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Ma.

Fernanda Galindo Reyes 25-febrero-2020


Grupo: SH04P

Melancolía

La melancolía no se trata de ese bajón después de una mala noticia, ni esa sensación
de resaca cuando la rutina te agarra durante demasiado tiempo. Se trata de una tristeza
tan honda que absorbe las fuerzas, que hasta el simple hecho de hacer las tareas
cotidianas suponen un esfuerzo insoportable; es como un pozo negro que se abre a los
pies del que la padece, que enfanga su capacidad de sentir y de actuar y que va
aumentando de tamaño, tragándose cada vez más cosas vitales para su víctima

Freud (1917), nos describe la diferencia que existe entre el duelo y la melancolía, si
bien, en ambas hay una perdida del objeto amado y persiste un estado de ánimo
doloroso, el duelo solo viene a ser pasajero y sabe lo que se perdió; mientras que la
melancolía da un giro patológico que lleva a la perdida de la autoestima y en ella el
objeto perdido es inconsciente (el melancólico no sabe la causa de su tristeza).

No se pude asumir que esta enfermedad solo viene dada por un puñado de síntomas
como son: la persistencia de un estado depresivo sumado a otras manifestaciones
importantes como la apatía o desinterés por realizar actividades, dificultad para
dormir, falta de apetito, una sensación de miedo, aprehensión y alienación, una
ansiedad asfixiante, confusión y dificultad para concentrarse. Habría que catalogarla
en donde este conjunto de síntomas se englobara en un todo, que afectarían a la
persona que le padece en todo su contexto, influyendo negativamente en su familia,
pareja, a nivel social, en el rendimiento en el trabajo o estudio, en su salud y en la
ausencia de actividades cotidianas en general. Formando una penumbra inexplicable,
un dolor indescriptible que poco a poco disuelve la mente además de adueñarse de la
persona hasta tenerla presa por completo haciendo que estas personas elijan estar en
la cama o sentadas en un sillón sin deseos de asumir activamente ningún tipo de
conducta, con sentimientos de desesperanza junto con sensaciones de ansiedad, e
hiperactividad.

William Styron nos dice que la palabra melancolía es más apta para describir a la
enfermedad, y que la depresión vino a suplantarla ya que es un término blando y
carente de toda gravedad para describir bajones en la economía (p.63).

Esta depresión o melancolía es tan intensa que bloquea el deseo de vivir, ya que, si
nos dejamos llevar por los síntomas y signos de esta enfermedad, no parece que sea
un trastorno grave, sin embargo, si analizamos los pensamientos autodestructivos y
desesperanzadores de aquellos que lo sufren, no es difícil que veamos la solución final
que alguien que pasa muchas horas postrado en la cama, analizando todas las
características de su vida de una forma negativa, culpabilizándose y sin ver una
solución clara a sus problemas la única solución final a sus malestares, puede ser el
suicidio.

Lo que me parece interesante en cuanto al texto de Styron es la manera en que intenta


encontrar las palabras para describir, esos momentos desoladores de su vida cotidiana,
toca muchos aspectos de la experiencia del sufrimiento de la enfermedad depresiva,
se centra básicamente en su vivencia propia para poner palabras a ese padecimiento.
Tal vez una de las características más dolorosas de la depresión es impedir al sujeto
disfrutar incluso de los momentos que deberían proporcionarle satisfacción personal.
La debilidad causada por el insomnio, la incapacidad para concentrarse y escribir va
cavando todo lo que él consideraba constitutivo de su identidad y de su yo. El
sentimiento de que su vida ha sido una farsa, el autoaborrecimiento van apoderándose
cada vez de manera más definitiva de sus pensamientos cotidianos. Además, el autor
nos da un panorama bastante amplio en el cual la depresión se vive de distintas
maneras, es decir, que no hay una depresión que sea igual a otra.

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