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“SONÁMBULA”
DE JUAN CLAUDIO BURGOS
CONTACTO:
SI USTED DESEA OBTENER LOS PERMISOS PARA EL MONTAJE DE ESTA OBRA
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Argumento:
En un lugar casi real, en una de las orillas de un mar helado, tranquilo y azul, se da cita un centenar
de madres que espera el retorno de sus hijos desde la otra orilla. La eterna espera es fabulada por
tres mujeres, la sonámbula, la poeta y la loca, en interminables y contradictorias conversaciones
con un soldado que merodea por la arena.
"...encontré esta música en el color del mar, un día que ya estaba cerca de Chile: un color grisáceo,
turbio que tenía el mar, mientras se movía en grandes ondas quietas pero amenazantes; en el
color del mar ese día y en la muerte de mi hija rosa clara; en el fondo de la tumba de rosa clara..."
Violeta Parra.
En lo que dura una noche cayó mi sol, se fue mi día, y mi carne se hizo humareda que corta un
niño con la mano.
Luto, g.m.
Personajes:
Sólo una mujer o La sonámbula
La loca
La poeta
Un soldado y
Una cabeza de muchacho
Coro de mujeres sonámbulas
En la arena de una playa del mar del sur y luego en un faro o bajo una carpa o sólo en medio de
una habitación repleta de papeles.
Un coro de gritos lúbricos pugna con un leve ruido de mar, aparece la voz de la sonámbula que se
sobrepone a todo y que habla con un soldado que no se ve, amanece.
Mujer: ¿escuchó? ¿Algo? ¿No? ¿Nada? porque es un hombre y no una madre por eso a lo mejor
porque está sordo o no tiene orejas ¿Se las reventó en el campo de concentración a punta de
culatazos? ¿No escucha? el canto del que renuncia a su tierra, lo repiten las mujeres en este
pueblo, las madres que ven a sus hijos soltar la teta y coger la barca, es un verso de un poeta que
renuncia a su tierra, que niega su patria. No, no puedo decir lo que quiero decir con mis propias
palabras, en mi lengua. No puedo, no puedo. Tengo que recurrir a otros, a los cantos de otras
mujeres que como yo ven a sus hijos desgajarse de sus tetas, dejar de morder sus pezones. Soy
copia de lo que dijeron otros. Sí, sí. Soy un compendio de frases hechas. De las que aquí
representan y cantan estas mujeres a todo grito. Escuche, escuche.
Coro de mujeres:
¿No?
Puede ser.
No lo sé.
Puede pasar un tiempo o un corte violento.
Ir y vencer...
Toma naves,
Lo hace siempre,
La más grande,
Y parte,
Las abandonadas,
Una riña
Sobre la cubierta,
No veo a nadie,
No veo a nadie,
Dios
El que pierde.
El que triunfa,
¿Ve su cabellera?
No se me escucha, no se me entiende.
Me tapo la cabeza,
La boca,
Ya no puedo gritar
Soy un atado de enfermedades y muda, sin voz, sin voz y sin palabra, abro la boca todo lo que mis
fuerzas me lo permiten y me golpeo la cara y me cubro la boca, porque soy un atado de
enfermedades y no alcanzo a llegar a la otra punta donde los muchachos se despedazan, no puedo
llegar ni siquiera con el grito, hago esfuerzos sobrehumanos.
No puedo,
Mi pobre hijo.
Oscuro
En medio del ruido de mar irrumpen innumeras mujeres que rastrillan la arena con sus manos,
rescatando trozos de niños luego de la batalla, entre ellas la loca.
Mujer: sí, soy yo. Lo hago a diario como lo hacen a diario las mujeres que tienen sus hijos mar
adentro, sobre naves que cruzan mares y llegan a otros puertos.
Coro de mujeres:
Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.
Mujer: debo afinar el oído y tratar de escucharte, cariño, si no encuentro tu bracito trizado no
duermo, lo meto aquí en esta bolsa que llevo dentro, junto con brazos de otros cuerpos que no
conozco, cuando ya estoy en casa después del ajetreo diario, cuando me preparo para meterme
en la cama, cuando estoy en paz conmigo y con el mundo qué difícil estar en paz, qué difícil, a
veces no puedo y soy puro grito, nada más que grito, cuando llego y logro estar en paz, y
reconciliarme con todo y con todos, pongo el brazo trizado bajo la cama o bajo la almohada, eso sí,
todo dentro de una caja y luego dentro de otra y de otra.
