, sino
-com o ya lo intuyó s. Ambrosio {E xhortado virgpnitath 5 .3 3 ; PL
1 6 ,3 6 0 -3 6 1 ) - de orden espiritual-^-.

Entre los bienes espirituales, es decir, los bienes oírecidos por Jesús
a los creyentes, com o la gracia (1 ,1 6 ), la palabra ( 1 2 ,4 8 ; 1 7 ,8 ), el

201. Sdiniiekeiiburg, // vangelo dt Cío van ni, [, 70 S; e.f, iodo d exmrsut sobre
«El creer joánico» (697-719)-
T la inducción indiana que usa el autor para ios textos bíbljros reproduce d
sentido que pretende el texto («rra i suoi beni») que la edición española, en este caso
La Bit)lia de Jentsalén, que aquí tisai nos corno referencia, irán ser ibe según la expresión
más arriba citada («en su cusa») (N. del f.)-
202. ierra, María a Cana. .., 1 i 1.
.VARÍA EN' ÍA RKVKJACIÓN RÍMICA 12)

Espíritu (7,39; 14,17; 2 0,22), la eucaristía (6.32-58 ) el discípulo acoge


también el regalo de la madre, haciéndole un espado en su propia vida
espiritual,
En conclusión, puede decirse que

en el interior de k síntesis juánicu, se ¡e reconoce un papel parti­


cular a la Madre de Jesús. Esto es tanto más digno de considera­
d o;: cuanto que ele su memoria brota la experiencia de la fe, vivida
por ¡a comunidad c risas na de los orígenes203*.

Más allá de. las probables alusiones a la concepción y al nacimiento


virginal del Logos, Juan presenta a María en su misión sabática de Mujer
de la alianza que personifica al Israel escato lógico creyente en Cristo
(2 ,1 -1 2 ) y en la Madre acl discípulo amado de Jesús.
María, es incomprensible ai margen de las fórmulas de alianza y del
cumplimiento de la Escritura, que Juan aplica en clave narrativo-simbó­
lica (1 9 ,2 5 -2 8 ).
Es importante advertir que María además de formar parte de la hora
de Jesús está simada permanentemente dentro de un contexto alta­
mente cristológico desde los mismos inicios de la existencia mesiánica
del Hijo,
Juan es por tanto el receptor idóneo de la respuesta ante la. revela­
ción de María como madre del cristiano maduro personificado en el
discípulo amado: acogida filial «reconociendo en ella uno de los “valores"
de la propia te, uno de jos principales ‘‘bienes" espirituales que el amor
del Maestro legó a la comunidad de los discípulos»-04.
1,a reflexión joánica acerca de María nace del interior de los grupos
«donde a. la Madre del Señor se le reconocía espontáneamente una
dignidad fuera de lo común»20-1. Superada ya la exégesis historieista que
reducía las bodas de Caná y la presencia de María a los pies de la cruz

203. Serca, María a Cana..., 126. Sobre ia expresión vis tu (día U. Van ni avanza
la siguiente interpretación eclesis!: «Cunto en otras lamas expresiones que Juan ciara-
mente muestro (di Jn 1,11; 13.1; 16,32), esta palabra puede significar el propio ambiente-
huí na tm. U propia gente. PeíVu: ex con toda probabilidad su .sentido. En el momento e:i
que se escribe el cuarro evangelio existía tm ambiente humano característico de Juan
y de la escuela joánica. En dicho ambiente, en esta iglesia, el discípulo acoge a María.
Con ello se evidencia todavía más la dimensión celes!¡ti y concreta de su maternidad»
ii.Apccalisse..., 'A 1).
2.04. 208“ Capítulo General OSM, Fute quedo che vi dirá. Rijlcaioni epropaste ¡>cr
ia pwmozione delia pictá mañana H), Cur ia general izia O S M . Roma 1983, 18.
205- R. Ilulimann, Das Evangelium desjohnnncs, Vandenhoek 6c Ruprecht, G&ttingen
953, S-'í (a propósito del relato de" Cana).
122 MARÍA MAUilll DKJZSÜS

a simples episodios sin importancia hisrórico-salvífica, hoy en día se


presta más atención a la interpretación, tipo lógico-simbólica que ve en
María no un simple personaje individual, sino la «mujer» y la «madre»
que actualiza la imagen de Síón descrita por los profetas206.

4. t i «gran signo»: la m u jer vestida d e so i

Compuesto hacia el final cid reinado de Dorniciano (entre el 90 y


el 93) y en el ámbito del «círculo joánico», el Apocalipsis presenta dos
caraelen'.sticas que lo distinguen del resto de libros del NT:

la expresión simbólica, elaborada primorosamente hasta el artificio,


y por lo que respecta al contenido, una atención particular a los
datos concretos de la historia determinados por las promesas de
Dios207208.

Estos datos concretos tienen su razón de ser en la figura de Cristo,


«alfa y oniega» (1 ,8 ), inicio y término de la historia de la salvación.
Com o el «cordero» (5,6) en el misterio de muerte («inmolado») y resu­
rrección («sentado en el trono»), Cristo está presente en la iglesia para
guiarla en la historia y protegerla de fuerzas hostiles.
En el centro del Apocalipsis (1 2 ,1 - 1 8 ), en la sección de los tres
signos, se nos presenta la «gran señal» (sem éion m ega)'ü^ de la «mujer
vestida de sol» (Ap 12,1). ¿De quien se está hablando?

206. lista perspectiva es más plausible que la defendida por Bllltmanu, para el cual
,María represe ora ría a ¡os judeo-cristisnas que- debían acoger a los cristianos prove­
niente, del paganisnu rept escolados por el discípulo amado. Como observa Scbnac-
kenburg, «la interpretación de María como represen tan re de! judeo-cristianismo no
convence y la deducción de que e! discípulo representa al cristianismo de los gentiles
es si cabe ¡mis pelegrina ya que éste es nombrado entre los discípulos de Jesús»
(// uangelo d i Giosanrú , III. A55).
207. Ib Vanni, Ajiai'iiii'se (Libro dell'j en ND1 B, Sí).
208. El gran signo en d cielo es interpretado en un sentido cscatológico: «Un fenó­
meno absolutamente extraordinario que alcanza dimensiones cósmicas y determina el
curso de ios acontecímientos fina,es (d. Mr 26,30; Ap 12,3; 13,1)» (E. Eoli.se, l.Apo -
cnline di Giüvmmi, Pal dcía, Bresca a 1974, 123). Sin embargo «no se trata tanto de un
"pórtenlo’1, un espectáculo digno de admiración, cuanto de un mensaje que exige una
decodilitación. Es necesario abrir y trascender el Signo, cuya grandeza de tipo lógico
demuestra su importancia, y cuya posición en el cielo revela su trascendencia» (Vanni,
L'Aporciliue. •, 230-231).
m a r 'a :-:n u ¡ti-vi'i.AaóN r íu m c a 123

La historia de la exégesis distingue dos periodos: la época patrística


se interpretó en un sentido eciesiológico, mientras que la Edad Media
en un sentido rn ario lógico. Hoy en día se ha alcanzado una síntesis que
une tanto la reivindicación de la figura de la mujer/iglesia como una
referencia clara a la Madre deí Mesías.

a ) L a « m u jery es so b re todo e l p u eb lo m esi ártico, es decir, S ión


c o n v e n id o en iglesia

Prácticamente la mayoría de los exegetas están de acuerdo en reco­


nocer cu la mujer de Ap 12,1 «la imagen del pueblo de Dios»20'-1, que
se presenta desde un doble nivel simbólico:
L La m u jer celeste evoca las bodas de Dios con el pueblo. Sus orna­
mentos son los de Jerusalén o la esposa del Cántico (Is 6 0 ,1 .1 9 -2 1 ;
C t 6,10), Su ropaje esplendente representa el cuidado amoroso de Dios,
que «abrazando a la mujer del sol, le ofrece, por decirlo de algún modo,
lo mejor de sí». La luna bajo los pies indica no el pedestal que la sostiene,
sino su dominio sobre la sucesión del tiempo (calendario lunar) ya que
habita en una dimensión superior «más allá de los aconteceres humanos».
La corona de doce estrellas sitúa a la mujer, símbolo de los doce patriarcas
y los doce apóstoles, en una dimensión csc.atclógica y trascendente: las
estrellas nos emplazan en el ámbito divino (Ib 2 2 ,1 2 ; Is 14,13).
2, La mujer encinta que grini por los dolores del parto es una imagen
querida por la apocalíptica (cf. Mi 4,10; Is 26,1 7 -1 8 ; himno de Quintan
1Q H 3 ,3,18) y designa a la mujer-pueblo en los sufrimientos que prelu­
dian la era mcsiánica (Is 13,8; 6 6 ,7; Os 13,13; M t 24,8) y en particular
a la resurrección del .Señor (jn 16.19-22), «De ahí que la comunidad
crisrj¡ma sea considerada como la madre del hombre nuevo, Jesús resu­
citado»209210. Le sigue la lucha contra el dragón, encarnación del Terrible
poder de Sarán, que no podiendo nada contra el hijo arrebatado por
d cicio» ni coim a la mujci que al ticsjorLu protegida por Dios,
descarga su rabia sobre la descendencia de ella (12,1 3-17) «constituida
por ios miembros del pueblo de Dios que son a su vez hijos de la mujer,
com o era el Mesías»21 b

209. P Prigcnt, lí messaggio Jell'Apacalissc, Roma 1982, 162. K! amor (pp. 162 a
i 64} excluye que se ríate de i;¡ «ccimunitiad sania del AT», o mejor, la comúnidael
hebrea convertida si cristianismo ya que osla distinción no es propia del Apocalipsis;
por eí contrario se Li'ataoe la comunidad ensilan a de discípulos que en medio deí sufri­
miento da a luz. al hombro nuevo (Jn 16,19-22).
2tf). Prigr-m, f¡ mcisojfyjo,, 1 6 4 .
21 i . Lohse. LÁpocnime di Ciovemui, 133.
124 MARÍA MAHRR OKJH.SÚS'

b) L a ¡imujer» es ad em ás la M ad re d e jesús, figura d e la iglesia

En un primer momento ¡osexegeUs modernos excluyeron a María


de la interpretación de la mujer de Ap 12212; pero poco a poco se ha
recuperado la idea de una imbricación entre María como imagen que
subyace a la mujer apocalíptica y la Madre de Jesús en d evangelio de
Juan.
El exeget'a A. Feuillet Ira descubierto un triple paralelismo: 1. Ambas
sou llamadas '¡m ajéis 2. Se había de otros '-hilos- además de Jesús; 3-
Su maternidad está vinculada a ia cruz21’ .
La descripción de la comunidad bajo la figura de la Madre de Jesús
es intencionada. La referencia a María, aunque sea en un nivel pura­
mente simbólico, parece ineludible en el v. 5 donde se habla de la mujer
que da a luz al Mesías: «La Mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de
regir a rodas las naciones con cetro de hierro»21'1.
Esta espontánea referencia a María choca con la dificulrad teoló­
gica de atribuir los dolores del parto al nacimiento de Jesús. Pero la
objeción desaparece cuando se piensa que Ap 1 2,5 no describe el naci­
miento de Jesús en Rdcn, sino su resurrección precedida de los dolores
del parro de la comunidad de discípulos. D e hecho la resurrección de
Jesús es descrita en el N T como un anuncio profetizado en Sal 2,7 : «Tú

2[ 2. U. Vanni afirma sobre esta cuestión: «Una exéresis científica no puede aplicar
■a figura ¡le Ja mujer a María» (l.'Apoealisse..., 251), Con todo y dentro del mismo
contexto el autor reconoce, ampliando el discurso del «circulo joánico», que «una
comparación entre ia figura da María según aparece en el cuarto evangelio y Ap 12,1-
6 no sólo permite, sino que implica una continuidad y por añadidura una reciprocidad
curre María y la iglesia». En cualquier case, entrón ti amos todavía en el eampo protes­
tante frases como ésta: «Observa trios con satis facción que prácticamente lia desapare­
cido de los comentarios recientes aquella antigua exégesis que veía en la mujer la imagen
de María, identificación que en realidad llevaba consigo más problemas que sol liciones»
(Prigcnt, Hmessagio..., 164).
213. Cl. A, Feuillec, l.e Messie er.sa M ire d'afires le dsafiim XI¡ de l'Afiocalyfise, en
«Revue bibiique» 66 (1959) 55-86.
214. lista referencia a María también se encuentra c:i los comentarios protestantes,
aunque es descartada por tazones apriorísticas, liste es el caso de I.ohse que no parece
propenso a admitir en Marta una maternidad de orden espiritual: «Puesto que él [el
hijo tío la mojei-J no es otro que Jesús de Nazarct, parecería obvio reconocer en ella a
la reina del cielo, María Madre de Jesús, venerada como ia mujer revestida de sol.
I.a iglesia medieval interpretó Ja imagen en este sentido [cpieseiilaiKio a María como
la reina dd Cielo. Pero esto no tiene fácil armonización con el v. 17 cuando la mujer
aparisco no sólo como la madre del Mesías, sino también como la madre de los creyentes»
(L'Ápocfl.lisse di Giavantii, 123).
MARÍAEN LAREVELACION BÍULICA 125

eres mi hijo, hoy te he engendrado» (H ch í 3 ,3 3 ; Hb 1,5; Jn 1 6 ,2 1 -


22). Por eso es comprensible que Ap 12,5 prolongue las alusiones a la
resurrección: «y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono».
De este nacimiento entre los dolores del parto participa la Madre
de Jesús, presente hasta en la cruz (Jn 19,25) con el alma atravesada
por la espada (Le 2,3 5 ). Por tanto «la Madre de Jesús inspira a la iglesia
una profunda au toco ni prensión que se sustenta, por decirlo de algún
modo, en lo que María es personalmente»; así cabe decir que «la mater­
nidad de la iglesia que porta a Cristo por ios es nací os de la historia
prolonga la maternidad de María y se une a ella»2) 5.

V. A MODO DE BALANCE

Finalizado el panorama bíblico acerca de la Virgen María se imponen


una serie de consideraciones.

1. Kn primer lugar el balance sobre los Jatos bíblico-m ariauosdemuestra


según la diversidad de autores que éste no es ni mucho menos unívoco.
Algunos de ellos sostienen que la Escritura no rehúsa hablar de María
y por ello responden a los que dependen ese «slogan tenaz y nocivo»
de que la Escritura silencia su figura'116. En este sentido prevalece la
postura de A. Serta:

S i n o s r e m i t i m o s a la c a n t i d a d , n o s o n ta n e s c a s o s lo s t e x to s e n los
q u e a p a r e c e M a r í a . P e r o en p r o p o r c i ó n es u n « p o c o » c u a n t i t a t i v o
q u e c e d e a l « m u c h o » efe l o c u a l i t a t i v o . S o n f r a s e s a p a r e n r e m e n t e
s o b ria s y secas, v e rsíc u lo s o in c is o s q u e a p rim e r a v ista c u a lq u ie r a
creería q u e so n del to d o m a rg in a le s, r e s u m ie n d o a d e m á s tr a d ic io n e s
d e d i v e r s a s p r o c e d e n c i a s . E s t a s t i e n e n s u r a í z e n el A T y a t r a v i e s a n
el á r e a d e l j u d a i s m o q u e h e m o s c o n v e n i d o e n l l a m a r « i n r e r t e s r a -
m e n t a r t o » p a ra a s u m i r c o n re la tiv a f r e c u e n c ia s e n t id o s p a r c i a l m e n t e
n u e v o s . P u e s b i e n , t o d o e s t o d e s e m b o c a e n el N T s e g ú n i o s d i v e r s o s
án g u lo s y l a s p e r s p e c t i v a s t e o l ó g i c a s d e c a d a a u t o r ' ’ 1''.

Este variopinto testimonio bíblico debe tener la primacía exegética


respecto a los relatos de tipo apócrifo-popular que se concentran 215

215- Vanni. í'.Apot¿diste.. , 3 4 íi- 3 4 7.


216. Laurea lili, Ím Vrrgintr Mario* 53.
217. Scrrs., Bibhia, 301. Los versículos marwno$ cid NT ascienden a 152, de las
que 8$ provienen de lo.s- do.s primeros capítulos de Lucas.
126 MARI.A MAORI-; P e JHSÜS

exclusivamente en María, olvidando peligrosamente el plan srilvíflco y


la intención prioritariamente cristoiógica dei NT. La revelación bíblica
es dato fundamental y normativo superior a cualquier otra elaboración
en cuanto sirve de vehículo de todo lo que el Espíritu juzga necesario
para la comprensión de María por parre de la iglesia multisecular. Sin
quedar arrapados en la mucha o poca cantidad de referencias marioló-
gicas, debemos convenir que
no imporra tanto la abundancia de la información, cuanto la profun­
didad y la riqueza que contienen, Esto no se descubre inmediats-
rnenie, por una lectura rápida o superficial, sino que requiere de
un análisis prolongado y prolnndo. En este instante se hace más
clara la idea de que María está presente jugando un papel capital
en los instantes decisivos del evento de la salvación2"'1.

Existe de hecho la posibilidad de justificar desde una adecuada pers­


pectiva (sin desdeñar por ello los estratos bíblicos más proiundos) el
antiguo iema, en apariencia maxímalista e injustificado, de que «toda
la Escritura se refiere a María»215. Esta posibilidad se da desde una
lectura transversal de la Biblia, capaz de poder percibir las leyes histó-
rico-saMficas que la recorren para concentrarse después en María, cima
del AT, y realizarse posteriormente de modo supremo en Cristo y análo­
gamente en la iglesia.

2. La v aried ad d e presentación d e Lis im ágenes d e M a ría en el N T


es un hecho innegable. C om o ya hemos podido constatar, las confi­
guraciones y contenidos de los textos marianos de Hch 2,1 4 y Ca 4 ,4
a Ap 12, pasando por los sinópticos y Juan, no son idénticos. ¿Cómo
explicar entonces esta variedad?
a ) Una primera explicación renuncia a acom od ar arm ón icam en te las
diversa; tradiciones sobre M aría, testim oniadas en el NT:

En el interior de este tescimonto —asegura el teólogo vajden.se


P. R icca- cabe distinguir, desde los varios estratos de la tradición

2 f 8 De la Ponería, Murió nelmistera..., I 5.


21 y. PseuJo-Bernardo, Hermán ! ! ! sobre l¡; «Sabe, llcgina»: PL 184, 1069. lista afir­
mación partee provenir de Juan Damasonio, aunque se limita sólo a verla prefigurada
en los símbolos del AT (Edén, arc:t, zarra!, cíe.) y anunciada por los ¡irúfelas {Homilía
I sobre la Dormicián 8-9; 1ívIPiVl ÍI, 515-516), Reaparece de forma absol miza ntc para
el AT en Antonino, Summasacras theologiae (1477), 111/31, c.3 § 3 y pan toda la Biblia
en Vicente Perrer, Sermo de Conceplione: «l\n iodos los libros de la santa Escritura,
y en todos los cánticos, como también en cada versículo, directa o indirectamente
[María) está místicamente contenida».
MARÍA i-N 1.A RJÍVIlt ACIÓN BfW.KA 127

evangélica, tres diferentes representaciones de María no armoniza-


bles entre sí. La primera y más antigua, históricamente más convin-
ccnre, es ia de una mujer que no entiende lo que se le explica, que
no reconoce la verdadera identidad de su hijo y que se convierte en
«cristiana» sólo después de pascua. La segunda es la representación
de una mujer creyente, partícipe y consecuente, orientada desde el
principio a la confesión de la fe en Jesús. La tercera representación
es la de una figura simbólica, o mejor una figura histórica que ha
adquirido valor de símbolo, cuyo significado y alcance todavía no
se han lijado rígidamente va que están abiertos y son susceptibles
de múltiples interpretaciones22021.

Pero no debemos resignarnos a esta mera yuxtaposición de imágenes


contradictorias, ya que contradiría la unidad de la Escritura garanti­
zada por el Espíritu Santo. Se anularía la obra específica de cada hagió-
graío si uniform am os las distintas presentaciones de María. Cada
perspectiva teológica subraya con total legitimidad los diversos aspectos
de la figura de la Madre de Jesús, pero sin vulnerar su identidad funda­
mental, No cabe pensar que un hagiógrafo presenre a María como incré­
dula mientras que otro la describa com o ejemplo de le; la inspiración
de la Escritura sufriría irremediablemente.
b) Debemos por tanto recurrir a la diacronía, qu e une la con tin u idad
con la novedad, para explicar las variaciones en la presentación de María
en el interior del N’l.
Es relativamente sencillo hallar tina línea evo inri va de lo imperfecto
a lo perfecto, en el sentido en que «d estudio de los textos de ia Escri­
tura nos perm ite asistir a un adm irable desarrollo de la doctrin a
marianaC-1'.
Según A. George asistimos a un progresivo dcsaibrimienio de María
en el N i ’ que recorre cuatro etapas: de la Jase d d silencio, constituida
por el kerigm a primitivo centrado enteramente en d misterio pascual,
se pasa a in presentación d e M a ría en contexto negativo, debido a que ia
catcquesis apostólica condicionada por la polémica antijudía no podía
dar relie ve a ¡a Madre de Jesús sin insinuar que los vínculos carnales
eran necesarios pura entrar en d reino de los ciclos. La imagen de María
en positivo se debe a los evangelios de la infinida de Mateo y sobre todo
de Lucas, que recuperando antiguas tradiciones tratan de la maternidad
virginal de María y exhiben su participación personal en ía historia de

220. Rice2, Le ciñese tvitnneiiebe e Muría, 13.


221, A. l'euÜIei, La Vierge Mu ríe dam le Nounei\u leñame nt, en María, fitudes sur
la saína: Vierge, edición preparad ¡i por H. du Man oir, S veis., París f 9-á 9-1SJ71, VI, 63,
128 MARIA MADRE DE JESÚS

la salvación. Finalmente Juan propone una síntesis p ro fu n d a y m adura


en la que María reconoce, ia trascendencia mesiánica del Hijo para
recibir gc este la misión materna respecto al discípulo amado2122.

3. De la Escritura surge claramente la impostación teológica del


discurso sobre M aría, que lejos de ser autónom a o estar separada
del conjunto, está es muer uta! mente imbricada en e! anuncio de Cristo.
La perspectiva desde la que el N T habla de María es indudablemente
'a de la historia d e la salvación. En las diversas fases de esta historia
encontramos a la Madre del Señor; ocultación profética en el AT, unión
con Cristo en los misterios de la infancia, presencia significativa desde
el mismo com ienzo del ministerio público de Jesús, participación
de María en el misterio pascual y presencia en las primicias del tiempo de
la iglesia.
Es necesario entender que María es inherente a la historia de ia salva­
ción desde el mismo dinamismo de sus leyes divinas, pero desde un
criterio fundamental que trasciende su mera lectura:

Cualquiera puede profundizar en la doctrina mariana desde el punto


de vista bíblico, pero no puede hacerlo si no es a través de una
prolongada exploración de la historia de la salvación. Y viceversa,
cualquiera que desee comprender más a fondo la historia de la salva­
ción, tropieza necesariamente con la madre del Redentor, unida
con vínculos indisolubles al núcleo mismo de la historia salvífica22223.

En la práctica, la historia de la salvación y María se iluminan mutua­


mente, y entre sí desempeñan la función de un principio noético y
hemienéutico. Con justicia cabe decir que María deviene en «micro-
historia de la salvación» ya que en ella descubrimos las leyes vectoriales
del designio salvífico: el esquema abajamiento-exaltación, la predilec­
ción por el pobre, la victoria sobre la imposibilidad humana de concebir
según la carne a.l hijo de Dios, la concentración sobre la persona y e!
desceñíramiento en la comunidad, el cumplimiento de las promesas
divinas... En esta dirección parecen moverse los exegetas:

222, Lira esta lectura dinero nica de los datos mínanos deí NT, cf. Gcorge, Décou -
verte de Marte dans le Ni\ ¡\. Sil ir, M aría in «kerigmaie* communitaíis prímiüvae, en
Muría in ¡atm Sm pntni, IV, 3-48; H. Frchen. D e cultas mariuni Jundtímentis aftud
haríwtrrapho; Novi Testamenti synapticos en D eprím ardiis cuitas marittni, II, 38-48.
2 2 j. A. Fcuillcc, L'heure de ia fem me el l'imire de A Mere de jesús, en «Bíblica» 47
(1966) 572.
MARÍA K\ LA REVELACIÓN BIBLICA 129

Una ventaja muy importante de la exégesis moderna es la de haber


podido aclarar que el misterio de María es a su manera la síntesis
de toda la revelación previa sobre el pueblo de Dios, de todo aquello
que Dios a través de su acción salvífka desea realizar a favor de su
pueblo. En María se consuman todos los aspectos fundamentales
de las promesas del AT sobre ia Hija de Sión, y en su concreta
persona se anticipa todo lo que habrá de cumplirse para el nuevo
pueblo de Dios que es la Iglesia224.

Si todo esto es cierto, dehe cancelarse definitivamente una niario-


logía paraescriturística, expuesta en demasía a la tentación de extra­
polar una imagen de María que no guarda garantías con la palabra de
Dios, palabra que es el alma de la teología, criterio etc autenticidad
incluso cuando se habla de María.

224. ¡ )e la Ponerle, M aría ne! mistero.. ., 276.


La figura de María a través de los siglos

PkE.M ISAS M ETO D O ; .ó í 51CA5

1. Com o sabemos existen numerosas historias de mariología1 que


documentan el desarrollo del pensamiento teológico sobre M aría a
través de los veinte siglos de cristianismo. Sin restar importancia a esta
reflexión racional de ía mariología, en la actualidad se hace necesario
superar el criterio del progreso de las ideas para estudiar las diversas
interpretaciones sobre la M adre de Jesús en su co n texto cultural.
Por eso interesa como primera providencia entender su presencia en la
nisroria de la iglesia y ia relación vital que mantiene a lo largo de los
siglos. Desde el interior cíe esta relación emerge e¡ característico relieve
de la elaboración re alógica sobre María.

2. Para comprender el fenómeno mariano en todo su significado


debemos integrarlo en su contexto general (cu ltural} y específico ( ít /c-
su'd). La existencia de la teología y los diversos movimientos culturales
nos permiten clarificar las diferentes imágenes de María aparecidas a
lo largo del tiempo.
Nuestra tarea es asumir desde los diversos paradigmas ni ario ló­
gicas L continuidad con la figura bíblica de María y sus progresivos

1. W. JditiS, Cw iii -me der Mai 'ícm.'iTfhrniry, Reí rim é Muiré iculéisd 1963;
! I- (j'racf, M ana, i.nw t.jirihichie tlcr i.drnr and Muréraye Hcrder, F r.uee rMBi. i 964
(ed, inglesa 19CÍ3; [María. l,n mnrkdovíay cUulta ruunnnri a (Mués de L'í binaria, I Itriler,
Barcelona 1968]; G. Süli, Suma d d tiopni marinui, LAS, Roma J981 (ed. alemana
i 978); 1! Giclot - 1). l-crnáricei - ’l, Kóhler - S, De Fio res - G. l’hilips, Marín c i i
muí nairn-, Itinerario rtoneo-teoiogh-o, Cirtíi Nueva, Roma 19K5 (truínooión cíe la voz
M arte d d DSAVfJtT Kolder. Starin M h m onologa, en NDM. 1385-1 d05. Desde el
pimío de vista del sacerdocio de ¡a Virgen, es fundamental para la historia de la manó­
lo ala el libro de R. Lame nú n, Marín cariara siícerdtilhuu. i: ¡sai sur ir dévdojipanetU
d ’ime idétr religieuse, NLL, Raris 1932.
132 MARÍA MAÜRI-: DK JESÚS

acercamientos bajo el influjo del mismo Espíritu que guía a la Iglesia.


Junto a ello es necesario descubrir sus vínculos dentro de las evolu­
ciones de una determinada cultura que permiten de esta manera «datan*
las numerosas interpretaciones marranas e impiden su absolutizadon.
C om o aspectos de la encarnación histórica del cristianism o, las
imágenes de María subyacen a la antropología y a los esquemas repre­
sentativos de las diferentes épocas culturales. Esto fací!ira por un lado
el descubrimiento de algunos ciatos m arianos, pero por otro puede
contribuirá ocultarorros no menos imporranres. Por ejemplo, la concep­
ción de la mujer en determinados periodos ha condicionado la inter­
pretación sobre María, atribuyéndole una serie de virtudes pasivas que
ia confinaban al cumplimiento de las tareas domésticas2.
Para distinguir una verdadera imagen de María de sus deforma­
ciones y «disfraces» epocales existen dos criterios seguros: la Biblia, que
-e n cuanto revelación norm ativa-es fundamento y juicio de cada fenó­
meno eclcsial, y el pueblo de Dios, interpretado y guiado por el magis­
terio de los pastores, particularmente del obispo de Roma sucesor de
Pedro, A él le ha confiado el Espíritu la tarea de «apacentar la iglesia de
Dios» (Hch 2 0 ,2 8 ) y «custodiar el. depósito» de la verdad revelada (iT m
6,20; 2Tm 1,14).

3. La división de la mariología no puede seguir un proceso separado,


ni tampoco debe alinearse al esquema de las grandes épocas o caracte­
rísticas culturales a las que pertenece. La reflexión manológica demanda
en su interior una doble aproximación Sincrónica y diacrónicct. dicha
aproximación urge particularmente en una mariología no siempre atenta
a evitar el aislamiento ni a tener en cuenta su evolución3.

2. ¡sobre osea cuestión Pablo V[ observó acertadamente; «La. iglesia, cuando consi­
dera la larga historia, de la piedad mariana, se alegra comprobando ia conumudad dd
hecho cultural, pero no se vincula a los esquemas representativos de las varias épocas
culturales ni a las particulares concepciones antropológicas subyacentes, y comprende
cómo algunas expresiones de culto, perfectamente válidas en sí mismas, son menos aptas
para ios hombres pertenecientes a épocas y civilizaciones distintas» (MCI 36; KV 5/67).
3. I.n sincronía [syn chróno = con el tiempo) implica que los signos adquieren
valor desde una relación orgánica con ios otros signos del sistema, constituyendo una
[nulidad que al no menoscabar la autonomía de cada signo da sentido ai todo y a las
panes. I a diacr/mía {diA chránon = a través del tiempo) comporta la evolución do una
totalidad mediante la transformación de cada parte. Las modificaciones no actúan
«nunca sobre el bioque del sistema, sino sobre uno u otro de sus elementos» (K De
Saussure, Cono d i lingüistica. general?. I.atenta, lian 1968, 106 [Cuno de lingüistica
general, Planera-Agostini, Barcelona 1992]).
[.A HCL'RA D E MARÍA A TRAVES D L LOS SIGLOS 133

Partiendo del contexto cultural y teológico debemos descubrir las


formas que la mariología asume (modelos, estereotipos y paradigmas)1*
ora desde el punto de vista epistemológico, ora desde sus diferentes
conté nidos-.

Sección primera
EDAD PATRÍSTICA (SS. II-V1I1)

El contexto post-bíblico en que surge eí interés por María se carac­


teriza por una triple preocupación:
í. Reflexionar sobre los misterios revelados en la Biblia y transfe­
rirlos a la cultura helenística que, difundida por toda la cuenca
mediterránea, constituye una «especie de k o in é fiiosófico-reli-
giosa en la que se mezcla el estoicismo común, el pitagorismo,
eí platonismo medio y rnás adelante el neoplatonismo»4*6.
2. Defender a la fe de las desviaciones y herejías que germinaron
por el excesivo peso cultural, deformando la tradición eclesial y
provocando las puntualizaciones dogmáticas de los concilios.
3, Vivir intensamente la vida cristiana en perspectiva gnóstico-
sapiencial y organizar el culto litúrgico y la evangeliz3ción del
mundo grecorromano7.

En esta triple dimensión se sitúa la teología de los Padres de la iglesia


sobre la madre de jesús, com o también el cuito m ariano popular
y litú rg ico 8,

4. Sobre la noción de «paradigma» como modelo fundamental cf. T.5. Kilhn,


La seruttura otile rivoluúoni sáenlifttbc. Torillo 1069 [La estructura de las revoluciones
científicas, FCF, México 1981], Kuhn define d paradigma como «una constelación
general de convicciones, valores, modos de proceder, etc,, que son compartidos por
una determinada comunidad», 'iras un cambio cuitan] (crisis) nace un nuevo «para­
digma» que sustituye al precedente, Ésta no es labor de un sólo teólogo, sino que «se
forma y desarrolla sobre todo a partir de un extraordinario complejo de dicto res sociales,
políticos, cclcsiales y teológicos diversos» () 1. Küng. Teología in cammino. Un'autobio­
grafía spiritualr, Moridadori, Milano l 987, 195).
5- Cf. S. De Flores, Udiseorto rnariologico titila storiadella teología, en La m año-
logia nell'organizzazione dellt discipline teologiche: collocaziont, método. VIH simposio
inte r nazi o na le rail riaiagico, 2-4 octubre ¡990, Ed. Marianum, Roma 1992, 33-88.
6. P Th. Camelor, Hellénisme, en DSAM VII, 145-i 46.
7. Cf. E. Vilanova, Storia delta teología cristiana, I: Dalle origini a l XVsecóla,
Borla, Roma 1991, Í07-137,
8. Para María en los Padres, c£ la colección,de textos de S, Alvarez Campos,
Corpus marianumpatñstícitm, 7 vals, (el IV es doble), E, Aid eco a, Burgos 1970-i 985;
134 MARÍA MADRE D E JESÚS

Para hablar de María en eí periodo patrístico debemos mencionar


dos principales modelos: el narrativo-apócrifo y el gnóstico-sapiencial.

1. M O DEL O SARR.4TIVO-APÚCR1FO: MARÍA, SANTA, VIRGEN,


PROTAGONISTA Di; LA SALVACION! Y BENDITA POR SIEMPRE

Los apócrifos, conjunto formado por numerosos escritos antiguos


(ss. II-VII), realizan un
paso del género literario evangélico, que es anuncio, ai género
literario liagiográfico, que oculta tras de sí consideraciones teoló-
g¡ co-apológét icasy.

Considerados durante mucho tiempo como «desvarios» (Jerónimo) y


excluidos del canon de libros inspirados, los apócrifos son reconocidos
en la actualidad por su valor literario y teológico. Se trata de obras que han
ejercitado un consistente influjo en la liturgia y en el arte religioso, y sobre
todo constituyen valiosos testimonios de una profunda fe cristiana10.

D. Casagrarule, Enchiridion rnariamtm biblico-patristieum, Cor timim, Roma 1974;


Id., l.d Madonna nel minero deila salvezza. Pensieri dei Padri deila ebiesa, Cor unum,
Roma 1975; G. Giiarib - E. loniolo - I- Gambero - G. Di Ñola, Testi mariani del
/¡rimo miUennio, 4 vols., C iu i Nuova, Roma 1988-1991. Véase Lambíén las actas de
los congresos mariológico-marianos internacionales celebrados en Portugal (1 967) y
Croacia (1971): Do ¡>r¡mordíi¡ cultas mariani, 6 vols., PAMI, Roma 1970; De culta
mañanosaecnlis VL-Xf, 5 vols., PAMI ] 972. Además los siguientes estudios: G. Jouas-
sard, Marte a trnvers la pairistique. Malernitédivine, virgtnitc. saínate., en María. Eludes
sur la tilinte Vierge, (bajo la dirección de H. du Manoir) á vols., Beautliesne, París
1949-1971, 1, 69-157; E Spedalicri, María relia Scrittura e ndía tradizione delta ebiesa
primiiimi, I, La Sídiia, Messifta 1961; ÍI, Harder, Roma 1975; j.A, de Aldama, Virgo
Moler. Estudios de teología patrística, Facultad de teología, Granada 1963; Id., Alaria
en la patrística de los siglos l y ¡l- PAC Madrid 1970; T, Koeltler, Marta nci pnm i secoli,
Centro mariano Chaminadc, Veivelli 197]; Id,, María nei secoli VIJ-Xfl, ibi, 1972; G,
Solí - E. Percato ~ ,M. Marinone, María cu DPAC II, 2104-2117; D. Ftrnánde?., 1.a
ipirittutliti maríam nei padri deüa ebiesa, en Alaria i ilsuo mane. Itinerario storko-teolo-
giro, Cirra Nuova, Roma 1985, 38-71 (ed. orig. francesa 1 980); E. Toniolo, Padridelta
ebiesa, en N i ) Iví, 1044-1080; E. Peretio, Mariologia patrística, en C.ompletnems inter-
diseiptinarí di patrología. (A. Quacc|uarcl!i, ed.) Cittá Nuova, Roma 1989; 697-756;
La mariologht nella catechesi dei Padri (tta prenicena), [,A.S, Roma 1989; La mariologia
ríeHa catechesi dei Padri (cta p (maicena), 1AS, Roma 1991; L, G ambaro, Marta nel
penden dei Padri, Paolinc, í án iseiio B, 1991.
9. E. Pcrctto, Apecrifi, en NDM, 123.
10. Ci. R. Lautentui, M yiheet dogtne dans ¡es Apocrypbes, eri Deprimordiis adtus
mariani. Arta congressi marielogici-mnriani inurruuionalis in /.usiumia nano l ‘) 6 7 cele­
brad, PAMI, Roma 1970, IV, 14-29.
LA RICURA Olí MARÍA A TRAVÉS DÉ l.í)S SIC I jOS 135

Los apócriíos de carácter m añano no se limitan a com pletar los


escasos datos de los evangelistas según un mismo esquema narrativo
que continuamente aflora a lo largo de los siglos11, sino que se preo­
cupan de defender la virginidad de María contra las habladurías difun­
didas por judíos y paganos.
El genero narrativo adoptado por- los apócrifos se distingue del relato
evangélico por distintas notas: abundancia de elementos fantásticos o
prodigiosos, gusto por los detalles insignificantes de orden histórico-
snlvífico, protagonismo de María, etc.
btl más famoso apócrifo es el llamado ProtoevüngeLio d e Santiago.,
cuyo verdadero título es N a tiv id a d d e M aría, obra probable del s. II
que constituye la primera monografía m añana en ciave narrativa12*.
Se inicia con el retiro de Joaquín al desierto y acaba con el asesinato de
Zacarías; la historia de María termina con la adoración de los magos.

La obra es sobre todo concebida y escrita para glorificación de María,


hija de Joaquín y la estéril Ana: educada en el templo desde su más
tierna edad, fue confiada por los sacerdotes al viudo y anciano José,
que fue designado a suertes, manteniéndose intacta tras el naci­
miento de Jesús1’ .

La N a tiv id a d d e M a r ía presenta a la Virgen en un co n texto de


santidad legal. «Como una paloma, ella anida en el templo del Señor»
(S, 1) y entre las «vírgenes sin mancha» (10,1) supera la prueba del agua
amarga (16,1) mientras que la partera y Salomé constatan su virginidad
tras e] parto (19 y 20). Desde su mismo nacimiento, María recibe la

11. El género narrativo de los apócrifos aparece en famosas aunque controva-


Licias obras literarias: taso de Sor María de Agredí, Mística Ciudad dr Dies, Madrid
IÓ70 y M, Val torta, II poema ddíuomo Dio, 1C vols., Pisani, Isola dd JJro 1975.
12, Descubierto en Orleme en 1535 y publicado tn 1552 por ei humanista francés
ti. Pos Leí, la Natividad de María fue objeto de estudio por numerosos autores. Destacan
entre ellos; C. Tischendorf que de I 853 a 1876 fijó, sobre la base de 17 manuscritos,
un texto fijo que se impondrá durante un siglo; E. Pistdli que en 1906 publicó el texto
fragmentario de un papiro del s. IV; M. Testuz, que en 1958 aporta una decisiva contri­
bución a la crítica textual con la publicación dei Papyrtts Hodmer Vdei s. 11i; y el jesuíta
E, De Stricker, que en 1961 presenta una definitiva c impresionante investigación
crítico-filológica, que induce a creer que su composición es del siglo II, casi con coda
probabilidad en Egipto. El texto es lomado en cuerna por Justino (f 165) y Clemente
lv 2 i 5), además de otros escritores antiguos.
í 3. Apocrifi dei Nuevo Tunamente. 1 piu antichi testi crisliani, edición preparada
por G. Moraldi, lea, |s.h] -1990, 64 [Los apócrifos del Nuevo 'testamenta, Fundación
Santa María, Madrid 1989).
136 MARÍA MADRE D E JESÚS

suma bendición de Joaquín, los sacerdotes y el pueblo: «El Señor ha


bendecido tu nombre por todas las generaciones» (6 ,2 ; cf. 7,1).
El ciclo apócrifo de la D orm ición d e M aría, cuyo núcleo primitivo
remonta a los ss. II-IV 14, turra la muerte de la Madre de Jesús y su tras­
lación al cielo. Este escrito parece emanar de la comunidad primitiva
de Jerusalén ya que «servía de texto litúrgico en las celebraciones ante
la tumba de M a ría » 15,
Entre los varios géneros literarios que se hallan en la D orm ición
(anuncio de la muerte, controversia con los hebreos, Apocalipsis...),
Manns subraya el m idrashico, con su frecuente recurso a la Escritura, y
el testam entario. Aparecen los tres elementos esenciales del testamento:
llamamiento a los familiares, exhortación a cumplir obras buenas y
profecía sobre el futuro de la comunidad, María convoca a los parientes
y conocidos («María los llama») y les exhorta: «Ayudémonos de las
buenas obras y de la íe en el Dios vivo». Después pide a Juan que distri­
buya a las viudas sus dos túnicas y le entrega, un libro que encierra «el
misterio» (1 3 y 2 0 ). De este m odo vemos que «la oración de María
pertenece exclusivamente a la forma literaria de la “bendición”, aunque
lejos de cualquier estereotipo o im provisación.,.»1617.
A su vez el Transitas romano habla de los «signos y maravillas reali­
zados por él [Dios] gracias a la Madre» y afirma que «la luz de su lámpara
llena el mundo entero y no se apagará hasta el fin de los tiempos, a fin
de que cuantos lo deseen reciban de ella la fu erza...» 1
Los apócrifos iluminan los inicios y el fin de la Madre de Jesús, la
cualifican com o santa, virgen y bendita p or siempre y le atribuyen
carismas a favor del pueblo de Dios.
Igualmente encontramos esta intuitiva visión acerca de su virginidad
y su perenne culto en algunos escritos poéticos del s. II. Ahí están, por
ejemplo, los O ráculos sibilinos que descubren un parto virginal1*, y e n

14. Cf. E Manns, Le récit de la Dormidor; de Marie (Vat. grec. I9d2). Contribu-
tion /I l'éiude des origines de lexéghe cbréíienne, en Mar 50 (1988) 439-555. El autor
toma en cuenta ios principales estudios de los apócrifos sobre la Dormición: van
Esbrneck, Wengcr, Arras, Ragarrí. Testa... Este último sostiene que un gmpe de apócrifos,
entre ellos el Vat. griego ¡982, pertenece a los ss, III-IV, y podrían provenir de los
parientes de María {F.. Testa, Lo sviluppo delta Dormido Marine ndla leuemtum, nelltt
teohgia. e nelliirchtüíogia, en Mar 44 (1982) 316-3B9).
15. Manns, Le récit, 440.
16, Manns, Le récit, 478.
17, E l trAntii o romano: T M PM 1, 8 95- S 9 9.
18. -A la vida desde el seno de la madre engendrado/la forma humana alcanzó y
el infante mostrado/con parto virgíneo, gran prodigio a los hombres fue dado» ( Omcoli
LA HGL'KA D E MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 137

el texto gnóstico egipcio Pistis S ophia (s. II) el mismo jesús dice a su
madre:

¡Admirable! En verdad en verdad te digo: tú serás llamada bien­


aventurada de un lado a otro de la tierra, pues ía señal del misterio
ha penetrado en ti y por medio de esta señal todos los seres de la
tierra y del cielo serán salvos, porque esta seña! constituye el prin­
cipio y el fm19.

II. M o d u l o g n ó s t i c o - s a p i e n c i a l :
M a r ía n u e v a E v a y s a n t a T h e o t o k o s

Desde sus diversas corrientes y en sus multiformes géneros litera­


rios, la teología de los Padres converge en el estereotipo gnóstico-sapien­
cia] que se inspira en un «modelo de sabiduría totalizadora de la última
bienaventuranza, perfección y salvación del mundo»20.

I , C a m cíeríiticá s

De esta teología se reconocen cuatro características21, que encon­


tramos fácilmente en el discurso sobre la Madre, de Jesús.

a ) O rientación b íb lica

En general los Padres se distancian del uso de ios apócrilos22 para


remitirse constantemente a la Escritura. El discurso sobre María nace
del comentario de los textos bíblicos en que ella aparece. Así sucede,
por ejemplo, con Orígenes, Ambrosio, Cirilo, etc., que estudian a la
Madre de Jesús en sus com entarios a Lucas y Juan. O tras veces toda
la obra está urdida de exégesis, como sucede en el libro C ontra E lvidio
de Jerónimo.

sibilliJti: TMPM i, 142). Igualmente las Odas de Salomón 19 dicen de María: «grávida
convenida, un hijo sin dolores conribió/f...] Mas partera no quiso, ia vida ella dio»
(TMPM I, 144).
I Pht¡s Sophia: TM PM L 146.
20, C, Vagaggini, Teología en NDT, 1609.
21, B. Mondin, I grano i teoíogi del XX serolo, Borla, Tormo 1969, II, 258.
22, Mientras Justino asume de los apócrifos só]q la noticia de la «gruta» de Belén,
el Niceno abre el camino a un uso mayor.
138 MARÍA M ADRE DE. JESÚS

b ) O rientación ap ofática

Al subrayar la inefabilidad de Dios, los Padres acentúan ía dimen­


sión del misterio entrañado en María. Ignacio pone junto a la muerte
del Señor la concepción virginal y el parto de María com o «misterios
clam orosos que se realizan en el silencio de D ios»25. O tros Padres
vinculan la encarnación a María para contemplarla «idónea al minis­
terio de esta economía»2'' c «indispensable para el asombroso misterio»25.
Pero sobre todo quedan admirados an.re el incomprensible misterio'de
la concepción y nacimiento virginal2^. Atico de Consrantinopla ( t 4 2 5 )
afirma con estupor:

Ahora la virgen ha parido: ya por sí mismo este acontecimiento


es realmente un prodigio. ¡Es milagroso! La Virgen ha dado a luz
virginalmente, y permanece siendo virgen. ¡Qué milagro! Grande
es el misterio ác Dios que se ha hecho hombre. [...J Así el seno de
la Virgen --¡misterio insondable!— portó al Dios encarnado...27.

c) O rientación ash tcm áú ca

Los Padres no muestran preocupación alguna por desarrollar un


discurso sistem ático sobre María. En general hablan de ella desde
contextos muy variados: libros apologéticos ( D iálog o con Trifán de
Justino, Contra (os herejes da Ireneo o de E p ifan io...), tratados sobre la
encarnación y la Trinidad (Apolinar, Ambrosio, Teodoreto, Nestorio,
Hilario, Cirilo, Ensebio de V ercelli...) o sobre la virginidad propia­
mente dicha (Atanasio, Niceno, Ambrosio, etc.).
Advertimos con sorpresa que la primera monografía mariana de
carácter doctrina! surge en la segunda mitad del siglo IV. I res de ellos
se ocupan de la virginidad de María: D e m argarita (anónimo), Contra

23. Ignacio tic Auuoquia, A ¿m elisios ¡9.1: TiVíP.M I, 122.


24. B a s ilio , Hom ilía sobre la santa concepción de Cristo 3 : i M P M I, 2 9 6 .
25 - I:p ibu ¡o, Ptimiñen 79,3: T.Vf PM 111,402.
26. «Toilo lo que se refiere al nacimiento de Jesús está envuelto en misterio» (Pedro
Crisol o¡>o; Sermón 146, 8; FMPM ITT, 4.52). «Que una virgen dé ¡i luz es seña] de un
nusteiio divino, no humano» (Ambrosio, /imposición del evangelio de Lucas 2 , 15: TMPM
ÍÍF, 181). «En esto consiste por tamo el celestial misterio, el sacramento escondido y
guardado a lo largo de los siglos: que la Virgen haya concebido por obra de! Espíritu
5¡nilo» (Cromado de Aquilea, H om ilía sobre el evangelio de M ateo 2.1; TMPM
HI, 222).
27. Ático, H om ilía sobre la N avidad: TívíPM I, 438.
LA H C U K A OH M A R ÍA A TRAVÉS i)K I O S SJCI.OS 13 9

E lvidio de Jerónimo (hacia el 383) >' la C a n a a los Arabes que Epifanio


insería en el Parlarían entre el 3 7 4 y eí 3 7 7 . Igualmente monográfica
es la amplia obra sobre M aría C on tra ¿os m storian os de Leoncio de
B izando o de Jerusalén ( t ca. 543).
La obra L os p rin cip ios de Orígenes (f ca. 2 5 4 ), que representa la
L>rimera tentativa de tratamiento orgánico de la fe, apenas habla de
María. Más consistente por io que respecta ai espacio dedicado a María
es el tratado F uen te d e conocim iento de Juan Damasco no ( f ca. 7 4 9 ),
tai vez ei último gran teólogo de la iglesia griega antigua. En ia «Expo­
sición de ia fe ortodoxa», que constituye su tercera parte (tras la «Dialéc­
tica» y la «Historia de las herejías»), el Damasceno distingue dos categorías:
los puntos considerados más importantes sobre María y los que tienen
menor trascendencia.
A la primera categoría pertenece la participación en ei misterio de
la encarnación (libro III) que consta del consentimiento de la Virgen
y la obra catártica del Espíritu (c. 2), ci parto virginal «como el nuestro
pero más allá d.el nuestro» (c. 7) y MaríaThcotokos cuyo nombre «cons­
tituye todo el misterio de la economía» (c. 12).
La segunda categoría consta de las noticias aportadas por los apócrifos:
predestinación de Marín, su descendencia davídica, sus padres Joaquín
y Ana, su morada temporal, etc. (libro IV, c. 14)2it.

d ) O rientación -platónica

Los Padres recurrieron a la filosofía platónica o neo-platónica como


un instrumento idóneo para la teología cristiana. Con ello el predo­
minio cid pensamiento simbólico sobre el racional permitió una gran
fecundidad de ideas. Un ejemplo teológico de ello es el paso de Eva a
María desde el plan armónico de Dios (Justino e Irenco), como veremos
a continuación.

2. C on ten idos

Los Padres, al proíundizar en la figura de María, llegaron a impor­


tantes conclusiones.28

28. Cf. tixpwkián de Li fe nrí/iet'oxil: TMVM lí, 4fj-'¡díM,


140 MARÍA M A D RE D E JESÚS

A. Paralelismo E va-M aria

El tema mariológico más relevan le fue el cié ia «Nueva F.va», anali­


zado por Justino (f ca. 165) en su D iálogo con Triján\

[Cristo] se hizo hombre de una Virgen, y d mismo camino por el


que comenzó la desobediencia provocada por la serpiente se ha
convenido ahora en el camino por d que ha sido aniquilada.

Así pues F.va, cuando era todavía Por el contrario, María, la Virgen,
virgen e incorrupta, concibió la acogió con fe y alegría cuando el
palabra de la serpiente y parió ángel Gabriel le llevó el feliz
desobediencia y muerte. anuncio.
[ ...i Por medio de él [Cristo]
realiza la liberación de la
muerte29.

Haciendo uso de un paralelismo antitético, Justino analiza la rela­


ción entre María y Eva bajo tres aspectos: «Jla virgin idad que las carac­
teriza; b)<¿\ proceder causal que conduce a Eva a consentir a la asechanza
de la serpiente y a María a acoger el mensaje de! ángel concibiendo a
Cristo; y c) sus consecuencias, que en Eva son la desobediencia y la muerte
y en María el nacimiento del mismo Cristo liberador de la muerte30.
El obispo de Lyon, Ireneo (f 2 0 2 ), en el libro A dversas H aereses
retoma con mayor vigor teológico el paralelismo entre Eva y María,
asumiendo para ello el plan de salvación a partir del concepto paulino
de «recapitulación» { a n a k e fa lá io s is ), por el cual D ios reintegra los
elementos de la caída original: A dán-C risto, árbol-cruz, serpiente-
G ab riel, Eva-M aria31.
De las tres menciones que sitúan a María en e! contexto Iris tó rico-
salvífico de «recapitulación»32, la más celebre es ésta:

Paralelamente (consequenteri hallamos a ia virgen María obedienre


cuando dice «He aquí tu esclava, .Señor [...]» . Por el contrario Eva79

79. Justillo, ÚióiofcU uní i rifen, ¡00:T M PM 1, i37.


30. De Al dama, María en la patrística, 270-271.
31 - Diferente de la doctrina estoica que daba n cada cosa «un movimiento ciradar
er¡ orden a sos causas eliden les» {Prodo}, la «recapitulación» de ireneo, de la que deriva
la «recircuiario», excluye d retorno repetitivo de la antigüedad y propone una concep­
ción lineal de la Insto ría de la salvación que va de lo menor a lo mayor (cf. A. Orbe,
La «reciratlación » de La Virgen M aría en San Ireneo [Adv. Haer. III, 22,4,71!, en La
mariologia nella tateehesi de: pudrí (etd. pttttíetna), ! 01-103)
32. Adversas Haereses III, 22,d; V. 19,1; Demostración de ia fe apostólica 33-
U FIGURA D E MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 14]

desobedeció, y se hi?.o desobediente mientras todavía era virgen.


[ ...) . Así como en Eva, desobedeciendo, llevó la muerte para sí
misma y para todo el género humano, en María, que asignado un
esposo seguía siendo virgen, obedeciendo se hizo causa de salvación
para sí y para todo el genero humano. [...] De esta manera el lazo
de ia desobediencia de Eva quedó deshecho gracias a la obediencia
de María. Lo que Eva había arado por su incredulidad, María lo
desaró con su fc:)b

En este texto Ireneo afirma que María constituye un elemento inscrito


en la lógica del plan divino. Dicho elemento requiere para su existencia
de una correspondencia antitética entre caída y reparación, desde la
cual Adán corresponde a Cristo (cf. Rm 5 ,1 4 ; IC o 1 5 ,2 2 .4 5 ), el árbol
a la cruz y Eva a María. Así se explica por qué Ireneo introduce el
discurso sobre María con el término c o n s e q u e n te r (traducido aquí por
la expresión suavizada paralelam en te) ya que de ese modo confirma la
exigencia de la economía salvífica^.
Puesto que «el movimiento retrocede de María a Eva» Ireneo parle
de María fiara descubrirnos diversos aspectos de su correlación con Eva:

a. ambas son vírgenes en el instante de la acción;


b. tienen esposo y son llamadas uxores (en Lucas y en Génesis);
c. reciben un mensaje de un ángel (bueno en María, malvado en
Eva);
d. aceptan el mensaje (María obedece a Dios mientras que Eva
obedece a la serpiente);
e. sus actos tienen profundas resonancias sociales.

Del paralelismo Eva-M aría nace una proíutida diferencia en el


comportamiento moral con resultados diametral mente opuestos. F.va
desobediente con su incredulidad ata a la muerte a todas las genera­
ciones humanas; María obediente rompe con su fe el nudo de la muerte
c inicia la trayectoria de la vida.
La expresión «causa de salvación» (en Hb 5,9 referida a Cristo) es
atribuida lógicamente a Marinen contrapartida a la obra nefasta de Eva
«causa de muerte» (restando responsabilidad a Adán], y de paso a toda
la redención realizada en Cristo.
La eficacia saivífica de María posee para Ireneo un sentido universal
que se extiende a todo el género humano, con un valor retroactivo que3*

33- Ireneo, Adveran Haerna 111, 22/í: i MPM 1,1/1-


34. Cf. R. bauremin, Ixi l'avine Mana. Marieleñapon-coxeiliare, Paoline, Roma
M9S3, 61.
142 MARÍA M a DRR l)E JESÚS

llega incluso a Eva. Cuan do M aría rompe con el nudo primordial


se convierte en «la abogada de la virgen Eva»35*, ío que de orro modo
viene a significar que ya no sólo intercede por ella sino que se convierte
en su defensora. Ejecutando la acción contraria, María destruye la
obra de Eva ofreciéndose com o un «plaidoyer eficaz» (M . Jourjon) a
favor suyo31'.
Eos textos de Iré neo son justamente lamosos y «constituyen un Lito
en la doctrina mariana de la iglesia antigua». En realidad

Irerco. ampliando <•! contenido del paralelismo «Eva-María»,


ha desarrollado las sucesivas imágenes dogmáticas de María en la
Biblia, y precisamente gracias a una «valorización no sólo cristo-
lógica sino también so te rio lógica de María y su contribución a la
realización de! plan salvífico de Dios (nikanomia Titeo ú) y a la obra
redentora de Cristo37.

El paralelismo de Eva-M aría33 ejercerá un influjo duradero en


toda la historia de la teología. Pero esta convicción no formará parte
de los antiguos concilios ecuménicos, sino que será recientemente inte­
grado en el m agisterio pon ti Picio gracias al con cilio V aticano II
(LG 56).

B. L a Virgen María en ios Padres ele los ss. I I - I I I

Mucho antes que el tema de la Nueva Eva, los Padres afrontaron la


cuestión de la maternidad virginal de María.

Ignacio d eÁ n tio q u ia (t ca. 115) habla de María cu un contexto cris-


tológíco teniendo en su punto de mita a dos falsos maestros: los doc.etas,
que niegan Ja realidad de la encarnación, y los representantes dei ju d a ­
ismo, que negaban la divinidad y la concepción virginal de Cristo.
Ignacio combate a ambos bandos ofreciendo como prueba el designio
salvífico de Dios. A los docetas les recuerda ia constitución bipolar de
Cristo e insiste en su plena humanidad que proviene de María:

Divino !o mismo que humano, el único médico


engendrado y no creado,

35- Ilenco, Advcrsus HetcresesV, 19,1: TMPM I, 175-


36. Según interpreta De Aklanu en M aría en ia. patrística, 3 H6-232.
37. G. Solí, .''.torio dei doopoí jnarietni, 70-71.
38. Cf. L Cigndli, Muría mtova Eva radía patristhti greca (scc, li-V j, Scutlio teoló­
gico Pomuncola, Assisi 1966.
LA FIG U R A D li M A R ÍA A TRAVÉS »F. l.OS SIGLOS 143

en carne Dios formado y en la muerte verdadera vida,


que antes padeciendo y ahora impasible, de Mana y de Dios
es Jesucristo, nuestro Señor3'.

En otro momento, en el que presenta la evolución de un símbolo


de fe, acentúa la realidad déla cante-de Cristo repitiendo cinco veces
el adverbio «verdaderamente» [aUthós)\

}esucristo, de la estirpe de David y de María, que verdadera­


mente fue engendrado, comió y bebió, verdaderamente fue perse­
guido bajo Pondo Pila tos, verdaderamente fue crucificado y murió,
[...] el cual verdaderamente resucitó de entre los muertos [,..]'íü.

Contra las habladurías de los judíos, Ignacio afirma claramente que


la virginidad de María no tiene sentido en sí mismo si no es en rela­
ción con Cristo y el misterio de Dios:

Así mismo Jesucristo nuestro Dios tire llevado en e] vientre de María


según la economía de Dios, de la semilla de David, cierto, pero
sobre todo del Espíritu Santo f... ]. Y permanecieron ocultos al prín­
cipe de este mundo la virginidad, de María [he parthen ia Marías) y
su parto [kiti he ioketás antis) como ¡o fue también la muerte dei
Señor: tres clamorosos misterios (tría mystéria kmnghes) envueltos
en e! silencio de Dios’ 1.

.VJ. Carta a ¡os Efestos 7: I MPM 1, 12:. Se acvierte que Ignacio enfoca «como
primera instancia el cuadra de los atributos carnales de Cristo» dentro de la «coinci­
dencia de los opuestos predicados tea ruíneos..'. En este contexto cobra importancia la
mención a h madre: «Para el mártir, la que ha engendrado a Cristo es María, dándole
una ram e verdadera y re.-íícue le ha. per mil ido padecer)’ m srb. Por tanto Cristo, ci: '«
veneración, en ía pasión, en ¡a muerte, en una palabra, en todos y cada uno de los
evenios hisiórico-salvííicos J osli carne, "es de María1'. De este modo María garantirá
la realidad histórica y concreta de la carne de Cristo contra toda posible negación
docela; se entiende en ion tes que pala Ignacio bi uta en primer lugar de M ari tí y después
de Dios.'.' (P. Ecrgamdlt, Cnratterisnchc e oriyinalhk dalla nrtfessione di ferie mariantt di
Ignaaio di Ah¡ioe/>ia, en I.a miírlalagin ucU,i ealrcbesi dei Padri ¡erópreniccnd]> 68).
40. Carta, a los Tríllanos 9 :1 MPM 1, 12:3. En otro texto anti doce la, Ignacio «con
un oxímoron audaz |figura que consiste en retín ir dos palabras aparentemente contra­
dictorias ilega a hablar de un «Dios concebido» en el seno de una mujer», osadía que
haría estremecer al esplritualismo platónico: «Así mismo Jesuciisto nuestro Dios fue
llevado L-n el vientre de María según ¡a economía de Dios [kar'oikonomiart Thcoii). de
la semilla de David, cierto, pero sobre todo del Espíritu Santo» (A los F.fesios 1ó,2:
TMPM 1,122).
41. A las f.fesios \8,2; 19,1: TMPM I, i 22.
144 MARÍA MADRE DK JESÚS

Para entender bien este célebre texto no es necesario remitirse a un


milo pagano (Schlier), ni al ambiente gnóstico (Orbe) o jadeo-cris­
tiano (Daniéíou), ya que sus semejanzas no son determinantes, Más
justo es compararlo a lC o 2 en el que se recurre al príncipe de este
m undo. Ignacio amplía el pensam iento de Pablo, haciéndonos
comprender que el príncipe de este mundo no ha entendido el misterio
de la muerte de jesús, ya que le fueron ocultados los misterios de su
concepción y nacimiento.
La expresión «virginidad de María», probablemente acuñada por
Ignacio, no indica de por sí una prerrogativa (la esencia de la virgi­
nidad), sino la acción de concebir virginalmente a Cristo, como viene
determinado por el contexto histórico-salvífico y cristoiógico4243.
Por io que respecta al parto de María, según Ignacio la concepción
por sí misma no conlleva si fue o no virginalmente, aunque forme parte
de los tres misterios. No se dice expresamente, pero sí implícitamente,
ya que se trata de un acontecim iento misterioso cuyo significado es
comprensible sólo mediante la revelación divina.

Igualmente Justin o ( t ca. 165) aporta un notable testimonio acerca


de la virginidad de María defendiéndola y explicándola a judíos y filó­
sofos no inclinados a asumirla. Al privilegiar la profecía de Is 7 ,1 4 ,
muestra por un lado su valor en la concepción virginal de jesús, pero
por otro impide la interpretación mitológica del mismo:
Ved cómo ahora fue profetizado por Isaías que nacería de una virgen.
Así quedó dicho: «He aquí que la virgen está encinta y dará a luz
un hijo que tendrá por nombre Dios con nosotros» (Is 7 ,1 4 ).
Este hecho que para ios hombres parecería increíble o imposible,
Dios anunció mediante el Espíritu pro fótico que habría de cumplirse,
a fin de que cuando se llevara a cabo no fuera refutado sino creído
por haber sido profetizado. Pero puesto que algunos no han compren­
dido !a profecía declarada lanzando contra nosotros la acusación de
que habíamos acudido a los poetas, como aquellos que dijeron que
Zeus mantuvo comercio libidinoso con mujeres, nos esforzaremos
en explicar su contenido. La frase: «lie aquí que la virgen está
encinta» significa que la virgen concibió sin unión carnal: si así
hubiera sido no podría llamarse virgen. Mas la virtud de Dios,
descendiendo sobre la Virgen, la cubrió con su sombra y quedó
encinta siendo Virgen^.

42. Kergamelli, C am u em tkh t , 73-75.


43. justillo, 1 Apología 31-33: TMPM I, !28. En el Diálogo con Tnfón 43, Justino
pune como argumento la profecía de Isaías como demostración de la concepción
I.A FIGURA D E MARÍA A TRAVÉS DE IO S SIGLOS ¡45

En su enfrentamiento con los mitos paganos, Justino no desdeña la


com paración con ellos a propósito de la concepción virginal, para
mostrar así que no es una idea del rodo descabellada:
AI decir que el Verbo, como primogénito de Dios, nació sin que
hubiera antes contacto humano [ ...] nada decimos de nuevo
que no sepáis ya entre vosotros alando habláis de los hijos de Zeus44.

Pero Justino rechaza cualquier dependencia referida a la concepción


virginal respecto a los mi ros paganos45, al igual que la forma reogámica
que en ellos aparecía. El Espíritu «viniendo sobre la Virgen la cubre
con su sombra, la deja encinta, no a modo de cópula, sino con poder»46.
Las categorías que sirven para explicar la concepción virginal son para
Justino no un mito, sino un «signo» y el «misterio»47.
También las afirmaciones de Iren eo ( t ca. 200) van en la misma
dirección de la maternidad-virginidad de María. El obispo de Eyon
muestra un gran equilibrio al reconciliar tendencias opuestas sin caer
en el error.
Ireneo se enfrenta a los gnósticos, sobre todo a marcionistas y valen-
tiníanos (que negaban la realidad de la encarnación)48, que aunque eran
favorables a la virginidad de María la entendían como prueba del cuerpo
inmaterial de Jesús. Pero Ireneo ai mismo tiempo que afirma c! realismo
de la venida del Logos en la carne43, no admite duda sobre la concep­
ción virginal. El está convencido de que si Jesús hubiera nacido como
cualquier hombre, serta semejante a cualquiera de nosotros e incapaz
de poder llevar la salvación. Com o resulta de Is 7 ,1 4 ,

virginal: «Ahora bien, es dato del todo manifiesto que nadie de la descendencia
de Ahraham según la carne nació de una virgen, salvo nuestro Cristo» (TMPM
i, 131).
44. /Apología 21,1: TMPM í, 126.
45. Justino «en función cíe la teoría del "plagio” defiende la precedencia y supe­
rioridad de Moisés y los profetas sobre los escritores y filósofos paganos»; en conse­
cuencia «el mito de Dan,te es una “imitación de ia serpiente engañadora» {Diálogo con
Trifón 69,1), es decir det diablo frente a la profecía de is 7,14 según los LXX» (M-
Maricano, La Vergme M adre negli n ritíi d i Giutlino maniré. M ilipagani e m istfw cris­
tiano, en ¡.a mariolagia. ndltt cam bes! dei Pudrí (etd prenicerw), 94-95),
46. I Apología 33,6: I MP MJ , 128.
47. Diálogo con Trifón 43,3; 84,1: IMPÍV; I, 130, 135-136.
48. c... Para algunos, el Jesús de la economía [...] pasó a través de María como el
agua a través de un tubo» {Adv- llaer. III, 11,3: TMPM í, 159).
49. Para Ireneo Jesús podría ser y llamarse verdaderamente «e¡ Hijo del homhre
ya que nadó humanamente de María porque ésta vino también de ¡as generaciones
humanas, como humana que era» {Adv. Haer. III, 19,3; TMPM I, 164),
¡46 M A R IA M A D R E DH JLSÜS

el Señor mismo nos mostró el signo de nuestra salvación, el ümma­


niré] nacido de la Virgen, ya que era capaz, siendo el Señor, de salvar
a quienes no podían salvarse por sí mismos. [...] Los ebionitas
dijeron que él fue concebido dejóse, destruyendo la gran economía
de Dios y en lo que depende de ellos malogrando los testimonios de
los profetas, lo que Dios ha llevado a cabo50.

1renco recoge el ieit m otiv ignacia.no del parto de María con un texto
complejo en el que se habla de la regeneración de los hombres y de la
catarsis o purificación de María:

el Verbo haciéndose carne y el Hijo de Dios hijo del hombre


(siendo puro, de modo incontaminado abrió aquel puro vientre
que regenera a ios hombres en Dios: vientre que él mismo hizo
p u ro }...51523.

AI margen de la doble interpretación, favorable o contraria al parto


virginal5-’-, parece demostrado que Irenco sitúa el parto de María en un
ámbito de pureza y misterio, ámbito que necesitará de ulteriores preci­
siones en la reflexión patrística:

A propósito de su nacimiento, el mismo prolela dice en otro


¡ugar: «antes de padecer dolores dio a luz, y antes de llegarle d parto,
dio a luz un varón» ÍTs 66,7), proclamando a este respecto ei carácter
inesperado y paradójico del nacimiento virginal55.

Los testimonios de otros autores del s, III se orientan en el sentido


de la m aternidad virginal de M aría. Pero T ertuliano ( t 2 2 0 /2 3 0 ) ,
esforzado defensor de la realidad humana de jesús contra el gnosti­
cismo afirmó que María fue virgen ai concebir a jesús, pero no cuando
ciio a luz:

R e c o n o c e m o s p or ta n to c o m o un sig n o de c o n tra d ic c ió n la
co n cep ció n y el p a r r o d e la V i r g e n M a r í a [ . . . ] . V e r d a d e r a m e n t e d i o
a l u z , p o r q u e l o l i a h e c h o d e s d e s u c a r n e , p e r o al m i s m o t i e m p o n o
h a d a d o a lu z p o r q u e n o h a s i d o m e d i a n t e el s e m e n dd hom bre;

50. Adv. 1laer., 111,20,3; 21 ,í r Í'MP.M 1. 165.


5 1. Ada. Haer., íV,33,11: TMPM 1, 173.
52. Diversos autores (H. Kodi, J. Galm, G. Kírll) resal tan la expresión ¡aliña
«apenáis vulvam» para níiimar el parlo riimual; oíros (D. Ungcr, W! Deüus, ),A. de
Aflama) insistiendo en el pttrus, puré, puram sostienen un parto virginal e inrerpieran
el «apenen? vulvam» como una señal híhüca del nad miento dd primogénito, Cí'.
De Aldama, Marín en Itt patrística , 21(5-224.
53. Demostración de la predicación apostólica 54: TM l’M 1, 179-
LA LIGUELA IX: MARÍA A TRAVÉS DE 1.05 SIGLOS 147

de este modo es virgen por lo que respecta ai hombre, pero no por


lo que se refiere al parto54.

Digna de a [necio es la postura de O ¡igen a ( t c¿. 2 5 4 ), defensor


acérrimo de la virginidad perpetua de María, que para él es compatible
con un parto natural55:

Aque.los que así afirman buscar, salvaguardar el honor de María


con una virginidad desde el principio basta el fin; de tal modo dicho
cuerpo fue elegido para prestar servicio al Verbo [...! sin que hubiera
conocido cópula con varón después de que c! Espíritu Santo descen­
diera sobre ella y la cubriera desde lo alto con la Virtud de su
sombra56.

Orígenes desarrolla una ajustada apología a favor de la concepción


virginal de Jesús, sobre todo trente ai pagano Celso, portavoz de las
calumnias que los judíos defendían sobre un supuesto origen adúltero
de Jesús.
En su libro Contra C ebo, Orígenes reconoce que sera lógico que los
que no acopiaron el admirable nací miento de Jesús, inventasen cual­
quier patraña», aunque, añade, no tuvieron la perspicacia de eliminar
la idea de que «la Virgen concibió sin intervención dejóse».
Orígenes apol la en este sentido tres argumentos a favor de la concep­
ción virginal de Jesús:

a) p ru eb a filosófica-, «¿Cómo es posible que quien tanto fue capaz


de hacer por los hombres [ ...] no tuvo en suerte una extraordi­
naria concepción, sino la más infante y vergonzosa de todas?»;
b) pruebaproféticcc. «la profecía de Isaías [ ...] atestigua que de una
virgen debía nacer el Emitíannel: j . ..] por tanto, ;qtié prodigio
hay en que dé a luz una muchacha no virgen?»;

'i4. La carne de CrLu. 23,2; TMPM 1i1, 74. ( d. 1 Da] ( invdo, Riferimcnti rnaris -
¡agid i» ieriiiíinino. Lo «¡tutus amiatumii*, en La mariolovia (¡ella cginvrs: (leí ¡’adri
(cltí ¡¡renicenu), í 2 i -i 23.
55. «Por lo que respea ¡i a ¡;i Madre dd Señor, la matriz se abrió en d instante
mismo del nacimiento, ya que antes dd nacimiento de Cristi.) absoluta metare nadie
locó su sanio cuen») el iu,no de roda veneración» {Homilía ¡obre Lucas XIV.8: TMPM
I, 220).
56. Comentario a Mateo, >0,17: TMPM I, 210: «En cuamt.i a aquellos que sosrienen
que contrajo inaunnonio tras c¡ parro, no tienen ninguna prueba para tundaineutai-
tal resis: los otros hijos eran atribuidos a José y no balita ¡i nacido de María, ya que no
hay ningún texto t*n la í'.ser itura que lo afirmo, {Homilía sobreLucas 4: TMPM I, 214).
148 MARÍA MADRE D E JESÚS

c) p r u e b a an alóg ica: «De hecho hay animales hembras que no se


unen con machos (así se cuenta de ios buitres ios que saben de
animales) [ ...] . ¿Es por tanto inverosímil que Dios, queriendo
enviar al género humano un maestro divino fuera capaz de hacerlo
no de modo ordinario sino concibiéndolo de forma diferente?».
Comparar el nacimiento de Jesús con los mitos griegos de Danac
o Menalippo es «¡digno cíe un bufón, no de un historiador!»57.
Por tanto quien crea que el nacimiento de Jesús es debido «no
ya a la Virgen María y al Espíritu Sanro, sino a José y María, a
ése le faltaría lo indispensable para poseer la fe»58*.

Para confirmar la fe en la virginidad de María, sobre todo a escala


popular, contribuyen algunos libros apócrifas que se remontan al s. II,
conocidos por Justino y Orígenes, y que tal vez sirvieran de fuente para
el mismo Ignacio55.
La Ascensión d e Isaías narra cómo el parto de María sucede de forma
instantánea, sin dolor y sin ayuda de comadrona60. Referido a este hecho
encontram os las mismas características en las O das d e S alom ón y los
Oráculos sibilinos61.
Más importante por su contenido y el influjo que ejerció a lo largo
de la historia es el llamado Froto evangelio de Santiago, también cono­
cido com o N a tiv id a d de M a ría corno reza su incipit. En él se cuenta
cómo María, nacida por gracia divina de padres ancianos y conservada
intacta en el templo del Señor desde la edad de tres años, fue confiada
en custodia a! anciano José, Durante el embarazo y frente al pontífice
María declara: «¡Soy pura y no conozco varón!» superando la prueba
de las aguas amargas. Más adelante da a iuz en la gruta sin ayuda de
comadrona, que acude después para constatar su virginidad62.

