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11 de noviembre de 2010

Dra. Iris Mercado


Rectora

Estimada doctora Mercado:


Acusamos recibo de su comunicación con fecha de 4 de noviembre de 2010. Lo primero que
podemos decir, luego de leer su carta, es que sus planteamientos resultan tremendamente
decepcionantes y desafortunados. Parece increíble que ante un asunto tan serio y grave como lo es el
que se le haya atribuido públicamente a usted --persona con el más alto rango en nuestra institución--
haber redactado un documento ilegal en el que se detallan las afiliaciones políticas de un grupo de
empleados en posiciones directivas, su respuesta final sea la de cortar todo posible diálogo con la
Facultad y acogerse al más rotundo silencio. En nuestra carta de 19 de octubre de 2010, le expresamos
que nos urgía hablar con usted de este tema con la intención de poder escuchar de su propia voz los
argumentos y las razones que, a su juicio, la eximen de una acusación tan grave. El mensaje fundamental
que le manifestamos fue el siguiente: queremos ofrecerle la oportunidad de que se crezca como líder
académica y, a través de un diálogo franco y respetuoso, nos comunique, de sus propios labios, lo que
sabe sobre este asunto; deseamos, ante todo, que se muestre en disposición de contestar nuestras
preguntas y nos facilite, de esta manera, la oportunidad de decidir si debemos o no confiar en su versión
de los hechos, y si debemos o no respaldarla en una situación tan delicada y comprometedora. Tal y
como le dijimos en nuestra anterior comunicación, somos académicos capaces de escuchar y razonar,
pero incapaces de otorgar nuestra aprobación y nuestra confianza como si fueran un cheque en blanco.
Somos razonables, pero no somos fanáticos ni somos ciegos; estamos entrenados en la búsqueda de la
verdad y no en la admisión servil de imposiciones unilaterales y arbitrarias.

Como subrayamos en nuestra misiva anterior, lo que está en juego aquí, Señora Rectora, no
es la reputación de un individuo sino la reputación y el prestigio de una institución centenaria y los
valores sobre los que ésta descansa. Lamentablemente, por lo que se colige de sus respuestas, usted no
ha logrado ver --ni siquiera mínimamente-- el alcance de nuestra propuesta, pues ante la alternativa del
diálogo que le recomendamos, usted claramente ha optado por la táctica del silencio. Todo esto a pesar
de que --tal y como ya se lo hemos recordado en otro momento-- sus palabras en la pasada reunión
fueron “yo pensaba que a ustedes lo que más les interesaba saber era lo relativo a los logros de la
administración, si hubiese sabido que este tema le interesaba más le hubiese dedicado más tiempo”. Así
que ahora, desde su punto de vista, no hay tiempo para el diálogo y mucho menos hay tiempo para una
nueva reunión; nos resulta curioso que pueda variar su posición tan fácilmente y de manera tan
arbitraria. En lugar de intentar un diálogo directo con la facultad, su respuesta es que sobre este tema
usted no va a hablar nada porque, como anuncia en una breve carta con fecha de 22 de octubre de
2010, a petición suya la Administración Central ya ha iniciado una investigación.

Considerando que usted insiste en guardar absoluto silencio sobre este tema, esgrimiendo como
justificación única y exclusiva la existencia de una investigación administrativa, sería prudente que nos
refiriéramos a este asunto. En primer lugar, se impone que repitamos una pregunta que ya le hemos
formulado: “¿Por qué si usted tiene tanto interés de que este problema se resuelva cuanto antes --
que es lo que afirmó en la última reunión de Facultad-- eligió solicitar ÚNICAMENTE una investigación
administrativa, si ese claramente es el procedimiento más largo, y dado el hecho de que usted es
parte de esa misma administración, lo más correcto, lo verdaderamente sano y justo sería poner esta
investigación en manos de un ente externo e imparcial y no en manos de un organismo de la propia
administración universitaria a la que usted pertenece? “ En segundo lugar, --y esta pregunta es
sumamente importante-- ¿Tiene la Junta Administrativa poder en ley para investigar un asunto que
rebasa el ámbito académico dado que su fuente primaria es su correo personal y privado?; ¿esta
investigación tiene la posibilidad de llegar hasta el fondo de este asunto o no? Estas preguntas son
cruciales, porque si la investigación administrativa no tiene la facultad legal de investigar el correo
personal en cuestión (se trata de irismercado@hotmail.com), identificado como la fuente que originó
el mensaje electrónico de las afiliaciones políticas, todo el trámite vendría a ser una gran patraña,
una gran cortina de humo y el culpable de este delito quedaría impune. De ser, en efecto, esto así, la
llevada y traída investigación administrativa sobre la que descansa una y otra vez su absoluto silencio,
más que un remedio sería una medida ineficaz que bien podría ser interpretada como una burla a la
verdad. POR LO CUAL, LE SOLICITAMOS QUE CONSULTE INMEDIATAMENTE A LA DIRECTORA DE LA
OFICINA DE AUDITORES INTERNOS DE LA JUNTA DE SÍNDICOS, LA SRA. EVELYN JIMÉNEZ, PARA QUE
ELLA ACLARE POR ESCRITO SI LA INVESTIGACIÓN QUE SE HA INICIADO EN ESTA OFICINA TIENE LA
FACULTAD EN LEY PARA INVESTIGAR ESTE ASUNTO HASTA LLEGAR AL MENSAJE ELECTRÓNICO DE LA
PERSONA QUE APARECE COMO LA FUENTE U ORIGEN DEL DOCUMENTO –EN ESTE CASO
irismercado@hotmail.com--. EN CUANTO LLEGUE LA RESPUESTA ESCRITA DE LA SRA. JIMÉNEZ, SU
DEBER SERÁ HACERNOS LLEGAR COPIA DE DICHO DOCUMENTO.

