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Pedro III de Aragón.

El Grande (1240 - 1285)


Valencia, 7.8.1240–Villafranca del Panadés, Barcelona, 11.XI.1285.
Rey de Aragón y de Valencia, conde de Barcelona.
Pedro III de Aragón, I de Valencia y II de Cataluña, nació en
Valencia en el verano de 1240, siendo el primer hijo varón de Jaime
I y de su segunda esposa, Violante de Hungría. Era el segundo en
la línea sucesoria, ya que la Corona correspondía a su primogénito
Alfonso, hijo del primer matrimonio del rey.
Las malas relaciones de Jaime I con su hijo Alfonso y la ambición
de Violante favorecieron a Pedro, a quien en 1241 Jaime I, en el
primero de los repartos que desmembraron la Corona de Aragón, le
reservó Valencia, Mallorca y los señoríos al norte de los Pirineos.
Tras la muerte de la reina Violante en 1251, la formación del infante
Pedro quedó en manos de los nobles, especialmente de los
catalanes, que le instruyeron en el manejo de las armas, la caza, las
letras y la cultura de trovadores, escribiendo el rey poemas durante
toda su vida.
En 1257 Jaime I le nombró procurador general del Principado de
Cataluña, adquiriendo un importante peso político, frente a su
hermano Alfonso, gobernador de Aragón.
Al fallecer Alfonso sin descendencia, Pedro se convirtió en el
heredero y futuro rey de Aragón y Valencia, y conde de Barcelona,
quedando para Jaime, el hermano menor, Mallorca, Rosellón,
Cerdaña y otros señoríos al norte de los Pirineos.
En Montpellier, en 1262, a los veintidós años, contrajo matrimonio
con la princesa siciliana Constanza Staufen, hija del rey Manfredo y
nieta del emperador alemán Federico II. Este hecho abrió el
Mediterráneo central a la expansión de la Corona de Aragón.
Con Constanza tuvo cuatro hijos y dos hijas:
1. Alfonso, el sucesor;
2. Jaime, que fue rey de Sicilia y luego de Aragón (Jaime II);
3. Fadrique, también rey de Sicilia,
4. Pedro, casado con Guillermina de Moncada, hija de Gastón,
vizconde de Verán, que murió sin hijos en 1296,
5. Santa Isabel, reina de Portugal al casarse con don Dionís,
6. Violante, esposa de Roberto, rey de Nápoles.

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En la administración hay que señalar el importante papel que la
minoría judía desempeñó durante buena parte del reinado de Pedro
el Grande, siguiendo la trayectoria de su padre, Jaime I, con el que
se había iniciado el auge de los funcionarios judíos.
A pesar de las prohibiciones eclesiásticas dictadas en el IV Concilio
de Letrán en 1215, que prohibía que los judíos desempeñaran
cargos públicos y de gobierno, Jaime I y Pedro III no dudaron en
utilizar a personajes de esta religión para el ejercicio de funciones
político-administrativas.
También fueron recaudadores de impuestos, médicos, embajadores
y grandes traductores debido a su conocimiento de la lengua árabe.
Toda esta “edad del oro” judía se terminó cuanto Pedro III en 1283-
1284 se vio obligado a aprobar el Privilegio General de Aragón y el
Recognoverunt proceres de Barcelona, donde se contenían
disposiciones legislativas que prohibían a los judíos ejercer cargos
de gobierno, lo que supuso su separación de las funciones de
gobierno en los Estados de la Corona de Aragón.
En el campo de la cultura, Pedro III tuvo fama de ser un excelente
trovador y su extraordinaria personalidad ha hecho que pasara a la
historia con el calificativo de “Grande”, y de ella se hicieron eco los
propios cronistas de la época.
Las gestas del Monarca generaron un ciclo poético que duró hasta
el Romanticismo, siendo objeto de multitud de poemas, de alabanza
o denigratorios, por parte de los trovadores, mientras que Dante dijo
de él: “de todo valor estuvo ceñido su corazón”; apareciendo en la
famosa novela de caballerías Curial y Güelfa, y hasta el mismo
Shakespeare se hizo eco de sus gestas.
Al morir Jaime I, en 1276, Pedro III subió al trono con más de treinta
años y una amplia experiencia política. Conocía bien sus reinos, se
había entrevistado con su cuñado, el rey de Castilla Alfonso X, y en
París había visitado a Felipe III, viudo de su hermana Isabel,
extendiendo su gestión diplomática hacia el Mediodía francés,
Castilla y el Mediterráneo, donde cosecharía sus mejores frutos.
Pedro III, tras firmar una tregua de tres meses con los mudéjares
sublevados en el Reino de Valencia, a los que estaba combatiendo,
se coronó en Zaragoza en noviembre de 1276, aunque no juró los
fueros y privilegios tradicionales de la nobleza.

