gradocero

Diciembre S U P L E M E N T O d e L I T E R A T U R A 2019

Mercado:
ocultos
/
Miguel Núñez

de Chile
Boldrini

escritores
Gustavo

dos

Financia:

Reportajes a financiamiento estatal Beca de Creación Literaria y Apoyo a Ediciones.

¶ Creadores Carlos Droguett, Raúl Ruiz, Nadia Prado y Maivo Suárez.
¶ Cynthia Rimsky escribe Esa máquina de ficción.
Fondo Nacional de Fomento
del Libro y la Lectura
Convocatoria 2019
Región de Valparaíso
 3
editorial grado cero diciembre • 2019 reseñas

Hasta pronto Pies esfumados limitan el fresco / alas en el sombrero, las sandalias. / Nuestro vector

¿Quién le teme a la poesía?

del futuro y su vuelo. Estos tres endecasílabos que escribí mientras pensaba cómo
iniciar esta reseña sirven para contar un par de cosas. Los hice a partir de un retrato de
Hermes, el dios mensajero, hecho por Giambattista Tiepolo. Los poemas sobre pin-
turas son écfrasis. El tipo de escritura que demuestra conciencia sobre sí misma se llama
metaescritura. Estas dos definiciones las leí en ¿Quién le tema a la poesía?, un «esbozo
a su pregunta habitual de fin de temporada: ¿Cuándo podremos

repente no hay espacio para más, y en este número se sinteti-

sea, habrá un hiato entre esta edición y la siguiente. De momen-

que ha recibido el plazo de la biblioteca, con la de los amantes

compañeros que quieres, invitar otras plumas de vez en cuando

de que te editen; vigilamos, al fin, la relación con errores que

otros números no tratamos. Es nuestra última oportunidad, de

el diseño de cada número sea siempre una sorpresa. Es muy

nado relaciones laborales, nos han discutido de afuera, también

según las pulsiones. Ni siquiera sabemos qué día saldremos im-

Por supuesto, hay cosas fomes. Diría que la mitad del total.

Nosotros somos un reflejo de esta última, sin duda alguna. He-

que considera editores, escritores y articulistas siga girando su

libro que aprecias, especialmente cuando crees en los autores.

A todos les debemos ser suplemento, somos su suplemento.

momento. Hicimos lo mejor que pudimos. Lo demás, atravesa-

Este texto no está ni estará en la web, si está en tus manos, te lo

chero donde mismo, vigilamos la relación con el Estado. Amigo,
futuro, redes sociales o un pasado. Somos un impreso irregular

labor. No queremos vender libros independientes, sino recono-

números y cuentas, queremos una mejor literatura. Es nuestro

edición independiente ni de sus autores, tampoco con los de día

Quizá nuestra etapa, la de los primeros años de una diversifi-

así. Esas blancas palomas que te escriben para saludarte y tratar
Desde la estructura de suplemento y no de página (la que

y tratamos de acercarnos a la verdad, como lo hacen los amigos.

esperamos el cierre administrativo de esta temporada y la entre-

grandes obras. Quizá trabajamos para una literatura del futuro.

Pero no nos ponemos en caso alguno en oposición a la

preocúpate de revisar bien la boleta, qué pasa si te preocupas

24 NÚMEROS DESPUÉS, SUPLEMENTO GRADO CERO VUELVE

elogiado y ha sido y es doloroso editar una mala crítica de un

En nuestro fuero somos sus amigos, difundimos sus aciertos

de manual no académico para leer y disfrutar poesía» compuesto por 49 entradas sobre

horizonte, debemos recordarlo para encontrarlo algún día.

cación de la edición independiente, no logre producir tantas

otro equipo) no somos Culto, Revista de Libros; no tenemos
persistió en El Ciudadano y quizá persistirá como marca con

y descentralizado que fue cambiando piezas y estructura

divertido conversar con escritores que admiramos, sean

Como ese que le dice al otro: pórtate bien, deja de ser me-
y adaptar Grado Cero al momento. Es muy divertido que

Al final del camino, por lo menos el de la ruta 2019, de

dos veinte números de esta etapa es agradecerte a ti, lector.

ga de recursos para empezar la próxima. Sea del modo que

to, sí, este número fue escrito con la pasión con la que lee el

cernos en ellos. Más allá de las obligaciones mensuales de

rueda y quizá, con fortuna y sobre todo trabajo, nos permita

de fin de semana que podrían separarse para siempre y que

presos a la calle cada mes. Es muy divertido trabajar con los

domingo, aunque nos cuesta creer en obras grandes escritas

podrían haber sido cubiertos. Sin ser unos santos, es nuestra

Pero cada escritura acá ha funcionado con autonomía, sin

mereces más que nadie. Eres clave para que este sistema,

VV.AA—LAUREL—187 PÁGINAS Por Matías Ávalos

tipos de poema, escritas por Marcela Labraña, Macarena Urzúa, Felipe Cussen, Manuela

Las hay en el mundo, el país y la edición independiente.

mos discutido acá dentro, hemos roto amistades, termi-

zan obsesiones y pulsiones que en la estepa estirada de

seguir? Tras el resultado positivo del Fondo del Libro,

Salinas y Gastón Carrasco, que funcionan muy bien en algunos aspectos.

imposiciones que limiten su valoración de los textos.

Uno de ellos es el de la introducción a una escritura esencial para la apreciación y la

de meter su libro de pasada el feriado en la tarde.

conocidos o desconocidos para el gran público.
producción poética como el ensayo literario. A las entradas las atraviesa un tono pedagógico
no controlan su destino. Con desesperación.

muy agradable que agrupa poemas de manera general, volviendo posible una diversi-

reencontrarnos como un Grado Cero mejor.

2
dad de ejemplos a partir de elegir prismas tan vastos como Soneto o Vate. La estrategia más
recurrente es poner dos ejemplos alejados en tiempo y espacio, Quevedo y Parra, por
ejemplo, o Hildegard von Bingen y Vallejo. De esta forma logran una amplitud de aplicabili-
dad de las definiciones y, sin decirlo, los lectores asisten a otro fenómeno interesante de
la poesía que no sucede en otras disciplinas: el hecho de que están más cerca los proyectos
de Elvira Hernández y Safo, que los de cualquier filósofo contemporáneo con Platón.
Pero también puede funcionar como densificación para los que tienen algún bagaje más
bien hedonista en el poema y quieren asistir a una lectura con otro alcance, más profun-
da sin ser técnica, que pueda asociar el objeto que tienen en frente no con los materiales con
los que el objeto está construido (tipo de palabras, por ejemplo), sino con la forma del
objeto. Así, un poema con palabras como pobreza, hambre o desigualdad, no tendrá un uni-
verso comparativo tan cercano, sino que podrá, por el tipo de operación a la que someta
al lenguaje, estar emparentado con otros poemas de otros tiempos y espacios que amplíen
no solo las posibilidades de esa lectura en particular, sino la de futuras escrituras.
Empecé con tres endecasílabos del dios mensajero Hermes porque, en este libro, los
ensayos buscan no solo describir el tipo de poema que abordan, sino entregar la expe-
riencia de lectura de ese poema. Si fuesen ensayos sobre Hermes, no serían del mensaje que
mo muy bajo, como si el narrador se esforzara por entregan sino del viaje, los olores del camino, la temperatura del día, etc. Conocer sería,
FELIPE FUENTEALBA RIVAS—

ecualizar en graves y lentos sus emociones, otro para estos ensayistas, colaborar con niveles más intensos de apreciación del hecho poético.
rasgo que veo como un acierto. Pero también, de paso, enterrar (y pisotear y no regresar a ellos a menos que sea
Incendios

Sin embargo, a Incendios le falta riesgo en como burla) malos entendidos. En la entrada Poetisa, escrita por Macarena Urzúa, a partir
MAGO—226 PÁGINAS

su escritura. El narrador se engolosina con aprecia- de los ejemplos de Soledad Fariña con «no soy» y Susana Thenon con «La antología»,
ciones naif que solo le restan fuerza al relato, el puede finalizar con «Quienes practican la poesía la perciben más bien como un arma, una
Por Priscilla Cajales

El cambio climático ha llegado para quedarse
pese a que el movimiento social que hoy captura
nuestra atención y nuestros días aparentemente
lo ha dejado como tema secundario. Basta escuchar
las demandas por la renacionalización del agua
y el llamado de auxilio y de denuncia de las zonas de
sacrificio para darnos cuenta de que nuestra so-
brevivencia es el tema del futuro inmediato. Y otra
vez serán los pobres quienes sufran con mayor
fuerza; los otros, siempre han tenido algún plan de
escape. Al sur de Chile ya no le quedan bosques
aunque erróneamente llamemos así a las enormes
plantaciones de pinos y eucaliptus que vuelven
ácido el suelo. Abordar este tema es el mayor lo-
gro de Incendios, segunda publicación de Felipe
mayor ejemplo de ello es el primer cuento con el
que Fuentealba se presenta: «Réplicas», aquí la
trama sucede luego de un fuerte terremoto y las ré-
plicas son usadas como marcas del tiempo y del
clímax. Sucede la vida de un hombre vinculado a
una mujer con su hijo y su posterior separación.
El texto está lleno de lugares comunes y clichés de
un amor que no puede ser por los avatares de
existencia, la cobardía del protagonista y sus for-
zados silencios. Además de la cursilería con la que
se aproxima al tratamiento del niño:
«—Lágrimas— dijo Carlitos, y mientras él me
secaba ambos ojos con los mitones que le ha-
bía tejido su madre, yo rogué para que esa fuera la
primera y última vez que tuviera que secarle las
lágrimas a alguien».
Bolaño decía que después del siglo XX era
imposible escribir una historia lineal, que había que
llevar el oficio hacia un lugar distinto, y ese es
precisamente el problema más grave de este libro,
la falta de originalidad para presentarnos una
buena historia, porque todos estamos de acuerdo
en que la narrativa no se trata solamente de
herramienta de vida y un oficio, por eso es que la poesía es
una, ni femenina ni masculina. / Todos son modos válidos de
decir, de crear, que finalmente es poesía hecha por poetas».
El título del libro y su explicación, a cargo de Marcela La-
braña en las primeras páginas, suena a una estrategia muy
usual en la infancia: ¿A que no te animas a trepar ese árbol?
Decíamos para que la puesta en duda de la valentía, operara
en el o la interpelada y la hiciera actuar. Los y las autoras del
libro son poetas, investigadoras e incluso, como en el caso de
Felipe Cussen, performers del poema. El árbol de este libro es
la poesía. La pregunta, tramposa pero bienintencionada, tiene
el fin de evitar la desaparición de esas personas que sostienen
ese gesto cada vez más gratuito y necesario de leer poesía.
Azares del cuerpo
MARÍA OSPINA PIZANO—EDICOLA—188 PÁGINAS
Por Hugo Herrera Pardo

también se extienden hacia otras zonas metaforizadas corporal-

femeninas atraviesan instituciones, tipos de relaciones, estados emo-

torialización del capital, zonas de despojo, desposesión, los sentidos

pulsiones y obsesiones, en una forma y tono narrativos que es por lo

por medio de la exploración del «círculo de dependencias que a todos

En las últimas décadas,

las artes y la literatura,

que tal articulación ha

primer libro de narrativa de la escritora colombiana, la experiencia

cuerpo y mujeres ha im-

relato del conjunto, «Policarpa», presenta heridas que, de manera

mente en variados cam-

practicado o que ha padecido. La articulación entre cuerpo y muje-

tipo de violencia que más que ser expresiva y/o instrumental se con-

el relato necesita de manipulaciones y estereotipos emocionales

cado, el barrio, el hogar ominoso, la ciudad, espacios de tránsito…)

apreciarse en la conste-

del cuerpo femenino como hecho constitutivo del capitalismo, po-

supermercado de Bogotá hasta el cuerpo en transición de jóvenes

se expresa en los relatos del libro no solo en los cuerpos de sus pro-

«Salvación de señoritas» las marcaciones pueden ser asimilables

exponen las condiciones y operaciones de las políticas centraliza-

de Azares del cuerpo que bien puede ser ampliable, como leitmotiv, a
la editora va añadiendo al relato testimonial que la ex-guerrillera

libro de María Ospina Pizano reside en el cuerpo femenino. A partir

nociones que han quedado aprehendidas al devenir histórico del

mucho más moderada y restringida que el alcance y profundidad

gunas de ellas entrecruzadas en sus historias) que van desde una

de sus protagonistas van produciendo en el cuerpo de la lengua.

cal, lógica extractivista, desarticulación de los movimientos sociales,

El cuerpo es un espacio de inscripción, cuyas disputas en su

Fuentealba (1982), quien había publicado anterior- buenas historias, sino de la estructura que se levan-

impacto que puede

simbólica, también pueden ser extensibles a las tachaduras que

nos atrapa y nos cautiva», frase apuntada en uno de los relatos

tagonistas mediantes cicatrices, excesos o ronchas, sino que
de la constelación anterior. En los seis relatos que componen el

del cuerpo tiene como protagonistas a un grupo de mujeres (al-

la articulación entre

mente, como el texto o la lengua. En el plano textual, el primer

pos del pensamiento,

para proyectarse en el mercado. En los cuentos «Ocasión» y

de su puesta en escena en diferentes escenarios (el supermer-

de la violencia y sus tipologías, migraciones, estructura patriar-

economías solidarias, maternidades alternativas, la apropiación

No obstante, el foco principal de los relatos contenidos en el

líticas de disidencia sexual, etc. Son todas ellas algunas de las

Azares del cuerpo es

ex-guerrillera desmovilizada insertándose laboralmente en un

dice más bien con una violencia al nivel de los afectos, deseos,
cuerpo femenino y los diversos modos de usos y abusos que ha

superficie van dejando marcas imperecederas. Esta dinámica

cionales, manifestaciones de deseos que sostienen la narrativa

a las faltas ortográficas que los registros de escritura de algunas
pactado profunda-

estudiantes o el de una mujer arrasado por pulgas, y muestra un

general homogéneo, a excepción del relato «Fauna de las eras».

desmovilizada le confiere, puesto que, a juicio de la primera,

lación de conceptos

Ambas expresiones, las tachaduras y los desvíos, faltas o fallas,

doras, sus fuerzas coercitivas, así como sus posibilidades de

e impulsados por distintas motivaciones, estas corporalidades

mente el conjunto de relatos Otoño (2016).
Once cuentos dan forma a este libro, y al menos
cinco se refieren a lo rural y al oficio de los bom-
beros contratados por las empresas forestales para
incendiar zonas acotadas, a modo de limpieza
o despeje, y luego apagarlos. Los sujetos de la na-
ido aglomerando, atravesando o transgrediendo: soberanía, terri-
ta, se hunde o se estrella contra el muro (como
se quiera) pero que surge del oficio y de la intención
y no como algunos atribuyen a las meras ganas
de contar algo o para alguien. Esta falta de riesgo
empantana el camino que los buenos relatos de
Incendios pudieron seguir.

res elaborada por María Ospina Pizano en A

rración son el padre y sus compañeros de oficio, Me pregunto hasta dónde un trabajo de edi-
el hijo que contempla con admiración ese mundo ción hubiera ayudado a que los buenos relatos de
adulto, el primo que es rescatado en medio de Incendios no se hubieran perdido en el pastizal
una sobredosis. También hacen parte de este mun- de los lugares comunes, y lo hago después de en-

los demás cuentos que lo integran.

do una mujer, un niño y un hombre que están a contrar una serie de erratas que solo ayudaban
punto de no escapar de una seguidilla de incendios a tropezar con el texto una y otra vez. Mago Editores
que rodean su casa: todos ellos componen un queda al debe una vez más en relación al cuidado

alterarlas o excederlas.
cuadro de sujetos comunes, con un temple de áni- con el texto y con el autor.