De otra parte, afirma usted en su comunicación --negándose a la posibilidad de una nueva


reunión en la que se terminen los trabajos de la que quedó inconclusa-- que: “(…) desconociendo el
resultado de la investigación que está en proceso, en dicha reunión sólo podrían exponerse conjeturas y
especulaciones que no están sostenidas por hechos comprobados, lo que afectaría el clima académico
sosegado que todos deseamos y apoyamos.” Esta frase contiene varias contradicciones bastante
evidentes. Veamos. Cuando este grupo de profesores le pide a usted que se exprese, que ofrezca sus
razones, sus argumentos, que conteste algunas interrogantes que podamos tener y que muestre
evidencia de las gestiones que usted ha hecho para resolver este problema, es perfectamente
consciente de la diferencia entre lo que es un diálogo académico de altura entre gente honrada e
inteligente y lo que es el proceso de desfile de pruebas en un tribunal. Precisamente, porque no se trata
de un proceso de desfile de pruebas ante un tribunal, le extendimos una invitación a que conversáramos
sosegadamente, en un clima de respeto, porque partimos de la premisa de que aquella persona que no
tiene nada que ocultar debería atreverse a hablar sin reservas sobre cualquier tema, con plena
tranquilidad de consciencia. Puede ser que se estén llevando a cabo una o varias investigaciones sobre
determinado tema, pero si la persona tiene consigo la verdad no tiene por qué rehuir hablar del
asunto porque su posición siempre será coherente. Cuando una persona se para de frente y habla con
la verdad, demuestra su integridad y su valor, y, enseguida, los que escuchan se dan cuenta que esa
persona no está hablando meras “conjeturas y especulaciones” porque la verdad lo obliga a ser claro y
coherente, y su testimonio entonces se convierte en la mejor prueba posible. Todos hemos aprendido
a través de nuestras experiencias vitales que la verdad tiene un peso indiscutible e incomparable. ¿Por
qué entonces pensar que en una nueva reunión sólo podrían “exponerse conjeturas y especulaciones”
argumentando simplemente que las expresiones que allí se hagan “no estarán sostenidas por hechos
comprobados? Le recordamos una vez más, Señora Rectora, que la academia no es un tribunal. Allí no
hay estrados, ni el que habla lo hace bajo juramento; no hay un juez ni hay un fiscal, lo que sí hay es un
grupo de académicos inteligentes y atentos, capaces de formarse una opinión a partir de sus respuestas.

Si nosotros pensamos que usted es capaz de decir la verdad, ¿por qué usted pone en duda que
en una futura reunión pueda usted o cualquier otro compañero exponer la verdad? Lo más lógico sería
pensar: “Con mi verdad yo voy hasta el fin del mundo. Mi cargo es el cargo más importante en esta
institución, que yo represento, y simplemente atenderé los reclamos de mis compañeros con la misma
entereza que tendré que atender, en su momento, los reclamos de los investigadores”. Esta actitud sería
mucho más provechosa para la solución de toda esta situación que simplemente acogerse a la táctica
del silencio. Por otra parte, decir que las posibles conjeturas y especulaciones que se puedan exponer en
una futura reunión “afectaría el clima académico sosegado que todos deseamos y apoyamos” constituye
una afirmación absolutamente infundada y desacertada. ¿Cómo es posible que usted considere que
unas expresiones que usted u otra persona aún no ha dicho vayan a crear un clima de desasosiego por el
mero hecho de que, según su opinión, esas expresiones inexistentes no tendrán un carácter probatorio?
Si esas expresiones no se han dicho ni se han hecho usted no podría en rigor ni afirmar ni negar nada
sobre ellas, mucho menos asumir que tendrán un sentido negativo. Si se aventura a hacerlo, ello
representaría la contradicción de hacer precisamente lo que está criticando; usted misma, con sus
propias palabras, estaría enunciando una especulación, una conjetura. Nos parece que si desea
referirse al clima de desasosiego imperante en nuestra universidad en lugar de remontarse al incierto
futuro debería tomarle el pulso al presente. Si hace este ejercicio, se percatará bastante pronto que, en
el presente, en la realidad del día de hoy, una de las causas de desasosiego más grande y profundo que
vive la facultad de este recinto tiene que ver con su silencio ante este asunto tan serio; tiene que ver con
los impedimentos que algunos profesores tuvimos para expresarnos libremente y en conformidad con
los procesos parlamentarios en la última reunión de facultad; tiene que ver con la lucha que se desató
en el Senado Académico ante la posibilidad de aprobar una simple resolución con la que se quería
condenar un documento que a todas luces constituye una ilegalidad; tiene que ver con la acechanza de
la intervención de los políticos en la vida académica; tiene que ver con el recorte económico que lesiona
la oferta académica y limita la posibilidad de la tarea investigativa. Para reconocer todos estos factores
no tiene que ir muy lejos, pues sólo es necesario abrir los ojos y corroborar de dónde es que realmente
procede el clima de desasosiego que abruma a nuestro recinto.