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Regresó al Reino de Valencia, sometió diversos castillos y tuvo que
rendir a la fuerza el de Montesa, terminando la revuelta de 1277,
antes de que granadinos y norteafricanos pudieran socorrer a los
mudéjares. En el futuro ya no hubo más levantamientos.
Los problemas para Pedro el Grande estaban en el interior de sus
Estados y se derivaban de los continuos choques que había tenido
con la nobleza feudal, pues desde joven fue un celoso defensor de
la dignidad real frente a la oligarquía aristocrática, deseosa de
someter a la Monarquía.
Los nobles catalanes, que en muchos casos eran bandoleros, no
querían al infante Pedro, porque era el encargado de reprimir los
desmanes de los nobles, y así intervino en la contienda desarrollada
en el condado de Urgel; capturó, hacia 1271, al noble catalán
Ramón Guillem de Odena y lo hizo ahogar en el mar, mientras que
el río Cinca fue el escenario donde pereció ahogado el bastardo
real, Fernando Sánchez de Castro, por orden del infante Pedro.
La pacificación del Reino de Valencia provocó el descontento de los
catalanes, cuyos privilegios no había jurado. A ello se añadió la
cuestión del impuesto del bovaje, pagado sólo en Cataluña, que el
rey necesitaba con urgencia para sofocar la revuelta.
El bovaje era un impuesto que gravaba a la población según la
riqueza de sus habitantes y se justificaba y utilizaba para financiar la
guerra. La consolidación de este impuesto permite comprender
cómo los condados catalanes fragmentados se articularon en un
Estado feudal a partir de la segunda mitad del siglo Xll.
Su autoritarismo exigió el pago de este impuesto sin respetar la
costumbre de solicitarlo en las Cortes, como era preceptivo. Aceptar
su pago era reconocer que el rey estaba por encima de la ley y el
bovaje pasaba a ser un gravamen ordinario.
Los catalanes se negaron a pagarlo y una parte de la nobleza se
rebeló contra el rey (1277-1278). Pedro III reunió a los nobles fieles
de Valencia y Cataluña y sitió a los rebeldes en Balaguer que se
rindió el 11 de julio de 1280. Los vencidos, presos un año y
castigados con fuertes multas, colaboraron en el futuro en las
empresas de la Monarquía.
Pero la nobleza aprovechó las dificultades de la Corona para
obtener a través de las Cortes parcelas de poder. La paz interior