C. La T heotokos en la reflexión de los Padres en los sí. IV -V

C om o sabemos el rérmino Theotokos no se encuentra en el NT,


que sólo llama a María «la madre de Jesús (cf. M t 2, 11. 21; 13, 55; Le
2 ,4 8 .5 1 ; Jn 2, 1; 6 ,4 2 ; 19- 25- 26) o «la madre de mi Señor» (Le 1,43).

57. Orígenes, Contra Celso 1, 32-37: TMPM I, 200-204).


58. Orígenes, Comentario a Ju an 2 2 ,16; TMPM 1,2] 0-211.
50. C f De Aldama, M aría en la patrística, 204-213.
60. El texto en De Aljama, M aría en la patrística, 204-205-
61. Cf. los textos citados en nnra 18.
62- C f el l'rotacvangelio de Santiago'. TMPM I, 865-877.
LA 13 GURA DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 149

Su uso es testimoniado en el Sub tuum praesidium que data del s.IIl,


v después por varios autores que hablaron de él antes del concilio de
Éíeso: Orígenes ( t ca. 2 5 4 ), Alejandro ( t 3 2 8 ), Atanasio (4 3 7 3 ) 63,
Eustaquio de Antioquia (| ca. 337), Eusebio de Cesárea ( t ca. 340), Asterio
Sofista ( t ca. 341), Tito de Bostra (f ca. 3 7 8 ), Basilio ( t 379), Gregorio
N acianceno ( t 3 9 0 ) , G regorio N iceno (| 3 9 2 ) , Apolinar (f 3 9 0 ),
Ambrosio (f 0 9 7 ). Eptíanio ( t 4 0 3 ), Severino de Cabala (f después
del 4 0 8 ), Nilo de Ancira (t ca. 4 3 0 ), Pablo de Emesa (f después del
433) v un largo etcétera.
El mismo emperador Juliano ( t 3 6 3 ) testimonia en su polémica
contra los cristianos que «No obstante no cesan de llamar a María,
Madre de Dios»64. Los Padres no se limiraron al uso del título deTheo-
tokos, sino que contribuyeron a profundizar en el contenido teológico
de la maternidad de María,
Por exigencia de fidelidad a la Escritura y ¡a defensa ame las falsas
interpretaciones culturales, los padres desarrollaron su discurso sobre
la maternidad de María en torno a tres líneas fundamentales:

a ) Verdadera y p ro p ia m atern id a d

Contra los ataques de los gnósticos, docetas y maniqueos, los Padres


subrayaron el realismo de la encarnación, afirmando de paso la mater­
nidad biológica de María.
Ambrosio, Gregorio Nacianceno y Epifanio distinguieron en la gene­
ración del Verbo lo que acontece «según la naturaleza» de lo que «está
más allá de la naturaleza»65. Pero en ningún caso la virginidad se inter­
preta al margen de la rnarernidad, ya que la Virgen desempeñó funciones
propias de la rnarernidad66.

63. ( X (6. tiiamberardini, ¡i cuito mana.no in Eghut. I, t raí iciscan Prinrmg Press,
Jcrusalcm 51975. 11-114.
64. Juliano emperador. Contra los gallitos (texto citado por úirilo de Alejandría):
TMPM í, 265- Pueden verse también ios diversos fragmentos que lian llegado a nosotros
de su discurso Contra bserisihnosen Juliano emperador, La rincisiiia clegii dtí, II basilisco,
Genova 1988, 293-358.
65. tpiianio, paliarían 30,30: 1 MPM I, .385. Ambrosio. Los místenos 1MPM
III, 194 afirma que «la Virgen engendró trascendiendo el orden de la naturaleza»,
aunque distingue lo que es «según ía naturaleza» de lo que es «supranatural» {D e htcav-
nationis D om in jrar sacramento 54: Pl. 16, 83213}. Gregorio Nacianceno, Poemaia
dogm ática 9: TMPM III, 305: «de modo humano pero no según las leyes humanas».
66. «Según la condición corpórea [Cristo] estuvo en el útero, nació, fue amaman­
tado y colocado en el pesebre; pero sobre cal condición la Virgen concibió, la Virgen
150 M A R ÍA MAniífc OH JESÓS

Dídimo Alejandrino (f c:a. 3 9 8 ), ante la obstinación de la herejía


de los docetas, confirma la postura anagnóstica asegurando que «el
Salvador fue hecho d e mujer, no p o r m ed io de mujer»67.
Agustín presenta a María com o «madre de la debilidad» que Cristo
asumió por nosotrosl>K. Antes que él Efrcn (f 3 7 3 ) cantó:

El seno de tu Madre el orden de las cosas alteró. El Creador de


todas ellas, rico entró y mendigo salió; grande adentró y humilde
salió. Entrándose el esplendor, pintado salió de bajos colores60.

Esta perspectiva kenótica constituye para Epifanio una prueba de


la verdadera humanidad asumida por el Verbo en el seno de María,
cuya obra materna es fundamenta] para la salvación de los hombres:

El del cielo se abajó en naturaleza humana, es decir en el taller


de María. [...] Se hizo hombre en medio de nosotros, no bajo una
simple apariencia, sino en verdad, plasmándose en la humanidad
perfecta que tomó de María, Madre de Dios, por obra del Espíritu
Santo. Si el Verbo fuera consustancial al cuerpo, resultaría
superficial la mención y el servicio de María, ya que el cuerpo de
Cristo existiría desde la eternidad. [...] De tal forma, María se cons­
tituye en un presupuesto fundamental: de ella Cristo debía tomar
un cu cipo e inmolarlo como suyo a favor nuestro70.

Esta insisrencia sobre la maternidad biológica de María pretende


contrarrestar la alergia de la cultura platónica, dominante en los primeros

engendró, pina que ereveras que era Dios el que renovaba la nato i alera y al mismo
tiempo era hombre quien según la naturaleza nació de hombre» (Ambrosio, De mear-
narioms Dtmnniaie sacramento 54: PL 16, 832 H). Con lenguaje realista el escritor
Quodvaltdeus í i" ca. 454) afirmó: «E.l vientre deía Virgen se bincha y sin embargo la
barrera del pudor permanece; el útero de la madre se llena... succiona el pezón el
mismo que sostiene los as líos- [Usimhoio ai ctuerumeni 4,4: TMPM lij, 471).
67. Dídimo Alejandrino, Comentario a los Salmos 20,]; TMPM i, 367. Remi­
tiéndose a Pablo (Cía 4,4), Juan Cristos tomo precisa: «El Apóstol dice “de mujer", para
rapar la boca a los que afirman que Cristo pasó por el seno nía terna como a través de
un canal" {Comentario a Meneo 4,3: TMPM I, 4 ¡ 9).
68. Agustín, Comentario a i evangelio de Ju an 8,9: TMPM III, 341.
6 9 . H frén , Himnos ¡obre U ¡Pasividad, XI, 7 : T .V i P M IV , 1 0 1 - 1 0 2 .
70. Epifanio, Ansomttís 49, 75, 77: TMPM I. 375.378-379.389-399- La desig­
nación del vientre de Mará), como «taller» (crgasrérioiü de la encarnación se encuentra
también en Basilio, Hornilla sobre la santa coneepción de Cristo: TMPM I, 297 y siete
venes en Prodo (CMP nn. 2999, 3(100, 3007, 3036. 3037, 3038 y 3041). CE A. De
Micoía, Memfore. e prejigttraziont sulla matemitá divina di Mario, nei podrí greripostni-
cttiii, en Ltt ma rio logia neila entechen dei Padri (eta pasinketut), 175-176.
LA FIGURA DL MARÍA ATRAV'fc OK LOS SIGLOS 1 51

siglos cristianos, y aceptar un Dios que se hace hombre, c.s decir, que
asume en sí la maternidad, en el seno de una mujer71723.
La encarnación aparece para los creyenrcs como un milagro asom­
broso que «la fragilidad del intelecto mortal es incapaz de entender»:
por tinco, como «la Sabiduría de Dios que ha entrado en el vientre de
una mujer y ha nacido como un niño con los balbuceos propios de los

b ) Fundam ento d e ¡a. salvación

L.a maternidad de María es considerada por ios padres com o «un


honor insigne... una gran gloria»7’ , «conspicua grandeza»74*76, una «excelsa
gloria»77. Pero, antes que considerarla como principio de las gracias y
prerrogativas de María, la reputan como fundamento de toda la economía
salvífica.
Para Apolinar laTheotokos pertenece ai plano trinitario de la salva­
ción hasta el punto de que sin ella «el cristianismo quedaría hecho
cenizas»/(l. María está de tal modo vinculada al engendramiento de
Dios desde la naturaleza humana pasible que Gregorio N acisnceno
anticipando Efeso y Calcedonia estableció:

Si alguno no cree que santa María es Madre de Dios, se separa


de la divinidad7''.

71. F.n la disputa con Arquelao el maniqueo exdama: «¡No se diga jamás que
nuestro Señor Jesucristo bajó a través del parto genital de una mujer!» í Esternón ¡o, Acta
Arckelai 54: TMPM I, 270).
72. Orígenes, Les principio; II, 6,2: TMI’M 1, 198.
73. Ep i[arii o, A ncor,m¡.s 7 8,20: ‘l’MPM 1. 399.
74. Scdulio, Poema pascual. PMPM I, 399-
75- Pedro Crisólogo, Sermón 142,5: TMPM 111, 436.
76. Apolinar, D e ¡¡de el incartuuione 5: 1 MPM III, 436. En este sentido, la iglesia
usi no hubiera asumido la encarnación de Cristo a través de la Virgen, jamás hubiera
podido conoce;- la gloria déla divinidad que provienedd Padre» (Cromado, Sermones
11,4: TMPM 111,227).
77. Gregorio Nadanceno. Carta 101 (a (Jedonio): TMPM III, 312. El texto
conlinúa: «Si alguno asegura que Cristo ha pasado a través de ia Virgen como se pasa
por un canal, pero niega que lia sido plasmado dentro de día de forma divina sin inter­
vención del hombre o al modo humano, esto es, según la ley dn la concepción, es igual­
mente ateo» (ibi). A Gregorio Nadanceno se le reconoce «el mérito de haber hedió
del término Theotokos la piedra de toque de b ortodoxia mucho ames que d concilio
de tieso» (G. Solí. Aspelti catechetici delia m an elogia, det Cappadoci, en La marielogia
o d ia cuteehesi dei Pudrí (eta pestnicena), 17}.
152 MARÍA MADRL DÍI JESÚS

H acia el 3 5 0 Egem onio nos ofrece un interesante diálogo entre


Archelao y un Maniqueo, en el que se muestra que el encadenamiento
de las verdades religiosas y morales del cristianismo dependen del naci­
miento de Cristo gracias a María (com o para Homero el mundo está
suspendido de la cadena de oro de Zeus):

Si como tú dices él no ha nacido, sin duda alguna no lia podido


padecer: porque es imposible que sufra quien antes no ha nacido.
Pero si no ha padecido, se liquida el nombre de la cruz. Y si ahora
no aceptamos la cruz, Cristo de ninguna manera ha resucitado de
e;urc :cs muertos: y si jesús no ha resucitado de entre ios muertos,
ninguno otro podrá hacerlo. Si nadie puede resucitar no habrá jamás
juicio alguno, porque en verdad si no resucitó nadie será juzgado.
Si como tai no hay juicio, es inútil observar los mandamientos de
Dios y no hay motivo ninguno para abstenerse: así pues «comamos
y bebamos que mañana moriremos» (1 Co 15,32). Negando la carne
que ha nacido de María, todas esras cosas se encadenan entre sí.
Si por el contrario confesamos que ha nacido de María, nece­
sariamente se seguirá la pasión, a la pasión le sigue la resurrección
y a ja resurrección el juicio, y de este modo quedan firmes e invio­
lables los preceptos de la Escritura. No se trata de un simple punto,
sino de muchos dentro de una misma palabra, Si toda ia iey y los
profetas se compendian en dos palabras, así toda nuestra esperanza
está encadenada ai parro de M a r ía 7879,

Agustín sintetiza el significado fundamentad de la maternidad divina


en orden a la salvación cuando afirma:

Si la madre fuese ficticia, también sería ficticia la carne y ficticia


sería igualmente la muerte, ficticias las heridas de ia pasión, ficti­
cias las cicatrices de la resurrección7^.

c) Antes creyente cjue m adre

Aun siendo importante y fundamental el aspecto biológico, la mater­


nidad de María no se reduce sóio a eso. Algunos Padres tendían a rela-
nvizaifo a favor del parentesco espiritual de ia Virgen con su Hijo.
Así Juan Crisóstomo interpreta las palabras de Jesús «Bienaventu­
rados los que hacen ia voluntad dei Padre» como respuesta «no de uno

78. Egemomo, Acra Archelai 50-60: Tivíl'M I, 271. Este encadenamiento argu-
merual fue utilizado, sin citar a iiqcmcmio, por A. Nicolás, i.a Vicrge M aris dam le plan
divin, IV, Valon, París 1860, 107-1 16.
79, Agustín, Comentario a l evangelio de Ju an , 8,6-7: TiVf PM ¡II, 340.
[.A I-'IGURA DE MARÍA A TRAVÍ.S r.)K.L.OS SIGLOS 153

que rechazaba a la madre, sino de aquel que mostraba que el parto por
sí mismo no sirve de nada si ia que dio a luz no fuera virtuosa y fiel
(a la voluntad del Padre)»1*11,
Agustín reflexiona sobre ia relación entre marernidad según la carne
y marernidad según el espíritu, primando la segunda:

;No hizo tai vez la Virgen María ia volunrad del Padre, la cual
por la fe creyó, por ía fe concibió, fue elegida para que por ella la
salvación naciese para nosotros entre los hombres y fue creada por
Cristo antes que Cristo fuese creado en su seno? Santa María hizo
la voluntad del Padre y la hizo enteramente; y por ello vale más para
María ser considerada disctpula de Cristo que madre de Cristo8081.

En realidad la contraposición no existe, ya que «María es madre de


Cristo en un sentido más en confiable y feliz» en cuanto que «cumplió
la voluntad del Padre. De este modo físicamente fue sólo Madre de
Cristo, espiritual mente fue además hermana y madre», A este nivel espi­
ritual la marernidad de María se hace tipológica, compartida al unísono
por todos los creyentes:

Además, de toda alma devora puede afirmarse que es madre de


Cristo en el sentido de que haciendo la voluntad dd Padre, mediante
la caridad, que es virtud fecundísima., transmite la vida a todos aque­
llos en los que se imprime la forma de Cristo82.

D. L a Fheotokos en e l concilio d e Efeso (4 3 1 )

El concilio de Efeso no recogió roda la riqueza déla reflexión teoló­


gica patrística sobre la Madre de! Verbo encarnado. De hecho «en sí
misma considerada la persona de María y su función en ía obra de la
salvación no constituyen las temáticas centrales dd concilio»3-*, ya que
sóio pretendía precisar el dato objetivo y oncológico del misterio de la
encarnación.
El origen remoto del concilio se debe a la polémica declarada en ía
iglesia de oriente a finales dd s. IV acerca del intercambio de atributos
(com .m unhatio idiomaiuwi) entre las dos naturalezas de Cristo. Pero de
hecho la causa próxima fue «una áspera controversia doctrinal centrada

80. Juan Cnsrisiumu, Comentario ¿í Juan 21,3’ IMPM 1,418,


S ]. Agustín, Discurso Z2 A , 7: TMPM Jli, 262,
82. Agustín, i,a santa \nrgtnidad. 2 , 5. A TMPM IH, 317.
83- 5. Meo, M adre d i Dio, en NDM, 818.
154 MARIA MADRir DE JESUS

en ía cuestión sobre la legitimidad de llamar a la Virgen Theotokos, en


sentido estricto santa G m etrix de Dios»®1*.
FJ debate teológico dividió no sólo a la comunidad de Constanti­
no ]j la donde prendió la polémica en el 4 2 8 , sino que involucró a otras
tantas iglesias. De modo especial nos interesa ¡a escuela antioquena y
alejandrina, representadas por N estorio y C irilo, respectivamente
patriarcas de Co nsum tinopln y Alejandría.
Nestorio, de formación antioquena, busca salvaguardar la realidad
humana de Cristo al considerar su unión con la naturaleza divina por
din habitación ->o unión moral por «benevolencia». A este respecto afirmó
que los atributos de la humanidad y la divinidad no son intercambia­
bles, mostrando senas reservas hacia el termino de 7 heotokos, conside­
rado por él como ambiguo*5: por tanto sólo puede proscribirse o aceptarse
en combinación con el término anfropotokos. Nestorio prefería mejor
el sentido de C h r isto lo k o fó .
Por el contrario Cirilo insistió en la prioridad del Dios-I.ogos que
se encama, junto a la unión intrínseca entre naturaleza humana y divina,
sólo legitimada si se da el intercambio de los atributos y conforme al
uso de los Padres en llamar a María ThcotokosN .
Frente a las reticencias de Nestorio, Cirilo reacciona enviando diversas
misivas, tres de ellas a Nestorio, y convocando en el 4 3 0 un sínodo en
Alejandría donde se condena la doctrina del patriarca de C onstanti­
nopla. Lo mismo sucede en Roma en aquel mismo año por insistencia
dd papa Celestino.

8-1. B. Sí líder. 1¿ am eilio d i isfeso (4 3 !) nella luce drlla dourina m aiiana d i G rillo
d i AUssandria, en L/r mariidogiit nrlU anechesi d eip o d rí (ctilposlmccnn), 52.
85- «...hablando entonces contra los paganos a los que acusábamos de predicar
que la sustancia divina fue recicntcmemc creada en la Virgen, dijimos: No es propio
de li Virgen dar a luz la divinidad, oh ¡lusm'sirnos: ella sólo dio a luz un hombre, que
es el instrumento inseparable tic la divinidad» (Nestorio, Tragedia o historia : TMPM
r. 550).
86. «Si consideramos la euest ion con la mayor diligencia, la santa Virgen no debe
ser llamada Theotokm, sino Christolokos{CarU a C7r/¿>. TMPM I, 547). «No me opongo
al término 7 heolúkos, con tal que no se emienda desde el hitiesto sentido dado por
Apolinar o Ar ti o, confundiendo sus dos naturalezas. .Sin embargo, creo que la expre­
sión 7 hrotokos debe ceder su puesco al término de Christotakos, el cual fue ya pronun­
ciado por ios mismos ángeles y recogido ñor ios evangelios» {C a n a a (.destino papas
TMPM I, 54Si.
87. id-.sro se afirma en ¡a fe ortodoxa, y esto hallamos en los santos padres. Porque
ellos nunca dudaran en llamar a la Virgen santa Madre de Dios, no porque la natura­
leza del Verbo o su divinidad tuviera su origen en el mismo ser de ía santa virgen, sino
porque de tila nació el santo cuerpo dotado de alma racional, a la que el Verbo se unió
susuncialmente» (Cirilo de Alejandría, Carta I I a Nestorio'. TMPM I, 475,1-
]./, EJí.loU/. DE MAtlÍA A TJÍ/V/é DE LOS SÍGLOS 1. 55

Nestorio por su pane escribe al papa y después al emperador con d


fin de que se convoque un concilio ecum énico en el que se dirima
la controversia, El emperador de oriente Teodosio II, de acuerdo con
su colega de occidente Va [entintan o III, convoca el concilio de Efeso
en Pentecostés del <4311 (7 de junio).
La historia del concilio documenta d triunfo de la ortodoxia, pero
no sin vicisitudes: inicio dd concilio sin esperar a los legados papales
y al patriarca Juan de Antioquia con sus obispos siriossí!, ausencia do
Nesrorio v sus fautores v mutuas destituciones de obispos888990.
El concilio se inicia d 22 de ¡unió dd 431 con la lectura dd símbolo
de Nicea. Después se lee y se aprueba solemnemente por todos los
Padres la segunda carta de Cirilo a N'estorio (conocida también como
E pístola dogm ática) conforme a la fe niccna. Se levanta acta de !a carta
de Nestorlo y se pasa a su condena y exclusión ¡¡de toda dignidad eclc-
sial». Los «anatemas de Cirilo» contenidos en la tercera carta se añadieron
a las Actas revistiendo valor disciplinar.
Más allá de la imagen que se ha conservado sobre d valor funda­
mentalmente mariano dd concilio de Efeso, es necesario resaltar su
«valor sobre todo cristológico [ ...] y so te ri ológico DO, D e hecho el

88. Sé enríe;. de Cirro el haber dado prácticamente nn «golpe de nuno» contra


ti parecer dc-1 cu i¡murió imperial y de 68 obispos, que protestaron por el modo de
proceder no respetuoso con los sagrados cánones. Una posibic excusa de Cirilo puede
encontrarse en que los pla/ns de con vocal cria estallan próximos a extinguirse, que el
clima de deterioro por las disputas era grande y que algunos padres enfermaron y
murieron.
89. l’ara la crónica del rnr.cilti) de lfJeso. ef. la edición critica de las actas oficiales
en I'. Scliwartz, A a a conciiiontm oecumenicorum, L Bcrlin-Lcipzíg 1922; Nescorio,
Libro de I, 540-546; Cirilo de Alejandría, Curta a Ju an de Antio-
ijuiti: I ME,Vi I, 480-482; Sócrates (f trase; 4501, ¡{¡noria ccicsiástica7,32-34; 1MIf,\l
l, 517-520. Cl". también los siguientes estudios; K. Baus- E. Ewig, Storiadella china,
11. Jaca liook, Milano ¡977, 103-119; L l. Sdpioni, Neuorio e ilconcilio d i Efeso. Sloria,
dogma, critica. Vita epensieio, Milano 1974; D. Fernández, El concilio de Efeso y la
m. vcrrtidtiri divino de Marín, en EM 31 (i 9 S 1) 349-364; S. Meo, La mattmith salvi-
ficíT di María: svituppo e precis,iz:oni dottríruili nci conciii ecumenici, en 11 Saívntore cía
Vcrgine-Madre, Mudan uní-Del tumane, Roma-Bulogna I9S1, 189 203; C. Süll, Su,,;,;
dei dogmi mariani, LAS, Roma 3981, 152-170; S. De Flores. M aris nella teología
contemporánea, Centro di cultura mañana -Madre delta chiesa», Roma -M9SM, 481-
4 88 (indagación histórica sobre cl concilio tic Líese); 15. Smder, U concilio di ¡feto (43!)
alia luce della doctrina manana di Cirítlo dt Alessandna, en i. a mariologia nella carochen
dei ¡uidri {etii poscnkenci), LAS, Roma 1991, 4 6-67.
90. Juan l*¡iL)Io 11, ca ria A cona lio Constan tiñopotitano Atl episco¡)ado dc 1li iglesi;;
católica por el 16(10" aniversario del ler, concilio tic Conslantinopla y por d 1500"
aniversario ctcl concilio de Efeso (25.3.1981): KV 7/1 171 ss.
156 MARÍA MADRE D E JESÚS

concilio resolvió el debate acerca de la unión de las dos naturalezas en


la tínica persona del Verbo, permitiendo así la com unicación de ios
atributos.
Por tanto el significado del concilio es innegable, ya que «el título
y la doctrina sobre la Theotokos, aunque faltos del ropaje formal de
una definición, conservan sustancialmente todo su valoné i, De igual
modo, la carra dogmática de Cirilo, aun perteneciendo al género cris-
tológico, contenía tres puntos que conciernen esencialmente a la mario-
logía: los dos prim eros tienen com o sujeto al verbo, que «ha sido
concebido según la carne de una mujer; pero esto no significa que su
divina naturaleza comenzase en la santa Virgen»; así pues no cabe pensar
que al hom bre engendrado por ella «descendiese después el Verbo».
El tercer punto es consecuencia de la cristología transmitida por los Padres:
«porque ellos no dudaron en llamar a la santa Virgen Theotokos»92.
En función de sus contenidos cristo lógicos y mariológicos, el concilio
efesino tuvo un doble epílogo; la «fórmula de unión» del 4 3 3 , que sella
el pacto entre Cirilo y Juan de Antioquia y «el boros o definición» del
concilio de Calcedonia (4 5 1 ), donde se menciona a «la Virgen María
Madre de Dios según la humanidad»95. Tras Eíeso e] título de Theotokos
«nunca más fue puesto en <iuda»‘J4, convirtiéndose en el paradigma o
carra de identidad de la ortodoxia respecto al Verbo encarnado:

Justa y verdaderamente llamamos Madre de Dios a santa María.


Este nombre, de hecho, constituye todo el misterio déla economía95.

F. M aría siem pre virgen en algunas m onografías d els. I V

Después de los determinantes testimonios que sobre ia base de ¡a


Escritura ios Padres de jos ss. II-III hicieron de la virginidad de María

9!, Meo. L a maremitñ snlvifica, 199.


92. Cirilo Alejandrino, Carta I I a Nestoritr. TMPM I, 474-475; C.OO 40-44.
Habida cuenta de la importancia de k cuestión de la Theotokos, y dado que fue enten­
dida primeramente en perspectiva crisrológicn. y según el testimonio expreso de Cirilo
(« Ibda esta disputa sobre ia le es porque estábamos firmemente convencidos de que
ia santa Virgen es’ilu.'oiokos*: Episñ 39: PG 77, 177), resultan extrañas ias posiciones
de Scipioni y de Studer. El primero sostiene que «d problema del Theotokos fue un
íalso problema y un colosal montaje hábilmente orquestado» (Scipioiu, Nestorio e ii
(•Mirilla d i /feto, 70); el segundo excluye el carácter mariológico del término Tlsco-
íokus. juzgándolo «no más que un ejemplo, en aquel momento diría que crucial, de
la camrnunicatio idwmamm» (Studer, ¡i concilio di Ejeso, 66).
93. Cf. Concilio de Calcedonia: TM PM I, 526; C O D 83.
94. Solí, Otaria dridagtni mariani, ¡69.
95. Juan Damasceno, Exposición de iajé ortodoxa, 3,12: TMPM II, 488-489.
].A FIGURA DE M A R ÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 157

y ia concepción de Cristo por obra del Espíritu Santo, María pasa a


conocerse con d tradicional título de «Virgen», o en términos de Justino
«la santa VirgcnME Epifanio se pregunta:

Cuando alguien osa pronunciar el nombre de santa María, ¿no


añade rápidamente el título de Virgen y se pregunta por él? De estos
apelativos germinan las pruebas de la virtud. [...] De este modo
santa María recibió el nombre de la Virgen, nombre que ya nunca
más será cambiado37,

La afirmación de la virginidad de María en sus diversas fases se abre


camino en medio de grandes disputas pero dentro de un ambiente favo­
rable a la elección virginal. Del coro de los Padres sobresalen algunas
voces que revelan una madura reflexión sobre la Virgen y hacen avanzar
eí discurso acerca de este dato de fe.

a ) D e m argarita

Se trata de una mol logra fía sobre el parto virginal atribuida por
Asentando a s. Efién (f 3 7 3 ), pero probablemente compuesta por un
autor sirio a finales del s. IV‘T . En vez de responder a los herejes con
sus propias palabras, el autor prefiere que hable la m argarita, es decir
la perla producida por la concha. Eí lenguaje no es todavía muy preciso,
pero su propósito fundamental es claro:

La concha, aunque indigna de un óbolo, produce una piedra


muy preciosa que vale muchos La]en Los de om; así María engendró
a la divinidad, a la que ninguna naturaleza puede compararse93.

Por lo que respecta a la concepción y al parto virginal la concha es


particularmente elocuente:967*

96, María es ya conocida cuino la «saiua Virgen» eil una Carla de ios tijiisudes
{s.Itj (Je cxu-acciún judío-cristiana., primer testimonio de lü que será la atribución dd
«¡ipil líela ornan lia» {Sol!, filaría de i dagmi m ariani 5S. La misma expresión la encon­
tramos cu Hipólito (t 235} y en diversos autor tí dd s. IV (.■(uno F.isebiu de Cesárea,
Cnsóstonm, Lpi lanío, Scveriano... Tito de Bosrra (f ca. 378) llama a María «la santí­
sima Virgen» [TMPM i, 287]).
97. {¿pilanio, Pamtríor, 78,6: TMPM i, 39á-395.
!JW, F.n cualquier ca.su estamos dentro dd ambiente sirio, ya que ia comparación
de i.i perla .se halla nmhién en Piren (TM l’M IV. 102 y 105).
99- Anónimo, D e mtirgnrim sive advenía CM1’ II, 99. id texto se cita
por esta fuente-, más completa que los TMPM J, que solamente ofrece largos extraeros
de la obra (pp, 1 ] A-\2ÍJ).
M ARÍA MADIÍR Dí'.JI'SÜ.S

La ostra no se corrompo ni cuando concibe ni cuando da a luz;


de hecho pare una piedra perfecta sin dolor alguno. Igualmente la
Virgen concibió sin corrupción y engendró sin dolor1!K!.

El De m argarita se detiene de buen grado en la modalidad de parto


virginal, tomando buena cuenca de lo que sucede dentro de la concha,
y lejos de minimizar el ira peí de María, como sucedía en el caso de los
doce tas que la veían com o un mero «canal». Desde el doce lis trio no
podría explicarse la permanencia del Verbo en el seno materno y la
misma María se convertiría en un ente «inútil»; «sería una nodriza, no
una madre».
Por otro lado rechaza el pensamiento de atribuir al Verbo la lesión
del cuerpo de la Virgen, puesto que la conservó «íntegra e incorrupta».
La obra se mueve por tanto en dos direcciones. Por un lado asevera
que «la Virgen a guisa de concha dio a luz naturalmente» y por tanto
su matriz «se abrió». Pero por otro insiste en ah miar que «era conve­
niente que María permaneciese virgen en el parto», «sin menoscabo del
sello» virginal y lejos de sentir dolor.
La solución se encuentra en la apertura y reconstrucción (por inter­
vención divina) del vientre de la Virgen en analogía con la concha, que
se abre para sacar la perla y rápidamente se cierra. De igual modo el
parto se dio por dilatación , sin ruptura, com o alude el texto cuando
atribuye a Dios ía capacidad de «alargar y restringir la naturaleza»'10101.

b) Carta d e E pifan ía contra los A n tid k o m a n a m ta s

Epifanio de Salamina ( t 4 0 3 ) escribe entre el 3 4 7 /7 7 el Panarion


( - caja de medicamentos) por el que se propone sanar con antídotos a
todos cuantos lian sido mordidos por las serpientes venenosas, es decir,
de las 80 herejías que recopila en su obra (el libro es también conocido
con el título de C ontra Lis herejías).
Combatiendo a los A n lidicom arian iias o adversarios de María que
«presos del odio por la Virgen buscan oscurecer ia gloria |. ..J y osan
declarar que santa María Virgen, tras el nacimiento de Cristo, se unió
al hombre», Epifanio escribe una carta en Arabia acerca de la perpetua
virginidad de María,

100. CMPI1, 100,


101. C M P II, 103-104.
l.A FIGURA DE MAÍLLA A TRAVÉS DELOS SIGLOS 159

En dicha carta b'.pi lanío afirma unido a la tradición que María


«permaneció perpetuamente incorrupta» y protesta contra ía inaudita
demencia de cuantos la niegan:

¿Cómo se atreven a atacar a la Virgen incorrupta que mereció


convertirse en ¡notada del Hijo de Dios y que entre millares en
Israel fue elegida para convertirse en vaso y cob:jo dignos de esti­
mación por aquel prodicio único que es e! parro divino?'^-.

Para defender ía virginidad perpetua de María: Epifanio recurre a


interpretaciones propias: los «hermanos de jesús» son hijos dejóse de
un precedente matrimonio,, ci «primogénito» dado a luz por María
implica no d nacimiento de otros hijos de la Virgen sino de otros
hermanos adoptivos de Cristo y en la leona que pare una sola vez encon­
tramos un símbolo del parto de María.
Con todo, el argumento principa! sigue siendo la consagración reali­
zada en María del «admirable misterio de la encarnación»'

c) D e la perpetu a virginidad de M a ría contra Hlvidio

C on su gran preparación cxegética, Jerónimo afronta esta contro­


versia en el 383 durante su segunda estancia en Roma, a petición de
los cristianos turbados por el libelo del laico arriano Hlvidio.
Ateniéndose a la «misma palabra de la Escritura», Jerónimo inter­
preta los argumentos dados por dividió en contra de ia virginidad de
María.
Así, ía famosa frase «no la conoció h a sta q u e dio a luz a su hijo»
(M r 1,25} no indica quejóse «conociera» a María tras el parto, sino
que la expresión hasta es usada «a menudo para indicar un tiempo inde­
finido» (efi is: 4 6 ,4 ; Mr 2 8 ,2 0 )
«Dio a luz a su hijo prim ogénito» (Le 3,7 ) no implica que Marta
tuviera después otros hijos, como se indica en las prescripciones mosaicas,
que entendían por primogénito ai primer nacido con o sin hermanos
(Km 1 8 ,1 5 -1 7 ).
Por lo que respecta a lo.s «hermanos del .Señor», Jerónimo recuerda
que «en las divinas escrituras los hermanos tienen cuatro significados
diferentes; según la naturaleza, la raza, d parentesco y en sentido elec­
tivo», Por exclusión entiende «el término hermano en sentido de paren­
tesco». De hecho, el evangelio define a los hermanos y hermanas de1023

102. [q.)i la: lio, Panarivn 7S.fi: T.MíóVt 1,395.


103. Para el texto de la cana de Hpiíanb, d". CM!J 1, 167-200.
160 MARIA MADRE D E JESÚS

Jesús como un gran grupo, una turba; de ahí c|ue Jerónimo 1c espete:.
«Tú has contaminado [refiriéndose a Elvidio] el santuario del Espíritu
Santo, del cual pretendes que hayan salido una cuadriga de hermanos
y un montón de hermanas».
De igual modo Jerónimo se distancia de la «hipótesis que muchos
avanzaron con una temeridad ajena a toda piedad» sobre las diversas
mujeres de José: «Afirmo que también José permaneció virgen gracias
a María, a fin de que un Hijo virginal naciese en el seno de un matri­
monio virginal»104.
En el 3 8 3 Jerónim o vuelve a escribir sobre este mismo argumento
contra Joviniano, un ex monje que combaría el ideal de la virginidad
y negaba el pal to virginal de María. En este escrito compara el vientre de
María con un «jardín cenado» (Ct 4 , 1.2) y el «sepulcro del Salvador» donde
«no fue sepultada ninguna otra persona salvo él, ni anres n¡ después»105.

d) Sobre las vírgenes (3 7 7 ) y L a educación d e la virgen (3 9 2 )

Estas dos obras de Ambrosio de Milán ( t 3 9 7 ), que a su m odo


contribuyeron a la reflexión sobre la Virgen María., nos la presentan ex
professo como el modelo de la condición virginal:

Así pues la virginidad se nos propone, como su modelo, en la


vida de María, en la cual, como en un espejo, resplandece la belleza
de su castidad y su ejemplar virtud.106107.

En un esfuerzo de incu jtu ración, Ambrosio presenta una imagen


de María com o parrón de las vírgenes con algunos particulares anacro­
nismos y prácticamente sin el fundamento de la exégesis bíblica. 'lomando
ideas del escrito de Atanasio ( j 3 7 3 ) S ob re la v irg in id a d ’ Ambrosio
describe el comportamiento de María
como una virgen no sólo de cuerpo sino de mente, con una since­
ridad de afectos donde no cabe falsedad ni doblez. Humilde de
corazón, prudente, no habladora, amante del estudio divino, no
ponía su esperanza en las inestables riquezas sino en las plegarias
de los pobres, [ ...j No salía fuera de casa salvo para ir al templo, y
siempre en compañía de sus padres o conocidos10'.

104. jerónimo, De la perpetua virginidad de M aría con tra El'vidio 12 2 : TM PM Ií I,


252-275.
105- Jerónimo, Contra Jvoiniano 1 ,31:TM PM 111, 275-
106, Ambrosio, Sobre tas vírgenes 2,6: TMPM III, 163.
107. Ambrosio, Sobre la; vírgenes2,6: TMPM III, 163-64. «A pesar de los evidentes
anacronismos, no cabe hablar de falsificación o de engaño. [...] Naturalmente con este
LA ¡TCL'RA DE MARÍA A TRAVÉS O ? I OS SIGLOS 161

Ante d ejemplo de la Virgen, Ambrosio exclama:

Sea siempre alabada María, porque enalteció el estandarte de la


sagrada virginidad y elevó a lo alto a Cristo, la bandera d.e una
per fecta cas L¡dad: ()K.

Ambrosio refuta más adelante a aquellos que «osaron negar que ella
[María] se mantuviera siempre virgen», resolviendo las dificultades de
[a Escritura según el modo de Jerónimo.
Por lo que se refere ai parto, Ambrosio sostiene la teoría, del uierus
clamus, basándose en Ez 4 4 , 1-3 y en la carta colectiva al papa Sirício,
en la que se hace hincapié en la virginidad perpetua de María contra
(oviniano103.

F. María- siempre virgen en el concilio Lcuemnense (649)


y en s. lldejom o d e Toledo ( f 667)

El amplio movimiento a favor de la perpetua virginidad de María


no dejó de recibir el reconocimiento oficial de la iglesia. El concilio de
Calcedonia (451), como sabemos, asumió la fórmula «nacido de María
Virgen» que en el contexto de I tomo de I.cón a F1avia no aclamado por
los padres, im plicaba «la virginidad tam bién después del parto».
El concilio Constan ti no poli la no II (5 5 3 ) explícita que el Verbo «se
encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre virgen María».
Convocado por M artín I contra los monotelitas, el concilio latera-
nense de! 64 9 establece en el tercer canon, inspirado en la enseñanza
del papa Hormisdas ys. Agustín, que

Si alguno no confiesa, de acuerdo con ios Sar.ros Padres, propia­


mente y según verdad que María es santa, siempre virgen e inma­
culada Madre de Dios, que concibió bajo la acción del Espíritu
Santo, en los últimos tiempos y sin semen, ai mismo Dios Verbo
que antes de todos ios siglos nadó de Dios Padre, propia y realmente
de modo incorruptible, permaneciendo cija aun después del parto
en su virginidad intacta, sea condenado1*0,

espejo (le virginidad roda la exégesis de la imagen lúea na de María resultaba un poco
forrada, aunque la finalidad ético-religiosa quedase salvaguardada [...]» (Solí, Citoria
dei dogmi rnariam, 143).
i Ú8 Ambrosio, Ltl edut dciún de itl vir(je» 3 4: TMPiM11i, 168.
1U9. Ambrosio, Carta 4 2 (a Sirieiu) 5 :TMPM ÍJI, 197-198-
1 10. Concilio 1.areranense del 049: Cunnn 3- ’J M Pívl III, 641.
162 M A R ÍA M A D R E D E JESÚS

Com o aparece en el discurso de Martín I al concilio, el tercer canon


iba dirigido directamente contra Teodoro de Pharan que interpretaba
el parto virginal en sentido doceta. El papa subrayaba la real mater­
nidad de la Theotokos jum o al carácter prodigioso de su parto que
rompía con las leyes de la naturaleza «sin disolver mínimamente la inte­
gridad virginal».
El concilio lateranense no era formalmente ecuménico. Sin embargo
-co m o resulta del estudio de M. Hurlcy111 - con la recepción universal
de los cánones definitivos y la expresa solicitud epistolar del papa a los
obispos de oriente y occidente, el concilio puede considerarse prácti­
cam ente ecum énico. Por tanto, la perpetua virginidad de María se
convierte en una definitiva verdad de fe, al menos en virtud de la auto­
ridad papal.

El Libro sobre la virginidad d e Santa M arta confín tres infieles de Ilde­


fonso de Toledo (f 6 6 7 ) constituye la más extensa monografía rnariann
del primer milenio cristiano.
En un género sui generis entre apologético y retórico, aunque lleno
de reflexiones bíblico-teológicas y de oraciones, Ildefonso refuta cuida­
dosamente y con un ritmo machacón a sus tres adversarios (Joviniano,
Elvidio y un hebreo) con una serie de argumentos a favor de la perpetua
virginidad de María.
Eí defensor de la Virgen niega una y otra vez todas las argumenta­
ciones de sus opositores, ya que con ellas se injuria a Dios com o autor
del «prodigio inestimable, incomprensible, inenarrable» de la mater­
nidad virginal:

No permitiré de ningún modo que manches su virginidad


apelando al parro del Hijo que nació de ella; y mucho menos dejaré
que prives a la Virgen de su oficio de madre y le niegues la plenitud
de su gloria virginal. Si rú enmarañas una sola de esras prerroga­
tivas, quiere decir que estás totalmente en el error112.

Ildefonso aduce las profecías bíblicas llevadas a cabo por Cristo Jesús
y rememora los beneficios dados a los hombres «por medio de esta
virgen» (IV,2). Más adelante se prepara «a penetrar con ánimo apasionado

111. M. Hurlcy, Born tntorruphbly: the tbird Canon o ftb e Lateran Couneil (a.ci.
M9X en The Heiihrop }<iíírmdí{\3G\) 217-223. Cf. además}. A. De A¡dama, TI canon
tercera del Concilio Lateraneme de en Mar 24 (1962) Ó5'93.
1 12. Ildefonso dcloJedo, Libro sobre la virginidadperpetua de Santa M aría contra
tres infieles 1*4: TMPM [!í, 650-
LA LIGL'ltA D E MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 163

en la intimidad de este misterio» (X ,2 ), mostrando que la gloria inco­


rruptible de la virginidad es superior a la dignidad de los ángeles., que
es en todo caso inferior (X ,4).
En la súplica final a la Virgen, ai Espíritu y a jesús (XII, 1-4) florece
la espiritualidad mariano-trinitaria de Ildefonso expresada en términos
de servicio.

C . M a ría en el cuito cristiano

Antes del concilio de F.feso, no puede determinarse con seguridad


la presencia de María en el culto cristiano. Basta considerar el hecho
de que occidente no conoce ninguna oración a María antes de la mitad
del s. V. C on todo no faltan testimonios significativos de la creciente
veneración a la Madre de Dios en el periodo preniceno y en diversas
zonas del mundo cristiano, testimonios que en continuidad con la
alabanza mariana expresada en el Magníficat (Le 1,48) Nilo de Aneira
( t 4 3 2 } parece demostrar:

María es considerada bienaventurada en todas las naciones y


por toda lengua... en c! mundo entero es considerada bendita,
alabada y celebrada con cánticos11».

De igual modo Antípatro de Bostra ( t después del 4 5 7 ) com en­


tando el Magníficat comenta:

¿Qué generación desde el principio no predica a María bien­


aventurada!.. portadora de Dios según el Espíritu?114.

Los primeros indicios que hablan de una veneración a María son


ios graffili de Nazaret, descubiertos durante las excavaciones realizadas
de 1955 a 1966 bajo la dirección de! arqueólogo franciscano B. Bagará,
y que se rem ontan a los ss. II-III. Forman parte de la dormís ecclesia
judeo-Cristian a elevada sobre lo que se consideraba lugar rrad icio nal de
la anunciación. Se rrara de dos inscripciones en lengua griega de notable
importancia. La primera, K E MALLA (- KilireM ar'ui) recoge el saludo
del ángel añadiendo después el nombre de XI a ría. Esra inscripción
asume un significado claro de invocación. La segunda inscripción es
incompleta, aunque puede descifrarse del siguiente modo:13

113. Nilo de And tu, Ornas 2, ISO: TMI’M I, 44K.


1 14. Antípatro de Bostra, Homilía sobre la Madre de Dios 20: TMPiM I, 620.
i 04 MARÍA MADRE DE JESÚS

[P o s t r a ] da
ANTE EL SANTO LUGAR DE M[ARÍa ]
CON PRONTITUD ESCRIBÍ ALLÍ [LOS NOMBRES]
SU IMAGEN
DECORÉ

El final de la inscripción es el siguiente:

H e orden ado a d e c u a d a m e n t e t o d o lo q u e a RUA c o n v ie n e

Así, la (devota peregrina asegura haber cumplido un acto de home­


naje a María o a su icono115.
Otro testimonio coetáneo a estas inscripciones nos lo ofrece d lamoso
papiro 4 7 0 de la John Rylands Library de Manchester, encontrado en
Egipto en 1 9 17 y publicado en 1 938, y que contiene el texto griego de
la breve oración Sub tuurn p n m iá m m .
Esta oración es realmente notable, En uso en la liturgia bizantina,
copta, ambrosiana y romana, sin embargo se ignoraba su antigüedad,
F,n función de criterios paleo gráficos el papiro 470 fue datado por I.obel
como no posterior al s. I.II, fecha que fue posteriormente confirmada
en un importante artículo de G. Giambcrardini116, y al que se sumaron
el resto de los estudiosos117*. El mismo Giamberardini propone la siguiente
reconstrucción del texto del papiro:

Bajo tu misericordia
nos refugiamos, Madre de Dios ( = Theoiokos).
Nuestra súplica tú no la rehúsas en medio de la necesidad.
Líbranos del peligro:
Tu sola casta, rú sola bendita1ls.

Com o puede apreciarse, la breve fórmula no se expresa individual­


mente, sino a través de un «nosotros» comunitario (signo de que es
com ún a numerosos fieles}, bajo la apariencia de un uopario o una
antífona litúrgica.

115. Cf. B. Bagatti, Clisan-i di f e i w , I. Tip. Fraiiccscani, Jerusalcm 1967, 146-


152; E. lista, Cu luis morían tu in rexíibus nazorethanu prim arum uiecuíarum, en De
prtmordui mariani, V, 21 -.54,
116. G. Giamberardini, ¡i «Sub luum pracsidiwrrc* e ii rítalo di «Tbeolokoto nclla
tmdizione egiziana, en Mar 31 (1969) 324-362.
117. Cf. M. j riacca. »Sub tuitni pmesidium: nella «lexawndi» un’a nticipatapresenta
dellit «¡ex m d en d i ». La «Uotocalogia » precede id «nuiríohguiD, en L a moríolagiti nella
cacearen d eip o d rí (etítprenierno). 183-205 (con bibliografía).
11 8. Giamberardini, II «Sub mum.pmesidium », 330.
1A RICURA ü li MARÍA .ATRAVÉS DE LOS SIGLOS 165

Por lo demás, la oración está directamente dedicada a laTheotokos


V nos perm ite cap tar un profundo sentido de confianza. C u atro
puntos sobresalen: maternidad divina, virginidad, bendición de parre
de Dios y misericordiosa intercesión. Históricamente en el siglo III la
comunidad cristiana de Kgipto sufrió las persecuciones de los empera­
dores romanos, de Septirnio Severo a Constancio Cloro: una de ellas
ha podido ser el motivo de escribir la plegaria dedicada a la Madre de
Dios';?.
La costumbre de invocar a María en d s. III es testimoniada por
Gregorio Nacianceno (f 3 9 0 ), el cual refiere que Justina, joven bellí­
sima acechada por Cipriano,

implorando a la Virgen María para que la ayudase, porque era virgen


y estaba en peligro, se confió al remedio del ayuno y a dormir en
el suelo119120.

El episodio parece datarse de finales del s. III, ya que ci martirio de


Justina y Cipriano Anrioqueno. que Gregorio confunde con el gran
Cipriano de Caríago (f 2 5 8 ). sucedió bajo el poder de Diocleciano
(2 8 5 -3 0 2 ;.
En el s. IV el culto otorgado a María se expresa a través de maní-
fes ración es de veneración (Epifanio), adm iración (Efrén), oración
confiada (Sevcriano) e imitación (Atanasio, Ambrosio, Agustín)121.
Indagando en las causas de este desarrollo que inciden en el esta­
blecimiento del culto a María, encontramos ai menos cuatro:

a.) L a experiencia religiosa

El dem ento primo rdial del cuito mariano lo constituye la par tic ri­
la rización de esa «realidad tuiminosa» que es la Madre de jesús por parte
de ¡os fieles. Puede decirse por tanto que «no hay culto sin d recono­
cimiento, a través de una identificación precisa, de lo O tro, entendido

119. El Sub tusun utiliza de modo admirable los elementos estructurales de la


oración: a) Invocación y poder de intercesión gravitando alrededor del título de Theo-
Loicos; b) Súplica o petición de gracia por la liberación de un peligro o grave situación;
c) i'ebdutcinn o bendición com o elemento laudativo final con el que el orante reconoce
a la l íieotokos ¡a exclusiva castidad y bendición. Cf. sobre esta cuestión R. Iacoangeli,
«Sub tuum pmesidiumi. La piú antiai {¡reghiera marrana: filología e pide, en L t mario-
ingia n d h alte chai dei pudrí (uii prende na), 207-240.
120. Gregorio Nacianceno, Discursos 24, lk T M I ’M 1, 310-31 i.
121. Cf. varios artículos en D eprim ordiis cidras mariani, 11],
]6 6 MARÍA .VÍADRH DI: JHSÜ3

com o una persona diferente a nosotros en una esfera sobrenatural y


llena de poder»1--.
Esta mtsma percepción aflora en numerosos documentos. Por ejemplo,
en los apócrifos, especialmente en e! Proroevangelio de Santiago. María
aparece com o una protagonista notoriamente dolada de santidad y de
un amor bendecido por todo el pueblo:

[ ...] fue objeto de las bendiciones de toda la casa de Israel.


El sacerdote la bendijo y exclamó: «María, el Señor Dios lia magni­
ficado tii nombre y serás bendita ñor todas las ceneraaones de la
tierra

Los apócrifos de la D orm idor, cuyo núcleo se remonta a los ss. II-III
impregnados de teología judeo-cristiana, presentan a María dentro de
un espado de sacralidad que halla su culmen en su tránsito al paraíso,
donde Miguel y los ángeles «depositan el cuerpo de María a los pies del
árbol de la vida» '-¡L
Más tarde, inspirándose en los apócrifos asuncionistas, Teotecno de
Libia (ss. V i-V il) celebra a María en su actividad imercesora:

Cuando estaba en la tierra, velaba por todos y era como una


providencia universal para todos sus súbditos. Asunta al cielo, cons­
tituye para el género humano una fortaleza inexpugnable, interce­
diendo por nosotros ante su I lijo y Dios1- 5.

La percepción de María como persona viva está presente en las plega­


rias que Ic son dirigidas, com o eran los graffiti de los peregrinos a
Nazaret, la súplica de Justina o el mismo Sub ttm m ;sc trata de oraciones
que invocando a la Virgen nos la muestran dotada de poder y de mise­
ricordia, capaz por tanto de ayudar eficazmente.
A esta misma co n vicción se une Scvcriano, obispo de C abala
E después del 4 0 8 ) cuya aportación permite presentar a M aría ante

122. A. Aíagli, ( .ontrioiuo ¿i uno stiutu. psitoioy/t a eanlropolo^iro snll'orioine delculta


m añano, en D e primurdiis aihtts mana,ni. IV, 4 i 1.
123. Prolocoanyciio de oam ióyo 7 y 12: ÍM PM í, 869 y H71. K1 escrito pnóstico
deis. II Piítis Sophia\xá\wA expresiones más elaboradas: TMPM I, 146-147.
124. k l Tránsito romano (Códice Vaticano griego 1982) 48; TM PM 1, 903. Cf. las
con ti1¡luiciones preparadas (y puestas al día) por L M.mns, Le redi de Lt Dormí! ion de
M ane (Val. gree. 1.982!. Contri i/íttton it i 'riode des oriaines di: l'exégcse ebrétieime, en Mar
50(1988) 439-555; y el amplio libro publicado con el mismo título por la Franciscan
Prinúng Press, jerusalem 1989.
125. Teotecno de Libia. H om ilía sobre la Asunción de la santa Madre de Dios 36:
TMPM II, 87-
I.A ¡ACURA DE MARÍA ATRAV£j¡ DF. LOS SIGLOS
1f /-
lo

sus fieles no sumida en el sheol vete rol esla m e nt ari o , sino como persona
que ejerce las funciones vitales de escucha y auxilio de sus fieles:
Y es verdad que nos oye, porque ella está en un espléndido lugar,
en la región de los vivos, ella que es madre de l a salvación, ella que
es el manantial de l a luz ostensible125.

El sen rielo de la presencia activa de María glorificada entre sus fieles


se refleja en sus diversas apariciones, que vafe la pena conocer aunque
sea someramente.
En los prim eros siglos tenem os dos testim onios im portantes.
El primero es de Gregorio Taumaturgo (2 1 5 -2 7 0 ca.) que mientras
pasaba la noche en vela cavilando sobre los problemas de la fe vio al
apóstol Juan junto «otra figura que, aparecida poco antes, daba el aspecto
de una mujer más bella de lo que era normal para la condición humana».
Era ía Madre del Señor, que exhortaba a Juan «a que explicase al joven
el misterio de la verdadera fe»127.
El segundo testim onio nos !o aporta el historiador Sozom eno
( t después del 4 5 0 ) sobre la iglesia de Anastasia cuando Gregorio
Nacían ceno era obispo de Gonsiantinopla (3 7 9 -3 8 1 ):
Siempre ésta se distinguía del resto de las iglesias de k ciudad,
y aún hoy se distingue no sólo por su elegancia y grandeza, sino
sobre todo por los continuos beneficios que se derivan de sus mani­
fiestas maravillas. Verdaderamente el poder divino que, mostrán­
dose de forma clara tanto en estado de vigilia como durante el sueño,
a menudo viene en ayuda de aquellos que están tristes, enfermos o
sumidos en la desgracia. Se cree que (el poder divino que aparece)
es la sama Virgen María Madre de Dios. También se dice que es
corriente que h a y a apariciones'2K.

De rales testimonios comprobamos que las apariciones de María en


Constantinopla no eran esporádicas, sino frecuentes.

b) B ib lia y liturgia

El origen del culto a María debe mucho al estudio y profundiza-


don de la Escritura realizado por los Padres prenicenos, por Ignacio y 12

12 6, Severia no dc G abaia, Hora i lia Vi ¡ob¡ e la crea cían del i nundu: TM PM 1,428.
Scveriano exhorta más adelante; «Ya lo dije y ahora ¡o repito de nuevo: rogamos b
ayuda de la sania gloriosa Virgen y Madre de Dios María; rogamos la ayuda de los
sanios mártires.- (H om ilía sobre el legtsUdor. I MPM I, 249).
127. Gregorio Nssenn, Vida de s. Gregorio Í/r.tmaturgo:'YMV\Vi 1,330,
128. Sozomeno. Historia eclesiástica 7,5- I MPM I, 522.
168 MAJÚÁ ívíADKK ÜK .1KS Oí.'

Orígenes. Al introducir a María en el plano de la salvación,-muestran


que la maternidad virginal y su fe se expresan a través de ía categoría
de nueva Eva, y permiten un comportamiento sagrado y de alabanza
hacia María pese a ciertas afirmaciones restrictivas del evangelio:

Nadie tocó su santo cuerpo [la Madre del Señor] digno de toda
veneración... Si María fue declarada bienaventurada por el Espí­
ritu Santo, ¿cómo creer que el Señor pudo renegar de ellari2^.

Los comentarios bíblicos de los Padres influyeron sobre el pueblo


cuando asumieron un carácter homilctico dentro del contexto litúr­
gico. Antes de la introducción de las fiestas manarlas, la atención a
María brotó de la celebración del ciclo cristológico, que comprendía la
epifanía (extendida por todo el oriente en la segunda mitad del s. III),
la Navidad (que llega a Rom a a finales del s, llí), la presentación, de
Jesús o ¡papante (celebrada en Jerusalen, Anrioquía y Asia M enor a
finales del s. IV) y el adviento (en la segunda mitad del s. IV), que es
la matriz directa de la fiesta de la anunciación1W.
El comentario homiiérico de los textos de los evangelios de la infancia
leídos en estas celebraciones, en un principio con cierta sobriedad
mariana, dejó paso a una mayor presencia de la figura de María.
La alabanza e invocación a la Virgen surge de ios términos lucanos
«feliz» (Le 1,28), «bendita» (Le 1,42) y «bienaventurada» (Le 1 ,4 2 .4 8 ),
que dentro del co n texto litúrgico fácilm ente se transform aron en
plegarias.
E-stc es el caso de la homilía sobre la anunciación atribuida a Gregorio
Nicuno, donde se desarrolla y actualiza el saludo evangélico:
Vamos por tanto, ¡oh carísimos!, paguemos también nosotros
nuestro tributo, según la posibilidad de cada cual, uniéndonos a la
vo?. del ángel para exclamar: «Alégrate, ¡oh llena de gracia!, c¡ -Señor
está contigo»1^.

Al chairestim i o repetición de! «Alegrare» angélico se le añadieron


en los siglos siguientes homilías y poesías1---. Esta técnica fue adoptada129*

129- Orígenes, Homilía sobre Lucas 14,7-8 y /A : TMPM I, 220 y 214.


L30. Cf. O.M. Montagna, ¡A liturgia m ariana prim illas, en Mar 24 (1962) 84-
’ 28; M. Pedio», L t d om en ka m ariana p ren a u U zk N ote ttoriche, eu cakgia atruale,
Centro ruaruno B.V. Addolorata, Hovigo 1979.
131. Pscudo-Grcgorio Niseno, Hornilla sobre k anunciación: TMPM I, 791.
! 32, C f D.M. Montagna, La iode alia Theoiokos nei testigreci dei secdi IV-VH. en
Mar 24 (1962) 453-543.
[.A H CURA DI'. MARÍA A TRAVÉS I>U LOS SIGLOS ió <;

por el celebre himno litúrgico A káthistos ( - para recitar «de pie»), altí­
sima expresión del cuíco a María en la antigua iglesia griega135.

¿rj El im pacto cultural

El problema de las vinculación es-entre el culto pagano de Isis y el


cuito cristiano de María ha tenido diversas soluciones en nuestro tiempo.
Algunos estudiosos del área alemana (Gressmann, Norden, Dibe-
lius, Reinach. H eiler...) basándose en las analogías nominales e icono­
gráficas, sostuvieron que el cuito mariano constituyó una infiltración
pagana en la que María sustituía a las diosas madre Isis, Astarté o
Deméter.
O tros (Gresham -M achen, Dolger, Prúm m , D an iélou ...} niegan
cualquier dependencia entre el culto mariano y el dado a Isis o a las
Grandes Madres mediterráneas a causa de la dura polémica de los Padres
contra la impiedad de los misterios paganos y en función del principio
de que la «analogía no es dependencia»15'1.
En la actualidad esta controversia tiende a resolverse a partir de dos
principios fundamentales. Por un lado se apela a la estructura profunda
del ánimo humano, a una especie de mente colectiva, que actúa siempre
con idónricos procesos ante la dimensión religiosa y en particular hacia
el valor femenino. Por otro, se busca el punto de contacto entre evan­
gelizado n y cultura, donde algunos aspectos o expresiones de ésta se
hallan interconectados con los contenidos originales de aquélla.
Sin duda el culto a María es un fenómeno cristiano ligado al anuncio
dc.l Evangelio, que así mismo responde a la inclinación del hombre por
encontrar una polaridad religiosa femenina que acorde a la exigencia
de una madre, sobre todo cuando se trata de situaciones de precariedad
existencia!.
En el área mediterránea el mito de la Gran Madre estaba amplia­
mente difundido, y sin duda debió influir, más allá de las diferencias
de contenido y significación, en la implantación del culto a la Theo-
toltos. El origen de este título proviene de Egipto y es anterior a la era
cristiana (concretamente de la época faraónica) cuyo culto a [sis, madre13

133. ( ’!■- L.M. lo:ú«lo, L'inno acatisn, monumento di teología e di culto machino
nú la oh i esa bizantina, en D e cuiiu m ariano siteculis VI-Xí, 1-39; Ji!.. Akáthistos, en
NDfvf, 16-25.
131. C.f. J. I AiniéloLi, L e cuite mar nú el le pctganhme, en M ana (Un Man o ir), ],
159-181; Si:II, Storia de: dogmi mariani, 120-122. Clf. todo lo que se Jijo en cí e.I,
sección tercera.
170 MARÍA M.MJSE DE JESUS

de! dios Horus, arraigó hasta bien entrado el s. IIL como testimonian
numerosas monedas perforadas que colgadas al cuello muestran a la
diosa madre sentada en su trono y con c! niño en brazos.
Cabe hablar por tanto de «transposición» de los títulos y la icono­
grafía de Isisy María, pero sólo desde un plano puramente formal, sin
que por ello se vean afectados su contenido y axiología. Clemente Alejan­
drino (| ca. 2 1 5 ), corno ya sabemos, condenó a Isis por su inmoralidad
y las orgías de sus secuaces135.
A su vez Orígenes (f ca. 254) negó que pudiera compararse la gene­
ración virginal de Jesús «con los mitos griegos»536. Según los testimo­
nios del historiador Sócrates { t tras el 4 50), el gran maestro alejandrino
«en el primer libro de los Com entarios a la cana- d e P ablo a los Romanos»,
al exponer el motivo por el que María es aclamada com o Madre de
Dios (Theotokos), afrontó esta cuestión por extenso»137. Y aunque este
texto no ha llegado a nosotros, la noticia de Sócrates nos muestra
que Orígenes creyó oportuno dedicar un amplio espacio al título de
rhcotokos.
Más tarde el alejandrino Isidoro de Pelusio ( t ca. 4 3 5 ) ilustra la dife­
rencia que desde el plano moral existe entre la madre de ios dioses, que
concibe «libidinosamente y entre amores nefandos», y la .Madre de Dios,
que concibe «de manera absolutamente única» y sin mancha alguna.
Isidoro no olvida insisrir sobre un dato ya sabido: Marín es una mujer,
no una diosa133.

d) L a teología

De toda la documentación recogida parece demostrado que el culto


precede a la teología. Mientras que los Padres se preocuparon por estu­
diar la actuación de María en d misterio de fa salvación como Madre
virginal de Cristo y Nueva Eva, en el ámbito litúrgico y popular se le
dio culto com o a persona viviente y glorificada en Cristo.
Más que un papel promotor, la teología se expresaba com o lunción
crítica y moderadora, com o ocurrió con Epifanio ( j 4 0 2 ). El obispo
de Salamina en Chipre se halló frente a dos desviaciones: ios a n t id k o -
mariani.tas (= adversarios de María) que no reconocían la virginidad de
Marta y «diseminaban ideas irrespetuosas»; y los colliridianos, en este

13$. Clemente Alejandrino, Protrífitico •1,50,3; 2,13: l’G fi. 141 y 73.
136, Orígenes, Contra Cebo I, 37 y 6: TMPiV; 1, 204 y 206.
137. Sócrates. í h a uno cuíusuntica 7,32: l'MPM I, $ 19,
138. Isidoro de Pelusio, Ephiolu /, $4 y ¡'.pistola 3, 176: J'.VÍPM I, 463 y 46$.
LA HGUKA Di: íviARÍA A TRAVÉS DÉ LOS SIGLOS 1 71

caso mujeres, que ofrecían como sacrificio en nombre de María algunos


kollúrct/kollnrís o especie de panes.
Ep ifinio observa que «.son parecidos los daños derivados de una y
otra herejía; unos desprecian a la santa Virgen, los otros la honran más
allá de lo que es lícito»'M Combatiendo tanto el minimalismo como
el maximalismo, Epifanio se mantiene en el justo medio de la tradi­
ción. A los amidk<i}>MrMwtas\i£s recuerda que María es «la santa Virgen»,
título que ya nunca más será cambiado; es por tanto obligado cele­
brarla. Ante los colliridian os apela a la crcaturalidad de María: no es
lícito adoraría ya que
María no es ni mucho menos Dios ni ha recibido un cuerpo del
cielo sino que lúe concebida de u:i hombre y una mujer [...]. Por
lo demás María, si bien apareció como vaso honorable, será siempre
una mujer en nada diferente al resto de las mujeres [...]. María debe
ser alabada, pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Samo son los que
deben ser adorados. Nadie se permita adorar a María

H. L a iconografía nuirutnti y d «hoyos» d d concilio de N iceñ ¡ I (7 8 7 )

A pesar de las reservas de Eusebia de Cesaren y de Epifanio, se multi­


plicaron por doquier las imágenes en las iglesias, mosaicos y esculturas
en las que María aparecía junto a Cristo y los santos. Basta pensar en
las pinturas de las catacumbas (ss. 11-1V"), en los ciclos musivos de Santa
María la Mayor de Roma (432) y Rávena (ss. V-V'I) o en las numerosas
iglesias de Constanrinopla dedicadas a María (ss. IV-Vfl).
Ignorando esta praxis cclcsiaí, el emperador León Isáurico inicia en
el 7 2 7 el triste episodio de la lucha iconoclasia que se extiende con alti­
bajos hasta la fiesta de la ortodoxia (8 4 3 ), responsable directa, de la
destrucción de tantos preciosos ¡conos y la persecución de numerosos
iconodvli, sobre todo monjes1''1.
El núcleo del problema iconográfico era de naturaleza esencialmente
cristo lógica; pintar a Cristo —según los iconoclastas—significaba negar
U unión hipustdtica ai separar la humanidad de su naturaleza divina13940

139. Kpiíar.io, Panano»79, i: TMPM 1, 402.


140. Kpifanio, Panarínn 74,24: 79, 5 y 7; TMPM í, 4 ü l.403.404, En la misma
linca se sntla el iesu¡ (Je Ambrosio: «María era el templo de Ojos, no el l )¡o.s del templo,
y por tanto sólo debe ser adorado quien actúa en el templo» (Ambrosio, El Esfiirilit
Santo \U, 40: TMPM J.M, 194).
141. Para toda ¡a historia tic- ¡a icunuclasria y el concilio de Ni cea II, d. el esplén­
dido trabajo de A. Amato, Gesii ilSignare. Sas¡go 4~‘ cristologa. Dehonianc, Bologm!
1988,205-287.
172 MARÍA MADRE 0EJBSÜ 5

ir representa ble. María también quedó implicada en esta problemática,


al estar íntimamente ligada al misterio de la encarnación. Así se explica
que el emperador iconoclasta Constantino Coprónimo prohibiera en
el 7 4 1 invocar a la Theotokos, y en 7 6 6 se atrevió a amenazar de muerte
a cuantos recurrieran a su intercesión1’ 2.
Hl principal argumento de Germán de Constanrinopla ( t 733) y de
Juan D smastxno (t 733) para defender las imágenes fue vincularlas a
la economía, de la encarnación: quien rechaza los iconos rechaza la encar­
nación, El Verbo encamado es imagen visible, y por tanto represen-
cable. del Dios invisible. Si no puede representarse, es que no se ha
encarnado.
C om o sucedió en las luchas cristológicas, especialmente contra
Nestorio, María se presenta como la defensa de las imágenes y la garante
de la recta doctrina sobre la encarnación. En este mismo sentido ’íéodoro
Estudita dirá años después ('f 826):

En cuanto es engendrado por un Padre iucircunscrito, él mismo


es iucircunscrito y por tanto no puede ser representado de ninguna
manera artificial. [...] Por otro lado, en cuanto ha sido concebido
de una madre circunscrita, debe existír una imagen que corresponda
a la imagen materna. De otra forma [...] habría una sola genera­
ción, es decir sólo la de su Padre. Pero esto trasrocaría el misterio
de la encarnación1^3.

Hl horas ¿<±I concilio de Nicen II (7 8 7 ), convocado por la empera­


triz Irene, deplora primeramente el hecho de que los iconoclastas «hayan
puesto en un mismo plano las imágenes de Dios y de sus santos y las
estatuas de los ídolos diabólicos». Con ello se establece la legitimidad
de las «venerables y santas imágenes» [ ...] sean las del Señor y Dios
nuestro salvador Jesucristo o las de la inmaculada nuestra Señora, la
santa Madre de Dios, de los ángeles dignas de honor, de todos los santos
y piadosos hombres».
El concilio determina además la necesidad de «exponer» los iconos,
ya que su con tem plación conduce «al recuerdo y a! deseo de los
originales».
A su vez especifica la naturaleza del culto a las imágenes que consiste
en el «respeto y veneración honorable» y nunca «la verdadera adoración»142

142 Cl. G. Gharib, L e tcone m ariane. Swria e caito, Chía Nuova. Roma 1987.
48-49.
143. Tradoro Es tudira, A núrrhetkhs 2,3: TM PM 11, ío 7 .
I.A FIGURA D E MARIA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 173

que sólo corresponde a Dios. Se trata entonces de un culto relativo:


«El honor dado a las imágenes conduce de hecho al prototipo»
Después de un breve resurgimiento de la iconoclastia bajo MigLtcl
Armenio y sucesores (8 1 3 -8 4 2 ), ’!codoro vuelve a imponer en el sínodo
del 8 4 3 el culto a las imágenes. Desde entonces se celebra cada año el
«domingo de la. ortodoxia» donde contemplamos el vasto desarrollo
iconográfico mariano en sus diferentes tipos.
A diferencia del Daiisasceno, que tendía a ver la materia del icono
«rebosante de energía y gracias divinas», Teodoro Estudita ve en ella
sólo una presencia relaciona!: «El modo arquetípteo está presente en el
icono en razón de la semejanza con la persona». El icono posee por
ramo una función «anagógica» que nos guía hacia io alto, además de
ser un «memorial saludable»A

Sección segunda
E D A D M E D IA (S. V III - F IN D E L S. X V )

El largo periodo histórico-cultural que sigue a la época romana ha


sido definido por los historiadores como Medievo o edad que media
entre la antigüedad y el Renacimiento. Estamos hablando de práctica­
mente un milenio (desde el 4 7 6 con la definitiva caída del Imperio
Romano de occidente a 1492 y el descubrimiento de América), en el
que se distinguen dos épocas características: Alta Edad M edia
(ss. V -X ) y Baja Edad Media (ss. X I-X V ). Superada la idea tradicional
de que la Edad Media fue una época oscurantista y de transición, hoy
en día se defiende que

la i d e a d e l M e d i e v o c o m o u n a c i v i l i z a c i ó n e n t e n d i d a e n sí m i s m a
y no c o m o u n h ia to e n tre cu ltu ra a n tig u a y m o d e r n a , c o n u n a c o h e ­
r e n c i a i n t e r n a y s i g n i f i c a d o p r o p i o , lia s i d o u n a d e las c o n q u i s t a s
m á s p r e c i s a s y f e c u n d a s d e l a h i s t o r i o g r a f í a d e l X I X 1“* 4

El primer concepto clave de la cultura medieval es la verticalidad:


sabida la consistencia del mundo y del cosmos, se dirige hacia lo alto

1-aA. Waraídel lí Concibo de NiccarTMPM II, 617-619; COD 133-137-


145. C ft C . Sebón bnrn, l!ieona di Cristo. Fomiamenti leologiri, Paoline, Cinisellsi
8. 1988, 200-208 [El icono de Cristo. Una introducción teológica. Encuentro, Madrid
19991-
146. R. Morglicn, H Medioevo neila storiografta d ell’etii moderna, en Nuove
quesiioni. di noria medioeoale, Marzorati, Milano 1969, 36.
i 74 MARÍA MADRK [jl- jlíM JS

apropiándose de su misterio. El Medievo se refleja en las catedrales


góticas, que como movimiento asccnsional rompe con el equilibrio del
aren de herradura en el arco de ojiva, y que junto a las Su m inas l'heolúgiae
se expresa en un orden do realidad sólo comprensible a la luz de Dios.
Un segundo concepto cultural es el constituido por la jerarqiiizd-
lián propia del feudalismo en la que se reconoce una escala de vasallaje
que va del señor local o valvasor al rey y emperador: el cabnilero/guerrero
obtiene la tierra de su soberano {ben eficiu m ) al que responde con la
com m m dn iio sui recibiendo protección.
F.l nacimiento de jas ciudades comunales, cuya esencia es c! auto­
gobierno, constituye la matriz de un sisrema que rompe con la estruc­
tura feudal y donde lo singular se manifiesta a través de un ideal de
persona artífice y protagonista de sil existencia. Así «en Italia y en otros
lugares los individuos adquieren conciencia de no ser sólo súbditos,
sino verdaderos ciudadanos; de ser miembros de una comunidad polí­
tica, libre y autónoma, en cuyo gobierno participan»117. Con la dimen­
sión subjetiva se desarrolla la sensibilidad como p a ib o s hacia la miseria
humana y el arrwur courtois entre hombre y mujer. El fenómeno del
amor corres, que nace en el s. X I en Provenza y se difunde en Europa
por ios trmibctdours, M in n esin gery poetas del d olce stií novo, exalta el
amor por la mujer como un valor absoluto que ia distingue de !a mera
procreación1'15.
En definitiva, «el Medievo se presenta como una época de una gran
unidad interna. Un signo característico de esta unidad es el constituido
por la concordia entre fe y ciencia. ..n '15. Tal u n id ad se realiza mediante147*

147. G. Fasali, L e auttmumle eittadlne nel medioevo, un Mwi-'f queuioni d i storia


medien ale, ] 7 1-
MS. Q- sobre d amor curtes, ]n obra clásica de D. de Rougei-noní, Hamo re e Voe-
cidenre. Ri/zoli, Milano 3.977 Jiín m a ry e l oeeidente, Kairús, Barcelona 1984], E. Power,
Da míe del medioevo, jaca Bouk, Milano ; 1984 [Mujeres medievales, Encuentro, Madrid
Í991J describe las características del amor cortés del modo siguiente: a) «ame todo se
consideraba imposible entre marido y imijci», dado que el matrimonio leuda! era un
acuerdo entre los padres; b) «en él la mujer m.-inienía una posición de superioridad
frente a su amante... El amor era, por así decirlo, leticia!izado: d amante sema a su
señora con la misma humildad con la que el vasallo servía a su señor... y ante la que
debía realizar numerosos Trabajos que le hicieran siempre digno de ella, cultivando
todas las virtudes caballerescas»; .-y«era un hecho esencial mente artificial, prtcieux, más
intelectual que aíecrivn, con reglas rígidas, convenciones elaboradas, una verdadera
suma de reglas normativas» (pp. 20-22).
i 4 9. j. Lortz, Storui delia cbiesti neltú saitujipo de lie m e idee, Paulino, Alba 21950,
192 [Historia de la Iglesia en la p e aspeeti va de la historia del pensamiento, Cristiandad,
Madrid 1982J.
LA FIGURA DF. MARIA A TRAVÉS DL LOS slG 1.05 175

la aceptación de la filosofía de Aristóteles respecto a la totalidad del ser


y su conexión con la revelación cristiana. El máximo artífice de esta
concordia es Tomás de Aquino (1 2 2 7 -1 2 7 4 }. El procedimiento inte­
lectual acabará sin embargo con un exceso de abstracción y sutilidades
dialécticas ya en la baja escolástica.
1.a relación d.e la Edad Media con la Madre de jesús se presenta bajo
el signo de ia con tin u idad en ia novedad. Se sigue confesando a María
como Theolokos y Siempre virgen, dogmáticamente definida en los
concilios ecuménicos, enriquecida y encarnada en la diversidad de cada
cultura. La amplitud del periodo exige una exposición articulada en
la que pueden distinguirse dos estereotipos fundamentales de ia teología
mariana: el modelo monástico y el modelo escolástico.

