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EL MITO DE ARACNE

Aracne es hija de Idmón un tintorero y


nació en Lidia. La joven era muy famosa
por tener gran habilidad para el tejido y el
bordado.

Cuenta la leyenda que hasta las ninfas del


campo acudían para admirar sus hermosos
trabajos en tales artes. Tanto llegó a crecer
su prestigio y popularidad que se creía que
era discípula de Átenea (diosa de la
sabiduría y de las hiladoras).

Aracne era muy habilidosa y hermosa, pero tenía un gran defecto: era demasiado orgullosa.
Ella quería que su arte fuera grande por su propio mérito y no quería deberle sus habilididades
y triunfos a nadie. Por eso, en un momento de inconciencia, retó a la diosa, quien por supuesto
aceptó el reto. Primero, se le apareció a la joven en forma de anciana y le advirtió que se
comportará mejor con la diosa y le aconsejó modestia.

Aracne, orgullosa e insolente desoyó los consejos de la anciana y le respondió con insultos.
Atenea montó en cólera, se descubrió ante la atrevida jovencita y la competencia inició. En
el tapiz de la diosa, mágicamente bordado se veían los doce dioses principales del Olimpo en
toda su grandeza y majestad. Además, para advertir a la muchacha, mostró cuatro episodios
ejemplificando las terribles derrotas que sufrían los humanos que desafiaban a los dioses.

Por su parte, Aracne representó los amoríos deshonrosos de los dioses, como el de Zeus y
Europa, Zeus y Dánae, entre muchos más. La obra era perfecta, pero Palas encolerizada por
el insulto hecho a los dioses, tomó su lanza, rompió el maravilloso tapiz y le dio un golpe a
la joven. Ésta sin comprender, se siente totalmente humillada y deshonrada, por lo que
enloquece y termina por ahorcarse.

Sin embargo, Palas Atenea no permitió que muriera sino que la convirtió en una araña, para
que continuara tejiendo por la eternidad.
Otra versión nos cuenta que Aracne tenía un hermano llamado Falange. Mientras ella
aprendía con Palas Atenea las artes del tejido, Falange aprendía el arte de la guerra. Todo
iba bien, hasta que la diosa descubrió que entre los hermanos existía una relación impía e
incestuosa, por lo que los castigó convirtiéndolos en animales.

LEYENDA GRIEGA DE EDIPO

Edipo

Labdaco, de la familia de Carmo, tuvo un hijo llamado Laio, el cual, después de la muerte de
Antión y de Zeto, usurpadores del trono cadmeio, fue rey de Tebas y se casó con Yocasta,
hermana de Creón, hija de Meneceo. Como este matrimonio era estéril, los esposos se
encaminaron a consultar el oráculo de Apolo, y les respondió la Pitia que, en caso de nacerles
un hijo, éste mataría a su padre.

Al poco tiempo, Yocasta dio a luz un niño. Laio, temeroso del cumplimiento del oráculo,
abandonó al recién nacido en el monte Citerón. Agujereados los pies y atados con fuertes
ligaduras, quedó pendiente de un árbol. Pasó por allí el pastor Forbas, quien apiadándose de
la criatura lo recogió, llamándole Oidipus, a causa de la deformidad de sus pies, y lo llevó al
palacio de su amo, el rey de Corinto, Polibo.

Tanto el rey como la reina Merope, quedaron encantados con el niño y resolvieron adoptarlo.
Edipo creció así bajo la tutela y amparo de los reyes y como si fuera hijo de los soberanos.
Ya crecido, se dio cuenta de que el pueblo corintio le hacía objeto de crueles mofas, y oyó
en reiteradas ocasiones que se ponía en duda su descendencia de la regia estirpe.

