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Extractos de la
conversación del Hno.
Buteau con Monseñor
Gayot, S.M.M
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Estadísticas SMM
a 31. 12. 2009
20
Bibliografía
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NOTICIAS OFICIALES
N UE V O E CÓ NO M O G E NE R A L
El 15 de marzo 2010, el Superior General, con el consentimiento de su
Consejo, Monfortianos Hoy 232, nombró al P. Adriano DALLE PEZZE, de la
Provincia de Italia, Ecónomo General.
Hasta el mes de junio el correo de los ecónomos de las entidades será dirigido
al P. Luiz Augusto STEFANI quien hasta entonces será ecónomo general.
Agradecemos al P. Luiz Augusto Stefani que quiso prestar este servicio
hasta hoy.
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S an Luis Mar ía d e Montfort
y el año sace rdota l.
Un nu ev o pu e bl o de cons a gr a dos .
San Luis María Grignion de Montfort, 1673-1716, es conocido sobre todo por la
espiritualidad mariana, que no es comprendida como una simple devoción, que recoge
algunas prácticas marianas específicas, como la
consagración a Jesús por María, o el rosario, u otros
actos externos similares. La dimensión mariana que es
ciertamente el centro de su enseñanza, es ante todo un
camino, el camino por excelencia, para ir a Jesucristo y
conformarse perfectamente a él, para vivir plenamente
en el Espíritu Santo, para la gloria de sólo Dios.
El itinerario de santidad propuesto por Luis
María se encuadra perfectamente en el horizonte
eclesial, en el cual somos llamados a vivir fielmente
nuestro bautismo, a crecer en la comunión con Dios, a
trabajar en la caridad para instaurar el Reino de Dios en
las almas. Jesucristo es el único maestro, modelo y guía,
que nos amó plenamente como lo demostró en la cruz.
María nos es dada como madre, para que viviendo como hijos suyos, teniedo su mismo
espíritu, seamos copias vivientes de Jesucristo, hijos del Padre en el Espíritu Santo.
La experiencia espiriutal de Montfort, de donde emana su enseñanza, es la
respuesta a la vocación sacerdotal que experimentó desde su juventud. Su sed de
perfección, su celo ardiente y su total disponibilidad a Dios, no tuvieron mejor realización
que la opción de hacerse sacerdote. Quiso dejarse formar en el seminario de San Sulpicio,
por maestros experimentados en la preparación de los sacerdotes previsto por el Concilio
de Trento, en un ambiente espiritual marcado por la sabiduría de hombres santos como
Bérulle, Olier, Eudes y tantos otros.
Bien preparado por los estudios en la Sorbona, Montfort quiso, sin embargo,
privilegiar la ciencia de los santos, compuesta de teología y experiencia espiritual; y quiso
ser misionero popular, de parroquia en parroquia, para responder a las grandes necesidades
de la Iglesia de su tiempo, con obispos y sacerdotes bien formados, pero con un pueblo
muy necesitado de instrucción, sobre todo en los campos. En obediencia a los obispos y
siempre en el contexto de una pastoral oficial, Montfort se hace mediador especial entre la
doctrina académica y el lenguaje del pueblo. Fue un genio como traductor popular, al
encontrar y redescubrir signos y símbolos, al proponer prácticas externas capaces de
transferir contenidos profundos de manera sencilla, comprensible y fácil de poner en
práctica.
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Su sacerdocio ministerial era interpretado según una manera de responder a las
necesidades específicas de la Iglesia. La importancia dada a los sacramentos de la
Reconciliación y de la Eucaristía se expresaba en la preparación por la catequeiss y la
predicación, por el ministerio de la Palabra, y en las celebraciones litúrgicas solemnes
masivas: misiones populares, ejercicios espirituales, procesiones, construcción de
calvarios, restauración de iglesias.
De su experiencia personal, Montfort deduce orientaciones para un estilo de vida,
una prioridad y sensibilidad espiritual que propone a los misioneros que quisiera tener
consigo, válidas en todo tiempo y aplicables a todos los que en la Iglesia son agentes de
pastoral. La Súplica Ardiente, en forma de Oración medieval, es un verdadero tratado
teológico de la misión, en su contexto trinitario, en la centralidad cristológica y en el
aliento eclesial. En ella pide apóstoles «de fuego», libres con la libertad de Dios,
abandonados a la Providencia, desprendidos de todo, ligeros como nubes, disponibles al
soplo del Espíritu, que estén en contemplación sobre la montaña santa que es María,
activos y prontos para toda empresa importante para la gloria de Dios, a fin de que
«el mundo sea renovado y la Iglesia reformada».