1. M o d e l o d e la teo lo g ía m o n á stic a : M aría reina gloriosa


Y MADRE MISERICORDIOSA DL LOS CREYENTES, MEDIADORA ENTRE
C risto y i a iglesia

En la Alta Edad Media, la teología y el discurso sobre María florecen


en los monasterios, en el marco de un ambiente litúrgico-cspiritual.
No se busca otra verdad que ia Biblia, interpretada no a través de ¡a
lógica humana, sino en un clima de oración y de admiración ante los
misterios divinos. Para los monjes-teólogos «la teología es sabiduría, no
ciencia»1511. El acercamiento a María se expresa desde cuatro sentidos
característicos.

1. H om U ética litú rgica


O

Sin lugar a dudas el lugar donde se desarrolla la piedad y la teología


mariana de la Alta Edad Media es la liturgia150151. Lo demuestra e! hecho
de que las primeras expresiones de la teología mariana del Medievo
pertenezcan al género homilélico.

150- L. Simons, Scnlastica, en SM VII, 46i.


15 i. Lo afirma iqx-ticlámente J. I_edcrcq, Devanan et théülegte moríale <¿ans te
monachisme bénédictin, en Marín (du Manoir), II; *<An cours de tout le Mnyen Age, la
|ilupare d « écriis mariologiqucs auronr pour origine les (etcs de la Vierge et les rextes
¿vangélique.r olí il est parlé de Marie» (p. 550). «C’est d’ailleurs, i Ciusiux. eomme le
monachisme bénédictin anden et contumporain, d;ins le cadre de la litngie que s’épa-
nolíit avanr i'nur ¡a píete mariale» (p. 567}.
176 m a Ma m a d r e d l j e s ú s

Son famosas por su influjo en la iglesia las homilías cié Reda el vene­
rable (I 735), de Ambrosio Aurperto ( t 784 ), de Amadeo de La usarme
( t 11 59) y sobre todo de Bernardo de Claravai (* 11 53). Nos centra­
remos especialmente en dos autores de los ss. VIII y XII: Aurperto y
Bernardo.

Am brosio A m perio (f 7841, de origen francés y abad de San Vicenzo


a! Volturno (B en cven to)152, nos ha dejado varías homilías sobre las
fiestas marianas de ia Purificación y la asunción, en las que llama a
María «m ater et virgo», acogiendo de este m odo los datos de la
tradición.
Autperto procede a afirmar que María otrcce a Dios «con materno
afecto» no sólo el Hijo, sino todos aquellos que la divina gracia asocia
con él. María se convierte así en «mater electorum» y «credentium
mater»15A
De esta manera se atribuye a María la cualidad de «gloriosa» y «beatí­
sima», además del título de «tipo de la iglesia» que precede a la com u­
nidad por estar «interpenerrada por la palabra de la predicación»15,1.
Más importante si cabe es la homilía de la asunción, que compuesta
bajo el pseudónimo de Agustín, ha sido identificada com o suya gracias
a los códices cassinensc y chmiacense. Acogido el objeto de la fiesta, es
decir que M aría «ha sido asunta más allá de los ángeles a u n q u e no
sabiendo si con el cuerpo o sin él», el autor se dispone a cantar las alabanzas
hacia ella, que aun no siendo suficientes, confiesa, que María es «digní­
sima» de cualquier loa aunque:

¡Ella ha llevado en su seno inmaculado al Dios que el universo


enrero es incapaz de contener! ¡Ella sola que ha merecido ser llamada
madre y esposa, ella que ha reparado los daños provocados por la
primera madre, es la que lia dado la redención al hombre que se
había perdido!155.1*6

152. C£ F, Buck, Ambrose Ampcn, ihc FirstMarioiogisr in the Western Cbureh, en


De cuita rnariano sfieeuhs VFXL III, 2/7-31 8; J. Wnv.mdy, Arabrose Auspert, moint et
íhénlogien, París 1953; R. Weber, ¡jttsm n om el'Ambroise Atítpen, en «Revire benedic­
tino 86 (1976) 321-327.
153. Ambrosio Amperio, In Purificatione .r_ Marine: PL 89, 129M31M. Cf. A.
Piolami, Credentium mater. Un noteuolv testo d i Ambrogio Amper!, en «buriles docete»
6 (1953) 49-52; í 1. Barré, 1.a maternité spirituelle d e M arte dans la pernee médiéval, en
«Én.ides muríales» 16 (1959) 87-1 18,
¿54. Ambro sin Autperro, In Purijicatúrne s. M a rw : PI. fi 9, I 2 93-1 294.12 9 7 .1301.
155. Ambrosio Amperio, H omilía para la fiesta de la Asunción de La bienaventurada
Virgen M aría 4: TMP-VÍ III, 722,
I.A FIGURA D E MARIA A TRAVÉS D E LO S SIGLOS 177

ALitpcrto amplíalos títulos patrísticas de madre, virgen y nueva Eva,


para llamarla «madre de las gentes» y «forma de Dios» (n. 5). Revela
con viveza el sentido de la realidad viva y glorificada de la Virgen, a la
que se dirige repetidamente con el epíteto de «gloriosa»; «Tú que en el
reino celeste aventajas a todos los coros de las vírgenes, tú que sigues a l
C ordero d o n d e éste va» (n. 11). Ambrosio dirige a María la súplica,
famosa en el Medievo, de unir a la oración la imitación de su humildad;
Socorre a los miserables, ayuda a los pusilánimes, fortalece a los
débiles; ora por. todo e! pueblo, intercede por el clero y la multitud
de monjes, suplica por el devoto sexo femenino. Todos perciben tu
alivio (n.l 1).

Aunque es exagerado llamar a Autperto «el más grande marioiógico


de la iglesia latina antes de s. Bernardo» (Morin), constituye sin embargo
un valioso testimonio de ese nuevo sentimiento que insta al mundo
religioso a entregar su caudal espiritual a la Virgen gloriosa, la misma
que forma parre de la beatitud de Dios.

Más famoso e influyente es s. B ernardo de C la r a v d K f 1 1 5 3 ), que


ha pasado a la historia com o el «doctor mañano» junto al clásico tirulo
de «doctor melifluo». Bernardo habla relativamente poco de la Virgen:
sólo en 19 homilías, a las que se añaden la carta 174 a los canónigos
de Lyon y algunos fragmentos de su obra. En compensación todo lo
que Bernardo escribe sobre María se caracteriza «por la densidad de la
doctrina, por la precisión de las fórmulas y, a su vez, por la novedad de
las conclusiones»156. Los escritos marianos de Bernardo se distinguen
además por el uso abundante (más que en el resto de sus obras) de la
Escritura, por la fidelidad a la tradición y por la belleza elocuente de
su robusta fe y devoción. Estamos por tanto ante un típico ejemplo
de incul tu ración creyente sobre María según la cultura feudal del
Alcüicvo.
Bernardo permite sobre rodo el paso de la identificación María-Iglesia
a la inclusión de María en la iglesia a partir de una relación de subor­
dinación de la iglesia a María según e! orden piramidal jerárquico;
«María es situada entre Cristo y la iglesia»157. De ello se deriva que «la

i 56. A. Le Baíl, Remará(saint), en DSA\'Í I, 1486; juicio asumido por R IJ mona!,


San Bernaido e la sua domina mariana, introducción general a Bernardo de Clara,val,
Ch scritsi marimii, Centro voluntan della solTereuza, Roma ’1980], 23-
157. Homilía para el domingo después de la Asunción: PL 8 3, 432A. Para un estudio
de este paso, según la perspectiva de Bernardo, cf. R. .Laurcntin, Marre: i- F,sude doctrí­
nale, en CatholicismeYlll, 543.
178 MARÍA MADRE DE JESÚS

luna, que es la iglesia, estando postrada a sus pies» interpela a aquella


que es constituida en su mediadora ¡unto al sol de la justicia158. Esta
posición de mediadora permite «considerar a María no de forma inde­
pendiente de Jesús y sus misterios, com o tampoco de la humanidad
redimida por él»159.
El lenguaje jurídico y feudal queda encarnado en una plegaria que
describe las funciones de María:

Señora nuestra, mediadora nuestra, abogada nuestra,


reconcilíanos con cu Hijo,
encomiéndanos a tu Hijo,
represéntanos ante tu Hijo160.

Esta terminología, considerada por J. I.cclcrcq161162com o exclusiva


de la mentalidad medieval, revela que M aría es d om in a , es decir la
persona que ejerce el dominio y el poder (y que corresponde al servicio
de parte de los fieles): ella puede reconciliar, rccstablecer la paz entre
las partes en 1irigió, 'lodo esto es lo que María lleva a cabo en la anun­
ciación, cuando el universo está a la espera de la respuesta de la virgen.
El término m ed iad o ra implica que María «es la vía por la cual ha
venido el Salvador [ ...] Busquemos también nosotros, oh amadísimos,
de salir por su m edio hacia el que p or m edio de ella se acercó a
nosotros»lí2, María se coloca en el ciclo entre nosotros y la majestad
de Dios, com o negociadora de una paz que debe restablecer.
A la función mediadora de María le corresponde la co m m en d a tio al
Mijo, que se inspira en el gesto ritual de la «protección» en las prácticas
del vasallaje: c! vasallo juntaba las manos entre las del señor com o acto
de confianza en su protección y tutela {m itin, tutela). María es invo­
cada porque pide a Jesús que acoja a sus fieles bajo su protección a
cambio de que ellos le presten ¡calmenre el servicio debido.
Llamarla abogada- indica en e! lenguaje medieval que asume la defensa
de los más débiles. Aplicado a María significa que ella puede tratar, en
cuanto madre del Juez y madre de misericordia, «de modo implorante
y eficaz las cuitas de nuestra salvación»163. A ella toca representarnos, es
decir, hacernos presentes ante su Hijo y ofrecernos com o don.

158. H om ilía para la octava d e la Asunción: Pl. í 83, 458.


159. J. Ledercrp ¿a donna e le donne in s. Bernardo, Jaca Book, Milano 1985. 78.
160. P L I83 , 43C.
1 61. Cf. j. Leclercq, L a donna e le donne , 79-89.
162. Bernardo de Cía lava!, Sermón 2 para el adviento 5: PL 183, 43 B.
163. H om ilía para la Asunción de la B. V. M aría 1,1: Pl. 83, 4 ! 5-
LA FIGURA D E MARIA A TRAVÉS D E L O S S IG L O S ] 79

Para Bernardo, .María repara lo que Eva había quebrado en la historia


de la salvación. Aun estando influenciado por la antropología de su
tiempo que consideraba a la mujer como el «sexo débil», Bernardo no
se aparece ante nosotros como misógino o pesimista. Por el contrario
reconoce la igualdad del hombre y la mujer en cuanto imágenes de
Dios, y ve en la mujer el símbolo de la libertad, la sabiduría y el alma
de la ieiesia164*16.

2. le o logia oran te y la u d a to ria : e l M a r ia l

Especialmente dentro del ámbito monástico florecieron numerosas


formas de alabanza a María: antífonas, himnos, oration.es, etc A h
La teología orante viene representada por s. Anselmo d e bucea (f 1086)
y s. Anselmo de Aosta ( t 1109). Los dos compusieron numerosas oraciones
para uso de la condesa Matilde de Canossa (f I I 15), aunque fue la
obra del segundo la que alcanzó mayor difusión.
Estas oraciones mañanas reproducen la estructura clásica tripartita:
invocación-, arete logüi (con el tú anafórico y repetitivo) y súplica1Sfi, en
cuyo esquema se insertan los contenidos teológicos sobre María invo­
cada com o «gloriosísima señora» y «madre nuestra», recordando así su
excelsa santidad y el papel salvífico de su maternidad. Anselmo de Aosta
tiende a humanizar a la Virgen recordando sus dulces sentimientos ante
los sollozos de su hijo y su misericordia materna hacia el resto de hijos
adoptivos. Así se fomenta la confianza en su protección167168.
El nuevo género literario medieval en uso desde el s. XI viene repre­
sentado por el M arial, que en sus diferentes expresiones (rclaro de mila­
gros, poesías, sermones, formularios litúrgicos, cuestiones escolásticas,
...) busca alabar a María en cualquier circunstancia563.

164. Según demuestra J, Leclercq en Lodo el libro que liemos citado más arriba y
que reliare la idea de que Bernardo era anrifcmiiiisr.i.
165 Cí. ¡as clásicas obras: G.M. Orives - C. lili)me - H.M. ISaimister, Analecki
hymntca M edn Áevi, 55 cois., O.R. Reislaná, Leipzig 1886-1915; H, Barré, Prihes
anote mies de lO ca d en t k la Mere du Situtvur, í.cthidlcux, París 1963.
166. Cí. 5. De Fiores, Lit place de M arie da»i la prierc de. i'Egtise. Reflexión ihéoio-
gtque, en F.t-.Mar, 39 {I*JS2) !0] -130, donde se estudia la estructura oracional según
quedó formularla en la clásica obra de 1L Norden, Agnosias Tbeas, Bcrlin-Lcipzig
1 9 :3 , ¡12.
167. Cf. Anselmo de Camerbury, Orado rus: PL 158,942-966.
168. C..f, A. Pedroso, El Muríale de Saint-hvrnul, eij F.M' 11 (1961) 5-63; R. Lmrcnrin,
Reflexión sur un probíem e de vac&buldirc, en De cu Un m uriana saoeuiis XÜ-XV. Acia
180 MARIA MADRE PEJf.SL'S'

Entre tanto conviene recordar el doble M a r ia latribuido a s. Alberto


Magno ( t 1 2 8 0 ), uno de los cuales es obra de Ricardo de San Lorenzo
( t después del 1245) 1Ü'J- En el otro, /Alberto Magno afronta 2 3 0 cues­
tiones con un método escolástico llegando incluso a disputar sobre el
sexo del ángel Gabriel, su edad, su v estid o ... Pero más allá de estas
sutilidades, la clave fundamental de la obra albertina constituye el
principio del om n iabarcam ien to de María en todo lo que ha sido dado
en las criaturas de forma eminente. Ella «no es una más entre los demás,
sino la que está por encima de todos’: 1' 0.

3. D eb a tes dogm áticos

Junto a la disputa sobre la virginidad en el parto entre Ratramno


( t ca. 8 7 5 ) y Pascasio Radberto ( t ca. 8 6 5 ) 171, surgieron en la Alta
Edad Medía los debates sobre la Asunción y la Inmaculada concepción.

Por lo que respecta a la Asunción, establecida en Roma com o fiesta


en torno al 6 5 0 con el nombre de la Dormíción o P au sado y a partir
del 8 0 0 con el nombre propio de la Asunción, la celebre carta Cogitis
m e de Pascasio Radberto (escrita bajo el nombre de s. Jerónimo) confirma
la posición de Ambrosio Autperto acerca de la migración de María al
cielo prescindiendo de la suerte de su cuerpo1' 2.
La replica al Pseudo-Jerónimo se debió al Pscudo-Agustín, escritor
anónimo que escribe antes de la segunda mitad del s. XII con el L ibro
sobre la asunción de la B.V, M a r ía 173. El autor, concordando con Autperto
y Pascasio acerca del silencio de la Escritura sobre el tránsito de María y
la no credibilidad de los apócrifos, investiga «con la razón lo que se
acuerda a la verdad» y aplica un proceso de expl ¡citación de la Escritura

congressus m ariologico-m ariani internalionatis Romae armo ¡D 75 celebran, II, PAMI,


Roma 1979, 17-21.
169. Ricardo de San Lorenzo, ¡M aria/j De laudibus B.M. Virginia librí duodecim,
en Opera omnia beati Alberri Magni, Vives, París 1898, XXXVI.
170. Alberto Magno, M ariale sive CCXXXquaestivnes super Evangdhtm Missus est,
Vives, Paris 1898, XXXVII, 362.
171. Cf. Solí, Storia d ei d og n i marran;, 276; J.M. Canal, l.a virginidad de M aría
según Ratramno y Radberto, monjes de Corbie, en Mar 30 (1968) 53 160; S. He Pío res,
i'ergine, en NTJM. L462- i 463.
172. Pseudo-Jerónimo, Humilla sobre la asunción de la. fí. V. M aría: TMPM III,
788-814.
173. Pseudo-Agusuu, Libro sobre k asunción de la B.V. yWízrácTMPM III, 827-838.
LA l-lGUliA n i’, MARIA A TRAVÉS D E L O S SIGLOS 181

distinguiendo lo que es verdadero de Íü que es sabida, El Pseudo-Agustín


desarrolla así una serie de argumentos que niegan que María sufriera
la corrupción de la tumba. De este modo se desbloquea la situación de
estancamiento que se remontaba a la autoridad de Jerónimo.
La In m a cu la d a concepción de María recibió importantes clarifica­
ciones en la teología medieval.
El problema de la ausencia de cualquier pecado en la Madre de Jesús
ya se encuentra en Pelagio (f ca, 4 2 7 ) 174*176y después de éí con mayor
claridad en Juliano de Eclano (f 4 5 4 ). Éste, en la polémica acerca de
ya gracia, acuso a Agustín atic aoai'donar a ivi aría en poder del demonio
desde su mismo nacimiento»'75,
La respuesta de Agustín a ambos se desenvuelve en dos líneas para­
lelas. Por un fado considera a María una excepción al universal dominio
del pecado sobre los hombres incluso en los santos17®. Pero por otro
no puede renunciar al principio de la redención universal dada en Cristo.
De ahí que la cuestión queda sin resolver al pretender juntar universa­
lidad del pecado e inocencia de María:
Por lo que respecta a María, no la entregamos del todo al poder
del diablo por razón de haber nacido; vello porque sostenemos que
esta consecuencia se ha cerrado por la grada del renacimiento17''.

M érito de Agustín, a pesar de su posición enigmática178179, es la de


haber situado en su justo lugar la cuestión de la inmaculada concepción
de María, encuadrándola en el hecho del pecado original y sobre rodo
en ía so te rio logia. La prerrogativa mañana se presenta entonces com o
un caso ejemplar de la redención dada en Cristo.
Esta cuestión será retomada en el s. XI en el ámbito monástico de
Pascas ¡o Radhcrto cuando afirma que María «está ausente de cualquier
mancha de pecado original»1711.

174. Por lo que refiere Agustín, Pdsyio sostenía que la Madre deí Señor «debe ser
reconocida necesariamente sin pecado según nuestro rem ido religioso» (La naturaleza
y la gracia 36,4 ¡ ; TMPM III, 237),
] 75. Cf. Agustín, O k a incompleta centra Juütmo 4,22; TV1PM III, 332,
176. «Excluyamos por timo a la Virgen María, de la cual, por el honor del Señor,
no deseo que se haga cuestión alguna sobre su pecado» (Agustín, La naturalnea y la
gracia 3ó,‘U : TMPM III, 327).
177. Agustín, Obra incompleta contra Juliano 4,22: TM I’iM III, 332,
¡ 7H, Diversos autores discuten sobre la iiiioipi. elación del pensamiento de Agustín
favorable o contrario al privilegio de María. Cf. p.ej. l.M. Dior/, Le die Hí. jtm gfrau
muij Áu<¡uninm ulmmaculatd ai> initia*?, en Áiigwtinianaó (1954) 362-411; L. Gambeto,
L a Vergine M aría nrlla dotlrina d i sant'Agosrirto, en Mar 4 tí {15JH(3) ,557-599.
179. Pascasio Ridbcrto, De parta Virginis: PI,"] 20, 1372,
i 82 MARÍA M A D RE D E JESÚS

El primer teólogo de la Inm aculada hie el benedictino 'Eadmero


( t ca. 1134) con su Tratado sobre la concepción d e santa M aría. Supe­
rando cualquier dificultad de orden biológico, distingue la concepción
activa (en el pecado) de la pasiva, (sin pecado) con el celebre ejemplo
de la castaña que sale indemne del envoltorio espinoso. De él parte la
elaboración teológica de la inmaculada concepción:

¿No pudo ral vez [Dios] dar a un cuerpo hum ano... de libe­
rarlo de cualquier espina, aun cuando fuese concebido en medio
de las punzadas dd pecado? Es claro que podía y debía; si lo ha
querido lo ha hecho (P otaitp lañ e et voluit; si igítur voluit, fecit) lso.

Eadmero no hace uso del concepto de redenciónpreservativa, avan­


zada por algunos teólogos del s. XIII. El sentido de este concepto será
elaborado por Diins Scoto (f 1308) con el argumento del perfectisimo
Mediador:

Cristo ejerció el más perfecto grado de mediación relativa a una


persona para la cual se hizo mediador. De ¡lecho para ninguna otra
persona ejerció un grado tan excelente que en M aría... Pero esto
no pudo darse si no hubiera ella merecido ser preservada del pecado
o r i g i n a l 181.

De esta manera Scoto resuelve el problema planteado por Agustín,


mostrando que la concepción inmaculada de María no es una excep­
ción, sino el caso más evidente de la mediación de Cristo,

4, M i m a d a

Se trata de un género literario que se desarrolla fundamentalmente


en un ambiente ciuniacensc. Consiste en «breves relatos de hechos
maravillosos (apariciones, conversiones, gracias de todo género) atri­
buidos a la interven ción de M aría co m o signos que incitan a su
confianza D 82,
El milagro más célebre, junto a la Vita de María Egipciaca, es el
relatado en la Legenda. T beophili escrita en griego en el s. Vil y tradu­
cida al latín por Pablo Diácono ( t ca, 8 70). En ella se cuenta que un

ISO. Eadmero, 1huta tus de coneepdone san cute M a riac: PL 159, 305. ’
1SI ■ j na 11 Daos Stxnu, Opus exórnense, sen ordinario i. 3 d.3 <J. 1.
182- J. Léelereq. Devanan el tíséologie muríale dans te manttthisme bénédictin, en
María (du Manoir), 11, 555.
LA FIGURA DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SitU.OX 183

tal Teófilo, vicario de ia iglesia de Adana en Cilicia, ai ser privado de


su oficio y queriendo recuperarlo establece un pacto escrito (quiró­
grafo) con Satanás tras renegar de Cristo y María. Arrepentido de lo
que había hecho, Teófilo se dirige a María, mediadora entre Dios y el
hom bre, que arrebata a Satanás el pacto firmado restituyendo a su
devoto183*185.

II. MODF.I.O ESCO1.A.5T1CO-RACIONAL: MARIA, SIEMPRE VIRGEN MADRE


DK D IO S, LLENA DE GRACIA Y PLENAMENTE CERCANA A ClUSTO
SEGÜN LA HUMANIDAD

Con la escolástica el saber teológico, y por consiguiente la reflexión


sobre María, pasa de los monasterios a la universidad desde un cambio
metodológico que se ve influenciado radicalmente por el rcdescubri-
rnienro de la filosofía de Aristóteles. Se trata, en definitiva, del paso de
la sabiduría a la ciencia. La Teología se entiende a sí misma com o
«scientia fidei», un saber cieno, principalmente especulativo, que deduce
de los artículos de fe nuevos conocimientos.
Ki apogeo de la escolástica se alcanza con sto. Tomás de Aquino
( t 1274), en cuya Sum m a T heologiae inserta once cuestiones referentes
a María dentro del tratado cristológico (III, qq. 2 7 -3 7 ). La imagen de
María que aparece en el discurso tomista es híhiico-eclesial, pero con
algunas particularidades importantes: ella como Madre de Dios detenta
«una cierta dignidad infinita», es siempre virgen llena de grada desde
el mismo seno materno, pero no inmune al pecado original, y asunta
al cielo con el cuerpo debe ser venerada con culto de hiperdulía.
A diferencia de la teología monástica, sto, Tomás no habla de la
maternidad espiritual de M aría: afirma eso sí que «se necesitaba el
acuerdo de la Virgen en lugar de toda ia naturaleza humana» (III, q.30
a. ] ad 4). Aun reconociendo la eminencia de la gracia de María, modera,
el principio del om n iabarazm ien to de María para demostrar que no es
necesario poner en ella «cualquier perfección» sino sólo aquellos car ism as
«que convenían a su condición» (III q. 27 a.ó ad 3).

183. Pablo Diácono, Miraculum s. Maride de Theephilopoenirente, nuciere Euty-


cbiano, h Acta Sanctarum, febr. I, 1(558, 4 S9-4*33 Cf. G. Geeneti, * Legenda Tbeopbili»
—Speculum hi'torico-doctriniile de mediatione Aíatris Dc¡ inAlto Medio Aevo (\aec. VJI-
XII), en Decultu mañano saeeulis VI-XI, IV', 313-546.
184 MARIA MADRE D E JESÚS

Los paradigmas de la antropología medieval actúan en la explica­


ción de la concepción virginal de Cristo: nacido «de la purísima sangre
de la Virgen» el sexo masculino tiene el primado axiológico ya tjue es
«más noble que ei femenino». Así Cristo «asumió la naturaleza humana
según el sexo masculino, pero para que no se viera en ello desprecio al
sexo femenino fue conveniente que se encarnase de una mujer». Así toda
la naturaleza humana ha sido ennoblecida (III, q.31 a.4 ad 1).
En sintonía con esta com prensión tomista de María están otros
grandes teólogos del s. X III: s. Alberto Magno ( t 1280) y s. Buena­
ventura ( t 1274).

í í í . M o d e l o d e i .a t e o l o g í a t a r d o - m e d i e v a l :
M a r í a o b j e t o d e p l e g a r ia m á s q u e d e i m i t a c i ó n

La Edad Media se despide bajo el signo de la desilusión y el pesi­


mismo. Con el gran cisma de Occidente en el que dos papas reinan en
Roma y Avignon, y con ci espíritu laico enfrentado a la autoridad papal,
se disgrega el ideal de cristiandad y decae la teocracia medieval. Muchos
comienzan a llamar la atención sobre los pecados de la iglesia y la nece­
sidad de una reforma in cdpite et in m.embris.
En el s. X V estalla la fiebre satánica, que suscita una represión inqui­
sitorial que encuentra su apoyo en el tratado contra la superstición satá­
nica M a lleu s m a íefica ru m (martillo de hechiceras) de los dom inicos
E. Kramer y G. íspcncer (1 4 8 6 ). Tendremos que esperar al pontificado
de Urbano VIII para que cesen las persecuciones contra magos y brujas.
La síntesis tomista que armonizaba razón y fe es rota por el nomi­
nalismo de Ockbam (f ¡3 4 9 ). Constituidas ya en disciplinas separadas,
la baja escolástica separa teología de exegesis, espiritualidad de moral.
Los ataques a la escolástica provienen de dos frentes determinados.
El cardenal Gusano (f 1464) en su D octa ignom inia ataca la lógica esco­
lástica con el fin de alcanzar el conocimiento de! Dios infinito.
En los Países Bajos, GeertGroore (f 1384) funda la devotio m oderna
que halla su expresión m áxim a en la im ita c ió n d e Cristo. Esta obra
rechaza las disquisiciones escolásticas que no llevan a fundar una verda­
dera vida espiritual, proponiendo el retiro del mundo y una perfecta
asees is individual.
Kn este periodo protiferan la credulidad en los milagros, la carrera
por poseer reliquias y las prácticas supersticiosas, según relata J. Huizinga
I A ¡-'[GURA DE MARÍA A.TRAVÉS DF. LOS SIGLOS 185

en su libro E l otoño de la E d a d M edia (1919). María masque un modelo


de imitación se convierte en objeto de plegaria.

Entre los representantes de la Baja Edad Media prestan una parti­


cular atención a María s. Bernardino de Siena ( t 14 4 4 ), s. Antonio de
Florencia (f 1459), Raimundo Giordano (| 1 3 8 1 ) ,Tomás de Kcmpis
(f 1471) y Bernardino de Busto ( t ca. 1513).
Es importante Juan Gerson (f 1429), canciller de París, cuyos escritos
sobre María reflejan el ambiente universitario en el que se movía, pero
también el popular, con el que mantenía gran contacto.
De él conservamos la noticia de que circulaban estatuas de oro de
la Virgen que ab ierras de par en par dejaban ver en su interior a la
l rinidad. Gerson desaprueba este uso no porque se tratara de una repre­
sentación chabacana, sino porque la idea de presentar a la Trinidad
como fruto del vientre de María constituía una herejía18!
De igual modo Gerson considera peligrosa la devoción ignorante
que buscaba experimentar el gozo de María en Dios y producir imágenes
tenidas com o verdaderas visiones184185.
Dentro del ámbito universitario Gerson preconiza una reforma que
evite que los teólogos se dediquen a «enseñar inútilmente sin fruto ni
consistencia» dejando a un lado la necesidad de la salvación.
Frente a la tendencia maximallsta que exalta a María de modo unila­
teral, formula «veintitrés verdades» o reglas moderadoras respecto a lo
que los teólogos afirman sobre la recepción de la humanidad de jesús,
Muchas de ellas se refieren a María, Para Gerson, la madre de Jesús
experimentó «dolores y consuelos» ya que no fue «un ser de piedra o
insensible» (verdad 9 a). De igual modo afirma que Cristo preservó a
su madre del pecado original haciéndola igual a él, Sin embargo también
ella necesitó de la redención (verdad I L;’).
Cristo pudo haber conferido muchas gracias «tanto a su humanidad
como a su dilectísima madre de modo totalmente gratuito, pero que
actualmente y de facto no lia conferido» (verdad 15a) Por ejemplo, no
le concedió desde d mismo día de su nacimiento el perfecto uso de la
razón (verdad 2 0 a), ni un lúcido conocim iento de su vida y la de su

184. Juan Gerson, Opera omnia, Antwerpen 1706, III, 947; Cf. J. Huizinga, L ’a u-
iunne del Medio Evo, Sansoni, Fircnzc 1966, 213 [El otoño de la td a d Media (versión
de José Gaos), Alianza, Madrid 2001],
185 Juan Gerson, Tntctatus / / sttper Magnifícala en Id.. Opera omniit, IV, 248.
186 MARÍA MADRE DE JESÚS

Hijo {verdad 2 1 a). El porqué Cristo actuó así, constituye un misterio


inescrutable (verdad 2 3 a} 186.
Esta era la situación de! cristianismo y de la devoción mariana en
los umbrales de la reforma luterana. Hablar por tanto de decadencia y
miseria18’ puede no ser pertinente. En realidad al margen de las exage­
raciones doctrinales, las devociones pueriles y supersticiosas, no faltaron
místicos y grupos laicales fervientes, ni reólogos cautos como Gcrson,
en los que la devoción mariana se acompañaba de la práctica recta del
cristianismo y de la exigencia de integraría en. el plan salvífico.

Sección tercera
É P O C A M O D E R N A ( 1 4 9 2 -1 7 8 9 )

1.a época moderna se inicia con el descubrimiento de América (1492)


que ampliando los horizontes del hombre medieval gesta un mundo
nuevo: el humanismo y el renacimiento, inmersos en la búsqueda y
recuperación de la antigüedad clásica.

Es un hecho que a finales del siglo XV las formas antiguas de


la síntesis medieval se tornaron insatisfactorias para muchas concien­
cias. Se manifiesta un ansia de renovación, de búsqueda de nuevas
formas de vida y pensamiento188.

Desde el cielo de los ábsides bizantinos y medievales la M adonna


desciende a la tierra y se humaniza según los nuevos cánones de belleza

í 86. Juan Gcrson, Tmcmtus sen epístola. ■. de su.;eeptione hura/mitatis Chrisd, cu Id,,
Opera, onmial, 451-453. Cf. A. Combes, La. doctrine 'muríale du chitncelierJetin Gerson,
en Marta (du Man oir), II, 865-882.
187. Cf. J. Leclercq, Crttndeur et misere de la dévotion martille au Moyen-áge, en «La
maison-Dicu.» (1954) 33, 122-135, a pesar de las premisas favorables, juzga d periodo
carolingio como un tiempo de «empobrecimiento mañano» (tests que contrasta con
la de L. Sdiefrcyk), al que le sigue el «empuje mariano» de! s. XI y su decadencia a
comienzos del XI1, en el que se acumularon las prácticas mariana» alejadas de la liturgia.
De hecho se cayó en la superstición cuando se atribuía a una oración como la Salve
una eficacia mágica. Así pues, -«mientras- que los teólogos de los ss. XfV y XV se deba­
tían en problemas sutiles de ¡mriología especulativa, la religión popular tendía a reba­
jarla; cu ambos casos se corría el riesgo de olvidar el misterio central de la maternidad
divina, para considerar sólo las consecuencias más lejanas, incluso problema ricas»
(p. 314).
188. M.-J. Congar, Théolttgie, en I)ThC XV, 411.
LA FIGURA DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 187

clásica: gracias a artistas como Leonardo, Rafael y otros, la Virgen se


convierte en una elegante señora envuelta en ropajes renacentistas.
Si Erasmo se limita a criticar la devoción medieval y exige el estudio
de la filología para la correcta interpretación de la Escritura1*^, Lotero
y el conjunto de los reformadores se enfrentan al culto mariano provo­
cando la respuesta polémica de ¡a Contrarreforma en el periodo barroco
y en siglo de las Luces.
En este punto estudiaremos los tres principales modelos o estereo­
tipos en los que se encarnará el discurso mariano dentro de este periodo:
protestantismo, movimiento barroco c iluminismo.

I. M o d e l o l u t e r a n o - p r o t e s t a n t e d e la «t h e o l o g ia c r u c is »;
M a ría sie r v a d e l S e ñ o r y p a r t íc ip e d e s u k é n o s is

i.a síntesis medieval es frontalmente atacada por Lucero (f 1546),


al com batir la dependencia que ésta tenía de la filosofía aristotélica.
El reformador transforma radicalmente el discurso teológico, ya que
contrapone la teología d e Li c r u z a la teología de la gloria. Dios no se
descubre según los cánones de ja razón hum ana, sino «sub specie
contraria», de forma diversa a la lógica humana. Paradójicamente Dios se
revela no «de frente» por medio de una creación que muestra sus atri­
butos de poder, bondad y sabiduría, sino «de espaldas», es decir desde
la kénosis del pesebre y el absurdo de la cruz. En esta teología de la cruz
Lucero deja espacio a María, aunque rehuye cualquier sistematización.
El joven Lútero invira a contemplar la humanidad de Cristo «que
yace en el vientre de su madre»lyu, mostrando a este respecto que la
línea encarnacionista hace de María un signo de la acom odación de Dios
al hombre.
Sobre todo la E xplicación d el M agn íficat en lengua alem a n a (1 5 2 1 )
«constituye de por sí un ejemplo evidente de la teología de la cru z ...
atenta a la con traria species en la cual Dios esconde el esplendor de su
magnificencia»1'^. El cántico proclama ía lógica paradójica de Dios
respecto a la «nulidad» de María; en ella lleva a cabo grandes hechos 1890

189. Cí. J.M. Alonso, Erusmi corpas nmrioíogicum, en * Manan Library Studies» 1 !
(1979) 19-271; 12 (1980) 275- 541.
190. M. [.ulero, Serm ones ¡5 1 4 -1 5 2 0 , ed. de Weimar IV, 649.
191. B. Gherardmi, Tocología crucis. Leredita di Lucero rtell'evoiuziotie teológica delta
Riforma, Paoline, Roma 197S, 358.
188 MARIA MADRE DE JESÚS

y corre por ¡;i historia i.n. incógnita destronando a ios poderosos y


exaltando a los humildes192.
Lutero conserva los datos eclesiales referentes a María: Madre de
Dios, siempre virgen. Santa ejemplar c intcrccsora a nuestro favor
{h'ürbitterin) . María es también reconocida com o inmaculada y madre
de los fieles, pero no participa activamente en la obra de la salvación,
m es abogada (Fürsprecherin) y mucho menos mediadora {M ittieriñ),
ya que rales prerrogativas son únicamente reservadas a Cristo.
Por lo que respecta ai culto maria.no, Lutero reconoce que bíblica­
mente se le tributó cierto honor, pues será siempre celebrada en la iglesia
por su profecía (Le 1,48), aunque evitando el peligro de arrinconar a
Cristo y el olvido de los pobres.
Al margen del juicio exagerado de Scbimmelpíenning que convierte
a Lutero en uno de los mayores devotos de María, conviene reconocer
que la veneración a María acompañó al reformador durante toda su
vida. M antuvo, com o sabemos, las fiestas maríanas de claro sentido
cristológico (Anunciación y Puriíicación), predicó siempre en ellas y
presentó a María como modelo soberano de fe, humildad (como auto-
[■renuncia ante el juicio de Dios) y pureza (en ei sentido habitual de
vasallaje a Dios).
Sin embargo en su lucha contra los abusos, Lutero se apoyó prin­
cipalmente en su so¿us Deus para negar y rechazar cualquier invocación
y representación maríanas195.
En la misma línea de Lurero y favorables a la alabanza de María en
la iglesia pero frente a cualquier abuso de la piedad popular están los
principales reformadores: M elanchton, Zwinglio, Calvino y E co la m -
padio194.1

192. M. Lulero, Comentaría a l Magníficat, CENS, Liscare (M¡)? 1989, 13-17; 37-
44. La postura intransigente de Lutero es abandonada por ívicíanchron para el que ia
filosofía es necesaria a la teología. Así nace una escolástica protestante que se inte­
rrumpirá con la renovación tic la Tocología crúor en K. Banh y J. Molímann.
193. Cfl R. Sdiimmeípfeniting, D ie Geschichu der Mctríenvchrenmgirn deuachen
Pratcstiintismus, Sdiúning, Paderboii: 1952; W Tappnler, Da< M arícn lob d t r Rrfor-
m aioren , Katzmann, Tüningen 1962; B. Gherardini, L a M adonna, in Lutero, Cittá
Kuova, Roma 1967, Id. I.mero- M arín, ['roe, contra:, Giardini, Pisa 1985; K Courtii,
Das M n n en lob b e i M artin Lv.tker. t i ñ e katbalische Würdigung, en «Mündiener I heo-
¡ogische Zeitschrift», 34 (Í983) 279-292.
194. C£ los estudios sobre los reformadores en D e cultu m arian o saecula XVL A cta
congrcssus m arioíogico-tn arian i tntem anonatts Caesam ugustae atino 1 9 7 9 celebráis, 111,
PAMÍ, Roma 1985, 1-358. Cf. el interesante sermón de G. Picotatripudia, La lode dt
D io ir, M arín, Edizioni monfortane, Roma 1983, 62.
LA FIGURA DE MARIA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 189

i l , M O Di-LO BARROCO:
M a r ía hn s u d ig n id a d y e n su s p r iv i l e g io s c ie n t íf ic a m e n t e
ORGANIZADOS

Tras ef periodo del humanismo y renacimiento, Europa conoce en


el s, XV'II una nueva cultura denominada barroca, en la que los valores
de la fantasía creadora adquieren máxima importancia.
La palabra clave que caracteriza la época barroca es d ilatación . Se
alargan los horizontes del mundo teológico, artístico y espiritual, sobre
todo cuando Gal ileo ensancha gracias a su catalejo ios confines aeí
universo. El principio de la am plificación se aplica a rodos los sectores
de la vida determ inando nuevos parám etros de valores: se prefiere
la novedad a ía tradición, la grandeza a la proporción, el asombro y la
paradoja a la m esura, la fiesta y el teatro a la banalidad cotidiana,
el movimiento a la linealidad, el simbolismo a la idea y la utopía a la
realidad visible,
El modelo en el que se inspira la cultura barroca es el héroe que
aborrece la mediocridad y el equilibrio, para reflejarse, en la santidad
h eroica que Urbano V lli proclama corno necesaria para la canoniza­
ción. (1629).
A pesar del secular estado de inferioridad intelectual en que era
tenida, la mujer es capaz de abrirse a ciertos espacios de influencia social,
dentro de la iglesia y la cultura. Así junro a importantes místicas y caris-
máticas com o M aría de Agreda ( t 1 6 5 5 ), María de la Encarnación
(| 1672) y sra. Verónica Giuliani ( f 1727), la cultísima oblata vene-
ciana Elena C o r nato Piscopia obtuvo en Padua el doctorado en filo­
sofía, pero le fue rechazado el de teología por mandato del obispo
Gregorio Barbarigo (f 1 6 9 7 )'^ .
Todos estos datos culturales coinciden con la nueva situación mañana
determinada radicalmente por el concilio de Trento y ía época postri-
dentina. Se caracteriza por los siguientes signos: fundación de la Congre­
gación mañana por el jesuíta belga Lcunis (1 5 6 3 ), surgimiento de las
fraternidades, sobre todo la del rosario, explosión de libros marianos,
predominio de la coronación de María a la que se le consagran todas
las naciones, defensa de .la Inmaculada concepción en el voium sanguinis. ,.
La dilatación mañana alcanza su plenitud en el XVII con el flore­
cimiento de numerosos tratados dedicados a! culto de María. Ejemploi

i 95. Para la tul tura barroca y su influjo en k mariologia cí. S. De Fiores, II culto
m aciano n d contesto cultura!e dclt'Ewnpa nei seoolí XVH-XVUÍ, en De culta m ana no
tueculk XVIDXVm, Acta congresnts rnariolopci-rniíriani internadonitlis iit República
M elitcnñ tumo IDUS celebrad, 11, l’A.MI, Roma 1987, 2-31.
190 marta m a d r e d e je s ú s

de ello es Plácido Nigido que publica en Palermo su M u ríale sets de


elevo tío neerga Virgin ern D om in a m (1623). Surgen también movimientos
de «espiritualidad mudaría» como Ja ablatiadit la congregación mariana,
la esclavitu d a M a r ía desde 1695 y la vita m a ria form e del carmelita
Miguel de San Agustín (f 1684).

1. N a cim ien to d e l tra ta d o d e m a rio lo g la

El siglo X V II supuso el nacimiento de la mariologla como tratado


orgánico y separado. La exigencia de dilatar los tratados m a rio lógicos
fue advertida por E Suárez en 1 5 8 4 -8 5 , al escribir sus veinticuatro
disputas sobre la Bienaventurada Virgen María, que formarán parre
más tarde del segundo volumen de su gran com entario a la S um m a
T heologiae de sto. Tomás: los M ysteria vitas C hristi (1 5 9 2 ). Suárez,
proponiendo «un extenso y abundante tratado sobre la Bienaventurada
Virgen», busca superar el choque entre la «amplísima dignidad» de
María y el limitado espacio que le fue dedicado en la tradición esco­
lástica. El conocimiento de la madre es necesario para comprender cris-
tológicamcnrc la generación dd Verbo según la naturaleza humana.
Con todo, el verdadero fundador del tratado de mariologla fue el
siciliano Plácido Nigido, que en 1 6 0 2 publica en Palermo su S aram as
sacras rn ariologiaeparsprim a. A el pertenece el haber acuñado la expre­
sión «mariologla» y la estructuración del tratado según las cuatro causas
filosóficas: eficiente, final, material y formal. Nigido concede la máxima
importancia a ¡a «mate mi tas De i» ya que contiene todo lo que puede
decirse de María. Insiste a su vez en la «nobleza» de María en cuanto
obra de D ios, su hija y esposa, además de amiga del Espíritu Santo.
No obstante la obra de Nigido ha llegado a nosotros incompleta y prác­
ticamente desconocida hasta el siglo X X ,y('.
Más tarde el dominico Vicent C on tensón (| 1674) acuña el neolo­
gismo «marielogia» con el que titula la disertación sobre María en su
obra theologia m enús et cordis (1 6 6 8 -6 9 ). El autor cree que el discurso
mafia no no es la premisa, sino la coronación del tratado sobre la encar­
nación de Cristo, afirmando de paso las «prerrogativas o privilegios»
de la Virgen según el cuádruple orden de la «naturaleza, gracia, gloria
y unión hipostátíca», y sobre todo la eminentísima dignidad de la196

196- H mérito de haber descubierto a Nigido fue dd jesuira A. Segovia, Nota sobre
el autor t1el contenido de la prim era rmariologia », en «listo di os eclesiásticos» 35 (1960)
287-31 1, Sobre Nigido, d. S. He inores, M aría nelltt teología contemporáneo, 23-26.
LA FIGURA D F MARIA A TRAVÉS DO LOS SIGLOS 191

«matero iras De i» que constituye «el epítome de todo posible elogioi..


A su vez Contenson se muestra poco crítico con los apócrifos, ya que
maximaiiza la atribución a María de rodo lo que ha sido concedido a
los santos. Es necesario, por tanto, suscitar el amor y la devoción hacia
la madre, pero seguidos de la especulación y la reflcxiórM 1.
El máximo representante de la teología, Dionisio Peta vio ( t 1652),
sigue con la costumbre escolar de dedicar a María una parte del tratado
sobre la encamación en su obra Theologicorum d og m atu m ... (4 vols.,
1 6 4 4 -5 0 ). Los contenidos son comunes a Nigido y Contenson, espe­
cialmente cuando estudia la maternidad de María, pero su estilo es más
elegante y su método y espíritu más definido. Peta vi o revaloriza a los
Padres citándolos en griego y en latín. Por lo demás distingue a María
com o «mediadora secundaria y muy inferior» a C risto «mediador
primario», llamando la atención de los devotos y predicadores para que
eviten las exageraciones y tengan en cuenta las verdades establecidas
por Gerson.

2. Im agen b arro ca d e M a r ía

La cultura barroca influyó sin duda en la figura de la Madre de Jesús


amplificándola hasta el máximo grado posible. De ahí que los títulos
de los libros ma rían os del XV II se articulan con las palabras grandeza,
em inencia, privilegios, excelencia, prerrogativas, majestad, triunfo, etc.153.
Con el fin de responder a la pregunta de «¿quién es María?» van
Horn la define com o «aquella que no sólo contiene en sí las perfec­
ciones de todas las criaturas sublunares y celestes, sino que descuella
con mucho sobre todas ellas»'99. Esta máxima elevación de María, que
no cabe mayor «salvo convertirla en Dios»2011, la separa de las criaturas,
interponiendo «lapsos cuasi infinitos» entre la santidad de María y la
del resto de los santos.

i y7. Sobre Contenson puso su atención C. Dillcnschneider. La mariologie de saint


Alphonst de Liguori, Vrín e r a l, Paris-Padcrborn-Fribourg 123b 1, 182.
198. Cl. entre otros ejemplos: 1). de la Vega, Prerogativasy excedencias de la Virgen
nuestra Señoril, Alcalá 1616; G.B. Novad, De emineniia Dciparae Vilginis Marine,
Bologn;. 1629, G.F. Prnth, Delie granderze eieila beata Vergine Madre di Dio, 3 vols.,
Padova 11)66-1667.
199. C. Van Horn, Trnnnim moralis de Liudibm et praerogativis B. Marine V. Divisis
t/t 2 4 condones, Gand 1660, 1-2.
200. M.P De Convele, Tiseatrum exeeUentiartim ss. Deiparae ex consoeiatione exce­
den tiarum sai Filti, Aniwerpen 1655. 82.
192 MARlA MADRE ¡'JEJPSÚ S

Algunos incluso llegaron a proscribir —como hace el carmelita Lezana—


el n'rulo de hermana como atribulo de María, ya que «sólo con sublimes
tirulos debe ser requerida la supcraltísima Madre de Dios»201. De Convelt
se hace la pregunta de si convenía a María el título de «sierva» y concluye
negativamente contra el mismo parecer del evangelio de Lucas (1 ,3 8 ).
La figura de María trasciende toda criatura, a pesar de su condición
de mujer, por su santidad y por su participación en la obra de ia salva­
ción. En 1618 el jesuíta Quirino de Salazar ( t 1646) afronta por primera
vez y e x professe el problema de la contribución de María a la reden­
ción, llegando a afirmar que ella «ofreció espontáneamente al Hijo para
la salvación del m undo com o algo que a ella sólo pertenecía»202.
Así mismo la Virgen prolonga en el cielo su actividad mediadora y
materna a favor de los hombres:

Como una piedra preciosa engastada en el anillo se mueve según


ei movimiento de éste, así María implantada en Dios y en el cielo
es rauda en obedecer las indicaciones divinas y en socorrer a los
m¡serables20L

La proximidad entre María y Dios abre la cuestión de si ella parti­


cipa de los atributos divinos. Lyraeus responde distinguiendo lo in co­
m u n icab le (eterno, in fin ito ,...) de lo co m u n ica b le (padre, maestro,
p astor,,..), advirtiendo que en el caso de María «no cabe considerarla
como diosa, ni ser exaltada por encima de la pura criatura, ni ser alte­
rada por falsas alabanzas, sino honrarla por debajo de Dios y el Hijo
con un dignísimo encomio»204.
Pero no todos se atuvieron a esta norma y autores com o Paciuchclli
y Miguel de San Agustín no dudaron en llamar a María «diosa», si bien
dentro de los términos de la ortodoxia teológica2^ . Cediendo ai gusto
del tiempo, el dominico N. Riccardi (conocido tom o «Padre m ostro»
[Padre monstruo] por sus dotes oratorias) llega a decir que María es

2Í! 1. J-íi- 1.ev:;ina, M uría lmirona, Roma 1648, 140-141.


202. F.Ch. de Salazar, )nproveróiis, París21619. Cf. 1.aurentin, Maña eccLiia sacer-
elotium, 243.
203. J. David, Paradina ¡ponsi ü spontat... ét bíinuirphim marianum. . Anrwerpen
1607, 166.
204. H . lyraeus, Trisagion m arian u m .. ., Aiuwerpen 1648,8.
205- A. l'aoucijelli, D onnitantt! anima? excitationes ¿id ku dan dam , diligendam
atque coiendam si. Deiparam Virginem M ariam ..., Venezh 1659, 35; Miguel de San
Agustín, Vita, mariafarrae, Hiiizione monfonane, Roma 1982, c. IX, 52.
I.A I-ICURA UK MARÍA A TltAVHS ])K I.OS SICI.OS 193

un Dios creado; un finito infinito; una omnipotente debilidad.,


un Dios renqueante, dimidsado, expatríado de sí... Dios criaturi-
zado o criatura deificada., .20í;,

Contra di se elevó la voz de T. Campanella ( t 1639) para redamar


un mínimo de rigor en el lenguaje teológico dentro de su obra inédita
Censura a l libro d e l P adre M ostro2y>1.
Para terminar conviene tener en cuenta que la imagen de María en
esre periodo se nutre de un gran sim bolism o, como es el caso de Guar­
dad cuando aplica a María 59 símbolos tales como tierra, cara, palornü,
luna, sol, etc.20627208209.

III. M o d elo c r ít ic o - il u s t r a d o :
CU LTO RACIONAL A LA M A D R E D E D lO S

K1 X V I11 es el siglo de la Ilustración, del lluminismo, en el que


predomina la confianza en una razón crítica, indagadora y equilibrada
para que disipe las tinieblas de la ignorancia y la superstición. Cambia el
modelo antropológico: ya no se trata del héroe sino dei filó so fo aristo­
crático y líbre de prejuicios cuya firme encarnación es Voltaire ( t 1778).
El feminismo da sus primeros pasos elaborando en Francia, Ingla­
terra y Alemania tres documentos para el reconocimiento de los dere­
chos de la mujer (1 7 9 2 ). En el campo religioso se preconiza una fe
iluminada, racional, equilibrada. El nuevo horizonte se gesta, en el
umbral del cambio de siglo (1 7 0 0 ) que determina el paso de la cultura
barroca a la ilustración en medio de la crisis de la conciencia europea203.
El espíritu critico, representado por el D iccionario histérico y critico (1679)
de R Bayle, se extiende a todas las expresiones de la cultura, la litera­
tura y la religión, lanzando sus saetas contra un cristianismo «piadoso
en sus palabras, sacrilego en la conducía».

206. N. Riccardi, Dei ragionamenri copra le k ra n ied i narra Signara, Genova 1626,
56 y 323.
207. T. Campanella, Censura al libro del Padre Mostro, ms. códice Barbcrini latino
■1602, Biblioteca Vari can a: obra descubierta y transcrita por A. Tcrmindli como parte
integrante de su tesis para ti “Marianum”: Iji Vergtne María, Madre di Dio, nelpensiero
di T. Campanilla, Roma 1982 (texto en poligrafía}.
208. G.B Gnardini, Della glerarchúi overo del sacro regno d i M aría l'ergine Vcnezia
1600.
209. C £ P. Hazard, L a crise d e la consciertce eurepéenne, Fayard, París 1935 [La. crisis
de la conciencia europea (versión de J. Marías), Alianza, Madrid 1988).
194 MARÍA V.ADRE DE JESÚS

i. P ara u n a « eq u ilib rad a » d evoción a M a ría

Por lo que respecta al tema m añano210, en este periodo se susciró


una gran polémica a causa de la publicación de un pequeño libro escrito
por el laico católico Adam Widenfeld de Colonia: Avisos saludables d e
la bienaventurada Virgen M a n a a sus indiscretos devotos (1 6 7 3 ). Con un
discurso muy literario, pone en labios de María advertencias que buscan
dar a las expresiones mañanas un mayor grado de mesura: «Que mi
alabanza sea simple y sobria, no ambigua, excesiva o hiperbólica» (n, 3).
La misma María advierte de esa devoción exterior demasiado propensa
a dar crédito a historias que hablan de apariciones, o incluso esa costumbre
de declararse a sí mismo como sus «esclavos» (n. 6). Se llegaron a publicar
una cuarentena de libros polémicos contra los M ón ita salutaria, obra
que en 1 6 7 4 fue definitivamente condenada por el santo Oficio211.
En Italia el espíritu iluminista queda plasmado en el libro D elbi rego-
lata d iv o z io n e d e eristian i [«Sobre la ordenada devoción de los cris­
tianos»] del celebre erudito modenés l.udovico A n ton io M uratori
( t 1750), en el que propone «la verdadera y sólida devoción» distin­
guiéndola de la superficial y supersticiosa. El c. 2 3 , dedicado a la d ev o­
ción a la santísima Virgen M aría reconoce que «es meritorísimo promover
el culto y el honor de María», pero al mismo tiempo es necesario evitar
una imprudente e indiscreta devoción. Por ejemplo advierte que no es
posible decir que a María «pertenece el perdonar los pecados y salvamos»,
ni que ella gobierna ei cielo o que todas las gracias pasan por sus manos,
ni que su devoto no pueda malograrse. Muratori critica aquella devo­
ción mañana que atenúa la que se ic debe superior y necesariamente a
Cristo, como la transformación en fiestas mañanas de las fiestas m i ­
tológicas, la ausencia de una oración popular a Cristo semejante al Ave
María y c! rezo de las letanías ante el Santísimo expuesto.
De rebote la Regó la ta divozion e ejerció su ¡ n 11ue nc ia en Alemania,
Austria e Italia, provocando escritos en pro y en contra. El influjo de
Muratori alcanza al Sínodo de Pistola (1 7 8 6 ), que entre otras cosas
exhorta a una devoción «bien ordenada»; a la Virgen, dice, deben atri­
buirse sólo los títulos de derivación bíblica, mientras que en la iglesia
sólo debe exponerse una sola imagen mañana, aboliendo de paso todas
las procesiones excepto las rogativas y la del Corpus.

21D, ¿obie «1 tema de María dentro de la. Welta.nschmtttng'&vavto.ái cí De Futres,


¡látiro mariano nelcontato cultúraleddi‘Eurofui neise:¡diXVIf-XVHJ, 31-55.
211. (.7 i1 1 loffer, i.a dfvotion h Mane au dédin du X V IE siente. A u reor du jansé-
nisirte er des «Avis saintuirá de la R V Muñe ¡Xses déuots indiscrets», Ccríj París 1938.
LA FIGURA 1>Í-. MARÍA A TRAVÉS d l l o s s ig l o s 195

bu 1 7 9 4 Roma, condena el Sínodo de Pisioia, el pueblo se levanta


al grito de ¿Viva María», quema el árbol de la libertad en Arezzo y
masacra a jacobinos y jansenistas, clamando para que se restituyera el
rtatu qu o económico y religioso212.

2, E l ch o q u e en tre cultura b arroca, ilurninisrnu y tra d ic ió n p o p u la r


en d os «hest seller» nutríanos

En general toda la com ente teológica del magisterio sigue prom o­


viendo el culto a la Virgen en sintonía con la pasada cultura barroca,
mostrándose insensible a las críticas de la nueva cultura ilustrada. Entre
el pueblo se difunde la práctica del M es d e mayo, fomentada por los
jesuítas Dionisi (1 7 2 5 ), Laiomia (1 7 5 8 ) y Muzzarellí (1 7 8 5 ), com o el
modo idóneo de responder a las exigencias y saberes del pueblo21;í.
Dos santos se sienten interpelados por las diversas culturas de su
entorno (barroca, ilustrada y popular) ofreciéndonos de paso dos obras
fundamentales de la literatura mañana moderna: el Tratado d e la verda­
dera devoción a M a ría de s. Luis María de Montfort (ca. 3712) y Las
glorias de M aría de s. Alfonso María de Ligorio (1 7 5 0 ).
La obra nionrfortana más notable, cuyo título debía ser Preparación
a l reino d e Jesucristo (n. 2 2 7 ), casualmente descubierta en 1 8 4 2 , ha
llegado a nosotros sin la primera parte. De ia primera edición en 1843
hasta hoy podemos contar 350 ediciones en 30 idiomas distintos, signo
del amplio influjo que ha ejercido en el mundo cristiano.
El Tratado de la verdadera devoción a M aría (= V D ), junto a un testi­
monio de una profunda experiencia espiritual, constituye un signo de
su tiempo. Sus fuentes mañanas pertenecen al X V II (Suárez, Poiré,
13oudon, Los Ríos, Spinelli...). Esto explica no sólo los máximos elogios
tributados a María poi Dios («excelente obra maestra del A ltísim o...,
mundo de Dios, grande v divino, donde hallamos bellezas v tesoros
inefables» VD 5-6), sino su exaltación como realidad singular y perfecta
(VD 4 4 -4 6 ).

2 i 2. Cf. G. Turi, «Viva Marina. La reazione alie rifarme leopoldine (¡790-1799),


buc-nze 19(59.
213. La estructura del mes mariano comprendía una medí radón, una ejcmpíifí-
ctción, un florilegio y una jaculatoria. Respecto a ios contenidos se observan dos cf¡re­
lentes plantean lien tos: mientras que Lolenua proponía diversas consideraciones sobre
¿a vida de María, Dionisi y Muzzarellí fomentaban le medicación sobre fas grandes
verdades concibiendo el mes de mayo como una «misión popular». Cf. S. Rosso, Mese
mariano. en NDM, 935-945.
1% Ma r ía m a d r e d e j e s ú s

El proceso de maxiinización se manifiesta en el hecho de preconizar


una forma de espiritualidad mañana que se presenta como la «consa­
gración de sí a Cristo en las manos de María» (VD 1 2 0 -3 3 3 ), difícil­
mente superable por su intensidad y extensión.
A pesar de la inferioridad de la mujer dentro de su cultura, M ont-
í'ort presenta a María com o protagonista-colaboradora de la Trinidad
en la encarnación del Verbo y en la regen arado n espiritual de los hombres.
Con una apropiada síntesis, eí autor afirma que María es vfin próximo,
am bien tem¡sterioso y m edio ú til para encontrarnos con Cristo» (VD 265).
Participando de la cultura barroca, Montfort recurre frecuen temen re
a los símbolos (aprox. 80) para reflejar la realidad de la virgen: María
es seno, arca, vaso, p araíso terrenal, es decir la madre que acoge en la
intimidad, junto a vía, sendero, canal, p u erta dado que su maternidad
no es posesiva, sino que lleva a ía madurez en Cristo2 u .
También la cultura crítica y pre-ilustrada influyó en Montfort, sensi­
bilizado com o estaba ente el debido reconocimiento del primado de
Cristo, la exigencia de precisión en la atribución de los rítulos marianos
y el deber de evitar los abusos en su devoción. Gracias a este empuje
cultural, descubrimos en ei Tratado esa magnífica expresión por la que
Montfort, con la ayuda de textos bíblicos, determina el papel funda­
mental de C risto com o «el fin últim o de toda nuestra devoción»
(VD 61). Desde luego critica ardorosamente a los devotos engreídos
(VD 97-11 0) y se siente compelido a precisar según el rigor teológico
algunas afirmaciones acerca del poder, la hipotética necesidad y la media­
ción de María (VD 2 7 , 39, 8 4 -8 5 )213.
F.n definitiva, Montfort como un verdadero misionero popular es
sensible a ía cultura del pueblo; adopta, por ello un lenguaje simple y
comprensible (evitando por ejemplo largas citas latinas), recurre a
imágenes y proverbios de ia sabiduría del pueblo (VD 7 8 , 147, 181) y
se apropia sobre todo de palabras-clave de la cultura popular com o
«secreto», «piedra filosofal» (VD 8 2 , 156), etc.216. Montfort recomienda
usar expresiones devotas que son queridas por el pueblo, lo que no

2 14 . Q\ S. De Flores, La figura de María nel Tomata d éla vera devozione, en «Miles


Immaculatae», 19 (1983) 50-68.
215. Para la formación de Momfon y su giro cristológico el. S. De l'forcs, Itine­
rario spiriiuale di s. Luigi M aría di Mcnitfbn (1673-1716) nel periodo fin o tú lacerdozio
(5 gittgno ¡700), Universicy of Dayton (OKio) 1974, especialmente el c. X que trata
sobre la devoción mar ¡ana (204-222).
216. Cf, K. Mandrou, Montfort et Tévctngéltsation du pcuplé, en Hencontm mont-
fonaines 11 (1974) 1-9; A. Bossard, U carhtna del Montfort nel suo tempo: medtaúonc
tro. cultura calta e cultura populare, en «Q nade mi monfortani» 1 (1983) 86-96.
I.A FIGURA DE M A R ÍA A TRAVES DE EOS SÍGÍ.OS 197

significa proponer un cristianismo de segunda categoría, sino una espi­


ritualidad orgánica muestre el don completo que María hace de sí2iL
L as glorias d e M tíria se convirtió en el best seller mañano por exce­
lencia. Esto explica por q u é en medio de un clima de rigorismo repré­
senlo «un ejemplar de saludable Educía» y «el libro de los humildes»2ls.
En realidad su secreto consiste en presentar a Vía ría com o realidad
viviente y activa (la «hacendera del paraíso») que interviene misericor­
diosamente en la vida de los pecadores para arrancarlos de la desespe­
ración y conducirlos a los sacramentos y las obras de caridad.
Conforme a las exigencias del pueblo, L as G lorias d e M a ría p riv i­
legia la relación personal con la Virgen desde su imitación21 L) permi­
tiendo que e! ejemplo (tal vez inverosímil) y la plegaria sigan a la exposición
de una verdad dada.
S. Alfonso acepta el principio barroco de la amplificación de las
alabanzas a María, fundada sobre su preeminencia com o Madre de
Dios: «cuanto más se k enaltece tanto más queda por enaltecer» (introd.).
Pero también se sirve de las interpelaciones del espíritu crítico ilustrado,
que permite subrayar que Jesús es «el único mediador de la gracia» y
precisar d sentido y alcance de los títulos marianos: María es «nuestra
esperanza» pero no independientemente de Dios; su intercesión es nece­
saria sólo «por una necesidad moral», «salvándonos» en un sentido
concreto: impetrar la vida eterna (I, c.V).

Sección cuarta
ÉPO CA CONTEMPORANEA (1789-...)

La revolución francesa representa el apogeo de la Ilustración y la


caída del orden establecido [A n d en ¡légime) y la proclamación de los
principios inmortales: liberté, /ratera i té y ¿galit-é. Dicho acontecimiento,
aunque oscurecido por el Terror (1 7 9 3 ), representa un punto de refe­
rencia, a favor o en contra, de la época contemporánea.

217. Para profundizar en la espiritualidad momio rían.i cf. Luis María de Mont-
Iorí, Opere, latir/.¡oru rnonftirtarie, i: Seritti spirituuh, Roma 1990; II: Cañad, ',0btur
R,*\C, Madrid I 984;¡ R. Laurcntin, Din mitt tnu-rez.za. F.speríeriza spirituale e mariana,
tutua lita leolnaiut di san l.uigj M aría da Montfort, Ldir.iom morí forran e, Roma 1985.
218. Dí 1lenschneider, La martalogie de s- Aipltome de Jdguarí, I, 253 y 379.
21‘J, «til primado de la excelencia corresponde al cuko de la imitación, d primado
de la i intitulan da al punto de vista de la salvación y ¿I culto a la invocación» (Dillens-
dineider, La tnanologia de s. Alphtmse de Liguurt, I, 372).
198 M A R ÍA M A D R F O íi Jl-.Sl'l-S

En el cam po mariano se distinguen tres modelos principales: el


román rico del s. X IX , el antropológico del X X y eí hiscórico-salvífico
inaugurado por el Vaticano II.

I. M o d e l o rom án rico- r e s t a u r a d o r del X IX :


M ARÍA 1NMa CI J LADA. ¡vi UJ E R 1; ROI AGON IS’lA EN SI NG ULAR

Al siglo de las Luces le sigue la «edad de la resvíurnción» que carac­


teriza al XIX. en su variedad de ideologías y direcciones220.
La instancia restauradora se alimenta del cúmulo de errores de la
Revolución francesa, de la guillotina com o siniestro símbolo de muerte
que pone fin a las esperanzas filantrópicas y pacifistas y a la represión
de la resistencia vandeana. La ascensión al poder de Napoleón culmina
con la proclamación del Imperio (1 8 0 4 ) que abre una nueva época de
despotismo que destruye los últimos residuos de iluminismo. El Congreso
de Viena (1 8 1 4 -1 5 ) restaura -co m o su propio nombre indica—el statu
quo del A n d en rég m e, aunque por un breve lapso de tiempo.
E! reromo al pasado supone el rechazo de los ideales revoluciona­
rios de lib erta d e ig u ald ad considerados com o incitadores de la disolu­
ción. La iglesia condena la libertad de cu lto, de pensam iento y de
imprenta con la S ílabo de Pío IX (1 8 6 4 ), mientras que intransigentes
como j. de Maistre, Leopnrdt y G. Ventura defienden el privilegio de
ias clases dominantes y la estructura jerárquica de la sociedad puesto
que «en ei ciclo, sobre k tierra y más todavía allí en el infiemo no hubo
ni habrá jamás igualdad de rango, de gloria y de pena» (G. Grimaldi).
La instancia restauradora encuentra un poderoso aliado en el movi­
miento que informa todo d siglo: el romanticismo. Reaccionando contra
ei iluminismo, se exalta la naturaleza corno fuerza creadora y el. «rebu­
llir moneo del sentimiento». En d libro L e yénie du Chdst'uinimie (1802)
Chateaubriand muestra la belleza del cristianismo, que lejos de ser un
culto bárbaro constituye la religión más poética y humana,
A la restauración se opuso el catolicismo liberal que auspiciaba un
acuerdo entre iglesia y mundo a través de la ienuncia al A n d en régeme,
la aceptación de la libertad de 1 7 8 9 y la elaboración de un nuevo
humanismo.

220, Acerca ce la cubara tld s. XIX con relación n Muría, cE S. De Flores, ¡lculto
di M aría nel mu testo cu kit rale de. U‘E uropa occidental? »e i ¡ecoli X IX e XX, en D e cultu
martaiw stieculis XiX-XX. A c ta congmsus mariolngici-mariani intcmationalts in sanc-
tuario mariano Kevetaer (Germunia) armo 1 9 8 7 celebrad. I, LAMI, Roma 1991, 10-45-
1.A FIGURA D E MARÍA A TRAVÉS DE EOS SIUl.OS 199

£1 influjo de las corrientes culturales del X I X se advierte funda­


mentalmente en las imágenes manarías y en las expresiones de su culto.

1. M a rta en clave ¿le p riv ileg io

La restauración influye en la literatura mariana del X JX de diversos


modos. No sólo promueven las prácticas culturales del pasado com o el
M es ele mayo, sino que recuperan ¡os mejores textos marianos de la tradi­
ción, como hace Bourassé con sus 13 volúmenes de la S u m m a áu rea de
lau dibu s beatissim ae Verginis M a ría s (París 1862).
Los escritores de mariología subrayan preferentemente la condición
singular }' privilegiada de María:

La Virgen María es un hecho especial, una singularidad: cons­


tituye el principio de un orden nuevo; su misión no fue dada a cual­
quiera ni habrá de darse a otra fuera de ella221.

El X IX es también el siglo de la definición de la Inmaculada concep­


ción por Pío IX tras un largo y difícil camino que dura prácticamente
odio años. En un principio se propuso unir la definición mariana con
la condena de los errores modernos. Abandonado dicho proyecto,
Pío IX formó una comisión de teólogos y otra de cardenales. Con la
encíclica U bipr'nnum (1849) consultó ai episcopado (una especie de
«concilio escrito») y recibida una respuesta favorable por parte de 546
obispos sobre un total de 6 03 pronunció el 8 de diciembre de 1854 la
to rm ula de defi n ici ó n dogm á ti ca:

[...] declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que


sostiene que la beatísima Virgen María en el primer instante de su
concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente
y en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano,
fue preservada inmune de roda mancha de la culpa original, está
revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída
por todos los fieles222.

221, .Liid<iv¡eo da Ca ste¡pl a ni(i, Marín nsi cansiglio dril'Eterna a uvero la Vergine
predestinad! fíUa mis¡i arte medesinut ron Gnu Cristo, 1 ip. dcgli Accanuineelli, I, Na poli
1872, XVIII.
222. Pío IX, bula Ineffabilis Deus, 8.12.1354, Para la historia de este dogma cf. S,
De Fiorcs, hnmacoUtta, en NDM, 681-688.
200 MARÍA MADRE D i JESÚS

La en tus ¡asía acogida de la definición por parte de las naciones cató­


licas muestra la simonía con el sensus ftdeliu m , al tiempo que revela una
corriente favorable al privilegio.
La exaltación de la Virgen se articula en el X IX junto a una cierta
mengua de su condición de simple mujer.
Por una parte los católicos defienden —en polémica con los protes­
tantes— que María no es un mero «bloque de arcilla», sino más bien
«una persona en íntima y espiritual relación con Cristo»223.
Pero por otra, algunos escritores marranos revelan cierta tendencia
monofisita cuando afirman de María que «aunque verdaderamente una
mujer, no se trata de una mujer ordinaria o común» (C . Ventura), por
lo que no se le deben atribuir las emociones que cualquier madre tendría
ante la muerte de su hijo. A los píes de la cruz, María no sólo frena las
lágrimas (H De Pola), sino que incluso renuncia al derecho materno,
para disponerse ella misma a empuñar un arma y matar a su propio
Hijo según reclama la justicia. «Yo, yo misma cumpliré el Sacrificio, yo
misma atravesaré la víctima del pecado»224256.
En su gran libro en cuatro volúmenes L a Virgen y e ip la n d iv in o
( I 8 5 6 -1 8 6 0 ), el laico A. Nicolás «cabeza de la mariología francesa)»223
establece que María es «principio particular de la rehabilitación de la
mujer», dado que ia gracia de Cristo, de la que ella está colmada, libera
a la mujer del p eca d o en el orden religioso, del desprecio en el orden
moral y de la servidum bre en el orden legal.
Sin embargo, se rrata sólo de una emancipación moral (del egoísmo,
del lujo, de la sensualidad,...), ya que no sólo rechaza los derechos
civiles de la mujer, sino que impide que salga del ámbito privado tanto
familiar («resorte escondido que hace que todos los mecanismos de la
casa se muevan»), como eclesial, ya que «sería antinatural que a la mujer
se je permitiese predicar»221''. El Congreso mariano de Livorno (1895)
defiende que la mujer debe permanecer «en e! santuario de la familia»
o abierta al campo de la «be iíefi ciencia», pero nunca ai mundo cientí­
fico o político227.