En seguida se dirigió a Delfos, y el oráculo, sin revelarle el secreto de su nacimiento, le


anuncia que él será el matador de su padre y que cometerá incesto con su madre. Preso de
horror y repugnancia, persuadido como estaba de que Polibo era su padre y Merope su madre,
no quiso volver a Corinto, y tomó el camino de la Pócida.
El destino inexorable iba, sin embargo, a cumplirse, a su pesar. En el camino que conduce de
Delfos a Daulis, donde se parte en dos, y al ir a tomar Edipo el de Tebas, un carro tirado por
poderosas mulas le obstruyó el paso, y una voz injuriosa y dominante le ordenó con
insolencia que dejara libre el camino. Irritado, contestó en mala forma el joven Edipo y
trabándose en lucha con los ocupantes del carro dio muerte al dueño y a sus cinco escuderos:
Edipo había dado muerte, sin saberlo, a su padre Laio.

A consecuencia de este crimen, Creón, hermano de Yocasta, ocupó el trono de Tebas. Poco
tiempo después un monstruo terrible, que tenía cabeza y seno de mujer, cuerpo de perro,
garras de león, alas de águila y una cola armada de un dardo agudo, hacía sensibles estragos
en el país. Era la Esfinge, mandada por Juno para vengarse de ofensas e impiedades de los
tebanos: apostada en el monte Fikión, en las cercanías de Tebas, proponía terribles enigmas
a cuantos pasaban, y devoraba o arrojaba a las olas a quienes no respondían
satisfactoriamente.

Ya llevaba causadas numerosas víctimas, y el rey Creón, queriendo poner término al mal,
ofreció su corona y la mano de su hermana Yocasta a quien lograse vencer al monstruo. En
esa época llegó a Tebas Edipo, y se resolvió a tentar la suerte. Fue en busca de la Esfinge y
oyó de sus labios estas preguntas: ¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies por la mañana, dos
al mediodía y tres por la tarde?

Edipo resolvió en seguida la cuestión que a tantos había costado la vida.

Ese animal -contestó- es el hombre, que por la mañana, es decir, en su infancia, anda con pies
y manos (gateando), al mediodía, esto es, en la plenitud de la edad, se sostiene sobre sus
piernas, y en la tarde de la vejez necesita de un bastón para apoyarse.

Apenas terminó de pronunciar estas palabras, la Esfinge se arrojó del monte a las olas que
había devorado a tantos tebanos. Vencedor, Edipo obtuvo a la vez el cetro de Creón y el lecho
de Yocasta, su propia madre, y tuvo con ella cuatro hijos, dos varones, Eteocles y Polinices,
y dos mujeres, Ismene y Antígona, con lo que las dos partes del oráculo si vieron así
confirmadas.
El incesto no tardó en atraer la cólera de los dioses, los que lanzaron una espantosa epidemia
que diezmó al país. Las crías de los animales y los hijos de los humanos se deshacían en el
seno de sus madres antes de germinar. Consultado en la emergencia el oráculo, señaló como
causa del azote la muerte violenta de Laio, y como único remedio el descubrimiento y la
expulsión del culpable. Edipo profiere entonces las más atroces imprecaciones contra el
desconocido criminal, mas no tarda en saber toda la horrible verdad. El adivino Tiresias, a
quien acosa a preguntas, le revela el doble secreto: el homicida es el mismo Edipo; él también
se ha casado con su madre: parricida e incestuoso, su raza será maldita.

Enloquecida Yocasta se ahorcó, colgándose de una viga de su palacio. Edipo se arrancó los
ojos; sus hijos lo expulsaron de Tebas y luego se disputaron el trono espada en mano.

Edipo abandona Tebas maldiciendo a sus hijos y solo cuenta en su peregrinaje con la ternura
filial de Antígona, que le sirve de compañía y guía. Llegan así cerca de una aldea de Atica,
llamada Colona, donde había un bosque consagrado a las Euménides. Teseo, que gobernaba
a la sazón entre los atenienses, acoge favorablemente a los viajeros y, a poco, se oye un
espantoso trueno que Edipo lo considera como augurio de su próxima muerte y marcha sin
guía al lugar donde debe expirar.