Entre el mujerío, aparece un soldado que ve hacer y contar a la loca. Es un extraño, es un extraño,
déjeme sola, quiere, sola, no tiene derecho a buscar en la caja el brazo de mi hijo, ni nada que no
sea de su propiedad, fuera de aquí.
Soldado: Guarda todo en la caja, luego la mete bajo la cama y duerme. Cuando despierta por la
noche empieza a trajinar en la caja, cuenta lo escondido, ordena los trozos de cuerpo que ha
venido juntando y luego envuelve todo en papeles y más papeles, mete de nuevo todo en la caja y
se acuesta y dice que así se reconcilia con el mundo, dice que es la única forma de sentirse en paz
con el mundo y con todos.
Mujer: Si no lo escucho bajo los escombros no voy a poder dormir, no voy a poder dormir. El
sueño me llega a pausa, me llega cuando sé que tengo todo metido dentro de la caja. Cuando las
otras mujeres me roban la caja, no duermo, no puedo dormir.
Soldado: sonámbula sale a la playa y camina sola. En su locura no ve más que muchachos
caminando por la arena y vuelve de nuevo al faro y habla con las otras mujeres del embarco y
todas siguen el mismo hilo de la conversación, el mismo, repiten casi a coro que el muchacho se
llama tal y cual, que tiene los cabellos tal y cual, que con otro muchacho se trenza a golpes, que la
disputa los lleva a hacerse daño, a sacarse los ojos, una disputa tonta por el timón de una nave
que sólo ella ve. La mujer es maestra, aunque ella lo niegue, lo adivino por sus manos livianas y
delicadas, sé adivinar el oficio, el oficio de hombres y mujeres, sé también de su enfermedad, sé
que es una maestra enferma. Aunque lo niegue, la mujer ama su oficio, guarda libros de geografía
y cuadernos de niños, son cuadernos ejemplares, cuadernos de letra ordenada y caligráfica, casi
no tiene ropa dentro de su armario, sólo cuadernos, cuadernos y más cuadernos dentro de sus
cajones. Cuando entré lo primero que me sorprendió fue el desmesurado número de cuadernos
formando verdaderas montañas de papel dentro de su habitación. la mujer duerme en una cama
pequeña, una cama monacal. De los miles de papeles amontonados emerge el mobiliario, esta
mujer y su enfermedad sale de allí, de entre los millares de papeles que cubren su habitación.
Debajo de toda esa marea aparecen estanterías, su pequeña cama. Dentro de esta habitación ella
escribe y revisa los miles de cuadernos de los niños que enseña. Puedo saber cuando hace una u
otra cosa, es otro el ritmo y el peso del cuerpo cuando escribe que cuando revisa. Se refugia en su
cuarto y pisa cuadernos. El sudor de su cuerpo mancha de olores humanos la papelería que hay
dentro de su cuarto, cuando escribe. Lo hace sin querer, no quiere empapar de aceites los
cuadernos de sus discípulos. Cree que hacerlo es manchar el propio cuerpo de los niños. Cuando
descubre que ha manchado el cuerpo blanco de los cuadernos de sus niños grita y lleva sus manos
a la cabeza. Cuando escribe olvida todo, lo olvida y deja la papelería libre. Deja rodar los folios y
acomodarse de manera natural sobre los objetos de su cuarto. Allí ella olvida, olvida y se sumerge
en el acto de manchar y enlodar hojas apoyadas en sus rodillas. Con un gesto animal dibuja trazos
sobre la papelería y pisa cuadernos y más cuadernos y escribe. No le importa nada, nada. En esta
faena su cuerpo alcanza fuerza lírica. a veces, cuanto esta mujer todo ojos y manos sobre la hoja
en blanco, siente frío, muchísimo frío, pone cuadernos en la piedra viva para abrigarse.
Pero se avergüenza de decir que es maestra. Cuando le pregunto por su oficio mira hacia abajo y
no responde. Usa el gesto clásico cuando miente. Lo repite reiteradamente, cuando le vuelvo a
preguntar.
Mujer: No, no soy maestra, no enseño niños, ni corrijo cuadernos nada de eso.
Soldado: Cuando se le pregunta, la mujer no dice nada, sólo busca dentro de sus infinitas cajas
brazos de niños, cabezas de niños, tibias fracturadas, radios, metacarpios.
Con el frío,
Con el relente,
Por eso.
Soldado: Toma su trozo de brazo y se lo mete al bolsillo, se cubre con un abrigo y sale a caminar
por la arena y vuelve de nuevo a la misma cantinela.
Es mi obligación,
Araño la tierra,
Agujereo la nieve.
Bien adentro.