S U PLE M E N TO G R A D O C E RO
Editor: Cristóbal Gaete | Diseño e ilustraciones: Harol Bustos | Colaboraron en este número: Matías Ávalos, Priscilla Cajales, Hugo Herrera Pardo, Cynthia Rimsky y María Yaksic.
Correcciones: Priscilla Cajales | Fotografías: Raúl Goycoolea | La tipografía del logotipo gc es Santiago, diseñada por Contrafonts.cl | Contacto: GRADOCEROLIBROS@GMAIL.COM
GRADOCEROSUPLEMENTO.COM
reseñas grado cero diciembre • 2019 5 libres creadores

60 muertos en la escalera

de sentido es el escritor y poeta antillano Édouard Glissant, a

concretas como el exilio o la diáspora, pero que en algunos de

diante la palabra e imagen poéticas, esta paradoja que vitaliza

realiza su riesgo». Este espaciamiento del pensar en el mundo

contacto con el «Pensamiento de la errancia» desperdigado por

de una renuncia, ni de una frustración en relación a una situación

y lugares. Toda esta vinculación heteróclita va informando la

el mundo. Informa lo imaginario de los pueblos, sus poéticas di-

Gaete una pulsión territorializadora que cruza el texto (e inclu-

han sido libros de exilio e, inclusive y con bastante asiduidad,

Para el pensador de las relaciones rizomáticas, del Todo-Mundo

por Claudio Gaete Briones en su libro, mediante la propuesta

fundamentalmente diversa en su tarea. Para Glissant, también,

en pos de un bien común retomada por Gaete en su libro. Por

es un acto determinado de rechazo, ni una pulsión descontrolada

el libro, además de las marcaciones temporales y espaciales que

quien corresponde uno de los epígrafes que abre el volumen.

de manera paradójica los libros fundadores de comunidad

versificadas, a las que a su vez transforma, es decir, en las que

sus sentidos puede ser extensible a la práctica colaborativa

de origen que se habría deteriorado (desterritorializado) —no

Glissant en su Poética de la Relación, a partir de situaciones
y la Creolización, «el pensamiento se espacia realmente en

de la mink´a. Y es que tal propuesta tiene muchos puntos de

señalar un caso, Glissant expone que la «errancia no procede

podría ser extendido, arrastrado, a la poetización trabajada

de abandono—». En esta línea, es fuerte en la propuesta de

de errancia. Mink´a de Claudio Gaete Briones extiende, me-

so la colección editorial en la que este se enmarca) y que es
minga o mingaco, en sus sentidos colectivos, comunitarios,
los propios textos arrastran, escritos en distintos momentos

Una de las referencias implicadas en esta aglutinación

–Carlos Droguett–

toda vinculación entre comunidad y territorio.

Nascimento–246 págs.

territoriales, proyectivos y recíprocos.

Bulto
VÍCTOR QUEZADA—
TRAZA EDITORA—53 PÁGINAS
Por Matías Ávalos

Mink´a es el segundo libro de poemas publicado por Claudio Gaete

procidad y que, a partir de esto, pacta proyectivamente una prome-

ciones del Temple, 2005). Fue puesto a circular el pasado mes de

de Valdivia, en el marco de una colección de seis títulos, publicada

Claudio Gaete Briones reúne una amplia serie de poemas, los cua-

la lengua, distintas sonoridades (es notoria,

de Fomento a la Industria, Modalidad Apoyo a Ediciones. Los res-

registros poéticos a géneros referenciales, ensayísticos y narrativos)

memoria de Higinio Delgado, El Diario del Lechuza. Relato de vida de

Serrano Ilabaca, El infinito mar de la memoria de Sara Brellenthin

otros. Por tanto, ¿qué arrastra la mink´a condensada y desplazada

/l̮ o /ʎ/, de remarcada pre-

tafóricamente arrastra la palabra quechua: una forma de trabajo

gunos de los elementos reunidos heterogé-

libro van desde diferentes tipos de lenguaje

continente), los diferentes tópicos, tonali-

tantes títulos integrantes de la colección (que aglutina además de

colectivo sostenida en pos del bien común, una práctica de reci-

por Claudio Gaete en este volumen? Al-

tras la adjudicación de un Fondo del Libro y la Lectura, Línea

neamente a lo largo de las páginas del

Briones, título que le sigue a El cementerio de los disidentes (Edi-

agosto bajo el alero de la editorial Fértil provincia de la ciudad

un preso común (Manuscrito anónimo), Los Náufragos de Bruno

Arellano y Kolotugey ti Nutxam: los colores de la palabra de Erwin

Bajo la imagen-pensamiento del vocablo quechua mink´a,

son La ideología de la Dictadura Militar en Chile: el secuestro de la

dades y formas poéticas que atraviesan

sencia en lenguas originarias del sur del
(palabra, imagen), diversos registros de
les intentan dialogar con los múltiples sentidos que literal y me-

por ejemplo, la sostenida reiteración de

sa, una forma de vinculación entre comunidad y territorio, entre
«El punto ciego es la zona de la retina de donde surge el nervio óptico»
(Wikipedia) una bisagra entre ver y no ver, un origen que excede la visión
y la hace posible. Confundiré groseramente visión con visualidad para CÓMO OCURRIÓ (FRAGMENTO DE CAPÍTULO)
hablar de Bulto, nouvelle editada en formato pequeño (16x11 cm, auténtica-
mente de bolsillo) escrita a la altura de esa reducción: pulcra, despojada Después de esto, el Teniente se fue junto a un muchacho que estaba herido. Este cayó al suelo, se volvió a parar. El Cabo le volvió a disparar.
de histrionismo, transparente en el sentido de membrana que solo se ve tendido y que se había incorporado y que comenzó a hablar, a hablar y Cayó otra vez, se movió un poco, pero después ya no. Su cara había
cuando se pone delante de otras cosas; como el papel, no como el vidrio, no a gritar. Eso era impresionante: «No importa, compañeros, nuestra quedado pegada a la de otro muerto en un gesto gracioso y conmovido,

los fonemas /ll/, /l/

de un transparente misterio que se sostiene estrictamente en el plano del sangre salvará la tierra». Y entonces el Teniente le gritó: «¡Qué vas como cuando después de la farra se caen dormiditos los borrachos. En
lenguaje. En esto veo el primer valor del libro. a salvar vos, mierda!» y le dio uno, dos, tres sablazos en la cara. Ah, seguida se fue el Cabo. Iba dando golpes secos con la carabina sobre los
Al obstáculo eterno para la buena escritura, «esa imposibilidad de elevar el teniente Noe, tenía una gran dentadura, una firme, sana dentadu- cadáveres. Estaba apisonando los cadáveres, los moribundos. Amigos
a la altura de la imaginación aquellas cosas que existen bajo el escrutinio ra. Se le vio entonces. Crecían sus dientes hacia adelante, crecían de míos, cada uno de nosotros sabe lo difícil que es matar a un animal.
directo de los sentidos» como diría W.C.W
W.C.W, buena parte de nuestra literatura bruces, parecía que le estaban creciendo desde el cerebro. Después, Cada uno de nosotros ha muerto uno alguna vez. Calculemos por eso
postnetflix decidió sortearlo vía visualidad. Un elogio habitual para un el Teniente bajó la escalera. Le dolía el brazo. Cerca suyo había estado lo difícil que es matar a un hombre (hay que matar cada trozo de su
libro de cuentos o una novela es el hecho de ser filmables, lo cual, dadas las un hombre de uniforme que parecía tranquilo y que, tranquilamente, cuerpo, cada mano, cada ojo). Ellos eran muchos y el espacio en que los
condiciones de producción audiovisual contemporáneas (una fuerte ten- con su gran cara bonachona, cogió a un herido, lo arrastró. El herido mataban era muy poco. Por eso no se disparó una vez, sino repetidas