Al llegar se sienta en una piedra, se desciñe sus vestiduras de luto, y después de haberse
purificado, se pone el lienzo con que acostumbraban a cubrir a los muertos; hace alejar a su
hija, y llamando aparte a Teseo la recomienda a su .favor. La tierra tiembla en ese momento
y se entreabre con suavidad para recibir a Edipo sin causarle violencia ni dolor, y Teseo, que
está presente, es el único en saber el secreto de su muerte y el lugar de su sepultura.
UNIONES EXTRAMARITALES

Afrodita
Es la diosa de la belleza entendida como deseo, esposa infiel, amante caprichosa, burladora
de dioses y hombres y, sobre todo, seductora. Es hija de Urano, resultado de la espuma que
surgió de lo que un día fueran atributos viriles de este dios, tras la amputación sufrida a manos
de su hijo Cronos. Aunque otro mito considera que nació de los amores de Zeus y Dione, la
ninfa hija de Urano y Gea.

Alcmena
Zeus se transformó en el vivo retrato de Anfitrión, esposo de Alcmena y rey de Tebas, para
poder usurpar como marido la compañía de la gentil reina Alcmena. La treta funcionó a la
perfección y de tal amor surgió nada menos que Heracles, el Hércules de los romanos, el más
poderoso héroe de la antigüedad.

Antíope
Es la hija del rey Nícteo de Beocia. Para conquistarla, Zeus se hizo pasar por un modesto
pero erótico sátiro y el encantamiento hizo el oportuno efecto. No hay que confundirla con
su homónima Antíope, reina de amazonas y esposa del gran Teseo.
Calisto
Fue una hermosa ninfa que Diana, la diosa cazadora de los romanos, hija de Zeus, que la
tenía en alta estima. Como esposa celosa de Zeus, Juno no compartía esta opinión y convirtió
a la gentil ninfa en osa; Zeus, conmovido, hizo que la madre y el hijo de su unión pasaran a
ocupar un puesto privilegiado en el cielo, como Osa Mayor y Osa Menor.

Ceres
Es la Deméter de los latinos, hija de Saturno y Cibeles y, por tanto, hermana de Zeus. Los
lazos de sangre no evitaron que surgiera un apasionado amor entre ambos. Casi todos los
estudiosos de la mitología coinciden en calificar a Ceres como la divinidad de las cosechas y
los frutos que provienen de los cereales y además como una viajera infatigable, porque
recorrió el mundo en busca de su hija Perséfone o Proserpina.

Climene
Es una de las numerosas esposas que tuvo el rey de los dioses y de los hombres, Zeus. Fruto
de su unión nació Atlas, aquel gigante condenado a soportar el peso de todo el firmamento
sobre sus espaldas por luchar del lado de Cronos en la batalla contra su hijo Zeus.
Dánae
Es la hija del rey de Argos, Acrisio, a quien un oráculo anunció que su nieto acabaría con su
vida. Para intentar torcer la voluntad de su destino, decidió encerrar a su única hija en una
torre de bronce, o en una cueva, según las distintas leyendas. Zeus, excitado sin duda por la
dificultad, se transformó en una sutil lluvia de oro y consiguió su propósito, engendrando al
buen Perseo. Involuntariamente, el nieto causaría la muerte de Acrisio, al lanzar una jabalina
que, en lugar de probar la fuerza y destreza del joven, afirmaría el poder de los oráculos y la
inexorabilidad del destino.

Deméter
Es la diosa de la agricultura en el panteón griego, que luego se llamaría Ceres en el romano.
Además es esposa y hermana de Zeus, como la celosa y vengativa Hera. Demeter representa
la unión, permitida sólo a los dioses y a los héroes, incestuosa por excelencia. Perséfone, la
Proserpina de los romanos, nació de este amor.
Dione
Fue una ninfa, hija de Urano u Océano y Tierra o Tetis, de quien se enamoró en su día Júpiter
ardientemente. Venus es fruto de su relación, según aquellas versiones latinas que preferían
aceptar que su diosa de la belleza y el amor procedía del apasionado romance de Dione y
Júpiter, antes que de la castración de Urano a manos de su hijo Cronos.

