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El Ángel del Señor


Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en
sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu
mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Mt. 1:20 (18-25).
ESQUEMA
1. La idea de los seres angélicos deja perplejo al hombre de hoy.
2. Los ángeles han estado siempre de actualidad.
3. Exageraciones en el tema de los ángeles.
4. La Biblia y los ángeles.
5. ¿Hay que temer al Espíritu imprevisible de Dios?
6. José y María renunciaron a sus planes.
CONTENIDO
Durante la época de Navidad y Adviento solemos hablar, como es lógico,
acerca del nacimiento de Jesús; se predica sobre la buena disposición
de María, acerca de José y su fidelidad, la misteriosa actitud de los
magos y el egoísmo de Herodes, sobre la estrella que les guió; también
acerca de los regalos: oro, incienso y mirra; así como de la paz
Característica del tiempo navideño, etc. Pero, pocas veces se habla sobre
los ángeles.
En los textos que relatan el nacimiento de Jesús, el Evangelio nos habla
en varias ocasiones de los ángeles: el ángel del Señor que se apareció
en sueños a José y le dio instrucciones precisas, o el ángel Gabriel que
entró donde estaba María y le dijo: María, no temas, porque has
hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y
darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús (Lc. 1:30-31).
Igualmente, se habla del ángel que se apareció a los pastores que
guardaban su rebaño y les anunció el nacimiento del Salvador: No
temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para
todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo el Señor (Lc. 2:10-11).
¿Qué se piensa hoy acerca de los ángeles? ¿Tenemos que creer
necesariamente en ellos? ¿Forman parte de la doctrina evangélica o
pertenecen al mundo de la imaginación o de la mitología precristiana,
como enseñan algunos?

