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EL TRAUMA QUE NOS UNE

Reflexiones sobre la Conquista


y la identidad latinoamericana

raúl páramo ortega

El carácter de un pueblo es la sedimen­ i n t e r n a m e n t e cada u n a d e las naciones la­


tación de la historia de ese pueblo. tinoamericanas, la diversidad se manifies­
ta d e m a n e r a r o t u n d a . " Aquí m e toca a mí
Freud, citado por Ferenczi (1913)
insistir e n el o t r o polo d e esta realidad:
los factores q u e n o s u n e n , o, mejor dicho,
Es difícil crecer sabiendo que la cosa el t r a u m a q u e nos unió, el t r a u m a d e la
donde podemos agarrarnos para enrai­ Conquista, q u e parece h a b e r dejado en
zar está muerta. nuestros pueblos —como e l e m e n t o negati­
vo— u n a proclividad al fatalismo, a la
Juan Rulfo, Pedro Páramo irresponsabilidad y a la ineficacia. Entre
los elementos positivos, e n c o n t r a m o s la ri­
q u e z a d e n u e s t r a c a p a c i d a d expresiva,
1. Tesis básica nuestro talento artístico, n u e s t r o ingenio
e n las estrategias desarrolladas para sobre­

I nvestigadores c o m o Guillermo Bonfil


Batalla (Bonfil, 1991) han insistido per­
t i n e n t e m e n t e e n el aspecto plural d e nues­
vivir y, n o e n último t é r m i n o , nuestra re­
sistencia a la adversidad. Es conveniente
mencionar d e a n t e m a n o q u e m e o c u p a r é
tra América Latina. "América Latina más d e los aspectos negativos q u e d e los
—señala Bonfil— es u n a región altamente positivos. N o escaparé a la crítica d e la in­
diferenciada d e s d e el p u n t o d e vista cultu­ clinación a la autodenigración —de todas
ral. T a n t o si se c o m p a r a n e n t r e sí los paí­ maneras muy latina y, e n especial, muy
ses q u e la integran, c o m o si se analizan mexicana—. De cualquier m a n e r a , evitan­
d o la autocomplacencia, m e dedicaré a es­
Raúl Páramo Ortega. Psicoanalista mexicano. Autor de nu­ bozar mi tesis: nuestra realidad actual d e
merosos ensayos y libros de su especialidad, entre ellos, Sen­
timiento de culpa y prestigio revolucionario. Es miembro del
subdesarrollo tiene q u e ver —además d e
Consejo de Colaboración Nacional de Dialéctica. los factores m a c r o e c o n ó m i c o s e x t e r n o s -

Conferencia pronunciada el 28 de febrero de 1992 en el Coloquio "América Latina: lo que nos une
y lo que nos separa", Biblioteca Iberoamericana de la Universidad de Cuadalajara.
Quiero agradecer enormemente a Mary Forz su invaluable auxilio durante la elaboración del pre­
sente escrito.

Dialéctica, n ú m . 23-24; invierno d e 1992-primavera d e 1993

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con los efectos de un trauma básico del "carácter nacional", las "tradiciones", la
cual estamos muy lejos de sanar, esto es, "memoria colectiva" o, en resumen, el "in­
la invasión iniciada por Cristóbal Colón consciente cultural" (Erdheim). Partimos,
en 1492 y continuada por Hernán Cortés, pues, del supuesto de que nuestra más
Francisco Pizarro, Pedro de Alvarado, et­ grande herencia es una herencia de conte­
cétera. (Cfr. Mariátegui, 1924). Como nido traumático.
bien señala Bittorf (1991), Cristóbal Colón Una característica fundamental latinoa­
representa el inicio de la hegemonía de mericana —que de tan obvia poco se refle­
Occidente sobre el resto del mundo. El xiona en sus consecuencias— es el
"descubrimiento" de América sienta ¡as mestizaje, no sólo racial, sino cultural y re­
bases históricas para lo que después se co­ ligioso. Somos estrictamente descendien­
nocerá como división entre países desa­ tes de los vencedores y de los vencidos.
rrollados y países subdesarrollados, es En América Latina, el elemento indígena
decir, entre países explotadores y explota­ ha sido reprimido, discriminado y perse­
dos. Bittorf, citando a Sale, señala: "Noso­ guido. Uno de los deplorables motivos psi­
tros, en nombre de la cultura occidental cológicos inconscientes parece tener que
—que por cierto apenas sabe de sentimien­ ver con el hecho de que los indios son la
tos de culpa— hemos impuesto con violen­ memoria de nuestra derrota, el recordatorio
cia nuestra lengua... hemos implantado exacto de nuestra sumisión forzada. Aca­
nuestros valores en su corazón". bándolos, creemos eliminar, tanto nuestra
Nuestra interminable condición de sub- sumisión, como nuestra derrota. Nuestros
desarrollo se encuentra íntimamente rela­ elementos indígenas guardan tradicio­
c i o n a d a con los efectos a l t a m e n t e nes..., pero también el profundo resenti­
traumáticos de la hecatombe cultural que m i e n t o . C o m o bien dice J o s é Luis
representó la irrupción del mundo euro­ Martínez (1990), en su biografía de Cor­
peo en nuestras tierras. El trauma ha so­ tés: "El trauma de la Conquista es una Ha­
brevivido en las mentalidades, en la ga que aún permanece viva en México".
memoria colectiva y en las instituciones. La referencia frecuente a México en el
Nuestra más grande herencia es una heren­ presente ensayo se explica por el hecho
cia de contenido traumático. Los efectos de que este país fue el que más intensa­
traumáticos de orden sociopsicológicos mente padeció los efectos de la Conquis­
distan mucho de ser superados, y tienen ta. Incluso, me atrevo a aventurar la
que ver con contenidos que permanecen hipótesis de que las sociedades america­
inconscientes. Por lo demás, un trauma de nas más conílictivas y con más problemas
tal magnitud requiere periodos de tiempo de identidad son las que fueron más gol­
mucho más prolongados para ser media­ peadas por la Conquista, es decir, México,
namente elaborado y, desde luego, requie­ Guatemala, Perú y algunas naciones del
re indispensablemente insights respecto a Caribe.
la complejísima red de efectos. El esclare­ La derrota sufrida a manos de los con­
cimiento de estos factores representa un quistadores europeos es nuestra historia
ineludible inicio de posibles cambios. Las invisible. Invisible, precisamente, porque
recetas copiadas del Primer Mundo para lo envuelve todo; estamos inmersos en
tratar de salir del subdesarrollo fracasan ella. De la misma manera, los grupos étni­
una tras otra, al no tomar en cuenta la ba­ cos que nos recuerdan esta historia de de­
se sociopsicológica, las "mentalidades", el rrotas se constituyen en los sectores
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igualmente invisibles de la población, co­ cómo se ocupó de la psicología, no sólo de


mo los llamó Carlos Fuentes (1989): "La las masas, sino de los pueblos, haciendo
historia moderna del país... conspiró po­ audaces aportaciones acerca del desarrollo
derosamente para hacer invisible a la po­ de la civilización en Tótem y tabú, El yo y la
blación indígena; primero, en el hecho psicología de las masas, El porvenir de una
mismo de la Conquista. Un pueblo derro­ ilusión, El malestar en la civilización y en su
tado, a veces, prefiere no ser notado. Se obra postuma, Moisés y el monoteísmo.
mimetiza con la oscuridad para ser olvida­ Ante un tema tan amplio y complejo,
do, a fin de no ser golpeado". La represión no puedo menos de prevenir al lector de
intrapsíquica de nuestros componentes in­ lo provisorio e inacabado de las presentes
dígenas tiene su terrible correlato en el in­ reflexiones. En realidad, estamos en los
t e n t o de exterminar, también en el comienzos de una apremiante tarea que,
exterior, a aquellos miembros de nuestra por lo pronto, empieza a caer en cuenta
comunidad con mayor (o exclusivo) com­ de nuestra continuidad histórica y del he­
ponente racial indígena. 1 cho de que somos psíquicamente configura­
Nos basamos en el postulado psicoanalí- dos por acontecimientos históricos. U n a
tico según el cual la tarea más ingente pa­ psicología individualista se convierte en
ra el ser humano es la confrontación, obstáculo para la percepción inicial de he­
elaboración y dominio del mundo real y, chos supraindividuales que nos envuelven.
con ello, desde luego, la confrontación, Las reflexiones psicoanalíticas que tienen
elaboración y dominio de su pasado. Esta como temas primordiales este tipo de he­
tarea vale tanto para el individuo como chos históricos y culturales son las que
para la sociedad, es decir, el trabajo de co­ han recibido el nombre —no muy afortu­
nocer y afrontar la realidad es una de las nado por cierto— de etno psicoanálisis.
tareas básicas ligadas al desarrollo del
hombre como individuo y como especie.
La formación de una personalidad autó­ Concepto de trauma
noma e integrada está íntimamente liga­
da, no sólo a la interacción temprana con Entendemos por trauma psíquico
los padres, sino que se encuentra franca­
mente inscrita en el campo de las tensio­ ...cualquier acontecimiento de la vida de
nes sociales. Con el psicoanalista peruano un sujeto caracterizado por su intensi­
Rodríguez Rabanal (1989), postulamos dad y por la incapacidad del sujeto de
que los factores sociales son "generadores responder a él adecuadamente, y el tras­
de estructuras psíquicas". La indigencia torno y los fenómenos patógenos dura­
deros que provoca en la organización
material lleva a la pobreza psíquica. Las
psíquica... el traumatismo se caracteriza
condiciones de vida signadas por la pobre­ por un aflujo de excitaciones excesivo en
za y los sucesivos traumas son el caldo de relación con la tolerancia del sujeto y su
cultivo del que "surgen personalidades capacidad de controlar y elaborar psíqui­
con estructuras yoicas débiles" (op. cit., p. camente dichas excitaciones (Laplan-
38, ff) o con débil sentimiento de identi­ che/Pontalis, 1968).
dad (Páramo Ortega, 1991). Freud siem­
pre tuvo puesto el ojo en las condiciones Esta definición es sólo una síntesis de lo
materiales como eje central para el desa­ dicho •por Freud. Con todo, quisiera aña­
rrollo de la personalidad. Es muy conocido dir algo más. Freud señala que las impre-
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siones excesivas, p r o c e d e n t e s d e u n a vio­ dualmente fueron apoderándose de su