223. M.j. Schceben - C. Frccks, Sposae Madre di Dio, ¡Vorcelliana, Brescó 1955,
22-23 [Madre y esposa d d verba, IDesdée, Bilbao 59551- De igual mudo Ludovico da
CA id plan ¡o se indigna contra los pro LesLlrúes que ¡meen de María un instrumento
pasivo a ios pies de la cruz. Por tanto es necesario reivindicar «el honor de la causa­
lidad» [Marín m•Iconsigho..., 60-61).
224. M. B . C1ary, Ma ría logia, ed Osiologia ossiano sermóni ed ornelie pai ugiriebe per
María dergine, ed ale un i Santi, parre pr ime ra y segimda, Ti p. ( lannnne, barí 1838,60.
225. Nicolás, La Vieige dans le plan divi», IV, 323-3 24.340.345.
226. Laurcnun, María eedesia saeerdotium, 399.
227. Am del primo congresso mariano nazionale tenuto in Livornic, m i gwrni 18, 19,
20 e 21 agmio 189% ’l ip. Fabbi'cschi, Livorno 1397, 41-50.114-120.
LA FIGURA D '. MARÍA A TXAVÍS D F 1 O.S SIGLOS 201

2 . M a r ía y e l sen tim ien to

K! romanticismo imprime su sello sobre las expresiones mañanas


del XIX.
Com o vemos en ci Fausi de X7. Goethe, la obra culmina «con la
aparición de María desde una transfiguración altamente romántica que
no se halla en ninguna otra obra de su tiempo»2- 3.
La tensión romántica caracteriza además la casi totalidad de la produc­
ción mañana del siglo, sobre todo a partir de 1840 cuando un cristia­
nismo austero de npo jansenista cede cí paso a una piedad más
sentimental, festiva, familiar y manaría,
María conquista tiem pos y espacios gracias a nuevas fiestas litúrgicas
y plegarias privadas, construcciones de iglesias y capillas com o ninguna
otra época, junto a multitud de peregrinajes a santuarios m aria nos.
El culto a María asume un carácter de afectuosidad, cuyo máximo
ejemplo lo tenemos en el «piadoso desahogo de amor» de F. Amoretti22-’,
O en las diversas oraciones contenidas en colecciones de plegarias, caso
de E l arsenal de la devoción (1 876).
Los escritos del b. Bartolo Longo ( t 1926) están caracterizados por
una gran carga de sentimientos. Este es el caso de Los qu in ce sábados
d el ss. Rosario, o el opúsculo N ovena d e im petración a ¡a ss. Virgen d el
Rosario d e Pom peya que en su 1 1 53a edición y con millones de copias
se ha convertido en un bestseller mariano absoluto. Esta obra, tocando
las cuerdas más sensibles del corazón aunque sin caer en el sentimen­
talismo fácil, se orienta al amor de Dios como término último de roda
perfección, además de los sacram entos y el com prom iso cristiano.
Por lo demás, la fundación de las obras pompeyanasque llegó agrandes
zonas de marginación social, revela que la devoción mañana de B. Longo
fue fuente de inspiración de otras tantas actividades sociales230.
Ante tal cúmulo de oraciones que implicaban una piedad muy indi-
vidualista, no tardaron en surgir las primeras críticas y proresras,
E . Hc!I o se declara muy irritado por estos «terribles libros de piedad»
y el obispo G. Bonomellt combate el sentimentalismo y el formalismo

22S. R. Beliz, V. movlmento romántico, en ¡ prepilei. Grande noria univenale Monda.-


don, III: ¡ i sécalo diciítmiovesiino, .Vlondadori. Milano 1966, 250.
223. «Olí bien mío, oh gozo mío. olí dulcísima cumbre Je los placeres del alma
mía, único desahogo de mis llamos; oh amada compañera de mi amor y mi dolor,
amándote es cuando realmente esmy vivo. ¡Oh María! ¡Olí María!» (11 Amoretti, A
María Medre di Dio. Pía ¡fago amere, Tip. Monaldi, Roma 1886, 78),
23Ü. Cf. G. Marrai, Pompe;, en NDM, 1122-1 129; S. l)e Pintes, Muría neila espe­
ranza e negli scriiú di Barrólo Longo, cu Bartolo Longo e il suo tempo. Atti de! convegno
storico... 1982, Edizioni di storia c letteratura, Roma 1985, I, 135-167.
202 MARIA MADRE DE JESÚS

en [a religión, doliéndose del cuidado y premura de los altares de la


Virgen y los santos, mientras que el Santísimo permanece modesta­
mente engalanado231. Algunos denunciaron

una cuasi Transposición del único centro de la fe, la esperanza y el


amor cristiano, prácticamente trasladado a María, que de tan elevada,
perfecta y gloriosa ya no es posible idolatraría más2*2.

En la C arta a l Rev. E. Pusey (1 8 6 5 ), reconocida com o «una bellí­


sima exposición de Ja m ejor teología inanana» (T h . G ornail), J.H .
New man distingue la devoción «sana» a la Virgen María de la artificial.
Rechazando completamente frases com o «ía misericordia de María es
infinita... Dios está sujeto a su señorío... las almas elegidas son engen­
dradas por Dios y María» Newman admite que en la Iglesia católica
«María en vez de ser rival es ministra de su I lijo». Él es c o n sc ien te de
que mientras ía fe es inmutable, las devociones están sujetas a la diver­
sidad de expresiones-33, optando así por la clásica reserva inglesa frente
a la «italianidad» introducida en Inglaterra por su cofrade Faber, ante
la que no siente el menor entusiasmo.

3. M a r ía en la teología n eoescoidstka

El X IX registró un renacimiento o restauración tomista, consagrada


oficialmente con la encíclica A elerm P atrh de León X III ( J 879)-
A Biiluart ( t 1757) se le debe el paso de la quaestio a la thesis que
consiste en d enunciado de un aserto aduciendo pruebas a su favor de
la Escritura, la tradición o la tazón teológica. Los manuales de teología
y mariología adoptarán este método hasta la llegada del Vaticano II.
A propósito del curso teológico, que se retrae de los problemas exis-
tenciales y es dirigido a los seminaristas, observamos que tiende a reducir
cada vez más el espacio de un tratado ¡na ría no. De este modo procede,
por ejemplo, el jesuita G. Pcrrone ( I 1876) que en sus celebres Praelec-
tiones theologicae(25 ediciones desde 1842 a 1857) desarrolla sólo los remas
de la integridad virginal y María Deipara, mientras que sólo a partir de
1857 se añade la «tesis dogmática sobre la Inmaculada concepción».23

23) ■ G. IkinoroeUi, Sentimentalismo e fijnnalisino in Religione, Fotoní, Cremona 1902.


232. Según el anónimo crítico del libro de C» berrera Corona di fw ri a Marta SS.
tímese d i maggio... t Mariotti, Torino f 84 í , en «Propagaron? religioso)* 6 {1841}
2. 327-331.
233. Cí* j ,H. Newman s Letrera a l rev. Pusey su María e k vita cristiana.„ C¡ua Nuova,
Rom;; 1975 [Cartas y diarios, Rialp, Madrid 1996).
LA FIGURA DE VARÍA A T S AVÜS DE ¡ t)S SIGLOS 203

Los manuales de teología invierten la tendencia tomistico-suare-


cía na de tratar la marioíogía al inicio de ¡a cristo logia y prefieren, con
H ínter y Mazzella, considerarla como un tratado complementario al
D e Verbo incurríalo. C on ello el discurso mariano acaba convirtiéndose
en un apéndice de ¡a cristo logia (como harán Minges y Souben) con el
grave riesgo de perder contacto con todo el eorpus teológico.
En los cerca de veinte tratados de marioíogía deí X I X 234 prevalece
la tendencia a constituir un sistema científico según el método esco­
lástico (¡anorta, Bucceroni...) con la consiguiente búsqueda del prin­
cipio fundamental que aporta unidad a todo el Corpus.
Se observa a su vez un cierto cuidado en la búsqueda de una expre­
sión exacta para cada uno de los tratados. A las expresiones D e B eata
(Mazzola, Depoix, Bucceroni) y Theologia m arian a (Jamar) se le une
el título de Theoiocolopia, lanzado en Ñapóles por De Carolo yjannotta234235*,
que por cierto nunca más será utilizado.
Se recuperan los títulos del XVII representados por Nigido y Contenson,
aunque sin ninguna vinculación con ellos. El término m arialogía. (que
no tendrá demasiado éxito en los modernos manuales) aparece con el
b, Domenico Barben’ de la Madre de Dios ( t 1849) en su tratado inédito
de 1 8 26 a 1837, seguido de la obra del arzobispo de Barí M .B. Clary
en ! 838 y de A.J. I laehlein en 1 8 5 9 2íí. El termino m arioíogía es más
afortunado y se encuentra en Oswald y otros seis autores del X IX 237,
acabando por imponerse en otros veinte tratados del X X .

234. Para un elenco de cues tratados del XIX y XX, cf G. Bcsi.itti. Ricerca sulla
m ria detíti marioíogía del 1800 d 1980, Roma 1982, 182-214 (edición policopiada);
S- De Fiores, Ájartalogin/niarialogia, en XDM, 917-919.
235- A. De Carolo, 7 beotorolagia j'tu itutttutiú de Viryine Delgenitrice Marín sebo-
ú m iai nictbodo etmeinnara, Tip. Citillo, Kapoli 1 845; A.M, Jannotta, Tbenocolagia
cathoiu¡i..., Tip. Priore, Napoii 1890.
230 Domen ico deila Madre di Dio, Alarialo^ia ossia opúsculo, nel cjuale sí procura
dkhuirntv (¡ueste due domande: Chi iMana, e chisono isuoi veridevoti, ras. conservado
en el archivo general de los Pasionisras, Roma (traducido y publicado en francés con
el título; Ecceüenct de M a n e er sa dhvtiou, <istcrrmnn, Tournai 1841); M.B. Clarv,
María logia, e usitdegia asinino sermón i ed ometie pcmrgirkbe per Mana Verane, ed aleuni
santi, Tip. Canncme, Barí 1938; A.f. Hachich;, Marialogm anapiecteas tñeditsiiones50,
.Schoning, Würzbtug 1859.
237. H. üíwald, DogmttriseheMariologie, Padcrborn 1950; J. Comminas, M ario-
logia u sea Tratado de las grandezas de la Madre de Oíos, Carrucz, Lícida ! 875; A. í.cnz,
Aíariologie. . Regen sburg 1881; C. Stamm, M aríolagiu . ... Jrmfermann, Padcrbcirn
ÍS81: M .j. Schecheo, H ándijucb d er kathoiiscben DugrruHÍk (una de cuyas parles se
denomina Marwlogie), Freiburg/Br. 1882; R Ybinzx, TbeuLuyate dogmatícete compen-
d.ium... (un capítulo cid tratado D e Verbo in em u av constituye la M arioíogía ), Inns-
bruck )89ú ;J. iiujanovic, M ariologija..., Zagreb 1899.
20 4 mai Ua m a .d hk i)- jesús

Nuevos; horizontes se abren a Ja mariología sobre rodo en lós libros


dedicados al gran público (más que en el ámbito de la manualística,
donde por cierto encontramos el principio de «maternidad esponsaj»
[Scheeben]).
El volumen L a M adre de Dios M adre de ios hombres (1 8 4 1 J del tcatino
G, Ventura «abre la moderna literatura mariológica a la maternidad
espiritual" (F. And te ti) partiendo del sentimiento común del pueblo
cristiano.
Otros autores liberan a María de una impostación autónoma para
insertarla en el plan de la salvación, como se aprecia en ciertas grandes
obras de la literatura mañana decimonónica. Leí Vierge et le p la n divin
del laico francés A, Nicolás afirma que

una apología de la santa Virgen no debe ser en la actualidad una


obra al margen del fondo cristiano, sino que debe implicarla demos­
tración de la completa religión. Estamos anre una flor que debe
verse en plena tierra-33,

Nicoiás ve en María el gran signo del cristianismo, antes incluso


que la Cruz, ya que com o afumaba Ciñió a los Efesios «rechazado el
origen de la santa Virgen, la Cruz pierde su sentido como salvación y
vida de! mundo». El Título de M adre ele D ios «compendia todo el cris­
tianismo y lo repara y salva contra toda alteración del error». Si María
es el nudo que liga toda la realidad de la fe, no puede quedar aislada
de la totalidad233.
La característica más sobresaliente de la obra de Ludovico da Clistel-
planio (M arta en e l consejo d e l Eterno, 2 vols., Napolí 1 8 7 2 -7 3 } es la
amplitud de horizontes. En ella se realiza el intento «de dar unidad a
la ciencia de María» recurriendo para dio a la «economía sobrenatural»
que preside todas sus operaciones, es decir al «consejo del Eterno». El autor
compone, desde la retórica in au<¡e del X IX , un grandioso fresco en el
que María aparece enrre la doble eternidad, e íntimamente unida a Cristo
y la Iglesia.
El s. X ÍX nos presenta, como vemos, un panorama variado, donde
cada corriente ha diseñado su propia figura de María. Más allá de este
progreso mañológieo, no cabe dudar de la profunda experiencia mañana
de aquel siglo, sobre todo por las apariciones de la Virgen en du Bac
(1 8 3 0 ) y en Lourdes (1 8 5 8 ), junto con la definición dogmática de la
inmaculada concepción (1854). 2389

238. A. Nicolás, Ij i Vierte M an e et k piren divin. Nouvelles ¿ludes sur k Christia-


nisme, Vitan, París 1356, I, XIIf.
239. Nicolás, 1.a Vierge M arée.. 33-41,
LA I'IGURA DE M A RlAA 'lU AV&i DE. LO* SlUl.OS 205

H. M o d e l o a n t r o p o l ó g i c o f, u l s t ó r i c o - s a l v Ie i c o d e l X X :
M a r ía PROTOTIPO DLL LA IGLESIA Y DLL HOMBRE SEGÜN EL
DESIGNIO SALVÍRCO DE DlO S

El s. X X se distingue de Jos siglos precedentes porque el cenrro de


su interés no constituye el desarrollo o el valor de una facultad del
hombre: fantasía (s. XV II), razón (s. XV III) o sentimiento (s. X IX ), sino
que pasa, de la objetividad positivista a la subjetividad del hombre que no
puede ser reducido a mera naturaleza, del optimismo ilustrado al existen-
ciaiismo que se apoya en una existencia humana lacerada por infinidad
de problemas e interpelada por la libertad y el ínteres por la colectividad
o por el individuo frente al humanismo que ve en la persona d criterio
para, resolver las contradicciones del colectivismo y del individualismo.
El s. X X , al margen de su pluralidad y diversificación vectorial, tiene
su nota distintiva en el humanismo, y en particular en la libertad respon­
sable. E! ser humano descubre, bajo la influencia del feminismo, ia
doble polaridad de ío masculino y leinenino condenando la discrimi­
nación de la mujer que reivindica su participación en cualquier campo
de la humana convivencia.
La labor mariológica del X X revela algunas orientaciones caracte­
rísticas,

1. M a rio log ía m an u alística

Desde comienzos de siglo hasta el concilio contamos con práctica­


mente 50 tratados de mariología240, que siguen el estereotipo del manual
escolástico: enuncian tesis que tienen que set demostradas por pruebas
de la Escritura, In Tradición y ia razón teológica, En general estos tratados
se construyen en torno al «primer principio» o idea fundamental y
germinal de la que derivan los principios secundarios v las conclusiones
particulares acerca de María.

A. El principio fu n dam en tal

A propósito de este principio primero o fundamental se observa en


los manuales un abanico de interpretaciones que pueden resumirse en
cuatro principales direcciones:24

24 0. I'.I eIenco de est a s obras en D e E io res. M tina ncitci teología contemporánea,


30-31, n-42.
206 N'AfiíA MAOÜV; DE JESÚS

a ) M a tern id ad d iv in a

Siguiendo el magisterio de Suárezy des. Lorenzo de Brindis!, ciertos


aurores han visto en la divina maternidad el principio mariológico esen­
cial, com o la unión h ipostática lo es de ia cristología (Pohle-Gierens).
La tendencia contemporánea piensa que la divina maternidad en
su concepto abstracto y merafísico no es capaz de contener todos los
progresos de la tna rio logia, com o sucede con la participación de María
en la obra de la redención. Se han planteado así diversas correcciones
y complementos que permiten una completa comprensión de ía verdad
de la Madre de Dios.
Algunos aurores recurren al concepto de «maternidad concreta e
histórica», es decir, según es presentada por la Escritura y la tradición
(Bover, Betnard). Otros prefieren entender el primer principio como
una «maternidad soteriológica o corredentora», o sea M aría Madre de
Dios-redentor en cuanto tal. Ciertos estudiosos optan por la «mater­
nidad. total» que incluye a su vez la maternidad espiritual (Llantera,
G arcía-G arcés, Cuervo, Bernard). Por último, otros mariólogos se
alinean con Scheeben a favor de la «maternidad espom al» {d ie brautliche
M utterschaft) que conlleva el divino matrimonio de amor entre el Verbo
y María en el momento de la encamación (Druwé, Derckx).

b) N u eva Eva

C on el fin de colocar a María en el pian divino de la redención,


algunos autores se remiten a la antigua doctrina de la Nueva Eva que
determina ¡a vocación de María junto al nuevo Adán, mientras que la
maternidad divina es entendida com o una consecuencia o medio de
esta misión reparadora (DeneflFe, Alameda). En esta misma línea Lebon
propone como idea lundarneiUa! «la asociación de María a Cristo en el
plan divino de la redención», aunque corre el peligro de encerrarse en
su tesis cuando afirma que dicha asociación es necesaria cuando une a
Madre e I lijo «en un prin cipio absoluto de salvación y vida para la huma­
nidad».

c) M a tern id a d d iv in a y asociación con e l R edentor

La dificultad de establecer uti único principio fundador de la rnario-


logía, obligó a cierto número de aurores a proponer un doble principio
fundamental: «Madre de Dios y soda de su Hijo redentor» (Bittre-
mieux, Diílenschneider, Keuppens, Alastruey).
LA LIGULA DE MARÍA A TRAVÉS D - LOS SIGLOS 207

d ) M a tern id ad divin a y m atern id ad espiritual

Esta doble maternidad, si bien diferentes entre sí, están íntimamente


vinculadas y comprenden toda la misión de Maris (Terrien, Llantera,
Cuervo, G arcía-G arccs). En un esfuerzo por unir ambas realidades,
Roschini enuncia el siguiente principio como formalmente uno y virtual-
mente complejo: «M aría es M adre universal {as decir Madre del Creador
y Madre de las criaturas, Madre de Cristo hombre y Dios y de su cuerpo
místico)

B. Los p rin cipios secundarios

Junto al principio fundamental, los manuales de mariología describen


los principios secundarios, es decir los que fundados en aquél, derivan
el conjunto del resto de verdades. El principio de conveniencía establece
que es necesario atribuir a la Madre de Dios todas las perfecciones que
convienen a su dignidad y misión. El principio de em in en cia declara
que es esencial conceder a María todos los privilegios concedidos a los
santos de un modo eminente. El principio de an alogía o semejanza con
Cristo manifiesta que en María hallamos los privilegios de la huma­
nidad de Cristo, que aunque similares no son idénticos entre sí.
A rrave's de estos principios se establecen una serie de verdades y
conclusiones teológicas acerca de María. Se reconoce por tanto que ella
es corredentora, madre espiritual, mediadora y reina, a la que se le atri­
buyen la ciencia infusa, la visión beatífica al menos en ciertos instantes
de su vida, la ausencia del débito del pecado original y la inmortalidad.

2. M a r ía en e l ren acim ien to ortodoxo

junto al modelo manualístieo católico u occidental, suige el rena­


cimiento ortodoxo. Sin llegar a ja condena de la razón, com o hizo
Rerdaiev cuando dijo que (da teología racional es falsa teología», los
ortodoxos están convencidos de que el camino idóneo para el conoci­
miento del misterio es ía experiencia de Dios en la contemplación.
Si a esto se añade el hecho de que consideran a IaTheotokos no en
sí misma sino dentro de su constitución cristológica, se explica que no241

241. G. Ivl, Ro sehini, Mario logia, I, Bel aidem, Ji.nma * 1947,33íi; 1os aulores ci tados
por 41 en ibi, 324-337; D. Dillenschneidcr, Hprincipio prim o delta teología mañana,
Are.'íj Roma 1957.
208 MA:ÚA .'¿ALORE DE JESÚS

encontremos ningún tratado ortodoxo sobre María (excepto L a z a rz a


ardiente de Bulgakov)242.
El gran tratado en tres volúmenes de Panaghiotis Trembelas, D ogm á­
tica d e la Iglesia ortodoxa católica, publicado en griego en 1 9 5 9 , concede
poco espacio a la razón teológica ya que más que un manual orgánico
pretende ser una historia de los dogmas. Trembelas dedica a la «Madre
del Redentor» unas quince páginas donde enseña a la luz de la tradi­
ción patrística y conciliar que María es Theorokos, virgen perpetua y
relativamente impecable. Tom ando una posición crítica contra las
innovaciones de la Iglesia católica romana, rechaza los dogmas de la
Inmaculada concepción y la Asunción al no ver en ellos .sólidos apoyos
bíblicos y de tradición. Igualmente la corredención y la mediación
universal de la gracia son rebatidas ya que alterarían la verdad del único
mediador24324.
La referencia ortodoxa a María es más específica en los escritos de
Bulgakov, Lossky, Florenskij y Evdoklmov. Estos autores ven a laThco-
tokos inmersa en el misterio de la Sabiduría de Dios (de ahí que se
hable de «mariología sofiánica») y vinculada a Cristo, a la iglesia y al
cosmos. El encuentro ontológico de la Sofía con el mundo se realiza
de un modo particular en María, que convertida en Theotokos no es
sólo, por decirlo de alguna forma, «deificada» sino que además se trans­
forma en «el tipo de la pneumatofanía» (Florenskij) y el origen de una
nueva, humanidad. María es «el corazón de la iglesia, su centro místico»
(Lossky), además del «adviento de la Mujer restituida en su virginidad
materna». Ella es «la corona de ios dogmas que ilumina el misterio trini­
tario reflejado en lo humano»2'14,

3. E l d og m a d e la A sunción

En consonancia con la mariología manualística se desarrolló un


m ovim iento prom ocional de nuevos dogmas. Este es el caso de la

242. S. Bulgakov, Le buisson ardan. Aspeets de la venera tion orthodoxe de la M ire de


Dieu. Essai d ’unc irjapretm ion doprnalique, I.’age de Phormnc, Pausarme ! 987 ( i n ed.
19 27J.
243. Cf P.N. Trembelas, Dtsgmtttique de l'Eglise orthodoxe embotique, DDB-Edidon
de Cheveujgne, |.s.).] II, 1967, 14 1-143.222-2.34.
244. I! Evdokimov, L ’o rtodossia , Ddumiane 1981, 211-220 [Ortodoxia, Península,
Barcelona 1% 8¡.
LA RICURA ÜH MARÍA A TRAVÉS D t LOS SIGLOS 209

M ediación de María, sostenida por el card. Mercier, cuya definición


nunca llegó a puerro2'55. Sin embargo el movimiento asuncionista consi­
guió la definición dogmática de Pío X II el 1 de noviembre de 1 9 5 0 24(S.
Com o hizo Pío IX para !a Inmaculada concepción, Pío Xll preguntó
al episcopado católico mediante la encíclica D eiparae V irgin¡s{ 1946)
si deseaba en unión con los fieles la definición de la Asunción. Dada
una respuesta afirmativa, Pío XI i prociamó el dogma de ia Asunción
con la fórmula:

Pronunciamos, declaramos y definimos que la Inmaculada


siempre Virgen María, acabado el curso de su vida terrena, fue
asuma a la gloria celeste en alma y cuerpo247.

La fórmula, como vemos, no se pronuncia sobre ia muerte de María,


dejando sin dirimir la cuestión de la inmortalidad de la Virgen248.
La definición de la Asunción, al tiempo que provocaba algunas reac­
ciones negativas entre los protestantes, permitió a los católicos superar
el esquema del paso de lo implícito a lo explícito para así justificar su
carácter revelado. Estamos ante una comprensión de la revelación bíblica
no desde un modelo lógico-dialéctico, sino mediante la presencia del
Espíritu, que suscita en la iglesia el consenso de los fieles ante una verdad
dada, que lejos de estar al margen de k Escritura o contra ella, va más
allá de lo que litera ¡m en te refleja24'2.

245- bn i 913 si card. Mercier, junto ai episcopado belga, había pedido al papa la
definición de ];¡ Mediación universal de María. En 1922, Pío XI concede a las diócesis
belgas el oficio y ia misa en honor de María mediadora y constituyo tres comisiones
de teólogos en Bélgica, España y Roma con el fin de analizar la posibilidad de la defi­
nición dogmática de la mediación. Sobre esta cuestión parece t¡ue la. comisión romana
mostró su reticencia ame ia dificultad de conciliar ia mediación de María con ei unus
Medit/tor. O . R. Laurencio, En mtirge de U définilion du dogme de l'Assnmptkin. Intui­
rían! í/ u cardinal Mercier, en «La vie sp ir huelle» 84 (1951) '518-522; G.M. Bcsiltti,
L a mediáriione di Muría secundo gíi ¡ludí di due Commtssioni au cuite da Pió XI, en Mar
47 {1985} 37-41, procedido del editorial de I.M. Calabtüg a! etnssier inédito (pp, 7-
11) junto a la publicación de los textos de las Comisiones española y belga (42-174).
246. Para la historia del movimiento asuncionista, cf, A.G, Aicllo, Sviluppo del
dogma e rmdizione a proposito deli'assunzione di M ana, Citta Nuova, Roma 1 979.
247. Pío Xll, cónsul, ap, Munificentissimus D eus {\. 1 Í.50), en AAS 42 (1950) 770.
24S. La corriente a favor de la inmortalidad de María fue encabezada por M, jugie,
La inon ei Idssomptton d e la s a im e Vierge. Etude bisioricco-dsctrmaie, II. Bib.Vát., Cifra
del Vaticano 1944.
249. Cí. Aiello, Sviluppo det dogma, 238-284,313.
210 MARIA MADRE DE JESÚS

4. Im pulso in n o v ad o r

Mientras que la mariología manualística continúa ¡a labor de orga­


nización unitaria y explicitación del dato revelado, algunos movimientos
legítimos responden a sus planteamientos, proponiendo una metodo­
logía diversa y subrayando algunos aspectos descuidados de la figura
de María.

a ) M ovim iento bíblico

Este movimiento para revalorizar por sí misma la palabra de Dios


busca un acercamiento escriturístico que supere el clásico método proba­
torio basado en la Biblia, Aplicando a María esta m etodología, los
exegetas han subrayado la condición terrena de la Virgen de Nazaret,
donde lo ordinario de su existencia en Palestina convive con una profunda
espiritualidad característica de [os «pobres de JH W H » 230.
Al recuperar los textos considerados «antimariológicos» que relati-
vízan su ser y su función materna (Me 3 ,2 0 -3 5 ; M t 12 ,4 6 -5 0 ; Le 2 ,4 9 ;
11,28; Jn 2 ,4 ; 7 ,3 -5 ), la exégesis evidencia la unión de la Madre con
su Hijo respecto de su trascendencia mesiánica y el carácter espiritual
del reino de Dios, ai que se accede sólo a través de la fe250251.
Gracias a los estudios del católico Lyonnet, del protestante Sahlin
y del anglicano Hebert, se descubre la dimensión tipológica de María
como «hija de Sión», tema que será posteriormente profundizado por
Coppens, Laurcntin, Cazelles y Feuilíet252,

250. Cf. KM. Wilíam, Vita d i Mttria la madre d i Geste Morcelfiana, Brescia 1949
(Ia cd. alemana 1930 |Vida d e Ataría,, la madre d e jesús, Hcrdcr, Barcelona ¡,'I988]);
P. Gaechter, M aris im Erdenleben: Neutestamentliche Aiarienstudien, Tyrolia Verlag,
hinsbruelc 1953; A. Gétín, Les pauvres de Ytbvé, Cerf, París 1953 [Lospebres de Yavé,
Nova-Tena, Barcelona 1965]
251. CÉ I:. Spadafora, D e locis ¿ic dictis antitnariokgcis i>i Sacra Seriptttra, en D e
mariología ct oectirnenismo, PAMI, Roma 1962, 121-132; C. Charlier, L a discrétum des
évangiles sur la Vierge, en «Bible et vie chrdticnne», (1954) 7, 44-51; F.M. Braun, L a
mere des jideles, Castermann. Tuurn ai-París 2\954.
252. S. Lyonner, C haire kecharitomene, en «Bíblica» 20 (1939) 720; H. Sahlin,
hmgfru M aris D osiers Siort, en «Ny KyrkligTidskrifr», 18 (1949) 102-124;]. Coppens,
h i Mere du Sauvcur a la lumiere d e la xhéologie véiérotestommsaire, en «Epheinerides
Iheologicae lavan ienses», 31 (1955) 7-20; R. Lauremin, Strueture er théolagie de Luc I-
I!, Gabalda, París 1957; Id-, Iv a n g d i delt'infanzia d i Cristo, Paoline, Ciniseilo B., 1985
(13 ed. francesa 1982); H. Cazelles, L afin clian maternelle d e Sion et de Marte, en M aría
ir. sacra Scriptunt, VI, 165-178; A. Feuilíet, Jesús etsa M ere d'apres les récits lueaniens
de l'enfance e d'apres saint Jean, Gabalda, París 1974. CE además la reseña de N. hcmmo,
M aría <•flglia d i Sion», a partiré d a L e !, 26-29. B ilar.da esegetiea d a l 1939 a l 1982, en
Mar 45'í 1983) 175-258.
LA FIGURA D E MARÍA A TRAVÉS DE IO S SIGLOS 211

b) R enacim iento patrística

iras la segunda guerra mundial surge una corriente que se orienta


hacia la tradición de los Padres no en sencido apologético, sino con la
idea de hacer revivir sus riquezas espirituales y doctrínales.
En esta perspectiva H . Rahner publica en 1 9 5 0 su trabajo M a ría y
la iglesia, en la que propone «reaprender aquello que era lo más fami­
liar y querido en la iglesia primitiva: ver a la iglesia en M a ría y a M arta
en la iglesia»-xJ'. Descubre en los Padres la idea de que María es «tipo»
de la iglesia, es decir, «además de ejemplo y sustancia, compendio de
todo lo que después debía desarrollarse en la iglesia en su esencia y
destino», sobre codo por lo que respecta a su maternidad y virginidad25!
En el mismo año O. Scmmelroth valora la tipología mañano-ecle-
sial hasta el punto de convertir a María, tipo de la iglesia, en el prin­
cipio fundamental de una mariología orgánica. Para el autor la finalidad
tiene preeminencia respecto ala sucesión; si María es la Madre de Dios
es porque debía convertirse en tipo de Ja Iglesia. Todas las prerrogativas
mañanas son interpretadas no sólo en un sentido cristológico, sino en
perspectiva cclcsiológica25-.
O tros autores, com o de Lubac { 1 9 5 2 }, M üiler (1 9 5 5 ) y Philips
{1 9 6 4 ), profundizaron en la dimensión tipológica de María a la luz de
ios Padres y los teólogos medievales. Contemplamos a la Virgen-Madre
ya no sólo formando parte de la Iglesia (y no sobre ella), sino haciendo
que su figura ideal sirva de ayuda a la aurocom prensión y auto trascen­
dencia de la Iglesia en su esfuerzo perenne de purificación25324256.

c) VeoLigía kerig m á ü ca y m ovim iento litúrgico

Ambas coinciden en la exigencia de liberar a María de un aislamiento


Leoíógico, «engarzando el tema mañano en el marco kerigmático», esto

253. H. Rahner, María e la chiesa. Indlcaziimc per ctrntemplare il mulero di Mirria rielhí
chusa e i! minero dtilu. chitad in María, Jaca Book, Milano ] 974, 11 (Ia cd alemana 1950
M aría y la Iglesia. Diez espiados ¡obre la vida espiritual, F.d. Mensajero, Bilhao 1958]).
254. I I. Rahner, Alaria e la chiesa, 18,
255. O. Seminclrcxh, b r b ild d er K m hc. Organucbcr Aujlnia des Rfnricngehdm -
nisics, Echtcr Vcrlag. Wtirzburg 1950.
250. H. De Lubac, M editazionesulla chiesa, Paoline, Milano 19(55, con el capítulo
«La Madonna e la. chiesa», 389-4(55 ( l n ed. francesa 1952 [Meditación sobre la Iglesia,
Madrid, Encuentro 1984]); A. Miillcr, lícksia-M aria, í’aulus Veri., Pteibutg/Br. 1955;
G. Philips, M an e el l'Eglüe: un thbn e théolofique renouveU, en Alaria (dn Manoir), Vil,
363-420.
212 MARIA MADRE DE JESÚS

es, en el anuncio de la salvación21’7, y consiguientemente en ia celebra­


ción del misterio de Cristo en el único ciclo litúrgico.
El estudioso benedictino O. Casel (f 1948) entiende a 1a Virgen en
función del protomisterio de la encarnación y en relación a la iglesia,
que a través del rito forma parte del acto salvífico de Cristo, conquis­
tando de esrc modo la salvación (MysterienUhre)258.
Otros estudiaron el puesto de María en la liturgia y attn apreciando
un cierto «laconismo» en el rito romano, convienen en reconocer que
en ella, contemplamos a la Virgen «en íntima conexión y dependencia
del misterio de Cristo y de ¡a redención en Cristo»253.

d ) Instancia antropológica

Iras el ataque nietzscheano de que el cristianismo constituye un


hecho deshumanizador y las propuestas del humanismo laico (marxista
y existencialista), el interés teológico por el hombre influye radical­
mente en la interpretación de la figura de María.
R. Guardini (f 1968) delinea una imagen existencia! donde ia psico­
logía religiosa de la Madre de Dios es contem plada en términos de
drama, tragedia, cambio y riesgo:

A María se le exige dirigirse hacia lo impenetrable: la fe pura.


Guiada por Dios, debe arriesgar su persona aventurándose en algo
que es inverosímil para un pensamiento puramente natural2*50.

La humanización de María se entiende desde la aplicación de la ley


del progreso, por la cual «María ha conocido un crecimiento personal,
sobre todo por su relación con su Hijo», alcanzando su madurez en el
evento de Pentecostés.
Guardini busca presentar a María com o un ser humano parecido a
nosotros, rio un alma pura ni una diosa, bu fe, que persevera ante lo

2f,7. Cf. los representantes de ia teología kerigmática: J.A. Jungmann, La predica -


ziane alia luce del vringdo, Paoline, Roma 1965, 153 (el libro recoge temas publicados
en 1936 [Lapredicación de ¡afe ¡1 !a I112.de ia Buena Nueva, Dinor, San Sebastián J96á]);
H. Rnlinee Teología e kerigma, Motcdli-.tna, Brescia 1958.
258. Cf. O, Case!, il mistero deU'Ecdesia, Ciña Nuova, Roma 1965.
259. C. Vagaggini, Orienlamenli e prnbiemi di spiriniálita litúrgica nella lelteralurd
degli uitimi quarant'anni, en ProbUmi e orientttmenú di spmtualitk monástica, bíblica e
litúrgica, Paoline, Roma 1961, 578.
260. R, Guardini, La M adre del Signare, Una leñera con abbozzo di trata,tzione,
Morct'iliana, Brescia 1989, 38 { I a ed. alemana 1955 \Ltt M adre del Señor. Una carta y
en d ía un abozo. Los libros dei Monograma, Madrid 19651)-
LA FIGURA DF. VARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 213

incomprensible, se hace ejemplar para nosotros, en un tiempo de fe


ramplona sumida en una época de contradicciones y desilusiones.
Estudiando a María y su vinculación con el hombre, L. Bouyer
acuña la expresión ¡¿humanismo mariano». Como persona plenamente
humana, en María se descubre «ia más alta revelación de la posibilidad
ofrecida a la humanidad desde la gracia... la reintegración total de la
criatura en Dios». Este humanismo «tiene como fundamento la fe por
vía de obediencia sacrificial. No busca otra cosa que realizar la restau­
ración de la integridad original de la criatu ra.. .»261.
K. Rahner {f 1984) va más lejos. Antes de hablar de María es nece­
sario haber respondido a la pregunta ;qué es el hombre y qué es ser cris­
tiano perfecto? Sólo así María tiene significado pata nuestra vida.
Para Rahner teología, antropología y ma rio logia están indisoluble­
mente unidas. No es posible tratar de Dios sin hablar del hombre, ínti­
mamente ligado a él en la creación, la alianza y la encarnación. No cabe,
por tanto, reflexionar sobre el hombre sin hablar de María, que entra
por disposición divina en el punto central de la historia de la salvación.
Ella «está enteramente de nuestra parre» y realiza perfectamente el cris­
tianismo:

Si el cristianismo en su forma más plena es acogimiento puro


de la salvación de Dios eterno y trino que se revela en Jesucristo,
María es el perfecto cristiano, el ser humano totalmente cristiano,
porque en la fe del espíritu yen su seno bendito, por tanto con su
alma y su cuerpo, ha recibido y acogido con todas ¡as fuerzas de su
ser al Verbo eterno del Padre262263.

De ahí que «cuando celebramos a María, podemos decir que cele­


bramos una manera cristiana de comprender la existencia del hombre
en general»26-1.
La dimensión anrropológica enría en la mariología de M. Schmaus
según la cual «en Adaría aparece con nítida luz la grandeza y dignidad
del hombre redimido». En particular ahora que la mujer toma conciencia
de su (tinción en la iglesia y en e! mundo, la comunidad de los cristianos

261. 1.- Bu ayer. Huma nitral’ mariiíl, en ¡. Eludes» 87 (1954) 1.58-165; Id., Le trine
riela Siigetse. Essai sur ht significaron du cuite m arjal Cerf, París 1957. C f, además R.
Barón, M arie et l'bunuinisme, en Mario, (du Manuir), VI, 667-688.
262. K. Rahner, M aría M adre d el Signare. M ed itaz io n i teologiebe, Edil rice
Espcrienze, Fossa.no 1962, 37 (!•' cd. alemana 1956 [María, M adre d el Señor, Hcrder,
Barcelona 1967|).
263. Rahner, María Madre dei Signare, 30.
214 MARIA MADRE D E JESÚS

mira a la «mujer que está en el m om ento clave de la historia de la


salvación»264.
Al margen de los manuales se desarrolla una teología d e la m u jer en
la que Intervienen Gerrrud von Le Fort y el ortodoxo Pavel Evdokimov
con inevitables resonancias marianas. La primera sigue coartada por la
concepción corriente de la mujer y su presentación de Marra en sus
diversos papeles de madre, virgen, sierva y colaborada, si bien se presta
a sacra!izar la vocación religiosa, escondida y subordinada, déla mujer2"5.
Evdokimov revisa el fíatele María, expresión de la verdadera libertad
en el interior de la obra de Dios, «la historia del mundo en compendio,
su teología en una palabra». Esto vale tanto para el hombre como para
la mujer. Sin embargo, no puede negarse que «la generación y obra de
faThcorokos, sin padre humano, anuncia el fin de! reino de lo mascu­
lino, el fin del patriarcado». En realidad con María aflora «el adviento
de la mujer», restituida a su vocación materna y virginal: engendrar a
Cristo en el Espíritu y pronunciar el f í a t de la criatura a Dios. Tal voca­
ción queda ligada a la santidad, pero no habilita a una acción prota­
gonista en el mundo2" 6.
Es importante desde el punto de vista metodológico el C ourt traite
de tliéologie m uríale (1953,1 de R. Laurentin, que abandona el método
deductivo en auge desde Suárcz para elaborar el discurso sobre la persona
de María y la doctrina mariana según el método ero no lógico-evolu­
tivo, por ramo, desde la ley del tiempo y el progreso267.

e) M ovim iento ecum énico

La primera confrontación de los teólogos reformados con la mario-


logia católica aparece bajo el signo de la contestación y el rechazo,
aunque en la actualidad se observa una respuesta cada vez más positiva
hacia la figura de María.
En genera! los protestantes ven en la mariolngía e l sím bolo d e la
teología n a iu ra j que somete la Palabra de Dios a la razón y conduce a
una apoteosis de la M adre de jesús; e l sím b o lo d e la tra d ic ió n en su

264. M. Schmaus, 'Dogmática caito he a, II; Dio Reden toce. La M adre del Signare,
Mai'k'tn, 'liiri no 1961,331 y 333 [ Teología dogmática, 5 vols., Ri.tip, Madrid 1959ss.].
265, G. von Le Lo re La dumm eterna, IPL, Mi i,¡no 194 5 (IJ cd. alemana 1934).
266, P, Kvdokimov, i.a donmi e tasalaczza del monda, jaca Book, Milano 1980 ( I a
ed. francesa 1958 \Ltt mujer y k salvación del mundo, Sígneme, Salamanca 1980]),
267. El libre de R. Laurendn Ira tenido diversas erad liciones y ediciones; la quinta
edición indiana (Paoüne, Roma 1963) lleva d título La Vergine Marta. Maríologiapon-
concillare.
J..A FJÍ.AJKA D E M A R ÍA A T K A V ÍS DE I.OS SI O).OS 215

au ton om ía, que agranda k María dogmática más allá del dictado bíblico;
y ol sím bolo d e la cooperación d e l h om b re con Dios, frente a ía procla­
mación reformada de que la salvación sólo viene de Dios a través del
único mediado
El no a la mariología salió con su máxima rotundidad de los labios
de K. Barth que considera a la mariología
una excrecencia.,. orgullosa de convertirse necesariamente en una
amenaza para la misma raíz que ¡a caracteriza, es decir, la obra y la
palabra de Dios en Jesucristo2^ .

C on todo, el mismo Barth planteó la recuperación de María en el


contexto de la teología de ía encarnación. No sólo reconoce a María
com o Madre de Dios, título «significativo», lícito y necesario com o
formulación complementaria de la cristología, sino que propone su
virginidad como «misterio y milagro», signo de la soberana libertad y
potencia de Dios que neutraliza la obra del hombre en ía encarnación
del Verbo270.
Mucho más positivo es el libro del obispo luterano H. Asmussen,
M aría, d ie M uttergottes (Stuttgart 1950) en el que profesa la fe en la
maternidad virginal de María y avanza la distinción entre mediación
ju nto a Cristo y en Cristo, la primera lesiva al honor de Cristo, mien­
tras que la segunda muestra la eficacia del único mediador.
En un ambiente católico se gestó el crabajo del teólogo reformado
M. Thurian en su libro M a r ía M a d re d e l S eñ or im agen d e la iglesia
(1 9 6 3 ), que traza un retrato espiritual de María muy atrayente gracias
a una atenta reflexión exegérica.
Desde el ámbito oficial se observan dos posturas características: la
primera en la Conferencia mundial de Edimburgo (1 9 3 7 ), donde se
reconoce que «el puesto que com pete a la M adre de D io s ... debe
ser grande en la estima de todos los cristianos»; la segunda en la
Conferencia mundial de Lund (1952), en la que fue relator M. Thurian.
R elevantes así m ism o son los cu atro estudios sobre m ariología

2 (ÍS. Cí. por ejemplo, G. M i o g g e , La Vergine María. Saggio di noria del dogma,
Claudiana, Torre Pellico l y 50; R. Mehl, Du auholkisme romain. Appraches el inler-
prétation, Delachaux & Nicstlc, Raris-Neucháteí 1957: T. Harjtimpaa —R Mcinhold
—W. Borowsky, María ancura un oslacoio imormontabile all'unioneí, Centro di studi
madolngiea-ecumcnici, Tormo Í970. Ver igualmente la exposición de b «problemá­
tica ecuménico-mariana» en lie Fiores, María netla teología contemporánea, 80-96.
269. K.. B a r t h , «Una lettera s u ll a iviariologia», en Demande a Rema, Claudiana,
Torillo 1967, 76-77.
270, K. Barth, K ird ú kh c Dogma tile ]./2, i 5 M 52.193-194.
2)6 MARIAMADKK l)K JF.SÚS

publicados con el beneplácito de la comisión teológica Fetith a n d arder,


aunque sin disponer de una declaración com ún271.

5. M o d elo h istóri c o s a b íjic o d e l co n cilio V aticano I I

Las corrientes aquí analizadas convergen en el concilio Vaticano II


(1 9 6 2 -1 9 6 5 ). En él observamos el paso de un planteamiento martua-
lística a una perspectiva eclesiológíca sustentada en corrientes innova­
doras.
Fue famoso en este sentido el debate entre los cardenales Koníg y
Santos, que dentro del concilio representaban las posturas favorables y
contrarias a la inserción del tratado mariano en la constitución dogmá­
tica sobre la iglesia. En la votación del 2 0 de octubre de 1 9 6 3 j prácti­
camente un empate (1 1 1 4 placer contra 1074 non placet), el concilio
se declara a favor de su inserción. Esta decisión constituye «un hecho
favorable para la teología mañana»2722734com o «punto de llegada crítico-
correctivo de una particular forma de hacer mariología que puede ser
denominada convencionalmente como “manera post-tridentina"»2715.
La elaboración de las diversas reacciones del c. VIII de la L um en
gen iiu m reflejan la evolución hacia un discurso mariano más bíblico,
eclesiológico y ecum énico. Adquiere así im portancia la dim ensión
históñeo-saivífica que además de subyaccr a todo el tratado la unifica
plenamente27'1.
El c. VIII abre con una referencia explícita al plan de la salvación
de Dios llevado a cabo gracias a la encarnación redentora «por obra del

271. l&jp'i of'X'orship. The report o f a Thcologictil Commisdon oj Faith a n d Orden,


Harper & Brothers, New York I 35 I (e. XVI: «Mariology»).
272, G. Banidria, La ts. Vcrgme ahervizio deldeconomia de lia salvezza, en La chiesa
del Vaticano II, Vallecdii, Flrenze 1965, 1198.
273. G. Gozzelino, Marta negd crien túmen ti déla teo logia anua le dal Con cilio Valí-
car¡o l¡ alía Marialis cultus e cd sito seguit-o, en La Madonna, dei utmpi dijjiáli. Simposio
mariano saín ¿ano dliv.ropa 1979, LAS, Roma 1980, 38.
274, «Di persona, la misión y lo; privilegios de María, como el culto que le es tribu­
tado, no son considerados en sí mismos o en función de la dignidad de la Madre de
Dio;, sino que la totalidad es desarrollada y precisada en d más amplio marco de la
historia de la salvación, hurta os la verdadera perspectiva teológica novedosa» (S. Meo,
Concilio Vaticano 11, en ND.M, .386-337). Por lo que respecta a la fase preparatoria del
concilio, oh S.M. Perrella, / «oota.» e i. «camiiia» mttriani dei. vetcovi imlianiper il concilio
ecuménico Vaticano II. Importunen dellet Mariología e questume della corredenzione
mariano, Vfarianum, Roma {en prensa).
[.A FIGURA DE MARfA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 217

Espíritu Santo de María Virgen» (LG 52). Prosigue describiendo explí­


cita mente la parte bíblica «en función de la bienaventurada Virgen en
la economía de la salvación» (LG 55-59)- En la tercera parte sobre «la
bienaventurada Virgen y la iglesia» (6 0 -6 6 ) se recuerda que María «por
su íntima participación en la historia de la salvación reúne y refleja por
así decirlo los máximos datos de la fe» (LG 6 5 )- En la última parte
(LG 6 8 -6 9 ) María es contemplada como la imagen escatológica de la
iglesia a la que se recurre en su intercesión para unificar todo el pueblo
de Dios «a gloria de la santísima e indivisible Trinidad» (LG 6 9 )275.
La doctrina patrística de María com o «ripo de la iglesia» constituye
una preciosa adquisición del concilio, por la cual «en el misterio de la
iglesia... se presenta de forma eminente y singular como virgen y madre»
(LG 63).
Adoptando el modelo hisrórico-salvífico, el concilio centra el discurso
sobre María sustrayéndolo del aislamiento y la abstracción: a partir de
ahora se tratará de la Madre de Jesús «en su contexto», es decir, en el misceño
de Cristo y la iglesia, unidos ambos en la historia de la salvación.

6. M o d elo an tropológico in cu ltu rado

El inmediato posr-concilio registra un incremento del malestar hacia


María, que R. Laurentin analizó en su libro L a question m ariale (1 9 6 3 ).
Mientras que el problema mariano pre-conciliar concernía al modo
más o menos com plejo con que el cristiano se refería a M aría y al
adecuado planteamiento de su discurso, la crisis mariana post-conci-
liar tiene su raíz en los cambios culturales, esto es, en la «divergencia
entre los rres contenidos específicos [del culto m añ an o], la actual
conciencia antropológica y la realidad psico-social, profundamente
transformada, en la que el hombre vive y trabaja» (M C 34).
Lo que faltó al c. VIII de la LG, al no poder beneficiarse de la GS,
ha constituido la preocupación de la maño logia post-concilíar.
[unto al cam in a d e renovación, donde María es incorporada a las
nuevas eclesio logias y cris (elogias y a! cam in o de. la recuperación, que
desarrolla temas como la dimensión pneumatológica y la piedad popular,

2/5. Para comprender el c. VIH de la LG, cf. G. Bésalo, Lo ¡chema mariano ai


concilio Vaticano II. Documentazionc c note di cronaca, Marianum-Desclée, Roma 1966;
S. De ñores, Alaria nel misten) di Crino e dolía chiesa. Commentó a l capilolo mariano
del concilio Vaticano //, lidió oni monfurlane, Roma.31983; P. Cipollone, María alia
luce delta Trinila. Studio ral capilolo VIIIdelia -.'lumen gentiumu, [s.e.], Roma ¡990.
218 MARÍA MADRE DE JESÚS

el post-concüio conoce también un cam in o de confrontación cultural en


la elaboración de la mariologia inculturada276.
En América Latina, ante el análisis de su propia situación socio-
cultural, busca recuperar al M agn íficat c o m o programa de liberación.
En el marco de la historia de su evangelización, ve en el rostro mestizo
de la Virgen aparecida en Guadalupe al indiano Juan Diego (1 5 3 1 ) el
signo que Dios ofrece al pueblo para hacerle partícipe de su cercanía y
formar comunidad con él. En María la iglesia latinoamericana ve el
signo materno del Dios cercano, un paradigma por sí misma y el proyecto
del hombre nuevo:
Se trata de una presencia femenina que crea el clima de familia,
la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. Es una
presencia y un sacramento de los rasgos maternos de Dios. Es por
tanto una realidad profundamente humana y santa que suscita en
los creyentes desanim ados invocaciones de afecto, dolor y
esperanza277.

Tam bién África deja espacio a M aría en su incipiente teología,


hallando en su cultura claras conexiones con la M adre de Jesús: el
matriarcado común a bastantes tribus, el papel de la mujer en el clan
como dadora de vida y símbolo de coraje y fidelidad, la fe en la presencia
de los antepasados... María es para Africa la «madre» {M a ñ a m au) con
roda la carga de amor filial y confiado en la «antepasada viviente» capaz
de ayudar y unir la comunidad278.
En occidente, además de estudios de historia local y de piedad
popular con criterios antropológicos, la nueva mariología se concentra
en la antropología profunda com o raíz de las diversas concrerizaciones
culturales. Bajo esta óptica se contempla a María como «la realización
perfecta del homo» según el proyecto originario de Dios al formar parte
de ci con «plena libertad y responsabilidad». En M aría se realiza el
modelo de la persona humana que se abre a la colaboración con Dios,

276. Para la documentación de este triple camino, cf, S De ¡'¡ores, María nellet
teología contemporánea, H íi-5! 1.
277. Conferencia episcopal latinoamericana, Documento de Puebla (1979), 291.
278- Cf, J. Amonssou, Le cuite de Maris dans la spiritualité afrícaine au Dahomey
en Afrique noire, Granó séminaire Saint Calí, Oudinfi 1974; J.M. Bulcenya Birihonwa,
The devotion to Mary in Uganda in tbe light ofth e doctrine ofehapter VIII o f Lumen
gentium, PUU, Roma 1979; P. Gamba, Mary in tbe Evangelizadon ofM alawi: History
and culture fo r a spiritualProject, PUG, Roma 1983; R. Laurcntin, Mary and African
Theology, en Mary in Faith and Life in tbe New Age o f rhe Cburch, University of Oyetón,
1983,3-44.
U FIGURA DE MARÍA A TRAVÉS DE LOS SIGLOS 219

pero también de la mujer que se conviene en «sacramento» a través del


cual Dios se comunica ai hombre279.Tras el rechazo de la figura de María
por parte del feminismo, se recorre el camino de la reconstrucción de
la manología en clave femenina. El hecho de que María sea mujer es
juzgado como «una categoría fundamental» capaz de «sistematizar rodos
los hechos que la fe atestigua en tom o a María»2!íu.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Al termino de nuestro examen sobre la reflexión mañana a lo largo


de la historia cristiana, destacamos algunas conclusiones de orden epis­
temológico y de contenidos.

]. Desde el punto de vista metodológico observamos que el discurso


sobre María varía notablemente según las épocas.
La mariología asume primero un modelo kcrigmático (evangelios),
narrativo (apócrifos), gnóstico-sapiencial (Padres), escolástico-deduc­
tivo (escolástica), hisrórico-saívffico (concilio Vaticano II) y antropo­
lógico {tendencias post-conciliares).
Varían también los tiempos y sus lugares: del contexto del anuncio
de Cristo (N T ), de la liturgia o teología sapiencial (padres) o de la ense­
ñanza teológica (medievo) se pasa al tratado separado (época moderna)
y la inserción en la historia de ía salvación y la cultura (época contem ­
poránea).
El discurso mariano nace en las diferentes circunstancias culturales
de la vida de la iglesia, lo que lo cualifica com o un elemento particu­
larmente vital del cristianismo, como un vastago vigoroso que arraiga
en cualquier terreno. Es por tanto una exigencia imprescindible de
aquel sensus fa¿ei<\uc no permite la marginación de la Madre de Jesús
en la teología y en ía praxis.27980

279. M.X. Bertola, Antropología, en NDM, 87-i 00.


280. L. Bofif, // vaho materno di Dio. Saggio interditáplinare su i fem trJnile e le sue
forme ntígiose, Queriniana, Brescó 1981, 17-2-1. Ei autor avanza ia hipótesis teológica
{theologmcmmon) de que lo femenino ha sido divinizado de manera directa a través de
la unión hipostática de María con et Espíritu .Santo (p. 95)- Esta hipótesis no ha sido
aceptada por ios teoiógos ya que está en contra del estatuto del único mediador; cf. D.
Fernández, E l Espíritu Santo y María en la obra de L. Boff, en EM 92 (1982) 405-419;
J. Galot, M arte et le visage ele Dieu , en Mar 44 (1982) 427-438; X. Pikaza, ¿Unión
hipostática de Marín con el Espirita Santo?, ibi. 439-474.
22C MARIA MADRE DE JESÚS

2. Desde su carácter de contenidos parece evidente la diversidad de


las imágenes de la madre de jesús a través de los tiempos: funcional o
protagonista, revelada o en el misterio, sierva o señora, terrena o celeste,
individual o cciesial.
Cada época ha realizado una labor de interpretación de la figura de
M aría sirviéndose de los instrum entos y esquemas representativos
de la propia cultura. De ahí ha surgido una María permanentemente
inculturada, y por tanto en muchos casos lastrada por la unilateralidad
y los datos caducos dependientes de determinadas épocas culturales.
Frente a esta variedad estaríamos tentados de considerar como ya
superadas las imágenes mañanas producidas a lo largo de los siglos.
Esta consideración no se armoniza con la continuidad de la fe, ya que
mostrándose según diferentes modelos culturales sirve para profundizar
en el dato revelado bajo el impulso del Espíritu y la garantía del magis­
terio de la iglesia.
Bajo esta perspectiva debemos afirmar que la imagen ele M aría
conoce un progreso y perfeccionamiento a lo largo de la historia, ya
que

crece la comprensión de los hechos y palabras transmitidas, ora con


la reflexión y el estudio de los creyentes, meditándolas en su corazón
(cf. Le 2 ,1 9 y 51), ora con la experiencia dada desde una mayor y
más profunda inteligencia de los misterios, ora por la predicación
de aquellos que con la sucesión apostólica han recibido un firme
carisrna de verdad (DV 8).

Desde luego las fórmulas dogmáticas que definen a M arta com o


Theotokos, Siempre virgen, Inmaculada y Asunta, son vinculantes e
irreformables', ya que «no tratan de definir la verdad de un modo inde­
terminado, mudable o aproximativo, y menos todavía la deforman o
transforman». Con todo resca «comprenderen el contexto de otra cultura
el sentido original del dogma»231.
Gran importancia reviste la imagen de María trazada por el concilio
Vaticano II (c. VIH de la LG) que com o referencia sólida constituye
una síntesis amplia y autorizada «de la doctrina católica respecto al
puesto que María santísima ocupa en el misterio de Cristo y la Iglesia»232.21

2S 1. Comisión teológica internacional, i.a interpretación de las dogmas { 1 989): EV


11/2717ss.
282. Pablo Vi, Discurso de clausura, del3er. periodo del concilio Vaticano II, V* sesión,
2.1 í.1% 4: EV 1/301*.
I.A HGURA DEMARÍA ATRAVÉS DE LOS SIGLOS 22 i

3. El curso de estereotipos rnarioíógicos nos aporta una lección


preciosa para no repetir errores y para estructurar de modo adecuado
un modelo mar iológico para nuestro tiempo. Por lo tanro señalamos
como esenciales las siguientes condiciones:

a) No perder contacto con la palabra de Dios cayendo en una mario-


logía paraescríturística. Es necesario reconocer el primado axio-
lógico de la lógica divina (que también com pete a la lógica
humana) y descubrir, profundizar y sistematizar los datos marianos
en su significado hisrórico-salvífico, evitando de este modo caer
en el positivismo marioíógico;
b) Cuidar la comunión con el pueblo de Dios, con su sen su sfid ei
y su vida espiritual y litúrgica desde sus particulares referencias
marianas, sin perseguir hipótesis peregrinas o perderse en disqui­
siciones académicas y por lo demás sutiles que carecen de todo
significado vital;
c) Vivir en estrechísima comunión con los hombres y mujeres del
propio tiempo, con sus problemas y esperanzas, con su lenguaje
y acercamientos metodológicos desde donde elaborar una mano-
logia inculta rada.
Reflexión sistemática
sobre la Madre de Jesús

La exigencia de poner orden a los diversos datos referentes a la Madre


de Jesús es relativamente reciente. Mientras los Padres consideraron a
la Theotokos como fundamento de la. completa economía salvífica, en
la época moderna la maternidad divina representa el «principio funda­
mental» del que derivan el resto de las prerrogativas mañanas1.
Pertenece a Suárez (f 1617} fundamentar el doble aserró del origen
del tratado orgánico sobre María. Por un lado, el teólogo español afirma
que dieba fuente está constituida por el Nuevo Testamento, que aun
hablando poco de María, «contiene virtual mente todo lo que cabe decir
de la Virgen». Por otro, muestra que la dignidad de Madre de Dios es
«el fundamento a partir del cual debe extraerse la razón de todo lo que
diremos sobre la Virgen»2.
De igual modo Nigido (f 1640) asevera que «sí realmente tenemos
pocos datos en el evangelio [sobre M aría]... aquellas pequeñas cosas lo
condenen todo. ¿Qué no contiene la propia realidad de la Madre de
Dios?»34.
En el siglo X X la mariología manualística, pretendiendo construir
un tratado científico de tipo deductivo, pone sobre el tapete la inex­
cusable cuestión del principio fundamental, de tal manera que puede
decirse que «la preocupación dominante de los mariólogos contem po­
ráneos se concentra sobre el principio primario de una teología mañana
orgánica»!

1. En este sentido se pronuncia Lorenzo da Brindisi (t 1619): «Al igual que en


cualquier ciencia en la que se establece un principio o axioma del cual se derivan y
comprueban prácticamente todas las conclusiones de su ciencia [...], en ci presente
evangelio se establece también este primer principio de Ja distinción y dignidad de
María, para qtie ella sea verdadera mente Theotokos» (Moríale, Padova 1928, 479).
2. E Suárez, Mysteria vitar Cbrtsti, Véncela 1605, disp. I, p. 2 [Misterios de la
vida de Cristo, ed. Romualdo Caídos, 2 vols,, BAC, Madrid 1948-J 950],
3- P Nigido, Sumimte sacrae manologiue p a n prim a, i’alcmio 1602, 9.
4, C, Dillenschneider, ¡¿principioprimo detía teología mañana. Ares, Roma 1957, ! 2.
224 MARÍA MADRE DE JESÚS

Roschini explica este primer principio de varios modos:


a. prin cipio o proposición, de ia que «pueden deducirse las conclu­
siones teológicas sobre la bienaventurada Virgen» y que «preside
toda la estructura del tratado mariológico confiriéndole solidez,
orden y unidad»;
b. fu n d a m en to , sobre el cual «se levantan todas las parres de la
mariología»;
c. germ en o «célula germinativa de la que brotan la raíz, el tronco
y las ramas con sus flores y frutos»;
d. «¡a id ea cen ital de toda la mariología que hace posible su cons­
trucción orgánica»5,

La postura de los mariólogos respecto a este primer principio es osci­


lante, situación que puede describirse en el diagrama desarrollo-crisis-
renacim iento.

I . LÍN EA DF. D liSARROLLO D F,L PRIM líR Í’RI NCIPIO DF, LA .MARIOLOGÍA

Los estudiosos de la mariología al afrontar c! problema del prin­


cipio fundamental se orientan en una triple dirección:

1. O rien tación cristológica

La mayor pane de los m ariólogos-com o ya hemos visto-encuentra


el primer principio de la mariología en la m a tern id a d d iv in a, c o m o la
divinidad de Cristo [Suárez] o la unión h iposta rica [Pohle-Gierens,
Bartolomei] jo era para la cristología. La razón que se aduce es que la
maternidad divina es ia realidad específica de María, ei privilegio único
que la une íntimamente al Hijo y ia distingue del resto de la humanidad.
La tendencia contemporánea cree que la divina maternidad en su
entraña abstracta y metafísica no es capaz de contener todos los desarro­
llos de la mariología, sobre todo la participación de María en la obra
de Ja redención. Ser madre no implica compartir la misión del Hijo,
sino sólo la transmisión de la vida.
Por eso diversos autores han venido corrigiendo y complementando
esta tesis para hacerla capaz de contener todas las verdades acerca de Ma ría.

5. G.M. Roschini, Mariología, I, B e l arden i, R o m a 1 9 4 7 , 3 2 3 - 3 2 4 .


REFLEXIÓN SISYLV ÁTICA SOBRE LA MADRE D E JESÚS 225

A lg u n o s h a b la ro n de « m a ie rn t d ad concreta <¿ histórica», s e g ú n es

p r e s e n t a d a e n la E s c r i t u r a y e n la t r a d i c i ó n ( B o v e r , B e r n a r d ) .

Otros entienden el primer principio como «maternidad ¡oteriolé-


oica o corrcdsntoubc1 es decir la Madre de Dios-redentor en cuanto tal
(Merkelbach, Beir¿).
Sdieeben propuso la fórmula de «maternidad esponsa!» (d ie b r á u -
xíichc M u tím c h a fi), otie implica un vínculo de amor entre el Verbo y
.María en el instante de la encam ación (postura seguida por Druwc
y Derckxh
Por último, un grupo de autores optan por la «maternidad total o
universal>>que incluye la maternidad divina y la maternidad espiritual
(Uam era, García-Gatees, Cuervo, Bernard, Roschini).
C on el fin de simar plenamente a María en el plan divino de la
redención, algunos marióiogos han renovado la antigua doctrina de
la nueva E va que determina la vocación de la Virgen junto al nuevo
Adán. La maternidad divina más que un principio es un medio y una
consecuencia para realizarla misión reparadora (Derteffe, Alameda)6.
Entre los que subrayan la unión de María con Cristo en la reden­
ción dei mundo se distingue]. Lebon, para el que «la Virgen aparece
j unida a Cristo por voluntad de Dios, en un principio toral de
salvación y vida»".
Más recientemente W. Beinert presenta com o nuevo principio a
«María perfecta discípula de Cristo»*4. A pesar de las ventajas teológicas
que supone esta tesis (por cierto, también estudiada por otros autores)9,
difícilmente puede extraerse de dicho principio el resro de fas verdades
m añanas'0.

G. Para la exposición y las fuentes Je Citas teorías, cf. Roschini. M arioiogia, I,


321-332.
7. J. í.ebon, Comment j e confoii,j'éutblis y j e defendí ¡a doctrine de la mediación
muríale, en «Ephemerides thcolngicac lovanicuses», 16 (1939) 662.
3. AvV. Beinert, D ie mariolngiscfien De-zmett und ihre kntf/tltung, en iiandbueh der
Murirnkunde, Pi.isret, Rcgensburg 1983, 262-261.
99 L, PíiLOmio, D idíascoho ¡it diteepolatv, en Come ley ere nellti Bibbta it. minero
d i Marta, Centro di cultura mañana, Roma 1989, 123-137; C. Milhello, Manologm,
Píenme, Casa le Monferra.ro 1 9 9 1, 93-100,
1 0. En este sentido la observación de D. Pertiández es justa en su artículo Intui­
ción y m odernidad de la mariologín actual, en KM 35 (1985) 8 -1 : «A nuestro juicio
[Beinert concede excesiva importancia a la anticuada cuestión del primer principio
de Ja manología [...). K1 intento ce colocar un nuevo principio —María, perfecta discí­
pulo de Crisro- y deducir de ¿I los dogmas marianoS nos parece un error*.
226 M A R ÍA M A D R E D E JESÚS

2. O rien tación ed esiológica

Diversos teólogos abandonaron la perspectiva cristológica y optaron


por la inserción de María en el ámbito de la iglesia. Partiendo de la
preocupación por presentar a María sin comprometer la única media­
ción de Cristo, H .M . Koster enuncia el principio fundamental:
María es, a título de miembro, la representante y e! vértice de
la humanidad por salvar y de la humanidad salvada, la Iglesia, en
su alianza salvífica con Dios ante e! único Mediador, ei Hijo de
Dios hecho hombre11.

K.. Rahncr retuerza esta posición contemplando en el f í a t d e María


el acto por el que ella «coopera con la encarnación y es rescatada por
esta encarnación hecha posible con su sí». Realizando la Virgen «el
acogimiento más concreto, radical y com pleto de la salvación de la
humanidad», éste se convierte de hecho en «el ejemplo más perfecto
de la redención, el prototipo de la iglesia rescatada»1213.
De forma mucho más sistemática, O . Semmelroth presenta a María
«tipo de la iglesia» com o misterio fundamental para una construcción
orgánica de la mariología, Por tanto, si el orden intencional (esto es, la
finalidad) tiene en el plano divino mayor resonancia que el orden de
sucesión, debemos recon ocer que «para ser necesariam ente el tipo
de la iglesia, María fue puesta en la existencia como madre csponsal de
Dios»'*.
Se suele objetar a ia interpretación edesiológica su excesiva estima
de la función tipológica (p lan o -r'idílico) sobre la dignidad y misión
única de María (p ia n o existencia!

3. O rien tación an trop ológ ica

Knmarcado en el horizonte de la historia humana, L. Boff opta por


la «condición femenina» como núcleo desde el cual organizar todos los
dai os marianos.

11. H.M. Roster, Magddes M am, Lahn-Vcdag, I.imburg -1954, 115.


12. K. Rahner. l e principe fondamenlal de la tbéologie manóle, en «Reclierches de
Science rciigieusc», 42 (1954) 4 S 1-522.
13. O. Semmelroth, Marie, arcbécy p e di l ’Eglise, Fieums. París 1965, 50 (id. orig.
alemana Urbild derKtrcbe. Organheher Aufbau des Mariengebeimnitses, Echter Vcrlug,
Wíii/.burg 1950).
Rltn.tXit'lN SLSTLMATICASOBRL LA MAURI- DK JÜSÜS 227

El hecho de que María sea una mujer no es un dato irreíevanrc en


el plan de Dios, ya que representa el m otivo fundam ental de su
elección como Madre de Cristo. En María mujer hallamos «una nueva
manera con la que Dios se a uto c o n única y «se au correal iza», «iden­
tificando en la historia la anticipación de lo escatoiógico en su plena
realización»1^.
El planteamiento d.e L. Boíl, en todo caso siigerente y capaz de
responder a las exigencias del movimiento feminista, revela (al tiempo
que se excede en ia hipótesis de la unión hiposlática de María con el
Espíritu Santo) un aspecto verdadero: María es elegida por el plan divino
en cuanto mujer. Pero no basta ser mujer para determinar la elección
de María por parre de Dios, ni explicar toda su existencia. Por eso, junto
a ello debemos estudiar otros principios {como la elección de los pobres)
de ios que forma parte e[ hecho de ser mujer.
En perspectiva antropológica humanocéntrica y pluridimensional
se sitúan dos mujeres latinoamericanas, Ivonne Cebara y M . Clara
BíngemerI‘\ cuyo estudio dejaremos de lado al no reflexionar sobre d
problema del primer principio.
En el plano antropológico es aprovechable la interpretación d e X .
Pikaza, cuando afirma como principio fundamental de la martología
que María es la «primera persona de la historia»:

Con todas las precauciones que entraña un tema como éste, me


arriesga a presentar como prin cipio fu n dam en tal que la Virgen es
modelo y principio de realización en cuanto persona. Ciertamente
ella es una mujer creyente, Madre de Dios, colaborada con Cristo
V tipo de la iglesia. Pero sobre rodo es radicalmente criatura y como
tal es persona bu mana. Poreilo me gusta definiría como ¿7 prim era
persona de la h u m an id ad 1(f

¡ 4. L. 13vi i, ¡i volt o materno d i Dio. Sdgj’úi hiterdisciplimtre ntiftntrnniilc c le site


form e retiñióse. Quería ¡ana, Hrescia i 981, 17-26.
i 5- I- Cíebai .i •••iVÍ .C. 13mgema, María m adre d i Dio r madre del ponen. Un sapero
a partiré dalia danna e d a ll’A meríca Latina ., Citrndda, Assisi 1989. Ellas afirman: «Más
alia dd estatuto especial que le ha sitio reservado en la historia de la fe cristiana, María
entra en ía dinámica dd deseo humano con todos los elementos propios de la figura
de la mujer» (p. 54). María es contemplada desde una «relación de fe con los creyentes
que viven en ia historia y los “vivientes en Dios”» (p. 31), situada «en perspectiva dd
reino de Dios» como «miembro activo de! movimiento de tos pobres» (p. 51).
16. X. Pikaza, Di madre ríe jesús, h/trorhu'ciún a. Lt muritilogid, Sígueme, Salamanca
1989,321.
228 m a r í a m a d r e l ie j e s ú s

María realiza Jos dos aspectos esenciales de la persona: ser sujeto que
posee so razón de ser y está dotado de libertad {n iveldiacrón ico) y estar
en relación, con los otros {n ivelsin crón ico).
De hecho, mientras «Dios nos crea para, hacernos personas y nosotros
decidimos convertirnos en seres de violencia y muerte» (pecado original),
María consigue realizarse plenamente como persona:
Por gracia de Dios ha roto con la ley de la sucesión (herencia)
del pecado en la historia, naciendo en el ámbito de la gracia (sin
pecado origina! origíname). Por gracia de Jesús se mantiene siempre
en grada, respondiendo amorosamente al amor que Dios le dio
(superando así el pecado original configurante). Por gracia de Jesús
V con un comportamiento de plena auto entrega, ella murió en las
manos de la gracia, siendo asunta a la gloria de Dios (superando así
el pecado original en su aspecto de clausura [- muerte])1-'.

Además María es persona en cuanto relación con las personas de la


Trinidad:
Siendo como es criatura de este mundo, participa de la mani­
festación más profunda y decisiva de Dios en h historia. En cuanto
elemenro-clave déla manifestación «económica» (o histórica) de
Dios, realiza plenamente su persona111.

M aría es también relación con los hombres, porque los aspectos


Trinitarios se expanden históricam en te de forma eclesiai y a n tro ­
pológica:
De este modo Marín se presenta como hermana entre hermanos,
compañera entre compañeros de re en la Iglesia. Usada la expresión
de forma apropiada, debemos decir que María es ía «creyente de
base»... 'Ó

La interpretación de X . Pikav.a tiene el mérito de atribuir a María


el concepto típicamente cristiano de persona y englobar en él los dogmas
marianos. La debilidad de su tesis radica en e! hecho de que tal concepto
no es bíblico y corre ei riesgo de superponerse a los dalos de la revelación.178*

17. X. Pikaza, Marta. ía prim a persona deila ¡torta, en Come si manifist.it in M aría
ía dignilit delta donnn. Cientro cultura mañana «Madre della di ¡esa», Roma 1990, 19-
2 0 . «Con su nacimiento María lia entrado en cí mundo como pe ruma independiente.
Es señora de su vida y puede confrontarse con el mismo Dios: dialogar con él y respon­
derle» (p. 28).
18. Pikaza, M arta la prim a persona..., 45.
19- Pilcara, M aría ia prim a persona. .., -17.
SEFLEXIÓ N SISTEMATICA SOBRE LA MADRE D E JESÚS 229

II. C r ít ic a d f .l m é t o d o d e d u c t iv o y d f .l p r im e r p r in c ip io

Frente al abanico de soluciones y la ausencia de consenso entre los


marlólogos acerca deí primer principio (dado que debiera ser claro y
evidente para todos], se constata una crítica al método deductivo que
entraña dicho presupuesto.
La rnariología, según algunos autores, no puede estructurarse como
ciencia autónoma, ya que ello supondría olvidar que es [jarte integrante
de la teología; realmente «no puede haber más principios que el de la
misma teología»'’1'.
Para evitar ei riesgo de aislamiento y perder el contacto con el corpus
íntegro de la teología, la rnariología debe escalonar los datos marianos
según ¡os diversos tratados dogmáticos: la inmaculada concepción en
el tratado sobre ei pecado original, la maternidad divina en el de la
encarnación, la asunción en la escarología, y así sucesivamente2021.
A esta misma conclusión, aunque destacando sus valores positivos,
llega R. Laurenrin cuando razona sobre ia «grandeza y miseria del método
deductivo». El sistema lógico que dicho método proporciona responde
a la exigencia de unidad y simplicidad, pero es inviable respecto a María
poique se trata de un proceso de deducciones necesarias legítima solo
para Dios, el Ser necesario22.
En la Virgen «una deducción sin cesura implicaría un desconoci­
miento de la gratuidad del designio divino y de la libertad con que
María ha respondido a sus dones»23.
Según Laurentin dos son las dificultades que neutralizan la lógica
humana y consiguientemenre ia búsqueda del principio funda mental:
— la unprevisibilidad del plan divino revelado a nosotros «a través
de enunciados fragmentarios, enigmáticos y para nada evidentes»;
•- la imposibilidad de encuadrar científicamente la existencia de la
persona de la Virgen, dado que «el misterio de María no tiene la lógica
de un teorema, sino la de un destino libre que se ha confiado a las inicia­
tivas raí vez desconcertantes del Espíritu»24.

2 0 . J. Bonnstoy, Laprbnu uté absulue ei um venellede N.S. Jésrn C.'bñsr etd e ia trés-
smhu Vieyge, en ÉtM.ir4 (1938) 88-89,
21. Bonnirhon, Htippgrt. sur Lt pratique de Vtnstignttnent de la théolorje múñale,
en F.tMar 2 (1936) 60-62.
2 2 . R. Laurentin, L a Vergine M añ a. Mitritilngiet poit-am eiliare, Faoline, Roma
51983, 161-170.
23. R. Laurenrin, Conclusión, en M añ a, km des sur ht sainle Vierge, «I. de I i. du
ívlanior, 8 vnls., Heauchesnc, I'aris 1949-1972, III, 737.
24. Laurentin, L t Vergine M aría, 10-1 1 -
230 M A R ÍA M A O R K D li ,-IÍSÚS

En este punto cualquier mariólogo entrarla en un callejón sin salida;


cerrada la vía de la lógica h u m an a, fallida la empresa, de buscar el prin­
cipio fundamental y bloqueada por inaccesible la vía de la lógica divina,
a pesar de su revelación, ¿qué hacer entonces?
Un supuesto retorno ai problema del primer principio es una tarea
destinada al fracaso, com o ya sucedió en el pasado:
Puesto que en mariología e! método no pueda ser puramente
deductivo, es necesario renunciar a un principio primario a partir
del cual se deducirían lógicamente todos los aspectos de la perso­
nalidad de María25*.