Montfort retoma estos grandes ideales en las reglas que escribió para sus
misioneros, pero en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, 56-59,
los propone a todos los fieles a quienes invita a dejarse formar por María, para ser
los continuadores de la misión y los «apóstoles de los últimos tiempos», que vayan por
el mundo con la cruz sobre sus hombros, el rosario en la mano, «ladrando como perros»
para anunciar la verdad de Jesucristo.
Así, la doctrina espiritual de San Luis María, presentada en sus fundamentos
teológicos, y sobre todo a partir de su dimensión mariana, proyecta también luz sobre la
dimensión sacerdotal de la vida de todo bautizado, lo que se llama ‘el sacerdocio común
de los fieles’. El año sacerdotal no puede excluir esta referencia, ya que el Concilio
Vaticano II relaciona el sacerdocio ministerial o jerárquico con el sacerdocio común de
los fieles, al decir que «el uno y el otro se ordenan recíprocamente, porque cada uno en
su propia forma participa del único sacerdocio de Cristo»: L .G . 10.
En línea con la teología beruliana, Montfort pone como fundamento de su doctrina
el misterio de la Encarnación, con las funciones de María en primer plano. El Verbo
se hizo carne en María. La naturaleza humana asumida en la persona de Cristo es
el fundamento de su entidad sacerdotal, soberano, eterno pontífice entre Dios y el mundo,
según la Carta a los Hebreos. En su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima
Virgen, nn. 16 ss, Montfort presenta la Encarnación como la obra de la Trinidad que
toma la iniciativa y realiza la redención de la humanidad, sólo después de haber pedido
el consentimiento de María, un consentimiento libre y a la vez determinante,
en representación también de todos nosotros. En ese momento, María fue la interlocutora
de Dios en nombre de la humanidad entera. El «Hé aquí que vengo» de Jesús: Heb. 10, 7
corresponde al «Hé aquí la esclava » de María: Lc 1, 38; el gran puente entre Dios y la
humanidad, en el momento de la Encarnación se apoya por parte de la humanidad en
el consentimiento de María.
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Como consecuencia de este primer misterio, prototipo de todos los otros,
no solamente de la vida histórica de Cristo, sino también en el tiempo de la Iglesia,
Montfort resalta la participación de María en la obra redentora de Cristo. De modo
particular en la escena al pie de la cruz, Jesús explicita el dinamismo de la presencia de
María en el camino espiritual de todo cristiano: cf Jn 19, 25-27. Dice a su Madre:
¡Ahí tienes a tu hijo! Y a todo discípulo Jesús le dice: ¡Ahí tienes a tu madre! Así, todo
creyente según el modelo de María y en la medida en que vive su mismo espíritu, participa
del sacerdocio supremo y eterno de Jesucristo. Un sacerdocio, como explica el Concilio,
que nos consagra para formar un templo espiritual, para ofrecer –por nuestras obras–
sacrificios espirituales y hacer conocer las maravillas de Dios. Perseverando en la oración
y en la alabanza de Dios, nos ofrecemos a nosotros mismos como víctimas vivas, santas y
agradables a Dios, y damos testimonio de Cristo: cf LG 10.
La descripción de la identidad saccerdotal de todo creyente corresponde al ideal
que Montfort propone a todos los bautizados. La «verdadera devoción» que enseña es
una escuela de santidad, que acompaña al cristiano desde su primera conversión hasta
la perfección de la santidad. La misma práctica de la consagración total de sí mismo
a Jesucristo por manos de María, vista como renovación de las promesas del bautismo,
es un camino progresivo de conformación a Cristo y de transformación de nuestra vida.
La ofrenda de sí mismo como sacrificio espiritual lleva a la Eucaristía, celebrada y vivida
cada día. No es por azar que el Tratado de la Verdadera Devoción termina con las
indicaciones que deben guiar al consagrado en su manera de vivir la Eucaristía, pues
en ella está el culmen de la comunión con Cristo.
