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Historia de la filosofía en Latinoamérica

La filosofía latinoamericana ha tenido un extraño camino. Se inició con una polémica


sobre la esencia de lo humano y la relación que pudiera tener ésta con los indígenas
del continente americano.
Decidir si los indígenas nativos eran parte de la especie humana - y si deberían de
ser tratados como súbditos del rey de España - o si sólo eran una "subespecie", que
no tenían por que ser tratada como igual ni en tiempo de paz ni en tiempo de guerra.
Estos planteamientos desataron un debate que se conoce en la historiografía como
la disputa de Valladolid, entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.
La sustentación de ambas tesis se basaron en el libro Historia General y Natural de
las Indias del cronista Gónzalo Fernando de Oviedo.
Sepúlvedas argumentaba que la guerra en contra de los indígenas era permitida
porque todos los indígenas eran bárbaros, carente de educación e inteligencia
En cambio, Bartolomé de las Casas, en la obra Apologética Historia refuta
argumentando:
“El hombre moderno es el resultado de un proceso de desarrollo histórico y cada
pueblo, en los orígenes de su existencia, se encontraba en el estado primitivo, igual
como los pueblos indios de América”.
“Los indios tienen una cantidad de virtudes que surgen de su ambiente natural y
sobresalen respecto a los europeos y algunos pueblos antiguos”y,
“Ni son inferiores, ni bárbaros, sino que poseen las mismas condiciones para superar
su estado como los pueblos antiguos de Europa”.
El debate entre Sepúlvedas y Las Casas tuvo un alcance mucho más allá del tema
americano. En el fondo la discusión contribuyó al cambio radical de los conceptos
vigentes hasta aquel entonces sobre el universo y la historia de la humanidad.
Latinoamérica fue territorio receptor de ideas, instituciones de diversa índole:
políticas, religiosas, sociales, económicas, artísticas, etc., que desde la antigüedad y
el medioevo habían pervivido en España. En sus colonias americanas algunas de
ellas renacieron bajo nuevas formas, debido a condiciones del medio geográfico,
étnicas, culturales, económicas, etc., totalmente diversas a las de Europa.

La Filosofía en Latinoamérica: Originalidad y Método


La problemática de la originalidad constituye la primera indagación, cuando se trata
acerca de la filosofía en la América Latina. Representa la meditación filosófica
latinoamericana algo nuevo, en el terreno más amplio de la filosofía occidental?
Frente a esta pregunta, surgen dos respuestas radicales: no hay ninguna originalidad
o, por el contrario, es posible una originalidad total. Ejemplo de la primera alternativa
es la opinión del brasileño C. Bevilacqua, para quien "la especulación filosófica
presupone una amplia y profunda base de meditación acerca de los variados
dominios del saber humano, apareciendo ella como una flor misteriosa (...) de esta
vegetación mental, así como la poesía es la flor de la emotividad" [Bevilacqua, 1899:
16]. En efecto, si bien es cierto que la poesía florece[…] como consecuencia del
hecho de enraizarse en el sentimiento, no ocurre lo mismo, empero, con la filosofía,
terreno en el cual […] se limitan a copiar el pensamiento de los europeos, sin que
exista una escuela propia.
Ejemplo de la segunda alternativa es la opinión del brasileño R. Gomes, para quien
sería posible la elaboración de un pensamiento latinoamericano ciento por ciento
original, surgido de la meditación sobre la propia realidad y del olvido de la filosofía
europea, que se convirtió en una simple cultura ornamental en la América Latina. Al
respecto, concluye el mencionado autor: "desde el punto de vista de un pensar
brasileño, Noel Rosa (compositor popular) tiene más para enseñarnos que el señor
Immanuel Kant, toda vez que la filosofía, como la samba, no se aprende en el
colegio" [Gomes, 1980: 107].
Opinión semejante es defendida por el peruano A. Palacios quien, en su "Mensaje a
la juventud universitaria de Iberoamérica", considera que hasta ahora la cultura
filosófica latinoamericana fué tributaria del pensamiento europeo. Esta circunstancia
mudó a partir del final de la primera Guerra Mundial, que desenmascaró la
decadencia de Europa. La América Latina, se siente en la inminencia de dar a luz
una nueva filosofía, perfectamente original.
En la senda de esta absoluta novedad, la revista peruana Valoraciones llegó a
proponer lo siguiente: "Liquidemos cuentas con los tópicos en uso, expresiones
agónicas del alma decrépita de Europa" .