dencia a la linealidad, un regreso a la invisibilización del montaje, un aristo-
telismo exacerbado por el 4K y su obsesión con el paneo horizontal) no
hacen sino atentar con lo estrictamente literario, que acá no es una apología
esencialista sino la defensa del nicho como resistencia a los embates del
mercado. A sus condiciones ¿Qué nicho es el de un libro así? El del poema, o
al menos el de un medio, el independiente, en el que el poema como material
producido, consumido y editado, continúa siendo vital.
«Llegué a los 30 años sin pene. Videla murió ayer a los 88, condenado en
una cárcel pública; el otro hijo de puta murió como buen cristiano sobre una
cama del Hospital Militar, a las 14:15 horas del día 10 de diciembre
del año 2006, en Santiago de Chile».
Desde el comienzo sabemos este oxímoron del protagonista: carga
con una falta; sabemos que falta no es carencia sino diferencia, y sabemos
(vamos sabiendo, diría mal pero precisamente) que eleva esa diferencia
desde la cotidianidad a la dimensión del lenguaje para devolverla a la coti-
dianidad, lo que Vallejo hace con el pueblo, y Dickinson con la natura-
leza. Este es el tono del libro, el de un entre, el de un médium.
Los polos entre los cuales se ubica son varios: la muerte de Videla
sentado en el wáter en un penal, solo, viejo, varias veces condenado no solo
jurídica sino socialmente, versus la muerte de Pinochet, en una cama,
rodeado de inmundos civiles y milicos que lo amaron y que aún hoy lo guar-
dan en sus inmundas memorias. También el agua versus el continente;
el protagonista pasa toda la narración en la costanera del Río de la Plata,
lugar desde donde puede radiografiar (no fotografiar) varios tipos de
personas demasiado típicas de Buenos Aires, «Los viejos del club náutico
que son o fueron millonarios, se enriquecieron en los noventa a punta
de información privilegiada», «hombres de negocios, especuladores, anti-
guos socialistas», «desempleados, hombres y mujeres obligados a rondar
las mismas calles hasta perder la paciencia, la dignidad o, lo que es lo
mismo, sus últimos pesos. Sobre sus chaquetas, quizás, el sol no brille»,
«migrantes haciendo fila para obtener la Residencia Precaria».
Otro versus, el versus desde el que viene y hacia el cual se dirige durante
la mañana que dura la narración es Antofagasta-Buenos Aires-Antofagasta.
El padre del protagonista muere en su tierra natal y él debe regresar a
4
su casa. De lo que se desprenden otros versus interesantes: su madre y su
padre, la viva y el muerto, la presencia y la ausencia que se intercambian
papeles en los olores de la almohada y en la parte de la cama que usaba aquel
y que lo constituye, ahora que no está, más total que nunca.
Qué es ser hombre, a qué vuelve uno cuando vuelve, qué abandonó,
qué perdió y con qué cuenta son preguntas que propone en voz baja,
susurrando, un poeta que escribió una hermosa nouvelle.
Nettig Rosales.
s obre e l au tor
Nacido en 1912, es uno de los
escritores claves en Chile
Mink´a por su combinación de crítica,
memoria y prosa densa.
Necesarios son en cualquier
CLAUDIO GAETE BRIONES—
biblioteca Patas de Perro, Eloy
FÉRTIL PROVINCIA—124 PÁGINAS y Todas esas muertes. Los
Por Hugo Herrera Pardo asesinados del Seguro Obrero
fue su primer libro, crónica
que reconstruye los fatales hechos
del 5 de septiembre de 1938, antes
publicada en el diario La Hora.
En 1953 presenta 60 muertos en la
escalera en forma de novela,
dándole la vuelta definitiva a esta
historia que postula al concurso de
la Editorial Nascimento, ganán-
dolo. Droguett fue reconocido con
el Premio Nacional de Literatura.
se llamaba Jesús Ballestero. El hombre uniformado lo acomodó un
poco entre sus piernas abiertas y agarrando entonces su carabina por
el cañón y alzando su cara blanca y extraviada para mirar sin emoción,
con ambas manos la volteó una, dos, tres veces. La cuarta vez golpeó
encima de un cadáver. Subió un hombre tarareando, iba contento, sen-
tía una necesidad en sus riñones y estaba feliz de poderla cumplir. No
podía subir muy rápido porque la escalera estaba llena de cadáveres y
de moribundos y de restos de muebles. Entre dos estudiantes con los
brazos grotescamente alzados al cielo yacía una silla de tapiz granate
con las patas al aire, tiesas, como un remedo; el hombre pasó junto a
ella y resbaló en la sangre. Era sangre que salía desde un agonizante
que estaba ahí con la cara crispada en un rictus desesperante que pa-
recía una sonrisa. El hombre ya se meaba, no aguantaba más y se puso
rabioso. «Ríete, ahora gracioso», le gritó, y le quebró los dientes de un
taconazo y subió corriendo. Un uniformado que bajaba le disparó en
la cabeza a un herido que se movía mucho, como si tuviera cosquillas
o algo le picara y como aún se movía, le disparó otra vez y entonces,
sí, le clavó la vida. Se la dejó inmóvil, porque la muerte, para los que
disparaban, no era sino eso, la vida que había que dejar inmóvil.
Amigos míos, yo no invento nada, solo hablo de lo que existió,
de lo que pasó en aquella gran casa. Existieron una vez sesenta y tres
muchachos. Pasaron unos hombres de uniforme, pasaron las balas y
quedó la sangre señalando el lugar en que ellos, antes de morir, exis-
tieron. Sí, cuando hubo terminado la primera faena, se ordenó sacar
de su encierro a los vencidos de la Universidad y, haciéndolos pasar,
pisar sobre los cadáveres de los otros, se les hizo bajar al otro piso y,
cuando venían en la escalera, el Comandante dijo a sus hombres: «Ni-
ños, a cumplir la orden». Su voz estuvo tranquila cuando agregó: «Con
carabinas no, usen los revólveres para que no reboten las balas». A uno
de los vencidos la metralla lo alcanzó en pleno vientre, se levantó con
dificultad, apoyándose en el hombro de un herido. Entonces el coronel
Bautista desenvainó su sable, su crimen, y lo ensartó dos veces en él.
El coronel Bautista tenía una cara bolsuda, blanducha que entonces,
como estaba transpirando, parecía que se derretía. En realidad, en el
interior del edificio hacía bastante calor aquella tarde.
Un hombre de uniforme subió hasta el sexto piso, se puso a mirar y a
pensar porque no vio a los estudiantes a quienes había estado vigilando
en un comienzo. De repente miró allá en la escalera a un herido que se
levantaba. El hombre fue allá, pero entonces llegó el Cabo, cogió una
carabina. El hombre le dijo: «Mi Cabo, tapemos los cadáveres». Pero
el Cabo replicó: «¿Quieres que te liquide a ti también? » Y le disparó al
veces. Si alguno se levantaba, se le daba un tiro, si se levantaba otra vez
se le daba otro tiro, si volvía a levantarse se le daba otro y así hasta el
octavo, hasta el décimo tiro. Y aún el undécimo pudo ser necesario. Es
curioso, el hombre, que comenzó asesinando con una quijada de burro,
hubo de ir perfeccionando sus armas mortíferas porque —también— el
hombre se iba poniendo ducho y perdía con mucho éxito el tiempo en
imaginar maneras de quitarle el cuerpo al asesino. Ahora el hombre
mata con cañones lanzallamas y con bombas voladores, frágiles y en-
revesadas como una medicina, para sutilizar y niquelar la muerte, para
dejarla limpia y aséptica como un pasadizo recién lavado, suprimiendo
el grito, el estertor, borrando la sangre, dejando solo una bella indus-
tria, modernizada y culta. Pero la naturaleza no cambia; ella emplea sus
mismas armas inmemorables no perfeccionadas. Siempre saca a relucir
sus crudos inviernos para matar el vivificante calor humano o logra que
retiemble el mundo con sus incomparables terremotos que hacen saltar
las cáscaras que edifica el hombre para vivir adentro. Los sismógrafos
son el corazón de las ciudades, por ellos pasa el lento y regular ritmo del
mundo de los astros, cumpliendo adecuadamente sus órbitas, los días
suceden a los días y las noches a las noches, las estaciones del calor caen
ordenadamente tras las estaciones del frío y después del solsticio de las
frutas estivales cae el lento telón otoñal en los bosques del hemisferio.
La naturaleza no cambia, ella mata siempre de hambre, de frío, ella es
basta, primitiva, tenazmente parca y breve para asesinar, no defiende
el crimen como una de las bellas artes, no lo estiliza. La naturaleza no
inventó los lentos suplicios, ellos vinieron con el hombre melancólico
que se emocionaba ante el crepúsculo que se incendiaba en el fondo de
los mares o que se aterraba de miedo cuando la lluvia silenciosa caía so-
bre las soledades de la Edad Media. El suplicio lo inventó el hombre que
inventó el tiempo; el suplicio era la detención brutal de la eternidad, el
no dejar salir el alma del prisionero estirado por sus aspas en una rueda
de molino o el obligar a las manos previamente despojadas de sus uñas
a que cavaran la propia tumba, como cuenta la historia que hacían los
antiguos japoneses con sus víctimas. Después, la guillotina no fue solo
un cuchillo. Fue un ara, un altar, ahí oficiaron su culto los pontífices de
la libertad del hombre. La muerte había derivado de la tragedia griega a
la política; la muerte asumió su papel de función social. La guillotina fue
un cuchillo que dio tajos breves y prolongados reflejos. La guillotina fue
una prolongada lámpara. Su luz fue buena, la sangre da a veces desde
el muerto, desde el que hizo al muerto, un resplandor bondadoso. Hay
sangres buenas y sangres malas, sangres que aprovechan y sangres que
no riegan ninguna cosa (…).
libres creadores
Duelos y quebrantos–Raúl
Ruiz–Mundana–247 págs.
sobre el autor
El cineasta chileno más importante
guardó hasta sus últimos días la
intención de corregir estos poemas.
De forma póstuma son revelados
por Bruno Cuneo, poeta, editor y
académico que ha ido entregando
la escritura secreta de Ruiz en
estos últimos años. De las dos sec-
ciones de poemas cortos se
extrae la siguiente muestra, la que
perfectamente se puede ver al
trasluz del humor y creatividad de
su obra fílmica.
6 grado cero
Y EL OTRO QUE NI GANA, QUE NI PIERDE…
Y el otro que ni gana, que ni pierde
casado con tres hijos, buena pega
ni feo ni buenmozo, más bien gordo
juega fútbol, barítono en un coro
trabaja en el hipódromo, no juega
más de una vez al mes, mucho lo quieren
su mujer y sus hijos, libros lee
descifra crucigramas, va a la Vega
compra fruta, bancario, juega al gordo
masón, asiste a los entierros solo
corta las rosas, riega la vereda
sueña muy a lo lejos que se muere
y hoy, mirando a esos dos allí colgados
viene y se cuelga en un farol al lado.
SI ME SACO LOS MOCOS CON EL DEDO CHICO…
Si me saco los mocos con el dedo chico
no se vea en tal gesto un desafío al mundo
ni tampoco el ostente de mi ser inmundo
pasa que soy un pobre que lo pasa rico
pasa que me complazco en los placeres chicos
porque los grandes pertenecen al gran mundo
para el que puede sea el folgar iracundo
el engullir el lujurioso poto rico
pal pobre como yo [el] rasque de huevas
la bostezada siesta, el estirar de piernas
y una que otra mirada hacia las vagas nubes
de vez en cuando la calambria, el estornudo.
pajita los domingos, rascado de orejas
completo, frica, gorda y una rica cerveza.
VACACIONES EN UN CEMENTERIO CHINO
Lo primero que saltaba a la vista era el dragón
hecho de sumisas montañas.
No lejos, el tigre descarnado
y, por qué no? un elefante
fascinado por mil budas (mil ciento ochenta y tres)
Y la torre dorada
frente a la cual, diariamente
quemaban dinero ritual.
Allí se quemó una mano el monje del convento de A
y bajó la colina con la mano ardiendo
y así, dicen, iluminó el camino a ciertos peregrinos
de ultratumba
los ciegos, los elegantes
cuyas risas rituales habitan el sueño
de los gatos (escasos en esta época del año).
Todavía se le ve al monje de tarde en tarde.
Luz en la bruma; el monje de la mano ardiente.
Cuenta Shi Tseu que la luz de aquella mano
ilumina el combate
de sombras, con que Shi Huang, el ciego
acoge a los visitantes en la montaña del perro azul.
Hace un año
el emperador mismo
quiso tocar la mano ardiente
y el hielo de aquel fuego le hizo caer en un sopor
de otro tiempo.
Aún no despierta del todo
y las cosechas serán malas.
El pleonasmo agrede en las mañanas
cuando los guardias del agro sanamente dictaminan
normas generales de inspiración moderna
se avecina al barrio de los dermatólogos
y desde ahí, considera los casos y las cosas
para el pleonasmo la muerte es la mentira desmenuzada
en mínimas afirmaciones deferentes
o a lo más, en difamaciones
fenómenos todos que nos dejan fríos como la mirada
de la estatuaria heroica que ante nos se eleva.
Decir la esperanza en los días por venir
es como decir el hambre errática
que en el solitario se cobija remordiendo
es como decir nada en el Edén del diario vivir
es como decir amor vistiendo la bancaria mortaja
nada se puede edificar una vez que en nos se asienta
como el tío de provincias
avizorando la jubilación y sus parcas asalariadas
como la niña y su enano energúmeno
saltando en la cuerda
descarriada y diminuta
entre dos sombras que se alargan por calles vacías
como la rata de blanco amor
empecinada en no ver nada
y en huir hacia cariátides
descomunales cuya humanidad se yergue henchida de
adánicas enumeraciones
y vehículos ululantes
el pleonasmo en sí no es nada
ante el beso inminente se borra y se hace polvo
ante el vacío de la calle se muere de hambre
ante la bestia describe bataholas
y caídas en los abismos onomásticos
la cósmica cohorte de cosméticos
que la vieja dama esconde en sus armarios
se desvive por dar a luz la belleza extravagante
de la dama trivial y sublime que al cielo asciende.
No hay carne que no atraiga al pleonasmo
su apetito de antigüedades
su amor a la devastación
y sobre todo su sed que todo lo devasta a su paso
y nada guarda
lo hacen indispensable, lo sabemos, fuera del contexto
en aquellos instantes perfectos