lencia externa, se convierten e n t r a u m a territorio" (Martínez, 1990, p. 77).
p o r ser " p r e c o z m e n t e vivenciadas y olvida­
Si examinamos la descripción d e Martí­
das más t a r d e " , y q u e m e d i a n t e la poster­
nez, e n c o n t r a m o s , p u n t o p o r p u n t o , lo
gación inicial indispensable a través del
q u e e n psiquiatría y psicoanálisis es c o n o ­
olvido "se les priva d e la posibilidad nor­
c i d o c o m o el desmontaje m á s c u i d a d o s o
mal d e descarga" 2 (Freud, 1937, p . 178).
d e la p r o p i a identidad característica d e su­
Ya d e s d e 1895 (Freud, 1895, p . 94), habla­
j e t o s sometidos a las condiciones más ca­
b a del t r a u m a c o m o u n " c u e r p o e x t r a ñ o "
tastróficas imaginables. A esto hay q u e
q u e , a u n h a b i e n d o transcurrido bastante
añadir q u e esta labor se e x t e n d i ó y ramifi­
tiempo d e s d e su penetración, prosigue te­
có, p o r lo m e n o s , a partir d e 1521 hasta el
n i e n d o efectos e n el presente. Más adelan­
inicio d e los movimientos libertarios lati­
te m e n c i o n a q u e "toda impresión q u e el
n o a m e r i c a n o s d e a l r e d e d o r d e 1810. Esta­
sistema nervioso tiene dificultades e n re­
mos h a b l a n d o d e 289 años, es decir, d e
solver p o r m e d i o del p e n s a m i e n t o asocia­
siete g e n e r a c i o n e s , a p r o x i m a d a m e n t e .
tivo o d e la reacción motriz se convierte
A h o r a bien, si e x a m i n a m o s lo q u e sucede
e n t r a u m a psíquico". F r e u d también ad­
después d e los difíciles partos d e inde­
vierte la existencia d e traumas parciales
p e n d e n c i a e n c o n t r a m o s —hasta nuestros
a c u m u l a d o s y, d e s d e luego, d e predisposi­
días— el vasallaje y la identificación c o n el
ciones, es decir, d e t e r r e n o fértil o infértil
agresor c o m o mecanismos d e defensa, es
ante estímulos externos. La m a g n i t u d d e
decir, c o m o intentos d e solución. A n t e la
u n t r a u m a se m i d e p o r la desorganización
amenaza d e la p é r d i d a total d e la p r o p i a
psíquica q u e p r o d u c e y p o r la dificultad
identidad, sólo q u e d a a la m a n o la identi­
en r e c o r d a r l o . Sólo a través d e la m e m o ­
ficación c o n el agresor. 3
ria se d a n las condiciones d e posibilidad
d e elaborarlo. En este p u n t o —como e n Refiriéndose a la huella q u e nos dejó la
m u c h o s otros— la tarea del historiador y invasión d e los españoles a partir del "des­
del psicoanalista coinciden (Cfr. Pérez Ro­ c u b r i m i e n t o " d e América, el historiador
bles, 1990). e u r o p e o Jean-Marie Le Clezio nos dice:

En -el espacio de una generación, estas


culturas indígenas... herederas de sabe-'
La Conquista: el desmontaje
res y de mitos tan antiguos como la his­
de la identidad toria del hombre, son condenadas y
reducidas a polvo, a cenizas. ¿Cómo en­
La Conquista significó para los pueblos tenderlo? Para efectuar tal destrucción
indígenas del México antiguo, como pa­ es necesario todo el poder... en el que la
ra los demás del Continente, la sustitu­ religión, la moral, son tan importantes
ción radical de sus creencias y formas de como la fuerza militar y económica... la
vida, y la subyugación de su libertad per­ Conquista no sólo es la usurpación de
sonal y del dominio de la tierra. A partir tierras, de reservas alimenticias, de cami­
de 1521, el destino del indio que sobrevi­ nos, de organizaciones políticas, de la
vió a guerras y pestes fue hacerse cristia­ fuerza de trabajo de los hombres y de la
no, adaptarse a los modos de vida reserva genética de las mujeres. Es [tam­
españoles y trabajar como siervo y anóni­ bién y fundamentalmente] la ejecución
mamente para los nuevos amos, que gra­ de un proyecto concebido en el origen
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mismo del Renacimiento con objeto de Con todo, a Benítez no se le escapa se­
dominar al mundo. ñalar cómo utilizaron los blancos las debi­
lidades de los indígenas, y continúa
Y a esto se le quiere llamar "encuentro diciendo:
de dos mundos". Recordemos también
que uno de los propósitos centrales del Por su parte, los españoles no vieron con
proyecto de los monarcas españoles y de indiferencia la ebriedad de sus esclavos.
Colón fue, no sólo enriquecerse, sino ob­ El alcohol fue para ellos, desde el princi­
tener con ello la posibilidad de financiar pio, un sistema de represión tan eficaz co­
mo un ejército o una policía sabiamente
la cruzada a Jerusalén para rescatar el organizada que tenía —sobre el ejército o
"Santo Sepulcro". Se trata, pues, de un la policía— la ventaja de proporcionarles
imperialismo religioso (véanse Fischer-Fa- enormes ganancias (op. cit., p. 225).
bian, 1991;yBittorf, 1991).
Para el historiador inglés R. Carr (cita­ Tampoco se trata de ignorar por com­
do por Alarcón, 1990), las proporciones pleto algunos factores de conflictos inter­
de este "encuentro" representan, ni más nos que redundaron en que la obra de la
ni menos, "una tragedia cósmica". Para Conquista prosiguiese su marcha victorio­
Carr, la denominación "encuentro de dos sa. En este sentido, es justo mencionar,
mundos" no podría ser sino una pieza por lo menos, el hecho de que numerosos
ejemplar para una antología del cinismo, tlaxcaltecas, ávidos de venganza hacia los
si no estuviésemos tan acostumbrados a aztecas, se unieron a Pedro de Alvarado
ella. Con esto no perdemos de vista que, en sus incursiones hacia el sur (cfr. León
en efecto, se trataba de dos mundos; sólo Portilla, 1964).
falta añadir que la intervención de uno de
esos mundos fue brutalmente agresiva,
aventurera, arrogante y atrozmente me­ Problemas generales de identidad
diatizada con ideologías religiosas. El otro
mundo, el mundo indígena, plural, gastado, La identidad significa seguridad y certi­
dividido y, en algunos casos, decadente. dumbre para el individuo, da cuenta de la
En realidad, no todos los desastres fue­ permanencia, "circunscribe su unidad y su
ron efecto de la Conquista. Semejante cohesión" (véase: Paris Pombo, 1990). Un
simplificación sería sólo una mezcla de elemento central de la identidad es la per­
rencor e ignorancia. En algunos casos, la tenencia a un determinado grupo, etnia,
decadencia (por ejemplo de los mayas) su­ sociedad, etcétera. A pesar de la claridad
frió sólo un aceleramiento. Escuchemos de esta conceptuación, reina una gran
directamente a Benítez (Benítez, 1989): confusión respecto al uso que se le da al
concepto de identidad. En un extremo es­
La llegada de los españoles no hizo nada tá Paz, hablando de "exceso de identidad"
más que acelerar esta decadencia. Redu­ (semejante idea es, psicoanalíticamente,
cidos a la ignorancia, tratados peor que un absurdo), y en el otro está Bartra, que,
bestias de carga, respirando una atmós­ a fuerza de arremeter —con razón— en
fera grosera y sofocante, los indios, en
contra de "la institucionalización de un
aquel naufragio donde desaparecían todas
las razones fundamentales de su existencia, p e r n i c i o s o nacionalismo a u t o r i t a r i o
se aferraron desesperadamente a la em­ [...gracias a la cual se pretende] legitimar
briaguez" (op. cit., p. 252). una forma de hacer política [Bartra se re-
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fiere al PRI] c o m o la única m a n e r a d e gir u n m o n u m e n t o enaltecedor d e Her­