Frente a la crisis de la razón en su búsqueda de un ordenamiento


cien tífico de los datos m arian o s2£\ existen otras posibilidades.
Por ejemplo, modificar y convertir el concepto de principio p rim ero o
fu n d a m en ta l en principio sintético o conclusivo, o bien insertar a María
dentro de la historia de la salvación viendo en ella la lógica d iv in a de
su trascendente coherencia.

III. El. PRINCIPIO SINTÉTICO DE LA MARJOLOGÍA

Tal principio hn sido establecido por B. Forte en su libro, la m u jer


icono d e l m isterio27, obra que representa una revisión del tratado de la
mariología.
En el se determina fundamentalmente el estatuto epistemológico
de la mariología optando por un «tratado específico» y por una rela­
tiva «autonomía del discurso de fe sobre la Madre del Señor». Con ello
no se pretende volver de nuevo al tratado separado (aunque desde el

2 5 . j. Galot, M uña ktintina nc!topeta, d i salvczea, PUG, Roma 1984, 12 . El auror


se interroga acerca de la utilidad de un «principio primario en un sentido menos estricto,
como una idea principa] en torno a ia cual gravitarían d resto de los atributos, sin enca­
dena miemos rigurostís y ain simples vínculos de conmuencin o ele almo nía o Responde
a ello excluyendo !a posibilidad de un sólo principio, ya que no respetaría la comple­
jidad riel designio salvilla). ,V1ás aceptable sería «una fórmula que busque reflejar los
diversos ciernen los necesarios en una síntesis, como coridusión a una reflexión sobro
d conjunto de la doctrina manaría» (pp. 12-131-
?.(>. Rara S .C Napiórkowsky la búsqueda del primer principio se asemeja a los
-trabajos de Sístfo- v conduce a la incoherencia y,a que «la litera tura marioiógica no
puede ser de ningún modo un tratado lógicamente construido sobre cualquierprimum
prináptum» {Le marwloepicpeuí-ii etre occum fnhui, en t.M 22 (1972) 73-74).
27. Paoline, Ciniseilo B. 1939.271.
RKH.EX1ÓN SISTEMÁTICA .SOBRE 1.A MADRE DE JESÚS 231

punto de vista forma] o exterior sea así), ya que lo propio de la mario­


logía es su carácter relacional. Esta «depende plenamente del centro y
la totalidad del misterio de la salvación y halla su consistencia propia
y original en su plena relacionalidad»28.
De esre modo se procede posteriormente a la solución del primer
principio de la mariología. concibiéndolo no tanto com o el funda­
mento de todas las prerrogativas mañanas, sino como un «principio de
síntesis».
borre se distancia del mérodo deductivo, que lo juzga poco respe­
tuoso con la gratuidad del don de Dios y la libertad del consentimiento
de María, y se pronuncia a favor de una perspectiva histórico-salvífica,
es decir de una teología b íblico-narrativa y sim bólica del evento.
En esta perspectiva el «principio de totalidad», propio de toda la teología
(es decir la acción divina de revelación: «Deus dixit») se contenerá de
m odo especial en María «que entra en el todo del misterio además
de reflejarlo en sí».
La fórmula, que evoca sintéticamente el fundamento bíblico y su
carácter trinitario, antropológico y eclesiológico de la revelación, se
convierte ahora en «María, la mujer icono del misterio».
M u jer que evidencia la concreción y corporeidad histórica de la
figura de María en ia oscuridad del itinerario de fe que ella recorre, en
los condicionamientos de su ambiente y en los diferentes estados de su
condición femenina: virgen, madre, esposa.
Icon o que implica en María la «revelación de lo e sco n d id o ..., !a
presencia del Eterno en la historia..., el puente entre lo visible y lo invi­
sible».
M isterio que es la «gloria oculta bajo ios signos de la historia», c¡
designio eterno de salvación revelado en Jesucristo y reflejado en María
«roda relativa a la plenitud del Misterio». Desde su triple condición de
virgen, madre y esposa, María refleja ¡as tres personas divinas:

En cuanto Virgen, María está ante el Padre como receptividad


pura ofreciéndose como Icono de Aquel que en la eternidad es pura
recepción, puro dejarse amar, ei Engendrado, el Amado, el Hijo, la
Palabra salida, del Silencio. En cuanto M adre del Verbo encamado,
María se relaciona con El en la gratuidad del don, como manan­
tial de amor que da la vida, y es por ejio icono materno de Aquel
que desde siempre y por siempre se ha entregado a amar y es semi­
llero puro, pura entrega, el Engendrados la Fuente primera, el

28. Forre, M aría, ia donna irona d ei mhtero, 30-37.


232 MARÍA MADRE D E JESÚS

eterno Amante, e l P adre. En cuanto arca de la alianza nupcial


entre el cielo y la tierra, es Esposa en la que el Eterno une a sí la
historia y la colma de la sorprendente novedad de su don. María se
abre a la comunión entre el Padre y el Hijo y entre ellos y el mundo,
y se ofrece por tanto como icono del Espírittt Sanio, que es nupcia­
lidad eterna, vinculo de caridad infinita y apertura permanente del
misterio de Dios en la historia de los hombres2".

En razón de estas referencias m ariológicas a la totalid ad del


m isterio, el tratado de manoiogía constituye la coronación del curso
teológico completo, com o si se tratase de su «último capítulo»: no a
m odo de apéndice, sino co m o «síntesis» que con d en sa en sí los
m áxim os datos de la revelación y constituye un nuevo m odo de
considerarlos30.
La solución de Forte es sugerente y válida, ya que da razón de la
persona histórica de M aría y del desarrollo dogm ático-eclesial de
la verdad sobre ella, sin excluir una perspectiva hisrórico-salvífica
que acentúe los esquemas referidos a la lógica divina, antes incluso de
formular los títulos ma ría nos.

IV. E s q u e m a históricosai vínico de comprensión

El paso de la lógica humana a la divina para comprender el misterio


de María constituye un imperativo de la historia y la teología.

a ) A rgum ento histórico

Analizando los cuatro siglos desde el nacimiento de la mariología


com o tratado separado y orgánico hasta la actualidad (1 5 8 4 -1 9 9 2 ),
constatamos que «el periodo suafeciano-mgidíano está definitivamente
cen ad o abriéndose una nueva época de la mariología planteada de
manera diversa y con un diferente estatuto epistemológico».
Ha llegado el m om ento «de abandonar una racionalidad dem a­
siado humana o la prioridad de la razón y entregarse a la lógica supe­
rior de Dios, revelada en sus leyes histórico-salvíficas a través de la
Biblia»3-.

2'). Forte, Muría, la áonna k on a del misiero, 36.


30. Forte. María, hi áon na icona del marero, 36.
31. S. I Je Flores, Ptilingenesi delía mariología , en Mar 52 (1090) 201 y 204.
RK FLEXION SISTEMÁTICA SOIÍR.F, LA MADRE, DE. JUMES 233

b) A rgum ento teológico

La misma conclusión vale para el positivism o m ariológico, ya que


sólo se contenta con levantar acta de los eventos y verdades concer­
nientes a María sin preocuparse por buscar su significado teológico
global:i2,
Es claro que la teología mariana no puede cerrarse al aspecro feno­
m énico, sino que debe llevar a cabo un esfuerzo especulativo para
ordenar, unificar y comprender profundamente. El mero plan team ienro
positivista condenaría a muerte a la mariología com o disciplina siste­
mática.

c) Argumento bíblico

Según la Biblia el misterio ( mysterion: 28 veces en el N T ) es com u­


nicación de los caminos de Dios, de su plan de salvación que tiene en
Cristo su centro. Oculto en el Dios desde la eternidad, en el tiempo
es objeto de revelación. Es misterio actual, no encerrado en el pasado
del que sólo puede darse un mero conocimiento, sino de un dina­
mismo en el cual quedan involucrados todos los que forma» parte
de él-’-.

El misterio nace del amor inefable de Dios y su sabiduría infinita.


Esto significa que es plenamente unitario y orgánico con tina superior
coherencia que Dios respera en razón de su sabiduría y fidelidad.
Junto a la existencia de María, que se insería en la economía sajví-
ftca, debe manifestarse el filo lógico de la sabiduría divina.

d ) Argum ento antropológico

El desrino de María no puede reducirse a un simple conglomerado


de acciones y hechos sin ilación ni sentido, Debe existir un nexo íntimo
que dé razón de la elección de ia Virgen María por parte de Dios y de32

32. Observa L. Boff: «El corazón humano no puede confiar más en d sinsentido
de !o arbitrario... I.a teología [...) debe conferirse a sí misma la tarca de desentrañar
la estructura del sentido escondido en los hechos y hacer que brote el sistema invisible
gracias al cual los acontecimientos históricos toman cuerpo. ¡ ... |Es necesario superar
eí positivismo histórico ya que sólo se limita a constatar hechos sin aportar ninguna
luz» {11 volto materno, i 6 y 18). Respecto a la exigencia de siscematiddad, c£ Z. Alweghy,
Sistema in teología?, en «Gregoriano m» 67 (1986) 213-234,
3.3- G, Finkenradi, Mistero, en DCBNT, 1026.
234 MAItíA M A D R l: [>F. JESÚS

su fiel adhesión al designio salvífico. También en María se manifiesta


la sabiduría divina.
Este planteamiento histórico-salvífico desplaza toda la mariología
desde el plano de las ideas o principios al de los eventos/pal abras, de
los privilegios a los hechos de la historia de la salvación para discernir
en dios su lógica divina.
En este punto debemos precisar que la lógica de Dios no se expresa
como un sistema de ideas o principios doctrinales que prescinden del
tiempo y la historia. El evento sigue siendo fundamental, si bien la
palabra debe mostrarnos su significado teológico.
No se ti ara en absoluto de extraer de la revelación principios germi­
nales o mn icompren sivos, que tendrían com o efecto encerrar en un
rígido marco los multiformes aspectos de la figura de Marta. Por el
contrario urge descubrir los «modos de actuación» de Dios que alectan
a la Madre de Jesús, las «leyes histórico-salvíflcas» o «constantes» que
observadas p or D ios en plena libertad «nos hacen sin em bargo
comprender que su actuación no es caótica o casual, sino inteligente.. ,»H
Constituyen por lo demás los horizontes de comprensión (principios
hermeriéucícos) o esquemas histórico-salvíficos en los que se organiza
y se comprende la existencia terrena y postuma de María.

Vi M a r ía m ic r o í il s t o r ía d e la sa l v a c ió n
O LOS CAMINOS DE D iO S EN MARÍA

En la exposición de la actuación de Dios en la historia de la salva­


ción (c. II) María se nos presenta com o el punto de encuentro de los
cam inos divinos, ia en cru cijad a de los th ea lo g o u m en a h istórico -
salvíficos, el «fragmento significativo y trasparente de la trama histó-
rico-saivífica tejida por Dios en el AT». María se muestra com o el lugar
del cumplimiento de las promesas de Dios, la elegida por pura gracia,
e! parrncr hum ano del encuentro con Dios y la m ujer del evento
diaiógico.

M. C. Vagaggini, Star¡a deita sali/ezza. cu NDT, 1569. Los morios de actuación


de Dios no son «condicionantes u obligaciones», sino «bienes vitales» o propiedades
personales que lo comprometen en su comportamiento liistóricn. Cf. A. Deissler,
I modi di a*p're ¿leí Diu dt'll'aUeanztí, en MS íII, 139.
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA SOBRE LA MADRE DE JESÚS 235

La reflexión sistemática continúa ahora aplicando a la Madre de


Jesús ai menos ocho de las once constantes o «leyes» de la actuación
de Dios en la historia según C . Vagaggini33.
Según estas perspectivas María aparece como el punto de conver­
gencia y el signo revelador del modo cómo Dios interviene en la historia
haciéndola salvífica. En otras palabras, en el evento María, es decir, en
los hechos de su vida narrados e interpretados por la palabra bíblica,
descubrimos la revelación del rostro auténtico de Dios. No existe más
vía para descubrirlo que la de la historia.

1. M a r ía revelación d e l a m o r gratu ito de D ios

La suprema «ley» om ni comprensiva de la historia de la salva-


ción es la afirmación D e va cbaritas es‘D (’.

Todo el Antiguo y el Nuevo Testamento se despliegan a través del


ag ap t de Dios, de su amor y su «gracia», es decir, gracias a la benevo­
lente disposición con la que se dirige amorosamente a los hombres37*.
En la anunciación [ a g r a c i a del « D i o s m i s e r i c o r d i o s o y piadoso, lento
a la ira y rico en gracia y fidelidad» (Ex 34,6) se derrama sobre la madre
saludada por el ángel como «objeto deí favor divino» (Le 1,2 8 )3S*.
María experimenta, y por ranro muestra, la benévola fila n tro p ía de
Dios que cuida de débiles y oprimidos («ha mirado la humildad de su
esclava»), la m isericordia de Dios com o amor materno afectuoso, y casi
vulnerable ( jr 1 6 ,5 ; Z a 7 ,9 ; Sal 2 5 ,6 ; 4 0 ,1 2 ) , («de generación en
generación su misericordia») y la fid e lid a d de Dios entendida como su

35 Vagaggini, Storia dclki salvezza, 1569-1571 - Limbíér, C. Rocdiclia en su obra


Sacramentaría fondamentale. D a l «mysteriom■ al ¡sacramenrum*, Dchoniane, Hologna
¡ 995 afirma que «a rudos tos niveles de la economía salvírica hallamos las eunsiantes,
las connotaciones típicas t n la acción de Dios en el inundo» (p. 226). Sigue enume­
rando más adelanie las acciones salvíficas: "A Lodos los niveles de mi .rcruación, Dios
crea, llama, libera, establece alianza, mora, santifica, inunda yjuzga* {p. 237)
36. Vágagginr, Sseria delln satuezza, 1569.
37. Gracia en el AT significa «mirar alrededor y también ‘'observar’' desde lo alio
(siempre de un modo favorable). Id contenido henncnéulieo deí término [chañad
posee el sentido de tomar en cuenta a alguien, mostrarse dispuesto hacia uno, y en
definitiva mostrar la propia benevolencia hacia cua: quita persona» (li. Schiilcbeeckx,
Ii Cristo, L¡ noria di una nuava pretssi, Quennian», lítese ia 1 9í!0, 8 8 ).
38. justamente observa un teólogo: «Id verdadero primer principio de la mario-
logía es el amor de Dios por María» (M.-J. Nicolás, Théotokos. Le Mvstere de Marte,
Desdén, Tournai 1965, 107 ['1 heotokos. ¡i! Misterio de ¡Muría, Hurder, Barcelona 1967]).
236 MARÍA MAL1AH DKjHSÚS

estabilidad o veracidad de la que uno puede fiarse («socorrió a Israel...


según había prometido»).
Toda la existencia terrena y celeste de la Madre de Jesús encuentra
su explicación en el amor que Dios tiene por ella, en la mirada miseri­
cordiosa que a ella dirige, com o h misma María reconoce (Le 1,48).
Todos los eventos salvíficos de la vida de María se justifican por el hecho
de que D ios la ha am ado co n p red ilecció n realizan d o en ella
maravillas,
Por Unto es posible una Ject'.m de: la existencia de María según la
temática de la gracia; elección, alian za, protección, cam in ar juntos, con o­
cimiento recíproco. . T ó
«Todo es gracia» -afirm aba F iló n -en un mundo considerado como
don de Dios. La afirmación vale igualmente para el hombre, sobre todo
ante Jo mísero e insignificante. «Todo es gracia» en María, mujer pobre
de Nazaret y sin prestigio social, pero elegida por el Padre para realizar
en ella y con ella la encarnación del Verbo. El amor de Dios se mani­
fiesta de modo inesperado y enteramente gratuito3940, dado que todos
«son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención
realizada por Cristo Jesús» (Rm 3 ,2 4 ). María, colmada desde siempre
por eí favor divino, es un signo transparente del amor de Dios en sus
dos atributos esenciales: g m tu id a d y p red ilección p o r los pobres. Esto
impide a María cualquier posibilidad de auto gloriarse, ya que encucnrra
en la base de todos los hechos salvíficos ia mirada benevolente de Dios,
Ella puede decir con Pablo: «Por gracia de Dios soy lo que soy»
í lC o 15,10).

2. M aría itineraria hacia el D ios-1 u n id a d

La segunda ley suprema de la historia cíe la salvación puede ser


expresada como la Lrínitario-cristt) lógica: todo viene del Padre, por

3 9 . «... una ti» las mayores conclusiones que se derivan de nuestro estudio consiste
en que la estructura profunda del misterio de María es la estructura misma de la alianza,
vista desde ese lado humano que María representa» {[. de la Poucrie. M aría o elm isten
dcüaüeansd. Maneto, Genova 1 9 8 8 , 279). Como se hizo en la alianza, de igual modo
pueden aplicarse a María las categorías que hemos descrito más art-ba.
40. star espiritualidad en la que la gracia se aiirma propiamente en la debilidad
e's un Credo en línea tradicional de la literatura protojudía ya que aquel que se ve a si
mismo como ehtehisros, el más pequeño, es eleaus, merecedor de piedad » (Schillebe-
eckx, 11 Crina, 116).
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA S0J1RI- '- A MADRE DE JESÚS 237

medio de su Hijo [ ...] , en ia presencia del Espíritu Santo el cual


nos une y asimila al Hijo para reconducimos al Padre41.

El evento María no es comprensible sin ia Trinidad, sin la referencia


a cada una de las ir es personas divinas. Y viceversa, el fragmento denso
de historia que significa María, revela k gloria trinitaria. Así

la a utorre velación de Dios, que es la inescrutable unidad en la


Trinidad, queda contenida en sus líneas fundamentales en la anun­
ciación de Nazaret (MD 3).

María no es sólo una persona relacionai con el Padre, el Hijo y e¡ Espí­


ritu Sanio, sino que constituye al mismo tiempo el camino recto que
parre d.e Cristo único mediador para descubrirnos al Espíritu y aí Padre.
En realidad el acontecimiento fundamental vivido por María es la
generación del Hijo de Dios sin participación dei hombre. En ella, y
por su actividad materna, acaece la concepción y nacimiento de Jesu­
cristo, verdadero hombre y verdadero Dios.
María constituye el lugar n.n el que se lleva a cabo la unión indiso­
luble y salvífica, a semejanza de las bodas entre ia naturaleza divina y
la humana42. Dios y el hombre se unen ahora en la persona del Hijo
de Dios, constituido com o c! mediador entre D ios y el hom bre en
cuanto pertenece al ámbito divino y al humano. María constituye un
elemento esencial de la. encarnación: por tanto el paso de la madre al
Hijo es necesario.
Este hecho es esencial para discernir la verdadera naturaleza de Dios
que María reconoce corno el único Padre de Jesucristo. Dios es efecti­
vamente el Padre, y no por la creación del mundo de la que deriva el
título de Señor, sino porque engendra al H ijo en la eternidad y en
el tiempo: «Su paternidad viene determinada exclusivamente por su
relación con el Hijo>>4A De ahí que podamos afirmar que Dios, -más

A I. V.igaggun, SwnAl d e ü o u t/rrzra. i 570.


42. «Es ella una unión nupcial entre el Verbo y la carne: el tálamo de esta unión
es el vientre de la Virgen- (Agustín, [•.niírnitionet in Píttbnos 44,3: ÍJÍ. 36, 495).
43. J. Moltmann, ¡i Padre materno. Un patripastiamtmo trinitario p er superare il
patriarcalism o teologicei, en Cerne 17 (1961) 426. El autor interpreta al Padre como
«padre marerno», dado que engendra y da a luz por sí solo al propio hijo (pp. 426-
429). Junto a eilo halda de un «Padre sufriente» que .María revelaría en la Piedad:
«A menudo el demento femenino del dolor de Dios ha sido representado en la imagen
de la Piedad, de una Madre abatida con el Hijo muerto en su seno, ¿No es acaso d
dolor de María un reflejo humano y e! inicio de la pAitiripadón cristiana en la pena
que el Padre divino tiene por la muenc del Hijo?» (p. 432),
23í¡ MARÍA MADRE DE JESÚS

alia de cualquier ambigüedad, se revela en la Madre del Hijo como


Padre en el sentido más auténtico.
En definitiva, la concepción de Cristo es virginal, es decir pneu­
mática, va que sucede por obra del Espíritu Santo. Este «poden» inte­
rior y escondido, vital y creador explicad nacimiento del hombre nuevo
en María. I.a concepción virginal de Cristo remite no sólo al Padre
único que es Dios, sino ai mismo Espíritu creador. En tanto María
actúa en sinergia con cí Espíritu, según subrayaron los primeros símbolos
de fe («Nacido dd Espíritu Santo y de María Virgen»), María se hace
pneumatoforme. Ella es la transparencia dd Espíritu y su visibilización.
En María se realiza la ¡axis bíblica u ordenamienro hisrórico-salví-
fico de seguir en el camino en unión con Dios: «P or m edio de él [Cristo]
podemos presentarnos «/Padre en un solo Espíritu» (E f 2 ,1 8 ). E.n ella
hallamos a Cristo como único mediador, junto a la fuerza interior que
es d Espíritu, accediendo al Padre del que deriva el plan de salvación
para los hombres. María no sustituye a la Trinidad, sino que es un
camino hacia ella.

3- M a ría sirria d e la so b eran a in icia tiv a d e D ios

La tercera ley suprema puede ser formulada como la soberana


iniciativa de Dios en cada cosa buena y perfecta dentro dd ejercicio
de su soberana libertad^.

Ante la muchacha de Nazaret elegida por Dios gratuitamente para


convertirse en Madre de su Hijo cesa cualquier explicación humana.
La inteligencia queda confundida ante un Dios infinitamente libreen
su elección para dejar espacio a la adoración y la doxología.
Ahora bien, ¿por qué eligió Dios a María?
Humanamente dicha elección es incomprensible. Para realizar tamaña
empresa (las «grandes cosas» de Dios} suele escogerse a personas más
prestigiosas y capaces, pero Dios se dirige con amor a una muchacha
pobre de una oscura y despreciada aldea provinciana, de nombre vulgar
(encontram os 6 mujeres llamadas M aría en el N T ) y que no tiene
ningún papel representativo en el orden político de su tiempo.4

44, VagaggitLJ. Storirt deíLt nílvezz¿t, 1570.


REfLKXlÓX SISVF.MAnCASOBKE LA MAIMIE DL jCSÜS 239

Por otro laclo ser m u jer no supone para María ningún privilegio,
dada la general inferioridad con que era considerada la mujer en el
mundo antiguo4'.
A ello se une su virginidad que como orientación de vida genera la
incomprensión del ambiente judío donde se exalta a la mujer-madre.
El valor de la maternidad es cantado por los salmos (Sal 11 4 ,9 ; 127,3;
1 2 8 , 3)1 como otros libros subrayan el llanto dramático de Ana estéril
y de la hija de Jefté (1S 1,19-18; Je 1 i ,2 9 -4 0 ).
Por su humilde condición, María ilustra concretamente la libre elec­
ción de Dios por ios pobres y débiles según la palabra de Santiago:
«;N o lia elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos con
la fe y herederos del rein o.,.?» (St 2,5). En ella se evidencia la «para­
doja de la salvación» (Sb 5,2) puesto que «Lo plebeyo y despreciable
d d mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo
que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios»
(I C o ] ,28).
La desconcertante acción de Dios tiende a liberar al hombre de la
autosuficiencia y del orgullo que lo incapacitan para colaborar con él.
Por el contrallo María es la «sierva del Señor» (Le 1,38) ya que es capaz
por sí misma de colaborar con Dios, pasando de la insignificancia a
una misión salvífica. En María, mujer pobre y simple, Dios ha llevado
a cabo la intervención definitiva de la salvación: la encarnación.

4, M a r ía la m u jer d e l Ubre asen tim ien to a D ios

O tra constante de la h i s t o r i a d e k salv ació n es l a « le y del r e s p e t o


a la 1l a t u ra le z a » 4k

Dios respeta la criatura que él ha creado, en particular la libertad


de la persona.456

45. O . d clasico y ponderado estudio de la voz ghyncen A. Oepkc, GLNT II,


691-730. hi autor muestra l.t condición de inferioridad de la mujer en el mundo
antiguo, aunque evidenciando también los aspectos favorables en la cultura greco-
romana y cu la legislación hebrea (cois. 695-715). Según B.J. Bromen, Jüdtnnen tur
Ztujesu. l:.m Plactayerfür Difítmntzierung, en «Theologísche Quartalschrift», 161 (15)81),
pp- 2.S1-285 cu el judaismo -tendencias favorables y contrarias a la mujer coexisten en
igual medida» (p. 284). Para el estudio de los aspemos positivos, cf. M. /.apella, Do íc
({(¡■une nel giiidaiuno a M uría: rmumuzicni crttichc in margine a d una recente o/fera, en
«Quadcrni munfdrtani» 6 (1989) 135-153.
46. Vagaggini, Storía deüa salvezza, 1570.
240 MARÍA MAÜ RK DH JliS ÚS

De este modo Dios accúa con María cuando la interpela por medio
del ángel Gabriel: la trata com o a una persona libre y responsable,
demandando de ella ía adhesión a su ofrecimiento'1'. Y María escucha,
reflexiona, pide un suplemento de luz y al final consiente (Le 1 ,2 6 -3 8 ).
María, la mujer que «puesta a diálogo con Dios, da su consenti­
miento activo y responsable» (M C 37 ), pasa a ser imagen viva y proto-
típica del papel humano en la historia de la salvación. Ella revela la
antropología teológica que brota de toda la Biblia: el hombre, bajo el
impulso de la llamada y de ía gracia de Dios, responde libremente con
ía obediencia de fe.
A la luz del «fíat» de María aparece la estructura fundamental de la
antigua alianza. No se trata sólo de una palabra pronunciada por Dios
sino también de k respuesta del hombre, porque «cada acción o palabra
de Dios busca suscitar una reacción en el hombre»4*. Dicho en otras
palabras, la historia de la salvación es un «acontecimiento dialógico»
en el que la respuesta humana «constituye el núcleo central de la
teología»47
Esta respuesta humana puede ser negativa o positiva, ya que el
hombre
puede no responder a Dios, puede desobedecerle y no honrarle,
puede negarle y despreciar su palabra. El gran drama de la bisroria
de Israel nace del rechazo a Dios-0.

Por el contrario en María la respuesta humana es ejemplar, expre­


sada en p alab ras, acciones y medicación.
a. María declara su disponibilidad a Dios (Le 1,38) y prorrumpe
en alabanzas en un canto narrativo (í.c 1 ,46-53).
b. E lfaesfielalas leyes c u it ualcs (Le 2,21 -2 4 .3 9 .4 1 ), ha asi m il ado
la espiritualidad de los pobres del Señor (I c 1 ,3 8 .4 6 -5 5 ) y realiza
con am o r y responsabilidad su obra m atern a hacia Jesús
(L e 2,7 .4 8 ;"M t 2 ,1 3 -1 4 .2 0 -2 1 ). 478950

47. lomas de Aquinc- subrayó la exigencia de que María no fuera obligada por
Dios a prestar tari ¡repulíante colaboración: «Non cnim invite benéfica mu praestnri
dehebar» {D e veritate, q. 1 2 a. Í0 ad 6 ).
48. C. Wesrermann, leologia deiTAntico Testamento, Paideia, Brestia 1983, 33.
Con Lia la postura de von Rad que entendía el AT como «historia relatada». Weslcr-
niann precisa que la teología del AT viene «determinada por la estructura ...] de una
historia de la que forman pártelas palabras de Dios que en ella se muestran y la respuesta
de aquellos que han vivido esta historia» (p. 14).
49. Wcstermann, Teología d ell’Á l . 35.
50. Westerraann, Teología delTAif. 278.
REFLEXIÓN SISTEM ÁTICA SO BRE I.A MADilE DE JESÚS 241

c. Ella medita en su propio corazón los acontecim ientos que le


suceden con el fin de penetrar en su sentido (Le 2 ,1 9 .5 1 ).

5. M a r ía p erso n a p a r a la co m u n id a d

La ley de la salvación en comunidad: salvación como bien comu­


nitario con la mediación de algunos hombres eorrcsponsabics entre sí51.

El Dios que se revela en la historia de la salvación se dirige a las


personas particulares para fundar una relación de comunión con toda
ía comunidad. Este es el caso de Abraham: dirigiéndose a él lo convierte
en el fundador de su pueblo. La persona es vista siempre con relación
a la comunidad, de tal modo que resulta fácil descubrir en la existencia
del pueblo un doble movimienro de concentración z.n la persona y d ila-
tai'ióu en la comunidad.
De esta ley histórico-salvífica María es un claro ejemplo. Ella cons­
tituye ¡a encrucijada entre la antigua y la nueva ley. En ella la sinagoga
se convierte en iglesia. «Con ella, excelsa Hija de Sión, tras la larga
espera de la promesa, se cumplen los tiempos y se instaura una nueva
economía» (LC 55)-
E1 hecho de que María sea «Hija de Sión» no muesrra tanto su perte­
nencia al pueblo de Israel cuanto su personificación. Ella representa un
principio de desenvolvimiento de la historia saívífica, que según reza
ese criterio eiriin en Cemente teológico descubierto por O . Cuilmann,
constituye la «elección de una minoría para la redención de la tota­
lidad»52, así como la reducción progresiva en una persona para la salva­
ción de todos. El resto de Israel se concentra en María, primera en
extraer su perfección en Cristo, el cual desarrolla la misión de Siervo
de J H V /H y de Hijo deí hombre.
María lleva a cabo la doble misión del pueblo de Israel: concebir al
Mesías y acogerlo en la fe. María se halla en solidaridad orgánica con
su pueblo: com o vemos en los Salmos (Sal 2 2 ,1 .5 ; 1 0 3 ,1 -5 -1 0 -1 4 ;
1 3 7 ,1 -6 ) también el M a g n ífic a t pasa del yo al nosotros (Le 1 ,4 6 -
4 8 .5 4 -5 5 ) .
En [a humilde casa de Nazaret, María constituye el punto de conver­
gencia de todo el pueblo de Dios, dado que

51. Vagaggíni, Storia dtlla salvezza, 1 >70,


52. O. Gillmann, Cristo e il tempo, Dehoniane, Bologn.i 1990. 144.
242 MARÍA MADRK OF. JESÚS

Israel toma cuerpo, en todas las grandes ocasiones de la historia,


en personas concretas que actúan en nombre de la nación: los
patriarcas, los reyes...53 .

l£n esta ocasión, que es la definitiva, la persona que representa a la


comunidad es la Virgen de Nazarct5'*.
En ella se inicia el movimiento de la unidad a la pluralidad, es decir
de su persona a la asamblea de los cristianos, unificados esra vez en
Cristo. De hecho María es ía primera cristiana que acoge al Hijo de
Dios en la carne y en e[ corazón.
La fe de María descubre el inmenso valor q u e Dios concede a lo
singular: la salvación acontece en el encuentro efectivo personal con la
persona de Jesús. María profundiza en esta fe y persevera en ella para
ser expresamente m encionada com o m iembro inconfundible de la
comunidad cristiana posl-pascual (I Ich 1,14). C on ello iras colaborar
en el surgimiento de la fe en los apóstoles (Jti 2 ,1 -1 2 ), M aría es decla­
rada por Cristo crucificado madre de sus discípulos, representados por
el discípulo amado (Jn 1 9 ,2 5 -2 7 ).

ó. M a r i a g a r a n tía d e l m ed io d iv in o d e la en carn a ción

La ley de la encarnación. A un ser que es espíritu encamado en


la materia conviene que la salvación sea dada por Dios vía encar­
nación535455.

lis indudable que Dios en su soberana libertad podría haber esco­


gido otros tantos medios para comunicarse con los hombres, sin excluir
una revelación espiritual directa. Pero el ha tenido en cuenta la com po­
sición corpóreo-espiritual del hombre, el cual asciende a las «perfec­
ciones invisibles» de Dios a través de las «obras por el realizadas» {P„m
1,20). Dios se adapta y consiente a la verdad del hombre asumiendo
su condición humano-corpórea y haciendo de su cuerpo «el cimiento
de la salvación»56.

53. Cal! man n, Cristo e tt tempo, 57.


54. Cf. sajan, c. II, scc, I, II/3B: aplicación a María de la «personalidadcorporativa».
5 5 . Vagaggini, Sttaia delia salvezzei, 1750.
56. La expresión «Caro cardo sainris» es de Tertuliano en su obra D e resitrrecsione
cantil K: Pl. 2, 806. Esto supone que Dios llega al hombre a través de su corporeidad,
según acontece en Cristo que se encarna y salva con la ofrenda de su cuerpo al Padre.
r e h -j-x ó n s is t e m á t ic a sonar. r.A m a d r e d i : j e s ú s 243

Ahora comprendemos por que María pertenece al estatuto de la


encarnación, ya que es garante de la humanidad verdadera y corpórea
del Verbo encarnado. El pensamiento patristico no deja lugar a dudas
sobre este argumento: la Madre de Jesús es el fundamento de toda la
economía salvífica, porque del reconocimiento de su realidad histórica
y de su maternidad depende el realismo de la redención^'',
bren re a todo exceso doeeia, hostil a la realidad de la encarnación,
y contra la cultura helenística, alérgica a la materia, la maternidad de
María constituye la prueba o al menos un signo inequívoca de que el
Verbo eterno se ha hecho verdaderamente hombre.
Ei Logos al formar parte de la existencia corpórea es inscrito por
María en la estirpe humana. Esto sucede com o sabemos a un nivel
biológico o de consanguinidad, pero sobre todo a un nivel social de
interrelaciones personales y de vida com unitaria desde sus diversas
dimensiones histórica, religiosa, social, jurídica y económica.
En una palabra, con la encarnación el Hijo de Dios asume la cultura
hebrea en toda su extensión. Esta asunción es interpretada por Pablo
como kénosis, es decir, el paso de una existencia rica en valores divinos
a una condición de pobreza y de renuncia de honores y privilegios (2C o
8,9; Flp 2,6-7). Se explica así la afirmación sobre Jesús «nacido de mujer,
nacido bajo la ley» (Ga 4 ,4 ). 1.a. kénosi.t ác Cristo acontece también a
través de María, convirtiéndose en la expresión v principio de un ulte­
rior abajamiento, sabido el origen de su cuerpo sometido a una cultura
judía concreta dominada por ia ley.
Con todo, su cuerpo escapa al valor negativo de caducidad y debi­
lidad, de sometimíenro a la ley y la envergadura histórica del pecado,
ya que está abierto a Dios en un ambiente de gracia dentro de un marco
esencial que propicia la redención, Isabel proclama ia bendición del
vientre de María (Le 1,42) y Jesús redime a la humanidad a través de
su sangre y su cuerpo ofrecido en sacrificio (Rm 3 ,2 5 ; 8 ,3 ; Elb 1,4;
2 ,9 -1 4).
M aría se halla en el origen de este cuerpo, no sólo en su aspecto
kcnótico sino también en su aspecto positivo que entraña la revelación
de la gloria divina (jn 1,14), de su inserción en el mundo, lugarde libre
adhesión al plan del Padre, y de mediación para la salvación.
Reconociendo a María, Madre de jesús, perdura, la antigua fe en un
jesús que ha venido en carne como criterio fundamental del discerni­
miento de ¡os antiguos c.rey en tes (Ijn 4 ,2-3). Com o pertinentemente
afirma von Baithasar:57

57. C í las afirmaciones de Ilgemoniu y Agustín,referí das su/rni, c 111 sec. I, acerca
de la Theotoicos.
244 M A R ÍA MADlíl-' DI: JESÚS

Si Crisu> quedase artificiosamente truncado de su madre y de


su iglesia, perdería para la piedad cristiana su amarre histórico
quedando en algo puramente abstracto, en un aerolito caído del
cielo que de repente aparece sin echar raíz alguna en la tradición
pasada y venidera de los hom bres-.

En consecuencia, la ley del respeto a la naturaleza y la encarnación


es «la ley de la sacramentalidad»55.
Esto se aplica de hecho a María, que se convierte gracias a la encar­
nación en «sacramento» o signo sensible que revela y al tiempo oculta
al Verbo de Dios hecho hombre. Así nos lo muestra Isabel, que ilumi­
nada por el Espíritu percibe en ella la presencia del Señor (Le 1 ,4 1 -4 3 ).
María reviste un carácter de sacramentalidad como «tipo de la iglesia»
pues en ella se encuentra una representación eminente de la esencia
teologal de la iglesia: la esposa fiel que cada día expresa su sí amoroso
a Cristo Señor.
María nos descubre el designio de Dios que busca potenciar la sacra­
mentalidad de lo creado haciendo de cada cosa un «sacramento», una
realidad mediadora del encuentro con él.

7. M a r ía sím bo lo d e l ca m in o h u m an o a través d e l tiem p o

O tra constante de la historia de la salvación es la

ley de la pedagogía progresiva de los individuos de una sociedad


que deriva de la ley y del respeto a la naturaleza''0,

Dios respeta la naturaleza del hombre que él ha creado. Sin embargo,


el hombre no es solamente un ser dotado de libertad, sino un ser inserto
en el devenir del tiempo que requiere de un tiempo de maduración.
En María encontramos ejemplificada esta ley histórico-salvífica;

a. Por de pronto la Virgen ilustra la progresividad de la historia de


ia salvación, historia que conoce una preparación, una plenitud, una
prolongación y una conclusión.58960

58. H.U. ven B alt basar, M aría neüa dmtrina e neí cuite delta cbiestt, en M aría
chisstt mitcente, PaoJínc, Roma 198), 67 [María, Iglesia naciente, l'íncuentro, Madrid
19991.
59. Vaga ggi ni, Storta delta salvezza, 1570.
60. Vaga ggi ni. Sto ría delta salvezza, 1570.
REFLEXIÓN SISTEMATICA SOBRR LAMADIÍB DBJHSÚS 245

María está presente en rodas estas fases que van del AT a la parusía
del Señor. «Pro ('éticamente bosquejada» en la mujer del protoevangelio
(Gn 3 ,1 5 ), María «sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que
confiadamente esperan y reciben de Eí la salvación» (LG 55). Ella perte­
nece por tanto al pueblo elegido corno el vértice sobresaliente de la
«plenitud de los tiempos» (Ga 4,4),
María es la flor de Israel, el fruto maduro de la pedagogía divina,
que aspira a preparar su fiducial acogimiento del Mesías. Mientras los
suyos no 1c recibieron (Jn 1, 11), ella fue la mujer creyente que concibió
al Mesías en su corazón yen su cuerpo (Le 1,38)- María pertenece por
encima de cualquier otra persona del N T a la «constelación cristoló-
gica»6’ , inmersa com o está en el espacio misional de Grisro,
De igual modo María pertenece al tiempo de la iglesia, a modo de
tipo o madre que «resplandece como modelo de virtudes para toda la
comunidad de los elegidos» (L C 65) y «se cuida de los hermanos de su
Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta
que sean conducidos a la patria bienaventurada» (I,G 2 2).
María forma parte de los tiempos finales de la iglesia6 162 y anticipa la
cscatología con su asunción.
María muestra en definitiva el desenvolvimiento progresivo de la
historia de la salvación desde los Inicios a su plenitud escatológica.

b. El tiempo caracteriza [a existencia de María, contemplada por el


Concilio com o una «peregrinación en la fe» (cf. LG 58).
I.a fe constituye «la verdad sobre María, en la que está realmenre
presente el misterio de Cristo porque "ha creído ’» (RM 12). No se trata
de una fé fácil, sino probada y sometida a las contradicciones: el Hijo
que habrá de reinar para siempre nace en la pobreza de un establo, huye
a Egipto, es incom prendido63 y acaba en la cruz. Allí en el Gólgota
María liega ai punto culminante de aquella «noche de la fe» que acom­
pañó su co n stan te «co n tacto con el inefable m isterio de Dios»
(RM 17): estamos ante «la más profunda kénosis de la fe en la historia
de la humanidad» (RM 1 8).

61, l-f.U. VOII Baldiíisar, Imdrammatiut. ilJ: Le persune del ilmmmd, Jaca Book,
Milano, 1983. 259 [Tcodrumática, 5 vola., Entumiré, Madrid ¡990-1996]),
62. Sobre eí papel de María al final cíe los tiempos, cf. los estudios de la Socíete
Ira 11M se d cuides mariales, Mdrie cf la fin des temps, publicados en ÉiMau Approckt
btblique. 40-41 (] 984); Approche patrisnque, 42 (1 985); Approche historica-théalogique.
43 (¡986).
63- Cf G-1acó pino. Icstts imomprchmsus. Gtsufr&mmo ndl’cvangelo d i Givvanni,
en «Rivista bíblica», 36 (¡988) 165-197.
246 MARÍA MADRE D E JESÚS

Ya anteriormente la fe de María fue purificada y elevada a superiores


contenidos gracias al contacto con su Hijo, que en los considerados
«episodios de distanciamiento» es asumido com o «objeto demostra­
tivo» de las realidades superiores del reirio^'b
De esta manera María pasa de la condición de creyente de la antigua
alianza a ser la primera creyente, de madre de Cristo a su discípula.
El itinerario espiritual de María la lleva después a convertirse de
discípula en madre de todos los discípulos, según la palabra reveladora
de Jesús crucificado (Jn 1 9 ,26-27).
Finalmente en Pentecostés ia fe de María adquiere bajo el impulso
del Espíritu la plenitud terren a en la com p ren sión del m isterio
pascual del Hijo.

8. A laría signo d e la inda en perspectiva cósmica

La historia de la salvación revela además otra con stan te de la


actuación de Dios:
Ley de la uní totalidad cósmica del reino de Dios, y por tanto
de la interdependencia, según los diversos niveles y modos,
dentro de la historia de la salvación entre el cosmos físico, el hombre,
los ángeles buenos y los ángeles enemigos de Dio.d’b

La revelación dilata los horizontes humanos conduciéndolos desde


ei tiempo a U eternidad, de ¡os hombres a los ángeles y demonios, y de
ia iglesia terrena a la celeste. La misma creación ha sido tocada tanto
por el pecado como por la redención, dentro de ia cual el hombre forma
parte de la urdimbre de las relaciones cósmicas: humanas, infrahu­
manas, sobrehumanas y divinas.64

64. Vori Balthasar enumera «cinco chocantes episodios de rechazo» do María por
parre de |esús, aunque quizá oculten «un secreto entendimiento con la Madre»;
«El mu chacho de doce años que rompe con su esto pe con la máxima dureza, cosa que
los padres no entienden; bs palabras cié repulsa a la madre en Caná tjn 2.4) no consienten
interpretaciones edulcoradas, el rechazo en recibirla cuando ella va a buscarle )■ el
comentario de Jesús sobre los oyentes como slls verdaderos hermanos, hermanas y
madres” (Mt 12,50) debieron hincarse como un puñal en su corazón, la bienventu-
r.iirza dirigida a! seno materno y a la que él da ia vuelca en orden a ia fe (Le 1 l,27s.),
el hecho de apartarse de ella (si bien ocultando grandes misterios) en las palabras;
"Mujer, he aquí a tu hijo” (Jn 1 9,26), sellan una larga serie de dis tañe iamíenlos»
Pleadríímmaxica, III, 3 0 5 )-
65- Vagaggiui, Storin delta sa lv cz z a, 1571.
R E R E Jü O N SISTEMÁTICA SOBRE LA M ADRE DE JESOS 247

La Madre de Jesús evidencia la ampliación de los verdaderos hori­


zontes de la propuesta salvífica dd Dios que se revela.

a. En primer lugar ella, ahora glorificada en cuerpo y espíritu, ha


superado definitivamente nuestra esfera visible para creer en la vida
eterna prometida a ios fieles discípulos del Señor, junto al resto de los
santos, María pertenece «a miríadas de ángeles, reunión solemne y asam­
blea de los p rim ogén itos inscritos en los cielos» (H b 1 2 ,2 2 - 2 3 ) .
Ella participa de la gran liturgia de ios salvados que se celebra ante el
trono de Dios y el Cordero (Ap 7 ,9 -1 2 ; 15,3-4).
La iglesia com o comunidad cultual «contempla gozosamente como
una purísima imagen de lo que ella misma, toda enLera, ansia y espera
sen» (SC 103).
En Mafia se quiebra la barrera del tiempo, en el que está inmerso
el hombre terreno, para entrar —sobre todo en la liturgia— en com u­
nión con ios santos y los ángeles del ciclo. Ella nos permite superar la
teoría ahora en auge en el ambiente protestante del llamado «estado de
sueño» en que permanecen los difuntos, para valorar el vínculo vivo
con los hermanos y hermanas que han muerto en Cristo y gozan dd
Padre com o Dios de los vivos (efi Me 12,27}**.

b. María se enfrenta a Satanás y a las potencias maléficas. A pesar


de la alergia dd hombre contem poráneo hacia ángeles y demonios,
debida tal vez a la idea de que no existe poder que ic reste libertad y
autonomía en sus buenas o malas acciones, la creencia en criaturas invi­
sibles, particularmente en Satanás, forma parte de la doctrina bíblica y
católica67. María es prefigurada en la mujer de Gn 3,1 5 y Ap 1 2 ,1 3 -1 7
que se implica en una enemistad y lucha sin cuartel contra el diablo
simbolizado en ia serpiente y cu el dragón (Ap 1 2 ,9 }í;ít,

fifí, ]..a dificultad ecuménica mis recién te acerca dd culto mañano estriba ttn la
concepción riel catavi o rio los v[ ,1 unlus cristianos. O . c. 'OoitriJ i, L a téti/ioeo (xao/cui o ,
delui «Redera¡>lo ri¡ mater», en Redemptoris malet. Continua e proipettive doitvtnali e
p,tut.mli, PAMI, Roma 19SS, 109-172.
67. Cf. K. Rahncr, [Militóle, en KM III, 64-70; KJ. Yarnold, Male, en NDT, 831-
,334; Ii. 1,a11g, Angilníl) ia velo, en ha dclnp alia teología!, Qu enmana, B resda -1950,
23-30.
63. Ct. S. Virgufin, Ria/rche su Gentil 3, /.í da! 19 7 0 til 1977, en Mar 40 ( 1978)
13-30; VI. Peralto, i.a ooto «darme» sognn di rontinuitü dinámica tro. Giouanni 2,3-
d; ¡9.23-27 e Apva¡lisie 12,1-6. Prospetibe eccfaitdi, en Virgo líber Verbo Miscellanett
d¡ studi 1 / 1 onore di P. Giuseppe M. Bosmti, Mariarjum, Roma 1591, 91-120 (especial­
mente las pp. 1 ] [i-1 1 9 ).
248 M A R ÍA MAl.)RK L)K J RS L'S

La lucha de María contra Satanás, que culmina en la victoria del


Hijo, presenta varias caras. Por un lado implica un papel importante
en la lucha secular entre las fuerzas del bien y el mal a lo largo de la
historia, ya que la Madre del Verbo encarnado'«se sitúa en el centro
mismo de aquella enemistad» (RM 11).
Por otro lado, la antigua lucha revela la antítesis entre la Inmacu­
lada y el Maligno, dado que ella jamás ha estado bajo su poder, y cuyo
contacto aleja a los fieles de la vida egoísta de los hijos de las tinieblas:
«Ella, la libre de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con
enérgica determinación el pecado» (M C 57).
Por último, nos reveía el triunfo de María sobre las herejías según
reza la antífona: «Alégrate, Virgen María, tú sola has destruido todas
las herejías del mundo»*15. Los Padres saludaron a María como el «cetro de
la ortodoxia»6970 o «sello de la ortodoxia»71723,ya que la recta fe en la Madre
de Dios es garantía de la ortodoxia acerca de la doble naturaleza del
Verbo encamado, unidas intrínsecamente en una única persona divina7-.
En función de los máximos datos de fe reunidos en María (cf. LG
6 5), cabe afirmar que
una correcta doctrina mañana -es decir toda la trama de los dogmas
sobre la Virgen vistos en conexión con un misterio de la salvación
fundado en la Escritura- afianza la solidez de la fe y nos hace fuertes
contra las desviaciones doctrinales75.

V I, E sq u e m a h is t ó r ic o sa l v ífic o d e a b a ja m ie n t o - exa lta ció n

E ntre los diversos esquemas histórico-salvíFicos que perm iten


comprender a María, nos centraremos en el esquema de ab a jam ien to -
exaltación por tres principales motivos:

69. La antífona queda atestiguada por Aurcliano de Ríame en su tratado Música


disciplina, además de un sermón de Ambrosio Autperto (t 784). CIE J. Gttjard, Nafre
Dameet l\m grégorien, en Marín (du Manoir), II, 352. Para algunos estudiosos la antí­
fona tendría un origen griego en torno al s. VII: A. Entinen, Cuneras h,tenses sola inte-
remisti. Usas e¡ semas huius encomsi B.M. Virghus ir, liturgia, tbeologia ct documentis
pontificiis, en María el ¡¡celosía. Acta ctmqrcssus internailnndlis miírialogki-mariani in
avílate Lourdes armo 1958 celebruti, IX, PAMI, Roma 1962, 93-159.
70. Cirilo Alejandrino, H om ilía I V d a d a en Efeso contra Nestorio: ' 1 MPM I, 490
7 1. Germán de Constanti nopl a, H omilía para la anunciación de la Santísima Madre
de Dior. TMPM I, 350.
72. «Por eso llamamos justa y verdaderamente Madre de 1)ios a santa María, liste
nombre constituye de hecho todo d misterio de la economía» (Juan Datmsceno, Expo­
sición d e la fe ortodoxa 3 , 1 2 : TMPM II, 488-489).
73. De la Potterie, M aría n d m isten dell'alleanza , 276-277.
ItKHl .KX1ÓN SISTEMÁTICA SOBRE LA MADRE DE JESÚS 249

a. Dicho esquema abarca toda la existencia del justo veterotesta­


mentario, la misión de Cristo y el itinerario de María y la iglesia.
No sólo abarca el AT y NT, sino que desde el punto de vista
cualitativo se revela como la interpretación por antonomasia del
misterio de Cristo;
b. Se trata de un esquema que la misma Escritura adopta para
explicar los hechos que afectan, a María (Le 1 ,4 8 -4 9 ), siendo a
es re respecto la interpretación revelada, auténtica y fundamental;
c. Con él englobamos tas fases terrena y celeste de la existencia de
M aría, así com o su presencia en la iglesia y en el mundo. Es
como un arco que une y separa los diversos momentos del destino
integral de la Virgen, abriéndose a ios comportamientos que la
iglesia muestra hacia ella a lo largo de los siglos y las diferentes
culturas. Con un valor propio y original, el esquema de abaja­
miento-exaltación aplicado a María no se yuxtapone al itinerario
de Cristo y sus fieles, sino cjue lo ejemplifica y actualiza de modo
característico.

Al aplicar a María este esquema comprehensivo se tienen en cuenta


no sólo los datos bíblicos sino todos los aportes y desarrollos de la tradi­
ción eclesiaf, además de los dogmas m aria nos. F.sro nos permite descu­
brir los vínculos orgánicos que resaltan la unidad de toda la existencia
mañana y sus nexos con la historia de la salvación.
Hl esquema de comprensión constatado en el M a g n ifíca les aplicado
a todo el A T para caracterizar ¡a existencia del justo y al N T para justi­
ficar la vida de Jesús y el camino de la iglesia. Constituye por ello una
realidad bipartita que comporta, sin embargo, diversas peculiaridades
que deber, ser estudiadas una por una.

1. E l ju s to h u m iU ad o-ex altad o

El clásico estudio de E. Schweizcr nos ha permitido analizar la antí­


tesis humillación-exaltación en el AT y en el tardo judaismo7A
El hombre piadoso, según la concepción judía, se caracteriza por la
ju s tic ia , es decir, por su hum ilde som etim ien to a la observancia 74

74. Schweizcr, Cnstolugia neotestmnentarta: il misrero paiqudk, Dchoniane,


Bojogna 1986. Cf. también !.. Kupperr, jesús ais der^teidende Gemiste?, Katliolisclic
Bibelwen, Strutgart 1972.
250 MARÍA MADRI- Dh JKSÚS

integral de la voluntad divina concentrada en la ley (Pr ll,4 s s ; 12,8;


Ez 3 ,1 6 -2 1 ; 18,5-24).
La piedad del fiel se expresa com o un comportamiento de serv id a,
dado que ¡a acción del justo se caracteriza fundamentalmente por «servit­
al Señor» (Sal 2 ,1 1 ; 9 9 ,2 ; 1 01,23). El título de «siervo de Dios» implica
la celebración cultual q u e expresa la adoración del único Dios (D t 6 ,1 3 ;
jos 2 4 ,2 2 ; Sal 1 3 4 ,1 ), el com portam iento moral de o b ed ien cia a los
m an dam ien tos (D t 13,5) y el fiel cu m plim ien to d e la m isión confiada
por Dios a su pueblo (Ex 1 4 ,3 1 ; Gn 2 6 ,2 4 ; Jos 2 4 ,2 9 ).
Los cuatro cánticos del «Siervo de JH W H » (ls 4 2 ,4 -5 3 ,1 2 ) precisan
la fisonomía del justo con que él se identifica (Is 53,11)- Este justo/siervo
es llamado por Dios desde el mismo seno m aterno y elegido com o
objeto de su complacencia (Is 4 2 ,1 ; 4 9 ,1 -5 ), sostenido por él, enri­
quecido del don del Espíritu profctico (Is 4 2 ,1 ; 4 9 ,2 ) e investido solem­
nemente de una misión o ministerio (Is 42,1-5). Toda su vida se caracteriza
por el sufrimiento: pruebas interiores a causa del temor al fracaso y del
abandono aj que le somete Dios (primeros dos cánticos) y d ificu lta d es
exteriores, como son persecuciones de tipo legal y dolores (ísicos que
culminan con la muerte violenta (ls 5 0 ,6 ; 5 3 ,4 -1 2 ). Mientras que al
principio se creía que el justo se libraba del sufrimiento y de las angus­
tias (Sai 18 ,2 1 .2 5 ; 3 4 ,2 0 ), ahora se afirma la ¡dea de que debe sufrir75,
para que de este modo su sufrimiento y muerte asuman un significado
soteriológico: por culpa de ios otros y para los otros (Is 5 3 ,5 -8 ).
Pero jumo al sufrimiento, el justo participa de la glorificación, ya
que existe de hecho un fuerte vínculo entre «sufrimiento» por motivo
de la fidelidad a la ley (bal 1 1 9 ,1 4 3 -1 5 1 ) y la «salvación» o «exaltación»
(Sb 2 ,1 2 -2 0 ). En los salmos 34 y 3 7 de inspiración sapiencial es recu­
rrente el motivo del justo sufriente cjue es exaltado por Dios. Tras
soportar los dolores con paciencia y mansedumbre, el siervo de JH W H
«prosperará [. ..'i, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera»
(ís 52,13).
A la Ese de humillación le corresponde la de exaltación. Esta segunda
fase comporta el éxito y el ascenso al poder en esta vida, como sucede
con José que. de un triple abajamiento (pozo, Egipto, prisión) pasa a la

75. «En el espacio de un siglo, lo que en un principio se entendió como una apoda
o un escándalo dd piadoso en extrema angustia, se convierte final mente, a través de
la teoría de la piedad de la ley (Sal 1 19) y también de la “teología de los pobres” de los
Sctenu, en un dogma déla piedad judía: jusros y piadosos deben sufrir por fuerza, mas
Dios los exaltará» (ti. Sdiilícbeeckx, Gesü lu storia d i un vívente, Qucriniana, Btescia
A9/6, 296 \jesús, hi historia de un viviente. Cristiandad, Madrid 1981 j).
RED .EXíON i [$TEMÁTICA SOBRE LA MADRE DF.JK.SÜÍ 251

elevación como intendente del faraón (Gn 3 7 -5 0 ) o con David, que


de lo más bajo llega a ser rey (1 S 2,6-8; 2S 7 ,8 - i 2; Sal 113,7; Gn 2,7).
La elevación implica un papel escu eclógico que es subrayado esen­
cialmente en la literatura judía'A En el mundo futuro los justos son
«los hijos de la exaltación», cuando a Israel se le prepare «un trono de
gloria» (15 2,8; Dn 7.2 7 ).
Esta exaltación o entronización asume la forma de tina «asunción
al cielo» o «rapto» com o sucede en H enoc y Elias (2R 2; Gn 5 ,2 4 ; 1VI
5,28). A todo justo le toca la misma suerte, que como hombre completo,
dotado de alma y cuerpo, es «llevado hacia», «raprado» o «alzado al
cielo» {Ju b 4 ,23; 4 E sd 14,9 .4 9 ; H m .aeth 8 9 ,5 2 ), es decir transferido a
una nueva dimensión: «Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre
pecadores, fue trasladado» (Sb 4,1 0 ),
En función de! nexo enrre ambas fases, Hillel (ca. 20 a.C .) las iden­
tifica plenamente: «Mi abajamiento es mi elevación y mi elevación es
mi abajamiento»7677. Así se perfila una lógica divina histórico-salvífica,
de carácter antitético, que recorre toda la Biblia: Dios abare a los sober­
bios y exalta a los humildes (IS 2,7; 2.S 2 2 ,2 8 : Ez 2 1 ,3 1 ; Si 7 ,1 1 ; Jb
3 6 ,5 -1 2 ; Mi 23,12; Le 1,52; 14,1 1; 18,14; St 4,6; 1 P 5 .5 )7«.

2. jesús: de la kénosis a ¡a exaltación

D u r a n te tod a su v id a je s ú s rev ela la le y d e l d e s ig n io divino: «Quien


se e x a l t e s e r á h u m i l l a d o y q u i e n s e h u m i l l e s e r á e x a l t a d o » ( L e 1 4 ,1 1 ;

1 8 . 1 4 ; cf. M t 2 3 , 1 2 ). La cristología a rc a ic a d e M a r c o s in t e r p r e t a el

c u l m e n d.c l a e x i s t e n c i a d.ei H i j o d e l h o m b r e a p a r t i r , s o b r e r o d o , d e s u

p asió n y en t r o n i / . a c i ó n a la d i e s t r a d e l L a d r e ( M e 1 4 , 6 2 ) , es d e c ir , d e s d e

su tr iu n fo celeste p a r tie n d o d e Dn 7 ,1 3 -1 4 .

I n m e d i a t a m e n t e la c o m u n i d a d c r i s t i a n a a n u n c i a e l m i s t e r i o p a s c u a !

d e J e s ú s d e s d e u n d o b l e l e n g u a j e q u e s e c o m p l e m e n t a e n t r e s í:

76. "elevación" o rapte era la ún:c.¡ categoría do la que el tardo judaismo


disponía para explicar el cuiieeptu ele que un hundiré terreno sigue desempeñando su
papel incluso cuando ios eventos escatológicus se han cumplido» (W . Kssper, Geni ií
C.rístb, Qucriniana, liresds 1975, 203 {Jesús el Cristo, Sígueme, Salamanca 112ÜÜ2]).
77. Citado por j. Jcieinias, La paruOale d i Ge/ir, Paidela, Bros da 21973» 235 |¿#u
parábalas de Jesús, Verbo Divino, Esleí la 1 997].
7M. i'.sie esquema liistijriai-salvífieo se encuentra también en el mundo helenís­
tico: «A menudo Dios gusta de exaltar a los pequeños y ahajar a los grandes» (Xeuo-
ronre, Heli. IV, 4,23),
252 \1 A.RÍA M A D R t:. DH JESÚS

a. lenguaje de resurrección desde el que se reconoce la identidad de


Jesús revivido en su corporeidad: «Vosotros ic matasteis [ ...] ; a
este, pues, Dios ie resucitó» (H ch 2 ,2 3 -2 4 );
b. lenguaje de exaltación que manifiesta la nueva existencia del
Señor del universo: «Exaltado a la diestra de Dios» (H ch 2,33;
cf. Flp 2 ,6 -1 1 ; 1 Fm 3 ,1 6 )7‘K

El lenguaje de exaltación se sitúa dentro del esquema del justo


sufriente y glorificado, com o aparece en el célebre h im n o crist-ológico
p re-pau iin o de la carta a los Filipenses 2 ,6 -1 1 .
El himno constituye el pumo focal de la parénesis paulina (Flp 1,17-
2 ,1 8 ) con la que busca superar los sentimientos de vanagloria de la
iglesia de Pili pos reclamando los mismos sentimientos de C risto*0.
Su contexto no puede ser olvidado, ya que el sujeto de la kénosis no es
el Verbo en su pre-existencia, sino el mismo «Cristo jesús» en su exis­
tencia humano-divina.
El himno se presenta claramente con un esquema de abajamiento-
exaltación*1 según una división bipartita.

Primera parte: Autokénosis de Cristo (w. 6-8)

La primera parte del himno (vv. 6-8) describe a Cristo bajo la condi­
ción paradójica de su existencia terrena. Sin hacer valer su «status»
divino desciende a un triple nivel de kénosis: se convierte en siervo
privado de dignidad/privilegio/poder, se somete a los límites de la condi­
ción humana incluso en la muerte y acepta una muerte de cruz, hecho
que constituye el clím ax <Xe su humillación:
[Cristo Jesús], aun teniendo condición divina,
no hizo uso en provecho propio
el ser igual a Dios,
sino que se vació de sí mismo asumiendo la condición de siervo.
Semejante a ios hombres,
y apareciendo en su porte como hombre,
se humilló a sí mismo,79*81

79. CK M . B o i1don i, Gesk di Nazaree Sign o re e Crista, H erdc r-PUL, Ro ma 119 8 5,


II, 57í -575.
SO. Seguimos la exégesis y la traducción propuesta por J. Heriban, Retío phronrín
e kénosis su f i l 2 , 1-5.6-11, LAS, Roma ! 983, 462.
81. Como justamente observa Goppelt: «Este himno tiene su origen en la imagen
hcbrea-vcterotcstamcn tarta do la humillación y exaltación del Justo» (L. Goppelt,
Teología d d Nuoiso Testamento, Morcelliana, Brescia i 982, 11,445).
reelexi ú n sis' i tMAtica sobre : m adre de jes Os 25 3

haciéndose obediente hasta la muerte


y una muerte de cruz (Flp 2,6-8).

Segunda parte: E xaltación d e Cristo (vv. 9 - i 1)

El sujeto de la acción no es Jesucristo, sino Dios que responde a la


humillación de Cristo elevándolo a! «status» de ilimitada soberanía.
La exaltación comprende el señorío sobre todo el cosmos y la atri­
bución del mismo nombre de Dios, el Kyrios, al que sigue el hom enaje
de rodo el mundo a través de la adoración y confesión de fe:

Por esto Dios le exaltó sobre rodas las cosas,


y le concedió el nombre que está sobre todo nombre,
a fin de que ai nombre de Jesús se doble toda rodilla
de seres celestes, terrestres y abismales
y toda lengua alabando confiese;
«¡Jesucristo es el Señor!»
para gloría de Dios Padre (Flp 2 ,9 -f I).

En esta fase de exaltación se descubre el esquema de coronación real


que com porta la entronización, la proclam ación d e l n om bre y ia a c la ­
m ación d d p u eb lo *1.
Estos tres elementos también aparecen en otro lugar: proclamación
de Jesús como kosm okrator investido con plenos poderes (M r 28 ,1 8 ;
Rm 1 1,3; IC o 5,4; E f 1,20), presentación del n om bre salvífico (Hch
4 ,1 2 ) y proskynesis o postración adorante (Mt 2 8 ,1 7 ).
El esquema del justo sufriente que es abajado para después ser exal­
tado es también conocido por Juan, que presenta a jesús como siervo,
sin olvidar su condición de Señor (Jn 1 3 ,1 3 -1 4 ). Pero ia exaltación-
glorificación ya se realiza en la muerte de jesús, donde atraerá a todos
hacia sí (Jn 8 ,2 8 ; ! 2,32-33).
La carta a los Hebreos pone la vida de jesús bajo el signo de la
obediencia: «¡lie aquí que vengo [ , a hacer, oh Dios, tu voluntad!»
(Hb 10,7), a la que le sigue el sufrimiento y ía muerte que culminan
en su coronación: «a Jesús, 1c vemos coronado de gloria y honor p()r
haber padecido la muerte» (H b 2,9). A la entronización a la diestra <JC
Dios (Hb 12,2) le sigue la herencia del nomhre más excelente (Hb 1,3_
4 ; 4 ,1 4 ), ía intercesión (H b 7 ,2 5 ) y el comportamiento de obediencia
y confianza en él (Hb 4 ,1 6 ; 5,9). 82

82. Para estas tres fases úela ceremonia reai, cí. Schillebccckx, I!Cristo, 194-1 ‘J 5
254 M A R IA M A D R E D E JESÚS

V I I . L a e x i s t e n c i a d e M a r ía
BAJO EL ESQUEMA DE ABAJAMIENTO-EXALTACIÓN

El esquema de abajamiento-exaltación del justo del AT y dd justo


por excelencia del N T que es Jesucristo en el misterio de su vida, muerte
y resurrección, es aplicado a María por la misma Escritura en la «proto­
ma riojogía» constituida en e! M agníficat.
El esquema de Le será expuesto diacró nica mente (análisis temporal),
resaltando el nexo lógico y estructural que une entre sí los diversos
momentos dentro de un todo en un núcleo de fe.
Los versículos fundamentales para la interpretación de la existencia
de María son ios siguientes:
Porque ha puesto ¡os ojos en la humildad de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso (Le 1,48-49).

Hallamos sorprendentes analogías entre el M agníficat, el himno cris-


tológico de Flp 2,6-11 y el cuarto canto dd Siervo de JH W I I, según
nos muestra la siguiente sinopsisS;h83

M A G N ÍF IC A T H IM N O CA N TO D EL
CR1 O T O L Ó G IC O SIE R V O D E JH W I I

Le 1,45-46 Flp 2,6-11 Is 52,13; 53,12

1. h u m ild a d se h u m i l l ó e n la h u m i l l a c i ó n
tabéimsin etapeínosen tapeinósei
(v. 4 8 ) '(v. 8 ) (v. 1 3 )

21 esclav a c o n d ic ió n d e siervo m i sierv o


doúles morphen doúlou país mou
(v. 4 8 ) (v. 7 ) íy 1 3 )

D i o s le e x a l t ó será en a ltecid o
e x a lu 'i a los
h u m ild e s
ypentpsoscn ypsothésetaí
ypsosen
fv . 5 2 ) (v. 9 ) (v. 1 3 )

4, m e lla m a ra n b ie n ­ to d a len g u a le. d a r é e n p r e m i o l a s

a v e n tu r a d a tod as m u ltitu d e s
p ro clam e
las g e n e r a c i o n e s
pásai ai gheneeti pasa gíóísa pnlloús
(v. 4 8 ) (v. í 1) íy 1 2 )

83. Cf. A. Contri, // «Magníficat., alia hice dcühirio crisiohgito di Filipptai 2, 6'-
D, en Mar 40 (1978) 164-168.
REFLEXIÓN' SISTEMÁTICA SOR RE I A MADRE DE JESÚS 255

Parece claro que la existencia de María prolonga la línea veterotes­


tamentaria del justo humillado-cxaltado y anticipa el destino de Cristo
siervo-señor, aunque de forma diferente ya que cada cual tiene deter­
minado su papel específico.
El itinerario de la M adre de Jesús se gradúa en dos m om entos:
b a je z a — exaltación, pasando por los grandes hechos realizados por el
Poderoso.
El punto de conexión entre ambas fases es la intervención de Dios
a partir de su propia lógica, consis lente en el «cambio de suerte» que
su amor misericordioso dirige a los humildes.
Analizado el significado bíblico del M agníficat, especial ni en te los
w . 4 8 -1 9 , pasaremos a explicitar el contenido de estos dos momentos
a partir de los datos marianos del N T y la tradición eclcsial.

]. M o m en to k e n ó fte o : b a je z a o h u m ild e con d ición d e M a r ía

La exégesis ha puesto de relieve los dos significados de la humilde


condición (tapcirwsis) de María: la situación oscura en !a que vive y su
comportamiento espiritual8'1.

A. «Status» social d e M a ría

Diversos elementos del evangelio atestiguan claramente la concre­


ción histórica de la persona de María, al tiempo que sirven de plata­
forma de su elección por Dios en orden a sil designio salvífico.
María es una muchacha de N azaret, pueblo desconocido en el AT
e insignificante según la conocida reacción de Na tañad: «¿Puede venir
algo bueno de Nazaret?» (Jn 1,46).
Eli cuanto mujer, parí icipa de la general desestima que el mundo
antiguo tenía por la mujer. I.a expresión de Pablo «nacido de mujer»

Í 4 . 1J término lépeuuiasse I.a venido uadudeudu como 'dmiiidlación» (S. Lyonnci)


o «insignificancia» (L Mussner), entre otros. Se reata de interpretaciones justas pero
parciales, ya que «el grupo lexical ai que pertenece tapeinosis, que aparece 270 veces en
los LXX-.., refleja una amplia comeeiadón de significados». De iodos éstos conviene
retener al menos dos. dado el contexto del M ag n íficat y d fondo de la piedad judía: la
situación político-social de los humildes en contraste con los poderosos y ricos
(l.c 1,52-53) >' su dimensión religiosa de temor de Dios frente a los soberbios
(Le 1,50-51). CL A. Valentín, líM ag n íficat. G enere ktterario. S m ittu m . ísegesi, Deho-
niane, Rolngna i 987, 144-148.
256 MARIA MAORl- D liJR SÚ S

(Ga 4 ,4 ) «pone el acento sobre la frágil i(Jad de la criatura humana, su.


bajeza y también lo que tiene de impuro» (cf. Jb 14,1; 1 5 ,1 4 ), subra­
yando de paso «el abajamiento, la humillación a la que se sometió el
Hijo de Dios al hacerse hombre»85.
María vive una pobreza real en su tapéinosis, desposada con un
«carpintero» (Me 13,55; Me 6,3) y haciendo la ofrenda de los pobres
(dos tórtolas en vez de un cordero) en la presentación de Jesús en el
templo (Le 2,2 4 ).
Igualmente a la elección o deseo de virginidad (Le 1,34) uníase su
estado de humillación, considerada la estima que el mundo judío tenía
por la maternidad.
Su pertenencia al p u eblo de Israel, el más pequeño entre los pueblos
en aquel tiempo de dominación extranjera, no era motivo de alarde ni
de poder.
E) «status» social de María era por tanto bajo; denotaba pobreza
económica, ausencia de poder e insignificancia histórica.

B, C om portam iento in terior: M a ría entre lospiobres d e J H W H

La pobreza real y la baja condición de María se acompañan de !a


espiritualidad de los pobres de JH W H .
Esta espiritualidad transparenta algunos aspectos fundamentales de
su figura bíblica. María es la siervo, d e l S eñor (Le 1,38) corno caracte­
rística de los piadosos israelitas en su relación espiritual con Dios; es la
creyeníe disponible a la Palabra anunciada ( I x 1 ,3 8 .4 5 ); es la orante que
alaba a D ios por sus maravillas esperando el cum plim iento de sus
promesas (Le 1 ,4 5 -5 6 ); y es la sabia que crece en la meditación silen­
ciosa de los eventos cristológicos (Le 2 ,1 9 .5 1 ).
Pero el ir iñera rio religioso de María no está ausente de angustias y
pruebas dolorosas. C on o cerá dificultades en la com prensión de la
conducta de jesús (Le 2 ,5 0 ), rechazos (Le 2,7) y exilios (M t 2 ,1 4 ) ...
Su alma será atravesada por una «espada» (Le 2 -3 5 ) viendo morir
en la cruz a aquél cuyo reino no tendrá hn (Jn 19, 2 5 ; Le 1 ,3 2 -3 3 ),
su Hijo.
María n o se ufen a a sus privilegios, como tampoco reivindica una
posición de prestigio eligiendo con Cristo la vía del servicio (Le 1,38).
Su humildad fue voluntaria:

H5. A, ierra., Madre di Din, en NDM, 807,


KKHI.KXiON' SISTEMATICA SOBRE LA MADRE DE JESÚS 257

Nadie en el mundo se humilló como María,


y por cito ninguno ha sido enaltecido como ella.
Según la humildad, así Dios concede la gloria;
madre suya Ja hizo; ¿quién es semejante a ella en humildad?
Si otra hubiera sido más pura y dócil, en aquella hubiera habi­
ta d o ...85.

En razón de su doble pobreza material y espiritual, María se convierte


en objeto de la mirada de un Dios que por amor se complace en soco­
rrer a los pobres y oprimidos eligiendo entre sus colaboradores a aque­
llos que se sienten indignos ante el poder divino (cf. IC o 1 ,2 7 -2 9 ).

2, M om en to operativo histórico-saívífico: ios «grandes hechos» d e M a r ía

La existencia de María constituye la taya divisoria en la que se pasa


de la bajeza a la exaltación, constituida por la mirada de amor de Dios
su salvador que realiza en ella «grandes cosas» (Le 1,49). La expresión
evoca los grandes acontecimientos de la historia de la salvación, sobre
todo el éxodo (D t 2 0 ,2 1 ) y la liberación de la esclavitud de Babilonia
(Jr 3 3 ,3 ; Sal 126,3). Para María importa lo que en ella se cumple por
e! poder del Altísimo, es decir, la concepción virginal del Hijo de Dios,
aclamada por Isabel como «Madre del Señor» (Le 1 ,4 3 )K7.