en que la paz augusta de los mundos entrevistos
busca la salida en su resquicio
de la calle principal de las ciudades muertas
cuando el ingrávido ataúd
adolece y duda
entre nubes beneméritas
es entonces, es a veces que entonces
el pleonasmo, arte mayor y ley de todos
se da a ver entre dos bostezos mal asumidos
y una como tos de muerte
entre el zumbido de la mosca escatológica
y el vocablo amén de las noches
en que el frío farol nos compadece y nada dice.
diciembre • 2019
Sara–Maivo
Suárez–
Kindberg–
155 págs.
FRAGMENTO DE CAPÍTULO 3
El malestar y el frío la desvelaron. Fue a la cocina
y se tomó una pastilla para dormir. En el dormi-
torio de Estela, abrió el clóset y sacó una frazada.
De regreso se tapó hasta más arriba de la cabeza.
Imaginó a Julia cesante, pidiéndole ayuda para
iniciar juntas un negocio. Cualquier negocio,
qué importaba, estaba soñando despierta y no lo
hacía desde hacía mucho tiempo; se dejó mecer
por las imágenes gracias al efecto de la pastilla.
Quizás podrían armar un emprendimiento, un
negocio nuevo y original, hacerse socias, más que
socias: cómplices. Unas Thelma y Louise, pero sin
barranco. Bueno, bueno, no creo que lo tuyo dé
para un currículum muy largo, en todo caso, había dicho la rubia
esa tarde con un tonito irónico. Quizás tenía razón. Había sido
una cobarde. Toda la vida en ByFoods. Debería haberme cambia-
do alguna vez, haberlo intentado, haber sido más ambiciosa, más
arriesgada. Pero se acordó de esa mierda de carta en la mochila
de Mario, la primera discusión, todas las mentiras, lo que ella se
había humillado para mantenerlo como marido, y luego el final:
Mario con la topletera y ella sola, a cargo de una hija de ocho
años. No eran tiempos para correr riesgos, concluyó, por eso se
había quedado en ByFoods. Qué sabía la rubia de todo eso.
Se dio vuelta en la cama, mirando hacia la otra pared, y se
acomodó en posición fetal. Acunada por el fármaco, imaginó un
viaje de regreso a un útero tibio y silencioso.
Soñó con Julia. La vio cubierta con velos de colores, conver-
tida en una bailarina oriental. Sara, sentada entre el público, se
fijaba en los ojos de la joven, luego en la nariz. No, no era Julia.
Despertó sedienta, estaba oscuro. Unas voces subían desde la
calle amplificadas por el silencio nocturno.
Se levantó a tientas al baño. Le pesaban los
s obre l a au tora párpados, se preguntó si no se habría tomado dos
Nacida en Talcahuano en 1964,
veces la pastilla, como cuando salaba dos veces la
tras pasar su infancia y juventud
en Argentina regresó a nuestro comida. Olvidos de mierda. Orinó profusamente.
país en 1988. Diplomada en Edición Recordó la bacinica de la abuela, llena hasta el bor-
y Publicaciones por la Universidad
de de un orín espeso. Meado de vieja. Compraría
Católica. Autoeditó los relatos
Lo que no bailamos (2016) y fue un desodorante ambiental mañana mismo. No
finalista con Entre dos casas (2018) quería ese olor en el departamento. Tiró del rollo
del Concurso Internacional de
de papel y una punzada le paralizó el brazo. Se lo
Literatura Infantil Libresa – Julio
C. Coba. Para la escritura de Sara llevó al cuerpo, lo frotó durante unos minutos. Tiró
recibió la Beca de Creación dos veces de la cadena, pero el hedor seguía ahí.
Literaria del Fondo del Libro y
Buscó el ibuprofeno en la caja de los remedios,
ganó el Premio Municipal Juegos
Literarios Gabriela Mistral. pero a causa del somnífero apenas pudo distinguir
los nombres. Tanteó la forma y el tamaño de los
comprimidos para asegurarse, luego ahuecó una
mano bajo el chorro de agua y se tomó uno. Ni recordaba la cara
de la topletera. Soñar con ella a estas alturas de la vida. Apagó la
luz y regresó con paso lento a la cama, sosteniéndose el brazo
adolorido.
La claridad del dormitorio la sorprendió, estaba amaneciendo.
Oyó el piar de algunos pájaros. Se alegró de no tener que ir a nin-
guna oficina y rogó para que la pastilla le calmara pronto el dolor.
7 libres creadores
© Copyright
–Nadia Prado
–Bisturí 10–
104 págs.
so bre la auto ra
Nacida en 1966, ha publicado
varios libros en editoriales
independientes desde los no-
venta: Simples Placeres, Carnal,
Job, Jaramagos, además de
las plaquettes [J] y Leer y velar.
Copyright fue publicado original-
mente el 2003. Luis Valenzuela, Callo para escuchar el viento que golpea las olas
quien reseñó el poemario
entonces, señala: «Copyright
Copyright es que golpean mi cabeza que mira la montaña. En
poesía en prosa, con sesgos la montaña parece nevar, la nieve cae convertida
narrativos y desorden gramatical. en agua, el agua me arrastra, el viento cierra mis
O sea, un todo que forma
parte del simulacro y que a la ojos y la arena me cubre. Hablo para decir lo que
vez es acto verbal creativo (…)». el viento no alcanzó a decir antes de ser despla-
zado por la sofocación. Todo está detenido, las
hojas caen y a mitad de camino parecen pensar
si seguirán cayendo. El aire me ahoga el sol se esconde yo no lo
puedo mirar. El mar es amplio mirar el mar es amplio. Escucho
para hablarme cuando el viento, las hojas, el suelo parecen ca-
llar. Chile es claro, oscuro, pequeño, pequeño y oscuro, claro es
pequeño, oscuro es inmenso.
Chile quiere decir mentira.
*
Llevo palabras sobre las manos, como monedas las entrego para
comprar mi sobrevivencia. Los centinelas ven mi cabeza rota y
vencida y me dejan continuar, diseminada y aullante.
Unos cuantos días se me clavan como estacas.
Simulo estar vencida pero mi fe es grande.
Me arrojan en el desierto, pero mi boca tiene tan-
tas palabras para beber y dejar en la arena.
Me dejan en la montaña.
Me dejan en los mares.
Mi madre llora sobre un puñado de tierra que
parezco ser yo.
*
Aprendí a componer unas cuantas letras. Un
ejercicio para retenerme. Mi cabeza daba vueltas
simulando estar pendiente de la realidad. Me gusta vivir sin sa-
ber dónde me llevarán los sueños. Ahora todo es grande y cierto.
Paisajes y espejismos de un pasado que creemos. El horizonte y el
paisaje, por donde todo se ha ido, me hizo dejar de creer cuando
la juventud desaparecía veloz y entusiasta, los ecos dentro de mí
gritaban, afuera el continente resistía contiendas feroces. Éxitos
pasajeros anegaban ciudades, ríos secos esperaban tormentas y
en los mares las olas se retiraban amenazantes.
La extensión del hambre y el frío hizo la vergüenza infértil.
*
Mis ojos disueltos de imágenes miran, yo les digo, con lo que ellos
tienen cerrados y en silencio se abren para mirarme y en su reflejo
leo. Algo como una caricatura se mueve en mi cabeza y me hace
ojos nuevos, pero yo protejo los que tengo, porque son los únicos
que te van a mirar así.
r e p o rta j e
Una aguda revisión de fondos para editoriales
adjudicados motiva reflexiones profundas sobre el
trabajo que hay que desarrollar hacia adelante.
Por Matías Ávalos
INCONTROLABLE COMO UNA
bomba de aves, las esquirlas
del 18/10 impactaron en muchas
direcciones y activaron diversas fi-
bras sensibles. Luego de los reclamos
principales y las expresiones de rabia más
pura, el movimiento se dijo a sí mismo que el
objetivo era una refundación de Chile, en ese
sentido empezó un proceso de articulación de
esa energía original que tomó, junto a las ma-
nifestaciones diarias en casi todas las ciuda-
des del país, forma de asambleas y cabildos.
El mundo editorial no quedó al margen de
esto. Por redes sociales vimos fotos de edito-
ras/es y escritoras/es reunidas/os en asam-
bleas donde se condenaba el neoliberalismo,
el Estado subsidiario, la lógica de la depreda-
ción, etc. Tuve, salvando las proporciones, un
ruido similar al que tuvieron muchas perso-
nas que de pronto vieron a violentos
acosadores devenir adalides políticos.
Uno de los participantes en estas asam-
bleas, de hecho, había subestimado el
movimiento, llamándolo acéfalo, en un
diario de la más rancia derecha argenti-
na. Pero, al fin y al cabo, esas personas
son individuos con todo el derecho a ex-
presar sus opiniones, sean cuales fueren;
está bien que opinen en contra, actúen a fa-
vor, participen, dejen de hacerlo, etc. No son
momentos para juicios de ese estilo como
único horizonte. Estas personas individua-
les, entre las cuales este redactor se incluye,
pueden tener una relación con el Estado de
carácter económico mediante la adjudicación
de las becas de creación, no más, no son en
nada perpetuadores de esta injusticia contra
la cual se están organizando. Tal sistema es
sencillo: te dan dinero, entregas un manuscri-
to, cumpliste tu parte del trato, fin.
Hay, como en todo trabajo, quienes no
hacen la pega, comportándose como esos
incumplidores que tanto critican. También
hay cientos de esos libros que no llegan a ma-
terializarse, no se sabe exactamente si por
falta de mérito, por una falta de mediación
entre aquella producción y las editoriales, o
por una mezcla de ambas variables. Si hay o
no fallas en el sistema de becas será material
para otro reportaje, ahora me interesa algo
más delicado; porque una beca, como dije
8 grado cero
antes, es dinero por producción,
un apoyo económico [y simbólico]
para creadores. Pero hay otro tipo de
persona que condenó la lógica neoli-
beral durante estos días: las editoria-
les y sus responsables.
Este sector, o parte de él, fue el que
me hizo ruido, porque muchos de estos
editores reiteran las prácticas del neoli-
beralismo ¿de qué manera? Acaparando
la mayor cantidad de apoyo a la industria
posible, por ejemplo, o al contar con equi-
pos grandes y respaldos de instituciones
pero postular de igual a igual con editoriales
cuyos equipos no superan las tres personas.
Ese acaparamiento muchas veces los lleva a
otra serie de malas prácticas: incumplir los
plazos dispuestos por los fondos [hay libra-
zos que esperan dos o tres años salir], hacer
mal su trabajo [versos cortados por un mal
cálculo en los márgenes de impresión en
libros de poesía, párrafos enteros repetidos
N EO L I B E R A L I S M O
en novelas, errores en tiempos
verbales en cuentos, erratas por doquier,
mantención de valores altos en libros en los
cuales no pusieron dinero] incluso, en algu-
nos casos, a no hacerlo [reciben dinero para
la edición de libros que pasados tres años de
esa adjudicación, nunca tocaron librerías ni
pudieron ser comprados en ferias] lo que im-
plica no solo una conducta éticamente repro-
chable sino incluso, desfalco al Estado que
pretenden cambiar con sus críticas.
¿Está mal el financiamiento? ¿es una crí-
tica al sistema mismo? De ninguna manera,
que se financie la edición independiente tie-
ne varias ventajas: compensar la escasez de
recursos que tienen las pequeñas y medianas
editoriales en relación a los grandes conglo-
merados; descomprimir el valor de los libros
para que puedan llegar a más personas, ade-
más de multiplicar la cantidad y diversidad de
registros y voces a partir de que más editoria-
les reciban apoyo económico para publicar.
Para lo primero, es indudable que hay
diferencias materiales con los conglomera-
dos que después van a verse reflejadas en la
capacidad de distribución y marketing, es
decir, ventas, es decir, la posibilidad de se-
guir publicando. Por eso, estos fondos son a
priori una buena noticia, nos permite
acceder a la visión más específica
de editores que no pueden/
quieren desarrollarla en
empresas deudoras de
otros intereses, con
otras exigencias que
muy pocas veces
tienen que ver
con literatura.
Pienso en Mike
Wilson pasándose
a Orjik para publicar
Leñador,, su novela más
radical, luego de su ex-
periencia en Alfaguara.
Pero cuando
uno revisa quiénes se ad-
judican el apoyo económico, encuen-
tra, por ejemplo, universidades que reciben
varios millones de pesos al año para editar.
Por un lado revisé la línea de Apoyo a
ediciones del año 2017 y posteriormente
consulté a la docente, trabajadora social y
gestora cultural Carmen Andrea Mantilla,
quien año a año sistematiza los resultados
de los Fondos de Cultura en sus distintas
líneas y permite divisar con mayor claridad
las variables de género, centralismo, tipo de
agentes editores, etc.
Sobre las universidades los datos indi-
can que la cantidad mermó desde el 2014,
donde se adjudicaban el 27% de los proyec-
tos, peso porcentual que disminuyó en 2019
a 11, 1%, el análisis mejora en lo respectivo
a universidades en regiones. En 2014 estas
universidades representaban el 54% de los
fondos de esta modalidad, mientras que en
2019 bajaron a 11%, lo cual «significa que en
la capacidad de crecimiento de los agentes
editoriales de regiones perdieron importan-
cia las universidades».
Es una excelente noticia ya que estas em-
presas compiten con, por ejemplo, una edito-
rial de plaquettes de poesía cuyo valor final es
de 1.000 pesos. Mientras que, por ejemplo, el
libro Ser y Parecer. Hábitos de consumo como re-
flejo de actitudes sociales. Valparaíso 1840-1860
de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, obtu-
vo $3.700.000, en la con-
vocatoria revisada y
en librería tiene
un valor de
$18.000.
En ese
sentido,
Mantilla pien-
sa que «sí debería
haber un tope respecto
de la relación costo y pre-
cio de venta. Si un libro vale,
por ejemplo, $5000(costo to-
tal), no puede salir a la venta al doble
o más. Ese tema me parece atendible, por-
que las editoriales lo que están haciendo es
capitalizar con recursos del Estado para sus
proyectos con fines de lucro. Desde esa pers-
pectiva sí debería haber un mayor control
respecto al valor final de venta de los libros».
¿Cómo cobran sus libros los mismos pe-
sos que una editorial conformada por perso-
nas físicas [tres, cuatro la mayoría de las ve-
ces] si estas empresas, además de endeudar
a medio Chile profesional, reciben dineros
del Estado para sus ediciones?
Obviamente el valor de cualquier produc-
