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DEVOCIONARIO

CATÓLICO
Sagrado Corazón de Jesús

¡En Vos confío!


TABLA DE CONTENIDO

Título Página

AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS 1


Aposentos de Adoración 3
ORACIONES DE PREPARACIÓN PARA LA
SANTA MISA 34
ORACIONES PARA LA SANTA MISA 41
Antes… 41
Después… 45
A LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS 50
Via Crucis 52
AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS 60
Guardia de Honor 62
A LA SANTA CRUZ 66
Los Mil Jesuses 68
AL ESPÍRITU SANTO 71
Novena al Espíritu Santo 73
PREPARACIÓN PARA LA CONFESIÓN 85
AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco la adoración al Corazón


Eucarístico de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor, Jesucristo:
✟ En reparación por los pecados cometidos en nuestra
Iglesia a través de toda la historia;
✟ en reparación por los sacerdotes que reanudan
nuevamente la Sagrada Pasión de tu amadísimo Hijo, Nuestro
Señor, Jesucristo;
✟ en reparación por los sacerdotes que dudan del
Sacramento de la Eucaristía;
✟ en reparación por los sacerdotes que os hieren
celebrando indignamente el Gran Misterio Eucarístico;
✟ en reparación por los pecados de todos los sacerdotes
y consagrados del mundo entero, y
✟ en reparación por los sacerdotes y religiosos que van a
morir en pecado mortal. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

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Yo, pecador

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la


bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos y
a vos, padre, que pequé gravemente con el pensamiento,
palabra, y obra, [dándose tres golpes de pecho] por mi culpa,
por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por tanto, ruego a la
bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos, y
a vos, padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

APOSENTOS DE ADORACIÓN
–Debe hacerse frente al Sagrario–

1. Jesús dice:
Hijo mío: os he traído al tabernáculo de mi amor porque
mi Divino Corazón tiene sed de almas. Venid, pues, y saciad
mi ardiente sed con el agua refrescante de vuestra adoración
y reparación.
Si vuestros ojos se abrieran para ver las maravillas que los
ángeles y santos contemplan en el cielo, postraríais vuestro
rostro frente a mi humilde presencia en la Sagrada Hostia,
porque Soy alabado, adorado y amado por un sinnúmero de
seres celestiales en, ésta, mi morada en la tierra.
Escuchad los latidos de mi Corazón Eucarístico, latidos que
sosiegan y aquietan vuestro cuerpo, alma y espíritu para que
os extasiéis frente al prodigio más grande de mi amor.
La Iglesia Triunfante y Purgante se unen a vuestra
adoración, adoración que es canto melodioso, agradable a
mis Oídos y bálsamo sanador para mi Corazón herido, porque
habéis venido a adorar mi invención de amor, invención que
es real presencia en el Pan Consagrado. Aquí en mi
tabernáculo podréis descansar, vuestro corazón se unirá al
mío, nuestras miradas se entrelazarán, vuestro espíritu se

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adormilará dulcemente porque el silencio de mi morada es
canto melodioso que os invade de mi paz. Venid hijo mío que
hablaré a vuestro corazón, os mostraré tesoros inefables,
riquezas del cielo que os darán sabiduría sublime, sabiduría
que no encontraréis en los libros porque la ciencia humana es
limitada e incomparable a mi Sabiduría Divina.
Si alcanzarais a sopesar la magnitud de amor que contiene
mi Eucarístico Corazón, lo pasarías días enteros amándome
porque el amor que se os da afuera es un amor imperfecto,
condicionado, manipulado.
Si alcanzarais a descubrir los grandes misterios encerrados
en mi tabernáculo de amor, seríais lámparas del amor divino,
lámpara que físicamente arde de amor con su oración en mi
mansión celestial o espiritualmente, cuando no podáis
corpóreamente, adorándome por ser vuestro Dios y
reparando porque soy maltratado en muchos de los sagrarios
de la tierra.

Alma adoradora del silencio:


He venido a vuestro tabernáculo por misericordia vuestra,
ya que os habéis dignado pronunciar mi nombre, nombre que
resonó en la profundidad de mi corazón. Nombre que no
dejasteis de pronunciar hasta no verme de rodillas en vuestra
mansión de amor, mansión en la que habita el Hombre–Dios
porque se ha quedado hasta la consumación de los siglos en
la Sagrada Hostia. Sagrada Hostia que es adorada por la corte
celestial porque en ella vuestra presencia es verdadera.
Sagrada Hostia que es manjar del cielo, manjar que hace que
viváis en mí y yo en Vos. Sagrada Hostia que os hace
Emmanuel, Dios–con–nosotros, porque estáis aquí
cautivándome, enamorándome, hablándome dulcemente al
oído; estáis aquí aquietando mi corazón porque sois remanso
de paz; estáis aquí, serenando mi espíritu porque sois el Hijo
de Dios que calmó la fuerte tempestad, mientras vuestros
discípulos se encontraban inquietos en alta mar; estáis aquí,
haciéndome partícipe de un pedacito de cielo, cielo en el que
me recreo, me deleito y me gozo porque vuestro tabernáculo

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es la puerta del cielo siempre abierta, puerta de oro que
muestra por anticipado una mínima parte de vuestro Reino.
Sé, amado Jesús mío, que si mis ojos pudiesen contemplar
las maravillas que hay ocultas frente a mí, me moriría de amor,
mi corazón reventaría ante vuestra grandeza, pero dadme
resignación en esperar aquel majestuoso momento en que mi
espíritu vuele al cielo a habitar en una de vuestras moradas
celestiales; por ahora seguiré amándoos, adorándoos y
reconociéndoos como a mi Señor en el tabernáculo del Amor.

2. Jesús dice:
Hijo mío: abrid vuestros ojos y ved mi sublime presencia
en la Hostia Santa. Aquí en mi Sagrario divino os miro con
dulzura, miradas que penetran vuestro corazón para sanarlo,
miradas que penetran vuestro corazón para llenar vuestros
vacíos con mi amor, miradas que penetran vuestro corazón
para purificaros porque mis rayos de luz hacen trizas vuestras
impurezas dándoos candor y blancura.
Abrid vuestros oídos que deseo hablaros, deseo pediros
reparación porque muchas almas profanan mi divinidad con
su irreverencia e irrespeto, muchas almas se niegan a
escucharme ahogando mi voz en su corazón en cosas
baladíes, porque el mundo las ata, las aprisiona; algunas
almas saben que estoy aquí solitario y abandonado, y aún así
no vienen porque el tiempo se les escurre de sus manos y
piensan en Mí cuando ya es demasiado tarde, cuando mis
sagrarios han sido cerrados, porque muchos saqueadores
merodean la Casa de Dios en la tierra.
En mi tabernáculo os espero para daros mi amor, amor
que ha de ser medicina a vuestros males y alivio para vuestro
dolor. Venid a Mí que os quiero engalanar, adornándoos con
mis joyas preciosas, vistiéndoos de sayal porque sois mis hijos
amados, hijos que sí me saben descubrir en la Sagrada Hostia.
Hostia que palpita con vehemencia cuando os postráis a
adorarme con todo el ímpetu de vuestro corazón.
Desde el Sagrario alzo mi voz, voz que ha de retumbar en
los corazones humildes, voz que ha de doblegar a las almas

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eucarísticas para que sean lámparas del amor divino, oficio de
ángeles que delego a criaturas con corazón noble y benévolo,
criaturas ávidas de permanecer en mi mansión de amor,
adorándome con las oraciones de este libro de oro que hoy
he puesto en vuestras manos, oraciones que son coloquios de
mi Corazón Eucarístico con vosotras, almas adoradoras del
silencio, almas que han de convertirse en una lámpara
encendida en el nebuloso día o en la oscuridad de la noche.
Encended, pues, la llamita de vuestro corazón, dejadla
arder hasta que os consumáis como cirio prendido en el
Sagrario, cirio que os transformará en lámpara del amor
divino, lámparas que jamás cesarán de alumbrar en toda la
tierra porque son tan fuertes los reflejos de vuestra luz que
cobijarán pueblos, veredas, ciudades y países enteros. Luz que
ha de iluminar las conciencias de los hombres para que
vuelvan a Mí.

Alma adoradora del silencio:


Estoy aquí, Jesús mío, con mis ojos bien abiertos para
veros presente bajo este velo sacramental, velo revestido de
humildad y sencillez. Velo Celestial que oculta vuestra
grandeza porque sois el mismo Dios que fue puesto en el
vientre virginal de María e hizo exaltar de gozo al niño Juan.
Velo que esconde la majestuosidad de Dios en la tierra,
porque sois el mismo Hombre que permitió que taladrasen
sus Manos y sus Pies en una cruz para dar vida, vida llena de
gracia y de santidad. Velo que es Pan del cielo, Pan
multiplicado que alimentó muchedumbre de vuestros
seguidores. Velo que tiene un Corazón amoroso y bondadoso
porque ahí está latiendo vuestro Sacratísimo Corazón, ya que
estáis vivo. Velo que contiene la naturaleza divina, naturaleza
que obra los mismos milagros, como cuando estuvisteis en la
tierra.
Aquí estoy, Jesús mío, para dejarme arropar con vuestras
miradas, miradas que cubren la desnudez de mi corazón y lo
purifican; miradas que son rayos de luz que penetran todo mi
ser y lo transverberan con vuestro amor divino; miradas que

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son suave oleaje que dan calidez a mi alma; miradas que sin
pronunciar palabra me dicen cuanto me amas; miradas que
me seducen y hacen que me deje poseer por vuestra dulzura,
dulzura que se lleva la amargura de mi corazón; miradas que
unen mi corazón fragmentado y lo restauran; miradas que
sanan mis heridas devolviéndome la lozanía y vigor.
Estoy aquí, Jesús mío, deseoso en escuchar vuestra voz,
voz que derrite mi corazón por vuestro amor; voz que eleva
mi espíritu al cielo y lo plenifica con vuestra presencia; voz
que es aliento en mi peregrinar hacia la morada celestial; voz
que es melodía que me impulsa a amaros, a adoraros y a
glorificaros.
Estoy aquí, Jesús mío, postrado a vuestros Pies para
rendiros el homenaje que como Dios os merecéis, para
rendiros el mismo homenaje que vuestros santos y ángeles os
tributan en el cielo.
Señor mío, dejadme entrar en vuestro tabernáculo y
reparar por las irreverencias e irrespetos que recibís
diariamente en vuestro Cuerpo adorable, Cuerpo que es
lastimado por un sinnúmero de almas con corazón de dura
cerviz, almas que os hieren con su indiferencia y apatía,
vuestro gran misterio de amor, misterio que es cuestionado
por su orgullo intelectual. Perdonadles, Jesús mío, actúan
negligentemente porque, aún, no os conocen; no han
ahondado en la ciencia sublime de vuestra real presencia en
la Eucaristía, Eucaristía que es conocimiento verdadero y
absoluto.

3. Jesús dice:
Hijo mío: no dudéis jamás de mi presencia en la Sagrada
Hostia. Pensé en vosotros, por eso decidí quedarme hasta la
consumación de los siglos oculto en la Sagrada Eucaristía. De
mi Corazón Eucarístico desprendo saetas de amor, saetas que
chocan en el corazón de muchas almas porque no creen en
Mí, piensan que soy un símbolo; almas que llenan sus
corazones de salvado y desprecian este manjar del cielo,

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almas que no sienten nada frente a Mí porque su corazón de
mármol es duro a mis flechazos de amor.
Reparad por sus desvíos de amor, porque al Dios Amor lo
tratan con desdén.
Reparad por las almas que no caminan por mis sendas.
Venid alma adoradora de mi misterio de amor y dadme
todo el amor que no recibo de las criaturas, permanezco
solitario sin quien me visite ni me adore, dejadme descargar
en vuestro corazón mi dolor, porque mis hijos menosprecian
el viático que los lleva al cielo.
El veros arrodillado o postrado frente a Mí, dilato mi
Corazón de amor, mis latidos se unen con los vuestros porque
he encontrado almas adoradoras, almas enamoradas de mi
real presencia, almas que son la atracción de mi Eucarístico
Corazón.
El veros, en mi tabernáculo de amor, mi Corazón es sanado
porque vuestra adoración es un ungüento que cicatriza mis
heridas, heridas producidas por el desamor de los hombres.
Sosegad vuestro corazón, aquietad vuestro espíritu,
desechad vuestros pensamientos ligeros, y desbocaos de
amor por Mí.
Por haber pensado en vosotros estoy aquí, atrapado de
amor por toda la humanidad, estoy aquí esperándoos ya que
quiero obrar prodigios en vuestro corazón; no os resistáis a
mis llamados, ceded porque ha llegado el momento de daros
nueva vida, ha llegado el momento de transformaros en un
ángel en la tierra, ángel que ha de pensar sólo en Mí, ángel
que ha de vivir sólo para Mí, ángel que sabrá hacer de su
corazón incensario de amor y de todo su ser, lámpara del
amor divino, lámpara que arda las veinticuatro horas del día
amando, adorando y reparando. Lámpara que arrope a toda
la humanidad con sus destellos de luz. Lámpara en que su
fuego suba como incienso ante la presencia de mi Padre.
Hoy, hijo mío, os llamo a la contemplación y a la adoración,
adoración que es un himno continuo de amor, himno que no
os cansará, no os aburrirá porque son mis palabras, palabras
que quiero escuchar de vuestros labios y de vuestro corazón.

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Palabras que son oración, oración que antecede el reinado de
mi Sagrado Corazón, oración que es himno de ángeles
recitado en la tierra.
Orad, pues, con vuestra mente y con vuestro corazón para
que alivianéis mi dolor y mitiguéis mi soledad, porque muy
pocas almas frecuentan mi tabernáculo, muy pocas almas
reciben de mis gracias.

Alma adoradora del silencio:


Amado Jesús mío, regocijo hay en mi corazón ante la
majestuosidad de vuestra real presencia en la Sagrada
Eucaristía, Sacramento que instituiste en la Última Cena para
no dejarnos huérfanos, porque siempre permaneceréis en
todos los tabernáculos del mundo.
¡Cómo no creer que habitáis en la simpleza de una
Sagrada Hostia! Os habéis quedado en el Pan de ángeles para
alimentarnos con vuestro Sacratísimo Cuerpo y Preciosísima
Sangre, Especies Sagradas que son viático a la vida eterna.
En vuestro tabernáculo mi corazón arde con el fuego de
vuestro amor divino, fuego que consume mi pecado y me
restituye al estado de gracia, fuego que tritura las cosas que
no son de vuestro agrado y revestís mi corazón con el candor
de vuestra pureza.
Amado Jesús mío, os pido mil y mil veces perdón por el
escepticismo de vuestros hijos, hijos cegados por un falso
racionalismo que los lleva a no creer en vuestra verdadera y
eterna presencia en la Sagrada Eucaristía. Pobres almas, tened
misericordia de ellas, desprecian al Dios escondido en la
humildad del Pan consagrado y aceptan mentiras con
apariencia de verdad.
Amado Jesús mío, no sois un símbolo, sois una realidad,
realidad entendible por los corazones puros y sencillos, pero
sofisma, distractor, para los filósofos y letrados.
Amado Jesús mío, sois el camino y la senda que me lleva
al cielo, senda segura de salvación, senda que es pórtico
divino que me adentra en vuestra mansión celestial.