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permitió a Pedro el Grande dedicar sus esfuerzos hacia el exterior y
preparar la empresa de Sicilia.
Quedaba por resolver la situación jurídica del rey de Mallorca con
respecto al rey de Aragón, al que se resistía a prestar homenaje.
Jaime II de Mallorca se avino a reconocer que tenía sus estados en
feudo del rey de Aragón, prometiendo ayudarle contra cualquier
enemigo y que en el condado del Rosellón se guardarían las leyes
de Cataluña y no circularía otra moneda que la catalana.
Pedro III reconoció, por su parte, la donación hecha por su padre,
Jaime I, a su hermano en 1279. Este Tratado de Perpiñán, fruto del
desequilibrio de poder entre la Corona de Aragón y el Reino de
Mallorca, mantuvo el control político-económico sobre el Reino de
Mallorca y restableció la unidad jurisdiccional de la Corona de
Aragón, rota por el testamento de Jaime I.
En su política peninsular, su hermana Violante, reina de Castilla,
con su nuera Blanca, viuda de Fernando de la Cerda, y sus nietos
Alfonso y Fernando, se refugiaron en Aragón, tras el nombramiento
del infante Sancho como sucesor al Trono, donde fueron bien
recibidos por Pedro III y los infantes retenidos en el castillo de Játiva
como prenda para futuras negociaciones.
En marzo de 1281 Pedro III reconoció a Sancho como heredero de
Castilla y se acordó la conquista y el reparto del Reino de Navarra,
que no se realizó, mientras que el infante Sancho atacaría a Juan
Núñez de Lara, que tenía Albarracín por su mujer Teresa Álvarez, le
quitaría la ciudad y se la entregaría al rey de Aragón.
De cara a las alianzas internacionales hay que referirse al
matrimonio de la infanta Isabel de Aragón, santa Isabel de Portugal,
con el rey Dionís de Portugal en 1281.
Con Inglaterra el 15 de agosto de 1282 se pactó el matrimonio del
primogénito Alfonso de Aragón con la princesa Leonor, hija del
monarca inglés.
Por lo que respecta a la política exterior, en 1276, Aragón tenía
cerradas sus posibilidades de expansión peninsular por el Islam y
por el Mediodía de Francia, fruto de la política internacional de
Jaime I, que había generado un aislamiento, contra el que Pedro III
iba a luchar, de acuerdo con sus planteamientos políticos.
La necesidad de expansión de la casa de Aragón y de la incipiente
burguesía mercantil y marinera de sus Estados marcó la política
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exterior. El matrimonio en 1262 de Pedro III, con Constanza
Hohenstaufen, hija de Manfredo, rey de Sicilia. Al morir éste y ser
decapitado el heredero Conradino por Carlos de Anjou, conde de
Provenza, en 1268, la isla pasó a poder del francés al serle
concedida por el Papa en calidad de feudo pontificio. Pero Pedro III
heredó los derechos de la familia Hohenstaufen.
Ante el enfrentamiento con los Anjou, Pedro III desplegó su
diplomacia para hacer valer sus derechos, exigiendo al rey de
Mallorca vasallaje, reteniendo en su poder a los infantes de la
Cerda, sobrinos del rey de Francia y legítimos herederos del Trono
castellano y negociando las alianzas matrimoniales con Portugal e
Inglaterra.
Pedro el Grande a orillas del Mediterráneo combinó la diplomacia y
la guerra. Este es el sentido que tienen las embajadas enviadas a
Granada y Fez en 1276, buscando establecer buenas relaciones
con las potencias musulmanas norteafricanas, para evitar que
ayudaran a los mudéjares valencianos.
Pero el ataque a Andalucía del sultán meriní Abū Yūsuf en 1277
rompió la paz y la flota de Pedro III atacó Algeciras. Pedro III
anunció que preparaba una expedición contra Túnez y en diciembre
de 1281 solicitó del papa Martín IV la bula de cruzada, que le fue
negada.
El 31 de marzo estallaron en Palermo unos tumultos, que se
extendieron al resto de la isla y que duraron cerca de un mes,
episodio que la historiografía conoce como las “Vísperas Sicilianas”.
El levantamiento de los sicilianos provocó una gran mortandad de
angevinos, que fueron desalojados de la isla, aunque Carlos de
Anjou trató en vano de sitiar Mesina por mar.
El Papa se negó por segunda vez a ofrecer los subsidios solicitados
por el rey de Aragón, que en agosto de 1282 aceptó la Corona de
Sicilia que le ofrecieron los sicilianos. El 30 de agosto desembarcó
en Trapani, dirigiéndose a Palermo, donde se coronó, y luego a
Mesina, levantando el asedio de Carlos de Anjou, al que venció en
la batalla naval de Nicotera.
La conquista de Sicilia se hizo por intereses dinásticos y contó con
más apoyo catalán que aragonés, ya que los catalanes eran los
más beneficiados por sus actividades comerciales.

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Pedro III tuvo que enfrentarse con los Anjou, Francia, el papado y
con sus propios Estados, en particular Aragón, que contemplaba la
empresa siciliana como algo ajeno a sus intereses.
Sicilia, en manos del rey de Aragón, permitía el control de las
principales rutas del Mediterráneo, era la clave de la ruta de
Levante, muy potenciada tras el movimiento cruzado.
El comercio catalán recibió un gran impulso, gracias a los privilegios
obtenidos de inmediato y a la exportación de cereales, casi en
régimen de monopolio.
Pero Aragón se encontraba solo en el plano internacional, sin la
posible alianza de Castilla, Inglaterra o el emperador de Alemania,
todos ellos empeñados en mantener la paz con Francia y el papado.
El 9 de noviembre de 1282 el Papa excomulgaba a Pedro III y en
enero de 1283 le desposeía formalmente de su Reino, que sería
entregado, como vasallo de la Santa Sede, a quien ésta creyera
oportuno. La lucha contra el rey de Aragón adquiría el carácter de
cruzada.
Carlos de Anjou propuso resolver la cuestión y abandonó el sur de
Italia, dejando en Nápoles a su hijo Carlos de Salerno. El 22 de abril
llegó a Mesina Constanza de Suabia, la reina de Aragón, para
asumir el gobierno de la isla.
El Parlamento acordó que Sicilia no se incorporara a la Corona de
Aragón y el segundogénito, el infante Jaime, fue jurado sucesor y
heredero del Reino de Sicilia.
El paso siguiente fue la guerra entre Aragón y Francia, en base a
la excomunión papal de Pedro III y la donación de la Corona de
Aragón a Carlos de Valois, hijo de Felipe III de Francia, que fue
investido el 27 de febrero de 1284.
Para estimular al monarca francés, el papa Martín IV dio a la guerra
el carácter de cruzada. La situación fue muy grave para el rey de
Aragón, ya que era una guerra en la que sus súbditos no veían
beneficios y la consideraban una cuestión dinástica y no nacional.
La excomunión del rey, su separación legal del Trono y el
enfrentamiento con el rey de Francia provocaron la rebeldía en
Aragón, generando una violencia desconocida hasta entonces.