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1. La idea de los seres angélicos deja perplejo al hombre de hoy.
Incluso en los ambientes religiosos, la representación de los ángeles
juega un papel secundario. Para muchos adultos, los ángeles pertenecen
al mundo de la fe infantil, con sus nacimientos de juguete, típicos de la
Navidad, y muy cercano todo ello al mundo de la fábula, casi como el
mito de Papá Noel o Santa Claus. Tan pronto como se deja atrás esa fe
infantil, gracias a la que podemos recordar las imágenes de los ángeles
que vimos de pequeños, se abandona la idea de que los ángeles existan
realmente.
En esta incredulidad de muchas personas puede influir también el hecho
de que la figura de los ángeles va unida a la antigua imagen que se tenía
del mundo. Si se pensaba que Dios habitaba en el cielo, como en un piso
superior, podíamos preguntarnos: ¿cómo puede venir a la tierra e influir
en ella? Una posible respuesta podría ser esta: pues por medio de los
ángeles, que recorrerían ese abismo entre el cielo y la tierra. Sin
embargo, al desaparecer aquella antigua imagen del mundo, ¿no habría
también que considerar superada la creencia en los ángeles?
Muchas personas que aceptan un Dios personal consideran superflua la
fe en los ángeles porque la omnipotencia, omnipresencia y
omnieficiencia de Dios harían inútil la existencia de seres angélicos.
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2. Los ángeles han estado siempre de actualidad.
Los pintores y escultores empezaron a representar ángeles, a partir del
siglo IV de nuestra Era, como jóvenes alados con vestiduras blancas. Es
curioso reconocer, sin embargo, que en el arte paleocristiano, que
vemos en las antiguas catacumbas romanas, los ángeles no llevaban
alas. Más adelante, algunos pintores flamencos del siglo XV los
imaginaron vestidos con ricas túnicas de colores; recuérdese la famosa
Anunciación de Fray Angélico. Con Rafael, los ángeles alcanzaron una
belleza casi pagana; aunque, más tarde, su figura se aniñó y, así, en los
cielos del Barroco predominaron las cabezas infantiles, con dos
pequeñas alitas a los lados. Incluso en el Barroco de Latinoamérica
aparecen ángeles vestidos de militares (o de hidalgos), portando armas
de fuego en las manos o blandiendo temibles espadas contra los casi
indefensos indios.
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Asimismo, el gran maestro español Gaya pintó “ángelas”, como las de la
Iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid. No obstante, sólo un
cantante de la talla de Machín pudo darse cuenta de que los artistas de
la imagen se habían olvidado de pintar “angelitos negros”.
Recientemente, el séptimo arte se ha abierto también a la angelología
con películas como: Autopista hacia el cielo, El ángel, El cielo
puede esperar, Ghost, La mujer del predicador y tantas otras. Muchos
cristianos evangélicos se han apuntado también a la moda de los ángeles
e, incluso, algunos predicadores afirman que Dios les ha concedido un
ángel de la guarda personal con el que hablan, y que les indica lo que
deben hacer en cada situación concreta.
3. Exageraciones en el tema de los ángeles.
Los judíos los concebían como espíritus constituidos por una sustancia
ígnea y etérea que desprendía una luz resplandeciente. Pensaban que
habían sido creados el segundo o el quinto día de la creación.
No bebían, ni comían, ni engendraban hijos. Eran considerados
inmortales, aunque podían ser aniquilados por Dios. Su conocimiento del
futuro lo poseían porque habían fisgoneado en los planes divinos. Los
ángeles se habrían opuesto a la creación del hombre, a la entrega de la
ley, y habrían atacado a Moisés cuando subía al Sinaí, ya que eran
celosos y no querían compartir su posición con ninguna otra criatura.
Los judíos creían que había millones y millones de ángeles, cada uno con
sus funciones correspondientes. Veamos algunos ejemplos: doscientos
ángeles controlaban el movimiento de las estrellas; uno controlaba la
sucesión de los años, meses y días; otro se ocupaba del mar; había
ángeles de la escarcha, el rocío, la nieve, el granizo, el trueno y el rayo;
los ángeles escribas registraban en un libro cada palabra dicha por el
mortal; y, en fin, los rabinos solían decir que cada hoja de hierba tenía
su propio ángel.
Evidentemente con una angelología tan desarrollada existía el peligro
de que, en la creencia popular, los ángeles se interpusieran entre Dios
y los hombres. Por eso el autor de Hebreos se ve obligado a reivindicar
la importancia de Cristo por encima de los ángeles: Pues, ¿a cuál de los
ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies? (He. 1:13).
Era necesario demostrar que el Hijo fue siempre muy superior a los
ángeles y que, quien conoce al Hijo, no necesita de ningún ángel
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mediador. También la Iglesia Católica contribuyó a la exageración.
Recordemos la siguiente anécdota: cuando los turcos estaban a punto
de tomar Constantinopla, en el siglo XV, un concilio reunido en la ciudad
se ocupaba de discutir el problema teológico del sexo de los ángeles.
Este hecho pasó a la Historia como ejemplo de lo que conocemos como
“discusión bizantina”, es decir, un debate fuera de lugar, absurdo y que
no tiene en cuenta los problemas reales e importantes.
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4. La Biblia y los ángeles.
La palabra “ángel” en las Escrituras significa “mensajero”, aunque hay
que tener en cuenta que, a veces, este término se aplica también a
ciertos seres humanos, tal como puede verse, por ejemplo, en el
Evangelio de Lucas (7:24) en relación a los llamados “mensajeros de
Juan”. Pero, de manera general, los ángeles son seres sobrenaturales
que actúan como mensajeros de Dios para realizar su voluntad.
Observemos que esto ocurre siempre en momentos cruciales de la
historia de la salvación.
Así vemos en el Antiguo Testamento numerosos pasajes en los que
intervienen ángeles:
􀂃 Abraham habla con ciertos ángeles que tienen el aspecto de tres
varones, en el encinar de Mamre. Estos seres le anuncian que su anciana
esposa, Sara, tendrá un hijo (Gn. 18).
􀂃 El Ángel de Jehová se le aparece a Moisés en el monte Horeb, cuando
recibe el llamamiento de parte del Señor, mientras estaba apacentando
las ovejas, y adopta el aspecto de una llama de fuego que ardía en medio
de la zarza (Éx. 3).
􀂃 El salmista escribe también: Pues a sus ángeles mandará acerca de
ti; que te guarden en todos tus caminos (Sal. 91:11).
El Nuevo Testamento nos presenta asimismo muchas situaciones en las
que aparecen los ángeles.
Vemos su actuación en numerosas ocasiones, alrededor de la vida del
Señor Jesús:
􀂃 Los ángeles predicen y anuncian, como hemos leído, el nacimiento de
Cristo.
􀂃 Le protegen en su infancia, recordemos la huída a Egipto narrada en
Mateo (2:13).