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Reparo por los corazones contumaces, corazones
soberbios, corazones que se resisten a vuestros flechazos de
amor, corazones egoístas que no piensan en vuestro
bienestar, corazones que os dejan solitario y abandonado en
vuestro tabernáculo, corazones que degradan vuestro
sublime Sacramento.
Haced de mí, lámpara de vuestro amor divino, lámpara
que arda y se consuma al pie de vuestra adorable presencia.

4. Jesús dice:
Hijo mío: mi Corazón Eucarístico languidece porque las
almas no han entendido que soy el milagro de los milagros,
no han comprendido que mi amor no tiene longitud ni
diámetro.
Busco adoradores del silencio y no los hallo, son pocas las
almas que se dejan seducir por mi voz, son pocas las almas
que ahondan en mi misterio divino, misterio entendible para
los pequeños y humildes, pero incomprensible para los
grandes y arrogantes.
Una espada atraviesa mi Corazón porque tengo muchas
gracias para daros, pero muy pocas almas vienen a recibirlas,
almas inmiscuidas del mundo, almas de corazón desértico
que no han bebido de mis aguas refrescantes, almas con
aversión a lo espiritual pero aferradas a lo terrenal. Almas que
han olvidado que Yo soy su Dios y que por más que quieran
estar alejadas de Mí, el día en que las llame tendrán que verse
conmigo cara a cara. Ese día abrirán sus ojos a la verdad,
verdad que rechazaron en vida.
No seáis indolentes ni renuentes a mi amor, no
desperdiciéis las gracias que os tengo; venid a recogerlas, son
perlas preciosísimas, incomparables a las riquezas del mundo.
Os espero para que os llevéis mi tristeza porque vuestra
adoración es susurro de ángeles, ángeles en la tierra que
templan sus arpas y sus cítaras para cantar himnos de júbilo
y de adoración a un Dios presente en la Sagrada Hostia.
Os espero para que elevéis vuestro espíritu al cielo y junto
con los ángeles adorad, cantad y alabad mi Santo Nombre.

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Os espero porque tengo muchos dones para daros, abrid
vuestro corazón que en él depositaré innumerables gracias.
Os espero para alivianar vuestra cruz, cruz que jamás os
habrá de faltar porque sin cruz difícilmente entraréis al cielo.
Os espero para que consoléis mi agobiado Corazón,
Corazón que por todo el amor que os doy a las criaturas tan
solo recibo ingratitudes y desprecios.
Os espero para que habitéis en uno de los aposentos de
mi Divino Corazón; aposentos, aún, vacíos porque muy pocas
almas ganan méritos por adquirirlos.
Os espero para escuchar de vuestros labios palabras de
amor, palabras que lo enternezcan y lo inflamen por vuestra
presencia.
Os espero para que os unáis a las Jerarquías celestiales y
me adoréis con gran respeto y reverencia.
Os espero para hacer de vosotros lámparas del amor
divino porque es el oficio más sublime que puedo conceder
a un alma, alma que va perdiendo sus rasgos humanos para
divinizarse, alma que sin Mí no podrá vivir porque soy la razón
de su existir, alma que hace de su vida salmodia de adoración,
alma que convierte su oración en canto de ángeles.
Las lámparas del amor divino son almas hostias,
pararrayos de Cristo. Aventuraos, pues, al mundo
sobrenatural, no escatiméis en vuestro tiempo, cedédmelo a
Mí que os sabré recompensar cuando os encontréis conmigo
en la eternidad.
En la tierra sois lámparas del amor divino, en el cielo seréis
destellos fulgurantes de mi divinidad.

Alma adoradora del silencio:


Jesús amorosísimo que sois el milagro de los milagros, os
adoro en unidad con los santos y los ángeles. Sois el
Emmanuel, Dios–con–nosotros, que permanecéis cautivo de
amor en la soledad de vuestro tabernáculo, tabernáculo
custodiado por millares de seres celestiales, seres que
permanecen extasiados ante vuestra sublime grandeza.
Vuestra extrema bondad me atrajo a las penumbras del

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silencio, silencio que hace de mí, alma adoradora de tan
admirable Sacramento, Sacramento amado y deseado por los
corazones que se desviven en permanecer siempre a vuestro
lado.
Dejadme Jesús mío, retirar de vuestro Sacratísimo Corazón
la espada de dolor que lastima la parte más profunda de
vuestro ser, espada proferida por las almas renuentes a
vuestro amor.
Jesús amorosísimo, heme aquí para suavizar vuestro dolor,
permitidme curar vuestras heridas con mi humilde reparación
porque mi pobre corazón también sufre al veros triste y
angustiado. Si mi compañía os sirve como actos de adoración,
recibidla plácidamente porque os amo, sois la razón de mi
existir.
Alejadme del mundo porque a Vos sólo quiero servir.
Alejadme del mundo porque en él temo perderme.
Alejadme del mundo porque estoy harto de una vida sin
sentido, vida que sí es verdaderamente transformada si
camino siempre de vuestro lado.
Sé que estando muy cerca de vuestro Corazón Eucarístico
podré recibir todas las gracias que os plazca derramar en mi
corazón.
Recibid mi oración como ofrenda de amor, ofrenda que ha
de llevarse vuestra tristeza, porque un alma ha escuchado
vuestra voz y se ha unido a la adoración de la Iglesia Militante,
Purgante y Triunfante. Adoración que será de vuestro agrado,
ya que desde vuestro trono celestial podéis ver lámparas
encendidas a vuestro amor divino que se consumen en
vuestro tabernáculo de amor.

5. Jesús dice:
Esta es mi morada celestial en la tierra. Aquí hijo mío,
veréis que la misericordia de mi Corazón es mayor de lo que
puede ser la miseria humana. Aquí todo lo transformo:
cambio lo pesado en liviano, lo insípido lo torno sabroso,
convierto la amargura en dulcedumbre y el llanto en alegría
del corazón. Aquí transformo este valle de lágrimas en

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paraíso, esta tierra en cielo anticipado, por aquí encontraréis
la abundancia de los bienes celestiales, la fuente de la paz y
del gozo. Aquí, los ángeles; aquí, Yo mismo, la Misericordia
infinita.
Estos son los prodigios de amor que mi corazón realiza
para que no os desmayéis ante los problemas de la vida, sino
que atraído por la bondad de mi Corazón, acudáis a este
manantial de todo consuelo.
Cuando derraméis vuestro corazón ante mi santo
tabernáculo y cuando en la Sagrada Comunión hable vuestro
corazón con el mío y os donéis por completo, comprenderéis:
que el consuelo remplaza a la aflicción, la alegría al temor, y
la fortaleza del alma a la tibieza. Pero si abandonándome
acudiereis a otro lugar, en busca de quien alivie vuestro
abatimiento, podréis decir por experiencia propia: «Busqué
quien me consolase y no lo hallé». Mas, a mi Corazón
Eucarístico nunca llegaréis en vano, de aquí jamás saldréis sin
consolación.
Venid siempre a este tabernáculo para que encontréis
remedios a vuestras tribulaciones, respuestas a vuestras
dudas, quietud a vuestras turbaciones, esperanzas a vuestras
congojas, oasis a vuestros desiertos.
Entended hijo mío, que ante tanto amor sólo recibo
desprecios e ingratitudes, porque llamo a las almas y no
escuchan mi voz. Decidí quedarme en mi invención de amor
y muy pocas almas vienen a visitarme. Soy el Dios Emmanuel
en la Sagrada Hostia y son pocos los que me adoran y me
reconocen como a su Señor.
Hijo mío, ya que habéis escuchado el barullo de mi voz,
adoradme y consoladme con vuestra oración, oración que es
incienso que sube a la presencia de mi Padre.
Oración que os hace lámparas del amor divino para que
con el fuego de vuestro corazón abraséis mi Sagrado Cuerpo
porque padezco frío y soledad en los tabernáculos de mi
amor, tabernáculos en los que resido para amaros y haceros
más llevadero vuestro peregrinaje en la tierra.

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Alma adoradora del silencio:
Gracias, adorable Jesús mío, por saetead mi corazón y
atraedme a vuestra morada celestial, morada en la que
naufrago de amor porque vuestro Corazón Eucarístico es un
océano de misericordia, océano que me purifica y me lava de
todo pecado.
Aquí en vuestra morada de amor encuentro todo lo que
mi corazón necesita para ser feliz. Mi cruz es alivianada, mi
amargura dulcificada, mi tristeza es cambiada en alegría
porque sois el Santo Dios, el Santo Fuerte y el Santo Inmortal
que me provee con la abundancia de vuestros dones
celestiales.
Aquí en vuestra morada de amor estoy en el cielo, cielo
anticipado, porque sois la fuente de la paz y del gozo eterno.
Aquí en vuestra morada de amor encuentro consuelo
porque mis problemas son solucionados, mi aflicción es
menguada por vuestra ternura infinita, ternura que hace que
suspire por vuestro gran amor.
Aquí en vuestra morada de amor hacéis prodigios en mi
corazón, corazón que es transformado en copón purísimo
para contener en él vuestras Sagradas Especies, maná de
ángeles que me une a vuestra divinidad y me adentra en el
espesor de vuestro Reino.
Adorable Jesús mío, sé que ante tanto amor, recibís
desprecios, desprecios que os causan gran dolor porque
muchas almas pasan indiferentes frente a vuestro
tabernáculo, os ignoran y ahogan vuestra voz con el ruido
exterior que las ensordece.
Sois el Dios Emmanuel que os habéis quedado con
nosotros hasta el final de los tiempos. Por eso deseo amaros
con locura, adoraros con ardor y alabaros sin cesar, porque
sois la brújula que me enruta hacia vuestra morada, morada
que es un anticipo de cielo, morada con habitaciones
equiparadas para el día en que cierre mis ojos al mundo y los
abra en la eternidad.

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6. Jesús dice:
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
Salvador, Salvador que os quiere rescatar y liberar del pecado.
En mi Corazón Eucarístico encontraréis un manantial de agua
viva, agua que aplaca la sed de las cosas mundanales y os da
vida eterna, agua que apaga el fuego ardiente de las pasiones
y os consume dándoos pureza.
Soy vuestro Salvador, el mismo Hombre–Dios que murió
en una cruz y que ahora vive en la Hostia Consagrada para
daros vida nueva, vida en abundancia.
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
Buen Pastor, pastor que va en búsqueda de la oveja perdida
y una vez la encuentro la llevo sobre mis hombros, la sumerjo
en el aprisco de mi Divino Corazón, la caliento, la alimento y
le vendo sus heridas.
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
bondadoso Padre, que abrazo gozoso al hijo pródigo cuando
vuelve, y vestido con los más elegantes trajes le fortalezco y
recreo con un festín celestial.
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
Médico divino para suavizar y mitigar con la unción de mi
Corazón vuestros dolores, curar vuestras enfermedades,
fortalecer toda debilidad, quitar la deformidad causada por el
pecado y restituir vuestra hermosura, porque el alma cuando
está en estado de gracia adquiere la lozanía y gallardía de los
santos ángeles.
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
Maestro para enseñaros con mis inspiraciones que son
bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los
mansos, bienaventurados los que lloran sus culpas,
bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los
limpios de corazón, bienaventurados finalmente los que
cumplen la voluntad divina, pues, son mis hermanos y
herederos del Reino de los cielos.
Aquí, en mi tabernáculo de amor, estoy como vuestro
Amigo, amigo que os presta su hombro para que lloréis

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vuestras penas. Amigo que os escucha en vuestra turbación.
Amigo que os levanta cuando por desgracia caéis. Amigo que
siempre os estará esperándoos en la soledad de su Sagrario
para reconfortaros.
Aquí os espero como adoradores del silencio para que me
améis con toda la intensidad de vuestro corazón, porque no
soy amado; para que me adoréis como lo hacen los santos
ángeles porque no soy adorado; para que consoléis mi
Corazón porque muchos son los verdugos y profanadores de
mi Altar.
En mi tabernáculo os espero para hacer de vuestro
corazón una lámpara encendida del amor divino, luz que ha
de iluminar todos los sagrarios del mundo porque vuestra
oración es reflejo de mi luz divina. Luz que ha de alumbrar
todos los rincones del mundo. Luz que jamás se extinguirá,
permanecerá hasta la consumación de los siglos.

Alma adoradora del silencio:


En vuestro tabernáculo encuentro al Amigo fiel, amigo que
es luz para mi oscuridad, voz de aliento en mis problemas,
medicina de Dios que da alivio a mi corazón enfermo. En
vuestro tabernáculo encuentro al Médico que sana las
dolencias de mi corazón y de mi cuerpo, médico que me
devuelve la salud como don gratuito dado del cielo. En
vuestro tabernáculo encuentro al Pastor que venda mis
heridas, pastor que me lleva entre sus Brazos y me conduce a
su rebaño, rebaño en el que beberé de agua fresca para
calmar mi sed, rebaño en el que me alimentaré de verdes
pastizales para mitigar mi hambre, rebaño en el que me
sentiré protegido, resguardado porque su poder divino jamás
será vencido. En vuestro tabernáculo encuentro a mi Maestro,
maestro que me alecciona, adoctrina y enseña el camino para
llegar a la santidad, maestro que me educa en la ciencia del
cielo, ciencia que hace de mí discípulo aventajado. En vuestro
tabernáculo encuentro a mi Salvador, Salvador que murió en
una cruz para darme vida; Salvador que lo hallo en la
presencia del Pan Consagrado; Salvador, Emmanuel, Dios–

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con–nosotros que me recrea, me deleita, dándome gozo a mi
espíritu y desahogo a mi corazón porque su único fin es
llevarme al disfrute del cielo eterno.

7. Jesús dice:
En mi Corazón hijo mío, hallaréis la fuente de todos los
bienes, siempre abierta, siempre manante, de la cual podéis
beber a toda hora sin nunca agotarse.
En mi Corazón encontraréis cuanto os sea necesario para
vuestro provecho.
Si alguna vez decayereis en el fervor: aquí os
enfervorizaréis, aquí os renovaréis en espíritu, aquí
recobraréis nuevas fuerzas.
Si pecares: aquí alcanzaréis misericordia, aquí obtendréis
perdón, aquí conseguiréis la paz.
Si por debilidad desfalleciereis: aquí os fortaleceréis, aquí
cobraréis vigor en la virtud.
Si necesitares consejo: aquí encontraréis sabiduría en
abundancia.
Si deseares más gracia, algún favor especial, alguna
consolación: aquí lo hallaréis todo para vuestra verdadera
felicidad, aquí descubriréis el cielo anticipado en la tierra
porque mi Divino Corazón es el camino y la puerta misma del
paraíso eterno. Camino seguro en el que jamás os
equivocaréis. Camino breve por ser el más recto. Camino llano
porque es camino de amor. Camino por el que anduvieron
mis santos y por donde quien caminare se hará santo.
Mi Divino Corazón os guiará y os protegerá de todo
peligro porque dentro de él hay varios aposentos de amor en
los que podéis reposar cuando os sintáis cansados, os podéis
ocultar cuando os sintáis temerosos, os podéis calentar
cuando sintáis frío.
Hijo mío, tened siempre presente mi Corazón en el que
encontraréis todo. Visitadme con frecuencia y escuchad mis
palabras. Ocupándoos de Mí, Yo me ocuparé de vosotros.
Vivid preparados, porque cuando menos lo penséis
vendré y os llevaré conmigo. Por eso, haced de vuestra vida

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un acto de adoración y reparación constante porque mi
Corazón, siendo un misterio divino de amor, es maltratado y
herido.
Vivid preparados porque cuando menos lo penséis vendré
y os llevaré conmigo. Por eso haced de vuestra vida lámpara
del amor divino y encended fuego en los corazones de hielo
que han de ser sensibles a mis rayos de luz, corazones que
han de derretirse porque mis saetas divinas los traspasan de
un lado a otro volviéndolos susceptibles frente a mi misterio
de amor, misterio que siempre prevalecerá por más enemigos
que intenten destruirlo porque es el Dios infinito que se viste
de sencillez en la Sagrada Hostia.