ejercer la mexicanidad", parece pasar p o r n á n Cortés. La b o n h o m í a d e Bonifaz Ñu­
alto q u e este tipo d e cultura política es ñ o n o le i m p i d e señalar tal proyecto c o m o
p r e c i s a m e n t e expresión d e u n a forma d e p r o v e n i e n t e "de [los r e p r e s e n t a n t e s ] más
ser relacionada con la historia del conti­ sombríos d e la sociedad". C o m o prove­
n e n t e latinoamericano. nientes d e las capas más identificadas c o n
Los españoles, d e entrada, vieron a los el agresor, diría yo. Sigamos c o n Bonifaz
mexicas c o m o lo q u e n o eran. Al n o so­ Ñuño:
p o r t a r sus peculiaridades, insistieron e n
verlos c o m o habitantes d e la India, y ade­ El sentido de esta suerte de monumen­
más i n t e n t a r o n considerarlos c o m o ajenos tos es hacer permanente la figura de los
a la c o n d i c i ó n h u m a n a (cfr. Meza, 1990). héroes al perpetuarlos como dechados
N o tenían alma; tenían q u e hacer méritos para los hombres presentes y futuros...
pudiera ser explicable que a Cortés se le
p a r a ser aceptados e n la c o m u n i d a d del
alcen monumentos en su patria, pero le­
homo sapiens. En el análisis del discurso na­ vantárselos en la nuestra equivaldría a
rrativo d e los c o n q u i s t a d o r e s realizado proponer, como positivas para nosotros,
p o r la e s p a ñ o l a Beatriz Pastor (Pastor, la matanza, la mentira, la traición, que
1983), la a u t o r a h a señalado q u e p a r a re­ por sus hechos padecimos.
ferirse a los indígenas se aplica el t é r m i n o
u s a d o p a r a designar cosas: se les llama Viene a c u e n t o aquí la caracterización
"piezas". Las investigaciones psicoanalíti- q u e hace u n historiador t a n p o n d e r a d o
cas h a n m o s t r a d o q u e n o existe mejor ma­ c o m o J o s é Luis Martínez (1990, p . 145):
n e r a d e d a ñ a r la identidad q u e t o m a r a
alguien c o m o lo q u e n o es y tratar d e im­ Cortés estaba formado por un conjunto
p o n e r l e otras realidades. Éste es el meca­ de cualidades, aptitudes y monstruosida­
n i s m o d e la identificación proyectiva al des: calculada audacia y valentía, resis­
q u e n o s referiremos más adelante. A él tencia física, necesidad compulsiva de
a c u d i e r o n los conquistadores sistemática­ acción, comprensión y utilización de los
m e n t e , al n o s o p o r t a r la n o v e d a d d e los resortes psicológicos y los móviles del
enemigo... aceptación impávida del cri­
múltiples h e c h o s q u e n o cabían en su cos­
men y la crueldad por razones políticas y
mogonía. tácticas; ausencia de escrúpulos morales
N o está p o r d e m á s explicitar q u e n o y de propensiones sentimentales... inten­
concibo la i d e n t i d a d c o m o algo fijo, ni sa religiosidad y fidelidad a su rey... am­
menos aún prefijado, sino c o m o u n proceso bición de poder y de fama más fuertes
e n c o n t i n u o movimiento y fruto del en­ que el afán de riqueza.
c u e n t r o , e n este caso, del c h o q u e avasalla­
d o r d e d o s pueblos inicial y e n o r m e m e n t e H e ahí el m o d e l o d e agresor p a r a ser
diferentes. v e n e r a d o p o r los vencidos.
La culminación d e t o d a estrategia impe­
rial exitosa la e n c o n t r a m o s c u a n d o el sub­
La identificación c o n el agresor yugado suspira p o r adquirir la i d e n t i d a d
del opresor, es decir, c u a n d o el agredido
H a c e p o c o , R u b é n Bonifaz Ñ u ñ o (Bonifaz se identifica c o n su agresor. H e m o s visto a
Ñ u ñ o , 1990) a p u n t a b a la afrenta al p u e b l o p u e r t o r r i q u e ñ o s d e s e a n d o la incorpora­
d e México p r e s e n t e e n el proyecto d e eri­ ción a la b a n d e r a d e las b a r r a s y las estre-
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Has, y a los mexicanos llevando a sus muje­ nes que se encuentran entre los trópicos
res a parir a territorio estadounidense. de Cáncer y de Capricornio son inferiores
Hoy en día, vemos los esfuerzos financie­ en comparación con los otros". Podemos
ros de la República Dominicana para ves­ citar, también, uno de los últimos artícu­
tirse de gala y festejar oficialmente el los críticos de Bitterli (1984), donde opi­
quincuagésimo aniversario del "encuentro na: "Los e u r o p e o s a b o r d a r o n con
de dos mundos". Otro ejemplo: Roa Bas­ prejuicios las viejas y ajenas culturas del
tos refiere cómo la burguesía paraguaya nuevo continente. Lo vergonzoso del
hacía todo lo posible para que sus hijos asunto radica en que se trata de un prejui­
no aprendiesen guaraní, cuando, en senti­ cio negativo, es decir, lo ajeno se conver­
do estricto, todos los latinoamericanos de­ tía en animal, mientras que para los
beríamos hablar una lengua aborigen, indígenas lo ajeno se convertía en divini­
además del idioma castellano. Esto sería dad".
un buen indicio de integración de las dos Buffon nos proporciona, a propósito de
fuentes de nuestra identidad. la ciencias naturales, el más conocido
ejemplo de prejuicio, cuando postula la
teoría de que los animales encontrados en
3. Reacción de los europeos América son degeneraciones. Según Buf­
frente al "descubrimiento" fon, existen motivos suficientes para pen­
sar lo mismo de los h a b i t a n t e s de
Para el horizonte del pensamiento euro­ América. Es evidente, y hasta irrisoria, la
peo, fue un gran reto integrar en la ima­ creencia de bases científicas para sostener
gen de sí mismo y de su mundo la nueva y semejantes teorías. Otro ejemplo muy co­
radical alteridad del "Nuevo Mundo". Por nocido de prejuicio es la postura tomada
cierto, la tarea difícil consistía en vencer la por el teólogo Juan Ginés Sepúlveda en
angustia procedente de dos fuentes, a sa­ sus disquisiciones respecto a la supuesta
ber: miedo a lo completamente nuevo y guerra justa contra los indígenas de Amé­
temor a las diferencias, a la alteridad del rica (1547). Incluso el tan alabado fray
otro, si se me permite el pleonasmo. Es sa­ Bartolomé de las Casas estaba impregna­
bido que normalmente esta angustia in­ do de una visión del mundo cristiana-me-
consciente produce agresividad. Esta dieval según la cual, en último término,
agresividad —en el caso concreto del des­ existe una diferencia sustancial entre un
cubrimiento de América— se manifestó en bautizado y uno que no lo es. Esto lo ha
forma de genocidio. Gracias a las investi­ señalado, con justa razón, Tzvetan Todo-
gaciones de Gerbi (1982), sabemos hoy rov (1982,1984). Entre los méritos de To-
que hasta un espíritu del calibre de Hegel dorov se encuentra el haber tenido la
fue víctima de curiosos prejuicios, rayan­ lucidez de mostrar que "uno de los más
do en lo grotesco. Lo mismo les pasó a grandes problemas de nuestra época con­
Voltaire, H u m e y Montesquieu. Estos siste precisamente en saber cómo debe­
grandes pensadores estaban convencidos mos manejar la alteridad, sobre todo
de la inferioridad del "Nuevo Mundo". cuando están de por medio diferencias
Sus racionalizaciones tienen diferentes culturales básicas".
matices. Citemos ahora sólo una frase de Evidentemente, como nos advierte Mer-
Hume (citado por Gerbi, 1982, p. 47): le (1972), no debemos caer en la simplifi­
"Hay motivos para pensar que las nacio- cación crasa de "imaginarse una coalición
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general y permanente de los colonizado­ español se sirvió de la lengua, de la espa­


