Sei sulla pagina 1di 2

El psicoanálisis puesto a prueba por el actual malestar en la cultura

¿El complejo de Edipo ya caducó?


En la eterna disputa entre lo clásico y lo nuevo, el concepto de hibridez podría
ser una constante a aplicar en términos psicoanalíticos, propone el autor al
Reconocer otras formas de subjetividad política
Por Carlos Gustavo Motta

En el último período de la realización de los comics, nuestros personajes (algunos


admirados y la mayoría mutantes y en menor medida alienígenas) provocan, inspirados
por los guionistas mismos, cambios radicales: desde la revelación de sus
identidades secretas, parejas igualitarias, elecciones homosexuales hasta la muerte
de sus principales protagonistas para dar paso a generaciones nuevas actualizadas
por los tiempos que corren: Valkyrie, personaje que hemos visto en las cintas de
Thor, es la primera superhéroe abiertamente LGBTQ+ de Marvel. Es que las narrativas
visuales representan generalmente personas que son acosadas, humilladas, abusadas
por ser señaladas por la sociedad como diferentes. Y además, permite, como
cualquier intersección posible de investigación, discurrir entre múltiples
variables.

En la eterna disputa entre lo clásico y lo nuevo, el concepto de hibridez podría


ser una constante a aplicar en términos psicoanalíticos, para no estar repitiendo
las mismas citas de Freud y Lacan que regulan nuestros escritos y que tienen por
deseo constituirse en referencias canónicas. Nada de esto le hace bien al
psicoanálisis en la subjetividad de nuestra época. Corre el riesgo de un
anquilosamiento intelectual propio de academicistas normopáticos que buscan la
bendición de las instituciones psicoanalíticas que cada uno habita o transformarse
en referentes periodísticos “psicopinólogos”, neologismo que transita por revistas
de divulgación psi en vez de escuchar el ruido del mundo y no preferir una cita
utilizada para validar una idea.

Liberar el cuerpo y la psiquis


Este ruido del mundo, el 17 de noviembre de 2019 fue replicado por Paul B.
Preciado, ante una comunidad psicoanalítica en la 49 Jornada de la Ecole de la
Cause Freudienne, quien ya nos tiene acostumbrado con sus provocaciones
intelectuales en el buen sentido del término, liberar el cuerpo y la psiquis y
despertar conciencias adormecidas producto de “el más de lo mismo”, las ataduras
morales y las restricciones políticas.

En la última parte de su estimulante ponencia, Preciado afirma que los


psicoanalistas “no pueden continuar hablando del Complejo de Edipo o del Nombre del
Padre en una sociedad donde las mujeres son objeto de femicidios; donde las
víctimas de la violencia patriarcal se expresa por denunciar a sus padres, maridos,
jefes, novios; donde las mujeres denuncian la política institucionalizada de
violación o donde millones de cuerpos bajan a las calles para denunciar agresiones
homofóbicas y las muertes, casi cotidianas de mujeres trans, así como de las formas
institucionalizadas de racismo” (Preciado, 2019).

Eric Laurent, con su acostumbrado discurso contemporizador, también afirma que la


idea del Complejo de Edipo de Freud se volvió obsoleta y que Lacan demostró que no
servía más señalando, además, que el avance de este concepto princips del
psicoanálisis debe articularse con otros para pensar el mundo actual. Afirma que la
orientación lacaniana es de unarismo en la cuestión sexual y que implica liberarse
del binarismo porque del lado de los hombres está lo que Lacan llamó el obstáculo
fálico: “Para decirlo de manera brutal --afirma Laurent-- los hombres no tienen la
experiencia del sexo, sino la del órgano. En la mujer, por el contrario, hay una
deslocalización del sexo”.

Los interrogantes que surgen no debieran permanecer dentro de lo heteronormativo.


Entonces, ¿cómo avanzamos? ¿Y si se avanza por aquel dispositivo llamado Pase?
No resulta casual que Preciado en el inicio de su presentación haya preguntado a
viva voz si entre los psicoanalistas presentes había alguien que hubiese renunciado
legal y públicamente a la diferencia sexual y haber sido aceptado como
psicoanalista y haber logrado exitosamente el pase (dispositivo inventado por Lacan
para verificar la finalización de un tratamiento psicoanalítico).

Entonces, la propuesta de avance para el psicoanálisis hoy no es sólo escribir el


malestar de la cultura todo el tiempo sino ubicar con precisión una transformación
epistemológica en curso que deje de lado los argumentos heternormativos y
normopáticos teniendo en cuenta tres cuestiones mencionadas por Preciado: 1) El
concepto de diferencia sexual con el que trabaja el psicoanálisis no puede
constituirse apelando a la naturaleza o al orden simbólico porque resulta
construida desde una verdad biopolítica del cuerpo y como tal es histórico y
cambiante. 2) La aparición de nuevos datos morfológicos, cromosómicos y bioquímicos
vuelve imposible la atribución sexual binaria. 3) Producto de estos cambios
mencionados, el concepto de diferencia sexual se encuentra en mutación, situación
que verificaremos a lo largo de los próximos diez o quince años.

En 1951, la idea de aceptar un candidato homosexual en el análisis didáctico era


condenada de antemano por la IPA. En aquella época eran raros los psicoanalistas
que consideraban la homosexualidad como una forma de sexualidad entre otras. En el
movimiento freudiano se la consideraba no sólo como una perversión sino como una
desviación social o una psicosis. De tal modo que cuando los psicoanalistas tomaban
en cura a homosexuales, adoptaban una actitud de rechazo. O bien se negaban a
analizarlos cuando éstos manifestaban el deseo de hacerse psicoanalistas o bien se
ocupaban de ellos con la meta de hacerlos entrar por “el buen camino” de la
heterosexualidad. Lacan no se plegaba a ese conformismo y aceptaba analizar a
homosexuales como a pacientes ordinarios, sin tratar de normalizarlos.

En el 2020 los movimientos trans, queer, las denuncias de las víctimas por
violencia heteropatriarcales, las prácticas de filiación, relaciones amorosas,
identificación de género, de las nominaciones, etc., no son más que itinerarios de
estas transformaciones. Lo clásico. Lo nuevo. El psicoanálisis, por su historia, no
puede permanecer ajeno a estos cambios ni encerrarse en sus instituciones o en sus
orientaciones rígidas. Y esta cuestión va más allá de lo teórico.

Reconocer otras formas de subjetividad política, iniciar un proceso crítico de


invención, permitirá construir una nueva epistemología donde la obra siempre
abierta que resulta finalmente de un tratamiento psicoanalítico posible, nos
permita avanzar en nuestro lazo social con otros sin imaginarios consistentes o
hipocresías nunca resueltas. Como propuesta a seguir, la hibridación contemporánea
con otros discursos es una apuesta dirigida al encuentro de una episteme que
alimente al descubrimiento freudiano y lo revitalice.

Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta. Miembro de la EOL y de la AMP. Su


largometraje “Mi Victoria” refleja los avatares de una mujer transgénero de
Paraguay a Argentina. Actualmente en etapa de posproducción.

Potrebbero piacerti anche