María es mujer «eucarística» en toda su vida, por haber ofrecido su seno virginal
para la Encarnación del Verbo, por haber creído y dado su aceptación como el amén del
fiel que recibe el cuerpo del Señor, por haberse ofrecido ella misma toda entera, hostia
viva, en sacrificio de holocausto : cf ‘La Iglesia vive de la Eucaristía’, 53 ss. Montfort nos
hace pedir el corazón mismo de María: Tratado, 266, para que seamos ofrenda viva digna
en el sacrificio de alabanza de nuestro sacerdocio.
En fin, el apostolado consiste en «hacer conocer las maravillas de Dios» y en
«dar testimonio de Cristo», otra dimensión necesaria del sacerdocio de los fieles.
Como María trajo a Cristo al mundo en la Encarnación, también para nosotros Jesús viene
a los corazones en el tiempo de la Iglesia y hasta el fin de los tiempos. Para Montfort una
fe madura debe llevar a la misión, haciendo conocer a los demás la bondad de Dios,
abriendo las almas a la salvación, apresurando la venida del Reino de Dios al Mundo.
Es el ejercicio de este estado misionero que él sintió tan fuertemente y que no pudo separar
del sacerdocio de Cristo. Al participar de esta carga sacerdotal, apropiémonos de las
realidades terrestres, en cuanto lo permita nuestra debilidad, pero conforme a la fuerza
eficaz del Espíritu, llamados a ser agentes de transformación, para hacer del mundo entero
una ofrenda agaradable a Dios.
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Nacimien to de una vocación
Han pasado casi cinco años desde que la palabra «sacerdocio» y la persona del
«sacerdote» comenzaron a tener una función importante en mi vida, hasta cambiarla
completamente. El sacerdote, a mi modo de ver, además de ser una persona instruida,
responsable, dedicada a hablar de Dios y a « celebrar la misa y los sacramentos »,
era también una persona diferente, separada de la vida común y de una vida «normal».
Yo le aplicaba la etiqueta de quien es predestinado ya desde el nacimiento para esta
función sagrada en la Iglesia.
Todo cambió cuando comencé a buscar el sentido de mi vida, insatisfeccho de lo
que vivía. En el período de mi acercamiento a la vida de la Iglesia y del descubrimiento
de la vida espiritual, que el Señor ha obrado en mí por medio de varias personas, luego de
una vida nueva, mi vocación se reveló intempestivamente. En lo más profundo de mi ser,
sin esperarlo, surgió una voz inesparada, el pensamiento
del llamado al sacerdocio. Pensé que se trataría quizá de
una imaginación provocada por el entusiasmo espiritual
que vivía entonces.
Mis primeras reacciones se basaban pues en las
etiquetas que aplicaba a los sacerdotes, y, por eso, me
decía: «Tú no estás hecho para ser sacerdote, no tienes
ninguna predisposición, nada de todo eso es lógico»
y ¡otras cosas similares! Sin embargo, la incompresible
pedagogía de Dios jugó su papel y, con el tiempo,
me impulsó a meditar seriamente y a discernir el servicio
sacerdotal y su significado. Así nació mi vocación inicial y la acogida que le di. En ese
preciso momento tuvo lugar el encuentro con los Misioneros Monfortianos, la segunda
etapa de mi camino vocacional.
El encuetro con Montfort, a quien yo no conocía, me causó una fuerte impresión,
tanto por su vida como por sus obras. La presencia de María, con su sitio privilegiado en la
espiritualidad monfortiana, fue la confirmación de la obra de Dios en todo lo que yo vivía.
En efecto, desde el comienzo, había percibido la implicación de María en mi
llamamiento. Al entrar, y luego, viviendo en la comunidad de Zagreb, bajo la dirección de
los padres que me acompañaron en el proceso de mi vocación, particularmente del
P. Mihovil, me sentí feliz, cómodo y dispuesto a continuar la formación. Entre tanto viví
otro acontecimiento significativo: la consagración a Jesús por María, otro regalo muy
grande. En julio de 2007, entré al postulantado en Verona, bajo la dirección del P. Marco,
para enfrentar nuevos retos. Con el descubrimiento de la consagración religiosa como
estilo de vida, al inicio algo desconocido para mí, pero luego de experimentarla, el lugar
central del sacerdocio, tan importante antes, pasó poco a poco a un segundo plano.