res contra los colonizados". Sin embargo, da, del caballo y de la pólvora. El imperio
no podemos olvidar que, a fin de cuentas, vaticano, de la cruz, de amenazas de con­
los europeos que se oponían a las ideas dena eterna, de la infiltración de las con­
colonizadoras no tuvieron peso ante las ciencias. Desde luego, estos dos imperios
mentalidades abrumadoramente expan- afectaron en grado y forma distintas, diga­
sionistas y colonialistas. mos, a México y a Chile, o a Perú y a Uru­
guay.
La Conquista aplanó —sin lograrlo por
4. Dos imposiciones: completo— las diferencias de los pueblos
catolicismo y lengua castellana indígenas. Como ejemplo de esta inten­
ción veamos lo que dice el autor del prólo­
Mucho se ha insistido en lo obvio: en todo go de la Gramática de la lengua castellana,
el continente latinoamericano encontra­ de Lebrija, escrita en honor de la Católica
mos la religión católica y la lengua caste­ Majestad (citada por Subirats, 1991): "El
llana como elementos abrumadoramente tercer provecho deste mi trabajo puede
presentes, al grado de constituir la base ser que vuestra Alteza metiesse debaxo de
de una cohesión interna para todos ios pue­ su iugo muchos pueblos bárbaros y nacio­
blos al sur del río Bravo. Sin embargo, lo nes de peregrinas lenguas, y con el venci­
obvio se convierte frecuentemente en obs­ miento [derrota] aquellos [los indígenas]
táculo deslumbrador que dificulta prose­ tenían necesidad de recebir las leies que!
guir el camino del conocimiento. Me vencedor pone al vencido". España y Por­
estoy refiriendo a que los tales indudables tugal homogeneizaron el continente. Des­
elementos de cohesión interna, catolicis­ graciadamente, el factor homogeneizador
mo y lengua castellana, son impuestos, e in­ que predominó fue de orden traumático.
cluso impuestos a través de sistemática W. Howitt, citado por Marx, dice: "Los
violencia, es decir, son traumáticos. Nos actos de barbarie y de desalmada crueldad
une, pues, no una exultación, sino un do­ cometidos por las razas que se llaman cris­
lor; no un triunfo, sino una derrota; no tianas contra todas las religiones y todos
un motivo de orgullo, sino de humilla­ los pueblos del orbe que pudieron subyu­
ción; no un sentimiento de superioridad, gar no encuentran precedente en ninguna
sino de inferioridad. Nada se gana si, en época de la historia universal, ni en ningu­
lugar de afrontar el trauma, se niega, se na raza, por salvaje e inculta, por despia­
olvida, se minimiza o se introyecta de tal dada y cínica que ella sea". Esta barbarie
forma que acabemos identificándonos señalada por Marx (Marx, 1867) constitu­
con el agresor, bendiciéndolo como hijo ye precisamente el trauma que nos distin­
arrodillado que besa la mano del padre gue, más allá de la religión y lengua que
que todavía trae el látigo en ella. nos son también comunes en el continen­
La identidad de los países latinoameri­ te latinoamericano. La religión, además
canos, tal como la conocemos hoy en día, de haber entrado con sangre, es reabsor­
resulta del grado y la forma en que el im­ bida en un segundo impulso que brota del
perio español (lengua castellana) y el impe­ infortunio del trauma. Roa Bastos (1960)
rio vaticano (religión católica) incidieron —ciertamente sin aplicarlo a lo que yo
en el conjunto de culturas indígenas que ahora lo aplico— expresó esta idea con las
poblaban nuestro continente. El imperio siguientes palabras: "Puesto que estaban
raúl páramo ortega 183

unidos por el infortunio, la esperanza de tan justamente alabada defensa de los in­
la redención también debía unirlos hom­ dios realizada por el fraile estuvo seria­
bro con hombro". Primero vino el infortu­ m e n t e p e r v e r t i d a p o r su p r o p ó s i t o
nio y luego "el suspiro del hombre" fundamental: "atraer a todos los pueblos a
(Marx), es decir, la religión como intento la verdadera religión". Lo demás —inclu­
de calmar el sufrimiento. Desde el punto yendo la bondadosa defensa de los in­
de vista antropológico, el factor central dios— se degrada a la categoría de hábil
del sufrimiento, el elemento común a to­ estrategia. Su lección no deja de ser una
do sufrimiento, estriba en tener que acep­ lección de intolerancia frente a la manera
tarlos], tener que admitirflos] contra la de pensar del otro. En este sentido, no de­
propia decisión, contra la propia elección y en ja de ser un atentado a la identidad indí­
contra de los propios intereses y necesidades gena. Lo central para él es el modo suave,
(Rompeltien,1990). el modo no violento de ir imponiendo a
Apenas es imaginable mayor sufrimien­ los indígenas la religión católica. En las
to que el padecido por los habitantes de Casas persiste la intolerancia básica frente
este continente, milenariamente aplasta­ al que tiene otra visión; por lo mismo, no
do. Precisamente las características señala­ pasa de ser un buen estratego, pero a fin
das en las cursivas anteriores representan de cuentas un estratego de una inaudita
el elemento más traumático, es decir, si el soberbia: los no cristianos transitan los ca­
sufrimiento es gestado desde la íntima de­ minos del error, habitan en las tinieblas
cisión del otro que irrumpe en mi vida, el del culto de dioses que no son los "verda­
sufrimiento será necesariamente más trau­ deros" (cfr. las Casas, 1975). El polo
mático; se le añade un elemento de radi­ opuesto del inadmisible espíritu misione­
cal humillación. ¡Cómo se fascinan y se ro lo encontramos, siglos después, en el
extrañan los europeos en ver tales abis­ maestro de Jorge Luis Borges. Hablo del
mos de sufrimiento acumulado y soporta­ caballero don Macedonio Fernández, de
do en los bellos ojos indígenas del quien su discípulo Borges decía: don Ma­
continente americano! ¿Olvidan acaso có­ cedonio
mo se produjeron y a manos de quiénes?
...era muy lacónico para hablar y muy
cortés, de modo que él siempre le daba
una forma interrogativa a lo que decía,
La justificación religiosa porque le parecía que decir "a mí se me
de la Conquista ocurre tal cosa" ya le parecía una sober­
bia. Entonces él decía suavemente: "Ha­
El propósito evangelizador, es decir, la brás pensado muchas veces tal cosa"
propagación de "la verdadera religión", le (Borges, 1991).
proporcionaba a los conquistadores una
justificación moral de gran eficacia. La Apenas se puede uno imaginar mayor
fuerza de la espada, sumada a la fuerza de contraste entre el escritor Macedonio Fer­
la cruz, adquiere proporciones inusitadas. nández y el misionero las Casas. Para el
Además de las curiosas tesis de Sepúlveda, primero, no solamente no había que im­
expuestas en su Tratado sobre las justas cau­ poner lo que uno piensa, sino que hacía
sas de la guerra contra los indios (Sepúlveda, patente que lo que él pensaba apenas era
1987), veamos que incluso Bartolomé de un infento de pensar. Para el misionero,
las Casas cae en posturas inadmisibles. La por el contrario, lo que él pensaba era la
184 documentos

verdad absoluta. Si estos aspectos no han otras astucias de los padres jesuitas, men­
podido ser detectados —muchas veces ni cionemos solamente el caso de la educa­
siquiera por lúcidos estudiosos de aguda ción de los infantes, a la que prestaron
mirada—, habrá que ponerlo a cuenta del especial atención. Gracias a esta estrate­
insidioso temor a tocar una figura presti­ gia, la siguiente generación educada de tal
giosa tan íntimamente ligada a los atávicos manera olvidó fácilmente la tradición y la
temores de la religión. cultura de sus padres, juzgándolas —arro­
La crítica que he dirigido a Bartolomé gantemente— inferiores. Esto tuvo un re­
de las Casas vale en mi opinión también sultado devastador sobre la cultura
para el famoso y multialabado "experi­ indígena. No nos extrañemos de contem­
mento sagrado" o "Ciudad de Dios" que plar ahora huellas psicológicas en el senti­
los jesuítas emprendieron con los indios miento de identidad.
guaranís en Paraguay. En mis opiniones A las religiones indígenas —que sobrevi­
me estoy apoyando en la aguda y bien do­ ven en el sincretismo— se les añadieron
cumentada crítica que hace Lugones encima dos capas de dominación: la pri­
(1983), quien describe el "experimento sa­ mera es el catolicismo y la segunda es el
grado" como "sólida explotación". Igual­ catolicismo español, es decir, ni siquiera se
mente, tomo como referencia sobre el trata del desarrollo de un cristianismo crio­
tema el detallado trabajo del italiano Al­ llo o mexicano (respectivamente peruano,
berto Armani (1987). Para este autor, la etcétera). Ricard (Ricard, 1986), hablando
supuesta organización "comunista" en rea­ del caso de México, lo formula así:
lidad no incidía para nada en la transfor­
mación de las relaciones de producción, A una cristiandad indígena se sobrepuso
sino que la organización económica intro­ una Iglesia española, y la Iglesia de Méxi­
ducida por los jesuítas era, más bien, un co apareció finalmente, no como una
instrumento secundario al servicio de su emanación del mismo México, sino de la
propósito central: la evangelización, el metrópoli, una cosa venida de fuera, un
marco extranjero aplicado a la comuni­
trasplante de ÍUS propias convicciones, la
dad indígena. No fue una Iglesia nacional
conversión al cristianismo de los indíge­ [todo esto permite ver]... la influencia
nas. Y todo esto, para "mayor gloria de decisiva que esta génesis puede ejercer
Dios". El trabajo de Armani es una con­ sobre la vida de toda una nación.
traargumentación a la precipitada inter­
pretación p s e u d o m a r x i s t a de Clovis En realidad, a lo largo de toda la histo­
Lugon (no confundir con el antes citado ria, las justificaciones morales proporcio­
Lugones), quien equivocadamente creyó nan la necesaria condición para cualquier
ver en la "ciudad de Dios" un comunismo abuso. La Conquista del hoy continente
cristiano. Según la detallada documenta­ latinoamericano fue doble, espiritual y
ción de Armani (la cual coincide con Lu­ material, en convivencia perfecta. Las cica­
gon), se puede ver fácilmente que la trices son obvias: las grandes masas que
"ciudad de Dios" no destacaba en realidad habitan nuestro continente profesan la re­
por su respeto hacia los indios, a pesar de ligión católica, apostólica, romana e hispa­
que los jesuítas habían creado una gran na. Hasta la fecha, los destinos políticos
cantidad de cosas interesantes para el pro­ de nuestros países siguen obedientes a los
vecho de los indígenas. Precisamente, este mandatos provenientes del Vaticano. Nin­
hecho oculta la realidad de base. Entre gún mandatario latinoamericano puede
raúl páramo ortega 185