Alma adoradora del silencio:


Amantísimo Jesús mío, heme aquí adorando vuestro
Sagrado Corazón, Corazón presente en vuestro invento de
amor; Corazón que es pozo de aguas clarísimas que sacia mi
sed; Corazón que es habitación confortable y da descanso a
mi cuerpo fatigado; Corazón que es remanso de paz que
sosiega la turbulencia de mi espíritu; Corazón que es hoguera
de amor en mis días de invierno; Corazón que es morada
eterna siempre abierta; Corazón que es libro del cielo que me
enseña, me instruye; Corazón que es paraíso celestial que da
regocijo a mi alma.
En vuestro Corazón mi corazón es sosegado, reposado
porque vuestros latidos son impulsos de amor que me
conllevan a desearos cada vez más.
Dejadme entrar en vuestro Corazón y ofreceros el
homenaje más sublime que una criatura os puede tributar.
Dejadme entrar en vuestro Corazón y deleitarme en vuestra
presencia divina, presencia que une mi corazón con el
vuestro, presencia que lo encadena de amor porque vuestro
cordel lo ata eternamente al vuestro. Dejadme entrar en
vuestro Corazón y reparar por los ultrajes con que es
ofendido. Dejadme entrar en vuestro Corazón y sanar
vuestras heridas con el óleo de nuestra oración. Dejadme
entrar en vuestro Corazón y naufragar en vuestros torrentes

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de misericordia para ser perdonado y liberado de mis culpas.
Dejadme entrar en vuestro Corazón y atravesadlo con vuestra
lanza encendida de vuestro amor Divino para que sea
transformado a semejanza de vuestro Sacratísimo Corazón.

8. Jesús dice:
En este tabernáculo encontráis al mismo Corazón que
mientras vivió en la tierra consolaba a todos. Aquel mismo
Corazón, que encerrado, aún, en el pesebre, dio paz a los
pastores. Aquel mismo Corazón que en su niñez recreó a sus
amigos y aquel mismo Corazón que durante su vida fue el
refugio y la esperanza de los enfermos, los débiles, los sordos,
los mudos, los ciegos, los paralíticos, los leprosos y
marginados; almas excluidas de una sociedad sin corazón que
en Mí encontraron calidez, dulzura y bálsamo sanador a sus
múltiples tribulaciones. Todos estos prodigios y consuelos de
amor los repito aquí en mi dulce prisión, ya que mi Corazón
Eucarístico cura las enfermedades de vuestro cuerpo, cura los
padecimientos de vuestra alma y extingue vuestras miserias.
Mi Corazón Eucarístico os libera de las seducciones del
demonio y os hace fuertes frente a sus ataques.
Mi Corazón Eucarístico limpia la lepra de vuestro pecado,
purifica vuestra alma dándoos blancura de nieve.
Mi Corazón Eucarístico os sana de vuestra ceguera
espiritual dándoos una nueva manera de ver la vida, vida
anclada a mi divinidad y a mis principios.
Mi Corazón Eucarístico arremete contra vuestra parálisis
espiritual dándoos movimiento, soltura para que alcéis vuelo
como las águilas y os encontréis conmigo.
Mi Corazón Eucarístico es remedio a vuestra sordera
espiritual dándoos agudeza auditiva para que os dejéis
seducir por el encanto de mi voz.
Mi Corazón Eucarístico os pone palabras en vuestros
labios para que me adoréis, alabéis y deis a conocer mi dulce
Nombre.
Mi Corazón Eucarístico os une al vuestro, transformando
vuestro corazón en lámpara del amor divino, lámpara que no

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cesará de alumbrar en la oscuridad de mi tabernáculo, ya que
son pocas las almas que vienen a prender fuego en la
llamarada de mi Divino Corazón.

Alma adoradora del silencio:


Corazón Eucarístico de Jesús, derramad vuestros rayos de
luz en mi corazón, unid cada latido con el vuestro.
Corazón Eucarístico de Jesús, transverberad mi corazón
con un flechazo de amor y acercadlo al vuestro, para que
nuestros latidos se fundan sin cesar y alabemos juntos a
nuestro Eterno Padre.
Corazón Eucarístico de Jesús, quitad los harapos de
mendigo que cubren mi cuerpo y revestidme con trajes de
príncipe porque soy hijo del Rey.
Corazón Eucarístico de Jesús, derramad saetas de fuego
en mi corazón, abrasadlo y consumidlo en las llamas de
vuestro amor.
Corazón Eucarístico de Jesús, unid eternamente mi
corazón al vuestro, atadlo con el cordel dorado de vuestro
amor; atraedme hacia Vos para que me cubráis con vuestros
besos y abrazos.
Corazón Eucarístico de Jesús, os amo, os adoro, os
glorifico y os reconozco como a mi Señor y os pido perdón
por los que no os reconocen como a Nuestro Señor.
Corazón Eucarístico de Jesús, unamos nuestras miradas
porque he venido a daros todo el amor que las criaturas no
os dan.
Corazón Eucarístico de Jesús, atraedme hacia vuestra
presencia y haced de mí, vuestro eterno enamorado,
enamorado que os adore y os acompañe.
Corazón Eucarístico de Jesús, en vuestro tabernáculo de
amor os canto himnos de alabanza porque sois el Dios
Emmanuel que me acompaña, que dulcifica mi sufrimiento y
que me hace mirar al cielo como vuestro peregrino de la
patria celestial.

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9. Jesús dice:
Cuando se me acercaron las turbas y echaron mano de Mí,
huyeron mis discípulos y me dejaron solo entre aquellos
enemigos. Discípulos que Yo elegí, discípulos que formé con
todo el amor de mi Corazón; discípulos a quienes llamé
amigos e hijos; discípulos a quienes comuniqué cuanto Yo
había oído de mi Padre; discípulos que poco antes
prometieron no negarme y dar, aun, la vida por Mí. Mas,
cuando les llegó el momento de cumplir sus promesas,
huyeron despavoridos convirtiéndose en desertores.
El abandono de mis discípulos hirió gravemente mi
Corazón.
Hijo mío, hoy también me hallo solitario y abandonado; las
criaturas pasan desapercibidas frente a mi mansión de amor,
y si por ventura llegaren a Mí, salen rápido porque no
encuentran palabras que decirme; el mundo las absorbe y el
silencio las ahoga, y son muchos los asuntos pendientes que
dejaron allí afuera.
Se olvidan que en esta porción de cielo encontrarán
solución a todos sus problemas, descanso a sus fatigas,
fortaleza a sus debilidades, remedio a sus enfermedades, fin
a las tribulaciones, ruptura a las esclavitudes porque soy el
mismo Hombre de Nazaret que liberó a los poseídos, sanó a
los enfermos, perdonó a los pecadores y resucitó a los
muertos.
Soy el mismo Hombre de Nazaret que trajo una propuesta
diferente de vida, hombre que quiso abolir falsas leyes y
perfeccionarlas.
Soy el mismo Hombre de Nazaret que compartió la mesa
con publicanos, llamó a conversión a prostitutas, a
salteadores y a recaudadores de impuestos.
Soy el mismo Hombre de Nazaret que turbó a los
sacerdotes y maestros de la ley porque mis pensamientos
chocaban con los suyos, mi manera de hablar los cuestionaba
y airaba, ya que descubrían en Mí al Mesías, al Dios esperado.
Soy el mismo Hombre de Nazaret que obró prodigios y
milagros, y un indeterminado número de almas me siguieron,

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teniendo que pasar desapercibido frente a las
muchedumbres, almas que soportaban el recio calor del Sol
o la impetuosa tormenta porque mis palabras las seducía y
hoy que también estoy realmente presente en la Sagrada
Hostia, los hombres esquivan a mi amor, se apartan de mi
lado pretendiendo encontrar la felicidad fuera de mis laderas,
cuando en Mí hallarán sosiego disfrutando de mi paz
verdadera, paz que os doy desde mi santuario, santuario poco
visitado, poco frecuentado por las almas.
Soy el mismo Hombre que murió en una cruz para ser luz
a toda la humanidad, humanidad que yace en tinieblas,
humanidad sombría porque el pecado oscurece el corazón de
los hombres.
Venid, pues, y hacedme compañía, encended el foco de
luz de vuestro corazón que os quiero como lámparas del
amor divino. Lámparas cuya luz no habrá de extinguirse
porque los rayos potentes de mi sol Divino siempre os
alumbrará.

Alma adoradora del silencio:


Rey solitario y abandonado de los corazones, me abismo
a vuestros Pies con el silencio de la adoración y del amor.
Rey solitario y abandonado de los corazones, me anonado
frente a vuestra realeza porque el Rey del más alto linaje se
posa frente a mis ojos.
Rey solitario y abandonado de los corazones, os adoro
porque os habéis perpetuado en la Sagrada Hostia. Vuestra
presencia me eclipsa, me enamora.
Rey solitario y abandonado de los corazones, os glorifico
por vuestra invención de amor; estáis aquí para suavizar la
amargura de mi corazón, estáis aquí para impulsar mi corazón
en amaros más y más.
Rey solitario y abandonado de los corazones, os alabo en
unidad de los santos y de los ángeles, me uno al barullo de
sus voces porque sois deleite para mi espíritu y suave
refrigerio para mi corazón.

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Rey solitario y abandonado de los corazones, reparo la
ingratitud con un sinnúmero de «te amos», reparo el
desprecio de las almas con mi presencia, porque me habéis
cautivado, habéis seducido mi corazón. Sin Vos no podría vivir
porque sois la luz de mis ojos y el aire que respiro.
Rey solitario y abandonado de los corazones, os pido mil
y mil veces perdón porque muchas almas pudiéndoos amar
no os aman, pudiéndoos adorar no os rinden los homenajes
que os merecéis.
Rey solitario y abandonado de los corazones, creo que
estáis aquí, Dios mío, y que bajo los velos de este Sacramento
me miráis y penetráis hasta el fondo de mi corazón.
Rey solitario y abandonado de los corazones, creo que
bajo esta apariencia de pan están contenidas, no solamente
vuestra Carne y vuestra Sangre, sino también vuestra
divinidad y vuestra humanidad.

10. Jesús dice:


Aquí en el Sagrario, hijo mío, encontraréis el cielo
anticipado en la tierra. Basta que centréis vuestra mirada en
Mí y sintáis que desde mi Corazón Eucarístico os envío
destellos de amor para que vuestro corazón se goce ante mi
presencia.
Aquí en el Sagrario, hijo mío, encontraréis un océano de
paz, porque mi Corazón Eucarístico sobreabunda en aguas
reposadas, aguas que os han de dar quietud a vuestro
corazón y deleite a vuestro espíritu.
Aquí en el Sagrario, hijo mío, encontraréis riquezas del
cielo, porque mi Corazón Eucarístico es el tesoro escondido
que se deja descubrir del corazón manso y humilde como el
mío.
Aquí en el Sagrario, hijo mío, encontraréis un cielo nuevo,
cielo fabricado y adornado con arte divino, porque mi
Corazón Eucarístico es un palacio suntuoso en el que os
podéis recrear con su belleza.
Aquí en el Sagrario, hijo mío, no sentiréis más penas
porque mi sola presencia os dulcifica.

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Son muy pocas las almas que aprovechan los misterios
divinos de mi Corazón Eucarístico, de él fluyen muchísimas
gracias, gracias que en su mayor parte se pierden porque no
hay quien recolecte la vendimia, no encuentro trabajadores
para mi viña y esto lastima mi Sacratísimo Corazón porque en
Mí sólo hallaréis bondad y capacidad en perdonaros sin
límites. Venid a Mí. Necesito que estéis a mi lado para que
recojáis con toda reverencia la Preciosísima Sangre que
derramo en el Gólgota de los sagrarios porque de nuevo soy
maltratado, reavivan los dolores de mi Pasión, unos clavan
con ferocidad mi Corona de espinas con sus malos
pensamientos, otros agrandan mis Llagas con sus malas
acciones, otros torturan mi Cuerpo con su falta de reverencia
frente a mi milagro de amor.
En vosotras, almas adoradoras del silencio, me deleito
porque vuestra oración seca las lágrimas de mis Ojos, vuestra
oración suaviza el dolor de mi Corazón, vuestra oración
endulza mi amargura, ya que la obstinación de las almas por
la vida de pecado las lleva a perderse de mis gracias, de mis
dones y de mis riquezas.
En vosotras, almas adoradoras del silencio, hallo
complacencias porque llegáis al tabernáculo de mi amor a
darme todo el amor, la adoración y la alabanza que no recibo
de las otras criaturas. Vuestra mera presencia hace que los
latidos de mi Corazón palpiten con vehemencia porque hijos,
a los que adoro con locura, han venido como ofrendas de
amor para reparar por todos los desprecios que recibo, las
veinticuatro horas del día, en todos los sagrarios de la tierra.
Aquí en el Sagrario, hijo mío, os haré partícipe de mis
penas, penas que serán dulcificadas si os hacéis como
lámparas del amor divino, lámparas que han de reparar con
sus actos de adoración los vejámenes que recibo en todo
momento y en cada lugar.

Alma adoradora del silencio:


Amado Jesús mío, vuestra presencia es suave oleaje a mi
corazón y susurros de brisa suave a mi espíritu.

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Amado Jesús mío, saetead mi corazón con vuestros rayos
de luz, cubrid todo mi ser con vuestro resplandor y dadle
nuevo brillo a mis ojos para veros con mayor nitidez y amaros
con amor y con locura.
Amado Jesús mío, elevad mi alma al cielo y santificadla,
tomad mi corazón y purificadlo, arrebatad mi espíritu y
adornadlo con vuestras virtudes.
Amado Jesús mío, enderezad mis sendas y allanad mis
caminos.
Amado Jesús mío, dejadme habitar en vuestra tienda,
vestid mi cuerpo con la túnica de la pureza y calzad mis pies
con las sandalias del arrepentimiento.
Amado Jesús mío, que padecéis soledad y sed de almas,
heme aquí para haceros compañía y refrescar vuestro
ardiente Corazón.
Amado Jesús mío, que sufrís nuevamente los dolores de
vuestra Sagrada Pasión, dejadme sanar vuestras heridas y
menguar vuestro sufrimiento.
Amado Jesús mío, que sois maltratado por los hombres,
heme aquí para reparar por la dureza de sus corazones y su
pertinaz vida de pecado.
Amado Jesús mío, que estáis en la pureza de la Sagrada
Hostia, alimentadme de este manjar celestial, atraed hacia
Vos las almas perdidas.
Amado Jesús mío, recibidme como vuestra ofrenda de
amor para suavizar vuestro dolor y reparar por los vejámenes
de las criaturas.