Allí,
Allí.
No hay caso.
Sus huesos se enredan en una mata de maqui, de espino, en un espino florecen dedos rojos, uñas
lilas, ojos marrón.
No los ve.
Mujer: No, no los veo porque los que me muestra están muertos, muertos.
Niños se golpean bajo la lluvia. Se golpean como se deben golpear un millar de niños muertos sin
brazos, sin fuerza, sin odio, sin sangre. Son figuras que apenas se dibujan, frisos en la niebla. La
mujer guía al hombre hacia donde dice que están. Se sumergen dentro del lienzo. Insiste que los
niños están donde dice verlos. Le repite al hombre una y otra vez "que si se disciplina podrá
verlos". Le repite al hombre que no le grite loca, que ese no es su nombre, "no soy una loca", "no
soy una loca". Le grita al hombre que no le grite loca ni tampoco que le recuerde el episodio de los
cuadernos, que no quiere saber más del episodio de los cuadernos que le tiraron a la cara cuando
niña. Le grita desencajada que tampoco su oficio es el de maestra, porque "no es así", "no es así".
Se lo repite y se lo grita hasta el cansancio. Vuelve al tema de los niños que ve golpearse le repite
que "si se disciplina podrá verlos". Aparecen como en visión. La mujer remece al hombre para que
salga de su letargo y los vea por fin pelearse con sus puñitos secos, golpeando sus caritas frías. El
hombre es ciego, no ve nada. La mujer sigue hablando porque los ve entrar y los ve salir del lienzo.
El hombre no puede, por más intentos que hace para ver lo que la mujer ve, no puede. El hombre
no hace nada, sigue sentado y escucha a la mujer.
Como un cuadro, vamos, una pintura, o como la mujer sentada que borda, que espera, que mira
de vez en cuando por la ventana hacia el azul y del cielo y que deshace el tejido una vez el sol se
mete en el mar, no podré rescatar a mi niño de los escombros.
Potra de sal.
Allá afuera,
Mar adentro,
En la otra orilla,
Mar adentro,
Quizás.
¿Cierto?
Sí,
Sí.
Lo puede entender,
Sabe idiomas.
No tengo guía.
¿No sabe?
Allí,
¿Qué no lo ve?
Yo soy inválida.
El lienzo de niños y la música de Haendel lo inunda todo, puede pasar un tiempo o un corte
violento.
Dentro de un faro o tal vez en una carpa o sólo en una habitación repleta de papeles y cuadernos,
a horcajadas en el cuerpo del soldado, la poeta, afuera el ruido de un coro de gritos lúbricos que
pugna con un leve ruido de mar.
Mujer: No, no, no, sólo un poco más, afuera no queda nadie, el muelle está vacío, ahora que estoy
sola no, no quiero, no, no, como todos los demás no, lo sé, lo sé, mis pies partidos y las manos. Sí,
sí, lo sé. Es por el hacha, la leña escasea, hay que trabajar duro, y la leña escasea. Mi pelo, lo sé, lo
sé, el pelo negro y mi cara. Tuve viruela, cuando pequeña. a veces canto, cuando estoy sola canto,
para ganarme el pan. Sí, con mi hermana. La noche se nos hace día. Me acuesto en mi cama. Mi
hermana en la suya y yo en la mía. Duermo sola. Sí, si sé. Cuando me meto entre las sábanas me
olvido de todo. Duermo y olvido.
La mujer sobre el cuerpo del hombre se mece frenéticamente hasta llegar al grito.
Mujer: Rompo la barca tomo un hacha y la rompo. Quemo y arraso. Soy la que destruye campos y
ciudades. Con delantal de maqui tengo entre las piernas un hombre. Con el vaivén del hacha
rompo madera. Me agrieto las manos. No hay nadie más, cariño. Esto es una isla. Afuera niños.
Mis hijos. Sólo tengo uno. No quiero llorar como las otras mujeres. no. sus hombres y los hijos que
le quedan se meten mar adentro y se pierden. Yo no quiero. No quiero. Prefiero morir de hambre.
Puedo pasar semanas sin comer. Tengo un estómago pequeño. Puedo morir de hambre. No me
interesa la comida. Esas mujeres son débiles, yo no. necesitan sustento, yo no. puedo aguantar
semanas sólo con un hombre entre las piernas. Semanas sin probar alimento. No me importa que
no me den de comer. No me importa. Me puedo llevar raíces a la boca, morder piedra hasta
encontrar sustancia. Sólo sé llevarme el pelo y el sexo y el cuerpo a la boca. No sé nada más. Es
mejor comer tierra que quedar sola. Me quedo aquí dentro clavada a estas piernas. Sentada sobre
su sexo. Soporto el hambre, soy mujer de útero no de tripa. No me interesa el alimento. Quédate.
