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ES OTRO, O EL MISMO PERÚ DE SIEMPRE: la empatía en tiempos de cólera

Por: Ever Fredy Mamani Torres

En algunos medios de comunicación, ya es común encontrar anuncios sobre supuestos casos


de Coronavirus en el Perú, ante ello, se comienza a gestar una suerte de pánico colectivo que
ha llevado a que ciertos negocios y empresas ofertantes de mascarillas, alcohol y otros
productos “útiles”, para el caso, comiencen a subir sus precios. Poniendo en evidencia, una vez
más, el indolente rol del Mercado (y las personas), donde la oferta, la demanda y la
especulación hacen lo suyo para que los que menos tienen, terminen siendo los más
perjudicados.

En relación al Coronavirus, COVID-19 o simplemente neumonía de Wuhan, se debe señalar que


ya han existido casos similares. El primer caso de Coronavirus, agresivo, se presentó el año
2002 (procedente también de China) al parecer por la transmisión de un gato a un humano (el
cual tuvo una tasa de mortandad de un 9%); otro caso de Coronavirus agresivo se presentó en
2012 (procedente de Oriente Medio) por la transmisión de un camello a un humano (con una
tasa de mortandad mayor que el anterior pues superaba el 33%). Frente a estos dos casos, el
COVID-19, presenta una tasa de mortandad de solo el 2% (lo que quiere decir que, de cada 100
personas infectadas, solo 2 fallecerán). Hecho que, si bien debe tranquilizarnos, no debe
ocasionar que bajemos la guardia pues la muerte se suele originar en personas que han estado
adoleciendo de alguna otra enfermedad o tienen las “defensas bajas”. Dada su facilidad de
propagación, su transmisión suele darse por malos hábitos que tenemos, por ejemplo, a la
hora de toser o estornudar; muchas personas suelen cubrirse con la palma de las manos (y no
con el antebrazo como debe ser), o lo que es peor, simplemente no cubrirse.

Pues bien, no es casualidad que Latinoamérica sea la última región en verse afectada por el
Coronavirus, ello no se debe a que los sistemas de salud estén preparados para evitar su
propagación o, como se mencionó, a que la población este educada en los cuidados que se
debe tener sino; y principalmente, a que las relaciones (económicas, comerciales, políticas y
sociales) con China y con la región asiática, en general, no son tan estrechas como parecen (el
flujo de bienes chinos tiene como prioridad el mercado europeo, estadounidense y el asiático);
hecho que, por esta ocasión, ha jugado a nuestro favor.

Sin embargo, hay otro mal que está afectando a los habitantes más pobres de nuestra
amazonia, declarada como emergencia sanitaria, el Dengue (transmitidos por el zancudo
Aedes aegypti) ya ha cobrado más de 14 personas fallecidas (5 de los cuales están en Madre de
Dios, 8 en Loreto, 1 en San Martin) y, al parecer, no a muchos les importa el problema. Lo que
lleva a preguntarnos si, en pleno siglo XXI, ¿Lima sigue siendo el Perú?

Lima como centro político y económico del país, concentra el mayor porcentaje de las
inversiones por parte del Estado (30% del total); lo que genera inequidades entre quienes
viven aquí y en el interior. Pero no solo hablamos en términos de salud, hablamos de todos los
ámbitos. Lima ha tenido y tiene prioridad en lo que a inversión respecta, en la amazonia; por
ejemplo, no existen adecuados medios de transporte (la principal forma es fluvial, pero es muy
lento mientras que el aéreo tiene un costo muy elevado). En cuanto a hospitales (sin referirnos
a los niveles de implementación que estos puedan tener) hablamos de que, solo en Lima,
existen más de 30, mientras que, si sumamos los existentes en las Regiones Loreto y Ucayali,
éstos, no superan los 4.
Sin duda, es un enorme problema pues hablamos de poblaciones que se encuentran expuestas
y vulnerables a cualquier tipo de enfermedad debido a las inequidades existentes (muy similar
por lo que atraviesa la población de nuestra serranía) y entendemos el porqué de tantas
personas afectadas, año tras año, y el porqué de la similitud en cuanto a sus características
(poblaciones en pobreza o pobreza extrema).

Ello se debe a la indiferencia de un Estado centralizado y de sus diferentes Gobiernos, que no


han hecho otra cosa que ver al Perú, fijándose solamente en Lima. Los intentos fallidos de
descentralización se han visto estancados y no se habla más del tema; el Ministerio de
Economía y Finanzas (MEF), sigue siendo quien toma las decisiones importantes y sigue siendo
el lugar por donde las autoridades locales tienen que pasar para la aprobación de recursos,
para sus proyectos.

Esta indiferencia se observa también a nivel micro y ello se hizo evidente (entre muchos otros
ejemplos), hace unos días, cuando un joven de 23 años salto a las vías del metro de Lima
(estación Angamos) para quitarse la vida. Las reacciones ante este suceso se orientaron a
criticar la acción, pero centrándose en el perjuicio personal que les había causado dicho
accidente. En algunos casos mencionaban que por ello llagaron tarde a sus centros de trabajo,
que perdieron citas médicas, que hicieron un gasto adicional a lo planificado; en fin, una serie
de argumentos que, repito, se centraban en una afectación personal; sin preguntarse por qué
dicho joven había tomado tan drástica decisión.

Hablamos entonces de la indiferencia de los Gobiernos para no ver más allá de Lima y de la
propia población para no ver más allá de sus intereses particulares. Mientras no sea un
problema que nos afecte directamente, es un tema que no parece importarnos. Ello, dista
mucho de una sociedad democrática (la cual nos jactamos de ser), donde se supone que los
derechos de todos (incluso de las minorías) pesan por igual. Solemos quejarnos de la sociedad
actual sin ponernos a pensar en que nosotros somos parte de la misma, por ello, es momento
de que todos analicemos nuestro actuar individual y procuremos -así- un cambio desde lo
personal. Solo de esa manera lograremos o al menos aspiraremos, seriamente, con un país
más justo y sobre todo, más humano.

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