Egina
Es la ninfa que nació de un río de Beocia, del Asopo. Zeus tuvo que adquirir la apariencia de
una llama tan ardiente como su pasión por la hermosa ninfa para eludir la celosa vigilancia
de su padre. Fruto de su amor nacieron dos varones: Eaco y Radamanto. Tras la pasión y la
correspondiente maternidad, Zeus se portó como un caballero, ya que dio forma de isla a
Egina para evitar que su airado y decepcionado padre la castigase.
Eurinome
Dio a luz a tres famosas hijas, ya que Eurinome es la madre de las tres Cárites, es decir, las
tres Gracias para los latinos, Eufrosina, Talía y Aglae, resultado de su relación sentimental
con Zeus/Júpiter. Por su parte Eurinome era hija de Océano y Tetis, hermana, por tanto, de
Dione. Según buena parte de las leyendas, consiguió la felicidad eterna gracias a su unión
amorosa con el rey de los dioses y de los hombres.

Europa
El rey Agenor de Fenicia estaba muy orgulloso de la belleza y de los muchos dones de su
hija Europa, tantos que llegaron a oídos de Zeus. Convertido en toro, el dios del Olimpo
arremetió contra el grupo de jóvenes doncellas que rodeaban a Europa en su baño, para luego
llevársela hasta la isla de Creta montada en su lomo. Allí, Zeus y Europa vivieron un
apasionado romance y de su unión nacieron tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamanto,
quienes llegarían a ser jueces de los infiernos.
Hera
Ocupa un lugar preferente en el Olimpo como hermana y esposa oficial de Zeus. Su
personalidad, por tanto, estará dominada por los celos que le provocan las numerosas
relaciones extramatrimoniales de su marido y las artimañas que tiene que elaborar para acabar
con ellas. Por eso, representa la mujer inquisitiva por excelencia. Zeus y Hera se casaron en
un mes de Gamelión, según dice la tradición, y por eso ese será el mes invernal y matrimonial
por antonomasia en la Grecia clásica, al menos en palabras de Hesíodo, que precisaba que la
boda se celebró el día cuatro de ese mes.

Lo
El rey de Argos Inaco tuvo la fortuna de contar con la bendición de una hija hermosa, Io,
tanto que Zeus terminó por enamorarse de ella y hacerla su amante. Como Hera, que no
estaba dispuesta a ser la comidilla de los cielos, se propuso interrumpir los devaneos de su
marido, Zeus decidió ocultar a la terrenal belleza bajo la apariencia de una vaca. De su unión
nacería Epafo y los griegos fueron subiendo de categoría a la hermosa Io hasta hacer de ella
una deidad de la Luna, en paralelo con otras mitologías, especialmente con la egipcia, en las
que su representación gozaba de merecida fama y consideración.

Leda
Estaba casada con Tíndaro, rey de Esparta, y su matrimonio discurría con normalidad y sin
sobresaltos. Al menos, hasta que se presentó ante la bella Leda un no menos hermoso cisne.
La joven esposa se dejó embelesar con la graciosa ave, que en realidad era la apariencia que
el astuto Zeus eligió adoptar. La pareja no tuvo hijos, sino huevos: cuatro, para ser más
exactos, que al abrirse dieron vida a Cástor, Pólux, Helena de Troya y Clitemnestra.