No subas barca ni cruces río. Lo prefiero aquí. Desnudo sobre la cama, bajo mis piernas. Pico barca
rompo madera montada sobre mi delfín y sueño peces, algas, anémonas, medusas, pulpos,
calamares y muerdo y muerdo y muerdo y muerdo sobre la cama. No quiero corales en las sienes
ni en la boca sólo él, su comida en mis labios, su bocadillo en mis dientes, su alimento, su
alimento, su alimento.
Infinitos ojos de mujeres en los ventanucos del faro o entre las roturas de la carpa o asomando del
millar de papeles en la habitación.
Coro de mujeres:
Puta,
Perra,
Payasa,
Teta-culo,
Busca hombres.
Los abraza,
Los aprieta,
Les paga,
Les da salario.
Busca borrachos,
Busca enfermos,
Sifilíticos,
Niños impúberes,
Los inicia,
Puta de circo,
Payasa,
Guiñapo,
Canta rancheras.
Copula y canta rancheras,
Los circos,
Boliches,
Cantinas,
Junto a la basura.
Cuando se sacia,
Huye.
Perra.
Le mean
Los hombres.
Le mean.
Cuando lo hacen
La mean.
Lo pide a gritos,
Ese olor.
Ese olor.
Se mete a la torre y
Llega al faro,
Lleva hombres,
Le mean,
A gritos,
A gritos.
Desvía barcos,
Baja la torre,
Llega a la arena,
Quiere más.
Busca cuerpos
Busca cuerpos,
Rompe madera,
Clava madera.
Busca cuerpos,
Sube cuerpos,
Tuerce barcos.
Los degollados,
Grita.
Grita.
Grita.
Les enseña,
Enseña,
Enseña,
Enseña,
Enseña niños,
Duerme en un pajar.
El faro es un pajar.
Frota hombres.
Frota cuerpos.
Frota vísceras.
Se enfurecen y la montan.
Se encierra en la torre,
Engendra hijos,
Los mata,
Como perra,
Como loba.
La mujer continúa sobre hombre en el faro o bajo la carpa o en una habitación repleta de papeles.
Mujer: Estoy en la conversación,
¿Puede oírlo?
¿Puede oírlo?
Silencio, tiempo o un corte violento. Oscuro. La mujer viste de negro, el soldado desnudo.
Mujer: No, no, agua caliente no tengo. el calefón no funciona. Puedo tocar una sonata o poner
algo de Haendel. Cuando no hay agua caliente, la música viene bien. ¿Me desvisto? me pongo bajo
el agua y nos quitamos el frío. ¿Quiere?
Mujer: ¿escucha?
Acaba de llegar,
Viene de la mar
Montado en su barca,
Me da el sustento,
Por entre los ventanucos del faro, cientos bocas de mujeres gritan la llegada de los chicos a la
playa.
Coro de mujeres:
Otras madres,
Yo no puedo sola.
Coro de mujeres:
Sí,
Es sencillo,
Es un pueblo pequeño,
El brillo de su baba,
Como todas.
Verdaderas perras.
no hacen nada.
Intentan penetrarlas,
Su brillo.
Y no vuelven.
Abandonan la ciudad.
Por entre gemidos lúbricos y cuerpos que retozan con otros cuerpos, el soldado lleva a cuestas a la
mujer
Mujer: Se lo dije,
Se lo repetí,
No puedo,
El camino está lleno de violetas,
Sin herirlas.
El soldado, que no le hace daño a nadie, que no pisa violetas ni destripa niños, cruza por entre los
cuerpos con la mujer en brazos.
Mujer: es hijo,
mi niño,
Es él,
Es él.
Ahora sí.
Ahora sí.
Entra en la casa,
Es mi niño
La anciana no ve a su hijo.
Lo confunde,
Todo es mentira.
No hay reconocimiento.
No escucha a su madre,
Mientras ejecuta el crimen la mujer recita el asunto de las ovejas que se apretujan en el arca para
el sacrificio.
Es Abraham poniendo a su hijo sobre la piedra y no escucha la voz de dios ni ve el corderito que le
envía para el sacrificio, sólo ve entre sus manos un león, un dragón, una fiera, un animal extraño
que infesta lo vivo mata al pájaro quiebra al cordero.
Pausa
Si se la sigue se puede escuchar que dice: "ovejas llevábamos a bordo, también nuestros cuerpos".