A este respecto, Palacios escribe: "Somos pueblos nacientes, libres de amarras y


atavismos, con inmensas posibilidades y amplios horizontes delante de nosotros. El
cruzamiento de razas nos dió un alma nueva. Al interior de nuestras fronteras
acampa la humanidad. Nosotros y nuestros hijos somos síntesis de razas" .
Entre estas dos posiciones extremadas se sitúan las opiniones de varios pensadores
latinoamericanos, que se dedicaron al estudio de la problemática de la originalidad
filosófica.
Así, por ejemplo, para el peruano A. Salazar Bondy [1968], a pesar de que las
condiciones de subdesarrollo hayan impedido hasta el presente la formulación de
una filosofía latinoamericana, será no obstante posible llegar a ella, en la medida en
que sean superadas las causas del atraso. Criticarlas a éstas es ya dar comienzo a
la mencionada filosofía.
Para el argentino A. Korn, es posible hablar de filosofía autóctona toda vez que hay
en Latinoamérica una colectividad humana unificada por sentimientos, intereses e
ideales comunes, que desarrolla, a la luz de éstos, su acción histórica. La
explicitación racional de este conjunto original, con la ayuda de la tradición filosófica
occidental, constituye lo que se puede llamar filosofía argentina.
El pensador mexicano J. Vasconcelos considera que los latinoamericanos no pueden
hurtarse a la elaboración de una filosofía propia, que constituye "una manera
renovada y sincera de contemplar el universo" y que es formulada a partir de la
asimilación crítica de los valores y de los conceptos heredados de la cultura
occidental.
Este proceso constructivo debe tener presente la aprehensión emocional del mundo,
que ocurre en la vivencia estética. Este aspecto es fundamental para la interpretación
del mundo por parte de los latinoamericanos que son, en el sentir de Vasconcelos
[1986: 58], una "raza emotiva".
Ya el pensador peruano J. C. Mariátegui [1978 y 1986] destaca que no existe un
pensamiento característicamente latinoamericano. "Me parece evidente — escribe
Mariátegui [1986: 63] — la existencia de un pensamiento francés, de un pensamiento
alemán, etc., en la cultura de Occidente. No me parece igualmente evidente, en el
mismo sentido, la existencia de un pensamiento hispanoamericano.
Todos los pensadores de nuestra América se han educado en la escuela europea.
No se siente en su obra el espíritu de la raza". Sin embargo, esto no significa que sea
imposible la aparición, en el futuro, de una filosofía típicamente latinoamericana, en
la medida en que vayan siendo incorporadas a la meditación filosófica las culturas
indígenas. Por esto Mariátegui concluye con esperanza: "El espíritu
hispanoamericano está en formación".
Con todo, él considera que Europa se renovará.
"El pensamiento europeo se sumerge en los más profundos misterios, en las más
viejas civilizaciones. Por esto mismo demuestra su posibilidad de convalecer y
renacer".
El pensador argentino F. Romero [1944, 1952 y 1986] considera que, para discutir la
cuestión acerca de si hay una filosofía latinoamericana se debe, en primer lugar,
descartar las dos posiciones extremadas. “la que sostiene "que todo ya fue dicho y
no resta sino repetir devotamente los esquemas ilustres" y la que "espera
revelaciones portentosas, novedades inauditas, creaciones ex nihilo".
Romero [1986: 69] refuta así una y u otra posición: "La primera implica decretar la
radical esterilidad del presente y del futuro, negarles, sin razones válidas, la virtud
innovadora que palpita en toda época, y acogerse a una plácida contemplación de la
riqueza amasada por los antepasados. Es la cómoda actitud del heredero, que
cuando llega al extremo, culmina en la rápida dilapidación del legado.
En cuanto a la espera y la exigencia de portentosas revelaciones — residuo de la
actitud mítica — acusa ignorancia, porque la historia de la filosofía da testimonio, en
cada uno de sus instantes, de la continuidad y de la articulación del pensamiento
filosófico, que hasta en sus menores pliegues e inflexiones cuenta con las
adquisiciones obtenidas y en ellas se apoya para perfeccionarlas y aún para
contradecirlas".
Este clima abre la puerta para la maduración de la conciencia de sí y la formulación,
en un futuro próximo, de una auténtica filosofía latinoamericana.
Al respecto, Romero escribe:
"Lo que existe es mucho más modesto, pero también mucho más sólido y autoriza
cualquier esperanza, ya que es el presupuesto indispensable para que surja y
prospere a su tiempo una filosofía original. La vena filosófica florece por todas partes;
sería estupidez o maldad exigir que las aguas brotasen, desde el comienzo,
abundantes y cristalinas, cuando en países de muy madura civilidad hubo apenas
arroyuelos precarios. La naciente filosofía todavía tiene que ir mucho a la escuela; y
aún debe ser estimulada a prolongar la escolaridad, porque todas las precocidades, y
aún más las de la inteligencia, son peligrosas y, en los casos menos graves,
desembocan en lamentables pérdidas de tiempo. Lo esencial, definitivamente, es
esto: que en nuestra espiritualidad la vocación filosófica llegó a adquirir conciencia de
sí y busca su expresión".