11. Jesús dice:


Hijo mío: procura siempre permanecer unido en Mí, no
solo por fe, esperanza y caridad, sino también, mediante este
Sacramento, invención de amor.
Esto es lo único necesario, el estar unido conmigo, porque
de esta unión se deriva vuestra vida y fortaleza, vuestra
perfección y santidad. Cuanto más estrechamente estéis
adherido a Mí, más gracias recibirá vuestro corazón, porque
mi Divino Corazón está colmado de bendiciones, bendiciones

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que os daré más directamente si os hacéis alma eucarística,
alma adoradora del silencio, alma deseosa de estar siempre a
mi lado, alma ansiosa en terminar su peregrinación en la tierra
para habitar en una de las moradas del cielo.
Hijo mío: si el cansancio os agobia, si vuestras fuerzas han
disminuido, si os percatáis que vuestro vigor ya no era como
antes, si empezáis a sentir que vuestra vida no tiene sentido;
si los vacíos de vuestro corazón son tantos que os amargan,
os entristecen y no os dejan ser felices; si el ruido del mundo
os aturde; si las cosas de la tierra no os satisfacen, no os
llenan: es porque habéis empezado a escuchar mi voz, voz
que desde el silencio y soledad de mi Sagrario os llama para
que vengáis a Mí, saquéis todo lo que lleváis adentro y
quedéis liberado de vuestras opresiones, preocupaciones,
ansiedades y depresiones.
Habéis de saber que la depresión es ausencia de Mí; soy
la cura para vuestra enfermedad, soy el antídoto para vuestra
tristeza.
En Mí, encontraréis lo que hasta ahora no ha llenado
vuestro corazón.
En Mí, viviréis la verdadera vida.
En Mí, disfrutaréis la paz, paz que ningún ser en la tierra os
podrá dar porque de mi Corazón Eucarístico brotan raudales
de paz para toda la humanidad.
En Mí, cobraréis nuevas fuerzas, fuerzas que os impulsan a
una vida de santidad, fuerzas que aligeran vuestros pasos
para que no os desviéis ni a derecha ni a izquierda, fuerzas
que os hacen andar en línea recta, camino derecho, angosto
y pedregoso que os llevará al cielo.
En Mí, vuestro corazón será renovado, transformado
porque vuestras heridas se sanarán, vuestros miedos se
disiparán, vuestros sueños se harán realidad, vuestra empresa
florecerá porque mi Corazón Eucarístico es remedio a
vuestros males y bálsamo de amor a vuestros sufrimientos.
En Mí, vuestra vida tomará un nuevo rumbo, rumbo que
os lleve a permanecer en Mí, rumbo que os lleve a habitar en
uno de los aposentos de mi Divino Corazón para ataros

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eternamente con las cadenas de amor para que no os perdáis,
para que jamás os separéis de Mí, porque os amo.
En Mí, descubriréis que mi amor no tiene comparación
porque excede todo el amor de las criaturas, mi amor os da
deleite, alegría; mi amor suaviza vuestras penas, os da
tenacidad a vuestro sufrimiento, aguante a vuestra cruz
porque sin cruz no hay vida eterna, sin cruz no hay patria
celestial.
Venid, pues, almas amadas de mi Corazón Eucarístico y
recreaos conmigo, adoradme como a vuestro Dios y reparad
porque mis hijos, mis hermanos se han olvidado de Mí y el
mundo no ha cesado de ofenderme.
Venid, pues, almas adoradoras de mi Corazón Eucarístico
y haceos lámparas del amor divino, resplandeced con vuestra
luz en todos los tabernáculos del mundo porque vuestras
oraciones son destellos celestiales que lo engalanan con luces
multicolores.

Alma adoradora del silencio:


Dulce Jesús mío, mi corazón se inflama de amor al veros
en el paisaje multicolor de la creación, en el cielo tapizado de
estrellas y en las alfombras mullidas de verdes pastizales.
Dulce Jesús mío, os adoro presente en la Sagrada Hostia,
os alabo por vuestro milagro de amor.
Dulce Jesús mío, que llegáis a mi corazón, bajo el Velo
sacramental, regaladme algunas fibras de vuestro Divino
Corazón de tal modo que permanezca siempre unido a Vos.
Dulce Jesús mío, postrado ante vuestra presencia, os
adoro con los ángeles, y con la Santísima Virgen me uno en
espíritu a la corte celestial para alabaros y bendeciros por
toda la eternidad.
Dulce Jesús mío, que me habéis llamado a morar junto a
Vos en esta solitaria hora en que vuestros mismos hijos os
olvidan y el mundo no deja de ofenderos, permitidme, Señor,
elevar mi voz para invitar a las criaturas a suplir con nuestro
fervor la frialdad con que os tratan.

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Dulce Jesús mío, me postro ante vuestra presencia,
deseando reparar las irreverencias e impiedades para con el
Sacramento de vuestro amor; aceptad mi pobre reparación y
perdonad la estultez de los corazones que os ofenden.
Dulce Jesús mío, cómo no expresaros mi gran amor si os
habéis quedado en la Hostia Santa, Hostia que es escudo de
protección contra satanás y sus secuaces; Hostia que es
alimento que me da vida eterna; Hostia que me reviste de
vuestro Espíritu Divino y me da santidad; Hostia que es manjar
celestial, que ni a los mismos ángeles les habéis concedido la
gracia de poseeros; Hostia que es dulce miel que pacifica mi
corazón; Hostia tres veces santa bajo cuyas apariencias vive el
modelo y la fuente misma de toda santidad, comunicadme el
gusto por las virtudes sobre todo la humildad y la caridad.

12. Jesús dice:


Hijo mío: en este Sacramento os manifestaré una senda
más elevada para que lleguéis a la perfección, perfección que
os da distinción de las demás criaturas porque os hacéis
santos.
Contemplad en mi Corazón Eucarístico la longitud, la
anchura y la profundidad de su océano, océano en el que
beben y se embriagan de amor los ángeles, los santos del
cielo y las almas puras y recogidas en la tierra.
Contemplad lo que en este misterio os manifiesta mi
Corazón para que bebáis del conocimiento de mi Divino
Espíritu, Espíritu que os muestra infinita sabiduría que todo lo
abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad venidera.
Contemplad la bondad infinita de mi Corazón Eucarístico,
Corazón presto en perdonaros, Corazón abierto para daros
albergue porque allí afuera padecéis frío, Corazón dispuesto
en daros a conocer la sabiduría que él encierra, Corazón
dispuesto en poner en vuestras manos mis más grandes
tesoros para que dejéis atrás vuestra vida precaria y os hagáis
ricos porque son perlas de incalculable valor.
Sumergíos en él y probad cuan suave es la bondad de
vuestro Dios. Deleitaos en ella, amadla y alabadla porque mi

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bondad no tiene límites, abarca a todas las almas que vengan
a beber en las fuentes de mi divinísimo Corazón.
Contemplad la Misericordia Divina que muestra mi
Corazón en el Santísimo Sacramento, Misericordia que os
cobija, os arropa porque mi tribunal se halla abierto para
perdonaros, para declararos inocentes de vuestras culpas.
Contemplad mi Omnipotencia escondida en la Sagrada
Hostia, Omnipotencia porque soy vuestro Dios, vuestro
Señor, vuestro Arquitecto, vuestro Alfarero; Omnipotencia
porque trazo planes diversos a vuestra vida, planes que os
sacan del obnubilamiento, del letargo; Omnipotencia porque
si sois dócil, tomo la greda blanda de vuestro corazón y os
doy nueva forma, forma que os asemeja al mío; Omnipotencia
porque mi Divinidad yace en este misterio de amor, misterio
abandonado, excluido del corazón de muchas almas.
Contemplad mi real presencia en la Eucaristía y regocijaos
en mi invención de amor, contemplad una parcela de cielo en
la tierra y responded a mi llamado siendo lámpara del amor
divino y alumbrad todos los sagrarios de la tierra, porque sois
incensarios de ángeles que se agitan en una y otra dirección:
alabando, adorando y glorificando mi magnificencia de amor,
amor que me condujo a permanecer plantado como nardo
purísimo en todos los tabernáculos del mundo.

Alma adoradora del silencio:


Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
por haberos quedado en el Santísimo Sacramento del Altar,
por mi amor.
Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque nacisteis pobre y humilde, tomando un Corazón
semejante al nuestro, inclinado siempre en amarnos.
Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque sois la salud y el consuelo de los enfermos y afligidos.
Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque con grandes fatigas buscáis por montes y valles a las
ovejas perdidas para enseñarles el camino al cielo.

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Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque con indecible fineza nos dejasteis vuestro Cuerpo y
Sangre en el adorable Sacramento del Altar.
Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque me concedéis la insigne gracia de procurar vuestra
gloria en este mundo.
Amorosísimo Jesús: alabado, ensalzado y glorificado seáis
porque sois candor de ángeles en la tierra, sois el nardo
purísimo de celestial perfume que aromatiza mi corazón con
vuestra fragancia exquisita, sois el Emmanuel, Dios–con–
nosotros, que estáis presente en la Divina Hostia para
resguardarme en uno de los aposentos de vuestro Corazón
Eucarístico.

Oraciones finales

Os adoro, os alabo y os amo con todas las almas que, en


esta hora, os están amando en la tierra y en el cielo. Amén.
Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo y
Divinísimo Sacramento.

Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

Señor Tened piedad de nosotros


Cristo Tened piedad de nosotros
Señor Tened piedad de nosotros
Cristo Oídnos
Cristo Escuchadnos

Padre Eterno, Dios de los cielos Tened piedad de nosotros


Dios Hijo, Redentor del mundo Tened piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo Tened piedad de nosotros
Santa Trinidad, un solo Dios Tened piedad de nosotros

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno


Padre Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, formado por el
Espíritu Santo en el seno de la Virgen
Madre Tened piedad de nosotros

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Corazón de Jesús, unido
sustancialmente al Verbo de Dios Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, de majestad infinita Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, templo santo de
Dios Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, tabernáculo del
Altísimo Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, casa de Dios y
puerta del cielo Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, hoguera ardiente
de caridad Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de
amor Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, lleno de bondad y
de amor Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, abismo de todas las
virtudes Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, dignísimo de toda
alabanza Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, Rey y centro de
todos los corazones Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien están
todos los tesoros de la sabiduría y de la
ciencia Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien habita
toda la plenitud de la divinidad Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien el Padre
halló sus complacencias Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, deseo de los
eternos collados Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paciente y de
mucha misericordia Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, rico para todos los
que os invocan Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de vida y de
santidad Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, propiciación por
nuestros pecados Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, saciado de
oprobios Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, despedazado por
nuestros delitos Tened piedad de nosotros

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Corazón de Jesús, hecho obediente
hasta la muerte Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, traspasado por una
lanza Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de toda
consolación Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, vida y resurrección
nuestra Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paz y reconciliación
nuestra Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, víctima de los
pecadores Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, salvación de los que
en Vos esperan Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, esperanza de los
que en Vos mueren Tened piedad de nosotros
Corazón de Jesús, delicia de todos los
santos Tened piedad de nosotros

Cordero de Dios, que quitáis el


pecado del mundo Perdonadnos, Señor
Cordero de Dios, que quitáis el
pecado del mundo Escuchadnos, Señor
Cordero de Dios, que quitáis el
pecado del mundo Tened piedad de nosotros

Jesús, manso y humilde de Corazón. Haced nuestro


corazón semejante al vuestro.

Omnipotente y sempiterno Dios, mirad al Corazón de


vuestro amadísimo Hijo y a las alabanzas y satisfacciones que
os dio en nombre de los pecadores, y conceded propicio el
perdón a los que imploran vuestra misericordia, en Nombre
de vuestro mismo Hijo, Jesucristo, que con Vos vive y reina en
unión con el Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los
siglos. Amén.

Consagración al Corazón Eucarístico de Jesús

Corazón Eucarístico de Jesús, heme aquí postrado ante


vuestra divina presencia para adoraros, alabaros y glorificaros

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porque sois el Emmanuel, Dios–con–nosotros, que os habéis
quedado bajo este Velo sacramental.
Corazón Eucarístico de Jesús, heme aquí postrado ante
vuestra divina presencia para consagraros todo mi ser de tal
modo que mi vida sea un himno de adoración ante vuestra
real Majestad.
Corazón Eucarístico de Jesús, heme aquí postrado ante
vuestra divina presencia para consagraros mi corazón,
corazón que es transverberado por la lanza encendida de
vuestro santo amor.
Corazón Eucarístico de Jesús, heme aquí postrado ante
vuestra divina presencia para consagraros mis sentidos: ojos
que os han de ver en la Hostia Santa, oídos que han de
escuchar vuestros susurros de amor, olfato que ha de
extasiarse con el olor de vuestro exquisito perfume, boca que
ha de abrirse a la alabanza, gusto que ha de saborear vuestro
Sagrado Cuerpo en el manjar de ángeles y tacto que ha de
palpar porque vuestro Sagrado Corazón palpita de amor en
vuestro santo tabernáculo. Amén.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Adiós, Jesús de mi vida, salgo de tu presencia, pero te


queda mi corazón, únelo al tuyo, llénalo de tu amor y dame
tu Santa bendición… En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

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ORACIONES DE PREPARACIÓN PARA LA
SANTA MISA

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Amén.

Primer paso: Tú eres mi única esperanza.


Hoy abro mi Corazón a Ti, Jesús mío, toma todo lo que hay
en él. También abro mi corazón a la esperanza que eres Tú,
mi Dios, que nunca fallas y siempre sostienes al débil,
consuelas al triste, ayudas al necesitado, sanas al que tiene el
corazón herido y libras al que no tiene esperanza. Yo soy ese
necesitado y afligido. Ayúdame, Señor y Dios mío. Yo le abro
mi corazón a la esperanza para obtener la victoria sobre todo
mal que impida mi progreso espiritual y físico. Amén.

Segundo paso: Pidamos perdón al Señor.


Salmo 50 — Confesión del pecador arrepentido:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa
compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi
pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi
pecado: contra Ti, contra Ti solo pequé, cometí la maldad que
aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu
rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi
madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas
sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame:
quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos
quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda
culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu Rostro, no
me quites tu santo espíritu.

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Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con
espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los
pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y
cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi
boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un
holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu
quebrantado: un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo
desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sion, reconstruye las
murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios
rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán
novillos.
Gloria Patri.

Tercer paso: Pidamos el Espíritu Santo al Padre Celestial.


Oración al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Padre
amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que
penetras las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro
esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de
fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los
duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el
poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las
manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu
indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones, según la fe de tus siervos. Por tu
bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que
busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

Cuarto paso: Cubrámonos con la Sangre de Cristo.


Oración de la Sangre de Cristo:

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Señor Jesús, en tu Nombre y con el poder de tu Sangre
Preciosa, sellamos toda persona, hechos o acontecimientos a
través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño. Con el
poder de la Sangre de Jesús, sellamos nuestra casa, todos los
que la habitan, las personas que el Señor enviará a ella, así
como los alimentos y los bienes que Él generosamente nos
envía para nuestro sustento.
Con el poder de la Sangre de Jesús, sellamos los lugares
en donde vamos a estar este día y las personas, empresas o
instituciones con quienes vamos a tratar.
Con el poder de la Sangre de Jesús, sellamos nuestro
trabajo material y espiritual, los negocios de toda nuestra
familia y los vehículos, las carreteras, los aires, las vías y
cualquier medio de transporte que utilicemos.
Con tu Sangre Preciosa, sellamos los actos, las mentes y
los corazones de todos los habitantes y dirigentes de nuestra
patria a fin de que tu paz y tu Corazón reinen en ella.
Te agradecemos, Señor, por tu Sangre y por tu Vida, ya
que, gracias a ellas, hemos sido salvados y somos preservados
de todo lo malo. Amén.