Lo repite,
Mientras descuaja los miembros de su hijo, no me escucha cuando le grito que se equivoca, que
no es un león, que es un hombre.
Lame su cuerpo.
La madre recoge la carnicería que cubre con arena, le ayuda el toro blanco.
Soldado: Cuando termina el sacrificio del hombre descuajado de miembros la mujer dice
"tengo que salir, de esta encrucijada, tengo que adivinar qué camino me lleva a la salida".
El toro la guía.
Bajo el firmamento el animal huele la sangre de la carnicería y mira lascivo, quiere a la mujer de
manos rojas. La mujer accede y yace con el toro blanco, bajo las estrellas.
La mujer continúa la matanza mientras yace con el toro blanco, descuaja brazos, piernas, cabeza,
tronco.
Pausa
No veo a mi hijo.
Yo soy la madre,
¿Le parece bien que deje a mi hijo a merced de sus compañeritos de clase?
Coro de mujeres:
"su madre, la primera, comenzó el sacrificio, y le acometió; él se quitó los atuendos para que la
mísera mujer, conociéndolo, no lo matase, y dijo tocando sus mejillas: "yo, madre, soy tu hijo;
compadécete de mí, oh madre, y, por sus pecados, no mates a tu hijo" mas ella, echando espuma
por la boca y revolviendo sus ojos extraviados, sin sentir compasión y poseída por el furor del toro
blanco, no se apiadó de él, cogió con sus dos manos la izquierda de su hijo, y apoyando su pie en el
cuerpo del desventurado, le arrancó el brazo, no a impulso de su fuerza, sino ayudada del toro
blanco, oíanse clamores de toda especie, y él gemía mientras respiraba, y la mujer aullaba, le
arrancaba sus entrañas, llena de sangre las manos, rasgaba sus carnes yace, pues, su cuerpo hecho
pedazos, parte bajo ásperos peñascos, parte en las espesas ramas de la selva, y no es fácil
encontrarlos; y la cabeza, de que se apoderó su madre, sujeta de la mano de la mujer que con tan
triste trofeo vaga por la arena montada en el toro blanco, su compañero y victorioso auxiliar en la
conquista de este botín, fuente para ella de lágrimas, no de placer, es mejor huir de este teatro de
calamidades antes que la mujer vuelva a la arena"
Cabeza de muchacho entre la arena, viendo la infinidad de cuerpos sobre el sexo de la mujer bajo
las estrellas.
Buscarme
Pausa
Casi vacío, sólo el soldado exhausto sobre el cuerpo de la mujer. Asoma la aurora.
Mujer: Me voy a enfriar,
No sea malito.
Soy viajera.
Pausa
Le pido cobija,
Algo,
Una frazada,
Una sábana,
Lo que sea,
Muchísimo frío
Y no tengo con qué cubrirme.
¿Me escucha?
Me voy a enfriar.
Todo helado.
Todo seco.
Silencio, tiempo o un corte violento. Vacío, la mujer sola, el friso de los niños, música de Haendel,
asoma la aurora.
Mujer: Suba a la barca y pídales con buenas palabras que dejen de hacerlo y vuelva.
Duerma conmigo.
Lo sé, soy una perra, una perra, somos una sola jauría.
Los chicos sobre la cubierta, dándose de golpes, son también un poco perros.
¿Los escuchas? dan alaridos cuando uno arranca una lonja de carne a otro, están acostumbrados,
lo hacen todas las noches, cuando cruzan el agua, mientras llueve, sobre la cubierta.
No saben más que golpearse unos a otros y morderse como verdaderos quiltros.
No puede hacer nada para acabar la matanza. Es un hombre inútil, no me sirve en la cama, no me
hace ver estrellas, ni recoge niños moribundos. Mejor váyase, váyase antes que lleguen los
soldados y barran a punta de metralleta los cuerpos podridos de estos moribundos, váyase antes
que barran a culatazos los tronquitos que todavía queden en pie. Los soldados son toros en celo,
toros azules, que buscan vaciar su semen. Son hombres ciegos, no miran donde colocan su sexo.
Estos niños van a terminar destrozados y perdidos como todo en este país. No es un apóstol, no
saca nada con predicar, es arena en el desierto. Váyase, déjeme sola con mi niño, déjeme sola...
déjeme...
Un suave ruido de mar y gemidos lúbricos a lo lejos. Un cielo en el que comienza a romper la
aurora. Oscuro.
Jonás escribió esto durante los tres días y tres noches que estuvo en el vientre del gran pez.
Fin