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La comunidad, lugar de

encuentro para la amistad con


Jesús
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amistad-con-jesus-slider”]
19/11/2013 – La fe necesariamente se vive en comunidad sino
pasa a ser un intimismo. La relación con los demás en la vida
comunitaria nos hace crecer en la amistad con Jesús. A su vez,
la vida comunitaria se enriquece y se renueva en la medida que
salimos de nosotros mismos y salimos en misión a compartir
todo lo que gratuitamente hemos recibido.
Renovarnos en la fe desde la comunidad
Las relaciones necesitan de momentos de encuentro íntimos,
ricos y gratificantes. La amistad con Jesús, supone momentos
de encuentro, en lugares que podríamos llamar con aparecida
lugares sagrados: “Jesús está presente en medio de una
comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple
su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos” (Mt18, 20). Está en todos los
discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, y
vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf. Col
3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta
identificarse profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino que
1

es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20)” .


La Iglesia es la humanidad de Jesús, sacramentalmente presente
entre nosotros, es decir en el ámbito de la comunidad reunida
en torno a Jesús se contiene la virtud transformante habitada
por la humanidad de Cristo. Si el año de la fe es el año de la
renovación eclesial para asumir con nueva fuerza la tarea de
la Nueva Evangelización, “el alma de toda renovación eclesial
es la comunidad y lo que no pasa a través de la comunidad o no
es apoyado y vivido por ella, ni conduce a una comunión mayor,
2

no puede tener vida duradera” .


Amadeo Cencini refiriéndose a al camino de la renovación en la
vida comunitaria plantea los signos de la verdadera
renovación:

pasa de la lógica de la observancia a la de la comunión


, no buscando solo hacer el bien, sino que los hermanos
se quieran en una comunidad donde el componente afectivo
de ágape se vincule íntimamente en la tarea apostólica.
aprende y enseña la comunicación de la fe y la oración
gracias a lo que nos apoyamos mutuamente en el camino.
Cuando hacemos la experiencia de algo vital lo
compartimos y lo comunicamos para que otros puedan
vivirlo y disfrutarlo.
se inspira cada vez más en el modelo familiar, en la
modalidades de convivencia, en la organización interna,
en la relación con el ambiente que nos circunda. El
hecho familiar es el alma de la vida comunitaria.
testimonia y confiesa la fe y la esperanza como un bien
ofrecido a todos
aparece cada vez menos replegada y centrada en si misma
y siendo fiel a su vocación misionera, tiende cada vez
más al anuncio del evangelio con especial cuidado a los
pequeños y pobres
recupera el sentido de la hospitalidad y de la acogida,
para dar la bienvenida a los que llegan.
Arraiga en profundidad la pertenencia a la cultura,
asumiendo las provocaciones que llegan del entorno en la
que se encuentra enclavada
se convierte en sujeto de formación y animación pastoral
3

permanente

La renovación está marcado por la misionalidad. El Señor


acompaña con su gracia, por eso mientras más somos invitados a
la misión más posibilidades tenemos de renovarnos. Con
planificación, con sencillez, con orden, con discernimiento y
sobretodo con el don de la confianza y la certeza que Dios va
con nosotros.

Renovarnos desde la confianza mutua


En el corazón de la comunidad está la confianza mutua de unos
en otros. En todos los vínculos la confianza es la base. Ocupa
un lugar clave el perdón de cada día y de la aceptación de
pobrezas y debilidades. Esa construcción lleva tiempo. El amor
en la vida matrimonial es más rico cuanto más pasa el tiempo y
“contigo pan y cebolla”, tiene historia cotidianas que lo
sustentan más allá de las promesas de los flechazos del primer
amor. También lo cotidiano donde la vida transcurre en la
fidelidad de lo de todos los días.
El texto de Pablo a los Filipenses 2,2 -4, nos puede ayudar:
“colmen mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un
mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada
hagan por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo,
buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.”
La comunidad no es solo un grupo de personas que viven juntas,
es una corriente de vida, un corazón, un alma, un espíritu, de
ahí la atmósfera de alegría que caracteriza a la verdadera
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comunidad. En Hechos 4,32 así se refleja “La multitud de los


creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie
llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre
ellos”.
En la vida de cada uno de nosotros, somos como un plato lleno
de ofrenda para que los demás se enriquezcan, por ende la vida
de los demás también lo es para mi. Dios nos quiere
compartiendo, dando cada uno lo mejor que tiene para los
demás.
Según Vanier el problema de la desconfianza en comunidad y la
dificultad para vivir más libre y auténticamente la comunión
de bienes, brota de una mirada desesperanzada de nosotros y
nuestras sombras en cuanto que creemos que si nos vieran tal
cual nos vemos no nos aceptarían. De ahí que lo primero es,
aprender a mirarme como Dios me ve, liberarme de mi propia
visión y permitir a los otros que entren por la corriente de
la mirada de Dios, a la vez de asumir el compromiso de
mirarlos como el los mira Dios con amor. Desde Dios es posible
recuperar la confianza.

Padre Javier Soteras

1Doc Aparecida 256

2Amadeo Cencini Fraternidad en Camino , Hacia la alteridad Sal


Terra Pag. 15

3Cf Amadeo Cencini Fraternidad en Camino , Hacia la alteridad


Sal Terra Pag.1331-132

4Jean Vanier La comunidad lugar de Perdón y Fiesta Narcea Pag


24

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