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􀂃 Asisten a Jesús en la tentación (el diablo le dejó y vinieron ángeles
y le servían).
􀂃 Le confortan en Getsemaní.
􀂃 Remueven la piedra del sepulcro.
􀂃 Anuncian la resurrección.
Vemos ángeles que aparecen en ocasiones de necesidad alrededor de
los apóstoles:
􀂃 Libran al apóstol Pedro de la cárcel en la que lo había encerrado
Herodes.
􀂃 Un ángel del Señor habla a Felipe y le indica el camino a seguir (Hch.
8:26).
􀂃 Otro ángel conforta a Pablo, antes de que este se presentase ante el
César (Hch. 27:24).
Cuando se acaba el período de la revelación especial de Dios al ser
humano, el servicio extraordinario de los ángeles cesa también durante
un tiempo para recomenzar con el regreso del Señor Jesús.
Si bien es verdad que los ángeles no aparecen en el mundo de nuestra
experiencia y que, por tanto, su existencia no se puede demostrar
objetivamente, no podemos por esto deducir que no existen, ya que ni
la Biblia, ni el propio Jesús, prescinden del testimonio de los ángeles. El
mensaje bíblico sobre ellos hace un servicio a la fe cristiana, porque le
recuerda la grandeza y profundidad de la Creación de Dios. Este mundo
en el que nos movemos, visible y experimentable, no es toda la Creación.
El Creador ha llamado a la existencia a mundos y a criaturas que están
más allá de la realidad accesible al ser humano. Según la Escritura, pues,
los ángeles son mensajeros de Dios en el mundo, que realizan su
voluntad y están al servicio del pueblo de Dios. Hemos visto muchas de
las ocasiones en que los ángeles han acudido en auxilio de los hombres.
Tal como afirma la epístola a los Hebreos: Ciertamente de los ángeles
dice: [...] ¿no son todos espíritus ministradores, enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? (He. 1:7
y 14). Pero los ángeles están a las órdenes de Dios, no a las nuestras;
de ahí que el cristiano no deba poner su fe y sus esperanzas en los
ángeles, como hacían los gnósticos, aquellos espiritualistas de los
primeros siglos del Cristianismo con quienes el apóstol Pablo se las tuvo
que ver. La esperanza del creyente debe estar solamente en el Dios vivo
que se ha revelado en Jesucristo. La doctrina de los ángeles es hermosa,
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pero no carece de peligros, como el de colocar mediadores entre Dios y
el ser humano. La fe cristiana no tiene necesidad de ningún
intermediario ya que el acceso al Padre es directo a través del Hijo:
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre (1 Ti. 2:5).
Mateo explica cómo el ángel del Señor se apareció en sueños a José y
le cambió todas sus perspectivas de vida. Lo primero que dicen siempre
los mensajeros de Dios, antes de dar la noticia que traen, es: “no temas”,
“no temáis”, ¿por qué? Los seres humanos siempre hemos tenido miedo
a los anuncios que pueden cambiar nuestros planes. Y además, somos
muy dados a fabricar ídolos y a transmitir supersticiones.
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5. ¿Hay que temer al Espíritu imprevisible de Dios?
Quizás a nosotros nos baste, como a José, un sueño, para comprender
que el proyecto de Dios, algunas veces, destroza nuestros planes y
nuestras programaciones rígidas o demasiado sensatas. Es posible que,
como María, seamos capaces de acoger unas palabras que no
comprendemos, unos sucesos que escapan a nuestro control, unos
acontecimientos que, a primera vista, nos resultan injustos, como puede
ser ese dolor que no parece tener explicación humana o la pérdida
traumática de un ser muy querido.
Puede que nuestra obediencia sea según la carne y, por tanto,
rechacemos los signos que Dios desea ofrecernos para emprender otro
camino diferente. Cabe la posibilidad de que nos empeñemos en realizar
nuestros propios ideales y no queramos escuchar ese mensaje de Dios
que resuena en nuestra conciencia. Pero, quizás, después de haber
invocado tantas veces el nombre de Dios, consigamos no tener miedo a
su Espíritu imprevisible y, en ocasiones, desconcertante. En una palabra,
tenemos que aprender docilidad. Sólo si obedecemos la voz del Señor
podremos ser “justos como José”, en la lógica y la perspectiva de la fe.
6. José y María renunciaron a sus planes.
Fue necesario que José y María renunciaran a su programa de vida
familiar, para acoger sin reservas el proyecto y la promesa de Dios. La
gran enseñanza del texto es que ellos renunciaron a sus propias ideas
de futuro para abrirse al proyecto de Dios. No debió ser nada fácil, desde
luego.

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Los seres humanos entendemos casi siempre el futuro como una simple
prolongación del presente, quizás con alguna mejora más; y ahí
proyectamos nuestros deseos irrealizados o nuestras frustraciones. Pero
el proyecto de Dios, contemplado desde la fe, no es una simple
proyección del presente, sino una dimensión nueva en la que intervienen
elementos sorprendentes e inesperados, que provocan un cambio
radical. El proyecto de Dios para nuestras vidas está bajo el signo de la
plenitud, de lo imposible hecho posible, es el signo de la imprevisibilidad
del Espíritu Santo.
La Iglesia se hace signo del poder del Espíritu cuando acepta el cambio
y no intenta encuadrar al Espíritu en los programas y tácticas humanas,
es decir, cuando se abre a la diversidad y a la originalidad provocada
por Dios. La Iglesia es obediente y responsable cuando manifiesta el
poder sorprendente del Espíritu, o sea, cuando vive de la fe como José
y María, aceptando el riesgo de lo imprevisible y de las pocas
posibilidades humanas. Paradójicamente, el estar abiertos a lo nuevo
que viene de Dios y a lo inesperado, es el puntal que asegura la solidez
de la Iglesia.
¡Quiera Dios que aprendamos a no tener miedo de sus mensajes, ni de
sus mensajeros, aunque éstos puedan cambiar radicalmente nuestros
planes!

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