Ahora surge el seguimiento de Cristo en una comunidad religiosa, donde se vive como
hermanos siguiento el ejemplo y el carisma del Padre de Montfort. Progresivamente
comencé a comprender que el culmen de la vocación no es el servicio sacerdotal, con
todos los beneficios y frutos que puede aportar a la Iglesia, sino ante todo el encuentro con
el Señor: « estar con él », en la libertad de los hijos de Dios. De allí parte toda actividad y
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toda misión. La imagen del sacerdote no pierde sinembargo su valor, sino que adquiere
significado más profundo, irradiando la imagen de Cristo como «sumo sacerdote»
al mismo tiempo pobre, casto y obediente, al servicio de Dios y de los hombres, que se
entrega de manera gratuita y total.
Esta manera de vivir el sacerdocio la descubro particularmente en la figura
de Montfort.
En septiembre de 2008, comencé el año de noviciado bajo la dirección del P. Efrém
como maestro y del P. Milenko como sub-maestro. Aquél fue ciertamente un año de gracia
que me cambió mucho tanto en las dimensiones personales como comunitarias.
Pude profundizar muchos aspectos humanos, espirituales y apostólicos que marcan ahora
y en el futuro la vida de un sacerdote misionero y monfortiano.
Finalmente, esto me fortaleció en la elección de este camino que culminó en la
primera profesión el 20 de septiembre de 2009, en Santeramo. Luego viajamos a Roma
con mis co-hermanos, al nuevo escolasticado internacional, donde estoy ahora haciendo
el primer año de filosofía. En una mirada retrospectiva, agradezco mucho a Dios, que me
rodeó durante estos años de tantas personas, particularmente sacerdotes, que tuve
oportunidad de conocer y de los cuales pude aprender tantas cosas, por sus palabras y
consejos como por su testimonio de vida. Comenzando por los primeros Padres que me
acogieron en la comunidad de Zagreb, por los Padres formadores del postulantado y del
noviciado, hasta los Padres que me acompañan aquí en el escolasticado. Como estudiantes
tenemos la oportunidad de tener cerca de nosotros la comunidad de la casa general, para
el intercambio y contacto inmediato con la vida actual de la congregación. No quiero
olvidar a los Padres de paso, que he conocido así sea por corto tiempo. En síntesis,
he podido percibir y reconocer en todos las características particulares de un misionero
montfortiano hoy y sus maneras de vivir la espiritualidad montfortiana. Puedo decir que
soy cada vez más consciente de la gracia y del don que Dios envía a su pueblo por sus
ministros y los que deciden consagrarse a la obra de la salvación cualquiera sea su estado
de vida. El Señor en fin nos confía esta tarea universal según nuestras capacidades y ésta
es a la vez una responsabilidad a la cual es llamado todo cristiano sin huir de ella.
Sin embargo, para poder adherir con toda su personalidad a tal servicio, todo el que es
llamado debe sentirse como hijo amado del Padre que está en la intimidad de su ser con
Cristo a quien reconoce como su Redentor y como «el camino que conduce al Padre».
Si no se parte de este encuentro personal, se corre el riesgo de ser como árboles secos y sin
frutos. Y para que esto no suceda, tenemos una ayuda privilegiada en la escuela de María.
Esto que Montfort llama ‘secreto’ me ha sido revelado también a mí: ahora me
corresponde aplicarlo en la vida de cada día. ¡Que la solicitud maternal de María nos guíe
a todos hacia «el pleno conocimiento» de su Hijo!
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Testimonio de la actualidad del mensaje de
Montfort entre sus hijos espirituales,
los montfortianos.
1 958 – 20 10
¡Libres! Sacerdotes libres, capaces de arriesgar algo nuevo, que aman con un
corazón de fuego, dóciles y atentos al soplo del Espíritu: cf SA 7 a 10.