dejar de considerar o negociar sus decisio­ una cultura entera: "En ciertas condicio­
nes más trascendentales sobre política po- nes catastróficas —como derrotas bélicas,
blacional con sus antiguos conquistadores las hecatombes y las conquistas— las for­
"espirituales": la Iglesia romana. mas de expresión de las culturas pueden
ser reducidas a límites mínimos. Esas vici­
situdes a veces traumatizan tan profunda­
5. ¿Podemos hablar de un trauma colectivo? mente a una cultura que la condenan a
desaparecer. Sin embargo... su cultura só­
El hablar de un trauma colectivo presupo­ lo desaparecerá..." en caso de que no exis­
ne el reconocimiento pleno de la eficacia y ta la posibilidad de transmitirla a los
operatividad de fuerzas sociales de las que no descendientes. La última barrera contra el
se tiene conciencia. En el marxismo se habla desmontaje de la identidad lo constituye
—a propósito de las motivaciones de los la preservación del lenguaje oral, ya que,
protagonistas de la historia— de "causas ante la carencia de un lenguaje escrito, só­
históricas" (geschichtlichen Ursacken) como lo queda, por lo general, la tradición oral.
"fuerzas activas" (treibenden Kráfien) que se Carlos Fuentes (en el prólogo a Benítez,
depositan en las cabezas bajo forma de 1989) comenta cómo "el intento educati­
motivos personales, y de la necesidad de vo de los primeros frailes duró bien poco;
investigarlas desde esta perspectiva (En- y el clero se reservó el dominio de la escri­
gels, 1888; Sommer, 1991).4 tura para aumentar el dominio general so­
La sociología burguesa habla con fre­ bre las poblaciones analfabetas del nuevo
cuencia —con menos rigor del que desea­ mundo".
ríamos— de la.fuerza de la tradición, pero se Refiriéndose a catástrofes culturales, in­
aplica el concepto en forma más o menos cluso de menor envergadura que el geno­
vaga, y se acentúan los aspectos positivos, cidio o c u r r i d o en n u e s t r a s t i e r r a s ,
altamente valuados: la preservación de Habermas (1991) habla de "daños de lar­
modos de convivencia, costumbres, arte, go alcance", "daños imponderables" y de
ciencia, leyes y religión de determinados desaparición de culturas enteras, señalando,
grupos, etnias o pueblos enteros. Aquí, en a la vez, las enormes dificultades en re­
estas líneas, "el trauma que nos une" de­ construir una cultura cuando ésta ha sido
ber ser concebido como tradición negativa, tan cuidadosamente minada en sus raíces.
es decir, negativa en cuanto preserva los También Borkenau (reseñado por
efectos negativos de un trauma histórico de Schmid-Noerr, 1988), a propósito de heca­
proporciones extraordinarias. Desde lue­ tombes culturales, haciendo referencia a
go que esta "tradición negativa" ha deja­ los griegos, nos habla de la catastrófica de­
do, también, un par de características que, rrota de los tebanos ocurrida 1 200 años
si se consideran aisladamente, no pode­ antes de Cristo a manos de conquistado­
mos menos de atribuirles signo positivo: res griegos provenientes del noroeste, la
la ingeniosa capacidad de improvisación, cual ocasionó "una marcada regresión" en
hija de la astucia y meta del impulso de so­ la civilización anterior a la derrota de Te-
brevivencia. Sobre esto hablaremos un po­ bas. Borkenau insinúa que el alto desarro­
co más adelante, al tocar el tema del llo de la mitología griega representa un
llamado "carácter latino". intento genial de la elaboración de los ho­
Darcy Ribeiro (1990, p. 23) expresa­ rrores de la dominación sufrida. El término
mente extiende el concepto de trauma a que usa Borkenau es uSchreckengeschichten
186 documentos

(historia de horror), y, desde luego, la Freud "el contenido del inconsciente es,
conquista del Nuevo Mundo es una histo­ fundamentalmente, colectivo, es decir,
ria de horror sin paralelo alguno. Queda propiedad común de la especie humana"
claro que la elaboración del trauma per­ (Freud, 1939a, p. 241; véase también But-
manece plasmada en la riqueza de la mito­ zer/Burkholz, 1991). Para él, en la ontogé­
logía. El alto desarrollo de la literatura nesis está incluida la filogénesis. Aunque
latinoamericana, sobre todo el llamado esta aseveración hoy en día deja mucho
"realismo mágico", podría interpretarse, que desear (cfr. Luft, 1991), fue este tipo
mutatis mutandis, como un intento indirec­ de consideraciones lo que le permitió es­
to y tardío de la elaboración del gran trau­ tablecer tan audaces hipótesis sobre la cul­
ma colectivo. La casi desaparición de la tura entera.
mayoría de las lenguas indígenas (sobre Un texto notorio, en el que se destaca la
todo las meramente orales, que son la ma­ importancia de las experiencias de las ge­
yor parte de ellas) da cuenta de la magni­ neraciones anteriores, lo encontramos en
tud del trauma, y, a su vez, aceleran el sus Consideraciones sobre la guerra y la muerte
movimiento decadente. Recordemos que, (Freud, 1915, pp. 333-334), en donde
a fin de cuentas, el esplendor de la litera­ menciona que el "individuo no se halla tan
tura latinoamericana no es un esplendor sólo bajo la influencia de su medio cultu­
de literatura quechua, náhuatl o tarasca. ral presente, sino que está sometido tam­
Borkenau —historiador especialista en los bién a la influencia de la historia cultural
periodos más oscuros de la civilización y (Kulturgeschichte) de sus antepasados". En
tan cercano a los conceptos del psicoanáli­ su artículo sobre lo inconsciente (Freud,
sis— aborda culturas enteras como unida­ 1913, p. 294), compara los instintos con
des q u e constituyen el sustrato de los que nace el animal con los "contenidos
procesos históricos amplios. Para él, esas psíquicos heredados" {ererbte psyckiscke BU-
"entidades culturales" están constituidas dungen). Es poco conocida esta insistencia
por "actitudes humanas básicas {Grundhal- de Freud respecto a la transmisión fíloge-
tungen) idénticamente repetidas" por tener nética de experiencias a través de varias
como fondo acontecimientos históricos generaciones.
globalizantes. Ésta es precisamente la idea
central que venimos desarrollando. Coin­ No podemos hablar de una herencia di­
cidimos, pues, con las ideas principales de recta en el yo —acota Freud en 1923—...
Borkenau (Borkenau, 1984) expuestas en los sucesos del yo parecen, al principio,
su obra monumental, Ende und Anfang. no ser susceptibles de constituir un ele­
mento heredable, pero cuando se repiten
con frecuencia e intensidad suficientes en in­
dividuos de generaciones sucesivas, se trans­
El trauma colectivo: forman, por decirlo así, en experiencias del
algunas aportaciones psicoanalíticas ello, cuyas impresiones quedan conservadas
hereditariamente. De ese modo, abriga el
Freud, en distintos pasajes de su obra, re­ ello heredado innumerables existencias
curre a argumentos que se refieren, tanto del yo [de otros individuos] (cursivas
al concepto de "traumas colectivos", como mías).
al de "inconsciente de los pueblos" (Umbe-
wupten der Volker). Estas aportaciones no El lamarckismo de Freud recibió poca
se refieren a los individuos, pues para atención, porque las ideas predominantes
raúl páramo ortega 187