Quinto paso: Protejámonos con la Coraza de la Sangre del


Redentor.
Oración de la Coraza de la Sangre del Redentor:
Oh Coraza de la Sangre del Redentor: protégeme en todos
mis caminos y batallas espirituales; cubre mis pensamientos,
potencias y sentidos con tu Coraza protectora; reviste mi
cuerpo con tu poder. Que los dardos incendiarios del
maligno, no me toquen ni en el cuerpo, ni en el alma; que el
veneno, ni el hechizo, ni el ocultismo me hagan daño; que
ningún espíritu encarnado o descarnado me perturbe; que
satanás y sus huestes del mal, huyan de mí al ver la Coraza de
tu Sangre protectora. Libérame de todo mal y peligro gloriosa
Sangre del Redentor, para que pueda cumplir la misión que
me ha sido encomendada y dar gloria a Dios. Me consagro y
te consagro mi familia voluntariamente al poder de tu Sangre
redentora.

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Oh mi buen Jesús, libérame a mí y a mi familia y seres
queridos de todo mal y peligro. Amén.

Sexto paso: Pidamos al Padre Celestial que tenga


misericordia de nosotros.
Oración al Señor de la Misericordia:
De nuevo aquí me tienes, Jesús mío, confuso y humillado
ante tu altar. Sin saber qué decirte ni qué hablarte. Ansioso
solamente de llorar. Vengo del mundo, vengo del combate,
cansado de sufrir y de luchar. Traigo el alma llena de tristezas
y hambriento el corazón de soledad. De esa soledad dulce,
divina, que alegra tu presencia celestial, donde el alma, tan
solo con mirarte, te dice lo que quiere sin hablar.
Mis miserias, Señor, aquí me traen. Mírame con ojos de
piedad. Soy el mismo de siempre, Dueño mío, un abismo
infinito de maldad, un triste pecador siempre caído, que llora
desconsolado su orfandad, y gime bajo el peso de sus culpas
y ansía recobrar su libertad. Soy un alma sedienta de ventura,
un corazón que muere por amar y abrasarse en la llama
inextinguible del fuego de tu eterna caridad.
Concédeme, Señor, que a Ti me acerque, permite que tus
Pies llegue a besar. Déjame que los riegue con mi llanto y
sacie en ellos mi ardoroso afán.
¡Oh, qué bien se está aquí mi Dueño amado!, ante las
gradas de tu Santo Altar, bebiendo de la fuente de agua viva,
que brota de tu Pecho sin cesar. Quién pudiera vivir
eternamente, en aquella divina soledad, gozando de tu amor
y tu hermosura, en un éxtasis dulcísimo de paz. Amén.

Séptimo paso: Consagrémonos a Jesucristo por María.


Consagración de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría
Encarnada, por medio de María:
¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del
Padre Eterno y de María, siempre virgen! Os adoro
profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro
Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María,

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vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra
Encarnación.
Os doy gracias porque os habéis anonadado y tomado la
forma de esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del
demonio.
Os alabo y glorifico porque os habéis sometido a María,
vuestra Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella
vuestro fiel esclavo. Pero ¡ay! ingrato e infiel como soy, no he
cumplido mis deberes, no he cumplido los votos y promesas
que tan solemnemente hice en el bautismo, no he merecido
ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo; y como nada hay
en mí que no merezca vuestra repulsa y vuestra cólera, no me
atrevo a acercarme por mí mismo a vuestra Santísima y
Augusta Majestad.
Por esto he recurrido a la intercesión de vuestra Santísima
Madre, que Vos me habéis dado como mediadora ante Vos,
y por este medio espero obtener de Vos la contrición y el
perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la
Sabiduría.
Os saludo, ¡oh María Inmaculada!, tabernáculo viviente de
la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere
ser adorada por los ángeles y los hombres; os saludo, ¡oh
Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido
todo lo que hay debajo de Dios. Os saludo, ¡oh refugio seguro
de los pecadores!, cuya misericordia no falta a nadie;
escuchad los deseos que tengo de la divina Sabiduría y
recibid para ello los votos y las ofrendas que mi bajeza os
presenta.
Yo, Germán Horacio Ruiz Posada, pecador infiel, renuevo
y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi bautismo.
Renuncio para siempre a satanás, a sus pompas y a sus obras,
y me entrego enteramente a Jesucristo, Sabiduría encarnada,
para llevar mi cruz tras Él, todos los días de mi vida; y a fin de
que sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, os escojo hoy,
¡oh, María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi
Madre y Señora. Os entrego y consagro, en calidad de
esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y

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exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas,
presentes y futuras, otorgándoos entero y pleno derecho de
mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro
agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y la eternidad.
Recibid, ¡oh virgen benignísima!, esta pequeña ofrenda de
mi esclavitud, en honor y unión de la sumisión que la
Sabiduría encarnada quiso observar para con vuestra
Maternidad, en homenaje del poder que ambos tenéis sobre
este pequeño gusano y miserable pecador, en acción de
gracias por los privilegios con que os dotó la Santísima
Trinidad. Protesto que en adelante quiero, como verdadero
esclavo vuestro, procurar vuestra honra y obedeceros en
todo.
¡Oh Madre admirable! Presentadme a vuestro Hijo en
calidad de eterno esclavo, a fin de que, pues me rescató por
Vos, me reciba de vuestras manos. ¡Oh Madre de
misericordia!, concededme la gracia de alcanzar la verdadera
sabiduría de Dios, y de colocarme, por tanto, entre los que
Vos amáis, enseñáis, guiais, alimentáis y protegéis como a
vuestros hijos y esclavos. ¡Oh Virgen fiel! Hacedme en todo
tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría
encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que por vuestra
intercesión llegue, a imitación vuestra, a la plenitud de la
perfección sobre la tierra y de gloria en los cielos. Así sea.

Octavo paso: Solicitemos la asistencia de San José.


Oración a San José:
Bondadoso San José, Padre amoroso de Jesús y esposo fiel
de nuestra Madre, la Santísima Virgen; te pedimos que, con
amor encendido, ilumines nuestra fe, alientes nuestra
esperanza y bendigas nuestra vida. Haz que todos nuestros
pensamientos, deseos y acciones, sean una expresión de
nuestro compromiso cristiano. Camina con nosotros, para
que podamos encontrarnos contigo, con Jesús y María en el
cielo. Amén.

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En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.

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ORACIONES PARA LA SANTA MISA

ANTES...

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Al hacer la genuflexión repetid:


Que todo se doblegue ante Vos, oh Grandeza Infinita, que
todos los corazones os amen, que todo espíritu os adore y
que toda voluntad se os someta para siempre.

Y besando el piso:
Es para rendir homenaje a vuestra Grandeza, confesando
que Vos sois todo y yo soy nada.

Oración al Santo Ángel del santuario

Santo Ángel del santuario, yo te saludo y te doy gracias, y


a través tuyo saludo y doy gracias a todos tus hermanos los
santos ángeles, que tienen los mismos cargos y las mismas
funciones en todos los santuarios del mundo.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de
los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero

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de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Oración de agradecimiento

Altísimo e incomprensible Dios, Rey y Señor mío, digno de


toda gloria, alabanza y reverencia; yo, humilde polvo, pero
hechura vuestra, os adoro en este lugar santo y templo
vuestro, y os engrandezco y glorifico por vuestro ser y
perfecciones infinitas, y doy gracias cuanto mi poquedad
alcanza a vuestra dignación, porque me habéis dado que vean
mis ojos este santo templo y casa de oración, donde vuestros
ungidos te alaban y bendicen y donde vuestra liberal
misericordia obra con ellos tan grandes maravillas y
sacramentos. Recibidme, Señor, para que yo pueda adoraros,
agradeceros por todos vuestros beneficios y serviros en él hoy
y siempre. Amén.

Oración del lector de la Palabra de Dios


–Opcional–

Te doy gracias, Señor, porque, a pesar de mi pequeñez y


debilidad te sirves de mí para ser escuchado en medio de la
asamblea. Por hacerme digno de proclamar tu mensaje. Por
regalarme el don de la voz para pregonarlo. Por dejar que me
acerque hasta la huella de tu presencia, que es tu Palabra.
Te doy gracias, Señor, porque a pesar de mi fragilidad, tu
Palabra puede más que mis pecados; tu gracia, más que mis
faltas; tu llamada, más que mis imperfecciones; tu espíritu,
más que la hechura de mi carne.
Gracias, Señor, por hacerte presente a través de mis
cuerdas vocales. Por ser cauce entre Ti y mis hermanos, entre
el cielo y la tierra, entre el altar y la asamblea. Por permitirme,
en mi torpeza, ser instrumento de tu perfección divina,
humanidad a tu servicio, entrega puntual y comprometida.
Por todo ello, Gracias te doy, Señor.

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Oración de ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco esta Eucaristía por la


liberación de mis antepasados y difuntos que incurrieron en
el pecado de:
✟ Maldiciones de Resentimiento, odio y venganza.
✟ Maldiciones de Rechazo.
✟ Maldiciones Ancestrales.
✟ Maldiciones de Ocultismo.
✟ Maldiciones de Impureza sexual.
✟ Maldiciones de Traumas.
✟ Maldiciones de Engaño.
✟ Maldiciones de Muerte.
✟ Maldiciones de Envidia.
✟ Maldiciones de Pérdida de la fe (Apostasía).
✟ Maldiciones de Ruina.
✟ Maldiciones de Apego.
También pido por la liberación de mi árbol genealógico
paterno y materno, y por la conversión de los pecadores. Por
Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración a Jesús Crucificado


–Frente a un crucifijo–

¡Oh misericordia infinita!, que me habéis tolerado hasta


aquí, no me abandonéis. Por mi salud eterna estáis clavado
en esa Cruz. Todas vuestras sacratísimas Llagas están
brotando misericordia. Boca adorable de mi Salvador, no me
condenéis; divinas Manos de quien tengo todo lo que soy, no
me destruyáis. Permitid, Señor, que yo adore esos Pies tan
celosos en buscarme y en solicitarme. Corazón Sagrado de mi
Salvador, Corazón siempre dispuesto a recibir al pecador,
Corazón siempre abierto a nuestra sincera conversión; recibid
mis humildes suspiros y escondedme en ese asilo inviolable
en el día de vuestra cólera. Haced que vuestra Sangre
misericordiosa caiga sobre mí, para que lave todos mis
pecados. Amén.

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Señor mío y Dios mío: dame el pan de este día con tu
Cuerpo; dame la luz, la fuerza y la alegría con el Espíritu Santo
y la plenitud con la presencia del Padre.
Señor mío y Dios mío: dame la gracia de vivir con gracia
en este día, como si fuera el último. Y si lo fuera, dame la
gracia de encontrarte como al refugio final. Amén.

Dios mío: dame toda la luz del Espíritu Santo para que
pueda entender, vivir y practicar todo el misterio que me estás
revelando.
Señor: lléname de Ti. Amén.

Las tres avemarías:


Al Padre Creador: Avemaría.
Al Hijo Redentor: Avemaría.
Al Espíritu Santificador: Avemaría.
A la Santísima Trinidad: Gloria al Padre Creador, y al Hijo
Redentor, y al Espíritu Santificador. Como era en el principio,
ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Por la conversión de los pecadores:


Padrenuestro.
Avemaría.
Gloria Patri.

Antes de la Comunión de los feligreses (preparación


para recibir a Jesús sacramentado):
María Santísima, Madre de Dios y Madre mía, abogada y
protectora de los que deseamos llegar con gran pureza a la
Sagrada Comunión, pido tu intercesión ante el trono del
Altísimo para conseguir favor y gracia de recibirle
sacramentado; también pido la intercesión de los santos
ángeles para que mi alma llegue con gran devoción y pureza
a recibir la Sagrada Eucaristía.

Avemaría.
Gloria Patri.

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Y DESPUÉS...

✤✤✤

En caso de no poder comulgar por no estar en gracia


de Dios se puede hacer la siguiente oración:
Comunión Espiritual: Creo, Jesús mío, que estás realmente
presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo ardientemente recibirte en mi alma.
Pero, como ahora no puedo recibirte sacramentado, por lo
menos ven espiritualmente a mi corazón. Como si ya te
hubiera recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas,
Señor, que jamás me separe de Ti.

✤✤✤

Después de recibir la Comunión:


Vuelto al sitio en que antes estabas, persuadido de que el
tiempo que sigue a la comunión es el más precioso, consagra
todo lo que puedas a dar gracias. Renueva la fe en que Jesús
está dentro de ti, alaba y bendice su misericordia y bondad;
repite muchas veces que le amas y quieres amarle
cumpliendo todas sus voluntades; ofrécele todo cuanto eres
y puedes, y hecho esto di con afecto:
Gracias te doy Señor, Padre Omnipotente, eterno Dios,
que a mí, pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno y
sólo por tu misericordia te has dignado alimentarme con el
Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor, Jesucristo.
Te suplico que esta Sagrada Comunión no sea para mi
alma ocasión de castigo, sino intercesión saludable de
perdón.

Que esta Sagrada Comunión sea para mí armadura de fe,


escudo de buena voluntad, muerte de mis vicios, destierro de
todos mis carnales apetitos y aumento de fe, de caridad, de
paciencia y de todas las demás virtudes. Sea digna defensa
contra todos los enemigos de mi alma. Que sea perfecto

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remedio para mi espíritu; perpetua amistad contigo,
verdadero Dios y Señor mío, y sello de mi muerte.
Dichoso, te ruego tengas por bien llevar a este pecador a
aquel convite inefable donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu
Santo, eres, para todos los santos, luz verdadera, satisfacción
cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad
perfecta. Por el mismo Cristo, Nuestro Señor. Amén.

Haz, Señor, que conservemos con alma pura lo que con la


boca recibimos, y que este don temporal nos sirva como
remedio sempiterno. Tu Cuerpo, Señor, que he sumido, y tu
Sangre, que he bebido, adhiéranse a mi corazón, y haz que
no quede mancha de maldad en mí, a quien han alimentado
estos puros y santos sacramentos. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.

Bendición final:
Recuerda que esta bendición puede ser la última que
recibas en tu vida, de manos de un sacerdote. Esas manos
consagradas te están dando la bendición en el Nombre de la
Santísima Trinidad, por lo tanto, haz la señal de la Cruz con
respeto y como si fuera la última de tu vida.

Oraciones finales

Séate agradable, ¡oh Santa Trinidad!, el homenaje de tu


siervo, y este sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los Ojos
de tu Majestad, te sea aceptable, y a mí y a todos aquellos por
quienes lo he ofrecido sea, por tu piedad, propiciatorio. Por
Cristo, Nuestro Señor. Amén.

Señor, dame el ansia de la Eucaristía, hoy y siempre.


Señor, dale olor de santidad a mi cuerpo y a mi alma, hoy
y siempre.
Señor, borra mis pecados, aumenta mis virtudes, y nutre
mi cuerpo y mi alma con la abundancia de todos tus dones
espirituales, hoy y siempre.

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Señor, que el pan transformado en tu Cuerpo santo y
sagrado purifique mi cuerpo, y que el vino transformado en
tu Sangre Preciosa, milagrosa y misericordiosa santifique mi
alma, hoy y siempre.
Señor, que este pan vivo bajado del cielo doblegue mi
espíritu para que lo haga más dócil a tu santa y divina
voluntad, hoy y siempre.
Señor, que este alimento de ángeles sea mi único alimento
del día, junto con el agua, hoy y siempre. Amén.

Mi Jesús amado: no permitas que muera sin haber


confesado todos mis pecados.
Mi Jesús amado: no permitas que muera sin haber
reparado por todos mis pecados.
Mi Jesús amado: no permitas que muera sin haberme
alimentado con tu Cuerpo y Sangre.
Mi Jesús amado: no permitas que muera sin estar
preparado para ese gran día. Amén.