to está directamente relacionado con sus cos-
tos, en caso de recibir dinero del Estado, los
costos deberían bajar por estar subsidiados,
al menos la edición subsidiada. Pero estas
editoriales, cuyo personal recibe sueldos de
estas empresas, no lo toman de esta forma
y «hacen como que» el dinero es suyo. Así,
realizan el mismo cálculo que una microedi-
torial que con una sola adjudicación, edita dos
o tres libros. Entonces el Estado les financia
las ediciones, los estudiantes les financian los
sueldos y ellos se quedan con los libros.
Hay casos positivos en ese sentido. La fun-
dación A Cielo Abierto recibió $1.700.000
para publicar El circo en llamas,
llamas libro que
recopila las ponencias de distintos crí-
ticos nacionales sobre el estado y el
lugar de la crítica literaria. Ese libro
no solo salió en tiempo y forma
sino que es habitual que lo re-
galen a los y las asistentes de
actividades literarias que se
realizan en La Sebastiana,
sede donde poetas/ges-
tores de esa fundación,
realizan festivales, lec-
turas, talleres, etc. En-
tonces no se trata úni-
camente de ser una
empresa o un parti-
cular para abordar de
una y otra forma la
gestión de este dine-
ro y de estos objetos,
sino del concepto
que cada cual tenga
sobre literatura, di-
fusión de la literatu-
ra, importancia, etc.
diciembre • 2019
Porque
es esperable
que empresas con
relaciones tan cerca-
nas al poder económico
como las universidades pri-
vadas atenten contra la democra-
tización del arte y del conocimiento, pero
también hay editores independientes que, al
no haber una regulación fuerte, por momen-
tos incurren en esas prácticas cuestionables.
Como dije, tomé como muestra la convo-
catoria 2017 del Fondo del Libro en la moda-
lidad Apoyo a la Industria, en la sub-modali-
dad de Apoyo a Ediciones. En ella, la editorial
Alquimia, bajo el nombre de Serifa Produc-
ciones y Editores Ltda., se adjudicó 8 fondos,
el 9 porciento del total de fondos otorgados
en esa línea, por un total de $19.395.394, para
publicar 12 libros. Contranatura, de Rodol-
fo Hinostroza y Ave Soul de Jorge Pimentel
son de ese año, luego de consultar con dos
libreros que en efecto cuentan con libros de
esa editorial, no logré dar con ninguno de
ellos. Tampoco con las antologías de Tomás
Harris o Jaime Luis Huenún que también
recibieron apoyo ese año. Al consultar a la
editorial, me comenta que dos de esos libros
están listos, uno en proceso de producción y
otro no saldrá por problemas legales. Lo que
significa que han pasado dos años del plazo
legal, puede que estén dentro de una prórro-
ga, pero en ese caso surge otra interrogante:
¿Para qué postular a mansalva para recibir
financiamiento por trabajos que no podrán
hacer, en lugar de dejar esos fondos libres
a otras editoriales? ¿Esa lógica de pulpo no
es acaso la que el pueblo salió a hacer trizas
durante estos meses de estallido? Hay otros
ejemplos más sensibles que estas simples,
aunque cuestionables demoras.
Ese año Das Kapital se adjudicó fondos
para publicar la Iconografía de Juan Emar,
libro que a la fecha continúa sin salir. El
mismo año Rolando Martínez se adjudicó
$1.692.180 para la publicación de Ciudad
Bárbara, poemario del autor prometido a esa
misma editorial, libro que terminó saliendo
en 2018, es decir, un año después de lo esti-
pulado en los tiempos oficiales. Además, du-
rante el 2019 vendió, en verde y a $30.000
pesos, la Poesía completa de Humberto Díaz
Casanueva, proyecto que se había adjudica-
do $4.665.000 para ser publicado durante
el 2017. Según palabras de Diego San-
hueza Jerez, responsable del proyecto,
luego de muchísima insistencia a la
editorial para que cumplieran su
parte del trabajo, tuvo que poner
una denuncia a la editorial para
que el libro saliera finalmente.
Mantilla, sin embargo, con-
sidera que la inexistencia de li-
bros en librerías no es un motivo
para afirmar el incumplimiento
de un proyecto, porque la línea
tiene como fin la edición y cir-
culación de esos libros, lo cual
«no solo se puede, sino que es
recomendable que suceda en
ferias, en venta directa, por-
que el ingreso al circuito li-
brero produce en editoriales
pequeñas, en general, una
merma en los ingresos».
También, que es relativa la
cantidad de proyectos que
adjudica uno u otro agente
9 r e p o rta j e
E N T U CA M I N O
editorial, para ella «la mirada debe-
ría estar puesta en hacer un control o
generar topes respecto a la cantidad
de dinero que cada editorial pueda
adjudicarse en un mismo proceso o
en procesos similares. Por ejemplo,
pudiese ser que las que participaron el
año anterior y se adjudicaron recursos,
no puedan participar este año, como su-
cede con las becas de creación. Me expli-
co: todos los proyectos de Cuadro de tiza
pueden parecer muchos, 4 o 5 proyectos en
un mismo proceso, pero en realidad todos
esos proyectos juntos representan el mismo
monto, incluso inferior, a un solo proyecto de
otras editoriales. Entonces hay que tener a la
vista cuánto es la inversión para cada uno de
los agentes editores más que cuál es la canti-
dad de los proyectos».
Otro punto interesante es si las postula-
ciones se hacen para publicar libros o para
ganar dinero. Sobran ejemplos de colec-
ciones que se postulan, se comprometen
autores, y si los fondos no salen, los libros
no se publican. Esto no se puede comprobar
con datos como los anteriormente citados,
ya que la materia de esta información es el
off the record de poetas que no quieren expo-
nerse en un medio como el nuestro, donde
todos terminamos cruzándonos, donde los
editores deciden si se otorga o no una beca,
un premio, etc. Complicando no solo la ob-
jetividad de la entrega de esos recursos, sino
la posibilidad de denunciar malas prácticas.
En otras sub-modalidades de apoyo a
la industria, hay casos en los que quienes
figuran como responsables de proyectos,
lo elaboran con un equipo y cuando los di-
neros se adjudican, el dinero pactado se lo
queda el/la responsable. O casos de micro-
editoriales que piden dinero para ítems tan
ridículos como adquisición de Indumentaria
Editorial y Merchandisig ($800.000) junto a
otros más comprensibles como adquisición
de máquinas ($3.100.000), con los que en
tres años desde su adjudicación editaron un
par de fanzines.
Que se financie la cultura es una excelen-
te decisión, cuanto más aumenta el presu-
puesto en cultura y sobre todo en fondos con-
cursables el país tiene más posibilidades de
demo-
cratizar el
conocimiento,
y por ende, su cali-
dad de vida, pero es
momento de hacer
ajustes, si no desde el
Ministerio y su forma
de gestión y control, al menos de
nosotros, las y los trabajadores de la cultura,
que durante estos meses nos reventamos la
cabeza pensando de qué manera contribuir
a un país mejor.
Para cerrar, le pedí a Carmen una opi-
nión más personal y menos numérica sobre
las posibilidades que ella veía de mejorar no
solo la instancia de obtención de fondos, sino
de apuntar hacia una autonomía y viabilidad
que reduzca las posibilidades de mala praxis,
respondió:
«Creo que, lo primero, es la asociatividad
real que implica, por una parte, cuidar algunas
instancias que han obtenido solidez a través
de los años, como la Furia del Libro, profun-
dizar las acciones democráticas institucio-
nales basadas en cooperativismo real, lograr
una lógica de negociación de cuerpo. Me
parece tan extraño que después de una
década no hayan logrado, por ejemplo,
acuerdos con imprentas por mane-
jo de volumen, un gran acuerdo
en costos de impresión con
un par de imprentas para
todas ellas, o lo mismo,
pero en distribución. Me
parece súper necesario lo
que hace LaKomuna en
distribución, por ejemplo,
pero yo habría esperado una inicia-
tiva de ese tipo desde la misma orgánica de
la Asociación de Editoriales Independientes
mucho antes. Abrirse a la lógica de negocio
internacional: si sale mejor imprimir en Perú,
pues imprimo allá. Nuestros tirajes son muy
pequeños (alrededor de los 300 ejemplares)
y por esa razón los precios tampoco pueden
beneficiarse por costos de volumen por cada
impresión, entonces una opción es salir a bus-
car precios fuera del país para mejorar retor-
no por venta, ampliar el tiraje que permitirá
disminuir el costo unitario de libros, etc. Hay
otras áreas que adolecen de problemas y que
no se ha logrado solucionar en forma colecti-
va: no hay crítica a los libros, pues la solución
es apalancar recursos suficientes para pagar
una persona que ejerza esa función, con ple-
na autonomía, pero para un conjunto de edi-
toriales que son las que están desarrollando
sobre sí el mayor peso de la nueva produc-
ción literaria del país.
Soy de la idea de armar equipos de pro-
fesionales al servicio de varias editoriales:
un par de personas diseñando proyectos en
otros ámbitos que exceden la edición propia-
mente tal del libro. El viaje del libro no puede
terminar cuando sale de imprenta. Hay que
desarrollar acciones de mediación, llevar lxs
autorxs a las aulas, a medios de co-
municación, hacerles entre-
vistas que puedan ser con-
sultadas por otras personas.
No puede ser que un/a autor/a
emergente gane un premio y no
puedas encontrarle una sola foto
decente como para acompañar la
noticia en un medio de comunicación.
Las editoriales no están llamadas a solo
hacer un libro, deben ser la productora de
su autor o autora. Y ahí estamos a años luz
todavía de comprenderlo.
Mira, un ejercicio cualquiera: Un libro
promedio en poesía vale 8 lucas, menos el
IVA queda en poco más de 6 lucas (que voy a
redondear a 6 lucas), con un tiraje promedio
de 300 ejemplares y suponiendo que vende
en un año la mitad del tiraje en su casa matriz
y sucursales, y la otra mitad en consignación
en librerías a las que se le aplica un 40% de
descuento, da un total de venta neta en
matriz y sucursales de $900.000.- y en
librerías de $540.000.-. Al autor le co-
rresponde el 10% de esa venta neta,
es decir $144.000.-, ponle 150
lucas con el redondeo que hice.
Si tú como editor o
editora, imaginas que
eso está bien como
pago a tu autor/a,
eres parte del
problema».
r e p o rta j e
MUEVAN LAS INDUSTRIAS.
Los engranajes
Entre las líneas concursables más antiguas
de los Fondos del Libro está la Beca de Crea-
ción. Existe desde la promulgación de la Ley
de Fomento del Libro y la Lectura en los años
noventa y ha sobrevivido, con pocas modifi-
caciones, a los cambios en la burocracia de
las convocatorias, como la postulación de
libros únicos con compromiso de una edito-
rial, la diversificación de líneas y la reducción
de otras, como la de investigación que ahora,
lamentablemente, se focalizada solo a temas
relacionados con la cadena del libro. Esta beca
no compromete plazos de publicación ni plan
de difusión, ni tampoco solicita patrocinios o
currículums abultados para certificar que los
proyectos beneficiados pertenezcan a escrito-
res profesionales. La entrada, si se quiere, es
democrática. Compiten emergentes y conso-
lidados, escritores sin libros, y escritores que
publican en sellos transnacionales. El único
requisito es la presentación de una obra inédi-
ta respaldada con un estado de avance (20-40
carillas para poesía, 10-40 para cuento, 50-70
máximas para novela) como muestra de escri-
tura suficiente para garantizar que lo presen-
tado supera la idea de proyecto.
Anualmente son entregadas más de 150
becas de creación en todo el país (60% fuera
de la Región Metropolitana), que representan
el 16% del Fondo del Libro (630.000.000),
que también financia otras áreas de la cade-
na del libro: publicación de libros únicos y
de colecciones, difusión de obras, fomento
lector, actividades de mediación lectora,
festivales y ferias, puntos de venta e inter-
nacionalización. La conocida concentración
de la producción de libros en la zona central
no excluye la existencia de muchos otros al
norte y al sur del país, particularmente en la
última década. La diversidad de proyectos
editoriales puede verse al recorrer cualquie-
ra de las ferias del libro independiente. Las
10
Todos los años se
adjudican más de 150
becas de creación en
todos los géneros literarios.
Compiten anónimamente
escritoras y escritores
de todas las trayectorias.
Algunos proyectos
ganan, otros pierden. La
beca no compromete la
publicación de un libro,
solo la finalización de un
manuscrito, concebido
como la materia prima de la
industria del libro. ¿Puede
un libro ser siempre un
proyecto de libro? ¿Existe
algún problema con que la
idea de un libro, incluso en
estado de avance, nunca
llegue a concretarse?
Por María Yaksic
novedades son tan numerosas que pocos lec-
tores, incluso editores —en general, quienes
mejor distinguen los catálogos— son capaces
de abarcar en todas sus áreas este panorama.
Por ejemplo, solo en traducción aparecie-
ron en 2019 con lenguaje y factura local Mi
vida, de Lyn Heijinian, De ser numerosos, de
George Oppen (ambos coedición Cuneta/
Aparte), Parábola del sembrador, de Olivia
E. Butler (Overol), Química, de Weike Wang
(Laurel), De lo escrito en mi abanico, haikus
de Matsuo Bashō (Noctámbula), Toussaint
L’Ouverture de C.L.R James (JGV). En parte
(y solo en parte) esto tiene que ver con un
modelo de financiamiento paulatino de una
industria nacional muy diferente al de los
países vecinos.
La Beca de Creación pareciera correr con
otra lógica. No es una beca pensada para el
subsidio de la publicación y circulación ma-
terial del libro, sino para costear su dimen-
sión más primaria. La subsistencia de quien
escribe, de quien con tiempo y trabajo podrá
concluir ese proyecto literario avanzado que
presentó anónimamente a una comisión
evaluadora. Esta beca más bien financia el
proceso productivo inicial, la materia prima
(dirá el Fondo) de la cadena del libro. Pero
¿puede un libro ser siempre un proyecto de