hasta ahora en biología parecen descartar en detalle —confiesa Freud— es "en qué
la posibilidad de transmitir experiencias forma psicológica subsiste eso [lo pasado]
adquiridas. durante el lapso de su latencia" (op. cit).
Los motivos de reflexión que llevaron a Freud concluye de la siguiente manera:
Freud a pensar en la posibilidad de la "Los sedimentos psíquicos de aquellos
transmisión de contenidos psíquicos a tra­ tiempos se convirtieron en una herencia"
vés de varias generaciones fueron la per­ ya dada, o sea, que no requiere ser adqui­
sistencia de determinados contenidos rida nuevamente. Esto no es otra cosa que
simbólicos en sueños o en mitos: la per­ la herencia filogenética. Freud nos señala
sistencia del tabú del incesto, la persis­ que una serie de investigaciones psicoana-
tencia de la culpa frente a la muerte del líticas muestra que "en una serie de signifi­
padre, la rivalidad fratricida, sus investiga­ cativas relaciones, los niños no reaccionan
ciones sobre la ley mosaica y el antisemi­ de acuerdo con SUL propias vivencias, si­
tismo. Todo esto lleva al psicoanalista no, de manera instintiva, a semejanza de
Beland (1990) a reflexionar si no tendrá los animales, de un modo sólo explicable
razón Freud cuando los nuevos resultados por la herencia filogenética'' (op. cit). To­
de la biología molecular se encarguen de das las hipótesis propias y de otros auto­
poner seriamente en entredicho el veto a res, incorporadas a este escrito, giran
las ideas de Lamarck. Beland, en el artícu­ alrededor de esta cuestión planteada por
lo arriba citado, habla precisamente del Freud: tratar de averiguar los efectos psi­
tema que nos ocupa: "la posibilidad de cológicos de un pasado traumático colecti­
transmisión hereditaria de reacciones an­ vo. El modo de dicha transmisión sigue
te traumas colectivos" acaecidos genera­ siendo reiterada ocasión de constatar
ciones atrás. Con todo, el idioma, las nuestra ignorancia. Estamos frente a un
religiones, los ritos, los mitos y las costum­ continente particularmente vasto y oscu­
bres como transmisores de información ro. Freud advirtió la necesidad de mayo­
no requieren pasar la vía estrictamente res investigaciones, tanto biológicas como
hereditaria, es decir, no requieren formar psicoanalíticas. Habló, por ejemplo, de un
parte del genoma. 5 Por otro lado, los me­ olvido "colectivo", que en sentido estricto
canismos psicológicos de identificación in­ "es un fenómeno de la psicología de las ma­
conscientes (Haesler, 1991; Kogan, 1990; sas y no ha sido aún objeto de las investiga­
Beland, 1990,1991) alcanzan a explicarnos ciones psicoanalíticas" (Freud, 1901, p. 48).
bastante cómo lo vivido directamente por A pesar de todo, poco a poco han ido
una generación puede pasar a muchas apareciendo algunas investigaciones psi­
otras posteriores que no fueron testigos coanalíticas cuyo objeto ha sido averiguar
directos de los acontecimientos, sin nece­ la transmisión de un trauma que no ha si­
sidad de suscribir —en el mismo grado en do directamente experimentado por las
que lo hizo Freud— los postulados de La­ personas investigadas. Se trata de casos en
marck, Haeckel y Pauly respecto a las vías los cuales los traumas fueron padecidos
de transmisión. por los padres (respectivamente, abuelos,
En Tótem y tabú, Freud insiste en que los bisabuelos, etcétera). En otras ocasiones,
acontecimientos pasados, desaparecidos, se trata de acontecimientos que ocurrie­
reprimidos en la vida de un pueblo, tien­ ron solamente en la fantasía y, por consi­
den a retornar, es decir, no son extermi- guiente, pertenecen, no a la realidad
nables. Lo que nos queda por averiguar histórica, sino a la no menos real realidad
188 documentos

psíquica. Estos estudios han sido posibles de este drama es considerable. Este meca­
recientemente en ocasión de la trágica he­ nismo —intra e interpsíquico— obviamente
rencia psíquica observable, no sólo en los deja serias perturbaciones en el débil apa­
protagonistas del holocausto judío en épo­ rato psíquico de quien es su receptor (cfr.
ca del nazismo, sino, precisamente, en las Ogden, 1979; Zwiebel, 1988). Por lo de­
siguientes generaciones. Uno de los meca­ más, a la identificación proyectiva le que­
nismos enjuego es el de la silenciosa iden­ da asignada la función de anudar el paso
tificación. El trauma de los adultos no entre una y otra generaciones. Por supues­
necesita ser comunicado verbalmente a la to, esto no quiere decir que los contenidos
siguiente generación, sino que es transmi­ así transmitidos sean necesariamente y
tido justamente a través de un silencio se­ siempre de contenido traumático.
lectivo.6 Desde luego, silencio selectivo
significa también represión selectiva y, por
lo tanto, zona de conflicto propicia a los mal­ Conciencia histórica y conceptos afines
entendidos, confusiones, angustias despla­
zadas, explicaciones fallidas, inhibiciones, Hemos venido sosteniendo que el trauma
etcétera. Además de las identificaciones de la Conquista es un trauma histórico de
espontáneas, inevitables, relativamente larga fabricación y de efectos de siglos
sencillas y comprensibles, y por lo menos que aún perduran. Como mecanismo de
parcialmente inconscientes, nos encontra­ defensa, de poco nos sirve el olvido. Olvi­
mos con la más compleja transmisión acti­ dar sólo sirve a muy corto plazo; por lo
va —aunque no por eso consciente— de la demás, complica la salida del laberinto, no
identificación proyectiva. A través de este resuelve nada. Es bueno saberlo: el cami­
mecanismo los padres intentan apartar de no que se debe emprender es exactamen­
sí contenidos psíquicos inaceptables o in­ te el contrario del que nos llevó a olvidar.
digeribles, que, no sólo son colocados par­ Recordar es la propuesta freudiana.
cialmente en el otro, sino que se promue­ El concepto de conciencia histórica es
ven activamente conductas en los hijos trabajado por Hegel en su Fenomenología
que les permitan confirmar que los conte­ del espíritu, y se entiende con ello el vivo
nidos están a buen resguardo, ya no en sí sentimiento de la fuerza del pasado. Se tra­
mismo, sino en el otro. Mediante este deses­ ta déla capacidad para percibir la activa pre­
perado mecanismo se pretende asegurar sencia del pasado en cada momento presente,
que el otro recibió los contenidos incons­ sin perder en todo esto la visión de conjunto.
cientes que son inextinguibles, imborra­ Esta conciencia implica, desde luego, con­
bles. En un segundo paso, y en virtud de cebir la historia como un proceso orgáni­
la fuerza del resorte de lo reprimido que co. Como término técnico, es Dilthey
tiende a presentarse de nuevo en la super­ (1833-1911) quien, a partir de 1866, con­
ficie, el actor directo de la identificación tribuye a su consagración. Es el mismo
proyectiva intenta promover, inducir, en Dilthey, en su Introducción a las ciencias del
el otro las conductas que rechaza en sí espíritu (1813), quien lo usa como término
mismo con la esperanza de que precisa­ central, entre cuyos más inmediatos ante­
mente el otro y no yo sea quien las viva, las cesores se encuentran Lessing, Leibniz y,
modifique o las elabore en el transcurso de desde luego, el ya citado Hege!. El punto
este viaje macabro. Gomo puede fácilmen­ de especial interés para nuestro tema es
te imaginarse, la confusión entre los actores que, para Dilthey, el sentido histórico es
raúl páramo ortega 189

entendido como propiciador del buen desa­ miembros de una sociedad, los cuales
rrollo psíquico ("einer Entwicklung des gan- constituyen un sistema determinado que
zen Seelensleben hervorgebracht", citado por tiene vida propia" (véase Garmendia,
Renthe-Fink, 1971, en Ritter). 1990). Esto no significa que la comunidad
El desarrollo del sentido histórico se quede místicamente hipostasiada, sino
inscribe entre las tareas propias de la Ilus­ que entre nuestras representaciones men­
tración y, en este sentido, es tarea del pen­ tales hay algunas —precisamente propias
samiento desarrollado por Freud de nuestra colectividad— que determinan
acrecentar precisamente la conciencia his­ la dirección de nuestra actuación sin que
tórica. Para la conciencia histórica no hay caigamos en cuenta de ello.
dogma posible, ni sistema acabado, ni vi­ Vivimos en una época en la cual existen
sión perenne y última de las cosas. A tra­ serias dificultades para captar los fenóme­
vés de la conciencia histórica podríamos nos propios de la conciencia colectiva; un
evitar, con mayor facilidad, cualquier en­ efecto secundario de la cultura propia del
tusiasmo triunfalista. Recordemos aquí capitalismo ha traído consigo una exacer­
que es precisamente Freud quien, además bación del individualismo. Ya no nos sen­
de ahondar la conciencia histórica en sus timos suficientemente insertados en las
ensayos sobre la filogénesis y sobre la cul­ tareas y en los movimientos colectivos. De
tura en general, introduce seriamente la una cultura individualista se deriva la difi­
historia en la psicología predominante cultad en captar en qué medida somos lle­
hasta antes de él. Freud encuentra en ello, vados por las corrientes históricas y
también, un efecto emancipador y esclare- sociales. La inserción colectiva queda su­
cedor de alcance terapéutico. Como con­ plantada por la "conexión" con el mundo
secuencia, introduce también la política de las noticias en la pantalla de la televi­
en la psicología, pues descubre que las rea­ sión. Dicha conexión es simplemente el
lidades históricas y políticas tienen efec­ antídoto de la soledad, disfrazado, ade­
tos perturbadores, es decir, enfermizantes más, de inserción colectiva. El poder sa­
en el ser humano. Combatir la amnesia ber que 50 personas murieron en un
es, pues, para los pueblos, como para los descarrilamiento de un tren en las cerca­
individuos, reconfortante, estabilizador, nías de Yakarta diez minutos después de
soporte de lo que se conoce como identi­ ocurrido es una pobre sustitución de la
dad. Y todos sabemos los beneficios que cruda realidad: no saludamos al vecino y
se desprenden de un sentido de identidad no sabemos qué ocurre en nuestro muni­
bien estructurado. Así pues, la tarea de la cipio, ni, desde luego, cuáles son los movi­
historia y la labor psicoanalítica, no sólo mientos históricos en que ciegamente nos
confluyen, sino que en ocasiones se con­ encontramos. La desinformación disfraza­
funden (cfr. Pérez Robles, 1989). da de información oculta nuestra ausencia
de sentido histórico. Una sociedad domi­
nada por los mass media al servicio de los
Conciencia colectiva consorcios transnacionales nos coloca en
una situación histórica para la cual no he­
Durkheim entiende por conciencia colec­ mos encontrado una respuesta. La masifi-
tiva "el conjunto de creencias y de senti­ cación y estandarización de las concien­
mientos comunes al término medio de los cias avanza sin encontrar obstáculos.
190 documentos