Usted afirma en el penúltimo párrafo de su comunicación del 4 de noviembre de 2010 que la


petición que hemos hecho de una reunión extraordinaria de facultad “no procede” porque “el semestre
se encuentra sumamente adelantado y restarle un día al calendario lectivo conllevaría la extensión del
mismo.” En primer lugar, es totalmente incorrecto que está reunión que hemos pedido no proceda. Nos
parece que en este punto, como en otros, usted no ha sido bien asesorada. La reunión que hemos
pedido no sólo procede sino que es absolutamente necesaria ya que en la anterior los trabajos
quedaron interrumpidos por falta de quórum (las reacciones a su informe, por ejemplo, no se
pudieron completar), pero nunca se presentó una moción de cierre. Esto significa que la reunión quedó
inconclusa y, por lo tanto, que usted ESTÁ LEGALMENTE COMPELIDA A FINALIZAR DICHA REUNIÓN
ESTE SEMESTRE. Lo contrario constituiría un acto ilegal que retaría las normas establecidas en los
procedimientos parlamentarios. En esta reunión, que debe ser lo antes posible, deberá atender
necesariamente el asunto del correo electrónico titulado “Status real UPR Utuado”, porque usted lo hizo
parte de su informe. En segundo lugar, es incorrecto que no contemos con tiempo suficiente para
celebrar esta reunión porque la Junta Administrativa determinó que los profesores debíamos ofrecer
nuestros cursos durante los días feriados y, como resultado de esta medida, los trabajos docentes se
encuentran considerablemente adelantados.

Por último, en el tercer párrafo de su carta de 4 de noviembre de 2010 usted hace unas
expresiones que nos sorprenden y nos indignan. Nos referimos a ese fragmento en el que usted señala:
“También, si alguna persona siente que se le ha causado daño moral o emocional por la razón de que su
nombre aparece en las mencionadas listas, tiene la opción de consultar a un abogado y presentar la
correspondiente demanda por daños y perjuicios en contra de la persona o de las personas causantes del
daño.” No sabíamos que usted poseía este bagaje legal con el cual se siente autorizada para fungir,
desde su posición de rectora, como asesora legal de la Facultad. Sin embargo, en atención a los deberes
de su cargo y en atención al más mínimo sentido lógico, usted no debería intentar asesorar legalmente
a los compañeros cuyos nombres aparecen en el documento titulado “Status real UPR Utuado”, y
mucho menos debería incitarlos a incoar demandas civiles cuando, por otro lado, usted misma ha
afirmado que sobre este tema no se debe hablar nada porque no hay “hechos comprobados”, y, lo que
es peor, cuando usted es precisamente la persona a la que se le ha atribuido, en la prensa del país, la
autoría de dicho documento. Más que ofrecer imprudentes consejos legales, lo que exige la dignidad
del cargo que usted ostenta, Señora Rectora, es que enfrente los reclamos que le venimos haciendo
un grupo de docentes desde que fue señalada públicamente como posible responsable de un acto
ilícito. Tenemos la confianza de que muy pronto, alguno de estos compañeros que aparecen
mencionados en este infame documento se determine a acudir a la Policía o al FBI para exigir que se
realice una investigación independiente de la investigación administrativa en curso. Entretanto, Señora
Rectora, ¿por qué usted no sigue el consejo que le dio a los compañeros y acude de inmediato “a las
autoridades policiales y/o al Departamento de Justicia a través de la Oficina del Fiscal de Distrito y
presenta la correspondiente denuncia o querella”, si en la reunión de Facultad pasada afirmó
reiteradamente que usted era la persona que más interés tenía en que se resolviera este asunto, ya
que era la más afectada?

Mientras usted decide encarar todas estas serias interrogantes, nosotros nos proponemos
informar al país, a través de los medios de comunicación, de lo que está ocurriendo en nuestro recinto
porque a todos los que firmamos esta comunicación nos resulta imposible desviar la mirada de lo que ha
estado ocurriendo y adoptar la indigna alternativa del silencio.

Ferdinand Padrón Jiménez

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