libro? ¿Existe algún problema con que la idea
de un libro, incluso en estado de avance, nun-
ca llegue a concretarse? Quizás solo para la
Ley Propiedad Intelectual que no resguarda
las ideas o proyectos de libros, sino su ejecu-
ción. Pero en la práctica muchas escritoras
y escritores defienden que un libro pueda
nunca concluirse, que desechar cada tanto
los archivos inconclusos es un ejercicio ne-
cesario incluso saludable para una escritura
madura. Lo que no se discute es que el oficio
se entienda como un trabajo y que eso re-
quiere tiempo, un tiempo que debe volverse
en algún punto productivo o camuflarse con
los otros tiempos productivos para existir.
Nóminas y cuadraturas
Comienzo este encargo a contratiempo, de
rastrear qué ocurre con la Beca de Creación.
Hace pocos días fueron entregados oficial-
mente los resultados del Fondo del Libro
2020. Una noticia que mientras más pasan
los años pareciera que se recibe con menos
dramatismo. A veces los fondos se ganan, y
a veces se pierden, incluso cuando la calidad
de los proyectos no está en discusión. Pero
este año, los resultados se filtraron un poco
antes, y comenzaron a circular. Todo puede
ser una noticia falsa en tiempos de excep-
ción, así que reenvié varias veces el adjunto
con esa reserva. Me tocó presenciar cómo
una amiga escritora se enteraba con sorpre-
sa que había ganado de la Beca de Creación
«—el mejor proyecto», dijo, «porque ganas
un proyecto propio que se salta las trabas
burocráticas de la rendición». Me agradó la
simpleza de su observación.
Nunca he postulado a la Línea de Crea-
ción, y en general tiendo a quejarme de las
rendiciones. En 2020 habrá 151 Becas de
Creación operativas, 32 de poesía, 26 en
cuento, 24 de novela, 28 de literatura infantil
y juvenil, 1 de crónica, 11 de cómic y narrativa
gráfica, 10 de dramaturgia, 10 de ensayo, 1
libro álbum, 3 referencial, 2 de literatura de
pueblos originarios. Me impresionó la can-
tidad de géneros contemplados en una de-
lineada curva descendente desde la poesía
hacia los «otros» géneros, que están perfec-
tamente tipificados para sacudir la categoría
única de literatura en español.
Es difícil saber cuántos de estos proyec-
tos becados llegaremos a leer. Esa incógnita
crece si se revisan las nóminas de proyectos
adjudicados hacia atrás. Entre los nombres
de autorías y los títulos de propuestas son po-
cos los casos en que logro identificar proyec-
tos que efectivamente, tras ser concluidos,
pasaron a una editorial, de allí a las máquinas
grado cero
de impresión, y de allí a sus posibles lectores.
Más bien diría que son pocos respecto del to-
tal. Pero eso no se puede investigar viendo
los resultados del año anterior, sino al menos
dos años de antigüedad.
Llegué entonces a los resultados de la Lí-
nea de Creación 2018. Si bien no es fácil ma-
nejar 150 nuevos nombres anuales, me asom-
bré de los pocos proyectos que reconocí como
libros que habían salido definitivamente a la
luz. Entonces fui más atrás, año a año, hasta
2012, y el resultado fue más o menos igual.
Vi menos libros publicados de lo que me es-
peraba, y en general, varios nombres de es-
critoras o escritores que precisamente en los
años posteriores publicaron otros proyectos.
Me entretuve en el juego combinatorio y
sus puntos de fuga. Dónde está Lo vil de Galo
Ghigliotto que este año publicó El museo de
la Bruma (Laurel), Tardío de Juan Malebrán
que publicó Trópico (Aparte), Grindermania
o éxtasis del yo de Juan Pablo Sutherland que
publicó Papelucho gay en dictadura (Alquimia),
Cuarenta de Daniela Catrileo que este año pu-
blicó Guerra Florida (Del aire). Pocos eran los
proyectos coincidentes entre títulos y obra,
nombro algunos: Pieza Amoblada de Valenti-
na Vlanco (Cuneta, 2018), Incorruptos de Ca-
rolina Melys (Montacerdos, 2017) y Catechi,
de Cristian Geisse (Montacerdos, 2018) ¿Ten-
drán algo que ver los ensayos Salto al vacío de
Marcela Labraña con Ensayos sobre el silencio
(Siruela, 2017)? ¿Lo
Lo salvaje de Juan Manuel Sil-
va con Ornitomancia (Bastante, 2018)?
Podría seguir, pero no alcancé a averiguar
todo lo que habría querido saber. Sí llegué a
entender que hay escritoras y escritores que
son becados por un proyecto y publican final-
mente otro. Libros que aún no aparecen, pero
cuyos títulos prometen. Libros que aparecie-
ron inmediatamente recibida la beca y otros
que demoraron varios años en publicarse. Y
muchos, muchos otros que no terminaron
en nada. Pero también supe de algunos ca-
diciembre • 2019
TRES
CAPTURAS Y
UNA
CODA A LA BECA DE CREACIÓN
sos excepcionales, proyectos postulados a la
beca que nunca ganaron, y luego fueron libros
importantes, como El sistema del tacto de Ale-
jandra Costamagna, finalista del Premio He-
rralde de novela y reconocido con el MOL (Me-
jores Obras Literarias). Me pregunto cuánto
tiempo puede escribirse un libro. ¿Debe un
fondo del libro regular también los tiempos
de la escritura, de la creación? Por cierto, no.
Catherina Campillay:
«La poesía no es instrumental»
Entre las becarias 2018 está Catherina
Campillay (Viña del Mar, 1994). Cerró su
proyecto este año, pero el próximo publica-
rá otro por Pez Espiral. Quiero saber cómo
entiende la beca, y ese desajuste que he ad-
vertido entre proyecto becado y proyecto en
publicación. También con qué estrategias
negocia el trabajo y la escritura.
Fuiste becaria del Fondo del Libro en 2018 y de
la Fundación Neruda en el año anterior, ¿pue-
des contarme de qué trataban esos proyectos?
Pasar la sal en la mano es el proyecto que
trabajé en ambas becas. Un poemario en el
que he estado trabajando desde el 2016 y se
mantiene inédito; sin embargo, el 2019 publi-
qué una selección breve, una plaquette titula-
da Mal de ojo (Lorkokran, 2019). Aún lucho
con la pregunta de cuándo cerrar el libro. Si
bien la beca exigía una planificación de los
tiempos que llevaría terminar el conjunto,
esos tiempos son ficticios, una fantasía que
encuentra en su camino atajos y dificultades.
Cuando entregué la versión final sabía que
no lo era y quedé tranquila con eso. Ahora,
eso sí, sé más o menos qué forma va a tener.
El próximo año publicarás Presunta desgra-
cia por Pez Espiral. ¿En qué quedó el proyecto
anterior?
Es un poemario que escribí entremedio
de la escritura de Pasar la sal…. Nació de una
forma muy distinta. En un primer momento,
fue un breve ejercicio de taller que me llevó
a noticias de personas desaparecidas. Dejé
ese texto botado por un par de años y un día
me acordé de él, lo revisé. La forma que en-
contré para relacionarme con el tema de la
desaparición tuvo que ver con el vértigo de
la información, con la absorción de lengua-
jes e imágenes. Tuvo un ritmo muy distinto.
El proyecto anterior, no dejé de trabajarlo
en paralelo. Tiendo a superponer escritu-
ras. En este momento estoy trabajando Des-
hielo, y a partir de algunos poemas de ahí,
escribí un poemario bastante corto que por
ahora se llama Excursión.
Has trabajado en la Galería D21, como
asistente editorial en Pequeño Dios edito-
res, y en otros proyectos, como la revista
Punto de Fuga.
Siempre estuve intentando equilibrar
con la escritura, los proyectos personales,
la investigación y otro tipo de trabajos por
acá y por allá. Estar haciendo varias cosas a
la vez es algo que desde siempre me pareció
una exigencia para poder moverse por los
espacios del arte y la cultura. Estar año a
año preparando proyectos y postulaciones
a todo lo que aparezca, frente a mucha in-
certidumbre. Un año estás investigando
y al otro no, un año tienes algún rol en un
proyecto y al otro no. Además de encon-
trarse seguido con la frustración de que los
proyectos se hundan. Esto es algo que apa-
rece en todas las áreas asociadas a cultura,
lo que supone estar siempre moviéndose
entre harta inestabilidad.
¿En qué proyectos estás ahora?
Este año salió financiado un proyecto
de investigación con María Iris Flores, so-
bre las exposiciones colectivas de mujeres
artistas chilenas durante la dictadura en el
país y el extranjero. También me propuse
ampliar la investigación de mi tesis, sobre la
ceguera en las artes y humanidades, lo que
me sirvió para hablar de la obra de Carlos
11
Leppe. Ahora tendré que darle una vuelta y
reflexionar nuevamente sobre eso, debido a
la cantidad enorme de personas a quienes la
policía les ha mutilado los ojos en los últimos
meses. En ese sentido, creo que estas explo-
raciones tienen que ver con la curiosidad, lo
que además tiene que ver con ampliar, cruzar,
mirar las disciplinas sumando desde los luga-
res posibles.
Estamos viviendo profundas transformaciones
en el país, ¿cómo imaginas el trabajo futuro de
la poesía?
Me cuesta hacer proyecciones. En este
momento tengo más que nada incertidum-
bres y preguntas sin responder. Pequeñas
intuiciones. Apenas puedo imaginar lo que
pasará entre el día de hoy y el plebiscito. En
este momento confluyen las urgencias del
presente, del pasado y del futuro. En el pre-
sente, frente a la represión y las violaciones a
los derechos humanos, frente a cómo se con-
formará la Asamblea Constituyente. Buscan-
do que sea plurinacional y paritaria, feminista.
Buscando justicia. En las expectativas futuras,
cómo pensamos nuestra sociedad con miras
a ese proceso. Me cuesta enfocarme hoy en
discusiones gremiales. Creo que aún no es el
momento para eso. La realidad exige repensar
muchas cosas. La poesía no es instrumental,
pero sí permite mirar el lenguaje con deten-
ción, lo que tendremos que hacer.
Coda: el destiempo
de la escritura
Una beca es tiempo, y no cualquier tiempo,
es tiempo para la escritura. Son más bien pocas
las personas que escriben profesionalmente y
pueden financiar ese tiempo como un trabajo.
Recordé entonces que en algún lugar leí una
famosa anécdota en que Andrew Wylie cuenta
cuando Susan Sontag le pide que sea su agente
porque precisamente su problema era ser Su-
san Sontag: un trabajo de jornada completa,
r e p o rta j e
en el que tenía que atender el teléfono, leer
libros de otros y escribir sobre ellos, conceder
entrevistas a la prensa, hablar sobre comu-
nismo, etc., etc., y prácticamente no tenía
tiempo para hacer lo que quería: escribir una
novela.
Durante mi revisión de becas adjudica-
das llegué hasta 2012. Me detuve allí porque
apareció una distinción que no estaba en las
otras nóminas: proyectos profesionales y pro-
yectos emergentes. El tiempo de escritura y
el tiempo del trabajo también es un problema
de los llamados profesionales (y no exclusi-
vo de emergentes). Pero compliquemos un
poco más el asunto. Decían algunas tempra-
nas feministas chilenas que la escritura para
ellas era una cuarta jornada de trabajo, por-
que luego del trabajo asalariado, el trabajo re-
productivo y el trabajo político, recién venía
una jornada posible para la escritura. Quizás
desde allí pueda entenderse que la propor-
ción en los últimos cuatro años entre becarias
y becarios sea, todavía, de 1/3.
Una beca tiene esa virtud, financia tiem-
po. Una beca no podría sino beneficiar el
tiempo posible para la escritura. Un amigo
que tuvo la beca en dos ocasiones me dice
lo siguiente: «acceder a ellas es más un sal-
vavidas, un ganatiempo, un chamulleo. Una
maniobra desesperada las más de las veces.
Ocurre que el (des)tiempo de la escritura
nunca calza con los tiempos de reproducción
del capital y de la burocracia estatal. Y en
este sentido, las becas sirven como parches
—parche curitas— para la precaria economía
doméstica». Yo pienso que sí, al fin y al cabo,
todo esto se trata de entender cómo arreglár-
selas para congeniar el tiempo productivo y
abrir paso a este otro tiempo de la escritura,
aunque sea a largo plazo.
artículo 12 grado cero
La literatura no va a ser la misma después de este estallido, leo en varias partes. Por esas
semanas algunos escritores publican textos breves sobre la revuelta en un diario. Quienes
no fueron invitada/os a escribir critican el momento y el lugar. Me da curiosidad ver de
cerca cómo es el tal cambio de la literatura. Los acontecimientos son los que ya hemos
leído en feisbúk, mirados desde la buena conciencia, ¿cómo debe ser? El procedimiento Por Cynthia Rimsky
es sencillo; reemplazan las palabras de uso diario por otras que estetizan las piedras, las
ESA
bombas, las detenciones, añaden alguna metáfora y… ¡milagro! Suena a literatura.
Comienzo así este texto que me encarga el editor de Grado Cero para «democratizar»
mis apuntes sobre literatura. Si tuviéramos que cocinar con esos tres ingredientes; la in-
formación, la buena conciencia, el procedimiento, ¿qué más podría salir del estallido?
W. Benjamin se pregunta, a partir de una narración de Heródoto, si la información, las explicaciones, van en
detrimento de la narración. El faraón Psaménito es apresado y sus captores lo obligan a presenciar la ejecución
de su familia. El faraón no exterioriza ninguna emoción hasta que pasa un viejo sirviente y se pone a llorar.
La ausencia de información impide entender por qué el faraón lloró por un sirviente y no por un familiar. El
significado de la narración queda abierto, hasta el día de hoy cada lectura aporta una interpretación.
Esa información que falta o que se retrasa es lo que Piglia llama el secreto de una narración. Los adioses de
Onetti gira alrededor de eso que no se dice, lo que le falta saber al narrador. Esto le permite a Piglia ofrecer una in-
terpretación impensada en Aspectos de la nouvelle. Lo mismo ocurre en la película Un asunto de familia de Hirokazu
Koreeda. Nuestra interpretación es una cuando creemos que al grupo lo unen lazos familiares y otra distinta cuando
se revelan las relaciones que se ocultaron y que forzaron a nuestra mente a trabajar en un sentido distinto al real.
