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Y es que si bien estar dotados de consciencia puede resultar ventajoso al ir a la par con
nuestra habilidad para pensar cosas abstractas, también es una fuente de potenciales
problemas que el resto de especies no tienen que afrontar. Y uno de esos posibles
problemas puede surgir cuando, inevitablemente, aparece en nuestra corriente de
pensamientos una pregunta clásica: ¿Quién soy yo?
La caja de pandora: ¿Quién soy yo?
¿Quién soy yo?” es una de esas preguntas existenciales que, si no sabemos responder,
pueden llegar a convertirse en un obstáculo a la hora de ser felices. Saber quién es uno
mismo y hacia dónde queremos ir es una de las bases para encontrar bienestar no ya en
los grandes proyectos, sino en todos los detalles de la cotidianidad.
Pero no poder responder a esta pregunta en un momento no quiere decir que todo esté
perdido. Actualmente no hay nada que nos haga suponer que la capacidad para
plantearse adecuadamente y responder con éxito la cuestión "¿quién soy yo?" sea en sí
misma una capacidad innata, algo inamovible e independiente de nuestras elecciones y el
ambiente en el que elegimos vivir. En ocasiones, es necesario hacernos esta pregunta
para poder seguir creciendo, pues es un indicador de si estamos en el camino correcto.
Además, hay que tener en cuenta que, desde el primer minuto, nuestro conocimiento
sobre nosotros mismos está limitado. Aunque parezca engañoso, muchos aspectos de
nuestra propia personalidad son mejor conocidos por quienes nos rodean que por
nosotros. ¿Por qué? Porque nuestra visión sobre mucho de lo que hacemos, está
sesgada.
Dado que nuestra vida es más importante para nosotros que para la mayoría, tenemos
interés en deformar la realidad, la interpretación sobre lo que nos ocurre, para que encaje
en esa narración que hemos creado para darle una respuesta a la pregunta de "quién
soy"; la historia que supuestamente explica lo que es nuestra existencia como individuos.
Así pues, debemos ser humildes a la hora de extraer conclusiones acerca de quiénes
somos, y admitir que siempre hay espacio para la rectificación.
Por eso merece la pena detectar hasta qué punto ciertas sensaciones de malestar
pueden tener su foco en estas dudas acerca del significado de la propia existencia y la
propia identidad.
Si no podemos responder a esta pregunta, ello puede significar que estamos pasando por
una crisis de identidad, un periodo de nuestra vida en el que podemos experimentar
profundas dudas sobre nosotros mismos, dudas sobre el sentido de la existencia
acompañadas de sentimientos de vacío, soledad.
Ahora bien, cuando conseguimos responder de nuevo a esta pregunta, nos volvemos a
reenganchar al ritmo de los acontecimientos que suceden en nuestra vida, consiguiendo
ser, esta vez, mucho más conscientes de lo que nos rodea y más realistas en
nuestros pensamientos. Volvemos a empoderarnos frente a la vida.
Los adolescentes suelen ir en busca de ese “¿quién soy yo?”, porque la adolescencia es
una etapa de descubrimiento. Los adolescentes pasan por un periodo
de autoconocimiento, y empiezan a hacer grupos de amigos, a relacionarse con el sexo
opuesto o a pensar en sus opciones de futuro. Pero además de este autoconocimiento,
es decir, ¿Qué soy yo, de dónde vengo, qué quiero ser?, el “¿quién soy yo?” también
afecta y se ve afectado por la autoestima: ¿Me quiero mucho o poco o nada? ¿Soy lo que
quiero ser?, y la autoeficacia: ¿Soy capaz de ir a dónde quiero ir? ¿Soy capaz de ser lo
que quiero ser?
Por tanto, saber quién eres te hace más fuerte y, a pesar de las adversidades que
puedan presentarse en tu vida, te ayuda a superar las dificultades.
La crisis existencial es una crisis de identidad, y la solución está en volver a conectar con
uno mismo.
Como ya se ha comentado, preguntarse a uno mismo “¿Quién soy yo? es una pregunta
existencial. Y como tal, requiere un afrontamiento activo hacia los problemas. Las
soluciones difícilmente lleguen solas, sino que hay que buscar esas situaciones que nos
ayuden a mejorar cada día. Solo a través de una correcta autorreflexión, es decir, a
través del conocimiento realista de uno mismo y de la interacción con lo que nos rodea,
además de unos hábitos que nos permitan seguir creciendo, esto será posible.
Esta cuestión nos va a permitir saber si realmente estamos en el lugar que queremos
estar (nuestro trabajo, nuestra pareja, nuestra ciudad, etc.). Si la respuesta es sí,
estaremos en un estado de flow y todo parecerá ir en armonía. Si la respuesta es no,
entonces estaremos en el lugar del malestar. La manera de llegar de nuevo al bienestar,
es la autorreflexión: avanzar hacia el desarrollo personal.
Por lo tanto, el camino del desarrollo personal no es ni más ni menos que el camino hacia
el bienestar, hacia encontrar el lugar en el que quiero estar.
Creo en la vida
creo en el amor,
Me gustan los poemas,
Me muestran su color.
Es un reflejo de la vida,
Qué se yo.
Autor: anónimo
Juan Armando Corbin
Psicólogo de las organizaciones
Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires.
Máster en Recursos humanos y experto en comunicación
empresarial y coaching. Posgrado en Nutrición y Alimentación
Sanitaria y Social por la UOC. Especialmente interesado en el
bienestar y el deporte.