A. A cciones de D ios en M aría en su v id a terrena

El núcleo en torno al cual giran los diversos dones de Dios a María


es la m a tern id a d virginal. La reflexión de la iglesia antigua se centró
debidamente en esta realidad bíblica definiéndola con dos dogmas: la
T heotokos en el concilio de Éfeso (43 L) y la. virginidad p erp etu a en el
concilio E ter anease (6 4 9 ). Más que puras verdades conceptuales se867

86. Jacubo de Sarug, Homilía sobre la Bienaventantda Virgen Muría Madre de Dios'.
TMPiVI IV, 145-146. En esta misma línea circula la escuda bcrulliana de espiritua­
lidad, sobre todo Luis M. de Montinrl en su ¡rasado de la verdadera devoción a María
2: «María vivió tan escondida que fue llamada por e! Espíritu Santo y la iglesia alma
moler, madre escondida y reservada, fue tan profundamente humilde que no encontró
en la tierra atracción más fuerte y continua que la de esconderse de sí misma y de toda
criatura para ser conocida sólo por Dios».
87. «... la concepción del “hijo de Dios" por obra del Espíritu constituye el punto
final de las gestas salvíficas del Dios poderoso que se iniciaron en d éxodo» (Valemini,
//Magrúpeat, í 6 5).
258 MARÍA MADRE DE JESÚS

trata de hechos histórico-salvíilcos que sólo son explicables desde Dios,


y en los que se desvela su poder, su santidad y su misericordia^.
La máxima realidad operada por Dios en M aría, la maternidad
virginal, comporta diversas dimensiones que la tradición cclesiat expli-
citará partiendo del testimonio bíblico.

a) S an tid a d p erson al

La obra de Dios en María comienza antes que la maternidad, cuando


ei ángel la saluda como kecharitom en e (Le 1,28), es decir «tú que has
estado y sigues estando colmada de favor divino»8889.
La benevolencia es una propiedad personal de Dios que com pro­
mete su obrar: Dios es «misericordioso y p iad oso... rico en gracia y
fidelidad» (E x 3 4 ,6 ), ya que su conducta radica en una disposición
benévola hacia los hombres con los que establece la alianza90.
El rostro amoroso de Dios, tras la historia de infidelidad de su pueblo,
se inclina hacia María para hacer de ella «la síntesis personificada de la
antigua Sión-Jerusalcn»91, rescatada, renovada y definida com o «mi
complacencia» (Is 6 2 ,4 ).

El autor de esta sensacional metamorfosis es el mismo D ios...:


así como Dios purifica a su pueblo de toda culpa y enfermedad,
para que se apreste a pronunciar su «sí» a los esponsales del Sinaí,

88. J, Dupnnt, Le Magníficat comme disemm sur Dieti, en NRTh 1 12 (1980)


321-343. .Según este excgcca d Magníficat habla de un Dios que manifiesta sus atri­
butos mediantes sus intervenciones en María y en la historia. FJ cántico recurre a tres
categorías: a. El rampa semántica de la trascendencia que designa a Dios con los términos
ha Kyrios, el Señor (v. 46) y ho Theés (v. 47) al que se añade «santo es su nombre»
(v. 49b); b. E l campo semántico de U misericordia que aparece en la indicación de un
Dios ha soler muti, mi salvador (v. 47); Dios ejerce su misericordia salvando codo lo
que se malograría sin su ayuda; «ha puesto sus ojos en la humilde condición de su
esclava» (v. 4Sa), «su misericordia se extiende sobre los que le temen» (v. 50), «auxilió
a Israel su siervo recordando su misericordia» (v. 54): c. El campa semántico de la fuerza
que presenta a Dios como ho dynatos, el Poderoso (v. 49a) qtie «despliega la poLenda
de su bravo* (v. 5] a). Dupont concluye que ei Dios del Magníficat «es verdaderamente
el Dios de Israel»: es el Dios de los piadosos que le sirven y ¡e temen, el Dios fiel a las
promesas hechas a Abraham, el Dios alineado con los pobres y carentes de poder.
En este sentido no se ve todavía la apertura evangélica a los pecadores, gentiles y ricos.
89. Cf. La Bivvia di Centsalemme, EDB, Bologna ‘-M989, 2195-
90. «Todas las sendas de J1 1W I [ son amor y verdad/ para quien guarda su alianza
y dictámenes» {Sal 25,10). Pata un estudio completo sobre ia gracia en la Tenakh y en
el NT, cf. Schillcbccckx, //Crista, 84-630.
91. A. Serta, l tnmacolata, en NDM, 692.
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA SOBRE l a m a d r e d e je s ú s 259

asi preservó a María de cualquier mancha, a fin de que el «fíat» de


la anunciación brotase más libre y gozoso92.

El dogma de la In m acu lada concepción conecta con el permanente


amor que Dios tiene por María, dogma que maduró gracias a una plmi-
secular experiencia9394: ei favor de Dios, gratuito y eficaz, transforma a
la futura Madre de jesús desde el mismo inicio de su existencia injer­
tándola en el orden de la santidad.
A la predilección que Dios tiene por ella, María responde pronun­
ciando libremente el sí de 1* alianza: «K c aquí la esclava dei Señor;
hágase en mí según tu palabra» {Le 1,38). La interpretación oficial de
esta respuesta de María la ofrece por un lado Isabel desde la categoría
de J e ejemplar (Le 1,45) y por otro María como experien cia de Dios
salvador (Le 1,47).
Según la estructura dialógica del AT, la respuesta de .María se expresa
en palabras, acciones y m editacióri,¿l.
Las palabras de la Virgen al ángel (Le 1,38) constituyen una hom o­
logía o confesión de fe con la que acepta a Dios en su vida como único
Señor adhiriéndose a su palabra.
A ésta le sigue e! salmo de alabanza narrativo individual, c! M ag n í­
fic a t (Le 1 ,4 6 -5 5 ), que interpreta ¡a experiencia que M aría tiene de un
Dios salvador y bcndeddor.
A las palabras ie siguen las acciones: María obedece y pasa a conver­
tirse cada día en .Madre responsable del I lijo en la vida a través de la
obediencia a la ley antigua. Esto com porta específicos ritos cultuales,
como la circuncisión del niño, su presentación en ei templo o la pere­
grinación anual a Jerusalén que María realiza fielmente (Le 2 ,2 1 -2 2 ,4 1 ).
Esta reflexión es necesaria para entender los eventos y la historia en
la que Dios se revela. María medita «en su corazón» (Le 2 ,1 9 ,5 1 ) las
palabras y acontecimientos que se suceden en torno a jesús como enigma
pemia ríen Ce. Este comportamiento manan o abarca toda su vida desde
un intenso contacto con el Hijo, d cual no deja de atraer a Adaría hacia
su universo mcsiánico a través de las que consideramos «escenas de
rechazo» (M t 12,50, Jn 2,4) y sobre todo por ía experiencia de la «espada»
en el alma (Le 2,35). Ksros hechos tienen por finalidad que María pueda

92. Serta, ham acóla ta, 695-


93. Cf, S. De Dores, Immacointii, en NDÍvi, 63 1-688, donde se muestra que el
dogma de la Inmaculada constituye «un eveiuo de orden edesial», en cuanto «fruio de
un dinamismo de fe que lia interesado a todos los componentes de la iglesia» (p. 6K7);
el pueblo, los teólogos y el magisterio.
94. Cf. Wcsicrmanrt, Teología ddl'A’T, 209-279.
260 MARlA MADRE DE JESÚS

pasar progresivamente de una fe de tipo vererotestamentario a una fe


cristiana, a lo que contribuye decisivamente Pentecostés, evento que
representa para María la plena comprensión del misterio pascual del
Señor,

b ) M arta icono de la T rin idad

La acción de las tres personas divinas en María (relación de eficiencia)


produce una relación de sem ejanza; de este modo María se convierte
en signo de la Trinidad que actúa en ella y con ella.
Si consideramos com o cierta la tesis de que «laTrinidad económica
es la Trinidad inmanente» (K. Rahncr), en el sentido de que no pose­
emos otro lugar para conocer la Trinidad más que la historia de la salva­
ción, debemos reconocer que en la anunciación
Adaría, pobre y acogedora, se convierte en lugar en el que la
historia trinitaria de Dios, el designio del Padre, el envío del Espíritu
y la misión del Hijo ponen su tienda en la historia de los hombres95.

Com o sucedió en el misterio de la pascua, también el Padre toma


la iniciativa en la anunciación; «Fue enviado por Dios el ángel Gabriel»
(Le 1,26). Según el lenguaje neotestamentario Dios es el Padre, cuyos
atributos esenciales son ser Señor (Le 1,28), Altísimo (Le 1,32) y O m ni­
potente (Le 1,37). Dirigiendo su mirada de amor a la Virgen María, la
elige com o Madre de su único Hijo. M aría se nos muestra así com o
la h ija del Padre, en cuanto criatura amada por ¿1 y engendrada a la
vida filial. Y dado que el Generante a b eteterno en la Trinidad actúa
ahora en María para engendrar con ella en el tiempo a su hijo unigénito
el mismo ser profundo de la Madre de Dios es el que ha sido forjado
por el Padre a imagen de su fecundidad de Generante, el cual se
presenta como «ser marerno» («ser maternal»), constitutivamente
ligado a la completa existencia —temporal y eterna— de la Virgen
Santa*Jfi.

La Maternidad de M aría, com o cualquier otra com unicación de


vida (cf. E f 3 ,1 5 ), deriva y revela ia trascendente paternidad divina: la
Madre del Verbo encarnado es icono m aterno d e l Padre. En cuanto tal,

95. R. Forte, Trinitd com e storia. Saggto sui D io cristiano, Paoiine, Cinisdlo B.
1985, \A [Trinidad romo historia. Ensayo sobre el Dios cristiano , Sígueme, Salamanca
1988],
9íi. Forte, Marta, ia donna icona del misten), 207.
ItK R K C Ó N SiSTfiMÁTICA SOBRE [.A MADRE DE JESUS 261

María no sólo brota de ía fuente suprema de la do nación de vida, sino


que es llamada a reflejar la gracia misericordiosa y la solicitud materna
de D ios, ya descrita en Is 4 9 ,1 5 y 6 6 ,1 3 y realizada perfectam ente
en C risto (cf. M t 2 3 ,3 7 y las parábolas de Le 1 5 ); M aría experi­
menta y loa el rostro del Dios santo, poderoso, misericordioso y fiel
(Le 1 ,4 6 -5 5 ).

Tanto en la anunciación com o en la pascua, siempre aparece el


mismo sujeto, a q u él en e l q u e se realiza la obra d iv in a, es decir el Hijo:
«Concebirás un hijo, le darás a luz y lo llamarás Jesús» (Le 1,31)-
E1 H i j o e s a n u n c i a d o a M a r í a p r i m e r a m e n t e como mesías davídico
(Le 1 , 3 2 - 3 3 ) , para d e s p u é s s e r l e r e v e l a d o com o «Hijo de Dios» en
sentido t r a s c e n d e n t e ( L e 1 , 3 5 ) . L a m a t e r n i d a d sitúa a M aría en un
estrechísimo v í n c u l o con e l V e r b o d e D i o s mediante la relación perma­
n e n te d e m a te r n id a d -s e m e ja n z a . E lla «está enriquecida con la suma
p r e r r o g a t i v a y d i g n i d a d d e s e r la M a d r e d e Dios Hijo, y por eso hija
p re d ilecta de! P adre y sag rario del E sp íritu Santo» (I.G 53)-
En cuanto Madre de Dios según la naturaleza humana, María parti­
c i p a del e v e n t o de la máxima autocom um cación de Dios al hombre

com o mediadora del evento trascendente constituido por la encarna­


ción. C om o tai, María es icono d e l H ijo, la Palabra del Padre, ei Engen­
drado y el Amado.

La semejanza entre la Madre y el Hijo es percibida por ei poeta, que


llama a M aría «la laccia ch'a Cristo piü si somiglia» (D ante) [«la faz
que a Cristo más se asemeja» ( D iv in a C om m ed ia: P aradiso X X X II)].
fisto no sólo es cierto en un plano puramente físico o psíquico, sino
también en un plano moral; ambos pertenecen a los pobres de JM W H
y viven la misma santidad responsorial en orden al ofrecimiento del Padre.
Pero la semejanza va más allá, hacia el nivel onrológico: com o el
Hijo recibe sólo la vida del Padre por generación eterna, así María es
la Virgen-madre que acoge en su corazón v en su seno la Palabra eterna
del Padre y la engendra en ia estirpe humana mediante la fuerza del
Espíritu.
Tanto en la pascua como en la anunciación encontramos la misma
fuerza que realiza el misterio; el Espíritu Santo, ápice del anuncio del
ángel y principio que hace posible la humanamente imposible concep­
ción virginal: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti...» (Le 1,35).
No se trata del Espíritu de profecía que habló p or m edio de
los siervos de Dios en el AT, sino del Espíritu creador y principio
de vida, ei mismo que habrá de resucitar a Jesús de entre los muertos
262 MARÍA MAJARK !)K JK.SÜ.V

(Rm 1,4; 1 Co 1 5 ,4 5 ). C on M aría acaba el tiempo del silencio del


Espíritu9798: Dios inicia en ella una nueva creación en el Espíritu como
generación humana del Hijo de Dios.
Como destinaran a del protopentecostés (I.c 1,35) experimenta una
nueva relación con el Espíritu. Ambos actúan en sinergia (aunque sean
diferentes en un nivel causa.!) para llevar a cabo el gran misterio de la
encarnación. Pero el Espíritu precede a la acción, de María y hace posible
su cooperación elevándola a p a n n e r de dos obras humanamente impo­
sibles: la concepción virginal del Hijo de Dios y, antes, el acto de fe con
el que María consiente al ángel (Le 1 ,3 1 .3 4 -3 5 .3 8 ).
María revela como persona pn eu m atiform e al Espíritu actuando con
él, y lo revela como poder creador y transformador, amor nupcial trini­
tario que se derrama en ella y en la iglesia y se manifiesta en ternura
materna por la que María deviene en ¡cono.
En la consideración de la Madre de Dios con relación a la Trinidad,
antiguos Padres como Aranasio y Epifanio^, reiteran que «la Trinidad
permanece com o Trinidad», es decir, «que no permite adiciones» como
sería admitir un cuerpo consustancial al Verbo. En tal caso estaríamos
ante una cuaternidad.
Por la misma razón es necesario excluir la incursión personal de
María en h Trinidad como una supuesta cuarta persona divina, com o
podría inducir una interpretación sesgada del título de «complemento
de la Trinidad» atribuido a María. Dicho título debe ser explicado en
un sentido «extrínseco y accidental»
Con todo, aun negando esta inserción intrínseca en el misterio trini­
tario, urge reconocer los estrechos vínculos existentes entre María y la
Trinidad, partiendo sobre todo de la concepción virginal, que convierte

97. i. HI pensamiento dominante dd judaismo ortodoxo era que el Espíritu había


quedado en silencio» (J. Jeremías, Teología d d Nuovo Testamento, í, Paideia, Rresda
- 197fi, Ó1) [ Teología deí Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca5 1985). Según la concep­
ción rabí nica se daba una progresiva restricción dd don del Espíritu: al principio, en
d tiempo de los patriarcas, d Espíritu era en [regado a rodos; tras la adoración del
becerro de ora, Dios limita el Espíritu a hombres elegidos, sacerdotes, profetas y reyes;
a la muerte de ios profetas Agen, Zacarías y Mal arpiáis, ai Espíritu se extinguió defi­
nitivamente: Dios hablaba desde entonces con d eco cta Ktl VOZ.
98. Aranasio Alejandrino, Carta a. Epíteto 8-9: PG 26, 1062-1068; TMPM 1>
277-278; Epifanía, Paitarían 77,1 0-1 ]: PG 42, 656; TMPM 1, 591-392.
99. Cf. G.M. Roschini. La M adonna secando Ut fed e e la teología, Perrari, Roma
1953, II, 208, Hallamos el título de «corrí plememum Trini mis» en E.Ch. de Salazar,
Expos i lio i ti Proverbia Salomonis 300, Alcalá 1618. Para la expresión -quina persona
¡n dignitarc post illas supremas et divinas personas», cf. A. Salmerón, Comment. in
Euangdicam historiani, I. 3, tr, 12, Madrid 1598-i 602.
R EFLEXIÓ N SISTK,VIATICA SO B R E LA M A D R E D Ejh'SO s 263

el seno de María en «lo más amplio del cielo», portador del «misterio
de la divina economía»10010, y vasija de «lo Incontenible».
Cirilo saluda a María como aquélla «gracias a la cual la santa Trinidad
es glorificada y adorada en toda la tierra habitada»10¡. Posteriormente
la tradición cclcsial formuló en términos más antropológicos las inefa­
bles relaciones entre María y la Trinidad102.
Al elegir a María las tres personas divinas como persona dentro de
su diálogo salvífico y lugar materno de la encarnación del Verbo, la
convierten en un camino hacia la Trinidad. En ella todo nos remite a
las tres personas divinas, ya que «reúne en sí y refleja en cierto modo
las supremas verdades de la fe» (LG 6 5 ), comenzando por el misterio
altísimo de la Trinidad.

c) L a m a tern id a d espiritual

La acción de Dios en María, en particular la com unicación de la


capacidad m ate rno-gc iterativa, se prolonga desde diferentes maní ¡es­
taciones a lo largo de su vida terrena y celeste. María se muestra a los
pies de la cruz, a pesar de sus diferencias, com o Madre de Cristo y
madre de los cristianos en una relación de continuidad.
La mirada del cristiano se posa fundamentalmente en Cristo, su
objetivo principal, desde su nacim iento a la m uerte/resurrección.
En su «hora» del misterio pascual, Cristo nos muestra a su Madre y nos
ofrece la revelación de su identidad en la historia de la salvación:
«He aquí a tu madre» (jn 19,27). Se establece así una relación de mater­
nidad-filiación como expresamente descubre la respuesta del discípulo
am ado: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa»
(Jn 1 9,27). Juan no precisa la naturaleza de la maternidad de María
con respecto a los fieles, pero la tradición, sobre todo desde s. Agustín,
la interpreta en el sentido de com unicación de vida, es decir, com o
cooperación en el renacimiento espiritual de ios fieles:

La Santísima Virgen [...] concibiendo a Cristo, engendrándolo,


alimentándolo y presentándolo al Padre en el templo, padeciendo

100. Proclo de Constan linopla, Ham. IIIso b re la Encarnación- PG 65, 703-708;


TMPM I, 565.
101. Cirilo Alejandrino, ElomUta. IV d a d a en f.feso contra ¡Veste,rio: PG 77, 992-
996; TMPM 1,490.
102. O". J.M. Alonso. Trinitíi, en NDM, 1406-1417 (con los añadidos de X. Pilcara
a la edición española y la bibliografía ahí cicada); además X. Pikaia, l,a M adre de jesús.
Introducción a la mttriokigí.a, Sígueme, Salamanca 19S9; M aría y ¡a Santísima Trinidad,
.Salamanca 1986; Porte, María, la d o n m icena delmistero.
264 .VIARfA M.AOXH. l)h: Jl-SÚS

con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma entera­


mente impar a ia obra del Salvador con la obediencia, la fe, la espe­
ranza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural
de las almas. Por eso es nuestra madre en ei orden de ia gracia.
( 1.0 61 ) .

C om o podemos observar, el Concilio ve en la maternidad espiri­


tual de María una realidad dinámica y progresiva que se inicia en la
concepción del Hijo y culmina con su presencia en la cruz.
;Pero cuál es el vínculo entre maternidad y maternidad divina?
El magisterio ordinario con s. Pío X recurre al siguiente argumento
expresado con una pregunta: «¿No es María la madre de Cristo? Por
tanto es también madre nuestra»105. Según este argumento lodos estamos
místicamente contenidos en Cristo, Señor de todos los miembros de
la iglesia. El mismo Vaticano II, llevando a cabo una teología de la vida
de María, afirma con otras palabras que

lo propio de la obra materna ( concebirá Cristo, engendrarloy alim en­


tarlo) que se prolonga en los actos religiosos (presentarlo a l Padre en
el templo, padecer con e l H ijo cuando m oría en la cruz) realizados en
un mismo espíritu de fe, esperanza, caridad y obediencia, es encamar
un modo excepcional de cooperación para nuestra regeneración
sobrenatural. En otras palabras, la maternidad divina de María posee
una dimensión salvífica y social que afecta a todos los regenerados
a la vida divina104,

María se convierte entonces en «tota maler» y «semper maten» ya


que la maternidad biológico-pncumática respecto de jesús se prolonga
en la maternidad espiritual de rodos los discípulos de Jesús, mostrando
así la unidad y armonía del plan de Dios. Ya lo afirmó en su tiempo s.
Anselmo en su celebre plegaria: «¡Oh bienaventurada fe y seguro refugio!
La Madre de .Dios es también madre nuestra»105.
La proclamación de María como «mater ecciesiae» por parte de Pablo
VI en el concilio Vaticano If {2 1 .1 1 .1 9 6 4 } recoge este fundamental
significado:

If)3. Pío X , A ddiem iliuin, 2.2,1901.


101 S. De F lo re s , H aría riel misien: di Cristal e dalla chiesa, Cammcntu a l capitulo
rnanano deí concilio Vaticano il, Ediboni monto ruñe, Roma s 1984, 104.
105. Cíf! 1 I. lbirré, Piihcs anciennes de l'occident k la Mere duSauveur, Lethiellmx,
IArn 1963, 301.
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA SOBRE LA MADRE DE JESÚS 265

[...] proclamamos a María, santísima «madre de la iglesia», es decir,


de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores,
que la llamamos madre amorosísima106.

Pero esto no implica que María dependa de la iglesia en cuanto Insti­


tución -co m o de hecho se temía el concilio- sino que ha de tenerse en
cuenta que

la realidad de la iglesia no se agota en la estructura jerárquica, en


su liturgia v sacramentos o en sus ordenamientos jurídicos. Su íntima
esencia, la fuente originaria de su eficacia santificad ora deben buscarse
en la mística unión con Cristo107.

En el interior de esta mística unión con Cristo descubrimos a María,


a la que Cristo mismo «ha querido unir íntimamente a sí para nuestra
salvación», La salvación consiste esencialmente en nuestra regeneración
o nueva vida en el Espíritu (Ga 4 ,4 ; Col 2 ,1 3 ; Jn 1 0 ,1 0 ), cuya coope­
ración excepcional103 de María en la salvación representa la colabora­
ción femenina a la obra de la regeneración, por tanto como obra maternal
respecto de la iglesia109.
El título de «madre de la iglesia» evidencia el aspecto comunitario
de la maternidad espiritual. María es ciertamente madre de cada fiel,
que lo engendra )' forma colaborando con el Espíritu. Pero su mater­
nidad sólo puede ejercerse en la iglesia y en sus sacramentos. Debe por

1Oí». Pablo VI. Din u n o d e clausura d el tercer periodo d el Concilio, 21.1 1. 1964:
KV 1/306*.
107. Pablo VI, D in uno de clausura d el tercer periodo del Concilio, 21.11.1964:
EV 1/303*.
IOS. María forma parle: en la regeneración de los hombres de lies modo excepcional
ora por la unioetsalidad de su influjo, sabiendo que su «sí» ¡rucia la nueva economía,
ora por la unicidad de las funciones c orno madre de la misma Vida que rodo io renueva,
ora por la excepcionaliáad d el modo dado que María fue unida a Cristo de un modo
íntimo c iiidisoluble. Cf. S. Oe Plores. M aría nel mistare d i Cristo c della cbiesa, 105-106.
109. Para la interpretación del titulo de «maler ecdesiae», d_ R. Casasiiovas Cortés,
h l titulo ".Madre de la Iglesia» en los sextos y en las actas d el concilio Vaticano II, en EM
32 (1982) 237-264; M. Pascbke, M aría —Mutter der Kirche. '/,um Nueauforucb dieses
Titels i...], tesina de ía Pac. de teología. Main;. I9S3; M. Verali, M aría «Madre della
cbiesa« nel Vaticano I I (tesis doctoral en teología), PUL, Roma 1980; W Dürig, Marta-
Mutter der Kirche. Z ur Gescbichle ttnd 1 heoiogie des neuen liiargiscbes Marientilels, EOS-
Verlag, SrOtificn 1979, 85; J. Calor, N a ture du diré «Mi-rede CÉgtisc», en EM 32 (1982)
159-173; R. I.aureutiu, Mere de l'Église, en Ca¡holicisme\'l\\, 1217-1218; X. Pikaza,
Marta, m adre de la Iglesia, fundam ento teológico y sentido pastoral, en EM 32 (1982)
175-188.
266 MAKÍA MADRE DE JESÚ S

tanto superarse una interpretación en clave individual en función de


una visión eclesial según la cual tanto la santidad como los carismas
deben disponerse para la edificación de la iglesia y ia evangeiización.
María como madre de los hombres, sobre todo de los fieles, cons­
tituye una «parte integrante del misterio de la salvación humana, ya
que debe formar parte de la fe de todos los cristianos»110. El sensusfidei
parece haber inspirado un consenstts fid e i de todo el pueblo de Dios
acerca de María nuestra madre111.

d ) C olaboración d e .M aría en la obra d e la salvación

¿Puede extenderse la obra de Dios en María al mismo misterio de


la redención? La cuestión es debatida ya que afecta a la naturaleza
de tal participación112, y no al hecho de que María coopere a la salva­
ción de la humanidad.
C om o sabemos la docrrina de la «Nueva Eva»113 exhibe la figura de
ia virgen dentro del con texto de la obra de la redención en la que
aparecen todos los elementos de la caída: A dán-E va-serpiente-árbolequi-
valen, por tanto, a C rísto-M aría-G abriel-cru z (Justino, Ireneo, Efrén,
Agustín).
En función de la «recirculatio» del plan divino, el mal originario es
solucionado por sus límites contrarios. De ahí que se esta.ble7.ca una
cierta necesidad (Ireneo dice «conscquenter») de que la mujer-virgen

] 10. Pablo VI, exhortación apostólica Signum tnagnum, 13.5.1967: EV 2/1179.


111. Según D, de Margene se podría proceder sin grandes dificultades a la defini­
ción de la maternidad espiritual de María: L ’É glite feu t-elle definir dogma riquemcnl la
m atm itté spirilueiU de Marte? Objectiom et réponsrs, en Mar 43 (1981) 394-418.
112. Es lo que viene a definirse como «corrcdcncióu*. Los autores se dividen en
tres corrientes diferenciadas: 1 . Cooperación inmediata y activa (Roschini, Liameta y
otros muelios mamialistas). Por voluntad de Dios, María participa ímjmamenre en la
redención uniendo sus dolores a los de su Hijo, si bier. sus méritos y prerrogativas
poseen un valor meramente corredenror. Cristo queda como el Redentor necesario e
independíeme, mientras que María es corrí-demora a un nivel secundario y depen­
diente; 2 . Cooperación m ediata (Leonera). María contribuye a la salvación del mundo
de tul modo previo e i ndireern gradas a su libre aceptación como madre del Redentor;
pero sólo Jesús realiza sobre ¡a cruz la redención objetiva; 3- Cooperación inm ediata
receptiva (Rosten Semmdroth). Cristo actúa sólo activamente corno redentor, mien­
tras que María acepra y recibe la redención como prototipo de ia iglesia. Cf. S. Meo,
NuovaEtm, en NDM, 1022-1023.
113. B1 concepto «Nueva Eva» aplicado a María es claro en los Padres a partir de
Justino, si bien paradójicamente la fórmula «no fue creada para María sino para la
mujer de Job» (R. Laurentin, Nueva Eva, en NDM, 1020},
REFLEXION SISTEMÁTICA SOBRE LA M ADRE DE JESÚS 267

María sustituya a la mujer-virgen Eva para desatar el nudo que esta


había atado con su desobediencia. Por su obediencia de fe, María se
convierte así en «causa de salvación para sí y para todo el género humano»
(Ireneo).
Con ello, según expresión de Zenón de Vero na (f ca. 3 80), la mater­
nidad creyente de María constiruye una «promoción» del sexo feme­
nino114. En realidad, María como mujer da a luz. a Dios por la grada
y entra activam ente en el orden de la salvación del mundo: «SÍ un
hombre fue arruinado por una mujer, ahora el mundo entero queda a
salvo por medio de otra mujer»115.
SÍ María ha sido a lo largo de toda su existencia la «compañera gene­
rosa» del Señor (LG 6 1 ), este título es fundamental sobre todo en el
momento culminante de la redención, es decir, en la muerte y resu­
rrección de jesús, Por lo tanto la bienaventurada Virgen

mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la


cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19,25),
sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con
entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la
inmolación de la víctima que ella misma había engendrado (LG 58).

La más profunda kenosií de María {RM 19) como madre de! cruci­
ficado coincide, de modo también paradójico, con la gran obra de Dios
que es la redención del mundo.
La reflexión medieval ve a la Virgen durante el triduo pascual como
la sola creyente en la resurrección dd H ijo 116. Toda ia iglesia fiel es
ahora representada en María, en cuyo corazón no guardó en vano el
anuncio de la resurrección hecha por Jesús a sus discípulos117. Respecto
a ia aparición del Resucitado a María, no es documentada por ios evan­
gelios ya que el testimonio de la madre no habría revestido ningún
valor. Pero esta Idea ha sido defendida en el oriente cristiano1ií?.

lid. Zenón, 7¡ww¡s4)j 2,S,8: TMPM III, Mó.


115. Jerónimo, Sobre el mimo 96\ TMPM TU. 28 i,
! 16. El primero en afirmarlo -según R. Lautenrin- fue Odón de Ourscamp
(t 1171), (¿uaettiones 2,56, en J. 13. Pitra, Analerta nuvissima sfiicilegii solesmeruis, 11,
Iiji. lusfLiianis, 1878, 53: «María Magdalena, con d resto de los discípulos, turbada
por la pasión perdió esta fe [en la divinidad de Cristo!; de esta incredulidad creemos
permaneció inmune sólo la Madre dd Señor,,. El mismo pensamiento lo encomtamos
en Alano de Lilla (f ca. 1183), Irt Cántica canticorum 1: PL 2 1 0 , 58-59.
I i 7. Cf. A. Sena, Sapiente, en NDM, 1282-1283.
118. La primera afirmación pertenece a Lirón, pero confunde a la Madre de Jesús
con María Magdalena «Puesto que María estuvo presente en el primer milagro, gozó
2Ó R MARÍA MAD RE D E j ES C S

B. Acciones d e D ios en M a ría en la vida ultraterrena

A una existencia de obediencia de amor al pian salvífico, le sigue la


respuesta glorificad ora dd Padre. Al justo le ha preparado un «trono
de gloria» (1S 2 ,8 ) tras haberlo elevado ai cielo y llevado a sí (Sb 4 ,1 0 ).
A Cristo, siervo obediente hasta la muerte de cruz, el Padre reserva la
resurrección, la entronización como Kyriosy !a postración adorante de
todo el cosmos {Flp 2,9-1 i). ¿Cuál habrá de ser la respuesta de Dios a
la vida terrena de María?
La Escritura caria acerca dei fulai ic treno de Maiía, contentándose
con presentarla como una creyente singular de la comunidad cristiana
post-pascual (H ch 1,14) y mostrarla bajo el gran signo de la mujer
vestida de sol (Ap 12,1).
C om o creyente en Jesús, su suerte ultra terrena rro puede ser dife­
rente a la de los fieles discípulos del Señor a los que ha prometido la
vida etern a (M t 2 5 ,4 6 ; Jn 3 ,1 5 ; 5 ,2 4 : Rm 6 ,2 2 ), la co ron a d e g lo r ia
(Ap 2 ,1 0 ; iC o 9 ,2 5 ; Sant 1,12; 1P 5,4) y la resurrección en el último
día Q C o 15,13; Me 1 2 ,2 6 ; Jn 6 ,3 9 -5 5 ).
Para María la fase fundamental de la exaltación y encumbramiento
se expresa en dos momentos focalizados por la tradición eclesial según
el papel especial que ella desempeña en la historia de la salvación: la
asunción y el culto. I.n que se afirma ahí es compartido por todos los
fieles cristianos, pero desde una modalidad que trasciende la suerte
común de los fieles y que la acerca más íntimamente a Cristo.

a ) M a ría asunta a l cíelo

A la madre del Señor, partícipe de los misterios salvíficos de su vida


y muerte, debe aplicarse el modelo bíblico de traslación in m ed ia ta al
paraíso o de asunción (cf. Le 2 3 ,4 3 ; Ilc h 1,2; lTs 4 ,1 7 ).
Jal imuición se consolida en torno a! sepulcro vacío de María, en
el que se celebran sus elogios fúnebres ya en pleno s. 11 iniciándose el
primer núcleo judco-cristiano de lo que habrá do ser el TransitasM ariadW .

de las primicias de la resurrección de los muertos» ( Comentario a l evangelio concordado


o DiatesseronlX ,171TMPM IV, 87). El tema retorna, por ejemplo, en Scdulio, (s. V),
cu el Evangelio de Gamalid (apócrifo de los ss. V-VI), en Romano Melódico (t ca.
56ü) y en Jorge de Nicomedia (f fin del s. IX). Cf. C. Vona, ¡Japparizionc d i Cristo
risorto alia M adre negli antichi scrittari crisrittnl, en «Divirutas» 1 (1957) 479-527.
1 19. «El alma de María es tomada por el Señor confiándola a Miguel, mientras
que el cuerpo de Pedro es enterrado en el Cedrón y al tercer día es asunto por los ángeles
psychopompoi al paraíso terrenal» (E, Testa, M aría diNassartt, en NDM, 875).
[ÍEhLEXiÚM SISTEMÁ TICA .SOBRE LA MADRE DE. JESÚS 269

Junto a la suerte gloriosa de María tras la muerte, vinculada con el


Hijo para roda ja eternidad, ia iglesia profesa progresivamente la asun­
ción de María en cuerpo y alma al cielo, ¡o tjue viene definido por Pío
XII el 1 de noviembre de 1950.
En María, primicia glorificada de los creyentes en Cristo, se cumple
de modo pleno y sin dilación alguna el misterio pascual del Señor en
el que se anticipa el i muro [tro metido a cada fiel.
La asunción de María no suscita ninguna sorpresa en los cristianos,
siempre que se interprete desde el esquema de abajamiento-exaltación.
Partícipe de la kéfío sisd e Cristo, kénosis<.\uz comprende la elección de
un mesianismo alejado de toda inmunidad y privilegios terrenales y el
paso por la muerte, María debía participar de su exaltación, según la
ley evangélica preanunciada en el Magníficat (Le 1,52-54; cf. Le 14,11;
1 8 ,1 4 ), Al descenso íkdlábasis) le corresponde el ascenso (an ábaus), al
abajamiento la exaltación, a la humillación el triunfo: sólo así Dios se
muestra fiel a la ley histórico-salvífica que él mismo puso en acción en
la antigua y nueva alianza,
La asunción com porta una transformación radical en M aría con
notables consecuencias eclesiales y antropológicas.
M aría pasa a convertirse en la n u eva m u jer d e la s u h im id a d es.
A semejanza de Cristo y ios fieles, María es exaltada, elevada y entro­
nizada. Con estas gráficas imágenes, la Biblia pretende reflejar un cambio
no de lugar, sino He situación. Elevación «no significa un rapto hacia
un empíreo ullraterrcno sino estar junto a Dios, encontrarse en la dimen­
sión de Dios, de su poder y su gloria)'1211.
El cambio de situación para María deriva del hecho de que toda su
persona está plenamente redimida por Cristo, radicalmente transfor­
mada por el Espíritu y enteramente puesta bajo el señorío dei Padre.
Para comprende]' cómo María es glorificada en todo su ser corpóreo
y psíquico donemos recurrir a. la analogía con Cristo resucitado y los
cuerpos resumí ados (cf. sobre todo iC o 1 5 ,35-50).
Com o el Señor resucitado, María no csrá ya sujeta a las leyes de este
mundo. As; pues
dei cuerpo de Cristo resucitado posee ia cualidad act:va. dado que
puede actuar en el cosmos, pero nunca !a pasividad, ya que al no
estar limitado no queda apresado ni encerrado en el tiempo y cí
espacio1- 1.120

120. W. Kaiper, Cesü i i Crino, Queriniana, B riada 1975, 20 5,


1 21. C, M. Ma [fin i, /Usurtvzitm?, en N D' 1i 131 (i-1 3 17.
27 U MARÍA MADRE D E JESÚS

Junto a la corporeidad del Cristo resucitado, María es valorada como


«gloriosa», es decir, partícipe de la trascendente esfera divina de la
luz, del poder y de la vida. A diferencia del primer Adán de cuerpo
animal, el Resucitado se convierte plenamente en presencia activa y
luminosa en la historia (sentido bíblico de «gloria»): «Fue hecho el
primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da
vida» (IC o 15,45).
Debemos aplicara María, en conformidad con la tradición ccicsial,
las cuatro notas positivas que caracterizan los cuerpos resucitados, según
I Co 1 5 ,4 2 -4 4 ; in c o r ru p tib ilid a d o victoria sobre la caducidad y la
m uerte, lo que la Virgen glorificada posee en grado sum o; g lo r ia
(esplendor) y presencia salvífica en la historia, por la cual María es invo­
cada com o «gloriosa» {endosos)', p o d e r o fuerza del Espíritu que capa­
cita pata obrar taumatúrgicamente, com o reconoce la plegaria que el
pueblo de Dios le dirige; esp iritu a lid a d o «cuerpo espiritual» (1G o
15,44), es decir, animado por el Espíritu y dócil al impulso de los dones
divinos122,
Todo eso tiene importantes consecuencias eclesiales: el cuerpo viviente
de María, es decir, su ser global, se halla ya junto a. Dios y está presente
en el mundo de manera nueva.
Ella participa de la vida divina, de su esplendor (como sucede para
todos los justos1211) y poder. Al igual que Jesús, puede interceder siempre
por nosotros (cf. H b 7 ,2 5 ).
La transformación de María bajo el influjo del Espíritu le permite
adquirir dos prerrogativas: la «presencia» en los diversos tiem pos
históricos y espacios culturales, sin quedar limitada o circunscrita a
cada lugar; y el ejercicio in actuÁ s, la «maternidad espiritual» ya que
nada impide la universalidad del influjo en la com unicación de la
gracia divina.
E! pueblo católico, sensible al rito de coronación de sus imágenes12'*,
medita a María en el último misterio del rosario como mujer coronada.
El símbolo de la corona es universalmente aceptado com o «el signo 1

122. -Sobre la condición glorificada de María y su presencia en la iglesia, cf.


A. Pizzarelh, 1a jim en za di Alaria radia vita delta china. Saggw d'interprttazione pneu-
rnatologica, Paoline, Grosello B. 5990; S. De Flores, La p rescaza di M aría nella vita
delia C hina alta luce dell'emiélica ,<Redemptarii M aten , en Mar 51 (1989) 110-144
(con bibliografía).
i 23. „Huronees los justos brillarán como el sol en cí Reino de su Padre» (M i 13,43).
124, Cf, I,M. Cal abu ig, Sigmficatci c va ture d el nuevo «Ordo coronclndi im aginan
beataeM atute Virginis», in «Notúiae» 17 (1981} 268-324 (con bibliografía).
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA SOBRE LA MADRE D E JESÚS 271

visible de un renacim iento»125126. La Biblia conlinna este significado


presentando la corona como un acto de victoria y recompensa (Pr 4 ,9 ;
IC o 9 ,2 4 ; 2Tm 4,8; Ap 2 ,1 0 ) y expresión de una vida de fidelidad al
Señor.
El esquema hístórico-salvífico de humillación-exaltación comporta
para Cristo y los cristianos, como también para María, la entronización
y la coronación gloriosa como señal de su entrada definitiva en el reino
de los cielos,
.María es la sierva transformada en Reina por la acción de Dios, ya
que ha sido llamada a reinar con Cristo y a compartir el gobierno de
amor en el mundo.

b) L a a la b a n z a a M a ría en la iglesia

De igual modo que a Cristo entronizado se le da el nombre de Kyrios


y en su honor toda rodilla se dobla en proskynesis adorante (Flp 2,9-11),
así debe suceder con María siempre dentro de las debidas proporciones.
Ante ella, glorificada en cuerpo y alma y coronada como reina, la
iglesia debe proclamar su nombre, esto es, su real condición escatoló-
gica e históricosnlvífica12<\ y acoger las alabanzas de toda criatura.
Esra alabanza queda explicitada en el M agn íficat cuando pone en
los labios de M aría la profctica palabra: «De ahora en adelante me
llamarán bienaventurada todas las generaciones» (Le 1,48).
C om o observa la exégesis, ha de tenerse «una visión sintética, que
acoja unitariamente lo que se afirma gradualmente y en momentos
diversos»127. Antes incluso que el beneplácito de Dios sobre ella, pobre
sierva (v. 48a), y las maravillas que ha realizado en su ser (v. 4 9 ), es con

125. J.-E. Cirlot, D iziom triod eisim bo li, Siadedizioni, Milano 1985, 171 ¡Ed. orig.
D iccion ario d e sím bolos. Labor, Barcelona 1978]. Otros datos en j . Chevalier —A. Clheer-
brant, D izion ario d e i sim boli-, Rtzwjli, Milano *1987, 1, 323-327 f D iccion ario d e los
sím bolos. Hcrdcr, Barcelona 1988].
126. El nombre de María, que también quiere decir «elevada», al margen de las
controversias sobre su significado etimológico (cE G.M . Rosdrint, M ariolog ia. I I/ 1,
Belardetli, Roma 21947, 58-66), debe indicar, según el esquema de abajamiento-exal­
tación, la realidad escarnícigica en continuidad con su misión terrena. Por tanto: la
Madre de Jesús debe ser exaltada, glorificada, honrada, asunta al ciclo y partícipe del
señorío de Dios y de la misión santiñeadora del Espíritu, es decir, como Madre de Jesús
en la plenitud de su santidad, poder y misericordia, desde la condición final de gloria
y de maternal comunicación de los dones divinos. Según expresa la liturgia romana,
escamos anee la «gloriosa Madre de Dios».
i 27. Valentín i. I I Magníficat, 15 5-
272 MARÍA MADRE DE JESÚ S

el macarismo de Isabel (v, 45 ) cuando se inicia un movimiento dura­


dero de alabanza y bendición que involucra a ambos, Dios y M aríal2S.
Los sujetos que proclaman la bienaventuranza de María, después
de Isabel, son «todas las generaciones)» (Le 1,48b), es decir los pueblos
de la historia, no sólo ios cristianos sino todos los que conocen las mara­
villas realizadas por Dios en M aría125'1.
jesús precisa el sentido de la bienaventuranza de María (que proviene
sobre todo de la escucha atenta de la palabra de Dios), cuando la mujer
entre el gentío la aclamó por haber engendrado y criado ai Mesías
(Le 1 1 ,2 7 -2 8 ). La bienaventuranza de María com o Madre del Señor y
creyente continuará siempre en la iglesia y el mundo según declaró
Isabel (Le 1,42 y 45).
La historia de la iglesia quedará marcada por la alabanza a María
desde un macarismo universa!, «maría-euloghía» o mariología doxológica.
El paso de la alabanza al culto de veneración se realiza progresiva­
mente cuando la iglesia roma conciencia de la persona glorificada de
María experimentando su potente intercesión1^'.
H1 concilio de Nicca II distingue la prokyneüs btutretiké (adoración),
reservada a las personas divinas, de la proskyneús tirnetike (veneración),
sólo arribuída a María y los santos1
Com o lia sucedido con Cristo, también María pasa de la doxología
al culto, a las fórmulas dogmáticas y a la reflexión teológica sistemá­
tica. Este paso sucesivo se escalona y actualiza a lo largo de los siglos.
Sólo en el arco de la lógica divina, que se despliega en la doble fase
de la kénosis y la gloria, toda la existencia de María se torna comprensible.128930

128. «I.o característico tanto dei Magnificar como de los textos de judit es el hecho
de que no sólo Dios es el celebrado, sino también el personaje humano que está en el
núcleo de esa experiencia u de ese canto» (Val en ti ni, //Magnifica!, 154).
129. Como demuestra el paralelismo con Jdt 13,17-20 y 14,7, donde el pagano
Ajior es obligado a unirse a! coro de los hebreos en alabanza de Judie.
130. Como prueba el Sub ruum pm esiáium , donde María es contemplada como
persona glorificada y capa?, de intervenir en ¡a vida de* los fieles liberándoles del peligro.
Severino de Gíbala interpreta teológicamente la plegaria de alabanza a María dado que
ella «cama, porque se encuentra en un lugar espléndido, porque está en la región de
ios vivos, día que es la madre de la salvación, ella que es la fuente de la ¡U'Z perceptible»
{H om ilía VI sobre creación de} mando: TMPM I, 428).
131. «Porque cuanto con más frecuencia son contemplados [Jesús, la Theotokos,
lo; ángeles, los santos y piadosos liombtes] por medio de su representación en la imagen,
tatito más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tribu­
tarles el saludo y adoración de bonor, no ciertamente la latría verdadera que según
nuestra le sólo conviene a la naturaleza divina;...» (Nicca lí, Hnroz TMPM II, 619;
COD, 136).
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA s o b r e la m a d r e d e j e s ú s 273

1Z1 esquema histórico-salvífico de abajamiento-exaltación destruye de


raíz las visiones unilaterales que ocultan cualquiera de estos dos momentos
esenciales, oscilando entre el minimalismo y el maximalismo.
Queda por explicar en términos de inculturación el significado de
la Madre de jesús para nuestra época (c. V I); pero antes debe estudiarse
el papel que representa en la liturgia de la iglesia, la piedad popular y
la espiritualidad (c. V).
354 MARÍA M.ADKH D E JESÚS

La tradición oriental coloca la figura y el papel de la «Thco-


lokos» en el conjunto orgánico del misterio y de la historia de la
salvación1

Existen una serie de modos de aproximación a la figura de María


-co m o por lo demás a cualquier realidad del «depos itu m»—en el oriente
cristiano que precisa un ángulo específico, un «estilo» diferente y cuali­
ficado. lo d o elfo debe ser atentamente estimado y comprendido, ya
que no constituye un simple revestimiento de la verdad sino que plasma
y con tem ía la Íiiííiiia esencia (n. í?)17-.
Por eso la M arialis cultm pide ir más allá cuando afirma la nece­
sidad de «secundar el impulso creador de cuantos con germina inspi­
ración religiosa o con sensibilidad pastoral desean dar vida a nuevas
formas» (M C 40). Éste es un postulado de orden cultural, dado
que la variedad de culturas aporta una transformación de valores,
modelos, esquemas representativos, instituciones... La alabanza a
María debe traducirse en cada cultura según su propio horizonte y
universo simbólico.

En cada inculturación del dato m añano encontram os una fuerte


experiencia de la presencia de María en la historia de la salvación que
se prolonga en la vida de la iglesia. Dicha inculturación interpela a cada
fiel para que M aría tenga su espacio en la com unión de am or con
Cristo137.195

195- Congregación para las iglesias o ríen rales, instrucción Con la solennit/i acerca
de la aplicación de la encíclica Reelem ptorisM ater a las iglesias orientales con Ocasión
del año mariano (7.6.1987) 8 : EV 10/1807.
1 96. Congregación para las iglesias orientales, Con la iolennitit 5: EV 10/1806.
197. Cf. en esta línea A. Marrinelli, Uno stilsdi vita ispirato a Mario, LDC, Leumann
1987, 198.
6
Significado de María para nuestro tiempo

Siguiendo ei método conciliar de los estudios teológicos, hicimos


un sondeo de los datos bíblicos y la tradición cristiana acerca de la
Madre de jesús (cc. II-1I1). Después los ordenamos orgánicamente en
función de una reflexión sistemática (c. IV) para hallarlos definitiva­
mente en el culto y la vida de la iglesia (c. V ).
Ahora nuestra tarea es «buscar, a la luz de la revelación [acerca de
María], la solución de los problemas humanos», con el fin de «aplicar
sus eternas verdades a la mudable condición de la vida humana y a
comunicarlas de un modo apropiado a sus contemporáneos» (O T 16).
No se trata, de una simple traducción o adaptación a un lenguaje
concreto, sino de verdadera «inculturación», es decir, de encarnación
del evangelio, que en este caso particular constituye la referencia de
todo lo que afecta a María «en ia entraña de una cultura particular»5.
María debe entrar en la cultura contemporánea para convertirse en
principio y vivencia según sus categorías particulares, superando la
marg iilación de la que ha sido objeto e! discurso y el culto mariano.
Esto ha acontecido en el post-concilio con ia crisis mariolúgíca, deter­
minada por ia desproporción entre el modo de referirse a María desde
claves históricas' pasadas y las tornadizas situaciones culturales. La imagen
de ia Madre de jesús se ha mostrado a los cristianos privada de significado,

i. Comisión teológica internacional, Fcdc f inculturazitme (octubre 1988), 29;


EV' 11/1394. La inculturación «refleja muy bien una componente del misterio ele la
Encarnación» (Juan Pablo II, Ai membri della pontificia Commissione bíblica, 26.4.1979),
que puede definirse como «la inserción de ¡a vida y del mensaje cristiano en una concreta
área cultural, de ral modo que esta vida y este mensaje no sólo sean capaces de refle­
jarse en los propios elementos de cada cultura, sino que también constituyan ana
función inspiradora, normativa y unificante- que transforme y recree didi a cultura,
dando origen a una “nueva creación’1» (A. Roes: Crol litis, Per una teología pratica de Win-
culturazlone, en Incuituraeiime. Caneetti, problemi, orientamenti, Centmm ignarianum
spirimalttatís, Roma 1979, 37).
356 MARÍA MADRE D E JESÚ S

yaque no ha actuado dentro del dinamismo cultural con toda su carga


liberadora, promocional y sugerente2.
Nuestra tarea consiste en discernir, por difícil que sea34, los valores,
problemas, modelos, instituciones y esquemas representativos de la
cultura de nuestro riempo para afianzar en ellos la figura de María para
que así manifieste todo su significado vital en función del designio
divino de salvación.
El escenario cultural contemporáneo, sometido a continuas varia­
ciones, presenta difusas aspiraciones, necesidad de participación, corres-
ponsabilidad y solidaridad; agudo sentido crítico que purifica las religiones
de cualquier concepción mágica o alienante; existencia digna del hombre
que pone a su servido el resurgir del mundo respetando sus leyes ecoló­
gicas; fraternidad, igualdad y libertad; defensa de los pobres y margi­
nados, y aceptación de lo diferente; promoción de la mujer en la vida
com unitaria...
Al mismo tiempo el hombre de hoy experimenta la crisis de las id eo­
logías totalizadoras, desde el nazismo y fascismo al comunismo, junto
a! derrumbe de una historia de auto desarrollo racionalista. Siente, por
tanto, caer las seguridades ideológicas y avanzar lo que se denomina
«pensamiento débil», que le invita a una kénosis distante de las utopías
y de ios grandes proyectos, contentándose con vivir la diaria cotidia­
nidad desde una cierta sagacidad comúnmente reconocida'*.
A su vez la iglesia católica experimenta un periodo de transición
caracterizado por el fin de una época defensiva y polemista y por el paso
a la efervescencia de la renovación conciliar, con tendencias opuestas
de huida hacia delante y tradicionalismo restaurador.
Al hombre contemporáneo, ¿qué puede decirle la Madre de Jesús?

2. Cf. d análisis realizado por la M erialis cultus del malestar y de esa «cieña falta
tic afecto hacia el culto de la Virgen y una cierta dificultad en tomar a María como
modelo» (MC 34: EV 5/65). El documento de Pablo VI ve la causa en la dificultad de
«encuadrar la imagen de la Virgen... en las condiciones de vida de la sociedad contem­
poránea y las actuales concepciones antropológicas y la realidad psicosociológica, profun­
damente cambiada, en que. viven y actúan los hombres de nuestro tiempo» (MC 34:
EV 5/64).
3. Li dificultad en hilvanar un discurso cultural parte por un lado de la coexis­
tencia de diversas culturas y suhcuituras no sólo en el mundo entero, sino dentro de
una misma área geográfica, y por otro de las mutaciones culturales debidas a la velo­
cidad con que evoluciona el mundo.
4. C f G. Vattimo - P.A. Rovatti, ¡l pensiero debole, Milano 1983; A. Rizzi, L e
sfidt d el p o n iera débale, en RnssT, 27 (1986) 1-14 [E lpensam iento débil. Cátedra,
Madrid 1988).
SIGN IFICADO D E MARÍA PARA NUESTRO TIEM PO 357

Si se analiza a María sin prejuicios y se la contempla a la luz de la


Biblia, no hay problema alguno en com probar su afinidad con los
problemas actuales desde su condición fundamental de m ujer/persona
expresada com o m adre y discípuía de jesús. Ella tiene algo que decir a
U problemática femenina sentida vivamente en nuestro tiempo y ai
compromiso moral ante la historia desde esc salto cualitativo existente
entre la sabiduría humana y la divina. María desempeña en este sentido
un papel iluminador y prom otor de conocimiento y valor.

Sección primera
M A R ÍA Y LA C U E S T IÓ N F E M E N IN A

Ambas realidades, M a ría y mujer, están intrínsecamente conectadas


por la simple razón de que la Virgen de Nazaret no sería Madre de Jesús
si no fuera una mujer. En otras palabras, ser mujer es constitutivo de
la persona de María. Dada su importancia en la historia d éla salvación
es legítimo descubrir lo que en esta mujer Dios ha querido revelar.
Los padres de la iglesia no olvidaron subrayar en María su condi­
ción femenina en su doble implicación de maternidad y virginidad
como garantía de la realidad de la encarnación del Verbo de Dios. María,
madre creyente en Jesús y antítesis de Eva, es saludada como «el orgullo
dei sexo femenino, la gloria de la mujer»5.
Ciertamente la figura de María ha ejercido históricamente un influjo
positivo sobre las distintas generaciones cristianas para el reconoci­
miento de la dignidad de la mujer6*.

5. I’mclij de Constan t inopia, H omilía sobre M aría, M adre de Dios 1: TMPM I,


557. Exclama Zenói; de Veten «i (t ea. 3 SO): «Exultad, oh mujeres; reconoced la promo­
ción de vuestro sexo. Cancelada vuestra culpa, lie aquí que por vuestro medio nos
hemos acercado al cielo» ( Tratados 2,8,8: TMPM III, 146). «Si un hombre fue en i re­
fiado a la condenación por una mujer, ahora d mundo entero se ha salvado por una
mujer» (Jerónimo, Sobre el salmo 96: TMPM III, 281),
6. La figura de María ha contribuido grandemente a ennoblecer las costumbres
de la sociedad occidental. María es «principio particular de rehabil iración de la mujer»
ya que la grada con la que ha sido colmada libera a la mujer dd pecado en el orden
religioso, dd desprecio en d orden moral y de la servidumbre en ci orden legal»
(A. Nicolás, La Vierge M aris et le plan divin, Poussidgue, Ruis 111882, IV, 283-357).
M. Warner admite: «Tanto si consideramos a la Virgen María como b imagen más
bdla y sublime de la aspiración del hombre al bien y a la pureza, o comod más despre­
ciable producto de ¡a superstición y la ignorancia, su figura representa un tema central
en b historia de la concepción de la mujer en occidente» {S o lap a le donne. Miro e a d ío
di M aría Vergine, Sdlerio, Rderino 1980, 19),
35 8 m a s ía m a d r e d e je s ú s

Sin embargo no siempre se han podido superar algunos datos


culturales (influjos maniqueos, datos biológicos errad os...) que han
conducido inevitablemente al desprecio de la mujer y a su escasa presencia
en la sociedad y la iglesia.

I. Marioi.ogía y movimiento feminista

I.a cuestión femenina ha entrado de forma imparable en la época


moderna gracias al movimiento feminista en sus diversas fases histó­
ricas. Su referencia a María no ha sido lineal, sino que ha pasado de la
in diferencia a la confrontación positiva pasando por su contestación'1.

\, Fase d e la recíproca ig n ora n cia: p r im e r fe m in is m o ( J 7 8 9 - 1 9 6 8 )

El feminismo originario, surgido al amparo del espíritu ilustrado,


propugnaba la emancipación de la mujer en el plano jurídico, econó­
mico y político, luchando por el reconocimiento de los derechos de
igualdad en el trabajo y en el voto.
No percibiendo ningún nexo entre María y esta problemática, el
movimiento feminista ignora la figura de la Madre de Jesús, o en su
caso la contempla como entidad irrelevante y privada de cualquier carga
liberadora y prom ocional según la imagen heredada en la cultura
dominante.
La teología y la mariología se distanciaron del movimiento femi­
nista al considerarlo desacrallzador. Pero no era posible desinteresarse
de la mujer por mucho tiempo, lo que obligó a estudiar su problemá­
tica con relación a María. Por eso, aunque con notable retraso, la Virgen
entró a formar parte com o dato necesario en la «teología de la mujer».
En ella se revisó ei arquetipo femenino sobre todo en lo que respecta a
su condición de madre y virgen: «no es una mujer cualquiera, sino el
acimentó de la. mujer, de la nueva Eva restituida a su virginidad materna»s.
En general la misión de la mujer, com o era también la de María, es
vista en términos de inferioridad y silencio: «La mujer no es la que

7. Pata este punto, cf. S. De Flores, Marín ndia teología contemporánea. Centro
di diluirá mariana «Madre delía cbiesa», Roma ! 99!, 400-437 (c. XIV: «María e la
domui riel movnnento cultúrale contemporáneo»).
8. P Evdokimov, La donna e la salvezza del mondo. Jaca Book, Milano 1980,
196.
SIGN IFICADO D E MARÍA i’ARA NUESTRO TIEM PO 359

propiamente actúa, sino laque colabora»'1. Este carácter de interioridad


y de secreto, que halla su símbolo en el velo femenino, excluye a la
mujer -a l igual que M aría- tanto de la vida política y cultural como
de los ministerios de la iglesia910.

2. Frise d e la con testación : e l n eo-fem in ism o ( 1 9 6 8 - 1 9 8 0 )

F.n torno a 1968 las feministas salieron a la palestra pública e hicieron


sentir su clamor, propugnando la transformación cultural de una sociedad
androcéntrica a otra feminista donde la mujer pueda autogestionar
libremente toda su vida, incluyendo su cuerpo y sexualidad.
De este modo surge una teología feminista preocupada por los
aspectos femeninos de la revelación bíblica, o sea, por esa «Palabra sepul­
tada»11 bajo el régimen patriarcal. En el ámbito de la teología la rela­
ción con María mujer fue inevitable, relación que se expresó bajo el
signo de la polémica y la repulsa.
La figura de María es atacada y rechazada sobre todo en lo que tiene
de «modelo», y ello por varias razones:

. para la mujer de hoy María es una figura ambigua, ya que ha


sido objero cíe una mariologla idealizadora que pretendía venerarla
a expensas de la mujer de carne y hueso, proyectando sobre ella las
virtudes pasivas de la obediencia, la humildad y la docilidad.
[...] A lo largo de los siglos María pasó a convertirse en símbolo de
la feminidad ideal que, por un lado, hace de la maternidad la razón
de ser de la existencia de la mujer, mientras que por otro defiende
que ia «virginidad y el celibato son mejores y más santos que el
vínculo conyugal». De ahí que para algunas pensadoras feministas
María representa como virgen y madre un ideal imposible, actual­
mente privado de significado moral12.

9. G. van Lt Fon, La denna eterna. Istituto ai propaganda libran;., Milano


-1945,73.
10. Cí. G. Philips, La femm e dans l’Église, en Ephetnerides ibeologiate levántense*
37 (1961) 598; «La mujer será siempre laica»; J, Calor, La chiesa e ia donan, .Sales,
Roma 1965,36, 147-154 [La ig'i’sia y la m u jer, Kd. Mensajero, Bilbao 1965).
11. Cf. M.P. Dcfossez, La Parale ensenelie, Cc-ri, París 1987. Para las caracterís­
ticas y temas de la teología feminista, el. M.-Th. Van Lunen-Oienii, Dnnnc, fim m i-
nismo e teología, en M,-Tli. Van Limen-Citenu - R. Gibcllini, Donnn e teología,
Qu.ermia.na, Brescia 1988, 85-92.
12. A. Carr, Grazia che irmforma. Tradizicrte cristiana, e esgerienze delle donne,
Qucrmiana, Brescia 1991, 222-223.
360 MARÍA MADRE D E JESÜS

De M ¡uv Daiy en adelante surge com o slogan indiscutible la rela­


ción de causa-efecto entre la exaltación de María y la denigración de la
mujer según queda constatada en la reciente historia del catolicismo.
La figura de María deviene así en coartada de ia capciosa conciencia
masculina que relega o desprecia a las mujeres1’ ;

La glorificación simbólica [de María] a menudo ha servido para


enmascarar el desprecio y la opresión de la parte femenina de la raza
humana1^.

O tro aspecto del m odelo María ha sido también rechazado por el


neofeminismo ya que está en desacuerdo con la igualdad entre hombre
y mujer: el papel subordinado que la sitúa a la sombra de Cristo como
«partncr que recibe» y «prototipo de la humanidad salvada», toda vez
que «la mujer de nombre María sólo tiene importancia en función de
un hombre, en este caso Jesús»1L
Por tal motivo son rechazados los vínculos de «nueva Eva» y «esposa»
que hacen de María un «ser relaciónala y por tanto dependiente1*’. Pero
el neo-feminismo no se limita sólo a la crítica del m odelo María, sino
que propone una mariología alternativa, libre y liberadora17, tarea que
será llevada a cabo en la siguiente fase del feminismo.13*56

13. Otras feministas atribuyen esta presentación de María mis que a la culpa de
los varones a una «historia tic los errores» de la historia cid pensamiento sobre la mujer
que requiere pursu parte de una «indulgente vigilancia» (Carr, Grdzia che transforma, 223).
14 • M . DaIy, Lantifemminismo nella china, en «Serví tium.» 3 (1969) 10, 258. Cf.
también Worner, Solafrti le donne, 15. C. Militello en M arine iljhnniinite nelk «Redemp-
taris Mttter», en Redempmrii M atee . . ., PAMT, Roma 1983, constara que «el énfasis de
María corresponde a una insignificante consideración de la mujer» (p. 227), aunque
observa que «¡a excepción María.,, enfatizada y exasperada, aunque satisfaga al imagi­
nario colectivo, no reconduce a María a lo femenino» (p, 230). De este modo se
concluiría, según intuiciones criológicas, que «el mismo énfasis de María es más verbal
que real,.. María, desenganchada del cuerpo eclesiai y aislada, es paradigma de la mujer
en su condición de aislamiento y soledad. Más que “sola entre las mujeres" debería
decirse “sola como cualquier mujer’’...» (p. 236).
15. C. j.M, Hittkcs, M aria/mariologia. Punto d i vista fem minhta, en Enciclopedia
teológica., Queriniana, íiresda -1990, 543 y 541,
16. L.M. Rttssel, Teología femminhit), Queriniana, Bre.scia ¡977, 32,167-169.
17- Una liberación que entraña una doble exigencia: «a; María pide ser liberada
de ia imagen que tic ella se lia hedió y de las proyecciones que una jerarquía masculina
le ha atribuido. Movida por un profundo sentimiento de solidaridad, no deseo verla
así. b) las necesario, además, liberar a Las mujeres de las imágenes de María, que todavía
las dominan y someten, listas imágenes deben ser analizadas y desenmascaradas» {Cl.j.M,
Halkes, M aría e la donmt, en Cono. 19 (1983) 8, 135).
SIGNIFICADO DE MAJÍlA PARA NUESTRO TIEMPO 361

3. Pase d e propu estas: e l otro fe m in is m o ( 1 9 8 0 - . .. )

Este movimiento feminista creativo y abierto a nuevas propuestas,


también conocido como el otro fem in ism o!S, busca una orientación dife­
rente: abandona la polémica que abre brechas, supera la constante de
los «ismos.') (machismo/feminísmo) y repiensa la realidad humana por
entero en términos que pueden ser vivencíados tanto por el hombre
com o por la mujer1819,
Tras haber insistido en la diferencia de los sexos, se entra en la fase
de la «reciprocidad»; ya no sólo se considera la apertura al otro como
constitutivo de la persona, sino que se opta por una teología «a dos
voces» cuando se trata de la mujer20.
La categoría fundamental que permite la recuperación del modelo
de María es la «condición de hermana», porque este concepto evoca
una solidaridad «más allá del esquema de pertenencia legal o someti­
miento, más allá del esquema de íelacionalidad sexual de tipo conyugal»21.
N o se excluye la virginidad, la esponsalidad y la maternidad de María,
aunque se interpretan com o una comunidad de destino y misión con
las mujeres junto al resto de los fieles, planteamiento éste que debería
evitar cualquier discriminación en la Iglesia, como es el rechazo de la
ministerialiciad de ia mujer22.

18. Cf. M. Hendió, Un atttre fetnminisine?, en NRT 112 (! 990) 67-79,


19. Cf, G.P. Di Nicola, ¡.a donna e le iramjbrmatíioni cultural), en La donna nella
cbiesa e ncl mondo, Ddioniane, Niipuli 1988, 52-54. En ia actualidad la mujer ve con
malos ojos ei término «promoción» ya que está ligado a una imposición dd exterior,
a una actividad que es realizada por otros en favor suyo {cf. Militólo, María a ilfcmmi-
n ile , 220 ) .
20. G.P. Di Nicola, Uguagliaiiza. e diffeirnza.. La rcciprachk ¡tamo donna, Citti
Nuova, Roma f 988, Militólo, Marta e ¡l fcnur.inile, 243; Id., Dali'uguaglianzií alia
TdclpiocUk iicUu oiifiií, en xMiídno-lcrnmina: dnli'uguaglianm alia redprodta., Paoline,
Ciníselío B. 1990, 156-159.
21. Militólo, María e ilftm m m ik, 243. La amura se acerca propiamente a este
plan teai ni euro: «A mi modesto parecer, la vía para salir de lo que ha sido la conrra-
dicción entre el privilegio singular de María y la inaccesibilidad del privilegio es reco­
nocer desde nuestra condición de mujer que María es “hermana”. [...] No se trata de
acrecentar la tema: virgen, esposa y madre, ligada al universo familiar con toda la hipo­
teca cultural que día ha supuesto» (C.. Militólo, Ji misicra di María, il mistara dalla
donna, en Come sí maníjala in Maña ia dignita dalla donna. Centro di cultura mariana
«Madre della chicsa», Roma 1990, 83-84). Acerca de María discíputn y hermana,
cf. Id., Marioiogia, Pientine, Casale Monfertato 1991, 93-107.
22. «La ministerial!dad instituida está inscrita en el estatuto bautismal», como se
demuestra en el liecho de que los padres reconocieran el diaconado femenino (a este
362 MAUÍA M ADRE DE JESÚS

1 1 . M A R Í A « M O D F.1.0» 1>A R A I A M UjE R C O N T E M P O R Á N E A

Conviene no perder de vista que para muchas mujeres (y hombres)


de todo el mundo, María constituye una persona viva y cercana a los
problemas cotidianos23. Día a día viven junto a ella, dirigiéndose en
medio de las dificultades de la vida y esperando ayuda y protección.
Para estas mujeres María no representa un problema21*, sino una presencia,
una compañía, una madre que infunde esperanza y confianza en el Dios
de la misericordia y del amor.
Para otras mujeres, pertenecientes al área cultural industrializada,
María constituye un problema ya que cualquier referencia a ella contrasta
con el tipo de mujer que en la actualidad desea realizarse. Lo que se
enjuicia realmente es el «modelo» o «paradigma» que en María se reve­
laría improductivo, arcaico e incapaz de ser motivo de inspiración para
la mujer contemporánea.
Frente al rechazo feminista del modelo María o al menos de la difi­
cultad «de encuadrar la imagen de la Virgen, ral com o es presentada
por cierta literatura devocional en las condiciones de vida de la sociedad
contemporánea y, en particular, de las condiciones de la mujer» (M C
34), la exhortación M arialis cultus de Pablo V i (1 9 7 4 ) se revela deci­
siva para una reconciliación de la mujer con la auténtica figura de María,

propósito cf. la documentación recogida en D onnae minutero. Un dibanito ecuménico,


tfd. de C, Militelio, Dehoniane, Roma ¡991, 621), Por ello en el interior de la iglesia
«no puede separarse lo femenino carismático de lo masculino institucional, como si
en el plano de la santidad personal todos debieran «volverse como la mujer» y en ei
plano de la institución las mujeres quedaran como simples mujeres, siendo que los
hombres y sólo los hombres alcanzan dicho honor» (C. Militelio, Mario e la dinamia
delta don na nelia chiesa. en María ndla chima in annmino verso HDuemila, M¡irían um-
ÍJehonianc, Roma-Bologna 19159, 181),
23. «Sobre todo para millones de mujeres pobres, María es la realidad religiosa
ruis importante de su existencia, e‘l núcleo de !a energía espiritual que las sostiene en
medio de la fatigosa existencia diaria a lo largo de la vida» (H. Cox, La seduz.ione dellú
rpirito. Uso c abuso drlL; ¡-eligirmepopolare, Qucrioisna, Brescia 1974, 199).
24. «Esta relación del pueblo [latino-americano] con María no es primeramente
doctrinal, como tampoco una relación de imitación de tipo ético-moral, sino que es
ante todo una relación afectiva, 'Visceral", filial, de profunda confianza, María es antes
que nada la protectora y la madre Con todo es necesario reconocer que esta figura
es vulnerable y precaria, ya que le falta una visión más crítica, más comprometida y
¿tica de ¡o que ella significa y de la propia piedad mariana» (C. Boffi La dignua delta
donna nell'esperienza delia chiesa latino-am ericana , en Come si manifestó, in Marta la
dignith dclht donna., 159).
SIGNIFICADO DE MARÍA PAIU NUESTRO TI EMl’O 363

Este documento n.os invita ci distinguir cuidadosamente ía autén­


tica «imagen evangélica)! de María de la «popular y literaria» que depende
de la antropología y de ios esquemas representativos de las diversas
épocas culturales2- . Aquí la M ariaíií cultus se refiere sin duda a la Imagen
de María mostrada por cierta literatura devota que la presenta bajo el
signo del silencio y ía pasividad, o lo que es igual, confinada a las labores
domésticas en Nazaree, según los cánones culturales del ideal ascético
de la virginidad215.
Reconociendo como hecho normal la incuicuración de la figura de
María según los diversos marcos socio-culturales, la iglesia

. no se vincula a ios esquemas representativos de las varias épocas


culturaies ni a las particulares concepciones anTropológlcas subya­
centes, y comprende cómo algunas expresiones de culto, perfecta­
mente válidas en sí mismas, son menos aptas para los hombres
pertenecientes a épocas y civilizaciones distintas (M C 36).

Quienes por tanto se aforran, como de hecho ha sucedido en algunas


feministas, a una imagen pasiva y doméstica de María no demuestran
tener razón, ya que ven como auténtico lo que sólo ha dependido de
una superada cosmovisión cultural.
La M arm lis cultus propone como alternativa un tipo de lectura desde
la Biblia que permita descubrir el auténtico rostro de la Virgen de
Nazaret. Se trata de interpretar la Escritura «bajo el influjo del Espíritu
Santo y teniendo presentes las adquisiciones de las ciencias huma rías y
las variadas situaciones del mundo contemporáneo» (M C 37).
Partiendo de las condiciones femeninas actuales con sus aspiraciones
a una mayor responsabilidad en la sociedad y en ía iglesia, la mujer
podrá descubrir en la figura de María ciertas connotaciones que pueden
responderá sus concretos ideales.
La Mctrialis cultus(n. 37) expone algunos rasgos del auténtico rostro
de María:256

25. «... Q uisiéram os notar que las dificultades a que hemos alu d id o están en
estrecha conexión con algunas connotaciones de la imagen popular y literaria de María,
no con su imagen evangélica ni con los dalos doctrinales determinados en el lento y
serio trabajo de hacer explícita la palabra revelada» ¡MC 36: IÍV 5/67).
26. Lsra imagen fue elaborarla, después de Atanoslo, por Ambrosio: «¿Cuándo se
mostró en desacuerdo con ¡os suyos...? [...] No salía fuera de casa salvo para ir ai
lemplo, y siempre en compañía de sus padres o conocidos. Laboriosa en el secreto de
las paredes domésticas, no se mostraba en público si no era custodiada de fiel compañía.
[ . . . 1 No deseaba estar con otras compañías y mujeres [...] Rila vaciló a la vista del ángel
de humano semblante» (Sobre tas virjrmes 2,7-1 ¡ : TMl'M III, 164-16>5).
364 M a r ía m a d r e d e jesú s

a. diálogo responsable con D ios: la mujer cíe hoy «contemplará con


íntima alegría a María que, puesta a diálogo con Dios, da su
consentimiento activo y responsable»;
b. ca p acid ad de an d ar a contracorriente: como sucede cuando María
tomó la «opción valiente» de ia virginidad «para consagrarse
totalmente al amor de Dios»;
c. religiosidad liberadora: en el M ag n íficat la Virgen se revela «del
todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religio­
sidad alienante, antes bien fue mujer que no dudó en proclamar
que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y
derriba de sus tronos a los poderosos del mundo»;
d. fo rta lez ti d e á n im o que le hace soportar «la pobreza y el sufri­
miento, la huida y el exilio»;
e. m a ter n id a d n o posesiva, ya que M aría no ha sido «una madre
celosamente replegada sobre su propio Hijo divino, sino com o
m u jer... cuya función maternal se dilató, asumiendo sobre el
Calvario dimensiones universales».

La imagen bíblica de María, liberada de las seculares incrustaciones


culturales, representa para las mujeres de nuestro tiempo no un peso
del que hubiera que sacudirse, sino un verdadero espejo o modelo de
mujeres responsables y con cualidades liberadoras. La virginidad y la
maternidad deben ser interpretadas, por tanto, com o actos de libertad
(elección por propia decisión) y apertura al plan de la salvación más
allá de las meras funciones físico-biológicas.

III. M aría y la a u t o c o m p r e n s ió n d e la m u je r

María sólo puede convertirse en verdadero paradigma de las mujeres


contemporáneas si entre ambas se suscita una íntima relación, lo que
convierte su discurso en un hecho antropológico y teológico. Son impor­
tantes en este sentido las consideraciones de Juan Pablo II en la encí­
clica Reden:ptoris M ater (1987) y sobre todo la carta apostólica M ulieris
dignitatem (1 9 8 8 ).

1. En M a r ía la m u jer se a u to co m p ren d e com o p erso n a

Una primera afirmación de Juan Pablo II evidencia el nexo nece­


sario entre mujer y María;
SIGNIFICADO D E MARÍA PAEÍA N ü F JT R O TIEM PO 365

... la feminidad tiene una relación singular con la madre del redentor
[ ...]. La figura de María de Nazarct proyecta luz sobre la m ujer en
cuanto tal por el mismo hecho de que Dios, en el sublime aconte­
cimiento de la encamación del Hijo, se ha entregado ai ministerio
libre y activo de una mujer (RM 46).