Latona

Esta divinidad, hija de un titán llamado Ceo, y de la buena Feba, tuvo amores clandestinos y
fuera del estricto círculo olímpico con Zeus. Cuando se enteró la celosa y airada Juno la
emprendió contra Letona hasta el punto de que su rivalidad se hizo famosa y terminó por
convertirse en la nota que caracterizara a la atractiva dama Latona.
Maya
Es una de las siete hijas de Atlas, es decir, una de las pléyades y, por tanto, la nieta de Zeus.
Sin reparar en el parentesco que les unía, Zeus mantuvo relaciones íntimas con Maya de las
que nació Hermes. La leyenda cuenta que Maya y sus hermanas fueron perseguidas por el
gigante y guerrero Orión, hasta que el Cielo las salvó convirtiéndolas en estrellas, formando
el grupo que mantiene para siempre el nombre de Pléyades. Maya fue también conocida con
el nombre de Leto y lo compartía con un dios de la luz y la verdad, encarnado en el Sol.

Menalipa
Se trata de una hermosa ninfa que ocupó durante un tiempo las noches románticas de Zeus.
La relación que vivieron motivó que naciera un niño con atributos meteorológicos como los
del padre, el rey de los cielos. El hijo no será otro más que Eolo, divinidad de los vientos.
Mnemosina
Como su nombre hace suponer, Mnemosina era la diosa de la memoria, hija de Urano y Gea,
y, por tanto, tía de Zeus. De la relación que mantuvieron tía y sobrino nacerían las nueve
musas protectoras de las artes: Calíope, de la elocuencia y la épica; Clío, de la historia; Erato,
de la elegía; Euterpe, de la lírica y la música; Melpóneme, de la tragedia; Talía, de la comedia;
Terpsícore, de la danza; Urania, de la astronomía; y Polimnía, del canto sagrado.

Semele
Es hija de Cadmos, el rey de Tebas que sembró a sus propios súbditos utilizando como
semilla propicia los dientes de un dragón. Con Semele, Zeus tuvo a un popular dios de la
vegetación y, sobre todo y antes que nada, del vino y su euforia, Dionisos, es decir, el Baco
de los romanos. Semele siempre estuvo orgullosa de su hijo porque la salvó de las tinieblas
del Averno y la transportó al Olimpo, cosa que su poderoso amante Zeus no hizo o no quiso
hacer.
Taigete
Es una dulce y bonita pléyade, hija de Atlas y Pleyona, hermana, por tanto, de Alción,
Astérope, Celeno, Electra, Maya y Mérope. Zeus mantuvo con Taigete un romance pasajero,
dentro de su habitual coqueteo con estas deidades menores, pero con características
sumamente atractivas a los ojos de los humanos y de los divinos miembros del Olimpo.
También esta pasión tuvo su fruto: Amidas, el héroe de Laconia.

Temis
Es la hermana mayor de Cronos, por tanto, tía y segunda esposa de Zeus y además madre de
divinidades temibles por su implacabilidad con los mortales en su hora final. Concretamente
Temis es la diosa de la justicia y la responsable de todas las leyes y normas, laicas o religiosas,
que los humanos deben cumplir para vivir en armonía con los dioses y entre ellos. Pero
además Temis es la madre de las Horas y de las Parcas.
El mito de Pandora

Según el mito hesiódico, Pandora es la primera mujer, como Eva en la religión judeocristiana.
Hefesto (dios del fuego) la modeló a imagen y semejanza de las inmortales, y obtuvo la ayuda
de Palas Atenea (diosa de la sabiduría). Zeus ordena su creación para castigar a la raza
humana, por que Prometeo se había robado el fuego divino para darselo a los hombres.

Cada dios le otorgó a Pandora una cualidad como la belleza, la gracia, la persuación, y la
habildad manual, entre otras; pero Hermes (mensajero de los dioses, e intérprete de la
voluntad divina) puso en su corazón la mentira y la falacia.

Según Los Trabajos y Los Días de Hesíodo, había una jarra que contenía todos los males.
Pandora apenas la vio, la abrió y dejó que los males inundaran la tierra. Para cuando logró
cerrar la jarra, lo único que quedaba adentro era la esperanza, por lo que los humanos no la
recibieron. De este mito proviene la expresión ‘abrir la caja de Pandora’. En esta tradición,
Pandora representa la perdición de la humanidad al igual que Eva.