6. Efectos y cicatrices hablado también de la inclinación a "dele­


gar masivamente la responsabilidad a
Refiriéndose a México, Florescano (1987) otros" (op. cit., p. 42), e interpreta este ras­
habla de "destrucción y pulverización de go de carácter como efecto de las condi­
la memoria étnica global", haciendo men­ ciones materiales de pobreza, es decir, lo
ción del hecho de que "la múltiple segre­ ve como una cicatriz en el aparato psíqui­
gación étnica, territorial, jurídica, política, co. Dentro del gran capítulo de las "condi­
social y económica clausuró la posibilidad de ciones materiales", incluyo aquí, no
desarrollar una memoria y una conciencia his­ solamente la indigencia, sino el trauma
tórica global y alentó la formación de una acumulado de la Conquista. Según esto,
memoria y de una solidaridad social, re­ las formas de ser típicamente latinoameri­
ducida al ámbito local" (cursivas mías), lo canas representan, entre otras cosas, el in­
cual equivale a decir —en esta segunda t e n t o de s o l u c i ó n , el i n t e n t o d e
parte— dificultad en desarrollar una soli­ elaboración de un trauma histórico bási­
daridad real que vaya más allá del compa­ co. Desde siempre, y en las más diversas
drazgo y la capilla. No nos extrañe, pues, latitudes, los viajeros europeos reportan
toparnos con una dificultad real en encon­ con asombrosa monotonía algunos rasgos
trar un comportamiento solidario intrana- de estas tierras. Así, por ejemplo, Artur
cional e interlatinoamericano. La inca­ Morelet, en su viaje por Tabasco en 1847,
pacidad en desarrollar un comportamiento so­ queda impresionado de la "incuria y la ig­
lidario tiene efectos devastadores. Cual­ norancia" para llevar a cabo las tareas de
quier impulso serio para intentar salir del la explotación maderera racionalmente.
subdesarrollo carece de presupuestos ele­ J.L. Stephens, en 1843 (ambos citados por
mentales. La utopía bolivariana como op­ Cabrera, 1987), habla del reiterado en­
ción emancipadora en contra de los cuentro con "hombres apacibles, inofensi­
imperios encuentra en la falta de pensa­ vos e ineficaces". Pocas etnias —por
miento solidario uno de sus más serios ejemplo, los mayas de Yucatán— muestran
obstáculos. De poco sirve la insistencia lo contrario; sin embargo, este espíritu de
meramente retórica a favor de la solidari­ resistencia no pudo durar mucho, y ahora
dad sin una visión más clara y más profun­ observamos los rasgos del derrotado.
da de la realidad que la entorpece. En el caso especial de México, Jorge
Portilla (1986) relaciona el fenómeno del
"relajo", esa jovialidad ingenua tan típica­
El "carácter latino" mente mexicana, con falta de seriedad,
entendida como la ausencia de compromi­
Tal vez se pueda establecer una conexión so, de responsabilidad y solidaridad: "el
entre el conflicto de identidad del que he­ sentido del relajo es suspender la serie­
mos venido hablando y la irresponsabili­ dad". Portilla habla de seriedad como "ín­
dad como carácter fuertemente represen­ timo movimiento de adhesión y compro­
tado en la población latinoamericana. Por miso ante un valor". "La seriedad es —pro­
cierto, otro rasgo, la ineficacia crece a la sigue Portilla— el compromiso íntimo y
sombra de la irresponsabilidad. El poder profundo que pacto conmigo mismo para
decir "yo soy responsable de esto o de sostener un valor en la existencia." Cierta­
aquello" presupone una clara conciencia mente, sería necesario investigar si este fe­
de mi identidad. Rodríguez Rabanal ha nómeno del relajo tiene una especificidad
raúl páramo ortega 191

mexicana o no. No conozco ninguna in­ pos étnicos no ajusta para establecer auto­
vestigación al respecto, si se da en otros nomía y progreso.
países, en qué grado y con qué matices. Una economía meramente de subsisten­
Un rasgo entre nosotros los latinoame­ cia resulta desastrosa. Con todo, quien
ricanos contradice las normas más básicas pretenda explicarlo como sólo pobreza, o
de la forma de producción capitalista. Ha­ sólo irresponsabilidad perezosa, se queda­
blo de la "impulsiva y pródiga liberalidad, rá en la superficie del problema. La ausen­
ejercida por el gusto de jugar un instante cia d e previsión, en una palabra, la
al bienhechor regio —característica de in­ ausencia de futuro como categoría encar­
dividuos y pueblos para quienes la pobre­ gada de percibir nuestra inserción en el
za es lo habitual y normal" (Andrae, tiempo, revela una actitud hacia el tiempo
1966). A esta pródiga liberalidad de que (y lógicamente hacia la muerte) incom­
habla Andrae podría llamársele también prensible para los ojos de quienes no es­
"jugar al rico", es decir, un vano e infantil tén dispuestos a ver que detrás de la mala
intento de ejercer una riqueza, ausente ya, planeación y la mala administración de la
por haber sido despojados de ella tiempo economía están en juego traumas colecti­
atrás. El registro en la memoria colectiva vos de grandes proporciones, que entor­
no es borrado fácilmente. Este derroche p e c e n la e f i c a c i a , q u e m i n a n la
súbito —y en ocasiones ritual— recibe otra solidaridad, que infunden sumisión e inse­
plausible explicación económica de parte guridad. En términos psicoanalíticos, que
del etnohermeneuta Hans Bosse. Bosse debilitan la identidad, y de una identidad
(1979), en sus investigaciones con grupos debilitada difícilmente puede brotar la so­
étnicos tzotziles y zeltzales, describe con lidez y el profesionalismo en la ejecución.
acierto el desarrollo de una "contracultu­ En la prensa extranjera podemos leer re­
ra defensiva". Dicha contracultura se ma­ petidamente la impresión que dejan nues­
nifiesta en lo que, ante los ojos del tros presidentes: les falta estatura de
europeo o norteamericano capitalista, es hombres de Estado. Por lo demás, el mis­
simplemente "holgazanería, mentira y ra­ mo pasado milenario de derrotas múlti­
piña". Favre (citado por Bosse, p. 9) nos ples se concreta en actitudes psíquicas
habla de la mentira como defensa contra que, no sólo conducen al fracaso, sino que
los blancos, holgazanería como venganza están envueltas en actitudes de grandeza y
y rapiña como un intento de hacerse jus­ de negación de la realidad.
ticia por propia mano. Esta tríada es inter­ En América Latina —en realidad, aguda­
pretada en su conjunto por Bosse como mente en México— uno puede orientarse
"callada resistencia" pasiva (verschwiegene sobre los acontecimientos reales simple­
Widerstand) frente al modo de producción mente leyendo las negativas de la clase go­
capitalista que amenaza sus tradiciones bernante. Para ellas no hay descalabros, ni
más enraizadas y sus vínculos culturales, errores, ni calamidades. Hasta las catástro­
que, de todos modos, acaban siendo de­ fes naturales son embellecidas cuando no
rrotados por la pobreza que los impulsa a pueden ser totalmente negadas. Hemos
emigrar hacia las grandes metrópolis, en heredado el uso de la negación como me­
donde culturalmente desaparecen, vícti­ canismo de defensa a lo largo de milenios.
mas de la marginación más despiadada. El multicitado Bosse intenta descifrar —con
La cultura política dominante en esos gru­ instrumental psicoanalítico de base— los
192 documentos