Efectivamente Piglia no lo ve como una técnica para capturar a les lectores, sino como un modo
de entender el mundo: un texto que no cierra la significación, que no da por hecho el sentido, que
MÁQUINA
permite imaginar, que se fuga y nos fuga. Pienso en un texto que leí en feisbúk sobre la Primera línea
alrededor de la plaza Dignidad. Ya en las primeras líneas se dice que muchos de ellos pasaron por el
Sename. La información me predispone a leer de acuerdo con la imagen preconcebida que tengo de
lo que ocurre en esa institución, ocluyendo los sentidos que podrían haberse desplegado de haberse
omitido o colocado en otro momento. Lo que funciona como explicación en el periodismo, reduce
la capacidad de imaginar de la literatura.
Desde la caída que no escribía usando las dos manos. Ayer probé a teclear con los tres dedos de
la mano derecha. Cuando pulso las letras, en vez de la superficie lisa negra, siento una vibración, un
hormigueo en la punta endurecida de los dedos. Una especie de armadura que se interpone ente la
palabra que deseo formar y las letras que resuenan de otra manera. Mi tío Freny dejó de pintar, según
me explicó, porque le dolía la espalda. Cada vez que iba a verlo le volvía a preguntar y él me contestaba
lo mismo. No concebía yo que alguien pudiera dejar de escribir o pintar a causa del dolor. Le sugerí que
pintara de pie o que hiciera algún tipo de terapia. Dijo que había probado, pero con dolor no podía pintar.
La información es la pintura blanca que el pintor pasa por la tela como base. La segunda capa es la lectura
interpretativa que hace una narradora de esa información. Como en la pintura, los lectores no podrán ver las
capas anteriores, únicamente la última. La hermenéutica —hay que tener algo de fe, aunque sea en esto—
postula que las palabras borradas continúan respirando en el texto, por lo que la información no se perderá.
El o la narradora construye, en esta segunda capa, mediante la lectura interpretativa, un trayecto; al recorrido
lo llamamos experiencia. Sumamos tres ingredientes más al caldillo: la interpretación, un narrador, la experiencia.
En Higos frescos, de W. Benjamin, el narrador duda si enviar una carta muy importante y sale a pasear con
ella en el bolsillo. Toma un tren, llega a un pueblo que, por los signos que observa, estuvo la noche anterior
de fiesta, se encuentra con una vendedora de apetitosos higos. Como carece de un recipiente, se los tiene que
llevar en las manos, ponerlos en sus bolsillos. Cuando ha saciado su gula y está empalagado, saca el último higo
aplastado y, con él, la carta. Benjamin nunca dice el contenido o el destinatario, pero sentimos, como él, que es
la decisión apropiada. Lo avala la experiencia que tuvo en el trayecto entre la escritura y la lectura.
Pienso en la Primera línea alrededor de la plaza de la Dignidad, leo un texto
escrito por un joven integrante que habla de cómo encontró un sentido en ese
lugar: dar su vida por otres; pienso en los momentos en los que eso ha ocurrido
en mí, la pregunta me acompaña a todas partes, observo con esa perspectiva las
imágenes del estallido. Si coloco la frase como aparece en la entrevista, una lec-
tora pasará de largo por la información. ¿Qué pasa si hago que el descubrimiento
del sentido vuelva a ocurrir en la narración? No el momento donde él pone en
palabras su experiencia, sino antes de conformar el concepto, cuando estaba en la
experiencia y no sabía lo que sentía: esa seguidilla de acontecimientos y detalles
que parecen inconexos. Las lectoras tampoco van a saber adónde las llevará el
relato. No, al menos, a un lugar conocido.
Etimológicamente, un narrador es alguien que conoce. Porque ha estado ahí, añade Piglia, o porque adivina, intenta
narrar lo que no está o no se comprende. No recuerdo si él o Saer tienen la imagen de una mujer detrás de una venta-
na. Una escritora puede conjeturar lo que ocurre al otro lado del vidrio. «El narrador es ajeno a la oposición falsedad,
está ligado a la relación entre la verdad y el secreto. Alguien sabe algo que no dice. No es el enigma porque puede ser
descifrado. El secreto es algo que ha sido sustraído, retirado, alguien lo tiene y no lo dice. En torno a este lugar ciego,
vacío, aparecen las versiones, aparecen las distintas modulaciones de lo posible… Hay unas huellas, unos indicios que
no se terminan de comprender, es necesario descifrarlos y descifrarlos es construir un relato», señala Piglia.
Es extraño caminar en reversa desde el supuesto conocimiento a la incomprensión y la extrañeza. De lo
visible a la búsqueda de lo que no alcanzamos a ver, pero intuimos. O que aparecen como indicios borrosos.
Hay días en los que pienso que no volveré a recuperar los dedos, que el hormigueo, la dureza se quedarán
para siempre habitando mi cuerpo, y la mecánica de la escritura dejará de provocarme placer.
En Aspectos prácticos, Perec enseña a conocer un barrio. Comienza con lo que llama inventariar. Agrupa las
cosas en conjuntos, como nos enseñaron en la escuela: lo grande y lo pequeño, lo nuevo y lo viejo. Introduce la
variable tiempo; distinguir el ritmo, las rutinas, los circuitos, la gente de dónde viene y adónde va, lo que está
de moda, lo que falta, descifrar, deducir evidencias… Llega a reemplazar el lugar, en este caso el barrio, por una
lista de objetos, materiales, situaciones, personas, números.
Sebald explica en una entrevista que antes de poner las fotografías en sus libros, las fotocopia sucesivamente
varias veces hasta que la información es borroneada por las pasadas de la máquina.
A diferencia de lo real, escribe Saer, lo material no tiene signo, y es a partir de esa ausencia de signo que la
narración construye una nueva realidad: «Narrar no consiste en copiar lo real, sino en inventarlo, en construir
imágenes históricamente verosímiles de ese material privado de signo que, gracias a su transformación por me-
dio de la construcción narrativa, podrá al fin, incorporado en una coherencia nueva, coloridamente significar».
diciembre • 2019 13 artículo
Los conocidos me alientan: al menos no fue el brazo izquierdo. Me ahorro de explicarles que la
relación ontológica entre literatura y dolor se ha vuelto literal, concreta. Cada palabra que escribo está
compuesta por letras sentidas, de la mano izquierda, e insensibles, de la mano derecha. Mi tío Freny
murió, no por la espalda, de cáncer a la próstata, podía haber prolongado su vida con la quimioterapia
y esas cosas, prefirió no hacerlo. Su viuda quiso regalarnos a mi madre y a mí algunas de sus pinturas,
pero entre que yo vivo afuera y ella se mudó al campo, no logramos encontrarnos.
Carlos Walker me manda una carta con una cita aproximada de Saer: «Hay que entrar en la des-
mesura, en la oscuridad del animal humano, no para traer verdades reveladas sino para extraer de
allí nuevas formas de la incertidumbre».
¿Cómo extraer nuevas formas de incertidumbre? Al transformar un lugar, el barrio, en una lista, Perec
elimina, en primer lugar, conjunciones y preposiciones, copulativas, disyuntivas, adversativas, ilativas… En
un segundo momento, cae la lógica, la razón aristotélica, todo lo que mantiene artificialmente unido el pensa-
miento. María Moreno trasviste, empuja lo real hasta que lo convierte en otra cosa. A los mendigos de la plaza
de Barcelona los trabaja como cuadros vivos del siglo XIX. O Guadalupe Santa Cruz, en su libro Quebrada, la
Cordillera en andas, mediante el procedimiento de escuchar la poesía de los habitantes de las quebradas, hace
aparecer un mundo otro. O Raúl Ruiz que inventa una serie de procedimientos lúdicos, filosóficos, azarosos,
para quitar de sus relatos la lógica aristotélica, la conciencia, la voluntad, la causa y efecto, el tiempo unidirec-
cional… Permitir que los personajes avancen con sus decisiones, por ejemplo, hacia el fracaso o hacia la nada.
Cada media hora interrumpo la escritura para hacer los ejercicios que consisten en flexionar el codo llevan-
do la mano hacia el hombro y luego extender el brazo sobre la mesa. En ambos movimientos se debe presionar
hasta que duela y aguantar. Ir más allá del dolor. Y volver a la escritura. Media hora.
Durante estos ocho años en Argentina se ha vuelto inevitable leer la literatura chilena desde este otro lado de la cordillera. Du-
rante su estadía en Argentina Marta Brunet toma contacto con el grupo Sur. Tomemos su cuento El espejo, una mujer anciana observa
su cuerpo envejecido y recuerda la vida que hizo y la que no. Tomemos Cornelia frente al espejo, de Silvina Ocampo, una atmósfera
fantástica donde la mujer que se observa hace entrar a una niña, un ladrón, un amante.
Por un lado, el realismo, por el otro, la extrañeza. El académico Julio Premat se refiere a esto último a partir de Aira: «Su personaje
típico observa el mundo, pero no lo conoce, quiere descifrar lo elemental y lee mal, suscita la ficción por el desplazamiento de su
lógica». Es lo que ocurre, para citar dos libros actuales, en Tres cuentos espirituales de Pablo Kajchadjian. Los personajes no deciden
en conciencia, gracias a la información que poseen o a una lógica, a la economía, al ventajismo, a las posibilidades de éxito, toman
decisiones intempestivas: siguen un deseo, una ocurrencia, un mal cálculo, una visión borrosa, una espontaneidad. El argumento se
va corriendo de lo esperable, queda a la deriva ¿qué ocurre al leer? Una siente que las posibilidades de pensar, de asociar, de tomar
decisiones, son infinitas. En Harmada de Joao Gilberto Noll, además, se rompe el tiempo cronológico y el espacio.
Para ir más allá es necesario alejar a la conciencia, esa parte introyectada por la cultura donde conocimiento y
verdad son la misma cosa, esa zona que siempre lee correctamente. Para alejar la conciencia que uniforma el pensa-
miento recurrimos al procedimiento. La literatura como una máquina de procedimientos que sirve para distraer a la
conciencia y pasar por el lado sin que nos vea y se abalance sobre nosotras para capturarnos y devolvernos a la corriente.
Leo por todas partes elogios unánimes sobre la Primera línea en la plaza Italia/de la Dignidad. Únicamente una
amiga escritora se pregunta si no estaremos aprovechándonos de esos cuerpos por segunda vez, en vez de la institu-
ción Sename, la institución Revuelta. ¿Qué pasará con ellos si el movimiento se cansa, si se suspende algunos meses,
si se llega a negociar lo posible? La Primera línea, ¿continuará en la plaza, en otra dimensión de tiempo, paralela a la
supuestamente real, como estatuas que encarnan una batalla que nunca se termina? ¿Cuadros vivos?
¿Es ese el cambio que se le reclama a la literatura a causa del estallido? Fugarse de lo real para
empujar el pensamiento más allá de las lógicas binarias, causales, que nos tienen viviendo en
dimensiones minúsculas en un universo en expansión.
DE
En Formas literarias del tiempo, Aira escribe sobre el devenir de la historia bíblica de Dios, Je-
sús, María y nuestro devenir como lectores de esa historia. Y concluye: «Es lo que pasa siempre:
cuando todo ha pasado, lo único que queda es la historia de lo que pasó. Pensando en lo cual me
pregunto si la literatura, al fin de cuentas, no será el residuo de una promesa incumplida, pero que
nos permitió vivir mientras creíamos que se cumpliría».
Con las semanas he ido teniendo la impresión de que los hechos comienzan a repetirse, como si
todo hubiese ya ocurrido y proyectaran la misma película una y otra vez. Por cada pasada, hay menos
oportunidad de salir de la camisa de fuerza del pensamiento binario, de la inclinación al deber ser, la
advertencia moral, el mero documento sociológico, el guardián de alguna moral trasnochada… mien-
tras del otro lado aguarda un océano de significaciones e infinitas posibilidades de la imaginación.
Hay una cita que aparece en Harmada de Joao Gilberto Noll y que parece haber sido escrita para
este tiempo en Chile: «Me quedé un tiempo así, quieto, pensando en los últimos acontecimientos.
Intentando hacer un sucinto balance de lo que acababa de ocurrir, preguntándome si en verdad todo
había estado compuesto por acontecimientos, por hechos que aparecen en la superficie de los segun-
dos, de los minutos de aquella noche todavía no muy avanzada, o si todo no había pasado de ser un
breve colapso entre la apariencia y lo íntimo de las cosas, lo que había parecido que era, no lo era…».
Es ese colapso el que está haciendo un llamado a la literatura.
La falta de movilidad de los tres dedos de mi mano derecha también me impide
trabajar en el jardín, pero como buena observadora, generalmente descubro las plantas
con mosquita blanca, hongos, infecciones. Esta mañana aparece algo que nunca antes
vi. El liquidámbar tiene dos ramas comidas de punta a punta, no quedan vestigios
de sus hojas. Lo mismo está ocurriendo en los dos rosales así que presto atención y
descubro que la punta de una rama poblada por las pequeñas hojas está atiborrada
de cuncunas. Es tal la multitud que deben superponerse para caber todas y devoran
con hambre insaciable las hojas completas. Mi pareja atina a tomar una fotografía
para pedir ayuda. Decidimos cortar la rama para salvar el árbol. La llevamos a la pa-
FICCIÓN
rrilla con cuidado para que ninguna cuncuna caiga, se reproduzca, e invada el resto
del jardín. Es el miedo lo que nos lleva a meterlas en una caja de cartón y prenderles
fuego. Nos quedamos mirando hasta que no queda un vestigio, ni siquiera sus cuerpos
carbonizados. En ese momento suena un mensaje, la ingeniera agrónoma a quien mi
pareja le envió la fotografía, pide que no las toquemos. El liquidámbar podrá soportar
un par de ramas más sin hojas, en cambio, esa especie de cuncunas se transforma en
mariposas únicas, bellísimas.