Es indudable que lo que acon tece a M aría en el piano natural


concierne también a ia mujer contribuyendo a su historia y compren­
sión, dado que María es mujer. Pero el fundamento de la «relación
singular» de la mujer con María estriba en que ésta es llamada a ocupar
un puesto de relieve en la historia de la salvación. Si Dios se manifiesta
en los eventos históricos y de un modo especial y definitivo en ía
«plenitud de los tiempos» (Ga 4 ,4 ), la elección de María como madre
creyente del Hijo revela el máximo grado de actuación de Dios respecto
a la mujer. María com o mujer es el espejo idóneo de cualquier otra
m ujer27, ya que es e! horizonte histórico-salvífico de su definitiva
comprensión.
No podemos decir que sólo en María reveló Dios su pensamiento
sobre la mujer: «otras veces Dios, para intervenir en la historia de su
pueblo, se había dirigido a algunas mujeres, como, por ejemplo, a la
madre de Samuel y de Sansón» (M D 11).
La misma Eva no puede juzgarse sólo en nega tivo, va que «es testigo
del '‘comienzo” bíblico en el que están contenidas la verdad sobre la
creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, y la verdad sobre
el pecado original» (M D 11), Sin embargo María
es testigo del nuevo «principio» y de la nueva criatura... en ella
tiene su comienzo k nueva y definitiva Alianza de Dios con la huma­
nidad... María significa, en cierto sentido, superar aquel límite del
que habla el íábro d el Génesis (3, 16) y volver a recorrer el camino
hacia aquel principio donde se encuentra la mujer como fue querida
en la creación (MD 11).

En concreto, ¿cuáles son los contenidos de esta revelación originaria


y definitiva que Dios establece con la mujer en María.?

27. «Esta afirmación —observa J, Gaíot—parece conforme a ía verdad revelada,


pero es necesario precisarla. A diferencia de Cristo, María no es autora de ís revelación
[...]. En su relación fundamental con Cristo y desde la perfección que fe ha sido conce­
dida por c! don divino, María constituye por sí misma un ideal de personalidad feme­
nina que ilumina la vida de toda mujer y le ayuda a descubrir su destino más alto»
( Vergínita, matermtk, sponsalita... La realizzazione fim m inile d i M aría alia luce dcüa
huera apostólica, en Come si nianifesta in M aría la ¿Ignita della donna, 102).
3 66 MARÍA MADRE-1 UF. JESUS

La primera realidad que Dios revela en ella es que la mujer no es un


objeto sino una persona. Esta realidad precede a cualquier otra deter­
minación, incluso ¡a divina maternidad, y responde a un postulado
fundamental de los movimientos feministas.
Ahora es fácil observar que, lejos de instrumental izar a la Virgen de
Nazaret enfrentándola a un hecho consumado, Dios la trata con respeto
como persona responsable desde la libre aceptación para ser la madre
del Mesías salvador (Le 1 ,2 8 -3 6 )23.
La escena de la anunciación ''posee un claro carácter interpersonal:
es un diálogo» (M D 5), por el que «María expresa al mismo tiempo su
libre voluntad y, por consiguiente, la participación plena del “yo” personal
y femenino en el hecho de la encarnación» (M D 4).
Con María descubrimos el nacimiento de la personalidad cristiana
y el adviento de la auténtica mujer.
C om o persona, María no es sólo un paradigma fem enino, sino
también masculino2829. María es apreciada por sí misma, com o mujer
p a rtn eren el inicio de la nueva alianza. C om o tal representa a toda la
humanidad y es «la representante y el arquetipo» (M D 5) tanto de
hombres com o de mujeres. Su personalidad alcanza la plenitud en la
entrega total que hace de sí misma en las manos de Dios para el cumpli­
miento de su designio de salvación.
C om o mujer, María pone a disposición de Dios su ser femenino
desde su predisposición natural para la maternidad y desde las exigen­
cias morales que ésta comporta: don de sí, acogimiento y protección
de la vida, resistencia al dolor, afectuosa ternura... Por su parte, Dios
escoge pala la encarnación del Verbo el modo virginal: sólo María lo
engendra en su naturaleza hum ana con exclusión del elem ento
masculino.

28. «María no es ele ningún modo la garantía sagrada de la interioridad de la


mujer, resignada a ser dnnn inada por el marido y destinada a la reproducción, todo ello
cor, la bendición de la religión. Dios no [a trata como una función, sino como una
libertad» (A. Man aranche, VEsprit et la fem me, íteuií, l’aris 1974, 150).
2Í). Es necesario por tanto superar la dicoLomía de los paradigmas por los cuales
Jesús se convierte en modelo para los hombres y María para las mujeres. Ambos son
modelos para todos. Con todo Cristo «no puede ser el específico modelo de la perso­
nalidad femenina; ni mucho menos puede sel el modelo de las disposiciones de fe,
esperanza y amor que unen los corazones humanos a su persona. Desde este punto de
vista, en su cualidad de mujer y en sus relaciones de unión con Cristo, María consti­
tuye un modelo diferente )' complementario del modelo absoluto que es Cristo. Ella
contribuye a desvelar a la mujer m vocación» (Galop Vtrginitit, maternita, spoma lita,
102-J 03).
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA NUESTRO TIEMPO 367

Con este modo de actuación, que salta por encima de las discrimi­
naciones existentes en el mundo antiguo acerca de la mujer, Dios muestra
su amor predilecto por ésta, criatura débil y marginada, decretando en
M aría el hn de! dominio del hombre sobre la mujer. La concepción
virginal sella así el fin del régimen patriarcal, porque Jesús no ha sido
engendrado por el poder del varón311. En la nueva alianza ya no cuenra
ser hom bre o mujer {G a 3 ,2 8 -2 9 ) sino la fe que engendra según el
espíritu.
Ser mujer significa ser llamada al diálogo y a la colaboración con
Dios, corno persona que se entrega a sí misma para llevar a cabo ei pian
divino de la salvación. E sta en trega se exp lica, según la propia
vocación, desde las diversas expresiones de virginidad, esponsaíidad y
maternidad.

2. L a mujer, revelación d e la. tern u ra m a ter n a d e D ios

Otro contenido fundamental revelado en María en cuanto mujer


es la ternura m aterna d e Dios.
D ios es m isterio y habita en una luz inaccesible (lT m 6 ,1 6 ) .
Pero ha querido revelarse a los hombres, sus amigos (M r 4,11; Jn 15,15;
Ef l ,9 .1 0 ) 303i, en ia creación (Sal 19,2), en la historia (Si 4 4 - 5 0 ) y sobre
todo en Cristo su icono (Coi 1,15), su plena revelación (Jn 1,18; 14,9;
2C o 4,6),
Hombre y mujer revelan al unísono el misterio de Dios, puesto que
«Dios creó el hombre a su im agen... hombre y mujer los creó» (Gn
1,27). En cuanto imagen de Dios, ambos se convierten en un «discurso
de Dios sobre sí mismo» (M D 8) y manifiestan un asomo de su misterio:
el carácter libre e inteligente, el poder de engendrar, la reciprocidad y
comunión de amor32.

30. «La generación y obra de la Theotokos sin padre humano, anuncia e! fin del
reino del varón, el término de! patriarcado» (Evdokimov, I,i¡ donna c ¡a stilvczza del
mondo, 205).
3 1. En este sentido un texto esdarccedor, aunque bien puede Tratarse de una glosa,
es el siguiente: «No hace nada el señor JHW H sin revelar su secreto a sus siervos los
profetas» (Am 3,7). El significado de revelación esLa incluido en el «misterio paulino»,
que es el desplegamiento en la historia deí designio eterno de Oíos y por tanto su reve­
lación en ella (Ef 3,1-13).
32. «Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también existir con
relación al otro “yo". Esto es preludio de la definitiva autorrevelación de- Oíos, Uno y
Trino: unidad viviente en la comunión del Padre, del.Hfi0 y del Espíritu Santo» (MD
7: F.V 11/1229).
368 M A R ÍA M A D R K 1'Jfi JRSÜS

A su modo hombre y mujer reflejan eí amor de Dios que «es presen­


tado en muchos pasajes com o am or “masculino” del esposo y padre
(cf, Os 1 1 ,1 -4 ; Jr 3 ,4 -1 9 ), pero a veces también com o amor “feme­
nino’1de la madre» (M D 8), Los rasgos femeninos y maternos del rostro
de Dios aparecen en el celebre texto de Is 4 9 ,1 4 -1 5 , en el que Dios
asegura que su am or está em papado de ternura más que el de una
m a d re é
Si la mujer expresa la ternura de Dios para los hombres, mucho más
la Virgen que es, com o signo de tal ternura,

el gran signo dei rostro maternal y misericordioso, de la cercanía


del Padre... una presencia y un sacramental de los rasgos maternos
de Dios'5!

En María se realiza la generación terrena según la naturaleza humana


de la misma persona del Verbo que eí padre engendra desde toda la
eternidad. Es natural que la generación terrena del Hijo de Dios en el
seno de la Virgen María descubra la eterna generación dentro del seno
del Padre. Entre ambas no sólo rige una an alogía, en el sentido de que
la generación humana halla su modelo absoluto en la generación eterna
del Verbo de Dios (M D 8 ), sino una p a rtic ip a c ió n y d epen den cia: la
maternidad de María deriva de la suprema y fontanal paternidad de
Dios (cf E f 3 ,1 4 -1 5 ).
En María, como mujer y madre, la misericordia y la ternura materna
de Dios encuentran su más admirable expresión. Ella experimenta en
su ser la misericordia divina cuando Dios posó su mirada de amor sobre
la humilde sícrva realizando en ella «maravillas» (Le 1 ,4 8 -4 9 ): esen­
cialmente la encarnación del Hijo de Dios, pero también su elección y
participación fiducial.
María canta la misericordia de Dios que de ahora en adelante se
extenderá a todas las generaciones (Le 1,50) com o un río imparable.34

33. A Dios no puede atribuirse e[ sexo que caracaeriza a los seres corpóreos, porque
Dios es espíritu trascendente. Sin embargo si Dios creó a hombre y mujer a su Imagen
«debe existir en Dios, de una lorma trascendeme, algo que responda a la ni aselili ni dad
y a la feminidad» (Y. Congar, Credo vello Spinto santo, Queriniana, Brescia 1383, III,
162). Parece claro que e[ amor de Dios asume cualidades masculinas y femeninas, y
que Lanío el hombre como la mujer derivan su propia paternidad y maternidad del
«eterno misLerio del engendrar... (cf E f 3,14-15)» (MD 18; EV 11/1289).
34. Conferencia episcopal latinoamericana, Puebla. Uevangelizzazione nelpresente
c neifuturo ddl'Amerka latina, EM¡, Bologna 1979, nn. 282 y 2 9 1 [Puebla. La evan-
¡relizaciíin en el presente y en el futuro de América Latina, La Editorial Católica, Madrid
1979].
SKI M PICADO DK M ARIA PARA NLIL.S'1'RO TlliMPO 3 Óy

Lsi misericordia de Dios cantada por María en el M a g n ífica t guarda


connotaciones maternas: la expresión hebrea que la designa ( )
deriva del seno materno ( rehem ) e indica un amor gratuito, com pren­
sivo, fiel e invencible gracias a la misteriosa fuerza de la maternidad35,
No debemos extrañarnos que la ternura y la misericordia sean atri­
butos que la tradición celes ial reconoce en María: en oriente con el tipo
iconogtáfico de la Virgen de ía ternura ( Eleousa) y en occidente con el
título de «madre de la misericordia»36.

IV. M a ría y l o s m in is t e r i o s d e la m u je r e n la ig l e s ia

Si María es «tipo de ia iglesia» y modelo en comportamientos teolo­


gales, en ella toda la iglesia se refleja para encontrar su ser (plano onto-
iógico) y su deber-ser (plano operativo).
En otras palabras: María es paradigma tanto para los hombres como
para las mujeres; a todos revela la estructura basilar de la iglesia que es
virginal y materna, es decir caracterizada porei sí a la fe y el amor diri­
gido al Pad re destinada a cooperar con el Espíritu al nacimiento de
Cristo en el corazón de los hombres de su tiempo.

1. M a ría herm an a en e l d iscipu lado

Kn la actualidad la doctrina sobre María «tipo de ía iglesia» sólo


puede convertirse en una realidad viva siempre y cuando se exprese—en
función de las exigencias manifestadas por el feminismo- bajo el signo
de su «condición de hermana». María nuestra hermana es título ya
antiguov , y al que Pablo VI dio su definitivo impulso-313. Esto demuestra

35. ( x ¡Lian Pablo II, encíclica Dives in misericordia, (30.11.1380), 4, nota 52:
EV 7. 802ss."
36. Cf. G. Gharih lame, en NDM, 670-679 (con bibliografía): Juan Pablo II,
D iva in misericordia 9: hV 7/91 Iss.; b.,M, 1'oniolo, La «Madre della misericordia»
neltínadica del Papa, en li Papa e la misericordia di Dio, Ed, La Patoja, Roma 1981,
45-56.
37. Este iludo es atiibuidu, v. », porAtannsio en su ('.arta a !:.piteto7:"\'MVM I,
277; «María es de hecho nuestra hermana, porque Lodos hemos nacido de Adán».
La misma expresión se encuentra en Epifanio, Pam rion77: TMPM I, 391.
38. «Incluso en la riqueza de las admirables prerrogativas con las que Dios la ha
dotado, para hacerla digna madre del Verbo encarnado, ella permanece cercanísima a
nosotros, i lija de Adán come nosotros y por ello hermana nuestra por vínculos de
370 MARÍA MADRE DE JESÚ S

que la Virgen comparte nuestra condición humana en cuanto hijos de


Adán, pero también la com ún participación en la fraternidad (y la
condición de hermana) cristiana como miembros de la iglesia redimida
por Cristo33.
En esta segunda perspectiva la condición de hermana que repre­
senta María coincide con el discipulado. María aparece como «la primera
'‘discípula’’ de su Hijo» (RM 20) desde el mismo instante de la anun­
ciación cuando acoge la Palabra con la obediencia que es requerida a
los que son llamados a convertirse en discípulos de Jesús. Más adelante,
durante la predicación del Hijo aceptará sus palabras avanzando en la
peregrinación de la fe (LG 58).
Hombres y mujeres, en el contexto de la fraternidad y el discipu­
lado, tienen mucho que aprender cspiritualmcnte al elevar sus ojos hacia
María que «refulge como modelo de virtud ante toda la comunidad de
los elegidos» (LG 65 ). La M ancáis cu hu snos permite asumir la concreta
cjcmplaridad de María desde un elenco de virtudes evangélicas:

La fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios (cf. Le 1,26-


38; 1,45; 11,27-28; Jn 2,5); la obediencia generosa (cf. Le 1,38);
la humildad sencilla (cf. Le 1,48); la caridad solícita (cf Le ] ,39-
56); la sabiduría reflexiva (cf. Le 1,29.34; 2 ,1 9 .3 3 .5 1 ); la piedad
hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos (cf, Le
2 ,2 1 .2 2 -4 0 .4 1 ), agradecida por los bienes recibidos (cf Le 1,46-
49), que ofrece en el templo (Le 2,22-24), que ora en la comunidad
apostólica (cf Hch 1,12 -1 4 ); la fortaleza en el destierro (c f M t
2 .1 3 -2 3 ), en el dolor (c f Le 2 ,3 4 -3 5 .4 9 ; Jn 19,25); la pobreza
llevada con dignidad y confianza en el Señor (cf Le 1,48; 2,24); el
vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta
ia ignominia de la cruz (cf Le 2,17; Jn 1 9 ,2 5 -2 7 ); la delicadeza
previsora (cf Jn 2 , 1-1 l ) ; la pureza virginal ( c f M t 1 ,1 8-25; Le
1,26-38); el fuerte y casto amor esponsal (M C 57).

María lleva al hombre y a la mujer a la plenitud de su vocación cris­


tiana, que es la santidad, o dicho de otro modo, a la madurez espiri­
tual en Cristo.
La Virgen constituye para la mujer un modelo que desciende hasta
la misma vida ordinaria, ya que es

naturaleza» (Pablo VI, Discurso de clausura dei tercer periodo del concilio Vaticano II,
21.11.1 904: EV 1/310*}. Cf. 1. K Ossanns, Alaria sorelia nostra nel magismo d i Paolo
VI, Borla, Roma 1591.
39. Cf. V. Macea, Sorella, en N111V1, 1323-1325-
SIGNIFICADO DF. MARÍA PAUA NUKSTRO TUiMPO 371

Mujer nueva y perfecta cristiana, que resume en sí misma las


situaciones más características de la vida femenina porque es Virgen,
Esposa, Madre (M C 36).

l a mujer que vive en esta concreta situación, con todos los problemas
que conlleva, puede encontrar en María ejemplo y ayuda.

2. M a ría , mujer, m in isterios

Pasando del orden de la santidad al de los carisnuisy m inisterios de


la iglesia, la referencia a María no está exenta de dificultades, ya que se
ha convertido en excusa para probar determinadas tesis a favor o en
contra de los ministerios eclesiales de la mujer.
Es necesario, por tanto, proceder con cautela y pausadamente desde
la realidad testimoniada por el NT.

a) E l espíritu d e servicio

María, com o «sierva del Señor» (Le 1,3 8 ), es un verdadero para­


digma del espíritu que debe animar cualquier carisma en la iglesia según
las expresas palabras del Señor y de Pablo (cf Le 2 2 ,2 6 ; E f 4 ,1 2 ; 1 Co
1 4 ,1 2 ,2 6 ), María nos enseña a exorcizar el poder y el prestigio de su
uso egoísta e individualista: ella vive su dignidad de Madre de Dios
com o humilde disponibilidad y colaboración al pian de k salvación.
De María brota una fuerza promocional de la mujer marginada:

Dios, que ha contemplado con su mirada la insignificante condi­


ción de María ha hecho grandes proveeros sobre ella, y ha interve­
nido transformando su insignificancia (japeinosis do tiles) en un
momento de salvación tnesiánicaí,ü.

Su profundo sentido de confianza, que debe ser compartido por


roda la iglesia, sirve de referencia para cualquier mujer, Dios

se ha entregado ai ministerio líbre y activo de una mujer. Por ranro, se


puede afimnar que la mujer, al mirar a María, encuentra en ella el
secreto para vivir dignamente su feminidad y para llevar a cabo su
verdadera promoción (RM 46). 40

40, E. Percuto, Serva, en NDlvl, 12 9 1.


372 MARÍA M A D RE D E JESÚS

b) C arism as d e M a ría

La Madre de Jesús entra legítimamente en la historia de la salvación


y participa de la condición de pueblo de Dios, en particular de los
carismas distribuidos por el Espíritu para la edificación de la iglesia
(cf. lC o 14,12).
La tradición eclesiai le ha reconocido el título de p rofetisa, ya que
después de la efusión del Espíritu sobre ella (Le 1 ,3 5 ) canta en el
M a g n ífica t las alabanzas de Dios que se manifiestan en la historia
(Le 1,4 6 -5 5 ).
De igual modo María participa del cansina de la g losolalia, dado
que en Pentecostés «todos comenzaron a hablar en diferentes lenguas»
(Hch 2,4), experimentando aquella, forma preconceptual de contacto
con Dios, es decir, la oración que utiliza lenguas extranjeras para
proclamar las alabanzas de Dios (cf. 1Co 14,2-1 9 ).

c) M a ría y las ministerios

Desde el plano ministerial hay evidencias que afectan a Alaría en


cuanto mujer. Sin embargo, «aun perteneciendo a los testimonios del
NT, es un hecho que la Madre de Dios no ha sido ord en ad a a l sacer­
docio en el sentido canónico del término»'’ 1.
Consecuentemente Fpifanio deduce la exclusión de la mujer no sólo
del sacerdocio y de la enseñanza sino que, siguiendo la D id ascalia apos­
tólica (primera mitad del s. II) y las Constituciones apostólicas (ca. 3 8 0 ),
ia excluye incluso de administrar el bautismo:

Si Dios hubiese querido que la mujer ejerciese el sacerdocio y cual­


quier otra función canónica de la iglesia, ¿quién mejor que María podría
realizarla función sacerdotal del NT, ella [...] cuyo útero albergó
el templo y morada en las que el Señor realizó la economía de su
encarnación [...)? Mas el Señor ha dispuesro de otro modo y no ha
querido de ningún modo confiarle la tarea de administrar el bautismo,
ya que Cristo podría haberse hecho bautizar por ella y no por Juan42.

Este motivo marianc para la exclusión de la mujer es repetido en el


Medievo, llegando a nosotros en ía declaración Inter irtsign¡ores(] 9 7 6 }4;i.

4 :. E. Behr-Sige!, liardinazie ne delL- donnr: un problem a ecuménico. Recenti núluppi


nelíam biro della cbiesa onodossn, en Domut c ministero, 131.
42. Rpifanio, Ancamtus 79,3: TMPM I, 402-403.
43- «La misma Madre, estrechamente asociada su divino Hijo, y cuyo inseparable
papel es subrayado en ios evangelios de Lucas y Juan, no fue investida del ministerio
apostólico, lo que indujo a los padres a presentarla tomo ejemplo de la voluntad de
SICXIFICADO DI: MARÍA PARA NUKSTJIO TIEMPO 373

A ciertos lectores le parecerá excesivo que se haya negado lo que ahora


la iglesia admite pacíficamente: la habilitación de los laicos (sean hombres
o mujeres) para ser ministros del bautismo y m atrimonio, com o de
hecho está reconocido y enseñan las ciencias sagradas (C1C, c. 2 2 9 , §
3; 2 3 1 , § 3). Es de esperar, por tanto, que este argumento a ú len tio
(procedimiento negativo) , difícil de asumir ya, sea arrinconado para
mostrar plenamente todo io que Dios lia realizado en María y con María
(procedimiento positivo)’ 4.
Más productivo es inspirarse en María, que ha recibido de Dios t í
más alto ministerio dentro de la iqlesia, como es la maternidad divina,
para apoyar en orden, a ¡ma más amplia madurez de la conciencia ecle-
sial la mayor participación de la mujer en la vida eclesiai incluso en el
campo de los ministerios canónicos. Por ello no hay dificultad alguna
en admifir a la mujer cristiana a los ministerios no ordenados del lecto-
rado y a col irado45. Incluso, aumentan las voces en oriente46 y o cci­
dente''17 reclamando la admisión de la mujer al diaconado.

Cristo cu este campo; a cumien?,os aci siglo XIII, el papa Inocencio III, confirmó de
nuevo la misma doctrina; 'Aunque la bienaventurada Virgen María superase en dignidad
y excelencia a rodos los apóstoles, sin embargo no a ella sino a éstos confió el Señor las
Ilaves del reino de los cielos"» (Ciongregación para [a docLrina de la fe, ínter iniigniores
(15-10.76), II: EV 5/2122).
44. Advierte H. I.egrand que la ausencia de mujeres en los doce apóstoles no
prueba la exclusión de la mujer en orto ministerio de ¡a iglesia, aunque conviene recordar
que la constitución del grupo apostólico se entiende como ejemplo de la recuperación
de los 12 patriarcas para c.l nuevo Israel csciiológico. De este modo, «si se interpreta
la institución de los Dote en esra perspectiva, resulta del todo artificial compararla con
ei hecho de que ni Jesús ni la asamblea de pctitecosiés agregaron a María a los Doce.
Li presencia de una mujer [o de ur, samar ¡rano) en aquel grupo simplemente no hubiera
tenido sentido» (H. Legiand, ’i h td kw perpetua serva ta. La non-ardinazione de lie d o m e:
tradiziont o ¡em páveJaita ¡loríeos, en Donna f miniuero, 215).
45. Ya Jo afirmaba el documento d ate (¡titilo che vi dirh, añadiendo además
que »dt lacro la nmjei desempeña por doquier tales ministerios, sea por costumbre
ya adquirida, sea por legítimo encargo de la autoridad eclesiástica, no siempre con
carácter "exi ra-urdí na no".» (20H® Capítulo genera! OSM, Pare qu edo che vi dirá.
Riflessiom c propone per la prom oú om delía pletk mariana 84, Curia ge ñera liria 0 5 M,
Roma 1983).
46. La consulta teológica inrer-orrudoxa de Radas (1988) afirma que «es
necesario que vuelva a revivir la institución de las diaconisas. En la iglesia ortodoxa no
fue del todo suprimida aunque prácticamente' ha sido olvidada» (cit. en D onna e
r/imisUuv, 114).
47. Desde 1930 existen las diaconisas anglicanas ordenadas por un obispo y desde
1982 en los vcrcro-carólicos.
374 MARÍA MADRE DE JESÚS

Com o ya han demostrado diversos autores1*3, el diaconado feme­


nino era una institución «que existía en la iglesia unida antes del cisma
[del 1054], reconocida por tres concilios ecuménicos (1, IV y Quiñi-
sexto [o in Trulló\>M. Algunos estudiosos han descubierto el rito del
orden diaconal impuesto a las mujeres de oriente y occidente a lo largo
del primer milenio:

Dicho ministerio, a partir sobre todo de la D idascalia aposto-


lontrny por las Constituciones apostólicas, o lo que es lo mismo, desde
el s. III, es cociendo con un rito litúrgico que en Oriente comporta
la fórmula «La gracia divina» —considerada esencial piara el episco­
pado, presbiterado y diaconado masculino—, la imposición de las
manos y una oración epiclética que invoca la efusión del Espí­
ritu Santo sobre la elegida para que pueda cumplir dignamente su
ministerio, además de la entrega de la estola diaconal (orarían) y en
CoMstanlinopln c! santo cáliz con la sangre de Cristo50.

d) M a ría tipo d e l p u eb lo sacerdotal

Acerca de la espinosa cuestión del sacerdocio femenino, los cató­


licos se adhieren a la declaración In ter insigniores (1 9 7 6 ) en la que se
establece que «la iglesia, por fidelidad al ejemplo de su Señor, no se
considera autorizada a admitir a las mujeres en la ordenación sacer­
dotal». he trata de una tradición continua y universal, que reviste «un
carácter normativo» en cuanto «se apoya en el ejemplo de Cristo» y «es
considerada conforme al designio de Dios para su iglesia»51.

4H- R. Gryson, //minero d d k dtmne nelht Mesa, antiat, Cilla Nuova, Roma 1974:
C. Vagaggini, l.ordtntizitmr delle Sitcontíc nellii tntdizionegreca e bizantino, en «Orien-
lalia chrisciana periódica» 4(J (1974) 145-149; A.Ci. Martimnrr, Les diaeonesses. Lssoi
historiase, CLV, Roma ¡982; E. Schiüssler Eioren'/a, in m em orio d i lei, Claudiana,
'1orino 1990 {etf. inglesa 1983); M.J. Aubcrt, Desfem m es diaeres. Un nouveau ebemin
pos¡r l ’Église, París 1986, E- Rchr-Sigci, Le miuhtere de ¡a fim m e dam l ’F.gUse, Ruis 1987:
E.D. Thcodormi, ¡ .'¡nstitution des diaeonesses doro ÍEglise onhodoxe et la p osibilite de
<;¡ rétmvtuion, es: "Cónicas» 146 (1989) 124-144; Id., Drama e. miuistero. Presentanone
teológica delia tm dizioue e delta prassi etc Le idílica bizantina, en Don na e min.ist.ero, 98-
i 18; R Sotci, Ministeri üturgici titila d o m a nella chieta amica, tbi , 17-96,
49. Tlieudoriju. Donnn r ministem, ] 16-117,
50. So reí, Ministeri th urgid, 93.
51. RV 5/21 14.21 3 1. El comentario oficial a la declaración redama. !a distinción
cune- d dato propuesto con autoridad (hasta ¡a techa no de forma irreformable) y la
reflexión teológica íjiíc la acompaña, la cual «no compromete al magisterio». La labor
de clarificación y fundameiiladón educa sigue en curso.
SIGNIFICADO D E MARIA PARA N UESTRO TIEM PO 375

Al margen de las distinciones ministeriales, M aría aparece para


todos com o el «tipo del pueblo sacerdotal» que se une íntimamente a
Cristo para celebrar en el rito litúrgico y en la vida el misterio de la
salvación,
María como «lugar de la presencia y tienda del Altísimo», nos sugiere

una transir: vi dad cultual que no puede ser desestimada, María es


punto epiclético, lugar de evocación-invocación del Espíritu,
Su poder transformante sostiene la maternidad divina, María se
convierte en ln nueva arca, hacia ia cual irrumpe el júbilo dd pueblo'1b

Del mismo modo d metropolita ruso -Antonio de Souroge se pregunta:

María que ofrece al propio Hijo de Dios al templo de Jerus.ilén


para después entrar en comunión con su sacrificio sobre el Gólgota,
¿no es quizá figura de la iglesia que ofrece su sacrificio eucarístico
a través del Espíritu y en unión con el único sumo sacerdote?5 253.

Por tanto María, por su comunión con el misterio de la redención,


puede cumplir la tarea mistagógica de formar «aquella participación
plena, consciente y activa en las cdebraciones litúrgicas que exige la
naturaleza de la liturgia misma» (SC 14), Nadie como ella ha tomado
parte en el sacrificio del Hijo, reconocida «como figura prototípica de
la iglesia ministerial y caris marica, yn que en ella coinciden el servicio
y el carisma, el ministerio y la santidad»54.

Sección segunda
MARÍA Y EL COMPROMISO HISTÓRICO DEL CRISTIANO

El hombre es un ser-en-el-riempo. Su vicia se ve condicionada pol­


la sucesión de los aconteccrcs: pasado, presente, futuro. En cuamo ham o
viatorsóXo puede adquirir la necesaria madurez caminando a través dei

52. Mili relio, M aría c la diaconia dclLi do-ana ¡¡ella ckiesa, 176.
53. Cf. Behr-Sigel, llordinctúone d clk darme, 131.
54. F. F'ranzi, Sácere!olí, en NDM, 1233- l:.n este articulo se analizan las analogías
entre María y d sacerdocio, además dd sentido y vicisitudes del título «Virgo sacerdos»
atribuí do a María (pp. 1231-1234). Para un estudio mis amplio, c f la clásica obra de
R. Luí renon, Marín ecclesia sucerdaíium. hm ií m r te développement d ’une idee reli^ieuse,
NHL, Paos 1952, (58S.
376 MARÍA MADRE D E JESÚS

tiempo, dejándose moldear por los acontecimientos y contribuyendo


al progreso de la historia. Hl hombre se caracteriza por la historicidad55.
De igual manera ei cristiano debe asumir su propia responsabilidad
frente a la historia. Cristo, «plenitud del tiempo» (G:i 4 ,4 ), confiere el
significado definitivo a la historia transformándola en historia de ja
salvación: una sucesión de hechos divinos y respuestas humanas para
que el designio divino se lleve a cumplimiento56.
Jesús interpela a sus discípulos desde una fe viva y operante
(M r 7 ,2 1 ; Le 6 ,4 6 ). No nos llama para vivirla dentro de un g b e it d j l ,
sino para convertirla en s a ld e la tierra, lu z para todos y levadura que
fermenta la masa (efi M t 5 ,1 3 -1 4 ; 1 3,33), enviándonos al mundo (cf.
Jn 17,1 5; M t 28,1 y). Con el. mandato del amor fraterno (Jn 13,34) se
rechaza todo egoísmo y se fomenta la vida en comunión.
H oy comprendemos que no puede vivirse este amor cristiano sin
transformar la estructura de la vida social. Junto a las relaciones inter­
personales y las profesiones cotidianas, dichas estructuras deben ser
animadas por el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas (GS 7 2 )
después de que hayan sido liberadas, si ello es posible, de los «círculos
diabólicos»5**.
fistos círculos diabólicos representan una condensación de ía malicia
humana; desigualdad entre ricos y pobres (a escala nacional y mundial),
criminalidad organizada con el fin de dominar el mercado y con sus
ganancias generar tráficos perversos, cultura de muerte que va desde el

55- ha historicidad comporta enano elementos: 1) la diferencia entre lo origi­


nario vio definitivo; 2) la normaiividad de lo originario respecto a lo definitivo; 3) la
constitución indispensable dd tiempo para superar la distancia entre ambos; 4) el
compromiso de la libertad en este trayecto vital. Q . O. Gozy.elino, Vocazione e destine
deU'uomo tu Cristo. Stiggio di antropología teológica fundam éntale (protoiogía), LOCÓ,
I.eumaim 1985, 256,
56. Cristo es centro y cesura definitiva de la historia, que confiere significado al
pasuda del que es cumplimiento, al presente que transforma en instante de gracia y día
de salvación (2Co 6.2) y a\futuro que se convierte en extensión dd poder liberador de
la cruz a todos los crucificarlos deí mundo (cf. IC o 15,20-2-4,28; ITs 4,13-18).
C f Gorzelino, Vaccízínne e destino, 211-212.
57. Jesús rechaza cualquier tentativa «de realizar la comunidad del 'resto’ mediante
esfuerzos humanos por medio de tina segregación» como de hecho sucedió con [os
■asenios (J. Je remi as, Teología d el Ñusno 7esta mentó, I, Paideia, Bresera 2197 6, 204),
58. C7 J. Mulimann, //D io crocifuso. La croco di Cristo, fald am en to o critica de Ua
teología cristiana, Queriniana, Brescia 1973, 376-383 [lli Dios crucificado. La cruz de
Cristo como basey critica de toda teología cristiana, Sígueme, Salamanca 1977]: son vistos
como «círculos diabólicos» [a pobreza, el poder, la discriminación racista y cultural, el
sinseníido y d abandono de Dios.
SIGN IFICADO DF. MARÍA RARA N UESTRO T IEM PO 377

aborto a la difusión internacional de la droga y el comercio de las armas,


destrucción ecológica, etc.
En la dii/cil tarca del cristiano, que se interroga cóm o puede vivir
honestamente en el m u n d o^ o cóm o influir positivamente sobre ¡a
historia y su tiempo, la figura de María se constituye en paradigma y
valor de permanente actualidad.

I. C ó m o M a ría se h a c e , r e s e o n s a h i .f o f i .a h -ntorta oft m ttm do

Frente a los maies del mundo surge la tentación de encerrarse en lo


privado esperando que pase ei temporal. ¿Qué podemos hacer?
Resignarse a una situación que se concibe como fatal es un compor­
tamiento regresivo, más propio del estoicismo pagano y opuesto diame-
traímente al misterio de la encarnación, Dios no es indiferente 3 la
historia de los hombres sino que interviene con el envío de su Hijo para
el adviento de un mundo nuevo.

a) M aría icono d e responsabilidad

El evangelio nos muestra que el cambio de suerte acontece real­


mente cuando el ángel Gabriel es enviado por Dios a la Virgen de
Nazaret. En ella nace la personalidad cristiana (Kóstcr) constituida pol­
la libre adhesión hum ana a la oferta histórico-saívíflca de D ios.
La respuesta de María a! ángel es el com pendio de la antropología
cristiana.
El tipo de hombre que se nos anuncia excluye tanto la anulación
del individuo frente a Dios y la comunidad, com o la exaltación dd
individuo sin relación con Dios y la comunidad.
Marta es persona que forma parte de una comunidad que se halla
ante Dios sirviendo a su designio de salvación a favor de los hombres.
El saludo del ángel y la respuesta que María le da avanzan en esta misma
dirección. La invitación a la alegría, como demuestran los anuncios a
la Hija de Sión (So 3 J 4 - 17; Z a 2 ,1 4; 9 ,9 } convierte a María en «repre­
sentante del pueblo elegido». La seguridad de una especial asistencia
de Dios, contenida en las palabras «Hf Señor está contigo» (Le 1,28)

5 í». Un agudo ir.ltfrptcie del mundo contemporáneo observa; -La más grave deses­
peración en la que puede raer una sociedad es creer guc vivir reciamente es inútil» (C,
AIvaro , Ulti mo diario, B omp!a» i, M iiano 1939, 8).
378 MARÍA MADRE D E JESÚS

«pone a María junto a los grandes hombres de la historia del pueblo de


Israel»60.
La respuesta de María: «He aquí la esclava del Señor; bagase en mí
según tu palabra» (Le 1 ,3 8 ) es una fórmula de acuerdo y consenti­
miento, pero sobre todo de aceptación de la alianza. A semejanza de la
respuesta que el pueblo dio al pacto del monte üinaí (E x 19,8; 2 4 ,3 .7 ),
«la respuesta de fe que caracterizaba a Israel en el marco de la alianza
con Dios, es ahora trasladada a los labios de María»61.
La Virgen se auto de fine com o «sierva del Señor» siguiendo la estela
de los grandes personajes del AT: Abraham (Gn 2 6 ,6 4 ), Moisés (Nm
12,7), David (2S 7 ,8 ), etc. Esto supone

tener que cumplir una misión particular; [...] no debe ser enten­
dida por tanto con un sentido de humildad o de sumisión; se trata
de una actitud valiente que asume una responsabilidad. Puede ser
comparada a la respuesta de Isaías: «Envíame» (Is 6 ,8 )6-.

Pero mientras que los siervos de Dios en el A T han realizado una


tarea llena de viscosidad, el servicio que hace María es prácticamente
¡napareme: consiste en ser Madre de Jesús desde las condiciones ordi­
narias de las mujeres de su tiempo. En medio de situaciones de pobreza
y desprecio surge el sí del amor que hace que la esperanza renazca en
la historia de los hombres.
Esta interpretación histórico-salvífica de la figura de María recorre
luda la Tradición crisrinnn: ella es la cooperadora de Dios para la salva­
ción del hombre. En ella Dios revela como en un icono su modo de
actuación con los hombres: salvarlos respetando su libertad, para que
así puedan responder con amor a su misma llamada de amor. M aría se
convierte a este respecto en el tipo de personalidad cristiana que no
actúa con indolencia sino que reflexiona, decide y medita asiduamente
para asumir sin dilación su propia responsabilidad ante Dios y la
comunidad.
Cuando nos co ni ron Utmos con este ¡cono de libertad y responsa­
bilidad, se desvanece cualq u ier ten tació n de reducir el co m p o r­
tam ien to devoto hacia M aría al ámbito puramente cultual. María
desautoriza cualquier costrada o disculpa ante las exigencias y desafíos
de la historia.

ÍíG. K. Stock, L e prim e perícopi delta sloria delt'infam ia ir, Le }-2¡ PIB, Roma
1990, 8S-95 (apuntes).
6*. A. Sorra, M aría secando il vangelo, Qucóniana, Brescia 1987, 13.
62. A. Botón o, M aría «serón del Signare», en «Ecdcsia maten. 22 (1983) 100.
.SiUNih'ICiAUO D K M A K U ['ASA N U E S T R O T ÍE M P O 379

b) L a cuestión m oral en la actu alid ad

Uno de ios grandes desafíos que lanza la sociedad de nuestro tiempo


es la «cuestión moral», que en los años 8 0 de! siglo pasado se convirtió
en «la cuestión política primera y esencial»63. Sólo en el fortalecimiento
de las raíces morales y religiosas se entrevé la posibilidad de superar
aquel permisivo lema de la moral libertina que rezaba «mis allá del bien
y del mal» y que «prom ete sólo egoísm o, atropello y elogio de la
violencia»6''1.
Hn el s. X IX el apologera laico francés Angoste Nicolás subrayaba
con vigor el «prodigio moral» operado en ei cuito a María, que ha
conducido a la sociedad a apartarse de Venus «terrible madre de las
pasiones» (Horacio) y postrarse ante la Virgen ideal de santidad65.
También en la actualidad la referencia a María, en su tarea de «modelo
y materna educadora del '‘hombre nuevo” en Jesucristo (Col 3 ,9 -1 0)»66,
introduce una viva disponibilidad a cumplir los mandatos de Dios.
En su cooperación creadora a la salvación del inundo María se revela
com o un modelo no desalentador sino verdaderamente com prom e­
tedor. Si nos fuera presentada como una supermujer de empresas heroicas,
se alejaría de la condición ordinaria de la vida humana y no sería ya
imitable para la mayoría de hombres y mujeres. De hecho

semejante visión liaría ineficaz y accidental la acción de millares de


seres humanos, que entregarían su responsabilidad histórica en
algunos y por ende raros ejemplares «notables» déla humanidad.

63. S e g ú n a f ir m ó K, por A. R ic c a r d i, I m u ira critica della shua-


B c r lin g u c r cita d o
aJenic indi ¿nía in jateo Ai e tirita, en Qpeuiorie etica e in:pegan ecuménico Afile ehiese,
e d ic ió n p re p a ra d a p o r e! S A E . D e b o m ane , N a p o ii Í9 8 3 , 2 6 . P r o g r e s iv a m e n te frente
a lo s d e s e q u ili b r io s s o c ia le s la e x ig e n c ia moral g a n a t e r re n o e n t o d o s lo s se ctore s.
»La promoción de ¿oí uatores marides es¡á e n tre las c o n t r ib u d o n e s más esp e c ífica s q u e
la igle sia b eb e d a r ai país» ( C ¿ 7 , Comuntone e comumui missiouaria ( 2 9 . 6 . 1 9 8 6 ) , 4 9:
E C E I 4 / 2 9 1 ). C f. a d e m á s el e d ito ria l ,<Rivohtzione moráis» rtetl'iealiadegli aun i 'SO, en
C C { 1 9 9 í) 1 / 3 3 7 3 , 3 -1 2 ,
64. Cf. F. Aiberorn, Le rugí(¡ni del len e e dei melle, Cierran li Milano 1981 [Lea
¡ili'jina del lien y del nuil, ( 7edi.se, [ia reeI o: 1;l 1986].
65, « E l c u lt o d e la V i r g e n M a d r e d e D i o s h a e je rcid o y c u m in ú a e je rc ie n d o so b re
¡a s o c ie d a d , c o n la in flu e n c ia d e su p u re za y de ro d a s tas v irtu d e s q u e la a c o m p a ñ a n ,
u na a c c ió n m o ra l i/.adora, tanto d e p re se rv a c ió n c o m o ¡le rep a ra ció n, q u e n o m v ra p a z
d e d e s c rib ir p o r ser tan in m e n s a y p ro fu n d a » (A . N ic o lá s , La Viergs M aris st ie plan
diuin, IV , l ’o iis s id g u c . P a r i r 8 18 / 5 , 4 0 5 ). F! a u to r ob se rv a q u e d e b id o a ia belleza m o ra l
n ia n ife s r a d a cu ia V u g t r n , el ci.ilLu m a iiu n u «es, d e s p u é s d e la c i u z d e J e su c risto , el
m e d io m á s p o d e ro s o de re g e n e ra c ió n d el m u n d o , a través d el c r is tia n is m o » (p. 4 0 1 ) .
66, Jume Pablo II al movimiento de Schonsratr, 20.9.1985.
380 MA htÍA M:\UkK l)K JKS ÚS

En nuestro tiempo poner d acento sobre héroes y heroínas denota


un arcaísmo y un atraso histórico, una incapacidad de sintonizar
con los progresos de la conciencia humana en sus diversos niveles67.

Ei heroísmo de María es completamente interior: consiste en el total


abandono a la palabra de Dios, tan imprevisible y exigente, y la limpia
coherencia con ia que lia llevado a término su misión histórica.

tí. Cutvi iVL'tRÍACüMl'ltOMEi'lUOi EN LA LIBERACIÓN

Al constante Sí de María a Dios y a su designio se contrapone, como


el reverso de la medalla, el No de María a las injusticias y a ese estado
de cosas con el que no podemos transigir68.

a) M a ría can ta la liberación

Lo paradigmático de María es presentarnos este aspecto, que cier­


tamente ha influido poco en el pueblo cristiano, pero que es evidente
en el cántico del M agníficat que Lucas pone en sus labios {Le 1 ,46-55):
el rechazo de cualquier apaño con las estructuras del mal en sus múlti­
ples caras y su denuncia radical como un hecho incompatible con el
plan del Dios de ia alianza6*",
María, profetisa del nuevo pacto, «desvela el designio transformador
de la economía cristiana»7<) en su doble valor de misterio de salvación
y proceso de liberación71. El M a g n ífica tes un canto religioso que nace
de una visión de fe y de una profunda experiencia del Dios salvador,

67. !. Cidael ra - M.C , ¡J irige m cr, M e ri» madre di D io e medre dei j>oí v ri Un iBgjria
a partiré dalia danna e dali America L abia, Citradclia, Assisi 1989, 55-
68. CLebara - Bingemer, M aría tmnlre d i D io e m adre d ei poveri, 20 S.
69. «Aquí no habla la dulce, tierna e idílica María de las imágenes, sino una María
apasionada, impetuosa, indómita, entusiasta. Nada de esos tonos dulces y melancó­
licos de tantos cánticos navideños, sitio d canto fuerte, duro, despiadado de los tronos
que se derrumban, de los señores que lian sido humillados, de ía poLtncia de Dios- y
la impotencia de los hombres» (D. BonhoefFer, Sermón sur le Magníficat, en «Bibíeer
vi e chréi lenne» 106 (1 972) 36),
/O. Pablo VI, homilía en d santuario martano de Roñaría, 24.4.1 970,
71, «bu su cántico de alabanza a ía divina misericordia, la humilde Virgen, hacia
la cual se dirige espontáneamente y con lama fe la muchedumbre de los pobres, canta
d misterio de la salvación y s'u fuerza transíormadora» (Congregación para ia doctrina
de la fe, instrucción L ib en Mis consciencia sobre la libertad cristiana y la liberación,
{23-3.1986), 48: EV 10/255).
SIGN IFICADO DE MAULA PARA NUES TRO TSKMI'O 381

lin realidad., sólo a la luz de la fe se percibe cómo la historia de


ia salvación es la historia de la liberación del mal en su expresión
más radical y el ingreso de la humanidad en la verdadera libertad
de los hijos de Dios72.

María experimenta en su vida la verdadera faz del Dios poderoso,


santo, misericordioso y fie¿(Le 1 ,4 9 -5 0 .5 4 -5 5 ), que manifiesta estos atri­
butos cuidando con amor a su pobre sierva, salvándola, haciéndola
creyente y madre de su Hijo.
Por tal obra, hilaría exulta y alaba a! D:os salvador que dirige su
mirada benévola y promocional hacia lo más pequeño, humillado y
despreciado de este inundo. En María admiramos después de Cristo,
«d icono más perfecto de ia libertad y la liberación de ia humanidad y
del cosmos»73.
Analizando la acción de Dios en ella y en la historia, María descubre
cf otro aspecto de la faz divina: su lucha contra todos los falsos ídolos
que oprimen al pueblo.
Las palabras del M agníficat no pueden edulcorarse: Dios «derribó
a los potentados de su tr o n o ,., dispersó a los que son soberbios...
despidió a los ticos sin nada» (Le 1 ,5 1 -5 3 ). N o es un Dios neutral e
indiferente al bien o ai mal, sino que se enfrenta y neutraliza las fuerzas
del mal que se oponen a su proyecto de salvación. En Cristo, presenre
ahora en el mundo, las relaciones entre los hombres se transforman: ya
no más prepotencia, orgullo, enriquecimiento, sino servicio, humildad
consigo mismo, pobreza como radical apertura al designio de Dios74.
Mirar a María e identificarse con ella -icono de liberación» es un
¡mperacivo particularm ente sensible para todos aquellos que en el
presente anhelan en su corazón la transformación de la sociedad en
vista dei reino de Dios. La elaboración de «una teología de la libertad
y de ia liberación, como eco fiel del Magníficat de María conservado
en la memoria de la iglesia, constituye una exigencia de nuestro tiempo»75.

72. LÜ 97; EV 10/336.


73. Ibi.
74. La acción tic Dios, esencialmente religiosa, que busca derrota: c! pecado y
abrir a la vida divina, comporta senas implicaciones sociales y políticas. Sitiare esta cues­
tión un licuable exégeta observa sobre el Magníficat. «El cuadro de la situación polí­
tico-social dd mundo es exactamente el contrario de lo que ¡Dios se ha propuesto. Sólo
una revolución que viene de Dios, o mejor, la realidad que adviene con la venida de
Dios, puede llevar el remedio s. esta situación. Esta revolución será también política;
cambiará las relaciones de poder; y será también social, porque transformará las condi­
ciones tic propiedad» [H. Sel ifirmal m, li vtingdu di Luí a, Paideia, Breada 1983, 180 í 8 í ■
73. LC 98: EV 10/339.
382 MARIA MADRE D E JESÚS

b) Leí verdadera liberación evangélica

No es lícito sin embargo interpretar el cántico de ía Virgen «como


un proyecto de liberación puram ente terrena», com o «violencia» o
«lucha de cíase»76. El M agn íficat evita cualquier sentimiento de odio77
contra ios egoísmos humanos, limitándose a constatar cóm o Dios, con
una acción más profunda y trascendente que escapa a nuestros ojos,
transforma las in¡ustas situaciones religiosas, sociales y étnicas a favor
de los piadosos, pobres y del mismo Israel.
Estamos por tanto dentro de una lógica velero testamentaria que
será perfeccionada y superada por el evangelio. Dios amará siempre a
sus siervos, pero anuncia la salvación más para los pecadores que para
los justos (Me 2 ,1 7 ; Mt 9 ,1 3 ; Le 5,32). Dios manifestará siempre su
amor preferencial por los pobres, pero al mismo tiempo se dirigirá a
los ricos para que se conviertan y vivan (Le 1 8 ,1 4 -1 7 ; 1 9 ,2 -1 0 ). Dios
será fiel a su alianza con Israel, pero la salvación ya no sólo pertenece
a Israel sino a todos los pueblos de la humanidad (M t 2 8 ,1 9 -2 0 ; Rm
3 ,2 9 ; Col 3,1 1 ).
El M agníficat, en su acción de ampliar nuestros horizontes, permite
que los cristianos despierten de su tranquila y amodorrada conciencia
frente a los oprimidos, pobres y marginados. No pueden dejarse arras­
trar por la hipocresía social, ni permitir que «se atrincheren en una
actitud de neutralidad e indiferencia ante los trágicos y acuciantes
problemas de la miseria y la injusticia»78.
Por el contrario, todo cristiano debe sintonizar con la iglesia que
«guiada por ei evangelio de la misericordia y dei amor por el hombre,
escucha ei grito que invoca justicia y busca responder con todas sus
fuerzas»79.
La Virgen del M agníficat nos sensibiliza sobre ei proyecto ético que
debe ser realizado en nuestro tiempo.

76. ll>¡. Cti sobre rodo: Congregación para la doctrina de la fe, insrrucdón I.iber-
tutis num im sobre algunos aspectos de ia teología de la liberación, (6,8.1984), que
condena «el recurso sistemático y deliberado a la violencia ciega» (XI/7: EV 9/975),
además de la ludia de clase, ia iglesia de dase, la eucaristía de clase y la teología de dase
(Dí/3.10; X/1.16; EV 8/942.949; 953.968).
77. María deja a un lado el versículo dd cárnico de Ana: «ini boca se dilata contra
rnis enemigos” (1S 2,1) y habla de humiIdad/baj eza/pob reza de la sierva en la que se
incluye la mansedumbre, como silenciosa y esperanzada confianza en la intervención
de Dios.
78. LN\ introducción: EV 9/867.
79. l.N'XI/l: EV 9/969.
SIGNIFICADO D E MARlA PARA NUESTRO TIEM PO 383

M aría sitúa a D ios, desde sus atributos de poder, misericordia,


sanridad y fidelidad revelados com o una misteriosa acción dentro de
ía historia, en el vórtice de los valores. Con ello se desenmascaran los
ídolos ocultos, esos nuevos rostros del mal, como son el orgullo que se
cierra ante Dios y los hermanos llegando incluso ai ateísmo combativo;
la p rep o ten cia que crea violencia, esclavitud c ilegalidad; y la riq u eza
deseada por sí misma y concentrada en unas pocas manos que termina
explotando a los hombres, viola ía libertad personal y provoca el hambre.
En definitiva el Magníficat propone en la figura de María toda una
serie de actitudes que debemos asumir: confianza alegre en Dios salvador,
atención ai clamor de los pobres y oprimidos, amor activo y preferen­
cia! por ellos y servicio a Dios y comunión con su pueblo811.

I I I . C o n M a ría p o r u n a c u l t u r a d l v id a

En la actual sociedad nos enfrentamos cada día no sólo a la muerte


y la vida, lo que es natural, sino a una «cuitura de vidas frente a una
«cultura de muerte».

a) B ioética y cuitara de v id a

No podemos negar que se han dado grandes progresos en el mundo


de la .medicina (a pesar de su impotencia por erradicar ciertas enfer­
medades propias de nuestro tiempo), como han sido la disminución
de la mortalidad infantil, la curación mediante vacunas y curas preven­
tivas, el avance quirúrgico, los rransplantes de órganos, etc.
C on el fin de aportar un sentido moral al campo médico e impedir
su degeneración ha nacido una nueva disciplina: la bioética, o dicho de
otro modo «el estudio sistemático de la conducta humana en el área
de la ciencia de la vida y de la salud, cuya conducta es examinada a ia
luz de ios valores y principios morales»81. Esta ciencia se aplica de un
modo parrie uiar a ¡a ingeniería genética capaz de «introducir en el circuito
celular informaciones gcncricascon el intento de modificar el compor­
tamiento celular y ía consiguiente realidad personal»8*. Su finalidad

80. Q . I, Os san na, i¿ M agníficat progetto di vita, Analiü etico strut tunde di Le
l,4 6 b-5 5 , Borla, Rom,¡ 1984. 186,
81. Y7T. Rcicl'1, hnr/ctüpcuui o f Bioetbtcs, I, i1Leu P ress, N e w Yorlc 1978, XIX.
82. S. Spinsami, Vita física, en Corso d i mora le, e nT. Gofíi - G. Piaña (eds.J, II:
D iakonia (etica dalla persona), Qucnniana, Brcscia 1983, 222.
384 MARÍA MADRE DI-JESÚS

etica debe ser «mejorar las condiciones de vida» (GS 34) y no tina arbi­
traria manipulación del núcleo íntimo y misterioso de la estructura
humana.
Hoy, al menos por lo que respecta a la sociedad industrializada,
no se trata de un simple vivir o sobrevivir, sino de alcanzar una «calidad
de vida» que garantice el desarrollo de las diversas potencialidades
de! hombre al nivel más alto posible. En este sentido vemos actos de
generosidad por parte de religiosos y laicos que buscan defender la vida
en el tercer m undo, privado com o sabemos de asistencia médica
esencial.
Sin embargo, a pesar de los progresos, queda todavía una zona gris
en la que se debate el inicio y fin de la vida humana: el instante de la
hominización83 y el de su muerte8^.
En estas fases decisivas han aparecido dos comportamientos moral-
mente alarmantes: el aborto y la eutanasia. Ambos deben ser enten­
didos com o «dis-valores», en cuanto suponen un rechazo de la vida,
don del Señor. Pertenecen a una más vasta «cultura de muerte» de la
que son gravísimas expresiones «el hecho del terrorismo, la violencia,
la delincuencia com ún; la carrera de armamentos y el com ercio sin
escrúpulos de las armas; la grave propagación de la droga; la persistente
frecuencia de las muertes por accidente laboral; la constante incons­
ciencia en la conducción»85.
Ante esta encrucijada de vida y muerte, los cristianos de hoy no
pueden perm anecer im pertérritos, sino que deben decidirse por el
«sentido de la vida» propuesto por Dios (D i 3 0 ,1 5 -1 6 ; Sal 1 6 ,1 1 ).

83. Conviene tener presente que «desde su mismo inicio el óvulo fecundado
contiene iodo el programa originario del nuevo ser» {Ditbiarazionedell'episcopado belga,
6.4.1 973): en el mismo zigoto encontramos el ser huirían o que debe ser protegido,
pero puesto que es todavía divisible (en el caso de gemelos o en el mismo laboratorio)
se desconoce con precisión cuando surge la persona humana individual.
84. Superados los antiguos criterios (inmovilidad, cesación del pulso, ausencia de
respiración...), hoy debemos referirnos a la declaración de la Pontificia academia
de las ciencias, según la cual «la muerte cerebral es d verdadero criterio de la muerte»;
se constata el paro irreversible de las funciones celébrales «por medio del electroence­
falograma... efectuado al menos dos veces con una distancia de seis horas», si bien con
una terapia intensiva puede prolongarse la función cardiaca (Pontificia academia de
las ciencias, Derlaración acerca J e la prolongación artificial de la vida y la determinación
exacta d el momento de Lt muerte, (21.10.1985): EV 9/1767).
85. Co nsiglio permanente delfa CEI, Mersaggir, per una cultura d i vita, (17-3.1981).
2: ECEI 3/561.
SIGNIFICADO DE MARIA PARA N UESTRO TIEM PO 385

b) L a íb eo to k o s «imagen p o rta d o ra » d e v id a

Para aliarse con la vida no sirven sólo las ideas sino sobre todo los
modelos que encarnan el valor de ¡a vida. LaTheotokos representa una
viva «imagen que nos conduce» a la vida (P. Evdokimov).
La figura de M a ría grávida, imagen que ha servido de delicada inter­
pretación por parte de numerosos pintoresSf”, constituye una apelación

a considerar con sumo respeto a la mujeres embarazadas; ,_...] a


favorecer cualquier iniciativa dirigida a proteger la vida en sus
comienzos: a acercarse con comprensión y misericordia a las mujeres
que por circunstancias diversas... están tentadas de adoptar solu­
ciones de muerte ante el fruto que portan en su vientre86878.

En la Virgen M adre, que lleva al Niño en brazos, encontramos a una


mujer que ha aceptado responsablemente la maternidad, aunque esto
no entrase ¡nicialmente en su proyecto personal (Le 1,34). Su vientre
ha sido bendecido y hecho fecundo por obra del Espíritu en razón de
su obediencia a la Palabra: « [...] por haber escuchado la voz de JH W H
tu D io s ... bendito será c! fruto de tus entrañas» (D t 2 8 ,2 .4 )ss.
Tras haber dado a luz a Cristo, vida del mundo, Adaría lo protege
en Belén envolviéndolo en pañales (Le 2,7) y lo aparta de la rabia infan­
ticida de Herodes (M t 2,13-15). Los Padres ya la saludaron como «madre
de la vida»89 y «madre de los vivientes»90. N o es posible contemplar a
María y permanecer indiferente ante los derechos de los niños.
Y en definitiva, en la Virgen a los pies de la cruz queda personifi­
cado el tremendo dolor ocasionado por una injusta condena a muerte
de la vida humana, y es modelo de identificación para todos aquellos

86. CE C.M. Lcchner, M aría grávida. Zum Scbumngcrschtlftsmctiv in der biklenden


Kumt, Schnell/Sceincr, Miinchen 198!.
87. 208“ Capítulo geneial QSM, J a le t¡ueüu che ni dirá 92.
88. Sobre el seno materno, lugar de bendición de Dios, cf. Sorra, Mario, secundo
ií viingeio, 24-44
89. "... era necesario que la madre de la vida, (ras iniciar gozosamente la concep­
ción, también gozosamente llevase a término el parto» (Gregorio Niseno, Sobre el Contar
de los cantares 13: TMPM 1, 239). Este título es querido por Germán de Constanti-
nopla, H om ilías l y l l p o r a Li Dcrmición de la sania Madre de Dios: TMPM II; y Juan
Damasonio, Idiom eli: 1 MPM lí, 551 y 553.
90. «Por el contrario la Virgen María ha introducido realmente en el mundo la
misma vida, dado que ha engendrado a! viviente, de tai modo que se ha convertido en
madre de tos vivientes» (Epifanio, Panarion7&, 16-17: TMPM I, 397). Otros padres,
que afirman «I.a muerte por medio de Eva, la vida por medio de María», son citados
en la LG 56, nota 9: EV 1, 242.
386 MARÍA MADRE D E JESÚ S

que lloran inconsolables la muerte del prójimo y ejemplo supremo de


la piedad de los hombres por el respeto a la vida.
Al mismo tiempo la M a te r ¿ olorosa cumple la función de «gran
instrumento pedagógico del nuevo ethoscristiano frente a la muerte»''1,
con el fin de hacernos superar todo lo negativo para integrarlo en el
misterio de la resurrección del Señor, es decir, en una muerte que cancela
la muerte.

c) Icono d e la «Fuente d e v id a»

En el curso de los siglos se han elaborado, entre otros, dos símbolos


que manifiestan la pro Rinda vinculación de María con la vida.
Por un lado está el icono de la O dighitrta ( - la que indica el camino,
es decir Cristo) que representa a la Theotokos mientras muestra a Cristo
con los vestidos de legislador en acto de bendecir. María dirige a los
fieles que la contemplan hacia Cristo, que es el maestro que enseña el
evangelio (en su mano a modo de rótulo) y el sacerdote que bendice
haciéndonos partícipes de su vida.
Por otro la relación de la Theotokos con la vida se explícita en el
icono de la Z oodokos Peghé (= Fuente viva). Pertenece al tipo de la O dig-
h itria, cuyo icono es descrito por el monje de Afhos Dionisio de Furria:
Una piscina toda de oro y la Madre de Dios en el medio, con
las manos hacia arriba y delante de ella Cristo bendiciendo con
ambas manos y en cuyo pecho guarda el evangelio que dice: «Yo
soy el agua viva». Dos ángeles sostienen con una mano una corona
sobre ella y con la otra sendas leyendas que dicen: «Salve, fuente
inmaculada y vivificante» y «Salve, manantial inmaculado que ha
recibido a Dios». Debajo de la fuente bautismal una cisterna de
agua [...] y patriarcas, prelados, sacerdotes, diáconos, reyes y reinas,
príncipes y grandes damas que se lavan y beben con copas y vasos.. ,52.

El tico significado teológico de este icono consiste en su explícita


mención de Cristo Vida, que derrama sobre los fieles el agua viva para
la vida eterna {jn d .ld ) mediante el bautismo, además del agua salu­
dable que cura las enfermedades humanas53. En Cristo, que tiene el9123

91. E. De Marrillo, M o n ee piante rítuale. D al lamento fúnebre arttico a l piante d i


María, Bormghicri, Torino 1975,355.
92. Dionisio da Fuma, Ermeneutica dalia pittura, N.ipoli 1971, 194. C.'.f. Cí. Gharib,
Le icono marta ríe. Storia e culto , Citta Nuova, Roma 1987, 208-213.
93. Sobre María consoladora y sanadora, el. E Angel ini, M aría salus infirmorunt
n d mistara e ndU storia ddltt salvez±a, Orizzonte medico, Roma 1970; Id., Infermi, en
ND.M, 708-715.
S 1 C M P IC A D Ü D L M A R ÍA PARA N U E S T R O T IE M P O 387

evangelio en su mano, descubrimos et comportamiento esencial ante


la vida. Jesús

ha demostrado una solicitud sin reservas hacia las necesidades de


la vida concreta de todos cuantos encontraba y al tiempo lina
profunda y radical relatividadón del apego que el hombre tiene por
esa misma vida5L

Para Jesús «vale más la vida que ei alimento» (M t 6 ,2 5 ). «Salvar la


vida» antes que el sábado (Me 3 ,4 ; Jn 5 ,1 7 ) y observar los m anda­
mientos com o el «no matarás» (Le 18,20) son fundamentales para el
cristiano, pero más importante todavía es la realidad del reino de Dios
y la vida eterna que rclativizan los vínculos que nos apegan a la exis­
tencia terrena, en este caso ía familia (M t 1 0 ,3 4 -3 9 ). Jesús es paradó­
jico cuando dice: «quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la
salvará» (Me 8,35). El mismo es ejemplo de lo que enseña perdiendo
la propia vida para salvar la de los demás.

d) E l á r b o l d e la vida

Plantado en el paraíso terrena! (Gn 2 ,9 ), el «árbol de la vida» es-


símbolo de inmortalidad, del que cabe beneficiarse obedeciendo a Dios,
Tras el pecado sólo queda acceder a ia Sabiduría, que es también «árbol
de vida» (Pr 3 ,1 8 ), siendo fieles a Cristo: «ai vencedor le daré a comer
del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios» (Ap 2 ,7 ; cf.
2 2 ,2 .1 4 ,1 9 ). Este símbolo asumirá caracteres de cruz y «planta inmortal»
según la expresión de Hipólito de Roma (s. III). Más adelante María
es representada en la anunciación junto ai árbol de la vida (tablillas de
marfil protocristianas) y es llamada jardín en c! que crece ci árbol de ia
inmortalidad949596*. María es el mismo símbolo del árbol de la vida:

Tu vocación es nutrirte con las palabras divinas y saciarte de


ellas, [...] como un árbol de vida que ha dado su fruto en el tiempo
asignado, Dios encarnado, la vida eterna de todos los seres5'5.

Este símbolo es también preferido por s. Luis M aría de Montfort,


que lo aplica tanto a la cruz57 como a María; «Quien quiera poseer el

94. P.. Cavedo. Vim, cnNDTB, i 667.


95. «Ella, el jardín siempre verde e incorruptible en el que fue plantado ei árbol
de la vida que a todos da libremente el fruto de la inmortalidad» (Germán de Cons-
tantinoph, H om ilía para la A n um íacw m T M FM II, 350).
96. Juan Da maseen o, /iom ilía sobre la n atividad de M aría 1)'. IMPM 11,505.
97- E l secreto de M aría 22.
388 MARÍA MADRE D E JESÚS

fruto de la vida, debe poseer el árbol de la vida que es M aría»989.


C on un alto sentido de inculturación, el misionero transfiere el símbolo
del árbol de la vida a la forma de espiritualidad mariana vivenciada y
enseñada por él:

Si el Espíritu Samo ha plantado en tu alma el verdadero árbol


de la vida, es decir, la devoción que hace poco he explicado,
debes tener cuidado en cultivarlo para que pueda dar fruto a su
tiem p o ",

Montforr desarrolla este simbolismo presentando algunos ejercicios


ascéticos indispensables100 para que el árbol de la vida produzca como
fruto «el amable y adorable Jesús, aquel que siempre ha sido y será el
único fruto de María»101.
En María representa, por tanto, una llamada a la vida desde sus
principales dimensiones: física y espiritual, terrenal y eterna. En ella y
desde sus ¡conos se nos llama a acoger la vida desde su mismo naci­
miento y a protegerla amorosamente, a honrar en ésta la misma vida
de gracia, es decir, la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo;
en definitiva, hacer prevalecer de forma rotunda la realidad de la vida
eterna sobre la cultura de muerte.

Sección tercera
M A RÍA N O S IN T R O D U C E E N L A L Ó G IC A D E D IO S

Vivimos en un tiempo de decadencia de la lógica humana. Acabada


la época de las grandes síntesis ideológicas y las utopías sociales, la filo­
sofía se expresa desde el «pensamiento débil» que se repliega sobre el

98. Tratado do la verdadera devoción a M aría (= VD) 1(34. «En todo lugar María
es el verdadero árbol que porta d fruto de vida, la verdadera madre que lo engendra»
(VD 44). «Si se cultiva bien d árbol de [a vida -M aría- con la fidelidad a las prácticas
de esta devoción, dará fruto a su tiempo y este fruto no es otro que Jesucristo» {VD
218). Cf. igualmente VD 261.
99. El secreto de M aría 70.
100. Como libertad ante cualquier impedimento humano, contemplación, lucha
cortera el egoísmo y e¡ pecado, oración eucaríscíca, fidelidad ante las pruebas,... {E l
secreto ele M a r ía ! 1-77). Para otra interpretación simbólica de! árbol de la vida, efi E.M.
Tonioio, fregare «con M aría » la vita, en Come pregare con M aría, Centro di cultura
mariana «Madre deíla tliiesa», Roma 1991.165-175.
101. El secreto de M aría 78.
S IG N IF IC A D O DI: M A R IA PARA N L 'I'S T R O TIF.M[’O 389

recuerdo y la piedad hacia lo efímero102103.También la teología, aun reco­


nociendo el valor de la razón para el discernimiento de la verdad, recela
del racionalismo que ve la realidad de un modo parcial o encerrada
dentro de un sistema. Hoy la teología ha abandonado el método deduc­
tivo para abrir.se a la historia de la salvación acercándose simbólica­
mente al misterio.
A la decadencia del imperialismo de la razón viene en nuestro socorro
la revelación bíblica que afirma: «Dios, el único sabio» (Rm 1 6 ,2 7 ),
El hombre, si no quiere quedar atrapado en el pesimismo y la deses­
peración, debe sentir y acoger la llamada de la sabiduría de Dios para
encontrar la salvación, vísta la crisis de la propia soteriología raciona­
lista: «No hay sabiduría, ni hay prudencia, ni hay consejo delante de
JH W H » (P r 21,30)103.
En los d o s testamentos la sabiduría de Dios se muestra en su infi­
nita diferencia cualitativa frente a la sabiduría humana. Se trata de una
diversidad irreductible:

Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos


ni vuestros caminos son mis caminos -oráculo de JH W H -.
Porque cuanto aventajan ios cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los vuestros
y mis pensamientos a los vuestros (Is 55,8-9).

La sabiduría de Dios es en sí misma «misteriosa y oculta» (iC o 2,7)


aunque se manifieste en la historia de la salvación. No existe bom oge-
n e id a d e n tte sabiduría humana y sabiduría divina, sino desproporciono
imposibilidad por parte del hombre en penetrar en el misterio de Dios.
El hombre es incapaz de saber el designio que Dios tiene preparado a
los paganos (Col 1,26-27) como el mismo «Misterio de Dios, en el cual
están ocultos rodos ios resoros de la sabiduría y la ciencia» (Col 2 ,2 -3 ),
en p articu lar la relación secreta que existe entre jesús y el Padre
(M t 11,27) y el ev en to de la cruz (IC o 1,20).

102. G. Vatttmo - PA. Rovatti, ílpensisro debele, Milano 1983; A. Ri'/zi, T.e ¡fule
d d ptm irro debo't , en RassT 27(1986} 1-M,
103. La experiencia de la crisis del iiinerario natural liada la salvación religiosa es
ilescrira por Pablo, cuando reveía [a insuficiencia de la vía cósmica (Rm 1) y la vía etica
(Km 7,7-13). La vía uoética griega ha sido «una gran y gloriosa posibilidad espirirual»
pero improel freí iva (I Co 1-2), ya que lia establecido un hiato entre d conocer}' el re­
conocer a Dios. O . G. ltavasi, I.intt bibliche dell'esperíeiiza spirituale, en Corso di spiri-
tunlua. Esperitnzít sistemática, praiezioni, en B. Secondin - T. Goffi, (eds.) Queriniana,
Rrcscin. 1989, 1U7-112.
390 MARÍA MADRE D E JESÚS

El abismo que separa la sabiduría divina de la humana es colmado


por la iniciativa de Dios. La incapacidad del hombre en descubrir las
realidades contenidas en el misterio de Dios es trascendida por la comu­
nicación del Espíritu: «Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio
del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de
Dios» (1 Co 2,1 0 ).
La sabiduría de Dios se revela de modo perfecto y definitivo en
Cristo «sabiduría de Dios» (IC o 1,24). Su desproporción con la sabi­
duría humana perdura y se evidencia ante todo en el misterio de la cruz,
misterio que para el mundo es necedad y locura (IC o 1,18; 2 ,1 4 ),
En su misma predicación del reino, jesús suscita estupor e incom ­
prensión; no se trata de un simple equívoco, sino de un fenómeno
general que afecta a sus palabras y gestos104. Pedro, cuando no está
iluminado por el Padre, representa el pensar típicamente humano que
no puede conciliarse con la sabiduría divina: rus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres!» (M t 16 ,2 3 ).
La distancia entre las dos sabidurías se ha expresado a través del
género paradójico {pará-doxa = al margen de la opinión común), frecuente
en los evangelios, cuyas afirmaciones aparentemente contradictorias
son superadas por una reflexión más profunda. El ejemplo más evidente
nos lo ofrece e! discurso de las Bienaventuranzas (M t 5 ,3 -1 2 ; Le 2 0 -
2 6 ), donde se declara la «felicidad» de las personas pobres y afligidas,
puesto que están preparadas para recibir las bendiciones del reino105.
En esta sabiduría superior y divina nos introduce María cumpliendo
su papel mistagógico. La Madre de Jesús es la «virgen sabia» que nos
revela la sabiduría de Dios llevándonos a Cristo, verdadera sabiduría.

L L a V i r g e n - M a d r e .s ig n o d e l a p a r a d ó jic a s a b id u r ía d e D io s

Si contemplamos a María a la luz del N T no podemos verla com o


una persona aislada, ni tam poco com o una santa separada del resto.

104. Q 7. G. lacopino, ¡esm ¡ncamprchcmas. G a¡¡fíttinKso neü’evangeh d i Giovanni,


en ■•Rivisra bíblica» 36 (1988) 165-197, donde se muestran varios malentendidos sobre
la eucaristía por parte de judíos y discípulos (Jn 6,51-53), la unción de Betania (Jn
12,1 8), d lavatoriu de los pies (Jn 13,6-11), etc.
105. «Todo el evangelio es una paradoja para el intelecto ya que anuncia a un Dios
que invita a pecadores y no a justos (Me 2,17), atiende el ruego del descreído y no el
del fiel (Le 18,14a) y se alegra más por un pecador convertido que por 99 justos (Le 15,7).
La realidad en la que viven los discípulos de jesús constituye un absurdo para la razón
normal» {J. Jeremías, ¡enlngiti dfiN uava 'lislamento, í, Paideia, Erese ¡a 1976, 357-358).
SIGNIFICADO D E MARIA PARA N UESTRO TIEM PO 391

Ella está inmersa en una historia concreta, la historia que Dios cons­
truye en el tiempo con la colaboración del hombre y para la salvación
del hombre.
Dios inicia la fase central de esta historia salvífica con el envío del
ángel Gabriel a María de Nazaret (Le 1,26). Dado que esta muchacha
judía es término de la elección divina, a la que responde con una acep­
tación responsable (Le 1 ,3 8 ), María se convierte en «persona de la
historia de la salvación, en el más profundo significado del termino»106.
La Virgen pasa a ser signo de la acción de Dios a favor de la huma­
nidad: en ella Dios nos ha revelado su modo de obrar, su sabiduría que
ama lo paradójico y que se complace en sorprender la miope sabiduría
humana.
Indudablemente la acción más grande de D ios en la historia, su
intervención más decisiva y paradójica, es ciertamente la en cam ación .
El Verbo encarnado es el misterio por excelencia, porque en él la eter­
nidad entra en el tiempo, lo invisible se hace perceptible, la gloria escon­
dida trasluce en la historia v Dios se hace hombre para que el hombre
viva la vida divina,
La encarnación, aconteciendo por obra del Espíritu Santo en María
y p o r María, no puede comprenderse sin ella. Por tanto, María, en su
divina maternidad tal y como fue reconocida en el Concilio de Efeso
en el 4 3 1, deviene en signo y garantía de ia recta te sobre ia encarnación:
Con justicia y en verdad llamamos ’j'heotokos a santa María.
De hecho, este nombre comprende todo el misterio de la economía
[de la encarnación]. Si la G enetrixes la Madre de Dios, necesaria­
mente es Dios e] que ha nacido de ella y necesariamente debe ser
hombre. ¿Cómo podría nacer Dios de una mujer, que es la esencia
anterior a todos los siglos, si no es haciéndose hombre?107108.