Las tres avemarías:


Al Padre Creador: Avemaría.
Al Hijo Redentor: Avemaría.
Al Espíritu Santificador: Avemaría.
A la Santísima Trinidad: Gloria al Padre Creador, y al Hijo
Redentor, y al Espíritu Santificador. Como era en el principio,
ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración para pedir lo más santo y perfecto de la ley


cristiana, y de la imitación de Jesús y de María:
Reina de los ángeles y santos, y mi Madre querida, María,
indúceme en reverencia del Altísimo. Muéveme al
conocimiento de mi bajeza. Muéveme a temer el pecado y a
aborrecerle, aunque sea muy leve. Muéveme a aborrecer la
vanidad terrena y a negar mis inclinaciones. Muéveme a
desear el último lugar y el desprecio de las criaturas.
Muéveme a amar la cruz y a llevarla con esforzado y dilatado
corazón. ¡Indúceme a padecer con alegría! Inflámame en

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amor casto del Altísimo y a amar a quien me persiguiere.
Muéveme a aspirar a lo más puro, perfecto y acendrado de la
virtud y a unirme con el sumo y verdadero Bien. Amén.

A la Santísima Virgen María, la Madre del amor:


Salve Regina.

Madre del Redentor, Virgen fecunda,


puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,


engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
Gloria Patri.

Oración a San Miguel Arcángel:


Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha. Se nuestro
amparo en la adversidad y asechanzas del demonio.
Reprímele Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la
milicia celestial, arroja al infierno con tu divino poder a
satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por
el mundo para la perdición de las almas. Amén.

Bendición final:
Bendecidme, ✝, oh María Auxiliadora, que tu bendición
santísima permanezca siempre en mí, en la alegría y en la
tristeza, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la
enfermedad, en la vida y en la muerte, y durante la eternidad.
Oh bendición de María Auxiliadora, ✝, dichoso quien te la
pide, recibe y guarda, y después de obtenerla aquí en la tierra
la lleva en su último suspiro como prenda de vida eterna.
Amén.

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María, auxilio de los cristianos. Ruega por nosotros que
recurrimos a Vos.

¿De quién me vendrá el auxilio? ¡El auxilio me viene del


Señor que hizo el cielo y la tierra!
El Señor me bendiga, ✝, me guarde de todo mal y me lleve
a la vida eterna. Amén.

Finalmente, terminada la Misa no salgan a la carrera,


quédense un momento en Mi compañía, disfruten de ella y
déjenme disfrutar de la de ustedes…

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A LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Vednos aquí, Jesús amable, salvador nuestro,


humildemente postrados a vuestros Pies, a fin de implorar
vuestra divina misericordia para nosotros y para las almas de
los fieles difuntos. No desechéis estos corazones contritos y
humillados y dignaos aplicarnos los méritos de vuestra Santa
Pasión que vamos a meditar.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Acto de contrición

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes,


hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra,
obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María, siempre virgen, a los ángeles, a
los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante
Dios, Nuestro Señor. Amén.

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VÍA CRUCIS
–Viernes y Cuaresma, a excepción de Adviento, Navidad y Pascua–

Primera Estación: Jesús es condenado a muerte

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

¡Oh Jesús, víctima inocente de la perfidia humana!


Enséñame a sufrir en silencio y con paciencia las calumnias de
mis falsos prójimos.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Segunda Estación: Jesús sale con la Cruz a


cuestas

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

¡Oh Jesús mío! Abrace yo con alegría los sufrimientos que


me envíes en expiación de mis pecados y por la felicidad de
los seres que me son queridos.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

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Tercera Estación: Jesús cae la primera vez

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Aliéntame, Señor, cuando a pesar de mi buena voluntad


desfallezca en el camino de la virtud.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Cuarta Estación: Jesús encuentra a su Santísima


Madre

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

¡Oh afligidísima Señora! Compadécete de tantas madres


compañeras tuyas en el corazón y en el dolor.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Quinta Estación: Jesús es ayudado por el cirineo

¡Alabado seas mi Dios!

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Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa
Cruz redimiste al mundo.

¡Oh buen Jesús! Acuérdate siempre de los corazones


bondadosos que por tu amor me ayudan en mis trabajos y
pesadumbres.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Sexta Estación: La Verónica enjuga el Rostro de


Jesús

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

¡Oh Jesús mío! Concédeme que en privado y en público


lleve siempre tu imagen en el alma.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

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Levántame, Jesús misericordioso, cuando agotada mi
energía vuelva a caer en el pecado.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de


Jerusalén

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Haz, Jesús dulcísimo, que aprenda a olvidar mis propios


sufrimientos para pensar en los de mi prójimo.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Señor, que sea bueno e indulgente con los demás, ya que


Tú me perdonas tantas recaídas.

Padrenuestro.

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Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Décima Estación: Jesús es despojado de sus


vestiduras

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Por tu desnudez, Jesús, compadécete de los que gimen en


la orfandad y en la miseria.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Undécima Estación: Jesús es clavado en la Cruz

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Que tu mano omnipotente, Señor, esté siempre enclavada


para castigar y libre para bendecir.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

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Duodécima Estación: Jesús muere en la Cruz

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Nunca se extinga, Señor, la luz de tus pupilas para los


corazones que te buscan con fe y amor.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Alabada sea la Pasión y Muerte de Nuestro Señor,


Jesucristo, y los dolores y angustias de su Santísima Madre,
triste y afligida al pie de la Santa Cruz.

Décima-tercia Estación: Jesús en los brazos de su


Madre

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

Madre afligidísima, enséñame a decir ante la tumba de los


seres queridos, dominando mi dolor y ofreciéndole a Dios mi
corazón: «Señor, hágase tu voluntad».

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

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Décima-cuarta Estación: Jesús es puesto en el
sepulcro

¡Alabado seas mi Dios!

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa


Cruz redimiste al mundo.

En la soledad, Madre mía, lloraré amargamente mis


pecados, causa de tus acerbísimos dolores.

Padrenuestro.
Avemaría.
Señor, pequé, tened piedad y misericordia de nosotros.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia del Señor
descansen en paz. Amén.

Por el Papa:
¡Dios todopoderoso y eterno! Ten piedad de tu servidor el
Papa [citarlo], nuestro Pontífice, y condúcelo por el camino de
la salud eterna, para que sus pensamientos y obras se
conformen con tu voluntad.

Padrenuestro.
Avemaría.
Gloria Patri.

Jesús misericordioso, por tu Pasión y muerte, no nos


desampares ni en la vida ni en la muerte.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Dulce Madre, no te alejes, tu vista de nosotros no apartes.


Ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes. Y ya

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que nos amas tanto como verdadera Madre, haz que nos
bendiga el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo. Amén.

Adiós, Jesús de mi vida, salgo de tu presencia, pero te


queda mi corazón, únelo al tuyo, llénalo de tu amor y danos
tu Santa bendición… En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

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AL CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco la adoración al Corazón


Eucarístico de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor, Jesucristo:
✟ En reparación por los pecados cometidos en nuestra
Iglesia a través de toda la historia;
✟ en reparación por los sacerdotes que reanudan
nuevamente la Sagrada Pasión de tu amadísimo Hijo, Nuestro
Señor, Jesucristo;
✟ en reparación por los sacerdotes que dudan del
Sacramento de la Eucaristía;
✟ en reparación por los sacerdotes que os hieren
celebrando indignamente el Gran Misterio Eucarístico;
✟ en reparación por los pecados de todos los sacerdotes
y consagrados del mundo entero, y
✟ en reparación por los sacerdotes y religiosos que van a
morir en pecado mortal. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

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Yo, pecador

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la


bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos y
a vos, padre, que pequé gravemente con el pensamiento,
palabra, y obra, [dándose tres golpes de pecho] por mi culpa,
por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por tanto, ruego a la
bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos, y
a vos, padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

GUARDIA DE HONOR
–Todos los días entre las 8:00 y las 9:00–

Recordación

Todo por Ti, Corazón de Jesús, por tu gloria y por las


almas.

Corazón de María, fuente de amor, protege Señora la


Guardia de Honor.

Fórmula ritual

Divino Jesús, dulcísimo Salvador mío, yo te ofrezco esta


HORA DE GUARDIA, durante la cual, en unión de LAS POTESTADES,
y haciendo intención apostólica por LA CONVERSIÓN DE LOS
PECADORES Y LOS ALEJADOS, deseo particularmente amarte,
glorificarte y, sobre todo, consolar tu adorable Corazón con
mi amor. Acepta a esta intención mis pensamientos, mis
palabras, mis acciones y mis penas; recibe sobre todo mi
corazón, que te entrego sin reserva, suplicándote lo
consumas con el fuego de tu purísimo amor.

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Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús.
Jesús manso y humilde de Corazón. Haced mi corazón
semejante al vuestro.
Dulce Corazón de Jesús. Se mi amor.
¡Oh, Jesús mío!, quiero consolarte, quiero amarte, por
todos los corazones que te afligen y no te aman.

Padrenuestro.
Avemaría.

Preciosísima ofrenda

¡Padre Eterno, recibe en sacrificio de propiciación por las


necesidades de la Iglesia y de la patria, y en reparación de los
pecados de los hombres, la Preciosísima Sangre y Agua
salidas de la herida del Divino Corazón de Jesús, y ten
misericordia de nosotros! Amén.

Acto de reparación perpetua

Con que los devotos del corazón adolorido de Jesús


queremos honrarle en el Getsemaní del Sagrario donde
agoniza místicamente esperando, en vano, a sus hijos
ingratos que no quieren venir a visitarlo.
¡Oh Corazón Santísimo de mi Salvador Jesús! Postrado
humildemente al pie del altar donde estáis vivo, glorioso y
sacramentado realmente como estáis en el cielo, os alabo,
adoro y reverencio aquí y en todos los sagrarios de la tierra;
me entrego a Vos en cuerpo y alma para reparar de hoy en
adelante los dolores internos que os hicieron agonizar y sudar
Sangre en el Huerto de Los Olivos, que os han hecho
manifestar agonizante en los tabernáculos al contemplar las
angustiosas necesidades de la Iglesia, las de mi propio hogar,
las de mi pobre alma. Quisiera vivir en vuestra presencia,
como la lámpara que ilumina vuestro Sagrario, para padecer
y reparar, en cuanto me sea posible, las ofensas y ultrajes, los

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desprecios, olvidos y profanaciones que llegan a perturbar el
silencio de vuestro Sagrario.
Mas ya que no puedo permanecer en vuestra iglesia os
prometo, al menos, recordar con frecuencia que estáis
sacramentado en los altares y desde allí me estáis mirando y
bendiciendo. Desde mi hogar enviaré mi corazón junto a esa
lámpara para que os haga compañía y arda en adoración
profunda, mientras mis deberes y ocupaciones me impiden
adorarte personalmente ante el Sagrario.
Esta lámpara que arde día y noche al pie de vuestro altar
es testiga del desamparo y olvido en que os he dejado
muchas veces, pero también será testiga de que quiero de
ahora en adelante convertirme en lámpara perpetua para
desagraviar los dolores internos de vuestro Sagrado Corazón,
hasta que, apagándose mi existencia mortal, vaya al cielo a
adoraros por toda una eternidad. Amén.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Adiós, Jesús de mi vida, salgo de tu presencia, pero te


queda mi corazón, únelo al tuyo, llénalo de tu amor y dame
tu Santa bendición… En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

✤✤✤

Patronos de cada hora de guardia e intenciones

Hora Patrono de guardia Intención


12 a 1 Nuestra Señora del La Iglesia. Las causas difíciles y
Sagrado Corazón desesperadas
1a2 San José y los santos Las naciones y sus gobernantes,
la paz

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2a3 Los justos de la tierra Las instituciones políticas,
sociales, económicas, medios de
comunicación
3a4 Los Serafines La familia, el respeto a la vida
4a5 Los Querubines La enseñanza, los jóvenes
5a6 Los Tronos El trabajo, los que van de viaje
6a7 Las Dominaciones Los pobres, los que sufren
7a8 Las Virtudes La propagación de la fe, los
misioneros
8a9 Las Potestades La conversión de los pecadores y
alejados
9 a 10 Los Principados Los agonizantes
10 a 11 Los Arcángeles Las almas del purgatorio, los
asociados y familiares difuntos
11 a 12 Los Ángeles El Reinado del Corazón de Jesús.
Acción de gracias por los
beneficios recibidos

✤✤✤

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A LA SANTA CRUZ

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco la adoración al Corazón


Eucarístico de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor, Jesucristo:
✟ En reparación por los pecados cometidos en nuestra
Iglesia a través de toda la historia;
✟ en reparación por los sacerdotes que reanudan
nuevamente la Sagrada Pasión de tu amadísimo Hijo, Nuestro
Señor, Jesucristo;
✟ en reparación por los sacerdotes que dudan del
Sacramento de la Eucaristía;
✟ en reparación por los sacerdotes que os hieren
celebrando indignamente el Gran Misterio Eucarístico;
✟ en reparación por los pecados de todos los sacerdotes
y consagrados del mundo entero, y
✟ en reparación por los sacerdotes y religiosos que van a
morir en pecado mortal. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

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Yo, pecador

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la


bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos y
a vos, padre, que pequé gravemente con el pensamiento,
palabra, y obra, [dándose tres golpes de pecho] por mi culpa,
por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por tanto, ruego a la
bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos, y
a vos, padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

LOS MIL JESUSES

Para comenzar, decimos:


Santísima Cruz de mayo, mi abogada has de ser, en la vida
y en la muerte me has de favorecer. Si a la hora de mi muerte
el demonio me tentare, le diré: Satanás, satanás, conmigo no
contarás ni tendrás parte en mi alma, porque el Día de la
Santa Cruz dije mil veces «Jesús».

En las cincuenta (50) cuentas del rosario, decimos:


Jesús…

Después de las cincuenta (50) cuentas del rosario,


decimos:
Gloria Patri.
Padrenuestro.
Si a la hora de mi muerte el demonio me tentare, le diré:
“Satanás, satanás, conmigo no contarás ni tendrás parte en mi
alma, porque el Día de la Santa Cruz dije mil veces «Jesús»”.

Oración final:
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, que, por tu
Santa Cruz, redimiste al mundo.

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Jesús, Jesús, Jesucristo.
Jesús, mi Jesús por siempre.
Jesús, Jesús en mi vida, Jesús, Jesús en mi muerte.
Dulce Jesús, se mi Jesús y sálvanos.

Oremos:
Oh, Dios, que, al recordar hoy el descubrimiento de la
verdadera Cruz, renovaste los milagros de tu Pasión,
concédenos que por el valor de aquel Sagrado Leño de vida
alcancemos eficaz socorro y ayuda del cielo para la vida
eterna. Por Nuestro Señor, Jesucristo, que contigo vive y reina
por los siglos de los siglos. Amén.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Adiós, Jesús de mi vida, salgo de tu presencia, pero te


queda mi corazón, únelo al tuyo, llénalo de tu amor y dame
tu santa bendición… En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

✤✤✤

Canto: ¡Victoria! ¡Tú reinarás!

¡Victoria! (Oh Cristo) ¡Tú reinarás!


¡Oh Cruz!, ¡tú nos salvarás! (2 veces).

El Verbo en ti clavado, muriendo nos rescató:


de ti, Madero Santo, nos viene la Redención.

Hermanos, la Cruz de Cristo nos muestra el amor de Dios;


sabemos que Dios nos quiere, su amor por Cristo nos dio.