significados ocultos de una contracultura una tierra ubérrima de donde fluye la


que intenta defenderse de la cultura del miel y en donde las frutas estaban al al­
invasor (Besatzerkultur, op.cit., p . l l ) . cance de la mano. En lo que a dignidad y
El investigador norteamericano Dealy hombría se refiere, tenemos modelos he­
(1991), en su interesante interpretación roicos de estas virtudes en la digna resis­
de América Latina, centra su estudio en t e n c i a d e u n C u a u h t é m o c , de u n
los hombres públicos y en el trasfondo de Atahualpa y de un Túpac Amaru.
una cultura inclinada al caudillismo. Él se­
ñala como virtudes públicas o valores pro­
pios del latinoamericano el ocio, la El círculo maligno del subdesarrollo
fastuosidad, la generosidad, la dignidad y
la hombría. Sin poder extenderme aquí Acerca de las causas externas macroeco-
en estos puntos, sólo quisiera señalar que nómicas del círculo maligno del subdesa­
se puede intentar una lectura de las obser­ rrollo ha corrido mucha tinta, sobre todo
vaciones de Dealy desde la perspectiva de a cargo de economistas. A pesar de cierta
la tesis del trauma colectivo que aquí desa­ fobia a la introspección autocrítica, debe­
rrollo. En efecto, si a la herencia hispánica mos reflexionar ahora sobre las causas in­
de que el ocio ennoblece le sumamos la ternas. Hablo del factor subjetivo, del
experiencia traumática de que el trabajo círculo vicioso que dificulta salir del sub­
impuesto por los conquistadores fue ni desarrollo. Por lo general se piensa que
más ni menos que trabajo de esclavos, ob­ señalar nuestros defectos es autodenigra-
tendremos como resultado una cierta ción, mero rencor —como dice Luis Gon­
aversión al trabajo. Nuestra memoria co­ zález— o desamor a la patria. Nadie habla
lectiva a partir de la Conquista nos dicta de no querer a su patria latinoamericana,
que el trabajo es reservado para los escla­ y cotidianamente actuamos en contra de
vos y los vencidos. La tal holgazanería ella.
puede interpretarse además —según lo ha Con Bosse hemos señalado ya el proce­
hecho Bosse— como resistencia ante la im­ der de una cultura que se defiende de las
posición de otros modelos culturales. Un imposiciones del invasor y desarrolla es­
estribillo brasileño nos dice: "el ocio vale trategias de sobrevivencia. Por lo demás,
más que el negocio". Se trata de una cul­ el modelo de producción capitalista no
tura que valora el gozo y, desde luego, no encaja fácilmente en otros modelos eco­
está obsesionada por la máxima ganancia nómicos que además están incrustados en
económica. En todo esto es fácil detectar otra visión del mundo. Hemos menciona­
una veta humanista de tonalidad marxista do también las complejidades de una
en las famosas palabras de un anciano mo­ identidad débil que desemboca en un de­
ribundo italiano a sus hijos: "¡Nunca per­ sempeño ineficaz que, a su vez, parece de­
mitan que su ocupación degenere en venir en "síndrome latinoamericano".
trabajo!" (Bargini, citado en Dealy, 1991, Señalemos ahora un factor estudiado
p.217). por González Casanova. González Casano­
Lo que el ahorro y la templanza son pa­ va ha hecho hincapié en que probable­
ra los protestantes, lo son la generosidad y m e n t e sea u n a característica de la
la fastuosidad para los latinos. Nosotros mentalidad de los conquistados el hecho
no traemos ni el protestantismo ni el capi­ de elevar lo "nuevo" (o sea, a los conquis­
talismo en la sangre, sino la herencia de tadores) al reino numinoso de su Dios. Es
raúl páramo ortega 193

decir, se efectúa una transferencia de aba­ Si no hay conciencia del trauma recibi­
jo hacia arriba: de lo terrenal a lo divino, do, si no queremos ni siquiera hablar de
de lo imperfecto a lo perfecto, de lo cono­ él, disminuyen las posibilidades de asimi­
cido a lo desconocido. Lo nuevo (españo­ larlo. Sólo elaborando el trauma podre­
les) es considerado superior a lo viejo mos afianzar nuestra verdadera identidad
(ellos mismos). Por otro lado, el conquis­ con todos sus componentes. De ahí po­
tador europeo transfiere de arriba hacia dríamos sacar fuerza interior para recons­
abajo lo desconocido (la alteridad del indí­ truirnos y rebelarnos de la prosecución de
gena) a lo conocido. Lo nuevo es conside­ la conquista realizada ahora por otros me­
rado como inferior a lo viejo, o sea, la dios y por otros agentes imperiales, que
transferencia es —repito— hacia abajo. Es­ ya no son los que hablan castellano y por­
toy consciente de que estas formas dife­ tugués. Quiero señalar aquí que todos los
r e n t e s de c o m p o r t a r s e frente a lo intentos emancipatorios y de verdadero
totalmente nuevo requieren profundas in­ progreso que no partan de la base de re­
vestigaciones que incluyan el contexto his­ construir nuestra golpeada identidad,
tórico y cultural. nuestra dañada base cultural, seguirán con­
denados a fracasos reiterados. Con esto
no pretendo apartar mi mirada de los fac­
7. La memoria como prerrequisito tores macroeconómicos, ni de los comple­
de cualquier emancipación jos asuntos sociológicos y de toda índole
que nos determinan. Simplemente quiero
La emancipación de los pueblos latinoa­ destacar que olvidar lo "inconsciente cul­
mericanos no podrá seguir esquivando la tural" (Erdheim) y el llamado "factor sub­
necesidad de rescatar del olvido la afrenta jetivo" (en este caso, factor subjetivo
de la invasión y del régimen colonial esta­ no-individualista) puede seguir acarrean­
blecido por los invasores. Por otro lado, do graves dificultades para consumar la
¿de dónde sacará fuerzas el continente la­ lenta "segunda emancipación" que ponga
tinoamericano para defenderse de otras fin a la "interminable conquista" 7 (Diete-
invasiones silenciosas del imperio del nor­ rich, 1990). Desviándome un poco, permí­
te si aún no se ha recuperado del imperio tanme recordar que algunos tropiezos
lusoespañol y del imperio vaticano? Se­ graves del socialismo tienen que ver, a ni­
guir olvidando es, entre otras cosas, seguir vel teórico, en confundir el "factor subjeti­
sometidos a los que están interesados en vo" con el individualismo burgués. Las
que no recordemos la ignominia. Freud corrientes de ideas que predominaron im­
insistió en que el adulto, mediante el resca­ pidieron ver que en Marx-Engels estaba
te del recuerdo, se emancipa de la infancia. amplia y agudamente considerado dicho
El recuerdo es para Freud eminentemente factor. La psicología oficial soviética, en
emancipador, tanto para los individuos manos de Pavlov, tuvo que ver con la im­
como para los pueblos. La culpabilidad de portante desviación teórica de tan gran­
los invasores tiene interés en que no sean des consecuencias (Páramo Ortega, 1983).
recordados sus crímenes, sobre todo Hablando de la importancia del recordar,
cuando éstos han sido asociados a una su­ mencionemos las palabras del cineasta
puesta religión verdadera: el catolicismo. Akira Kurosawa, testigo presencial del es­
tallido-de la bomba atómica en Nagasaki:
194 documentos

...Lo que quisiera transmitir es el tipo de mation Latainamerika, núm. 142, febrero,
heridas que dejó la bomba atómica en el pp. 41-44.
corazón de nuestra gente. Yo recuerdo Bitterli, Urs. (1984), Begegnung, Beziehung
bien el día de la explosión y todavía hoy und Zusammenstop von Kulturen Zeítschrift
no puedo creer que aquello haya ocurri­ fürKulturaustausch, núm. 34,Jg., p. 233.
do en la realidad de este mundo. Pero lo Bittorf, Wilhelm (1991), "Der Raub der neuen
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1933. 1600 a 1605.
2
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Origen-Seix Barral, Barcelona, 1985. ción de López Ballesteros.
raúl páramo ortega 197
3 5
Las luchas independentistas en América Los biólogos hablan también de "herencia
Latina ofrecen múltiples ejemplos de cómo es­ exogenética* o exosomática (cfr. Medawar,
te mecanismo de identificación con el agresor 1983). Acerca de un lamarckismo resucitado,
cobró formas de contrainsurgencia, de contra­ véase Reitz (1991).
6
rrevolución. Veamos un ejemplo del estupen­ La formulación más simple de este estado
do libro de Hamnett (1978): "En realidad, los de cosas es: "de esto o de aquello no hay que
oficiales realistas mexicanos, Anastasio Busta- hablar nunca". Por otro lado, el enfoque psi-
mante, Manuel Barragán, Luis Cortázar, Ma­ coanalítico de los problemas familiares nos da
nuel Gómez Pedraza, Agustín Iturbide, Gabriel luz, no sólo respecto de la transmisión de con­
Armijo y otros formaban las verdaderas colum­ flictos de generación en generación, sino preci­
nas del poderío español" (aquí Hamnett cita al samente de las vías de operación de la cultura.
mexicano Zavala): "Calleja mismo, como el Berenstein (1989, p. 117) lo resume así: "La es­
consulado de México, temían que un ejército tructura familiar inconsciente es un operador a
mixto de criollos y mestizos pudiera un día ac­ través del cual se generan significaciones pro­
tuar por su propia cuenta haciendo a un lado a venientes de la cultura".
los europeos. 7
El británico Norman Lewis (1991) ha des­
4
Recientemente, a propósito de la personali­ crito los devastadores efectos de la mancuerna
dad de Gorbachov y su influencia en la marcha entre intereses religiosos y económicos de gru­
de la historia, véase el artículo de Theo Som- pos protestantes estadounidenses en América
mer (1991), que rescata el "factor subjetivo" en Latina.
el seno del marxismo.

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