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La exaltación de Cataluña, propició el recelo de los aragoneses, que
buscaron defender sus privilegios, generando la primera revuelta
nacionalista en Aragón: la Unión.
La guerra contra el moro había pasado a un segundo plano frente a
la política internacional con los otros estados de la Cristiandad.
Los llamamientos para rechazar el ataque francés fueron
desobedecidos y los nobles pidieron al rey sus reivindicaciones, que
si no eran atendidas supondrían el abandono de la campaña. Las
peticiones eran: mantenimiento de los privilegios, imposibilidad de
exigir nuevos impuestos y un cambio en las formas de gobierno del
rey que “no se aconsejaba de ellos, como los reyes pasados”.
Los juramentados se comprometían a ayudarse mutuamente si el
rey procedía contra ellos. Es lo que se llamó Unión a fuero de
Aragón.
Pedro III debía enfrentarse con un amplio movimiento, dirigido por la
nobleza feudal, pero que englobaba a muchas villas y ciudades, y
que ha sido interpretado como una exaltación de Aragón.
En las Cortes de Aragón, reunidas en Zaragoza en 1283, Pedro III
tuvo que conceder el “Privilegio General”, cuyos 31 puntos se
resumen en seis apartados:
1. Problemas de la nobleza, buscando los nobles mantener sus
honores, regular el servicio militar, etc.
2. Administración central y local: sistema económico en contra
del intervencionismo de la Corona y el establecimiento de
monopolios;
3. Ataques al sistema fiscal, reclamando exención de impuestos
y la imposibilidad de crear otros nuevos.
4. Se impulsan tres instituciones fundamentales: justicia de
Aragón, el Consejo del Reino, integrado por representantes de
todos los estamentos, y las Cortes.
5. También se incluyó la petición de la extensión del Fuero de
Aragón en el Reino de Valencia, olvidando que Jaime I ya
había dado sus Furs propios a este reino.
6. El Privilegio General fija legalmente la obligación del monarca
de reunirse periódicamente con los aragoneses en Cortes.
Pedro III se les opuso con la ayuda de los valencianos. En las
Cortes celebradas en Valencia en 1283 concedió a los valencianos
fueros adaptados a su realidad social y económica, potenciando la

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personalidad jurídica de Valencia frente a los otros reinos, aunque
la vigencia de los fueros aragoneses en parte del territorio mantuvo
largo tiempo la pugna foral en estas tierras.
En diciembre de 1283 convocó Cortes catalanas en Barcelona para
conseguir ayuda militar, que le fue concedida, aunque el rey hubo
de conceder que las Cortes se reunirían en Cataluña anualmente y
confirmó los Usatges catalanes y abolió el bovaje.
Carlos de Anjou murió el 7 de enero de 1285, viendo cómo
fracasaba su obra, mientras que Pedro III se fortalecía con las
alianzas de Castilla y de Eduardo I de Inglaterra en Sicilia.
En la intervención armada de Felipe III de Francia pesó mucho la
situación del Reino de Navarra, en manos de su hijo, ya que Pedro
III se había apoderado en 1284 de la región de Tudela y podía
hacer lo mismo con el resto del Reino, por lo que se dispuso a la
guerra. Contaba con la ayuda del rey de Mallorca, Jaime II, que
entregó al francés las más importantes fortalezas del Rosellón.
Mientras tanto, en marzo de 1285, estalló en Barcelona una grave
insurrección popular, que se enmarcaba en los movimientos
sociales que por entonces se estaban dando en otras ciudades del
Occidente europeo, siendo su protagonista Berenguer Oller.
La historiografía actual considera que la insurrección se debió a
problemas sociales internos del pueblo contra el patriciado urbano.
Pedro III, que estaba presidiendo Cortes aragonesas en Huesca, se
dirigió con rapidez a Barcelona, detuvo a Berenguer Oller y lo hizo
ahorcar el 25 de marzo, poniendo fin a la revuelta.
La cruzada contra el rey de Aragón estaba a punto de lanzarse
contra Cataluña y para hacerle frente Pedro III esperó en Figueras
al francés en abril de 1285. La flota aragonesa que operaba en
Sicilia regresó a Cataluña para oponerse a la de Felipe III, quien
sitió Gerona el 25 de junio.
Gerona se rindió, pero la mortandad, atribuida a las moscas salidas
del sepulcro de san Narciso profanado por los franceses, y las
dificultades de aprovisionamiento obligaron a Felipe III a retirarse,
falleciendo en Perpiñán.
En octubre de 1285 Cataluña estaba libre. El siguiente paso de
Pedro el Grande era confiscar el Reino de Mallorca, feudo de un
vasallo traidor, Jaime II, tarea que encargó a su hijo, el infante

