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Pues bien, no es casualidad que Latinoamérica sea la última región en verse afectada por el
Coronavirus, ello no se debe a que los sistemas de salud estén preparados para evitar su
propagación o, como se mencionó, a que la población este educada en los cuidados que se
debe tener sino; y principalmente, a que las relaciones (económicas, comerciales, políticas y
sociales) con China y con la región asiática, en general, no son tan estrechas como parecen (el
flujo de bienes chinos tiene como prioridad el mercado europeo, estadounidense y el asiático);
hecho que, por esta ocasión, ha jugado a nuestro favor.
Sin embargo, hay otro mal que está afectando a los habitantes más pobres de nuestra
amazonia, declarada como emergencia sanitaria, el Dengue (transmitidos por el zancudo
Aedes aegypti) ya ha cobrado más de 14 personas fallecidas (5 de los cuales están en Madre de
Dios, 8 en Loreto, 1 en San Martin) y, al parecer, no a muchos les importa el problema. Lo que
lleva a preguntarnos si, en pleno siglo XXI, ¿Lima sigue siendo el Perú?
Lima como centro político y económico del país, concentra el mayor porcentaje de las
inversiones por parte del Estado (30% del total); lo que genera inequidades entre quienes
viven aquí y en el interior. Pero no solo hablamos en términos de salud, hablamos de todos los
ámbitos. Lima ha tenido y tiene prioridad en lo que a inversión respecta, en la amazonia; por
ejemplo, no existen adecuados medios de transporte (la principal forma es fluvial, pero es muy
lento mientras que el aéreo tiene un costo muy elevado). En cuanto a hospitales (sin referirnos
a los niveles de implementación que estos puedan tener) hablamos de que, solo en Lima,
existen más de 30, mientras que, si sumamos los existentes en las Regiones Loreto y Ucayali,
éstos, no superan los 4.
Sin duda, es un enorme problema pues hablamos de poblaciones que se encuentran expuestas
y vulnerables a cualquier tipo de enfermedad debido a las inequidades existentes (muy similar
por lo que atraviesa la población de nuestra serranía) y entendemos el porqué de tantas
personas afectadas, año tras año, y el porqué de la similitud en cuanto a sus características
(poblaciones en pobreza o pobreza extrema).
Esta indiferencia se observa también a nivel micro y ello se hizo evidente (entre muchos otros
ejemplos), hace unos días, cuando un joven de 23 años salto a las vías del metro de Lima
(estación Angamos) para quitarse la vida. Las reacciones ante este suceso se orientaron a
criticar la acción, pero centrándose en el perjuicio personal que les había causado dicho
accidente. En algunos casos mencionaban que por ello llagaron tarde a sus centros de trabajo,
que perdieron citas médicas, que hicieron un gasto adicional a lo planificado; en fin, una serie
de argumentos que, repito, se centraban en una afectación personal; sin preguntarse por qué
dicho joven había tomado tan drástica decisión.
Hablamos entonces de la indiferencia de los Gobiernos para no ver más allá de Lima y de la
propia población para no ver más allá de sus intereses particulares. Mientras no sea un
problema que nos afecte directamente, es un tema que no parece importarnos. Ello, dista
mucho de una sociedad democrática (la cual nos jactamos de ser), donde se supone que los
derechos de todos (incluso de las minorías) pesan por igual. Solemos quejarnos de la sociedad
actual sin ponernos a pensar en que nosotros somos parte de la misma, por ello, es momento
de que todos analicemos nuestro actuar individual y procuremos -así- un cambio desde lo
personal. Solo de esa manera lograremos o al menos aspiraremos, seriamente, con un país
más justo y sobre todo, más humano.