Yo llegué a Papua-Nueva Guinea en 1969, a los diez años de fundada Kiunga,
en la provincia del Oeste. Trabajé allí colaborando con los Padres Monfortianos, que son
mis hermanos y mis amigos, durante 22 años. Quedé impresionada al ver a todos esos
misioneros que querían entrar en el programa de la Súplica Ardiente: cf 7-12, legado por
San Luis María de Montfort. Ellos dieron prueba de «paciencia» para establecer la Iglesia
local en ambientes en que todo estaba por hacer. Su testimonio de vida misionera era la
verdadera y la primera evangelización para establecer el Reino de Cristo-Sabiduría en
Papua. Volaban con gran docilidad a las montañas, a la llanura, a donde el soplo del
Espíritu les enviaba. El ministerio sacerdotal, sus actividades pastorales, que deseaban
hacer «a la Montfort», estaban impregnadas de amor a Cristo-Sabiduría manifestado por su
capacidad de emprender algo nuevo, su audacia práctica, su competencia y disponibilidad
y su amor universal en favor de las diversas tribus. El trabajo laborioso y difícil asegurado
por los Hermanos montfortianos colaboradores de los Padres, fue un aporte notable
a la misión. Esos misioneros, de primer orden, irradiaban gozo, y su alegría contagiaba.
Su testimonio de vida sencilla y feliz, me impresionó mucho. A su contacto desarrollé
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mi espíritu misionero más profundamente. Luego ellos pasaron la antorcha a nuevas
generaciones y las fundaciones y la evangelización siguen progresando…
En Filipinas donde trabajé 13 años, lo hice igualmente con los Padres
Monfortianos, mis hermanos y amigos. También allí entraron de lleno en el programa
espiritual de Montfort con el impacto de sus predecesores, los fundadores y pioneros de
alma muy montfortiana. Vi la gran irradiación de los misioneros filipinos que animaban,
como lo hacía Montfort, con las adaptaciones necesarias, a nuestra sociedad de hoy.
Ellos también son llamados a vivir a la Providencia… a arriesgar algo nuevo, a evangelizar
con la llama ardiente que tanto anhelaba Montfort. Sus actividades pastorales irradian por
doquier en Filipinas, pero sobre todo en Manila y Cebú. Montfort se reconocerá sin duda
en ellos por su ardor apostólico, su audacia, su amor fraterno a las gentes del lugar, su celo
por hacer conocer y amar a Cristo-Sabiduría por María.
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M i experienc ia sace rdot al
Veinte años han pasado desde mi primera profesión
religiosa, y catorce desde mi ordenación sacerdotal.
Quisiera ante todo recordar las bellas experiencias
de la formación en Verona, antes del noviciado. Fue mi
primera experiencia en una comunidad religiosa
montfortiana. En la comunidad había hermanos y padres,
jóvenes y ancianos, y había también Hijas de la
Sabiduría. Se respiraba el ambiente de una verdadera
familia. Recuerdo igualmente las estadías en Caritas, en
la ciudad, el estudio de la lengua, y otras cosas en la
comunidad. Todo me ayudó a comprender la cultura
italiana en sus diversos aspectos.
El noviciado y la primera profesión fueron para mí fuente de inmenso gozo y de
gran entusiasmo frente al futuro. En Roma, en la universidad se respiraba un aire de
internacionalidad, un mundo rico en diversidades. Hay que recordar las tres bellas
presencias pastorales en las parroquias donde yo enseñaba el catecismo a los jóvenes para
su confirmación. En aquellos años se hacía también la preparación para el jubileo, con
el sínodo diocesano. Como estudiante hice algunas experiencias que recuerdo con gusto:
la misión popular de Loreto en 1994, la peregrinación siguiendo los pasos de Montfort,
las vacaciones comunitarias en montaña, el estudio del Inglés en Londres.
Tras siete años de estudios regresé a Croacia. Luego volvió también el P. Milenko
seguido del P. Zdravko. En los primeros años experimenté la acción de la Providencia que
me ayudó a integrarme en la pastoral de la Iglesia local, y que me permitió recibir ayuda
para organizar la casa de la futura comunidad, fundada en diciembre 2001. El P. Iván, que
se encontraba entonces en la diócesis de Dubrovnik, se unió a nosotros un año más tarde.
Nuestro trabajo se desarrollaba en dos direcciones: el apostolado con los laicos de
nuestra casa y con los de fuera. Mi trabajo, igual que hoy, lo hago en contacto con
numerosos grupos de oración, movimientos y asociaciones. Acompaño varios ejercicios
espirituales y realicé una misión popular con el P. Milenko en 2000. El mismo año
participé igualmente en la Jornada Mundial de la Juventud. De 2002 a 2005, trabajé como
capellán militar, y participé en algunas peregrinaciones. Hice algunas estadías en el
exterior: Alemania, Hungría, Polonia. Recientemente participé en campamentos de verano
para jóvenes y con familias. La difusión de los escritos de Montfort en Croacia ha
producido muchos frutos espirituales y nos ha llevado a organizar, con los Asociados de
María Reina de los Corazones, la traducción e impresión del Tratado en los idiomas de
Macedonia, Hungría y Albania. Pensamos traducirlo también a otros idiomas.