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Alfonso, pero su muerte el 11 de noviembre de ese año en
Villafranca del Panadés le impidió ver el triunfo.
El rey manifestó su deseo de morir en el seno de la Iglesia y con el
fin de obtener el perdón, ordenó que se devolviera al Papa el Reino
de Sicilia, orden que no se cumplió y que no tenía otro objetivo que
no morir excomulgado.
Ese año habían fallecido todos los protagonistas de esta primera
etapa de la empresa siciliana: el papa Martín IV, Carlos de Anjou,
Felipe III y Pedro III. Era el comienzo de la expansión mediterránea
de la Corona de Aragón y el fin de los sueños imperialistas de los
Anjou.
Pedro III fue sepultado en el monasterio cisterciense de Santes
Creus, por el que había mostrado particular predilección durante su
vida, manifestando su deseo de ser enterrado allí. Fue depositado
en una tumba provisional, hasta que se realizó el proyecto definitivo,
una urna de pórfido, que se supone traída desde Sicilia por Jaime II,
donde aún reposan sus restos.

SANTA MARÍA DE SANTES CREUS

El Real Monasterio de Santa María de Santes Creus (Santas


Cruces) es una abadía cisterciense erigida a partir del siglo XII, que
se encuentra en la provincia de Tarragona. En el siglo XIII, bajo el
patrocinio de Pedro III de Aragón que expresó su deseo de ser
enterrado en el monasterio, se construyó el panteón real, en el cual
a su vez fue sepultado su hijo el rey Jaime II. Parte de la nobleza
siguió esta costumbre medieval y escogió este lugar para su
descanso eterno, consiguiendo el cenobio el tiempo de máximo
esplendor y grandeza gracias a los numerosos donativos recibidos,
hasta la decisión de Pedro el Ceremonioso en 1340 de instalar el
panteón de la monarquía en el monasterio de Poblet.
En el año 1835, como consecuencia de la desamortización de
Mendizábal, la comunidad abandonó el edificio. Fue declarado
monumento nacional por real orden de 13 de julio de 1921. Es el
único monasterio incluido en la Ruta del Císter en el que no existe
vida monástica.

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Fotografía de https://es.wikipedia.org/ Lancastermerrin88.
Mausoleos reales del Monasterio de Santes Creus.
Sepulcros de los reyes Pedro III el Grande y de su hijo, Jaime II el
Justo, ambos reyes de Aragón.
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BIBLIOGRAFÍA

F. Soldevila, Pere el Gran, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans,


1950-1962;
L. González Antón, Las Uniones Aragonesas y las Cortes del reino.
1281-1301, Zaragoza, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1975;
E. Sarasa Sánchez, Las Cortes de Aragón en la Edad Media,
Zaragoza, Guara Editorial, 1979;
B. Desclot, Crònica, en Les quatre grans cròniques, pról. y notas de
F. Soldevila, Barcelona, Selecta, 1983;
J. M. Lacarra, “La Corona de Aragón. 1213-1336”, en J. M.ª Jover
Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XIII/II,
Madrid, 1990, págs. 93-316;
Real Academia de la Historia
Fotografía de Lancastermerrin88. Mausoleos reales del Monasterio
de Santes Creus. En ellos se encuentran sepultados los reyes
Pedro III el Grande, y su hijo, Jaime II el Justo, siendo ambos reyes
de Aragón.

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