La filosofía en América latina


La filosofía ha ocupado un lugar destacado en la evolución de la cultura
latinoamericana, en mayor medida en los últimos tiempos, aunque no siempre en el
mismo grado en las distintas épocas y regiones, «en la historia de las ideas hay
épocas receptivas y épocas creadoras»
Los pueblos amerindios más desarrollados estuvieron en el umbral de la producción
filosófica, pues el grado de elaboración de sus ideas cosmológicas y éticas, así como
el desarrollo del lenguaje, como en el caso del nahuatl fundamentalmente, lo
atestigua, pero no alcanzaron el nivel de sistematicidad, profundidad y rigor teórico
que caracteriza generalmente a la filosofía.
Pablo Guadarrama, «Humanismo y desalienación en el pensamiento amerindio»,
Señales abiertas, Bogotá, marzo-mayo 1994, págs. 28-45.

Los pensadores latinoamericanos que se han destacado fundamentalmente desde la


Ilustración, han estado al tanto del desarrollo de la ciencia y muchos de ellos han
combinado su labor filosófica con el cultivo de algunas disciplinas científicas, y con
bellas formas de expresión literaria, que han hecho atribuirle, con razón, un rasgo de
carga estética a sus ideas.
En los filósofos latinoamericanos no es apreciable la identificación de manera
absoluta y fidedigna con una escuela de pensamiento o filósofo. Su heterodoxia les
ha permitido elaboraciones propias y evoluciones tan significativas que siempre
dificultan las clasificaciones de los investigadores y exigen mejores periodizaciones y
determinación de la especificidad de su pensamiento.
Pablo Guadarrama González «¿Qué historia de la filosofía se necesita en América
Latina?»1996

"Una búsqueda incesante de la identidad",impulsa en gran medida a los pensadores


iberoamericanos más significativos aún desde antes de la emancipación política de
España y Portugal; y a quienes conforman la tendencia americanista.
En el desarrollo de la filosofía latinoamericana se ha producido una permanente
lucha de las ideas humanistas y desalienadoras que a la larga se han ido imponiendo
contra las distintas formas de conservadurismo y alienación de todo orden. La mejor
tradición del pensamiento latinoamericano y las ideas que más han trascendido se
distinguen por su carácter emancipatorio y por la función social progresista que ha
desempeñado.
Siempre han existido y existen discusiones sobre la influencia de unos pensadores
sobre otros, máxime cuando se trata de la recepción de los pensadores europeos en
latinoamericanos.
Aún subsisten quienes piensan como Kempf Mercado que “Con la filosofía ha
sucedido igual cosa que con las demás actividades del espíritu. Europa dando las
orientaciones y las direcciones, y nosotros asimilándolas e incorporándolas a nuestro
panorama cultural. Siempre Europa nos ha encontrado en actitud de adaptación y
aprendizaje”.
La filosofía en América Latina tiene que ocuparse de los destinos del hombre
contemporáneo ante los desafíos que plantean múltiples problemas globales,
ecológicos, demográficos, integradores, migratorios, interétnicos, tecnológicos,etc.
Aun cuando múltiples disciplinas abordan especialmente cada uno de estos
problemas, la filosofía está obligada a planteárselos desde la perspectiva totalizadora
con que debe apreciarlos el hombre real y no el de las estadísticas, con sus
preocupaciones y propuestas resolutivas
Pablo Guadarrama González «¿Qué historia de la filosofía se necesita en América
Latina?»1996
Si la filosofía en América Latina, como vaticinaba Alberdi y han constatado las
investigaciones, se caracteriza por su marcada preocupación política y por su vínculo
con los problemas sociales de cada época y circunstancias, hoy menos que nunca
tiene motivos para estimular actitudes evasivas de academicismo estéril, asepsia
ideológica y neutralidad axiológica.
Primero, porque en verdad estas últimas nunca han existido en parte alguna, y
segundo porque el prestigio del filosofar dependerá de que los hombres de las más
diversas posiciones sociales y profesiones vean en él un instrumento necesario para
la comprensión y propuesta de solución de sus problemas, de lo contrario quedaría
en los empolvados anticuarios como otras muestras de que el espíritu humano no
siempre se ha ejercitado en temas y problemas necesarios, útiles al propio hombre,
Pablo Guadarrama, «Humanismo y desalienación en el pensamiento amerindio»,
Señales abiertas, Bogotá, marzo-mayo 1994

http://www.robertexto.com/archivo17/desarr_filos_latinoam.htm

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