En los últimos años he participado en la «Escuela Edith Stein» para formar
educadores. Además, la desaparición del P. Luka ha sido para mí un acontecimiento muy
fuerte porque él fue quien me acogió en la casa de Zagreb. Una semilla muere y nacen
otras: actualmente hay cuatro estudiantes de Croacia. Los vínculos con el Movimiento
Consecratio Mundi, ampliaron mi experiencia, especialmente mi visión de la misión a
través de la espiritualidad de la consagración según Montfort.
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Pasando lista de todas estas cosas, así sea en forma desordenada, quisiera decir
que estoy muy satisfecho de mi ministerio sacerdotal. Miro el futuro con entusiasmo.
La sola cosa que lamento, es no haber terminado la tesis de licenciatura en pastoral en la
Pontifica Universidad Salesiana y en la Escuela « Edith Stein ». Al escribir este testimonio
pienso también en un posible cambio. He pasado 13 años en la misma casa y durante todo
ese tiempo he sido el responsable por 4 años y luego superior 9 años. Confiando
plenamente que la Providencia me dará fuerza cumplir mis compromisos para alabanza
de Dios y servicio de los hombres, estoy disponible para los proyectos de nuestra
Compañía en Croacia y en el mundo.
P. Mihovil Filipović, S.M.M.
L as O l i m p i ad a s d e l a V id a
O r g a n i z a do r e s o f i ci al e s : L os P a d re s M o nfo r t i a n o s
d e l S a n t ua r i o M a r í a R e i n a d e l o s C o r a z o ne s d e M on t r e al .
La vida tiene una extraña semejanza con las olimpiadas. Ante todo, querer adoptar
una disciplina, amarla con todo el corazón, implicarse, practicarla, adherirse a ella sin
cálculos, cotidiana y constantemente, sufrir algunas veces… a pesar de todo, seguir su
camino con plena confianza y acceder a la gran felicidad de las olimpiadas de la vida.
Mi vida ha sido marcada por los Padres montfortianos que me permitieron
permanecer en la pista como atleta de Dios. Ellos contribuyeron a mi entrenamiento
religioso y espiritual. Mi pensamiento, mis sentimientos cristianos y humanos han sido sin
duda alguna fuertemente influenciados, modelados por los
apasionados de Dios que son los Padres Monfortianos. Ellos me
ayudaron a acoger a Cristo para hacerlo el corazón de mi
existencia, el centro alrededor del cual debe gravitar mi vida;
para lograr finalmente alcanzar el podio de las medallas en las
olimpiadas de la vida eterna.
La acogida tan cálida de los Padres que dan tanta
importancia, su escucha que pasa espontáneamente del oído
al corazón, son innegables. El carisma de fe de los Padres,
en el santuario María Reina de los Corazones, es excepcional.
Su manera viva de mantenernos en la pista olímpica cristiana
merece evidentemente la medalla de oro. Nos ofrecen
celebraciones tan bellas, solemnes, de alto nivel.
Sus enseñanzas se caracterizan por un ardor constante. ¡Qué decir luego del lujo de
renovación!... peregrinaciones, conferencias, retiros, jornadas de ejercicios espirituales,
todo salpicado copiosamente de humor exquisito que hace brotar una sonrisa en medio
de las preocupaciones y angustias de la existencia cotidiana. También, la fuerza de la
predicación, su elocuencia no común, siempre me ha impresionado e interpelado mucho.
Al frecuentar el santuario María Reina de los Corazones de Montreal y a los Padres
Monfortianos, he descubierto con admiración, la profunda espiritualidad de San Luis
María Grignion de Montfort, el apóstol infatigable de la verdadera devoción a María.
Los Padres montfortianos me han enseñado también a reconocer la Palabra,
a desarrollar una fe viva, gozosa, portadora de esperanza y de amor. Respondiendo a las
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promesas de mi bautismo y, como asociada montfortiana, estoy ahora destinada a ser
misionera, y el anuncio de la Buena Nueva debe ser mi pasión.