Extiende por el mundo tu Reino de salvación.

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¡Oh Cruz, fecunda fuente de vida y bendición!

Impere sobre el odio tu Reino de caridad.


Alcancen las naciones el gozo de la unidad.

Aumenta en nuestras almas tu reino de santidad.


El río de la gracia apague la iniquidad.

La gloria por los siglos, a Cristo libertador.


Su Cruz nos lleve al cielo, la tierra de promisión.

✤✤✤

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AL ESPÍRITU SANTO

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco esta novena en reparación por


mis pecados, por mi conversión, y la conversión de mi familia
y del mundo entero, en Nombre de vuestro mismo Hijo,
Jesucristo, que con Vos vive y reina en unión con el Espíritu
Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Yo, pecador

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la


bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos y
a vos, padre, que pequé gravemente con el pensamiento,
palabra, y obra, [dándose tres golpes de pecho] por mi culpa,
por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por tanto, ruego a la

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bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San
Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los
santos apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los santos, y
a vos, padre, que roguéis por mí a Dios Nuestro Señor. Amén.

NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

Venid Espíritu Santo y abrasad las almas de vuestros fieles


en el fuego de vuestro amor.

Oración preparatoria

Unámonos a María recogida con los Apóstoles en el


cenáculo, preparándose a recibir al Espíritu Santo.
María, habitación y templo, el más precioso del Divino
Espíritu, permitid a este hijo vuestro unirse a Vos en esta
novena, conmemorando vuestro retiro en el cenáculo, en
unión de los Apóstoles que, confortados con vuestra
presencia y ejemplo, purificaron sus almas y las prepararon
para ser en el día de Pentecostés digna mansión del Espíritu
Santo. Purifíqueme yo también por vuestro influjo maternal;
sienta la necesidad de llorar mis pecados pasados, de borrar
los vestigios de ellos con lágrimas y penitencia, de abrazarme
con resignación a la cruz y de hallar en ella mi consuelo y
esperanza.
Obtenme, Madre amabilísima, la gracia de sentir la
necesidad que tengo de recibir en mí los divinos dones del
Espíritu de caridad y amor, para que, en unión vuestra, los
solicite con toda la eficacia de que soy capaz, e interponiendo
vuestros méritos y valimiento ante ese Divino Espíritu de que
fuisteis y sois el más precioso y acabado tabernáculo; haced
que esta novena dé principio a mi santificación, por la
habitación en mí del Espíritu Santo y difusión de sus preciosos
dones, que me lleven a amarle con todas mis fuerzas en el
tiempo y en la eternidad. Amén.

✤✤✤

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Día primero – La habitación del Espíritu Santo en el alma
por la gracia

Reflexiones: «…Cualquiera que me ama, observará mi


doctrina, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
mansión dentro de él». Estas palabras se refieren al Espíritu
Santo que, en unión del Padre y del Verbo, desciende a hacer
su habitación en el alma justa o justificada por la penitencia.
En virtud de esta unión íntima con el Espíritu Santo, el justo
vive con la vida de Dios mismo, sus acciones humanas se
divinizan y a más del fin natural que les es propio, adquieren
una virtud sobrenatural que las hace merecedoras de la
eterna recompensa. Dios habita en el alma y el alma habita en
Dios, y entre Dios y el alma se establecen relaciones mucho
más íntimas que entre el amigo y el amigo, entre el padre y el
hijo, entre el esposo y la esposa, y el alma así endiosada se
siente en el mundo desterrada del cielo, su verdadera patria,
donde sin término se unirá para siempre a Dios.

Oración: Divino Espíritu, ante Vos se postra humillado un


pobre pecador, indigno de estar en vuestra presencia pero
que confiado en vuestro favor, en la virtud de la Sangre divina
que por él vertió su Redentor Jesús, y en la poderosa
intercesión de María, viene afligido por los estragos que en
su corazón ha hecho el pecado, y angustiado por los
obstáculos que cada día pone a la efusión de vuestra gracia
divina.
Padre de los pobres, socorred a este infeliz; fuente de
aguas puras, lavad las inmundicias de este corazón; luz de las
almas, disipad las tinieblas que me rodean, y sobre todo usad
de vuestra ilimitada indulgencia, comunicándoos a mi alma y
haciéndome sentir vuestra presencia por la renovación de mi
vida y por el ejercicio de las virtudes cristianas, que me
merezcan un aumento de vuestra gracia y sean prueba de
vuestras misericordias en el tiempo y en la eternidad. Amén.

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Día segundo – Primer don del Espíritu Santo: La
Sabiduría

Reflexiones: El primero de los dones del Espíritu Santo es


la misma Sabiduría infusa en el alma con la gracia santificante
y que se desarrolla a medida que el hombre adquiere por el
mérito nuevo grado de gracia. Esta Sabiduría divina,
infinitamente superior a la adquirida por la humana ciencia,
hace de la criatura más humilde e iletrada un ser capaz de
escudriñar los misterios de Dios y de contemplarlo cara a cara
en el cielo, después de haber aquí en la tierra comprendido
su destino sobrenatural y marchado a Él al amparo de las tres
virtudes teologales, compañeras inseparables de esta divina
Sabiduría. Feliz el cristiano que merece ser elevado a tan gran
altura. ¡Con esa luz que el Espíritu Santo le comunica, le es
dado ver y comprender el secreto de su dicha y felicidad, los
medios que a ella llevan, lo efímero y despreciable de las
criaturas y lo seguro y firme de cuanto estriba en Dios y a Dios
conduce!

Oración: Dignaos, oh Santo Espíritu, hacer a esta pobre


criatura participante de este regalo divino con que os habéis
propuesto hacer la felicidad de vuestros amadores. Conozca
por Vos al Padre y al Verbo de donde procedéis y comprenda
que sólo amándoos puedo ser feliz. Hacedme ver la nada y el
vacío que en sí tienen las criaturas para no dejarme engañar
con las apariencias de bien con que mis enemigos las
presentan y, sobre todo, lavadme y purificadme más y más
para que esa Sabiduría divina no halle obstáculos en mi alma
a sus soberanos esplendores. Amén.

Día tercero – Segundo don del Espíritu Santo: La


Inteligencia

Reflexiones: La Inteligencia o el entendimiento es el


asiento de la sabiduría; pero para que la sabiduría divina,
primer don del Espíritu Santo, resida en el entendimiento

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humano, es preciso que este sea levantado, fortalecido y
preparado para este divino Espíritu. Al entendimiento así
preparado, son perceptibles verdades que no hallan cabida
en la mente de los soberbios, que a sí mismos se titulan
sabios, y que quizá lo sean en verdades puramente
especulativas y de ningún provecho para su felicidad, de la
que por el contrario, se desvían a medida de la confianza que
en sí tienen. Pidamos, pues, al Espíritu Santo este don
precioso y estimémoslo infinitamente más que la humana
sabiduría.

Oración: Humildemente postrado ante Vos, divino


Espíritu, vengo a solicitar el don precioso de la Inteligencia,
con el que conociendo las verdades que se encierran en
vuestra divina Esencia, consubstancial con la del Padre y la del
Verbo, y en los misterios de Jesús encarnado y presente en la
Eucaristía, sienta iluminada mi alma y encendida en santos
afectos que me obliguen a despreciar lo terreno y caduco y
aspirar sólo a lo celestial y divino. Amén.

Día cuarto – Tercer don del Espíritu Santo: El Consejo

Reflexiones: Muchos son los guías y conductores que se


ofrecen al hombre en su camino por la tierra, y todos ellos le
prometen un término venturoso si se someten a sus
dictámenes y consejos. El mundo le presenta caminos
sembrados de flores, y goces sin término, aunque
circunscritos por los cortos límites del tiempo; la pasión, o sea
la carne, le estimula asimismo el goce, disfrutando a costa de
los grandes intereses de su alma inmortal, y el demonio
transfigurado en ángel de luz, repite las palabras tentadoras
que en otro tiempo dijo a Cristo, invitando a la humanidad a
echar una ojeada sobre las grandezas mundanales: «…Todas
estas cosas te daré, si postrándote delante de mí me
adorares». Solicitado el hombre por tantos seductores, y
fascinado por la pasión y el demonio, sucumbiría
infaliblemente si el Espíritu Santo no le enviara un rayo de luz

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esplendorosa para discernir la verdad del error. Esta
disposición del alma para descubrir entre tanto engaño la
verdad, constituye el don de Consejo, que hemos de pedir al
Divino Espíritu.

Oración: Alumbrad mi camino, Espíritu Santo, y sed mi


guía en las tortuosas sendas de la vida, por las que tratan de
extraviarme malignos enemigos conjurados para mi
perdición. Sepa, por vuestro don de Consejo, discernir lo
verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo que es medio
de salvación de lo que me sería causa u ocasión de ruina.
Deteste la vanidad y la mentira y busque cuanto a Vos me
acerque, aunque para obtenerlo tuviera que hacer costosos
sacrificios. Eso os pido por los méritos de mi Señor Jesucristo
y de su Santísima Madre y por el amor infinito de que sois
eterna manifestación. Amén.

Día quinto – Cuarto don del Espíritu Santo: La Ciencia

Reflexiones: Al relatar el Libro de la Sabiduría los favores


que Dios concede al varón justo, cuenta entre ellos que le
concedió la ciencia de los santos. Ciencia sobrenatural tan
superior a la adquirida por los humanos medios, cuanto de
Dios dista la humana criatura.
Jamás la ciencia humana ha hecho la felicidad de sus
adoradores. Precisamente nuestro siglo hállase enfermo de
las dolencias que en él produce esa vana y falsa ciencia de
que tanto blasona y que ha destruido los gérmenes de la
caridad, y ha entregado al hombre sin Dios al más refinado
sensualismo. Felices los humildes y sencillos de quienes toma
posesión el Espíritu de Dios, y que levantados por Él, miran
desde las alturas de la fe la vanidad de la ciencia mundanal y
aprenden en su fuente la Ciencia de los santos, que consiste
en conocer y amar a ese mismo Espíritu, fuente de paz, de
dicha y de felicidad.

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Oración: Infundid en mi alma, Espíritu Divino, la Ciencia de
los santos, don precioso y que estimo en más que todos los
tesoros. Haced que a la luz de esta Ciencia divina, vea la nada
y la vanidad de lo terreno, y desprecie lo caduco y lo
perecedero. Llegue, finalmente, por el cultivo de esta ciencia,
a enriquecer mi alma de virtudes, entre las que descuelle el
amor que a Vos debo con el Padre y el Hijo de quien
procedéis y con quien reináis por los siglos de los siglos.
Amén.

Día sexto – Quinto don del Espíritu Santo: La Fortaleza

Reflexiones: La debilidad del hombre, heredada de Adán


pecador, le inhabilita para el bien hasta de que el mismo
Apóstol se quejaba amargamente de ver en sus miembros
una ley contraria a la ley de la razón y que le sometía, a pesar
suyo, a la ley del pecado; y es dogma de fe que nada,
absolutamente nada, podemos hacer por nuestro propio
esfuerzo en el orden sobrenatural sin el auxilio de la gracia.
De aquí el gran deber de la oración, medio eficacísimo para
fortalecer nuestra alma en su lucha con las malas pasiones y
alentarla en la práctica del bien. La oración hecha con las
condiciones exigidas trae al Espíritu Santo a nuestro corazón,
quien le comunica el don de la Fortaleza, revestido del cual el
hombre sujeta a los enemigos interiores y ahuyenta a satanás.
En vista, pues, de los gravísimos peligros que nos rodean,
solicitemos al divino Espíritu el valioso don de la Fortaleza
para sostenernos en los combates y vencer a nuestros
enemigos.

Oración: Venid, Espíritu de fortaleza, aliento de los débiles,


venid a comunicar a esta alma que os invoca, vuestra fuerza
divina, sin la cual sucumbiría miserablemente víctima de sus
constantes y osados enemigos. Una triste experiencia me ha
enseñado cuan poco valgo cuando Vos os alejáis de mí.
Sufrid, pues, mis miserias y castigadme con todo género de
males, menos con el de retiraros de mi pobre y necesitado

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corazón. Purificadlo más y más para que merezca ser digno
asiento de vuestra divina Fortaleza, base de su felicidad.
Amén.

Día séptimo – Sexto don del Espíritu Santo: La Piedad

Reflexiones: El concepto de la piedad es, por desgracia,


poco comprendido aun por personas que se llaman piadosas
y que la hacen consistir en frecuentes rezos y numerosas
devociones. La piedad es un aroma divino que perfuma
cuanto toca con perfume de cielo; es un hálito constante de
la práctica de virtudes; un brote espontáneo de un alma unida
a Dios. La piedad sólida está basada en el sacrificio y va
siempre acompañada de la caridad. Se manifiesta no solo en
el templo y en la oración recogida, sino también, y muy
especialmente, en el trabajo y en el alegre cumplimiento del
deber. La persona piadosa es siempre severa consigo misma
e indulgente con las otras; la piedad es la reproducción del
carácter de Cristo en el alma cristiana y uno de los más
preciosos dones del Espíritu Santo.

Oración: Concededme, Espíritu consolador, os lo suplico,


el don precioso de la verdadera Piedad, basada en el espíritu
de sacrificio y en la abnegación de mí mismo. Sea ferviente y
asiduo en la oración, constante en el trabajo, regulado en el
cumplimiento de mis deberes, caritativo con todos y
verdadero imitador de Jesús, para gloria de su Nombre y
santificación de mi alma. Amén.

Día octavo – Séptimo don del Espíritu Santo: El Temor

Reflexiones: No se trata aquí del temor servil de un


esclavo que tiembla ante su amo irritado; tampoco del temor
provocado por la muerte y demás efectos de la divina justicia.
Ese Temor, séptimo don del Espíritu Santo, tiene su origen en
la caridad, o sea en el amor; es el temor de un amante que
precisamente porque ama, y ama mucho, teme causar a la

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persona amada el menor desagrado. El temor así entendido
es el principio de la sabiduría, es el aliciente del amor, es el
móvil del sacrificio. En él abundaron todos los santos, siendo
tanto más encumbrada su santidad cuanto más impregnada
estaba de este temor saludable de desagradar al que miraban
como único objeto de su amor.

Oración: Infundid, Espíritu Santo, en mi alma el santo


Temor de Dios, que me excite a lavar hasta las más pequeñas
manchas que aún queden de mis pasadas prevaricaciones, y
a vigilar sobre mí mismo para no contraer nuevas. Aumentad
la lumbre de mi alma para que me sea dado alejar de ella
cuanto desagradar pudiere a los Divinos Ojos, y merecer
vuestros favores en la tierra y gozar de Vos en la eternidad.
Amén.

Día noveno – Los Frutos del Espíritu Santo

Reflexiones: Los ricos dones del Espíritu Santo


cuidadosamente guardados en el alma, dan lugar a
manifestaciones de preciosos afectos que hacen sentir en ella
anticipadamente algo de los goces del cielo. Estos son:
✟ Acrecentamiento y desarrollo de la caridad que nos
une a Dios y a nuestros prójimos;
✟ la felicidad y gozo espiritual en el ejercicio de la virtud;
✟ la paz del alma, tesoro preciosísimo que Jesús trajo del
cielo como el mejor regalo para sus imitadores;
✟ la paciencia en las adversidades de la vida;
✟ libertad y amplitud de espíritu en la práctica del bien;
✟ bondad, o sea, la disposición del alma al ejercicio
continuo de la caridad;
✟ benignidad, o compasión y lástima de las humanas
flaquezas;
✟ mansedumbre a semejanza del que dijo: «…y aprended
de Mí, que soy manso, y humilde de corazón»;
✟ fe, o sea adhesión sincera a las enseñanzas de la Iglesia;
✟ modestia hasta en la humildad y propio conocimiento;

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✟ continencia, es decir, medida justa dentro de los límites
puestos por Dios a la satisfacción de nuestras necesidades, y
✟ castidad, virtud preciosa que nos asemeja a los ángeles
y permite la unión más íntima con Dios.