PERDIDOS LEYENDO TRADUCCIONES
Por años me sentí perdido. Era normal
leer traducciones si no existía una literatura
del lugar al que pertenecí: Quillota. Solo una
vez que llevaba años viviendo en Valparaíso,
cuando ya había empezado a realizar un tra-
bajo territorial, pude encontrar la literatura
de la provincia del interior de la Quinta Re-
gión. Miguel Núñez Mercado me contestó un
correo que era una columna vertebral desde
el siglo XIX, en una lista que incluía nombres
tan relevantes como Joaquín Edwards Bello o
Domingo Faustino Sarmiento, todos compila-
dos en un libro que salió en el tricentenario de
Quillota, antologado por él. Ahí estaba Gusta-
vo Boldrini con su primer libro, Quillota, una
relación personal (Altazor, 1988), que reúne
columnas escritas para El Observador. No es
que no existieran los escritores, sino que yo
no los había visto, no los imaginaba en esos
recuadros de columnistas en las páginas edi-
toriales. No sabía que solo a tres paraderos de
la casa de mis padres, estaba la fuente.
Boldrini me diría que uno es oriundo
siempre del mismo lugar, si no es santiagui-
no. Me lo diría en Santiago, donde vive en
una casa que es un pedazo de la Quinta Re-
gión, como el cuadro en el living de chirimo-
yas. Traté de juntarlos a Núñez y Boldrini en
La Cruz o Quillota. Ojalá reporteando algo.
Boldrini explicaría que pasaba solo algunas
veces, cada cierta cantidad de años. Núñez
evocaría que su colega miraba y él habla-
ba con la gente. Ambos observan. Boldrini
viaja en bus desde la Estación Central a los
pueblos y registra en su escritura la gente y
lo que llevan en cada crónica sabatina en La
Segunda. Núñez espera que los elementos
de las casas que visita se comuniquen, que
expliquen la presencia de la muerte.
Esta es la historia de una amistad, uno de
los valores relevantes de la literatura, de los
más gratuitos para los escritores que no aspi-
ran al éxito ni que el otro escriba como él. Las
crónicas de Núñez Mercado no siempre han
ido firmadas, pese que sostienen un modelo
de hacer prensa, noticias policiales sensibles.
«En estos diarios locales, como la gente co-
noce todo lo que pasa, hay que contar la otra,
la infrahistoria, la que no se va a contar, si
tienen amigos, si se han enamorado». La de
Boldrini, en tanto, es una literatura que se
va desgranando con el tiempo, abandonan-
do toda convención genérica que va incluso
contra la idea tradicional de progreso: «Yo
no tengo interés en ser escritor profesional,
escribir un libro al año. Escribo por inercia.
Soy un tipo bastante solitario y escribo para
no olvidarme. La literatura me conecta con
gente sin tener que estar con ellos».
Algunos de sus libros llevan el sello de la
mencionada Altazor de Viña del Mar, pero la
mayoría tiene el del Kultrún, de Valdivia, mí-
tica editorial sur de amplio catálogo. Como
esos editores a los que uno jamás les ha visto
la cara, Ricardo Mendoza ha llevado adelan-
te un proyecto que acoge completamente a
Boldrini.
«Enganchamos por la botánica, la ex-
cursión, él es regionalista. Me acomoda, me
han ofrecido de otras editoriales, de Pehuén
o Tajamar, pero yo no quiero entrar en la di-
námica del editor grande. No tengo que ir a
ninguna librería, no tengo que firmar libros,
ni hablar con la gente, ni contratos, ni hacer
lanzamientos con cóctel. Somos cómplices.
14
Para las tapas viene a escarbar mis cuader-
nos buscando un dibujo, como en Raín [Raín.
Crónica del último canoero, 2006], vemos la
letra. Es un jugueteo porque nos encanta la
edición. Quiero seguir en esa escala de pue-
blo». A los pueblos de su literatura ni el Es-
tado llega, son zonas de abandono total las
que ficciona.
Ambos fueron impactados por la dictadu-
ra. Núñez se dedicaría a escribir en panfletos
con máquinas compradas con financiamiento
extranjero hasta que una bomba la hizo ex-
plotar. Aprende periodismo de forma auto-
didacta en esos tiempos. «La parte cultural
fue la que dio el empuje para que la gente se
Miguel Núñez
Mercado y
Gustavo Boldrini:
la vocación en
la sombra del oficio
Por Cristóbal Gaete
Uno, redactor anónimo de notas policiales en
El Observador, responsable de un gran trabajo en
historia local. Otro, un escritor siempre en
movimiento, con una obra profusa y oculta como
un bosque aun protegido del hombre.
renovara. Había que ser valiente. También lo
son los cabros ahora. Era una obligación mo-
ral de lucha por la libertad».
Boldrini se escondió en Chiloé, desa-
pareciendo mimético, como sus personajes
caleranos en el Longotoma (Kultrún, 2016)
de su libro. Patricia Espinosa escribió en Las
Última Noticias: «…posee una condición au-
rática, sublime, con características de arte-
facto estético, capaz de provocar sensaciones
de gozo y someter a la indecibilidad al sujeto
que la experimenta».
Posteriormente Boldrini fue docente uni-
versitario, inventando conceptos de ramos
que pueden verse como reflejos de su escritura
por la amplitud de temas que trata, como uno
llamado Suelo americano: «Toda arquitectura
tiene que tener un suelo, una casa chilota no
se puede parecer a una de Quillota. Toda obra
tiene que tener un suelo. Los lugares tienen
una pulsión que es la forma para ellos».
Longotoma, que conseguí tras pedirle a mi
mamá que si veía a Boldrini le preguntara por
ella, aplica esa forma en una voluntad escri-
tural que colapsa la forma novela: «Durante
cuarenta años fui y anoté, yo siempre llevo mis
cuadernos. Tenía un cúmulo de cosas, de de-
sesperación. Estuve harto tiempo pensándolo,
quería contar una historia pero me quedaba
afuera toda la parte sensible, toda esa parte
que no es cuantificable y que tiene que ver con
las emociones. He vivido los lugares apasio-
nadamente. Cada vez encuentro algo nuevo.
Vivo en el asombro».
Sin ninguna duda, ellos podrían ser parte
de grupos de trabajo de los escritores provin-
ciales. Pero hasta qué punto importa la lite-
ratura. Núñez Mercado escribe de ciudades,
de fútbol, de crimen, de lo que venga para
ganarse la vida, a la velocidad que sea nece-
saria. El día que lo fui a ver me contaba haber
despachado artículos de 4 provincias en dos
jornadas de trabajo sin haberlas pisado. Escri-
bió de memoria, porque anduvo antes.
Boldrini, desde Quillota, una relación per-
sonal, permitía ver que hablaba de árboles, de
una historia que había caminado:
«Nací así. Tiene que ver con personali-
dad. He sido holista desde chico, no es que
me enseñaron. A mí me gusta todo. Si tú ves
mi biblioteca lo único que no tengo es lite-
ratura, casi. Hay ciencias naturales, ferro-
carriles. Me gusta todo. Estudiaba historia y
grado cero
bibliotecología mientras estudiaba botánica.
Nunca he podido distinguir mi quehacer. A mí
me interesa todo y creo que todo va junto».
Mientras hoy un escritor espanta una
familia y su entorno, el Núñez escolar se
acostumbró a rimarle a la reina de Limache,
en tiempos que los poetas hacían recitales.
Desde chico Boldrini recuerda a su padre es-
timulándolo para que les leyera sus primeras
composiciones. El resto del aprendizaje fue
con los hombres venidos por las salitreras a
Quillota, al huerto que su padre administra-
ba. Él pasaba en sus casas, aprendió a cazar
con ellos. Eso dio paso a la escritura para
¡Chuchetas! Resistencia y esplendor de una
Banda de Cuatreros en el Norte Chico (Kultrún,
2010). Núñez aprendió a leer con una colec-
ción de libros empastados amarillos, que no
combinaban con el papel mural nuevo de la
familia Ward, a la que servía su madre.
La vida de ambos, entonces, se podría
leer como la de los dobles. Sostienen el último
frente sólido de la literatura de Quillota. Unos
dobles, para Núñez, separados por una dis-
tancia estrecha: «Yo empiezo a identificar un
mundo ahí, en San Francisco de Limache. Sin
conocernos, ahí parte mi cercanía con Gus-
tavo Boldrini, porque los límites de Boldrini
eran los de San Isidro, del Huerto California.
Los míos eran los ferrocarriles y el estero».
Desde Quillota, Boldrini proyecta su escri-
tura en sistemáticas excursiones y escritura,
mientras Núñez se piensa con el modelo del
periodista de condado.
«Hay gente que me mira y se emociona.
Esta relación de provincia es bien especial,
los personajes los tienes ahí, en la esquina. Es
complejo hacerlo acá. Estamos escribiendo
historias, la novela de todos los días, folleti-
nes larguísimos».
Se conocieron en la redacción de El Ob-
servador. Boldrini, aún escolar, colaboró des-
de el principio en aquel periódico en la prensa
regional de más éxito de Chile continental.
El director del diario le presentó a Miguel. Se
curaron en la plaza de Los Ceibos, Boldrini no
podía tomar el bus. Cuántas amistades litera-
rias en lugar de tener pactos de sangre lo tie-
nen de alcohol. El bus que los alejaba podría
ser el de Santiago, pero también el de la sin-
taxis: donde Núñez coloca un punto seguido
y suspende la posibilidad de divagar, Boldrini
se deja ir, con puntos y comas y cursivas para
seguir la magia que envuelve sus relatos. Uno
elige la realidad, el otro la ficciona hasta cier-
to punto. Porque es muy real y mágico. El hoy
crucino trabaja en un estudio pequeño que
es su propia embajada literaria para una casa
como cualquier otra. Todo lo demás está en
la mente, el tremendo archivo de la memoria.
La de Macul tiene un estudio fresco y amplio
donde la biblioteca se expande como una no-
vela digresiva, con temas diversos, dispuesta
a dialogar con la mirada.
Al partir, sé que Núñez Mercado seguirá
escribiendo, esperando que Boldrini también
lo haga. Pese a que ha inspirado personajes de
los libros del novelista, parece más adecuado
ocupar otra cita de la novela ¡Chuchetas! para
la vida del reportero:
«El que vive donde tiene que vivir y es res-
petado por lo que hace, por humilde que sea,
no tiene por qué tener sueños».
Boldrini me abraza, manda saludos a mi
madre y después de salir de su casa no sé qué
diciembre • 2019 15 perdidos leyendo traducciones
hará dentro de todas las cosas que puede ha-
cer. Quizá escribir o restaurar una puerta que
debe entregar en unos días, una de las ocu-
paciones que le sirvieron para sobrevivir los
años grises. Cuántos más habrá como ellos,
en cuántos lugares de Chile. Escribo porque
pienso que debe haber muchos más. Pueden
ayudarme a encontrarlos, si gustan.
Miguel Núñez Mercado:
el mundo a escala
¿Qué ha visto en la crónica roja?
Fui a la tragedia de Queronque. Sentí ese
olor de tanta sangre, la luz, incluso como si uno
pudiera oler la muerte en el aceite de vehículo.
Se presta la muerte, es muy, no digo poética,
pero la realidad supera la ficción. Yo he visto
gente de repente que se ha hecho perfectas
las amarras para simular que se han matado.
Me tocó una vez una mujer que se pegó 38 cu-
chilladas y llevaron al marido preso 6 meses.
El suicida quiere dejar una culpa, escriben al
diario porque es uno de los pocos diarios que
lleva suicidios, no debería. Los suicidios son
todos iguales, la familia, la novia. Cuántos
muertos por amor. El suicida siempre quiere
dejar culpa, siempre tiene la culpa otro. A los
suicidas comenzamos a retarlos, para evitar
la ola de suicidios; poníamos el tanto tanto de
23 años decidió morir por mano propia, cosa
que le impidió ver cuánta gente lo quería. Si
levantábamos a los suicidas, los en potencia
agarraban papa.
Como los poetas suicidas quillotanos.
Es que el quillotano es fanático. Revisan-
do un poco el tema de la literatura chilena hay
hartos suicidas. La otra cosa es que los poetas
mueren jóvenes.
¿Cuál es la labor de un escritor en la provincia?
El rol del escritor en la prensa norteame-
ricana está bastante claro, todo medio tiene
un escritor. Incluso en los periódicos de con-
dado, alguien reportea y el writer escribe. El
New York Times también, una vez entrevisté
a Fernando Paulsen y su trabajo era enviar da-
tos y otro escribía. La pelea actual tiene que
ver con la calidad de lo que se escribe, porque
por la velocidad no vas a ganar. La gente nos
presta las historias y tenemos que ser respon-
Es un Sí, he hecho novelas, con la historia de los
sicópatas en capítulos. En Colombia han he-
que ilumine. No creo tanto en la justicia, pero
la verdad es clave para dejarla allí como tes-
sables. Tienes que responder a la confianza. autorretrato. cho novelas de mis casos. También en el libro timonio. Mi último trabajo tiene que ver con
Leo diarios antiguos y yo también tengo que de San Luis de Quillota, la capacidad de amal- una familia que va arrancando en Cabildo, los
pensar que alguien va a leer lo que escribí, es
Yo escribo de gamar una sociedad como lo hace el club, o los carabineros los agarraron y los mataron a to-
una responsabilidad que me di, una responsa- escritores porque bomberos, que también lo hacen. dos. Hay una gruta que me llevó a investigar
bilidad histórica. Entrego antecedentes. ¿Qué le interesa de la crónica? en el cementerio de Chincolco, están identi-
Usted escribió un libro, liberado en Scribd, soy cronista. La crónica tiene la perspectiva de contar ficados los carabineros que mataron a la gen-
llamado Punto de vista.
Escribo lo que no puedo escribir en el
Siempre los voy a la historia de otra manera. La situación no se
limita a lo literal. La poesía también es vida,
te, pero no se sabe el nombre de los muertos.
He apoyado investigaciones, he sido testigo y
diario, por ser demasiado poético. Yo no rescatar, es lo que y se puede trasladar a la crónica y viceversa. en algunos casos se han logrado condenas y
puedo escribir en una nota que un mucha- La crónica es un género enorme. Ha tenido en algunos, cárcel. Esa es una de las grandes
cho era bonito, pero cuando voy y veo a to-
está esperando siempre hartas posibilidades. satisfacciones. La gran pelea es a través de la
das las muchachas del barrio llorando por él, uno mismo. ¿Cuál es su relación con la autoría? No todas prensa, que los derechos humanos sean parte
lo escribo. O escribir del poema de Hernán sus crónicas están firmadas. ¿Cómo los po- de la vida humana, de la consciencia social.
Miranda Casanova, «Doralisa se lanzó bajo dremos reconocer en el futuro? No puede ser que a quien le confía la seguri-
el tren de las 14», que no podía llevar en la Quizá por el estilo. Lo mío es el reportaje, dad el Estado abuse. Ese es un rol que debiese
antología, porque tenían que escribir cosas cuando voy a redactar tengo la frase inicial y la hacerse activo en la prensa.
bonitas de Quillota. última en la cabeza antes de escribir. Trató de evitar esta entrevista. ¿Por qué?
¿Por qué decidió investigar sobre escritores Usted ha trabajado el tema de los derechos Nunca me he sentido como poeta ni es-
del interior? humanos. critor. El cronista es otra cosa, está en el pe-
Es un autorretrato. Yo escribo de escri- Es una de las razones que me tiene en el riodismo. Aunque sí ocupo recursos literarios
tores porque soy cronista. Siempre los voy a periodismo principalmente. Yo me he dedica- en la crónica.
rescatar, es lo que está esperando uno mismo. do porque la verdad es clave, el rol de un re-
¿Alguna vez le han dado ganas de novelar? portero es sacar la lámpara, poner la luz para
diciembre • 2019
Boldrini:
escribir para conectar
En Quillota nombra una serie de revistas he-
chas en la provincia, con movida literaria,
vanguardia y malditismo de poetas.
Es un mundo que yo no conocí, el de los
poetas del año 20, de esa vanguardia. Yo era
muy bibliófilo cuando chico, hacía cimarras
para venir a la calle San Diego a comprar li-
bros. Recuerdo haber comprado algunos que
tenían que ver con quillotanos, pero los qui-
llotanos y los limachinos eran bien costum-
bristas y no tenían que ver con las vanguar-
dias. Yo creo que uno entró a saber eso por
Neruda y especialmente por Rojas Jiménez.
No tanto por quillotano, ni por todo el hálito,
no de maldición, sino de rebelde que tenía, y
él te remitía a la gente joven de los años vein-
te que no necesariamente era quillotana. Luis
Enrique Délano es un poco posterior. Romeo
Murga estaba ahí, era un tipo más tranquilo.
A mí me enternece la relación que tiene con
los estudiantes en términos de cómo se colu-
dían y armaban pequeños rituales, como an-
dar con capa. Recuerdo revistas que fui a ver
a la Biblioteca Nacional que se han robado.
Había mucha gente, como Lautaro Yankas,
Jacobo Danke. Antes estaba Zorobabel Ro-
dríguez en el siglo XIX.
¿Qué significa para usted la literatura?
Mis amigos me dicen cosas de mis libros
16
y eso me hace vivir, es lo que me da la escri-
tura. Yo no paré de escribir desde chico, y no
sabía nada, ni que podía haber una carrera,
de eso me di cuenta cuando era adolescente
y era empedernido lector. Pero tampoco me
podía vincular, no iba a escribir como los ru-
sos, no voy a escribir como Dostoievski. Mis
libros los escribí porque no daba más, para
olvidarlos un poco. A mí Raín me tenía ob-
sesionado, yo fui cuatro veces a ese lugar y
al final me estaba haciendo mal en el alma.
Ahora estoy en condiciones de escribir lo del
mar pero no puedo, tengo que ir una vez a
la semana al pueblo chico, antes preparo a
dónde voy a ir, leo, siempre le pongo algo de
historia que no me sé de memoria para hacer
la crónica. Ocupo tres días en hacerla y en
otras cosas que andan volando. Yo estoy más
vinculado a la gente de la plástica.
Siempre dedica capítulos en sus libros. Gua-
dalupe Santa Cruz le dedicó libros también,
uno es Quebrada.
Me siento muy hermano de ese libro,
porque le dije a la Lupe tenís que salir, huea-
viamos con las quebradas e hicimos una lista.
Eso fue en noviembre ponte tú, y en marzo
me dijo que estaba listo. Esa reivindicación
del pensamiento regional, vernáculo, es im-
pagable. Hicimos el mismo curso algunas
veces, le dábamos las dos miradas. La quise
mucho. Dedicarle un libro a alguien es con-
versarle, siempre que estoy escribiendo es una
conversa, en cada capítulo. Si tú veís Raín pri-
mero aparecen los lancheros. En los ¡Cuchetas!
también aparecen varios de los hombres que
conocí en el Huerto California.
A veces los hace personajes.
Es un guiño no más. En Raín hay mucha
gente, estaba pensando en determinada
personalidad de los chilotes. También es un
modo de conversar, de quererse. Escribir es
una cosa familiar, de lo más íntimo. Los chi-
lotes tienen Raín y aquí no es mucho lo que
lo cachan. Longotoma y ¡Chuchetas! quedaron
por allá, en la Ligua. He tenido la cueva de
sacarme la adquisición de libros en cuatro li-
bros y los distribuyen y encuentro libros míos
en la Patagonia. Yo pensé que nunca los iban
a distribuir, pero lo hacen. Mi ideal de lector
es que sean los estudiantes de los lugares que
he escrito.
A eso ayuda que lo edite Kultrún.
Raín se vendió en Castro, en Lautaro, en
Valdivia, Ricardo distribuye. Hay una poeta
chilota que es muy buena, que se ha queda-
do allá y me encanta, la Rosabetty Muñoz.
Hay gente que se quedó en las provincias y
muerde. En Coyhaique hay también muchos
escritores, Ricardo los edita. Es una cosa ma-
ravillosa, no hay muchos poetas en Chile. Está
también Elvira Hernández.
Un fragmento de ¡Chuchetas!: «La sangre
salpica en el lugarejo en Las Paredes, camino
a El Cobre, allí, al lado de la cama, un día de
grado cero
agosto, un día en que un hombre llora la pér-
dida de sus animales de trabajo, de crianza,
sus animales de montura; Cereceda no pue-
de dormir, y se sueña y vigila y es despertado
nuevamente , violentamente, en las cercanías
del Fundo San Lucas, en el meollo de la al-
mohada, en la Ruta F-30, viajando arropado
desde Papudo a la Carretera 5 Norte». Hay
un fraseo particular en sus obras. Una ma-
gia que es difícil de precisar en una pregunta.
¿Usted es consciente de ella?
Soy apasionado de la palabra, y quiero que
ella sea la protagonista. Muchas veces hay fra-
ses en mis libros que todavía no sé qué quieren
decir, pero me gusta. Insisto, es el puro goce
de la palabra. Quisiera volverla a la fuente.
Paso anotándolas, quiero que lleguen al mo-
mento etimológico, al momento más verda-
dero que tuvieron, a su nacimiento, casi una
larva. Creo que no existen los sinónimos, las
palabras son precisas. Eso lo cuido. Cuando tú
hacís eso llegai a situaciones de belleza, casi
mareantes. Hay frases que me explotan miles
de cosas, que no tienen nada que ver con lo
que estoy haciendo. Escribo en éxtasis, casi
levitando. Me dejo llevar por las palabras del
lugar. No sé qué hacer con mis libros. Antes
quería hacer una novela. Mis libros son alta-
mente vivenciales. Tampoco me pillan. Hay
un capítulo de las sombras de los árboles, del
boldo, del maitén, del ulmo, quién va a creer
eso, parecen invenciones; las huevas, no son
invenciones. Así todo, todos los temas están
probados, los viví. Viví una magia que no es
convencional en mis derroteros.
¿Eso aplica a sus crónicas?
A veces mis amigos me quieren llevar en
auto, y para mí el terminal es sagrado. Los lu-
gares te dicen una palabra. Por ejemplo Quin-
ta de Tilcoco, y el sonido te dice algo, mapu-
dungún. Pero no es que buscai las palabras,
ya las tenís adentro. Es como los chilotes que
ven un pájaro y saben que tienen visitas, no
piensan que por el pájaro tienen visitas, ya lo
tienen integrado. Empezai a recorrer, los reco-
nocís desde todo lo que has hueviado.
¿Se las imagina en un libro?
No, de ninguna manera, no me las imagi-
no. Hay cosas que no puedo hacer, se supri-
me mi yo. Como usar el conocimos o conver-
samos. Hay cuestiones del periodismo que a
mí me coartan mucho. Empecé a escribir El
alma navegante. A veces pienso que me está
quedando acronicado. Siempre está eso, si el
periodismo afecta la literatura y la respuesta
es disímil. También hay que reconocer que
hay gente que no tiene ninguna intención
de ser escritor y escribe la raja. El Pancho
Mouat, Merino.
¿Conversa con la gente?
No mucho, no me gusta. Hago poco de
etnografía. Hay pueblos que odio, pero en
mis crónicas nunca me los voy a cagar, nunca
voy a decir pueblo infame, porque la gente de
los pueblos chicos vive en el horror del cen-
tralismo, e ir y cagárselos es de una crueldad
tremenda. Todos tienen un 100 por ciento,
y a veces hay un 2 por ciento; hay que exa-
cerbar eso. Lo de la ética puede ser. Joaquín
Edwards Bello dice no hay que escribir nada
que la gente no sepa. Yo no ando arreglando
el mundo cuando escribo crónicas, busco
lo festivo porque las regiones son regiones,
huevás menoscabadas por esas miradas que
quieren encontrar el 100 por ciento en las
cosas. A lo mejor es ético, a lo mejor es pa-
ternalista, pero no me los cago. Hay pueblos
de los que quiero irme inmediatamente, pero
no me los cago. Hay que buscarse un tema, lo
que les gusta a ellos.