Antes de terminar y desmontar las olimpiadas de mi propia vida, doy gracias al
Señor por tanta bondad, y por los buenos Padres montfortianos encontrados en mi camino.
Ellos son mis hermanos muy amados, y estoy orgullosa de hacer parte de la bella familia
montfortiana, con la cual hago mi camino desde hace muchos años en el santuario
dedicado a María.
Sra. Jacqueline Deschênes, Asociada montfortiana.
Santuario María Reina de los Corazones, Montreal.
E x t r a ct o d e l a co n v ers ac i ó n d e l H n o . B u te a u
c o n Mo n s e ñ o r G ay o t , S .M . M .
El Arzobispo François Gayot, S.M.M. es Presidente de la Comisión Episcopal
Nacional para la Paz y la Reconciliación : CENPR, y Presidente de la Comisión
Episcopal Nacional para los Migrantes y Refugiados : CENPMR. Hijo de Nuestra Madre
María y gran amigo del Centro Nacional del Apostolado en el Extranjero, Monseñor
Gayot es un testigo de la fe cristiana y un gran comunicador. Desde su escritorio aceptó
responder a las preguntas de los lectores del periódico «Haïti-Observateur» y de los
Amigos del Centro Nacional.
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cabeza no se veía por encima del altar. Inclinándose entonces, me descubrió y me dijo:
« ¿Qué estás diciendo?... Lo veremos más tarde». Ese era pues el instante primordial en
que yo revelaba por primera vez el llamado que
sentía mucho antes en lo más profundo de mi
corazón. Luego hubo un largo camino alrededor
del misterio pascual de Cristo que me hacía
pasar continuamente del sufrimiento a la dicha,
de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida.
La vocación no es pues un bien adquirido por
nuestros esfuerzos personales, sino un don
recibido de parte del Señor. Como señala el
autor de la Carta a los Hebreos: «Uno es llamado
por Dios»: Heb. 5, 4. La vocación es en definitiva
la manifestación del amor misericordioso del
Señor acogido libremente en la fe y la esperanza.
Así viví yo la experiencia del amor del Padre,
y dije: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad».
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Por 40 años, hasta hoy, enseñé diferentes disciplinas primero como profesor de
Antropología cultural en el Seminario Mayor Nuestra Señora de Turgeau y en el Juniorado
intercomunitario de religiosos en Puerto Príncipe y luego como profesor de Doctrina
Social de la Iglesia en la Facultad de Gestión y Administración de la Universidad Nuestra
Señora de Haití: UNDH, que fundé en Cap Hatien. Actualmente enseño esta misma
disciplina en el Instituto de Doctrina Social de la Iglesia, IDOSOC, creado especialmente
para la formación de los Laicos.
No puedo terminar esta vista panorámica sin mencionar dos misiones importantes:
La primera, siendo ya obispo, haber sido nombrado durante 10 años por el Papa
Juan Pablo II, miembro del Consejo Pontificio COR UNUM, como parte de la
Curia Romana en el gobierno central de la Iglesia.
La segunda, haber sido nombrado miembro de la «Comisión Internacional Católica
para las Migraciones» en Ginebra-Suiza, y elegido miembro del Comité de
Gobierno en esta Comisión que acaba de ser elevada por la Santa Sede al rango
de «Organización Internacional Católica», OIC, bajo la dirección de la Secretaría
de Estado del Vaticano.
No estoy seguro de haberlo dicho todo, pero creo haber dado, al menos a grandes rasgos,
mi perfil universitario.
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4. BT – En su opinión, ¿de qué realizaciones se precia más durante sus muchos años de
ministerio episcopal en Cap-Haitien?
4. + F.G. – Muy difícil responder a la pregunta, dada la extensión de mi ministerio
episcopal, por el tiempo: 30 años, y por el número de almas: alrededor de 2 millones.
Más bien citaré los diferentes campos de acción pastoral que más me han agradado.