Oración: Divino Espíritu, dadme a comprender la dicha


inefable que inundará el alma que os posee y las inestimables
riquezas que otorgáis con vuestros siete dones preciosísimos.
¡Cuán viles y despreciables son los miserables bienes
terrenales en comparación de los frutos que corresponden a
cada uno de vuestros dones! Dadme luz para conocerlos y
aliento para romper los lazos que todavía me unen a este
mundo efímero y engañoso. En Vos, verdad suprema,
inspírese mi entendimiento, con Vos, Bien sumo, enciéndase
mi voluntad y fuera de Vos nada apetezca ni ame mi corazón,
que quiero sea sólo vuestro, en la vida y en la muerte. Amén.

✤✤✤

Padrenuestro.
Gloria Patri. (7 veces).

Gloria al Padre sempiterno, gloria al Hijo soberano. Y por


los siglos infinitos, gloria al Espíritu Santo.

Alabemos al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Alabémosles


y ensalcémosles por todos los siglos.

Espíritu Divino: atended a los ruegos de un alma pecadora


pero humillada en vuestra presencia y que viene a implorar
vuestra caridad. Socorredme en los combates, protegedme
en los peligros, consoladme en las aflicciones, alentad mi
cobardía y desfallecimientos en la virtud, excitad en mí el
espíritu de oración.
Espíritu vivificador: perfeccionad y consumad en mí lo que
habéis comenzado: asentaos en mi alma como Rey y
soberano; grabad profundamente en mi corazón la efigie de

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Jesús mi Redentor crucificado, aplicándome sus méritos y
encendiéndome en su amor. Sed el alma de mi vida, la vida
de mi vida. Así como lejos de Vos, soy el ser más desgraciado,
así en Vos todo lo tengo, nada temo, nada deseo, nada
ambiciono, sino el permanecer con Vos en el tiempo y en la
eternidad.
Difundíos también sobre Colombia y haced que sus
autoridades reciban la abundancia de vuestros dones para
regir sabia y cristianamente los pueblos que les están
confiados. Llenad a los sacerdotes del espíritu de vuestro
amor y encendedlos en celo por la salvación de las almas.
Alimentad en todos el espíritu de ardiente caridad. Proteged
a la Iglesia, y defendedla de sus enemigos. Salvad de las
maquinaciones de estos a nuestro Padre Santo el Papa
[citarlo], y llegue pronto para Él y para la Iglesia el ansiado día
del reinado de Jesucristo, Rey inmortal de los siglos. Amén.

Gozos

I. Ven Deidad suprema,


Espíritu Santo,
a la tierra envía
de tu luz los rayos.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

II. Padre de los huérfanos,


de pobres amparo,
foco en que las almas
de luz se inundaron.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

III. Del hombre que llora


refrigerio grato,
y del alma triste
huésped regalado.

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Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

IV. Ven, descanso alegre


después del trabajo,
del calor refresco
y solaz del llanto.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

V. Sin tu luz, el hombre


nada es: un gusano,
para el mal nacido
y el ajeno daño.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

VI. Da riego a lo seco,


lava lo manchado
y nuestras heridas
cicatriza blando.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

VII. Lo áspero suaviza,


enciende lo helado
y dirige al término
nuestro errante paso.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

VIII. Concede a los fieles,


que en Ti confiamos,
de tus siete dones
el tesoro santo.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

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IX. Danos tus virtudes
y que merezcamos,
con plácida muerte,
volar al descanso.
Ven y que en tus fuegos
muera yo abrasado.

Enviad, Señor, vuestro Espíritu y todas las cosas serán


creadas. Y renovaréis la faz de la tierra.

Oremos:
¡Oh Dios, que habéis instruido e iluminado los corazones
de los fieles, derramando en ellos la luz del Espíritu Santo!,
haced que el mismo Espíritu comunique a nuestras almas el
sabor de la virtud y las consuele sin cesar con santa y celestial
alegría. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Amén.

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PREPARACIÓN PARA LA CONFESIÓN

¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!


¡Ave María! ¡Ave María! ¡Ave María!

Señal de la Cruz

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos


líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Introducción

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

Aquí está el esclavo del Santo de los Santos. Que se haga


en mí su palabra y que en mí se cumpla su voluntad.

Invocación del Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, ven, ven por medio de la dulce y


poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu
amadísima esposa. (3 veces).

Cerrando los ojos para mayor recogimiento y gracias,


digamos (3 veces):
Espíritu Santo bendito: penetra profundamente en mí,
para hacer una nueva creación.

Intercesión

Señora y Madre nuestra, María, la Inmaculada Concepción,


te suplicamos que intercedas por nosotros ante el Santo de

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los Santos, la Trinidad Santísima, para que nos dé fervor y
corazón dispuesto a las inspiraciones y gracias del Espíritu
Santo. Todo por los méritos de la Sangre de Cristo, el Cordero
de Dios que quita los pecados del mundo; en su Nombre; por
la acción del Espíritu Santo y por tu entrega y oración. Amén.

Ofrecimiento

Padre Eterno: yo te ofrezco esta confesión en reparación


por mis pecados, por mi conversión, y la conversión de mi
familia y del mundo entero, en Nombre de vuestro mismo
Hijo, Jesucristo, que con Vos vive y reina en unión con el
Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

Símbolo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de


la tierra. Creo en Jesucristo, su Único Hijo, Nuestro Señor, que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la
comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Acto penitencial

Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Santísima


Trinidad: entra en mí, Señor, e invádeme, por mi libre voluntad
y decisión. Posesiónate de mí. Destruye Señor con tu
presencia el pecado en mí, sus causas, sus raíces, sus huellas
y sus consecuencias. Límpiame y libérame de todo lo que no
es de Ti. Para eso, impúlsame y ayúdame a hacer una buena
confesión. Dame coraje, para confesar todo lo secreto que por

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temor, por olvido o por malicia tenga oculto. Tú mismo
ilumina y arranca todo lo escondido, para que en mí no
queden huellas de mis malas obras ni de los efectos del
pecado ajeno. Con la fuerza de tu Sangre, Jesucristo, borra
también los efectos y las huellas que mis propios pecados
hayan podido causar en otras gentes.
Padre bueno: cicatriza las heridas que puedan existir en mí
y en quienes me rodean, borrando con tu amor todo lo que
no sea tuyo y que abra grietas.
Espíritu Santo bendito: recréame confirmándome en las
verdades de Jesucristo, Señor y Salvador nuestro, y
arrastrándome al Padre Omnipotente, para ser uno con Él, en
su misterio y con todo lo creado, por el Amor del Padre, por
el Amor del Hijo y por tu propio Amor. Amén, Amén, Amén.

Promulgación de la ley o decálogo

«Y habló Dios todo esto, diciendo: “Yo soy Yahvé, tu Dios,


que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la
servidumbre.
No tendrás otro Dios que a mí. No te harás imágenes
talladas, ni figuración alguna de lo que hay en lo alto de los
cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en
las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas y no
las servirás, porque Yo soy Yahvé, tu Dios; un Dios celoso, que
castiga en los hijos las iniquidades de los padres hasta la
tercera y cuarta generación de los que me odian, y hago
misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y
guardan mis mandamientos.
No tomarás en falso el Nombre de Yahvé, tu Dios, porque
no dejará Yahvé sin castigo al que tome en falso su Nombre.
Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días
trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo día es día de
descanso, consagrado a Yahvé, tu Dios, y no harás en él
trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu
sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está dentro de tus
puertas; pues en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra, el

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mar y cuanto en ellos se contiene, y el séptimo descansó; por
eso bendijo Yahvé el día del sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años
en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da.
No matarás.
No adulterarás.
No robarás.
No testificarás contra tu prójimo falso testimonio.
No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu
prójimo, ni su siervo ni su sierva, ni su buey ni su asno, ni nada
de cuanto le pertenece”».
[LIBRO DEL ÉXODO: CAP. XX, 1-17]

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Examen de conciencia

Consiste en recordar todos los pecados que hemos


cometido después de la última confesión, y para ello hacemos
la revisión de los diez mandamientos de la Ley de Dios, los
mandamientos de la santa Madre Iglesia, las obras de
misericordia y los pecados capitales.

El Pecado Mortal. Destruye el principio vital de la caridad


en el corazón del hombre. Por una infracción grave de la Ley
Divina, aparta al hombre de Dios, que es su fin último. Para
que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: 1)
violar uno de los mandamientos en materia grave, 2) plena
conciencia, y 3) entero conocimiento. El pecado mortal si no
es borrado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa
la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno.

El Pecado Venial. Deja de subsistir la caridad, aunque la


ofende y la hiere. El pecado venial impide el progreso del
alma; merece penas temporales. El pecado venial deliberado
y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a
poco a cometer el pecado mortal. Dicho pecado venial no

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rompe la alianza con Dios; no priva de la gracia santificante,
de la amistad con Dios, de la caridad, ni por lo tanto de la
bienaventuranza eterna.

Los Mandamientos de la Ley de Dios

1. Amar a Dios sobre todas las cosas.


2. No tomar el Nombre de Dios en vano.
3. Santificar las fiestas.
4. Honrar a tu padre y a tu madre.
5. No matar.
6. No cometer actos impuros (no fornicar).
7. No hurtar.
8. No levantar falso testimonio ni mentir.
9. No desear la mujer ni el hombre de tu prójimo (no
consentir pensamientos y deseos impuros).
10. No codiciar los bienes ajenos.

Los Mandamientos de la Iglesia Católica

1. Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de


guardar.
2. Confesar los pecados mortales y veniales por lo
menos una vez en el año, o en peligro de muerte, o si se va a
comulgar [es preferible mantenerse en estado de gracia de
Dios, por eso la confesión debe hacerse frecuentemente para
no perder el estado de gracia].
3. Comulgar por Pascua de Resurrección y en peligro de
muerte.
4. Ayunar, no consumir carne y guardar abstinencia los
días Miércoles de Ceniza y los Viernes de Cuaresma.
5. Ayudar al sostenimiento del culto de Dios y de sus
ministros.

Las obras de misericordia

Espirituales:

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1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que se equivoca.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas de
nuestros prójimos.
7. Rogar a Dios por los vivos y los muertos.

Corporales:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Vestir al desnudo.
4. Dar posada al peregrino.
5. Visitar los presos.
6. Visitar los enfermos.
7. Enterrar a los muertos.

Los pecados capitales y las virtudes

1. Pecado capital: la avaricia. Afán desordenado de


poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Virtud: la
generosidad.
2. Pecado capital: la envidia. Tristeza o pesar del bien
ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee. Virtud: la
caridad.
3. Pecado capital: la gula. Exceso en la comida o bebida,
y apetito desordenado de comer y beber. Virtud: la
templanza.
4. Pecado capital: la ira. Pasión del alma, que causa
indignación y enojo. Apetito o deseo de venganza. Virtud: la
paciencia.
5. Pecado capital: la lujuria. Vicio consistente en el uso
ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales.
Exceso o demasía en algunas cosas. Virtud: la castidad.

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6. Pecado capital: la pereza. Negligencia, tedio o
descuido en las cosas a que estamos obligados. Virtud: la
diligencia.
7. Pecado capital: la soberbia. Altivez y apetito
desordenado de ser preferido a otros. Satisfacción y
envanecimiento por la contemplación de las propias prendas
con menosprecio de los demás. Virtud: la humildad.

Salmo 50 — Confesión del pecador arrepentido

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa


compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi
pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi
pecado: contra Ti, contra Ti solo pequé, cometí la maldad que
aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu
rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi
madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas
sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame:
quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos
quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda
culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu Rostro, no
me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con
espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los
pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y
cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi
boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un
holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu

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quebrantado: un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo
desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sion, reconstruye las
murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios
rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán
novillos.
Gloria Patri.

Arrepentimiento

Yo, Germán Horacio Ruiz Posada, hijo del Padre, hermano


de Jesucristo, el Salvador Jesucristo, verdadero Dios y hombre
verdadero y templo vivo del Espíritu Santo, unido a María
Santísima, la Inmaculada Concepción y siempre Virgen, a San
José varón prudente y justo, a los ángeles y a los santos,
imploro la asistencia del Espíritu Santo, para pedirles perdón
a cada uno de sus hermanos presentes y a la Iglesia de la que
yo soy miembro y, a la vez, para perdonar de todo corazón
cualquier ofensa recibida a fin de que la confesión que voy a
hacer sea la que Dios quiera para mi santificación y perfección
por su perdón y su asistencia.
Por tanto, yo, Germán Horacio Ruiz Posada, pido perdón,
humildemente, a cada uno de ustedes, hermanos y a la iglesia.
A la vez, yo, Germán Horacio Ruiz Posada, desde lo más
profundo de mi corazón, movido y asistido por el Espíritu
Santo, perdono las ofensas recibidas. Amén, Amén, Amén.

Antes de declarar cada pecado decimos: «Señor, te pido


perdón por…».

Y al final debemos decir: «De los pecados ocultos y de


las faltas que no recuerde, perdóname también Señor».

Propósito de enmienda

Consiste en decidirse firmemente a no volver a pecar, y


estar dispuestos a evitar el pecado, cueste lo que cueste.

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De todas maneras, es importante saber que se debe estar
en gracia permanentemente, porque no sabemos cuando
vamos a ser llamados por Dios para rendirle cuentas por
nuestro comportamiento.

La Confesión

Al comenzar la confesión:
1. Hace… [fecha de la última confesión] que me confesé.
2. Cumplí (o no) la penitencia.
3. Acúsate después de tus pecados según el orden del
examen.

Durante la absolución decir el acto de contrición:


Jesús, mi Señor y Redentor: yo me arrepiento de todos los
pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo
corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por
tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis
culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Al salir del confesionario:


1. Dar gracias a Dios por el perdón concedido.
2. Recordar los consejos del confesor.
3. Proponerme evitar en especial uno de los pecados
confesados.
4. Cumplir con piedad la penitencia.
5. Dirigirse a María purísima colocando tus propósitos
bajo el amparo de esta divina Madre.

Oración para después de la confesión:


Se eternamente bendito, oh amado Jesús mío, porque
perdonándome me has librado del infierno y restituido la
herencia del paraíso. ¡Cuántos, Dios mío, con menos pecados
que yo, arden ya en el infierno, y yo experimento aún tu
misericordia! Gracias, infinitas gracias te doy, bondad infinita,
por tan singular merced. Mas, ¡oh Dios mío!, soy capaz de

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hacerte traición peor que antes y peor que Judas, si Tú no me
sostienes con tu gracia. Asísteme pues, Dios mío, en todos los
instantes de mi vida; ayúdame y no me dejes caer en la
tentación, mas líbrame de mal. Arráncame la vida antes que
vuelva a ofenderte. Amén.

Virgen María, vida y esperanza mía, ruega a Jesús por mi


perseverancia en el bien.

Dios mío: dame fe. Acrecienta mi amor por la oración.


Dame confianza en Ti. Enséñame a esperar en Ti, por la acción
del Espíritu Santo.
Señor: dame el Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.


Amén.

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