De acuerdo con otra tradición, la jarra contenía más bien todos los bienes y Zeus se la entrega
a Pandora, para que se la regale a Epimeteo el día de su boda, pero ella la abrió
imprudentemente, y todos los bienes se escaparon y volvieron al Olimpo (lugar donde viven
los dioses), dejando a los hombres afligidos por todos los males, con el único consuelo de la
esperanza.

Epimeteo era hermano de Prometeo, Atlante y Menecio, hijo de Japeto y Clímene. Es un titán
(primera generación de dioses, descendientes de Gea y Urano). Cuando Prometeo engañó a
Zeus y le robó por fin el fuego sagrado, estaba seguro que debía esperar un castigo. Por esto,
le prohíbe a su hermano que reciba regalos de Zeus, pero Epimeteo al ver la belleza de
Pandora no pudo contenerse. Epimeteo, entonces es el culpable de las desgracias de la raza
humana.
Midas

Midas, hijo de Gordio y Cibeles, era el rey de Frigia. En todos los mitos en los que aparece,
nunca se le representa como una persona demasiado inteligente.

Tras la muerte de Orfeo, Dioniso dejó Tracia. Su viejo guardián Sileno, bebido como
siempre, «ebrio de vino y años» (Ovidio) se perdió por el camino y fue recogido por los
agricultores frigios, que le llevaron ante Midas. El rey, que ya había sido iniciado en el culto
que se le rendía a Dioniso, reconoció de inmediato al anciano y organizó un banquete con
diez platos en su honor. Después le llevó hasta el dios de nuevo y éste, encantado de tener de
nuevo a su viejo maestro a su lado, quiso agradecer el gesto de Midas y le concedió tres
deseos. Midas deseó que todo lo que tocase se convirtiese en oro. El deseo se cumplió y,
aunque al principio estaba encantado con la novedad, muy pronto se vio rodeado de lujo y
brillo y hasta lo que intentaba comer se endurecía al convertirse en metal. Incluso el vino, un
don de Dioniso, se convertía en oro líquido al tocar sus labios.

Al darse cuenta de que así estaba condenado a morir de hambre y sed, Midas le rogó al dios
que le liberase de sus «manos de oro». Así lo hizo Dioniso, que le ordenó lavarse las manos
en el río Pactólo, donde siempre se ha encontrado oro desde entonces.

Midas ya no necesitaba riquezas ilimitadas, pero eso no hizo que adquiriese un poco de
cordura. A menudo pasaba los días al aire libre, convirtiéndose en un devoto seguidor de Pan,
dios de la naturaleza que había conseguido tal virtuosismo con la flauta que llegó un momento
en que se atrevió a retar a un concurso nada menos que a Apolo, para demostrar quién era
mejor, tal y como ya había ocurrido con el infortunado sátiro Marsias (ver Marsias). Tmolus,
el dios de la montaña, sería el juez de la competición. Midas estuvo presente en el concurso
y se mostró incondicionalmente entusiasmado ante la actuación de Pan. Pero a continuación
Apolo interpretó una pieza magistral que convenció a Tmolus para darle el premio. Todos
estuvieron de acuerdo con la decisión menos Midas, que incluso llegó a protestar. Apolo se
puso tan furioso ante tanta estupidez y desconocimiento sobre el talento musical, que
convirtió sus orejas en las de un burro.
Midas, cuyo carácter no era divino sino muy humano, estaba, por otro lado, avergonzado de
esta circunstancia y decidió desde entonces cubrirse la cabeza con el tocado tradicional en
Frigia. Sólo su barbero conocía su deformidad y estaba obligado a guardar el secreto, pero el
peso de la promesa era tal que no pudo resistirlo e hizo un agujero en la tierra en el que
susurró que Midas tenía orejas de burro. Después de quitarse ese peso de encima, tapó el
agujero y regresó a casa. En el punto en el que había susurrado brotaron unos juncos que
proclamaban sus palabras cada vez que soplaba el viento y así todo el mundo pudo saber que
el rey tenía orejas de burro.

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