Ei sentido paradójico del misterio de la encarnación (hecho difícil


de asumir por la cultura helenística que rechazaba la idea de que lo espi­
ritual se contaminara con la materia) repercute en María. Su condición
de virgen-m adre, que reúne en sí realidades humanamente imposibles,
refleja ia unión paradójica de la naturaleza d iv in a con la h u m an a en la
única persona del Verbo. León Magno le expresa mucho mejor en su
Tomus a d F lavían u m (4 4 9 ):
Su natividad de la carne demuestra el origen de su naturaleza
humana; el parto de la Virgen es signo de su omnipotencia divina100.

106. A. M üiícr, La posiziane e ia cvópcraztoue di María nell’evento di Cristo, en MS VI.


107. Juan Damascerm, Exposición de Li fe ortodoxa, 3,12: TM PM IU, 488-489.
108. León Magno. Carta 2 8 a Fia viano: 1 MPM III, 509.
392 MARÍA MADRI- OK jKSÜS

Lo paradójico de la Virgen-madre remite a la paradoja de un Dios-


hombre. En ella reconocem os «la centinela dei absoluto del cristia­
nismo, la señal humilde aunque sumamente significativa de la presencia
del Eterno en ei tiempo, de Dios en carne humana»1®.
Aceptando a María se desvanecen las recurrentes tentaciones de las
antiguas herejías cristológicas. El Hijo de María en la realidad de su
verdadera humanidad [vere hom o) desautoriza cualquier forma de doce-
tismo o monofisismo. El Hijo de Dios encarnado por obra del Espí­
ritu en el seno de la Virgen (vere Deus) aleja la concepción nestoriana
de una naturaleza divina unida extrínsecamente a la humana.
Ambas paradojas, la del hornbre-Dios y la madre-virgen, superan
los parámetros humanos y nos remiten al poder de Dios y a su amor
infinito por el hombre. Sólo el amor misericordioso y poderoso de Dios
puede explicar el misterio de la encarnación y el signo de la Virgen. Las
dos realidades están íntimamente conectadas y se reclaman entre sí:

La Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y contemplán­


dola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de reverencias, entra
más a fondo en el soberano misterio de la encamación y se asemeja
cada día más a su Esposo (LG 65).

Aceptar la virginidad de María es estar dispuesto a acoger la encar­


nación, porque en ambos casos se trata de realidades imposibles para
el hombre, pero posibles cuando Dios interviene (Le 1,37).
La lógica de Dios implica la apertura a lo diverso, a lo nuevo, a lo
totalm ente O tro , a una acción que desbarata la esterilidad ele Sara
(Gn 2 1,2) y capacita a María a engendrar sin intervención de varón
(M t 1,25). La novedad absoluta del designio divino es Jesucristo, el
hombre nuevo ( lC o 1 5 ,4 5 ; Col 3 ,1 0 ; E f 2 ,1 5 ), que introduce a los
hombres en una nueva existencia «en la justicia y en la verdadera santidad»
(E f 4 ,2 4 ).

11. K é x o s i s de M a r ía y d e r e c h o s h u m a n o s

Pero María no es sólo un signo que remite a Cristo hombre y Dios


(misterio dogmático), sino que también constituye un signo dinámico
de orientación a la problemática siempre actual de los derechos humanos
(tema antropológico).109

109. Forre, M añ a, la donna leona d el m útero, 201.


SIGN IFICADO D E MARÍA PARA NUESTRO TIEM PO 393

A más de dos siglos de distancia de las D eclaracion es americana


(1 7 7 6 ) y francesa (1 7 8 9 ) sobre los derechos del hombre, puede decirse
que ya forman parte de la conciencia humana y la convivencia social
del mundo occidental.
También la iglesia, a pesar de los equívocos del s. X IX ,

en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama los dere­


chos dd hombre y reconoce y estima en mucho el dinamismo de
la época actual, que está promoviendo por todas partes tales
derechos (GS 41).

En realidad los derechos humanos hallan en la Biblia un decisivo


apoyo en función de tres enunciados:

a) la d ig n id ad «i-cónica» del hombre, creado a imagen y semejanza


de Dios y convertido en «señor» de todas las cosas (Gn 1,26-28)
y legítima igualdad de derechos para todo hombre comenzando
por el derecho/deber de vivir y engendrar (Gn 9 ,5 -7 );

b) la teología d el éxodo, o alianza tras la esclavitud en Egipto, que


funda los derechos de jos oprimidos:

No torcerás el derecho del forasrero ni del huérfano, ni tomarás


en prenda el vestido de la viuda. Recuerda que fuisre esclavo en el
país de Egipto y JH W H tu Dios te rescató de allí (D t 24 ,1 7 -1 8 ).

Por ello los profetas exigen del hombre, teniendo ante sí la alianza,
la práctica de la justicia ante cualquier acto de opresión contra pobres,
viudas, huérfanos, extranjeros y forasteros (Mi 6,8; Is 10,2; Ex 22 ,2 1 -2 2 ).
Nadie puede separar la fidelidad a Dios del respeto al hombre, ya
que son un todo, de tal manera que «los derechos del hombre vienen
así a formar parte del “derecho divino”, recibiendo un fundamento
inquebrantable»1IC;

c) la fila n tro p ía de D ios se expresa en Cristo salvador (Ti 3 ,4 -6 ) que


manifiesta la máxima atención por el hombre, hecho fin de sí mismo
y no siervo de la ley («el sábado está hecho para el hom bre y no el
hombre para el sábado»: Me 2,2 7 ). Cristo con su palabra y ejemplo se
alinea con los marginados, pobres, afligidos, pecadores, mujeres y niños.
El ejemplo de Cristo introduce una novedad en la opción por el
hombre, con menoscabo de sus propios derechos. Jesús

Ilü , A. Dcittler, Unnnuneto deli a ntico Testtimento> P;i ic1e ia , Hrescia 1980, 14.
394 MARÍA MADRE DE JESÚS

asumió el comportamiento activo de la «preexistencia», es decir,


del don total y del sacrificio de la propia vida p a r a los otros.
«No consideró codiciado botín» (Flp 2,6), el hecho de detentar
todos los derechos divinos y humanos, sino que renunció a impo­
nerlos y, de este modo, «se anonadó a sí mismo» (Flp 2 ,7 )l n .

Jesús se distancia del ideal humanístico que reclama para el indi­


viduo prerrogativas mayores. Llama a sus discípulos a que renuncien a
sus derechos más legítimos, com o es dejarse abofetear (M t 5 ,3 9 ), a
responder con el perdón y a hacer el bien a quien nos odia (M t 5 ,4 3 -
4 4 ; Le 6,2 7 ). Esta renuncia llega a sí mismo y a la propia vida (M e 8 ,3 4 ;
M t 16,25; Jn 12,25).
Esta kénosis voluntaria se sitúa en las antípodas del masoquismo
y de cualquier forma de narcisismo ya que representa un camino
que nos acerca al otro. R enunciand o a sus «derechos», Jesús
manifiesta una libertad capaz de destruir el odio y la enemistad
(cf. E f 2 , 16)n2.

María anticipa este doble comportamiento de Cristo, realizando un


formidable p la id oy er de abogada de los pobres, de los hambrientos y
los sin derecho, proclamando en el M agntftcatln actuación de Dios a
favor de ellos (Le 1 ,5 0 -5 4 ).
María muestra en su misma persona la acción central deí Dios de
los padres: «dirigir el rostro» hacia los hombres que están en condición
de esclavitud e insignificancia para elevarlos a u n status real113.
En el corazón de toda la existencia de la M adre de Jesús está la
entrega total al servicio del plan de Dios y de su reino en la persona del
Hijo (Le 1 ,32-33-38), María se revela como el icono d e la pro-existencia
desde la atención a las necesidades del prójimo, según m ostró en la
visita a Isabel y en las bodas de Cana (Le 1 ,3 9 .5 6 ; Jn 2 ,3 -5 ).
Mientras que por una parte María promueve profé ti cem ente los
derechos de los pobres, por otra no reivindica para sí los privilegios
inherentes a su condición de Madre de Dios. «También María ha debido
sufrir su particular kénosis», que1*3

111. íInmisión teológica internacional, Tesi sulla ¿ígnita e i dirim della persona
humana, (6.10.1984), 2.1.1: EV 9/1041.
1 f 2, C. Wackenhdm, Significóla teológico ácidiritti itmani, en Corte 15 (1974) 4, 95.
113. Este es el concepto de gracia en la Tcnakh, que significa «ser benévolo, ser
compasivo con uno», ante personas en situación de indigencia y necesidad: «la gracia
se refiere a los pequeños y humillados, a los que Dios “eleva”. Aquí está la gracia» (E.
Sdiillebeedíx, H Cristo, las torta di una nuova prassi, Queriniana, Hresda 1980, 87 y 90).
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA NUESTRO TIEMPO 395

consiste en el hecho de que en vez de hacer valer sus derechos como


madre del Mesías, se dejó despojar, apareciendo como una mujer
más ante las demás11'1.

María adopta una firme opción declarándose «sierva del Señora


(Le 1,38) en el mismo momento en que se convierte en madre del Hijo
de! Altísimo y rey eterno (Le 1 ,3 2 -3 3 ).
Verdaderamente «en virtud de su perfecta voluntad ella reprodujo
la kénosis voluntaria del Hijo», al que se unió en el curso de s~u vida y
sobre todo en el Calvario. En presencia de su Hijo sumido en el instante
supremo de la kénosis (Flp 2,8),
María participa por medio de la fe en el desconcertante misterio
de este despojamiento. Es ésta tai vez la más profunda «kénosis» de
la fe en la historia de la humanidad (KM 18),

María pasa a ser, a ejemplo de Cristo, el paradigma de la iglesia que


lucha por los derechos de los pueblos, toda vez que en ella encontramos
un camino de servicio y pro-existencia. De esta manera la iglesia, parti­
cipando de la kénosis de Cristo,
es formada únicamente en María: ella es el arquetipo de la iglesia,
que según reza la caria a los Efe dos, no pertenecía a las «potencias
y potestades». Traspasada por la espada, recorre junto a su Hijo el
camino del abajamiento de la temporalidad hasta culminar en la
cruz114115*.

La conducta del cristiano debe modelarse sobre la de Cristo y su


madre: renunciando libremente a sus propios derechos individuales
para promover más adecuadamente los derechos que cualquiera tiene
de ser acogido y amado por sí mismo.
Ésta es la concrelización de la moral neotestainentaria: respetar los
derechos de todos los hombres, dando a cada uno «lo que es debido»
(Rm 13 ,7 ), sin limitarse sólo a la justicia. Es necesario plantear nues­
tras propias relaciones con los otros desde un comportamiento de amor
que «no busca el propio interés» (IC o 13,5).
No se trata por tanto de aceptar la unilateral consigna luterana:
«Padecer, padecer, cruz, cruz; para los cristianos éste es el único derecho,
éste y no otro»1lf\ Por el contrario,

114. R. Cantidamessa, Marín uno spmrhwper la china, Ancón, Milano 5989, 99-5 00,
115- H.U. von B alelí asar, «Kénosis del la di iasar», en Lu Spiriio e l ’istituzione,; Morce-
ijiana, Hresda 1979, 109.
lió . M. Lulero, Exhortación a k p a z (1521), etl. Weirnar XVIII, 310, 10,
396 MARÍA MADRE DE JESÚS

la verdadera norma ética es la del hombre nuevo.., De este modo


aquel aspecto de servicio termina desnaturalizándose cuando la
igualdad y la libertad quedan relegadas a un segundo plano117*.

111. M a r ía c a m in o a l a v e r d a d e r a s a b id u r ía

María no sólo revela el misterio de Dios y la lógica divina paradó­


jica, sino que también muestra el camino para su asimilación.
La sabiduría que María nos revela no es de orden especulativo o inte­
lectual, sino que se comprende a la luz de la Biblia, cuya «sabiduría es un
conocimiento práctico de las leyes de la vida y el mundo basado en la
expelí en cía»1)s, sabiduría que brota de la acción que desemboca en la vida.

1. M a r ía m u jer «sabia»; escucha y m em o ria

La corriente sapiencial de! AT se nutría del recuerdo de los hechos


salvíficos, de los que se extraían lecciones para la vida concreta (D t4 ,9 ;
Si 50,28).
Israel es el pueblo de la escucha y la memoria. María repite el itine­
rario de Israel hacia la conquista de la sabiduría, conservando el recuerdo
de los acontecí míen ros de Jesús, confrontándolos &través de una profunda
meditación: «María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las medi­
taba en su corazón» (Le 2 ,1 9 ; cf. Le 2,5 1 ).
María se constituye así en la virgen sabia que no deja que se pierda
nada de lo que Dios le descubre en los senderos de la vida, aprendiendo
de los eventos de la historia ferial y cotidiana. Enjuiciando y profun­
dizando eti el conocimiento de Jesús, éste se convierte en un «enigma
permanente». En ella ia crónica se convierte en historia, el hecho en
símbolo lleno de significación y la maternidad en discipulado.
María no rehuye los acontecimientos, sino que se deja involucrar e
interpelar por ellos; de ahí que, según el método sapiencial, pase del
estupor al recuerdo y su interpretación tras confrontar los hechos que
le suceden con la lectura bíblica119,

117, S. Rost signo, Diritti unían i nella china; semibilitá protestante al problema, en
[diritti umani tulla chiesa cattolka, (11and isina, 'I orí no 13B1, 99-
ÍIB. G. von Rad, Teología eleUAntico Testamento, I, Paideia, Brescia 1972, 470
{Teología del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca s2(J(j O].
119, Para esta interpretación, cf. A, Serta; Sapienza e eom em plazione d i M aría
secondo Le 2,1 9. 5 ¡b, María num, Ruma 1982 y Sapiente, en NDM, 1272-1285.
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA NUESTRO TIEMPO 39 7

La posición de M aría se hace dram ática a! contacto con el Hijo


«sabiduría de Dios». C om o sucedía con la sabiduría del AT cuando
lleva al justo por caminos intrincados y a través de pruebas antes de
revelarle sus secretos (Si 4 ,1 6 -1 S), del mismo modo actúa Jesús con su
madre probándola en los mencionados cinco episodios de «rechazo»
(o mejor de «evangelizadón»), en los que le invita a trascender la carne
y la sangre para entrar en el orden superior del evangelio:

El muchacho de doce años que rompe con su estirpe con la


máxima dureza, cosa que las padres no entienden; las palabras de repulsa
a la madre en Cana (jn 2,4) no consienten interpretaciones edul ­
coradas, el rechazo en recibirla cuando ella va a buscarle y el comen­
tario de Jesús sobre ios oyentes como sus verdaderos “hermanos, hermanas
y madres” (Mr 12,50) debieron hincarse como un puñal en su
corazón, la bienaventuranza dirigida al seno materno y a la que él
da la vuelta en orden a la fe (Le 1 l,27s.), el hecho de apartarse de ella
(si bien ocultando grandes misterios) en las palabras: “Mujer, he
aquí a tu hijo” (Jn 19,26), sellan una larga serie de d istandam ¡entos1

Com o discípula de Cristo, María penetra más profundamente en


el designio de salvación que .se despliega ante sus ojos, sobre todo en el
misterio de la cruz y la pascua, C on el don del Espíritu en Pentecostés,
María alcanza la máxima iluminación acerca del Hijo resucitado y la
propia iglesia, además del coraje para el testimonio cristiano.
María resplandece por tanto como «sede de la sabiduría» no sólo
porque en su seno ha morado Cristo, sabiduría encarnada, sino porque
«poseyendo la ciencia espiritual inaccesible a los razonamientos humanos,
con la fe ha alcanzado el conocimiento más sublime» (RM 33).
C on María somos elevados a la sabiduría evangélica y a la profun­
dizado n del misterio de la salvación.
No podemos confrontarnos con ella y permanecer al mismo tiempo
inertes ante las «grandes cosas» que Dios ha hecho en la historia, com o
es el misterio pascual que en el mundo se revive cada día y los eventos
feriales de la vicia.
La Madre de Jesús nos enseña a juzgar cualquier realidad del mundo
dentro de los parámetros de Dios y a la luz del evangelio. La carea de
María ha sido humanizar a Dios desde la kénosis que le hace partícipe
de la condición humana y realizar ía perfecta humanización del hombre
atrayéndolo a la comunión con la sabiduría de Dios y la entrega a los
hermanos.120

120. H.U. von Balihasar. Teodrammatica U l: í.e persone d el dram ma, Jaca Book,
Milano 1983, 305.
398 MARÍA MADRE DE JESÚS

2. M a rta en e l ca m in o d e la S a b id u r ía h a c ia el h o m b re

Aun conociendo numerosas realidades en vísta al recto com porta­


miento, los sabios de Israel muchas veces se encuentran ante enigmas
insalvables; éste es el caso del p ro b lem a d e la mujer. Dicho problema
sale a la palestra de un modo clamoroso en la triste existencia de Salomón.
A pesar de haber recibido la sabiduría de Dios, el rey llama a mujeres
extranjeras contraviniendo el mandato divino. Para la Biblia, la gravedad
de la culpa de Salomón no consiste tanto en su harén exagerado, cuanto
en haber cedido a la idolatría, infiltrada por mujeres extranjeras
( I R 11,3-4)
Triste existencia decimos, siendo com o era el más sabio del pueblo
de Israel, porque Salomón traiciona la alianza con el Dios de ios padres
a causa de la mujer, a la que él no ha dado el papel constructivo para
la que ha sido creada. De ahí que sea necesario recuperar el significado
profundo de la feminidad para reencontrarnos con la sabiduría.
En esta línea se sitúan los libros sapienciales, que oponen la sabi­
duría a la mujer extranjera (Pr 2,16-19) y señalan la solución del misterio
de la mujer en la monogamia, signo de la alianza con Dios expresada
en términos nupciales.
Sólo en la «mujer perfecta» se alcanza la sabiduría. Se explica así el
último capítulo de Proverbios, que es el más celebre de todos: un acrós­
tico perfecto compuesto por las 2 2 letras del alfabeto hebreo para que
sea más fácil retenerlo en la memoria. La mujer no es considerada por
su función procreadora, sino por su laboriosidad y capacidad organi­
zativa. Ante todo es valorada com o sabia consejera y persona fiel a la
alianza (Pr 3 1 ,2 6 .3 0 ). Tal mujer es portadora de sabiduría, a la que
accede en su vida. Su valor es inestimable: «Es mucho más valiosa que
las perlas» (Pr 3 1 ,1 0 ).
Tan grande fue la recuperación de la función positiva de la mujer
por parte de los sabios de Israel, que éstos no dudaron en presentar a
la Sabiduría, una cualidad de Dios personificada (P -E . Bonnard), con
el semblante y características de una mujer, cuyas prerrogativas subrayan
su carácter misterioso: es lugar del encuentro entre Dios y el hombre
dada su vecindad (Pr 8 ,3 0 -3 1 ) y madre y árbol de la vida (Pr 3,1 8).
Quien la encuentra, encuentra vida y felicidad (Pr 8,35)-
En el Nuevo Testamento la Sabiduría no es exclusivamente una
cualidad de Dios, sino que es una persona, Jesucristo. Así nos lo sugieren
algunos significativos textos que le atribuyen todo lo que el A T apli­
caba a la sabiduría (M t 1 1 ,2 8 -3 0 ; Le 1 1 ,4 9 ; Hb 1,3)- E! Hijo de Dios,
encarnándose y entrando en la historia, realiza y perfecciona el camino
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA NUESTRO TIEMPO 399

de la Sabiduría hacia el hombre. Ahora el Verbo pone «su Morada entre


nosotros... lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14), «llenándose de sabi­
duría» (Le 2 ,4 0 ), y se proclama más sabio que Salomón (M t 12 ,4 2 ; Le
1 1,31). Pablo exclama entonces: «predicamos... un Cristo, fuerza de
Dios y sabiduría de Dios» (IC o 1 ,2 4 )121.
S. Luis M. de M ontfort ( t 1716) en su preciosa obra A m or d e la
S a b id u ría E te rn a 122 lleva a cabo una lectura «cristiana» de los textos
sapienciales identificando la «sabiduría sustancial e increada» con Jesu­
cristo (ASE 13). C om o sabiduría, C risto es tesoro infinito para el
hombre, al que se dirige dinámicamente para ofrecerle la salvación y
toda serie de bienes (ASE 64 -7 1 ). De esta manera, para manifestar más
visiblemente su. amistad, la Sabiduría eterna decide encarnarse (ASE
6 4 - 6 6 ,4 5-47).
Para realizar esta gran empresa salvífica, ¿qué vía escogerá la
Sabiduría?
En toda la historia de la salvación, la Sabiduría ha buscado personas
dignas que pudieran acogerla, ha formado santos y amigos de Dios
(ASE 4 7 ), pero nadie era capaz de encarnarla en la tierra (ASE 104).
finalmente en el tiempo establecido, «la Sabiduría se construyó una
casa, una motada digna de sí» (ASE 105), os decir María, sobre la que
derrama «el arrebatador torrente de la infinita bondad de Dios» (ASE
106). María responde con perfecta fidelidad a la gracia, creciendo en
ella y en la sabiduría, y con su humildad, pureza, fe y oración lleva hacia
sí a la divina Sabiduría (ASE 1 0 5 -1 0 7 , 184).
M ontfort se complace en insistir sobre el estatuto único de María
en la historia de la salvación:

Nadie, al margen de María, ha encontrado gracia delante de


Dios para sí y para todo el género hum ano... Sólo María con la
sublimidad de sus virtudes, pudo alcanzar el trono de la divinidad
y merecer aquel infinito beneficio [de ia encarnación de la Sabi­
duría] (ASE 203).

121. Cristo oí Sabiduría, pero !a Sabiduría, tal y como es descrita en el AT, no es


directamente equiparada a Cristo. U n exégeta analiza el núcleo de esta cuestión: «¿Por
qué esta discreción del N T en identificar a Jesús de un modo explícito con la Sabi­
duría, cuando le atribuye prácticamente todo lo que los textos del A T refieren de ella?
La razón es probablemente esta: Jesús supera infinitamente ia Sabiduría tal y como
podían conocerla los sabios del AT» (M. Gilbert, Sapienza, en N D T B , 14d I ).
122. Luis María de Montfort, Amor de la Sabiduría Eterna, en Id., Opere, I: Scritri
sptrituali, Edizioni monfortane, Roma 1990, 109-238. Se cita según la forma abre­
viada {= A S E ) y en su numeración marginal.
400 MARÍA MADREDEJKSÜS

3. M a r ía en e l cam in o d e l h o m b r e h a c ia la S a b id u r ía

Si María es inseparable de la Sabiduría en su descenso hacía el


hombre, éste debe encontrarla en el camino ascensional hacia la Sabi­
duría, La armonía dei plan divino no permite incongruencias. Desde
el momento en que María acoge la sabiduría, sólo quien la encuentra
y se identifica con clia podrá converrirse en morada de la Sabiduría.
M onrfort expresa esta realidad con un símbolo:

María es el imán sagrado que, donde quiera que se encuentre,


atrae fuertemente hacia sí a la eterna Sabiduría, a cuya fuerza no
puede resistirse. Es el imán que la atrae hacia la tierra para todos
los hombres, y que la sigue atrayendo ahora, cada día, en cada alma
donde María mora (ASE 212).

En María, la mujer recupera su misión, más allá de las tareas ordi­


narias y cotidianas: ser fugar de encuentro con Cristo Sabiduría, hacerse
capaz de recuerdo y mediración de los hechos salvíficos y crecer en sabi­
duría descifrando la voluntad divina manifestada en Cristo y en los
signos de los tiempos.
El cristiano en camino hacia la Sabiduría necesita a María por muchos
motivos. Montfort subraya dos cometidos marianos que ayudan a esre
camino sapiencial:

a) M a ría p u rifica e l corazón hu m an o


h a c ié n d o lo d ig n o d e la S a b id u r ía

Com o sucede en todos los místicos, M ontfort conoce profunda­


mente la debilidad y la malicia del corazón humano, que imposibilita
cualquier autosalvación, ¿Por qué Cristo Sabiduría que habita en el
hombre de modo permanente en. com unión de am or requiere de la
conversión, de la renuncia al propio yo malvado y la adhesión sincera
a su señorío? ; Quién puede ayudarle a alcanzar esta meta?
M ontfort responde desvelando el «secreto» de su vida: «Hagamos
entrar a María a nuestra casa... Y en ella la Sabiduría eterna vendrá a
estar como en su trono de gloria» (ASE 211). Se trata de una recíproca
entrega: si nos entregamos a María con total disponibilidad, ella «se
dará a nosotros de una forma sorprendentemente más verdadera» (ASE
211). Con este lenguaje, el Santo pretende asegurarnos que el continuo
diálogo con la Virgen conduce necesariamente a una asimilación de sus
comportamientos fundamentales, a una identificación con ella, Ahora
SIGNIFICADO D E MARÍA PARA NUESTRO TIEM PO 401

el corazón humano pasa a convertirse, por gracia del Espíritu Santo,


en una digna morada de la Sabiduría.
María desempeña claramente para el cristiano una función de and-
Eva: en vez de tentar al hombre empujándolo al pecado, María nos
ayuda a abrirnos a la sabiduría de Dios mediante la renuncia a las
opciones perversas. Con María el corazón del hombre puede liberarse
de ia esclavitud {que nos hace capaces de cualquier mal) y sintonizar
con el nuevo hombre que es Cristo,

b) M a ría preserva el corazón hu m an o


d e l retorno a la sabid u ría m u n dan a

No basta acoger la Sabiduría, sino que es necesario perseverar en la


com unión de amor con ella hasta el fin de la vida. En sus misiones
populares, M ontfort se preocupaba de ayudar a ¡os cristianos por él
evangelizados a perseverar en la vida cristiana. El ya sabía de la terrible
realidad del hom bre, capaz de entusiasmarse y de desalentarse, de
promesas generosas y de olvidos igualmente inmediatos: «Tenemos
suficientes experiencias funestas de nuestra inconsciencia y ligereza
naturales: recelemos de nuestra sabiduría y fervor» {ASE 2 2 1 ).
C om o si no bastase nuestra propia experiencia, M ontfort refleja el
caso-límite de Salomón en un intento de hallar el remedio saludable
para no volver a tropezar en la misma piedra:

El era sabio, como quizá nadie lo sea más, más fuerte incluso y
más iluminado. Pero a pesar de ello fue engañado y vencido, cayendo
en el pecado y la estulticia, dejando a sus descendientes asombrados
por sus luces y tinieblas, por su sabiduría y por ia soberbia de sus
pecados {ASE 220).

Para M ontfort no hay duda: es necesario un suplemento de sabi­


duría «para ser en cierto sentido más sabio que Salomón» (ASE 2 2 1 ) y
así poder perseverar en comunión con la Sabiduría. Debemos recuperar
la función de la mujer según el plan divino resolviendo el enigma en
el que se había enredado Salomón. María desempeña esta función de
modo eminente, ora para aconsejar y guiar en el camino a la Sabiduría,
ora para representar el antídoto y la terapia a nuestra inestabilidad e
inconsciencia.
M ontfort reconoce en María la virtud de la «fidelidad» como carac­
terística esencial de su existencia terrenal y celestial:

María es fiel: no deja que se pierda ni se malgaste lo que le ha


sido confiado. Ella es por excelencia la Virgen fiel a Dios y a ios
402 MARÍA MADRE DE JESÚS

hombres. £_j Confiemos, por tanto, todo a su fidelidad. Abracé­


monos a ella como a una columna que no puede ser derribada,
como a un ancla que no puede ser arrancada, o mejor, como ai
monte de Sión que no puede ser movido (ASE 222).

La acogida de María en nuestra existencia es escuela de sabiduría.


El diálogo constante con ella se traduce en una íntima comunión con
Cristo, dado que María es criatura sabia que nos remite a Cristo con
el ejercicio del recuerdo y el diálogo.
De ella aprendemos la difícil virtud de la fidelidad, competencia
que le es propia y que nos consolida diariamente en el sí amoroso a
Cristo, así com o de su don total. En la práctica, si no abandonamos
a María perseveramos en la fidelidad cotidiana al Señor. Montfort estaba
seguro de ello: con María «aun siendo ciegos, débiles e inconstantes
[ ...] no sufriremos más ia desventura de perder la gracia de Dios y el
infinito tesoro de la eterna Sabiduría» (ASE 222).
Por tanto, de María recibimos aquel suplemento de sabiduría parti­
cularmente necesario en nuestro tiempo:

Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta


sabiduría para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la
humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no se
forman hombres más instruidos en esta sabiduría (GS 15).

Sección cuarta
LAS APARICIONES DE MARÍA Y EL FUTURO DEL MUNDO

F.l fenómeno de las apariciones o revelaciones marranas no es exclu­


sivo de nuestro tiempo12^. Hoy en día disponemos de un mapa preciso
de estos fenómenos que se extiende por las más diversas áreas cultu­
rales y que conocemos gracias a los medios de com unicación12'1.

123. Conocemos relatos de a p a r ic io n e s de M a r ía en ia ed a d pa trística . L a p rim e ra


es ia cic G r e g o r io T a u m a t u r g o { f ca. 2 7 0 ) c o m o refiere G r e g o r io N is e n o e n su Vida de
i. Gregorio taumaturgo-, T M P M I, 3 3 0 . E l h is t o r ia d o r S o z o m c n o ( t d e s p u é s d el 4 5 0 )
e scrib e en t o m o al 380 s o b re lo s fe n ó m e n o s m a r ía n o s en G o n s ta n c in o p la : « T a m b ié n
se d ice q u e es co rrie n te q u e h a y a ap a ricio n e s» ( Historia eclesiástica, 7 ,5 : T M PM I, 5 2 2 ).
Ju a n R u f o (s. V ) recoge las a p a ric io n e s de M a r ía al d iá c o n o T e m b ló n ( T M P M IV , 1 3 2 -
133) y G r e g o r io d e T o u r s a u n a rq u ite c to ( Libro de los milagros 1 ,9: T M P M t il, 6 0 5 ) .
124. Según el cálculo de B. Billct, L e fk it des apparitions non reto nanos p a r l ’Églisc,
en Vraies etjhusses apparitions dañe l'Eglise, l.ethielleux-Bellarmin, Paris-Momréa!2 1476,
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA N UESTRO TIEM PO 403

Es necesario examinar el fenómeno de las mariofanías, estudiar su


procedimiento canónico V su estatuto teológico, descubrir el signifi­
cado que revisten para nuestro tiem po y analizar, en definitiva, el
comportamiento que debe asumirse ante ellas.

I. A n á l is is d e l f e n ó m e n o

1. ¿ Q u é es u n a a p a r ic ió n ?

La respuesta a esta pregunta no es unívoca ya que depende de la


prc-comprensión de quien la formula,
Un psicólogo que prescinda de la fe religiosa vería en las apariciones
un «mecanismo aiucinatorio», es decir, una percepción sin objeto125.
Se juzga así a los videntes com o visionarios y a las apariciones como
puros trastornos psíquicos. Producidas por el inconsciente, actuarían
sobre ia imaginación haciendo ver como real un objeto de deseo,
En cualquier caso, existe una diferencia entre el enfermo psíquico
y el verdadero vidente, el cual, al contrario que aquél, se caracteriza por
un gran sentido de la realidad, tranquilidad de ánimo y ausencia de
exhibicionismo. A pesar de la semejanza con los mecanismos de aluci­
nación y visión, «sería sin duda erróneo pasar de la sem ejan za de los
procesos a la identidad de los fenómenos»i2É.
El teólogo debe aceptar la posibilidad de que Dios se revele en la
historia mediante signos ordinarios y extraordinarios. Las apariciones
pueden definirse entonces como
aquellas experiencias psíquicas cuyos objetos (personas) no
perceptibles para nuestras facultades auditivas y visuales entran

1 0 , d e 1 9 2 8 a 1 9 7 5 se c u e n t a n 2 3 2 p r e s u n t a s a p a r ic io n e s o la g r im e o s [ im á g e n e s
llo ra n te s] e n 3 2 n a c io n e s. E l m is m o a u t o r a ñ ad e a este ca lillo , d esd e el in ic io d d s. X X
Apparitions etm ani-
hasta 1 9 9 0 , 2 9 5 m a n ¡fes r a d o n e s d e la V i r g e n en 4 0 n a c io n e s {Id .,
fhrutians de la Vlcrge M aric au X X , en Kccharídiméni, Melanges RenéLaurtntsn , IDesdée,
P a r is 1 9 9 0 , 3 3 9 - 3 4 9 ) . 4 1 ca so s d e a p a r ic io n e s de 1 9 7 3 a 1 9 8 8 , d e las cu a le s las m á s
im p o r t a n t e s s o n las d e M e d ju g o r je , s o n lo m a d a s e n c o n s id e r a c ió n p o r R . L a u r e n t in ,
Multiplicarían des apparitions de la Vierge aujourd’h u;. Est-ce e lk í Que veut-elie dire!,
I ‘V a n c e lo is irs , P a rís * 1 9 8 9 , 5 1- 1 0 9 . 1 3 3 - 1 5 8 : en total 2 7 3 ca so s en el p e r io d o c u rre
1 9 2 8 a 1 9 8 8 [Apariciones
actuales de la Virgen M aría, R ia lp , M a d r i d 1 9 8 9 ].
125. L epoin t de vite du médecin psychtatre ctím-
É s t a es la p o s tu r a de M . O r a is o n ,
cien sur les apparitions, en Vrais et fattsses apparitions, 134-135.
126. R. Zavalloni. Psicologíapastorale, Marietti, Torino 1965, 309 [Psicologíapastoral,
S t u d iu m , Madrid 1967].
404 MAK fA M A l >HE n Si J RS fJS

sobrettaturalmente en la esfera de lo sensible a pesar de ser inacce­


sibles a las normales experiencias humanas127.

C om o puede apreciarse, dos elementos caracterizan las apariciones


en sentido estricto:

a ) una persona que se halla por sí misma fuera del campo normal
de nuestra experiencia sensorial;
b) que es percibida por el «vidente» por conocimiento sensible128.

Por parte del vidente es esencial el sen ú m ien to d e la presencia, ante


la que «se halla convencido de estar en contacto inmediato con el objeto
que se le ha manifestado, y no [ ...] ante una imagen o una reproduc­
ción de él»129.
C om o sta. Teresa de Avila, los modernos videntes recelan de las
construcciones de la fantasía, a las que denominan «cosa muerta»130,
mientras que ellos experimentan la presencia de una persona viviente.
Cuando se traca de apariciones marianas, jos videntes piensan que están
ante el verdadero ser de María, incluso en sus tres dimensiones131.
Jal experiencia transforma las apariciones en un encuentro que incluye
el reconocimiento de la persona presente. Ante la plenitud y sobrena­
turalidad de ésta, a menudo los videntes caen en éxtasis, que determina
el abandono de relaciones con las personas y el cosmos, pero no la
conciencia de sí, ya que en el éxtasis es donde el espíritu humano está
más despierto.

127. K . R a im e s - H , V o r g r im le i, Apparizioni, en Diztonario d i teología, H e rd e r-


M o r c e llia n a , R o m a -E re se ¡a 1 9 6 8 , 4 2 . A c e rc a d e l m o d o c ó m o se ca p ta la a p a r ic ió n , se
v e rific a u n a « e x c ita c ió n d e l s iste m a n e r v io s o » q u e es p r o v o c a d a « m e d ia ta o in m e d ia ­
ta m e n te p o r D io s . L a v is ió n es d e h e d i ó u n a cto n a tu ra l en su m e c a n is m o p sic o ló g ic o ,
pero p u e d e ser s o b re n a tu ra l en la ca n sa q u e lo p r o d u c e y el m o d o c ó m o sucede» ( Z a v a -
11o n i, Psicología pos taróle, 3 0 8 ).
128. A . B o s sa rd , Les apparitions de Mari?; des signes pour la fot, en Kecharit&snine,
327.
129. E C a rp in o , Appariziane, en lincidopedia caíto!ico, I, 1 7 0 0 .
130. Teresa d e Á v ila , M orada 6, c. 9.
131. C a t a lin a L a b o u r c , h a b la n d o e n terce ra p e r s o n a , decía: « L a p e r s o n a q u e h a
v isto a la S a n t a V i r g e n la v e en c a rn e y h u e so » , ig u a lm e n t e B ern a de rte : « A la r g a n d o la
m a n o , h a b r ía s p o d id o to ca rla [la a p a ric ió n ]» . L o s seis n iñ o s d e M c d j u g o r j e , p r e g u n ­
ta d o s u n o a u n o : « ¿ C ó m o v e is a la V ir g e n ?» , re s p o n d ía n : « C o m o u n a p e rso n a . C o m o
u st e d a h o ra , ig u a l: p u e d o to ca rla » {R . L a u r e n t in - L. R u p c ic ,La Vergine appare a
Mediourgorie, Q u c r in ia n a , B r c s c ia 1 9 8 4 , 6 0 [Apariciones de la Virgen en Medjugorje,
ile rd e r, B a r c e lo n a 1 9 8 7 1 ).
SlONIh'ICADO DE MARÍA PARA NUESTRO TIEM PO 405

2. C on ten idos d e las ap a ricion es

a) Aspecto visual

Las apariciones nos ponen en contacto con María. Esta se presenta


de modo diferente según los videntes y en armonía con el mensaje, pero
siempre de forma misteriosa y trascendiendo cualquier palabra o repre­
sentación que se diga o se haga de ejia.
Para Bernadette la visión (18 veces, 1858) habla el dialecto local
vis tiendo de blanco con una cinta azul en la cintura. La vidente la llama
«Aquero», es decir, «aquello», pero no la reconoce en la estatua marmórea
de Fabisch puesta en la gruta de Lourdes.
Para Melania y Maximino, videntes de La Salette (una sola apari­
ción, 1846), la Virgen aparece vestida de campesina.
Los pastorcitos de Fátima, Lucia, Jacinta y Francisco, vieron 6 veces
a la Virgen en 1917 vestida de blanco.
En las 4 apariciones de 1531 al indio Juan Diego, la Santísima Virgen
se le presenta según la cultura autóctona:
el color rojo pálido del vestido es la sangre del sacrificio [...]; el color
determinante verde azulado del manto corresponde al símbolo real
de los dioses indianos; las estrellas del manto son símbolos del inicio
de una nueva era; la cinta negra que ciñe la cintura de la Virgen es
el signo de la maternidad: María porta a su hijo divino en el vientre
y lo ofrece al nuevo pueblo; la ausencia de la máscara (los dioses
indígenas la portaban) significa que la Señora no es una diosa, pero
es superior al sol y la luna, las grandes divinidades del lugar132.

Diversas son también las edades de la Virgen, pero siempre de aspecto


joven, como una mujer entre los 16 y 30 años. «Porque la eternidad es
juventud», es necesario reconocer en María «la libertad de los cuerpos
gloriosos», Así pues «el misterio de la vida en Dios, inimaginable aquí
abajo, huye de la esclavitud de este mundo y los deíerminismos del
tiempo, que la eternidad libera»133.

b) E l m ensaje

C om o sucede en ia Biblia, las apariciones culminan en la palabra:


«el momento visual de la revelación está en función de la comunicación

132. A . A m a r o , Mariolugia in tora esto. Un esenpio di teología inculturata: vil volto


metí ocio di M an a di Guadalupe» (Puebla n. 446), e n M a r 4 2 ( 1 9 8 0 ) 4 2 2 - 4 2 3 .
133. R . I .a u re n d n , M ultiplicado n des apptl ritions, 33.
406 MARÍA MADltE DE JESÚS

del mensaje»134. Dicho mensaje puesto en boca de María asume un


carácter profético-apocalípticn -sapien cial
La perspectiva p rofética nace de la invitación a la conversión, a la
penitencia y al cambio de vida. Sólo de esta manera pueden esquivarse
los «castigos de Dios», o dicho de otro modo, el carácter catastrófico
de la historia, y realizar las promesas de paz y la venida del reino de
Dios.
A menudo las palabras de la Virgen tienen un carácter apocalíptico:
insisten por un lado en la urgencia de prepararse ante un futuro de
luchas, y p o r otro señalan diversos «secretos» que han de desvelarse a
su debido tiempo. Un ejemplo característico lo constituyen las apari­
ciones de Fátima, con sus respectivo secretos:

1. El primero, pronunciado el 13 de junio de 1 917, trata sobre la


muerte prematura de Jacinta y Francisco, a ios que sobrevivirá Lucía,
Sin embargo, no se trata de un secreto propiamente dicho, ya que la
Virgen no había impuesto el silencio sobre esta profecía. Los videntes
lo mantuvieron en secreto por propia iniciativa (cf. la C u arta m em oria
de Lucía),

2. L1 segundo, según relata Lucía en su Tercera m em oria, corres­


ponde a la tercera aparición (13 julio 1917). «Consta de tres partes dife­
rentes», las dos primeras reveladas por Lucía en 1941, En ellas se dice
entre otras cosas:

Si atendí eren a mi petición, Rusia se convertirá y habrá paz.


Si así no fuere, extenderá sus errores por todo el mundo, promo­
viendo guerras y persecuciones contra ¡a iglesia; muchos buenos
serán martirizados, el santo padre tendrá mucho que sufrir, algunas
naciones serán aniquiladas. Pero finalmente mi corazón inmacu­
lado triunfará, Rusia será consagrada por c! santo padre y se conver­
tirá, y un tiempo de paz será dado al mundo.

134. S. l ) e F io re s, Veggentp e n N D S , 1 6 6 4 . « E n las t e o fa n ía s la m a n if e s t a c ió n


sensible está al s e r v i d o d e la p alab ra. L is im p o r ta n te n o es el l i e d i o d e v e r la d iv in id a d ,
s in o e s c u c h a r s u p a la b ra [...]. L a filo s o f ía g rie g a y las r e lig io n e s d e l m u n d o h e le n ístic o
t ie n d e n a la v is ió n d e la d iv in id a d . E n c a m b io la r e lig ió n d e l A l es la r e lig ió n d e la
p a la b ra e sc u c h a d a [...]. E s t a p re v id e n c ia d e l e s t u d ia r s o b re el v e r es u n o d e lo s c a ra c ­
Teología dellti rivelazione, C i n a -
teres e sen ciale s d e la re v e la ció n b íb lic a » (R . L a u m r c lle ,
d d la , A s s is i 1 9 6 7 , 1 4 y 3 8 [Teología de la Revelación, S íg u e m e , S a la m a n c a 1 9 7 7 ] ) .
SIGNIFICADO DE MARÍA PARA N UESTRO TIEM PO •407

3- El tercero, que forma parte del segundo, todavía no ha sido publi­


cado por I.ucía, Ella lo escribió y lo entregó al papa en 1 943. Leído por
Pío X II, Juan X X III y Juan Pablo II, todavía no ha sido divulgado135.

Aun siendo principalmente espiritual, el mensaje de Fárima reviste


un carácter político innegablel3í’, en particular por lo que se refiere a Rusia137.
Por lo demás, el diálogo con los videntes asume a veces ran os fami­
liares y el tono sapien cial propio de los sabios del AT:

¡Ea, hijos míos, orad! Mi hijo se deja conmover. En breve tiempo


Dios os lo concederá13S.

II. P r o c e d i m i e n t o c a n ó n ic o

Es cierto que el Código d e derecho am ónico, tanto el antiguo de 1917


com o el de 1 9 8 3 , no contiene ninguna legislación acerca de las

135. C£ A.M. Marrins, Lucia mcconm Paterna, Memorie, kttere e documenti d i m or


L u d a , Queriiiistia, Brcscia í 977; J.M. Alonso, Fátima, en NOM, 569-576 [Editado
este libro en 1992, y alcanzada su cuarta edición en 1998. el autor no pudo dar cuenta
de la revelación del tercer secreto que se hij.o público el 13 de mayo de! ano 2000 en
la beatificación de dos de los tres pastoreaos de Fátima, y en la que se hacía mención
del atentado dd papa (N. del 77/]-
136. En 1978 dije: «indudablemente “el mensaje de Fátima afecta ante todo a la
espiritualidad déla iglesia, a ¡lívida y a la salvación sobrenatural de las almas, a las rela­
ciones personales y sociales del humbre con Dios” (B. Surge, Falim a, ií 'rosario e la
teología condliarte, en CC, 3,2. i 9 6 8 ,1, 228), Sin embargo, no nos está permitido reducir
tal mensaje a con Leuiidos meramente espirituales, considerando e! resto (preocupa­
ciones concretas para la suerte dd mundo, referencia a Rusia, profecías, signos, simbo­
lismo y secretos) como un “bagaje accidenta! a ía esencia dd verdadero mensaje de
Fátima”» (S. De Fiores, La M adonna d i Fatím a peilegnna p er il mondo d al 7 apríle a l
í 4 marzo 1978, texto a máquina).
137. En el mismo año 1978 anoté a propósito de Rusia: «Se trata de ia Rusta real,
no del símbolo del ateísmo y ei materialismo, aun cuando estos aspectos formen parte
de su realidad; es ia Rusia de la que hablaba el mensaje al anunciar que difundiría “sus
mores por ei mundo suscitando guerras y persecuciones”. [,.,j Acerca de Ja palabra
“conversión", que significa profunda transformación de vida, día exige como mínimo
que el Estado ruso cese de combatir la religión y de adoptar tácticas de revolución y
guerra» (¡1>¡). Esto vino a suceder con la llegada de Mijail Gorbachov cuando instauró
una política de diálogo con el resto del mundo, aboliendo cu 1990 la ley anti-teísta y
proclamando la libertad religiosa.
138. Palabras de María a los videntes de Ponrmai n. R. Lmrentin —A. Durand,
Pontmain. Historie ¡mthentique, Apostolat des cditions-Lelhidleux, París 1970, Ií!, 15-
20 (documentos).
408 MARÍA MADRE D E JESÚ S

apariciones o manifestaciones milagrosas. No existe, por tanto, ningún


procedimiento oficial, sino solamente una praxis que es seguida por los
obispos o en su caso por la sede apostólica.
Esta praxis se define por su extrema prudencia. Basta considerar que
de los 29 5 casos ocurridos en nuestro siglo la autoridad eclesiástica sólo
ha reconocido 1 La razón es simple: la iglesia desea que se proceda
con seriedad y cautela, separando por todos los medios la verdad deL
error, para evitar así una posible retractación posterior que desacredi­
taría su credibilidad.
El documento que establece el trámite canónico acerca de las apari­
ciones o hechos milagrosos es una nota confidencial de la Congrega­
ción para la doctrina de la fe (2 5 .2 .1 9 7 8 ) H0.

1. Injorm aciones suficientes. Implica un examen cuidadoso de los


hechos mediante recogida de testimonios dignos de fe.
2. O rtodoxia. Si el contenido de las apariciones contrasta con la
revelación bíblica interpretada por la iglesia, el fenómeno se
considera no auténtico, ya que Dios no puede contradecirse.
3. transparencia. Por lo que se refiere a la función de servicio de
las apariciones, es esencial que remitan a Dios y a los hermanos,
a la iglesia y al mundo. El fenómeno perdería cualquier valor si
concentrase la atención sobre la persona del vidente o sobre algún
rito especial o idea extravagante.
4. Signos. Los milagros, com o curaciones, conversiones o fenó­
menos cósmicos extraordinarios, son intervenciones de Dios a
favor de las apariciones.
5. S a lu d psicológica d e los videntes. El estado de los videntes debe
ser estudiado por médicos y psiquiatras competentes, para que
no se confunda la visión con cualquier alucinación.
6. Frutos. Este es el criterio decisivo porque, como Jesús dijo, «por
sus frutos los conoceréis» {M r 7 ,1 6 ). El fruto esencial es el de la

i 39. Billel enumera sólo 10 hechos aprobados por fa iglesia (Apparítions ct mani-
fistatinns, 349), a [os que hay que añadir Quito (1 906) documentado por G.M. Besutti,
Eacdam o iipunta otile appañzioni m añane , LDC, Leunmun 1988, 36. la lista de las
apariciones o hechos prodigiosos inariano; reconocidos por los obispos son los siguientes:
Quito (] 906), Fáciina (1 917), Pontevedra (i 925), Tuy (1929), Beanraing (1923-33),
Ranneux (1933), Si recusa (1 953), Zeirún en Egipto (1968 por parte de [a iglesia copta
ortodoxa), Akini en Japón (1973-1981), Damasco (1977 y 1982) y Macano (1986).
140. Dicho documento es transcrito por R. Laurenrm en Multiplicatiim des appa-
ritmm, 38-40, a cuya obra me remito. Otro clásico es el artículo de M. Castellano, La
pm sú canónica air.i te apparizwm m añane, en Enciclopedia m añ an a * Theotocos*, Bevi-
lacqua e Solar! -M .ssimo, Gcnova-.Milano 21958, 486-505.
SIGN IFICADO DE MARÍA PARA N UESTRO TIEM PO 409

santidad, con todo el bagaje de virtud que hace creíble al vidente.


Son importantes los frutos que ias apariciones producen dentro
de una situación concreta.
7, Ju ic io d e la iglesia. Lo que es competencia del obispo diocesano,
con dos funciones definidas: reconocimiento de los frutos con
autorización del culto y (en un segundo momento) pronuncia­
miento sobre la autenticidad de ¡as apariciones. El juicio de la
sede apostólica se hace particularmente necesario cuando ci fenó­
meno asume vastas proporciones o haya criterios divergentes.

111. E s t a t u t o t e o l ó g i c o

Es necesario precisar el valor de las apariciones con respecto a la


revelación fundamental concentrada en Jesucristo, en función de la cual
podrá establecerse su aprobación.

1. Valor relativo da las ap aricion es

En la Biblia la verdadera y definitiva aparición y revelación es Jesu­


cristo, evento central de la historia de la salvación (cf. Ga 4 ,4 ).
Mientras que en el A T Dios ha hablado de un modo fragmentario
a través de eventos proféticos, en el Hijo se revela de modo total, íntimo
y definitivo (H b 1 ,1-4). Cristo es la plenitud de la revelación: es «la
Palabra» eterna y encarnada (Jn 1,1-14), «ei camino, la verdad y la vida»
(Jn 14,6), «el icono del Dios invisible» (Col 1,15). El puede decir de
sí: «Quien me ha visto ha visto al Padre» (Jn 14,9).
En el N T el término «aparición» es usado para mostrar la manifes­
tación del misterio de Cristo. La aparición de Cristo se realiza en su
primera venida com o encarnación («por su gracia... que se ha mani­
festado ahora con la Manifestación tic nuestro Salvador Cristo Jesús»
2Tm 1 ,9 -1 0 ) y en su última venida «por su Manifestación y por su
Reino» (2Tm 4 ,1 ). Entre ambas venidas se sitúa la aparición de Cristo
resucitado, fundamental para la fe en la resurrección y para la consti­
tución de la iglesia: «que se apareció a Celas y luego a los Doce; después
se apareció a más de quinientos hermanos a la vez [...]. Luego se apareció
a Santiago; más tarde, a todos ios apóstoles. Y en último término se me
apareció también a mí, com o un abortivo»*(lCo 15,5-8).
410 MARÍA MADRE D E JHSÜS

En Cristo se cierra la revelación de Dios al m undo1^1, en el sentido


de que en él tenemos la plenitud del evento salvífico y la manifestación
definitiva del rostro de Dios:

La economía cristiana, por ser alianza nueva y definitiva, nunca


pasará; ni hay c¡ue esperar otra revelación pública antes de la gloriosa
manifestación de Jesucristo nuestro Señor (D V 4 ).

Con ello se excluye cualquier revelación a ñ a d id a que pretenda intro­


ducir nuevos datos no contenidos en Cristo palabra del Padre, en el
que rodo ha sido revelado1'*2. Pero no por ello deben eliminarse ulte­
riores intervenciones de Dios en la historia con la finalidad no de revelar,
sino de actualizar la revelación (revelación explicativ a.y p rofetica)Xiii.
En el N T encontramos testimonios de visiones y revelaciones en la
vida de Esteban (H ch 7 ,5 5 -5 6 ), Pedro (H ch 1 0 ,9 -1 6 ; 1 2 ,1 1 ) y Pablo
(H ch 9 ,3 -6 ; I C o 1 2 ,1 -6 ). Pentecoste's demuestra la efusión de los
cansinas del Espíritu y la realización de la profecía de Joel (3,1);

Derramaré mi Espíritu sobre toda carne,


y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros jóvenes verán visiones
y vuestros ancianos soñarán sueños (Hch 2,17).

I ,as apariciones y visiones poseen también su derecho de ciudadanía


dentro de la iglesia. Pero su valor resulta doblemente relativo.1423

141, DV 4: EV 1/876. Erre planteamiento de la DV tiende a superar ¡a afirma­


ción dd decreto Lamentabili, según el cual la revelación se cierra con la muerte del
dirimo apóstol. .Si Cristo es la plenitud de la revelación, él mismo es quien cierra el
movimiento revelador. Los apóstoles no son elementos constitutivos de la revelación,
sino sólo testimonios privilegiados e inspirados del misterio de Cristo. Cf. A. Iviatrioli,
Realtit e seriso delbt pienerjsa de lia rivelazione di D io in Cristo, en Costuitzione con filiare
■<Dei Verbu ni». Ai ti itellil XX settimana bíblica, Parida, B resda 1970, 97-110,
142, Si se buscasen visiones o con fil maciones, «le podría responder Dios de esta
manera, diciendo: “Si te tengo yz habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi
Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar qtie sea más que eso?
Pon los ojos sólo en él, porque en él lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en él
aún más de ¡o que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte,
y si pones en él los ojos, lo hallarás en rodo; porque él es toda mi locución y respuesta
y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, mani­
festado y revelado, dándoosle por Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio’*»
(Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmela, 2,22.5, en Id., Opere, Foslulazione gene-
rale O CI), Roma 1959, 185 [Obras completas. Monte Carmelo, Burgos 72000]).
143, Laureo ti n en Multiplication des apparitions, 116, puntualiza: «No se trata de
novedad objetiva, sino proféticu».
SIGNIFICADO 1JK MARÍA RARA NUESTRO TlKMl’O 411

Primeramente no pueden tener la pretensión de suplantar o completar


la revelación, ya perfecta en Jesucristo, sino que está a su servicio, lo
que implica que deben ir en su misma dirección.
En segundo lugar la visión es una función de la escucha sometida
al primado axiológico: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de
Dios y la guardan» (Le 11,28; cf. Jn 2 0 ,2 9 ). Desde luego una fe basada
en las visiones y milagros es imperfecta: «Si no veis señales y prodigios,
no creéis» (J n 4,48). Una fe madura no necesira nada más que la palabra
de Jesús (Le 3,5; M t 8 ,8 -1 0 ).
Los cristianos acogiendo con gratitud visiones y revelaciones como
dones de Dios (cf, LG 12), evitarán ir tras el sensadonalismo para
caminar «en la fe y no en la visión» (2Co 5,7; c f Rm 1,17). Más impor­
tante es la iluminación del Espíritu (Jn í 4,2(5; 1 6 ,1 3 -1 5 ) y el discer­
nimiento de Cristo en el amor: «ése es el que me ama; y el que me ame,
será amado de m i Padre, y yo ¡e amare y m e manifestaré en él» (Jn 14,21).

2. C riterio d e ad h esión a las ap a ricion es

Respecto a esta cuestión, la posición de la iglesia fue expresada entre


ios años 1 7 3 4 -1 7 3 8 por Próspero Lambertini, y más adelante por Bene­
dicto X IV (1 7 4 0 -1 7 5 8 ):
A estas revelaciones, aunque fueren aprobadas, no deben dársele
ni cabe confi miarlas por la fe católica, sino es con fe humana según
!n regla de la prudencia, que permite discernir si las susodichas reve­
laciones son probadas y piamenre creíbles. [...] Por todo ello, cual­
quier sujeto, salvada c íntegra la fe católica, puede no prestar fe a
las susodichas revelaciones y alejarse de ellas, con tal de que lo hiciere
con conveniente modestia, no sin la razón y lejos del desprecio de
la intención1^ .

Esta posición coloca prácticamente las apariciones en un terreno


neutral dentro de! ámbito de la historia humana, y por tanto al margen
de la historia déla salvación y de la propia fe divina.
No obstante hoy en día se piensa que debe darse un valor más
positivo a estas revelaciones. La Sede apostólica, por ejemplo, al menos
por lo que se relíete a Lourdes y Fátim a, no se ha lim itado sólo a
«permitir» la creencia en sus apariciones, sino que las ha recomendado 4

i 4 4. D e servorum D ei veitlifiauione, 2,32,1 i. Para la «fe humaría» se remite a ia


congregación de los ritos (6.4.1875) y a la encíclica Pasccndi de Pío X (8,9.1907).
412 M A R ÍA M A D R E D E JESÚS

positivamente a ios fieles. Por otra parte, teólogos com o K. Rahner


observan, siguiendo a F. Suárez143, que si a Dios revelador debe dársele
una obedien cia en la f e (Rm 1,5; 16,26) «no se entiende por qué una
“revelación privada” no se impone a la fe de todos los que han tenido
conocimiento y admiten con suficiente certeza que viene de Dios»:^5.
Aunque pudiera aceptarse la tesis de Suárez-Rahner, en coherencia
con la historia de la salvación que contempla un antes y un después de
Cristo, cabe recordar en todo caso la jerarquía de la verdad y de los
valores, En ella las apariciones no ocupan el primer puesto, que perte­
nece a la sola realidad de Cristo único mediador y revelador, sino el
último, en cuanto forman parte de esa realidad a la que el pueblo de
Dios debe llegar. No obstante, cualquier fragmento de luz y amor que
se filtra en la historia representa una tierna atención de Dios hacia sus
hijos peregrinos.

IV. S ¡c; ni pic a no df, las mariofanías

Supuesto el examen crítico de tales apariciones y su credibilidad, es


legítimo e incluso necesario penetrar en su significado profundo en
orden a la vida de la iglesia y del mundo.
En la herm enéutica del fenóm eno de las m ariofanías pueden
avanzarse diversas perspectivas que toman en consideración la sucesiva
relación con el pasado, el presente y el futuro.

1. Evidenciar la. persona y misión evangélica de M aría

La necesaria y esencial referencia de las apariciones/revelaciones a


la aparición/revelación plena y definitiva dada de una vez para siempre
en Jesucristo ha llevado a los estudiosos a interpretar las apariciones
com o «fuertes reflectores» que «ilustran y hacen revivir y resplandecer
a los ojos de los fieles la verdad del depósito de la fe»14516147.

145. E Suárez, De Pide, disp.3a, sec.10, en Id., Opera omnia, 28 vols., Vives, Parts
¡856-1861, X, 90-94.
146, K. Rahner, Les révélationsprivées: quelques remarques íhéologiqucs, en «Revue
d’ascétique et mystique» 25 (1949)508.
147- C. Ralic, A ppariziani m ariane dei seeoli XIX-XX, en Lnciclopedia m añana
« Thcotocos», 249.
SiCINiFlCADO DE MARÍA TARA NUESTRO TIEMPO 413

Las apariciones de María iluminan la persona de María y su función


en continuidad con los datos bíblicos, que constituyen la verdadera y
fundamental mariofanía,
María es identificada siempre como Madre de Jesús, pero no como
un simple personaje del pasado. Ella está presente como persona viva,
luminosa y glorificada, que se interesa por sus hijos y por la suerte del mundo.
La «llena de gracia« (Le 1,28) se manifiesta como «inmaculada» ante Cata­
lina Labouré (1 8 3 0 ) y Bernadette (1 8 5 8 ), convirtiéndose así en una
ilustración eficaz del dogma definitivo entre ambas apariciones (1 8 5 4 ).
María no se aparece para proclamar otro evangelio, sino para hacer
revivir los comportam ientos y la atmósfera del único evangelio. Ella
remite a las exigencias evangélicas («oración y penitencia»), suscita el
sencido de la solidaridad («no hay quien ore y se sacrifique por ellos»)
y conduce a los sacramentos («quiero una capilla»). María sigue siendo
la sierva del Señor y a él nos conduce. Sus apariciones permiten que el
evangelio reviva, renovando los prodigios de conversión y curación,
haciendo que la muchedumbre aclame y ore, renaciendo la esperanza
y la alegría, perdonando los pecados e instando a que el mensaje de
Cristo se oiga de nuevo. La experiencia de santuarios com o Lourdes y
Tarima confirma esta perspectiva.

2. Signos d e un D ios m a tern a lm en te cercan o

Consideradas desde los propios videntes, las apariciones o visiones


marianas se clasifican entre los carismas o dones gratuitos de Dios para
la edificación de la iglesia. En cuanto comunican la voluntad de Dios
a través de llamamientos urgentes de María, dichas visiones pueden
asemejarse a las profecías.
Mientras asistimos a un profetismo que descubre a Dios y su acción
descifrando los «signos de la tierra», las apariciones pertenecen a un
profetismo de tipo místico que interpreta ios «signos del cielo». Las
mariofanías forman parre de este profetismo como un modo sobrena­
tural dirigido a la fe y sobre todo a la esperanza. Verdaderamente en
ellas se desvelan según las necesidades de los tiempos las dimensiones
salvíficas de la revelación. El sentido de las apariciones marianas es por
tanto vital: «es la dirección divina de la conducta humana en situa­
ciones particulares»14*. Por eso llaman a la conversión, sacuden la inercia
y la pereza y reavivan la vida cristiana.148

148. L, Volken, !.e rioelazioni nelia cbiesa, Paolinc, Roma 1463, 236 [Las revela­
ciones en ¡o Iglesia, Paulinas, Madrid 1í)62|.
414 MARÍA MADRB DF. JESÚS

Tales llamamientos son especialmente eficaces por cuanto provienen


de María, una mujer, una madre y una criatura inmaculada. El primer
mensaje es su propia persona. En ella encontramos la razón que explica
nuestro tiempo en el que, como vemos, es siempre María la que aparece
(más raramente Cristo y los santos). Alguien puede sorprenderse de
esto; pues bien H .U . von Balthasar responde a ello;

Quien se maravilla de esto no ha entendido quién es verdade­


ramente María. Ella es el prototipo de la iglesia [ ...] . Es la sierva
del Señor de la que puede hacerse uso plenamente. Ella está también
a disposición de su Hijo para mostrar a los cristianos lo que la iglesia
es en realidad y debería ser. Ciertamente, dado que ella es la perfecta
humilde, no tiene temor alguno en referirse a su propia persona,
en aparecer con un rosario, en hacer las veces de intermediaria del
H ijo1*'*9.

Así pues María tiene otro m otivo para intervenir en la suerte de


la humanidad, como es el de ofrecer «una manifestación excepcional
de su presencia m aterna y habitual en la vida de la iglesia y de sus
hijos»15D.
María, como sabemos, es persona glorificada en cuerpo y alma: a
semejanza de Cristo resucitado y desde la condición de cuerpos glori­
ficados, ella no sólo es liberada de las leyes espacio-temporales, sino que
al mismo tiempo es hecha madre comunicadora de vida a los cristianos
de todos los siglos y áreas geográficas, Pero para llevar a cabo su misión
materna, M aría debe hacerse presente en el mundo de un m odo no
local o circunscrito, sino de forma verdadera y misteriosa.
Bajo esta luz sus apariciones constituyen encuentros con su persona
pneumatizada y su cuerpo glorificado, que aun perteneciendo a otra
dimensión pueden realizar una comunión personal con el vidente y a
través de éste con todos sus hijos que se hallan todavía en camino hacia
las últimas realidades.
Y en definitiva, a través de la Madre de Jesús el Padre manifiesta su
misericordia así como su cordial atención ai mundo. María se convierte
desde este instante en el signo mater no del Dios-Amor, del que proviene
loda comunicación de vida y gracia.

1Ac). ) I. U . von Bal rhasar, Aprite i cutir: ¿tU'hnmaca lata, cica appare ht M otín d i Pío,
en «11 sabalo» (19831 3-9 diciembre, p. 9.
150. Bossard, Les ep p am iom de Marie, 239.
SIGNIFICADO DE MARÍA I'ARA NUESTRO TIEM PO 415

3. M a r ía y e l destin o d e l m u n do

Dado que los mensajes de ia virgen a los videntes comportan gene­


ralmente una proyección hacia eí futuro con tonalidades apocalípticas,
las mariofanías no pueden comprenderse al margen de la perspectiva
futura de la iglesia y el mundo.
Esto es representativo en las apariciones de Fátima con toda su trama
de interpelaciones, promesas, secretos y severas advertencias. La insis­
tente invitación a la conversión, penitencia, oración y consagración a!
corazón inmaculado de María debe entenderse como un prerrequisito
para la paz en el mundo y el triunfo de la fe.
Las apariciones se convierten así en una preparación del pueblo de
Dios a un futuro que el incumbe con sus incertidumbres, amenazas,
luchas y peligros. I.a «mujer» del Apocalipsis, personificada en María,
baja a la arena para luchar contra el «dragón», símbolo de las fuerzas
maléficas disgregadoras de la sociedad y la iglesia. María se convierte
en la más fuerte instancia carismática, empapada de maternidad, que
Dios envía para provocar el retorno aí evangelio de la salvación e impedir
la catástrofe nuclear.
Quien pretenda abrirse al discurso sobre los últimos tiempos de la
iglesia y sobre la función que en ellos desempeñará M aría151, constata
el silencio de las fuentes bíblicas acerca de ello, al margen de la enume­
ración de las cuatro señales que preceden a la venida de C risto 152.
Debemos, por tanto, confiar en las intuiciones de algunos santos que
promovieron una reflexión teológica capaz de percibir la armonía con
el plan divino.
Si el futuro de la iglesia conocerá una época final de lucha entre las
fuerzas del bien y dei mal, esa habrá de ser ia época del Espíritu Santo
que sostendrá a los elegidos en la fidelidad a Cristo. Con el Espíritu
actuará también la Madre de Jesús a modo de analogía entre ia primera
y la segunda venida de Cristo.

En unión con el Espíritu Santo, María ha realizado la obra más


grande que existió, existe o existirá, es decir, un Dios-hombre.

) 5 i . Cí. los estudios de la Sooiété Franpúsc d cuides marialcs, M an e et la f¡r¡ des


lernps, I: Approches bibtiques, II: Approchespatristiquer, III: Approches hhtórico-tkéolagi-
ques, OEIL, Paris 1985-1987.
152, Se trata del enfriamiento de la fe (Le 18,8), ía aparición del anricristo (2Ts
2,1 ss'.), la predicación del evangelio a todas las naciones (Mt 24,14) y la conversión de
Israel (Rm 11,25ss.).
416 MARÍA MADRE DE JESÚS

En consecuencia ella llevará a cabo los mayores hechos que acón-


tecerán en l o s últimos t i e m p o s 153.

Ya que en la primera venida de Cristo María participó de su kénosis,


en el periodo de preparación a la segunda venida María deberá a su vez
resplandecer «en misericordia, en fuerza y en gracia», para hacer «conocer,
amar y servir a Jesucristo»153154.
Las posteriores apariciones de María mostrarán su protagonismo
dentro del Espíritu desde una finalidad esencialmente cristológica y
eclesiaí.

V. C o m p o r t a m ie n t o s a n t e las a p a r ic io n e s

Cuando se divulga la noticia de apariciones, ¿cómo debemos actuar?


¿Con credulidad o escepticismo? ¿Con apremio o espera? ¿Juzgando
según nuestro criterio o siguiendo el juicio del obispo?

1. N i vana credulidad nifanatism o

La noticia de las apariciones y otras señales del ciclo excitan e inte­


resan a muchos fieles, sobre todo de los estratos populares. El ansia de
milagros a menudo se nutre de comportamientos de credulidad que se
adhieren a la presunta aparición sin ejercer el juicio crítico y el discer­
nimiento.
En 1951 el fururo cardenal A. Ortaviani escribía un artículo (State,
cristiani, a m u o v er v ip iü g ra v i [«Cristianos, sed más pausados en vues­
tras acciones»]) en el que denunciaba a cuantos acudían en masa a los
lugares de aparición y no dudaban en desobedecer a la iglesia. Ya lo dijo
Dante, palabras a las que el autor se adhería en su mismo título:

Avece il vecchio e il nuovo testamento,


e i! Pastor deila Chiesa che vi guida:
questo vi bastí a vostro salvamento155.

153. Luis María de Montferr, Tratado de la verdadera devoción a M aría 35.


154. VD 49-50.
1 55- [«‘leñéis el Antiguo y el Nuevo Testamento, y d Pastor de la Iglesia que os
guía; baste esto para vuestra salvación»] Dante Alighieri, l.a d iv in a commedia, Para-
dita, canto V, w, 76-78.
SIGNIFICADO L>H MARÍA PARA NUESTRO TIEM PO 417

Advertencia siempre oportuna, porque es fácil que el sentimiento


religioso degenere hasta llegar a la inversión axiológica de la vida cris­
tiana: concentrarse en una aparición particular (quizá Fátima o Medju-
gorje) y contentarse con ella sin poner atención a las exigencias de la
revelación bíblica, De este modo se cae en una espiritualidad cerrada,
unilateral y arrancada del conjunto del misterio cristiano. Pero se trata
también de un comportamiento que denota cierta sensibilidad hacia
las posibles intervenciones de Dios en la historia, si bien está falto de
sentido critico y de atención a la jerarquía de los valores.
Conviene por tanto matizar las palabras de Da ti re, ya que minus-
valoran el papel de los carismas en la iglesia.

2 . N i in d iferen cia n i p a s iv id a d

Por el contrario los fieles que poseen cierta cultura muestran su


malestar ante la sola noticia de milagros y apariciones. Confiesa Ada re
Oraison:

Un hombre del siglo X X , cuyos comportamientos y métodos


pretenden ser científicos, consideraría que este tipo de fenómenos
en vez de ayudar al camino de fe representa por el contrario un
obstáculo y una molestia1^ .

Numerosos grupos d.e élite, formados en la crítica y el racionalismo,


recelan de las apariciones. Para ellos constituyen un problema complejo
que próximo a la anormalidad puede llegar a convertirse en un tipo de
religiosidad fácilmente degradada, Por ello se sienten al margen de este
hecho acudiendo, si conviene, al juicio de la autoridad competente.
A pesar de la justa exigencia de examen crítico del fenómeno, el
com portam iento de indiferencia y total pasividad cuadra mal con el
ejercicio del discernimiento y de! sensus fideliu m propio de cada cris­
tiano. De la historia de las apariciones podemos constatar la im por­
tancia del pueblo en discernir los signos cíe Dios y crear lugares de cuito.
Sin esta sensibilidad popular las «apariciones morirían nada más nacer
y la iglesia habría perdido m ucho»156157. Es por tanto necesario colaborar
preparando el discernimiento cclesinl.

156. Oraison, Lepoin tde vuedu médetin..,, MO-HI.


157. Laurcntin, Multiplican o n des appit mime, 298.
418 MARÍ A MADRE D E JESÚS

3. A cog id a y relativo com prom iso

El mejor comportamiento ante las apariciones marianas es la prudente


apertura. Dado que Dios puede intervenir en la historia incluso después
de la plena revelación de Cristo, es necesario prestar atención a estas
posibles intervenciones. No ir tras el milagro no significa permanecer
indiferentes. Entre el deseo y la pasividad debe imponerse el discerni­
miento.
Una vez comprobada la seriedad de los fenómenos a través de los
criterios que antes hemos enumerado, no queda más que acoger can
reconocimiento las apariciones de María con los mensajes de salvación
que ella divulga, ciertamente para el bien de la humanidad.
El encuentro con la memoria de la aparición, o sea el santuario,
puede llegar a ser un providencial ambiente para descubrir la auténtica
figura bíblica y viviente de María, y convertir la propia vida desde las
exigencias del evangelio con el fin de preparar el futuro del mundo.
Cualquier aparición mañana que se presente con visos de autenti­
cidad, refleja y refuerza el vínculo íntimo con la Madre de Dios en el
contexto de todo el misterio de la salvación. También por medio de las
apariciones la Virgen ejerce su misión: «ayuda a todos los hijos —donde
y como quiera que vivan- a encontrar en Cristo el camino hacia la casa
del Padre» (RM 47).
Bibliografía mariana razonada

La finalidad de esta bibliografía sistem ática es ofrecer al estu­


diante/especialista de mariología algunas referencias indispensables para
avanzar en su labor de investigación y profundizado]!.
Tras indicar las herramientas básicas de carácter general, analiza­
remos los estudios y monografías particulares según el orden que hemos
esrablecido en nuestro tratado!.

I. B ib l io g r a f ía b á s ic a rara el e s t u d i o d e la m a r io l o g ía

1. R epertorios b ib lio g ráficos

Seguimos la pauta de antiguas bibliografías al señalar los títulos


dedicados a María. Entre los más importantes destacan:

Maracoi, L Bibliotheca m ariana , 2 vols., Roma 1648. Appendix a d Biblio-


tbecam m arianam , Koln 1683.
ROS KOVANY, A., Virgo M aría in suo concepta imma.cu.lata ex monumentis
om nium saeculorum demonstrara, 9 vols. ¡ Nitra 18 7 3 -1 8 8 ] (donde
se detallan cerca de 25.000 escritos marianos desde el siglo I a 1880).
SOMVTF.RVOGEL, C., B ibliotheca m ariana de la Compagnie de Jésus, París
1885 (recensiona 2.207 libras marianos de autores jesuítas).

Para nuestra época es indispensable BR.SL'1T1, G .M ., B ib liog rafía


mariana [1 9 4 8 -1 9 8 9 ],
8 vols.. F,diz¡oni Marianum, Roma 1 9 5 0 -1 9 9 3 ;
TONIOLO, E .M ., B ibliografía rnariana 1 9 9 0 -1 9 9 3 , vol. 9, Roma 1998,

1. La siguiente bibliografía ha sido revisada y ampliada por el propio autor para


esta publicación {Ai d el El).

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