Desde mi llegada, la fundación de la Caritas, con los diferentes sectores que a lo largo
de los años han surgido: la cafetería con sus múltiples comidas servidas cada día,
la formación de agentes pastorales, las sesiones de profundización catequética y litúrgica,
los dispensarios, el laboratorio de análisis médicos y la farmacia, gratuitos para los más
pobres, los planes-padrinos, la creación de la oficina diocesana de educación, el Instituto
para los sordomudos en colaboración con las Hijas de la Sabiduría, el centro de
Alfabetización integrada al proyecto de Reforestación…
En otro campo, la fundación de varias parroquias nuevas, el llamado, desde mi llegada,
de las Hermanas Redentoristas al Monasterio de Cap-Haitien, cuya presencia
contemplativa y oraciones han sido y siguen siendo de importancia primordial para la vida
de la arquidiócesis.
Sin olvidar la fundación de la Universidad de Nuestra Señora de Haití en el plano nacional
a la cual me dediqué en cuerpo y alma durante 15 años antes de su construcción: diseñarla,
encontrar su financiación y ponerla por obra. Luego en 1996 abrir las puertas de la Unidad
de Estudios y de Investigación: UER, de la Universidad Nuestra Señora de Haití en Cap-
Haitien.
Después de este rápido sobrevuelo por los campos de acción, quiero ante todo decir que
no me ufano de nada sino que agradezco al Señor por todas las gracias de las que me
ha colmado a lo largo de todo mi ministerio. Estoy feliz de haber vivido entre los pobres,
de haber compartido su vida y colaborado al alivio de sus sufrimientos.
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E s t a dí s t ic as S M M a 3 1- 1 2 - 20 0 9
"Entidad Jurídica" P. H. E. Total "Lugar de Trabajo" P. H. E. Total
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E s t a dí s t ic as S M M a 3 1- 1 2 - 20 0 9
"Nacionalidad" P. H. E. Total
Alemania 16 1 0 17
Inglaterra 13 1 0 14
Angola 0 0 2 2
Bélgica 19 4 0 23
Brasil 2 0 3 5
Canadá 36 12 0 48
Colombia 49 2 4 55
Congo (Rep. Dem.) 7 1 2 10
Croacia 4 0 4 8
Dinamarca 0 0 1 1
Escocia 4 0 0 4
Ecuador 1 0 0 1
España 4 0 0 4
Estados Unidos 23 2 0 25
Francia 81 23 0 104
Haití 51 1 25 77
India 47 0 26 73
Indonesia 37 4 64 105
Irlande (IE/NIR) 1 1 0 2
Italia 144 10 1 155
Kenya 1 0 2 3
Madagascar 13 6 11 30
Malawi 7 1 3 11
Nicaragua 2 0 0 2
Uganda 1 0 2 3
País de Gales 0 1 0 1
Países Bajos 58 13 0 71
Perú 13 1 1 15
Filipinas 12 1 6 19
Portugal 13 1 0 14
Suiza 1 0 0 1
Zambia 1 0 0 1
661 86 157 904
18
E s t a dí s t ic as S M M a 3 1- 1 2 - 20 0 9
Entité Juridique
Pays-Bas (Pr.); 54
Canada (Pr.); 46
Malawi (Dél.IT); 19
Colombie (Pr.); 56
Équateur (Dél.FR); 5
Madagascar (Dél.Gén.);
36 États-Unis (Pr.); 26
Indonésie (Dél.Gén.);
100 GB/I (V-Pr.); 18
Haïti (Pr.); 77
Inde (V-Pr.); 71
Lieu de Travail
St-Martin; 2 Allemagne; 24
Rome; 22
Argentine; 2
Portugal; 14 Zambie; 2
Bahamas; 2
Philippines; 20
Pérou; 35 Belgique; 31 Brésil; 11
Pays-Bas; 46 Canada; 51
Papouasie; 8 Colombie; 54
Ouganda; 2
Congo (Rép.Dem.); 9
Nicaragua; 3
Mozambique; 1 Croatie; 4
Malawi; 29 Dominican Rép.; 1
Équateur; 5
Madagascar; 33 Espagne; 2
Kenya; 10 États-Unis; 37
19
BIBLIOGRAFÍA
CORRADO MAGGIONI, S.M.M. ABC per conoscere Maria; Edizioni San Paolo ;
Cinisello Balsamo (MI) ; 2010 ; 63 pp.
L’ Écho Montfortain
Viale dei Monfortani, 65
00135 ROMA ( Tel: +39 06.30.52.332 )
echo.montfortain@gmail.com
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