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MITO DE LOS HERMANOS AYAR

Sobre la montaña Pacaritambo (doce leguas al noroeste de Cuzco) aparecieron


los hermanos Ayar, después del gran diluvio que había desbastado todo.
De la montaña llamada "Tampu Tocco" partieron cuatro hombres y cuatro
mujeres jóvenes, hermanas y esposas de ellos a la vez.
Eran Ayar Manco y su mujer Mama Ocllo; Ayar Cachi y Mama Cora; Ayar Uchu y
Mama Rahua y finalmente, Ayar Auca y su esposa Mama Huaco.
Viendo el estado de las tierras y la pobreza de la gente, los cuatro hombres
decidieron buscar un lugar más fértil y próspero para instalarse. Llevaron con
ellos a los miembros de diez Ayllus (organización inca que agrupaba diez familias)
y se dirigieron hacia el sudeste.
Pero un primer altercado se produjo entre Ayar Cachi, un hombre fuerte y
valiente, y los demás. Sus hermanos lo celaban y quisieron matarlo. Con ese plan,
le ordenaron volver a las cavernas de Pacarina (se llama así, en quechua, al lugar
de los orígenes) a buscar semillas y agua.
Ayar Cachi entró en la caverna de Cápac Tocco (ventana principal de la montaña
"Tampu Tocco") y el sirviente que lo acompañaba cerró con una gran piedra la
puerta de entrada... Ayar Cachi jamás pudo salir de allí.
Los siete hermanos y hermanas restantes, seguidos de los ayllus, prosiguieron
su camino y llegaron al monte Huanacauri, donde descubrieron un gran ídolo de
piedra con el mismo nombre. Llenos de respeto y de temor frente a este ídolo,
entraron al lugar donde se lo adoraba.

Ayar Uchu saltó sobre la espalda de la estatua y quedó enseguida petrificado,


haciendo parte en delante de la escultura.

Aconsejó a sus hermanos de seguir el viaje y les pidió que se celebre en su


memoria la ceremonia del Huarachico, o "iniciación de los jóvenes".

En el curso del viaje Ayar Auca fue también convertido en estatua de piedra, en
la Pampa del Sol. Ayar Manco, acompañado por sus cuatro hermanas, llegó a
Cuzco donde encontró buenas tierras; su bastón se hundió con facilidad, pero no
pudo retirarlo sin esfuerzos, lo cual era una buena señal. Entusiasmados con el
lugar decidieron quedarse allí.
Ayar Manco fundó entonces una ciudad, en nombre del creador Viracocha y en
nombre del Sol. Esta ciudad fue Cuzco (ombligo, en quechua), la capital del
Tahuantinsuyo (imperio de las cuatro provincias).
Mito de la perdiz y los huevos
En la región Norte del Perú nace el mito de la perdiz, un ave originaria del
lugar que es muy famosa por sus huevos. De acuerdo con los relatos
orales que han sido recogidos, el mito comienza con unos niños
pastorcitos. Como es propio de esta zona del país, desde muy chicos los
niños trabajan en el campo. Así que en cierta ocasión dos hermanos
salieron con sus ovejas, los animalitos pastaban felices. Mientras tanto, los
chicos corrían entre los pastizales y brincaban y daban vueltas de carro.
Entre tanta diversión descuidaron el almuerzo que la mama les había
preparado con esmero.

Después de pasar un rato jugando, los hermanos pastores tuvieron


hambre, pero no el almuerzo había desaparecido. Debido a que los niños
no hicieron caso a los consejos de no jugar mientras trabajan ahora ya
no tenían comida. Con mucha hambre, los muchachos buscaron entre
las piedras, entre los pastos. Estaban muy resignados porque tal vez un
perro salvaje había tomado la comida. Sin embargo, cuando reunían al
rebaño vieron delante de ellos a una perdiz con dos polluelos. Los
pastorcitos los persiguieron comerlos, según cuenta el mito de la perdiz.

Dice el mito de la perdiz que cuando atraparon a los polluelos, la perdiz


habló e imploró que no los comieran. Los muchachos no podían creer
que un ave pudiera hablar, cosa que los asustó mucho. Cuando
estuvieron a punto de salir corriendo, el ave madre de los polluelos les
propuso un trato. A cambio de comer a los pajaritos ella les mostraría un
lugar repleto con nidos de perdiz. Sin otra alternativa los niños aceptaron.
En seguida, la perdiz cumplió su palabra y los pastores recogieron los
huevos de un solo nido. Desde entonces, los hombres no comen los
polluelos de perdiz sólo sus huevos.

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